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Diálogo

Interreligioso
en el
monasterio
Como ya va siendo habitual en el mes de mayo se celebró la reunión anual de la
Comisión Ibérica del DIM (Diálogo Interreligioso Monástico). En esta ocasión se
desarrolló en el Monasterio Cisterciense de la Encarnación de Córdoba: No se trata
ahora de hacer una crónica de la reunión, pues ella ya aparecerá en el boletín
correspondiente del DIM, en la pluma de sor Griselda Cos. No obstante si que
podemos hablar un poco del diálogo interreligioso.

Lo que voy a intentar presentar de forma simple y reducida es el qué y el porqué de


este diálogo. Todos sabemos que en los últimos 30 ó 40 años se ha escrito mucho
sobre el diálogo interreligioso. Se han publicado libros y se han realizado cursos sobre
el diálogo y su metodología. Han aparecido métodos, reglas, maneras, etc. desde la
teórica, antes de experimentarlo. Maestros del “diálogo correcto” que nunca se habían
relacionado con nadie de otra religión y que esgrimían métodos de cómo dialogar. Aún
hoy, que vivimos en una sociedad pluricultural, con gentes de las más diferentes
tradiciones religiosas y en la que abundan los musulmanes, todavía encontramos a
muchos que hablan sobre el Islam, generalizando lo que tiene de “raro”, -incluso para
la mayoría de los musulmanes- y nunca han hablado con ningún musulmán.

Hay una situación nueva innegable que nos obliga a tener una actitud diferente. Es
algo que expresa con claridad el teólogo Torres Queiruga: “La pluralidad de las
religiones, en un mundo en trance de unificación tan acelerada como jamás había
conocido la historia humana, nos coloca a todos, creyentes y no creyentes, ante una
de las tareas más urgentes y decisivas. Ya no caben la ignorancia mutua ni la
distancia indiferente. El contacto resulta continuo y el contraste, inevitable. Como Karl
Jasper decía de las situaciones-limite, eso no podemos cambiarlo”.1

Pero ¿Qué es el diálogo? El diálogo, más que una actividad es una actitud que no se
fundamenta en el escepticismo, ni mucho menos en el relativismo, sino en la dignidad
de las personas que se comunican y buscan la Verdad, con respeto, sinceridad,
amistad, confianza, apertura, etc.2

Como actitud y método se fundamenta: en el conocimiento de Dios, que es parcial y


complementario en las distintas religiones, y en la dignidad de la búsqueda-respuesta
del hombre a Dios.3

1
TORRES QUEIRUGA Andrés, Prologo a: Teología del Pluralismo Religioso de José Mª
VIGIL. El Almendro, Córdoba 2005
2
Cf.OMP. Formación misionera para sacerdotes y seminaristas. 6
3
Cf.OMP. Formación misionera para sacerdotes y seminaristas. 6
1
El Concilio también anima a ese diálogo, y dice
que “para dar fructuosamente testimonio de
Cristo, los cristianos se deben unir con los no
cristianos por el aprecio y la caridad, y deben
tomar parte en la vida cultural y social,
familiarizándose con sus tradiciones nacionales y
religiosas, para descubrir así con gozo y respeto
las semillas de la Palabra que en ellos laten”.4

Vamos a ir concretizando. ¿Qué motivaciones


podemos tener los monjes y monjas para desde nuestra fe y condición contemplativa
entrar en el mundo del diálogo interreligioso?

El diálogo interreligioso monástico está inscrito en el movimiento eclesial del diálogo


interreligioso y se podría resumir y expresar en los puntos siguientes, como un
resumen de la teología del diálogo:

a) La familia humana comulga en una unidad profunda por su origen y su


finalidad última:

Dios ha creado al hombre y a la mujer a su imagen, les ha dado una misión para un
proyecto común5. Esta unidad es más fundamental y más importante que todas las
diferencias. Dios quiere la salvación de todos los hombres6. Esta voluntad de salvación
tiene su centro en Cristo7

b) Jesucristo se ha convertido en Salvador del mundo y nadie queda fuera de su


salvación:

Jesucristo ha unido, de alguna manera, consigo mismo, a todo hombre y el contacto


con este misterio pascual es ofrecido a cada hombre, cristiano y no-cristiano, por el
Espíritu Santo.8

c) El Espíritu Santo, que habita en el corazón de cada hombre:

Está en el origen del deseo de toda persona que


busca el sentido de su existencia, y le inspira los
ideales nobles y buenas iniciativas.9 Y el
reconocimiento a esa acción del Espíritu la Iglesia
respeta y anima todo lo que es verdadero y santo en
las otras religiones.10

d) Entre las religiones existen diferencias:


Que reflejan la riqueza espiritual que Dios ha dado a
los hombres.11 Pero también, a veces, manifiestan
los límites del hombre dividido en sí mismo.12

