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“Cor irrequietum et cor rationale”

Por Prof. Sergio W. Salguero

Atendemos a algunos aspectos del proyecto “Hacia nuevos caminos de


integridad humana: educación anselmiana”.

El aporte que San Anselmo, monje benedictino del siglo XI, pueda hacer al
campo pedagógico (si bien sus meditaciones y preocupaciones no tuvieron por
objeto específico este ámbito)1 nos parece de gran ayuda cuando de iluminar el
hecho pedagógico se trata:

“Un planteamiento pedagógico correcto debe situarse en el campo más


decisivo de los fines ocuparse no sólo del cómo sino también del por qué,
superar el equívoco de una educación aséptica y devolver al proceso educativo
la unidad que impide la dispersión por las diversas ramas del saber y del
aprendizaje y que mantiene en el centro a la persona...”
“La Escuela Católica en el umbral del tercer milenio”.

Hablamos de los fines educativos y de todo sustrato filosófico-metafísico que


explica, dando sentido al hacer del hombre (“operari sequitur esse”, el obrar
sigue al ser) ya que éste, y no a la inversa, debiera ser el modo de proceder y
entender en toda especulación. Lo que buscamos es expresar la importancia
que guarda observar los principios que sostienen una practica determinada,
principios que por ser eso mismo,”primeros”, fundamentan todo lo que se
construya posteriormente (aunque el mismo hombre no sea conciente de ello,
debe saber que, aún así, sus actos serán condicionados por una metafísica).

El hombre, decía Aristóteles, es “un animal metafísico”, un ser que se


pregunta y se responde. ¿Dónde lo podremos encontrar hoy? Sin desesperar
queremos apostar a quienes decidieron ejercer la tarea de educar. Augusto
Mecer, filósofo, decía: “Todo hombre aspira siempre a formarse una
concepción del mundo y de la vida, sobre todo si es educador. Quien aspira a
esto dice que filosofa”.
Las tendencias actuales dan muestra e insisten en la pérdida de la reflexión y
con ello, de la misma humanidad. ¿Quién soy?, ¿quiénes somos? El hombre
tiene un nombre que le es propio y es lo que parece extraviado, diríamos como
su mismo centro gravitante. Y los actuales intentos por encontrar ese centro no
han sido satisfactorios, a pesar de haber alcanzado una gran perfección en el
dominio de la naturaleza, el fenómeno de lo humano parece escaparse de
cualquier intento por aprehenderlo.
Hace tiempo escuchamos y comprendimos la contundencia de una
afirmación: “una vez colocados los principios un pensador no piensa como
quiere sino como puede”. Y en el plano educativo este determinismo es muy
claro. Las consecuencias de los principios adoptados hacen que hoy podamos
enumerar una serie de características que de modo general y sintético
expresan el hecho educativo: subjetivismo y vacío existencial, relativismo e
incertidumbre, individualismo y búsqueda de consensos, pragmatismo y
metodologismo, eficientismo y utilitarismo, y tantos otros “ismos” que
podríamos continuar como desmesura propia de esta época.
Aquí empezamos, entonces, a mirar con ojos atentos nuestra época
recordando “que para comprender nuestro hoy, no sólo hay que atender a
aquello que siempre permanece unificando los tiempos, sino también debemos
mirar el mismo despliegue”. (2) Es este despliegue el que por ahora nos
interesa, el despliegue de lo que consideramos como nuestra época
contemporánea, en toda su historicidad, donde podemos ver un nuevo modo
de plantear los problemas con su decidida ausencia de fundamentos últimos.
Si algo ha mostrado la historia del pensamiento es la continua preocupación
del hombre por encontrar aquello último capaz de dar sentido, unidad o plenitud
a todas las cosas, seres, conocimientos y acciones, obviamente porque ellas,
en sí mismas ni por ellas, lo son: “la unidad, en efecto, rige al andar del hombre
que filosofa”(3).
Es muy común escuchar en nuestros días frases como “ser-en-el-mundo”;
“existencia”; “proyecto existencial”, que muestran el criterio utilizado para la
comprensión de lo real: un proceso de constitución por la relación entre el
mundo y el hombre. Se deja atrás la clásica noción de substancia (decimos: el
hombre es un “en sí”, un “algo” que se relaciona luego con “otro algo”, por tanto
la relación es posterior). Ahora se debe forzar la mente para pensar la cosa al
revés: “es profesor y, por ello, dicta clases” (sustancia que funda su relación
con el mundo), se cambia por: “es profesor porque dicta clases” (el hacer funda
el ser del hombre)4.
Instalarnos en este punto es meternos en (y además experimentarlo en
carne propia) la velocidad y el vértigo de nuestro tiempo, velocidad propia del
ámbito de las relaciones, de suyas, infinitamente posibles y distintas de
establecerse entre los hombres, y, por tanto, relativas. No hay ya absoluto. La
metafísica pasa al olvido (como el campo o el intento de establecer cuál será la
unidad de toda multiplicidad). Ser es concepto vacío. La verdad absoluta no
existe. No hay puntos de referencia.5
Pero no desesperemos a lo sartreano (¡como no sentir angustia!). Nosotros
recordamos las palabras del poeta: “En su noche toda mañana estriba/ de todo
laberinto se sale por arriba”6. Y también las del filósofo: “Non ridere, non lugare,
neque detestari, sed inteligere, como si dijera: nada adelantamos con reír, ni
llorar, menos que menos con insultar, cuando toda cuestión consiste siempre
en entender...”7.
Como de entender y de entender-nos se trata es que recuperamos a
nuestra memoria lo visto y entendido por este monje medieval, plasmado de
manera gráfica por nosotros en el dibujo institucional que comentamos y que
representamos de manera estética: la cuestión del sentido, de la unidad de
toda multiplicidad, de la plenitud buscada por el hombre.
San Anselmo parte de la multiplicidad como existencia real por ser creada
de la nada por una unidad “más que verdaderamente real”. Lo máximamente
pleno, por su bondad, hace que las cosas sean y sean buenas 8. Para el santo
el acceso a la unidad es posible partiendo de la realidad exterior, en las cosas
exteriores interrogadas por el hombre se descubre la hermosura revelada como
en un espejo, como imagen o vestigios de Dios, Belleza Creadora9.

