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Este “hecho natural” pasa por ser visto por las “medidas de emergencias” tomadas
en la atención del mismo, y la lamentable pérdida de control tanto de las
organizaciones como salvamento masivo. La investigadora tiene como perspectiva de
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análisis lo que se configura a la luz del acontecimiento, de la manifestación del
fenómeno, pero no del riesgo ni de la vulnerabilidad. Una catástrofe marca las
maneras de pensar y actuar de los afectados. La tragedia constituyó un ejemplo de la
“ruptura simbólica” del “antes” y “después” de su ocurrencia, es decir del deslave. La
tragedia marcó una política de hacer y comprender la desgracia ocasionada por el
desastre, pero afirma que... “las catástrofes ponen de relieve los límites del estado de
derecho y vuelven visible la estrechez de sus márgenes. (p. 39).
En los capítulos 3 y 4 transitan los mecanismos y los cambios dados por los
militares para el control de la situación “que se les escapaba de las manos” al
gobierno y también a los militares, se debe recordar que los socorristas y otros grupos
de apoyo fueron desincorporados, pero la compasión que suele ser -también- la
primera respuesta que nosotros los venezolanos expresamos ante la “adversidad”
(cuando ocurren lluvias, derrumbes, “piscinas de agua” en avenidas centrales y otras
formas) ya se torna distinta, por la misma gravedad de los hechos. Como apunta la
investigadora: es la construcción de la catástrofe como drama que es un proceso
social. En el campo sociológico la catástrofe se define como un momento de crisis
circunstancial que despierta sentimientos de solidaridad, pero también puede ser una
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oportunidad para que emerjan instituciones nuevas o renovar las existentes.
Recordemos, las imágenes trasmitidas por TV estremecen a la opinión pública
nacional e internacional, pero a la vez se establecen nuevos códigos morales que van
a dictar en el espectador y con las víctimas una “comunidad de semejantes”.
La retórica oficial se encargó del resto y con base a documentos nacionales (1) se
acude a la idea de la necesaria “salvación de la patria” que ahora será denominada
dignidad. De ahora en adelante, cuando una persona pierde su “casita” por un
derrumbe o se tapa una rejilla en el barrio, ello convierte a la persona en damnificada
pero se le llama “dignificada”, aunque las soluciones concretas a su problema tardan
en llegar o no llegarán nunca.
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cruzarse ésta con la política, hace del “dignificado” un “sujeto” al servicio y abuso de
ayudantes e intermediarios.
El epílogo del libro se ubica en el año 2006 con los eventos extremos ocasionados
por una pareja de venezolanos que reclama vivienda, ya atados a un tronco de un
árbol prometen hacer “una huelga de sangre”, y a la vez requieren un representante
del ministerio para hablar con él. Recordando a Foucualt, pudiera decirse junto a
Vásquez Lezama que la empresa del gouverance aún no es tal, las cárceles, escuelas y
hospitales siguen siendo “casas de poder”, puesto que explicadas a través del
postulado de la “legalidad” foucaultiano aún albergan como “prisioneros” los
derechos del ciudadano y ello esta ocurriendo al inicio del siglo XXI.
Este libro, esta tesis doctoral, llega profundamente a cualquier lector, venezolano y
a toda persona que venida de otras tierras convive en el día a día del acontecer de
nuestro país, penetra su relato aún en aquel desprevenido pero que vio la Tragedia de
Vargas en TV, en la prensa o que habló con el amigo o el vecino sobre estos hechos.
Se trata de una escritura muy limpia, finamente delineada con la distancia del
profesionalismo del sociólogo que a veces ser convierte en antropólogo, lo que habla
de los méritos de esta investigación y de la investigadora, ya sabemos que la tesis
recibió los máximos honores. ¡Enhorabuena, Paula!.
(1). Las Políticas de la Dignidad del gobierno para atender la tragedia se contemplan
en el Plan de Desarrollo Económico Social de la Nación, 2001-2007.