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LA COMUNICACIÓN INTELIGENTE

Antonio Paolasso

CAPÍTULO Pág.

INTRODUCCIÓN 1
¿QUÉ ES EL HOMBRE? 14
MENTE Y CUERPO 33
LA ESTRUCTURA DE LA FUNCIÓN MENTAL 48
¿QUÉ ES COMUNICAR? 61
ARTE DE LA COMUNICACIÓN: EL LENGUAJE 70
INTELIGENCIA COMUNICATIVA 89-103

--- o o o 0 o o o ---

INTRODUCCIÓN

El hombre que recibe al siglo XXI está enfermo, pero a su vez sumergido en
la “nueva sociedad” o “nuevo mundo”, su enfermedad le parece connatural, como
algo que es parte de él y por lo tanto le es “normal” padecer algún malestar. No
puede distinguir entre lo esencial y lo superfluo, dado que lo esencial se interpreta
como superfluo.

“Su” vida es el descalabro mismo que padece no conociendo otro esquema


vital, a tal punto que si fray Luis de León quisiera escribir hoy su “Oda a la vida
descansada” (“que descansada vida la del que huye del mundanal ruido”), difícilmente
hallaría un hombre que quisiera, que supiera o que pudiera descansar lejos del
“mundanal ruido”. Ilógicamente es tanta la habituación al disrritmo o antirritmo,
que cuando se pretende restablecer un ritmo presuntamente normal o natural, este
hombre aunque opte por la luz natural, el reposo nocturno y el silencio, en su
mente persistirá acuciado por el tiempo y el disrritmo e imaginariamente le acosan
los fantasmas de la luz artificial (la que percibe en la oscuridad) y el “ruido
mundanal” (el que sigue oyendo en pleno silencio). En medio del reposo y lejos de
la urbe, en ámbito callado, sigue con insomnio y “escuchando” sonidos discordes.
No puede encontrar, ya sea por largo tiempo o toda la vida, un ciclo natural de
actividad/reposo.
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Está acorralado por las distintas neurosis del “vacío del fin de semana”, “vacío
de las vacaciones”, “vacío de la jubilación”, es decir, cuando deja de llevar su tren
habitual de vida, siente una ausencia o vacío que le enferma. No puede prescindir
del “hábito de la noche” o del “hábito del ruido”, los que funcionan como adiciones
compulsivas porque cuando cesa esa actividad cotidiana, rutinaria, anormal, siente
una especie de vacío existencial y surge la compulsión del retorno al esquema
enajenador.

La vida espiritual de este hombre desquiciado radica en el ritmo del quehacer


intenso, extenso y acelerado, debe hacer mucho y rápido. Este es el ritmo acelerado de la
vida moderna. ¿Qué ha pasado? Las grandes y súbitas transformaciones de los
sistemas industriales y laborales y los cambios económicos consecuentes, en
general, y la tremenda tecnología en particular, han producido nuevas necesidades y
otras motivaciones. ¿ Pero estas nuevas necesidades y motivaciones son genuinas
?. Antes de proseguir, estimamos que se impone hacer una pequeña digresión
sobre el sentido absoluto del término necesario, que sería aquello que no puede dejar
de ser. Con esta aclaración podremos distinguir mejor a qué nos referimos cuando
hablamos de lo necesario.

Los cambios ocurridos han sido muy vertiginosos porque primero se dieron
en décadas, después en lustros, luego anuales y hoy (1998) pueden ser en días u
horas. El hombre en estas condiciones, no pudo asimilar social y orgánicamente estos
cambios, con la misma velocidad que se producen. Algunos investigadores médicos,
como el cardiólogo norteamericano Eliot (víctima también de estos cambios)
reflexionó que, en rigor, lo que produce estrés “no son los cambios en sí sino el número
y magnitud de esos cambios que cada uno puede asumir en la unidad de tiempo”. Esta
conclusión refuerza nuestra aseveración de que al hombre de este presente “le
falta tiempo” siendo este factor el motor de la aceleración que se pretende
imprimir a la vida cotidiana y este hombre desorientado pierde la noción de tiempo y
espacio y pretende introducir la hora dentro del minuto.

La destemporalización o trastorno de la noción del tiempo físico, lleva al


desequilibrio del tiempo existencial, de ese tiempo propio del hombre que no
depende del almanaque ni del reloj. Pero también hay un tiempo interior que está
relacionado con su biología y por esto aparece una nueva forma de estudio: la
cronobiología o “tiempo de la vida”. Ese tiempo vital, orgánicamente, está marcado
por el ritmo circadiano, que en realidad son un conjunto de ritmos que durante las
24 horas del día rigen el sueño, el metabolismo y todas las funciones orgánicas.

Si bien los cambios han afectado el tiempo físico y existencial del hombre,
más fundamental que el tiempo vital, son los cambios referidos al espíritu, a la esencia
del hombre mismo (lo que el hombre es en sí). La esencia (ser) del hombre, no es
conocida totalmente sino que opera como un ser cifrado en alguna medida, al que
para descifrarlo algunos filósofos como Heidegger proponen abordarlo por sus
manifestaciones. Por los años de existencia de la humanidad, al menos los
conocidos por el desarrollo histórico y social, se sabe que no es un ser solitario sino
un ser gregario, que no es insensible sino afectivo y, sobre todo, racional. Esta
descripción global y sintética del ser del hombre no resalta otras notas
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fundamentales que el hombre tiene, pero las señaladas son las más básicas y
universales, pues marca definitivamente al hombre la racionalidad y bajo la
connotación de la misma, el modo como desarrolla su afectividad y sociabilidad.
Estos modos particulares le diferencian del animal y le permiten desarrollar un
mundo, fenómeno único en la escala biológica, por lo que puede llegar a lo político y
lo económico, otras actividades propias del hombre.

Pero, qué ha pasado en el hombre de fin de siglo XX ?. La vida individual y


comunitaria acelerada que se ha impuesto, le aleja cada vez más de sus notas
esenciales: no tiene tiempo de ser sociable pues no cultiva la “vida familiar” (al
permanecer pocas horas en su hogar, en compañía de sus familiares), ni la “vida
amistosa” dado que carece de amigos con los cuales compartir tiempo y
actividades. Le cuesta establecer una relación de pareja y en muchos casos si lo
logra, se estropea. Estas condiciones alteran la “vida afectiva” y se observan dos
fenómenos: uno de superficialidad porque tiene afectos pocos profundos y otro de
anestesia afectiva porque a veces manifiesta ausencia de sensibilidad afectiva.
Todo ocurre como si el hombre fuera disminuyendo o anulando sus sentimientos
afectivos, operando primero un cambio en él y luego en quienes le circundan,
surgiendo un doble sufrimiento: por un lado la incapacidad de dar afecto y por otro
lado una especie de aislamiento al no recibir afecto.

Colocado en esta situación, la primera defensa es la indiferencia y resulta


que el esquema afectivo de las clásicas relaciones esposo-esposa, padres-hijos,
lazos parentales, noviazgo, amistades y otros lazos afectoamorosos, se desintegran
o se deforman y el valor amor se desnaturaliza, se diluye o se pierde. Esta
incapacidad afectiva que se ha iniciado es “transferible” a las generaciones que
subsiguen y los niños y jóvenes reciben modelos carentes de amor o de amor
deformado.

Se pierde el centro, el equilibrio de este sentimiento esencial del hombre y


aunque siga latente la tendencia y la necesidad del afecto amoroso, no se encuentra
la manera de cómo manifestarlo y recibirlo auténticamente. En este remolino de
cambios nace otra cuestión: la autenticidad, aquello que es propio de cada hombre
en forma personal, su sello individual, su sinceridad, su realidad en cuanto a su
capacidad de manifestarse tal cual se es.

El modo de vivir contemporáneo hace difícil ser auténtico porque los


modelos vividos o heredados son inauténticos. Tampoco hay “escuelas de vida” que
enseñen qué es lo esencial, lo realmente auténtico y necesario y en el caso
hipotético de que abrieran esas escuelas, es probable que se careciera de profesores
(nadie puede enseñar lo que no sabe o carece de ello) y de alumnos (la indiferencia
acentuada y profunda impide el interés de aprender o de cambiar).

En alguna medida, antes las “escuelas de vida” lo eran el hogar, la familia y


las instituciones educacionales, culturales, religiosas y, aún, las laborales. Hoy
estas instituciones están deterioradas, al punto que no permiten el anclaje o
sedimentación necesaria para conseguir una ubicación existencial sincera y auténtica.
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Una de las consecuencias más serias e inmediata de esta desubicación, es la


pérdida de la autoestima. No se halla la forma o la capacidad para quererse a sí
mismo auténticamente, es decir, sin caer en el narcisismo, la soberbia o el egoísmo.
En estas circunstancias, el mandato cristiano de “ama a tu prójimo como a ti mismo”
es un concepto que se transforma en fetiche (algo de moda que está vacío de sentido
y contenido, que se usa o se nombra sin sentirlo ni vivirlo).

Empero, lo más grave no es la pérdida de la autoestima y del amor al


prójimo. Lo realmente trágico es la pérdida del sentido y del amor a la vida. Esta
pérdida lleva a dos caminos visibles: a despreciar la vida propia (autodestrucción por
las adiciones, el suicidio y el descuido personal) y el desprecio de la vida ajena
(pérdida de la caridad, la solidaridad y el asesinato de una o varias personas como
ocurre con la delincuencia y el terrorismo). Es tremendo reconocer que el hombre
pierda el sentido y el valor de su vida y la ajena, porque el amor a la vida es un
sentimiento más que fundamental de su esencia. La vida es el valor supremo, el eje
de todos los otros valores y si éste no existe por lógica caen todos los demás y a los otros
vacíos existenciales se suma el vacío axiológico.

Así, el fenómeno más intenso de esta vida moderna reside en esta cuestión:
la pérdida del sentido de la vida. Los cambios profundos y acelerados del modo de
vivir actual han retrotraído los valores tradicionales por considerarlos obsoletos,
esquemáticos y convencionales. Muchos sectores juveniles no aceptan o rechazan
de plano y activamente los valores sociales, éticos, estéticos, morales e, incluso, los
usos convencionales de urbanidad que nuestros antecesores tuvieron hasta
mediados del siglo XX. La “protesta” juvenil frente a estos usos “de antes” se
manifiesta con las modas y el lenguaje, en donde predomina lo absurdo, el
abandono personal, la falta de aseo, lo chabacano, lo pornográfico y lo soez. Se
considera una manera drástica de romper con “lo tradicional”. Todo lo
considerado “culto” es el centro de un ataque intenso tanto en lo ideológico como
en las costumbres. Estas actividades culturales o intelectuales, tildadas de
impopulares, elitistas, estériles, decadentes, burguesas, artificiales, son objeto de
resistencia directa, burla o ignoradas y muy pocos tienden a desarrollarlas. No son
un valor apetecible y por esto se dejan de lado (se soslayan).

No es infrecuente que se alteren también los valores intelectuales del


hombre viéndose disminuida su creatividad, especialmente la intelectual, porque
está afectado su lenguaje y trastocadas las vías de la comunicación por lo que se
peca de exceso de información, de información vacua en la generalidad, y la
anestesia afectiva se amplía también con una especie de anestesia receptiva. El
hombre de hoy tiene incapacidad manifiesta para recibir, interpretar y asimilar
diferentes estímulos. Luego, también se afecta su forma de pensar.

Cuáles son los nuevos valores ?. Es una pregunta harto difícil de responder
ya que no existen modelos expresados a nivel filosófico o sociológico. Hay muchos
escritos en revistas, comentarios en medios de comunicación social (o masiva ?)
pero la única forma de acercarse a una respuesta es observar lo que se da, en mayor
o menor grado, en todas las sociedades del mundo. Así, apelando a la forma
notoria del comportamiento juvenil ( y no tan juvenil) se destaca: el lenguaje
zafado o soez, la vestimenta estrafalaria o grotesca o desaliñada, el uso de aditamentos
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corporales (cadenas, amuletos, tatuajes, cintas, etc.), la tendencia al azar y al oráculo


(horoscopomanía), el ya destacado desprecio a lo clásico (que termina siendo el
privilegio de una élite cada vez más reducida o de grupos snobs), el amor al ruido
(se expresan en voz alta, escuchan música ruidosa y de gran estruendo, prefieren el
“escape libre” en automotores), desdeño o desidia en las buenas costumbres (nadie
quiere usar reglas de urbanidad) y una conducta anómica (aquella que no respeta
la ley a la cual no cumple o burla, ni los cánones y reglas sociales establecidos).

La vida acelerada lo es en todos los aspectos: se quiere todo y ya. En este


contexto las cosas deben adquirirse con el menor esfuerzo posible, sin sacrificios.
Como el espacio y los bienes no alcanzan a satisfacer la “explosión demográfica”,
cada vez hay más gente y menos bienes y se da el fenómeno que Ortega y Gasset
llamó el “hombre-masa”. Este hombre-masa es tal por haber perdido la
personalidad. Esa despersonalización le impulsa a vivir como una cosa: está ahí, en
un lugar que no le es propio, que no tiene sentido, no tiene mundo (ese ámbito
personal que señalamos como el que cada uno instala en el espacio en que vive).
En cierto modo está peor que una simple piedra a merced de las leyes naturales o
que un animal en medio de una manada, la que a veces desboca en estampida,
como si no tuviera noción clara de qué hacer y en qué dirección moverse. Por eso le
molestan las reglas o leyes que le impiden tener lo que desea en las condiciones
que le plantea la vida moderna: rápido y sin esfuerzo y, a su vez, estas normas no
condicen con el vértigo que le rodea, y le vuelven inalcanzables los bienes y
servicios que apetece ya.

En esta coyuntura, se interpreta que todo ocurre en una competencia feroz,


en la cual es posible que cuando otro tiene u obtiene lo que cree que le corresponde
a él, lo siente como una usurpación. Cuando no se pueden asir las cosas por la vía
común, muchos creen que deben usar la violencia o el método anómico para
lanzarse sobre esas cosas, atropellando para tomarlas por la fuerza. Para esto no
debe reconocer el derecho ajeno y, mucho menos, el “derecho adquirido” ni el
“derecho de propiedad”. Tampoco se admite que alguien posea algo simplemente
por antigüedad (por haber llegado antes) y esas creencias motivan para apelar a
diversos medios: o al despojo o apropiación indebida o a imponer leyes que
socaven los derechos establecidos. La adquisición de bienes ajenos que estima
como propios le lleva a establecer una especie de “ley de la selva” en la cual el
joven desplaza al viejo (pasando los 40 años de edad es difícil obtener una
ubicación social o laboral sino se posee medios especiales); quien detenta el poder
obtiene posición social y económica privilegiada nada más que por estar en esa
esfera del poder, como ocurre con la clase política, aunque para ello deba apelar a
la corrupción abierta. Esta ley de la selva, en ciertos medios, permite la impunidad,
es decir, no se castigan ni se reprimen las conductas irregulares o delictivas.

En este punto, se abren sólo dos caminos para llegar a la posesión de las
cosas: o la obtención directa de riqueza (bienes y servicios) o la posesión del poder.
Si no se tienen medios económicos suficientes, heredados u obtenidos por el
trabajo o profesión quedan también dos medios de lucha directos: la delincuencia
o la política (o la combinación de ambas) para llegar sin sacrificios y rápidamente
a tener riqueza (bienes y servicios). Estas últimas alternativas señaladas solo
pueden fincar en la corrupción. Así se acumulan fortunas o capitales amasados
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con deslealtad, engaños o actividades al margen de la ley o por “acomodo”.


Cuando la corrupción es generalizada y se encarama en todos los estratos sociales,
acaece el encubrimiento, la tolerancia y reina la impunidad, lo que alienta aún más
a sumarse a una actividad corrupta. La riqueza de algunos significa el despojo de
muchos y se acentúan los niveles sociales de marginamiento económico,
aumentando el número de pobres y de villas miserias, cerrando un círculo vicioso
que padece la sociedad actual. Estos hechos signan las prioridades falaces que
constituyen los objetivos inmediatos de una sociedad moderna marcada por el
vaciamiento existencial, axiológico, espiritual y afectivo.

El hombre de “aquí y ahora” totalmente despersonalizado e incapaz


afectivo, vive a “cualquier precio”. Instintivamente, en el fondo añora los valores
éticos y morales que debieran regir su vida y entonces acude a tapar su corrupción
con un barniz que simule una fachada de honor y honradez o virtud. En estas
condiciones, ética y moral son fetiches que se manejan en forma referencial y
dialéctica pero inexistentes en la conducta social en general (hay excepciones
individuales pero no pesan lo suficiente en el número social).

Mediante declaraciones públicas se finge ser cabal. Incluso los políticos en el


poder simulan imponer reglas, leyes que tratan de coercitar en los demás una
conducta ética pero que ellos, bajo cuerda, burlan con negociados escandalosos,
asociación con la mafia o el narcotráfico para obtener apoyo social y económico
que le costean las elecciones y llegar así al poder o mantenerse en él
indefinidamente, cambiando los cargos. Lo que se hace o se vive es todo lo opuesto a lo
que se declama. No hay convicción personal en lo que se aconseja sino un divorcio
total entre lo que se dice y se hace.

Entre la lucha por la posesión de bienes y el poder y la falta absoluta de


convicción en leyes, normas y buenas costumbres aparece esa conducta anómica
que ya hemos señalado y explica la abulia por cumplir preceptos nobles. Esto no
sirve porque quien vive respetando la ley al pie de la letra no obtiene aparentes
beneficios, sino supuestos perjuicios. Lógicamente esto se admite intrínsecamente
pero se niega públicamente mientras se pretende seguir con el pregón vacío de
que la ley debe cumplirse.

En este devenir, el hombre lucha por prolongar su vida y mejorar la calidad


biológica de la misma, cosas que va consiguiendo al combatir con eficiencia las
enfermedades, disminuir el desgaste del envejecimiento y elevar la calidad de vida
tanto en la salud como en el confort. Pero al mismo tiempo vive la cruel paradoja
de si bien cada vez está mejor biológicamente, social y afectivamente su vida carece
de sentido.

Con el cuadro en general de una juventud desconectada de lo auténtico y


desorientada, de una generación intermedia corrompida o desalentada y de una
generación senil desplazada y no respetada, se pinta una sociedad insatisfecha. El
saldo es que los que usufructúan privilegios los viven en un aparente estado de
plenitud pero que interiormente saben que no están en lo correcto y los que no
tienen beneficios están amargados de forma tal que esencialmente nadie quiere lo
que vive o lo usufructúa sin convicciones.
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En este contexto advertimos que se interrumpe la comunicación auténtica


la que es remplazada por una comunicación inauténtica o, en el mejor de los casos,
no hay comunicación de ninguna especie. Se da el fenómeno de un hombre que
“viviendo entre muchos” está solo. Su vacío espiritual le da vacío existencial y este
le lleva a la orfandad o desconexión de todo: de sí mismo, de la sociedad, del
mundo y de la naturaleza. No se siente ligado a nada.

Richard, un investigador médico, advierte que “las personas chocan, sufren


y enferman por las situaciones sociales inmanejables”. En medio de este
panorama poco alentador quedan oasis de esperanza. Basado en la experiencia de
conocer personas y grupos sociales aislados que transcurren su vida con amor y
alegría en este medio caótico, creo que las soluciones trascendentales deben
buscarse gradualmente y en lo básico: reeducar a los educadores y volver a llenar
de contenido los valores vaciados.

Esta revalorización debe basarse en la educación recuperando para esta


palabra su verdadero sentido: hacer manifestar con autenticidad lo que cada uno
es en sí. Educar es llevar hacia afuera . Qué es lo que hay que “llevar afuera” ?: lo que
está dentro de cada uno, en la mismidad (en sí mismo). La educación, término
inventado por los latinos como un equivalente del paidos griego, igual que en los
pueblos grecos, está ligada al concepto de desarrollo del ser, el que deberá
manifestarse a través de la personalidad. Provisoriamente, a fin de acordar una
connotación conforme con la intención de este escrito, utilizaré el concepto de
personalidad que usa Allport, en el sentido de “mecanismos internos que permitan
desarrollarnos frente a conflictos externos”. Estos mecanismos internos postulados por
Allport servirían para estructurar el desarrollo existencial auténtico, como luego
estudiaremos. Luego, educar es lograr que cada uno manifieste o exteriorice lo que
verdaderamente es (ser auténtico), mediante una personalización capaz de
equilibrarlo armónicamente con el medio ambiente en que vive, a fin de que se
tenga una existencia real y no enajenada.

Estas observaciones son las que nos llevan a afirmar que el hombre, y con él
la humanidad de este fin de siglo XX, no es un paradigma de satisfacción en el
orden universal. El hombre que asoma al siglo XXI no es tan libre ni desarrollado
como se cree. Mas bien está inmerso en una profunda crisis espiritual que le
provoca su propio vacío existencial, su deshumanización y su soledad “en medio
de un montón de gente que le rodea”.

Su crisis se manifiesta en el arte, en la filosofía y en todo lo referente a su


espíritu. La deshumanización no sólo ha provocado su aislamiento individual
entre la muchedumbre, sino también un daño social superando otras épocas
inhumanas de la historia de la civilización. Las guerras y sus secuelas de
degradación, se han repetido a lo largo del siglo XX en una escala mayor: dos
grandes contiendas mundiales, superando la segunda a la primera en actos crueles
y las guerrillas incesantes que aisladamente sacuden parte de Europa, África, Asia
y América, es decir, el mundo. En el último lustro del siglo XX no hay una
confrontación mundial formal, pero las guerrillas y el terrorismo y conflictos
internaciones aislados (ex-Yugoeslavia, África, Oriente y Medio Oriente) con sus
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batallas focales y extendidas en todo el mapamundi, bien podrían constituir una


especie de tercera guerra mundial.

La represión política y militar de muchos totalitarismos públicos o


encubiertos, practican actos que cuando se dan a luz horrorizan por la bestialidad
de los mismos. Tampoco se puede desconocer la deshumanización de los políticos
que acceden al poder y manejan planes socioeconómicos en los que se enseñorea
una aparente eficiencia de no provocar o cerrar déficits, aunque esto signifique
hambre, desocupación y aumento de los niveles de pobreza o por el contrario, la
corrupción y la dilapidación de los fondos públicos con el aumento de las deudas
interna y externa. Otra deshumanización está en profesionales, comerciantes,
productores y fabricantes, que con el afán de lucro desnaturalizan su rol de
dadores de servicios y bienes para bienestar de la sociedad. Todo obra de modo tal
que deja la impresión de que hay deshumanización en todas las esferas de la
conducta humana.

Estos fenómenos llevan a pensar que quizás no sea tan excéntrico considerar
una nueva educación, la que primordialmente debe ser hominizada (hominizar es
un neologismo que se usa con el significado de aparente perogrullo de humanizar
al hombre). El propósito de una educación hominizada, nos lleva al tema que
abarcaremos en este trabajo, que es la comunicación humana, la que exige conocer
una aproximación al ser real o a la esencia verdadera del hombre, para buscar
desarrollar esa esencia, dándoles a los educandos los valores acordes con esa
esencia (autenticidad) e inducirlos a que manifiesten, comuniquen esos valores con
voluntad, firmeza, convicción y decisión (autoridad). La hominización
repersonaliza al hombre y le permite actuar socialmente con seguridad, eficiencia,
autoridad, autenticidad, caridad y en equilibrio consigo y los demás. El equilibrio
le armoniza con el medio y sus cambios, actuando a la luz de la inteligencia y la
afectividad y no por la impulsividad. La revalorización de sí mismo (autoestima)
permite también volver a valorizar a los demás en el respeto y el amor hacia ellos,
considerándolos como a sí mismo (caridad). La preocupación por el otro es la base,
no solo de la caridad, sino también de la comunicación.

El amor es el primer valor a enseñar bajo sus formas de autoestima, caridad


y sentido de la vida. Después pueden rescatarse otros valores como la
responsabilidad, la ética y la cultura y reinstalar la urbanidad, dándole otro sentido
a la vida. Como en una especie de nuevo Renacimiento hay que volver a la fuentes
y rever la belleza del mundo y de la obra del hombre, reencontrándose con Dios.

Los dos polos, mundo y hombre, son los ejes posibles de llenar de sentido a
la vida, pues de la meditación adecuada sobre ellos se llega a la transcendencia
metafísica de la filosofía o la religión. No se puede cristianizar sin previamente
hominizar. Por más que se quiera bautizar a un animal o cosa, no se podrá
cristianizar jamás y el hombre inhumanizado es como un animal o cosa, pues no
tiene manifiesta su esencia. Cristianizar es educar en el amor y amor hemos
insistido, es una nota esencial del hombre auténtico. Por esto lo primordial es
construir el hombre y sobre él se edificará lo demás. No se puede obviamente, colocar
un techo sin tener la pared, ni armar una pared sin cimiento. En nuestra cuestión
específica, el hombre es el cimiento para desarrollar sus notas esenciales. También,
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sin él no hay comunicación humana obviamente. Esta es la razón por la que


nuestro trabajo arrancará con la definición ontológica del hombre, en una visión de
filosofía antropológica o de antropología filosófica. Un hombre espiritualmente
mutilado no es receptivo de una transcendencia filosófica o religiosa. El hombre
educado, cabal y culto es el hombre que devela su ser con autenticidad y
autoridad y está debidamente preparado para instrumentar su mundo.

Para que los propósitos enunciados dejen de ser utópicos, debe usarse la
educación, y su instrumento inmediato, la comunicación, para equiparlo para los
cambios, pero sin alterar su ser, puesto que los cambios deben afectar usos y
costumbres pero nunca lo esencial, de modo tal que toda su obra se adapte
obligadamente a su naturaleza auténtica.

Sin hesitar, lo necesario está en la dirección del ser del hombre y no fuera de
él. Cuando un cambio crea necesidades bastardas que no hacen a este ser, aparece
el conflicto, éste no puede ser manejado y presiona tanto que termina
desmoronando al hombre. En nuestros términos, el estrés es la presión o tensión
del conflicto y desde ese punto de vista es un disociador del hombre y la sociedad
tal cual está planteado por el ritmo moderno acelerado. Para detener esta
aceleración se impone la serenidad interior y para lograrla, de alguna manera,
también es importante la serenidad exterior, lo que sencillamente sería sacar el pie
del acelerador. Aminorar la marcha para poder pensar mejor.

Quizás uno de los mayores estrés de este hombre de hoy, es que piensa
mucho pero no correctamente. El pensar incorrecto es el que le llena de ansiedad,
angustia, temor y finalmente, de pánico. Muchos educadores piensan que el
lenguaje, base de la comunicación y su signo o palabra, es la herramienta para
llevar al hombre a recuperar un recto pensamiento.
Los investigadores luchan con toda la tecnología a su alcance para explorar
el sistema nervioso en busca del conocimiento de los mecanismos que llevan a
estos comportamientos irracionales incompatibles con un ser pensante e
inteligente, al mismo tiempo que esos investigadores también intentan hallar
respuestas para inhibir esos mecanismos y restaurar la normalidad o la serenidad
para que este hombre conflictuado pueda completarse como debe ser,
fundamentalmente a través de una educación y de una comunicación eficiente.

Sin embargo, el “sondeo” científico se refiere con todo lo que describe, al


vehículo y sus partes mecánicas, lo que oficia como si se pretendiera indagar en el
motor de un auto porqué se pasó un semáforo en rojo. Esta metáfora grosera sirve
como ejemplo para poner en evidencia ciertas acciones y sus consecuencias porque
así como es inconcebible culpar al motor de una acción del conductor, en nuestro
caso significa que no se deben buscar los orígenes de la vida trastocada del hombre
de hoy en su cuerpo, sino en su espíritu. Esta cuestión traslada el centro de la
investigación de la ciencia médica o psicológica, a la filosofía (como meditación
trascendental). La reflexión profunda sobre sí mismo (autoreflexión) debe
complementarse con una voluntad real (querer de verdad) para lograr un encuentro
con la armonía y el equilibrio entre un auténtico ser interior y su personalidad
(como manifestación exterior).
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Uno de los medios posibles que esta reflexión debe tener en cuenta, es el
basamento en su propio afecto (como autoestima o amor correcto a sí mismo) y el
afecto a los demás (caridad con el prójimo). Si esto lograra comprenderse o
explicitarse en su verdadera dimensión, podría nuevamente ser un principio de
solución o freno a los males que hemos comentado. No debemos olvidar que Cristo
revolucionó (en el buen sentido de la palabra) a su mundo contemporáneo con
estos principios cuando predicó “ama a tu prójimo como a ti mismo por amor a
Dios.” Este esquema cristiano, tan fácil de enunciar y tan simple aparentemente
para comprender, no ha resultado así. Por qué no se logra una corrección ?. Hay
una especie de bloqueo de mente, voluntad y afectividad que revista un cierto
grado de gravedad. Se ha popularizado la frase “no se quiere, no se puede y no se
sabe” como una suerte de muletilla que esgrime ante el fracaso de encontrar la
conducta reparadora del conflicto. Puede que ocurran las tres cosas juntas o al
menos algunas de ellas, por lo que cualquiera de las tres posibilidades, por sí sola,
interrumpe toda acción eficaz.

El hombre es como una unidad sellada donde cuerpo, mente, voluntad y


afecto están íntimamente coordinados y conectados como en serie a un circuito. Si
una de estas partes falla, hay cortocircuito y las otras no funcionan debidamente.

Por su naturaleza de ser global e indisoluble, el hombre no puede ser


escindido para ver cómo a través de sus partes funciona el todo. Acá el misterio es
que no hay dualismo de cuerpo y alma sino una función integral que parece ser
una carnalidad espiritual indivisible, lo que lo diferencia de otras carnalidades
biológicas. Luego, el secreto para condicionar o reacondicionar al hombre, estriba
en su espíritu y en nuestro caso, éste es el comando que debe reactivarse.

Si hay que evitar el estrés que lo condiciona y lo enferma o degrada, la lucha


debe comenzar por las notas fundamentales de ese espíritu en las que destacan,
insistimos, la racionalidad, la afectividad y la voluntad. Para lograr una
reconversión del daño por estrés debe primero querer, luego amar lo que quiere y,
finalmente, pensar para conseguirlo. Estos instrumentos se manifestarán sólo
cuando haya un fin adecuado, entendiendo por esto que sea claro, auténtico y
necesario (en el sentido absoluto de estos términos). El pensamiento es el
fundamento sólido para el cambio y el pensamiento está indisolublemente ligado a
la comunicación y a los códigos lingüísticos de la misma.

Acto seguido iniciaremos una especie de resumen final para acabar esta
introducción, el que puede ser muy reiterativo en las ideas y redundar en
conceptos, pero esto debe interpretarse como algo “hecho a propósito” para que
quede bien grabado lo que se considera como elemental. Pedimos disculpas si el
texto, por iterativo, resulta pesado o aburridor, pero las vueltas que hemos dado al
tema son para que no queden dudas de aquello que se propone como inicio de un
camino que conduzca a un restablecimiento real del hombre apaleado por el estrés.
Hay otras sendas a caminar y eso es lo que debe ser explicado por aquellos que
conocen o han encontrado esos itinerarios a fin de que se sumen a este esfuerzo de
ayudar a los prójimos entrampados en el estrés. Hemos insistido a lo largo de la
exposición que la educación tiene por función el desarrollo del ser auténtico, pero no hay
un modelo de educación única para todos como no hay un solo proyecto
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existencial. Cada uno tiene su propio modelo al que encontrar, conocer y vivir, porque
aunque parezca de perogrullo, todo el meollo de la cuestión es vivir la vida en
lugar de vivir el estrés y el conflicto.

En este punto reflexivo, vivir es un verbo que cuando se pretende asir para
desentrañar su sentido individual, se nos escapa igual que cuando pretendemos
tomar una gelatina con la mano: se diluye y zafa, dejando una sensación de
contacto pero con la frustración de una aprehensión nula. Y llegando a esto es lícito
preguntar que significa todo lo expuesto hasta acá como problema y, ¿ es un
análisis pesimista que debe concluir con un “no hay solución” ?. De ningún modo.
Si bien describimos lo que acontece ahora, que sí es para pesadumbre, también
esbozamos algunas metas como es centrarse en acceder correctamente a nuestra mente,
con toda nuestra voluntad y todo el amor posible en esta tarea, con la regla sine qua non
de no caer en lo falso, sino que impere la sinceridad por sobre toda otra intención y que la
búsqueda debe ser responsable.

No se trata de búsquedas que estén de moda, sean apresuradas o


superficiales, sino que deben ser intensas y profundas (aunque esto provoque un
trabajo inenarrable). La característica fundamental de este proyecto es que puede
hacerse, y en esta virtud finca la esperanza que obra como motor que nos debe
impulsar frente a todos los fracasos eventuales. Explorar un camino oculto o
desconocido requiere probar muchas sendas. Si nos internamos en las que no son
correctas (a las que conoceremos porque no nos llevan al fin anhelado), no debe
interpretarse como fracaso, sino como un mero descarte de pistas falsas, que es
natural y necesario transitar para llegar a conocer el camino verdadero. Este
quehacer de buscar puede durar toda la vida, como también puede ocurrir que
nunca se encuentre la vía que corresponde totalmente, pero la satisfacción estriba en
la pasión de haber buscado con amor y ahínco que seguramente depara cosas
positivas. El anhelo de encontrarse a sí mismo es una actividad que en sí justifica
un sentido de la vida y evita ser un número más en la masa humana que vive
deshumanizada.

Todos tenemos algo parecido a una brújula interior que nos guía hacia el
camino debido. Cómo debemos interpretar esta brújula ?. En esto reside el secreto
de no desviar el camino y la dificultad de leer correctamente el norte interior. Uno
de los métodos más sencillo y directo está en el mensaje bíblico con aquello de que
“el árbol se conocerá por sus frutos”.

Cuando transitamos nuestra existencia debemos aprender a evaluar que lo


que hacemos no debe causar daño a nosotros ni a otros, máxima que señala la
buena ruta. Otro fruto es que nuestro obrar debe satisfacernos profundamente
cada día más y darnos paz, equilibrio y armonía interior. Estas cosas deben
mantenerse y acentuarse en cada balance o examen de conciencia que debemos,
obligadamente, hacer en las distintas etapas etarias de nuestra vida. Si se cumplen
las condiciones antepuestas, finalmente debemos sentir que no hay cambio ni
conmoción alguna en nosotros por vivir nuestro proyecto existencial a través de
los proyectos cotidianos sino más bien una profunda alegría y optimismo.
12

Hay que comprender que todos los proyectos cotidianos son meros
horizontes que fijan un rumbo y una meta, pero de ninguna manera deben ser un
fin en sí mismos. Es un modo de ejercitar el vivir y cada uno de estos modos
marcan el estilo de vida que se elige, el cual dependerá íntimamente del proyecto
existencial definitivo que se tenga. Cada proyecto existencial tendrá un toque
particular. Así habrán hombres abiertos hacia un principio superior y serán
religiosos siendo Dios y la religión el eje del proyecto existencial. Otros se
inclinarán por el altruismo para dedicarse a vivir por los demás, con diferentes
formas para servir al prójimo. Opuestamente algunos serán anacoretas. Hay
quienes son atraídos por lo estético y se proyectarán a las artes, mientras otra parte
de la humanidad se encamina al desarrollo intelectual e incursionan en las ciencias
o la metafísica..

Luego, hay múltiples proyectos existenciales pues cada hombre tiene el


propio que desarrolla en sus proyectos cotidianos. Además de la religión, el
servicio al prójimo, las artes o la ciencia, hay proyectos de una simple aspiración a
una cotidianeidad feliz: tener una familia, un trabajo y un esparcimiento. En otra
tesitura, existe la posibilidad de que un hombre sólo pueda tener proyectos
cotidianos múltiples y dedicarse a ser religioso, artista e intelectual a la vez,
porque todo hombre tiene la factibilidad suprema de poder desarrollar todas sus
posibilidades de ser, en el máximo de su vitalidad creativa.

Toda persona en sus actividades puede descollar o no. Si esto ocurre debe
ser fortuito, coyuntural o secuencial. De ninguna manera el fruto de un fin
específico de vivir debe ser lograr el prestigio social, porque quien vive para esto
no vive realmente sino está lejos de una vida auténtica y resultará un extraño para
sí mismo. Sobresalir socialmente debe ser consecuencia de los méritos de un
proyecto auténtico que no buscó por resultado la notoriedad. La idea de triunfo no
debe centrarse en el mero reconocimiento de los demás, sino que intrínsecamente
debe ser la aspiración de encontrar plena satisfacción de lo hecho en sí, lo que será
independiente de nos aplaudan o critiquen o pase inadvertido a los otros.

Otra brújula interior, que a veces es visible y a veces no, es la vocación o


llamado interior hacia un proyecto existencial determinado. Quienes conocen con
nitidez su vocación terminan con la angustia que genera una búsqueda. Es
probable que la vocación se conozca por las tendencias que cada uno tiene a
determinadas actividades y de la meditación detenida de las variables del gusto y
aptitudes. Muchas veces hay tendencias fuertes por una vocación marcada, pero no
pueden realizarse por un defecto físico o psíquico. Así, es improbable que un ciego
de nacimiento pueda ejercer la medicina, pero puede pintar porque la mente del
hombre convencido de su vocación luchará contra todo impedimento. No es
infrecuente que un sordo componga música o un lisiado participe en una
competencia deportiva.