De este modo aparecen los siguientes símbolos:


• Círculo: figura de movimiento, designa metafóricamente el modo de
comportarse de la realidad en sentido metafísico, donde el punto
de partida y de llegada coinciden10. Se asocia a los conceptos de
perfección y unidad.
• Centro: punto interior donde se da la “vivencia de la plenitud que
impide la aceptación de una realidad fragmentada...”11.
• Árbol con forma de cruz: centro del movimiento, es Dios Vivo,
principio organizativo que nos abre al sentido de la existencia y
plenitud humana superando toda dispersión o alineación.
• Dragón: figura mítica, común a muchas culturas, representa la
sabiduría (comiéndose la cola, la búsqueda de la unidad).
Este dibujo expresa toda una intención epistemológica de sustrato
metafísico: redescubrir en el hombre su capacidad simbólica, su pensamiento
simbólico, una forma esencial de conocimiento, de acceso a un modo de
relación con el mundo, y, quizás, una salida al laberinto contemporáneo. Aquí
hacemos una aclaración: lo que algunos llaman “la restauración del símbolo”12
nos parece nada tiene que ver, al menos en intención y fundamento, con lo
planteado por E.Cassirer y su “homo symbolicus”; aunque de gran valor en la
comprensión de la cultura como trama de simbolizaciones, reducida, creemos,
al campo psíquico como un “simbolizado sin misterio”. En medio de
fenomenologías carentes de trascendencia y del auge de la razón instrumental
aparece la necesidad de elevar los signos a categorías de símbolos que
permitan comunicarse con lo “extra-ordinario”, y encontrar en ellos la
manifestación de un sentido.
La propuesta de San Anselmo al concepto agustino de “conflicto humano”, a
su “corazón inquieto”, frágil y en desequilibrio, a su “naufragio en la
exterioridad”, comienza con el llamado a retomar el “dialogo con el interior”:

