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En la tarde del día 18, abrumado por la situación, Casares Quiroga dimitió. Azaña
hizo un último intento de solucionar el problema encargando a Martínez Barrio formar
gobierno y negociar directamente con el general Mola la organización de un gobierno
de concentración con el compromiso de no tomar represalias contra los sublevados.
Pero Mola rehusó porque consideraba que ya era demasiado tarde. Desde ese momento,
el enfrentamiento era inevitable. PSOE y PCE empezaron a movilizar a todos sus
militantes en defensa de la República.
En Pamplona, Mola esperó a la mañana del día 19 para pronunciarse. Durante ese
día, otras ciudades fueron quedando bajo el control de los sublevados, como La Coruña
y Oviedo. En Andalucía, los sublevados consiguieron desembarcar algunas unidades del
Ejército de África, que iniciaron una marcha hacia el norte con el objetivo de enlazar las
dos zonas sublevadas. Pronto Granada y las capitales aragonesas cayeron en manos de
los alzados.
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ideológica con la República (prevaleció el sentimiento nacionalista sobre su fuerte
catolicismo). En otros lugares del país los sublevados quedaron totalmente aislados, por
lo que decidieron hacerse fuertes en algunos recintos más o menos fortificados,
destacando el Alcázar de Toledo o el santuario de Nuestra Señora de la Cabeza en
Jaén.
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políticos y sindicatos para crear el nuevo Ejército Popular. También hay que citar otro
punto importante: la República estaba en posesión del tesoro del Banco de España, lo
que le proporcionaba en principio el control de los recursos financieros del país.
El bando nacional estaba en principio en desventaja por cuanto que había triunfado
en las regiones más atrasadas económicamente y sin apenas industria. A ello hay que
unir la falta de recursos financieros (que le proporcionarían personajes afines a la causa
como Juan March), de marina de guerra y de aviación militar, que quedó casi en su
totalidad en manos del Gobierno. El ejército de tierra también era numéricamente
inferior al republicano, pero cualitativamente contaba con las tropas del ejército de
África, el mejor equipado y entrenado del país. Otra ventaja notable era que la mayor
parte de la oficialidad se había sumado al alzamiento.
La intención de las potencias fue que el asunto se dilucidara en España sin que
contaminara al resto de países y pudiera hacer estallar una nueva guerra mundial. Para
ello, Gran Bretaña y Francia crearon un Comité de No Intervención, donde se sumaron
unos 27 países (entre ellos Alemania, Italia y la URSS) con la finalidad de permanecer
neutrales en el conflicto y comprometerse a no ayudar militarmente a ninguno de los
dos bandos. Evidentemente el Comité fue una auténtica farsa pues ambos bandos
recibieron ayuda por parte de sus aliados, por lo que todo lo que se decidía en él era
papel mojado. La única intención del Comité fue controlar a las potencias para que nada
de lo que pudiera suceder en España pudiera ser tomado como excusa para el estallido
de un nuevo conflicto mundial.
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los asesores militares y al material de guerra enviado, aunque esta ayuda no fue
desinteresada pues Stalin exigió el pago inmediato de todo el material. Así, el oro del
Banco de España fue enviado a Moscú como garantía de los pagos. A pesar de esta
abundancia de material, lo cierto es que la mayoría era ya anticuado y no tenía gran
valor militar).
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Los Estados Unidos se mantuvieron neutrales, más por la presión de la opinión
pública que por el deseo de su presidente Franklin D. Roosevelt, decidido pro-
republicano. A pesar de que se prohibió a todas las compañías ayudar a ambos bandos,
algunas, como la General Motors o la Texaco, abastecieron de camiones y petróleo a las
tropas nacionales.
Ante el caos existente, en septiembre dimitió Giral y fue sustituido por el líder
socialista radical Largo Caballero, en cuyo gobierno va dar cabida a todas las fuerzas
sociales que apoyaban a la República, desde comunistas a anarquistas (se incorporarán
al gobierno a partir de noviembre, con Federica Montseny como la primera mujer
ministra en la historia de España), pasando por el PNV. Se inicia una corriente
antirrevolucionaria destinada a recomponer la autoridad del Estado. Para ello
desmanteló las colectividades y comenzó el proceso de conversión de las milicias en el
nuevo Ejército Popular, formado por Brigadas Mixtas. Sin embargo, el control del
gobierno nunca se estableció en toda el área republicana, sobre todo en Cataluña
(controlada oficiosamente por el Comité de Milicias Antifascistas, dirigido por la CNT)
y País Vasco, donde se pretendió llevar el Estatuto autonómico (aprobado el 1 de
octubre, con José Antonio Aguirre como primer lehendakari) a los máximos límites.
