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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

(El alumno debe elegir una opción y responder a las siguientes cuestiones)

1. Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor.

2. Comentario de texto:

a) Explicación de las expresiones subrayadas.

b) Exposición de la temática del texto.

c) Justificación desde la posición filosófica del autor.

3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su
actualidad.

OPCIÓN A

“Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales
generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me
habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser
objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que,
absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el
orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de
nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no
podamos llegar a descubrir”. Descartes, Discurso del método, II.

***

OPCIÓN B

“El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la


había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la
precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se
presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para
ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en
tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los
objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco,
gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un
orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.
Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y
revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada”. Descartes,
Discurso del Método, II.

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

OPCIÓN A

1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el


autor.

René Descartes (1596-1650) supone el paso decisivo del Renacimiento a la Edad


Moderna; es uno de los grandes protagonistas del cambio intelectual que surge en el
siglo XVII. Dicho cambio radical supuso la caída de la escolástica medieval y de su
influjo en el Renacimiento. En este sentido, nuestro autor –con su racionalismo- es
considerado el “padre del pensamiento moderno”.

Cuando Descartes escribe su famoso “Discurso del método” (1637), Europa se


hallaba sumida en una profunda crisis. Es la crisis del mundo escolástico o de la Europa
medieval… Y como toda crisis, su lado negativo deja entrever un aspecto positivo que
surgirá de ella: la nueva Europa, la Europa moderna.

Cabe destacar que durante el siglo XVII se consolidaron cambios que ya habían
tenido lugar en el periodo renacentista. Por ejemplo, los grandes descubrimientos y la
conquista de los territorios americanos favorecieron el aumento del comercio y la
entrada de metales preciosos, como oro, plata… Surgieron grandes imperios
coloniales, tales como España o Portugal.

Pero, como “no es oro todo lo que reluce”, durante este siglo tuvo lugar la famosa
“guerra de los treinta años” (1618-1648). Y lo que comenzó como una contienda de
corte religioso (entre católicos y protestantes) terminó forjando una gran rivalidad entre
las diversas casas reales europeas. De hecho, esta guerra supuso una crisis profunda a
nivel demográfico y económico. Y esta crisis tuvo sus consecuencias a varios niveles:

*A nivel político: Algunas de las grandes potencias, como España o Alemania,


quedaron debilitadas. Otras resultaron beneficiadas: Francia, Inglaterra y Suecia.

*A nivel religioso: Se deja de lado a la “vieja Europa” unida por la religión


cristiana. El Papa pierde ese poder que antes tenía.

*A nivel económico y social: Como toda guerra, sus consecuencias resultaron


devastadoras. La población llegó a reducirse un 30 % y, en algunos lugares, hasta el
60%. La devastación trajo hambruna y toda clase de epidemias o enfermedades.
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Por otro lado, la guerra creó el escenario idóneo para que afloraran las
monarquías absolutas. En momentos difíciles resultaba necesario contar con un
“Estado fuerte”, capaz de defender sus fronteras y dominar a nivel europeo. De este
modo, la estructura propia del absolutismo dio lugar a una estratificación social
bastante jerarquizada, totalmente piramidal. (Arriba: rey, señores nobles y alto clero;
abajo: campesinos, artesanos y comerciantes…) Además, las monarquías absolutas
europeas, en su afán de dominio, iniciaron toda una carrera por colonizar América,
África y Asia.

En este sentido, se impuso una economía de corte mercantilista, que iría


fortaleciendo –poco a poco- a una de las clases desfavorecidas: la clase burguesa. La
burguesía se sitúa en el último nivel de la pirámide… Así, su prosperidad y su nivel
social bajo contribuirán a su creciente descontento. Este descontento terminará
cristalizando en revoluciones sociales. La clase burguesa terminará desestabilizando el
sistema absolutista.