Prácticamente es imposible conocer o explicar racionalmente cómo operan


estos mecanismos de conmoción interior intensa que conducen a conductas o hechos
que pueden calificarse de milagrosos (sucesos propios de un acto de poder divino o
algo superior al orden natural y a las fuerzas humanas). Sólo el hombre tiene la
virtud de superarse a sí mismo y al orden natural que lo rodea. Este inmenso
13

potencial que lo acerca al milagro le hace partícipe de una naturaleza casi


identificada con lo divino, porque su carnalidad espiritual está llena de una
energía ligada indisolublemente a la creación de Dios.

Ponemos punto final a esta meditación personal plasmada en este trabajo,


resaltando que el tema esbozado como telegrama es mucho más amplio. Pero pese
a las imperfecciones de lo escrito, la intención inmediata fue llamar la atención
sobre la ausencia de una comunicación sincera y efectiva, real y llena de sentido.
Este trabajo es sólo una revisión bibliográfica prolija con una determinada
selección de textos y contextos y un ordenamiento de conceptos para unificar el
conocimiento y los criterios sobre las formas y mecanismos de la comunicación
humana.

No es fácil convivir con los demás, pero manejando una correcta


comunicación podremos lograr esa convivencia tan necesaria para nuestra
naturaleza, nuestro ser, que exige vivir con otros y por lo tanto debemos buscar la
comunicación como la única herramienta válida para la convivencia excelente.
Nuestro pensamiento debe mejorar con la creatividad ante las nuevas exigencias
de esta acelerada vida moderna, que nos impone corregir las desviaciones, siempre
por amor a nosotros y a los otros, para vivir sin dañarnos ni dañar a otros. La
comunicación perfeccionará nuestros pensamientos y como dijo Einstein: PARA
QUE LA HUMANIDAD PUEDA SOBREVIVIR NECESITAMOS CON URGENCIA
UNA MANERA ESENCIALMENTE NUEVA DE PENSAR.
14

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

El ser del hombre

A la pregunta qué es el hombre nos enfrentamos de lleno con el ser del


hombre. ¿ Cuál es ese ser ?. Evidentemente nadie puede responder de pleno a esta
pregunta en forma directa. Sólo podemos parafrasear a Dios, diciendo “ el hombre
es lo qué es”. Obviamente, esto no dice nada sobre la naturaleza del ser.

Heidegger, un filósofo alemán contemporáneo, intentó acercar una idea del


ser del hombre y logró un método filosófico que consisten en acercarse al ser del
hombre en forma indirecta. Ya que no se puede acceder directamente a la esencia
del hombre, aprehenderemos a la misma a través de los modos de ser del hombre.
¿ Qué entendemos por modos de ser del hombre ?. Dichos modos son las diversas
formas cómo se va manifestando el ser del hombre a través de todas las conductas
de todos los hombres. De ellas abstraemos el concepto de ser.

El primer modo de ser del hombre es a través de notas constitucionales y la


más inmediata de estas notas es la razón o inteligencia. Ningún otro ser viviente
fue dotado de la facultad de razón e inteligencia como lo ha sido el hombre.

Las otras dos notas constitutivas del hombre, motivo del libro de Heidegger,
son el espacio y el tiempo.

Todos los seres vivientes comparten el mismo espacio o medio ambiente.


Este es el medio estimúlico o espacio físico donde todos conviven sujetos a la
misma condición natural y biológica. Pero el hombre no vive en el espacio de la
misma forma que los otros seres animados o inanimados. Mientras los otros seres
están meramente en lugar, movidos por factores físicos, el hombre instaura un
espacio lleno de sentido. Con su inteligencia ilumina y comprende a las cosas en
forma distinta a los otros seres y les da un sentido diferente. Así, una piedra que al
animal sólo le sirve para orinar y marcar un territorio, o un impedimento al que
debe eludir en su marcha, para el hombre la piedra es un instrumento que puede
convertir en un arma, una herramienta o una obra de arte.

La instrumentación del medio ambiente es la cultura. Al instrumentar el


espacio donde vive el hombre lo culturiza y comienza a vivirlo a la luz de la
inteligencia. Al culturizarlo y llenarlo de sentido, el espacio estimúlico pasa a ser
ese “espacio lleno de sentido” que es el mundo. La instauración del mundo es la
primera transcendencia del hombre. En ese mundo, el hombre vive otra nota
fundamental que es el tiempo. Si bien no puede eludir el tiempo físico que el
ambiente estimúlico trae con el ciclo día/noche (luz/sombra) y el ciclo de las
cuatro estaciones que determina el movimiento alrededor del sol y que el hombre
mide con el almanaque a través de días, semanas, meses y años, y con el reloj como
segundos, minutos y horas, tiene otra noción de tiempo que es el tiempo
existencial aquél que el hombre vive en el transcurso del tiempo físico. Este tiempo
15

del hombre no está medido ni con reloj ni con almanaque y, en el mismo lugar e
instante, es distinto para cada hombre.

Valga como ejemplo el hecho de estar asistiendo a una clase: algunos


alumnos siente que la clase “pasa rápidamente” y otros como que “no pasa nunca”
“es interminable”. Esta sensación íntima de que un tiempo es rápido, o es lento, o
es inmóvil, es personal para cada hombre, cuya vivencia del tiempo no es igual a otros y es
intransferible.

¿ Cómo vive el hombre su mundo ?. El hombre puede vivir el mundo y su


vida de tres modos:
1. ensimismado
2. fuera de sí mismo
3. enajenado

Dijimos que el ser del hombre es un ser desconocido. Es como si estuviera


dentro de un círculo al cual no se puede entrar. Es un ser encerrado en sí mismo
(sistencia del ser). Esta sistencia o mismidad, cuando no es transcendida por el
hombre, éste queda convertido en un ser encerrado, ensimismado que no convive
en el mundo. Es el caso de ermitaños o eremitas que se encierran en una cueva y
rehusan vivir en sociedad. Por esto, el ser ensimismado, el que no se manifiesta, no
constituye un hombre propiamente dicho, por lo que Aristóteles piensa que el
hombre que vive solo o es Dios o es bestia.

El hombre para manifestar su ser debe salir de esa mismidad o sistencia, es


decir, “llevarla afuera” lo que significa ex-sistencia (ex= fuera; sistencia = de sí). Es
decir, que el hombre cuando sale de su sistencia, de su mismidad, comienza su
existencia o sea que comienza a vivir fuera de sí. Pero fuera de sí no es la expresión
que se usa corrientemente para indicar a un hombre iracundo sino que en este caso
significa que el ser sale de su encerramiento sistencial o mismidad, para existir y se
convierte en un ser abierto. Esta es otra de las notas fundamental del ser del
hombre. Y necesariamente, al ser abierto es cuando comienza a ser con otro seres.
Este ser con... es otra nota fundamental del hombre que lo lleva a convivir con otros
seres humanos como condición fundamental de su ser. Así, el hombre es un ser
social.

Una vez que ha establecido su mundo, llenándolo de sentido, a través del


espacio y del tiempo humano, donde vive como un ser abierto o social en
comunión (comunicación) con otros seres iguales, el hombre, con su razón o
inteligencia, pasa a establecer un criterio, un pensamiento crítico de su mundo,
donde juzga su existencia mundana.

Este juzgamiento o pensamiento crítico, debe elevarse sobre el espacio físico


del mundo e ir a un plano que va más allá de lo físico y que constituye la metafísica.
A través de la metafísica, el hombre establece un pensamiento crítico o
transcendente y puede hacerlo a través de la razón únicamente y llega a la
filosofía o bien a través del sentimiento o fe que profesa con la religión. Esto
constituye una segunda transcendencia: el hombre con su razón o su sentimiento a
través de la fe transciende su mundo físico, accede a lo metafísico y se encuentra
16

con la filosofía o la religión. Estas dos condiciones marcarán distintos modos de


ser.

El pensamiento transcendente o crítico establece una nueva forma de


comprender a sí mismo o comprenderse. El hombre se juzga a sí mismo y revela su
forma de ser con el pensamiento transcendente.

Una vez que el hombre establece o alcanza su segunda transcendencia con el


modo de pensar crítico, vuelve al mundo con esa distinta forma de juzgarlo y
establece así un nueva o tercera transcendencia.

El regreso al mundo con el pensamiento transcendente, permite al hombre


indagar sobre el ser de las cosas a fin de develar (quitar el velo) a ese ser y
comprender más profundamente su ser y el de otros.

Así el hombre va descubriendo los que las cosas son y quiere llenar con un
nuevo sentido existencial a su mundo, buscando la autenticidad (mostrar su ser
verdadero) . La verdad no es otra cosa que las cosas se revelen con su propio ser, es
decir, lo que las cosas son. Cuando las cosas no revelan su identidad o ser real,
aparecen (parecen ser) como falsas. No son en sí, sino parecen ser otra cosa. Luego,
la falsedad es lo que las cosas parecen ser pero no son.

El hombre auténtico adquiere autoridad : hace las cosas por sí mismo (hacer
con autenticidad) con su ser verdadero, y así como autenticidad es manifestarse con
verdad, autoridad es hacer con verdad.

Munido de autenticidad y autoridad, el hombre puede ahora antelar su


existencia. La antelación de la existencia es cuando el hombre mira hacia el futuro
estableciendo un horizonte donde desarrollar su existencia. Este “lanzarse hacia
adelante” “hacia el futuro” es proyectarse.

Cuando el hombre busca proyectarse antelando el futuro, es el momento en


que establece su proyecto existencial, la forma en que desarrollará toda su
existencia a través del tiempo y el espacio.

El proyecto existencial es distinto del proyecto cotidiano. El proyecto


existencial es la razón de toda la existencia del hombre. El proyecto cotidiano es
con el cual el hombre desarrolla en forma inmediata su cotidianeidad, es decir, su
existencia “día a día”. El proyecto existencial es mediato y abarca toda la
existencia. El proyecto cotidiano es inmediato, cómo el hombre vivirá su día o irá
llenando de sentido al mismo. Un proyecto cotidiano es estudiar, casarse,
desarrollar una profesión, adquirir una posición, etc. El proyecto existencial abarca
todos los proyectos cotidianos, pero siempre está por encima de ellos y no depende
de los mismos. Incluso, el hombre puede tener un proyecto existencial que no
finque en los proyectos cotidianos o, simplemente, basar su existencia en simples
proyectos cotidianos, sin ninguna otra transcendencia.

Del proyecto existencial depende la existencia auténtica. De los proyectos


cotidianos puede depender una existencia inauténtica. El proyectar es otra de las
17

notas constitucionales del hombre. Sólo el hombre puede ir al futuro y desde éste
volver al presente (proyectarse) instaurando su proyecto existencial.

Finalmente, en el análisis del ser hombre y sus notas fundamentales o


modos de ser, debemos referirnos al sentido de las cosas. El ser del hombre es un
ser descubridor o develador del ser de las cosas, del sentido de las mismas.
Cuando el hombre conoce las cosas, las instrumenta y las llena de sentido,
establece el cosmo. Todas las cosas no conocidas que quedan fuera del cosmo
constituyen el caos. El ser del hombre es un ser que se ocupa de penetrar el caos
buscando conocer lo desconocido (dar sentido al caos y traerlo al cosmo).

El caos es una especie de nada filosófica o nada absoluta (ausencia total de


cosas y del sentido). Naturalmente esta nada es irreal, es simplemente la existencia
de la inexistencia, por lo que constituye un contrasentido totalmente desprovisto
de sentido. Por lo tanto no pasa de ser algo que el hombre imagina pero que no
tiene existencia real.

En cambio puede ocurrir que aparezca la nada existencial que se da cuando


el hombre “pierde la noción” del sentido de las cosas y se encuentra de repente
ante un mundo vacío en el que las cosas pierden su esencia, su sentido, y se
produce un vacío de sentido (nada existencial)

Luego la existencia se transforma en caos. El hombre enfrenta un mundo


inhumano, sin sentido, sin la luz de la inteligencia, sumido en la oscuridad del
caos. Esto le despierta un sentimiento de angustia o pánico.

Dijimos que el hombre establece horizontes sobre los cuales va


desarrollando su proyecto existencial. Una vez que supera un horizonte va
buscando otros. Esto hace que las cosas sean posibles. Cada horizonte es una
posibilidad. La existencia se transforma así como el ámbito de las posibilidades.
Hasta dónde llega este ámbito ?. Naturalmente la extensión del ámbito es la vida
del hombre y mientras el hombre vive tiene infinitas posibilidades.

El fin de la vida del hombre es la muerte. La muerte puede ser considerada


bajo dos puntos de vista: como el fin absoluto en que es simplemente una
aniquilación total (pérdida absoluta del ser) o bien puede ser mirada como la
culminación de las posibilidades.

El hombre auténtico es el que mira a la muerte sólo como la culminación de


todas sus posibilidades o sea, como la cumbre de su existencia. Luego, así
proyectado constituye una nueva nota fundamental: ser para la muerte. Es el único
ser vivo que puede antelar su vida en función de su muerte. Es el único que llena de
sentido a la muerte y la incorpora como algo fundamental de su existencia. No es
una nada como aniquilación total.

El ser auténtico es aquél que sabe escapar de las nadas que atentan contra la
existencia del hombre. Luego no es un ser que vivirá con pánico ni temor. Descarta
la nada absoluta porque la comprende como un producto ideado por la
imaginación, elude la nada existencial porque vive llenando de sentido la
18

existencia y enfrenta a la muerte, no como una nada de aniquilación de entes o


cosas, sino como algo connatural de su existencia, como la culminación de la
misma. Luego su mundo es un mundo total, pleno de sentido, en donde no tiene
lugar la nada.

Cuando el hombre vive la nada en cualquiera de sus formas, imaginaria o


real, pierde el sentido de su existencia y vive enajenado, como si en su lugar fuera
otro, no él mismo, sino alguien ajeno a él. La existencia enajenada es una
manifestación de inautenticidad. No es propia del hombre, puesto que en ella el
hombre pierde o no manifiesta las notas fundamentales de su ser.

Al establecer su existencia y querer llenar de sentido el mundo, el hombre


mira a las cosas de formas diferentes. Cuando su mirada es envolvente,
totalizadora, inquisidora con el pensamiento transcendental, logra penetrar y
develar el ser de los entes. Descubrir lo que los entes son y llenarlos de sentidos.

Pero a veces su mirada es parcial y enfoca una parte de las cosas, a las que
considera un objeto de observación, para describir el fenómeno de aparición de ese
ente o cosa. El objeto puesto así “ante los ojos” y “ante las manos”, es manipulado
por el hombre, el que se limita a describir su exterior, buscando a través de él
inquirir sobre el interior, pero no con el abordaje indirecto de su pensamiento
transcendente, sino como un “acceso directo”, violento. Y decimos violento porque
en este intento de conocer al ente, lo objetiva para manipularlo en su exterior.

Esta forma de acceder al conocimiento de las cosas, es lo que constituye el


punto de vista o aspecto que se encuentra muy lejos de poder llegar en forma
inmediata al ser verdadero de las cosas. El punto de vista se conforma sólo con
describir lo que las cosas parecen ser. Nunca es totalizador, nunca llega al ser de
las cosas. Es una forma meramente descriptiva de una parte del todo, al que nunca
llega a conocer dado que siempre mira una parte. Esto es propio del pensamiento
científico que sólo busca conocer lo inmediato: lo que está “ante los ojos” y “a la
mano”, sin ir más allá. Es un pensamiento rígido, no transcendente, que necesita
una estructura condicionada (parámetros) para estar “siempre igual” ante la
contemplación de un ente o cosa.

Si las condiciones del ente observado como objeto (parámetros) no son


siempre iguales la ciencia los rechaza, no los admite dado que no pueden ser
reproducidas exactamente igual en un laboratorio. Todo enfoque de un ente que
no pueda ser objetivado con la observación rígida que somete a la deducción y es
ponderado (medido y pesado), es desechado por no ser científico.

En manera especial siempre pensamos y hemos sostenido que lo que se da


en la realidad no siempre es la verdad. Esta aserción es fácil de comprender dado
que lo real o realidad es el conjunto de las cosas y las formas como estas se manifiestan
en el mundo, pero hemos advertido que las cosas no siempre aparecen como son y
su verdadero ser debe ser develado. Luego, las cosas pueden tener apariencia falsa,
no manifestarse como son realmente. Es muy importante esta distinción porque
sino se cae en la tentación de confundir realidad con verdad o de creer que la
verdad “es lo que se ve”.
19

Hemos aclarado previamente que “lo que se ve” aunque tenga una
tangibilidad indiscutible es simplemente “punto de vista” y éste, al no ser
totalizador, induce engaño sobre el verdadero ser de la cosa “vista”. Todo lo que
“se ve” es lo que aparece a la luz (fenómeno) y así debe consignarse: simplemente;
decir es lo que aparece a la luz. En absoluto, el carácter de real da carácter de
verdad. Tampoco el hecho de ser un fenómeno significa que sea real (las visiones o
alucinaciones son fenómenos que aparecen como reales y son imaginarios).

¿ Porqué no todo lo que se percibe como real puede ser tal o verdad ?. La
percepción depende de la integridad funcional de nuestra mente y nuestros
sentidos. Cualquier falla en ellos nos da una percepción anormal o deformada. No es
infrecuente que muchas percepciones que creemos reales sean imaginarias.
También nuestro punto de vista está, no sólo condicionado por la integridad de los
sentidos y la mente, sino por nuestras convicciones, cultura y forma de pensar.

Si no balanceamos todo esto, es fácil caer en el error, el cual se agrava


cuando creemos que nuestro error es la verdad. Hay que ser muy cauteloso antes
de aceptar por real y verdad cualquier fenómeno que nos impacta. Nuestra mente
debe realizar una especie de autocensura y autocrítica, con una estricta
comprobación (chequeo) de que nuestra percepción no es anormal y no está
“teñida” por preconceptos. Esta forma de control es lo que constituye el juzgar
correcto y la adquisición de “criterio” (buen criterio), ambas cosas necesarias para el
pensar y el actuar auténtico. En filosofía se confía a la lógica la función de
formación de un juicio correcto.

El punto de vista o aspecto es sólo un abordaje parcial de las cosas y viene a


ser como una especie de captación relámpago de una parte de la cosa. No capta el
todo. Como es parcial y rápida es una especie de “flash” que capta y congela la
parte observada. No es pensamiento fluido, envolvente, totalizador.

El pensamiento totalizador es propio del hombre auténtico y es el que


alcanza la plenitud de las cosas. Contrariamente el pensamiento objetivador,
aspectual, es inauténtico, rígido. Sólo cambia, cuando se busca otro punto de vista
y, a veces, el nuevo aspecto de una cosa contradice el anterior. Naturalmente está
enfocando algo distinto. Otra parte distinta. Luego el pensamiento aspectual es
contradictorio.

Sólo el pensamiento totalizador llega a la verdad y es propio del ser abierto


del hombre auténtico. El pensamiento aspectual es inauténtico e induce más a la
falsedad que a la verdad. Es fundamental para nosotros destacar la diferencia de
ambos pensamientos, dado que el hombre muchas veces cree que el pensamiento
aspectual es absoluto, mientras que el totalizador es relativo. Y allí cae en la
confusión de creer que la ciencia es el camino más válido para el conocimiento de
las cosas.

La educación auténtica debe mostrar que la ciencia es uno de los caminos


para llegar al conocimiento pero no es el mejor. El pensamiento crítico o
totalizador, siempre estará más cerca de la verdad.
20

Desarrollo de su intelectualidad

El intelecto que es el entendimiento, potencia cognoscitiva racional del alma


humano, es el efecto directo de aplicar la inteligencia, a la cual está íntimamente
ligado por ser una manifestación de ella. La intelectualidad es el conjunto de todos
los efectos o acciones del intelecto.

Nosotros destacaremos del intelecto, una de las notas de la inteligencia, lo


referido al aspecto de habilidad, destreza y experiencia y en ese sentido
entenderemos en parte lo que es el desarrollo intelectual. Naturalmente, el
desarrollo intelectual implica primero que el instrumento inteligencia esté
indemne y aguzado o preparado. El hombre debe entrenar su pensamiento
inteligente para evitar desvíos o conclusiones racionales falsas. Asimismo su
entendimiento no debe tener vicios de juicios apriorístico. Debe adoptar una forma
de pensar abierta, afectiva, con pleno uso de los mecanismos racionales, para
captar la realidad sin deformaciones e indagar a través de ella la esencia de las
cosas, buscando lo que las cosas son en sí, en su esencia verdadera para no errar
sus criterios o forma de juzgar.

Esto exige predisponer la voluntad para querer con intensidad lograr estas
condiciones de mirar sin escrúpulos previos a la realidad y no dar significados
anticipados ni meditados a los hechos que se dan o se observan. Aunque casi
necesariamente toda teoría científica debe basarse en algún tipo de ideología o
preconcepción (hipótesis, teoría, tesis) estas deben tener algún fundamento, Pero
tanto las ideas preconcebidas sin sustento, como los fanatismos, no tienen cabida
en el terreno de la ciencia.

Quien desea escudriñar la realidad con mentalidad de científico debe


aproximarse a ella y rodearla caminando en su entorno o observarla con “una
cierta ingenuidad”, intentando profundizar en el conocimiento de la esencia de las
cosas. Los datos que esta observación le proporciona deben ser investigados en el
sentido de que sean lo menos deformados posibles y no susceptibles de error por
defecto de percepción. Comprobada la calidad de esos datos debe aceptarlos, tanto
si están de acuerdo con lo que él piensa del objeto observado, como si no lo están.
Esto elimina lo subjetivo de la observación y permite reformular el sentido de la
cosa observada con una visión más objetiva, dada por los diferentes puntos de
vista.

La aceptación de los elementos con los que se está de acuerdo y también con
los que no se está de acuerdo, hacen al pensamiento totalizador envolvente, sagaz,
que indaga con interés y curiosidad, sin caer en la tentación de conformar la
realidad según se piensa y no según se da. Una hipótesis, de la cual puede partir
una observación meditada de algún hecho, es un mero instrumento del quehacer
de la investigación científica, pero no debe apasionar al investigador a tal punto de
querer adaptar la realidad a la hipótesis, convirtiendo a ésta (hipótesis) en el fin
absoluto. No sería infrecuente que se comience investigando con una hipótesis y se
descubran cosas diametralmente opuestas a ella y doblemente más interesantes
que lo propuesto hipotéticamente.
21

Cuando se cae en la tentación y la tozudez de no leer correctamente los


datos objetivos de la realidad y de consumar el intento de imponer la hipótesis por
sobre lo real, se cae netamente en el extremismo, el fanatismo o el
fundamentalismo de principios rígidos intelectuales pero no reales. Esto ocurre
cuando la realidad defrauda una expectativa hipotética y genera una actitud
irracional de aceptar e imponer, generalmente por la violencia, una idea
preconcebida, asignándole virtudes crípticas o una inspiración divina o una fuerza
ancestral aunque todo ello vaya contra la misma razón.

Nosotros conocemos en detalle las propuestas dada por psicólogos y otros


investigadores, sobre la formación del intelecto en el sentido de genética y
ambiente. De que la genética pueda tener o no una injerencia directa en el grado de
inteligencia de una persona o la conformación de la misma, es una afirmación
ambigua que sería algo imprudente manejar como necesaria dado que no hay un
estudio genético comprobado que diga tal gen es el gen de la inteligencia, como se
dice para algunas patologías genéticas. Es indudable y no controvertible que
muchas patologías genéticas pueden influir sobre la inteligencia y de hecho lo
hacen. Pero esto no indica totalmente que la inteligencia dependa exclusivamente
de lo genético. Sí podemos afirmar, sin ambages, que hay diferencias intelectuales en
todas las personas. Ningún individuo es totalmente igual a otro ni genética ni
intelectualmente.

Partiendo de esta premisa fáctica se puede decir que hay personas “más
concentradas o más dispersas” que otras; que hay individuos “con mayor o menor
contracción al trabajo”; que algunos “son más despiertos que otros”; que unos
poseen “más rapidez” que otros para captar e interpretar. Y así sucesivamente se
pueden desgranar habilidades y destrezas. Tampoco dudamos que el
entrenamiento y la oportunidad tienen mucho que ver con la formación de
habilidades, destrezas y capacidades. Hay gente que tuvo la oportunidad de
adquirir mayor y mejor conocimiento, hay otros que tuvieron ocasión de ser
sometidos a entrenamientos de diferentes grados e intensidad y así formaron su
capacidad intelectual y cultural, independiente de un mayor o menor cociente
intelectual.

Es innegable que aquellos que posee naturalmente una mejor condición


intelectual tendrán mayores y mejores chances, pero esto no es óbice para que
todos los individuos, normalmente constituidos, alcancen metas satisfactorias en la
adquisición de capacidad intelectual a través de instrumentos culturales diversos,
de adquisición de habilidades y destrezas. La instrucción correcta y el aprendizaje
aplicado y bien guiado, pueden habilitar a cualquier persona para adquirir
diferentes habilidades y destrezas, conocimientos y entrenar un modo de pensar.
Estos conceptos de ninguna manera significan que aceptamos que la inteligencia es
un producto del medio ambiente, pero sí reconocemos que éste tiene algún grado
de injerencia en la formación de la capacidad intelectual.

Pero el rumbo definitivo de cada uno estará dado por desconocidas brújulas
internas que dan el norte a cada persona en forma diferente. Una de estas brújulas
que siempre señalamos es la vocación. Este término está referido a una especie de
22

llamado interior (convocación, llamamiento) o inspiración interior que hace que una
persona sea conducida a realizar una determinada tarea o a adquirir un
determinado estado o profesión. Es una particular disposición que cada uno tiene
para desarrollarse socialmente en una determinada dirección relativa al quehacer
vital a desarrollar, a la actitud hacia la vida.

El intelecto se guía por estas brújulas interiores que dependen de lo que


“cada uno es” en esencia. El desarrollo intelectual estará en relación directa al
conocimiento que se tenga de sí mismo. ¿ Cómo se adquiere este conocimiento ?.
En esta cuestión, el eje pasa por el pensamiento reflexivo. La reflexión es el
pensamiento concentrado, ordenado y dirigido voluntariamente hacia nuestro
interior, sobre sí mismo, para indagar nuestras tendencias y deseos, para formar
las decisiones, para realizar críticas y para hacer análisis y síntesis. Es la primera
arma que nos llevará al conocimiento profundo, a develar el primer contacto con las
cosas para darle un primer sentido mundano. Es también lo que permite conocer la
vocación y ayuda a iniciarla. Es lo que permite el proyecto cotidiano y el estilo de
vida a adoptar.

La reflexividad es una propiedad indisolublemente vinculada al carácter


relacional del sujeto reflexivo y sin ella no cabría concebir la noción de “sí mismo”
ni hacer juicio alguno de valor, acerca de la misma. Mediante la reflexividad el
hombre es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de percepción y puede
percibirse como una parte de la realidad. En este caso la reflexividad mira una
realidad interna pero en relación a una realidad externa o realidad de otros. La
diferencia esencial entre esas dos posibles formas de acceso a la realidad radica en
el contexto:
• los demás me perciben en un contexto (semiótica) de realidades (signos)
externas que contribuye a hacer inteligible mi conducta
• en la propia percepción uno mismo dispone de un contexto más amplio: el de
todas las vivencias habidas en el discurrir biográfico personal. Vivencias que a
su vez están sujetas a una valoración subjetiva por las connotaciones afectivas
de las mismas.

La reflexividad permite a un individuo conocer sobre sí mismo, pero este


conocimiento o saber, en alguna medida, depende o sucede de la representación
verbal. Toda idea interna o externa se hace patente a través del signo o significado
de una palabra. Aún para referirme a mí mismo, en mi mismidad,
autorefiriéndome a mí en mi pensamiento, necesito hacerlo con palabras. La
reflexividad es útil sólo si el ser reflexivo puede concretar sus sensaciones internas
(recodificación) en algo análogo al lenguaje verbal, es decir, si “encuentra” la
palabra apropiada para definir sus sensaciones íntimas.

Sólo al formularse una idea clara de su interior a través de su lenguaje o


código conocido tendrá para sí y para otros el conocimiento de sus circunstancias
psíquicas o espirituales, sobre todo, las vinculadas al área instintiva y emocional y
así podrá “verbalizar” lo inconsciente. Demás está decir que lo que posee en el área
inteligente o intelectual será expresable por su propio peso si la reflexión fue lo
suficientemente eficaz para recoger, conocer y expresar las sensaciones profundas
de la mismidad.
23

En una segunda etapa, una vez producido el contacto con la realidad y


establecido nuestro mundo pleno de sentido, la meta siguiente es el pensamiento
transcendental o meditación profunda con que el hombre transciende el plano físico
de sí mismo y su mundo, para ir más allá, a un plano metafísico por el cual llegará
a la filosofía o a la religión. Ambas o una de ellas, le servirá para completar el
sentido de su vida y de su mundo y formular el proyecto existencial definitivo. El
pensamiento transcendente es una deliberación superior del hombre sobre sí mismo
y su mundo y el cosmos que le rodea, permitiendo esta deliberación encontrar una
dimensión intelectual suprema. El hombre encuentra con este pensamiento la máxima
expresión de su potencia racional elevándolo al máximo nivel de inteligencia
racional. Es el pensamiento totalizador, envolvente por excelencia. Es el arma más
certera del hombre para penetrar en su esencia y en la naturaleza de las cosas que
le rodean, dándoles un sentido definitivo a la luz de la filosofía o de la religión, o
de ambas.

No tenemos experiencia sobre personas que alcancen el pensamiento


transcendental sin haber pasado primero por el pensamiento reflexivo, dado que
para comprender a las cosas, primero el hombre debe comprenderse a sí mismo,
porque la fuente del sentido es él. Estimamos que la reflexión es el paso primero
de la meditación, en el sentido que nosotros hemos dado a estas palabras.

El desarrollo final del intelecto va a depender del conjunto de conocimientos


y cultura que cada hombre acumule para sí, como de las habilidades y destrezas
que desarrolle, siendo este conjunto lo que le dé capacidad total. Culminará su
desarrollo la adquisición de un pensar transcendental.

Piaget sostiene que la inteligencia estructura la conducta y la afectividad lo


emotivo, y el desarrollo intelectual es la historia de la formación de la personalidad.
Resume el desarrollo intelectual en estos puntos:
1. el desarrollo intelectual es un proceso continuo que comienza con el nacimiento
y culmina en la adolescencia (nosotros disentimos con Piaget en el sentido de
que creemos que no culmina sino que continúa durante toda la vida útil,
mientras el individuo tiene sus facultades intelectuales indemnes)
2. el desarrollo de la inteligencia sigue un orden progresivo común a la especie
3. cada etapa hunde sus raíces en la anterior y se continúa en la siguiente
4. cada fase es cualitativamente diferente a la anterior
5. los individuos alcanzan diferentes niveles dentro de este proceso, aunque en el
cerebro humano sano existe la posibilidad de alcanzar todas las etapas
6. la madurez implica la integración de los distintos aspectos del desarrollo,
afectividad, etc.

Piaget introduce la afectividad como una condición sin la cual no hay


desarrollo pleno. En efecto, el hombre como un todo indivisible, funciona con su
inteligencia, su afectividad y su voluntad para desarrollarse. Mal puede
pretenderse lograr “desarrollos separados” de estas esferas espirituales. El hombre
se desarrolla en bloque. Un hombre “muy inteligente” pero sin afecto ni voluntad
es un ser nulo. Un hombre “muy voluntarioso” pero sin inteligencia ni afecto, es
también nulo. De igual modo, un individuo “muy afectivo” pero carente de
24

inteligencia y voluntad tampoco puede desarrollarse. Si una persona desarrolla dos


de los tres elementos espirituales tiene desarrollo incompleto y siempre “le faltará
algo”. Ergo, sólo será todo un hombre el que es inteligente, afectivo y voluntarioso.

El progreso de la humanidad, tanto en lo científico como en lo filosófico


dependerá de que el hombre logre desarrollar nuevas formas de pensar. Y qué es lo
nuevo?. De ninguna manera, dijimos, lo nuevo es algo distinto a lo que el hombre
es ni se refiere a un ser nuevo. Es el mismo ser de siempre, inmutable en sí, pero
que adquiere la capacidad de manifestarse de una forma distinta. En esto consiste
la creatividad.

El funcionamiento de nuestro pensamiento oscila constantemente entre dos


polos:
1. el pensamiento realista y
2. el pensamiento imaginativo.

El pensamiento realista es el que sigue las reglas de la lógica y está adaptado


a la realidad exterior en que el hombre vive.

El pensamiento imaginativo es más difícil de definir, dado que la palabra


imaginación se emplea en tres sentidos:
1. como imaginación práctica: un individuo que tiene imaginación para resolver un
problema en forma original
2. una imaginación lingüística o verbal : la imaginación que califica la originalidad de
los medios con que un individuo se expresa a través de la palabra para producir
el efecto que busca en quien ha dirigido su mensaje lingüístico o verbal
3. una imaginación creadora que es la capacidad o facultad de combinar imágenes en
conjunto o en sucesiones que imitan los hechos de la Naturaleza, pero que no
representan nada real ni existente (definición aristotélica). Estos conceptos
convierten a la imaginación en una capacidad para utilizar las representaciones
de la realidad, sustituyendo a las percepciones sensoriales por los elementos
formados en el pensamiento.

La imaginación resulta así un término medio entre el pensamiento lógico y el


pensamiento sumergido en el mundo interior (casi autismo).

Nosotros, en general y en coincidencia con algunos psicólogos, hablaremos


de imaginación creadora cuando un sujeto, situado frente a un problema, descubre una
solución original. Dicho de otra forma: frente a viejos problemas encuentra nuevos
enfoques o soluciones y esto es la creatividad. Para ello es necesario que la
imaginación creadora rompa los moldes de la rutina o hábitos de pensamiento y
para esto necesita de una cualidad importante o básica: la flexibilidad. Sólo un
pensamiento flexible crea. El pensamiento rígido mantiene el “statu quo”
(“siempre lo mismo”). La flexibilidad es la adaptabilidad del individuo a situaciones
nuevas.

El pensamiento creativo tiene cuatro etapas:


1. Preparación
2. Incubación
25

3. Inspiración
4. Verificación.

La preparación es una larga fase de adquisición de conocimientos. La


incubación es un proceso de maduración de los datos de la información recogida. La
organización de los elementos adquiridos, tanto en forma consciente como
inconsciente. La inspiración es el descubrimiento inconsciente brusco de una
solución y puede llegar en medio de una meditación, de un sueño e, incluso, en
plena dispersión mental. Es un conocimiento intuitivo, inconsciente que
bruscamente se hace consciente o inteligible y “aparece” milagrosamente con la
solución. La verificación es la comprobación que se hace de si la creación inspirada
se adecua o no a la realidad, es decir, si es en verdad una solución al problema y no
una mera ilusión.

Otros de los elementos del desarrollo intelectual es la memoria. Es una


potencia del alma por medio de la cual se retiene y recuerda (sede de los recuerdos):
1. el pasado
2. el conocimiento adquirido
3. los hechos actuales o presentes.

La memoria es una potencia intelectual que puede adquirirse y desarrollarse


mediante el entrenamiento, mientras haya un aparato psíquico o mente normal. La
memoria se pierde sólo si hay deterioro mental psíquico u orgánico. Una de las
funciones básicas de la memoria, cual es la retención, está ya presente desde el
nacimiento, pero la operación de codificación o de registro es muy deficiente en los
bebés por lo que los únicos estímulos que pueden memorizar son de carácter muy
simple y que no necesitan, por tanto, de ningún tipo de operación de codificación
compleja. Por otro lado, el número de estímulos que puede retener un bebé es muy
bajo por simples que estos estímulos sean. Además, si bien retienen estímulos
sencillos, sólo recuerdan (evocan) a los mismos únicamente cuando el estímulo
actúa.

Contrariamente, los adultos normales, especialmente los que realizan


entrenamientos mnemotécnicos (mnemotecnia = arte de ejercitar la memoria),
tienen gran capacidad de retención y fácil evocación, la cual es voluntaria y no sólo
en presencia de estímulos. La correcta memorización (proceso de retención) exige,
además de una observación atenta y concentrada o de una lectura en esas
condiciones, de un continuo repaso del tema o cuestión a memorizar. Tanto la
retención como la evocación y el almacenamiento de datos y hechos a recordar,
exigen técnicas y métodos propios para cada persona.

Así la memoria tiene algo de congénito pero mucho de aprendido. La


memoria guardada de habilidades y destrezas aprendidas, es permanente y óptima
cuando se reúnen dos condiciones:
1. uso continuo
2. automatización de los actos aprendidos y memorizados (por ej. conducir,
escribir a máquina, etc.)
26

Hay diferentes mecanismos de memoria y así hablamos de una memoria


sensorial que se desarrolla de acuerdo a necesidades específicas, por ejemplo, un
ciego desarrollará una memoria táctil y una memoria auditiva. El sordo desarrolla
una memoria visual. Naturalmente, las personas normales también pueden
desarrollar estas memorias sensoriales según las necesiten. Otra memoria es la
memoria gustativa que desarrollan los catadores.

