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¿Existe una política editorial sobre

textos escolares?
Entre denuncias y “la casa siempre gana”

Es importante escribir sobre el tema y no sólo porque se volvió la “denuncia” de la


semana en el país, sino porque desnuda una vez más la orfandad con que se navega en
política educativa y evidencia que es el mercado que sin ambages incursiona ya en las
políticas sociales.

El libre mercado –oferta y demanda- está haciendo furor tanto en el discurso político,
como en la vida diaria nacional. El caso de la denuncias sobre los precios de los textos
escolares y el “tráfico” de “comisiones” entre la oferta, no de precios entre editoriales por
la calidad del producto, sino de soles contantes y sonantes que van a enriquecer las
ganancias de quien tiene la potestad de hacer “el negocio”.

No es un tema y problema de hoy. Todo lo contrario. Es un añejo tema al que el Estado


nunca supo responder de manera clara, directa, precisa. Quienes tienen la
responsabilidad de decidir, de vigilar, de advertir son demasiado “sensibles” a las
influencias, lobbies le llaman hoy, de quienes poseen la empresa y editorial para producir
los textos escolares.

El tema de la producción de textos escolares no es simple. Es bastante complejo. Lo que


se aprecia y denuncia hoy es el tramado de una serie de mecanismos que se ponen en
ejecución, no en los meses de matrícula e inicio del año escolar, sino todo lo contrario. El
proceso productivo de un texto se planifica con mucha antelación, así como el
establecimiento de los márgenes de inversión y ganancias. Aproximadamente con un año
de antelación se planifica y se estructuran presupuestos donde se consideran no sólo
insumos y mano de obra calificada, sino la inversión en promoción, publicidad y ofertas
para posicionar el producto en el mercado.

Es indudable que a nivel empresarial se deben tomar todas las medidas para que en la
inversión que se realice no se atente contra la seguridad económica de la empresa, pero
también es necesario que se tenga en cuenta la función social del servicio de la
producción de los textos escolares. No es un producto cualquiera. Requiere un trato
especial pues está dirigido a quienes obligatoriamente deben hacer la inversión: los
padres de familia.

¿A quién le compete la responsabilidad de la vigilancia sobre la edición y costos de los


textos? Al Estado y dentro de él al Ministerio de Educación que es el responsable de
diseñar y ejecutar la política educativa que no se inicia ni agota en la dotación de
infraestructura, de plazas docentes, de contrato de maestros, sino también debe dar
lineamientos para el diseño e impresión de textos escolares. Sin duda existe una política
pues el Ministerio de Educación elabora e imprime sus propios textos para los alumnos de
las instituciones públicas oficiales. Esta política debería ser general y regir tanto para
textos que se utilizan en la escuela pública como en la privada. El acceso al conocimiento
y aprendizaje no debe responder a estos criterios diferenciados, aunque los enfoques de
algunas instituciones educativas nos muestren lo contrario. No es posible que nos
enteremos de estas situaciones sólo cuando existen denuncias sobre licitaciones y nada
más. Pero ¿qué sucede con los alumnos de las instituciones educativas privadas? ¿Qué
política se tiene para que las empresas dedicadas a la impresión y dotación de los textos
escolares para alumnos de esas instituciones no lucren con los precios?

La orfandad de recursos legales ante el “descubrimiento” de ciertas prácticas que atentan


contra la economía familiar desde el sector educación son evidentes y alarmantes.
¿Cómo es posible que sosteniendo un discurso de calidad de la educación, se olviden de
la equidad? ¿Cómo es posible que no se tenga en cuenta los otros niños que no asisten
a la escuela pública y los gastos que debe afrontar el padre de familia? Reglas del
mercado, o como dice algún funcionario quien quiere celeste, que le cueste”. Un Estado
que se olvida que los principales actores de este proceso son las personas es un Estado
excluyente.

No uno sino muchos vicios se dan en la producción de textos escolares. Es difícil


determinar desde cuándo se incuba esta corrupción (¿qué otro nombre debe llevar esta
manera de ofertar textos ofreciendo ganancias por lo bajo?).

