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PROTECCIÓN Y ASISTENCIA A LA VÍCTIMA,


EN LA NUEVA REFORMA PENAL

Si retiramos la mirada del dolor de las víctimas, dejamos alimentar el pensamiento que nutre la
verdadera ética” J. Mardones y Reyes Mate

Fernando Díaz Colorado1

Antes de hablar sobre la tarea que le compete a los organismos de justicia y de


investigación judicial del Estado, en lo que hace referencia a la protección y
asistencia a las víctimas de delitos, es importante hacer unas precisiones que nos
permitan comprender de una mejor manera, la problemática de las víctimas de
delitos en el escenario legal.

Es innegable, que en Colombia actualmente, tanto la víctima como el sindicado se


enfrentan a un interminable peregrinar por las instituciones de administración de
justicia donde reciben un tratamiento desacomedido, tardío y en ocasiones confuso y
desorientador. La pronta acción de justicia, tanto para el sindicado como para la
víctima, casi nunca se da. Son frecuentes las numerosas ocasiones en que la víctima
es citada para ampliar una declaración, ofrecer testimonios, presentar documentos
que sustenten la denuncia, así como someterse a los interrogatorios del defensor del
victimario, del fiscal investigador o del asistente judicial, sin que para ello se tenga
en cuenta la dimensión emocional del daño psicológico ocasionado.

Además, de recibir en la mayoría de las ocasiones un trato desobligante, en donde a


la víctima se la considera como la causante, precipitante o culpable del hecho
delictivo. El fiscal investigador, en ocasiones olvida que la víctima es su fuente de
información más relevante y lo que es más importante, que debe ganarse su
colaboración. El fiscal es un vendedor de confianza, debe lograr la confianza de la
víctima, hacerla su partidaria y aliada en el proceso, como herramienta fundamental
para guiar y conducir la investigación. En muchas ocasiones el trato hostil,
autoritario y desacomedido del fiscal, genera frustración, doble victimización y
resentimiento por parte de la víctima hacia el sistema de justicia. Es bien sabido, que
no obstante que el código penal establece que la reparación del daño comprende
tanto lo material como lo moral, lo uno y lo otro no se cumple, y en las ocasiones en
las que se contempla, la víctima tiene que conformarse con una indemnización en
cuya valoración no tuvo participación. En la mayoría de las ocasiones el daño
económico y psicológico no se resarce. Lo que interesa al aparato de justicia es
1
Díaz Colorado, Fernando: Psicólogo Especialista en: Derecho Penal y Ciencias Forenses, Administración
Pública y Seguridad Privada, Profesor Universitario y Conferencista. Miembro del Centro de Estudios en
Criminología y Victimologia de la Universidad Javeriana; Miembro de la Sociedad Mundial de Victimología,
Director del Proyecto de Psicología Jurídica de la Universidad Javeriana
2

obtener una sentencia y condenar y/o, en caso de no obtenerse esto, entonces


absolver o cerrar la investigación.

Si bien es cierto, que la evolución del desarrollo penal, se ha caracterizado por el


desplazamiento de la atención desde la víctima hacia el autor del delito, el
delincuente fue transformándose en el personaje central, relegando a la víctima a
una condición secundaria, hasta el olvido en el que hoy se encuentra, Por lo tanto, la
víctima ha sido despojada por parte del sistema penal, de su condición concreta y
real, para investir de esa condición a la comunidad2.

Es decir, se hace necesario invertir el problema; como lo señala A. Messuti3, “no es


la atención prestada al delincuente y a la pena la causa de la postergación de la
víctima, sino al contrario. Al relegarse a la víctima a un segundo plano se ha
alterado profundamente los términos reales del conflicto”. Se hace necesario
doblegar la fuerza del derecho a constituir a la víctima como lo plantea Carbonieri, de
ser, un no sujeto de derecho, hacia una persona real y concreta; es decir, un sujeto
de derechos, como se percibe está planteado en el proyecto de reforma que se lleva
a cabo, al permitirle a la víctima participar de manera activa en la etapa de
investigación y poder constituirse como sujeto procesal, dentro de la etapa del juicio.

