Sie sind auf Seite 1von 9

Tema 13. Economía y sociedad a comienzos del s. XX.

La España de comienzos del s. XX es un país pobre y atrasado que lentamente empieza


a experimentar los cambios producidos en todo el mundo por la II Revolución
Industrial. Los avances científico-técnicos comienzan a influir, los cambios en la vida
cotidiana transforman lentamente el ritmo de las ciudades, que crecen y adquieren
mayor peso en la vida nacional conforme avanza el siglo. Con todo, todavía predomina
el mundo rural, que permanece ajeno a todos estos cambios. Si bien la diferencia entre
campo y ciudad se acentúa, no es menos importante la que separa a las clases dirigentes
del país respecto a la clase obrera y campesina. Este abismo que se abre explica en
buena parte la conflictividad y la tensión del largo reinado de Alfonso XIII, tensión que
estallará de forma virulenta en la década de los años treinta.

1.- La población
Crecimiento relativamente lento aunque continuo hasta 1922, acelerándose a partir de
este año gracias a la mayor estabilidad social y económica del momento. En realidad, el
incremento de población debería haber sido mayor teniendo en cuenta que la
mortalidad descendió de manera acusada debido a las mejoras sanitarias (vacunas y
medidas higiénicas) y a los logros sociales conseguidos por los trabajadores esos años
(descanso dominical, regulación del trabajo infantil, reducción de jornada laboral,…).
Con todo, se mantiene una elevada tasa de mortalidad infantil, mucho mayor que en el
resto de Europa, y numerosas epidemias que son, incluso, endémicas, como la gripe.

La otra gran razón del escaso crecimiento de población fue la emigración. La falta
de un desarrollo económico paralelo al crecimiento poblacional motivó la necesidad de
buscar salidas al desempleo y a la miseria a través de las migraciones. En el interior del
país se produjo un movimiento poblacional desde las zonas agrarias del interior hacia
las zonas industriales urbanas, donde el crecimiento económico parecía asegurar el
empleo. Hacia el exterior, cerca de millón y medio de españoles marcharon desde 1900
a 1914 en dirección, fundamentalmente, de América Latina (Argentina y Brasil, sobre
todo). Durante la Gran Guerra la emigración exterior se detuvo prácticamente,
aumentando después pero con niveles más bajos ante la prosperidad de los años veinte.

A destacar también el crecimiento continuo de los núcleos urbanos, cuya forma de


vida va a ir marcando cada vez más la evolución de todo el país.

2.- La economía española hasta 1930

2.1- La economía española hasta 1914


Los años que van desde el desastre de 1898 hasta el comienzo de la Gran Guerra se
caracterizan, en lo económico, tanto por el crecimiento como por la pervivencia de los
problemas estructurales que impedían un cambio definitivo hacia una auténtica
modernización del país. Veamos los distintos sectores económicos por separado:

• Agricultura: a principios de siglo España seguía siendo un país básicamente


agrícola (2/3 de la población trabajaban en la agricultura). En estos primeros
años aumentó la producción en todos los sectores gracias al uso de abonos,

1
fertilizantes y maquinaria extranjeros, pero fueron incrementos insuficientes
para alimentar a una población en crecimiento, por lo que seguía siendo
necesaria la importancia de grandes cantidades de trigo del extranjero para
asegurar el abastecimiento de la población.

En el fondo del problema agrario continuaban los males del pasado. Había un
exceso de mano de obra subempleada (hacía innecesaria la aplicación de nuevas
técnicas), las labores seguían siendo muy rudimentarias, y además la estructura
de la propiedad seguía manteniendo un enorme desequilibrio caracterizado por
la presencia de los latifundios en el Sur y de minifundios en el Norte, en ambos
casos en perjuicio de las explotaciones.

Sobre esta situación actuaba una política proteccionista que, bajo el objetivo
aparente de apoyar a los pequeños propietarios, de hecho beneficiaba sobre todo
a los grandes latifundistas. Los propietarios actuaban a través de asociaciones
patronales para presionar al Gobierno en defensa de sus intereses, lo cual
conseguían a través de leyes, como la Ley de Aranceles o la Ley de Sindicatos,
ambas de 1906, o impidiendo cualquier reforma agraria frente a las demandas de
cambio que solicitaban los partidos más progresistas (sólo se fomentaban las
cooperativas como fórmula de reforma agrarias).