Poco a poco la industria editorial del libro de texto escolar fue apareciendo en el horizonte
educativo, cuando las enciclopedias escolares dieron paso a otros textos especializados.
Conforme se incrementaba la matrícula aumentaba la demanda de textos y se empezó a
apreciar que un “filón” de la economía de las industrias gráficas estaría en la inversión en
edición de los textos escolares. Aparecieron las compañías con soporte empresarial que
imprimían los textos escolares. El siguiente paso, habiendo estudiado el mercado, estas
empresas formaron equipos de trabajo especializados –por lo general de educadores
destacados- para que elaborasen los textos escolares, de acuerdo a las pautas del
currículo y las determinadas normas del Ministerio de Educación.

Una antigua publicación del INIDE (Instituto Nacional de Investigación Educativa) del año
1975 titulada Manual de Procedimientos. Aprobación de Textos, Manuales, Guías
Metodológicas y Cuadernos de Trabajo, nos indica que hubo preocupación del Ministerio
de Educación sobre el tema de la elaboración de textos. El propósito de esta Resolución
Directoral Superior era racionalizar los procedimientos en el Ministerio de Educación. El
Manual consta de dos capítulos, en el primero se describe el título del procedimiento, el
objetivo, base legal, requisitos, órgano responsable y el trámite del procedimiento. En el
segundo está referido a la conformación de las Comisiones Ad hoc, los requisitos mínimos
para la evaluación de textos y la guía y tabla de evaluación de textos. (MINISTERIO DE
EDUCACIÓN. INIDE. MANUAL DE, PROCEDIMIENTO Aprobación de Textos, Manuales, Guías Metodológicas y
Si bien no existe una referencia al costo del texto, el Ministerio
Cuadernos de Trabajo. Lima, 1975),
tuvo la preocupación de establecer Indicadores para la evaluación por áreas del
contenido. Sería conveniente hacer el seguimiento de los procedimientos de entonces.
¿Existen hoy documentos parecidos? Lo ignoramos. Pero a decir del Ministro “… se
implementará un sistema de acreditación para medir la calidad de los textos escolares…
Se va a trabajar un modelo de acreditación de la calidad de los textos escolares, que no
significa el veto a ningún texto sino verificación de que los libros que están a la venta, que
son para el uso de las escuelas privadas- más allá de los beneficios económicos que
signifiquen, cumplen con su rol educativo que el diseño curricular exige.” (LA REPÚBLICA.
09.03.11). Consideramos que esto no basta, pues no se aborda el tema del costo de
producción del texto escolar que en este caso es el centro del problema. ¿Por qué se
encarece tanto el libro para las instituciones particulares?

El vice ministro de Gestión Pedagógica en contraposición declaró a una radio “Cada libro
(elaborado por el Ministerio de Educación) cuesta entre 6 y 8 soles” yo diría que son
mejores (que los libros de los colegios particulares)” (RPP.09.03.11). Si esto es así no se
justifica que los textos elaborados por las editoriales cuesten tanto.

Parece que el ministro no conoce sobre el tema y sobre el problema. Una cosa es dirigir
una universidad particular y otra la educación nacional.

Volviendo a lo narrado, el desarrollo de la industria editorial para textos se volvió


importante, interesante económicamente, a partir de los años 90. El desarrollo posterior
es conocido al punto que dejamos de llevar nuestros textos a imprimir a Colombia –por
calidad y precios- . El adelanto de la tecnología permitió trabajar una nueva propuesta
para la edición de textos escolares. Impresión de calidad, uso del color, diagramación,
desarrollo del contenido de las materias, utilización de dibujos, gráficos, fotografías
tratando de elaborar un producto más atractivo (competitivo en la jerga de hoy), para
“conquistar” el mercado, merced a la oferta.