Como lo señala Julio Meier,4 la víctima es como consecuencia, un protagonista


principal del conflicto social, junto al autor, y el conflicto nunca podría pretender
haber hallado solución integra, si su interés no es atendido, si no se abre la puerta
para que ella ingrese al procedimiento. Sólo con la participación de los protagonistas
principales, resulta adecuado solucionar el conflicto de la mejor manera posible. El
comité de Ministros del Consejo de Europa y las Naciones Unidas, mediante la
resolución (85) 11 de 28 de junio de 1985, plantea recomendaciones en cuanto al
trato de la policía, respecto de la víctima, de la adecuación de la persecución al daño
sufrido por aquella, del respeto a la dignidad de la víctima en los interrogatorios, de la
importancia y prevalencia de la reparación, de la protección de la intimidad de la
víctima y de buscar formas de mediación. De igual manera, el hecho de que con
frecuencia la víctima del delito no sea informada sobre sus derechos, que no reciba
la atención jurídica correspondiente y que en ocasiones, desafortunadamente y con
mucha frecuencia, reciba un tratamiento despectivo por parte de los funcionarios
judiciales, implica no solo profundizar y agravar las consecuencia psicológicas
resultantes del hecho, sino la consecuente sensación de desamparo e inseguridad.

Como lo plantea M. Rubio (1999)5, los datos de las encuestas de victimización en


Colombia, muestran que las reacciones de los ciudadanos ante el delito, se ven
2
Messuti, A. (1994), la víctima y el “No-sujeto de Derecho” en: serie victimológica , año 11, No. 2, México,
I.A.P. p. 28
3
Ibid. p. 30
4
Meier, J. (1991), la víctima y el sistema penal, en: Bustos, E. (1993), Victimología: presente y futuro, Bogotá,
Temis, p. 29
5
Rubio, M. (1999), crimen e impunidad, Bogotá, TM editores pp. 54-55
3

afectadas, tanto por las deficiencias del sistema penal de justicia, como por un
ambiente caracterizado por la intimidación, situación que conduce a la no denuncia.

Una de las razones señaladas para no denunciar los delitos es el temor a las
represalias, lo que representa una asociación negativa entre el delito y la disposición
de las víctimas a poner en conocimiento de la justicia la ocurrencia del hecho. La
incidencia del temor a las represalias como factor para no denunciar ha seguido, en
las tres encuestas de hogares realizadas por el DANE, desde 1985, una evolución
similar a la de la de tasas de homicidio en el país. Es decir, va creciendo cada vez
más. De igual manera, para M. Rubio (1999)6, con la oficialización del vicio en el
procedimiento a finales de los ochenta, la investigación de los incidentes penales en
Colombia, se limito progresivamente a aquellos con sindicado conocido, o sea a los
delitos prácticamente resueltos desde la denuncia por parte de las víctimas. Esta
peculiaridad, no sólo ha condicionado las relaciones de los colombianos con la
justicia penal, sino que ha beneficiado a los criminales profesionales, aquellos con
mayor capacidad para no dejar rastro o para amenazar a los denunciantes. “Por esta
vía se ha fortalecido en Colombia el círculo vicioso entre desinformación e
impunidad, recurrente en la literatura sobre mafias.”

