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INDICE

INTRODUCCIÓN

Capítulo I
“ASPECTOS GENERALES”

1. Antecedentes...........................................................................

..............2

2. Evolución..................................................................................

..............3

3. Causalidad...............................................................................

..............7

3.1. Teoría de la equivalencia de las

condiciones..................................9

3.2. Antecedentes de la imputación objetiva (teorías

Individualizadoras).........................................................................10

3.2.1. Teoría de la causalidad adecuada.......................................11

3.2.2. Teoría de la relevancia típica...............................................12

4. Imputación Objetiva, subjetiva y

personal............................................14

1
4.1. Consecuencias de la Imputación en el ámbito del

tipo.................19

4.2. Concepto final de cada tipo de

Imputación..................................24

CAPITULO II

”LA MODERNA IMPUTACION OBJETIVA”

1. Conceptos relevantes: significados y alcances en el Derecho

Penal....................................................................................................27

2. Imputación Objetiva tomando en cuenta la perspectiva de Claus

Roxín....................................................................................................28

2.1.El primer nivel de la Imputación Objetiva del Resultado

(creación de un riesgo no

permitido)..........................................................31

2.2.El segundo nivel, la realización del riesgo

Permitido.................33

2.3. El tercer nivel, dentro del alcance del tipo real, El fin de la

protección del tipo penal.............................................................36

3. Imputación Objetiva tomando en cuenta la perspectiva de Günter

Jakobs..................................................................................................39

2
3.1. Imputación Objetiva de la

conducta..............................................40

3.1.1. Riesgo permitido..................................................................40

3.1.2. Principio de confianza.........................................................42

3.1.3. Prohibición de regreso.........................................................44

3.1.4. Ámbito de la responsabilidad de la victima (imputación a

la victima)................................................................................45

3.2. Imputación Objetiva del

resultado.................................................46

3.3. Los roles o competencias de las

personas...................................48

3.4. Excursus: Tipo y adecuación social y Tipo

conglomerante...........57

3.4.1. Tipo y adecuación social......................................................57

3.4.2. Teoría del tipo conglomerante.............................................60

CAPITULO III

3
“JURISPRUDENCIA”

1. Perspectiva general de la Imputación Objetiva En la

jurisprudencia............63

2. Sentencias...............................................................................

...........67

2.1. Rock en Rio................................................................................67

2.2. Beber hasta la muerte................................................................75

2.3. Motociclista temerario.................................................................81

2.4. Travesía fatal.............................................................................85

2.5. Dextrosa mortal.........................................................................89

2.6. Velocidad excesiva....................................................................92

CONCLUSIONES

RECOMENDACIONES

BIBLIOGRAFÍA

4
INTRODUCCION

Él término 'imputación' es uno de los más representativos del


lenguaje en que se expresa la actual teoría jurídica del delito. Por
ejemplo, en la doctrina penal alemana, autores de orientaciones tan
diferentes como Roxin, Jakobs y Hruschka sitúan este concepto en el
centro de sus obras. Sin embargo, esto no ha sido siempre así. Tras
haber Ocupado un lugar central en la doctrina del iusnaturalismo
racionalista del siglo XVIII, y en los penalistas hegelianos del siglo XIX,
dicho término (imputación) cayó en desuso en Alemania en las dos
últimas décadas del mismo siglo a consecuencia del naturalismo
positivista, que se extendió en la doctrina alemana a través, sobre todo,
de la influencia del Tratado de von Liszt. Este enfoque naturalista, que
rehuía conceptos valorativos, prefirió destacar el concepto de causalidad
como espina dorsal del delito, que se situó en el terreno de lo empírico,
como causación de una modificación del mundo exterior causada, a su
vez, por un impulso voluntario.

La reorientación al significado valorativo de los conceptos jurídico-


penales que el neokantismo impuso entre las dos guerras mundiales, no
logró de momento desplazar a la causalidad de su posición de
preeminencia en la teoría del delito, pero sentó las bases metodológicas
que, mucho más tarde, desde los años sesenta, han permitido el resurgir
de la idea de imputación en la literatura jurídico-penal. La doctrina final de

5
la acción desarrollada por Welzel desde los años treinta, aunque se opuso
radicalmente al causalismo, no lo combatió básicamente en el ámbito del
tipo objetivo, sino desde la teoría de la acción. Ello contribuyó a mantener
la discusión sobre las limitaciones de la causalidad en un terreno
ontológico previo a la valoración jurídica.

6
CAPITULO I
ASPECTOS GENERALES

1. ANTECEDENTES

La teoría de la imputación objetiva tal como la conocemos


actualmente tiene como procedente la filosofía idealista del derecho
cuyo máximo exponente es Hegel. En efecto, el objetivo de!
concepto de acción propuesto por Hegel y desarrollado por la
escuela hegeliana de! siglo XIX consistía en imputar al sujeto, de la
multiplicidad de cursos causales, solo aquellos que podían ser
considerados como su obra. En este orden de ideas, imputación
significaba, en opinión del criminalista hegeliano Berner: "cargar
algo objetivo en la cuenta del sujeto".

Posteriormente en 1870, y en una época marcada por el auge


del naturalismo penal, la idea de imputación personal por los
hechos cometidos se trasladó a un segundo plano, pues se impuso
el dogma de! principio causa! En ese contexto, el análisis tuvo
como eje principal determinar si el autor había causado la lección al
bien jurídico mediante una conducta corporal voluntaria en e! sentido
de la fórmula de la conditio sine-qua-non.

El concepto causal de la teoría de la equivalencia de


condiciones por su alcance ilimitado y su ineficacia para resolver
algunos casos como la desviación del curso causa! y la causalidad
alternativa entre otros condujo a su abandono a inicios de! siglo XX.
Así, a partir de entonces se reconoció que el concepto causal
ilimitado debía ser restringido al campo de! tipo objetivo. -

2
En este orden de ideas, un primer paso para solucionar el
problema dogmático que planteaba la equivalencia de
condiciones fue la teoría de la condición adecuada, la cual sin
embargo no dejaba de ser extensiva por la dificultad de
determinar cuál era la condición relevante. En ese contexto, la
imputación objetiva nace en 1970 cuando Roxin en el libro de Homenaje
a Honig plantea su vinculación con el criterio de creación de un riesgo
jurídicamente relevante de una lesión típica del bien jurídico.

2. EVOLUCIÓN

Recordemos brevemente esta evolución. Ya a principios de siglo


y hasta los años treinta el enfoque hacia el sentido valorativo de las
categorías del delito condujo a numerosos penalistas (algunos tan
importantes como Sauer [1912, 1921], Radbruch [1904] o Engisch
[1930, 1931]) a advertir que los resultados imprevisibles debían
excluirse del delito no porque no fueran causados por la conducta del
autor, contra lo que sostenía la teoría de la causalidad adecuada, sino
por la imposibilidad de desvalorar jurídico-penalmente tales procesos,
por lo que lo que en ellos faltaba era su antijuridicidad o incluso su
propia tipicidad. Ello fue la base teórica que llevó a Mezger a formular
su "teoría de la relevancia" que vio en la adecuación una exigencia
impuesta por el tipo. El concepto de "imputación objetiva" nace en
este clima, en 1927, aunque por obra de un civilista hegeliano,
Larenz, y ya en 1930 Honig lo propuso para el Derecho penal.

También fue este ambiente cultural de superación del


naturalismo y apelación al sentido valorativo el que rodeó el
surgimiento del finalismo de Welzel. Es significativo el propio título del
escrito de habilitación de Welzel: "Naturalismo y Filosofía de los

3
valores en Derecho penal". Sin embargo, posteriormente fue
acentuando Welzel el papel fundamental de lo que denominó
"estructuras lógico-objetivas" históricamente invariables, naturaleza
que atribuyó a los dos pilares básicos de su concepción del delito: la
esencia final de la acción humana y la libertad de voluntad, como
poder actuar de otro modo. Sobre la primera edificó el injusto; sobre la
segunda, la culpabilidad. Esta fundamentación ontológica del injusto
sobre el concepto final de acción trasladó el debate sobre los límites
del pensamiento causalista a este terreno de la acción. Autores
partidarios de superar el naturalismo desde una visión valorativa de la
antijuridicidad, pero contrarios a aquel concepto final, como Eberhardt
Schmidt (1939), Maihofer (1953, 1961) y el propio Engisch (1944) , se
enfrentaron al concepto final de acción mediante otro concepto de
acción, el concepto social de acción. A él trasladaron la necesidad de
previsibilidad objetiva del resultado, entendiendo, por ejemplo, que
conductas como la de enviar a alguien al bosque en un día de
tormenta por si le cae un rayo no tienen el sentido social objetivo de
una "acción de matar", aunque un rayo de hecho dé muerte a aquella
persona. Ello retrasó, sin duda, el desarrollo de la teoría del tipo que
iba a determinar la teoría de la imputación objetiva, que no se impuso
en la doctrina penal alemana hasta los años setenta.

No obstante, ya en los primeros años sesenta el penalista


español Gimbernat denunció como errónea la ubicación sistemática
del problema de las causaciones imprevisibles en el ámbito de la
acción. Tanto la teoría final de la acción como la teoría social de la
acción "atribuyen —escribía Gimbernat— al concepto de la acción —
sustituyendo así el dogma causal por el de la acción— la misión que
antes se había encomendado al concepto de causa: la determinación
de la acción típica. Sin embargo, las teorías de la acción cometen

4
exactamente los mismos errores que las de la causalidad; lo que no
debe sorprender: los dos grupos de teorías descansan sobre la
misma idea inexacta: allí donde ya ha fracasado un concepto
ontológico (el de la causalidad), no puede dar resultados positivos
otro de la misma naturaleza (el de la acción), ya que: centro de
gravedad del tipo, que presupone una valoración, puede ser
solamente un concepto normativo". Unos años antes que Gimbernat,
en 1957, Hardwig había visto en la "imputación objetiva" un concepto
de esta naturaleza, que a su juicio permitía excluir el tipo de injusto
cuando el resultado causado era imprevisible. Gimbernat prefirió
hablar de "reprochabilidad objetiva", tal vez porque el concepto de
imputación objetiva había sido inicialmente introducido por Larenz y,
para el Derecho penal, por Honig y Helmuth Mayer no como un
elemento del injusto, sino como exigencia del concepto previo de
acción. En cualquier caso, la fundamentación dogmática que el autor
español hizo de su concepto de "reprochabilidad objetiva" situó el
problema en los términos más consolidados de la actual teoría de la
imputación objetiva: 1) la exclusión de los resultados imprevisibles se
debe a que los mismos no pueden ser objetivamente desvalorados
como antijurídicos porque el Derecho no puede razonablemente
esperar ni siquiera de una persona prudente (baremo de la
antijuridicidad) que evite aquello con lo que no puede contar; 2) no
sólo no son típicas las acciones que producen efectos imprevisibles,
sino que tampoco lo son las que, aun siendo peligrosas, están
cubiertas por el riesgo permitido; 3) por ello, la inobservancia de la
diligencia debida es un elemento del injusto típico no sólo en los
delitos imprudentes, sino también en los dolosos; 4) además de la
infracción del deber de diligencia y de la causación del resultado
típico, el tipo requiere que el resultado sea precisamente uno de los

5
que la norma quiere impedir (el fin de protección de la norma como
criterio de imputación)

Tampoco fue un finalista, sino un autor de raíces neokantianas,


Roxin, quien habría de desarrollar —sobre todo desde 1970,
siguiendo expresamente el planteamiento propuesto en 1930 por
Honig— y difundir más que nadie en la doctrina penal la teoría de la
imputación objetiva. Según Schünemann, discípulo de Roxin, la
orientación teleológica o funcional que este último autor inició y que
ha caracterizado la doctrina penal desde hace treinta años, "se
caracteriza por un total alejamiento del razonamiento lógico objetivo
del finalismo y debe contemplarse como un desarrollo ulterior del
neokantismo. En efecto, el moderno pensamiento teleológico tiene en
común con aquella corriente la deducción de los diferentes niveles
sistemáticos de los valores y fines que desempeñan el papel rector".

Sin embargo, el neokantismo no fue la única base teórica de la


teoría de la imputación objetiva. Por de pronto, ya he recordado más
arriba que la primera formulación histórica de la teoría de la
imputación objetiva, con este nombre, tuvo lugar en 1927 para el
Derecho civil y por un civilista de orientación hegeliana, Larenz, que
expresamente elabora aquel concepto desde la concepción de Hegel
de la imputación. Y otro hegeliano declarado, Hellmuth Mayer, partió
del mismo fundamento filosófico para incluir ya en 1936 la imputación
objetiva entre las bases del sistema de su Tratado.

Finalmente, la fundamentación hegeliana ha vuelto a reaparecer


con fuerza en las obras de Jakobs y de su discípulo Lesch. Por otra
parte, el mismo Jakobs llama también la atención sobre la teoría de la
adecuación social de Welzel como precedente de la teoría de la
imputación objetiva.

6
En realidad hay algo de común en los orígenes teóricos del
concepto de imputación objetiva: tanto el neokantismo, como el
regreso a Hegel, y como la filosofía fenomenológica de Husserl,
fueron manifestaciones que se producen en un mismo espacio, la
Europa continental, y en una misma época, la primera mitad del siglo
XX, que reacciona al naturalismo positivista y reclama una regreso a
la filosofía. Por encima de sus diferencias, todas las direcciones
indicadas coinciden en pretender ir más allá de la descripción
científica de hechos físicos para acceder a la comprensión del sentido
de tales hechos. El concepto de imputación objetiva se presentó,
entonces, como instrumento adecuado para expresar el sentido no
naturalístico de la acción, primero, y del hecho típico, después.

3. CAUSALIDAD

La conducta humana causa un resultado. Sólo el resultado que


provenga de ella tendrá significación jurídico penal. Para tipificar una
conducta a un tipo legal, es necesario comprobar la relación existente
entre esta conducta y el resultado típico, confirmando con ello que
una es la concreción de la otra1, es decir, existe una relación
suficiente entre ellas.2 Sólo en pocas infracciones se plantea esta
problemática, principalmente en homicidios, lesiones e incendios. Por
ello, no debe sobrevalorarse3 el papel de la causalidad.

Constatada la relación de causalidad entre la acción y el resultado


típico, el segundo paso, consistirá en la imputación del resultado a
dicha acción. Como vemos, un primer momento consiste en una
1
BACIGALUPO, Enrique, “Principios de Derecho penal. Parte general”, 5ª
edición, Editorial AKAL, Madrid- 1998, Pg. 172
2
JESCHECK/WEIGEND, ”Tratado de Derecho penal parte general”, 5ª edición,
Editorial COMARES, Granada- 2002, Pg. 297
3
MAURACH, Reinhart, “Tratado de Derecho penal”, Tomo I, Editorial ARIEL,
Barcelona - 1962, Pg. 223

7
comprobación, donde se verificará, dese un punto de vista natural, la
relación de causalidad; el segundo momento será la comprobación de
un vínculo jurídico entre la acción y el resultado4. Éste no es más que
“el juicio normativo de la imputación objetiva”, en relación con los
delitos de resultado.

Jurisprudencia:

“En todo delito de resultado se requiere, como primer nivel de


análisis, que se verifique un nexo de causalidad entre el
comportamiento del sujeto activo y la producción del resultado; lo
que no se advierte, en el presente caso, en base al material
probatorio, en el sentido de que la oficina, propiedad de la
procesada, se localice el desperfecto de los servicios higiénicos
que hayan producido el deterioro del techo del baño de la
propiedad”5

Con anterioridad la causalidad era planteada como una problemática


fuera del ámbito de la teoría del tipo. Los autores nacionales
sistemáticamente ubicaron a la causalidad como elemento de la
acción6, pero en la actualidad, es preponderante la identificación de la
relación de causalidad como presupuesto del tipo objetivo7. “Para
llegar a este punto ha sido preciso asumir que la conducta humana es
valorada en los tipos penales en su totalidad, lo que significa que la
4
DE LA CUESTA AGUADO, Paz, “Tipicidad e imputación objetiva”, Valencia -
1996, Pg. 108
5
Ejecutoria del 2 de octubre de 1998, Exp. 3479 – 98 Lima.
6
BRAMONT ARIAS, Luis, “Derecho Penal. Parte general”, Editorial VILOK,
Lima- 1978, Pg. 329; HURTADO POZO, “Manual de Derecho Penal Parte
general”, Editorial EDDILI, Lima - 1987, Págs. 341 y siguientes.
7
VILLA STEIN, Javier, “Derecho Penal. Parte general”, Editorial SAN MARCOS,
Lima - 1998, Pg. 218

8
capacidad causal de los actos del hombre ha sido también
considerada, y por ello no es típica cualquier causación de un
resultado, sino sólo las causaciones que forman parte inescindible de
un comportamiento injusto”.8

Muchas opiniones se han ensayado sobre la naturaleza de la


causalidad,9 pero en la práctica las más conocidas son: la teoría de la
equivalencia de condiciones, la teoría de la causalidad adecuada y la
teoría de la relevancia típica.

3.1. TEORÍA DE LA EQUIVALENCIA DE LAS CONDICIONES

Propuesta por Julius Glaser y desarrollada posteriormente por el


magistrado alemán M. von Buri quien lo llevó a la práctica.

Viene a ser la expresión máxima de las denominadas teorías


generalizadoras. De acuerdo con esta teoría, todas las condiciones
que concurren en un resultado tienen idéntica y equivalente calidad
causal. Una condición es causa del resultado si suprimiéndola
mentalmente, el resultado no se hubiere producido (fórmula de la
supresión hipotética o de la conditio sine qua non). Ej.: si
mentalmente suprimimos el disparo del arma de fuego, la muerte
del sujeto no se producía.