En paralelo se fue trabajando la línea de distribución de acuerdo a los cánones del


mercado. Se empezó así en “promocionar” los textos entre los docentes de primaria y
secundaria, luego capacitación especializada desarrollada por especialistas financiados
por la editorial que promovía el evento, reparto gratuito de textos, etc. Indudablemente
esta inversión que se hacía debería recuperarse mediante el compromiso tácito de los
docentes de recomendar la compra del libro de tal editorial a sus alumnos. Quedaba
asegurada la venta del material y el retorno de la inversión con “alguito” de ganancia. Las
modalidades fueron cambiando y perfeccionando según las recomendaciones del
mercado.

De entonces a hoy se fueron perfeccionando las relaciones productor-consumidor;


empresa – promotor. Esto lo saben los docentes, las autoridades que hoy se sorprenden
ante la denuncia de un programa de TV. Esta práctica no es de ahora pues. Lo
preocupante es que sabiéndolo se hicieron de la “vista gorda”. Hasta hoy salvo el
documento recordado, no se hizo nada al respecto. Se ha buscado un “biombo” amparo
recurriendo a la ley de defensa del consumidor; la ley de protección a la economía familiar
y a la promesa de crear una comisión para castigar a responsables. También advertir –
amenazar a las escuelas que serán multadas hasta por un millón de soles si se les
comprueban faltas. ¿Sirve esto de algo si no existe un real compromiso político de
defensa del consumidor? Tenemos el caso de una infracción de la empresa de helados
Donofrio que después de dos años de ser denunciada por estafa a los consumidores al
promocionar productos que no correspondían a la promoción, recién se le impone la
multa. ¿Cómo confiar entonces en estas instituciones?

Decir que cuatro editoriales (San Marcos, Corefo, Santillana y Hilder) entregaban el 30%
de comisión a las autoridades de los centros educativos por cada libro vendido, según el
informe periodístico, no es descubrir la pólvora. Si se sabe ¿qué se hace? También que la
negociación se iniciaba cuando las editoriales brindaban al colegio cierta cantidad de
textos con un precio determinado, para luego ser ofertados a los estudiantes a un costo
mucho mayor, y sorprenderse. ¿No se sabía de esto?
Las firmas enunciadas no son desconocidas. Basta ir al portal de internet para poder
contar con la información que se requiera y la forma como promocionan la formación en
valores. ¿Qué valores? ¿Del consumismo? ¿De la explotación? Hacer cálculos y
malabares explicativos y rasgarse las vestiduras por este mayúsculo escándalo y llamarlo
“indignante negocio” de algunas editoriales, al menos suena hoy como un sarcasmo
contra la protección del derecho a la educación que todos tenemos. Y más cuando se
calculan las multas “por violar la Ley de Protección a la Economía Familiar y el Código de
Protección y Defensa del Consumidor que prohíben direccionar (sic) la compra de libros y
demás artículos escolares hacia un determinado proveedor o editorial.(La República 08.03.11)
¿No se sabe acaso que desde que termina el año anterior las instituciones educativas
envían cartas-comunicados a los padres de familia sobre los costos del años venidero
tanto en pensiones como en textos, uniformes regulares y deportivos y otros materiales?
¿Para qué están las UGEL? ¿Qué supervisan?

Se recurre hoy a la asociación de colegios privados para “analizar en profundidad este


tema tan cuestionado”. (La República 08.03.11). También ha declarado el Presidente de la
Cámara Peruana del Libro deplorando estas “malas prácticas de las editoriales y
directores que confabulan en contra de los derechos de los padres. Ha convocado a una
reunión entre los miembros de su institución para firmar un pacto ético en el cual todos los
participantes se comprometan a desaparecer estas malas prácticas. De no ser acatado
este pacto por las editoriales, serán separadas de la Cámara.