*Culturalmente predomina el estilo Barroco: recargado, exuberante, ostentoso. Es


un estilo que surge de la necesidad de la Iglesia Católica de hacer propaganda de sus
Contrarreforma (frente a los protestantes). Los monarcas asumieron este estilo ostentoso
en sus jardines y palacios como una forma de mostrar su poder a los demás y demostrar
– de esta forma- que están por encima de sus súbditos.

La crisis profunda de la “guerra de los treinta años” influirá también en la


producción literaria de la época. Calderón de la Barca proclamaba el carácter ilusorio
de la vida, el pesimismo ante la muerte… Curiosamente, esta visión de la vida como
algo ilusorio será retomada por Descartes, aunque de otro modo, a través de “su duda
metódica”.

Otro de los elementos destacados de esta época es su interés por la ciencia.


Bertrand Russell, en su “Historia de la Filosofía occidental”, decía que el cansancio
intelectual que provocó esta “guerra interminable”, tuvo el efecto de desviar la atención
de las mentes más brillantes (entre ellas la de Descartes) hacia temas no religiosos,
especialmente la ciencia y las matemáticas. De hecho, estamos en una época de
destacados descubrimientos científicos: La ley de la gravitación universal (Newton), la

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circulación de la sangre (w. Harvey), la ley de la conservación de la masa (A.


Lavoisier)…

*Filosóficamente hablando, la afirmación de la dignidad humana –propia del


humanismo renacentista- provocó el paso del teocentrismo medieval al
antropocentrismo. Desde aquí podemos entender que Descartes propusiera un método
que guíe al ser humano en busca de la verdad partiendo exclusivamente de sí mismo.

Por otro lado el “giro copernicano”1 en lo que refiere a la concepción del universo,
creó la sensación de haber estado equivocados durante mucho tiempo, durante muchos
siglos. De aquí que la gran preocupación filosófica del momento será el “propio
conocimiento humano”: ¿Cómo podemos estar seguros de que mis conocimientos
son verdaderos? El problema del método pasa a un primer plano.

Surgen –filosóficamente hablando- dios posturas enfrentadas. En el continente


europeo se desarrolla la corriente racionalista (Descartes, Leibniz, Spinoza); en las
islas británicas predomina la corriente empirista (Hume, Locke, Berkeley).

Según los racionalistas, todo conocimiento verdadero proviene de la razón; y se


logra de forma deductiva. Además, consideraban las matemáticas como modelo de
saber. El racionalismo, como corriente de pensamiento, comparte los siguientes rasgos:
1) Confianza en la razón; 2) Los sentidos nos engañan; 3) Existen ideas innatas
independientes de nuestra experiencia; 4) Se sienten fascinados por las matemáticas y
sus demostraciones; 5) conciben el mundo como una máquina, como un mecanismo
analizable; 6) Buscan un método adecuado para hallar certezas.

Para la otra corriente, la empirista, el conocimiento verdadero proviene de la


experiencia sensible y se alcanza de forma inductiva.

2) Comentario de texto:

a) Explicación de las expresiones o términos subrayados.

+ Cadenas de razones: Descartes, como buen racionalista, alude en el texto a esas


cadenas de razones “ciertas y fáciles” que emplean los geómetras y matemáticos a la

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Es decir, el paso del geocentrismo al heliocentrismo.

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hora de llegar a demostraciones difíciles. De lo fácil a lo difícil; de lo simple a lo


complejo. En este sentido, el texto de Descartes responde a su visión matematizada de la
realidad. De hecho, después de enumerar las sencillas reglas de sus método, nos hace
ver (en este texto) que a través de pequeñas verdades (ideas simples), podemos lograr, si
las vamos relacionando (o encadenando), otras verdades… Es decir, llegamos a nuevas
verdades razonando discursivamente, deduciendo unas de otras… Bien sabemos que
Descartes, para elaborar las reglas “fáciles” de su método, se inspiró en las matemáticas
y en la lógica.

