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1. Introducción
teórico necesario para mi proyecto de investigación sobre la vinculación del arte digital
primera parte de esta investigación quedó plasmada en Arte digital: la última vanguardia
cuanto a la definición precisamente del arte digital. En esta segunda parte busco ap-
roximarme a las nociones de sociedad digital, cultura de la imagen (como parte clave de
la anterior) e identidad digital. Con todo ello, pretendo conformar la idea del zeitgeist (o
investigación, para hallar algunos de los nexos de aquél con obras de arte concretas
2. Sociedad digital
Cero uno. Dos digitos que han trastocado la realidad del hombre del infolítico superior.
Así ha llamado José Terceiro (1996) a la era digital, sumándose al abanico de acepciones
que se han acuñado en los años recientes y que van de la sociedad de la información
cultura telemática (Ascott, 1996), la sociedad red (Castells, 2001), sin descartar a la so-
ciedad de la tercera fase (Simone, 2001) y por supuesto a la manida aldea global y sus
sucedáneos (McLuhan, 1989). Independientemente del nombre que nos acomode para
llamar a nuestra sociedad actual, todos ellos convergen en la innegable prevalencia de la
No obstante, para poder hablar de esos términos hay que considerar un abismo que
es menester para matizar el presente texto. El hecho de hablar de una sociedad digital
que discurre en una era digital, no implica que todos los estratos sociales se hayan digi-
talizado; es más, los porcentajes son exiguos cuando se refiere a países no desarrollados.
población tiene acceso a Internet. Castells plantea una consecuencia a esto: “la dispari-
dad entre los que tienen y los que no tienen Internet amplía aún más la brecha de la
está inmersa una gran parte de la población del mundo.”(2001:275) Ahora bien, si el ac-
uso que se le da al medio también aparece escaso: según el mismo Castells (2001:138) el
lo anterior, el fenómeno digital va más allá de la cantidad de usuarios (la cual dicho sea
(1997) incluso preconiza una revolución cognitiva apoyada en las tecnologías de la in-
en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo a raíz del advenimiento de los medios ma-
sivos de comunicación, y de la transición del espacio de habitación del ámbito rural a
versión actualizada y ampliada del mestizaje, incluyendo las secuelas y resistencias que
se generaron en ambos procesos. Pero aún nos hallábamos descifrando cómo gestionar
Con esto, la red se erige como el basamento de los procesos sociales, restándole impor-
manera menos impuesta y más electiva, construyendo así sus propios códigos cul-
turales, los cuales, no necesariamente coinciden con las personas que le rodean, incluy-
Es por ello que podemos hablar de una infiniculturalidad en la sociedad digital, ya que
cada individuo a partir de sus valores, intereses y afinidades desarrolla su propio so-
cioestilo, el cual es capaz de coincidir gracias a la red en diversos niveles con porciones
de los socioestilos de otros individuos. De tal forma que una sola persona conectada a la
que define como: “grupos establecidos, retículas y redes de relevancia personal intrin-
3 Cultura de la imagen
Un aspecto particular de la sociedad digital que merece ser mencionado es su pro-
dades de reproductibilidad que brindan las herramientas digitales, han ralentizado este
proceso.
imagen funge como aglutinadora semántica. Claro que esto va en detrimento de la ar-
gumentación y del diálogo, mas es una realidad innegable. Raffaele Simone (2001) cata-
loga este estadio como la tercera fase (donde la primera estuvo predeterminada por la
escritura y la segunda por la imprenta) y reconoce que la transición ha sido posible gra-
dada en primera instancia por los medios de comunicación audiovisuales ha sido po-
tenciada, otra vez, por los medios de comunicación digitales, cuya característica pri-
forma de mosaico.
Régis Debray (1994 y 2001) también ubica a nuestro presente icónico como una tercera
edad a la que llama videosfera, cuya modalidad de existencia es virtual, en tanto la im-
esencial para la credibilidad de la imagen hoy en día: si algo parece real, es real. Al me-
nos en esa realidad mediática que cada vez más tiende a confundirse con nuestra cotidi-
La conclusión a este punto nos remite a señalar que el espacio público se ve desplazado
elve de capital importancia, en tanto aquéllas serán las que condicionen en gran medida
excluye a unos otros. En este sentido, la identidad digital está en consonancia con la so-
ciedad digital que le da cabida; esto es, los vínculos comunitarios tradicionales como
generadores de identidad están siendo reemplazados por lazos generados desde la es-
fera privada, los cuales también funcionan como productores de identidad. Sin em-
bargo, su carácter individual conlleva una multiplicidad que hace complicada la distin-
Así, que podríamos esbozar una tendencia identitaria, en la que dicho nosotros se va
aras de profundizar en esta noción conviene regresar a Bilbeny (1997), quien se plantea
el cuestionamiento sobre la posibilidad de mantener una identidad dadas las condicio-
sona y que contrasta con una estabilidad de roles característica de la modernidad, y por
irónica.
Esta dinámica y multiplicación de roles, ha sido estudiada por Sherry Turkle (1997), a
partir de las relaciones inter e intrapersonales dadas en los espacios virtuales llamados
<una>”(1996: 117).
aquélla con otras individualidades (incluyendo las propias). Vista desde esa perspec-
tiva, la identidad estaría caracterizada por la indefinición, por la falta de solidez, por la
pues, ante la presencia de un fenómeno vago (término acuñado por Raffaele Simone),
cuya presencia es fácil de notar aunque su definición precisa se complique. Sugiere Si-
mone: “los fenómenos vagos se dejan capturar más fácilmente por la representación
Por ello, otra manera de acercarnos a la identidad digital sería pensar en el contexto
socio-filósofico que propicia la generación y pervivencia del arte digital (al ser éste, so-
expuestas con antelación. Roy Ascott también hace el vínculo con la primera, al referirse
Así pues, la posmodernidad (al menos su proyecto primigenio) colabora para aportar
alquier usuario computacional puede erigirse como artista), pero a la vez que el arte ha
sobre el espíritu de nuestro tiempo y la relación que guarda con el arte digital, a manera
Su habitante es el homo digitalis, cuya identidad podríamos decir que es como el sistema
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