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Dijo Raymond Chandler, maestro del género policial negro: "Enseñadme un hombre o una
mujer que no soporte las novelas de misterio y yo os enseñaré un tonto, un tonto mañoso
quizá, pero un tonto al fin y al cabo". La literatura policial, tanto los cuentos como las
novelas, produce libros entretenidos. Combatir el aburrimiento tal vez sea uno de los
principales fines de la narración. Habría que tener en cuenta algunas características,
opiniones y la experiencia de algunos autores del género.
El libro está basado en una historia real; el asesinato de una familia de granjeros atrapa al
lector desde el inicio. La prosa seductora del autor va armando el rompecabezas mediante
una trama que mantiene el interés permanentemente. El autor profundiza también en la
sicología de los personajes, tanto de las víctimas como de los asesinos, teniendo siempre en
cuenta el ambiente y el desarrollo de la acción. A lo largo de la lectura, el autor va
mostrando la sociedad a la que pertenecen los personajes mientras se suceden distintos
planteos éticos. No se trata de un crimen perfecto, aquél que jamás se descubre, sino que
los asesinos son descubiertos, enjuiciados y condenados. No se trata de una apología del
delito, sino de una indagación en los hechos, en una búsqueda de la verdad, y, en definitiva,
digno de un escritor de la talla de Capote, de un profundo conocimiento del ser humano, en
una novela narrada con maestría y que se ha convertido en un clásico del género.
Según Borges la novela policial tiene fecha de nacimiento: 1841, y su inventor, dice, es
Edgar Allan Poe, quien en ese año escribió Murders in the Rue Morgue (el escritor
argentino prefiere traducirlo como "Los crímenes de la calle morgue" en lugar de "Los
asesinatos en la calle Morgue"). Entre otras cosas, Borges reconoce una virtud en las
novelas policiales, y es que la obra de arte debe tener un principio, un medio y un fin. En
cuanto al futuro de esta clase de literatura Borges dijo que en el género policial hay mucho
El autor norteamericano, maestro del género negro, distingue diversas clases de adjetivos
para las novelas policiales.
Por último Chandler habla de la "novela de crímenes", donde en una historia hay un
asesinato pero eso no la sitúa, afirma, en la categoría de novela de misterio o detectivesca.
El escritor argentino Ricardo Piglia realizó esta antología de cuentos de varios autores
donde en el prólogo dice: "El crimen perfecto es la utopía del género policial pero es
también su negación". Un crimen tan bien ejecutado que jamás se descubre es el horizonte
al que aspiran los textos (o sus lectores) y, sin embargo, sabemos que esa expectativa será
(fatal y resignadamente) frustrada". Tampoco se trata aquí de una apología del crimen ya
que Piglia afirma: "Habría que hacer una arqueología de las soluciones extraordinarias que
a lo largo de los años los autores de relatos policiales han inventado para resolver casos que
parecían no tener solución. Ese catálogo de sorpresas a la vez ingenioso e ingenuo
permitiría comprobar hasta qué punto el género viene a resolver un conflicto que la
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sociedad no puede resolver porque siempre habrá crímenes sin solución".
Sin embargo, la narración de estos crímenes sin resolver no se termina con el relato sino
que existe siempre la posibilidad de que alguien, un futuro investigador, deduzca quién está
detrás del crimen. Así, según Piglia, muchos de los relatos de esta antología podrían ser el
primer paso de un volumen en el que se inventaran historias que empiezan donde estos
textos terminan. La antología reúne los siguientes relatos: "El tonel de amontillado" de
Edgar Allan Poe, "La confesión de Stavroguin" de Fedor Dostoievsky, "El difunto Mister
Elvesham" de H.G. Wells, "Una cama terriblemente extraña" de Wilkie Collins, "Los
asesinos", de Ernest Hemingway, "Una rosa para Emily" de William Faulkner, "Señor, Tú
que me ves" de Patrick Quentin, "El problema final", de Arthur Conan Doyle, "La muerte y
la brújula" de Jorge Luis Borges, "Cuento para tahúres" de Rodolfo Walsh, "A las tres" de
William Irish, "Soborno y Corrupción" de Ruth Rendell, "La heroína" de Patricia
Highsmith, "Crimen premeditado" de Witold Gombrowicz, "La larga historia" de Juan
Carlos Onetti y "El productor Asistente" de Vladimir Nabokov.
Bibliografía