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Filosofía Cristiana y Medieval.

Profesor: Alfredo Rodríguez.


Alumno: Francisco Poleo. Número de Cárnet: 200902920 CI: 19737307

SAN AGUSTÍN Y EL
MANIQUEÍSMO

Caracas, 11 de marzo del 2010.


“San Agustín de Hipona fue el primer gran filósofo europeo de la Edad
Media”. Con esa frase, se suele explicar quién fue San Agustín de Hipona, y
no puede estar más errada. Fue el obispo durante la mayoría de su vida de
Hipona, pero no nació ahí sino en otro pueblo del norte de África, Tagaste.
Por lo tanto, no era europeo sino africano. Tampoco era filósofo en el sentido
académico de la palabra sino más bien un teólogo – sus estudios formales
fueron de retórica y luego se dedicó a estudiar las Escrituras en su rol de
prelado, pero nada con Filosofía-. Por último, nació el 13 de noviembre del
354 y murió el 28 de agosto del 430, con la Edad Media situándose,
convencionalmente, con la caída del Imperio romano de Occidente en el 476.
Por ello, no fue medieval sino que perteneció a la llamada Antigüedad Tardía,
período de transición.

Aunque San Agustín es uan de las figuras centrales de la religión


cristiana, no siempre estuvo en el camino del movimiento inciado por Jesús
de Nazareth. Críado por una madre cristiana y un padre pagano, Agustín
experimentó en su adolescencia, mientras estudiaba Retórica, con el
Maniqueísmo. Ésta es una religión de carácter universalista comenzada por
el sabio persa Mani apróximadamente en el 245, quien se creyó el último
profeta envíado a la tierra por Dios. El pensador de Hipona se adhirió a esta
creencia durante nueve años, promoviendo la dualidad del maniqueísmo, su
principio fundamental entre el bien y el mal. Le pareció una doctrina de la
cuals e podría aprovechar para crear un sistema ético. Aunque ciertas
contradicciones harían que abandonara el camino señalado por Mani, no
podemos dejar de preguntarnos ¿por qué San Agustín se pierde dentro del
Maniqueísmo?

Sus quejas al Maniqueísmo las expuso en su libro “Confesiones”, una


serie de trece libros autobiográficos en dónde habla de sus primeros 40 años
de vida. Una de las observaciones negativas al maniqueísmo fue su
flexibilidad dogmática: “concédeme castidad y continencia, pero no ahora
mismo”. Pero fue su afán por llegar a la verdad - tema filósofico por
excelencia y una de las razones por la cual es confundido como filósofo- lo
que lo llevó a San Agustín a la religión maniquea, la cual establecía que los
seres humanos somos malos por naturaleza, opuesto a la creencia cristiana.
Esto lo hizo dudar de los preceptos con los que había crecido y buscó llegar a
la sabiduría sin necesidad de tener fe.

Sin embargo, no podemos considerar el adentramiento de San Agustín


en el Maniqueísmo como un error, ya que fue a partir de las doctrinas de esta
religión que el pensador africano, al darse cuentas de la “falsedad” de las
mismas, planteó las incógnitas que lo llevarona reflexionar sobre la verdad.
Esa verdad, en el caso de Agustín, es Dios, por lo que el rumbo del
cristianismo seguramente habría sido uno muy distinto, dada la influencia del
Obispo de Hipona.

Por tanto, de esta experiencia agustiniana resolvemos que, si nunca


reflexionamos en lo que creemos, nunca tendremos una verdad propia. No
hay que tenerle miedo a las incógnitas que se nos presenten y debemos
atacarlas frontalmente para evitar caer en la incertidumbre. Para ello, es vital
tener una mente abierta. Encerrarnos en un solo pensamiento justifica
nuestras carencias.

Gracias a esas inquietudes que se nos presentan, somos capaces de


desarrollar la búsqueda de la verdad, un camino que, en la mayoría de las
ocasiones, nos hará encontrarnos con situaciones totalmente inesperadas y
desconocidas. Y es que ese miedo a lo desconocido lleva a la ignorancia, por
lo que San Agustín se perdió en el Maniqueísmo buscando la Verdad,
tratando de acortar camino a la sabiduría, cuando, según comprobaría más
adelante, sólo se puede llegar a ella a través de la fe.

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