Estas formulaciones sólo permiten comprobar la existencia del


nexo causal cuando la investigación científica ha logrado descubrir
la ley causal correspondiente. En el supuesto inverso no podrá
8
QUINTERO OLIVARES, Gonzalo, “Manual de Derecho Penal. Parte general”,
2ª edición, Editorial ARANZADI, Navarra - 2000, Pg. 319.
9
JIMENEZ DE ASÚA, “Tratado de Derecho penal. Parte general”, Editorial
LOSADA, Buenos Aires - 1951, Pg. 434.

9
constatarse la relación causal o ésta será muy controvertida como
en el caso Contergan: hasta principios de los años setenta todavía
se discutía se la talidomida contenida en el somnífero Contergan,
había originado las lesiones cerebrales y deformaciones en fetos
cuyas madres los consumieron durante una determinada etapa de
la gestación. Se considera relevante a efectos penales la
comprobación del nexo causal, desde el punto de vista de las
ciencias naturales. Así, esta teoría tiene la peculiaridad de no
permitir la determinación de un nexo causal no conocido10.

Si bien, podemos rescatar de esta teoría la ventaja de no dejar


vacíos “ni lagunas jurídicas al igualar causa a condición”11, las
críticas a la teoría de la equivalencia se han dirigido a su
indeterminada extensión y amplitud, ya que al considerarse
equivalentes todas las condiciones, se genera una cadena causal
infinita (ej. La conducta de los trabajadores de una fábrica de
explosivos estaría en relación causal con todos los resultados
delictivos que se realizaran con el uso de sus productos). Para los
autores que trabajan con tipo complejo (objetivo – subjetivo) no
existe mayor problema pues los límites de la causalidad
típicamente relevante serían precisados en el tipo subjetivo o en la
determinación de la imputación objetiva.

3.2. ANTECEDENTES A LA IMPUTACIÓN OBJETIVA (TEORÍAS


INDIVIDUALIZADORAS)

10
STRATENWERTH, Günter, “Derecho penal. Parte general I, EL HECHO
PUNIBLE”, Editorial HAMURABI, Buenos Aires - 2005, Pg. 148
11
DE LA CUESTA AGUADO, Paz, “Tipicidad e imputación objetiva”, Valencia -
1996, Pg. 111.

10
Antes de la insatisfacción de la concurrencia de varias condiciones
como causas de la producción de un resultado, surgen las teorías
individualizadoras, cuya pretensión limitadora se dirige a la
búsqueda, entre las diferentes condiciones concurrentes, a aquella
que sea determinante en la producción del resultado. Todos estos
criterios son agrupados por la búsqueda de una condición eficaz,
que cuente con la mayor intensidad en relación a la producción del
resultado12. Las teorías individualizadoras más conocidas son de la
causalidad adecuada y de la relevancia típica, las que en la
actualidad han caído en desuso.

3.2.1. Teoría de la causalidad adecuada

De los intentos para limitar la fórmula de la equivalencia –en


especial, dentro del ámbito de los delitos cualificados por el
resultado-13, el más difundido es el de la teoría de la causalidad
adecuada, formulado por el fisiólogo de Friburgo J. van Kries
sobre la base de los estudios de von Bar; que surge como un
perfeccionamiento a las teorías individualizadoras. De acuerdo
a ella se “requiere que el resultado causado por el autor fuese
hasta cierto punto probable al realizarse la acción para que
ésta pueda contemplarse como causa del resultado. La
condición ha de ser adecuada al resultado y sólo lo son
aquellas condiciones típicamente apropiadas para producir el
resultado”14. Ej. Una lesión leve no es adecuada para matar,

12
REYES ALVARADO, Yesid, “Imputación objetiva”, Editorial TEMIS, Bogotá -
1994, Pg. 21
13
BUSTOS/LARRAURI, “La imputación objetiva”, Editorial TEMIS, Bogotá -
1989, Pg. 54; DONNA, 1995, Pg. 34
14
JESCHECK, Hans, “Tratado de Derecho penal Parte general”, Editorial
COMARES, Granada - 1981, Págs. 386 – 387.

11
tampoco una bofetada, salvo que se presenten calidades
especiales en la víctima (v. gr. hemofilia).

Esta teoría busca mayores precisiones de la relación de


causalidad, y para ello establece, que no toda condición viene
de a ser causa determinante del resultado, sino sólo aquellas
que de acuerdo con la experiencia común, generalmente
pueden ocasionar el resultado. Ej. La ingesta de una sustancia
tóxica, nos indica por experiencia habitual que es idónea para
producir la muerte. Se introduce un criterio valorativo (la
experiencia común) frente al amplio criterio naturalístico de la
teoría anterior, logrando restringir el concepto de causalidad a
la causalidad jurídico- penalmente relevante.15

Las conclusiones a que se arriba con ésta teoría, significa la


desnaturalización del concepto de causalidad negando la
existencia de un vínculo causal donde este existe.16 En un
principio, se le confundió como una teoría de la causalidad.
Actualmente, de acuerdo a los criterios de las ciencias
naturales, se afirma que no constituye teoría de la causalidad17.
En realidad, esta fórmula es una teoría de la imputación
objetiva, es decir, de límite de la responsabilidad sobre la base
de la efectiva causalidad.18

15
BACIGALUPO, Enrique, “Principios de Derecho penal. Parte general”, 5ª
edición, Editorial AKAL, Madrid- 1998, Pg. 173
16
GIMBERNAT, Enrique, “Estudios de Derecho penal”, Editorial CIVITAS, Madrid
-1981, PG. 139
17
HURTADO POZO, “Manual de Derecho penal. Parte general”, Editorial
GRIJLEY, Lima - 2005, Pg. 430
18
MIR PUIG, “Derecho Penal. Parte general”, Editorial B de f, Montevideo –
Buenos Aires - 2004, Pg. 253

12
3.2.2. Teoría de la relevancia típica.

Esta teoría fue planteada por E. Mezger (1931),


constituyéndose en la corrección de la causalidad natural
con propósitos adaptativos a los requerimientos del Derecho
Penal. Se establece que la verificación de la relación de
causalidad no basta para fundamentar la responsabilidad
penal sino que se requiere además de relevancia jurídico –
penal. Si bien todas las condiciones, en sentido naturalístico
nos pueden llevar al resultado, en sentido jurídico – penal,
esto no es así. La relación causal por sí sola no es lo
suficientemente idónea para explicar la responsabilidad por
el resultado, sino que debe existir cuando el resultado
aparezca conectado causalmente con el acto de voluntad del
autor19. “La equivalencia causal de las fracciones causales
no trae, pues, consigo equivalencia jurídica. Entre la
causalidad de acción y el problema de la culpabilidad
jurídico- penal, está situada, como requisito indispensable, la
tipicidad del resultado”20. Por lo tanto, el nexo causal tiene
que ser jurídicamente relevante para que se logre el nexo de
responsabilidad21. Con ello, la teoría de la relevancia
distingue claramente entre concepto causal y concepto de
responsabilidad.22 Luego de comprobada la causalidad
natural, el siguiente paso se dará, de acuerdo, no a un juicio

19
DONNA, Eduardo, “Teoría del delito y de la pena 2, Imputación delictiva”,
Editorial ASTREA, Buenos Aires-1995, Pg.33
20
MEZGER, Edmund, 2Derecho penal. Parte general: Libro de estudios”,
Editorial BIBLIOGRAFÍA ARGENTINA, Buenos Aires-1958, Pg. 113
21
DE LA CUESTA AGUADO, Paz, “Tipicidad e imputación objetiva”, Valencia -
1996, Pg. 119.
22
MEZGER, Edmund, 2Derecho penal. Parte general: Libro de estudios”,
Editorial BIBLIOGRAFÍA ARGENTINA, Buenos Aires-1958, Pg. 113

13
de probabilidad, sino una verificación típica de dicho nexo
causal partiendo de la interpretación típica, según sea cada
caso23. Si bien no alcanzó a explicar con qué criterios debía
determinarse dicha relevancia, en base a los postulados de
esta teoría, se establece un puente entre las teorías de la
relación de causalidad y las teorías de la imputación
objetiva, distinguiéndose así dos etapas en la causalidad en
general: la causal y la normativa.24

4. IMPUTACION OBJETIVA, SUBJETIVA Y PERSONAL

La imputación objetiva, la imputación subjetiva y la imputación


individual o personal son tres niveles necesarios para que sea posible
la completa imputación a un autor culpable. Imputar el delito en su
totalidad significa "culpar" a alguien como a su autor (si imputar es
atribuir algo a alguien, cuando lo que se imputa es algo ética o
jurídicamente disvalioso imputar es culpar de ello). Los tres niveles
indicados de imputación (objetiva, subjetiva y personal) constituyen
exigencias del principio de culpabilidad, entendido en el sentido
amplio que permite y aconseja este término para servir de
fundamento a todas las exigencias que entraña la prohibición de
castigar a un inocente (no culpable) en un Estado social y
democrático de Derecho respetuoso de la dignidad humana: el
principio de personalidad de las penas, que impide hacer
responsable al sujeto por delitos ajenos (y que se corresponde con la
23
MEZGER, Edmund, 2Derecho penal. Parte general: Libro de estudios”,
Editorial BIBLIOGRAFÍA ARGENTINA, Buenos Aires-1958, Pg. 114. “La teoría de
la relevancia no es solo una teoría de la adecuación con otro nombre; en
efecto, esta última no tiene en cuenta el punto de vista jurídicamente decisivo
de la tipicidad jurídico-penal”
24
VELASQUEZ VELAZQUEZ, Fernando, “Manual de Derecho penal. Parte
general”, Editorial TEMIS, Bogotá-2002, Pg. 266.

14
exigencia procesal de necesidad de rebatir la presunción de inocencia
mediante la prueba de que el sujeto ha realizado materialmente el
hecho), el principio de responsabilidad por el hecho, que proscribe
la "culpabilidad por el carácter" y el llamado "Derecho penal de autor",
el principio de dolo o culpa y el principio de imputación personal. La
imputación objetiva añade otro aspecto más del principio de
culpabilidad al exigir para todo delito, también para los dolosos, la
clase de relación de riesgo entre el resultado típico y la conducta del
sujeto que requiere la imprudencia en los delitos culposos, y ofrece
criterios que ayudan a delimitar mejor esta relación de riesgo.

Ello tiene que ver con la culpabilidad en el sentido de que


condiciona la posibilidad de "culpar" a una persona prudente de la
causación del resultado típico. El baremo de este momento de
culpabilidad es "intersubjetivo". Toda culpabilidad tiene algo de
subjetivo, de conexión con un sujeto, pero en este primer nivel el
sujeto es imaginado normativamente e intersubjetivamente, como un
modelo ideal de persona prudente. Requerir también en los delitos
dolosos este momento de culpabilidad intersubjetiva y considerar, por
tanto, que no basta la intención subjetiva si no va dirigida a un hecho
imputable intersubjetivamente, puede verse como una exigencia
consecuente con la proscripción del "Derecho penal de autor" y con el
principio de impunidad de los pensamientos (cogitationis poena nemo
patitur), puesto que supone no considerar suficiente para imputar un
resultado típico la voluntad lesiva del sujeto si no se manifiesta en una
conducta externa peligrosa.

Ahora bien, que los tres niveles mencionados de imputación


deban verse como aspectos de la exigencia de culpabilidad, no
significa que deban considerarse necesariamente ajenos al injusto
penal. De hecho, tanto la imputación objetiva como la subjetiva se

15
consideran hoy generalmente como elementos necesarios para la
afirmación del tipo de injusto. Sólo la imputación individual o personal
presupone ya la existencia de un injusto penal. La imputación objetiva
y la subjetiva han de verse, pues, tanto como elementos del injusto
como de la culpabilidad (no entendida como categoría posterior a la
de antijuridicidad, sino como principio general que condiciona la
atribución de cada uno de los niveles valorativos de la teoría del delito
y posibilita el paso al siguiente, hasta llegar al delito completo). Si la
imputación objetiva y la imputación subjetiva son necesarias, por una
parte, para poder vincular al autor con el resultado típico (aspecto de
culpabilidad), también son necesarias para constituir el tipo del delito
(aspecto de injusto). En cuanto a la imputación objetiva, ello es así
porque cuando no es posible falta aquella "reprochabilidad objetiva" a
que aludía Gimbernat en el fragmento más arriba citado, por ausencia
del desvalor objetivo de la conducta requerido por el tipo (cuando la
conducta no parecía ex ante capaz de producir el resultado típico), o
por falta del desvalor de resultado típico (cuando el peligro inherente a
la conducta no se realiza en el resultado).

Sin aquel desvalor de la conducta no hay razón para desear


evitarla desde el punto de vista de la protección de bienes jurídico-
penales. Si falta la indicada relación entre el resultado y la conducta,
aquél no es uno de los que se quieren evitar como consecuencia de la
conducta indeseable. En cuanto a la imputación subjetiva, si no es
posible imputar el tipo objetivo a dolo ni a un tipo imprudente, no se
completa el tipo doloso o imprudente correspondiente.

Hay que abandonar, pues, la concepción de injusto y


culpabilidad como dos aspectos del delito completamente separados
y a examinar sólo sucesivamente. Por ello es preferible no reservar el
término 'culpabilidad' para la imputación individual o personal, que en

16
realidad es sólo el tercer elemento de imputación y, por tanto, de
culpabilidad necesaria para culminar el proceso que se inicia con la
comprobación de un resultado típico imputable a una conducta típica,
imputable a su vez a dolo o culpa típicos.

Esto no significa que el concepto de imputación deba acabar


absorbiendo todos los elementos del delito. Aunque todos los
elementos del delito son necesarios para poderlo imputar, antes de
plantear la cuestión de si se puede imputar a un sujeto un hecho
negativo, hay que decidir si existe algo negativo a imputar en dicho
hecho. Previo al principio de culpabilidad, que exige la posibilidad de
imputación, es el principio de lesividad, que exige la afectación a un
bien jurídico. La razón primera por la cual se tipifica un hecho como
delictivo es que supone una lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico no justificada por la necesidad de salvar otro bien jurídico
preferente. Este contenido es la base primera del desvalor objetivo del
injusto. El tipo parte de la exigencia de un resultado (separado o no
de la conducta) que lesiona o pone en peligro un bien jurídico. Las
causas de justificación parten de la concurrencia de situaciones que
hacen desaparecer el significado negativo del hecho típico porque lo
hacen necesario para la salvaguarda de otros bienes jurídicos y
principios superiores. Ni el resultado típico ni los presupuestos de las
causas de justificación adquieren su sentido valorativo originario de la
posibilidad de imputación (intersubjetiva, subjetiva o personal). Más
bien, al contrario, la imputación adquiere su carácter negativo del
objeto último a que se refieren todos sus niveles: la lesión o puesta en
peligro de un bien jurídico no justificada.

La imputación objetiva y la imputación subjetiva no han de


limitarse al ámbito del tipo, sino que también deben extenderse al
nivel de la comprobación de ausencia de causas de justificación. Si la

17
lesión típica ha de poder imputarse objetivamente a una conducta
peligrosa y subjetivamente a dolo o culpa del autor, también la
ausencia de los presupuestos típicos objetivos de una causa de
justificación ha de poderse imputar también a dolo o culpa del autor.
La ausencia o concurrencia de una causa de justificación supone una
situación fáctica integrada por elementos distintos a los que dan lugar
a la situación típica. La afirmación de la antijuridicidad o la justificación
no es sólo un juicio de valor referido al hecho típico y carente de
presupuestos fácticos distintos a los del tipo, sino que depende
también de otros elementos situacionales integrados por la ausencia o
concurrencia de los presupuestos de una causa de justificación. Así,
la ausencia o concurrencia de legítima defensa depende de que no se
dé o se dé una situación fáctica en la que no exista o exista una
agresión ilegítima, además de otros elementos.

Para que el tipo se convierta en injusto completo es necesaria


una situación fáctica en que no concurran los presupuestos típicos de
una causa de justificación. Pues bien, cuando el sujeto cree que
concurren los presupuestos objetivos de una causa de justificación, la
situación de ausencia de estos presupuestos sólo puede ser imputada
objetivamente cuando hubiera sido advertida ex ante por una persona
prudente (sólo así se completará la parte objetiva del supuesto de
hecho antijurídico, esto es, no justificado). De lo contrario decaerá la
antijuridicidad del hecho. Por otra parte, cuando la ausencia de una
situación justificante sea objetivamente imputable (cognoscible ex
ante) sólo dará lugar a un hecho antijurídico doloso si el sujeto
advierte correctamente la situación, es decir, si ésta es imputable
subjetivamente. Si, por el contrario, el autor supone erróneamente la
concurrencia de los presupuestos típicos de alguna causa de
justificación, sólo será imputable un injusto imprudente.

18
También aquí la imputación objetiva y la subjetiva tienen el doble
carácter de elementos de injusto y de culpabilidad. Por una parte, si la
situación de ausencia de causas de justificación no puede imputarse
objetivamente, no queda completada la parte objetiva del supuesto de
hecho típicamente antijurídico, y si, pese a poderse imputar
objetivamente, no puede imputarse subjetivamente como doloso, no
podrá completarse la parte subjetiva de un injusto doloso. Está en
juego la antijuridicidad o su gravedad. Por otra parte, si la ausencia de
justificación no puede imputarse objetivamente, no podría "culparse"
de ella a una persona prudente, y si lo que falta es la imputación
subjetiva del dolo, no puede "culparse" de la situación antijurídica a
título de dolo. Éstas son exigencias del principio de culpabilidad.

A diferencia de los niveles de imputación objetiva y subjetiva del


tipo y de la situación de ausencia de justificación, la imputación
personal (o individual) no condiciona el contenido de injusto del
hecho, sino sólo la posibilidad de culpar del mismo (ya completo) a su
autor. El injusto supone una lesión o puesta en peligro típica no
justificada por la necesidad de salvaguarda de otros bienes y
principios jurídicos superiores, imputable objetiva y subjetivamente a
un destinatario estándar. Sin esto último el hecho no sería prohibible
en general. La imputación personal no añade ningún elemento que
modifique la oposición del hecho al bien jurídico y presupone que este
hecho es generalmente prohibible. Sólo le queda por comprobar si tal
injusto intersubjetivo es imputable en cuanto tal a su autor concreto
como sujeto capaz de acceder a la norma y de ser motivado por ella
en condiciones de normalidad.

