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Una carta perdida.

Querida Amirnah,
Te escribo desde el rincón más alejado del universo. Aquí, al borde de la oscuridad, no hay
más allá. Aquí he venido a parar después de tantos años, que se han esparcido a lo largo de
mi camino. Me he exiliado a los extremos del universo, caminando a la orilla de la playa
estelar. He visto ante mis ojos apartarse galaxias.Las vi diluirse en el espacio infinito, se
alejarán siempre hasta que el calor de esa chispa primera desaparezca. Tanto tiempo ha
pasado que ver mi reflejo y reconocer mi rostro inmutable me resulta casi doloroso. El tiempo
ha pasado a torrentes en mi memoria, y mi mente ha cambiado. No sé como conciliar mi
pasado con mi futuro, ambos tan vastos.
Me has dicho que últimamente frecuentas un pequeño sistema estelar, que cuelga del brazo
de una galaxia, próximo a su borde. Pronto, dices tú, su galaxia chocará hasta fundirse con
otra más grande. ¿Es eso cierto? Me has contado también que constantemente te sientas a
contemplar un satélite rocoso que orbita un pequeño planeta azul. Quisiera poder ver con mis
ojos esa belleza que te ha capturado, de aquella luz blanca y esa cara oscura que nunca ha
visto la luz. Pero es en vano, ambos sabemos que no es posible. El universo se vuelve frío, y
sus distancias muy largas. Me tomó solo unos cuantos milenios llegar a donde estoy ahora,
pero me tomaría una eternidad insalvable regresar contigo. El universo sigue
expandiéndose, jamás se detendrá, hasta que deje de existir. El viaje de mi voz es imposible
y aún nuestros pensamientos que corren al encuentro jamás se tocarán. Hace tanto tiempo
que te vi, que no sé si estoy pensando en ti, o el recuerdo se ha distorsionado tanto como mi
propia mente. Entonces ya no pienso en ti, sino en el recuerdo de tu recuerdo. Después que
hayamos exhalado nuestro último aliento, cuando nuestra lengua haya sido olvidada y de
nuestra cultura ya no queden ni ruinas ni cenizas ni nada; los viajeros estelares oirán
nuestras voces y se preguntarán por la tristeza de nuestra lengua y la melancolía de estas
cartas que no se reunirán.
Me desespera, me agobia, cartas es lo único que puedo enviarte, es lo más cerca que puedo
estar. No hay frecuencia de onda electromagnética que puedan remontar mis palabras para
llevarlas a tu "luna" antes de que yo muera y tu sigas viva para leerlas. Solo los transcordes,
artefactos sumamente complicados, que no he llegado a comprender, nos permiten llevar el
mensaje fuera del tiempo, para que lo leas tú, mientras yo lo escribo. Tan fugaz es su
funcionamiento, que acabando de escribir la palabra esta desaparece de mi vista para que tu
la leas. A esta paloma impaciente hemos confiado nuestras mentes para que puedan estar
lado a lado. Un amigo me contó una vez, hace tiempo, tanto tiempo, que estos aparatos
cambian el spin de un electrón, y al hacerlo, su gemelo se da vuelta en ese mismo instante,
estén juntos más que los átomos, o en los extremos opuestos del universo. ¿Como es que el
mensaje llega más rápido que la luz misma? No lo sé. Pero quizá sea que en algún momento
estuvieron juntos, y el lazo es tan fuerte, que aún del otro lado del universo, ese cordel sutil
que los une no se rompe, por imperceptible que sea para nosotros y los mantenga juntos de
tal manera metafísica que se transmita el mensaje. Me duele que estos aparatos solo puedan
transmitir letras, palabras frías, porque cambiaría multitud de ellas por oír tus pasos, o sentir
tu risa. Cuando todo haya pasado y la entropía venza finalmente, al menos me gustaría poder
decir, casi como absolución, lo siguiente: Que nuestras voces, transfiguradas en el tiempo e
irreconocibles por la distancia recorrida, se volvieron a encontrar. Pero te doy lo único que
soy capaz, desde este apartado rincón del universo. No olvides escribir, sabes que deseo
saber de los curiosos habitantes de ese planeta azul que me cuentas.

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