El gobierno de Largo Caballero va a tener que hacer frente a una verdadera guerra
civil dentro de la Guerra Civil motivado por el enfrentamiento entre los distintos grupos
republicanos. En efecto, en mayo de 1937 se va a producir en Barcelona el
enfrentamiento entre los anarquistas de la CNT/FAI (apoyados por el POUM, trotskista)
y la conjunción socialista-comunista del PSUC (Partido Socialista Unificado de
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Cataluña) por el control de la ciudad, enfrentamiento donde se va a ver reflejada la
discrepancia existente entre las distintas fuerzas republicanas sobre el modelo
revolucionario a seguir. El gobierno de la Generalitat había decidido eliminar los
comités de vigilancia controlados por la CNT y centralizar la dirección del orden
público. A raíz del intento del consejero Ayguadé de tomar el edificio de la Telefónica,
el 3 de mayo se produjo una insurrección anarquista en la ciudad que provocó la lucha
armada entre los dos bandos citados anteriormente. El enfrentamiento dio el triunfo a
las fuerzas de la Generalitat a cambio de más de 200 muertos, la neutralización de los
anarquistas y la práctica eliminación del POUM, que fue ilegalizado y sus dirigentes
apresados con el pretexto de que colaboraba con los fascistas. El gobierno de la
Generalitat recuperó por fin el control del orden público en Cataluña.
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dictadura militar que impusiera la unidad militar y civil, lo cual favorecería finalmente
la victoria en la guerra.
En principio, la cabeza visible del alzamiento iba a ser el exiliado general Sanjurjo,
pero tras el accidente aéreo que le costó la vida el día 20 de julio se hizo necesario
organizar un gobierno que dirigiera el alzamiento. Así se creó el 24 de julio una Junta
de Defensa Nacional con sede en Burgos, que actuaría como órgano provisional de
gobierno del nuevo Estado. Presidida por el general más antiguo, Cabanellas, e
integrada por los generales Franco, Queipo de Llano, Mola y otros. La Junta contó con
la asistencia de unos comités que inmediatamente decretaron las primeras medidas
contrarrevolucionarias, como el restablecimiento de la bandera roja y gualda, la
supresión de la legislación republicana, eliminación de partidos y sindicatos,
eliminación de la reforma agraria y devolución de las tierras expropiadas a sus antiguos
dueños, sustitución de las autoridades civiles por militares, rígida censura de prensa,…
La Iglesia y al Ejército recuperaron su papel como pilares del Estado.
El mismo dirigismo marcó la política financiera del Gobierno “nacional”. Para poder
atender a los gastos de la guerra se estableció una Junta paralela del Banco de España en
Burgos que autorizó la emisión de moneda; se declaró ilegal la exportación de oro
ordenada por Largo Caballero; se recabaron préstamos de financieros e industriales
(entre ellos el más destacado sería el mallorquín Juan March, que apoyaría
económicamente al gobierno nacionalista durante toda la guerra); y se endeudó al futuro
Estado con masivas compras a crédito de material de guerra alemán e italiano.
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experimenta, en enero de 1937, una definición mucho más clara. Se va perfilando una
dictadura militar, para lo cual es necesario eliminar el pluripartidismo. Para ello, el 19
de abril de 1937, por el Decreto de Unificación se creaba un partido único, la Falange
Española Tradicionalista y de las JONS, a través del cual se canalizaría toda acción
política. La jefatura quedaba concentrada en la figura de Franco, y se establecía una
Junta Política y un Consejo Nacional como órganos del partido, pero a título
meramente consultivo e integrados, en su mayor parte, por miembros elegidos
directamente por el Caudillo. Los Estatutos del nuevo partido, establecidos meses
después, fijaban como cometido básico del mismo ayudar en la configuración del nuevo
Estado, definido como Movimiento Nacional. Se creó una organización sindical de tipo
vertical y corporativo, al estilo italiano; un sindicato estudiantil único, el SEU; el
Servicio Social de la Mujer,… Desde entonces se fue consolidando el modelo político
y administrativo que caracterizaría al régimen franquista posterior a la guerra.
La Iglesia, que desde el principio de la guerra había dado su apoyo moral a los
sublevados, recibió su recompensa mediante la derogación de toda la legislación
republicana que había perjudicado a sus intereses. El nuevo régimen se revistió de
signos católicos y se declaró confesional, entregando a la Iglesia plena potestad para
regular la educación y marcar de una impronta religiosa todas las manifestaciones
públicas de carácter civil o militar. Se estableció un sueldo estatal para los sacerdotes, se
derogó la Ley de Congregaciones de la República, se permitió el restablecimiento de la
Compañía de Jesús, se eliminaron el matrimonio civil y el divorcio, y la Iglesia quedó
exenta de impuestos.