4.1. CONSECUENCIAS DE LA IMPUTACIÓN EN EL


ÁMBITO DEL TIPO

19
Pero veamos ya la consecuencia a que conduce el
entendimiento de la imputación objetiva, en el ámbito del tipo,
como primer escalón de la imputación que permite la conexión
del resultado típico a una conducta que se encuentre con él en
una determinada relación que permita vincularlo a aquella
conducta como obra de su autor: no deberían considerarse
requisitos de la imputación objetiva los elementos típicos que
no guarden relación con la posibilidad de establecer la
mencionada conexión.

Desde luego ello impide extender la imputación objetiva a la


comprobación de elementos específicos de cada tipo penal.
Estos elementos delimitan el alcance de la lesión o puesta en
peligro tipificada, que como hemos visto constituye el objeto
primero a imputar y debe distinguirse de las condiciones que
permiten conectar (imputar) este objeto a un sujeto. La
imputación objetiva no ha de equivaler a comprobación de todo
el tipo objetivo, sino sólo a afirmación de las condiciones que
permiten atribuir a un sujeto la lesión o puesta en peligro
descrita en el tipo mediante la exigencia de determinados
elementos específicos.

Sin embargo, lo dicho no obliga tampoco a limitar el alcance de


la imputación objetiva a la exigencia de una mínima relación de
riesgo entre conducta y resultado en los delitos de resultado
separado. Debe admitirse que es sistemáticamente
conveniente unir a dicha exigencia la de que el riesgo no sea
permitido. Por otra parte, no hay razón para no extender la
imputación objetiva a los delitos de mera actividad.

20
a) Es cierto que la exigencia de una mínima relación de riesgo
tiene naturaleza distinta a la exigencia de que el riesgo no
sea permitido. Sin un mínimo de riesgo no cabe contar con
la posibilidad de que se produzca el resultado típico,
mientras que en los casos de riesgo permitido partimos
precisamente de la previsión de aquella posibilidad. En el
primer caso no tiene sentido entender que la conducta no
peligrosa era una de las que quería evitar la ley con la
tipificación penal de la producción del resultado, puesto que
dicha tipificación no puede esperar del ciudadano que, para
evitar producir el resultado típico, deje de realizar conductas
que no parecen en absoluto capaces de producirlo. En el
segundo caso, en cambio, sería perfectamente posible
identificar la conducta como peligrosa para el bien jurídico, y
si hay que considerarla atípica es porque el Derecho desea
permitirla por la valoración positiva del sector de actividad
peligroso a que pertenece.

En el primer caso la conducta que resulta lesiva no podía


identificarse ex ante como disvaliosa, en el segundo caso se
podía pero no se desea desvalorar.

Pero esta distinción sólo puede hacerse con nitidez entre las
conductas que no entrañan ningún riesgo y las que sí
implican alguno pero no deseamos evitar, y es un hecho que
todo contacto social encierra algún riesgo, por remoto que
sea. No sólo, pues, los sectores de actividad peligrosa
permitida, sino también el llamado riesgo general de la vida
supone una clase de riesgo no absolutamente imprevisible y
cuya licitud deriva de una valoración normativa. Por otra
parte, es difícil de determinar dónde acaba la posibilidad de

21
prever y dónde empieza la valoración positiva del riesgo. Ni
es fácil imaginar contactos sociales carentes de todo riesgo,
ni la admisión de actividades peligrosas permitidas es ajena
en muchos casos a la consideración de que su peligrosidad
tampoco es muy elevada si se respetan ciertas normas de
cuidado. Hay en (casi) todos los casos de riesgo insuficiente
una combinación de los dos aspectos señalados de escasez
de riesgo y valoración positiva del mismo. Por último, por lo
que se refiere a la posibilidad o imposibilidad de distinguir ex
ante la peligrosidad de la conducta, aunque los sectores
especiales de riesgo permitido pueden identificarse como
peligrosos en su conjunto, es imposible detectar a tiempo
qué conductas concretas dentro del conjunto serán las que
acabarán produciendo lesiones típicas. La previsibilidad
general de éstas no implica su previsibilidad en el caso
concreto (entendida como la existencia en el caso concreto
de razones para pensar que esta concreta acción pueda
producir la lesión).

Todas estas razones hacen explicable y razonable que se


excluya la imputación objetiva por falta de creación de un
determinado riesgo tanto en los casos en que no hay riesgo
relevante como en los de riesgo permitido.

Sin embargo, la diferencia señalada entre ambos grupos de


supuestos puede explicar que se conceda mayor ámbito a la
exclusión de la imputación objetiva en Derecho penal que a
la que procede en materia de responsabilidad civil en
Derecho privado o en Derecho administrativo. Mientras que
la exigencia de un mínimo riesgo ha de operar en todos
estos campos —de hecho la teoría de la imputación objetiva

22
se ideó por Larenz para el Derecho civil para excluir la
responsabilidad por daños imprevisibles— incluso en las
esferas de responsabilidad objetiva, en éstas no podrán
excluirse todos los casos de riesgo permitido. Así sucede en
los sectores de responsabilidad por riesgo.

Por otra parte, que el riesgo permitido se ubique en el seno


de la imputación objetiva no significa que ésta deba absorber
en su seno a todo el ámbito de la adecuación social.

Ésta incluye no sólo los casos en que la sociedad admite


determinadas clases de actividad peligrosas que pueden
ocasionar lesiones no deseables, sino también otros en que
la admisión de la conducta tiene lugar por la escasa
gravedad de sus efectos o por el contexto en que estos se
producen. Así sucede en algunos de los ejemplos que
propuso Welzel como casos de adecuación social, como las
limitaciones de la libertad de movimientos en el transporte de
pasajeros, y sucede en actividades deportivas que implican
contactos físicos o incluso golpes intencionales que
literalmente caben en la falta de malos tratos y hasta, a
veces, en el delito de lesiones. Lo mismo vale para los
supuestos de escasa gravedad no completamente
adecuados pero insignificantes (principio de insignificancia).

La exclusión de la tipicidad penal no procede en estos casos


de que no pueda establecerse la conexión necesaria entre
una lesión penalmente relevante y la conducta de su autor,
sino de la irrelevancia penal de la lesividad del hecho, por
ser socialmente admitida o insignificante, atendido el
contexto en que se produce.

23
b) No hay motivo para no extender la exigencia de imputación
objetiva a los delitos de mera actividad. También en éstos el
tipo exige un resultado lesivo o de puesta en peligro, aunque
dicho resultado se agote en una conducta que no requiere
ningún otro resultado separado de ella: la conducta típica es
aquí lo que tiene que resultar para que se realice el tipo. En
cuanto resultado típico, la conducta ha de constatarse aquí
ex post, como el resultado separado en los delitos de
resultado, para que concurra el desvalor de resultado. Pero,
del mismo modo que en estos otros tipos, también en los de
mera actividad es necesario el desvalor de la conducta,
constituido por la idoneidad ex ante de la conducta para
realizar el tipo. Ello no sucederá, por ejemplo, cuando en el
momento de ser llevada a cabo la conducta no fuera
previsible que realizaría el tipo. Así, cuando alguien entra en
la vivienda de otra persona sin que al hacerlo pudiera saber
que el morador se oponía a la entrada.

Por otra parte, aún será mayor la trascendencia de la


imputación objetiva en los delitos de mera actividad si se
incluyen en ésta criterios no estrictamente vinculados a la
idea de riesgo, sino al de la delimitación de esferas de
responsabilidad. Abordaremos brevemente esta cuestión en
el apartado siguiente, pero ya ahora cabe decir que, por
ejemplo, criterios como el de imputación a la víctima podrán
excluir la imputación típica en delitos de mera actividad.
Piénsese, en el caso del que encuentra inconsciente pero
con vida a un suicida que acaba de ingerir una cantidad letal
de tranquilizantes y ha dejado una nota en la que manifiesta
su irrevocable decisión y su voluntad de que nadie trate de

24
salvarle; si esta última persona accede a la voluntad del
suicida y le deja morir, cuando todavía podría haberle
salvado, puede excluirse el tipo del delito de omisión de
socorro por no ser imputable a él, sino al suicida (la persona
autopuesta en peligro). Pero, como decíamos, la inclusión de
problemas como éste en el ámbito de la imputación objetiva
depende de sí se extiende esta institución más allá de la
exigencia de una determinada relación de riesgo.

4.2. CONCEPTO FINAL DE CADA TIPO DE


IMPUTACIÓN

El entendimiento del concepto de imputación objetiva en el


sentido estricto que vincula al principio de culpabilidad los tres
niveles de imputación (objetiva, subjetiva y personal), exige una
determinada relación de riesgo entre el resultado típico y la
conducta, sin la cual no cabe "culpar" ni siquiera a una persona
prudente de la producción del resultado. A esta "reprochabilidad
objetiva" se refería Gimbernat al fundamentar la teoría, y tal
exigencia constituye el núcleo histórico de la imputación objetiva,
como continuación de la teoría de la adecuación. Éste ha de
seguir siendo el contenido de la imputación objetiva en sentido
estricto, o de primer nivel, en los delitos de acción, tanto si son de
resultado separado como si son de mera actividad. Pero, por una
parte, en los delitos de comisión por omisión la imputación del
resultado típico requiere algo distinto a la relación de riesgo: la
posición de garante. Esta exigencia ha de integrar también la
imputación objetiva en sentido estricto, o de primer nivel, en los
delitos de comisión por omisión. Es evidente que en estos delitos
la pura relación de riesgo hipotético (de haberse actuado se
habría evitado el resultado y ello era previsible) no basta para

25
imputar el resultado al omitente, como se deduce del hecho de
que no se imputa el resultado a quien no está en posición de
garante aunque también hubiera podido evitarlo. Y, por otra parte,
la evolución de la teoría ha ido incluyendo en el ámbito de la
imputación objetiva otros criterios distintos al de riesgo, como el
de la intervención de la víctima o de terceros, la competencia que
corresponde a un rol social, la delimitación de autoría,
participación punible y participación impune, etc. Estos criterios no
tienen cabida en el concepto de imputación en sentido estricto,
pero en la medida en que tratan también de determinar cuándo se
puede y cuándo no se puede imputar el hecho a un sujeto, cabe
incluirlos en un sentido amplio, o de segundo nivel, de la
imputación objetiva.

La idea que subyace a todos los criterios situables en este


segundo nivel es la de distribución de la imputación entre sujetos
mediante la delimitación de sus esferas de responsabilidad. La
cuestión ya no es aquí si el sujeto creó con su conducta un riesgo
realizado en el resultado, sino cuál o cuáles de entre los distintos
sujetos que se hallan en dicha relación de riesgo ha de ser
considerado responsable y/o en qué medida. Ello se plantea en la
teoría de las formas de intervención en el delito y en él ámbito de
intervención relevante de la víctima —que pueden seguir siendo
los lugares sistemáticos en que se estudie.

Así, no es autor del delito todo aquel que interviene en un


delito creando junto a otros el riesgo realizado en el resultado.
Aunque también crean este riesgo el inductor y el cooperador,
sólo el autor tiene con el hecho la relación que permite
imputárselo como suyo. Sólo el autor del homicidio "mata" en el
sentido del tipo. Para la imputación de un tipo de autoría (los

26
previstos en la Parte Especial y los de tentativa) no basta la
relación de riesgo, sino que hace falta además la relación de
pertenencia a título de autor.

CAPITULO II
LA MODERNA IMPUTACIÓN OBJETIVA

1. CONCEPTOS RELEVANTES: Significados y alcances en Derecho


Penal

Según Eugenio Raúl Zaffaroni:


“Es el intento de reemplazar el dogma causal por el aumento del
riesgo”25. Solo se puede responsabilizar al autor si su
comportamiento provoca un aumento del riesgo más allá del riesgo
permitido.
Este criterio no solo prescinde del concepto ontológico de la
conducta valiéndose de uno normativo, sino que prescinde de la
causalidad misma.

25
ZAFFARONI, Eugenio Raúl, “Teoría del delito”, Ed. Ediar, 1973.

27
El derecho penal ya no se apoya sobre la categoría del ser, parece
que el legislador ha logrado su máxima omnipotencia.

Según Gladys Romero,

“la relación de causalidad no es sino el límite mínimo pero no


suficiente para atribuir un resultado. Comprobada la causalidad
natural se requiere además verificar: 1) Si la acción ha creado un
peligro (riesgo) jurídicamente desaprobado para la producción del
resultado y 2) si el resultado producido es la realización del mismo
peligro (riesgo) jurídicamente desaprobado por la acción. Ambos
puntos de partida son deducidos del fin de protección de la norma
penal” 26

Según Creus:

“Este mecanismo de corregir la causalidad natural para reducirla a


una causalidad jurídico-penalmente relevante recibe hoy la
denominación “teoría de imputación objetiva”, intentando purificar la
cuestión de la causalidad en la teoría del delito, de peso demasiado
grande procedente de criterios naturalísticos para centrar la
atención sobre su verdadero sentido jurídico-penal de atribución de
un resultado, común factor de responsabilización”. Esta teoría
(Honig y Roxin) nada tiene de novedoso, trata de exponer, quizá,
con mayor precisión “la teoría de la adecuación típica”.27

Enrique Bacigalupo afirma con relación a la Teoría de la imputación


objetiva:

“Esta teoría que tiende a imponerse ampliamente en la actualidad


es consecuencia de la teoría de relevancia. Su punto de partida es
26
ROMERO, Gladys “Casos de derecho penal”.

27
CREUS, Carlos, “Derecho penal, parte general”, Ed. Astrea, 1988

28
el reemplazo de la relación de causalidad por una relación
elaborada sobre la base de consideraciones jurídicas y no
naturales”.28

2. IMPUTACIÓN OBJETIVA TOMANDO EN CUENTA LA PERPECTIVA


DE CLAUS ROXÍN

Para Roxín la imputación del tipo objetivo presupone la realización de


un peligro comprendido dentro del alcance del tipo penal creado por el
autor y no cubierto por el riesgo permitido. En efecto, a Roxin se le
debe la gran aportación de depurar de todo vestigio ontológico la teoría
y elaborar el denominado principio de riesgo: sólo es imputable un
resultado causado por acción humana, cuando dicha acción ha
creado un peligro jurídicamente desaprobado, realizando el
resultado típico.

Para el jurista alemán, una dogmática del tipo objetivo circunscrita a la


causalidad, ha sido la responsable de que resultados causales, como
la muerte sobrevenida en el bosque a consecuencia de la caída de un
rayo, solo se excluyan de la tipicidad a través del tipo subjetivo, ya
que, como decía Welzel, quien persuadió a la víctima para que se
adelantara al bosque con la esperanza que le alcanzara una tormenta,
con argumentos de imputación objetiva (Objektive zurechnung), no se
trata de un problema de dolo o tipo subjetivo, sino de tipo objetivo, ya
que el tipo objetivo del homicidio no lo proporciona sólo la causalidad
(en sentido naturalístico) sino aquello que, de forma jurídicamente
relevante, constituye un homicidio, De ahí que la imputación al tipo
objetivo se pueda basar en dos principios: (1) un resultado causado por
quien actúa solo es imputable al tipo objetivo si el comportamiento del
28
BACIGALUPO, Enrique, “Principios de Derecho penal. Parte general”, 5ª
edición, Editorial AKAL, Madrid- 1998, Pg. 196

29
autor no crea un peligro para el objeto de la acción cubierto por el
riesgo permitido; (2) aunque el resultado que representa la realización
de un peligro creado por el autor sería, por regla general, imputable, de
manera que se realice el tipo objetivo, sin embargo, excepcionalmente,
puede excluirse la imputación si el ámbito del tipo no abarca la
evitación de tales peligros.29
Así pues la imputación objetiva requiere, ante todo, a) que se haya
creado un riesgo no permitido, lo que no ocurre en los casos, ya
conocidos, de disminución del riesgo y de creación de riesgos
permitidos, como el del rayo y los de actividades riesgosas (tráfico
aéreo, naval, marítimo y automovilístico) generalmente permitidas. El
criterio para determinar el carácter permitido o no permitido del riesgo
es el del observador objetivo ex ante, con los conocimientos
(especiales) del autor. Creado, así el riesgo no permitido, queda
descartada toda consideración ulterior acerca de posibles cursos
causales hipotéticos. En estos casos, en los que se decide la
causación del resultado, como en aquellos en que su producción se
intensifica, se ha creado un riesgo no permitido imputable; b) el riesgo
no permitido creado, además, ha de haber causado el resultado, lo que
no ocurre cuando no ha sido otro relacionado con aquel. A este grupo
de casos, de no concreción del riesgo típico pertenecen, entre otros,
los supuestos de riesgo atípico. El supuesto más importante y
representativo de falta de concreción del riesgo engloba los casos de
29
WOLTER, Jurgen. “LA IMPUTACIÓN OBJETIVA Y EL SISTEMA MODERNO DEL
DERECHO PENAL”. En: Omisión e imputación objetiva en Derecho penal,
Gimbernat/ Schunemann/ Wolter (editores), Universidad Complutense de
Madrid, Ministerio de Justicia e Interior, Madrid – España, 1994, pág. 68. DE LA
CUESTA AGUADO, Paz Mercedes. “LA TEORÏA DE LA IMPUTACIÖN OBJETIVA EN
LA TEORÏA DEL INJUSTO EN ESPAÑA”. En: La imputación objetiva en el derecho
penal, Editorial idemsa, Lima – Perú, 1997, Pág. 76. CUELLO CONTRERAS,
Joaquín. Ob. Cit., Pág. 477. ZAFFARONMI, Eugenio Raúl / ALAGIA, Alejandro /
SLOKAR, Alejandro. Ob. Cit., Tomo I, Pág. 447. BOLEA BARDON, Carolina.
“INTERRUPCIÖN DE LA IMPUTACIÖN OBJETIVA POR INTERVENCIÖN POSTERIOR
DE TERCEROS”. En: Anuario de Derecho Penal y ciencia Penales. Ministerio de
Justicia, Madrid – España, 1994. Pág. 375 y sgtes.

