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Si retiramos la mirada del dolor de las víctimas, dejamos alimentar el pensamiento que nutre la
verdadera ética” J. Mardones y Reyes Mate
afectadas, tanto por las deficiencias del sistema penal de justicia, como por un
ambiente caracterizado por la intimidación, situación que conduce a la no denuncia.
Una de las razones señaladas para no denunciar los delitos es el temor a las
represalias, lo que representa una asociación negativa entre el delito y la disposición
de las víctimas a poner en conocimiento de la justicia la ocurrencia del hecho. La
incidencia del temor a las represalias como factor para no denunciar ha seguido, en
las tres encuestas de hogares realizadas por el DANE, desde 1985, una evolución
similar a la de la de tasas de homicidio en el país. Es decir, va creciendo cada vez
más. De igual manera, para M. Rubio (1999)6, con la oficialización del vicio en el
procedimiento a finales de los ochenta, la investigación de los incidentes penales en
Colombia, se limito progresivamente a aquellos con sindicado conocido, o sea a los
delitos prácticamente resueltos desde la denuncia por parte de las víctimas. Esta
peculiaridad, no sólo ha condicionado las relaciones de los colombianos con la
justicia penal, sino que ha beneficiado a los criminales profesionales, aquellos con
mayor capacidad para no dejar rastro o para amenazar a los denunciantes. “Por esta
vía se ha fortalecido en Colombia el círculo vicioso entre desinformación e
impunidad, recurrente en la literatura sobre mafias.”
Esto obviamente implica, que no solamente hay que considerar a la víctima del
delito, sino además a otros sujetos a los cuales también se les asignan estas
características de desamparo e inseguridad y que por ello mismo pasan a ser
igualmente víctimas, como es el caso de los testigos, que a menudo sufren una serie
de vejaciones y carecen de información sobre sus derechos y de asesoramiento
jurídico, en la medida en que pasan a ser un simple objeto de un expediente, y por lo
tanto, carentes de toda consideración de persona, con lo cual quedan en el total
desamparo e inseguridad. Es por esto, que se hace necesario distinguir entre
medidas de protección para la víctima en sentido estricto, como lo plantea Bustos
(1993)7, esto es, la persona directamente afectada por el delito, y aquellas en
relación con la víctima en sentido penal amplio, es decir: testigos, delincuente,
responsable civil, familiares, etc. Por eso, se hace necesario ofrecer además de la
reparación civil, una mejor protección personal a la víctima, en relación con aquellos
delitos que implican traumatismos de carácter psicológico mediante los peritajes o
interrogatorios, estableciendo formas procedimentales que velen por la intimidad de
la víctima, además de establecer la gratuidad en el proceso, para el caso en que no
tenga los medios para ello. Los servicios de asistencia a la víctima, por lo tanto
deben contemplar siempre una atención de asesoría jurídica, con el objeto de
informarle, tanto sobre la forma de proceder, como respecto de sus derechos.
6
Ibid. p. 204
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Op. Cit. pp. 30-31
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Dentro del campo de la protección y asistencia a las víctimas al interior del sistema
penal, es necesario plantear una diferenciación en relación con el papel que la
Fiscalía General de la Nación debe cumplir, en relación con lo que establece la
reforma que se lleva a cabo. En la actualidad, la Fiscalía en cumplimiento de sus
funciones y atendiendo a lo señalado en la Constitución Nacional, de proteger a las
víctimas testigos y demás intervinientes dentro del proceso, creó el programa de
Protección y Asistencia a víctimas y testigos, cuya función se encamina básicamente
a proteger a solicitud de los fiscales, a aquellas personas junto con su familia cuya
seguridad esta gravemente amenazada y que proporcionan información de carácter
fundamental, para la investigación de delitos relacionados principalmente con el
crimen organizado, terrorismo, rebelión, grupos armados ilegales, narcotráfico,
secuestro y delitos contra los derechos humanos y el derecho Internacional
humanitario. Sin embargo, y teniendo en cuenta que la reforma contempla la
continuidad de esta tarea, es importante señalar algunos aspectos de indudable
trascendencia en relación con esta actividad de protección y asistencia. La inclusión
de las víctimas como el eje fundamental sobre el cual el sistema acusatorio se
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Para la mayoría de los victimólogos como: Rodríguez Manzanera, A Beristain, E. Bustos. G. Landrove. E.
Fattat, H.J. Schneider, y otros, estas categorías de victimización son las más importantes.