+ Conocimiento: Descartes piensa que si procedemos como los matemáticos, es


decir, enlazando ideas de forma ordenada y sin tomar por verdadero algo que no lo sea,
se alcanza el verdadero conocimiento: esto es un conocimiento cierto, libre de todo
error. Según Descartes, propiamente sólo es conocimiento el conocimiento cierto,
verdadero y no dudoso, nunca una opinión o una creencia. De ahí el criterio certeza que
establece al aplicar su método: claridad y distinción. Si las ideas no son claras y
distintas no podemos hablar de verdadero conocimiento. El conocimiento debe estar
libre de toda duda. Además, -según señala nuestro autor- conocer es descubrir la
interrelación entre ideas y deducir unas verdades de otras...

b) Exposición de la temática del texto.

(Comienzo con una introducción general a la obra de la que ha sido extraído el texto que
ahora comentamos).

Comencemos por contextualizar esta obra de Descartes, ya que ello facilitará la


comprensión del fragmento que ahora comentamos.

El “Discurso del método”, cuyo nombre completo es “El discurso del método para
conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias”, es la obra principal
de nuestro autor. Una obra clave del pensamiento filosófico occidental. Fue publicada
en 1637. En realidad, esta obra no era sino un prólogo a tres ensayos de Descartes:
“Dióptrica”, “Meteoros” y “Geometría”. Estos tres ensayos estaban agrupados bajo un
mismo título: “Ensayos filosóficos”.

Descartes habla en primera persona; cuenta su experiencia. Y nos deja entrever su


preocupación por la búsqueda de un camino que garantice la fiabilidad de la razón
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humana a la hora de conocer. De hecho, Descartes pensaba que, a pesar de que la


filosofía había sido cultivada por personas muy sabias (“espíritus muy excelentes”) no
podía alardear –precisamente- de nada que no resulte discutible, opinable o libre de toda
duda. Y no debe sorprendernos esta apreciación de nuestro autor, pues rara es la opinión
que no haya sido apoyada por algún filósofo.

Pensemos, además, que Descartes es bien consciente de las grandes conquistas


científicas de su tiempo (Galileo, Kepler) y de los cambios que éstas suponen con
respecto a la concepción de la realidad… Durante siglos permanecimos en el error,
creyendo que el universo era y funcionaba de otra forma… Es por este motivo que
Descartes pretende diseñar un sistema filosófico (metafísico) y elaborar un “método”
que conduzca a la verdad y devuelva nuestra confianza en la razón.

El “Discurso del método” está dividido en seis partes. En este caso analizamos un
fragmento que pertenece a la segunda de ellas, donde Descartes propone un método
inspirado en las matemáticas, en la lógica y en el álgebra; un método que consiste en
aplicar ordenadamente una serie de reglas fáciles, seguras y sencillas. Nuestro autor está
convencido de que aplicando bien estas reglas podremos estar libres de todo error y de
toda duda.

(Después de esta introducción, pasamos a analizar nuestro texto, lo dividimos mentalmente en


partes y lo vamos explicando usando, no sólo el texto, sino lo que sabemos sobre nuestro autor).

Descartes, inspirado en las demostraciones geométricas, “imagina” que todo lo que


podamos conocer de la realidad puede guardar las mismas relaciones que las que se dan
en las demostraciones geométricas. En el fondo, esta consideración deja entrever la
“visión matematizada de la realidad” que tenía nuestro autor. Es decir, la aplicación del
método cartesiano supone que la realidad está ordenada como si fuera un razonamiento
matemático, cuyos elementos dependen unos de otros…

De este modo, si aceptamos este “orden matemático de la realidad”, basta con que
apliquemos las reglas del método: no admitir como verdadera cosas que no lo sean,
guardar el orden necesario entre ellas, hasta llegar a deducir y descubrir otras verdades,
etc. Sólo de esta forma, dice Descartes, podemos confiar en que nada se resistirá a
nuestra capacidad de conocer. En el fondo, este texto nos permite comprender la fe que

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

tiene Descartes en la capacidad de la razón humana a la hora de conocer; es muy


optimista en lo que refiere al conocimiento humano.