El resultado de todo ello fue mantener a la mayor parte del campesinado en


condiciones miserables y en un paro crónico, lo que provocó que las protestas,
levantamientos y huelgas fueran en aumento, sobre todo a partir de 1905-1906,
años de malas cosechas, dirigidas por los anarquistas, y ante las que el Gobierno
sólo pudo responder con la represión por medio de la Guardia Civil y el Ejército.
La única alternativa era la emigración hacia las ciudades o hacia América.

• Industria: experimentó algunas transformaciones en los primeros años del siglo.


Creció la producción en la minería y la siderurgia, y aparecieron y se
desarrollaron nuevos sectores. Pero también subsistieron las condiciones
deficientes que impedían una auténtica revolución industrial.

Importante fue la aparición y rápido crecimiento de la industria eléctrica,


primero en manos de capital extranjero (AEG alemana y General Electric
estadounidense) y después bajo capital vasco. Gracias al enorme potencial
hidroeléctrico del país se redujeron los costes y su explotación aumentó
rápidamente, haciendo retroceder al carbón como fuente de energía básica. La
difusión de la energía eléctrica permitió también la transformación tecnológica
de la metalurgia y la aparición de sectores nuevos, como la industria cementera,
la papelera y la química.

En retroceso el sector textil y el ferroviario. El primero experimentó las


consecuencias negativas de la pérdida de los mercados coloniales y de su
estancamiento tecnológico; el segundo frenó la construcción de líneas y vio
cómo su material rodante quedó anticuado ante la falta de inversiones en
mantenimiento.

2
Podríamos señalar una serie de características generales de la industria española
de la época:

 Tendencia a la regionalización: la actividad industrial se concentraba


sobre todo en el País Vasco y Cataluña, además de en pequeños núcleos
urbanos de la periferia.

 Exceso de concentración financiera: unas pocas empresas tendían a


monopolizar casi por completo la producción de sus respectivos sectores,
formando un entramado de intereses oligárquicos.

 Fuerte dependencia de capitales extranjeros: excepto la


siderometalúrgica vasca y el sector textil catalán, el resto de los sectores
dependía en su mayoría del capital extranjero, especialmente las
químicas, eléctricas y servicios públicos.

 Dependencia del exterior para obtener materias primas, maquinaria


y equipo: la industria nacional era incapaz de suministrarlos.

 Sumisión de la industria al sector agrario: puesto que no había


capacidad para competir en el exterior, la industria dependía del débil
mercado interior, formado por una población con escasa capacidad de
compra que en momentos de crisis se retraía, hundiendo las ventas de la
industria.

Frente a esto, la acción del Estado siguió siendo proteccionista. También los
industriales formaron sus propias asociaciones patronales para presionar al
Gobierno, que de hecho se convirtió en el principal cliente de la industria
nacional.

• Sector financiero: importantes cambios, sobre todo tras el plan de estabilización


económica realizado por Fernández Villaverde, quien intentó solucionar el
déficit crónico de la Hacienda pública reduciendo los intereses de la deuda
pública, limitando los gastos y las inversiones públicas para equilibrar el
presupuesto, simplificando el sistema de impuestos (Impuesto de Utilidades, que
actualizaba las bases y aumentaba la contribución de profesionales e
industriales),… Estas reformas fueron duramente contestadas por otros
miembros del gobierno y, sobre todo, por las patronales de la industria,
provocando incluso en Cataluña un boicot fiscal, el tancament de caixes, que
contribuyó de forma directa a la dimisión del ministro. A pesar de ello, la etapa
entre 1900-1909 es de presupuestos con superávit, algo desconocido en la
historia española.

En cuanto a la actividad bancaria, una Ley de 1899 transformó el Banco de


España en una institución al servicio de la política monetaria y de la banca
privada, pasando a controlar la emisión de billetes y la circulación fiduciaria. El
resultado fue limitar la inflación y conseguir la estabilización de la peseta,
fundamental para el comercio exterior. La Ley Cambó de 1921 completaría las
funciones del banco emisor.