“¡Oh, pobre mortal! Deja un momento tus


ocupaciones, huye un poco de tus tumultuosos
pensamientos, arroja tus pesadas inquietudes,
abandona tus trabajosos quehaceres. Dedícate
un instante a Dios y descansa un instante en
él. Entra en el recinto de tu mente, arroja
todo, excepto Dios y lo que te ayude a
buscarle, y, cerrada la puerta, búscale.
Dí ahora, corazón mío, dí ahora a Dios:
Busco tus rostro, tus rostro, ¡Oh Señor,
Requiero!”13.
Y también en palabras de San Agustín: “Noli foras ire; inte ipsum redi; in
interiore homine habitat veritas (no te desparrames fuera, vuelve dentro de ti;
en lo interior del hombre habita la verdad)”14.
Pareciera que “en no desparramarse” se juega todo es asunto y en
abandonar todo aquello que dispersa, porque el destino humano se juega en
otro plano, en el nivel de lo sobrenatural, sin rechazar al mundo (una posición
simplista y escapista) pero juzgándolo desde lo que llamaríamos una “reflexión
amorosa” del mismo, con un “corazón racional”.
Aquí presentamos lo que podría pensarse como un posible ideario
pedagógico anselmiano que, sin dudas, merece mayor estudio y análisis:

LOS FINES.

1. ACEPTAR…
Desde el comienzo que Cristo es la verdad, el camino y la vida como
la mejor manera de no equivocar el camino.

2. FORMAR…
Según San Anselmo un corazón racional que permita amar a la
Verdad, creer en ella, buscarla y conocerla con la razón. Educar será
entonces, conducir al encuentro de la persona de Jesucristo, a la
escucha de su palabra para que, creyendo entendamos su verdad y
la amemos. Este es el método anselmiano fides quaerens intellectum.

3. REDESCUBRIR…
La integridad del hombre perdida en esta época. Su rostro vivo
aparecerá cuando logre conjugar sus tres dimensiones en la unidad de
su existencia, la fe, la razón y su experiencia personal. Porque el
hombre no puede vivir sin razón, tampoco pensar sin amar, y menos aún
pensar sin estar sostenido por el Dios que lo creó y lo redimió.
4. ATENDER…
A las preguntas fundamentales que el hombre de nuestra época se
realiza y cuyas respuestas se encuentran en el evangelio. Esto es,
amar, exigiendo de nosotros adultos poner el sentido de la vida
descubierto a disposición de las generaciones más jóvenes.

Demos un último paso. El camino propuesto para la cuestión de la


integridad humana pasa por enfrentar los continuos procesos de
despersonalización que sufrimos. Decía Malraux: “En nuestra civilización sin
mundo de arriba...el problema es...cómo hacer que el hombre se de cuenta de
que puede edificar su grandeza sin religión, sobre la nada que lo aplasta”15. Si
no existe un Principio Personal que sustente la realidad humana y todo lo
demás...y si Dios está muerto porque lo matamos nosotros...y si sólo queda el
nihilismo y su experiencia como punto de partida para la superación de las
“falsas ilusiones humanistas”, no queda, entonces otro “remedio” (¡sic!) que
asumirse como libertad y “hacerse” siendo “dinamita”.
No es éste, pensamos, el camino. Entonces “uno no sabe, en estos
tiempos-los nuestros- qué cosa sea más importante: si, creer, o, entender. San
Anselmo nos dice que las dos cosas...sólo que para entender, se ha de creer
primero; pero, creyendo ya, luego se ha de entender. La fe no exime de la
filosofía, la filosofía no exime de la fe ¡vaya problema! Muy claro para quién así
lo entiende, y, absolutamente ininteligible para quien no entiende”.16
Y encontramos una advertencia que el autor de la cita anterior nos hace: “le
debiera estar vedado al hombre el hablar de ellas (las cosas divinas) con una fe
muerta, es decir, de oídas”17, porque “si no se sabe lo que es la fe, porque no
se la tiene, ¿cómo es que puede afirmar que hay contradicción entre ella y la
razón?”18. Creer que Cristo es el camino, la verdad y la vida, es una decisión
personal y de cada cual, sabiendo que también es un don poder decidirse a
aceptar esa realidad verdadera. Pero dada la fe ésto obliga a usar la razón
para entender.
Este es el fides quaerens intellectum, método medieval, junto a otro, partir
de la realidad exterior para encontrar la unidad creadora coincidente con el
Dios de la fe dentro de la que se mueve la razón con total naturalidad19.