Habría una memoria a corto plazo que retiene la información por minutos o
segundos o lapsos muy cortos. Es una memoria para uso inmediato, con capacidad
muy limitada ya que sólo puede mantener una pequeña cantidad de información
al mismo tiempo y por corto lapso. Se le llama también memoria activa. Es la que
tiende a fallar con el tiempo en la mayoría de las personas. Registra hechos
recientes. Ejerce control sobre el cerebro al indicarle qué información debe tener en
cuenta. En una conversación permite recordar la primera parte de la frase del
interlocutor hasta que éste llegue al final. Es asimismo, la base de la atención
múltiple simultánea (memoria múltiple simultánea) que permite atender varias cosas a
la vez, por ejemplo, mientras se habla por teléfono hojear la correspondencia o una
revista, a la vez que se solicite por seña o expresamente algo a una persona que
pase en ese momento (pedir un café, llamar la atención, saludar, etc.). Esta
memoria, naturalmente, comienza a declinar entre los 40 y 50 años de edad. Si algo
le afectara patológicamente, no se podrían ejercer profesiones como comprador de
valores de la bolsa o piloto de avión de caza (Richard Mohs). Otra forma de esta
memoria, es la memoria episódica (memoria anterógrada o de hechos recientes) que
también guarda hechos y experiencias relativamente recientes (la película vista
hace pocos días, donde se dejan los anteojos o estaciona el auto, etc.). Su
declinación comienza alrededor de los 40 años de edad, pero su decadencia es más
lenta a tal punto que no se advierte, quizás, hasta dos décadas después del
comienzo de la pérdida. Así una persona de 50 años nota la facilidad de los jóvenes
para estudiar, aprender y memorizar el uso de aparatos electrónicos o un nuevo
programa de computadora, actividades que a él le cuestan mucho más. La
capacidad de retención de esta memoria es menor a medida que aumenta la edad.
Esto acarrea problemas en profesiones tales como la medicina en la que la
diversidad de conocimientos y su renovación permanente, es una de las
profesiones que más exige memoria episódica y al disminuir ésta, puede hacer que
un médico sea susceptible de incurrir en negligencia profesional, ya que sólo se
recuerda la mitad de la información y se produce el olvido de las dolencias de
pacientes en el mismo día en que éstos son atendidos.

En cambio, cuando la información es transferida a la memoria de largo


plazo, la capacidad se vuelve ilimitada y en esa memoria, a manera de “disco
duro” de una computadora, se van grabando y acumulando todos los
acontecimientos que nos ocurren y los conocimientos que podamos aprender.
Todos estos contenidos permanecen, además, indefinidamente en esta memoria, a
la que debemos recurrir siempre que necesitemos recordarlos. La evocación puede
ser rápida o inmediata cuando el conocimiento es manejado asiduamente o de
grabación reciente o puede ser lenta o mediata a medida que los recuerdos son más
lejanos. Abarca la memoria semántica que es la capacidad de recordar el significado
de las palabras y los símbolos y es la más perdurable de todas. Es la que más se
conserva en el mal de Alzheimer (pérdida patológica de la memoria) y es la que
27

hace difícil olvidar los términos aprendidos en la juventud y que luego nunca más
se usan, como “baile de graduación” o “comedor universitario”. También es la que
graba los símbolos religiosos, las marcas comerciales, las diferencias entre un perro
y un gato, etc.. La memoria semántica puede seguir enriqueciéndose hasta la
muerte. Otra parte de la memoria a largo plazo, es la memoria implícita que permite
recordar cómo montar en bicicleta, nadar o conducir, aptitudes que dependen del
recuerdo automático (memoria automática) de una serie de movimientos iterativos y
automáticos. Es la memoria de los reflejos condicionados que permite, por ejemplo,
sacar rápidamente el pañuelo ante la sensación de estornudo inminente. Es una
memoria también duradera y su pérdida es signo seguro de deterioro mental
grave.

Otro tipo de memoria de largo plazo es la memoria remota (memoria


retrógrada) que es la que conserva los recuerdos de la infancia, los conocimientos
escolares, los libros, revistas y películas que han causado un gran impacto o que
han sido vistos o leídos repetidamente, determinadas conversaciones y toda suerte
de situaciones vividas muy en el pasado y cuya memoria se conserva a través de
los años. Esta memoria también es difícil de perder, pero en edades avanzadas, a
pesar de ser una de las memorias más conservadas, puede ocurrir que haya
dificultad para evocación o sea traer al presente el recuerdo del pasado. Barry
Gordon interpreta a esto como una especie de “interferencia” ya que al envejecer
se debe clasificar una y otra vez la información que se va sumando sin cesar a
nuestros conocimientos y el recuerdo de la misma puede entrecruzarse con otros
recuerdos y no permitir la correcta evocación, o al menos la evocación oportuna, y
esto sería la interferencia.

La llamada memoria fotográfica que se aplica a las personas que tienen la


capacidad de memorizar en forma rápida una gran cantidad de detalles, es mal
llamada fotográfica porque “nadie registra los hechos de la manera indiscriminada,
gráfica y precisa como lo hace una fotografía. La memoria es siempre selectiva” (Mohs). Lo
que ocurre es que hay personas con mayor capacidad de memoria, quizás debido a
una mayor atención y a un gran poder de observación que les permite clasificar o
seleccionar rápidamente la mayor cantidad de detalles y su capacidad de retención
aumentada, les permite obtener una memoria rápida y completa de hechos
observados.

La pérdida de la memoria es la amnesia. La memoria escasa es hipomnesia.


Así como se habló de memoria retrógrada y anterógrada, igualmente, ante la
pérdida de la memoria por una lesión cerebral, la pérdida de memoria de hechos
anteriores al accidente se denomina amnesia retrógrada, la pérdida de memoria de
hechos ocurridos después del accidente, se denomina amnesia anterógrada.

Luego, en la pérdida o deterioro de la memoria no sólo influye la edad y los


procesos patológicos (accidente cerebrovascular, infarto o Alzheimer y otras
patologías) sino que junto con la edad influye la escolaridad más baja, la falta de
ejercicio de la memoria y la mayor dependencia de otros.

Las estrategias mnemotécnicas o nemotécnicas (ambos términos son válidos


e iguales) pueden ser:
28

1. sectorización del dato: cuando el dato a memorizar es extenso o complicado se


le descompone por sectores y se memorizan éstos en un orden determinado
(ítems o “chuncks”)
2. localización visual: sirve para el conocimiento que se adquiere con la memoria
visual
3. método de lugares: se visualizan todos los lugares a recordar, buscando detalles
especiales de individualización de los mismos
4. uso de palabras claves
5. organización verbal
6. método de asociaciones: relación del texto con el contexto, por ejemplo, pez nos
lleva a pensar en agua.

Finalmente en el desarrollo del intelecto debemos dedicar algunos párrafos


los poderes inexplorados de la mente. A medida que la humanidad ha transcurrido
en su historia, se han conocido hechos relativos a fenómenos mentales tales como
la alucinaciones, imágenes oníricas, telepatía, hipnosis, percepción extrasensorial o
clarividencia.

La telepatía es una especie de comunicación mental a distancia entre dos o


más personas. Las alucinaciones son imágenes irreales creadas y presentadas
involuntaria e inconscientemente por la mente. La hipnosis es la provocación
voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente de un estado mental en que el
individuo queda en una semiinsconciencia y actúa automáticamente ante una
orden mental o verbal que imparte el hipnotizador.

La percepción extrasensorial, muy estudiada por la parapsicología se


presenta bajo la forma de premoniciones y en ella se produce un fenómeno de
telepatía en el cual el receptor del mensaje ha acertado la imagen o símbolo emitido
por el transmisor telepático. Ambos, receptor y transmisor, constituyen la pareja
telepática. El receptor es el clarividente.

Cuando el clarividente informa de algo fuera del alcance de sus sentidos en


un momento dado, el fenómeno se aprecia como una “adivinación”. Los
mecanismos o esencia de los fenómenos extrasensoriales son desconocidos en sí
mismos y apreciamos a los mismos sólo por sus efectos. Los fenómenos
extrasensoriales se comportan caprichosamente, es decir, no son predecibles sino
espontáneos, súbitos y fugaces, a manera de fogonazos (“flash”). Están muy
relacionados con el estado de ánimo y la emotividad individual. Por esto hay
personas más sensibles a ellos que el resto de los individuos y la voluntad
generalmente no interviene en los casos espontáneos.

Sí puede intervenir la voluntad en los casos inducidos, lo que suele ocurrir


con los llamados “médium” o personas que se les atribuye facultades
extrasensoriales extraordinarias que les permite, por ejemplo, comunicarse con los
muertos o tener “videncias” de hechos contemporáneos, simultáneos o futuros
(precognición), o de hechos pasados (retrocognición).

Cuando la percepción extrasensorial ocurre en una persona común


espontáneamente, se observa que se pone en marcha ante situaciones críticas, en
29

un momento de angustia y generalmente cuando el estado mental se halla alterado


(agitación). Ocurre como si en ese momento se abriera un canal de comunicación
telepática, se percibe el hecho generalmente referido a accidentes o muertes de
seres queridos o conocidos y luego de ocurrida la comunicación el canal se cierra y,
a lo mejor, nunca más se repite la percepción.

Tanto al tratar la creatividad como los fenómenos inexplorados de la mente,


hemos hecho referencia al pensamiento intuitivo o intuición. Intuición es la
percepción clara, íntima, instantánea de una idea o verdad, tal como si se la tuviera a la
vista. Generalmente se dice que la mujer es más intuitiva que el hombre. Tal como
se define, la intuición es una capacidad magnífica que permite antelar la solución
de un problema, adquirir un conocimiento o alcanzar una idea creativa, sin el
esfuerzo del razonamiento escalonado o meditado sobre un hecho. Operaría como
una forma de pensar más rápida, muy eficiente y de menor esfuerzo.

Obviamente, la intuición no es un patrimonio común a todos en forma


cuantitativa. No todos poseen la misma cantidad o grado de intuición, sino que es
tenida en formas muy diferentes. Incluso en algunos individuos hay diferencia de
calidad en sus intuiciones. Pero si existe la voluntad y la concentración suficiente y
eficiente es posible alcanzar un cierto entrenamiento de la intuición, salvo en las
situaciones de alta emotividad en que ésta pueda surgir en forma espontánea.

La intuición es lo que vulgarmente se llama “corazonada” y en opinión de


muchos autores bien podría ser el mejor recurso del cerebro, a tal punto que podría
considerarse el sexto sentido (o el séptimo ya que se postula para sexto sentido,
también, al sentido común). Cualquiera sea el concepto de intuición esta
clarividencia que parece surgir de la nada, tiene mecanismos desconocidos e
intrigantes.

Malcom Westcott estudió diferentes grupos para averiguar porqué algunas


personas entendían más rápidamente que otros y encontró en los grupos intuitivos
que, al parecer, para obtener respuestas correctas los integrantes de esos grupos
combinaron la información proporcionada por Westcott con fragmentos de
conocimiento sacados de su propia experiencia y de ahí dedujo que todo ocurre en
la intuición como que su componente clave es el conocimiento y la experiencia que
cada uno de nosotros lleva dentro.

Con estas observaciones Westcott concluye que intuición “es la capacidad de


llegar a conclusiones acertadas, rápidamente, a partir de información limitada, basada en el
conocimiento y experiencias previos que cada uno lleva dentro”

Herbert Simon comparte la opinión de Westcott y afirma que “en lugar de


seguir conscientemente una serie de pasos lógicos, el experto adelanta una solución
rápidamente echando mano de su profundo conocimiento de los problemas” “Y con la
experiencia, las corazonadas del experto se vuelven cada vez más atinadas”

Por su parte, el neuropsiquiatra Larry Squirre, estudiando daños en


diferentes partes del cerebro, ha descubierto que, incluso cuando una persona no
tiene memoria consciente, otro sistema de memoria sigue funcionando y aprende
30

como jugando un complicado juego de habilidad. Cuando resolvemos un


problema o se aprende a hacer algo se usa el sistema de memoria declarativo. Pero
a medida que nuestras habilidades se vuelven automáticas, pasan a formar parte
del sistema de memoria procesal, constituyendo un conocimiento inconsciente.

¿ Existen reglas para el pensamiento intuitivo ?. Los expertos aconsejan:

1. reunir información sobre el problema


2. plantearlo a fondo y luego dejarlo
3. confiar en la propia experiencia
4. verificar las intuiciones

El intelecto se relaciona con el arte a través de la fantasía y el pensamiento


mágico. Fantasía es la facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes
las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las
reales. Puede ser también una fantasmagoría, ilusión de los sentidos, pero también es un
grado superior de la imaginación en cuanto a lo que inventa o produce. Suele llamársele
fantasía a obras literarias basadas en la ficción o al pensamiento elevado o ingenioso.

Los alcances del término fantasía son muy amplios y variados, pero en
general la connotación está referida a lo ingenioso, a lo ficticio o a lo real llevado a
lo irreal o a lo irreal traído al plano de la realidad. En este último mecanismo reside
el pensamiento mágico que tiene la virtud de traer a la realidad lo irreal,
presentándolo como algo real, creando la ilusión de los sentidos. La fantasía es el
mundo interpretado por la sensibilidad y se manifiesta con símbolos, mitos o
relatos fantásticos.

La fantasía, y por ende la actividad mental imaginaria, significa una


posibilidad de proyección extensa de la vida psíquica. En primer lugar la fantasía
puede actuar tanto en función prospectiva como retrospectiva. Es decir, se puede
fantasear tanto acerca del futuro (indagando, explorando, aventurando posibles
realizaciones del sujeto) como del pasado (reactualización de experiencias vividas,
en busca del sentido intencional de nuestras realizaciones previas, que permiten
comprender el presente en su dimensión histórica, biográfica). Tanto en un caso
como en el otro la fantasía puede jugar una función compensadora : permite la
realización de deseos, que no se ven cumplidos en la realidad tangible. En cierta
medida, los sueños fantasiosos nos ayudan a evadir una realidad, a veces,
frustrante o desilusionante. La fantasía nos llena de ilusiones.

En nuestra actividad real (o realidad activa) de la vida cotidiana, nuestra


propia realización está sujeta a enormes limitaciones y restricciones que impone
esa misma realidad, porque nuestra conducta debe estar constantemente adaptada
al contexto que se nos ofrece o da y que raramente elegimos. Por lo tanto el riesgo
de frustración, de no realización de nuestros deseos y de nuestras necesidades, está
a la orden del día. No siempre nuestra mismidad puede tolerar un determinado
grado de frustración o de postergación de necesidades inmediatas y esto se
acompaña de una cierta devaluación de la autoestima.
31

Mediante el ejercicio del pensamiento fantástico podemos fácilmente


compensar la frustración y la desilusión y rehabilitar nuestra mismidad y
autoestima hasta unos límites que nos resulten más confortables o más
gratificantes. Ahora bien, no es posible mantener un equilibrio adecuado con la
realidad circundante si se excede la fantasía, superando la función compensatoria
normal que hemos descripto. De resultar un uso excesivo de la fantasía como
respuesta habrá un individuo cada vez más replegado en sí mismo (ensimismado)
como mecanismo de defensa para evadir permanentemente la realidad. En este
caso, el haber sobrepasado la función compensatoria, conduce al individuo al
mundo primero del autismo y luego del delirio (supremacía de la mismidad
fantasiosa o imaginaria, sobre el principio de realidad). En este contexto, el sujeto
actúa ignorando las limitaciones de los contextos reales y dando rienda suelta a los
dictados de su fantasía excedida y acaba fabricándose una identidad fantasma o
fantasiosa: aparece simulando una realidad que no existe.

En la fantasía, la realización del deseo se lleva a cabo sin restricción alguna


(“el deseo se hace omnipotente” ). Por lo tanto, en su actividad fantasiosa se proyecta
el individuo como un ser omnipotente y como esto es imaginario, resulta ser poco
digno en su apariencia. El delirio resulta así una posibilidad extrema de la fantasía.
Lo normal o sea un ámbito de experiencia más próximo a lo cotidiano, lo
constituye el fenómeno llamado “soñar despierto” que es cuando un sujeto se deja
envolver por fantasías a modo de ensueños, pero que suceden con conciencia vigil
por parte del sujeto y no se pierde la conciencia de que son fantasías y nada más.

Las producciones fantásticas, en este caso tienen una cierta autonomía, son
más o menos desordenadas, espontáneas, pero en algún modo controladas por la
voluntad y el protagonismo del sujeto, de forma tal que esas ensoñaciones vigiles
son dirigidas por las intenciones conscientes del protagonista. De esta forma, “se
monta una película” sobre lo que le gustaría que le pasara en la vida real. Los
contenidos de estas fantasías, por lógica, son aquellos que tendrían más dificultad
para ser logrados o que le gustaría que le sucedieran en la vida real. Todo es
posible en esa película y por lo tanto, puede ser fuente de inspiración para una
obra de arte (una película, un libro). La fantasía en alguna medida, es propia del
pensamiento infantil y ayuda, en esa etapa, al desarrollo psicológico. En el adulto,
fuera del contexto fantasioso normal, es patológico.

La actividad fantasiosa pura, excesiva, supone en algún modo una regresión


porque comienza a utilizar un lenguaje analógico que usa de signos icónicos
(signos referidos a imágenes) y en esto reside la patología: tiene graves alteraciones
de la comunicación al salir del contexto real. “No encuentra las palabras precisas para
expresarse” y por eso su lenguaje es confuso y anormal para “los que viven
inmersos en la realidad”. En el exceso, no se cumple la forma de protección de la
mismidad, porque la realización imaginaria del deseo escapa del contexto “de lo
posible” para caer en los “irreal imposible” y por lo tanto no compensa al
individuo de la carga de insatisfacción y frustración que le depara la realidad
agobiadora.

El hombre tiende a identificarse principalmente con los productos finales de


la mente: el pensamiento y la acción y desde ese punto de vista, lo claro y preciso es
32

la razón y los sentimientos parecen ser un proceso de forma imprecisa, indefinida,


resbaladiza y, por lo tanto, poco fiable. La razón observa con desdén todo aquello
que se desvanece frente al análisis lógico. En nuestra cultura, lo que tiene que ver
con lo afectivo y lo fantasioso es, comúnmente, descalificado y unido a una
connotación negativa.

El rasgo más peculiar del ser humano occidental tecnificado estriba en la


actitud racionalista con que se entiende a sí mismo y a su entorno. De este modo su
actuación va unida a la utilidad y a la productividad y el fin de sus actos es
“obtener algo material”. Así, el misterio, el enigma y lo desconocido ha sido
reemplazado por la razón y el intelectualismo, mientras que la ingenuidad es
desplazada por la sabihondez. Progresivamente se va exterminando todo lo que se
opone al análisis racional: la imaginación, la expresión de la fantasía, lo mágico, lo
mítico, lo sentimental y romántico.

La razón al servicio de la técnica en busca de una “civilización del bienestar”


conlleva la deshumanización, la despoetización y el desencanto, lo que
inevitablemente cae en la “desorientación vital” y la “crisis cultural”

Bertrand Rusell, al chocar con esta realidad contemporánea, nota que el


hombre se va perdiendo y clama: “el hombre necesita ahora, para salvarse, una cosa:
abrir su corazón al gozo” dado que va abandonando paulatinamente su “alegría
de vivir”. El resultado de racionalismo excesivo es el desencanto por la vida. La
fantasía, el sentimiento y el romance bien entendido es la sal de la vida, por lo que
debe lucharse por reivindicar el derecho a imaginar.

El desarrollo intelectual se alcanza, es verdad, con el aguzamiento de los


sentidos y de la forma lógica del pensamiento, pero acompañado del sentimiento,
de la imaginación y de todo lo espiritual. En su defecto, es un desarrollo
incompleto.
33

MENTE Y CUERPO

Descartes y el dualismo

Cuando Descartes escribió su DISCURSO DEL MÉTODO planteó una


separación entre cuerpo y alma, algo que los griegos en alguna medida lo habían
realizado con las palabras psiquis y soma. Mientras los antiguos hebreos en la
BIBLIA, presentaban una sola unidad, el hombre como una especie de unidad
sellada donde cuerpo y alma constituían el nefesh (término hebreo intraducible)
porque era lo que Dios insufló al barro para darle vida, creando una carnalidad
espiritual, en la que cuerpo y alma eran una sola cosa. Sin embargo, las relaciones
entre el cuerpo y el alma, o entre el cuerpo y la mente, que es lo mismo, han
intrigado al hombre por espacio de varios siglos.

El dualismo cartesiano fue el hito que dividió al quehacer científico y


filosófico en dos vertientes distintas. Desde entonces hasta ahora la filosofía y otras
ciencias del espíritu caminan divorciadas de las ciencias biológicas, como si el
campo de cada una tuvieran objetivos distintos. Ha sucedido, incluso, que muchas
veces ambas tendencias se enfrentaran con puntos de vista totalmente discrepantes
a pesar de que el fenómeno considerado (el hombre) es uno. Lo usual es que dichas
ciencias no se enfrenten pero tampoco se junten sino que marchan por caminos
paralelos, como si lo que consideran fueran dos cosas distintas o dispares. Los
intentos de entrecruzar ambos caminos, no produjeron un camino convergente,
sino sendas divergentes o en direcciones contrarias, o manteniendo la discrepancia
existente antes del cruce.

Pero el fenómeno indiscutible es que cuerpo y alma coexisten en tan íntima


unión que en Medicina no existen dudas que cuando el espíritu se quiebra, el
cuerpo se enferma ( medicina psicosomática) o cuando la mente se enferma
(psiquiatría) la integridad del hombre se anula o bien cuando se enferma el cuerpo
(medicina interna), la mente también se afecta. Es sabido que la fiebre obnubila,
que un infarto cerebral, de acuerdo al hemisferio que ubique anula una o varias o
todas las funciones intelectuales. Esto prueba definitivamente que el cuerpo
enfermo modifica la forma emocional del sentir y el pensamiento racional y
viceversa. Precisamente es, desde la observación médica, donde surge la idea de
volver a la unicidad o integridad total del hombre en una sola cosa. Si se separan
(disecan) cabeza y tronco, indudablemente ninguno de los dos sobrevive per se, al
menos con las funciones completas.

Es también incontrovertible que la mente reside en el cerebro. Esto lo ha


probado completamente la medicina, terminando con las dudas aquellas de que el
espíritu o las emociones podían residir en otros órganos como el corazón o el
hígado que son los que más sufren cuando hay un trastorno emocional. En nuestra
afirmación anterior mostramos que las emociones trastocan los órganos tanto de la
circulación, como la respiración, la digestión, la catarsis, el sistema neuroendócrino
y el trastorno corporal puede desencadenar la emoción. Esta noción da lustre al
34

viejo aforismo latino “mens sana in corpore sano”, siendo la fórmula del hombre
cabal, entero para que funcione normalmente como hombre.

Para estudiar el cuerpo o el alma (mente), ya no es posible hacerlo como


entes separados sino debe hacerse el estudio en bloque: se debe admitir sin
dilaciones, la interacción entre cuerpo y alma como una sola unidad. Lo contrario
es falso, por más que las conclusiones sean lógicas y brillantes. El cuerpo es el
sustrato de la mente. Esto lleva a una única opción: el trabajo multidisciplinario o
en su defecto, todo estudioso del hombre deberá abarcar todas las disciplinas hasta
ahora conocidas para llegar a conclusiones válidas. Dada la extensión del
conocimiento aportado por todas las disciplinas que tratan al hombre, la última
opción es más que imposible. La solución inmediata es la remarcada como trabajo
multidisciplinario en el que médicos, biólogos, filósofos, psicólogos, sociólogos,
profesores y didactas, los estudiosos de la lengua y de la comunicación, los
políticos y economistas y toda otra actividad afín a éstas, deben ponerse cabeza a
cabeza para encontrar el camino convergente y poner fin a la dualidad artificial e
inexistente.

Con este principio grandilocuente y con los modestos medios que nuestra
formación intelectual alcanza a través del estudio somero de estas grandes
disciplinas del saber humano, encaramos tímidamente un ensayo en este capítulo,
en conexión con el otro, no menos extenso, que es la comunicación humana, tema
central de nuestro trabajo. Estamos seguros que no llenaremos todas las
expectativas y que no todo lo expresado cubre los cuantiosos baches que el tema
tiene ya de por sí. La idea es establecer hilos de conducta para que un trabajo
multidisciplinario futuro perfeccione la idea esbozada acá.

El sistema nervioso con el órgano central que es el encéfalo y dentro de éste


el cerebro es, sin dudas, el más relacionado con la integración de mente y cuerpo y
la sede exclusiva de la mente. Su estudio nos permite romper el límite entre los
fenómenos físicos u orgánicos y los fenómenos mentales.

Sistemas de control

El descubrimiento espectacular de los neurotransmisores y sus funciones


cada vez mejor establecidas ha despejado en gran parte el misterio de los
mecanismos fisiológicos orgánicos y mentales. El eje neuroendócrino manejado por
los neurotransmisores es el motor real de todas las funciones. Los
neurotransmisores regulan todas las actividades celulares básicamente y al
transmitir el influjo nervioso se valen de mensajeros como las hormonas,
verdaderos coordinadores químicos de todo el sistema y constituyen los primeros
mensajeros del sistema porque serán las encargadas de estimular las funciones
celulares mediante la estimulación y la inhibición de esas funciones. Son las
encargadas de poner en marcha los segundos mensajeros que son los que operan
dentro de las células y controlan las funciones intracelulares.

Los neurotransmisores viajan por los nervios que son como una especie de
multicables conductores, a través de sus haces, de los impulsos que podrán en
35

marcha, junto con las hormonas, a las células. Las hormonas viajan por la sangre,
otra vía de comunicación sistémica del cuerpo.

El encéfalo es la sede central o usina donde se originan los estímulos que los
neurotransmisores llevan a través de los nervios y red de neuronas a todos los
tejidos y al sistema endocrino y ponen en marcha al sistema de comunicación
neuroendócrino y nervioso. El encéfalo está dentro del llamado sistema nervioso
central (SNC) porque en él residen todos los centros de las funciones fisiológicas.
Los impulsos nerviosos y hormonales operan a través de tres sistemas periféricos:
los nervios en el sistema nervioso periférico, verdadera red de conducción a
través de las fibras nerviosas que llegan directamente a los órganos y células
efectoras, mediante el impulso nervioso y los neurotransmisores. Las hormonas actúan
mediante secreciones (crinia) las cuales pueden ser volcadas en la sangre
(endocrinia), en la luz de un conducto (exocrinia) o de una célula a otra
(paracrinia). Finalmente, ambos sistemas, nervioso (en cuanto a nervios
exclusivamente) y hormonal, confluyen para manejar el sistema nervioso
autónomo (SNA) o neurovegetativo que es el regulador de las funciones
vegetativas que no dependen exclusivamente de la voluntad, como son todas las
funciones orgánicas (circulación, digestión, catarsis, respiración, etc.). Este conjunto
de sistemas centrales y periféricos constituyen una verdadera red de comunicación
y sus interacciones dan como resultado al hombre y sus actividades.

Funciones del encéfalo

Tronco encefálico

Si bien el hombre, para ser tal en un todo, necesita de todas las funciones de
su cuerpo, el encéfalo como órgano central encargado de esas funciones tiene
prioridades distintas. Para él la respiración, el control de los latidos y la presión
sanguínea que regulan básicamente la circulación de la sangre y la oxigenación de
los tejidos, dos condiciones primordiales de la vida biológica, tienen más
importancia que el habla, la vista o el oído.

Los centros de las funciones vitales están en el tronco encefálico, responsable


del soporte de la vida. Es el cerebro más primitivo del hombre, pues de él depende
que viva y sean posibles las otras funciones. De ahí su prioridad fisiológica. En el
tronco encefálico se encuentra la protuberancia y el bulbo y en ellos la formación
reticular, llave maestra del tronco encefálico, pues es la usina de estímulos tanto
activadores como inhibidores.

Sistema reticular activador y corteza cerebral: la conciencia

Cerca de cien mil millones de neuronas constituyen el SNC. El porcentaje


mayor de estas células están en la corteza cerebral que se encuentra en la
superficie de ambos hemisferios cerebrales. La superficie de cada hemisferio
contiene las células que elaboran los códigos neuronales que provienen de los
sentidos. Tales códigos envían información sobre los estímulos ambientales, a las
áreas receptivas de la corteza, donde la información es procesada por columnas de
células y transferida a las áreas de asociación, que se encuentran adyacentes, de
36

modo que pueda combinarse con informaciones procedentes de la memoria, de los


sentidos y de otras áreas cerebrales. Esta función de asociación es muy compleja y
explicaría la delicada esencia del pensamiento humano y de las otras funciones
intelectuales. De esta forma también se recibe la información de las vías nerviosas
sensitivas al sistema reticular activador, el que estimula la actividad y la atención
en toda la corteza cerebral. La información sensitiva sale del encéfalo, desde la
corteza motora a través de las vías motoras y de ahí a la medula espinal, último
operador de sensaciones sensitivas y de impulsos motores.

La combinación de la información de estas diferentes fuentes y su


elaboración por la corteza, produce el fundamento de la conciencia. La conciencia,
por su propia definición es el mundo interior del hombre. Es la “propiedad del espíritu
humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí
mismo experimenta. También representa el conocimiento interior del bien y del mal y el
conocimiento exacto y reflexivo de las cosas”. Bien pensado, la conciencia es la que nos
permite darnos cuenta o percatarnos de las cosas o de juzgar una ley o la moral.

Para que la conciencia esté activa (lo que ocurre cuando el hombre está
despierto o consciente), el sistema reticular activador desarrolla la atención o
estado de vigilia (estado de conciencia) en el que las células de la corteza cerebral
se mantienen en un estado de excitación continua. Las células reticulares excitadoras
están extensamente conectadas con todo el sistema nervioso tanto sensitivo como
motor y son estimuladas por impulsos nerviosos procedentes tanto de afuera como
de adentro del cuerpo y sus distintas partes. Si por cualquier motivo se corta la
entrada de información sensorial o sensitiva (percepción externa e interna), la
excitación de la corteza cerebral cambia y la calidad de conciencia se modifica. El
estado de conciencia se modifica según haya luz o oscuridad, ruido o silencio,
indemnidad o ruptura de las vías sensoriales. O se altera según haya pérdida del
estado de conciencia (inconsciencia), sueño o alucinaciones.

Las funciones del encéfalo, sobre todo las de la conciencia, que se basan en
la información de los sentidos, crean modelos de lo que le parece que es el
mundo. Tales modelos reúnen algunas peculiaridades:
1. son constantemente “puestos al día” con informaciones nuevas que llegan al
encéfalo desde el mundo exterior, de modo que pueden crear un cuadro de
imágenes en movimiento
2. pueden “engañar” al cerebro cuando el mundo exterior no coincide con el
cuadro interior de imágenes como ocurre con las alucinaciones y las ilusiones
visuales, auditivas u olfativas.

Esta última características de esos modelos, nos alertan de que no hay un


mundo exterior que obligadamente sea real para el cerebro, es decir, que este lo
capte “tal cual” es. En última instancia, para cada persona o individuo, solamente
existe el mundo que su cerebro construye. Esta afirmación es muy importante
para poder entender y manejar el simple modelo de información que nos llega al
cerebro y que forma las ideas. Nos demuestra que no siempre el cerebro puede
construir una idea adecuada, debido a un error de percepción, ya sea porque el
órgano no está disponible o porque el punto de vista no sea el correcto. También
37

nos demuestra que el encéfalo puede ponerse a funcionar de distintas maneras y


cada una produce un mundo interior diferente.

A estos párrafos que anteceden hay que remarcarlos o subrayarlos o


ponerlos en mayúscula porque son la llave que permitiría a estudiosos y
educadores ponerlos en la pista para que cuando estudien o intenten comunicarse
o modelar al hombre, sepan que los signos o señales que recibe no siempre pueden
ser interpretados con una determinada intención. Por esto es fundamental conocer
muy bien la forma en que el hombre a estudiar o educar percibe y recepta las
señales, para adecuar los códigos de estudios o de comunicación a esa especial
condición del receptor. Así, también, sabemos que la conciencia o el estado de
receptividad puede ser modificado por las situaciones ambientales, los fármacos,
las propias emociones y otras variables. Y otro concepto importante es que tanto
conciencia como inconsciencia son caras de una misma moneda, como lo es la luz
y la sombra para el día. Las dos conviven con el hombre permanentemente y por
toda la vida e interactúan en forma permanente, intercalando las acciones
conscientes con las inconscientes. Ignorar o soslayar esto, es crear una idea
equivocada de la mente humana y dejar de lado una condición que explica muchas
aparentes “fallas” de la mente.

Igualmente hay que tener en cuenta la influencia del sueño y los ensueños
en las imágenes de la mente. Debe quedar perfectamente claro que ambas palabras
tienen contenidos significativos que se pueden referir al sueño o dormir, como
actividad fisiológica y a las imágenes que aparecen cuando se duerme, como así
también a las ilusiones o fantasías que la mente puede tener o crear.

Funciones del hipotálamo: sede de los instintos y las emociones

El hipotálamo está integrado por varias áreas que controlan los instintos
básicos como el hambre, la sed y la conducta sexual, como asimismo el medio
interno u homeostasis que regulan entre otras cosas la temperatura y otras
funciones. También el hipotálamo es el centro de las emociones y de las
sensaciones tanto del placer, como displacer y dolor. Anatómicamente
considerado en el hipotálamo tenemos:
1. área anterior: controla el impulso sexual y la capacidad de reproducción
2. áreas posteriores: controlan la sed y el impulso de buscar agua
3. núcleo supraóptico: interviene en el control de la sed por osmorreceptores
4. núcleo preóptico o termostato: regula la temperatura interna del cuerpo
5. núcleo retromedial: controla el impulso del hambre
6. núcleo dorsomedial y locus ceruleus: regulan las emociones y la conducta
agresiva
7. área dorsal: es del centro del placer.

El hipotálamo está conectado por diferentes vías nerviosas con el área


frontal de la corteza cerebral, con el sistema límbico y con el tronco encefálico. Por
intermedio de la arteria cerebral, el tallo infundibular, el sistema portal pituitario y
los tractos neurosecretores, se conecta a la hipófisis y regula todo el sistema
neuroendócrino a través de las hormonas hipofisiarias. Es un verdadero integrador
de impulsos y quizás uno de los órganos más importantes que relaciona lo
38

instintivo con lo emocional y lo inteligente, dando la integridad física y mental del


hombre.

Las emociones representan a la gama de sentimientos humanos como la


alegría, la tristeza, el amor y el odio, la serenidad (relajación) y la excitación
(estrés), la pacificidad y la agresividad, etc., siendo siempre estos sentimientos
bipolares o en dupla que representan los extremos opuestos, pero también con las
gamas intermedias. Tan fuerte es la integración del cuerpo y la mente a través del
hipotálamo, que las sensaciones emotivas producen respuestas físicas a la emoción
y dan la base a la fisiopatología de las reacciones agudas y crónicas del estrés y la
ansiedad y de las enfermedades psicosomáticas.

Hemisferios cerebrales: el intelecto

Los estudios sindican a los hemisferios cerebrales como la sede del intelecto:
la inteligencia, la memoria y la creatividad y las funciones del lenguaje, el
pensamiento y el arte.

Los dos hemisferios del cerebro, réplica uno del otro, están implicados en
diferentes tipos de actividades. El hemisferio izquierdo está especializado
principalmente en los procesos relativos a la inducción, la deducción y el lenguaje. El
hemisferio derecho nos proporciona las facultades de la visión, el sentido espacial, la
creatividad y la apreciación de la forma y del color. Quedan, sin embargo, muchas áreas
inexploradas. Las relaciones anatómicas específicas entre las funciones
intelectuales y los grupos de células del cerebro, están todavía por definirse. Los
procesos de la memoria, la conciencia del propio yo y el pensamiento, por ejemplo,
son tan complejos, que es posible que su funcionamiento involucre la totalidad del
cerebro y no sólo a regiones determinadas del mismo. De lo que no hay dudas es
de que el cerebro es la sede de formidables poderes, aún inexplorados, y de los
cuales sólo conocemos la conciencia, las formas de aprendizaje, el habla, el
pensamiento, la memoria y la creatividad que forman parte de la inteligencia,
principal campo de investigación y el más desafiante de todos.

Lóbulo frontal: sede de la inteligencia y la personalidad

El lóbulo frontal es la región más extensa de la corteza cerebral y la menos


conocida y constituye una gran masa de tejidos que se extiende desde atrás de la
frente hasta el surco central de la corteza cerebral. Actualmente se sabe que este
lóbulo es el responsable de la ideación, del juicio y de la facultad de formar
conceptos y de modificar dichos conceptos mediante el uso de información
procedente de otras áreas del cerebro como es la de la memoria. Se cree, aunque no
está bien establecido que es la sede de la personalidad y de la inteligencia. No
obstante, el daño de este lóbulo no modifica la mayoría de los test de inteligencia
normalizados. Suele alterarse la capacidad de asociación del pensamiento frente al
daño anatómico del lóbulo.