3
Sobre esta situación de control financiero, se produce la eclosión de la banca
privada con el nacimiento de los principales bancos del futuro, como el Banco
de Vizcaya (1901), el Banco Mercantil de Santander (1899), el
Hispanoamericano (1900) y el Español de Crédito (1902). Los nuevos bancos
orientaron su actuación a captar el pequeño ahorro, a través de una extensa red
de sucursales, para invertirlo en la industria, sobre todo en el País Vasco, donde
banqueros e industriales estaban ligados familiarmente.

2.2- La economía española desde 1914 hasta 1920


El estallido de la Gran Guerra significó un punto y aparte decisivo para la economía
española. Los años del conflicto produjeron un espectacular crecimiento de la
producción, de las exportaciones y de los beneficios empresariales, derivados de la
posición privilegiada española como país no beligerante. En muchos sectores produjo
una brusca modernización técnica y el alcance de cifras de producción impensables
pocos años antes.

Pueden diferenciarse tres etapas en la evolución económica de nuestro país:

• Inicios del conflicto: la ambigüedad de la posición española frente al conflicto


hizo caer las Bolsas y hundió a las sociedades financieras, ante la retirada de
capitales extranjeros repatriados. Además, se produjo el regreso de muchos
trabajadores desde Europa y Argelia, lo que aumentó el desempleo y redujo los
salarios.

• 1915-1917: se produce un crecimiento acelerado de las exportaciones de


materias primas, carbón y manufacturas, debido tanto a la desaparición de la
competencia extranjera de los países en guerra como por la enorme demanda que
estos mismos países generaron para su abastecimiento. A consecuencia de ello
aumentaron notablemente los beneficios empresariales de los sectores afectados
(textiles, químicas, siderurgia,…), mientras que el transporte marítimo se
desarrollaba mucho gracias al carácter neutral de los barcos españoles.

Debido a todo esto se acumuló un superávit en la balanza comercial española


desconocido hasta entonces, de tal manera que se pudo cancelar la Deuda
exterior nacional, que ascendía a unos 1.000 millones de pesetas.

• 1917-1920: se entra en una etapa de crisis por la disminución de la demanda de


los beligerantes por su propio agotamiento y más tarde por el fin de la guerra.
Por otro lado, los enormes beneficios generados en la etapa anterior no habían
sido aprovechados para sanear la economía española ni para modernizar la
producción, de tal forma que las empresas, muchas de ellas creadas durante el
conflicto, se encontraron de golpe sin pedidos, lo que supuso el cierre de muchas
y, por tanto, el aumento del desempleo.

Pero nos encontramos con otra serie de consecuencias producidas por la


guerra. La inflación se disparó, de tal forma que los precios se doblaron en
apenas cuatro años, lo que a su vez provocó una contracción de la capacidad de
compra de campesinos y obreros, ya que los sueldos no subieron al mismo nivel
que los precios. Desde 1917, además, las cifras de paro se incrementaron de

4
forma notable, ante lo cual muchos optaron por la emigración masiva hacia
Francia, en la mayoría de los casos clandestina y sin garantías.

A pesar de todo, la guerra sí dejó algunas mejoras económicas para el futuro.


Sectores como la siderurgia y las químicas se modernizaron; otros pasaron a ser
nacionales al retirarse los capitales extranjeros, caso de los ferrocarriles o la minería; la
Banca española se convirtió en la principal fuente de financiación de la industria,
tendencia característica del resto del siglo. Los sectores que no se modernizaron durante
el conflicto, como el textil, la agricultura o la minería, sentirán en mayor medida los
efectos de la depresión económica de los años 1918-1923.

2.3- La economía española en los años veinte


Durante la década de los años veinte podemos diferenciar también dos etapas en cuanto
a la evolución económica del país:

• 1918-1923: crisis aguda debido al final de la guerra (contracción de los pedidos,


caída de la producción, descenso de los salarios, cierre de empresas,…),
coincidiendo con un momento de agudo enfrentamiento entre la patronal y los
obreros, de auge de la actividad sindical y de huelgas masivas en las principales
ciudades y en los sectores económicos clave del país.