Esto obviamente implica, que no solamente hay que considerar a la víctima del
delito, sino además a otros sujetos a los cuales también se les asignan estas
características de desamparo e inseguridad y que por ello mismo pasan a ser
igualmente víctimas, como es el caso de los testigos, que a menudo sufren una serie
de vejaciones y carecen de información sobre sus derechos y de asesoramiento
jurídico, en la medida en que pasan a ser un simple objeto de un expediente, y por lo
tanto, carentes de toda consideración de persona, con lo cual quedan en el total
desamparo e inseguridad. Es por esto, que se hace necesario distinguir entre
medidas de protección para la víctima en sentido estricto, como lo plantea Bustos
(1993)7, esto es, la persona directamente afectada por el delito, y aquellas en
relación con la víctima en sentido penal amplio, es decir: testigos, delincuente,
responsable civil, familiares, etc. Por eso, se hace necesario ofrecer además de la
reparación civil, una mejor protección personal a la víctima, en relación con aquellos
delitos que implican traumatismos de carácter psicológico mediante los peritajes o
interrogatorios, estableciendo formas procedimentales que velen por la intimidad de
la víctima, además de establecer la gratuidad en el proceso, para el caso en que no
tenga los medios para ello. Los servicios de asistencia a la víctima, por lo tanto
deben contemplar siempre una atención de asesoría jurídica, con el objeto de
informarle, tanto sobre la forma de proceder, como respecto de sus derechos.

Es evidente por lo tanto, la necesidad de preocuparse por la víctima, con el fin


justamente de disminuir al máximo los procesos de victimización, los cuales también
aparecen determinados en gran medida por las formas de control institucionalizado.

6
Ibid. p. 204
7
Op. Cit. pp. 30-31
4

Lo que necesariamente conduce a distinguir las diferentes formas de victimización


que el hecho delictivo puede ocasionar a las víctimas. En opinión de los
víctimólogos8, existen tres formas de victimización. La victimización primaria, que
hace relación a las consecuencias directas del hecho delictivo, tanto en la víctima
como en sus allegados, e incluso en algunos casos en la comunidad. La
victimización secundaria, que hace énfasis en el desamparo que se produce en el
contacto con los operadores del sistema penal. La victimización terciaria, que es el
resultado del desamparo de la asistencia social, la ayuda pública y la materialización
del acto de justicia. Por lo tanto, es indispensable una atención pronta a las
necesidades de la víctima, con el objeto de que esta tenga de inmediato una primera
atención jurídica, médica, psicológica y social asistencial, y que al mismo tiempo le
informen y le den acceso a los servicios especializados en cada caso en particular.

De igual manera, se hace necesario proteger a la víctima-testigo, para que no sea


intimidado durante su participación en el proceso penal. Es sin embargo útil
diferenciar, lo relacionado con la participación de la víctima-testigo dentro del
proceso y la participación del delincuente o informante, dentro de las etapas previas
y posteriores de la investigación penal. La aclaración es indispensable, pues el fiscal
en aras de ser eficaz en la investigación, solicita medidas de protección, en este caso
al programa de protección a testigos de la Fiscalía General, con el fin de asegurar la
información y las pruebas que le son necesarias para el logro de la acusación y se
olvida de la víctima. La diferenciación entre víctimas, informante y delincuente que
informa, se hace entonces imprescindible para poder determinar el tipo de asistencia
y/o protección, para cada uno de los casos y de acuerdo con su importancia dentro
del proceso y la consecuente necesidad de proporcionar asistencia.

Dentro del campo de la protección y asistencia a las víctimas al interior del sistema
penal, es necesario plantear una diferenciación en relación con el papel que la
Fiscalía General de la Nación debe cumplir, en relación con lo que establece la
reforma que se lleva a cabo. En la actualidad, la Fiscalía en cumplimiento de sus
funciones y atendiendo a lo señalado en la Constitución Nacional, de proteger a las
víctimas testigos y demás intervinientes dentro del proceso, creó el programa de
Protección y Asistencia a víctimas y testigos, cuya función se encamina básicamente
a proteger a solicitud de los fiscales, a aquellas personas junto con su familia cuya
seguridad esta gravemente amenazada y que proporcionan información de carácter
fundamental, para la investigación de delitos relacionados principalmente con el
crimen organizado, terrorismo, rebelión, grupos armados ilegales, narcotráfico,
secuestro y delitos contra los derechos humanos y el derecho Internacional
humanitario. Sin embargo, y teniendo en cuenta que la reforma contempla la
continuidad de esta tarea, es importante señalar algunos aspectos de indudable
trascendencia en relación con esta actividad de protección y asistencia. La inclusión
de las víctimas como el eje fundamental sobre el cual el sistema acusatorio se