Hemisferio izquierdo: el cerebro lógico


39

No hay casi dudas de que el hemisferio izquierdo está íntimamente


conectado al mecanismo del lenguaje. La adquisición del lenguaje simbólico ha
sido un factor decisivo en el desarrollo del pensamiento racional del hombre. Las
numerosas y sutiles combinaciones fonéticas que permite el lenguaje, aseguran la
formación de una gran cantidad de palabras para comunicar una amplia gama de
ideas. El mecanismo que permite a la lengua agrupar palabras para formar frases
gramaticales no está completamente descifrado. La teoría psicolingüística postula
que el proceso de construcción de una frase está regido por un cierto número de
ideas o principios relacionados entre sí. Hay un esquema basado en un sistema de
transportes para explicar analogías con los principios psicolingüísticos y estos
sistemas operarían en veintiuna etapas ordenadas (a manera de una red de trenes y
estaciones), según la sucesión en que actúan, de la forma siguiente:
1. en el banco mental de la memoria o almacén del léxico se guardan las palabras o
sus rasgos distintivos, ya que no hay evidencia de que ellas estén en el cerebro
en forma definitiva
2. hay un conjunto de palabras dispuestas para iniciar el proceso de formación de
frases
3. la entrada de palabras en el ascensor que lleva a la estructura profunda, parte
del cerebro donde residen las reglas fundamentales del lenguaje, que
determinan la forma gramatical (sintaxis) y el significado (semántica)
4. las palabras se agrupan en el área de salida para llegar a la estructura profunda
5. el centro de control simboliza al centro cerebral donde se organiza la actividad
lingüística, localizado probablemente en el hemisferio izquierdo
6. las palabras llegan al centro cerebral donde serán clasificadas según las leyes de
la sintaxis y la semántica. Quizás sea ésta la fase más importante, ya que la
sintaxis proporciona las reglas que hacen la frase correcta y la semántica se
encarga de su significado. Ambas están relacionadas estrechamente, pues sin la
ordenación sintáctica correcta el significado de la frase no resulta claro.
7. el tren transporta las palabras hasta los circuitos que elaborarán su forma
gramatical y semántica
8. llegada de un tren que transporta las palabras; durante el viaje, éstas han sido
articuladas sintácticamente y dotadas de un significado preciso
9. punto de intercambio entre trenes de las palabras que han de seguir viaje para
encontrar en forma sintáctica y semántica
10.las palabras que tras su viaje han adquirido sentido y forma gramatical llegan al
área de transformación
11.en el área de transformación son reordenadas y combinadas para ser utilizadas
en las frases. Ahí se les añaden otros rasgos distintivos, como el tiempo y el
modo gramaticales
12.llegada al área de transformación de palabras de carácter gramatical específico,
como los pronombres
13.otras palabras características como las conjunciones o adverbios, llegan al área
de transformación
14.llegada al área de transformación de las palabras que han escapado al proceso
sintáctico y semántico. Éstas podrían originar una frase no gramatical
15.las palabras se organizan para pasar del área de transformación a la estructura
superficial
40

16.el camino de descenso directo ha permitido a las palabras de uso común el


acceso directo a la estructura de superficie, puesto que estas palabras tienen de
por sí muchos rasgos sintácticos
17.las palabras de uso común entran en la estructura superficial, la cual contiene
las normas estructurales que rigen la disposición y pronunciación de las
palabras
18.salida de las palabras dotadas de construcción gramatical y de pronunciación
correctas para ocupar su sitio en la frase.
19.palabras rechazadas en la fase de estructura profunda y que pueden llegar a la
estructura superficial con sentido y uso gramatical incorrectos
20.unidades lingüísticas organizadas en un orden preciso y dispuestas a ser
utilizadas en una frase comprensible
21.frase apta para ser comunicada

El mecanismo que permite a la mente agrupar palabras para formar frases


gramaticales no está completamente descifrado. La teoría psicolingüística postula
que el proceso de construcción de una frase está regido por un cierto número de
ideas o principios relacionados entre sí. El sistema de transportes que acabamos de
describir tiene en su diseño analogías con los principios psicolingüísticos: el flujo y
dirección de pasajeros y trenes se corresponde con el orden en que se producen los
procesos de construcción de frases a partir de sus unidades básicas, como las
palabras.

La estación terminal se nutre de varias estaciones menores. Cada estación y


tren subsidiarios, consignados en el orden número de la reseña que antecede,
representan una etapa del proceso psicolingüístico. El intercambio de pasajeros
acaba en la terminal, donde forman una secuencia uniforme equiparable a la
ordenación de las palabras correctamente formadas. Del andén pasan al tren
principal, que presenta la frase lista para ser expedida (comunicada) de forma
verbal, comprensible según las reglas de sintaxis y semántica.

Hemisferio derecho: el cerebro artístico

Se ha comprobado que el hemisferio derecho gobernaba tantas funciones


como el izquierdo y la forma de elaborar la información es diferente para cada
hemisferio. El hemisferio derecho no utiliza los mecanismos convencionales para el
análisis de los pensamientos, que utiliza el hemisferio izquierdo. En lugar de ello,
el hemisferio derecho, centro de las facultades viso-espaciales no verbales, concibe
las situaciones y las estrategias del pensamiento de una forma total. El hemisferio
izquierdo elabora la información en fases lógicas y analíticas, usando como
investigador y mediador el poder del lenguaje, mientras que el hemisferio derecho
integra rápidamente varios tipos de información y acto seguido los transmite como
un todo. El método de elaboración utilizado por el hemisferio derecho se ajusta al
tipo de respuesta inmediata que se requiere en los procesos visuales y de
orientación espacial.

El lóbulo frontal derecho y el lóbulo temporal derecho parecen los


encargados de ejercer las especializadas actividades no verbales del hemisferio
derecho. Esto se corresponde, en muchos aspectos, con las funciones de control del
41

habla que ejercen el lóbulo frontal y el lóbulo temporal del hemisferio izquierdo.
Se ha detectado un pequeño grado de compresión verbal en el lóbulo parietal
derecho, que tiene capacidad de comprender una selección de nombres y verbos
simples y manejar el pensamiento abstracto. Las facultades viso-espaciales, (la
memoria visual y ubicación temporoespacial) y el talento musical son las dos
habilidades no verbales más sobresalientes de entre las que regula el hemisferio
derecho. De este modo, mientras el hemisferio izquierdo se halla
fundamentalmente ocupado en las facultades verbales e interpreta al mundo en
etapas lógicas, el hemisferio derecho lo concibe de manera global, sin realizar
procesos analíticos.

Esto diferencia las distintas formas de pensar de los diferentes hombres,


según predomine el hemisferio izquierdo o el derecho. Los antropólogos y los
psicólogos creen actualmente que es posible que cada civilización se haya
desarrollado bajo la influencia del predominio de un hemisferio cerebral,
especialmente en toda una población humana. La sociedad occidental parece ser
que está dominada por el hemisferio izquierdo, y esto se refleja en la orientación y
en los valores de su cultura. Otras culturas, en cambio, han orientado sus intereses
según la influencia predominante del cerebro derecho y son numéricamente más
escasas, ejemplo de los isleños de Trobriand que en lugar de manejar la
información escalonada en el tiempo, como hacen los occidentales, ellos consideran
toda la información disponible a la vez. Así, si el viento azota su embarcación, el
isleño no lo considera como procedente de un punto cardinal determinado, sino
que lo describe con el nombre de la parte del bote en la que el viento golpea.

El aprendizaje: la adquisición de habilidades

En cada momento en que transcurren nuestras vidas conscientes, tenemos


experiencias nuevas, las que almacenamos en nuestra memoria para utilizarlas
en el futuro. Las experiencias pasadas condicionarán nuestras reacciones futuras
de modos diversos. Esto es lo que conocemos como aprendizaje. El aprendizaje
influye en todos los aspectos de nuestra existencia, en nuestros gustos y
aversiones, en nuestras opiniones y creencias, incluso en el modelo de sociedad en
que vivimos. Esto, de alguna manera, significaría que vivimos de acuerdo a lo que
hemos aprendido.

Para entender en qué consiste el proceso de aprendizaje, es preciso estudiar


la conducta y valorar los actos. Deben tenerse en cuenta factores tan importantes
como la fatiga o como la ausencia o presencia de recompensa para una
determinada conducta. A principios del siglo XX, los psicólogos empezaron a
considerar el aprendizaje como una cuestión de asociación entre un estímulo y una
respuesta, siendo “gratificada” la respuesta correcta con una recompensa. Este
esquema funcionaba perfectamente en el aprendizaje animal experimental (Pavlov
y cols.). Según esta teoría el aprendizaje se construía a parte de unidades básicas de
comportamiento llamadas reflejos condicionados.

Pero esta teoría no era absoluta para el hombre por lo que otros psicólogos
posteriores a la escuela reflexológica, puntualizaron que las respuestas
condicionadas era únicamente una de las formas de aprendizaje y que existe un
42

concepto fundamental ligado a cada actividad o trabajo llamado impulso. En


nuestros puntos de vistas, el impulso es más propia de la esfera emocional que de
la intelectiva. Luego este concepto introduce en la teoría del aprendizaje elementos
que complementa una acción intelectiva pura. El hombre aprendería por su
inteligencia y por el empuje emotivo que ponga en la tarea de aprender. Por eso tal
vez el esquema de castigo/recompensa funcione más por el lado emocional que el
de un simple reflejo condicionado.

El aprendizaje social o proceso de socialización del hombre para aprender a


convivir en la sociedad civilizadamente y no ser un ser marginado de esa sociedad,
se guía por principios de condicionamiento y descondicionamiento
(desaprendizaje o extinción). Por los primeros, si son correctos, el hombre aprende
una conducta “condicionada a” y es el método o principio de toda educación
humana correcta. Pero cuando los principios de condicionamiento han sido
incorrectos y se traducen por conductas socialmente indeseables, los desadaptados
(inadaptados) sociales deben ser descondicionado de una conducta inadecuada y
“reacondicionados” a una conducta normal o aceptada socialmente (trabajo que
generalmente realizan los psiquiatras con alcohólicos, drogadictos, delincuentes o
psicópatas). Otras formas de condicionar conductas inadecuadas también son
realizadas por los psiquiatras en los casos de fobia (miedos irracionales que
producen conductas negativas de evitación).

Es evidente que el aprendizaje humano no sólo se guía por esquemas de


castigo/premio. Nuestra inteligencia hace que el aprendizaje y la conducta sean
algo más complejos que simples reflejos condicionantes u operantes (teoría del
acondicionamiento operante de Skinner). El ser humano no aprende sólo por su
propio interés o provecho como lo hace el animal. En la mente humana hay
motivaciones de diferentes naturaleza e impulsos atávicos que nos llevan a
aprender a inventar, construir y manejar instrumentos para nuestras culturas o a
desarrollar el pensamiento abstracto o creativo, bases que no son estimuladas
desde afuera ni por esquemas premio/castigo, sino por algo que nace de adentro y
que nos guían por diferentes caminos como la vocación y otras brújulas interiores,
a aprender cosas que incluso pueden no tener ninguna actividad o ser
simplemente lúdicas, o inducirnos conductas que nos producen más perjuicio que
beneficios (¡cuántos prohombres de nuestra humanidad sufrieron y murieron por
ideales aprendidos sin ningún tipo de interés ni de provecho personal !) (cuántos
hombres aprenden y realizan conductas fútiles que no le sirven ni a él ni a otros y
viven y mueren en la más absoluta mediocridad).

Nuestra capacidad de aprender sobrepasa cualquier modelo animal, dado


que el solo hecho de aprender el lenguaje nos muestra que los modelos de
aprendizaje son tan complejos que deben ser estudiados y reordenados con algo
más que test de medición de inteligencia o experimentos con animales en
laboratorio. No hay mejor laboratorio que la experiencia directa del contacto
mutuo que socialmente tenemos con nuestros prójimos y nuestro propio interior,
para hacer una investigación holística del fenómeno del aprendizaje y guiarse
menos por el cientificismo de los experimentos reproducibles. La enseñanza y el
aprendizaje, en la realidad práctica, está más dentro de la intuición que de
métodos, dado que cada hombre aprende de manera diferente y el éxito de
43

enseñar, depende mucho del arte del maestro y de la inspiración del alumno, dos
cosas bastante difíciles de meter en un esquema, sistema o método. La pedagogía y
la didáctica siguen sujetas más a la experiencia personal, a la memoria colectiva y
al predicamento del ejemplo directo que a normas de ciencias de la educación, las
cuales orientan pero de ninguna manera son la llave absoluta para aprender a
enseñar o inducir el aprendizaje. Hay muchas cosas prácticas y sencillas como las
predicada por Pestalozzi, pero es evidente que las acciones de enseñar y aprender
siguen dependiendo en gran medida de interacciones personales, subjetivas, que
tienen que ver más con la creatividad que la racionalidad, con el arte más que con
la ciencia y, sobre todo, con la voluntad y la afectividad del ser humano
(incluyendo la inteligencia emocional).

Hipocampo y cuerpos mamilares: la memoria

No hay dudas que la enseñanza, el aprendizaje y todo el quehacer del


hombre se basa en su memoria. Ninguna actividad humana sería posible si no
existiera la memoria. Pero nos ocurre algo muy particular: consideramos a la
memoria y hablamos de ella como si fuera una entidad física diferenciada que
sabemos que está en alguna zona de nuestra cabeza, como una especie de álbum o
almacén de fotogramas de películas mentales al que pudiéramos conectar a
voluntad una y otra vez. Esto nos lleva a considerar como “normal” quejarnos de
tener “mala memoria” como quien se queja de tener caries dentales o pies planos.

Lo cierto es que la memoria está muy lejos de ser algo tangible como lo es
un determinado órgano de nuestro cuerpo. Lo apropiado sería considerarla como
función fundamental de todo cerebro vivo, más que un organismo material. El
cerebro cambia a medida que pasan a través de él los mensajes recibidos. Esa
modificación o cambio ya se produzca en períodos de tiempo cortos o en fases
largas, confiere al cerebro la facultad de recordarla ante el requerimiento de la
misma para sacar provecho de ella. Sin esta facultad nos sentimos “faltos de
mente”, incapaces de aprender, de leer, de escribir, entender, hablar e, incluso, de
pensar. La ausencia de memoria nos impediría comprender y comunicarnos, al no
poder hablar ni pensar. La acción de la memoria es continua permanentemente y, a
manera de “disco duro” de una computadora, modifica permanente la actividad
cerebral. La memoria trabaja en la vigilia y en el sueño (nos permite recordar las
ensoñaciones) y toda la información queda “registrada” en complejos circuitos.
Hay muchas formas de obtener y almacenar la información, lo que se realiza en
diferentes etapas. Así, lo más inmediato es la memoria a corto y a largo plazo que
dependerá de la forma de almacenar.

La memoria a corto plazo usa del “almacenamiento sensorial” que tiene una
etapa breve de obtención de información seguida de un olvido casi inmediato. La
información queda almacenada en un lapso muy corto. Se llama sensorial porque
generalmente la recepción de datos es por conjuntos y por la vía sensorial. Si esta
memoria de corto plazo es estimulada en forma reiterada por el mismo tipo de
información, pasa a una etapa prolongada de información la cual será procesada
en otra forma de almacenamiento que es la memoria a largo plazo.
44

La memoria, según lo explicamos en lo relativo a la naturaleza del hombre,


no sólo es capacidad de adquisición y almacenamiento de información, sino que
posee otro elemento que es la capacidad de reclamar que el elemento memorizado
vuelva a la conciencia y se haga presente “tal cual” cuando es necesario.

Hay muchas teorías sobre los mecanismos de la memoria humana, pero lo


correcto es que no se sabe a ciencia cierta cuáles son los mecanismos reales y donde
asienta el lugar de almacenamiento. Se conoce que todo se debe a circuitos
neuronales y complejas sinapsis con cambios bioquímicos y que intervienen
diversas moléculas a través de neurotransmisores y otras sustancias. Se cree que
uno de los responsables de este mecanismo puede ser el RNA dado que éste
interviene en la elaboración de proteínas mediadoras en los procesos
electroquímicos de la conducción nerviosa. Luego, RNA, neurotransmisores y
otros elementos se conjugan en la delicada operación de la memoria, la que opera a
través de diversos circuitos. La destrucción de circuitos y/o el exceso o falta de
neurotransmisores (como ocurre en el Alzaheimer) deterioran gravemente la
memoria. El bloqueo del RNA por fármacos también bloquean o alteran
gravemente la memoria, aboga en favor de la intervención del RNA. Pero la
memoria puede ser alterada por otros factores como el estrés o enfermedades que
alteren la atención o el pensamiento. También la alteración de sentidos como la
audición y la vista pueden influir en la memoria.

Facultades mentales o inteligencia

Las facultades mentales son mecanismos operativos de la mente que no son


pasibles de ser ubicados anatómicamente en el cerebro, pero que se sabe que
dependen de él y en él residen, con una probable participación “in toto” de la masa
cerebral completa. Toda la corteza, todos los hemisferios y todos los centros
participan en la producción de esas facultades mentales que necesitan también
todos los circuitos nerviosos, transmisores y toda reacción bioquímica o
bioeléctrica para ser producidas.

Todo lo que hemos analizado hasta acá de la parte anatomofisiológica del


cerebro y todos los mecanismos vistos, confluyen para realizar las facultades
mentales. Estas facultades constituyen el espíritu o alma del hombre y le confieren
la calidad de ser racional e inteligente. La inteligencia es una abstracción hasta
ahora imposible de definir en sí, en su magnitud y en su alcance y mucho más en
su cuantificación, lo que se pretende groseramente a través de la medición del
llamado cociente intelectual. La ciencia y la filosofía se ha preocupado en definir
la inteligencia humana con exactitud y la ciencia, sobre todo, de tratar de medirla
y de establecer las diferencias de capacidad intelectual entre diferentes individuos.
Para ello se ha descripto a la inteligencia de innumerables formas.

Spearman trató de establecer dos tipos de factores que determinaban la


inteligencia:
1. factor de la “inteligencia general”: está presente en cualquier tipo de
funcionamiento mental
2. factor de “inteligencia específica”: presente cada vez que se deben resolver los
problemas específicos que cada actividad humana presenta.
45

De ninguna manera esta concepción simplista satisfizo a investigadores ni


aportó ningún esclarecimiento fundamental para saber que es la memoria.
Ambiguamente se aceptaba que la inteligencia era una “colección de facultades
entretejidas estrechamente” a manera de una “red compleja de conexiones de
funciones mentales”

Otros autores como Thurstone tenían la teoría de los “factores múltiples”.


Thurstone concretamente hablaba de un “conjunto de siete capacidades mentales
principales” que iban desde la fluidez numérica y verbal, hasta el razonamiento y
la velocidad de percepción.

Hoy, el acuerdo general es de que la inteligencia es función del cerebro y del


sistema nervioso y sus receptores sensoriales, los que participan en la tarea de
transformar la energía que reciben en un modelo dotado de significado.

Algunos estudios creen que la inteligencia depende de la herencia genética


en un 80% y factores ambientales en un 20%. Así por ejemplo, dos gemelos
univitelinos educados de formas diferentes tienen el mismo cociente intelectual
(CI). Por otra parte, el orden de nacimiento de los hijos de una familia dan patrones
de inteligencia: el primogénito siempre es el más inteligente y el CI decae a partir
del quinto hijo. Estas aseveraciones no son concluyentes ni definitivas y admiten
algunas reglas de excepción.

El ambiente también influye en la formación de la inteligencia: a mayor


culturización del medio ambiente, mayor estímulo para el desarrollo de la
inteligencia.

La diferencia de inteligencia entre ambos sexos es difícil de demostrar


porque las experiencias realizadas han señalado que algunas facultades especiales
son propias de un sexo u otro lo que equilibra probables diferencias. Lo cierto es
que la medición, la definición, la adquisición de la inteligencia son tareas hasta
ahora complicadas y desalentadoras, a tal punto que ninguna de las experiencias y
métodos realizados hasta el presenta son efectivos más allá de un 50 a 60% y la
mayoría de ellos aproximan a determinadas realidades pero de ninguna manera
alcanzan a comprender totalmente al fenómeno intelectual.

La herencia y la formación ambiental podrán ser factores muy importantes


pero no lo son totalmente determinantes, pues han nacido genios de padres
mediocres y viceversa: padres genios han tenido hijos mediocres. Igual
consideración práctica rige para lo ambiental: hay una media que engloba a la
mayoría influenciada por el medio ambiente, pero hay porcentajes importantes en
los extremos de la curva estadística que dicen que de medios muy culturizados
salen muchos pobres intelectuales y viceversa: de medios poco culturizados
pueden surgir grandes genios.

Cualquiera sea su dimensión, la inteligencia es una facultad que hace al


hombre un ser biológico excepcional.
46

La creatividad: el pensamiento original

Entre todas las facultades del ser humano, la creatividad ha sido siempre
considerada como las más misteriosa y se llegó a creer que es de origen divino o
dependía de algún poder oculto, por lo que se le interpretó una fuerza no
controlada por la voluntad humana por medio de los recursos conscientes
ordinarios.

La diferencia entre los altamente creativos y los relativamente no creativos,


no reside en la inteligencia, tal cual ésta se mide en los test de inteligencia. El
individuo creativo puede diferenciarse de los demás por sus rasgos de
personalidad, puesto que tiende a ser introvertido, necesita de largos períodos de
soledad y parece tener poco tiempo para lo que él llama trivialidades de la vida
cotidiana y de las relaciones sociales.

Son enormemente intuitivos e interesados por el significado abstracto del


mundo exterior, más que por su percepción sensitiva. Muestran a menudo
dificultad para relacionarse con las demás personas y suelen evitar los contactos
sociales. Tienen inclinación a considerar que la mayoría de la gente ordinaria es
necia, así como tendencias de dominio sobre los demás, lo que les aleja de
establecer relaciones humanas en un plano de igualdad. Están relativamente
liberados de prejuicios y convencionalismos y no les interesa particularmente lo
que sus semejantes piensen de ellos. Tienen poco respeto por las tradiciones
establecidas y por la autoridad en lo referente a su campo de actividad, prefiriendo
fiarse de sus propios juicios. Obtienen a menudo resultados altos en los tests de
“feminidad”, lo cual indica que tienen una mayor sensibilidad y son más
conscientes de sí mismos y más abiertos a la emoción y a la intuición que el
hombre medio de la cultura occidental. Una característica importante de la mente
creativa es la preferencia por la complejidad.

A grandes rasgos, los creativos se agrupan en artistas y científicos. Las


características fundamentales son las mismas en ambos grupos, pero en general el
artista es más dado a expresar su inconfomidad tanto en su vida como en su
trabajo, que el científico. El artista informal es corriente, pero el científico
anticonvencional es relativamente raro. Los músicos y científicos creativos tienden
incluso, a ser más estables emocionalmente que las personas corrientes y, cuando
esto no sucede así, su inestabilidad se manifiesta en forma de ansiedad, depresión,
recelo social o excitabilidad, algo parecido a una neurosis plenamente desarrollada.
Entre los artistas y escritores, el genio se confunde y se relaciona a menudo, con la
locura. En esta categoría de personas se manifiestan con excesiva frecuencia
neurosis graves, adición a la droga y al alcohol y diversas formas de locura.

No existe mucha relación entre creatividad y cociente intelectual. Es


perfectamente posible ser altamente creativo y tener una inteligencia normal o
poseer una gran inteligencia y carecer de capacidad creativa.

Se ha hablado de dos “estilos” mentales básicos: el convergente y el


divergente. El pensamiento convergente tiende a abordar los problemas de una
forma lógica y a establecer relaciones convencionales. El pensamiento divergente
47

tiende a utilizar juicios ilógicos o “marginales” buscando soluciones innovadoras e


inconformistas. El sistema educativo, en general, favorece el pensamiento
convergente, o sea la inteligencia no creativa, en abierto detrimento del
pensamiento divergente o creativo, porque el divergente es más pasivo, tímido, no
comunicativo y algo indócil a las directivas de los profesores, siguiendo
generalmente sus propios impulsos. Contrariamente el convergente se adecua con
facilidad al tipo de trabajo que exige el aparato académico, sin poner en tela de
juicio su orientación intelectual y pedagógica.

La división entre divergente creativo y convergente convencional no es del todo


absoluta, ya que hay zonas grises, pues hay algunos divergentes con rasgos de
convergentes y convergentes con rasgos de divergentes. Esto indicaría que si bien
pueden existir diferencias innatas e inalterables en los individuos en cuanto a su
creatividad, la forma de pensar de los conformistas no se debe tanto a una
incapacidad para el pensamiento original, como al temor de la posibilidad de
parecer una “persona extraña” al entorno social y perder así la aprobación de la
sociedad, por lo que opone resistencia a fiarse de la intuición antes que de la razón.

Un componente alto en la creatividad es la independencia respecto a las


opiniones de los demás, razón por que un gran número de gente altamente
creativa opina después que los demás o no opinan permaneciendo indiferentes
frente a la opinión de los demás.

Otras formas por las que puede incrementarse la creatividad, están


relacionadas con los estados mentales durante los que los individuos creativos
tienen generalmente sus inspiraciones. El proceso creativo es casi invariable: la
mente del creador debe ser preparada previamente mediante la compilación de
toda la información relevante sobre el problema que le preocupa. Habitualmente se
producen intentos continuados de plantear el problema de una forma lógica,
aunque evitando cuidadosamente aceptar ninguna solución convencional. Pero la
respuesta en sí, la idea creativa, surge casi siempre cuando el individuo no está
concentrado en el problema, sino que puede encontrarse en estado de “sueño
despierto” o “ensoñación”. Los estados de monotonía que favorecen el
ensimismamiento, como un viaje largo en tren u ómnibus, propician el trance
creativo porque en esos estados de conciencia, las barreras del inconsciente caen y
se dan rienda suelta a la imaginación y la fantasía y es precisamente del
inconsciente, de donde surge la facultad para sintetizar ideas y pensamientos, más
allá de los vacíos que la mente lógica es incapaz de llenar y para liberarse de la
conformidad y lo convencional, liberando finalmente la creatividad de todas sus
ataduras. (Rayner - LA MENTE HUMANA, España, 1986).

Con estas últimas reflexiones, cerramos este capítulo donde se intenta


mostrar como mente y cuerpo están íntimamente entrelazados y cuales son los
órganos susceptibles de crear los procesos mentales.
48

LA ESTRUCTURA DE LA FUNCIÓN MENTAL

En el capítulo anterior vimos algo así como la relación entre mente y cuerpo
o sea la “anatomía” de la mente. Este capítulo tiene a analizar los mecanismos
mentales o sea la estructura de la función mental, algo así comparable a una
especie de “fisiología” de la mente.

Hemos visto que la mente capta los objetos de conocimiento por intermedio
de la percepción sensorial o extrasensorial. La mente es el instrumento final del
conocimiento, para lo cual pone en marcha delicados mecanismos que hemos
esbozado de alguna manera en todo lo explicado hasta acá. Ahora abordaremos
más estrechamente la forma aproximada con que la mente trabaja.

Actos mentales e introspección

Por experiencia estricta, o sea “de hecho” hemos constatado la existencia de


actos mentales. Estos actos mentales son “dados” desde dentro de las personas.
Por esta razón están ocultos en algún modo a una observación directa. Debido a
esto no pueden ser estudiados de la misma manera en que pueden observarse las
relaciones espaciales, temporales y causales, entre los objetos de la percepción
sensorial normal. Tales actos son “realidades mentales” más bien que cosas u
objetos que suelen percibirse por los sentidos en la “realidad común” del entorno o
medio que nos rodea. Luego, es lícita la controversia que suscitan en el sentido de
si pueden o no ser abordados por un “acceso privilegiado” y cuáles serían las
formas de ese presunto acceso.

Si los actos mentales son internos, por sentido común cabrían dos
suposiciones:
1. uno puede conocer ser consciente, a veces, de sus propios actos mentales
2. uno no podría ser consciente de los actos de otro de la misma manera que es
consciente de los propios.

Estas suposiciones confieren a los actos mentales la calidad de “privados”


que no tienen acceso a la percepción sensorial común. De todos modos,
considerando junto con Heidegger, que así como el ser del hombre es un ser
cerrado al no podemos acceder por nuestros sentidos ni por nuestra mente en
forma directa, en alguna manera los actos mentales guardan una similitud con esta
postura del ser. Pero, como lo remarca el pensador y filósofo alemán, el ser no
puede ser accedido en forma directa pero sí en forma indirecta por los modos de
ser que exteriorizan las conductas diferentes del hombre, causadas por su esencia o
ser. Igualmente, los actos mentales pueden ser accedidos desde el exterior por los
modos de exteriorizarse. Así a nuestros actos mentales los conoceremos por
experimentarlos directamente, pero a los actos de los otros tendremos acceso por los
modos de comportamientos que esos actos generan y, desde luego, por analogía
con los nuestros. Es decir, los actos mentales ajenos nos pueden ser develados
49

mediante un mecanismo de observación reflexiva y analogía. Esta conclusión da


pie a dos tipos de observación:
⇒ extrospección: realizada por la percepción sensorial desde afuera. Es similar,
particularmente, a la extroversión como “movimiento que sale fuera de sí por medio
de los sentidos”. No es palabra del español el término extrospección..
⇒ introspección: (mirar adentro) llevada a cabo por un mecanismo de reflexión,
que es especie de autoinspección “hacia dentro” que con nuestro pensamiento
crítico nos realizamos. Es un término acuñado en el idioma español y es
definido como “observación interior de los propios actos o estados de ánimo o de
conciencia” a lo que conviene agregar un concepto de la definición de
introversión: “acción y efecto de penetrar dentro de sí mismo, abstrayéndose de los
sentidos”.

Hernández Monsalve (LA COMUNICACIÓN Y EL LENGUAJE, Madrid,


1984) interpreta a la introspección como una “capacidad para el diálogo interno” y
establece que dicho diálogo es posible “en virtud de al menos tres cualidades de la
persona” las cuales serían:
• capacidad de introyección de la realidad (que consiste en incorporar los
elementos externos a su esquema referencial o mundo interno)
• capacidad para el manejo de entidades abstractas o simbólicas
• capacidad de reflexibilidad (tomarse a sí mismo como objeto de percepción)

La extrospección u observación directa puede ser hecha por la simple


observación de determinadas conductas de actos conscientes y exteriorizaciones
verbales o bien con una extrospección sistémica en la cual sometemos a la persona
observada a una serie de tests para conocer sus reacciones frente a diferentes
estímulos o problemas a resolver. De igual modo podemos proceder con la
introspección que puede ser directa o sistematizada. El único inconveniente es que la
sistematización de ambas observaciones, en algún modo, perturba los procesos
conscientes naturales, lo que limita cualquier método.

¿ Es posible la introspección ?. Algunos autores como Brentano piensan que


no porque nunca habría un segundo acto de conciencia cuando uno es consciente
de un acto mental. ¿ Qué significa esta afirmación ?. Que si yo realizo una
percepción consciente de un fenómeno (primer acto mental consciente) no podría
someterlo a introspección (segundo acto mental consciente). Esto implica aceptar
que la conciencia opera en forma sectorizada. En la realidad, cuando yo escucho un
sonido (acto consciente) en seguida mi mente comienza a clasificar las
características de ese sonido y su significado, por ejemplo, oír un trozo musical
conocido y en forma inmediata y simultánea al acto de oír mi mente me dice el
nombre de la melodía e incluso si yo sé la letra en el caso de una canción, comienzo
automáticamente a seguir la melodía recordando la letra. En este ejemplo, como en
todos los actos mentales, más aún por los originados en una atención múltiple
(percepción simultánea de diferentes acciones u objetos), mi mente opera en un
solo bloque, con la misma continuidad que la realidad ofrece. La captación y el
reconocimiento son actos que se dan al mismo tiempo. No hay cortes ni
sectorizaciones.
50

De igual modo, mi mente consciente opera cuando yo la someto a la


introspección: al mismo tiempo que voy captando e interpretando la realidad, mi
mente me permite ir apreciando los mecanismos que usa. Esto es más patente
cuando en un estado de percepción y atención múltiple, de repente algo me llama
la atención de un modo más poderoso y particular. En ese instante, como si mi
mente fuera el “zoom” de una lente de máquina fotográfica o filmadora, a manera
de potente lupa, hará resaltar el hecho llamativo y mi mente opera como las
pantallas de los modernos televisores en los cuales, habiendo una imagen central,
tiene en los costados otras imágenes en recuadros menores, permitiendo sintonizar
varios canales simultáneamente. Valga este ejemplo tecnológico para graficar un
mecanismo que de otro modo sería imposible representar, explicar o entender.

Para acercar una explicación menos directa y más elaborada


intelectualmente, Reinhardt Grossmann (LA ESTRUCTURA DE LA MENTE,
España, 1969) propone la teoría de los estados mentales y los estados conscientes,
distinguiendo como estado mental al momentáneo acto de conciencia consistente en un
acto de experiencia (por ejemplo, el acto de percepción es un acto experimentado y
consiste en un acto de “toma de conciencia” de un fenómeno (experiencia),
mientras que estado consciente es un momentáneo estado de la conciencia consistente
en las intenciones u objetos que se proponen para un estado mental (por ejemplo, al
objeto percibido se le asignan determinadas funciones intencionales como
significaría escucharé una melodía musical para deleite o para bailar o para
aprenderla y asimismo elijo el objeto o medio por el cual escucharé la melodía que
puede ser un tocadiscos, un CD, un vídeo, etc.).

Como bien lo resalta el traductor del libro de Grossmann, la traducción de


términos del inglés al español ofrece alguna dificultad insalvable porque los
términos ingleses tienen grafismo y matices de significación distintos a los
términos españoles traducidos que son similares en el grafismo y la significación.
La traducción puede ofrecer alguna “oscuridad verbal” (anfibología) a los
conceptos, pero de por sí estos conceptos, como todos los conceptos abstractos, son
complicados por su propia naturaleza y no satisfacen plenamente a las definiciones
claras. Sostenemos que los ejemplos directos como el dado con las películas vista
en una pantalla de multiimágenes o imágenes simultáneas en diferentes planos,
como asimismo el “zoom”, grafican mejor y más rápidamente a los procesos
mentales que tenemos en particular observación.

Finalmente, dejaremos por sentado, que los actos mentales no son ni


propiedades, ni relaciones sino cosas individuales. Una sucesión de ciertos actos
mentales como los actos de conciencia, constituyen un proceso mental único,
continuo, en bloque y sin sectores ni cortes. Otra cosa distinta ocurre cuando debe
formularse un juicio y acá si hay “cortes” de la realidad como explicaremos
después.

El proceso de abstracción

La abstracción, de acuerdo a la Real Academia Española es la “acción de


abstraer” y abstraer (del latín abstrahere) es “separar por medio de una operación
51

intelectual, las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el


mismo objeto en su pura esencia o noción”.

¿ Cómo opera la abstracción ?. Todo proceso básicamente es un “conjunto de


las fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial”. intrínsecamente
todo proceso conlleva en su naturaleza, dos condiciones que lo marcan:
∗ “es una acción de ir adelante en el transcurso del tiempo”
∗ “es una acción de seguir una serie de cosas que no tiene fin”
Es decir, cuando el proceso de abstracción comienza a darse en el hombre,
progresa (avanza en el tiempo) y actúa en forma seriada (una acción tras otra en
forma inmediata y consecutiva) hasta que cesa la vida de un individuo. Trabajar en
serie significa que una vez que alcanza un horizonte o meta prosigue tras otro
sucesivamente.

La abstracción tiene etapas bien definidas:


1º - percepción de un ente
2º - aprehensión
3º - comprensión
3º - formación de la idea (ideación).

Percepción

La percepción es la “acción y efecto de percibir” y percibir es “recibir por uno de


los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas” de forma tal de
“comprender o conocer una cosa”. Luego, la percepción es una “sensación interior que
resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos determinando el conocimiento
o idea de una cosa o ente” (percepción sensorial).

No toda percepción es sensorial. También hay una percepción que no es


sensual, es decir, no impacta a nuestros sentidos sino que se capta fuera de ellos y
por esto es percepción extrasensorial o “percepción de fenómenos sin mediación
normal de los sentidos”. Esta percepción extrasensorial ha llevado a pensar en la idea
de un sexto sentido que se sumaría a los cinco conocidos (tacto, vista, gusto, oído y
olfato). Lo que no está definido cual sería ese sexto sentido, por lo que se ha
especulado sobre él intentándolo identificar con el “sentido común” o bien
llamándole “el tercer ojo”. Una cosa solamente está clara: el sexto sentido no
depende de nuestro sistema nervioso por lo menos hasta donde llegan los
conocimientos actuales, por cuanto no tiene una vía conocida o un órgano de
percepción. Probablemente tenga un centro de formación en el encéfalo dado que
es un “acto mental”, pero esto hoy no se sabe.

Es un sentido que pertenece a las sensaciones interiores por cuanto “nos


viene de adentro”. Pero no es un proceso meramente intelectivo sino que está en el
orden de lo sensitivo, lo emotivo, lo instintivo, lo afectivo y lo intuitivo. Por lo
tanto no es racional, pero cuando opera se hace patente y “se racionaliza”, lo que
significa que entra en la percepción intelectiva y forma ideas y conocimientos. Por
sus características de no usar la percepción sensorial es originado por la intuición
que es una “percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad tal como si
52

estuviera a la vista” y en la realidad opera cuando se da como una “facultad de


comprender las cosas instantáneamente sin razonamiento previo”.