Descartes –en el fragmento que ahora comentamos- está afirmando la eficacia de su


método. Es como si dijera que este método, bien aplicado, puede proporcionarnos un
conocimiento ilimitado de la realidad.

c) Justificación desde la posición filosófica del autor.

Descartes decía que la Filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la


metafísica; el tronco es la física…, y las ramas que salen de ese árbol son el resto de las
ciencias, que se reducen a tres: la medicina, la mecánica y la moral. Y desde aquí
debemos entender lo que se denomina “proyecto cartesiano”.

¿Qué pretendía Descartes con este proyecto? Unificar todos los saberes y todas
las ciencias en una sola. Para que lo comprendamos bien conviene que sepamos que
Descartes pensaba que los distintos saberes o ciencias (física, matemáticas, medicina,
etc.) no son sino pequeñas parcelas del conocimiento humano, de nuestra sabiduría
humana. Por lo tanto, son simples manifestaciones de un saber que es único, como única
es nuestra razón, aunque la apliquemos a un objeto, o a otro.

Además, como bien sabemos, Descartes consideraba que las matemáticas son un
modelo de conocimiento a seguir. Se inspira en ellas para elaborar su método, tal y
como sugiere el texto que estamos analizando. El filósofo debe seguir ese mismo estilo
argumentativo del matemático, es decir, partir de verdades evidentes (principios) y
deducir el resto de verdades que la mente no ve con claridad que son ciertas.

Al igual que en las matemáticas, la verdad filosófica sólo será alcanzable si


renunciamos a nuestros sentidos, si dejando de lado lo sensible, recurrimos a lo
inteligible. De aquí deviene la desconfianza radical cartesiana en el testimonio de los
sentidos y en el alcance de la imaginación a la hora de conocer. Estamos hablando de un
autor que confía exclusivamente en el poder de la razón. Sólo a la razón corresponde
juzgar la verdad…

Pero claro está: el proyecto cartesiano exige un método. La palabra “método”


proviene del griego y significa “camino hacia”. Según Descartes necesitamos un camino
que nos conduzca hacia la verdad, es decir, a la certeza de que el conocimiento que nos
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otorga la razón es fiable. Descartes afirma que el “método” consiste en un conjunto de


“reglas ciertas y fáciles”. Un buen método debe servir para eso: para economizar
esfuerzos y ayudarnos a alcanzar la meta que perseguimos, en este caso, el
conocimiento verdadero.

Debemos aclarar –antes de explicar el método- que Descartes señala dos


operaciones mentales: la intuición y la deducción. La intuición es el conocimiento
intelectual inmediato; por medio de esta operación mental captamos inmediatamente
conceptos simples, sin que nos quede margen alguno para el error. Estas “naturalezas
simples” (ideas simples) son objetos mentales que Descartes denomina “ideas claras y
distintas”. La intuición es la búsqueda mental de verdades indubitables, innegables.
Como veremos, cuando Descartes propone su método, la operación intuitiva
correspondería a la “primera regla”.

Por otro lado, la “deducción” es –según Descartes- otra de las operaciones de


nuestra mente. Nuestro texto refiere directamente a esta operación racional: partiendo de
certezas ya conocidas, que vamos encadenando, podemos llegar a otras verdades,
también evidentes.