8
Para la mayoría de los victimólogos como: Rodríguez Manzanera, A Beristain, E. Bustos. G. Landrove. E.
Fattat, H.J. Schneider, y otros, estas categorías de victimización son las más importantes.
5

moviliza, implica que la tarea de protección y asistencia a las víctimas, tenga que
diferenciarse en relación con la participación de las víctimas, una vez entran en
contacto con los operadores de justicia, es decir: 1. Asistencia especializada a las
víctimas y testigos. 2. Protección y seguridad y 3. Orientación y asesoría para su
participación dentro de los diferentes momentos del proceso penal como son: la
conciliación preprocesal, la mediación y el incidente de reparación.

Sin embargo, la tarea de protección y asistencia a las víctimas, debe partir de una
política general que se sustente en las disposiciones internacionales sobre la
implementación de programas de asistencia, que no solamente brinden ayuda
inmediata, sino que correspondan a la filosofía de los principios fundamentales de la
justicia restaurativa. Es decir, la tarea de implementar asistencia a las víctimas debe
encajar dentro del esquema general, de propiciar desde el primer contacto de la
víctima con los operadores de justicia y, en este caso particular con la Fiscalía
General de la Nación, un conjunto de actuaciones coherentes con el objetivo primario
de lograr la disminución de las consecuencias victimizantes causados por el hecho
delictivo y que en el caso particular de las instituciones administradoras de justicia,
conducen a los efectos nocivos de la victimización secundaria.

La asistencia a la víctima-testigo, como lo plantea G. Landrove (1990)9 tiene como


objetivo fundamental, promover la cooperación de la víctima que debe testificar en el
proceso, intentando con ello, tratar de superar el conjunto de inconvenientes que se
derivan de su intervención como testigo. Acudir a los requerimientos judiciales,
someterse a interrogatorios, pérdidas de tiempo o dinero, abandono por horas o
periodo de tiempo de su trabajo u oficio. etc. La asistencia debe contemplar el
ofrecimiento de servicios a la víctima como: asesoramiento sobre su intervención en
el procedimiento penal, hacer requerimientos puntuales sobre las fechas de su
participación en el proceso y su asistencia a los tribunales, la forma de hacer su
participación, establecer contactos con el lugar de trabajo del testigo para obtener los
permisos oportunos, la prestación de servicios de ayuda en relación con el cuidado
de los hijos o familiares, mediante la creación de redes de ayuda y asistencia con
organismos no gubernamentales o con otras entidades que lo puedan prestar. En
este tipo de asistencia juega un papel muy importante el fiscal del caso, ya que su
tarea fundamental se centra en la obtención de la confianza de la víctima y de su
disposición a disminuir y evitar la agudización de la victimización primaria y
secundaria.

La adecuación de salas de atención acondicionadas a las necesidades de las


víctimas dentro del esquema operativo de la Fiscalía general de la Nación, es
imprescindible, así como la presencia de: psicólogos, trabajadores sociales, médicos
y abogados especializados en la atención a las víctimas, que posibiliten una
asistencia profesional y especializada, en la prestación de servicios tales como:
atención en crisis, primeros auxilios psicológicos, ayuda inmediata y protección

9
Landrove, G. (1990) Victimología, Valencia, tirant lo blanch.
6

oportuna. En la eficiencia y eficacia de este servicio asistencial, está el pilar


fundamental de la participación de las víctimas, como ejes fundamentales en la
creación de una conciencia de participación y denuncia por parte de la sociedad y
por lo tanto, en la disminución de los índices de impunidad que actualmente se
presentan en Colombia.