30
riesgos no abarcados por el ámbito de protección de la norma.
Asimismo, acontecimientos que el tipo no está predeterminado a evitar,
no se imputan (responsabilidad de la víctima).

La amplísima gama de supuestos estudiados por Roxin con criterios de


imputación objetiva, por tanto, pueden refundirse en dos grandes
grupos: a) el riesgo ha de haber causado el resultado (causalidad de
riesgo), lo que no ocurre cuando el comportamiento alternativo correcto
tampoco lo habría evitado; b) debe tratarse de un riesgo contemplado
en el ámbito de protección de la norma lesionada.
Mención aparte merece la consideración que el fundador de la
moderna doctrina de la imputación objetiva hace del caso, muy
cuestionado por la doctrina mayoritaria, en que el autor ha aumentado
el riesgo de la producción del resultado y no es seguro que el
comportamiento alternativo correcto lo hubiese evitado (doctrina del
aumento del riesgo, que se contrapondría a la dominante, de exigencia
de riesgo efectivo en el resultado). Frente a quienes oponen que ello
convertiría a los delitos de lesión en delitos de peligro, responde Roxín
que la única diferencia entre ellos reside en la producción de un
resultado lesivo en los delitos de lesión (lo que se constata en los
casos amparados en su teoría del aumento del riesgo) y la producción
de un resultado – peligro, comoquiera que éste se determine en el tipo
correspondiente, en los delitos de peligro.

De lo señalado, las pautas en el modelo de imputación del resultado,


para Roxin son:

2.1. EL PRIMER NIVEL DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL


RESULTADO(CREACIÓN DE UN RIESGO NO PERMITIDO), se
rige por los siguientes principios:

31
 Se excluye si son conductas que disminuyen el riesgo.- Si el
agente actúa para disminuir el daño próximo corrido por el bien
jurídico y produce un resultado, éste no puede ser imputado a
su conducta porque la norma no debe prohibir acciones que
buscan proteger aquél. Debe reunirse tres requisitos:(a) debe
tratarse del mismo bien jurídico, cuya titularidad pertenezca a
un solo sujeto;(b) que exista una misma relación de riesgo;(c)
que el sujeto no éste obligado a reducir integralmente el
peligro.30

 Se excluye si son conductas que no crean para el bien


jurídico un riesgo jurídicamente desaprobado.- Si el autor
realiza un comportamiento conforme al derecho, jurídicamente
permitido, no le es imputable objetivamente el resultado
producto de esa acción. Esto se puede configurar en tres
casos: (a) todas aquellas conductas que valoradas ex ante, no
representan ningún peligro relevante para el bien jurídico; (b)
las conductas que, si bien llegan a significar un peligro
relevante para un bien jurídico, son consideradas socialmente
adecuadas; y, (c) conductas que no incrementan en forma
mesurable un peligro ya existente.31

 Se configura ante conductas que incrementan o aumentan el


riesgo jurídicamente tolerado.- De la misma manera, si el
30
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 365. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN OBJETIVA EN EL DERECHO PENAL”, Traducción de Abanto,
Editorial Idemsa, Lima-Perú, 1997, Pág. 96. VELASQUEZ VELÁSQUEZ
Fernando. Ob. Cit. Pág. 390. VILLA STEIN, Javier. Ob. Cit. Pág. 227. LOPEZ DIAZ
Claudia. Ob. Cit. Pág. 246.
31
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 366. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 97 VELASQUEZ VELÁSQUEZ Fernando. Ob. Cit,
Pág. 390. LOPEZ DIAZ, Claudia. Ob. Cit, Pág.67. HURTADO POZO, José Ob. Cit,
Pág. 438.

32
agente con su actuar desborda los límites permitidos por el
derecho y produce un resultado que afecta el bien jurídico,
debe afirmarse la imputación objetiva, pues no le estaba
permitido realizar el incremento del riesgo.32

 Se excluye en los casos de riesgo permitido.- Es decir,


conductas que ponen en peligro los bienes jurídicos pero
dentro de límites que establece el ordenamiento jurídico, o
dentro de los parámetros que ha venido configurando
históricamente la sociedad.33

2.2. EL SEGUNDO NIVEL, LA REALIZACIÓN DEL RIESGO


NO PERMITIDO, se rige por las siguientes reglas:

 Se excluye si falta la realización del peligro.- Está excluida la


imputación, si , aunque el autor haya creado un peligro para el
bien jurídico protegido, el resultado se produce, no como efecto
de plasmación de ese peligro, sino sólo en conexión causal con
el mismo.34

 Se excluye si falta la realización del riesgo no permitido.- Así


como en la creación usual de peligro la consumación requiere
además la realización del peligro, en caso de riesgo no permitido
la imputabilidad del resultado depende adicionalmente de que en

32
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 367 VELASQUEZ
VELÁSQUEZ Fernando. Ob. Cit, Pág.391. VILLA STEIN, Javier. Ob. Cit. Pág.
228.MUÑOZ CONDE, Francisco/GARCIA ARAN, Mercedes. Ob. Cit, Pág246.
33
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 371. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 105. LOPEZ DIAZ Claudia. Ob. Cit, Pág. 72.
HURTADO POZO, José Ob. Cit, Pág. 436.
34
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 373. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 109. LOPEZ DIAZ Claudia. Ob. Cit, Pág. 73.

33
el mismo se haya realizado precisamente ese riesgo no
permitido.
Un ejemplo lo constituye el siguiente caso juzgado por el
Tribunal Supremo Alemán: durante una maniobra prohibida de
adelantamiento vehicular se produce un accidente, porque una
llanta del auto que la realiza explota repentinamente por fallas en
el material. En este caso el conductor ha quebrantado el riesgo
permitido. Sin embargo, el resultado no le es imputable al
infractor, porque el peligro creado por él no ha influido a su
producción; éste es concreción de un riesgo distinto, que no ha
sido producido por el auto.
También considera Roxín que debe excluirse la imputación en
casos en que la transgresión del riesgo permitido no es
completamente irrelevante para el resultado concreto; sin
embargo, el desarrollo del suceso es tan atípico, que ese
resultado no puede ser considerado como la realización del
riesgo no permitido. Ejemplo: Muerte por infarto cardiaco debido
al sobrepaso de forma peligrosa de otra persona.

 Se excluye en el caso de conductas alternativas conforme a


Derecho.- Se excluye la imputación, si la conducta alternativa
conforme a derecho hubiera conducido con seguridad al mismo
resultado; pues entonces no se ha realizado la superación del
riesgo permitido en el curso real del acontecimiento. Lo
determinante en estos casos no es preguntarse si el resultado se
hubiera producido con una gran probabilidad, aún observando
una conducta reglamentaria; lo que hay que indagar, es si la

34
conducta contraria a la norma de cuidado elevó el riesgo de
producción de un resultado.35

Ejemplos: El dueño de una fábrica de pinceles adquirió pelos


de cabra chinos para la elaboración de dicho producto. A
pesar de estar obligado a su desinfección, se los dio a las
empleadas sin cumplir previamente con dicho deber. Varias
trabajadoras contrajeron el bacilo del carbunco, que estaba en
los pelos de cabra, muriendo poco después. Posteriormente
se puso de manifiesto que ninguno de los desinfectantes
preceptivos era lo suficientemente eficaz para exterminar
totalmente el bacilo, de tal manera que su utilización no
excluía con seguridad el peligro de contagio.
O el famoso “caso de la cocaína”: en vez de novocaína como
establecía la lex artis, un médico utilizó cocaína para
anestesiar localmente a un niño, lo cual constituye una
imprudencia desde el punto de vista médico. El paciente no
soporta la anestesia y muere. La autopsia pone de manifiesto
que en la víctima se daba un fenómeno nada normal,
consiente en la involución de la glándula timolinfática, lo que
convertía al paciente en hipersensible a cualquier tipo de
narcosis, de tal manera que la aplicación de la novocaína
posiblemente también hubiese conllevado a la muerte.

O, El médico M receta a un grupo de sus pacientes como


único tratamiento un medicamento destinado a combatir
varias enfermedades graves que padecen las distintas
personas tratadas. Al cabo de algún tiempo, varios de los

35
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 379. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 119. LOPEZ DIAZ Claudia. Ob. Cit, Pág. 77.

35
pacientes descubren que el "medicamento" recetado por M
jurídicamente no tiene tal consideración, pues ni se han
realizado los estudios clínicos preceptivos, ni se ha solicitado
la correspondiente licencia a las autoridades sanitarias. Ocho
pacientes mueren durante el "tratamiento" a consecuencia de
sus respectivas dolencias. Consultado un perito médico
respecto de estos fallecimientos, afirma que es
científicamente imposible saber si los pacientes muertos
hubieran sobrevivido de haberseles dado un tratamiento
conforme a la lex artis.

2.3. EL TERCER NIVEL, DENTRO DEL ALCANCE DEL TIPO


REAL, EL FIN DE PROTECCIÓN DEL TIPO PENAL, se rige por
los siguientes principios:

 Se excluye en la cooperación en una autopuesta en peligro


dolosa.- Dado que, según el Derecho alemán, es en principio
impune la participación en el suicido, tampoco puede ser
punible la cooperación en una autopuesta en peligro dolosa.

 Se excluye la puesta en peligro de un tercero aceptada por


éste.- Dado que, el sujeto puesto en peligro tiene la
responsabilidad ante el sujeto quien lo pone en peligro. 36
Ejemplo: En el Norte de Alemania dos personas querían ser
transportados durante una tormenta al otro lado del río Memel.
El conductor de la barca trató de disuadirlos y les señaló los
peligros que implicaba la travesía en tales condiciones. Los

36
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 387. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 132. LOPEZ DIAZ Claudia. Ob. Cit, Pág. 80.

36
pasajeros insisten y el transportador afronta el riesgo, la nave
su hunde y los pasajeros se ahogan.
También incluye Roxín en esta constelación el caso actual de
quien tiene relaciones sexuales con otro con riesgo de contagio
de SIDA.

 Se excluye cuando el resultado se atribuye a la esfera de


responsabilidad ajena.- El fin de protección del tipo tampoco
abarca ya aquellos resultados cuya evitación cae dentro de la
esfera de responsabilidad de otro.

 Se excluye en los daños a consecuencia de un shock. 37- Son


perjuicios o menoscabos físicos que un tercero padece cuando
tiene noticia de la muerte o lesión grave de una persona
cercana a sus sentimientos. La pregunta es: ¿se puede imputar
los daños al primer causante? La respuesta ha de ser negativa,
pues el fin de protección penal de homicidio o de la prohibición
de las lesiones, no está en preservar a otro de defectos
corporales que se produce como consecuencia de un primer
accidente.

 Se excluye en los daños posteriores sobrevinientes.


Resultados producidos a largo plazo.
Son varios los supuestos de los resultados producidos a
largo plazo38: Primero, casos de “daños permanentes” en
los que tras una primera lesión se produce un daño
permanente que origina una consecuencia lesiva ulterior.
37
ROXIN, Claus. “DERECHO PENAL…”, Ob. Cit, Pág. 398. El mismo, “LA
IMPUTACIÓN...”, Ob. Cit, Pág. 151. LOPEZ DIAZ Claudia. Ob. Cit, Pág.82.
38
GÓMEZ RIVERO, María, “La imputación de los resultados producidos a largo
plazo, especial referencia a la problemática del SIDA”, Valencia- 1998, Págs.
17-18.

37
Ejemplo: quien causa una lesión grave a un cambista, que le
inhabilita caminar y años después, esta persona, al ser
asaltada en la vía pública, y ante su imposibilidad de huir, es
ejecutada por los asaltantes. Segundo, los llamados “daños
sobrevenidos” en los que el resultado está co-determinado
por la persistencia de una lesión inicial no curada y un factor
causal externo. Ejemplo: El paciente que ingresa al hospital
con una intoxicación vitamínica originada por un error de un
farmacéutico y fallece de una gripe contraída en aquel
nosocomio. Tercero, casos de “resultados tardíos” en los
que la víctima sufre daños que acorta su expectativa de vida.
Ejemplo: sujetos víctimas de transmisión del virus del SIDA,
supuestos en los que se discute si es posible imputar al que
provocó el contagio, no sólo la enfermedad sino el posterior
resultado muerte hacia el que la víctima evoluciona.

Se puede considerar que en los dos primeros casos se


excluye la imputación del resultado, pues lo contrario implica
ampliar excesivamente el ámbito de la punibilidad hasta
incluso alcanzar resultados sólo fundamentales con una
explicación inequívocamente versarista que responsabilice al
primer al primer agente de cualquier consecuencia vinculada
causalmente a su conducta. En el caso de los resultados
tardíos, que presentan una complejidad mayor, se afirma la
imputación del primer acto (por tentativa o imprudencia),
pero es muy discutido si se podrá imputar el efecto tardío,
pues ello dependerá de si se trata de un riesgo a la vida que
afecta a la víctima o si ésta ha omitido adoptar medidas de
protección (en cuyo caso asumirá el riesgo de daños
posteriores), de si se trata de supuestos en los que la

38
aparición de la consecuencia tardía no supone la posibilidad
de adoptar dichas medidas o no sean exigibles a la víctima,
hipótesis en el que sí se podrá imputar el resultado al
causante del daño original39. Sin embargo, el transcurso del
tiempo puede hacer impráctica esta solución (cosa juzgada,
prescripción, etc.).

3. IMPUTACIÓN OBJETIVA TOMANDO EN CUENTA LA PERPECTIVA


DE GÜNTER JAKOBS
Son tres los presupuestos sobre los cuales construye Jakobs su
sistema de imputación.40
• Los seres humanos en sociedad se contactan e interactúan
funcionalmente, conforme roles estandarizados.
• Cualquier criterio de imputación debe diferenciar entre: autor, víctima
y terceros, determinando según sus roles quién lo quebrantó
administrándolo deficientemente y en consecuencia, quien debe
asumir el costo de ese quebranto.
• Quienes se mantienen dentro de los límites de su rol, no responde
de un curso lesivo, aún en el caso en que pudiese evitarlo
perfectamente, frente a ello, la teoría de la imputación objetiva es
para Jakobs un primer gran mecanismo de determinación de
ámbitos de responsabilidad dentro de la teoría del delito, que permite
constatar cuando una conducta tiene carácter (objetivamente)
delictivo. Mediante la teoría de la imputación objetiva, por tanto, en
39
JAKOBS, Günter, “Derecho penal. Parte general, Fundamentos y Teoría de la
imputación”, Madrid-1995, Pg. 277.
40
JAKOBS, Gunther. “LA IMPUTACION OBJETIVA…”, Ob. Cit., Pág. 23.

39
opinión de Jakobs, se determina si concurre una expresión en
sentido típica: el portador del rol se comporta en contradicción con la
vigencia de la norma.
Concretamente, la teoría de la imputación objetiva, Jakobs la divide en
dos niveles:
• La calificación del comportamiento como típico
(imputación objetiva del comportamiento); y,
• La constatación –en el ámbito de los delitos de resultado- de
que el resultado producido queda explicado precisamente
por el comportamiento objetivamente imputable (imputación
objetiva del resultado).
3.1. IMPUTACIÓN OBJETIVA DE LA CONDUCTA.

Comprobada la causalidad natural, es posible excluir la


imputación objetiva verificando si se ha creado o no un riesgo
jurídicamente desaprobado, aplicando cualquiera de los
siguientes principios.

3.1.1. Riesgo permitido.

El peligro creado por el sujeto activo debe ser un riesgo


típicamente relevante y no debe estar comprendido dentro
del ámbito del riesgo permitido (socialmente adecuado),
pues de lo contrario se excluirá la imputación. Existen en la
sociedad riesgos que son adecuados a la convivencia y son
permitidos socialmente. Por ello, no todo riesgo es idóneo de
la imputación de la conducta. “No toda creación de un riesgo
del resultado puede ser objeto de una prohibición del
derecho penal, pues ello significaría una limitación
intolerable de la libertad de acción”.41 Hay riesgos tolerables

41
BACIGALUPO, Enrique, “Principios de Derecho penal. Parte general”, 5ª
edición, Editorial AKAL, Madrid- 1998, Pg. 188.

40
como permisibles debido a la utilidad social que ellos
implican, pero de darse el caso que el individuo rebase más
allá el riesgo, el resultado ocasionado debe ser imputado al
tipo objetivo.

“En determinados ámbitos, la necesidad de un riesgo


permitido en modo alguno es contradictoria con la protección
de bienes jurídicos: para poder hacer uso de los bienes, es
necesario poner en peligro estos u otros bienes.
Simplemente, quien sale a la calle se pone en peligro, y
quien llama a un médico para que le atienda en su casa no
puede ser, al menos de modo coherente, contrario a todo
tipo de tráfico rodado”42

Ejemplo: La construcción de una vía expresa en la ciudad


implica peligro pero no por ello debe prohibírsele.