En medio de la recesión, los continuos cambios de gobierno impidieron llevar


a cabo una política económica coherente (cambios continuos en política de
aranceles, por ejemplo). El ambiente de depresión económica actuó como telón
de fondo de la crisis política que llevó al golpe de Estado de 1923.

• 1924-1930: los acuerdos de Locarno (1925) permitieron la llegada masiva de


capitales norteamericanos para ayudar a la reconstrucción europea, iniciándose
una etapa de euforia económica. La recuperación económica mundial ayudó a
que durante la Dictadura de Primo se recuperara la producción en los sectores
industriales básicos, y en menor grado en la agricultura. La estabilidad en el
empleo y el sostenimiento de los salarios explica, por otra parte, la escasa
conflictividad del periodo, lo que también contribuyó al crecimiento.

La Dictadura aprovechó la coyuntura económica favorable para realizar una


política económica intervencionista, más vistosa que efectiva por cuanto que en
ningún momento pretendió atacar los problemas de fondo de la economía
nacional. Por eso el crecimiento, una vez más, no dio lugar a un auténtico
desarrollo, como se demostraría en los años treinta con la crisis económica
internacional.

Aparte de mantener la protección de los intereses terratenientes e industriales,


a partir de 1926 se emprendió una ambiciosa política de inversiones en
infraestructuras, iniciándose el primer plan de carreteras (casi el doble de
kilómetros construidos de los ya existentes) y creándose las Confederaciones
Hidrográficas, que tendrían como objetivo racionalizar los recursos hídricos del
país. También se invirtió en la reorganización y nacionalización de la red
ferroviaria; se constituyeron, bajo patrocinio del Estado, el monopolio de
petróleos (CAMPSA) y la Compañía Telefónica (aunque ésta de predominio
accionarial norteamericano). Todo este esfuerzo de inversiones se intentó

5
organizar mediante la creación del Consejo de Economía Nacional, a imitación
del modelo fascista italiano. Sin embargo, los enormes costes de esta política
produjeron una fuerte elevación de la deuda pública y del déficit estatal que los
distintos ministros de Hacienda, como Calvo Sotelo, fueron incapaces de frenar
por la oposición de la oligarquía a las medidas drásticas propuestas desde el
gobierno. El problema del endeudamiento recaería en los años siguientes en los
gobiernos republicanos, que se vieron muy limitados para realizar sus reformas.

3.- La sociedad española entre 1900 y 1930


La sociedad española de principios del s. XX presenta unas características similares en
su estructura y en su jerarquía a la que existía a finales del siglo anterior. Sigue siendo
una sociedad de grandes diferencias de riqueza y de estatus entre una minoría elitista y
unas clases populares cuya situación de pobreza se ve agudiza al profundizarse las
diferencias económicas. Entre ambos grupos quedan unas clases medias que aumentan
progresivamente, pero que mantienen su heterogeneidad. Veamos los distintos grupos
por separado:

• Clase dirigente: sigue presidida por la oligarquía terrateniente, aunque en ella


adquieren cada vez mayor importancia la burguesía industrial o de los negocios.
La mayoría de la oligarquía es ya de origen burgués, pero siguen imperando los
valores de la vieja aristocracia (elitismo, conservadurismo, catolicismo), por lo
que no verán con buenos ojos la incorporación a este grupo de los nuevos ricos
(personajes que se habían enriquecido con los negocios de la Gran Guerra).

Destacan también por su inmovilismo político, reaccionando contra cualquier


intento de cambio político y social que afectara a su estatus privilegiado.

• Clases medias: aumento significativo de su número conforme avanza el proceso


de urbanización. Presentan una gran heterogeneidad social y política, así como
en sus ingresos, siendo muy sensibles a las coyunturas económicas adversas (la
pequeña burguesía se decantó hacia posturas políticas reformistas y
republicanas, mientras que en la periferia se decantó hacia posturas políticas
nacionalistas).

• Clases populares: heterogéneas, aunque comparten su nivel de pobreza y el


descontento generalizado ante su precaria situación. Los obreros industriales ven
aumentar su número a la par que van creciendo las ciudades, al tiempo que iba
creciendo su conciencia política y su protesta debido al estancamiento o
empeoramiento de sus condiciones de vida. Con todo, la situación del
campesinado era mucho peor, por cuanto que en el campo se mantenían sistemas
de explotación y regímenes de propiedad atrasados y socialmente injustos.
Mientras en ambas mesetas la opción era emigrar, en Andalucía y Extremadura
los jornaleros reaccionaban mediante la movilización violenta.