Teniendo en cuenta, que la Fiscalía debe asegurar la protección de los testigos como
herramienta clave en la lucha contra la impunidad, el sistema acusatorio debe
asegurar la comparecencia de los testigos, de tal manera que la sociedad comprenda
que existe un aparato de justicia eficaz, que proporciona garantías reales para su
protección y participación dentro del proceso penal. La identificación de los riesgos y
peligros de los testigos, así como las medidas para adoptar un sistema de
protección, es una necesidad muy sentida en los actuales momentos. La definición
legal del protegido es necesario reglamentarla, más aún, si el protegido ha
conseguido su vinculación al programa de protección, en condición de miembro de
una organización delincuencial y no como víctima de un delito.

Es importante anotar, que la función de proteger actualmente a la víctima e


intervinientes dentro del proceso, que le corresponde a la Oficina de Protección y
Asistencia de la Fiscalía general, requiere de una bien definida política y un
adecuado procedimiento y regulación para el cumplimiento de la nueva misión. La
diferenciación de actividades en esta oficina se hace necesaria, pues las tareas y
requisitos para ingresar al programa por solicitud previa del fiscal, implica una serie
de procedimientos muy diferentes a la asistencia inmediata que se debe brindar a las
víctimas en el momento de acceder a la Fiscalía, debido a la comisión de un hecho
delictivo.

Uno de los puntos que se debe analizar y definir con claridad hace relación al
procedimiento de ingreso. En la justicia Norteamericana, la Witness Security División,
es la encargada de la protección que se implementa una vez el fiscal del caso ha
hecho la solicitud a la oficina de operaciones del programa de protección, donde se
realiza la evaluación previa del candidato a ser protegido y se genera la resolución
de ingreso al programa, por parte del director de la Oficina de Protección. La
experiencia Colombiana desde que se creo el programa, permite plantear la
necesidad de definir con precisión el procedimiento de ingreso, permanencia y retiro
del programa.

El fiscal que requiere proteger a la víctima testigo, por que corre grave peligro debido
a su participación en el proceso, debe valorar la importancia de la colaboración del
testigo y/o víctima, para alcanzar los fines procesales y obtener el éxito Investigativo.
De igual manera, se hace necesario determinar quien debe realizar la protección en
los casos en que esta sea requerida de manera urgente, lo que conduce
necesariamente a determinar los diferentes niveles de protección que se deben
proporcionar, de acuerdo con la amenaza, el riesgo, la vulnerabilidad del testigo. Otro
de los puntos de importancia, gira en torno al hecho de quién decide el ingreso del
7

testigo al programa de protección; en Colombia el fiscal general no puede delegar en


el director de la oficina de protección la función de ordenar el ingreso del Solicitante
al programa,10 situación que en ocasiones dificulta esta tarea en momentos en que
se requiere una actuación ágil y oportuna.

La duración de la protección es otro elemento de análisis importante, ya que en


muchas ocasiones la información y la participación del protegido se mantienen
durante un largo periodo de tiempo, sin que el fiscal cierre la investigación y se
logren las pruebas requeridas dentro del proceso, lo que ocasiona incertidumbre en
el protegido, pues su situación no se resuelve, ocasionando de igual manera, una
erogación económica por parte de la Fiscalía para el protegido y su familia. Se hace
imprescindible establecer mecanismos para comprometer y exigir a los fiscales una
pronta respuesta procesal, que permita determinar con precisión el tiempo de
permanencia bajo protección, del testigo y/o la víctima. El programa de Protección
deberá hacer claridad en lo relacionado con la prestación de seguridad inmediata y
de carácter urgente. La realización de esta actividad requiere una coordinación con
los servicios de seguridad de instituciones como: DAS, Policía Nacional, Ejército,
CTI, para posteriormente sí realizar los respectivos estudios y análisis por parte de la
oficina de protección y asistencia, así como la solicitud y la consecuente resolución
de ingreso al programa.