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general Mola debían avanzar desde el norte y las africanas del general Franco desde el
sur, convergiendo ambas sobre la capital.
Tras triunfar el golpe en Navarra, Mola envía rápidamente sus tropas hacia el Sur.
Sin embargo, el rápido avance fue frenado por las milicias republicanas en las sierras de
Somosierra, Guadarrama y Navacerrada, estancándose el frente en las cimas de las
sierras. Los milicianos conseguían también recuperar Guadalajara y Alcalá de Henares.
En Andalucía, Queipo de Llano se adueñaba de las regiones próximas a Sevilla,
consiguiendo enlazar con Córdoba y Granada y abrir una cuña en la Andalucía
republicana. En Aragón, las columnas anarquistas consiguen recuperar terreno, pero no
logran reconquistar ninguna de las tres capitales aragonesas. Todos estos frentes
permanecerían más o menos estables durante toda la guerra.
Por su parte, Franco se vio incapacitado en principio para pasar sus tropas a través
del Estrecho puesto que el alzamiento había fracasado en la Marina, que en su mayoría
permaneció leal a la República y bloqueaba el Estrecho. Sin embargo, el envío por parte
de italianos y alemanes de aviones de transporte y la incapacidad republicana permitió
el primer puente aéreo de la Historia desde el norte de África hasta Sevilla y Jerez. El
desembarco de las tropas africanas permitió la liberación de toda Andalucía occidental,
avanzándose hacia Castilla la Vieja por Extremadura para unir las dos zonas rebeldes.
Por su parte, las milicias republicanas organizaron una expedición con el fin de
recuperar Mallorca, pero la operación fue un fracaso por la tenaz resistencia de los
sublevados.
Durante los meses de septiembre y octubre los avances de las tropas nacionalistas
son constantes. En el Norte, Mola consigue ocupar Irún y cerrar la frontera con Francia,
y poco después rinde San Sebastián. Las fuerzas republicanas consiguieron detener el
avance en el río Deva, estabilizando el frente. En el Sur, Yagüe consigue entrar en
Talavera y Maqueda, con lo que el camino hacia Madrid quedaba despejado. Sin
embargo, la caída inminente de Madrid sufre un retraso cuando, estando las columnas
rebeldes cerca de la capital, Franco decide desviar parte de sus tropas para liberar a los
militares rebeldes cercados en el Alcázar de Toledo (IX/1936), objetivo insignificante
pero de gran carga propagandística que confirió a Franco un enorme prestigio
internacional. En octubre caería Illescas, iniciándose las operaciones de acercamiento a
la capital desde el Sur y el Oeste.
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Varela, lanzándose al asalto frontal por la zona oeste de Madrid (Ciudad Universitaria,
Casa de Campo, Puente de los Franceses,…), fueron detenidas una y otra vez por las
milicias populares ayudadas, más moral que efectivamente, por las recién organizadas
Brigadas Internacionales. El célebre lema “No Pasarán”, tomado por la dirigente
comunista La Pasionaria de la Gran Guerra, se convirtió en grito de guerra que
enardeció a las tropas republicanas frente a los repetidos intentos rebeldes por tomar la
ciudad. El día 16 los asaltantes consiguieron atravesar el Manzanares a la altura de la
Ciudad Universitaria, aunque no pudieron ampliar la cuña por la feroz resistencia
republicana en el Puente de los Franceses. La Ciudad Universitaria fue arrasada, pero
los republicanos consiguieron defender el frente.
Ante los continuos fracasos, y visto el número de bajas, Franco decide detener el
ataque frontal sobre Madrid y cambiar de estrategia, intentando rodear la ciudad por el
noroeste. Se inicia así la batalla de la carretera de La Coruña, que resultó un nuevo
fracaso pues las tropas rebeldes fueron incapaces de abrir brecha en esa dirección.
Franco no ceja en su empeño y decide esta vez atacar por el sureste de la capital para
intentar cortar las comunicaciones de Madrid con Valencia, por donde llegaban todas
las provisiones. Así, en febrero de 1937 se inicia la cruenta batalla del Jarama, donde
cayeron más de 40.000 soldados de ambos bandos sin obtener ninguno sus objetivos
planeados. Un nuevo intento de cercar la capital se inicia en marzo de 1937 cuando las
tropas del CTV italiano, que habían tomado fácilmente Málaga a principios de febrero,
intentaron atacar Madrid por el noreste, avanzando hacia Guadalajara. La aplicación
de la táctica de la “Guerra Célere” (uso combinado de tanques e infantería) permitió en
un principio a los italianos romper las débiles defensas republicanas en la zona, pero el
empeoramiento de las condiciones climatológicas atascó a los blindados italianos en el
barro, lo que unido a la descoordinación del mando italiano con el mando nacional (que
debería haber puesto en marcha una ofensiva de distracción por el norte de Madrid),
permitió un vigoroso contraataque de las milicias y de las Brigadas Internacionales que
terminó por aplastar a las bisoñas tropas italianas. Para la República el éxito tuvo un
gran efecto propagandístico (demostró al mundo entero la participación de tropas
extranjeras del lado de los rebeldes, caso negado hasta entonces) y moral, mientras que
para Mussolini fue un completo desastre que provocó que en adelante el CTV actuara
bajo las órdenes directas de Franco. Tras estos intentos por ocupar Madrid, el frente se
estabiliza.