Los grupos populares urbanos ajenos al mundo industrial crecieron en el


sector servicios. Se caracterizaban por mantener una condición de vida precaria
y por carecer de ideales políticos, por lo que eran utilizados por los distintos
gobiernos como colchón para evitar el auge del movimiento obrero.

6
Destaca ahora el creciente y renovado protagonismo del Ejército en la vida nacional
tras el Desastre del 98 y reafirmado a partir del estallido de la guerra de Marruecos.
Entre los militares, la guerra provocó una división entre los “africanistas”, que
consiguieron rápidos ascensos en la guerra, y los “peninsulares”, que tenían sueldos
míseros y no tenían posibilidades de ascender (de aquí saldría el movimiento juntista).
Con todo, unos y otros coincidían en su sentimiento de frustración por el aislamiento
social que les provocaba su mentalidad y por ser acusados siempre de las derrotas.
Además, también era común su crítica contra el régimen parlamentario, al que acusaban
de todos los males del país. Pronto se generalizó entre los oficiales una percepción
conservadora y exclusivista del sentimiento patriótico, que desembocó en la
reivindicación del viejo intervencionismo militar, una reivindicación alentada
directamente por el propio Alfonso XIII, que gustaba de rodearse siempre de militares
de alta graduación.

Importante también a principios de siglo el incremento significativo del clero,


especialmente del clero regular. El origen de esto estuvo en la repatriación de
numerosos frailes y monjas tras la pérdida de las colonias, y en la entrada de clérigos
franceses tras las duras restricciones impuestas en Francia en la III República. Los
conventos se multiplicaron en las ciudades, en una época en la que entre republicanos y
socialistas volvía a reavivarse el anticlericalismo. La consecuencia de ello se vería
durante la Semana Trágica de Barcelona.

3.1- El movimiento obrero hasta 1930


Característico de la sociedad española de principios de siglo es el crecimiento de las
organizaciones obreras y de su capacidad de movilización, motivado en gran medida
por las movilizaciones contra las quintas y contra la guerra de Cuba.

Desde 1902 se multiplica el número de huelgas. Mientras que los anarquistas


optaban por la huelga como forma habitual de lucha, los dirigentes socialistas
prefirieron convocarlas como último recurso, con el objetivo de ganar la mayor parte de
ellas. Esta política le sería muy favorable para elecciones futuras.

Podemos considerar que la madurez del movimiento obrero español se produce con
los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona de 1909. Liderada en Cataluña por
Solidaridad Obrera (unión de todos los sindicatos catalanes en respuesta a la aprobación
de la Ley de Jurisdicciones y a la actitud del gobierno), en Madrid fue el PSOE quien
dirigiría la protesta contra la represión del gobierno Maura, con tal éxito que a finales de
año la Conjunción republicano-socialista obtendría unos resultados importantísimos en
las municipales madrileñas, confirmados al año siguiente con la obtención por parte de
Pablo Iglesias del primer acta de diputado en Cortes. El crecimiento del partido y de su
sindicato afín, la UGT, fue espectacular, sobre todo en sus feudos afines de Asturias,
País Vasco, Madrid y amplias zonas de Andalucía.

Los sindicatos anarquistas, a pesar de la persecución que habían sufrido por los
distintos gobiernos a partir de la década de 1890 por su actividad terrorista, tenían un
número importante de afiliados, sobre todo en Cataluña, Aragón, Levante y Andalucía.
En 1910 se convocó un Congreso en Barcelona del que salió la decisión de crear la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT), fundada formalmente en septiembre de
1911. El nuevo sindicato declaraba la huelga general revolucionaria como instrumento

7
básico de lucha y rechazaba la participación en política. Sería declarada ilegal por
Canalejas, situación que se mantendría hasta 1914.