Aprehensión

La aprehensión es la etapa que sigue a la percepción en el proceso de


abstracción y consiste en la “acción y efecto de aprehender”. Aprehender (del latín
apprehendere que deriva de la locución latina ad prehendere [ ir a prender]) es “asir,
agarrar, sujetar una cosa” y como operación intelectual pura es “concebir las especies
de las cosas, sin hacer juicios de ellas”, es decir, sin calificarlas, negarlas o afirmarlas.
Simplemente se prenden o toman tal cual se perciben fenomenológicamente. De
aprehender deriva aprender que es “adquirir el conocimiento de una cosa por medio del
estudio o la experiencia, tomándola de la memoria” ( es útil recordar que aprender
también es “concebir alguna cosa por meras apariencias o con poco fundamento” y esto se
debería a que el conocimiento adquirido por la percepción es incorporado como
una mera idea sin darle el proceso de concepto y juicio para su comprensión y
conocimiento real, quedándose sólo con la idea de lo que las cosas “parecen ser”.
Este tipo de aprendizaje es el origina la mera doxa u opinión ligera, sin
fundamentos ni asidero real).

Luego, aprehender es el mecanismo primario de la inteligencia que sigue a la


percepción y después precede y pone en marcha a la ideación. La aprehensión toma
en la mente el objeto percibido y lo fija para formar la idea.

Ideación: formación de las ideas

En el proceso de abstracción hay que tener bien claro que la percepción y la


aprehensión sólo captan un fenómeno: lo perciben y lo toman en consideración de
forma tal que:
1. las cosas aparecen ante el hombre como fenómenos (lo que aparece a luz), es decir
están ahí como simples cosas, “como son”, desprovistas de significación e
interpretación. Simplemente “están” y “son” entes puros.
2. aparecer significa que se muestran, no como son esencialmente, sino que en la
realidad (de res = cosa) o conjunto de cosas (concretas o imaginarias, reales o
irreales) donde las cosas se “dan” (dad), las cosas “parecen ser”. Por el hecho de
que se vean, se toquen, se oigan, se palpen o se huelan, o se intuyan, lo único
que hacemos es percibir que esas cosas existen, están ahí pero de ninguna
sabemos por ese mero acto “lo que las cosas son” (verdad). La verdad sería
cuando hay “plena conformidad entre lo que las cosas son realmente y la idea que de
ellas se forma la mente”. En la verdad las cosas se presentan de-veladas o des-
cubierta de todo aquello que cubría, velaba u ocultaba su esencia natural.
3. la percepción sólo recibe apariencias y la idea de esa apariencia, sin el debido
análisis del concepto, significado y comprensión, puede ser falsa o superficial,
sin fundamento.

Por lo tanto el hombre percibe una forma o figura, un color, un olor, un


sonido o palpa una superficie o sea, “siente algo” pero no puede conocer
profundamente “lo que percibe”.
53

En esos actos mentales primarios de percepción, aprehensión e ideación la


mente separa de la cosa los caracteres físicos o cualidades comunes de las cosas
que percibe, aprehende y forma con ellos una figura mental o idea que es una
imagen mental que representa las cualidades comunes, sin considerar el sujeto. Así
por ejemplo, si percibe el objeto “silla” toma de él sus características principales
(sirve para sentarse, tiene patas, asiento y un respaldo) pero no forma la idea
exacta o copia fiel del objeto percibido en ese momento, sino que guarda en la
memoria esas cualidades abstractas (abstracto es lo “que significa alguna cualidad
con exclusión del sujeto”) bajo la forma de una imagen llamada signo. Esta idea
abstracta es la que permite luego el conocimiento del aprendizaje porque del
conjunto de ideas memorizadas, se efectúa el reconocimiento de objetos similares.
Por esto, aprender es “sacar de la memoria” esas ideas preformadas.

La idea (del griego ιδεα = forma, apariencia) es el “primero y más obvio de los
actos del entendimiento que se limita al simple conocimiento de una cosa, formando una
imagen o representación del objeto que queda en la mente o en el alma. Es un
conocimiento puro, racional, debido a las naturales condiciones de nuestro entendimiento” .

También puede entenderse por idea, atendiendo a su etimología referida a


la forma de las cosas, como “conceptos formales, formados por abstracción, que
representan en nuestra mente, reducidas a unidad común, realidades que existen o se dan
en diversos seres”.

La ideación es el “efecto y acción de idear” e idear es la “formación o génesis de


ideas o formar idea de una cosa” .

Significación: signo y significado

Hemos referido ligeramente que idear “es formar signos” o una acción de
signar. Después que la imagen de la idea queda aprehendida en la mente, la
siguiente tarea o acto intelectual es signar que consiste en “hacer, poner o imprimir
un signo”. Signo es un “objeto, una imagen o un dibujo, un fenómeno o una acción
material que, natural o convencionalmente representa o sustituye a otro objeto, fenómeno
o acción”. La idea es una imagen mental natural que representa al objeto percibido,
obtenida por la abstracción y la aprehensión por lo que constituye un signo directo
que representa mentalmente el dibujo abstracto del objeto percibido.

En primer lugar, un objeto, fenómeno o acción debe ser pasible de signar o


ser signado. Cuando esto ocurre, el objeto adquiere significación en el sentido de
ser representado por un signo o significante. El signo, por sí, es una señal de otra
cosa, a la que representa, pero no es la cosa en sí. Este aserto, formulado así, resulta
obvio y de perogrullo, pero aun a pesar de esta aparente futilidad es necesario
decirlo porque es el primer concepto distintivo que evita la no infrecuente situación
de confundir signo con significado.

Un objeto, fenómeno o acción puede ser signado o significado de varias


formas:
⇒ una imagen o dibujo
⇒ una palabra o signo lingüístico
54

⇒ una señal física o material ( ejemplo, humo que puede indicar fuego, la
hipertermia que significa enfermedad, etc.)
⇒ un fenómeno natural (viento que significa alteración meteorológica)
⇒ una acción (huida que significa peligro)
y así sucesivamente.

El signo más importante que forma la mente porque él permite el concepto,


luego el juicio y finalmente el lenguaje, es el signo lingüístico o palabra. Luego un
objeto forma primera una idea con una imagen (signo-imagen mental abstracta) y
luego forma la palabra (signo lingüístico). La imagen del objeto es un signo más
fidedigno porque es directo y natural (es la representación directa de lo percibido).
La palabra o signo lingüístico es indirecto o convencional porque es representación
indirecta y debe ser convenido intersubjetivamente para que adquiera el objeto
representado la calidad de significado. La imagen mental puede ser abstracta, como
proceso generalizador ( flor es todo lo que posee tallo, pétalos, sépalo o corola y
que potencialmente puede generar una semilla) o concreta al representar a un tipo
de flor determinada, por ejemplo una rosa. La palabra f-l-o-r, como signo
lingüístico, por sí, es siempre abstracto y para hacerlo concreto hay que agregar
directamente el nombre específico de la flor y para precisarlo mejor en algunos
casos deberá llevar agregado la especie, el color, si es simple o compuesta (por el
número de pétalos). Como palabra, flor puede ser referida al producto vegetal que
naturalmente representa o bien padecer denotaciones que le atribuyen otra
significación cuando, como por ejemplo, se refiere a lo mejor de (la flor y nata de la
sociedad). Luego texto y contexto de un significado dependerá del sentido o
denotación que uno quiera darle.

La expresión de un significado o imagen mental, además del signo


lingüístico, puede realizarse mediante un dibujo o la mímica por gestos (lenguaje del
sordomudo).

Hasta acá nos hemos referido al significado como “lo representado por un
signo”. Este es el primer concepto de significado.

Concepto: significado como sentido de las palabras

Hemos hablado en el parágrafo anterior del significado como significado-


objeto. Ahora hablaremos de un segundo significado relacionado o sea el
significado que la mente asigna al significado-objeto. Este segundo significado es
un significado-idea porque es puramente mental y opera como significado del
significado. No haber elegido otra palabra para nombrar esta operación mental,
hace que la expresión de estos conceptos pueda parecer un juego de palabras y de
no explicarse correctamente, también origina confusión. Este segundo significado o
significado-idea sería el sentido como entendimiento o razón que discierne las
cosas. Esto lo podemos resumir en el siguiente esquema:

concepto
signo-objetivo (idea) ↑
55

objeto flor → f-l-or → signo língüístico→ significado-sentido


imagen signo-objeto
significado-objeto

Según este esquema el signo es un biplano que puede ser representado por
la imagen del objeto y por la palabra y el significado también biplanar ya que está
el significado-objeto y el significado-sentido.

Formar concepto es “determinar una cosa en la mente después de examinadas las


circunstancias” de forma tal que concepto es “idea que concibe o forma el entendimiento
con forma de pensamiento expresa en palabras”. También es dar sentido a las cosas,
entendiendo por sentido al “entendimiento o razón cuando discierne las cosas y dar el
significado o acepción de una palabra”. La idea, una vez significada (hecha signo
mental), vuelve a ser sometida a otra significación por la razón. La razón es la
facultad principal del hombre dado que es la “facultad de discurrir” o “el acto de
discurrir el entendimiento”. Discurrir es “reflexionar, pensar, hablar de una cosa, aplicar
la inteligencia” y por esto razón es casi sinónimo de inteligencia, la nota
fundamental del hombre, la que denotativamente significa “ capacidad de entender o
comprender” y por lo tanto es “conocimiento, comprensión o acto de entender” y esto
depende dependerá en gran parte de una “habilidad, destreza y experiencia”. La
inteligencia está dirigida a las cosas inteligibles, “a lo que puede ser entendido” y “se
percibe clara y distintamente” que sea “materia de puro conocimiento, sin intervención de
los sentidos”.

Con el significado-sentido adquiere importancia la idea de De Fleur


(TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN MASIVA, Bs. As., 1970) para quien
significado está referido a las experiencias internas que tienen relación con
determinados estímulos que inciden sobre procesos perceptuales. Si dichos
estímulos se hallan vinculados con pautas de hábitos estables de modo tal que
suscitan respuestas internas, del tipo que originariamente solo provocaban los
objetos o acontecimientos reales, el resultado es una conducta basada en signos. Si
la conducta basada en signos de dos seres, se halla coordinada adecuadamente
puede tener lugar un tipo particular de comunicación.

Dijimos que la percepción, la abstracción, la aprehensión y la ideación son


procesos mentales que captan a los objetos o cosas de la realidad, pero sin
atribuirle ningún sentido o significado en cuanto a su definición o concepto. La
inteligencia o razón es la única que podrá tener esa función de llenar de contenido
al signo lingüístico y a toda imagen mental abstracta. También aludimos a lo que
las cosas parecen ser, pero que en realidad su verdadera esencia está oculta,
velada, cubierta. Para saber en forma aproximada lo que las cosas son, la
inteligencia tiene a su cargo ese proceso develador, descubridor.

Desde otro punto de vista, inteligencia proviene del latín intus legere que se
traduce como un “leer dentro”. ¿Qué es esto de “leer dentro”?. Es la capacidad que
tiene la inteligencia de escudriñar el interior de las cosas para ir aproximándose al
ser (esencia) de las mismas. Para ejercer la facultad de “leer dentro” de las cosas, la
56

inteligencia opera como un haz de luz circular, que al llegar a las cosas forma un
círculo luminoso a su alrededor, quedando la cosa inmersa bajo el foco directo de
ese haz luminoso:

inteligencia

cosa

De esta forma la cosa queda aprehendida (prendere) dentro de un círculo


(circum). La cosa prendida dentro del circo da lugar al proceso de comprensión
(circumprendere) que sería la “acción de comprender” y comprender es “abrazar, ceñir,
rodear por todas partes una cosa para contener o incluir en sí esa cosa para entenderla,
alcanzarla y penetrarla en su esencia”. La luz (del griego fos) de la inteligencia hace
que las cosas se asomen y se den a esa luz como fenómenos (lo que se da a la luz)
que sería “toda manifestación o asomo, tanto material como espiritual, de las cosas”.
Mediante la comprensión la inteligencia devela el ser de las cosas y las llena de
significado, es decir les da un contenido y un sentido a todas las ideas y al signo
lingüístico lo define, o sea, le confiere una definición que puede ser personal
(connotativa) o convencional y general (denotativa). Una vez que la inteligencia
llena de sentido y comprensión a todos los signos mentales abstractos, (instaura el
mundo) el siguiente proceso mental será la formulación de juicios.

Formulación de juicios

Juicio es una facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del
mal, lo verdadero de lo falso en un estado de sana razón para que la operación del
entendimiento pueda comparar dos o más ideas o conceptos y determinar sus relaciones a
fin de emitir una sentencia, opinión, crítica, etc. Es el proceso que permite instaurar un
proceso de pensamiento crítico”. El objeto del pensamiento crítico es la metafísica.

La metafísica, reflexión crítica transcendente que nosotros catalogamos


como la segunda transcendencia más importante (después de la instauración del
mundo o primera transcendencia ) ha sido motivo de diversas interpretaciones
filosóficas y muchos autores consideran o creen que los problemas metafísicos con
“meramente verbales”, lo cual asignaría a la física un rol de “empresa descriptiva”
(Grossmann asevera que esto es parcialmente correcto). Visto así, la ontología,
corazón de la metafísica, es descriptiva en tanto y cuanto cataloga los rasgos
categoriales del mundo. Por lógica y dada la esencia del hombre y las cosas, tal
catálogo no siempre resulta satisfactorio porque puede ser incompleto (lo que
57

ocurre la mayoría de las veces) porque no contienen todos los rasgos categoriales
del hombre y de su mundo.

Más aún: dos catálogos ontológicos coinciden en lo que mencionan, pero


pueden diferir en aspectos filosóficos importantes. Por ejemplo, puede decirse que
los particulares están en el espacio y/o en el tiempo, en tanto que los universales
no. Por esto puede ocurrir varias discrepancias:
◊ incluir universales, al mismo tiempo que afirma que sólo los particulares tienen
existencia por estar en el tiempo y en el espacio
◊ sólo los universales existen porque ellos son intemporales
◊ la cuestión ontológica de lo que hay no puede separarse de la cuestión
epistemológica de cómo conocemos lo que hay porque si bien preguntar por una
cuestión no es preguntar por la otra, sin dudas que una cuestión conduce
inmediatamente a la otra.

Por la forma de presentarse, todas estas cuestiones son vehiculizadas por los
juicios mentales al ser meramente verbales. Por lo tanto antes que afirmar una cosa
u otra de universales y particulares, conviene aclarar como éstos se presentan a la
mente y cómo ésta los percibe.

Universales y particulares

En la percepción nosotros nos enfrentamos con las cosas que no son “cosas
desnudas” desde el punto de vista perceptivo sino que tienen propiedades o
cualidades y que no implican relaciones en virtud del criterio ontológico de
independencia que postula: lo que existe es lo que puede hacerse presente en la
percepción con independencia de otras cosas. Estas cosas ubican en un espacio y
un tiempo y de las relaciones perceptivas con ellas surgirán conceptos universales
o particulares.

Los conceptos universales son los “que comprenden o son comunes a todos en su
especie, sin excepción de ninguno y comprende todo en la especie de que se habla.” . Por
esta definición, lo universal revista una categoría de concepto abstracto, ya que no
se refiere a un ejemplar determinado de una especie sino que hace referencia a las
cualidades comunes a toda la especie en cuestión. Luego, un universal no está
ubicado en el tiempo y en el espacio, sino que es una abstracción mental inmanente
e intemporal que no se da en el espacio. Comprende a las cosas desnudas.

Cuando un objeto está colocado en el tiempo y en el espacio, el acto mental


que lo percibe es una intuición sensible. Todo objeto de intuición sensible forma un
concepto particular, por cuanto está referido a un solo miembro de la especie
concreto que se da en un momento (tiempo) y en espacio determinado.

Los conceptos universales y particulares nos permiten realizar distinciones


entre un todo y sus partes y de las partes cuáles son separables o inseparables del
todo (relación todo-partes).

El acto mental que conecta a los conceptos universales y particulares es el


juicio porque presenta el nexo parte-todo y los llamados particulares perfectos.
58

Una vez que la mente ha concluido todos los procesos hasta llegar a la formulación
de los juicios, está condiciones de acceder al último y más complicados de todos los
eslabones de las etapas intelectivas del proceso cognitivo, que es el pensamiento.

Pensamiento

El pensamiento es la “potencia o facultad de pensar” y pensar es “imaginar,


considerar o discurrir, reflexionar, examinar con cuidado, una cosa para formar un
dictamen, sentencia u opinión”. El pensamiento representa el “conjunto de ideas propias
de una persona o de una colectividad”.

Como operación intelectual es la etapa que coordina y unifica todos los


procesos mentales que hemos descripto para llegar al conocimiento de las cosas y
poder expresar todo lo que ese conocimiento despierta o desarrolla en nuestra
mente. El pensamiento es una verdadera “red de significados o sentidos” dados a las
cosas y que a partir de esos sentidos llegamos a una noción completo a las cuales
también relacionamos en una verdadera “red de nociones”. Una vez que se ha
concretado la elaboración mental del pensamiento, el hombre está en condiciones
de realizar una serie de operaciones intelectivas inteligentes: reflexionar
(“considerar nueva o detenidamente una cosa); hablar (“formar, articular y proferir
palabras para darse a entender o comunicarse con otras personas”); usar el criterio
(“juicio o discernimiento que usa de normas para conocer la verdad y que a través de la
crítica tiene el arte de juzgar la bondad, la verdad y la belleza de las cosas, transcendiendo a
la metafísica)(usar el pensamiento crítico); comunicarse a través del lenguaje hablado,
escrito o gesticulado, a través de hechos y acciones y otros fenómenos.

Juicio involucra “seso, cordura y asiento” pero también implica el sentido de


dictamen que es “opinión que se forma o emite sobre una cosa” y opinión es el “parecer
que se forma de una cosa cuestionada” “sentir o estimación en que coincide la generalidad
de las personas acerca de asuntos determinados”

De esta forma vemos que opinión está ligada al parecer, es decir, a los que
las cosas parecen ser pero no lo son. Por esto, los griegos la llamaban la mera doxa u
opinión simple. Se genera con el primer acceso a la cosa donde se ha percibido y
formado concepto de las cosas sin criterio profundo, debido a que en lugar de
englobar toda la cosa, se accede a ella desde un simple punto de vista que juzga un
aspecto de la cosa y genera un concepto o pensamiento aspectual (como resultado
de un mero proceso intelectivo por lo que le llamamos pensamiento procesal, pero
que no se completa con el criterio).

Este pensamiento aspectual queda sólo con la idea que la mente ha formado de
las cosas con la sola percepción y definición aspectual (el aspecto de la cosa sin
penetrar en su naturaleza) por lo que constituye una verdad relativa, es decir, hace
referencia al aspecto que se ve de la cosa o lo que la cosa parecer (pero no es). El
concepto originado en la verdad relativa es siempre contingente o sea que “puede
suceder o no” (en términos ontológicos: “puede ser o no ser”), por lo que es un
concepto sin certeza.
59

Contrariamente el pensamiento crítico o filosófico o metafísico es que intenta


llegar a la verdad absoluta de las cosas, lo que éstas son en sí misma, conforme a
su esencia. Es el pensamiento trascendental, envolvente, englobador, propio de la
inteligencia comprensiva y por lo tanto es globalizador o totalizador. Penetra en la
cosa desde todos los puntos de vista para comprenderla como un todo.

Este pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no puede dejar


de ser lo que es) y por lo tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza
(pensamiento certero).

Con la descripción del pensamiento finalizamos este capítulo donde hemos


querido analizar con determinada profundidad que es la mente, cual era su
anatomía y fisiología y cuáles eran los actos que producía, condicionando los
mecanismos por el cual el hombre comprende a las cosas, establece su mundo
dándoles sentido y lograr comunicar a otros todo lo que conoce, siente y crea.

Estos conceptos deben ser leídos y meditados detenidamente, paso a paso,


para ser comprendidos cabalmente y no inducir confusión. Nuestra intención no es
un criterio académico o una pretensión filosófica profunda. Simplemente es un
intento más (que contiene cosas que deben ser completadas o explicadas desde
otro punto de vista) para acercarnos más nítidamente a nuestra naturaleza
inteligente y entender porqué el hombre piensa de una forma determinada y, en
algunos casos contradictoria, a pesar de que la naturaleza del hombre es una.

Sintetizaremos todo en el esquema siguiente:

abstracción-aprehensión


ente → idea → signo conocimiento del ente
entendimiento ↓
↑ ↑
inteligencia significado-sentido

↓ ↓
concepto palabra (signo lingüístico)(logos)

pensamiento crítico ↔ juicio pensamiento (procesal)

↓ opinión-sentencia comunicación
filosofía
mera doxa (lo que no es)
alethea (descubrir lo que las cosas son)
↓ ↓
verdad absoluta lo necesario verdad relativa→contingente

¿ Qué significa la comunicación ?


60

Según nuestra definición de lo necesario (como “aquello que no puede dejar


de ser” lo que significa que siempre debe ser), la necesidad se manifiesta en el
hombre en formas diversas. Las más inmediatas y primitivas son alimentarse,
respirar, comer y beber, dormir y reproducirse. Pero hay otras necesidades más
profundas, propio del “ser con” otros de su naturaleza. El hombre es un ser
sociable, gregario: necesita vivir y compartir su vida con otros seres,
particularmente sus semejantes. Luego otra necesidad casi vital es la necesidad de
comunicarse con sus semejantes. Esto es tan primordial que en nuestra
civilización contemporánea, es indispensable para la supervivencia (Emery y cols.)

Por este fenómeno de necesidad, el hombre de hoy ha construido máquinas


complicadas y multifacéticas para transmitir sus diferentes mensajes y se ha
interconectado a tal punto, con todo el universo, que logró el fenómeno de la
globalización que consiste en un sistema de comunicación casi instantáneo en
todos los campos de su quehacer (político, económico, científico, filosófico,
artístico, industrial, etc.). La comunicación “en directo” por vía de satélites
(comunicación satelital) ha posibilitado la extensión de todos los medios de
comunicación moderna: radiofónica, telefónica, televisiva, por computadoras
(Internet). La ciencia y la tecnología han hecho una maquinaria comunicadora tan
efectiva que prácticamente no hay barreras materiales en el mundo para
comunicarse con cualquier parte de él, incluso con el espacio (comunicación con
astronautas, cámaras que a través de naves espaciales nos transmiten las imágenes
del universo o recogen datos del espacio, de otros planetas). Cada año trae nuevas
maravillas en el arte de comunicar, con las tecnologías y los cada vez más diversos
mensajes o informaciones.

No obstante, toda esta fantástica estructura carece de sentido si no hay


mensajes auténticos. Vemos que los canales transportan cosas útiles, pero también
una cantidad de vanidades que supera todo lo efectivo. Se carece de mensajes que
causen verdadera transformación del hombre en sí. La tecnología ha revolucionado
al medio ambiente, pero no modifica mucho al hombre en sentido positivo. Los
cambios mayores han sido negativos. Por esto el estudio de la comunicación
humana moderna tiene dos facetas netas:
1. amplio conocimiento de los medios mecánicos y su manejo eficiente
2. la búsqueda de nuevas formas de formular mensajes y llenarlos de contenido.

Esto exige una elaborada comunicación personal directa, pero ésta sola no
alcanza y se debe acudir a un arte mucho más complicado: el arte de comunicarse
con un público, del cual no conocemos nada, a través de la comunicación masiva.
61

¿QUÉ ES COMUNICAR?

En este capítulo entraremos de lleno al tema de este trabajo, la


comunicación entendiendo por ella a la “acción y efecto de comunicar o comunicarse”.
“Trato o correspondencia entre dos o más personas”. Comunicar es “hacer a otro partícipe
de lo que uno tiene; descubrir, manifestar o hacer saber a alguien alguna cosa; transmitir
señales mediante un código común al emisor y al receptor”.

Ambos términos derivan del latín communicatio el que a su vez deriva de


communis que es lo relativo a común, que es “lo que no siendo privativamente de
ninguno, pertenece o se extiende a varios, de forma tal que sea recibido y admitido de todos
o de la mayor parte”. Asimismo comunicación está, en alguna medida, enlazada con
una unión común o comunión que es la “participación en lo común”, que tiene por
raíz el latín communio también emparentado con communis. Por lo tanto, la
comunicación tiene en su raíz la propiedad de la comunidad que es la “la calidad de
lo común, de lo que, no siendo privativamente, pertenece o se extiende a varios siendo lo
disfrutado por varios sin pertenecer a ninguno en particular”. Comunicar también es
comulgar en su acepción de “coincidir en ideas o sentimientos con otra persona”

Dijimos que comunicar es transmitir algo o alguna cosa. Ese “algo” a


transmitir debe tener la calidad de la comunicabilidad o sea “lo comunicable” y lo
comunicable es aquello “que se puede comunicar o es digno de comunicarse”.

Luego, la comunicación es una acción intersubjetiva, lo que quiere decir


que se necesitan, como mínimo dos personas o sujetos para que halla
comunicación. Esto es parte de la esencia de la comunicación ya que en su
definición está la acepción de “correspondencia entre dos o más personas” . También
tiene una acepción que habla de “unión que se establece entre ciertas cosas mediante
diferentes vías o canales y otros recursos”. Esto nos manifiesta que un sujeto de
comunicación pueden ser personas o cosas.

Comunicar es algo así como colocar lo que yo tengo en mi mente en la


mente de otro, estableciendo así una unión común entre mi mente y la mente del
otro. En su definición más simple, la comunicación es el arte de transmitir
información, ideas y sentimientos de una persona a otra. De un emisor o fuente a
un receptor o destino. Así, comunicarse es lo mismo que lograr una equivalencia
en la estructura de las respuestas internas significativas de la fuente y el destino.
Los significados no abandonan los sistemas de conducta (estructuras
cognoscitivas) de los respectivos intervinientes y es su similitud (y no su
desplazamiento) lo que constituye la comunicación (isomorfismo de los
significados).

La comunicología es una “ciencia interdisciplinaria que estudia la comunicación


en sus diferentes medios, técnicas y sistemas”. Lo comunicativo es lo “que tiene aptitud
o inclinación y propensión natural a comunicar a otro lo que posee. Dícese también de
62

ciertas cualidades que hacen fácil y accesible al trato de los demás”. Comunicólogo “es la
persona que profesa la comunicología o tiene en ella especiales conocimientos”.

Elementos constitutivos de la comunicación

Nosotros partiremos del clásico esquema dado para todo tipo de


comunicación que contempla un emisor (“encoder”), un mensaje con un código
cifrado, un canal o medio y un receptor (“decoder”), como elementos básicos. A
partir de estos elementos se introducirán las variables posibles más importante. El
esquema básico funciona de la forma siguiente:

emisor (codificador) → código → mensaje → MEDIO o CANAL receptor


(decodificador)

Este esquema muestra flechas en ambas direcciones lo que indica que la


comunicación puede unilateral o de vía única (únicamente admite recepción del
mensaje) (unidireccional) o bien puede ser bilateral o de vía doble (bidireccional),
es decir, una vez que el receptor recibe un mensaje y lo decodifica, origina una
respuesta o retorno del mensaje. La comunicación ideal es la de doble vía, en la
que el emisor envía un mensaje y recibe el retorno del mismo por respuesta del
receptor. También este esquema representa la comunicación interpersonal directa
(entre dos personas).

Particularidades de la comunicación efectiva

Una comunicación puede ser efectiva o inefectiva, es decir, provocar o no


efectos en el receptor. Una comunicación efectiva positiva debe reunir los siguientes
requisitos:
1. el emisor debe elegir un código que sea conocido por él y el receptor, con un
entendimiento y consentimiento igual para los significados de los distintos
signos del código,
2. el mensaje debe contener un texto claro que sea comprensible y que esté en el
campo de la coexperiencia de receptor y emisor. Coexperiencia significa que
ambos polos de la comunicación (receptor y emisor) tengan las mismas
experiencias (experiencias en común),
3. debe haber sintonía entre emisor y receptor. La sintonía se da en dos vertientes:
por un lado la sintonía del medio o canal y por otro lado la sintonía entre emisor y
receptor. Además del código inteligible para ambos, de un mensaje de texto
claro, de la coexperiencia, dentro de la sintonía entre emisor y receptor implica
“la coincidencia en pensamiento o en sentimiento entre dos o más personas”. Esto
significa que debe haber, más que en cualquiera otra acción humana, un alto
grado de empatía ( “participación afectiva, y por lo común emotiva, de un sujeto en
una realidad ajena”) y simpatía (“Inclinación afectiva, generalmente espontánea y
mutua, que despierte una relación atractiva y agradable). Sintonía, en cierto modo, es
ser oportuno, es decir, estar en el lugar y el momento apropiado.
4. el canal o medio que lleva al mensaje debe ser adecuado al mismo. Debe estar en
sintonía (estar en la misma onda) y no contener elementos perturbadores (ruido, etc.).
Tanta importancia tiene el medio, al menos los medios tecnológicos modernos,
que a veces logran ser más importantes que los mensajes que se colocan en ellos,
63

situación que llevó al comunicador canadiense Mc Luhan a escribir EL MEDIO


ES EL MENSAJE. El medio en gran medida, condiciona a los polos de la
comunicación y al propio mensaje en formas muy diversas y numerosas
variables. Por otro lado, el medio obra como un “extensor o proyector o
amplificador de los sentidos”: la radio y todos los reproductores o captadores de
sonidos amplían el campo del oído; la TV, el cine y la pantalla de computadoras
extienden el campo del ojo;
5. debida recepción. El mensaje debe llegar y penetrar en el receptor con la misma
fidelidad con que es emitido. Debe llegar sin distorsiones y ser comprendido en
todas sus partes. Debe generar en el receptor una acción y una reacción (efecto).
El efecto de la acción del mensaje puede ser negativo o positivo. En ambos casos,
debe generar reacción o respuesta;
6. la respuesta del receptor o retorno del mensaje es la comunicación de vía
inversa a la del mensaje primario: va de receptor a emisor por el mismo medio.
La respuesta puede ser negativa porque no fue comprendido o aceptado el
mensaje o positiva: la recepción del mensaje ha sido perfecta, bien comprendida
y despertó consentimiento, induciendo un cambio también positivo en el
receptor, el que además de responder positivamente, por otro lado, se convierte
en un nuevo emisor: el difusor del mensaje recibido, porque por otros canales lo
envía a otros receptores. Esta última acción genera una red de comunicaciones
para un mismo mensaje. Una respuesta siempre indica que el mensaje fue
recibido, por lo que se le llama retorno del mensaje.

Características particulares de cada componente de la comunicación

Emisor

El emisor, “encoder” o codificador es el encargado de emitir el mensaje que


puede ser propio (autor) o simplemente, ser un agente de emisión (fuente). De uno
u otro modo, es el encargado de buscar el código (“sistema de signos o señales y reglas
que sirve para formar (dar forma o formular) y hacer comprensible un mensaje para
proceder a su emisión”) y preparar el mensaje. El emisor puede ser una sola persona
o un conjunto de personas (equipo). De cualquier forma que se constituya el
emisor debe tener siempre la misma característica: estar en la coexperiencia con el
receptor a fin de poder codificar correctamente el mensaje. El mensaje, sin lugar a
dudas, depende el emisor o comunicante, el que tiene dos tareas ineludibles:
∗ saber lo qué desea comunicar
∗ conocer cómo expresar su mensaje a fin de lograr que penetre lo más posible en
la mente del receptor u oyentes.

Por lo tanto la emisión es un arte que permite no solo formular el mensaje


sabiendo qué colocar en él, sino también el cómo: cual código y canal conviene a
un determinado mensaje. Otro detalle del emisor es si es un emisor simple que
comunica de persona a persona o si es un comunicador social. En este último caso
debe ser un comunicante o comunicador adiestrado en el simbolismo de los
mensajes masivos y de los medios sociales o masivos. Por definición, comunicador
“es lo que comunica o sirve para comunicar y dícese de la persona con una actividad
pública a la que se considera capacitada para sintonizar fácilmente con las masas”. Debe
comprender la importancia social del papel que desempeña y, además, saber bien
64

la naturaleza del mensaje social o masivo o colectivo. Estará al tanto de las


características de los canales o medios que corresponden más convenientemente a
esos mensajes y debe saber estudiar los diversos intereses, necesidades y distintos
grados de inteligencia o nivel cultural de los grupos de personas que componen la
totalidad de un público o auditorio. Luego debe amoldar su mensaje:
1. al estilo exigido por cada uno de los medios de comunicación que usará
2. a la capacidad de recepción del auditorio al que trata de llegar.

Mensaje

Mensaje es el “conjunto de señales, signos o símbolos que son objeto de


comunicación” “que envía una persona a otra”. Es lo que contiene lo que se quiere
pasar de una mente a otra, transmitir un sentimiento, llevar una esperanza, dar
una información, proposición para un cambio, etc. Los matices de cada mensaje
dependerán de la intencionalidad con que se formulen. El contenido del mensaje
puede estar lleno de contenido (lleva un significado claro, comprensible, captable
y valioso) o puede estar vacío de contenido (es banal, no valioso o incompresible).
Un mensaje pobre de contenido y pésimamente expresado no tiene efecto alguno
expresado ya sea ante un solo receptor o a millones de oyentes y es menos efectivo
que un buen mensaje dado a un limitado auditorio.

El mensaje, además del código y el canal correctos, debe ser dado también
en el momento oportuno que es aquél en que el receptor lo puede captar
plenamente. La oportunidad del mensaje dependerá siempre de su contenido e
intencionalidad. El hombre ordinario recibe cada día miles de mensajes no sólo a
través de los múltiples medios de comunicación social o masiva, sino también de
sus circunstancias o medio circundante (trabajo, escuela, familia, iglesia, amigos,
vecindad ) que le comunican y le causan diversas impresiones. Por ejemplo, si el
gobierno anuncia un plan de empleos para desocupados, es evidente que el
mensaje tendrá efectos diferentes de acuerdo al público y la oportunidad en que se
formule: por un lado, los desocupados y los amenazados con perder el empleo
recibirán el mensaje con beneplácito, pero una masa de contribuyentes
(comerciantes, industriales, profesionales) temblarán ante la posibilidad de un
aumento o en número o en valor monetario, de los impuestos (exacción
impositiva). Otro sector será indiferente al mensaje: el que no tiene intereses en
juego, el que no posee medios de recibirlo y aquél que teniendo los medios, en el
momento en que se da el mensaje está disperso o distraído.

Por último destacaremos, una vez más, que todo mensaje debe reunir no
sólo un contenido significativo, un código correcto, sino también estar en el campo
de la coexperiencia.

Un tipo de mensaje muy especial, es el mensaje subliminal (subliminal es “la


idea, emoción o sensación que, por demasiado débiles u otras causas, no llegan a ser
percibidas por la conciencia”). Etimológicamente, subliminal (sub =bajo; limen =
umbral) es todo lo que se encuentra por debajo de un umbral o nivel determinado,
en el caso de un mensaje, es que el se formula por un medio que está por debajo
del nivel de atención o conciencia, a fin de que la percepción del mensaje sea más
por el inconsciente que por la conciencia. Un ejemplo claro de mensaje subliminal
65

lo da la propaganda o publicidad. Un caso concreto de mensaje subliminal es


cuando se presenta una escena emocionante (recibir una carta de un ser amado
lejano o separado en el tiempo) al mismo tiempo que se comparte la emoción con
un vaso de “whisky”. El mensaje subliminal era que esa bebida era excelente para
vivir un momento emocionante o algo propicio para gozar en la intimidad
emotiva. Aparentemente el mensaje parecía vano, pero ocurrió que de esa forma se
colocó en Argentina una bebida extranjera, no aceptada en su oportunidad en
forma masiva. Con esta publicidad se logró introducir la costumbre de beber
“whisky”. Otros mensajes subliminales se utilizan para inducir la compra de una
marca determinada, cambiar usos, introducir modas, etc. La forma subliminal de la
comunicación es usada en la propaganda política o de sectas religiosas.

Coexperiencia

La experiencia “es la enseñanza que se adquiere con el uso, la práctica o el vivir” .


Cada individuo tiene sus propias experiencias personales que va adquiriendo a
medida que desarrolla su vida. Cuando estas mismas experiencias son
compartidas de igual forma e intensidad con otro individuo o conjunto de
personas, hablamos de una coexperiencia o experiencia en común. El campo de la
coexperiencia es la zona donde se intercalan los campos de experiencias
individuales, constituyendo una franja común de convergencia de idénticas
experiencias.

experiencia personal coexperiencia experiencia personal


o individual o individual

La coexperiencia comprende no solo un entendimiento de códigos, un


compartir los mismos canales, sino fundamentalmente una empatía y una
identidad de impresiones comunes a emisor y receptor. El receptor interpretará el
mensaje emitido en términos de su cuadro de referencia. Cada persona tiene cierta
experiencia acumulada, que consiste, en parte, en sus propias creencias y su
concepto de los valores relativos a su propio yo, y en parte, también en las
creencias y valores de los grupos a los que pertenece (familia, trabajo, clase social,
etc.). Puede ocurrir que cuando un mensaje constituye un desafío para tales
creencias y valores (está fuera del contexto o de la coexperiencia) sea rechazado,
torcido o malinterpretado. A la inversa: el mensaje que concuerda con su contexto
o coexperiencia será aceptado y bien interpretado. Otra posibilidad de una buena
recepción es el de que la persona cuyos conceptos acerca de una determinada
cuestión se ven bajo alguna presión o amenaza, dicha persona sale de su rutina
para buscar el mensaje adecuado que refuerce sus puntos de vista. En este caso
sólo acepta el mensaje que esté en su contexto o coexperiencia.

