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¿Cómo descubrir la tarea de nuestro

tiempo?
Observemos lo Universal Humano, lo que es general como fundamento de todo Ser Humano.
Se puede profundizar mucho en este tema, pero hoy observaremos sólo la capa superior.
¿Cómo está compuesto el Ser Humano? El tiene un

Cuerpo Físico,

un Cuerpo Etérico o cuerpo de crecimiento y de Agua,

un Cuerpo Astral, anímico, de respiración y de Aire.

Un cuarto miembro podemos denominarlo la “naturaleza del Yo” que los inter-penetra.

Hoy no nos referiremos a los componentes superiores supra-sensibles.

La tarea de nuestro tiempo es contemplar el trabajo conjunto de los cuerpos. Observar la


tendencia del cuerpo de aire a atraer para sí, llevarlo todo hacia sí. La tendencia del cuerpo de
agua a expandirse, a llenarlo todo de sí. Y el Yo debe ser el director que –de forma casi
patológica – debe “dominar” y dirigir esta actividad, pues justo lo contrario hace hoy falta.

Rudolf Steiner comenta que el Cuerpo Físico debe acoger una nueva tarea: cuando un ser
humano está sano, no puede sentirse bien si a su alrededor hay personas que le falta lo básico
para vivir. En el Cuerpo Etérico la tarea es distinta a la de la época de Rudolf Steiner. Las
fuerzas de crecimiento no están ya en situación de apoyar el crecimiento del Ser Humano pues
éste no tiene Agua. El agua falta en muchos lugares del mundo, debemos ser conscientes de
esa carencia como Seres Humanos. El Cuerpo Astral vive en el elemento aire: debemos hacer
respirable este aire, inspirar y expirar sin enviciar el aire. El Yo que tiene que ser director debe
ser consciente de la relación con estos tres ámbitos: el Yo pierde la independencia y se hace
dependiente de estos tres ámbitos si no es CONSCIENTE.

El Ser Humano sólo puede ser libre si mantiene en equilibrio estos tres ámbitos, no sólo dentro
de él, sino en su relación con toda la humanidad.

Esta actitud interior tiene un eco opuesto en la Teoría de la Relatividad que apareció en el siglo
XX. La Teoría de la Relatividad tuvo una influencia profunda en la actitud religiosa
contemporánea.

Las obras de Einstein sobre la relatividad aparecieron en 1904-5. Complementaban y en parten


contradecían las obras de Isaac Newton. Newton contemplaba el espacio como un cuenco
vacío por donde el tiempo fluía, a través de él. Las cosas están en el espacio y los procesos en
el tiempo.

Rudolf Steiner también se formuló planteamientos para el espacio/tiempo, pero contemplaba


la dimensión espiritual.
Max Plank y Einstein notaban que algo faltaba en la teoría de Newton. Para Einstein el punto
de partida es el tiempo. No podemos estar seguros si los cuerpos celestes se mueven o no,
sólo podemos constatar que su distancia de separación, sus intervalos, varían entre ellos. Esto
es básico para entender la Teoría de la Relatividad. El planteó la teoría matemática y
geométrica, y rápidamente se enfocó a otras teorías aplicadas que ya no era Albert Einstein.

¿Cuál es la “medida” del Ser Humano? en su trasfondo llevaba en aquella época a preguntarse
¿es la talla de un jugador de baloncesto? ¿o la de un recién nacido? Es relativo y debemos
dejar lo arbitrario.

Einstein contempló cómo su teoría inicial matemático-geométrica se desvió hacia los más
diversos ámbitos aplicados desde 1905 hasta 1955. El condensó en dos frases su tesis final:

“No puedo creer que Dios juegue a los dados con el Universo.”

“Dios es sutil pero no tiene malicia.”

En el aspecto religioso, desde la II Guerra Mundial, hay una nueva identificación o relación: la
actitud ecuménica. Esta actitud ecuménica es importante desde el punto de vista kármico.
Siempre es bueno en el sentir tener esta fuerza y comprensión para la vida. Pero la debilidad
de esta actitud de encuentro reside en la relatividad de que todo es verdad y nada puede
afirmarse como única verdad. ¿Es esto así?

Hemos difuminado muchas barreras religiosas, antes Europa y América era principalmente
judeocristiana. El mundo árabe es islámico. La India, Asia y polinesia es budista, hinduista,
sintoísta… Ahora, al final de la II Guerra Mundial, muchas corrientes se entremezclan. ¿Cómo
funcionan estas religiones? ¿Qué efectos tienen? ¿Promueven o impiden a la humanidad?