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moviliza, implica que la tarea de protección y asistencia a las víctimas, tenga que
diferenciarse en relación con la participación de las víctimas, una vez entran en
contacto con los operadores de justicia, es decir: 1. Asistencia especializada a las
víctimas y testigos. 2. Protección y seguridad y 3. Orientación y asesoría para su
participación dentro de los diferentes momentos del proceso penal como son: la
conciliación preprocesal, la mediación y el incidente de reparación.
Sin embargo, la tarea de protección y asistencia a las víctimas, debe partir de una
política general que se sustente en las disposiciones internacionales sobre la
implementación de programas de asistencia, que no solamente brinden ayuda
inmediata, sino que correspondan a la filosofía de los principios fundamentales de la
justicia restaurativa. Es decir, la tarea de implementar asistencia a las víctimas debe
encajar dentro del esquema general, de propiciar desde el primer contacto de la
víctima con los operadores de justicia y, en este caso particular con la Fiscalía
General de la Nación, un conjunto de actuaciones coherentes con el objetivo primario
de lograr la disminución de las consecuencias victimizantes causados por el hecho
delictivo y que en el caso particular de las instituciones administradoras de justicia,
conducen a los efectos nocivos de la victimización secundaria.
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Landrove, G. (1990) Victimología, Valencia, tirant lo blanch.
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Teniendo en cuenta, que la Fiscalía debe asegurar la protección de los testigos como
herramienta clave en la lucha contra la impunidad, el sistema acusatorio debe
asegurar la comparecencia de los testigos, de tal manera que la sociedad comprenda
que existe un aparato de justicia eficaz, que proporciona garantías reales para su
protección y participación dentro del proceso penal. La identificación de los riesgos y
peligros de los testigos, así como las medidas para adoptar un sistema de
protección, es una necesidad muy sentida en los actuales momentos. La definición
legal del protegido es necesario reglamentarla, más aún, si el protegido ha
conseguido su vinculación al programa de protección, en condición de miembro de
una organización delincuencial y no como víctima de un delito.
Uno de los puntos que se debe analizar y definir con claridad hace relación al
procedimiento de ingreso. En la justicia Norteamericana, la Witness Security División,
es la encargada de la protección que se implementa una vez el fiscal del caso ha
hecho la solicitud a la oficina de operaciones del programa de protección, donde se
realiza la evaluación previa del candidato a ser protegido y se genera la resolución
de ingreso al programa, por parte del director de la Oficina de Protección. La
experiencia Colombiana desde que se creo el programa, permite plantear la
necesidad de definir con precisión el procedimiento de ingreso, permanencia y retiro
del programa.
El fiscal que requiere proteger a la víctima testigo, por que corre grave peligro debido
a su participación en el proceso, debe valorar la importancia de la colaboración del
testigo y/o víctima, para alcanzar los fines procesales y obtener el éxito Investigativo.
De igual manera, se hace necesario determinar quien debe realizar la protección en
los casos en que esta sea requerida de manera urgente, lo que conduce
necesariamente a determinar los diferentes niveles de protección que se deben
proporcionar, de acuerdo con la amenaza, el riesgo, la vulnerabilidad del testigo. Otro
de los puntos de importancia, gira en torno al hecho de quién decide el ingreso del
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Uno de los asuntos más polémicos dentro de la política de protección que se hace
oportuno comenzar a debatir, hace relación con la participación de personas que
cumplen condena y que pueden solicitar protección a cambio de alguna
contraprestación. Contemplar la ampliación de la protección a la familia de los
detenidos, debido a las consecuencias negativas en su seguridad, como
consecuencia de proporcionar información de importancia dentro de un proceso
penal, en casos de gran relevancia como el crimen organizado, narcotráfico,
terrorismo, violaciones a los derechos humanos, etc., es una herramienta de gran
importancia dentro de la lucha contra el delito. Determinar cuál va a ser la política
penitenciaria para que se facilite la participación de estas personas dentro de las
investigaciones, requiere un trabajo conjunto con la Fiscalía General y el INPEC,
que contemple condiciones de protección al interior de las prisiones, así como la
implementación de establecimientos carcelarios adecuados para la prestación de
servicios adicionales a los detenidos que sean acogidos al programa de protección.
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En el caso Norteamericano, la protección y el estudio de ingreso al programa se hace a través de un organismo
independiente a la Fiscalía General, que se encarga de llevar a cabo todo el proceso para su ingreso, protección y
posterior reubicación, en un lugar donde pueda iniciar una vida nueva bajo su nueva condición. El cambio de
identidad, la cirugía plástica, la reubicación en el exterior, son entre otras, actuaciones posibles respaldadas por
los organismos estatales que apoyan y colaboran en su implementación. Esto requiere de un equipo capacitado,
para asesorar y preparar al protegido en su desempeño como miembro de una comunidad diferente, donde va a
desarrollar su vida a partir de su nueva reubicación.