Cuando el mensaje formulado no está en el contexto y encuentra que las


creencias del auditorio al cual se dirige están firmemente establecidas, el
comunicante debe saber que en lugar de enfrentar el mensaje con esas creencias,
debe colocarlo en un camino paralelo a esas creencias y así evita el choque directo.
La comunicación paralela tiende a modificar modelos de conductas en forma
66

gradual porque los mensajes paralelos, si bien no son aceptados, son conocidos y
no han producido un conflicto. En alguna oportunidad el mensaje encuentra una
vía de confluencia y puede ser recibido y aceptado. Este fenómeno de canales
paralelos y vías de confluencias, se conoce con el nombre de efectos reflejos
pasivos. Es usado en los mensajes subliminales de la publicidad o propaganda.

Medio

El medio o canal por el cual se emitirá el mensaje es tan diverso como el


mensaje mismo y los diferentes tipos de receptores. El medio debe adaptarse,
entonces, al mensaje y al receptor para lograr una comunicación efectiva.

La primer forma de comunicación y la más primitiva es la interpersonal, de


persona a persona, con mensajes intersubjetivos y acá el canal era la voz, los gestos
y toda otra expresión a través del cuerpo. A medida que se perfecciona el lenguaje
y se introduce la escritura y el papel, aparece como canal la palabra escrita y la
representación gráfica y la comunicación es a través del sentido de la vista
mediante el uso de periódicos (diarios, revistas, semanarios, etc.) y libros. La pintura
o escultura junto con la fotografía y los films, películas o videos, y los gestos completan
la lista de medios y mensajes que se captan exclusivamente con la vista. Con el
progreso tecnológico de la humanidad, aparece el telégrafo y después la radio y la
comunicación es a través del sentido del oído. La música (canciones, sinfonías,
óperas, percusión, etc.), entra en la categoría de los que se aprecian por el oído y en
parte por la vista. Igual progreso y sentido tuvo la telefonía o teléfono en todas sus
formas. En una etapa más avanzada aparece primero el cine y luego la televisión
que favorece la comunicación a través de dos sentidos: la vista y el oído. El sistema
Braille, el examen manual y la percepción de vibraciones, nos comunican a través del
sentido del tacto. El sentido del gusto nos informa del sabor de las cosas y nos es
útil en la investigación (catar) (antiguamente era usado en la investigación médica),
en la gastronomía (degustar) y otros usos cuyo fin sea averiguar un determinado
sabor. El sentido del olfato conforma otro medio de informarnos y comunicarnos.
La percepción de olores nos permite apreciar perfumes de cosmética, olores naturales,
olores artificiales. (nos permite captar el mensaje enviado a través de un perfume, de
un olor (agradable o nauseabundo) que nos ubica para aceptar un rechazar un
lugar, un objeto, etc. Finalmente, la comunicación satelital abre las posibilidades a
toda forma de comunicación conocida y permite algo más: la comunicación
instantánea o directa, simultánea con el tiempo, el lugar y el acontecer de los
hechos. También han sido los medios naturales como el humo, los animales
amaestrados (comúnmente, palomas mensajeras), las formas de comunicarse del
hombre en determinados momentos o comunidades.

Estos ejemplos dados ayudan a comprender que existen diversos y


diferentes medio para enviar un mensaje y el hombre los recibe a través de los
sentidos y otras formas de percepción, las que nos permite, por ejemplo, captar un
terremoto, una vibración, un movimiento, etc. Todo el cuerpo del hombres es un
medio de recepción sensorial y extrasensorial.

Receptor
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Como ha sido harto expresado, el receptor es la “persona que recibe el mensaje


en un acto de comunicación” y por lo tanto es el que deberá descifrar o decodificar el
mensaje (“decoder”) por ser el destinatario del mensaje (destino). Como se ha
descripto, comparte con el emisor un campo de coexperiencia, el código y el canal.
Cuando el receptor es un grupo masivo de personas, se habla de público que
puede ser: auditorio u oyentes, espectadores, televidentes, etc.

Problemas del proceso de la comunicación

En el proceso de la comunicación pueden surgir algunos fenómenos que


puede favorecer o interferir dicho proceso. Hemos probado fehacientemente que
en la comunicación humana, y en general en toda la escala animal, se encuentra
implicada la estructura biológica. El primer elemento fundamental de la
comunicación es la forma o elemento que dará origen al mensaje y que es el
código. En el ser humano, el código válido es el lenguaje. Para que un individuo
pueda adquirir satisfactoriamente las complejas pautas que involucra el uso de un
lenguaje, debe contar con una estructura nerviosa que funcione dentro de límites
normales. Dentro de esta estructura biológica operan los órganos de los sentidos,
como la vista y el oído, el olfato, y el aparato locomotor, lo que facilita la fonación o
voz, que puede ser escuchada (audición) y a través del aparato locomotor o
muscular, están los gestos y la escritura que deben ser vistos (visión). El olfato
interviene en una comunicación más sutil como es la que implica la seducción
(perfumes que provocan atracción sexual o aromas naturales o ferohormonas que
inducen esa atracción) o la cocina (donde se mezclan aromas diversos de
condimentos, hierbas, etc. para que las comidas lleven un mensaje de atracción por
diversos motivos: gratificación, lucro, etc.). Las condiciones biológicas normales
son más bien componentes previos que factores propios de la comunicación.

El ser humano debe someterse a un período de aprendizaje para desarrollar


pautas de hábitos o conductas que le permiten emitir o responder a los códigos de
la comunicación (signos gestuales, verbales y de otras clases), en su condición de
signos sustitutivos que tiene por referentes a los objetos y acontecimientos del
mundo circundante o realidad. El hombre nace en el seno de una cultura compleja
y dinámica. Un rasgo cultural importante es el conjunto de convenciones que
existen en ella y que permite desarrollar una vida social activa y normal y una de
esas convenciones importantes es lo respectivo a la relación entre signos y sus
referentes. Los problemas del lenguaje serán tratados en un capítulo aparte, por su
gran extensión e importancia.

Como es lógico, raras veces se logra una correspondencia perfecta entre


cada uno de los elementos de las respuestas significativas denotativas y
connotativas de la fuente y el destino, ya que la comunicación humana, por su
complejidad, casi siempre presenta algún grado de imperfección. Para ello
concurren razones psicológicas, culturales o simplemente mecánicas.
Analizaremos ahora algunas características de estas imperfecciones:
1. ruido: Cualquier elemento que interfiera básicamente la comunicación, ya sea
desde la fuente misma o por defectos del canal, le daremos el nombre de ruido,
término universalmente aceptado por los tratadistas o estudiosos de la
comunicación (algunos prefieren llamarlo humo). Desde la fuente puede haber
68

ruido cuando hay falta de isomorfismo de los significados (dismorfismo de


significados) y existe distancia que separa esos significados, elemento por
elemento, de la identidad perfecta. Este ruido se conoce como ruido semántico.
Esto ocurre con el empleo de palabras técnicas desconocidas o palabras difíciles,
incomprensibles o desconocidos para el destino o receptor (mensaje fuera del
marco o cuadro de referencias semánticas). Otro ruido semántico lo ocasionan los
significados connotativos (el emocional o valorativo, individual) y denotativos
(común o del diccionario), por ejemplo, la palabra mate que puede ser la falta de
brillo de un color o sonido, una especie de calabaza, una infusión, un lance de
ajedrez o expresión de un juego de naipes, o, en la jerga popular, la cabeza
humana. Para evitar el ruido semántico, el comunicante debe definir el texto y el
contexto (el sentido) de las palabras y ajustar el vocabulario al nivel cultural,
intereses y necesidades del receptor. Por su parte el receptor deberá retroceder
repetidamente en la lectura de un texto y acudir a un diccionario específico en el
caso de palabras técnicas o específicas. Por el lado del canal, toda interferencia
mecánica o técnica que lo afecte también se denomina ruido propio del canal.
Luego, ruido es todo lo que afecte la fidelidad de la transmisión material del
mensaje (estática, errores tipográficos u ortográficos, caracteres ilegibles,
dismorfismo de significados, etc.) e incluye todas las distracciones que puedan
ocurrir entre fuente y destino. Para evitar el ruido propio del canal, el emisor o
fuente deberá dar empleo al principio de redundancia o sea la repetición continua
de la idea central del mensaje hasta asegurarse que ha podido superar las
dificultades de ese ruido.
2. concordancia o sintonización: ocurre cuando el receptor o destino se siente
plenamente identificado con el mensaje, el que concuerda con sus ideas o
creencias y pautas de conducta. Es una particular disposición de un individuo
para escuchar voluntariamente un mensaje porque lo comprendido y por que
está de acuerdo con él (el receptor ama la concordancia).
3. discordancia o disonancia: es cuando el receptor no está de acuerdo con el
mensaje porque éste no está en concordancia con sus creencias o pautas de
conducta y se siente incómodo con él. En este caso el receptor no coopera
voluntariamente ni en la búsqueda ni en la recepción del mensaje (el receptor
huye de la disonancia).
4. retroalimentación, “feedback” o retorno: consiste en la respuesta que da el
receptor al mensaje del emisor y de acuerdo a esa respuesta, el comunicador o
emisor puede reiterar o modificar su mensaje o aclararlo con explicaciones
adicionales. El retorno puede ser hecho de varias formas: si la comunicación es
persona a persona, o de persona a auditorio, el retorno es gestual (presencia o
ausencia de aplausos, sonrisas, gestos de fastidios o de aburrimiento como el
bostezo, sobresalto, desinterés o indiferencia, etc.). Otras veces, el retorno puede
ser bajo la forma de una comunicación escrita (carta, publicación, nota, etc.).
También puede ser una comunicación hablada (contestación verbal directa), un
pedido directo (bis), una aprobación (olé), un rechazo (silbido, interjección de
fastidio, etc.) o bien una comunicación telefónica; o a través de una cinta o disco
grabado, etc. Hay que cuidar también el detalle del modo como un comunicador
o emisor, interpreta el retorno o respuesta. Por ejemplo, como ocurrió con un
discurso del presidente norteamericano Abraham Lincoln que conmovió tanto
al público, que éste perturbado no atinó a aplaudirlo al finalizar. Lincoln
interpretó este gesto como un rechazo del discurso, cuando en realidad era todo
69

lo contrario. El conjunto bidireccional del retorno actúa de dos formas: la


información progresa primero en un sentido y luego en el opuesto, o bien, en
ambos sentidos al mismo tiempo. El primer caso ocurre cuando hay distancia
entre emisor y receptor y el segundo caso cuando ambos se encuentran
físicamente frente a frente.
5. “efectos reflejos” activos o rebote del mensaje: este efecto es similar al efecto
físico de reverberancia de la luz o el sonido que comienza a reflejarse en
diferentes superficies y a propagarse en direcciones caprichosas de acuerdo al
ángulo de reflexión. En la comunicación ocurre cuando alguien escucha una
noticia y la difunde a otro y éste a su vez a otro y así sucesivamente o en la
mecánica de la información de un medio masivo, una noticia va del reportero al
editor, del editor a sus empleados, los empleados la remiten de nuevo al
reportero y éste la devuelve al editor, quien a su vez la publica en el diario o se
la pasa al locutor de un noticiero, el que a su vez la transmite a un público o
auditorio. A su vez esta noticia circula entre los miembros del auditorio porque
se la pasan de unos a otros. Es decir, los efectos reflejos se refieren a los vaivenes
que una información sufre dentro de un mismo contexto comunicativo, de
forma tal que algunos receptores reciben una información o mensaje
directamente y otros indirectamente. Otro efecto reflejo pero pasivo, es el
sublimininal que ya comentamos.
70

ARTE DE LA COMUNICACIÓN: EL LENGUAJE

Quizás la obra más perfecta de la inteligencia humana es el lenguaje,


porque la palabra (verbum de los latinos y logos de los griegos) ha sido el instrumento
mágico que permitió la comunicación y la comunicación es, a su vez, la única
herramienta que le permite al hombre “ser tal”. Sin la comunicación no existiría el
“ser con” otros que postula Heidegger ni la relación projimal a través del
evangelio del cristianismo, puesto que sin lenguaje y comunicación, difícilmente
las “buenas nuevas” de Cristo y la sabiduría de la Humanidad acumulada desde la
prehistoria, nos hubiera llegado con la profundidad y la frescura que esas dos
maravillas del entendimiento nos permiten recrear permanentemente.

Sin exageraciones, puede considerarse al lenguaje como la máxima


creatividad mágica del hombre que nos permite, casi como un milagro,
considerarlo como una “verdadera inspiración divina”. Naturalmente, nos referimos
al lenguaje auténtico, aquel que se maneja con la altura y la idoneidad que solo la
inteligencia pura puede concebir y realizar. Contrariamente, el uso indebido o
inauténtico puede transformar al lenguaje en un “arma diabólica” no sólo por la
confusión que produce sino por el mal que puede generar.

Pero como todas las cosas valiosas, lo bueno del lenguaje aflora cuando el
que lo maneja sabe hacerlo. De otros modos, el uso inadecuado “gasta” las
palabras y las vacía de contenido, transformándola en un “fetiche” (aquello que se
usa como signo desprovisto de valor y sentido). El descuido en el uso de las
palabras vicia al lenguaje de forma tal que el mismo puede llegar a constituir una
segunda “Babel” cuando no sirve para comunicar adecuadamente un mensaje. Los
neologismos caprichosos o usados por no saber esgrimir las palabras tradicionales
con su denotación correcta, son un “virus” similar al informático que ataca al
“disco duro” de la lengua y la trastoca en algo caótico, incomprensible, que
produce más incomunicación que comunicación.

Lenguaje, lengua y habla

En términos generales el lenguaje es “un conjunto de señales que da a entender


una cosa” y así entendido se puede referir a un “lenguaje de las manos”, “lenguaje
de los ojos”, “lenguaje de las flores”, es decir, puede aplicarse para expresar
diversos medios usados para comunicarse. Pero etimológicamente está
emparentado con lengua y denotativamente lenguaje “es un conjunto de sonidos
articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente”. Al iniciar el estudio del
lenguaje se nos presenta como un fenómeno heterogéneo bastante difícil por cierto,
para ser analizado en toda su complejidad.

Nos limitaremos a subrayar algunos aspectos prácticos para comprender


básicamente qué es y cuáles son las funciones del lenguaje. Denotativamente
lenguaje también puede ser una referencia a una “manera de expresarse” y así
decimos que una persona usa un lenguaje “zafado”, o “culto”, o “sencillo”, o
71

“grosero”, o “técnico”, o “vulgar”, etc. Pero también podemos “individualizarlo”


(uso individual o personal) como un “estilo y modo de hablar y escribir de cada uno en
particular”.

El estudio del lenguaje se realiza a través de la lingüística que es la “ciencia


del lenguaje” y constituye un “estudio teórico del lenguaje que se ocupa de métodos de
investigación y de cuestiones comunes a las diversas lenguas”. Ese estudio del lenguaje
se hace más específico cuando se le trata distinguiendo dos aspectos netos: lengua y
habla.

La lengua “es el sistema de comunicación y expresión verbal propio de un pueblo o


nación, o común a varios de ellos” por lo que al aludir la expresión verbal, indicamos
estrictamente el uso de palabras y por ello el lenguaje constituye “un conjunto de
signos que usa una comunidad para entenderse”. Naturalmente, si son palabras son
“sistemas lingüísticos” que “se caracterizan por estar plenamente definido, por poseer un
algo grado de nivelación, por ser vehículo de cultura diferenciada, pero considerado como
una ordenación abstracta”. A veces una lengua destaca porque como sistema
lingüístico “en ocasiones se impone a otros sistemas lingüísticos” (caso concreto de la
lengua castellana que en España se impuso a otras lenguas regionales). Desde otro
punto de vista, la lengua también puede referirse a un “vocabulario y gramática
peculiares de una época, de un escritor o de un grupo social”. La lengua tiene otras
connotaciones para usos restringidos tales como idiolecto y dialecto por cuanto
idiolecto (del griego ιδιοξ = propio, particular) se refiere a “la lengua tal como la usa
un individuo particular”, mientras que dialecto puede ser “cualquier lengua en cuanto
se la considera con relación al grupo de las varias derivadas de un tronco común” , o bien,
“un sistema lingüístico derivado de otro, normalmente con una concreta limitación
geográfica, pero sin diferenciación suficiente frente a otros de origen común”. En todo caso
el dialecto “es toda estructura lingüística simultánea a otra que no alcanza la categoría de
lengua”.

Otro concepto relacionado con lengua es el léxico o “vocabulario de una


lengua o región, de un campo semántico determinado y que consta en el diccionario” y
lexicología es el “estudio de las unidades léxicas de una lengua y de las relaciones
sistemáticas que se establecen entre ellas”.

En cuanto al habla, en términos de Lingüística, nos referimos a ella como “el


acto individual del ejercicio del lenguaje, producido al elegir determinados signos, entre los
que ofrece la lengua, mediante su realización oral o escrita”, dicho más sencillamente: “el
uso que cada individuo hace del lenguaje”. Cuando existe una uniformidad a nivel de
comunidad, el “habla” pasa a ser “el sistema lingüístico de una comarca, localidad o
colectividad, con rasgos propios dentro de otro sistema más extenso”. En esta
connotación, el habla se identifica con el idioma (del griego ιδιωµα = propiedad
privada) por cuanto éste representa “a la lengua de un pueblo o nación o común a
varios o es también, un modo particular de hablar de algunos o en algunas ocasiones”

Dimensión social del lenguaje

Ferrater Mora resalta que el lenguaje es extremadamente flexible,


dependiendo en buena parte de usos sociales e institucionales, así como de
72

idiosincracias personales. En el uso social, pareciera que el lenguaje no está sujeto a


reglas fijas como pudiera pretenderse en determinadas disciplinas científicas como
la Lingüística, que intenta sistematizarlo. Por ejemplo, el lenguaje jurídico suele ser
más estricto y formalizado que el cotidiano (como en las disciplinas técnicas); el
habla de un grupo social bien asentado y cohesionado es más estricta que la de
grupos sociales en formación, etc., por lo que parece que no hay “reglas” que
regulen semejantes normas, las que surgen luego de los usos. Ciertas formas del
lenguaje son más o menos estrictas y “formalizadas”, dependiendo de épocas o
estilos. En estas circunstancias, incluso el propio lenguaje poético, considerado
como “libre” por las licencias que se permite emplear, se halla trabado por
convenciones muy severas. Sin embargo, los grupos juveniles enfrentan a la
sociedad adulta adoptando determinadas convenciones del lenguaje.

En este juego social del lenguaje, cualquier convención adoptada, e incluso


el esfuerzo para librarse de toda convención, terminan operando como una suerte
de “reglas” que determinan el comportamiento lingüístico de un grupo, de una
época o de todo un período histórico. Frecuentemente, el comportamiento
língüístico es sacudido dinámicamente por teorías o escuelas que pretende
encontrar nuevos “sistemas” que “reglen” el lenguaje y lo normaticen en forma
más rígida y menos libre para evitar caer en la confusión que impida la
intercomunicación de personas o comunidades. “Puristas” y “liberales” del
lenguaje pugnan por imponer uno u otro modo de operar socialmente con la
lengua, cuando en la práctica el comportamiento lingüístico no surge,
precisamente, de esas “reglas”. Esta particularidad hace muy difícil, en el caso que
sea posible, explicar cabalmente todas las “reglas”, incluso las sintácticas, que se
van estableciendo paulatinamente en una lengua o habla ya sean las que intentan
sistematizarse como las surgidas espontáneamente. En sus mecanismos “de
marcha” a través del tiempo y cambios sociales, en el lenguaje sólo parecen influir
“reglas de estrategia” condicionadas por el momento en que se vive o piensa,
impresionando como verdaderos “juegos lingüísticos” (uso lúdico del lenguaje).

Estos fenómenos nos permiten resaltar algunos puntos de interés:


1) Toda expresión lingüística nos refiere, ya por la forma, ya por el contenido, o
por ambos, el contexto situacional, interpersonal y socio cultural en que se
produce.
2) Al hacer uso del lenguaje, igual que con cualquier otra forma de conducta, nos
regimos según reglas de estrategia comunicacional (“reglas de juego”), a cuyo
dominio accedemos por nuestra necesidad de adecuar las intenciones
comunicativas a las diversas situaciones y contextos en que desarrollamos
nuestra actividad.
3) Entendido el lenguaje como un conjunto de “juegos lingüísticos”, se diferencia
del resto del quehacer social por la complejidad que reviste. Pero, como en el
resto de los juegos creativos, una vez sabidas las reglas, los jugadores, la
finalidad del mismo y otras circunstancias, queda abierta la posibilidad de un
sinfín de jugadas posibles.

Todo esto nos lleva a una conclusión final: el lenguaje es un sistema abierto
y en él cabe concebir la creatividad como característica propia del mismo. Si bien
73

los medios del lenguaje son finitos (fonemas del lenguaje hablado), los resultados
suelen ser ilimitados.

En capítulos anteriores estudiamos que en la comunicación humana está


implicada la estructura biológica. Una persona para adquirir eficientemente las
complejas pautas y hábitos que determina el uso del lenguaje, debe tener una
estructura nerviosa indemne y con función normal. Esto que parece de perogrullo
no lo es tanto, dado que no nos es posible determinar en cada individuo cual es el
grado de indemnidad de la función nerviosa, sobre todo en el nivel psíquico. A
esto hay que agregar que además de una salud, todo individuo tiene otros
condicionantes como es el “entrenamiento” de sus actos mentales. Es evidente que
un intelectual tiene mucho más aguzados sus actos mentales, que un simple
agricultor o un pastor que no posea medios de lectura o de información. Otras
personas, a pesar de leer y tener medios de información, el material o mensaje que
esos medios les lleva no le habilitan para agilizar sus actos mentales, sino más bien
parecen anestesiarlos o estupidizarlos, induciendo conductas automáticas. Todo
esto influye en el lenguaje, su comprensión y su uso.

Toda persona debe pasar por un período de aprendizaje extenso para


adquirir o desarrollar pautas y hábitos que le habiliten para entender y responder a
los signos que hacen referencia a objetos y acontecimientos de la realidad. El
hombre, a diferencia de otros seres vivientes, nace dentro de una sociedad
determinada por una cultura compleja y, en la mayoría de los casos, dinámica.

El lenguaje humano, sin dudas, para formarse y dar origen a la


comunicación interpersonal, primero se basó en sonidos vocales y gestos. La
acepción en común de los significados originó signos que surgieron de
convenciones en lo relativo a esos signos y sus referentes. Al principio, las
conexiones eran arbitrarias y convencionales de modo tal que para algunas
comunidades fueron trazos cuneiformes y para otras imágenes directas (escritura
ideográfica) hasta que el hombre logra ponerse de acuerdo en determinados signos
escritos que responde a un sonido vocal concreto y crea la palabra. Luego,
definitivamente, el lenguaje humano quedó como un conjunto de signos o sistema
de códigos que fueron las palabras, que apoyadas en otras formas de
comunicación, establecen una estricta conexión entre un signo-palabra
determinado y el signo-objeto (significado) del cual la palabra es sustituto. Con el
nacimiento del alfabeto o abecedario (“conjunto de símbolos empleados en un sistema
de comunicación) viene el concepto de lenguaje y con él, el de habla y lengua. Los
símbolos alfabéticos son las letras (“signos gráficos con que se representan los sonidos
de un idioma), pero el lenguaje humano va más allá del alfabeto y emplea otros
símbolos o códigos (alfabeto Morse, informático, insignias, emblemas, algebraicos
y miles más) y no queda sólo con lo gráfico sino que también emplea gestos. El uso
social de todos estos símbolos significa que un signo lingüístico, en última
instancia, es una palabra, un código, una imagen o un gesto.

Texto y contexto del lenguaje

Últimamente se ha dado en hablar de texto y contexto del lenguaje. Esta


expresión abre un abanico de interpretaciones muy amplio, por lo que deberemos
74

ir paso a paso elaborando interpretaciones básicas para no errar en el sentido de


texto y contexto.

Un primer acercamiento a texto, en nuestra costumbre, es denotativo:


“conjunto de palabras que componen un documento escrito”, pero como
etimológicamente, texto está ligado a “tejido” y tejido es “cosa formada al entrelazar
varios elementos”, podemos traspolar lo estrictamente denotativo y jugar con lo
connotativo para dar el sentido real al término, ajustándolo a la intención con que
se quiere usar. Así, texto será todo lo referido al uso del lenguaje, a un fenómeno
de la realidad considerado en particular, cada acto de la conducta social de cada
individuo y toda otra trama que se ponga en especial consideración de estudio. El
texto opera como el objeto que es tema o cuestión de particular consideración.
Mientras que contexto, primariamente entendido como “entorno lingüístico del cual
depende el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento literario considerados”,
nosotros lo entenderemos en forma más generalizada como el “entorno” de todo lo
que hemos considerado texto, es decir, aquello que “rodea” al texto, que “está
junto” al texto.

Ortega y Gasset, de algún modo, introdujo esto de texto y contexto, cuando


habló de “el hombre y sus circunstancias”, “yo soy yo y mis circunstancias”,
siendo el texto el hombre y el contexto todo lo que “está” alrededor del hombre
(circunstancias).

Como veremos luego, el lenguaje es una “red de significados” y toda signo


lingüístico, tendrá más de un significado. ¿ Qué implica esto ?: que al estudiar un
fenómeno (texto), éste adquirirá relevancia, importancia, sentido o significado, de
acuerdo a su contexto. Esta reflexión simple nos guía para animarnos a postular
que de ningún modo tiene prioridad ni texto ni contexto, sino que ambos van
entrelazados íntimamente y separarlos sería cometer el mismo error que decir que
el hombre es un compuesto de cuerpo y alma. Sería pretender un dualismo,
cuando en realidad, texto y contexto son simultáneos.

A partir de la década del 60, la “ciencia del lenguaje” dio una nueva
denotación a texto, a los fines gramáticos, dándole el carácter de “unidad lingüística
superior formada por una sucesión de elementos lingüísticos entrelazados de manera tal que
conforman una unidad semántica clausa, más “independiente” que la oración”.
Magdalena Viramonte de Ávalos (LA NUEVA LINGÜÍSTICA EN LA ENSEÑ
ANZA MEDIA, Bs. As., 1993) explica que debido a una nueva dimensión
conceptual de la Lingüística, “ya no interesan tanto las reglas de la lengua en tanto
sistema inmanente, sino los de la lengua como sistema de comunicación que implica la regla
gramatical, más la regla pragmática, es decir, el USO”. Al hablar de comunicación, es
importante también discernir entre texto y discurso. Atento a nuestra forma de
análisis discurso es una “facultad racional con que se infieren unas cosas de otras,
sacándolas en consecuencia de sus principios o conociéndolas por indicios y señales. Es una
especie de reflexión, raciocinio sobre algunos antecedentes o principios. Pero también es la
serie de palabras y frases empleadas para manifestar lo que se siente o se piensa”. Con esto
dejamos señalados que en las denotaciones de discurso hay claramente dos
significados: el de un acto mental y una forma de decir. En referencia a esta última
acepción Coseriu indica al discurso como una “actividad individual” que consiste
75

en “el acto lingüístico de un individuo determinado en una situación determinada”. Este


“acto lingüístico” en realidad viene a ser una “serie de actos lingüísticos conexos”,
siendo el producto final de esa “serie de actos”, el texto.

La actividad discursiva, en la comunicación, es un pilar fundamental porque


de ella surgirá el texto de un mensaje y de ella dependerá “saber comunicar”, para
lo cual Viramonte de Ávalos, siguiendo a Coseriu resaltará tres “saberes”
necesarios para una correcta actividad discursiva:
1. saber hablar (que haya congruencia, coherencia, etc. en el discurso)
2. saber idiomático o técnica para hablar
3. saber expresivo o adecuación a la situación, tema e interlocutor.

En el primer saber o saber hablar, van Dijk establece como fundamentales


dos cosas:
• la conexión semántica que consiste en el orden de frases y proposiciones “como
un todo” lo que se logra por medio de los conectivos (conjunciones, adverbios,
partículas)
• la coherencia semántica, la cual se resuelve a nivel profundo y puede ser:
a) lineal o secuencial: se establece entre las distintas proposiciones del texto o entre
proposiciones y secuencias;
b) global: está determinada por todo el texto (macroestructuras o contenido del
texto-tema).

A estas condiciones, van Dijk agrega una superestructura que es la forma


del texto, siendo su objeto la macroestructura o contenido del texto. A su vez, el
contenido del texto-tema es un programa semántico el que se descifra sólo al
recorrer el texto y extrayendo los elementos que suministran información a través
de elementos o enlaces semánticos (inyectores dosificadores de la información
textual).

Pero además de lo semántico, que es propio del texto en sí, debe haber una
coherencia pragmática y acá entra a jugar el contexto o sea, hay que relacionar la
estructura textual con los elementos que rodean la situación comunicativa
(determinación o entornos). Mientras que determinación es el “conjunto de
operaciones que en el lenguaje como actividad se cumplen para decir algo con los
signos de la lengua”, los entornos son “las circunstancias del hablar que sitúan en el
espacio, en el tiempo y en la región como zona, ámbito o ambiente” (contexto
idiomático o universo del discurso) (Coseriu).

Este concepto de texto y contexto reemplaza, en algún modo, a los conceptos


de la oración, la cual queda reducida a “la menor unidad del habla con sentido
completo” mientras que texto y contexto superan a esa “unidad menor” para ser
una especie de “unidad mayor”: texto-contexto y que podría definirse como “la
unidad de comunicación con sentido completo”. Esto nos ubica pragmáticamente en el
uso social del lenguaje, dado que nunca nos expresamos con oraciones aisladas (las
cuales sólo son útiles para el análisis gramatical de un texto), pero de ninguna
manera puede decirse que es la unidad de la comunicación normal y cotidiana, la
cual siempre exige lo que se ha interpretado como texto y contexto.
76

Queda así centrado nuestro estudio del lenguaje, en los aspectos


pragmáticos del mismo, lo que está relacionado con la conducta verbal que se usa
en la comunicación humana y que abarca diversos aspectos, además de los
estudiados, puesto que el comportamiento humano es muy complejo y en la tarea
comunicativa se emplea tanto lo verbal como lo extraverbal. Cada vez que el
hombre actúa en sociedad entra a formar parte irremediablemente de un proceso
de comunicación de forma tal, que Watzlawick considera que “no es posible no
comunicar”.

El grado de implicación y de voluntad en el proceso de interacción varía entre dos


polos bien definidos:
a) hermetismo o indiferencia o rechazo a comunicar algo a alguien que está en
nuestra presencia, aunque esa misma actitud se traduce por un comportamiento
a través del cual estamos haciendo ver a la otra persona nuestro desinterés por
la interacción y eso es ya un mensaje (mensaje negativo) y por lo tanto es una
forma de establecer comunicación;
b) propósito de comunicar algo a alguien y en esto pueden ocurrir variables tales
como no acertar en la forma de expresarlos (insuficiencia funcional de la
capacidad comunicativa del emisor) o bien por recepción deficitaria (completo
fracaso de la comunicación). Pero también puede ocurrir que la comunicación
sea un éxito completo y se logre dar el mensaje y éste sea recibido y
comprendido correctamente.

Estas circunstancias hacen que en la práctica el lenguaje sea un verdadero


instrumento social a través de la palabra. Por eso la noción de uso nos hace
reparar en los varios aspectos fundamentales del lenguaje y en su importancia
como actividad, esto es, como serie de actos lingüísticos, en el papel que
desempeñan los contextos y en el carácter “usable” de los términos dentro del
texto. Desde Morris es clásica la distinción de la semiótica (“estudio y teoría general
de los signos en la vida social”) en sintaxis (“parte de la Gramática que enseña a coordinar
y unir las palabras para formar oraciones y expresar conceptos. Conjunto de reglas
necesarias expresiones o sentencias correctas”) o sea, cómo se estructuran los signos;
semántica (“estudio del significado de los signos lingüísticos y de sus combinaciones desde
un punto de vista diacrónico o sincrónico) y pragmática (“disciplina que estudia el
lenguaje en su relación con los usuarios y las circunstancias de la comunicación”). Para
dilucidar acerca de estas reglas es necesario recurrir a la observación de la
situación y circunstancias de su uso, es decir, al contexto, que en último término es
lo que determina las distintas formas de uso del lenguaje, por su pertenencia,
adecuación y otras variables.

Lenguaje y pensamiento

Cuando abordamos qué es el pensamiento, dejamos perfectamente


delimitado que es un término ineludiblemente ligado a dos significados bien netos:
1. Como un acto mental del intelecto (“potencia o facultad de pensar”) que es el que
“elabora” los conceptos, juicios, sentencias y discursos propios del lenguaje
(pensamiento procesual);
2. como el contenido de un “conjunto de ideas propias de una persona o colectividad”,
es decir, lo que tiene que ver con el modo de vivir, actuar y emitir opiniones
77

(modo de ser individual o propio). En este caso es “acción y efecto de pensar” y


está asociado a invención y creatividad.

Sea el primer o el segundo concepto de pensamiento, es innegable que el


pensamiento es lo que dará lugar al “modo de hablar” de una persona. Luego, por
el modo de hablar y de actuar de un individuo, nosotros podemos conocer el
“modo de pensar” en alguna manera.

Expuestas así las cosas, surge sin discusión que el pensamiento, como acto
mental, es el que origina el lenguaje. Pero el contenido es el que origina el modo
de hablar y es sólo el contenido el que a su vez puede ser modificado por el
lenguaje. El pensamiento-acto mental jamás puede ser modificado por el lenguaje,
por ser un mecanismo propio de la naturaleza del intelecto, que no puede ser
variado por el hombre, dado que su función es formar el lenguaje. Este
pensamiento-acto mental origina el lenguaje, pero no puede ser influenciado por el
lenguaje. Iterando: el lenguaje no cambia el pensamiento acto-mental.

Pero el pensamiento-contenido, aquel que se ocupa de determinar el modo de


hablar y de actuar, sí es objeto de modificación por parte del lenguaje (siempre y
cuando no se intente modificar los “modos de ser” propios de la naturaleza de
cada hombre).

En virtud de estas reflexiones podemos sugerir que el pensamiento-acto


mental es absoluto o necesario (aquello que no puede dejar de ser) mientras que el
pensamiento-contenido es contingente (aquello que puede ser o no ser; suceder o
no suceder, cambiar su estado en un momento dado).

Aclarados los términos con los cuales operaremos en este trabajo, todo lo
que sigue en relación a lenguaje y pensamiento, será referido al pensamiento-
contenido.

Percy Bysshe Shelley (PROMETEUS UNBOUND, 1820) afirmó la idea de


que el lenguaje no es meramente un medio para expresar nuestros pensamientos
sino que puede ejercer una influencia decisiva sobre éstos. En este libro, Prometeo
dio al hombre el habla y el habla creó el pensamiento. Los críticos de Shelley
observaron que afirmar esto es como afirmar que el efecto creó la causa. Nosotros
pensamos que la polémica se debió a no distinguir como nosotros lo hemos hecho,
en referencia al mecanismo intelectual del pensamiento y a su contenido. Pero
también acá, una vez aclarado correctamente qué es uno y qué es otro, se plantea
también un problema de causa-efecto en lo relativo al pensamiento-contenido,
dado que en este momento (próximo al siglo XXI) el pensamiento de la
Humanidad está condicionado, en alguna manera, por una aplastante cultura de
más de 50 siglos de existencia. Es muy difícil hoy tener un pensamiento totalmente
creativo absolutamente en lo cultural. De algún modo, muchos elementos con que
construimos lo creativo están previamente dados en nuestra cultura.

La teoría Shelley parte del presupuesto que el hombre primero habló y


luego pensó. Nosotros rechazamos esa idea apoyándonos en el mecanismo
intelectual natural que el hombre posee. Para poder hablar, el hombre antes tuvo
78

que idear el signo que pudiera graficar el significado que su mente elaboró primero
al observar un fenómeno. Cuando nace la palabra, ya estaba formado en la mente
todo significado y sentido y puesto en marcha todo el intelecto que involucra el
pensamiento. Es indudable que la cosa fue al revés: el hombre primero pensó y
luego habló. El principio de Descartes “pienso, luego existo” está más cerca de esta
idea. De todos modos, discutir sería hacerlo en términos de una “discusión
bizantina”, porque la interacción entre pensamiento y lenguaje es un camino de
doble vía en donde el pensamiento origina lenguaje y éste a su vez pude inducir
contenidos en el pensamiento. Es indudable que nuestra forma actual de pensar
está sujeto a las palabras que debemos usar para expresarnos, para elaborar
nuestros conceptos y nuestro análisis de la realidad, en el mundo en el cual
estamos inmerso. Por eso pensamos que para dilucidar la cuestión no debemos
arrancar de este presente “dado”, sino hacer un esfuerzo hermeneútico, basado
en la lógica, en el cual reconoceremos que las primeras palabras surgieron de un
pensamiento previo.

Hipótesis Sapir-Whorf

Sapir ( SELECTED WRITINGS, 1929) aseveró que “los seres humanos


están casi enteramente a merced de la lengua particular, que ha llegado a ser el medio de
expresión de su sociedad, el ‘mundo real’ está, en gran medida, construido sobre los hábitos
del lenguaje del grupo”. Incluso los actos relativamente simples de percepción, en
esta teoría, están mucho más a merced de las pautas sociales llamadas palabras,
más de lo que podríamos suponer. Vemos, oímos y experimentamos como lo
hacemos, en gran parte, porque los hábitos de lenguaje de nuestra comunidad
predisponen a ciertas opciones de interpretación.