Uno de los asuntos más polémicos dentro de la política de protección que se hace
oportuno comenzar a debatir, hace relación con la participación de personas que
cumplen condena y que pueden solicitar protección a cambio de alguna
contraprestación. Contemplar la ampliación de la protección a la familia de los
detenidos, debido a las consecuencias negativas en su seguridad, como
consecuencia de proporcionar información de importancia dentro de un proceso
penal, en casos de gran relevancia como el crimen organizado, narcotráfico,
terrorismo, violaciones a los derechos humanos, etc., es una herramienta de gran
importancia dentro de la lucha contra el delito. Determinar cuál va a ser la política
penitenciaria para que se facilite la participación de estas personas dentro de las
investigaciones, requiere un trabajo conjunto con la Fiscalía General y el INPEC,
que contemple condiciones de protección al interior de las prisiones, así como la
implementación de establecimientos carcelarios adecuados para la prestación de
servicios adicionales a los detenidos que sean acogidos al programa de protección.

La rebaja de penas, el acceso a servicios vedados a otros prisioneros, las visitas de


familiares con más frecuencia, el acceso a llamadas telefónicas y la implantación de

10
En el caso Norteamericano, la protección y el estudio de ingreso al programa se hace a través de un organismo
independiente a la Fiscalía General, que se encarga de llevar a cabo todo el proceso para su ingreso, protección y
posterior reubicación, en un lugar donde pueda iniciar una vida nueva bajo su nueva condición. El cambio de
identidad, la cirugía plástica, la reubicación en el exterior, son entre otras, actuaciones posibles respaldadas por
los organismos estatales que apoyan y colaboran en su implementación. Esto requiere de un equipo capacitado,
para asesorar y preparar al protegido en su desempeño como miembro de una comunidad diferente, donde va a
desarrollar su vida a partir de su nueva reubicación.
8

un régimen disciplinario menos rígido, son varias de las muchas medidas posibles
que pueden ser estudiadas para su posible aplicación.

Otro de los componentes de gran importancia en la reforma penal planteada, es sin


lugar a dudas, la propuesta de incluir dentro del proceso la aplicación del principio
de oportunidad, planteamiento que ha generado muchas discusiones y controversias,
tanto por quienes lo apoyan, como por aquellos que no lo consideran adecuado, por
razones filosóficas, doctrinales, jurídicas, etc., pero que sin embargo, es necesario
analizar y contemplar como una posibilidad, ya que la actuación interdisciplinar tiene
gran participación allí. El principio de oportunidad en opinión de Sanpedro (2002),11
es un instrumento que posibilita el traslado del conflicto a sus protagonistas,
mediante la creación de un espacio adecuado en el proceso penal, que les permite
acudir a mecanismos como la mediación y la conciliación, en busca de una solución
real a su conflicto. De esta manera, el principio de oportunidad proporciona una vía
para la humanización del sistema penal, pues ofrece una opción a las víctimas, para
obtener una reparación integral más rápida sobre los daños ocasionados y evitar la
consecuente victimización secundaria.

La mediación por lo tanto, surge como una herramienta útil para alcanzar la solución
pacífica del conflicto generado por el delito. La mediación a través de la organización
de intercambios entre las partes les permite confrontar sus puntos de vista y permite
superar la ineficacia del sistema penal que se concreta en la simple aplicación de la
pena, al ser utilizada como único mecanismo al fenómeno delincuencial.