Ambas operaciones mentales se hallan recogidas en la reglas del método


cartesiano, de clara inspiración matemática, como podremos comprobar. De hecho,
Descartes aconseja seguir cuatro reglas “ciertas y fáciles”:

+ Evidencia: Además de ser la primera regla, es la más importante. Consiste en


que solo debemos aceptar como verdadero aquello que se presente como “evidencia”, es
decir, “con claridad” y “distinción”. Una idea resulta “clara” cuando no cabe en ella
confusión y oscuridad alguna. Es “distinta”, porque puedo precisar con exactitud el
contenido de esa idea. Según Descartes, al aplicar este método, debemos evitar toda
precipitación y todo exceso de prevención, de forma que no nos precipitemos a tomar
como evidente algo que no lo sea, o que no sepamos reconocer lo que sí es evidente, por
ser tan precavidos. La evidencia se convierte en criterio de verdad.

+Análisis: Analizar es dividir todas y cada una de las dificultades que


encontremos en tantas partes como sea posible, hasta quedarnos con sus elementos
simples, cuya verdad podamos establecer mediante un simple acto de intuición. Se trata
de dividir el problema hasta que no lo podamos dividir más.
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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

+La síntesis: (O reconstrucción). Consiste en proceder con orden en nuestros


pensamientos, pasando de los objetos más simples a los más complejos. Es un
procedimiento deductivo: se trata de formar una especie de encadenamiento de
intuiciones parciales cuyo resultado será una intuición evidente y libre de errores. Sólo
reconstruyendo lo complejo se consigue demostrar que se conoce la verdad…
Normalmente, si alguien es capaz de descomponer una máquina y de volver a
componerla haciendo que funcione, decimos que conoce bien la máquina. Descartes
recomienda comenzar por los primeros principios o proposiciones más simples
(percibidas mediante el análisis) y proceder a deducir ordenadamente otras
proposiciones… Debemos tener cuidado de no omitir ningún paso, de forma que cada
nueva proposición se siga –coherentemente- de la anterior.

+Enumeración: Una vez realizado los pasos anteriores, se trata de revisar toda
nuestra demostración, y comprobar que no omitimos nada. Es decir, enumeramos y
revisamos para asegurarnos que no olvidamos nada, o que no hayamos cometido error
alguno en la deducción.

(Esta parte debe ser más breve, puesto que no está directamente relacionada con nuestro texto,
pero conviene señalar sus aspectos generales, de modo que dejemos clara la intención de nuestro
autor. Así seremos más fieles a la hora de exponer su pensamiento):

Si siguiéramos la lectura de esta segunda parte del “Discurso del Método”,


descubriríamos que nuestro autor aplica el método, en primer lugar, a las matemáticas.
Como fruto de esta aplicación surge la “geometría analítica”, muy práctica a la hora de
situar puntos en el espacio, averiguar la distancia más corta en el plano, o para descubrir
la relación de simetría que puede llegar a darse entre diversos cuerpos geométricos.

Pero el propósito cartesiano no queda ahí. De hecho, Descartes pretende aplicar


este método al resto de las ciencias. Pero ¿por dónde empezar? Pues, por la raíz de todos
los saberes: la metafísica… el yo (alma), Dios y el mundo…

Nuestro autor dedicará toda la cuarta parte de su discurso a la aplicación


metafísica del método. No debemos perder de vista el gran proyecto cartesiano: dar con
un saber universal que englobe al resto de los saberes, y recuperar también la confianza
en la capacidad de la “razón” humana a la hora de conocer.

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

De este modo, a lo largo de la cuarta parte, Descartes aplica la duda metódica


hasta alcanzar algo indubitable: yo soy, yo existo (“cogito, ergo sum”). La primera
verdad es que existe un sujeto que piensa, pero no puede asegurar aún nada más: el
hombre queda encerrado en la interioridad de “su propio yo”. Es el momento
“solipsista” de la filosofía cartesiana. Para abrirse al mundo, el sujeto sólo cuenta con
ideas; de hecho, aunque todavía no sepa que existe mi cuerpo sí tengo la idea de cuerpo,
diría Descartes.