La otra vía de asociación obrera eran los sindicatos católicos, cuyo origen se
encuentra en los Círculos Católicos creados en la década de 1890 en torno a líderes de la
oligarquía, y cuyo objetivo era organizar las reivindicaciones obreras al margen del
marxismo y del anarquismo. En realidad, los sindicatos católicos funcionaron más como
cooperativas que como asociaciones reivindicativas, y arraigaron sobre todo en las
regiones del Norte y las minifundistas: Galicia, Castilla, Rioja y Navarra. En 1917, al
hilo de la agudización de las luchas sociales, se agruparon en la Confederación Nacional
Católico-Agraria. Los intentos de organizar sindicatos católicos libres, ajenos al control
de la Iglesia, fracasaron.

El movimiento obrero creció debido a los efectos negativos derivados de la Gran


Guerra. El resultado fue un aumento constante del número de huelgas, la radicalización
en las reivindicaciones y la toma de postura política en el caso de los socialistas, que
condujo a la organización de la huelga general de 1917 como momento culminante del
proceso.

Entre 1918 y 1921 (“trienio bolchevique”), y en menor medida hasta 1923,


asistimos a los años más virulentos de la lucha de clases de aquella época, debido sobre
todo a la recesión inmediata tras el final de la Gran Guerra, que provocó una
radicalización de las posturas de patronos y obreros. Huelgas masivas, aumento de la
afiliación sindical, éxito de la mayoría de las reivindicaciones obreras,… La huelga
contra La Canadiense fue el conflicto más sonado del momento, pero también supuso el
momento de cambio de postura por parte de la patronal, que decidió, ante la inoperancia
gubernamental, poner freno a las reivindicaciones obreras usando la violencia. Los años
siguientes están marcados en Barcelona y en otras ciudades del país por los
enfrentamientos callejeros entre los pistoleros de la patronal y los sectores más radicales
del anarquismo. Los numerosos asesinatos y la aplicación de la “ley de fugas” por las
fuerzas del orden acabaron por debilitar a los sectores sindicales, especialmente de la
CNT.

Mientras sucedía esto en el ámbito sindical, el PSOE experimentaba una profunda


crisis interna ante la tesitura de sumarse o no al movimiento comunista. Tras el triunfo
de la revolución rusa, en 1919 el gobierno comunista organizó la III Internacional o
KOMINTERN, a la que invitó a sumarse a los partidos socialistas de todo el mundo.
Las bases socialistas pronto se dividieron entre los partidarios de continuar adscritos a la
Internacional Socialistas, y los llamados terceristas. En abril de 1920 las Juventudes
Socialistas decidieron pedir su ingreso en la KOMINTERN, por lo que el partido
decidió enviar una comisión a Rusia para analizar la situación. El informe final de
Fernando de los Ríos, que denunciaba la falta de libertades del sistema bolchevique,
inclinó definitivamente la opinión del PSOE contra el régimen comunista. Los
terceristas abandonaron el partido, y en noviembre de 1921 fundaron el Partido
Comunista de España (PCE), minoritario aún.

Durante la Dictadura el movimiento obrero quedó adormecido. El desgaste de


muchos años de lucha, la mejora relativa de las condiciones de vida desde 1921 y el
pistolerismo había desarmado al sindicalismo, que no fue capaz de oponerse al golpe de
Estado. El PSOE y la UGT fueron permitidos por el régimen, pero en su actuación

8
prefirieron mantenerse a la expectativa, dividiéndose entre los partidarios de colaborar
con el régimen (como Largo Caballero) y los que se oponían a ello (como Fernando de
los Ríos o Indalecio Prieto). A pesar del triunfo de los primeros, para 1929 el partido era
claramente partidario de la República. Con todo, la etapa de la Dictadura no le fue nada
mal a la UGT, que aumentó considerablemente su número de afiliados. Por su parte, el
anarquismo permaneció debilitado por la persecución gubernamental y por el
enfrentamiento interno entre los partidarios de seguir con la lucha pacíficamente (con
Ángel pestaña a la cabeza) y quienes defendían la insurrección armada, una vez que el
terrorismo había demostrado su inutilidad. Los más violentos acabarían fundando en la
clandestinidad la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en 1927. El PCE siguió siendo
un partido minoritario durante unos años más.

Das könnte Ihnen auch gefallen