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destrucción de la ciudad y de sus industrias. Pocos días después Franco derogaba el
Estatuto vasco y los conciertos económicos. Los restos del ejército vasco se retiraron
hacia Santander, pero tras el Pacto de Santoña (VIII/1937), los batallones vascos se
rindieron por separado a las tropas italianas que avanzaban hacia Santander, dejando
solos a cántabros y asturianos. El día 26 cayó definitivamente Santander.
Para aliviar la presión sobre el Norte, el gobierno republicano intentó realizar una
serie de contraataques en otros frentes que desviaran la atención de Franco. El primer
ataque se centró en Segovia-La Granja en junio, pero el principal esfuerzo se realizó en
julio en la zona oeste de Madrid, donde se quería intentar romper el cerco de la capital y
aliviar la presión sobre el Norte. Las tropas republicanas consiguieron sorprender a su
enemigo en Brunete, aunque el éxito inicial no fue bien explotado una vez más por la
inoperancia de los oficiales del ejército republicano. La respuesta de Franco fue
contundente, consiguiendo recuperar gran parte de los territorios perdidos para dejar la
batalla en tablas. Dos días antes de la caída de Santander, los republicanos deciden
atacar de nuevo para distraer recursos nacionales en el Norte. Esta vez el objetivo es el
frente de Aragón, donde se pretende conquistar Zaragoza pasando por la localidad de
Belchite. La destrucción de la localidad no evitó la definitiva caída de Asturias en
octubre, por lo que todo el Norte pasaba a manos de Franco.
Con la caída del Norte, Franco conseguía eliminar un frente de gran extensión y así
poder enviar más tropas hacia otros lugares, a lo que se sumaba el hecho de que las
zonas industriales y mineras de la región pasaban a sus manos. La República se quedaba
sin gran parte de su potencial industrial y bélico. El siguiente objetivo sería atacar hacia
el Mediterráneo para partir a la zona republicana en dos, aislando el corazón de la
resistencia republicana: Cataluña.
Tras la derrota en Teruel, el ejército republicano inició una retirada desordenada que
permitió a los rebeldes avanzar sin apenas oposición en dirección al Mediterráneo, de tal
forma que el 15 de abril las tropas de Camilo Alonso Vega ocuparon la localidad
castellonense de Vinaroz, partiéndo el territorio republicano en dos. El siguiente
objetivo era avanzar sobre Valencia, pero esta vez las tropas republicanas se
defendieron con bravura en la línea defensiva XYZ. La República necesitaba distraer a
las tropas rebeldes de su ataque sobre Valencia, y además tenía que demostrar a la
opinión internacional que aún seguía en condiciones de combatir y que la guerra no
estaba aún perdida, que había que ganar tiempo en un momento en que en Europa
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parecía que iba a estallar un nuevo conflicto que favorecería a los intereses
republicanos. El último esfuerzo se haría en el Ebro.
E. Batalla del Ebro (verano 1938): el objetivo táctico era cruzar el Ebro cerca de su
desembocadura para envolver por la retaguardia a los ejércitos rebeldes que
amenazaban Valencia y Cataluña, teniendo como objetivo último volver a comunicar
Cataluña con el sur. La ofensiva, iniciada en la noche del 24 de julio, cogió por sorpresa
a los rebeldes, que tuvieron que ceder mucho territorio en el sector de Gandesa. Sin
embargo, de nuevo las tropas republicanas se vieron incapaces de explotar
suficientemente su éxito inicia,l y tras una semana de avances los contraataques
rebeldes consiguieron detener la ofensiva. Franco volvió a su táctica preferida, la guerra
de desgaste. Con un amplio uso de la artillería y la aviación, durante cuatro meses los
republicanos estuvieron aguantando el empuje rebelde hasta que no pudieron más, y en
noviembre se vieron obligados a volver a pasar el Ebro. El Ejército Popular había
echado el resto en el Ebro. Las puertas de Cataluña quedaban abiertas a las tropas de
Franco.
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