Sobre el contenido jurídico - penal y la ubicación sistemática


del riesgo permitido, “un sector lo equipara total o
ampliamente con la adecuación social, cargándolo con todas
las polémicas que ya casi le han vuelto a privar a ese
instituto jurídico del reconocimiento que en otros tiempos
tuvo (…). Otro sector lo separa precisamente de la
adecuación social y lo utiliza para casos de consentimiento
en una actuación imprudente o como principio estructural
común a diversas causas de justificación. En ocasiones
también se le niega toda relevancia al riesgo permitido en
todos los delitos dolosos; y entonces sólo se reconoce como

42
JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho penal”, Editorial
GRIJLEY, Lima- 2001, Pg. 27.

41
causa de justificación de delitos imprudentes43. En
conclusión se entiende al riesgo permitido como una causal
de exclusión de la imputación objetiva del tipo penal, como
“una conducta que crea un riesgo jurídicamente relevante,
pero que de modo general (independientemente del caso
concreto) está permitida”.44

En la mayoría de los casos el riesgo permitido se encuentra


regulado normativamente (ejemplo: tráfico automotor,
funcionamiento de industrias, prácticas deportivas, etc.),
pero en otros, donde se carece de dicha regulación
(ejemplo: lex artis de la actividad médica, construcción,
cuidado de niños, etc.), la determinación del riego permitido
dependerá del juicio de ponderación de bienes jurídicos que
se haga45. Por otro lado, también debe incluirse aquellos
casos en los que el elemento preponderante es la
“normalidad social” de la conducta que genera el riesgo.46
Ejemplo: el sobrino que con el propósito que el tío muera lo
envía a pasear bajo una tormenta.

Además, es posible que se presenten supuesto de aumento


del riesgo permitido que sí admiten la imputación. Por
ejemplo, el legislador permite que en la actividad de
establecimientos peligrosos, en casos de utilidad social,
tráfico moderno, se corra un riesgo hasta cierto límite y solo

43
ROXIN, Claus, “Derecho penal. Parte general”, Tomo I, Editorial CIVITAS,
Madrid- 1999, Pg. 371; JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho
penal”, Editorial GRIJLEY, Lima- 2001, Pg. 245.
44
ROXIN, Claus, “Derecho penal. Parte general”, Tomo I, Editorial CIVITAS,
Madrid- 1999, Pg. 371.
45
BACIGALUPO, Enrique, “Principios de Derecho penal. Parte general”, 5ª
edición, Editorial AKAL, Madrid- 1998, Pg. 190.
46
CANCIO MELÍA en DÍAZ ARANDA/CANCIO MELÍA, “La imputación normativa
del resultado a la conducta”, Buenos Aires -2004, Pg. 23.

42
podrá haber imputación si la conducta del agente significa un
aumento del riesgo permitido.47

3.1.2. Principio de confianza.

No cabe imputación a la conducta cuando el sujeto obra


confiado en que los demás actuarán dentro de los límites del
riesgo permitido. Quien realiza un comportamiento riesgoso,
en general lícito, actúa confiado en que, quienes participan
con él, van actuar conforme a las reglas preexistentes.
Ejemplo: El médico cirujano espera que el material
quirúrgico que emplea en una intervención, haya sido
esterilizado por el personal sanitario. Es requerible este
principio sólo si el sujeto “que confía a de responder por el
curso causal en sí, aunque otro lo conduzca a dañar
mediante un comportamiento defectuoso”48. Debe agregarse
que este principio de confianza no estaría sólo limitado al
deber de cuidado propio de los delitos imprudentes, pues es
también posible en los delitos dolosos. Sin embargo, no
todos coinciden en que este principio forme parte de la teoría
de la imputación objetiva y que, en realidad, sirve
exclusivamente para la determinación y limitación de los
deberes de cuidado no establecidos positivamente.

Resulta necesaria una división del trabajo para que “cada


participante no tenga que controlar todas las posibilidades
de influencia, sino sólo determinadas, y éstas sólo con

47
ROXIN, Claus, “Reflexiones sobre la problemática de la imputación en el
Derecho Penal”, Editorial REUS, Madrid-1976, Pg. 133.
48
JAKOBS, Günter, “Derecho penal. Parte general, Fundamentos y Teoría de la
imputación”, Madrid-1995, Pg. 254.

43
atención no dividida”49. Siendo así decaería la posibilidad de
confianza permitida, por ejemplo, cuando al competente en
sí le falte el conocimiento de las reglas o la posibilidad
seguirlas, o cuando es función de un participante compensar
el comportamiento defectuoso de otros. Tiene importancia
práctica ante los constantes contactos anónimos, donde las
consecuencias de nuestras acciones dependen de personas
que desconocemos y en actividades o trabajos peligrosos
que se basan en un reparto de funciones en beneficio social.
“El principio de confianza no sólo posibilita contactos
anónimos sino que también permite organizar una tarea
común sin que esta se vea impedida por el temor a que se
responda por hechos defectuosos ajenos”.50

3.1.3. Prohibición de regreso.

Esta teoría ha evolucionado desde la antigua formulación de


la prohibición de regreso entendida como una “condición
previa” para limitar a la causalidad, hasta su actual
formulación en el marco de la imputación objetiva.51 En su
formulación anterior se trataba de casos en los que con
posterioridad a una conducta imprudente se producía un
comportamiento doloso. En la actualidad, la prohibición la
prohibición de regreso se constituye como un criterio
delimitador de la imputación de la conducta que de modo

49
JAKOBS, Günter, “Derecho penal. Parte general, Fundamentos y Teoría de la
imputación”, Madrid-1995, Pg. 255.
50
FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo, “Imputación objetiva en Derecho penal”,
Monografías Penales 2, Instituto Peruano de Ciencias Penales – GRIJLEY, Lima
-2002, Págs. 300-3001.
51
REYES ALVARADO, Yesid, “Imputación objetiva”, Editorial TEMIS, Bogotá -
1994, Págs. 320-330.

44
estereotipado es inocua, cotidiana, neutral o banal y no
constituye participación en el delito cometido por un
tercero52. Ejemplo: el comerciante que le vende a otro un
cuchillo de cocina no quebranta su rol aunque el comparador
le exprese que lo usará para cometer un homicidio.53 Por
otro lado, los conocimientos especiales (entrenamiento,
formación especial) que pueda tener el sujeto no han de
tomarse en cuenta54. Ejemplo: Un estudiante con
conocimientos avanzados en biología que en sus ratos libres
trabaja como mozo en un restaurante y al momento de servir
un menú, se percata de una sustancia venenosa y a pesar
de ello lo sirve.

La teoría de la prohibición de regreso se relaciona con la


participación en las que se desarrollan diferentes supuestos,
En todo caso, sólo de un modo subsidiario puede surgir una
responsabilidad penal para quien actúa neutralmente en los
supuestos que el aporte neutral favorezca una situación de
peligro a un tercero o a la colectividad, que puede
entenderse como una infracción de un deber de solidaridad
mínima que se expresaría como un delito de omisión de
auxilio u omisión de denuncia (art. 407, Código penal).

3.1.4. Ámbito de responsabilidad de la víctima (imputación a la


víctima)

52
JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho penal”, Editorial
GRIJLEY, Lima- 2001, Pg. 30. ; GARCÍA CAVERO, Percy, “Derecho Penal
económico. Parte general”, Editorial ARA, Lima-2003, Pg. 425.
53
ZAFFARONI/ALACIA/SLOKAR, “Manual de derecho penal, Pare general”,
Editorial EDIAR, Buenos Aires - 2005, Pg. 397.
54
JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho penal”, Editorial
GRIJLEY, Lima- 2001, Pg. 64.

45
Existirá imputación al ámbito de competencia de la víctima,
si es la misma víctima quien con su comportamiento
contribuye de manera decisiva a la realización del riego no
permitido55. Ejemplo: quien entrega una sustancia peligrosa
y el que lo recibe lo consume y se ve afectado en su salud.
La jurisprudencia nacional, excluye de la imputación objetiva
los supuestos en los que la creación del riesgo no recae en
manos del sujeto activo sino de los mismos sujetos pasivos:

“Quien organiza un festival de rock con la autorización de la


autoridad competente, asumiendo al mismo tiempo las
precauciones y seguridad a fin de evitar riesgos que
posiblemente puedan derivar de la realización de dicho
evento, porque de ese modo el autor se está comportando
con diligencia y de acuerdo al deber de evitar la creación de
riesgos; que, de otra parte, la experiencia enseña que un
puente colgante es una vía de acceso al tránsito y no una
plataforma bailable como imprudentemente le dieron uso los
agraviados creando así sus propios riesgos de lesión; que,
en consecuencia, la conducta del agente de organizar un
festival de rock no creó ningún riesgo jurídicamente
relevante que se haya realizado en el resultado, existiendo
por el contrario una autopuesta en peligro de la víctima, la
que debe asumir las consecuencias de la asunción de su
propio riesgo”.56

55
JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho penal”, Editorial
GRIJLEY, Lima- 2001, Pg. 32; CANCIO MELIÁ, Manuel, “Conducta de la víctima
e imputación objetiva”, Barcelona-2001, Pg. 284.
56
Ejecutoria Suprema del 13 de abril de 1998, Exp. 4288-97, Ancash, en
PRADO SALDARRIAGA, “Derecho Penal, jueces y jurisprudencia”, 1999, Pg. 99

46
3.2. IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL RESULTADO.

Los criterios normativos señalados por la teoría de la imputación


objetiva no sólo están referidos a la determinación de la tipicidad de
la conducta, sino que también ofrece reglas para precisar que,
luego que se haya afirmado que la conducta es típica, en qué
supuestos el resultado producido puede ser imputado a la conducta
(imputación objetiva del resultado o imputación objetiva en sentido
estricto). De lo que se trata es de explicar el resultado que se ha
producido y sólo podrá relacionarse el resultado con la conducta
cuando ésta sea un factor causal determinante, de manera que
adquiere importancia el análisis cuando, a lado de la conducta
típica, ocurre otra explicación alterna como podría ser un accidente
o la conducta de un tercero57.

La teoría de la imputación objetiva no sólo establece criterios normativos


para la determinación de la tipicidad de la conducta, sino que también -y
este es el ámbito al que incluso suele ser conectada de modo prioritario
esta teoría, como antes se ha recordado- ofrece las máximas para
constatar, una vez que se ha afirmado que la conducta es típica, cuándo
el resultado producido debe ser reconducido, imputado, a la conducta: es
ésta la imputación objetiva del resultado o imputación objetiva en sentido
estricto. Con independencia de las controversias que han acompañado a
la determinación de las relaciones sistemáticas existentes entre los dos
sectores de la imputación objetiva, lo cierto es que existe un consenso
generalizado acerca de que también en el segundo sector hay una serie
de criterios normativos que permiten realizar esa atribución del resultado
a la conducta.

Como ha señalado con particular claridad Jakobs, de lo que se trata en


este segundo escalón de análisis es de explicar el resultado lesivo

57
DÍAZ ARANDA/CANCIO MELÍA, “La imputación normativa del resultado a la
conducta”, Buenos Aires -2004, Págs. 32-33.

47
producido. Sólo podrá considerarse el resultado consecuencia de la
conducta típica cuando ésta aparezca como el factor causal determinante
del resultado. En este sentido, como es natural, esta cuestión adquiere
relevancia cuando concurre junto al comportamiento típico otra
explicación alternativa, como puede ser un accidente o la conducta de
otro sujeto.

El análisis de estas constelaciones de casos en ocasiones conduce a una


discusión acerca de si ciertas cuestiones deben ubicarse realmente en el
plano de la imputación objetiva del resultado, o pertenecen más bien al
primer nivel de la imputación objetiva. En un número considerable de
casos se constatará que son acertadas las palabras de Luzón Peña
-expresando una preocupación creciente en determinados sectores de la
doctrina que se han ocupado del ámbito que aquí interesa- en el sentido
de que "...se está sobrecargando indebidamente el ámbito de la im-
putación objetiva del resultado con problemas que pueden y deben
resolverse en otro lugar distinto dentro de la estructura del tipo...".
Concretamente, se observará que algunas de las constelaciones de
casos que vienen tratándose por la doctrina como problemas
pertenecientes a la imputación del resultado –probablemente, por razón
de la existencia de una secuencia temporal entre conducta del autor y
otro factor concurrente- deben considerarse cuestiones que afectan ya al
carácter típico de la conducta, es decir, a algunas de las instituciones
delineadas en el apartado anterior.

El comportamiento no permitido sólo representará la explicación del


acontecimiento lesivo cuando el curso causal de él derivado
hubiera sido producido de forma que su evitación será planificable.
Caso contrario la explicación de la lesión estará en la realización de
un riesgo general de la vida”

48
JAKOBS: “El principio fundamental de la teoría de la
imputación objetiva es el que sigue: el mundo está ordenado de
modo normativo, con base en relaciones de competencia, y el
significado de cada comportamiento depende de su contexto
social”.58

3.3. LOS ROLES O COMPETENCIAS DE LAS PERSONAS


Un modelo de imputación de responsabilidad sobre la base de
roles, no se pregunta por la posición naturalista de la persona, sino
por el tipo expectativa o deber jurídico que forma parte,
implícitamente, del contenido de un tipo penal concreto, que puede
ser defraudada vía acción, o por omisión. En este marco, el juicio
de imputación objetiva cumple un rol fundamental, dado que, el
sistema penal parte de la idea de que el delito es un proceso de
imputación de un hecho y de una sanción a una persona que la
sociedad realiza para satisfacer ciertas necesidades preventivas
básicas la identidad normativa de la sociedad, con la aclaración
que, no es la sociedad quien condiciona el status de persona y por
ende de lo que crees es o no necesario para su continuidad, sino
es considerar a la persona como sujeto libre y tendiente a su
autorrealización en sociedad, la que establece las condiciones
necesarias para ese desarrollo. Asimismo, la imputación objetiva,
como juicio normativo – valorativo, se erige sobre la base de los
principios de autorresponsabilidad y con la delimitación de ámbitos
de organización y responsabilidad. En el presente punto se
desarrollará este modelo de imputación.

A pesar de compartir los presupuestos esenciales de toda teoría de


la imputación objetiva que busque una interpretación teleológica y
58
JAKOBS, Günter, “La imputación objetiva en el derecho penal”,
Editorial AD HOC, BUENOS AIRES- ARGENTINA- 1997, Pág.108

49
objetivizadora del tipo y rechazar las críticas provenientes del
finalismo, es preciso plantear una serie de concretas
observaciones a los modelos de imputación objetivos descritos
anteriormente. Así, en lo que respecta al modelo de Roxín, en
primer lugar, cabría plantearse algunas dudas sobre uno de los
principios inspiradores de este movimiento doctrinal: la política
criminal; es decir, con la mera orientación político – criminal se
encuentran ante un sistema indefinido, poroso y abierto que es
bastante dudoso incluso que merezca el calificativo de sistema.
Aunque se podía argumentar que la teoría de la imputación
objetiva siempre busca límites objetivos a la tipicidad y, por tanto,
opera in bonan partem, lo cierto es que, por ejemplo, los
defensores de la teoría del incremento de riesgo no pueden acudir
a tal argumento porque esta teoría ha justificado la expansión de la
responsabilidad por imprudencia por razones político – criminales,
aunque sus defensores han reconocido muchas veces las
dificultades que entraña tal teoría desde un punto de vista
dogmático. Al respecto, Feijoo acota que la visión de Roxín ha
confundido la racionalización teleológica de los problemas
generales de la teoría jurídica del delito con un sistema meramente
orientado a las consecuencias de cada caso concreto y que basa
sus soluciones en decisiones Ad hoc.59 En segundo lugar, se le
objeta al modelo de Roxin porque no va mucha más allá de un
conglomerado inconexo de principios y criterios que se contradicen
entre sí, careciendo de un hilo conductor que les dote de una lógica
interna, y cuyo contenido es, en la mayoría de los casos, tan
impreciso que permite la justificación de cualquier solución: la
elegida previamente y de manera intuitiva, dándose a veces la

59
Cfr. FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo. “IMPUTACIÖN OBJETIVA…”, Ob. Cit., Pág.
119

50
circunstancia que distintos autores acuden al mismo criterio para,
ante un mismo supuesto problemático, justificar soluciones
opuestas60. Así por ejemplo, Roxin no ha explicado cómo funciona
la norma que tiene el fin de proteger bienes jurídicos y que se ha
convertido en el topo central de los primeros planteamientos la
teoría de la imputación objetiva. Debido a esta inseguridad teórica
no es extraño que cada autor utilice el criterio del fin de protección
de la norma como mejor convenga a las conclusiones a las que se
quiere llegar.61 En tercer lugar, los criterios de imputación objetiva
de Roxin son útiles para imputar resultados o para limitar la
imputación de resultados, pero no suponen una auténtica teoría
normativa del tipo. En efecto, la estructura formal consistente en la
creación y la concreción del riesgo sólo es válida, como mucho,
para los delitos que recogen, como elemento del tipo, un resultado
lesivo. Pero el tipo, como categoría de la teoría jurídica del delito,
no tiene un carácter formal, sino material. Aunque no se debe
negar sus aportaciones relativas a la creación de un riesgo no
permitido en el ámbito del delito doloso tienen una gran relevancia
para una teoría moderna del tipo. Sin embargo, pese a todo lo
dicho, no se pueden obviar los méritos de Roxin como pionero de
la normativización de la tipicidad, que ha ofrecido unas pautas de
solución a ciertos problemas del tipo que no se pueden desdeñar,
aunque precisen una mayor concreción y sistematización. Como
indica Feijoo, no obedece a la causalidad la gran aceptación que
han tenido muchas de las propuestas de Roxin no sólo en la

60
MARTINEZ ESCAMILLA, Margarita. “IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL RESULTADO”,
Editorial EDERSA, Madrid – España, 1992, Pág. XX
61
CORCOY BIDASOLO, Mirentxu. “EL DELITO IMPRUDENTE .CRITERIOS DE
IMPUTACIÓN DEL RESULTADO”, 2da. Edición, Editorial B de F, Montevideo –
Uruguay, 2005, Págs. 567 y sgtes.