Entonces, Descartes decide examinar sus ideas. Quiere romper el aislamiento


(solipsismo) del sujeto pensante. Cataloga esas ideas; por un lado, las hay innatas, que
no provienen de mi experiencia, ni las construyo con el pensamiento; existen también
ideas adventicias, estas provienen de mi experiencia (aunque no sabemos si existe algo
exterior a mí); por último, están las ideas facticias, que parecen construidas a través de
otras ideas (ejemplo: la idea de unicornio). Pero sólo a través de las ideas innatas
podremos demostrar que existe una realidad externa al sujeto pensante, pues no
sabemos si existe la realidad exterior o si mis ideas construidas son ciertas.

Examinando las ideas innatas, halla Descartes la idea de perfección. Y esto le


lleva a demostrar la existencia del “Ser perfecto”, Dios. De este modo, Dios será la
garantía de que las ideas que tengo en mí del mundo exterior son ciertas. Descartes
piensa que Dios no puede permitir que me auto-engañe al pensar que el mundo existe.

3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su
actualidad.

No cabe duda de que el gran propósito cartesiano es devolver la confianza en la


razón. Desde su postura, está intentando dar una solución al problema del conocimiento
humano. Descartes es uno de los grandes representantes del racionalismo. Es por este
motivo que lo vamos a relacionar con Hume, gran representante del empirismo inglés.

Como bien sabemos, el racionalismo es una corriente de pensamiento que considera


que la razón se basta a la hora de conocer. Es decir, es autosuficiente. El racionalista
huye de toda creencia infundada o superstición. Sólo reconoce como verdadero lo que
nos aporta la razón: desconfía de los sentidos, duda de ellos, duda de nuestra
experiencia, y busca –ante todo- un conocimiento deductivo y cierto de la realidad,

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

tomando como modelo las matemáticas… Todo ello lo hemos podido comprobar al
hablar de su “famoso método”, apropósito de nuestro texto. Según Descartes, aplicando
bien su método, podremos llegar a verdades absolutas e indubitables. Descartes corre el
peligro de caer en un “dogmatismo gnoseológico”, cerrado y acrítico. De hecho, el texto
que ahora analizamos, no es sino un canto optimista al poder de la razón humana.

Por el contrario, Hume –como buen empirista- considera que la experiencia, es


decir, el conocimiento sensible, es fuente de conocimiento válido, aunque éste sea
subjetivo. Sin embargo, Hume –al reconocer que el conocimiento “experiencial” es
subjetivo- concluye dudando de que lleguemos a alcanzar verdadero conocimiento. El
peligro de esta postura es caer en el escepticismo, es decir, en la negación de que
podamos conocer la realidad.

Hume decía que los sentidos son como las ventanas que tenemos abiertas hacia el
mundo. A través de ellos recibimos “impresiones”. Pero considera que todo aquello que
no podemos comprobar ni verificar… no podemos decir que exista, empezando por el
“propio yo”.

De hecho, Hume no está de acuerdo con la primera certeza cartesiana, la del


“cogito, ergo sum”. Considera que este “yo” es un mero invento de la razón humana.
Es como si respondiera a Descartes, (dicho con palabras coloquiales): Bueno, vale
Descartes, piensas, pero… ¿qué te hace suponer que existes?, ¿por qué hay que buscarle
un sujeto a ese pensar?, ¿no puede ser el pensamiento algo sin sujeto? Por ejemplo,
cuando decimos “llueve” expresamos algo que acurre, pero no que exista una entidad,
una cosa que llueva…

Hume, desde su empirismo radical, termina concluyendo que el “yo” no es sino una
construcción mental que nos hacemos para sostener todas esas impresiones que
recibimos por los sentidos… Además, la idea de “causalidad”, de “sustancia” y de “yo”
son meras creencias de la razón, “hábitos de la razón humana” a la hora de intentar
explicar la realidad.

Dicho sea de paso, la crítica que hace Hume al concepto de “causa” ataca
directamente a los dos argumentos causales que aporta Descartes para probar la
existencia de Dios, que será el fundamento cartesiano del auténtico conocimiento.