La pretensión de la mediación en palabras de Sampedro,12 permite a los


protagonistas del conflicto, fijar un nuevo punto de partida en el cual participan todos
los involucrados, no desde el sentimiento, sino desde la aceptación de un anhelo de
convivencia futura, de tal manera, que las partes involucradas en la experiencia de la
mediación ven en ella un tipo de justicia diferente del que esperaban, proporcionando
la sensación de que ellos mismos están creando justicia, en lugar de pasivamente
recibirla. De ahí, que la participación de profesionales como psicólogos, trabajadores
sociales, criminólogos, se hace necesaria y oportuna. Sin embargo, es bueno tener
en cuenta, la dimensión ética del actuar del profesional para procurar el
acercamiento de los involucrados, pues esta debe partir del deseo voluntario y de
la adecuada comprensión de los beneficios y consecuencias que esta les
proporciona. Si bien es cierto, que este mecanismo pretende ayudar en la búsqueda
de una solución pacífica, también es cierto, que se debe respetar la decisión de los
intervinientes para acceder o no a este procedimiento. Como lo estipula el informe
del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, sobre justicia restaurativa,13
11
Sampedro, J.A. (2002), Reflexión sobre la posición de las víctimas del delito en el proceso penal.
Documento de trabajo, sin publicar, presentado al Centro de Criminología y Victimología de la Pontificia
Universidad Javeriana.
12
Ibid. P.16
13
Consejo Económico y Social. Naciones Unidas, Comisión de Prevención del Delito y Justicia Penal, 11°
periodo de sesiones. Viena, 16 a 25 de Abril de 2002
9

los procesos restaurativos deben utilizarse únicamente cuando hay pruebas


suficientes para inculpar al delincuente y con el consentimiento libre y voluntario de la
víctima y el delincuente.

De igual manera, deben estar de acuerdo sobre los hechos fundamentales del
asunto, como base para su participación en el proceso restaurativo; la participación
del delincuente no se utilizará como prueba de admisión de culpabilidad en
procedimientos posteriores. El papel de facilitador que pueden ejercer los diferentes
profesionales, como en el caso particular del psicólogo, implica contemplar estas
recomendaciones, para poder ayudar en el acercamiento victima-victimario,
dimensionando la naturaleza del hecho, la afectación del daño y evitando el
desbalance entre las partes, teniendo presente que para las víctimas el proceso de
mediación puede resultar provechoso, pero de igual manera puede representar una
vivencia traumática o dolorosa: Para el procesado la mediación puede representarle
una oportunidad que le permita asumir la responsabilidad de enfrentar directamente
el hecho sus las consecuencias.

Así mismo, es una ocasión para rectificar, ofrecer una explicación, presentar
disculpas, reparar su propia imagen y evitar de acuerdo con la reglamentación que
se señale, la persecución penal, los antecedentes judiciales y en ocasiones la
privación de la libertad. La participación del psicólogo requiere por lo tanto, una
capacitación especializada que contemple la dimensión jurídica y humana del
fenómeno criminal y victimológico. La participación dentro del proceso penal implica
tomar decisiones de gran importancia, que permitan una adecuada asesoría al fiscal
sobre los asuntos que competen a la mediación, como son: definir el momento
oportuno para realizarla, evaluando la dimensión del daño psicológico de la víctima,
la percepción de la víctima sobre el daño recibido, las implicaciones psicológicas del
encuentro, la naturaleza de las demandas de la víctima y del victimario, implica la
realización de un trabajo conjunto con los funcionarios judiciales y de un tratamiento
profesional y ético que conduzca a un resultado acorde con la filosofía de la justicia
restaurativa.

Es de suma importancia, señalar que la actuación del psicólogo en los escenarios


legales debe estar enmarcada por la comprensión de las consecuencias de su actuar
y por el conocimiento especializado de los derechos de las víctimas dentro del
proceso penal14. Toda participación de este profesional en estos escenarios, implica
consecuencias de orden legal para las partes, que pueden afectar la esfera de los
derechos fundamentales de los involucrados en el conflicto y ocasionar
consecuencias negativas para una de las partes, como la pérdida de la libertad o
pérdida de la oportunidad para obtener beneficios jurídicos. En este sentido se
14
Comisión Constitucional redactora de la Reforma Penal. Dentro de lo propuesto por la comisión, en el
titulo I, capítulo I, sobre los derechos de las víctimas, se establece que la “Fiscalía General de la Nación,
adoptara las medidas necesarias para la atención y protección a las víctimas, y que estas no podrán redundar en
perjuicio de los derechos del imputado.” En el mismo capítulo, se señalan los derechos a las medidas judiciales
de atención y protección, la garantía de comunicación y el derecho a recibir información, pp.18-19
10