51
literatura, sino también en la jurisprudencia, lo que nos da una idea
de su gran relevancia práctica.62

En lo que respecta al modelo de Jakobs, éste ha separado de una


forma radical la imputación objetiva de la subjetiva, individualizando
y estandarizado los tipos de resultado. No obstante, se le objeta
este modelo con relación al tema de los conocimientos especiales
del autor, en donde Jakobs define el conocimiento, penalmente
relevante en función al rol social, no formulando un criterio recogido
de forma expresa o tácita por una norma penal; siendo complicada
la delimitación de los roles sociales, más allá de los criterios que
nos ofrece el tipo. En ese sentido, es correcta la observación e
Feijoo, que el objeto de imputación y de valoración no es un rol
sino un ciudadano que desempeña un rol con ciertos límites en
su libertad de actuación (límites determinados, por ejemplo,
en las leyes penales).63 A pesar de lo dicho, Jakobs ha
desarrollado una serie de ideas interesantes para determinar el
alcance del tipo objetivo en los delitos de resultado. La idea de la
imputación objetiva como el quebramiento de un rol es una idea
rectora que ha ido adquirido gradualmente mayor concreción por
medio de una serie de institutos. A diferencia de Roxin, este autor
no ha buscado casos concretos a los que aplicar soluciones ad
hoc, sino que ha buscado soluciones a problemas generales. Así,
aunque alguien haya creado un riesgo y ese riesgo se haya
concretado en el resultado, no existe una conducta típica, si el
autor se puede distanciar objetivamente del hecho con base en
alguno de los siguientes institutos: a) riesgo permitido, b) principio
de confianza, c) consentimiento de la víctima, y, d) prohibición de
62
Cfr. FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo. “IMPUTACION OBJETIVA…”, Ob. Cit., Pág.
137.
63
FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo. “IMPUTACIÓN OBJETIVA…”, ob. Cit., Pág. 141

52
regreso. Asimismo, en lo que respecta a la imputación del
resultado, o bien se constata que el resultado es concreción del
riesgo típico o se declara que no es concreción de ese conjunto de
condiciones penalmente relevantes, sino de otras; por lo que, la
misma, para Jakobs es un problema meramente empírico o
descriptivo.

Para determinar cómo se aplica el juicio de imputación objetiva,


nos basamos en las siguientes ideas rectoras:
 Un hecho puede imputarse a un sujeto sólo si constituye la
infracción de un rol socialmente atribuido, complementado
con el empleo de criterios normativos como las capacidades
de autodeterminación y autorresponsabilidad, así como, la
creación de un riesgo jurídicamente desaprobado, el cual, se
relaciona con el resultado acaecido (aspecto normativo de la
imputación objetiva)
 La imputación objetiva implica admitir que la configuración
del injusto requiere de valoraciones jurídicas específicas,
vinculadas a la base fáctica o empírica (aspecto valorativo
de la imputación objetiva).

En el caso de la primera idea rectora, el proceso, en que


se discute sobre la adecuación de la imputación, si bien, toma del
contexto social, debe estar ordenado según criterios jurídicos.64

El rol social puede servir para determinar cuáles son las


circunstancias que no se deben conocer, pero si existe un juicio
sobre el riesgo o la situación de riesgo el que crea o participa en la
64
HASSEMER, Winfried. “PERSONA, MUNDO Y RESPONSABILIDAD. BASES PARA
UNA TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN EN DERECHO PENAL”. Traducción de Muñoz
Conde/Díaz Pita, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia- España, 1999.

53
situación tiene el deber de desactivar ese riesgo o evitar esa
situación siempre que pertenezcan a su ámbito de responsabilidad.
Y el rol social no es el criterio definitivo para esta delimitación
normativa de ámbitos de responsabilidad que cobra tanta
importancia para el desarrollo moderno de la teoría de la
imputación objetiva.

Por el contrario, el criterio normativo determinante es el


riesgo jurídicamente desaprobado (que es creado por el
agente y que se relaciona con el resultado producido), porque
sin la existencia de este criterio el derecho penal tendría que
intervenir los ámbitos de libertad de los seres humanos cada vez
que su conducta lesiona bienes jurídicos ajenos, por el simple
hecho de causar el resultado o lesión teniendo el conocimiento de
la peligrosidad de su conducta y pudiendo haberla evitado. 65

Esto es coherente con nuestra metodología de estudio,


esto es, a partir del criterio de la persona como sujeto libre, que se
autodesarrolla en un contexto social determinado. Frente a este fin,
el derecho debe proteger ese ámbito de libertad, por ejemplo,
imponiendo roles o deberes, a fin que la persona no se exceda en
el desarrollo de su libertad, causando daño a otro sujeto libre. Y en
ese sentido, los roles se normativizan a través del concepto de
riesgo; es decir, si el rol genérico es no dañar esferas de libertad
ajenas, eso se normativiza analizando el concreto tipo penal, a fin
de establecer si en el caso concreto la persona ha creado un
riesgo prohibido a través de su organización de libertad,
configurando el tipo penal respectivo, y, por ende, afectando ese rol
genérico de ciudadano. Igualmente, se puede predicar en el caso

65
Cfr. FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo. “RESULTADO LESIVO…” Ob. Cit., Pág. 267.

54
de roles especiales, en el sentido que, el concreto tipo penal se
configurará si estos roles han sido quebrados a través de la
creación de un riesgo prohibido (valga la redundancia, por la norma
penal).

En lo que respecta a la segunda idea rectora, ésta parte


de un dogmática que quiere penetrar en el sentido material de las
instituciones jurídicas no puede renunciar a la búsqueda de las
valoraciones y principios jurídicos que las fundamentan. Y tal
búsqueda de las valoraciones y principios jurídicos que las
fundamentan. Y tal búsqueda no ha de limitarse a las valoraciones
y principios generales, sino que ha de alcanzar hasta los más
específicos.66

Esta valoración permitirá comprobar la presencia de una


conducta peligrosa y luego la exigencia de que su peligrosidad se
realice en el resultado. Esta valoración se realice sobre los
datos fácticamente realizados y recogidos por el operador
jurídico, con relación al caso concreto. Estos datos revelan, un
comportamiento del agente, como ser libre, y de los
conocimientos que éste detenta, como sujeto intelectual, y
esto último porque el sujeto debe conocer o tener a la mano
datos objetivos que le den el fundamento material a la
exigencia jurídica de observancia de un determinado rol o
deber.

Sin embargo, cuando se afirma que la imputación objetiva


es un juicio de valoración, nos permite entrar a otro aspecto teórico
66
Cfr. MIR PUIG, Santiago. “VALORACIONES, NORMAS Y ANTIJURICIDAD
PENAL”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales, N| 15, editorial Idemsa,
Lima – Perú, 2004, Pág. 310.

55
de la misma. Así, imputación significa, por un lado, atribución de un
hecho al hombre y no a causas externas al mismo. En otras
palabras, atribución a la libertad y no a la mera casualidad. Así era
el zurechnung (o imputación) en autores como KANT, FEURBACH
o BERNER, por no ir más atrás. La pregunta de la imputación
sería, pues, la de si el proceso externo tiene algún sentido (sólo al
actuar libre lo tiene. No obstante, como se va a señalar en el último
apartado de la investigación, las bases filosóficas por las cuales
nos adherimos no proviene del idealismo Kantiano; sino que, al
hablar aquí de “libertad” lo hacemos bajo la filosofía del liberalismo
político de Rawls). Pero en el último siglo el término
“imputación” se ha utilizado mucho más – precisamente en el
marco de la doctrina de la imputación objetiva – para aludir a
la pregunta sobre el contenido de sentido concreto que tiene
aquello que previamente se ha imputado, al menos en cierta
medida, a la libertad.

Expresado de otro modo, la teoría de la imputación objetiva


no pretendió, ni pretende, establecer las condiciones de atribución
del hecho a un sujeto como su obra, cuando establecer las reglas
de atribución de un sentido concreto al referido hecho.

Queda entonces la cuestión del juicio de imputación como


atribución del hecho a un sujeto como obra suya. Para los pocos
defensores actuales del referido concepto clásico de imputación –
muy especialmente Hruschka -, no sólo la teoría del
comportamiento típico sino también la doctrina sobre el nexo entre
conducta y resultado deben excluirse del ámbito propio de las
reglas de imputación. Una y otra pertenecen a lo que se denomina
applicatio legis ad factum, ámbito propio de las reglas de conducta.

56
De ahí que sorprenda la cita que Frisch hace de aquel autor,
cuando, según creo, no aparece que Frisch quiera renunciar a
calificar el nexo entre conducta típica y resultado como cuestión de
imputación objetiva. En cambio, Robles sí parece sugerir, aunque
se muestre algo dubitativo y lo deje entre interrogantes al analizar
el planteamiento de Schunemann, que también el juicio sobre el
nexo entre conducta y resultado debe reputarse ajeno a las reglas
de imputación.

Ahora bien, el juicio de imputación, incluso desvinculado


de cualquier juicio de valoración sobre el hecho y ceñido a la
atribución de éste a un sujeto como obra suya, tampoco puede
contemplarse sólo en términos de finalidad. Más bien dicho juicio
precisa de la concurrencia de un conjunto de condiciones
cognitivas y volitivas en el sujeto que sólo pueden designarse
mediante la idea de libertad. Como indica Silva Sánchez, “el
concepto de injusto penalmente relevante, como presupuesto
específico de la imposición de la consecuencia jurídica pena, ha de
tener (…) un carácter más personal” que el que le atribuye la teoría
de los finalistas denominan “del injusto personal (…) en particular,
debe incorporar la exigencia de una libertad (externa e interna)
mínima del sujeto, sin la cual carece de sentido afirmar que éste ha
infringido un imperativo de conductas”.67

En ese orden de ideas, la imputación objetiva, se centra en


las valoraciones que se realiza al obrar de un sujeto libre;
delimitado por la observancia de roles, legitimados por la necesidad

67
SILVA SÁNCHEZ, Jesús María. “NORMAS Y ACCIONES EN DERECHO PENAL”,
Editorial Hammurabi, Buenos Aires – Argentina, 2003, Págs. 135 – 136.

57
de posibilitar que todas las personas puedan autorrealizarse en
sociedad.

Estas dos ideas rectoras permiten afirmar que la imputación


objetiva no solamente incide en la atribución de resultados a una
conducta típica, sino que la imputación objetiva afecta, además de
la atribución de resultados, la imputación de riesgos creados por la
conducta del sujeto, la tentativa, los objetivos de esta tesis, en la
presente investigación nos ceñiremos a las dos primeras
situaciones.

En suma, este proceso de determinación objetiva se divide


en dos partes: la imputación del comportamiento (creación de un
riesgo prohibido) y la imputación objetiva del resultado (realización
del riesgo). A continuación se van desarrollar ambos aspectos.

3.4. EXCURSUS: TIPO Y ADECUACIÓN SOCIAL Y TIPO


CONGLOBANTE

3.4.1. TIPO Y ADECUACIÓN SOCIAL

Formulada originariamente por el profesor WELZEL,


precisa que las conductas seleccionadas por los tipos
tienen un carácter social, están referidos a la vida
social pero son “precisamente inadecuados a la vida
social ordenada”68.Sin embargo, existen conductas
que son socialmente adecuadas y por ello, no
constituyen acciones típicas. Hemos señalado que el
tipo no es una simple categoría formal, sino más bien
en un proceso valorativo que ya implica una selección
68
WELZEL, Hans. Derecho penal alemán. Parte General, trad.de la 6°
ed.Alemana de Conrado A. Finzi, Depalma, Buenos Aires. 1976_pág 83

58
de comportamientos. Pero sucede que en algunos
casos esas acciones seleccionadas y halladas en el
tipo van a carecer de relevancia social por ser muy
comunes en la sociedad. “Aquellas acciones que se
mueven dentro de lo que históricamente ha llegado a
ser el orden ético-social de la vida en comunidad, y
que por tanto son “socialmente adecuadas”, no
pueden encajar nunca en un tipo, aunque según su
tenor literal se las pudiera subsumir en sí mismo”69

Para WELZEL, la participación en el moderno tráfico


motorizado ferroviario o aéreo son actividades
socialmente adecuadas70. Ejemplo: el sobrino que
anima a su tío rico a utilizar con frecuencia medios de
transporte con la esperanza que muera en un
accidente, no comete homicidio. Además, son
socialmente adecuados los negocios que se mantienen
dentro de los límites de una gestión ordenada aunque
luego resulten desventajosos. También lo son las
lesiones corporales insignificantes, privaciones de la
libertad irrelevantes, la entrega habitual de regalos de
escaso valor para año nuevo, conductas meramente
indecorosas o impertinentes en los delitos contra la
honestidad. Así pues, esta teoría de la adecuación
social considera que no debe de incluirse en el tipo,
aun cuando lesiones bienes jurídicos protegidos
penalmente, aquellas conductas situadas dentro del
marco de la vida en comunidad71.

En la teoría de la adecuación social hay que


identificar dos aspectos distintos con diferente
trascendencia: el social y el jurídico72. En el primero,
los comportamientos son practicados por la mayoría
69
ROXIN, Claus. Derecho penal. Parte General, trad.de el 2 ° ed. Alemana por
Diego-Manuel Luzón Peña/Miguel Diaz García Conlledo/Javier de Vicente
Resemal, reimpresión a la 1° ed., Civitas, Madrid. 1999_pág 293, num. 33
70
WELZEL, Hans. Derecho penal alemán. Parte General, trad.de la 6° ed.
Alemana de Conrado A. Finzi, Depalma, Buenos Aires. 1976_pág 83
71
JECHECK, Hans-Heinrich/WEIGEND, Thomas. Tratado de derecho penal parte
general, 5° ed. Renovada y ampliada, trad. De Miguel Olmedo Cardenote,
Comares, Granada. 2002_pág 269

59
de los ciudadanos. En el segundo, dichas conductas
habituales socialmente entran en conflictos con las
normas penales que las prohíben. Se ha generado
diferentes posturas en relación a la ubicación de la
adecuación social dentro de la teoría del delito.
WELZEL reconoce que las insuficientes distinciones
entre la adecuación social y las causales de
justificación tuvieron un peso gravitante sobre la
evolución y desarrollo de la teoría de la adecuación
social, en un tiempo como causa de justificación73 para
luego, producto de las investigaciones de HIRSCH,
incorporarla como supuestos de atipicidad74. Se le ha
identificado también como causas de exculpación75 y
como criterio interpretativo de los tipos penales cuya
redacción es excesivamente amplia76. También se ha
considerado rechazar la adecuación social debido a
sus imprecisiones, siendo peligrosa para la seguridad
jurídica y superflua en relación con los métodos
reconocidos de interpretación77 . La critica que se
dirige a la teoría de la adecuación social también
considera que esta “tiende un puente a la ética
social”78. Otros la aceptan, pero consideran que “la
fundamentación de su operatividad en Derecho Penal

72
MUÑOZ CONDE, Francisco/ GARCIA ARÁN, Mercedes. Derecho Penal. Parte
General, 5° ed. Revisada y puesta al día, Tirant lo Blanch, Valencia. 2002_pág
257
73
ROXIN, Claus. Derecho penal. Parte General, trad.de el 2 ° ed. Alemana por
Diego-Manuel Luzón Peña/Miguel Díaz García Conlledo/Javier de Vicente
Resemal, reimpresión a la 1° ed., Civitas, Madrid. 1999_pág 293
74
ROXIN, Claus. Derecho penal. Parte General, trad.de el 2 ° ed. Alemana por
Diego-Manuel Luzón Peña/Miguel Díaz García Conlledo/Javier de Vicente
Resemal, reimpresión a la 1° ed., Civitas, Madrid. 1999_pág 293, núm. 34
75
ROXIN, Claus. Derecho penal. Parte General, trad.de el 2 ° ed. Alemana por
Diego-Manuel Luzón Peña/Miguel Díaz García Conlledo/Javier de Vicente
Resemal, reimpresión a la 1° ed., Civitas, Madrid. 1999_pág 293, núm. 34
76
MUÑOZ CONDE, Francisco/ GARCIA ARÁN, Mercedes. Derecho Penal. Parte
General, 5° ed. Revisada y puesta al día, Tirant lo Blanch, Valencia. 2002_pág
257
77
ROXIN, Claus. Derecho penal. Parte General, trad.de el 2 ° ed. Alemana por
Diego-Manuel Luzón Peña/Miguel Díaz García Conlledo/Javier de Vicente
Resemal, reimpresión a la 1° ed., Civitas, Madrid. 1999_pág 293, núm. 34
78
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de derecho penal. Parte general, Ts. II y
III, Ediar, Buenos Aires. 1981_pág 491

60
ha de ser jurídica”79. En definitiva, consideramos que
la teoría de la adecuación social es un antecedente
histórico dogmatico a la teoría de la imputación
objetiva80

3.4.2. TEORÍA DEL TIPO CONGLOBANTE

En Latinoamérica, esta teoría es propuesta por el


profesor Zaffaroni en el sentido que, “la tipicidad
conglobante cumple una función reductora verificando
la existencia de un conflicto, lo que implica un
resultado lesivo objetivamente imputable al sujeto
activo81”. La verificación de la existencia de un
conflicto va a requerir tanto de la comprobación de la
lesividad como la comprobación de su pertenencia a
un sujeto, la tipicidad del conflicto requiere responder
tanto a un qué como a un a quien. La lesividad se
comprueba mediante la constatación de la afectación
a un bien jurídico en forma significativa-ya sea por
daño o peligro; pero dicha afectación debe estar
prohibida por la norma. La imputación se comprueba
con la verificación de la dominabilidad objetiva del
hecho- si el individuo actúa autor-o si hizo un aporte
causal significativo-si el individuo actúa como
participe.