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

Hume afirma que “la idea del ser perfecto” no proviene de la experiencia, sino que es
otro invento de la razón.

El empirismo de Hume termina desembocando en un “escepticismo radical”. Según


este autor, hasta el conocimiento científico se basa en meras creencias.

En cuanto a la actualidad de nuestro autor.

Descartes es considerado el padre de la Modernidad. Y el pensamiento moderno se


caracteriza por recuperar la autonomía de la razón frente a la fe. Su racionalismo supuso
un intento de recuperar la confianza perdida en la eficacia de nuestro conocimiento, de
revalorizar al “yo pensante” o al “sujeto humano” frente a la realidad. El sistema
cartesiano supone que podemos llegar a verdades claras y distintas, es decir, “ciertas”.
Como bien sabemos, dicho exceso de confianza en la razón condujo a Descartes hasta
demostrar racionalmente la existencia de Dios..., luego –en el fondo- no se desvinculó
del todo de la filosofía anterior (la medieval). Tanto es así que muchos de su
argumentos recuerdan a San Agustín (la duda de los sentidos, el sujeto interior, la idea
de Dios, la búsqueda de la verdad, etc).

Por otro lado, “Cogito, ergo sum” es –probablemente- una de las afirmaciones más
rotundas de la historia del pensamiento. No es que Descartes defienda un “relativismo
subjetivista”, puesto que nuestro autor consideraba que la razón era única en todos los
hombres. El mérito de nuestro autor radica en su revalorización del “yo”, del sujeto
pensante.

Actualmente, el racionalismo ya no está de moda. En el hombre post-moderno el


“yo universal o sujeto pensante” es un “yo individual”, un “yo” que pretende erigirse en
el centro y medida de todas las cosas. El yo actual es un “yo” que no piensa, sino que
vive “divertido” en muchas cosas, anclado en lo efímero, en la risa pasajera, en los
espacios televisivos que venden vidas ajenas, perdido en las relaciones mercantiles de
una sociedad capitalista en la que domina una pequeña masa (anónima) que maneja el
mundo como un gran mercado global…

Sin embargo, cada vez que queremos dar explicación del algún suceso o
enfrentarnos a la realidad, acudimos a la razón. Y es que, en el fondo, seguimos

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COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

necesitando teorías, modelos explicativos de la realidad, o sistemas coherentes y


organizados, etc.

Necesitamos la razón para ordenar mentalmente cuanto sucede, interpretar los


hechos, deducir sus consecuencias probables… todo ello nos ha proporcionado enormes
progresos en el campo de la ciencia o de la técnica. Pero, ¿nos ha servido la razón para
avanzar en todos los ámbitos?, ¿nos ha hecho la razón más humanos?, ¿nos ha librado
de cometer errores?, ¿no ha llegado quizás a justificar la razón hasta los abusos de
poder o la misma desigualdad social?, ¿no ha llegado a justificar la guerra entre
países, o la prosperidad de unos frente a la miseria de otros?

La respuesta puede ser rotunda. Pensemos, por ejemplo, que la misma razón
(útil, pragmática, calculadora y fría) que nos llevó a explorar el “espacio” creó la
“bomba atómica”. Y es que la experiencia también es maestra de la vida…
Curiosamente, un exceso de confianza en la razón puede hacernos caer en la “sin-
razón”.

De este modo, tendríamos que considerar que la razón no nos basta si no hay
experiencia, como tampoco la experiencia nos sirve sin la razón. Razón y experiencia
deben ser las fuentes de nuestro conocimiento y deben marcarnos el camino a la hora de
humanizar, verdaderamente, nuestro mundo. Dilthey afirmaba que “de la reflexión
sobre la vida surge la experiencia de la vida”.

Finalmente, tendríamos que estar de acuerdo con I. Kant: razón y experiencia


deben ir de la mano, porque ambas forman parte del conocimiento humano, y ambas
son las herramientas que tenemos para progresar.

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