Además el vice ministro de Gestión institucional, expresó que “Los directores de colegios
privados deben explicar qué han hecho con el dinero. ¿Han invertido en mejorar la
infraestructura de sus centros educativos? (La República 08.03.11). El ex presidente de la
Asociación Peruana de consumidores (ASPEC) y candidato al congreso, presentó una
denuncia ante INDECOPI en contra de las cuestionadas empresas. “El objetivo es que
estas editoriales devuelvan el dinero” también expresó que es lamentable que estas
editoriales lucren con los textos escolares, aún cuando el Estado les concede
exoneraciones de impuestos (La República 08.03.11). Una congresista pedirá a las comisiones
de Fiscalización y Educación del Congreso una investigación referente a los altos costos
en los precios de libros escolares que realizan las empresas editoras en complicidad con
los directores de algunos centros educativos. ((La República 08.03.11).
La falta de idoneidad con que es gestionado el Ministerio de Educación una vez más salta
a relucir. No se trata de ser un empresario exitoso en el rubro de la educación superior
privada (el ministro es el propietario de la Universidad Particular San Martín de Porres),
para ser garantía en la conducción de la educación nacional. Puede estar rodeado de los
mejores funcionarios del sector, pero es él que responde políticamente por lo que se
haga, deje de hacer o las desidias que se cometan atentando contra la economía familiar.

El Presidente de la República, tan interesado en los temas educativos cuando se trata de


figurar, ha pedido a INDECOPI actuar en relación con la denuncia de negociados entre
algunas editoriales y colegios privados, para vender libros escolares a mayor precio a los
padres de familia. También expresó que si bien ese tema forma parte del mundo privado,
también la Dirección de Educación Privada (sic) del Ministerio de Educación debe
encargarse del asunto, porque hay muchos colegios que abusan y padres que se dejan
abusar en vez de denunciar. (EL PERUANO. 09.03.11) El Ministro de Educación calificando a
esta práctica de las editoriales como “nefasta” ha expresado que se exigirá a las
editoriales publicar precios oficiales de los libros vendidos (La República, 09.03.11). Además
anunció que se implementará un sistema de acreditación para medir la calidad de los
textos escolares, que a raíz de esta comercialización ha sido perjudicada. “Se va a
trabajar en un modelo de acreditación de la calidad de los textos escolares, que no
significa el veto a ningún texto sino verificación de que los libros que están a la venta –que
son para uso de las escuelas privadas– más allá de los beneficios económicos que
signifiquen, cumplen con su rol educativo que el diseño curricular exige” resaltó. De
acuerdo a estas medidas, a partir de la fecha el Ministerio de Educación solicitará a todas
la editoriales publicar desde el primero de enero de cada año, los precios oficiales de sus
libros. “De tal manera que todos los padres de familia tengan conocimiento oportuno de
este precio y por lo cual no puedan pagar ni un sol más”, agregó. Nuevamente señalamos
que es importante saber el costo de producción del texto y no “disfrazarlo” con el llamado
“precio oficial”.

De un lado hay que decir al señor Presidente que no se trata de un problema que sólo
atañe a la Dirección de Educación Privada –esta no existe- por lo tanto es un problema de
política educativa que no debe hacer distingos entre público – privado. La equidad en
educación es importante para que todos los niños y jóvenes peruanos reciban la
educación de calidad que tanto se pregona. De otro lado, no se trata de “control” de
precios de los libros solamente, sino de todo lo que concierne al material didáctico que
adquieren los padres de familia por demanda de las instituciones educativas. La fijación
de un precio justo debe darse desde el establecimiento de los costos de producción, más
si existe una desgravación del IGV. ¿Qué diferencia los libros para la educación oficial y
de la educación privada? ¿En dónde se incrementa el precio? El celo que se quiere poner
ahora debe ser para todos sin distingos de ninguna naturaleza.