En este sentido, la teoría presenta supuestos de


atipicidad conglobante en el orden siguiente:
Primero, el cumplimiento de un deber jurídico 82.
Ejemplo: el policía que detiene al autor de un delito no
comete privación ilegitima de libertad. Segundo,
Aquiescencia, acuerdo y consentimiento del titular del
bien jurídico. Incluye el estudio de la aquiescencia: el

79
MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General(fundamentos y teoría del
delito), 2°ed.,PPU, Barcelona. 1985_ pág. 460
80
CANCIO MELIÁ, Manuel. Líneas básicas de la imputación objetiva, Ediciones
Jurídicas Cuyo, Mendoza. 2001_pág. 74 y 77
81
ZAFFARONI, Eugenio Raúl/ALAGIA, Alejandro/SLOKAR, Alejandro. Derecho
penal. Parte general. Ediar. Buenos Aires. 2000_ pág. 461
82
ZAFFARONI, Eugenio Raúl/ALAGIA, Alejandro/SLOKAR, Alejandro. Derecho
penal. Parte general. Ediar. Buenos Aires. 2000_ pág. 473-475

61
acuerdo da lugar a la atipicidad, y el consentimiento
da lugar a la justificación de la conducta83.Tercero, la
realización de acciones fomentadas por el derecho.
Ejemplo: lesiones en la práctica de los deportes,
intervenciones quirúrgicas con fin terapéutico84.
Cuarto, la afectación insignificante del bien jurídico.
Aquí se desarrolla el principio de la insignificancia.
Ejemplo: el conductor de un vehículo de transporte
colectivo que lleva al sujeto cien metros más adelante,
haciendo caso omiso del aviso de bajar, no comete
privación ilegitima de libertad; propinas a los
servidores públicos con motivo de Navidad; etc.85.
Además agrega el criterio de la imputación como
pertenencia al agente basada en la dominabilidad del
hecho por parte del autor y en la exigencia de aporte
no banal del partícipe.

La primera versión de la teoría de la atipicidad


conglobante recibió diferentes críticas. En el derecho
penal Argentino, RUSCONI, luego de referirse a la
metodología utilizada para resolver las consecuencias
en la teoría del error de la atipicidad conglobante, que
son resueltos como clásicos errores de prohibición, al
no encontrar cambios en la teoría de la participación,
ni efectos ventajosos al ampliar el catalogo de
excepciones al principio de legalidad procesal en
relación al Derecho Procesal Penal, concluye
afirmando que “la tipicidad conglobante no
representa, hasta el desarrollo actual, alguna ventaja
sistemática”86 . En la ciencia penal chilena, las
objeciones de COUSIÑO contra esta teoría se han

83
ZAFFARONI, Eugenio Raúl/ALAGIA, Alejandro/SLOKAR, Alejandro. Derecho
penal. Parte general. Ediar. Buenos Aires. 2000_ pág. 475-480
84
ZAFFARONI, Eugenio Raúl/ALAGIA, Alejandro/SLOKAR, Alejandro. Derecho
penal. Parte general. Ediar. Buenos Aires. 2000_ pág. 480-484
85
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de derecho penal. Parte general, Ts. II y
III, Ediar, Buenos Aires. 1981_pág 555.
86
RUSCONI, Maximiliano. Los limites del tipo penal, Un análisis de la tipicidad
conglobante, Ad-Hoc, Buenos Aires. 1992-pág. 103

62
dirigido hacia la denominación: “feo neologismo”87,
como también a que esta posición supone “la creación
de un superconcepto de tipicidad penal, el que se
coloca en un plano distinto y superpuesto al de la
tipicidad legal, que en el fondo viene a trastocar toda
la actual sistemática”, pero luego agrega que
“compartimos, en general, los razonamientos de
ZAFFARONI en contra de los cuales nada tenemos que
objetar”. Para NOVOA MONREAL, esta teoría es de una
intrincación innecesaria88. En la ciencia penal brasilera,
Toledo expresa que no adopta las distinciones hechas
por ZAFFARONI entre tipicidad legal y tipicidad penal89.
MIRABETE se refiere a ella brevemente90.

En la actualidad, ZAFFARONI reafirma su teoría de


la tipicidad conglobante “como construcción que
permite resolver los problemas de lesividad y de
imputación objetiva, sin caer en planteos
preventivistas. En su versión originaria operaba como
correctivo de la tipicidad objetiva y subjetiva. Sus
postulados deben ser transferidos en buena parte de
la atipicidad objetiva para resolver los problemas de
reducción de la prohibición en forma previa a la
tipicidad subjetiva, porque sin el cumplimiento de los
presupuestos imputativos objetivos, la pregunta por
cualquier otra ulterioridad carecería de sentido. Es
correcto que este cambio de ubicación-y por ende, de
momento de análisis-mantener que los errores sobre
las circunstancias de la tipicidad conglobante son
normalmente de prohibición y solo excepcionalmente
de tipo, con lo cual esta construcción no pierde
significado practico, pues su objeto es resolver

87
COUSIÑO MAC IVER, Luis. Derecho penal chileno. Parte general, T. II,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago. 1979-pág. 114.
88
NOVOA MONREAL, Eduardo. Causalismo y finalismo en derecho penal, 2°
ed. Temis, Bogotá. 1982-pág. 125
89
TOLEDO, Francisco de Asís. Principios básicos del Direito penal. 3° ed. ,
Saraiva, Sao Paulo.1987-pág. 115
90
MIRABETE, Julio Fabrini. Manual de direito penal. Parte general, Volumen I,
Atlas, Sao Paulo. 1988-pág. 118

63
problemas de lesividad e imputación, siendo
indiferente que no altere mayormente la teoría del
error91. En la doctrina nacional, VILCAPOMA rechaza
esta teoría por considerarla innecesaria y porque, en
su opinión, constituiría a una vuelta de derecho penal
del autor92 . Por nuestra parte consideramos que la
teoría de la tipicidad conglobante es un interesante
esfuerzo por dar respuesta a diversos problemas
penales que ahora se asimilan a la imputación
objetiva.

CAPITULO III
JURISPRUDENCIA

1. PERPECTIVA GENERAL DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA EN LA


JURISPRUDENCIA
Es una convicción generalizada que no se puede conocer el derecho de
un país leyendo simplemente sus leyes; así mismo, que tampoco es
suficiente consultar la doctrina elaborada a partir de ellas. Para lograrlo es
indispensable saber cómo ellas son aplicadas, en consecuencia
interpretadas, por los diversos órganos encargados de aplicarlas y, en
particular, por los órganos judiciales. Esto es debido a que los jueces, en
la medida en que de manera constante y coherente justifican
jurídicamente sus decisiones, otorgan un sentido determinado a las
disposiciones legales. Estos criterios que van sedimentando constituyen
la jurisprudencia, la misma que no debe ser comprendida como la simple
suma de resoluciones judiciales. Cada una de éstas es un

91
ZAFFARONI, Eugenio Raúl/ALAGIA, Alejandro/SLOKAR, Alejandro. Derecho
penal. Parte general. Ediar. Buenos Aires. 2000_ pág. 462
92
VILCAPOMA BUJAICO, Walter. “Recensión”, en Revista Peruana de Doctrina
y Jurisprudencia Penales, N°4 Grijley- Instituto Peruano de Ciencias Penales,
Lima. 2003-pág. 603-604

64
pronunciamiento sobre un caso particular y los criterios aplicados sólo
deben ser generalizados, en tanto doctrina jurisprudencial, cuando son
admitidos de manera regular por el órgano judicial correspondiente (por
ejemplo, por la Corte Suprema).

Nuestro derecho penal es un derecho penal de actos93, en consecuencia


la represión penal supone que se haya cometido una acción. Todo
comienza, por tanto, por comprobar si un comportamiento ha sido
cometido. El mismo que puede consistir tanto en una acción como en una
omisión. En el primer caso, mediante un hacer positivo, el agente puede
crear una situación de peligro o aumentar un peligro ya existente. En
ambos casos, el peligro puede permanecer dentro de los límites
permitidos por el ordenamiento jurídico. Así, se puede conducir un coche
y, de esta manera, hacer surgir el riesgo de perjudicar a los intereses de
terceros. Igualmente, un médico al tratar a un paciente le hace correr
riesgos tolerados. En estos casos, el proceder del agente puede producir
un resultado perjudicial para bienes jurídicos ajenos.
En el caso de la omisión, el autor no realiza el comportamiento esperado
o exigido por el ordenamiento jurídico y, de esta manera, no evita la
producción de un perjuicio a pesar de estar obligado a hacerlo (omisión
impropia o comisión por omisión). Mediante su abstención, no descarta el
peligro dando lugar a que éste se concretice. En buen número de casos,
la obligación de intervenir está determinada por un comportamiento previo
y peligroso del mismo agente. En la constatación del carácter peligroso
prohibido del comportamiento, desempeña un papel decisivo tanto la
violación del deber de prudencia como la aplicación del principio de
confianza, según el cual cada uno confía, tanto en los comportamientos
individuales como los efectuados en equipo, que los demás actuarán
prudentemente.

93
Hurtado Pozo, 2002, n. 23; Stratenwerth, 2000, § 7, núm. 1.

65
En ambos casos, el problema consiste en determinar si el resultado
puede ser imputado al agente. No es una cuestión de afirmar si la
comisión o la omisión es la causa del resultado; tampoco, en caso de
duda, si el agente actúo con dolo o con culpa. Afirmar la causalidad no
basta para sostener que el hecho previsto en el tipo legal ha sido
realizado. Esto implica algo más que la realización de estos elementos, ya
que mediante el tipo legal no sólo se busca prever la producción de un
resultado como base de la represión penal.
Además, se debe prestar atención para no confundir los casos de omisión
con los de comisión a la ocasión de los cuales se incurre en una omisión,
la misma que consiste en la inobservancia del deber de cuidado. Dicho de
otro modo, no todo delito imprudente es un delito de omisión. La omisión
determina, en los casos indicados, la índole imprudente del
comportamiento de comisión.
Nadie puede ser responsabilizado por un suceso que no puede controlar
ni evitar, debido a que no es previsible (teniendo en cuenta las
características personales del agente, así como de sus conocimientos al
momento de actuar). Si no hay relación de causa a efecto entre la acción
y el resultado, se está en el ámbito del azar. La relación de causalidad es
indispensable, pero no suficiente para fundamentar la reacción penal. El
derecho penal es uno de los medios para orientar el comportamiento de
las personas y supone que los destinatarios de los mandatos y
prohibiciones legales son capaces de comprenderlos y respetarlos.

El comportamiento del autor debe crear un peligro o aumentar uno ya


existente. De esta manera, sobrepasa los límites del riesgo permitido.
Deja de actuar, en consecuencia, de manera socialmente adecuada. La
cuestión es entonces determinar cuándo una persona debe ser castigada
por no haber respetado los límites del riesgo permitido y perjudicado los

66
intereses ajenos. No se trata de un problema de causalidad, ya que el
resultado perjudicial puede ser, igualmente, producido mediante un
comportamiento socialmente adecuado. De acuerdo con las leyes
precisadas por las ciencias naturales, la relación de causalidad existe o
no existe. Pero como esta relación no basta para imputar penalmente el
resultado perjudicial al autor del comportamiento, hay que establecer bajo
qué condiciones procede poner a la carga de este último dicho resultado.

La creación de un peligro o la intensificación de uno existente tampoco es


suficiente para imputar objetivamente el resultado al autor del acto. Es
indispensable que dicho resultado constituya la realización del riesgo no
autorizado. Como ejemplo, se cita frecuentemente el caso de la persona
que, herida en un accidente de tránsito, es traslada a un hospital, en
donde fallece a causa de un incendio. Dicha muerte no puede ser
imputada al conductor que provocó el accidente, porque si bien de esta
manera creó un peligro para la víctima, en la muerte de ésta no se
concretiza dicho peligro.

La imputación del resultado implica, igualmente, que el peligro esté


cubierto por la norma jurídica, más exactamente por los alcances del tipo
legal y, en los delitos por negligencia, por la norma de precaución. Si el
perjudicado ha colaborado a sabiendas a crear la situación de peligro o ha
aceptado correr el riesgo que implica el comportamiento de un tercero, a
éste o a los participantes en el comportamiento peligroso no se les puede
imputar el daño experimentado por la víctima (por ejemplo, muerte o
lesiones) porque el tipo legal de homicidio o de lesiones no comprende el
hecho de ponerse a sí mismo en riesgo de sufrir el perjuicio de su bien
jurídico. Este es el caso, cuando el lesionado aceptó participar en el
escalamiento de una montaña con plena consciencia de los serios riesgos
que corría debido a las condiciones materiales y personales en que se

67
realizaba dicha actividad. En cuanto a los alcances de la norma de
prudencia, hay que admitir que en el caso muy citado de los ciclistas que
circulan uno detrás del otro sin los faros encendidos, las lesiones
causadas por el primero al atropellar a un peatón no pueden ser
imputadas al segundo, reprochándole que el accidente no se hubiera
producido si él hubiese iluminado la vía. La norma de cuidado que
impone, conforme a las disposiciones sobre el tráfico, la obligación de
circular en vehículos en buenas condiciones no tiene por objeto impedir
que los otros usuarios de las vías públicas cometan daños a bienes de
terceros.

2. SENTENCIAS

2.1. ROCK EN RÍO94


Homicidio culposo: actuar a propio riesgo - exclusión de
tipicidad.
La conducta del agente de organizar un festival bailable de rock no
creó ningún riesgo jurídicamente relevante que se haya realizado en
el resultado, existiendo por el contrario una autopuesta en peligro de
la propia víctima, la que debe asumir las consecuencias de la
asunción de su propio riesgo, por lo que conforme a la moderna teoría
de la imputación objetiva el obrar a propio riesgo de los agraviados
tiene una eficacia excluyente del tipo penal.
El tipo objetivo de los delitos culposos o imprudentes exige la
presencia de dos elementos:
a) La violación de un deber objetivo de cuidado, plasmado en normas
jurídicas, normas de la experiencia, normas del arte, ciencia o

94
Expediente 4288-97, Sala Penal, Recurso de nulidad Nº 4288-97. Ancash.

68
profesión, y b) La producción de un resultado típico imputable
objetivamente al autor por haber creado o incrementado un riesgo
jurídicamente relevante.

A. Hechos
José Luis Soriano Olivera organizó, con la autorización del Alcalde del
Concejo Provincial, el festival de baile «Rock en Río», el 3 de junio de
1995 en Caraz, el mismo que fue realizado en una explanada a
campo abierto, en las inmediaciones de un puente colgante ubicado
sobre el Río Santa. Un grupo de aproximadamente cuarenta
personas, en estado de ebriedad, bailaron sobre el mencionado
puente colgante, hecho que ocasionó el desprendimiento del cable
que sujetaba uno de sus
extremos, produciéndose la caída del puente y de las personas que
allí se encontraban. Dos de éstas perecieron ahogadas por
traumatismo encéfalo craneano, además, otras resultaron heridas.

B. Culpa
En la sentencia, se define el delito culposo o imprudente afirmando
que deben presentarse, por un lado, (a) «la violación de un deber
objetivo de cuidado, plasmado en normas jurídicas, normas de la
experiencia, normas de arte, ciencia o profesión, destinadas a orientar
diligentemente el comportamiento del individuo»; y, por el otro, (b) «la
producción de un resultado típico imputable objetivamente al autor por
haber creado o incrementado un riesgo jurídicamente relevante que
se ha materializado en el resultado lesivo del bien jurídico».

C. Argumentos
Punto de partida, con referencia a la Constitución y al artículo séptimo
del Título Preliminar del Código Penal, el que «proscribe la

69
responsabilidad objetiva, entendida ésta como la responsabilidad
fundada en el puro resultado sin tomar en cuenta la concurrencia del
dolo o culpa en la conducta del autor».
Sin relación directa a las circunstancias particulares de los hechos, se
afirma: Respecto a la conducta del procesado:
No puede existir violación del deber de cuidado en la conducta de
quien organiza un festival de rock con la autorización de la autoridad
competente; Asumiendo al mismo tiempo las precauciones y
seguridad a fin de evitar riesgos que posiblemente pueden derivar de
la realización de dicho evento, de ese modo el autor se está
comportando con diligencia y de acuerdo al deber de evitar la
creación de riegos; En consecuencia, en el caso de autos la conducta
de la gente de organiza un festival de rock no creó ningún riesgo
jurídicamente relevante que se haya realizado en el resultado; De otra
parte, la experiencia enseña que un puente colgante es una vía de
acceso al tránsito y no una plataforma bailable como
imprudentemente le dieron uso los agraviados creando así sus
propios riesgos de lesión.
En cuanto al comportamiento de las víctimas:
Existiendo por el contrario una autopuesta en peligro de la propia
víctima, la que debe asumir las consecuencias de la asunción de su
propio riesgo, por lo que conforme a la moderna teoría de la
imputación objetiva en el caso de autos «el obrar a propio riesgo de
los agraviados tiene una eficacia excluyente del tipo penal»95; Los
hechos subexamine no constituyen delito de homicidio culposo y
consecuentemente tampoco generan responsabilidad penal, siendo
del caso absolver al encausado.

95
Günther Jakobs. “Derecho Penal. Parte General”. Madrid, 1995, p.
307

70
D. Comentarios
El análisis de la sentencia presenta dificultades debido a que de su
lectura no puede determinarse con claridad las circunstancias
personales y materiales en que tuvieron lugar los hechos.
Asimismo, la argumentación no es tan clara, no se fundamentan
suficientemente las afirmaciones y no se les relaciona con las
circunstancias fácticas. De modo que sólo queda aceptarlas como
correctas. A pesar de estas deficiencias, resulta de interés tratar de
comprender la decisión adoptada por los jueces.
La cuestión principal es la de saber si el agente es responsable de la
muerte de varias personas y de las lesiones sufridas por otras.
Perjuicios que se produjeron cuando cayó el puente colgante, en el
que las víctimas y otras personas bailaban, hecho que tuvo lugar a la
ocasión del Festival de baile que organizó el procesado en las
inmediaciones de dicho puente. Así mismo, es de determinar si tomó
o no las medidas de seguridad indispensables para asegurar que la
actividad a su cargo no constituya fuente de peligro para los bienes
jurídicos de terceros.
Si un proceso contra el organizador del Festival ha tenido lugar es
porque se ha tratado de atribuírsele responsabilidad penal, en razón
de la manera cómo ha actuado, respecto de las muertes y lesiones
que se produjeron. Con este objeto, ha sido indispensable considerar,
inicialmente, que su comportamiento, como sucede con cierta
frecuencia, ha consistido tanto en una acción de comisión (organizar
el Festival) como en una omisión (no tomar las medidas adecuadas
para evitar prejuicios a terceros). En este sentido, debido a que la
primera no se haya comprendida en tipo legal alguno, la segunda
desempeña un papel decisivo para poder responsabilizar al agente de
los resultados producidos.