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un régimen disciplinario menos rígido, son varias de las muchas medidas posibles
que pueden ser estudiadas para su posible aplicación.
La mediación por lo tanto, surge como una herramienta útil para alcanzar la solución
pacífica del conflicto generado por el delito. La mediación a través de la organización
de intercambios entre las partes les permite confrontar sus puntos de vista y permite
superar la ineficacia del sistema penal que se concreta en la simple aplicación de la
pena, al ser utilizada como único mecanismo al fenómeno delincuencial.
De igual manera, deben estar de acuerdo sobre los hechos fundamentales del
asunto, como base para su participación en el proceso restaurativo; la participación
del delincuente no se utilizará como prueba de admisión de culpabilidad en
procedimientos posteriores. El papel de facilitador que pueden ejercer los diferentes
profesionales, como en el caso particular del psicólogo, implica contemplar estas
recomendaciones, para poder ayudar en el acercamiento victima-victimario,
dimensionando la naturaleza del hecho, la afectación del daño y evitando el
desbalance entre las partes, teniendo presente que para las víctimas el proceso de
mediación puede resultar provechoso, pero de igual manera puede representar una
vivencia traumática o dolorosa: Para el procesado la mediación puede representarle
una oportunidad que le permita asumir la responsabilidad de enfrentar directamente
el hecho sus las consecuencias.
Así mismo, es una ocasión para rectificar, ofrecer una explicación, presentar
disculpas, reparar su propia imagen y evitar de acuerdo con la reglamentación que
se señale, la persecución penal, los antecedentes judiciales y en ocasiones la
privación de la libertad. La participación del psicólogo requiere por lo tanto, una
capacitación especializada que contemple la dimensión jurídica y humana del
fenómeno criminal y victimológico. La participación dentro del proceso penal implica
tomar decisiones de gran importancia, que permitan una adecuada asesoría al fiscal
sobre los asuntos que competen a la mediación, como son: definir el momento
oportuno para realizarla, evaluando la dimensión del daño psicológico de la víctima,
la percepción de la víctima sobre el daño recibido, las implicaciones psicológicas del
encuentro, la naturaleza de las demandas de la víctima y del victimario, implica la
realización de un trabajo conjunto con los funcionarios judiciales y de un tratamiento
profesional y ético que conduzca a un resultado acorde con la filosofía de la justicia
restaurativa.
Sin lugar a dudas, que la reforma al sistema penal requiere de un esfuerzo enorme
por parte de la Fiscalía General de la Nación, que implica no solamente una
reglamentación acorde con el nuevo reto, sino un gigantesco esfuerzo de
capacitación y formación de los funcionarios que la componen, que permitan un
desempeño comprometido con la filosofía que sostiene los principios fundamentales
de la ayuda a las víctimas. La sola creación de estructuras administrativas y
operativas, sin un compromiso claro, con una política dirigida a concebir a la justicia
como un instrumento que propicie la disminución de la impunidad y la búsqueda de
mecanismos de reparación y restauración, que se implementen desde las diligencias
iniciales de la investigación no es suficiente.
Cambiar la mentalidad actual del derecho penal, obsesionado por el castigo y por el
delincuente hacia una concepción reparadora cuyo fin fundamental es muy modesto
pero no menos trascendente, como es restituir a la víctima, devolver al infractor al
lugar de oportunidades simétrico y alcanzar la convivencia y la resolución del
conflicto, mediante un proceder dialógico y no dialéctico, es posible si se entiende la
reforma como una posibilidad de poner al alcance de la sociedad Colombiana, una
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Ibid. p.19. “1. Las víctimas podrán solicitar al fiscal en cualquier momento de la actuación medidas de
protección frente a probables hostigamientos, amenazas o atentados en su contra o de sus familiares. 2. El
interrogatorio de las víctimas debe realizarse con respeto a su situación personal, a sus derechos y dignidad. 3.
Para el ejercicio de sus derechos no es obligatorio que las víctimas estén representadas por un abogado, sin
embargo, a partir de la audiencia preparatoria y para intervenir como sujetos procesales, podrán ser asistidas por
un profesional del derecho. Si esta no contare con los medios suficientes para contratar un abogado, la oficina de
Atención a Víctimas de la Fiscalía le designará uno de oficio.4. El juez podrá en forma excepcional, y con el fin
de proteger a las víctimas, decretar que durante la intervención el juicio se celebre a puerta cerrada. 5. Las
víctimas podrán formular ante el juez de la causa el incidente de reparación integral, una vez establecida la
responsabilidad penal del imputado”. P. 19
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