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RESEÑA DEL LIBRO:

PODER Y CATASTROFE. VENEZUELA BAJO LA TRAGEDIA DE 1999


AUTORA: PAULA VÁSQUEZ LEZAMA. (2009). CARACAS:
EDITORIAL SANTILLANA.

Por Elizabeth Rojas Barrera.


Participante Doctorado Ciencias de la Educación. Núcleo Regional-Caracas.
Profesora Instituto Pedagógico de Caracas.

Se trata de una tesis doctoral cuya autoría pertenece a la investigadora y sociólogo


venezolana Paula Vásquez Lezama, egresada de la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales de París (EHESS). En este libro se intenta recoger lo acontecido
desde las víctimas, lo vivido y después de lo ocurrido en el contexto de los hechos del
fenómeno natural llamado el “deslave del estado Vargas” así como las consecuencias
vividas por los involucrados (damnificados-dignificados). La investigadora se sitúa
en Abril del año 2000 realizando trabajo de campo en los fuertes militares que
albergaban a los damnificados. Para el momento y según sus propias palabras “no
tenía proyecto de investigación, ni completamente definido el objeto de estudio”, el
trabajo de campo durante los primeros meses estuvo signado por la intuición, por la
curiosidad, por la paradoja que me asaltaba a la vista y que todavía no había definido
afirma Vásquez Lezama. Pero sí, se inició el trabajo de observación de inmediato.
Realizó el trabajo de campo en los lugares de concentración de los afectados, aplicó
encuestas, recogió testimonios y anécdotas. Efectuó visitas in situ, hizo registros,
arqueo y acopio de fuentes, uso de artículos de prensa sobre los hechos, narración,
conversaciones con oficiales del ejército y organizaciones civiles, descripciones y
lecturas para reconstruir testimonios y experiencias, interpretaciones y ejecutorios de
hábeas corpus.

Reconoce la investigadora que el trabajo de observación se hizo largo, pero que la


ventaja en su caso surgió del hecho de contar con una heterogeneidad de lugares,
espacios y tiempos. Recogió datos de distintas instituciones: un cuartel militar, varias
ong, y las personas o víctimas que vivieron la tragedia, lo que le permitió in situ
reconstruir testimonios, situaciones y hechos de lo acontecido. La investigadora con
apoyo en Ulrich Beck ubica el fenómeno del deslave definido en gran parte por las
lluvias y sumado a un desarrollo urbano irrespetuoso de las características
geológicas, que se volvió destructor. De ahí las devastadoras consecuencias
materiales y humanas.

Este “hecho natural” pasa por ser visto por las “medidas de emergencias” tomadas
en la atención del mismo, y la lamentable pérdida de control tanto de las
organizaciones como salvamento masivo. La investigadora tiene como perspectiva de

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análisis lo que se configura a la luz del acontecimiento, de la manifestación del
fenómeno, pero no del riesgo ni de la vulnerabilidad. Una catástrofe marca las
maneras de pensar y actuar de los afectados. La tragedia constituyó un ejemplo de la
“ruptura simbólica” del “antes” y “después” de su ocurrencia, es decir del deslave. La
tragedia marcó una política de hacer y comprender la desgracia ocasionada por el
desastre, pero afirma que... “las catástrofes ponen de relieve los límites del estado de
derecho y vuelven visible la estrechez de sus márgenes. (p. 39).

Vásquez Lezama hace una exhaustiva revisión de términos intercalados de modo


claro y pertinente entre relato y análisis, se pueden señalar: “estado de emergencia”,
“gestión de crisis”, “estado de excepción”, “emergencia administrativa”. ¿Qué hechos
ocurrieron?: se extraviaron niños damnificados (al separar las familias al momento de
embarcarlas en los helicópteros), saqueos, desaparición forzada de personas,
allanamientos, operaciones para robar carros y casas, detención de saqueadores,
redadas de saqueadores, abusos de autoridad, allanamientos, “oportunismo”,
detenidos ajusticiados, prácticas de represalias policial selectiva y redadas para hacer
“limpieza social”. Todo ello provocó crisis lo que conllevó a un replanteo del estado
de excepción y de la soberanía. Recordemos el gobierno ese mismo día (15-12-1999)
había aprobado una nueva Carta Constitucional. Las decisiones del gobierno nacional
se expresaron desde una militarización coyuntural que pasó a otra de tipo estructural,
intentando resolver las consecuencias del deslave.

El libro se organiza en seis partes y seis capítulos identificados: Parte I:


Emergencia, con los capítulos: La catástrofe y el estado de excepción, Puro teatro. De
“ángeles bolivarianos a chivos expiatorios”, Militarismo compasivo. Parte II:
Confinamiento, con los capítulos: Políticas de la dignidad, Sufrir para ser dignos y
Dinámica de la sujeción.

En los primeros dos capítulos se intercalan los hechos de la tragedia narrados o


descritos por las víctimas, aquí ya se manifiestan los conflictos morales y la
impunidad dado que comienzan los comportamientos de anomia tanto colectivos
como individuales. Este es el escenario donde se justifica la militarización y la crisis
ocasionada por la tragedia, aquí se replantea la cuestión del estado de excepción y de
soberanía del gobierno en el contexto de la ya iniciada “teología política bolivariana”.