hace necesario recalcar lo que estipula la comisión en relación con la intervención


de las víctimas en la actuación penal, donde se recalca la garantía de preservar los
derechos a la verdad, la justicia y la reparación y la intervención en todas las fases
de la actuación penal.15 La actuación durante el incidente de reparación integral,
implica una adecuada comprensión de las necesidades de la víctima y un
asesoramiento que le permita a la víctima vislumbrar una propuesta que se ajuste de
manera real a la consecución de la reparación, dentro de los parámetros de justicia y
equidad, que conduzcan a una solución satisfactoria de las necesidades producidas
por el daño que se le ocasiono.

Sin lugar a dudas, que la reforma al sistema penal requiere de un esfuerzo enorme
por parte de la Fiscalía General de la Nación, que implica no solamente una
reglamentación acorde con el nuevo reto, sino un gigantesco esfuerzo de
capacitación y formación de los funcionarios que la componen, que permitan un
desempeño comprometido con la filosofía que sostiene los principios fundamentales
de la ayuda a las víctimas. La sola creación de estructuras administrativas y
operativas, sin un compromiso claro, con una política dirigida a concebir a la justicia
como un instrumento que propicie la disminución de la impunidad y la búsqueda de
mecanismos de reparación y restauración, que se implementen desde las diligencias
iniciales de la investigación no es suficiente.

El establecimiento de un servicio que se ajuste a las necesidades de las víctimas,


implica un conocimiento profundo tanto de las necesidades como de los instrumentos
necesarios para llevarlo a cabo, la investigación científica del fenómeno victimológico
se hace fundamental, pues es la herramienta básica para el ajuste y la
correspondiente puesta en práctica de un servicio que se acomode a las
particularidades de nuestra población, de tal manera que este ejercicio sea una
actividad profesional y disciplinar altamente calificada.

Cambiar la mentalidad actual del derecho penal, obsesionado por el castigo y por el
delincuente hacia una concepción reparadora cuyo fin fundamental es muy modesto
pero no menos trascendente, como es restituir a la víctima, devolver al infractor al
lugar de oportunidades simétrico y alcanzar la convivencia y la resolución del
conflicto, mediante un proceder dialógico y no dialéctico, es posible si se entiende la
reforma como una posibilidad de poner al alcance de la sociedad Colombiana, una

15
Ibid. p.19. “1. Las víctimas podrán solicitar al fiscal en cualquier momento de la actuación medidas de
protección frente a probables hostigamientos, amenazas o atentados en su contra o de sus familiares. 2. El
interrogatorio de las víctimas debe realizarse con respeto a su situación personal, a sus derechos y dignidad. 3.
Para el ejercicio de sus derechos no es obligatorio que las víctimas estén representadas por un abogado, sin
embargo, a partir de la audiencia preparatoria y para intervenir como sujetos procesales, podrán ser asistidas por
un profesional del derecho. Si esta no contare con los medios suficientes para contratar un abogado, la oficina de
Atención a Víctimas de la Fiscalía le designará uno de oficio.4. El juez podrá en forma excepcional, y con el fin
de proteger a las víctimas, decretar que durante la intervención el juicio se celebre a puerta cerrada. 5. Las
víctimas podrán formular ante el juez de la causa el incidente de reparación integral, una vez establecida la
responsabilidad penal del imputado”. P. 19
11

estrategia investigativa que contemple la existencia del eterno excluido: la víctima.


No debemos olvidar las palabras de L. Ferrajoli, “el derecho penal, aún rodeado de
límites y garantías, conserva siempre una intrínseca brutalidad que hace
problemática e incierta su legitimidad moral y política”.

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