Rudolf Steiner habla del Cristianismo como una religión universal de Seres Humanos. No es
una comunidad ecuménica, sino una comunidad de Seres Humanos. Cristo no está reservado a
un grupo especial, sino que cada ser Humano lleva en su interior algo muy específico individual
suyo del Cristo. No depende de su entorno, sino del propio Ser Humano de cómo lleva esta
fuerza crística. Si el ser humano comprende cabalmente la ley de la evolucióni, entonces será
un auténtico cristiano, pertenezca o no a cualquier sistema religioso. Esta ley contempla el
hecho de la transformación y de la tarea de Cristo. Jesús, hombre de su tiempo, fue
especialmente preparado para acoger el ser del Cristo que vivió entre nosotros, que murió por
manos humanas, que bajó al interior de la tierra, que resucitó y que trabaja en este cuerpo de
resurrección. En los Hechos de los Apóstoles se relata los cuarenta días que Cristo enseñó tras
su resurrección a los apóstoles.

Como Rudolf Steiner dijo: “No nos falta el Cristo, lo que nos falta es la comprensión del Cristo.”
No estamos preparados para conocer al Cristo.

¿Es Cristo un gran iniciado? O es algo más. Rudolf Steiner, que comprendió y admiró la obra
del Gautama Budha escribió sobre él y dijo: “El Gautama Budha trajo al mundo la doctrina de
la compasión y el amor 600 años antes del Cristo. Su enseñanza, impartida a todos sus monjes,
está recogida en una extensa obra de seis tomos. Pero lo que Budha enseñó, Cristo lo
REALIZÓ.”
El conocimiento del Cristo nos ayuda a despertar las fuerzas del corazón, si nos abrimos a una
relación con los otros, entonces puede entrar en nuestra conciencia el Cristo. El está para
todos los seres humanos. Esta fuerza de transformación está presente en todas las situaciones
que vivimos. Porque Jesús el Cristo no actuó sólo una vez, sino que actúa constantemente, y
ahora él ES.

Observemos las tareas del ser humano durante las distintas épocas culturales. Rudolf Steiner
desveló estos 7 misterios impronunciables de la tradición mistérica anterior.

Durante la época Proto-Hindú, el ser humano vivenciaba muy fuertemente el abismo que lo
separaba del Mundo Espiritual y contemplaba al Mundo Material como maya. Esto le
provocaba una tremenda nostalgia del espíritu. Los iniciados de aquella época guiaron a la
humanidad para sobrepasar este abismo. El Mundo Terrenal no era el mundo real, su añoranza
era verdadera, pues aspiraban a la realidad del mundo del espíritu. Los espíritus retrasados
pronunciaban y evidenciaban este abismo. Los iniciados eran los 7 Santos Rishis.

Durante la época Proto-Persa, un gran líder guió la humanidad durante los 2160 años que
duró: Zaratustra era el nombre del más conocido, que encarnación tras encarnación, durante 7
encarnaciones acogió lo que cada uno de los 7 Rishis enseñó. En la octava encarnación, él fue
sordo, mudo y ciego, separado del mundo. Todo lo que había acogido lo transformó en una
fuerza especial llamada “Fuerza del Sol Espiritual”. En la novena encarnación, en la época
persa, él reconoció esa Fuerza del Sol Espiritual. Entonces se convirtió en un Maestro para el
ser humano y dijo que ésta fuerza, este Espíritu del Sol bajaba a la Tierra y un día se
incorporaría a ella. Por eso debemos trabajar la tierra, no sólo contemplarla como “maya” sino
prepararla para la incorporación del Ente Solar.

Los seres humanos fueron ganaderos, agricultores e hicieron de la tierra su patria. Actuó una
ley oculta que aún está vigente en nuestros días: “Vosotros habéis experimentado el abismo
que separa al ser humano y la Tierra del Mundo del Espíritu, lo que vivisteis en la época proto-
hindú (como añoranza) ahora tendréis que comprenderlo”. En una época el ser humano
experimenta y vivencia, pero solamente en la siguiente puede comprender. Así la época persa
vive en la polaridad.

En la época Egipcio-Caldea, se vivencia el misterio de las relacionas alquímicas, cómo las cosas
se atraen y se mezclan. Hermes Trimegistro, el gran iniciado de esta época nos dejó la Tábula
Esmaradigna (Tabla esmeralda). Alejandro encontró una esmeralda con unas letras talladas,
escritas por este guía de la humanidad que decía: “Lo que está arriba es como lo de abajo y lo
de abajo es como lo de arriba y ambos se encuentra en el centro.” Es el principio de una
concepción trinitaria. Zaratustra donó su cuerpo astral a Hermes.