Whorf, en 1940, afirmó que “el sistema lingüístico básico (gramática) de cada
lengua, no es meramente un instrumento reproductor para expresar ideas, sino que él
mismo es más bien el formador de las ideas, el programa y guía para la actividad mental del
individuo, para su análisis de las impresiones, para su síntesis de su acervo mental.
Disecamos la naturaleza según las directrices fijadas por nuestras lenguas nativas. Las
categorías y los tipos que aislamos del mundo de los fenómenos, no las encontramos allí
porque salten a la vista de cualquier observador; por el contrario el mundo se presenta en
un flujo caleidoscópico de impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes y,
esto quiere decir en gran medida, por los sistemas lingüísticos de nuestra mente. Nos
hallamos así introducidos en un nuevo principio de relatividad que sostiene que todos los
observadores no son conducidos por la misma evidencia física a la reproducción del
universo, a menos que sus bases lingüísticas sean similares o puedan ser calibradas de
alguna manera”.

El análisis de esta tesis a la luz de nuestros conocimientos actuales de la


fisiología del pensamiento (modo de funcionamiento) no resiste el rechazo. Pero
esa idea whorfiana del hombre atrapado en su lengua nativa no es tan estúpida
como pudiera verse sino que está enraizada en la vieja problemática de la
“expresión de un pensamiento”. La percepción de un fenómeno, la formación de
una idea y un pensamiento, son resortes propios de la mente, pero la expresión
formal del pensamiento está sujeto, irremisiblemente, al sistema lingüístico. Por
eso, la riqueza de los pensamientos en creatividad, obliga a una continua
79

transformación del lenguaje, cuando éste no satisface la expresión de una idea


creativa. Ullman (LENGUAJE Y ESTILO, Madrid, 1968) atribuye a que la
naturaleza misma del problema lenguaje-pensamiento, crean las dudas porque
lenguaje y pensamiento están estrechamente ligados, de modo tal que es difícil
concebir al primero sin el segundo y, con seguridad, es casi imposible determinar
la influencia mutua en la actualidad.

Aparte de las dificultades intrínsecas del problema, habría dos limitaciones


más para la utilidad de la teoría:

• los conceptos abstractos de la rica terminología y la fina delimitación de matices


que refleja la cultura superior (formas superiores de expresión lingüística) que
acomoda el lenguaje a las necesidades científicas, literarias, económicas,
políticas, legales e, incluso, del orden filosófico, no están representados en los
idiomas salvajes o más limitados y esto marca las diferencias culturales entre los
pueblos primitivos o salvajes y los pueblos más cultos. Pero ocurre que los
lenguajes primitivos cargan de un mayor sentido a las palabras y ajustan mejor
el lenguaje a las realidades, mientras que el lenguaje de supuesta superioridad
lingüística, en el fondo resulta de escaso sentido, por lo que termina obrando
como superficial, pues necesita de muchas palabras para expresar una realidad
determinada y esa escasa adaptabilidad termina con un continuo recambio en el
que aparecen neologismos y desaparecen o quedan en desuso los neologismos
anteriores a los más recientes. Sería mucho más conveniente investigar el influjo
del lenguaje sobre ideas científicas o filosóficas en comunidades que
efectivamente elaboraron una física o una lógica propia.
• Otra limitación de la hipótesis whorfiana está relacionada con la cuestión
anterior. Whorf se ocupó ocasionalmente de algunos aspectos extraños del
vocabulario, pero su teoría se centró sobre la estructura gramatical y sobre las
categorías que esa estructura impone en el pensamiento y el comportamiento
humanos. Whorf sostiene que debido a la naturaleza sistemática y configurativa
de la mente superior, el aspecto de “modelación” del lenguaje vence y controla
siempre el aspecto de “lexación” o asignación de nombres. De ahí que los
significados de las palabras específicas sean menos importantes de lo que
imaginamos. Las oraciones, no las palabras, son la esencia del habla. Pero este
aserto tiene dos comentarios que fundan una controversia:
1) la “modelación” no se reduce a la fonología y la gramática, sino que el
vocabulario de una lengua tiene una organización y una estructura propias que
en algunos sectores están sólidamente integrados y rígidamente jerarquizados;
2) aunque sea cierto que las categorías gramaticales sean más profundas y más
fundamentales que los elementos léxicos, son así mismo, más generales por lo
que es más difícil determinar la influencia precisa que ejerce sobre nuestro
pensamiento.

A pesar de sus propias limitaciones, la hipótesis Sapir-Whorf ha sido


provechosamente suplementada por otro movimiento lingüístico contemporáneo:
la teoría de los campos léxicos que estudiando la historia y estructura de las
lenguas europeas se ocupan, aunque no exclusivamente, de los problemas léxicos.
En esta teoría, cada país forma con su léxico un campo determinado y en algunas
palabras, especialmente referentes a fenómenos intelectuales, morales, psicológicos
80

y sociales, son intraducibles de un idioma a otro. Esto crea en cada país un campo
léxico cerrado. Pero hay otros términos en la coexperiencia léxica que encuentran
traducción en otras lenguas y éstos constituyen campos léxicos abiertos.

Los “campos léxicos cerrados” con los que presentan discrepancias entre los
idiomas y los términos intraducibles expresan la mentalidad peculiar de la nación
que los usa, más que el objeto que se tiene en la mente, cuando se piensa en ellos.
Buscar la traducción de esa palabra incomprensible, obliga a abrir el pensamiento
de la mente de una nación a la mente de otra y la búsqueda o creación de un
término equivalente significa de algún modo originar una forma de pensar
distinta.

Pero en la realidad no es tan así porque la investigación lingüística profunda


logra mostrar referencias en muchos pueblos a la idea expresada por el término
aparentemente intraducible, el cual si bien no tiene una equivalencia léxica tal cual,
suele tener sinónimos que se han originado en una misma raíz. Otras veces, lo
“intraducible” son los giros idiomáticos propios de cada país.

Esto último nos lleva a otro aspecto de esta cuestión del lenguaje. La
existencia de una palabra o de un giro o de una frase hecha para un concepto
abstracto (aquél que no tiene un sujeto inmediato), ejerce cierta influencia en la
mentalidad del hombre corriente. Éste le adopta más fácilmente y centra la
atención de su mente o pensamiento a él adaptándose sin más trámite. Esto sí
puede interpretarse en algo así como que el lenguaje moduló el pensamiento. A los
argentinos actuales le ocurre que cotidianamente se expresan, piensan y se
manejan con frases hechas y lugares comunes, como lo señala Carlos Ulanovsky (LOS
ARGENTINOS POR LA BOCA MUEREN, Bs. As. 1995).

Siguiendo el pensamiento de Ulanovsky y de otros autores como Borges,


Arlt, etc., es fácil caer en la tentación de decir que los argentinos “piensan según las
palabras que conocen” y no al revés: “hablan como piensan”. Parece que el hombre
argentino vulgar, el que no puede acceder al léxico culto o puro, evidentemente no
se enrola en el purismo idiomático (el que no usa dialectos regionales) puesto que
al no saber, no querer o no poder usar un léxico ortodoxo, inventa un dialecto
personal al que inyecta palabras multiusos, neologismo “ad hoc” (lunfardo y
similares) o simplemente deforma las palabras existentes (habla al revés [verrés]) o
en “en sanguche”(sandwich): empieza y termina una frase con la misma palabra
(“qué hacés, pibe, qué hacés ?”). Otra peculiaridad es que cuando su forma de
pensar es vacua o su lenguaje pobre emplea la palabra multiuso cosa para
multidenominar objetos y personas, llegando a un punto de que si alguien que lo
escucha no está sintonizado en su onda, no podrá descifrar qué quiere decir
cuando expresa: “alcánzame el coso que está cerca de la cosa, allí en la cosa
aquella”. Otro término multiuso es la palabra “macanas”, originariamente
asignada a un instrumento usado en las poblaciones indígenas, y que fue adoptado
como lo describe José Edmundo Clemente (EL LENGUAJE DE BUENOS AIRES).

Si bien es cierto que la lengua debe acompañar la evolución de un país o de


una sociedad, en el caso de los argentinos, y más particularmente de los porteños,
la avalancha de términos que acompaña cada generación, década a década, no
81

significa en modo alguna una riqueza lingüística, puesto que muchos términos se
emplean por ignorar los denotativos, otros son meramente connotativos y la
mayoría, directamente, son vacuos (ni denotativos, ni connotativos). Esto se debe a
un inmenso vacío lexicológico. Cuando no se encuentran o no se conocen las
palabras adecuadas, se apela al mote, al multiuso y a todas las deformaciones del
lenguaje, que hemos señalado. Todo impresiona como que el lenguaje en el
argentino (circunscriptamente en el porteño) no expresa el pensamiento ni lo
modela, simplemente es un instrumento lúdico, a tal punto que dos profesores de
letras, Mazzei y Mayor reconocen sin pudor: “en el caso de los porteños, la lengua
no sólo es un instrumento para comunicar información: el porteño juega mucho
con las palabras”.

Antes, cuando se hacía referencia al “juego de palabras” se expresaba una


condición de manejo inteligente del lenguaje, basado en la rapidez mental y
consistía en que al oír una palabra determinada, ésta inducía en el interlocutor un
retrueque inmediato y ágil, con otra palabra asociada a la primera por la forma o el
sentido. Este juego era un alarde de agilidad mental en el manejo del léxico. Pero
para el porteño, “jugar con las palabras” no significa siempre agilidad mental, sino
simplemente un manejo caprichoso y arbitrario, no sólo de palabras ya acuñadas o
propias del léxico, sino del uso de sonidos vocales o creación de neologismos “ad
hoc” no existentes antes, sin intención de expresar ningún pensamiento en
particular sino manifestarse explosivamente en lo que él considera una expresión
de picardía. Actúa como llenando el vacío de léxico con cualquier cosa y ya no se
trata de hablar o comunicarse, sino simplemente de decir algo, aunque eso no sea
justamente una palabra sino un remedo de la misma.

Debida a esta modalidad, humorísticamente los artistas como Olmedo, Balá,


Figuretti y otros similares, pintan al argentino zafado, burlón, picaresco, que
“habla de todo, no entiende de nada y no dice nada”, usando lenguaje “sui generi”
que a veces se tilda de lunfardo, otras de “porteñismo”, etc. Últimamente, la moda
es el insulto abierto, el gesto ofensivo, lenguaje procaz o pornográfico, soez.

Ante estos fenómenos, la pregunta es: ¿ el lenguaje forma el pensamiento


argentino ?, o sea, ¿ el argentino es cómo es porque su forma de hablar lo
condiciona ? o, contrariamente, ¿ la forma de hablar es fruto directo de su forma de
pensar ?. Cabe otra pregunta: ¿ el léxico catastrófico de los argentinos es una nueva
categoría gramatical y léxica, o es la consecuencia lógica y probable de un vacío
total de lengua y mente ?. Una cosa es evidente: que el lenguaje en Argentina es
creado por algunos y adoptados por muchos, vehiculizados por los medios de
comunicación social o masiva. Pero Argentina es el único país en que el hombre
medio, cotidiano, “de la calle”, ante la exigencia de pensar seriamente un problema
social o personal, se expresa socarronamente, con harto uso de muletillas, frases
hechas sin sentido, palabras o gestos zafados y procaces. En el mejor de los casos,
con un “chiste” oportuno o con el “discurso de la pavada” (un montón de frases sin
sentido y sin orientación alguna).

La misma situación, de algún modo, se instala en los estratos sociales


supuestamente pensadores en el orden político y económico, donde todos se
expresan con sofismas solemnes, pero que de ningún modo los pensamientos
82

expresados conducen o generan conductas eficaces. Lo normal es alardear del


“doble discurso”: no se dice lo que se piensa y no se hace ni lo que se dice ni lo que
se piensa.

En nuestra conclusión y analizando la experiencia propia, pensamos que, de


alguna manera, en Argentina la teoría de los “campos léxicos” parece acercarse
más a la de un “terrorismo del léxico” en donde hay subversión total, que sacude a
“todo el país”, y que se autocopia creando un “molde en serie” que se suma a otras
cosas compartidas por igual: se visten igual, piensan igual, se expresan igual y
hablan igual. Salirse de este molde y no tener un contenido personal, es ser una
especie de “paria” o “marginado” social que no logra su inserción en el medio.
Incluso se llegó a comentar la posibilidad de crear una regla para “suprimir” las
reglas ortográficas actuales y dejar en libertad a los que escriben para hacerlo
según su propio sentido ortográfico.

Nuestra opinión es que no puede hablarse, en este ejemplo, de que el


lenguaje modula el pensamiento porque no hay un lenguaje propiamente dicho y,
por los frutos, tampoco parece existir un pensamiento. Los “pensadores” argentinos
ya no son tales, sino directamente son “narradores de realidades” lo que significa que
sólo se describen los fenómenos que ocurren en la realidad, o bien, al mejor estilo
de Borges, “narradores de irrealidades”, sin que ello sea expresar un pensamiento.
Nadie discute la verdad de que el lenguaje expresa el pensamiento, pero en el caso
argentino el campo del léxico es cambiante y anfibológico y refleja meramente una
sociedad caótica con valores depreciados.

Volviendo al tema central de este parágrafo, cabe preguntar: ¿ qué fue


primero: los modelos lingüísticos o las normas culturales ?. Es evidente que a
medida que el hombre va instrumentando “su” mundo, hace la cultura y con ella
la lengua. Por esto, en lo esencial dice Ullman tanto el modelo lingüístico como la
norma cultural han crecido juntos, influenciando uno con el otro constantemente.
No obstante, en esta asociación la naturaleza del lenguaje es el factor limitante de
la libre plasticidad y torna rígidos los canales del desarrollo en forma autocrática,
debido a que el lenguaje es un sistema y no un conjunto de normas como la
cultura.

Luego, mientras el sistema lingüístico se renueva muy lentamente, las


normas culturales cambian velozmente porque las innovaciones culturales se
llevan a cabo con relativa rapidez. Esto ocurre más particularmente en estas
postrimerías del siglo XX, en que la tecnología y la globalización causan veloces
cambios industriales, sociales, económicos y políticos, con un vertiginoso devenir
de hechos, que en una sola década (1985-1995) cambió el rumbo económico y
político del mundo y la geografía mundial. De algún modo, esto explica cómo se
constituyen los campos léxicos y cómo el espacio semántico correspondiente a una
esfera dada de coexperiencia, se llena (gradualmente y no en forma tan rápida
como los cambios) de una espesa red de términos y conceptos, los que a veces
señalan (y otras no) las fuentes de dónde se extraen las nuevas palabras.

En cierta manera, la globalización echa por tierra la teoría de que el lenguaje


forma el pensamiento, porque muchas de las nuevas ideas políticas, sociales y
83

económicas, inducidas en parte por la tecnología, aún no alcanzan a tener un lenguaje


propio y el existente no las contiene en forma adecuada. Ni comentar del lenguaje
tecnológico, patrimonio único de técnicos. En este contexto, ¿ puede ser el lenguaje
el instrumento forjador del pensamiento ?. Quien piense que sí, deberá explicarlo
muy claramente, porque tanto la filosofía como la lingüística contemporáneas
están persiguiendo a las palabras para desmenuzarlas y llenarlas de un contenido
(primero etimológico y, a partir de éste, conceptual) a fin de recrear un lenguaje
que contenga las nuevas formas de pensar. Lo real es que no se busca pensar a
través del lenguaje sino, contrariamente, se busca un lenguaje para expresar lo que
se piensa. En este esquema, naturalmente nos hemos referido a los que piensan
(pensadores). Aquellos que no piensan son, probablemente, los que se benefician
para obtener alguna manera de pensar a través de un lenguaje dado.

En la información, el lenguaje tiene la misma naturaleza de la comunicación:


es un camino de doble vía en ambas direcciones porque el pensamiento busca el
lenguaje y el lenguaje transmite un pensamiento. Esto no nos debe llevar a la
confusión de creer que el lenguaje es fuente de pensamiento, al menos, en forma
exclusiva. ¿ Porqué esta afirmación ?. Porque las palabras, y con ellas el lenguaje,
tienen deficiencias.

Según lo hemos manifestado, es de diversas maneras como se edifica


paulatinamente un campo léxico y cada nueva palabra representa un logro
intelectual distinto y, a su vez, proporciona una herramienta de análisis a millones
de hablantes futuros, a los que puede o no influir en su forma de pensar, dado que
la influencia está en estricta relación inversa con el grado de cultura. Y, también en
nuestro análisis, el grado de cultura cambia permanente con las rápidamente
mutables “normas culturales”. Por lo tanto, una palabra concebida en un momento
cultural, es muy probable que no signifique lo mismo en otro momento cultural,
aunque el tiempo transcurrido desde el primer uso de la palabra hasta otra
circunstancia cultural no sea muy extenso. Los cambios rápidos introducidos en la
época actual hacen que las palabras sean “inestables” junto con los conceptos que
representan o significan y en esto consiste la deficiencia a la cual recién aludimos.
Naturalmente, hay también deficiencias semánticas que analizaremos a
continuación.

Lenguaje y significado

Hemos introducido anteriormente los conceptos básicos de significado. En


este parágrafo consideraremos otros aspectos lingüísticos y prácticos del
significado de las palabras. En primer lugar hablaremos de la semántica que es el
“estudio del significado de los signos lingüísticos y de sus combinaciones desde un punto de
vista sincrónico y diacrónico”. La sincronía “es el método de análisis lingüístico que
considera la lengua en su aspecto estático, en un momento dado de su existencia histórica”.
Lo sincrónico es “lo que se dice de las leyes y las relaciones internas propias de una
lengua o dialecto en un momento o período dados. Asimismo, se dice del estudio de la
estructura o del funcionamiento de una lengua o dialecto sin atender a su evolución”.
Mientras que diacrónico se opone a sincrónico y es “lo que se dice de los fenómenos
que ocurren a lo largo del tiempo, así como de los estudios referentes a ellos, sobre todo, de
los hechos y relaciones lingüísticas”.
84

La teoría semántica generativa es una teoría lingüística que se aparta de la


gramática generativa, al establecer que toda oración realizada procede, por
transformaciones, de una estructura semántica y no sintáctica. En esta teoría, la
semántica es un componente de la gramática que interpreta la significación de los
enumerados generales por la sintaxis y el léxico.

Desde otro punto de vista, en el significado de las palabras conviene tener


en cuenta a la etimología (viene de etimo = significado verdadero) y hace
referencia a la raíz o vocablo del cual emana otro. Estudia “el origen de las palabras,
razón de su existencia, de su significación y de su forma. Es la parte de la Gramática que
estudia el origen de las palabras consideradas en dichos aspectos”.

Siguiendo conceptos vertidos en el parágrafo precedente, es obvio que el


vocabulario es la parte de la lengua que menos se ofrece a una consideración
estructural, pero a partir de Saussure y Meyer está de hecho penetrado por
sistemas. Pero la sistematización del lenguaje, de ninguna manera, significó un
avance sino más bien una complicación, a tal punto que las distintas disciplinas
(etimología, semántica, morfología, lingüística, fonología, etc.) han llenado de
vocablos técnicos e intrincadas teorías y estudios bastantes difíciles de aprender y
mucho más de entender, porque el desmenuzamiento de las palabras no las hace
más comprensibles sino simplemente genera un conjunto de términos con
contenidos similares que en el fondo resultan confusos. Valga como ejemplo todo
los estudios consignados en las lingüísticas modernas que plantean diferentes
antinomias, que son muy interesantes intelectualmente, pero que en la práctica
están virtualmente divorciadas del uso real del lenguaje, por lo menos, en la
actualidad.

Como muy bien lo señala y analiza Viramonte de Ávalos y consintiendo


con Coseriu, la lingüística de hoy tiene como objeto “el lenguaje en todos sus
aspectos” y no en estudios sectorizados, pero en especial modo se ocupa del
lenguaje concreto como “actividad en el hablar” cotidiano o sea, el uso real del
lenguaje. De esta forma, se pasa de una “competencia” estrictamente lingüística a
una “competencia comunicativa”. Este sentido pragmático del lenguaje le devuelve
a lo que originariamente era: un medio directo de comunicación y así es como
interesa conocerlo. Todos los vericuetos científicos y académicos de los estudios
lingüísticos y los refinados conceptos elaborados son muy interesantes, pero no
hacen al uso dinámico inmediato del lenguaje, sino que son estáticos.

Consecuentemente, el interés lingüístico de ahora, siguiendo a Chomsky “ha


de ser describir el conocimiento implícito que el sujeto tiene de su lengua” o sea estudiar
la “competencia lingüística” de cómo se produce y comprende el lenguaje
actualmente en la práctica, cómo se domina la lengua en la comunicación y su
contenido social. Las reglas gramaticales serán un hito que ayudan a formular el
lenguaje práctico del discurso, pero perderán la jerarquía estricta que se pretendió
primariamente. Las reglas son útiles, pero en la medida que ayudan a ordenar un
texto, pero de ninguna manera deben limitar una expresión. Esta intención cambia
el sentido del estudio del lenguaje, el cual ya no se enfoca como “estructura
homogénea” sino que se sustituye por el punto de vista del “estudio de la conducta
85

lingüística heterogénea y variable en situación socio-comunicativa” (Lewandowski). Este


cambio de rumbo significa, como antes lo indicamos, que “se ha pasado de la oración
al texto como entidad semántica” (Viramonte de Ávalos) y que nosotros adoptamos
al texto como “unidad comunicativa”.

Estos cambios eran necesarios dado que una palabra sólo puede ser definida
en función de otras de la misma lengua, de las que se diferencia su sentido. Pero el
estudio de cada signo o grupo de signos de una palabra, ya es una tarea que nada
tiene que ver con el significado o uso práctico de la lengua. Hay, sin dudas, un
divorcio total entre los estudios académicos de la lengua, el uso estilístico o
literario, el uso científico y el habla común o cotidiana. Adrados (ESTUDIOS DE
LINGÜÍSTICA GENERAL) señala que la aplicación de principios de la Fonología a
la Morfología y Sintaxis, se ha llevado a cabo lentamente, con dificultades, pero el
intento de aplicarlas al vocabulario representó una dificultad aún mayor.

Los lingüistas modernos han intentado integrar el uso y significado de las


palabras a distintos “campos” y así se habla de “campos semánticos” (Trier),
“campos nocionales” (Matoré) y otros campos más que no aportan más que
diferentes puntos de vistas sobre la constelación de usos y significados de una
palabra y su entrelazamiento con las otras palabras del vocabulario. Saussure
aportó el concepto de “red asociativa”, o sea, áreas lexicales en que las palabras
engranan en series a su vez relacionadas en torno a una palabra dada, de lo que
resulta una “interanimación” del léxico.

El otro aporte es distinguir entre “valor” y “significado” de una palabra,


que tuvo como derivación negativa en la Escuela de Copenhague y el
behaviorismo, la reducción de la lengua a un formulismo alejado del significado.
Esta tendencia a estructurar la lengua en forma independiente del significado se
debió al deseo de obviar la dificultad que representa la vaguedad del sentido de
muchas palabras. Pero la idea de pasar por alto las dificultades y declarar a la
semántica como ajena a la ciencia lingüística, es una forma peligrosa de “vaciar de
contenido” al vocabulario y esto se aleja mucho más del encuentro de una solución
al significado ambiguo de una gran cantidad de palabras del vocabulario.

En este esfuerzo de investigación es mucho más valiosa la actitud de la


escuela de Heidegger que siendo filosófica intenta llenar de sentido a las palabras,
en parte con el sentido etimológico y en parte con una aplicación racional más
definida o absoluta que aleje toda relatividad que conlleve ambigüedad de sentido
o significado poco definido de una palabra. A las palabras hay que usarlas
sabiendo con certeza cual es el significado que le estamos dando y procurando que
nuestro interlocutor capte a las mismas con idéntico sentido. La escuela
heideggeriana, sin ser lingüística, intenta dar a la lengua una fuerza potente para
hacerla el verdadero instrumento de una expresión inteligente que conduzca a una
comprensión clarísima del mundo que rodea al hombre y del sentido de su vida.
Por otro lado, a través de este estudiado lenguaje, Heidegger pretende ordenar al
ser del hombre y a éste mismo, haciéndolo reencontrar con su verdadera
naturaleza, estableciendo una autorreflexión transcendente como camino a la
verdad y la autenticidad. Para esto utiliza a la palabra, más que al lenguaje, y la
palabra es el eje e instrumento de esta nueva forma de pensar o de antropología
86

filosófica, que conduce al hombre a una revalorización que le dé mayor sentido a


su vida y a su lenguaje.

Nuestra tarea es dar un pantallazo de los hechos lingüísticos más destacados


de este fin de siglo XX en lo relativo al estudio del lenguaje y de la comunicación
para encontrar un punto de vista más adecuado que colabore al encuentro de un
camino efectivo en el terreno de la comprensión y la comunicación humana actual,
para superar la patente incomunicación reinante. Sin comunicación no hay
educación, sin educación no hay revalorización mediante una axiología auténtica
que lleve a dar un sentido real a la vida del hombre, terminando este proceso
actual de deshumanización y despersonalización.

Como corolario de este repaso lingüístico concluiremos que el defecto de los


estructuralistas lingüísticos es que en el fondo, a pesar de sus complicadas teorías,
simplifican en exceso las relaciones entre las palabras, por dos motivos:
1. o por creer que el sentido es inasible y renunciar a él
2. u, opuestamente, por creerlo definible con excesiva facilidad.

El intento de reducir la lengua a oposiciones de forma es pura ilusión dado que


siempre subyace el conocimiento de hechos semánticos y el estructuralismo sólo
nos conduce a una semántica empobrecida o a una renuncia práctica de salirse del
campo de la Fonología y la Sintaxis (Ullman) (Adrados).

La Semántica, en algún modo, ha sido y es en lo esencial, una ciencia


fundamentalmente histórica porque estudia el desarrollo del sentido del lenguaje a
través del devenir de la vida de los pueblos y ha recogido una vasta masa de
material relativo al cambio semántico.

El problema actual es lograr una unidad de criterio entre todas las ciencias
que estudian el lenguaje a fin de obtener un entendimiento y manejo claro del
mismo para todos y no para una élite intelectual que basa todo en abstractos
bastantes difíciles de entender, manejar, e integrar al concepto práctico del
lenguaje, tanto para su estudio como para su manejo concreto y no teórico ni ideal.
Concretamente hay que saber cómo se establece un sistema gramatical a partir de
los hechos léxicos y, luego, cómo pueden llegar a integrarse o desintegrarse dichos
sistemas (teoría Wartburg). Esto conlleva la posibilidad de descubrir las tendencias
que operan dentro del campo del lenguaje y el vocabulario, estableciendo sistemas
más amplios que los de la gramática, pero que esencialmente sean iguales, más
multiformes, dada la plasticidad evidente del vocabulario en uso.

En este quehacer, hay que dar por reconocido los hechos siguientes:
• la imprecisión del sentido y su definición por el contexto, imprecisión que
resalta mayormente en las categorías verbales;
• deben darse categorías verbales de formas más abiertas y más permeables a la
voluntad del hablante en cada momento, sin renunciar a las formas y algún
grado estructural que dé una disciplina que aleje el uso caótico del lenguaje,
pero sin renunciar al significado neto de cada palabra, tanto en el texto como en
el contexto;
87

• debe existir un claro enlace o puente entre gramática y vocabulario o lenguaje,


sin que signifique el predominio de uno sobre el otro, a fin de evitar la tendencia
actual de ir más a lo lexical que a lo gramatical, cuando la tendencia debe ser lo
contrario, dado que la construcción del lenguaje es más sintáctica que lexical.

Hay que tender a un mayor ajuste entre vocabulario y realidad porque de


acuerdo al concepto de Urban “todo el que habla es realista” luego, “hay que ser realista
o callarse”. Por lo que no hay que apartarse de la realidad, que como ya fue
indicado, el vocabulario nos sume en una red de significados que dependen del
sentido o entendimiento particular, o sea, del sentido que una persona le da a una
palabra. Este mecanismo de “dar sentido” o significación, lleva a otra cosa que es la
definición de una palabra, dado que realmente hay una red de definiciones del
signo lingüístico. Las formas de las definiciones pueden ser:
1. definición real: el ajuste estrecho y veraz del signo al objeto significado
(significado-objeto) constituyendo una definición natural;
2. definición denotativa: es la que realiza el diccionario de la lengua mediante una
acepción convencional del significado de las palabras y que admite todas las
acepciones consagradas por el uso universal de la palabra. Es una definición útil
porque obliga a delimitar el concepto de una palabra en base a una acepción
consensuada o convenida en que así se aceptará el significado de una palabra y
no con otro. Esto permite un mejor entendimiento y recepción de la
comunicación de ideas, conceptos, juicios y pensamientos, que será reglada por
la acepción escrita, consensuada y universal de un término. Toda denotación es
objetiva y ayuda a una expresión ordenada de un pensamiento.
3. definición connotativa: es la definición, sentido o significado particular que una
persona, comunidad o disciplina académica da a las palabras para ajustarlas a
un fin determinado e intencional muy particular. Es una definición “ad hoc”. Si
las definiciones connotativas no son explicadas previamente para lograr un
consenso de su aceptación desde un mismo punto de vista, generalmente los
términos connotativos son conflictivos y controvertidos y son los que más
problemas plantean al uso del lenguaje. Las connotaciones por diferentes puntos
de vista, en especial, las referidas a los términos abstractos o de significación
mental exclusiva que no dependen de algo objetivo sino subjetivo, son las que
crean más controversias y confusiones. No hay que olvidar que mientras toda
denotación es objetiva, toda connotación es subjetiva, lo que obliga a que sea
bien explicada para poder ser abarcada, comprendida y aceptada. Ya dijimos
que la denotación es más propia para la comunicación eficaz, pero esto no
significa de ninguna manera que la connotación sea impropia, pues sería limitar
el lenguaje a algo rígido, lo que está lejos de todo lo preconizado en este trabajo.
La connotación es la base de la creatividad, ya que al modificar el sentido de un
término con un uso diferente para adaptarlo a un punto de vista particular, es el
objeto o efecto del pensamiento creativo. Sólo que no hay que olvidar la regla de oro
de la comunicación: toda connotación debe ser bien explicada para ser ubicada
en el punto de vista del otro, a fin de ser comprendida y aceptada.
4. definición etimológica: esta definición es la que obtiene por el significado de la
raíz de una palabra o sea el significado que le dio origen. Es una definición
ajustada al signo y a su significado objetivo o intrínseco. Es la definición
adoptada por la filosofía antropológica moderna originada en Heidegger para
88

llenar de contenido a las palabras (convertidas en fetiches por el uso


inapropiado) y así permitir el ordenamiento del pensamiento crítico para
buscar el sentido de lo que las cosas son en sí, su verdadera esencia o naturaleza,
para adquirir un pensamiento auténtico, pleno de valor y sentido y, sobre todo,
ajustado a la real condición de la inteligencia del hombre para separar lo falso
de lo verdadero. También busca anclar la realidad en lo necesario (aquello que
no puede dejar de ser) para diferenciarlo netamente de lo contingente (lo que
puede ser o no ser).

El tema de lenguaje y significado no se agota con todo lo expuesto hasta acá.


Es un tema mucho más amplio y complejo y, en cierto modo, es el nudo gordiano
de los problemas actuales de la comunicación. La no adecuación del lenguaje y los
significados a una realidad circundante, es lo que ha llevado a la alteración caótica
de textos y contextos, no sólo lingüísticos, sino de la vida toda del hombre.

Nuestra intención es sintetizar en parte lo que ha ocurrido hasta hoy con el


lenguaje, su uso y su estudio, para partir con las nuevas ideas que se tienen sobre
el estudio y uso del lenguaje, la que juzgamos más acorde con la necesidad de la
realidad.

Con estas consideraciones concluimos los conceptos principales del lenguaje


como instrumento de comunicación. En el parágrafo siguiente completaremos
otros pensamientos sobre el mismo.
89

INTELIGENCIA COMUNICATIVA

Habilidad para comunicar

Cuando Goleman sacudió al mundo con su obra LA INTELIGENCIA


EMOCIONAL, abrió un camino de infinitas posibilidades para repasar la conducta
humana actual y ayudar al hombre a encontrar mecanismos que le permitan
corregir la vida conflictuada que la sociedad moderna ha impuesto, con una
orientación evidente de deshumanización y despersonalización.

Nosotros acogimos con plena convicción y adhesión la obra de Goleman


porque estaba en la tesitura de nuestro pensamiento y orientación. Lo que este
autor logró expresar claramente, ya estaba percibido y por esto las reflexiones
golemanianas fueron aceptadas sin dificultad. Ahora nuestra intención es
completar con otras “inteligencias” la reconversión del hombre para una conducta
inteligente basada en una vida plena de sentido y con alto contenido axiológico
que conlleve la autenticidad. Es decir, lograr que el hombre recupere con todo su
condición de “persona inteligente”.

La comunicación, como instrumento vital de su vida social, es básicamente


una de las cosas que debe recuperarse con plenitud para lograr que el hombre
moderno ordene, primero su vida personal y luego la de su entorno, buscando una
sociedad más equilibrada desde todo punto de vista. No queremos caer en la
utopía de “lo perfecto” sino de un “cambio posible y aceptable” aunque no sea
cabal y completo. Para esto debemos comenzar “con algo” y ese algo es el
ordenamiento de las distintas inteligencias del hombre: la emocional, la afectiva, la
instintiva y, la que ahora más nos preocupa, la comunicativa.

Hemos definido con hartura que inteligencia es una “capacidad de entender


o comprender”. También es una “habilidad, destreza y experiencia”. Luego,
aplicada a la comunicación la inteligencia comunicativa no sería otra cosa que la
“capacidad de entender o comprender mediante una habilidad, destreza y experiencia
aplicada, a expresar nuestros propios pensamientos a otros y ubicarnos empáticamente en
otros para captar con justicia lo que nos quieren decir o comunicar”.

Evidentemente, esa capacidad y habilidad dependerá del conocimiento y de


la aplicación de ese conocimiento que se tenga de la comunicación. Por eso nos
hemos extendido sobre la naturaleza del hombre, de la comunicación y de su
principal instrumento: el lenguaje. Con esto damos al hombre las herramientas
pero la inteligencia comunicativa va a depender más de la forma de pensar para
usar esas herramientas. Y la forma de pensar inexorablemente está conectada al
grado de educación recibida. De esta forma, debemos obligadamente concluir que
todas las inteligencias posibles de desarrollar en el hombre están ineludiblemente
ligadas a la educación del mismo. La educación, de por sí y su complejidad, es
tema de otro estudio.
90

No obstante trataremos de dar algunas bases mínimas para obtener algo de esa
inteligencia comunicativa.

Percepción de la realidad: sentimiento de realidad

Lo primero a considerar en la inteligencia comunicativa es la capacidad del


hombre para ubicarse y comprender a su entorno inmediato, a su realidad
inmediata. Para esto debe desarrollar un sentido o sentimiento de realidad. El
sentido de la realidad está muy cerca del sentido común, o sea, la habilidad de
captar la realidad lo más cercano posible a “tal cual” es y no a deformarla con
puntos de vista estrechos o distorsionados por los prejuicios.

En términos del lenguaje y la comunicación, el realismo consiste en el


sentido de aceptar no una estructura inmanente de la realidad, sino un lenguaje
ajustado a la realidad, la cual exige la apertura de dicho lenguaje y una cierta
sujeción a la posibilidad concreta de una rectificación oportuna en caso de yerro.

La realidad es un devenir continuo, pero el lenguaje transforma esa


continuidad con “cortes”. Esos “cortes” son apreciados por el hombre como una
forma de organización que suple las lagunas con abstracciones y palabras de
relación y, otras veces, cuando esas lagunas son bien perceptibles, se tiende a algo
más efectivo que es la apertura del lenguaje (nuestra principal proposición junto
con Adrados y otros autores).

En la percepción de la realidad debemos atenernos a un texto y su


contexto, de otra forma no hay una idea completa de la realidad percibida. Aunque
no todos los autores lo ven nítidamente, la lengua o vocabulario en sí misma no es la
realidad, sino un contenido de significación de esa realidad, la que pretende ser
reconstruida o recreada mediante el establecimiento de una serie de relaciones a
través de las palabras y otros signos. El producto final de la expresión de un juicio
surge tanto de un análisis seguido de una síntesis (dialéctica) por medio de estas
relaciones lexicales y ése es el problema porque:
1. las relaciones suelen ser individuales;
2. dentro del lenguaje, el elemento más irregular y problemático es el léxico, el que
es organizado con las palabras de forma tal que en parte resulta arbitrario.

La palabra, como entidad material portadora de un significado, resulta en el


uso cotidiano, un corte arbitrario de la realidad que no va conjugado con unidades
simétricas de sentido. El significado resulta así una clasificación arbitraria, que si
bien se realiza con una intención de significado que debería traducir finalmente un
contenido continuo e inagotable, en la práctica termina siendo un arbitrio
individual que despoja a las palabras de todo contenido o las llena de contenidos
discontinuos y agotables.