20
Los versos de este poeta argentino sirvan a modo de cierre (¿o
apertura?) del círculo:

“Del amor navegante.


Porque no está el Amado en el Amante,
ni el Amante reposa en el Amado
tiende Amor su velamen castigado
y afronta el ceño de la mar tonante.

Lleva el Amor en su navío errante


y a la tormenta libra su cuidado,
porque son dos: Amante desterrado
y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiría


ni llanto, ni bajel ni lejanía,
sino la beatitud de la azucena.

¡Oh, Amor sin remo en la Unidad gozosa!


¡Oh, círculo apretado de la rosa!
Con el número Dos nace la pena”.

NOTAS
1
() Se pueden consultar al respecto algunos pocos pasajes en SAN ANSELMO DE CONTORBERY, Obras Completas de

San Anselmo. Biblioteca de Autores Cristianos, 2 Vol., Madrid, 1952-1953, fundamentalmente en los de su biografía escrita

por si discípulo Eadmero, con respecto a la conducción de los monjes en el monasterio y el trato dispensado a los niños.
2
() AVELLANEDA, Blanca. “La unidad del hombre”. V jornadas de Teología, Filosofía y Ciencias de la Educación.

Septiembre de 1998. pp. 46. El subrayado es nuestro.


3
() CORTI, M. Y J. PEREZ. El corazón racional. (Heidegger-S.Anselmo). Amor y Verdad III. Córdoba: ed. alfabeta, 1995.

pp.281. En otro libro de este mismo autor, citando a R. Guardini se expresa la importancia de esta búsqueda: “El único

patrón para valorar con acierto una época es preguntarle hasta qué punto se desarrolla y alcanza en ella su auténtico

significado la plenitud de la existencia humana, teniendo en cuenta el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época”.
4
() Ibíd. pp.21.
5
() Cfr. CORTI, M. “Universidad y cultura: La juventud universitaria”. Revista de la Sociedad de Investigaciones

filosóficas. Año 1. Nº 1. Córdoba, 2000. pp. 167.


6
() MARECHAL, L. Obras Completas. Bs.As.: Libros Perfil S.A, 1998. Tomo I. pp. 177.
7
() PEREZ, J. R. “Símbolo y sentido del pensamiento de Nimio de Anquín”. Revista de la Sociedad de Investigaciones

Filosóficas. Año 1. Nº 1. Córdoba 2000 pp. 32.


8
() Cfr. Ibíd. pp. 264
9
() Encontramos aquí el punto de partida y fundamento para nuestra misión institucional: “Descubrir en el crear del Amor, y

la belleza de aprender”, y para el Departamento de Arte recordamos los valiosos aportes del concepto de belleza creada

como trampolín de acceso a la Belleza Creadora en MARECHAL, Leopoldo. Obras Completas. “Descenso y ascenso del

alma por la belleza”.


10
() Cfr. FERRATER MORA, J. Diccionario de filosofía 4 Vol. Pp.560.
11
() Cfr. COLLA, F. Leopoldo Marechal. La conquista de la realidad. Córdoba: Alción editora, 1991.
12
() Cfr. COLLA, F. Ibíd. pp.
13
() Cfr. San Anselmo. Pros logion. Traducido al castellano por Manuel Fuentes Benot. Bs.As.: editorial Orbis, 1984. pp.53.
14
() Cfr. CAMILLONI, C. Filósofos del ser triádico. S. Agustín, Rosmini, Sciarco. Córdoba, 1995. pp.23
15
() Cfr. PEREZ, J. R. Memoria, Amor y Verdad II. Córdoba: ed. alfabeta pp. 88.
16
() Cfr. CORTI, M y J. Pérez. Ibíd. pp.341
17
() Cfr. Ibíd. pp.251
18
() Cfr. Ibíd. pp. 234
19
() Ibíd. pp. 340-341
20
() MARECHAL, L. Obras Completas. Ibíd. pp. 228.

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