¿Cómo se entrelazan estos tres principios? Esto lo podían experimentar, pero no alcanzaban a
comprenderlo, habían entendido el principio de la polaridad de la época anterior: por ejemplo,
mirando al Nilo comprendían la alternancia entre la inundación y la retirada de las aguas, de
manera que relacionaban la fertilidad de la tierra y la época de reposo.

Así llegamos a la época Greco-Romana que se extiende desde el 747 a.C. hasta el 1.413 d.C. En
esta época tenemos a Alejandro, Aristóteles, toda la época romana, el Misterio del Gólgota, el
Cristianismo temprano, hasta la época Medieval para llegar a una nueva concepción del
mundo. La gran vivencia de esta época es la pregunta ¿qué es la muerte? ¿qué relación tiene
con la vida? Un dicho famoso de los romanos: “más vale ser mendigo en la tierra que rey en el
imperio de las sombras”. Muchos textos del Medievo atestiguan esta vivencia de la muerte,
sobre todo en los monasterios era muy fuerte. Pero el misterio de la alquimia de lo trinitario
empezó a comprenderse: El ser humano trinitario: Cuerpo, Alma y Espíritu.

El concilio de Constantinopla (no apunté el año) el Espíritu quedó como atributo del alma. Con
esta visión dualista cuerpo y alma/espíritu se quedaron en la visión de la 2ª época, la de la
polaridad. Lo curioso es que a pesar del dogma, los individuos continuaron con el concepto
trinitario: Francisco de Asís, Dante Agliglieri, Joachim Fiore.

En esta época se tiene la vivencia de la muerte, lo que pueden comprender es la alquimia


trinitaria, pero no la muerte.

En Nuestra Época debemos comprender el misterio de la vida y de la muerte. Hasta el 3.573


alcanza esta época. Si miramos los avances de nuestro tiempo, la humanidad se esfuerza por
comprender la vida y su relación con la muerte: la manipulación genética, los métodos para
prolongar la muerte… Si no encontramos la “clave” lo reducimos todo a una base “física”,
porque para realmente entender esta pregunta necesitamos el concepto de “reencarnación”.
El individuo se apropia de un cuerpo físico una y otra vez para estar presente en la tierra y lo
que vivenciamos es el misterio del Mal. No existe persona en el mundo que no tenga esta
experiencia. No podemos entenderlo, sólo lo experimentamos.

En la sexta época lo entenderemos, en aquellos años venideros vivenciaremos la “cualidad


creadora de la Palabra Humana”. El misterio de la palabra. La palabra del hombre como
creadora del bien y transformadora del mal. Lo vivenciaremos y lo entenderemos, esto que
hoy experimentamos.

Rudolf Steiner dice que la palabra tendrá una fuerza moral enorme. Llegará a la séptima época
que en la tradición esotérica se conoce como “Bienaventuranza divina”. Comprenderemos la
6ª época de la fuerza moral de la palabra humana, pero lo que vivenciaremos todavía esta
velado.

La tarea actual:
 No vivimos en un relativismo, sino que está claro el fundamento cristiano de la
humanidad, independiente de cualquier sistema religioso.
 A través de esta vivencia del Cristo, entender el misterio de la Vida y de la Muerte.
Pues Cristo no nos falta, sólo nos falta la comprensión.
 Lo que nos toca vivir es el misterio del mal, que lo aceptemos, lo vivenciemos y lo
acojamos. Por ejemplo, en el caso del terrorismo. El terrorismo también es mi
problema, busco una relación consciente con el problema y me hago preguntas: ¿qué
ocurre con el alma de las víctimas? ¿Cómo pueden encontrar su relación con Cristo? ¿Y
qué ocurre con el alma de los terroristas?
Virginia Sease. 29 octubre 2007.
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Todo ser humano está en evolución, por tanto manifiesta fuerzas y capacidades desarrolladas en un
pasado evolutivo anterior, y a la vez existen en él fuerzas y capacidades latentes para manifestar en un
futuro posterior. No lo podemos juzgar por lo que ahora representa, y por tanto todo ser humano
merece respeto, devoción, admiración, pues de lo más oscuro en él viviente, lo más luminoso puede
florecer en el futuro como fuerza transformadora. Esto es válido para toda la creación.

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