La palabra, como instrumento de conocimiento, es algo que se interpreta a la


luz de experiencias e intereses cambiantes, situación que se debe a los cambios
culturales mencionados anteriormente y estos cambios significan, a su vez,
cambiar también los puntos de vista (realidad aspectual).
91

El sentido de “realidad aspectual” (un aspecto de la realidad dado por un


particular punto de vista), transforma a la palabra en un instrumento de valor
relativo y no absoluto, dado que como el contenido es arbitrario y el significado
cambiante, de acuerdo al cambio de punto de vista, no puede dársele un
significado absoluto, continuo e inagotable. Sin embargo, a pesar de esta
arbitrariedad, se le asigna al vocabulario y a las palabras un sentido de unidad
formal y como algo “comunitario”, asimismo como una unidad de sentido. Todo
esto en un intento de no perder a la palabra como un “valor comunicativo”.

La relatividad impuesta a la palabra y al léxico, naturalmente, obstaculiza


obviamente al pensamiento lógico que percibe a la realidad como algo continuo y
no “cortado”. Ante el fenómeno del uso práctico arbitrario del lenguaje y la
necesidad de una estabilidad significativa de la palabra para que el pensamiento
crítico pueda expresar ajustadamente una realidad, se plantean dos opciones
opuestas y controvertibles (que en alguna medida ya hemos tratado):
1. el lenguaje influye en el pensamiento
2. el pensamiento condiciona el lenguaje.

En la práctica encontramos las dos opciones en formas diversas y en


diferentes contextos:
1) la relatividad lexical obstaculiza el pensamiento lógico (una forma en que el
lenguaje influye al pensamiento en forma negativa)
2) el llenar de contenido menos relativo al léxico, ayudaría a ordenar el
pensamiento lógico (acción e influencia positiva del lenguaje sobre el
pensamiento)
3) un lenguaje pobre no ayuda a pensar
4) un pensar débil no forma un léxico o vocabulario con sentido pleno
5) un pensamiento ordenado y lleno de valores y sentido, produce un léxico o
vocabulario de igual valor.

Estas opciones nos llevan a pensar en la magna tarea que le espera a los
comunicadores, educadores y estudiosos del lenguaje, ya que no es solamente
ordenar un vocabulario o lengua, sino, en algún modo, ordenar el pensamiento
mismo. Y en esta disyuntiva, las opciones se acentúan bajos dos precisas
pretensiones que conforman un verdadero dilema:

1. Primero hay que ordenar el vocabulario para permitir el restablecimiento del


pensamiento lógico o
2. hay que promover básicamente un ordenamiento del pensamiento lógico para
lograr después el ordenamiento del vocabulario.

Estas opciones incluso, pueden llegar a ser válidas simultáneamente de


acuerdo al punto de vista (contexto) en que se incluyan, pues la oposición no surge
de las funciones del lenguaje y del pensamiento, sino de cómo se maneja el
lenguaje y el pensamiento frente a la realidad.

Según vimos, la realidad a través de los sentidos impacta en la mente y


genera sucesivamente las ideas. Las ideas producen signos que intentan significar
la realidad percibida (el signo puede ser existente previamente y la idea se
92

acomoda a él o puede ser creado o recreado) y del signo se pasa al concepto y el


juicio que será expresado por el lenguaje. El quid de la cuestión no reside tanto en
la percepción de la realidad, la cual teóricamente debe ser igual para todos, sino en
lo relativo a los sentidos que cada uno da a esa realidad (puntos de vista).

Con esto queremos decir que la percepción de la realidad no tiene que ser
parcial o en “cortes” sino que se debe tratar de captarse con su globalidad y su
continuidad para después mejor resaltar un aspecto determinado y, especialmente,
subrayando que lo expresado está referido sólo a un particular punto de vista. Esta
forma de actuar involucra, entonces, los pasos siguientes:
1. captar la realidad tal cual es: con su globalidad (totalidad) y continuidad
2. una vez comprendida esa globalidad, sobre ella, a manera de un “zoom”, fijar la
atención en un determinado aspecto o “punto de vista”, pero sin perder la
noción de totalidad
3. al expresar (comunicar) ese particular punto de vista debe quedar bien en claro
que se está refiriendo a una parte de un todo, para evitar transmitir un concepto
que puede ser interpretado erróneamente

La comunicación de esos puntos de vista, como necesitan


imprescindiblemente del lenguaje, el observador de una realidad debe buscar un
lenguaje preciso. Para esto tiene que ajustar la idea que se forma de esa realidad,
de la manera más acertada a lo que ella es, evitando el prejuicio y la arbitrariedad
y después necesita encontrar el signo que exprese correctamente lo significado en
la percepción. El pensamiento lógico deberá generar ese nuevo signo o llenar de
contenido a signos existentes cambiando los sentidos de los mismos para
adaptarlos correctamente a la realidad percibida.

Lo anteriormente expuesto se refiere al pensamiento lógico, pero cuando la


realidad es vista con un pensamiento creativo más que lógico, es permisible que los
sentimientos influyan en ese pensamiento y generen otro lenguaje, de mayor
fuerza expresiva o comunicativa, siempre y cuando esa expresión sea comprendida
como un punto de vista sobre la realidad, pero teñido por la creatividad afectiva o
sentimental para dar otro significado, aunque éste no sea tan lógico.

Lo importante en todo este proceso, es que tanto el que comunica o expresa


una idea y el que la recibe tengan perfectamente en claro cuál es la intención de
lo expresado (si el pensamiento es lógico o creativo), a fin de evitar
interpretaciones erróneas y arbitrarias.

En este particular tema que estamos abordando sobre lenguaje y


pensamiento en la inteligencia comunicativa, aunque parezca simplista se nos
ocurre como válido el clásico razonamiento que postula: ¿ qué es más importante:
regalar pescados o enseñar a pescar ?. Decimos esto porque la idea de generar u
ordenar pensamientos en otros a través del lenguaje, es una forma útil de iniciar un
proceso de educación, pero si no se pasa de esto a otro método, esto obraría como
“estar regalando pescados”. Contrariamente si se complementa con la intención y
el método de enseñar a pensar, a construir un pensamiento lógico o creativo, es
mejor que sólo introducir ideas con el lenguaje y sería el método que “enseña a
pescar”, porque provee al hombre del único instrumento que le habilitará para
93

comunicarse mediante el uso inteligente del habla, que él mismo producirá una
vez que se ubique lo más verazmente posible frente a una realidad exterior o
interior.

Nuestros postulados, dichos en forma más sencilla, tienden a lograr una


forma de comunicarse con un lenguaje más auténtico, es decir, llenando de
contenido al lenguaje, el cual debe elaborarse en una forma de pensar
inteligente. Llenar de contenido es obtener signos o palabras que contengan
fielmente al significado, que tengan los rasgos presentes en el significado, de
manera que ese signo no sea portador de deformaciones, omisiones o
interpretaciones caprichosas de las características del significado, para evitar
palabras o signos inexactos que den lugar a interpretaciones arbitrarias del texto y
contexto de una realidad (o mensaje) que se quiere comunicar.

Al efectuar esta reflexión, se impone, aunque parezca superflua, la


aclaración de que raramente una sola palabra o signo puede abarcar todos los
rasgos propios del significado de una realidad. Por esta razón, un significado se
completa con la red de relaciones de las palabras (homónimos, sinónimos,
oposiciones y todas las “hierbas lingüísticas” que se generan en el “campo” del
lenguaje). Esta “red de relaciones” es la que preocupó a los estudiosos del lenguaje
y llevó a proponer teorías sobre sistemas, estructuras, lógica, etc., pero esa
actividad académica no aportó lo necesario al significado, sino que complicó
mucho la comprensión de los signos al desviarse en consideraciones que a veces
reflejaban más la forma que el contenido de las palabras. Estas teorías académicas,
en cierta medida, alejaron a las palabras más aún del significado de la realidad.

Los estudiosos de hoy han comprendido que integrar un lenguaje, la


mayoría de las veces, exige un contexto extralingüístico, teniendo presente que una
definición precisa y definitiva es imposible, dado que la lengua admite un cambio
constante en determinadas circunstancias y que las mismas palabras pueden tener
un significado distinto, de acuerdo al contexto cultural en la que esté inserta. Por
eso hemos insistido que al querer comunicarse algo, debe explicarse nítidamente
que nos referimos a un punto de vista en un especial texto y contexto (sólo así
puedo dar contenido preciso a un signo o palabra). Pero esa palabra o signo tendrá
otro contenido si el contexto cambia, por lo cual no puede tener un valor universal
absoluto. Si la palabra puede trasladarse a contextos idénticos (coexperiencia)
puede adquirir un sentido más universal, aunque dichos contextos estén separados
por el tiempo y la distancia. Pero cuando el uso de un término es simultáneo (al
mismo tiempo y en el mismo lugar) y los contextos no son iguales, obviamente no
tendrá el mismo valor su contenido o significado.

La comunicación y el azar

Para mejor comprender el proceso de la comunicación inteligente hay que


dar un párrafo especial a lo que llamaremos lenguaje aleatorio. La observación de
la realidad puede ser realizada en forma sistémica o metódica, pero también hay
fenómenos que se captan en forma azarosa, por pura casualidad. Los ingleses han
inventando un neologismo: “serendipity” (el cual ha sido traducido literal y
libremente al castellano como serendipidad), para significar “la suerte para hallar
94

cosas valiosas por accidente o azar”. En efecto, el hombre, a menudo, percibe por azar
o accidente cosas valiosas en la realidad que vive o estudia. Cuando encuentra ese
valor, necesita expresarlo y entonces recurre a una creación de una palabra o, si es
posible, recrea una existente para referirse a ese “nuevo valor” o significado. Este
fenómeno del lenguaje aleatorio es propio de la ciencia y tiene como ejemplo
clásico el descubrimiento de la penicilina realizado por Fleming. El investigador se
hallaba estudiando un cultivo de hongos y por casualidad se contaminó con unos
microbios que perecieron al tomar contacto con los hongos. Este hecho azaroso o
accidental permitió descubrir la antibiosis: sustancia secretada o excretada por
seres vivos que sirven para paralizar o matar a otros seres vivos. Del cultivo del
hongo (penicillium) nace el nombre de penicilina. Y junto con la penicilina nace el
concepto de antibióticos. La ciencia se enriquece así con dos nuevos conceptos y se
transforma el lenguaje usado hasta entonces.

Pero así como existe la serendipidad, también se puede referir a lo azaroso


con la palabra estocástico que sí existe en el diccionario de la Real Academia
Española y que etimológicamente quiere significar “hábil para conjeturar”. Este
término es útil para referirse a la situación que lleva a confeccionar un lenguaje
errático debido a interpretaciones azarosas no valiosas (efectos estocásticos). Este
lenguaje puede contener términos confusos o contradictorios.

Este párrafo sobre el lenguaje aleatorio nos sirve para describir el fenómeno
del lenguaje científico, el cual cuando se debe a la alea o azar puede transformarse
en algo valioso o definitivo, o ser un lenguaje errático y susceptible de ser
transformado a menudo, por sus significado confusos o equívocos.

La comunicación inteligente debe conocer y distinguir el lenguaje aleatorio


para poder comprenderlo y/o usarlo, porque no hay que olvidar que el azar es
parte de nuestra realidad y debe saberse distinguir lo valioso de lo errático.
También estas circunstancias nos lleva a la reflexión de que en la comunicación
inteligente, la definición de las palabras debe ser tanto formal como semántica,
pero siempre inteligente ya sean por casualidad o acaso.

Comunicación y acadecismo lingüístico

El pensamiento crítico, herramienta de la inteligencia, es, sobre todo,


reflexivo, profundo y busca el valor y contenido auténtico del vocabulario para
mejor expresar el pensamiento lógico. El pensamiento creativo, menos elaborado
intelectualmente, usa del lenguaje para darle contenido a la creación intelectual.
Todo operaría, aparentemente, como que un pensamiento busca a la palabra como
un medio para ser llenado de contenido, mientras que el otro inventa a la palabra
para dar expresión o significado a lo que ha creado. Son dos modos de usar el
lenguaje en forma distinta, porque sus mensajes son distintos. Ambos, a su
manera, ordenan las palabras buscando comunicar claramente sus fines y evitar
caer en falsedades. Luego atribuyen sentido, significado y valores, un tanto
distintos a las mismas palabras.
95

En este contexto, las palabras son algo más que los constituyentes de un
sistema de “oposiciones, relativos y negativos”, con significantes llenos de “emas”
(morfemas, fonemas, etc.). Todos los conceptos vertidos por los estudiosos de la
Lingüística explican mucho sobre la naturaleza del lenguaje, pero aportan poco
para su uso práctico. Más aún: cada escuela o teoría lingüística que aparece crea
inmediatamente una reacción contraria que destaca sus probables fallas. Las
aspiraciones de los estudiosos del lenguaje para sistematizar “lo insistematizable”
son lícitas porque verdaderamente los signos lingüísticos o palabras, dentro del
vocabulario, guardan como conjunto una serie de relaciones entre sí, pero más
acertado que analizar esas relaciones por separado, es considerarlas como una red
de significados, sentidos y definiciones que permiten la comunicación eficaz a
través una información consensuada sobre esa red.

Además, si bien las operaciones académicas permiten desmenuzar el


lenguaje desde diferentes puntos de vista y clasificarlos en “campos”, es evidente
que en el uso corriente las palabras no se desempeñan según los conceptos
académicos. Los complicados estudios lingüísticos de una u otra tendencia tienen
un lustre intelectual indiscutible, con análisis acertados. Esas reglas, incluso, son
útiles a otros estudios e influyen, a veces, en determinados estilos literarios. Pero lo
concreto es que se desconectan de una realidad lingüística en cuanto a lo referido
al uso vulgar del lenguaje, y no ayudan a operar sobre la comunicación humana
cotidiana. Todos estos acadecismos han terminado complicando la enseñanza de
una lengua, su gramática y su uso coloquial, literario, científico o “de estilo”. Hay
un alto grado de desconocimiento y desinformación sobre la gramática, la cual al
querer ser modificada siguiendo una u otra escuela lingüística, encara métodos
cambiantes y pocos prácticos que hacen nula toda enseñanza del idioma, una de
las materias de mayor fracaso escolar, secundario y universitario. Viramonte de
Ávalos señala que “el docente de esas asignaturas debe conocer la filiación de los
contenidos teóricos y de las metodologías que se van presentando en renovadas y sucesivas
etapas ya que, ni unos ni otras son de generación espontánea, sino producto de teorías del
lenguaje y de teorías del aprendizaje”. A tal punto llega el fracaso de enseñar lengua
que la autora citada preconiza: “se postula que la educación lingüística debe ser hoy
entendida prioritariamente como educación para la construcción del conocimiento y como
educación social y, por ello, que el papel del docente de lengua materna es, en primer lugar,
el de orientador para la adquisición de conocimientos y de conductas sociales”. Estas
reflexiones encierran la esencia de lo que debe ser un docente moderno: más que
un informador de corrientes lingüísticas anfibológicas, debe ser un formador para
educar sobre la “adquisición de conocimientos y de conductas sociales”.
Semejante misión del docente involucra, sin ambages, que debe ser un
experto en la comunicación y desarrollar su inteligencia comunicativa, porque de
otro modo sería imposible cumplir cabalmente los fines propuestos. Viramonte de
Ávalos cierra este panorama actual con valiosas conclusiones:

1. “la enseñanza de la lengua debe tender cada vez más a convertirse en eje general de
adquisición de conocimientos, es el lenguaje la fragua donde se construyen los conceptos
de todas las disciplinas y se aprende su utilización”.
2. “Nuevas concepciones del lenguaje han ocupado los sitiales de la ciencia y ello porque a
la pregunta sobre el lenguaje ya no responde sólo la lingüística: la sociología, la
psicología, la historia, la filosofía, la antropología, la biología, las neurociencias, las
96

ciencias de la computación, convienen en un rico encuentro interdisciplinario, camino


obligado hacia el siglo XXI”
3. “una nueva concepción de la enseñanza de las lenguas: ya no es lengua, un objeto
exterior al individuo, lo que ocupa la atención sino el hablante encarnado en un tiempo y
un espacio: su mente, su conducta, sus respuestas, sus percepciones, sus afectos, sus
representaciones, su saber. El hombre, este hombre, con sus realidades de cuerpo,
espíritu y circunstancias, ocupa hoy la atención”

Basados en estas conclusiones útiles y otros criterios expuestos en este


trabajo, a su vez postulamos que es deber ineludible de todo estudioso, académico,
educador y docente tender a una transformación conservadora (cambio gradual)
de la enseñanza del lenguaje y la gramática. Debe encontrarse un método de
enseñanza racional, organizado y consensuado por la voluntad de docentes y
alumnos y adecuado a la infraestructura real de los medios de enseñanza. Cambiar
una infraestructura por otra, simplemente porque es supuestamente mejor debido
al éxito en otra comunidad, de ninguna manera significa que tendrá éxito local. La
infraestructura provechosa surgirá, no del trasplante de técnicas inadecuadas, sino
de una organización natural acorde con la esencia del medio que se dispone. Si las
infraestructuras que hasta ahora sirvieron a la enseñanza, de repente se ven como
desorganizadas, anacrónicas o vanas, es porque el medio en el cual están insertas
está desorganizado, carente de rumbo y de medios físicos, a lo que se suma la
desorientación espiritual. Por estas circunstancias, implantar infraestructuras
ajenas a ese medio, totalmente inadecuadas y carentes del consenso comunitario,
crea conflictos y no aporta beneficios, por más bondades intelectuales que
presuntamente detenta esa infraestructura. La bondad no reside en la
infraestructura posible sino que realmente tenga una implementación beneficiosa y
no conflictiva.

No debemos perder de vista que lo teórico debe concordar con lo práctico.


Lo contrario es un camino al conflicto y la agresión, sobre todo si la reforma es
llevada a cabo coercitivamente (ley obligatoria). En el caso especial de Argentina,
más que una nueva infraestructura de enseñanza, es necesario educar una “nueva
mentalidad” en base a un ser humano armonioso, equilibrado, comunicativo y con
su “aparato mental” “puesto a punto”. Esto es más efectivo y fructífero que
implantar por fuerza, infraestructuras vacuas y anticonvencionales.

Comprender las palabras

Es probable que si afirmamos que para poder hablar y comunicarse es


preciso previamente entender y comprender las palabras que se usan, se interprete
a esta actitud como redundancia o de perogrullo, pero lo real es que hablamos y
manejamos un idioma sin tener un conocimiento cabal de cada palabra que
pronunciamos ni idea concreta de los significados. Esto es en alguna medida, la
causa de la incomunicación personal.

Willem Levelt, un autor psicolingüístico actual, diagramó un esquema para


el mecanismos de entendimiento de las palabras, basado en la fórmula “pensar
para hablar”. Arranca, como punto de partida, desde el mecanismo intelectual de
la percepción y posteriormente resalta tres etapas previas en la elaboración de un
97

mensaje: la concepción, la formulación y la articulación. Su modelo concluye con


la autoverificación. En nuestro esquema descripto anteriormente nos ocupamos de
los mecanismos de percepción, concepción y formulación de palabras y juicios. En
general coinciden con los descriptos por Levelt. En cuanto a la articulación, es una
etapa más mecánica que intelectual porque se refiere a la formación de la palabra
en el aparato fónico o vocal en el que interviene la respiración, la laringe y los
resonadores vocales (faringe, nariz y paladar). La musculatura que pone en
movimiento esos aparatos responden a ordenes voluntarias que dependen del
cerebro como centro de estimulaciones, por lo que la articulación es compleja al
necesitar tanto del aparato intelectual como de lo mecánico de la fonación. La
coordinación entre el estímulo cerebral que mueve los músculos del aparato de
fonación y la respuesta acertada de éste, originan la onda sonora de la voz que será
el medio de plasmar la señal de la palabra. La articulación es una etapa importante
del lenguaje, dado que una vez que las operaciones intelectuales han formado una
palabra o un juicio, necesitan de la voz para expresarlo o exteriorizarlo.

La indemnidad del aparato fonador es tan importante como la del centro


cerebral de la palabra, pues la lesión de uno o de otro impide expresar el
pensamiento (afasia, mudez). Pero también se debe considerar que aunque ambos
elementos estén indemnes, pueden ocurrir fallas funcionales transitorias del
mecanismo de emisión de una palabra que pueden depender de la memoria, en
parte, y de los mecanismos intelectuales. Esto nos ocurre cuando aparece el
fenómeno que expresamos como “tener una palabra en la punta de la lengua” y no
poder decirla. La memoria recuerda la imagen nítida de lo que queremos
comunicar (recordamos una persona, un objeto, una situación) pero no podemos
nominarla correctamente (olvido de un nombre, de una circunstancia).
Evidentemente la idea de la cosa es fácilmente evocada (memoria de la idea) pero
no encontramos la “memoria de la palabra”. Para Levelt la falla está en el
mecanismo de formulación. Para nosotros la formulación falla no en sí, porque la
palabra fue oportunamente codificada y comprendida, sino en el mecanismo de
evocación (falla mnésica), y se debe a interferencias tales como la dispersión
mental, la falta de ejercicio de esa evocación (recordemos que la memoria está
sujeta a reglas de “recordación” o reglas mnemotécnicas, una de las cuales, es el
ejercicio permanente de evocar lo que se quiere memorizar o bien usar mecanismos
de asociación). Usualmente, cuando algo nos es de gran utilidad, difícilmente
tengamos dificultad en evocarlo, pero muchos conocimientos no fueron
“grabados” correctamente en la memoria, pues se adquirieron un poco
apuradamente, con apresuramiento que no permitió su “grabación” mnemotécnica
correcta. Otras veces hay tal acumulación de datos en la memoria, que su
evocación resulta lenta. Esto motiva que si realizamos el esfuerzo, logremos
recordar lo que “teníamos en la punta de lengua”. Luego, la falla funcional del
lenguaje en el fenómeno de “tener la palabra en la punta de la lengua” pero no
poder expresarla se debería a una de estas causas;
• dispersión mental: no concentramos debidamente la atención
• fallas del mecanismos para memorizar la palabra (falla mnemotécnica)
• exceso de datos: que bloquean momentáneamente la evocación.

Estas causas interfieren en la formulación mental de una palabra.


98

Finalmente estudiaremos la última etapa propuesta por Levelt: la


autoverificación. Según su concepción, la autoverificación consistiría en que el
comunicador hablante hace como una especie de “chequeo” de su mensaje y actúa
como autorreceptor del mismo, a fin de comprobar si es inteligible, comprensible,
si no lleva errores de sentido o de pronunciación o de ordenamiento sintáctico,
para proceder a su corrección. Este mecanismo de autocorrección puede surgir en
forma espontánea, como ocurre con los llamados “furcios o furzios” que consiste
en pronunciar erróneamente una palabra o cambiarla por otra (balbuceo, “lapsus
linguae”, etc.) e inmediatamente desdecirse o corregir la pronunciación. Este
mecanismo es fundamental para la inteligencia comunicativa, sobre todo en lo
referente a tratar de hacer comprensible un mensaje, repasando el modo de decirlo
y las palabras a emplear y estudiando la reacción del que escucha para aclarar o
corregir oportunamente los alcances de las palabras empleadas en el discurso. La
preocupación de una formulación ortodoxa de un discurso es parte de esa
inteligencia comunicativa.

Mientras los estudiosos de la lengua dividieron sus opiniones entre la forma


y el significado del discurso, es evidente que en el coloquio cotidiano quien habla y
quien escucha atiende más al significado que a la forma del discurso. Sin embargo,
el manejo lógico e inteligente del idioma exige que el discurso tenga una forma
determinada además de su contenido o significado. Cuando se escucha
atentamente un discurso, la mente inicia un proceso de comprensión mediante el
cual:

1. asocia el sonido o palabra con un significado


2. distingue los elementos que componen el discurso
3. forma una idea de lo que se le quiere comunicar
4. responde a su vez con otro discurso mediante el cual puede dar a entender que
comprendió el mensaje o que no lo comprendió, si lo acepta o no está de
acuerdo con él, si necesita otro tipo de discurso o mensaje.

El proceso de comprensión parte de la percepción del sonido que llega a sus


oídos con la señal de la palabra y simultáneamente con la percepción comienza el
análisis comprensivo. Para captar bien la señal palabra y analizarla, el oyente debe
tener puesta su atención plena. Si esto no ocurre y el oyente “oye a medias” o está
disperso (“no pone atención”), la percepción no será correcta y el análisis resultará
equívoco. La comprensión del discurso fallará y no habrá comunicación o ésta será
defectuosa.

En el supuesto que el oyente “ponga toda la atención”, el proceso de


comprensión no es fácil porque la señal que recibe en forma de palabras es
continua, sin separación entre las palabras. A esto se suma el modo de hablar que
puede ser correcto o incorrecto. El hablante puede hacerlo rápidamente o
pronunciar mal las palabras o no usar una forma precisa, pues las características
del hablante dependerán de:
• si habla la misma lengua o es extranjero que “chapurrea” el lenguaje
• el sexo: la mujer tiene la voz más aguda que el hombre y suele hablar con mayor
rapidez. Suele tener connotaciones distintas en algunas palabras, salvo que
99

participe en coexperiencia con el interlocutor. Estas connotaciones dependen del


tema del discurso (modas, deportes, cocina, sexo, etc.)
• edad: los ancianos y los niños tienen problemas del lenguaje. Los niños porque
no han madurado todos los mecanismos de aprendizaje y uso del lenguaje. Los
ancianos por fallas o enfermedades mentales o del aparato de fonación.
• la indemnidad psíquica y física: algunos minusválidos y los que padecen
trastornos psíquicos tienen problemas para expresarse.

En el caso de que no se hable la misma lengua materna (se escucha un


discurso en un idioma extranjero) la estructura sonora o fonética de la palabra no
es reconocida ni comprendida. Este fenómeno se denomina sordera fonológica y
consiste en la incapacidad de reconocer los sonidos de una lengua extraña.

La diferencia de los fonemas entre las distintas lenguas humanas no permite


a unos reconocer los sonidos de la lengua de otros y esto afecta la percepción de las
palabras. Por ejemplo, un español o un argentino distinguen perfectamente la erre
de la ele, pero ocurre que un japonés no. Así, cuando se pronuncia la palabra
“tintorería” el japonés tiende a escuchar y pronunciar “tintolelía”. La no
percepción de la variación sonora se debe a que en el japonés no existen esos
sonidos porque sus palabras no se diferencian en llevar erre o ele (“r”, “l”). Esto no
afecta mayormente la comprensión del término una vez que se conoce esta
particularidad fonológica o fonética.

El proceso de oír (recepción acústica) no dependen sólo de las características


acústicas de los fonemas, sino también de la forman que los mismos “fonan” (cómo
se articulan en el aparato fonador, especialmente en la boca, donde intervienen la
lengua, los dientes y los labios). Esto es importante porque fallas del habla como la
producidas por la mudez, labio leporino, paladar hendido o falta de dentadura,
afectan la estructura acústica de las palabras. Igualmente fallas del receptor
(sordera) obliga a resignar el sonido acústico en aras de los movimientos de los
órganos fonadores, especialmente del movimiento de los labios. Esto se entiende
cuando se conocen los modos de articular las letras o los fonemas. Clásicamente se
sabe que la “d” y la “t” tienen apoyo dental, así como la “v” tiene apoyo labio-
dental, mientras que la “b” tiene formación estrictamente labial. De igual manera,
la abertura buco-labial dependerá de la formación de las vocales siendo la más
abierta la “a” y la más cubierta la “u” quedando el resto de las vocales en
posiciones intermedias de la apertura buco-labial. Cuando el receptor no puede
visualizar el rostro del que habla (porque está lejos o es ciego) para captar
correctamente qué tipo de fonema se expresa se suele aclarar “d” de dedo, “b” de
burro, etc.

Todo esto se debe a que para comprender correctamente un discurso es


necesario identificar los signos o “unidades de significación” que pueden ser
palabras, frases verbales u otro tipo de signos y por esto, cuando se habla, es
importante no sólo fonar bien (pronunciar bien) sino que también en el habla
interviene la entonación o sea las formas de acentuar e inflexionar la voz. Las
diferentes inflexiones de la voz indican cuando se comienza o se termina una frase,
las pausas dan idea de las acentuaciones ortográficas, otras entonaciones nos
100

manifiestan si hay extrañeza, admiración, sorpresa, dolor, alegría y también si se


nos interroga o si se afirma o niega un discurso.

En este tema se aplica y explica mejor lo del texto y contexto, porque lo qué
se dice es el texto mientras que el cómo se dice es el contexto. Además de la
entonación, en el diálogo o coloquio interviene el gesto, que puede reafirmar un
discurso o mostrar que se habla sin convicción o se piensa distinto de lo que se
dice. La variación de los gestos acompañan a la entonación y así un discurso alegre
se manifiesta con una sonrisa, mientras que uno penoso se acompaña de llanto o de
gestos de preocupación (seriedad facial, ceño fruncido, etc.). Otras veces, hay
disensión entre lo que se dice y el gesto y así puede ocurrir que se esté diciendo
algo supuestamente triste, pero se lo dice sonriendo. La falta de correlación entre el
discurso y el gesto pueden ser signos de que no se tiene la convicción de lo que se
está diciendo. O se está manifestando en forma irónica o socarrona.

Otro punto de vista para la inteligencia comunicativa y la comprensión del


lenguaje son las relaciones sintácticas. La forma o el orden en que se utilizan las
palabras cambian el significado de un discurso. Por ejemplo si digo: “el auto
atropelló al peatón” no es lo mismo que decir “el peatón atropelló el auto”.
Mientras la primer frase expresa un hecho casi común y corriente, la otra expresa
un hecho insólito y, naturalmente, el sentido de ambas es opuesto. Es indudable
que las oraciones han sido construidas con las mismas palabras, pero el orden
sintáctico de las mismas cambia totalmente el significado.

En la consideración de la comprensión del lenguaje, otro factor de


importancia son los “contenidos internos” o “léxico mental” o “diccionario
interno”, es decir, aquellas significados o definiciones que cada uno da a las
palabras. Por regla general, ya lo dijimos, lo más probable es que se usen las
palabras desconociendo su denotación. Es un “uso” automático adquirido en el
ejercicio del lenguaje, de escuchar las expresiones ajenas aprendidas en la familia,
en la escuela, en el trabajo, o sea, en el medio ambiente social que rodea a una
persona. Si un investigador se tomara el trabajo de hacer que cada hablante analice
morfológica o sintácticamente cada palabra que pronuncia, difícilmente la mayoría
de la gente podría definir la función o la forma de la palabra y muchos menos, su
definición. Es más propio que se usen denotaciones o se tengan “ideas
aproximadas” de la definición de las palabras, lo que cada palabra quiere decir. La
confrontación de las palabras que se pronuncian o escuchan con las connotaciones
del “diccionario interno” puede producir varios fenómenos:
• concordancia de sentido o significado y en este caso comprensión correcta
• discordancia entre el sentido dado por el hablante y el “léxico interno” del que
escucha
• identificación antelada de una palabra: el receptor reconoce la palabra antes de
que el hablante acabe de pronunciarla
• desconcierto, indiferencia o bloqueo de interpretación por no encontrar sentido
a las palabras que se escuchan.

A todo lo analizado hay que agregar otro componente en la comprensión


del lenguaje para una inteligencia comunicativa y se trata de la estructura de la
frase. Una frase u oración o discurso se construye de una forma determinada y una
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vez expresada la frase o discurso, se le llama estructura superficial a “lo que se


dice”. Esta estructura puede estar o no en concordancia con la intención de “lo que
se quiso decir” que a su vez constituye lo que se llama la estructura profunda. El
fenómeno de “no encontrar las palabras justas” o “no poder precisar con palabras
lo que se siente” es muy común y puede responder a distintas situaciones:
• que exista algún tipo de “bloqueo” intelectual o afectivo que impide manifestar
libremente lo que se siente
• que no se tenga en claro ese “algo” que se siente
• que exista una limitación del léxico o vocabulario personal
• que realmente no exista en la lengua la palabra justa que traduzca lo que se
siente
• que exista una represión social que impide coercitivamente “decir lo que se
quiere”.

Otro aspecto de este mismo fenómeno se da con determinadas frases cuyo


significado es distinto de acuerdo al contexto o circunstancias en que se
pronuncian. Por ejemplo “no agachar la cabeza” puede tener un sentido diferente
si se dice en un clase de gimnasia o si se entrenan personas para mantener erguida
la cabeza (sentido literal) y otro modo de interpretarse es cuando se usa como un
consejo para dar ánimos a quien es pusilánime o reacciona sumisamente en
situaciones que debería afrontar con energía (alegoría). Si el receptor de la frase en
el primer caso lo interpreta como alegoría y, viceversa, el aconsejado lo interpreta
literalmente, no habrá correspondencia entre la estructura superficial y la
profunda.

Lo ideal sería la concordancia plena entre estructura superficial y estructura


profunda, de forma tal que se esté habilitado para poder expresar con justeza “lo
que se siente” y “lo que se quiere decir” sin que existan las trabas que hemos
señalado someramente.

La inteligencia comunicativa consiste en saber encontrar, en forma y tiempo,


la expresión adecuada a las circunstancias en que se debe pronunciar un discurso,
encontrando la palabra justa y el estilo apropiado. Como toda inteligencia, debe
buscar ejercitarse con el conocimiento de los mecanismos que intervienen en la
comunicación y la práctica constante para superar las deficiencias, dificultades y
conflictos que se plantean en cada “situación comunicativa”. Es innegable que el
“buen comunicador” o “comunicador inteligente” debe tener conocimientos
profundos de todos los temas que acá hemos esbozado, porque de ellos dependerá
la comunicación futura, de ese próximo siglo XXI, el cual puede resultar la
“cúspide” del proceso social actual en el buen sentido, o el derrumbe de toda la
sociedad, como históricamente ocurrió con todas las civilizaciones que alcanzaron
un determinado progreso.

De la preocupación eficiente y del esfuerzo sin pausas para buscar el camino


que nos lleve a una convivencia propia del ser humano como ser inteligente,
salvando los escollos que tradicional e históricamente han afectado a la
humanidad, pero que se han acentuado en esta postrimería del siglo XX,
dependerá un porvenir venturoso. Ese esfuerzo se llama voluntad para educarse y
el trabajo de rescatar una escala axiológica que llene de sentido a la vida.
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El tránsito a la búsqueda de mejores herramientas se ha comenzado con el


análisis y perfeccionamiento de los instrumentos actuales. Pero es mucho lo que
queda por aprenderse y aplicarse. Hay que evitar caer en la tentación de los
sofismas propios de intelectuales y académicos que no conducen a una eficiencia
real en la conducta del hombre. El lenguaje de hoy y del futuro próximo debe estar
lleno de contenido para evitar los yerros en que caímos y cuyo precio es la
deshumanización y despersonalización del hombre de hoy.

Trato de “personas difíciles”

En nuestras relaciones sociales es frecuente encontrar individuos que son


calificados como “personas difíciles” para comunicarse con ellas. Algunas
situaciones son planteadas por:
1. los enfurruñados: son los que contestan en forma agresiva o airada y cuando
surge un problema se comporta con desplantes de enojo y se niega a hablar de
lo que le molesta
2. críticos dominantes: son los que viven señalando “defectos ajenos” (reales o
imaginarios) y que no consienten en ser discutidos.
3. los quejumbrosos: son los que viven contando la tragedia de su vida: problemas
familiares, financieros y sociales y que no escuchan consejos ajenos
4. amigos muy exigentes: son aquellos que continuamente solicitan de nosotros, en
forma exigente, diferentes servicios o favores, a pesar de saber que no es posible
acceder a ellos.
5. otras personas similares que entran en la categoría de difíciles.

Esta galería de personajes furibundos “por nada”, abusivos fuera de toda


razón, exige de nosotros el uso de la inteligencia comunicativa con diversas formas
de enfrentar la “persona difícil”:
• conviene rehuir enfrentamiento enojosos que no podemos superar o solucionar
• en toda discusión permitir que los demás dejen a salvo su autoestima y no
lastimarlos más de lo que ellos mismos se dañan
• casi siempre puede haber algo de verdad en el punto de vista de la otra persona.
Si somos capaces de reconocer esto, es probable que se genera una actitud
menos ofensiva y el “difícil” esté predispuesto a escuchar nuestro punto de
vista.
• a los quejumbrosos la mayoría de las veces se les agota la energía y dejan
espontáneamente de condolerse. La inteligencia comunicativa consiste en no
aconsejarlo (sobre todo si el consejo no soluciona su problema o actúa como
reproche) y sólo se debe asentir y validar su punto de vista, actitud que
frecuentemente alivia la tensión.
• En general, se debe responder con paciencia y empatía a la gente difícil, aunque
resulte arduo, en forma especial si nos encontramos alterados por la situación
planteada por los “difíciles”. Pero en cuanto se renuncia a la necesidad de llevar
la voz cantante en el problema, escuchar con paciencia o no tratar de imponer
nuestro punto de vista, es casi seguro que el desquiciado comenzará a calmarse
y es probable que llegue a escuchar nuestra opinión.
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Epicteto solía recomendar: “si alguien te censura, asiente en seguida. Luego


agrega que, si te conociera mejor, ¡tendría más motivos para censurarte!”. Esta actitud
humilde, por sí, lima varias asperezas, sin dejar por eso heridas algunas.
Lógicamente debe asumirse con convicción porque de otro modo puede sonar a
burla o sorna.

La verdadera comunicación inteligente deriva del respeto a sí mismo y a los


demás y esta sencilla actitud se multiplicará en beneficios que pueden llegar a ser
asombrosos, tanto para nosotros como para los otros.

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Mendoza, octubre de 1998

Antonio Paolasso

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