El sistema económico en el que nos encontramos que se rige por la oferta y la demanda,
no debe ser motivo para atropellar derechos y menos para aprovecharse de un segmento
de la sociedad que tienen por obligación de proporcionarle instrumentos de aprendizaje a
sus hijos. Pero este celo debe ir más allá pues el modelo económico se presta para otras
maneras de explotar a quienes necesitan del recurso educación para superarse. Como lo
expresa un diario: “Ello no debe limitarse a los abusos y negociado con libros, sino
también a los cursos, pasantías y hasta viajes para algunos docentes o directivos,
financiados por algunas editoriales, como compensación por elegir sus textos para los
alumnos” (EL COMERCIO, 09.03.11).
El día 10 de marzo, los diarios quieren amainar la preocupación y el rechazo por este
“asalto” a la economía de las familias con el pretexto de la adquisición de textos
escolares. Así tenemos los titulares “Solo comprarán a editoriales que firmen el Pacto
Ético” El próximo año el Estado comprará textos por 130 millones de soles. Descartan
exigencia de compra de libros en colegios públicos. (EL PERUANO. 10.03.11); Indecopi. Toma
medida contra editoriales investigadas. Presenta lista de precios. Entidad atendió más de
600 llamadas de padres de familia (EL PERUANO. 10.03.11); contra precios onerosos. A
implementar el código. (EL PERUANO. 10.03.11); Proponen Observatorio de Precios para textos
escolares (LA REPÚBLICA,10.03.11) Editoriales devolverán dinero excedente por compra de
libros (diario16. 10.03.11); Textos escolares: publican lista de precios (PERU 21,10.03.11); Apafa
cree que negociado continuará (diario16.10.03.11). ¿No sabrán acaso que todo esto es “letra
muerta”. Muchas editoriales han anunciado que firmarán el pacto ético, sin duda es una
buena intención, sin embargo sería bueno conocer el pacto que firmarán, para que no se
les olvide ciertos principios que deben normar las relaciones interpersonales e
interinstitucionales de un Estado que es democrático y que tiene por sobre todo la
defensa de los derechos que nos asisten a todos los peruanos.
En medio de la batahola de denuncias y de propósito de enmienda, no existe una sola
mención de parte de las empresas editoriales ni de las instituciones educativas de
aceptación de la falta cometida de manera explícita. Por ello llama la atención que sólo la
APAFA exprese su preocupación expresando que las cosas continuarán: “El presidente
de la Confederación de Apafas del Perú, Miguel Chipanba Sotomayor, manifestó ayer que
el “negociado de las editoriales nunca va a parar debido a que ministros, viceministros y
hasta funcionarios del Ministerio de Educación, así como todas las autoridades y
maestros de las UGELs y colegios, están comprometidos con las editoriales. “Estas
empresas siempre auspician todos sus eventos y hasta les pagan no solo por dictar
conferencias en Lima y provincias, sino también por imprimir los textos escolares del
gobierno”, alertó. (diario16.10.03.11). Sin duda una advertencia a tener en cuenta.

De otro lado no es bueno dejar de lado las preocupaciones de los padres de familia que
expresan sus comentarios a las noticias, pues estas opiniones expresan cómo perciben y
cómo sienten este engaño y la poca confianza que tienen en las decisiones del Estado y
las palabras de los funcionarios. Ojalá que las investigaciones vayan a y al fondo de los
problemas evidenciados y que de una vez por todas no “soplen la pluma” a otros que si
bien tienen que ver con el tema, no tienen la responsabilidad y decisión política que se
requiere. No basta proclamar cotidianamente desde el Presidente a sus funcionarios de
confianza la calidad de la educación que no se reduce sólo a lo que se viene haciendo
con la Carrera Pública Magisterial, pero ignorando los términos del Acuerdo Nacional, del
Proyecto Educativo Nacional. La frivolidad y la egolatría no deben impregnar la política
educativa como hoy. Es necesario que en estos pocos meses que quedan de gobierno, si
no se puede remontar las desidias, sepan reconocer con una autocrítica lo que se dejó de
hacer por falta de una voluntad política coherente, ajena a la palabrería hueca, que
“encantará culebras” pero que no aporta nada a la construcción de país y menos a una
educación que merece una calidad sin eufemismos.
Existen muchas cosas que revisar en el sector educación que no sólo de textos se trata.
También de licitaciones, el retraso de la entrega de obras, licitaciones que se hacen al
amparo de normas específicas y otras tantas formas de “sacarle la vuelta” al Estado para
el enriquecimiento de unos pocos y el perjuicio de muchos. El libre mercado no puede ser
el pretexto para renunciar deberes y derechos del ciudadano peruano. No puede ser
disculpa que las conclusiones de las investigaciones sea “que la casa siempre gana”
porque esas son las reglas del libre mercado. (12.03.11)

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