4
Cf. Conc. Vat. II: Decreto Ad gentes divinitus, (1965), nº 11.
5
Cf. Gn 1; Nostra Aetate 1.
6
Cf.Gn 9, 9-18
7
Cf. Tm 2, 5-6; Lumen Gentium 16; Dei Verbum 3-4; Nostra Aetate 2.
8
Cf.2 Cor 5, 18-19; Nostra Aetate 2; Ad Gentes 3; Mc 10, 45; Gaudium et Spes 22;
Redemptor Hominis 13.
9
Cf. Redemptoris Missio 28-29.
10
Cf. Rm 8, 26; Lumen Gentium 16; Nostra Aetate 2.
11
Cf. Ad Gentes 11.
12
Cf. Gn 11; Rm 7, 21-24; Lumen Gentium 16.
2
e) La Iglesia signo e instrumento de la unión entre Dios y los hombres:

La Iglesia encuentra su identidad y su deber en ser signo e instrumento de la unión


entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí.13 Por eso la Iglesia busca el
diálogo con todos los hombres de buena voluntad en todos los pueblos, culturas y
religiones sin proselitismo.14

Y concretamente, los monjes y monjas, buscadores de la unificación interior y de la


apertura al absoluto pueden ser un puente para el encuentro entre las religiones, ya
que el arquetipo monástico es común a toda la humanidad y cada ser humano,
independientemente de su religión, lleva en sí una tendencia monástica.

Podemos enriquecer nuestra vida monástica con la actitud y la práctica del diálogo. Ya
que el diálogo interreligioso amplía nuestra antigua práctica de la hospitalidad
monástica. Pues se trata también de acoger otro camino espiritual, de reconocer que
tiende, al igual que nosotros, hacia objetivos semejantes. Además, los intercambios
espirituales y la oración interreligiosa con contemplativos de otras religiones, nos
enriquecen dándonos a conocer otras formas de práctica contemplativa que los
monjes cristianos podemos integrar en nuestra propia contemplación (Vipassana,
Zazen, Yoga, Sama,…) ampliando nuestro horizonte tradicional y despertando
aspectos de la tradición que se habían abandonado (apertura al cosmos, presencia del
cuerpo,…). Por otro lado, los intercambios espirituales refuerzan la solidaridad e
incitan a colaborar en las iniciativas religiosas por la paz y el respeto a la creación.

Para el monje cristiano el diálogo interreligioso se inscribe en su vocación: estar


unido a Dios15 y estimular el progreso de la humanidad hacia la unidad profunda.16
Admirar al otro como otro, como expresión de la sabiduría pluriforme de Dios y
honrarlo en su carácter único forma parte de la actitud contemplativa. 17

Para el diálogo es importante que se parta del corazón del


hombre y que el acto que realicemos sea verdaderamente
personal. En este diálogo no debemos mirar sólo hacia atrás,
sino hacia arriba (al transcendente) y hacia al lado y adelante
donde están los otros. En este sentido el diálogo es plegaria
y comunicación.18

Además, nuestras religiones nos piden mirar al otro como


imagen de Dios, como prójimo. Y debemos amar al prójimo
como a nosotros mismos. Y ciertamente por las religiones
somos creyentes próximos.19

Y ya que escribimos desde el cercano Magreb, podemos concluir con un pensamiento


del recordado Monseñor Peteiro20:

13
Cf. Lumen Gentium 1; Ad Gentes 1;
14
Cf. Lumen Gentium 13, Gaudium et Spes 1-3; Ad Gentes 11, RB 4, 8.
15
Cf. 1 Jn 3, 2.
16
Cf. Jn 17, 21
17
Cf. Sab 11, 24
18
Cf. R. PANIKKAR, “Religión (Diálogo Interreligioso)”, en Conceptos fundamentales
de cristianismo. Trotta, Madrid 1993, 1145-1146.
19
SAMPEDRO F. Ecumenismo y Tercer Milenio. Celam, Bogotá 2003, 153.
20
Monseñor Antonio Peteiro Freire. Arzobispo de Tánger de 1983-2005. Falleció 25
marzo 2010.
3
No podemos pretender que una religión tiene la verdad totalmente, ni
encasillar a Dios en una determinada religión. Hemos de «Dejar a Dios ser
Dios», por encima de nuestras categorías y definiciones. Porque en la
medida en que renunciamos a poseerlo, lo encontraremos como Dios
verdadero. El verdadero Dios nunca es «a nuestra medida»… Nadie posee
la verdad completa. Sólo Dios”.21

Hasta una próxima ocasión, si Dios quiere, ¡Inchsh’Allah! Vuestro hermano monje de
Huerta, en tierras del Islam.

Fraternalmente, José Luis

21
PETEIRO FREIRE A, en “Vida Nueva” (Madrid) 2308 (diciembre 2001) 50.
4

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