En los capítulos 3 y 4 transitan los mecanismos y los cambios dados por los
militares para el control de la situación “que se les escapaba de las manos” al
gobierno y también a los militares, se debe recordar que los socorristas y otros grupos
de apoyo fueron desincorporados, pero la compasión que suele ser -también- la
primera respuesta que nosotros los venezolanos expresamos ante la “adversidad”
(cuando ocurren lluvias, derrumbes, “piscinas de agua” en avenidas centrales y otras
formas) ya se torna distinta, por la misma gravedad de los hechos. Como apunta la
investigadora: es la construcción de la catástrofe como drama que es un proceso
social. En el campo sociológico la catástrofe se define como un momento de crisis
circunstancial que despierta sentimientos de solidaridad, pero también puede ser una

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oportunidad para que emerjan instituciones nuevas o renovar las existentes.
Recordemos, las imágenes trasmitidas por TV estremecen a la opinión pública
nacional e internacional, pero a la vez se establecen nuevos códigos morales que van
a dictar en el espectador y con las víctimas una “comunidad de semejantes”.

La retórica oficial se encargó del resto y con base a documentos nacionales (1) se
acude a la idea de la necesaria “salvación de la patria” que ahora será denominada
dignidad. De ahora en adelante, cuando una persona pierde su “casita” por un
derrumbe o se tapa una rejilla en el barrio, ello convierte a la persona en damnificada
pero se le llama “dignificada”, aunque las soluciones concretas a su problema tardan
en llegar o no llegarán nunca.

En el capítulo IV sobre las Políticas de la Dignidad se describen las iniciativas de


intervención estatal, y en el capítulo V sobre Sufrir para ser dignos, la investigadora
hace una minuciosa reconstrucción de los hechos con los testimonios de los
damnificados, alojados en el Fuerte Tiuna como refugio y las consecuencias por la
desinformación y el recorrido (o ruleteo) a los centros hospitalarios. Esta dinámica de
lo vivido se traduce tanto como sufrimiento psíquico y como trauma social que se
hace cada vez más compleja, son muchos los factores adversos que salen a flote, tales
como: la credibilidad de las personas por los programas de ayuda social, la capacidad
de respuesta de los organismos responsables y la gente con sus angustias y
necesidades no satisfechas. Esa condición que se constituye -a mi parecer- en un
verdadero reto de estudio y de investigación sobre el “modo de ser venezolano” (dado
que estos comportamientos suelen ser muy frecuentes), que se traducen en esperar
con frases como: “otro resolverá mi problema”, “otro, un enviado divino será mi
salvación y mi ayuda”. Se trata de un paternalismo que debería controlarse para evitar
el riesgo de la mendicidad que el mismo propicia.

El capítulo V sobre Dinámica de la sujeción, que si bien parte de un nivel físico


constituido por la reubicación de las víctimas, éstos se remiten a las autoridades y a
las instituciones encargadas, y de ello, de las vicisitudes de tal reubicación nacen y se
crean nuevas categorías, por ejemplo: se habla de un “caso de salud” para re-localizar
personas, es el “cuerpo enfermo” que re-localiza a un sujeto “sujetado” o una
patología crónica que daría acceso a un trato especial de ciudadanía.

Los testimonios remiten a intentos fallidos de toda consideración y de todo tipo


que atendieran con diligencia la dignidad como tal, puesto que los espacios de
confinamiento en la praxis fueron escenarios de violencia institucional, además de los
estigmas y las creencias asignadas a los comportamientos de las “clases populares”,
del otro lado estaban las falsas concepciones de los militares y del personal
encargado. Afirma la autora, que el menosprecio tiene un nivel sociológico general
que se refiere a que toda asistencia genera un estigma. Lo cual convierte a la persona,
ya ubicada en una situación de sujeción, en un ser humano que se hace vulnerable, es
víctima, es culpable, que sólo tiene como opción negociar la esperanza. Qué al

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cruzarse ésta con la política, hace del “dignificado” un “sujeto” al servicio y abuso de
ayudantes e intermediarios.

El epílogo del libro se ubica en el año 2006 con los eventos extremos ocasionados
por una pareja de venezolanos que reclama vivienda, ya atados a un tronco de un
árbol prometen hacer “una huelga de sangre”, y a la vez requieren un representante
del ministerio para hablar con él. Recordando a Foucualt, pudiera decirse junto a
Vásquez Lezama que la empresa del gouverance aún no es tal, las cárceles, escuelas y
hospitales siguen siendo “casas de poder”, puesto que explicadas a través del
postulado de la “legalidad” foucaultiano aún albergan como “prisioneros” los
derechos del ciudadano y ello esta ocurriendo al inicio del siglo XXI.

Este libro, esta tesis doctoral, llega profundamente a cualquier lector, venezolano y
a toda persona que venida de otras tierras convive en el día a día del acontecer de
nuestro país, penetra su relato aún en aquel desprevenido pero que vio la Tragedia de
Vargas en TV, en la prensa o que habló con el amigo o el vecino sobre estos hechos.
Se trata de una escritura muy limpia, finamente delineada con la distancia del
profesionalismo del sociólogo que a veces ser convierte en antropólogo, lo que habla
de los méritos de esta investigación y de la investigadora, ya sabemos que la tesis
recibió los máximos honores. ¡Enhorabuena, Paula!.

(1). Las Políticas de la Dignidad del gobierno para atender la tragedia se contemplan
en el Plan de Desarrollo Económico Social de la Nación, 2001-2007.

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