71
La organización del Festival es una actividad permitida y, en el caso
concreto, autorizada por el órgano administrativo competente. La
autorización es necesaria, entre otras cosas, para establecer las
condiciones en que debe llevarse a cabo la actividad y controlar que
sean debidamente respetadas. La intervención de la autoridad se
explica por la índole de la actividad y por los peligros a que puede dar
lugar su realización (por ejemplo, riesgos de incendio, mala aireación,
tumulto debido al número excesivo de participantes, riñas). Sin
embargo, estos peligros son socialmente adecuados y, por tanto,
jurídicamente tolerados.
La importancia penal del comportamiento surge en la medida en que,
debido a la manera como es ejecutado, se intensifican los riesgos
hasta constituir una situación de peligro no permitida. En esta
evolución juega un papel importante la inobservancia de las medidas
de seguridad que deben tomarse para impedir la intensificación del
peligro propio a la actividad autorizada y, por tanto, permitido.
Como el procesado no ha actuado con la intención de matar o
lesionar personas, sólo queda la posibilidad de hacerlo responsable
de los daños a título de negligencia. En otras palabras, de haber
cometido homicidios y lesiones por negligencia. En esta perspectiva,
resulta pertinente la referencia que, en la sentencia, se hace al art. VII
del Título preliminar del Código penal. Ya que para responsabilizar a
una persona por un perjuicio determinado no basta comprobar que lo
ha causado, sino que es indispensable imputársele también
subjetivamente (a título de dolo o culpa).
Sin embargo, la afirmación puede dar lugar a confusión en la medida
en que podría comprenderse en el sentido de que los problemas
relativos a la relación de causalidad deberían ser resueltos mediante
la determinación de si el agente ha obrado con dolo o con culpa.

72
Esta imprecisión parece confirmarse en la medida en que los jueces,
después de recordar la exclusión de la responsabilidad objetiva o por
el sólo resultado, plantean el análisis y la constatación de la culpa.
Con este objeto, parten de la idea que el primer factor que caracteriza
al delito por negligencia es la violación de un deber de cuidado. Y,
sólo después plantean la cuestión de si se le puede imputar
objetivamente el resultado producido. Del hecho de que el inculpado
contase con la autorización respectiva, por la manera como está
redactada la sentencia, se deduce que los jueces admiten que se
comportó "con diligencias y de acuerdo al deber de evitar la creación
de riesgos". Lo que significa que estiman que no actuó de manera a
crear un peligro de muerte o lesiones para las personas y, al mismo
tiempo, que no violó ningún deber de cuidado que las circunstancias
le imponían. De modo que pasan de inmediato a negar que el
procesado haya violado sus deberes; afirmando, por el contrario, que
se comportó con diligencia y de acuerdo con el deber de evitar
riesgos.
Esta manera de proceder no es conforme a los criterios establecidos
por la «moderna teoría de la imputación objetiva», según la
terminología empleada por los mismos jueces.
De acuerdo con esta concepción, el primer paso consiste en constatar
si el procesado, mediante su comportamiento, creó o no una situación
de peligro, la que debe producir el resultado (muerte y lesiones). Con
este fin, debió tenerse en cuenta las condiciones de lugar y tiempo en
que se desarrolló el festival; principalmente, en el caso concreto, la
cercanía del puente colgante. Análisis que no se hace en la sentencia,
así no se establece la distancia existente entre la explanada donde
tuvo lugar el festival y el puente colgante, tampoco si, por su cercanía,
era fácil el acceso de los asistentes al puente colgante; menos aún, si
en razón de que se vendían bebidas alcohólicas era muy probable

73
que los participantes se embriagaran y, en este estado, realizaran
comportamientos peligrosos. Todo lo que hubiera permitido demostrar
si se creó un peligro socialmente inadecuado y que superaba el riesgo
permitido en la organización de este tipo de actividades.
Si los jueces hubieran procedido de esta manera, habrían tenido que,
habiendo aceptado que el procesado respetó su deber de prudencia,
afirmar que éste actuó de manera socialmente adecuada, pues no
creó una situación de peligro ni aumentó un riego ya existente. Al
desarrollar su actividad, permaneció dentro de los límites del riesgo
permitido. Al mismo tiempo, hubieran considerado insuficiente la
relación existente entre la organización del Festival y las muertes y
lesiones acaecidas. Para considerar suficiente esta relación hubiera
tenido que aplicarse el principio de la causalidad natural de modo
puramente lógico. En este sentido, hubiera bastado afirmar que si,
hipotéticamente, se suprime el comportamiento del procesado,
desaparecería también el resultado y que, por tanto, el primero es
causa del segundo. Sin embargo, como se admite mayoritariamente,
la comprobación debe hacerse, más bien, en concreto. Para lo cual
hay que tomar en cuenta las reglas admitidas por las ciencias
naturales en relación con la producción del resultado acontecido y no
de lo que puede suceder en abstracto y en general.
Teniendo en cuenta que la omisión de tomar las precauciones
debidas está anclada en el comportamiento de comisión atípico y
autorizado, hay que plantearse la cuestión de si el resultado era o no
previsible. Es decir, si el agente, de acuerdo con las circunstancias y
sus conocimientos personales, podía y debía prever que algunas
personas se comportarían de modo que provoquen un accidente
como el que tuvo lugar. Como nada preciso se dice en la sentencia
sobre la proximidad del puente al lugar donde se realizó el festival,
resulta imposible apreciar debidamente este factor. Si el accidente era

74
previsible, los jueces no lo dicen, limitándose a afirmar que el agente
actúo diligentemente. Lo que significa que si se plantearon la cuestión
y respondieron afirmativamente, es porque admitieron que el
procesado tomó las medidas para evitarlo.
Sin embargo, bien puede aceptarse que, dadas las circunstancias
materiales y personales, el resultado era imprevisible para el agente.
Por lo tanto, no era posible exigirle que adopte medidas de
precaución respecto a hechos que no podía imaginar como de posible
realización durante el desarrollo del Festival de rock. Cabría la
posibilidad de interrogarse aún si, durante su realización, el
procesado pudo darse cuenta de que algunos de los asistentes
podían y, en efecto, realizaban comportamientos peligrosos.
Circunstancias que le hubieran impuesto el deber de tomar medidas
para evitar que bienes jurídicos de terceros sean dañados. Pero, esto
también es negado implícitamente en la sentencia, pues de manera
global se afirma que el procesado actúo diligentemente y nada se dice
sobre las circunstancias en que un grupo de participantes se puso a
bailar sobre el puente.
Todo esto muestra que era superfluo, para no imputar los resultados
al procesado, invocar que las víctimas, debido a su comportamiento
imprudente, se expusieron ellas mismas a una situación de peligro,
hecho que, a su vez, impediría imputárselos al procesado. El
comportamiento del procesado es atípico no porque su conformidad
con el tipo legal sea excluida por la «asunción del riesgo» de parte de
las propias víctimas, como lo afirman los jueces citando a Jakobs.
Este argumento funciona sobre todo cuando concurren el
comportamiento peligroso del agente, lo que no sucede en el caso
estudiado, y el comportamiento igualmente peligroso de la víctima. La
acción del procesado es atípica porque no ha creado una situación de
peligro prohibida, debido a que el autor no violó su deber de

75
prudencia y, en consecuencia, no puede considerarse que haya
causado de manera penalmente relevante los resultados
perjudiciales. Por tanto, no puede sostenerse que las muertes y
lesiones no pueden serle imputadas debido a que las víctimas se
pusieron ellas mismas en peligro y, en consecuencia, son
responsables por los perjuicios que sufren.

2.2. BEBER HASTA LA MUERTE96


Homicidio de persona en estado de ebriedad. Caso fortuito.
Imputación objetiva.
... al existir un resultado lesivo de un bien jurídico que no ha sido
producido por la intervención humana, sino que ha sobrevenido un
hecho fortuito atribuible solamente a la leyes que rigen la causalidad,
no puede sostenerse que la conducta de los agentes haya estado
precedida por un dolo eventual...
... mal puede imputarse objetivamente el resultado a un autor que no
ha creado ningún peligro relevante para el bien jurídico, y con mayor
razón sin haber obrado con dolo y culpa, por lo que sostener una
opinión en diferente sentido implicaría violar el principio de
culpabilidad...

A. Hechos
El 5 de agosto de 1994, en la tarde, Luis y Emerson se encontraron
casualmente con su condiscípula Rocío en las inmediaciones de la
Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Ancash. Luego de
conversar, decidieron ir a la habitación de Emerson, en donde
escucharon música y libaron licor hasta altas horas de la noche.
Rocío bebió hasta alcanzar un «estado de inconsciencia por el exceso
de consumo de alcohol». Luis y Emerson se retiraron y Rocio quedó

96
Expediente 6239-97, Sala Penal, R.N. Nº 6239-97. Ancash.

76
sola en la habitación, dormida sobre una cama en posición de cúbito
dorsal. Al amanecer, fue encontrada por Luis y Emerson muerta en el
mismo lugar y en la misma posición.
B. Argumentos
La muerte de Rocío fue debida a «asfixia por sofocación a
consecuencia de aspiración de vómitos en estado etílico», conforme
al protocolo de autopsia. Ha quedado, igualmente, demostrada que la
víctima no fue golpeada, ni estrangulada, ni violada; El resultado
perjudicial al bien jurídico vida no se debe a intervención humana,
sino que sobrevino «por un hecho fortuito atribuible solamente a las
leyes que rigen la causalidad»; La conducta de los agentes no ha
estado precedida por un dolo eventual como incorrectamente lo
sostiene la Sala Penal Superior, puesto que, el dolo, sea en su
modalidad directa, eventual o de consecuencia necesarias, integra
como elementos configuradores de su concepto al conocimiento, y la
voluntad de realización del resultado, siendo su característica
fundamental su previsibilidad; Estos elementos no concurren en el
caso de autos en el que los agentes no quisieron, no conocieron, ni
pudieron prever el fallecimiento de la víctima;
Para afirmar que los citados sentenciados actuaron con dolo eventual
en los hechos submateria, habría que aceptar el descabellado
razonamiento que éstos en el momento de haber ingerido licor
juntamente con la víctima se representaron como probable el hecho
de que ésta, al arrojarse en posición de cúbito dorsal sobre la cama,
debía vomitar los sólidos y líquidos del estómago y luego debía
absolvérselos; Tampoco se puede admitir que han actuando con el
pleno dominio del acontecer causal, como si humanamente pudieran
predecir matemáticamente los desenlaces funcionales y orgánicos del
cuerpo de la agraviada; En consecuencia, como ya se ha establecido
que el hecho fortuito ha sido la causa determinante del fallecimiento

77
de la aludida agraviada, mal puede imputarse objetivamente el
resultado a un autor que no ha creado ningún peligro relevante para el
bien jurídico, y con mayor razón sin haber obrado con dolo ni con
culpa; Sostener una opinión en diferente sentido implicaría violar el
principio de culpabilidad previsto en el artículo VII del Título Preliminar
del Código Penal no constituyen delito de homicidio y
consecuentemente tampoco generan responsabilidad penal, por lo
que es del caso absolver.

C. Comentario
De esta manera, se afirma que la muerte era imprevisible y que fue,
únicamente, fruto del azar. Si esto es así, resulta superfluo recurrir a
la imputación objetiva para no reprimir a los procesados.

La imputación objetiva supone que el resultado sea el efecto del


comportamiento realizado. Por lo que cabe preguntarse sobre cuál es
el comportamiento que se tiene en cuenta. Hay dos posibilidades: la
primera es la de considerar que los encausados, por decisión común
con la fallecida, bebieron bebidas alcohólicas en exceso. Se trataría
de una acción de comisión comportando un riesgo para la salud y
vida, en la medida en que se puede producir un peligro debido al alto
grado de intoxicación alcohólica. En la sentencia, no se les reprocha
haber incitado a Rocío para que partícipe, ni que la hayan hecho
beber mediante engaño o coacción. De modo que su comportamiento
no ha estado dirigido a causar un perjuicio a Rocío. Así, resulta
imposible afirmar que hayan incurrido en un acto delictuoso a título de
dolo.
En la sentencia, se analiza, en particular, la posibilidad de que los
agentes hubieran actuado con dolo eventual debido a que éste fue
admitido por el Tribunal Correccional, el que los sentenció por

78
homicidio. Con este objeto, se sostiene que el dolo está constituido
por conocimiento y voluntad; al mismo tiempo se subraya que la
previsibilidad es su característica esencial. La referencia a esta última
sirve, sobre todo, para fundamentar la idea de que se trata de un caso
fortuito, en la medida en que los casos en los que el resultado es
imprevisible no es factible fundamentar el dolo ni la culpa.
En esta perspectiva, es correcto afirmar, como se hace en la
sentencia, que es «descabellado» razonar diciendo que los acusados,
en el momento de haber ingerido licor conjuntamente con la víctima
se representaron como probable el hecho de que la víctima, al
arrojarse en posición de cúbito dorsal sobre la cama, debía vomitar
los sólidos y líquidos del estómago y que luego volvería a
absorberlos. Asimismo, que actuaron con «pleno dominio del
acontecer causal, como si humanamente pudieran predecir
matemáticamente los desenlaces funcionales y orgánicos del cuerpo
de la agraviada».
Como la negación del dolo eventual se basa en la afirmación de la
imprevisión del resultado y, por tanto, de que se trata de un hecho
fortuito, no se plantea en la sentencia la posibilidad de que los
agentes sean responsables a título de culpa. La misma que hubiera
debido ser analizada, de acuerdo con la perspectiva adoptada por los
jueces, en relación con el comportamiento de comisión de beber
conjunta y excesivamente bebidas alcohólicas. De modo que al negar
que los agentes hubieran podido prever el fallecimiento de Rocío, no
necesitaban plantearse si los agentes actuaron sin darse cuenta de
esta probabilidad y, menos aún, que lo hicieran sin tenerla en cuenta.
En el texto de la sentencia no existen elementos para saber por qué
no se analizaron otras posibilidades para atribuir a los agentes cierta
responsabilidad por los hechos que protagonizaron.

79
Así, excluido el dolo, cabía indagar si no habrían incurrido en un delito
culposo, debido a que han participado en la creación de una situación
de peligro y no han hecho lo necesario para evitar la muerte de Rocío.
En este sentido, habría tenido que precisarse el comportamiento
respecto al cual podría imputárseles el resultado. Se puede pensar
que se trata, en realidad, de una omisión impropia en la que su deber
de garante está determinado por haberse entrometido en la vida de
Rocío (Ingerenzprinzip). La omisión consiste en la omisión imprudente
de auxilio a una persona que se encuentra en peligro de muerte o, al
menos, de daño grave para su salud.
La «causa» de la muerte sería entonces la omisión de socorro, ya que
si se hubieran preocupado del estado personal de Rocío, ésta hubiera
sido cuidada y no hubiera fallecido tal como sucedió.
De modo que, mediante su omisión, habrían aumentado el peligro
(«peligro relevante para el bien jurídico») en el que se encontraba
Rocío y, por tanto, sería posible de imputárseles objetivamente el
resultado.
La cuestión sería entonces la de precisar si se les puede imputar
objetivamente dicho resultado.
Como con su participación y manera de actuar han creado un peligro
para la salud y la vida tanto de Rocío como de ellos mismos, habría
que preguntarse si la participación voluntaria de Rocío y el hecho que
haya asumido el riesgo de embriagarse como lo hizo impide que se
les impute el resultado letal. Aquí, cabría invocar la autopuesta en
peligro de la víctima para no imputar la muerte a Luis y Erasmo.
Como lo hizo la Corte Suprema en el caso Festival de Rock y para lo
cual citó Jakobs.
Sin embargo, todo este razonamiento resulta inadmisible desde que
se admite, como lo hacen los jueces, que los agentes no «pudieron
prever el fallecimiento de la víctima» y que, por tanto, se trata de un

80
caso fortuito. Por tanto, no existiría la condición mínima que permita
vincular la muerte de Rocío al comportamiento de los dos procesados,
ni para imputarles objetivamente la realización del tipo objetivo del
homicidio culposos.
Ante esto, sólo sería posible plantearse la cuestión referente a la
omisión simple de prestar auxilio a persona en peligro grave para su
vida; pero no con respecto al comportamiento de comisión de beber
alcohol en exceso voluntaria y conjuntamente con la fallecida, ni con
la comisión por omisión respecto a la muerte.
La absolución de los agentes respecto a la muerte de Rocío,
sosteniendo que este resultado es debido al azar, supone en realidad
que se haya excluido su responsabilidad por dolo y culpa. La
negación del dolo eventual, admitido por el Tribunal Correccional,
implica que se planteó si el resultado muerte era previsible y, al
admitirse su imprevisibilidad, se rechazó la presencia tanto de la culpa
consciente como inconsciente. Diferencia de culpa que es admitida en
la medida en que se consideran al conocimiento y a la voluntad como
elementos del dolo eventual. La exclusión de la previsibilidad supone,
a su vez, que se haya comprobado que la conducta de los agentes no
comportó un riesgo prohibido.
Debido a que los jueces se aferran, sobre todo, al aspecto natural de
la muerte de la víctima y no tiene suficientemente en cuenta la
manera como actuaron los procesados, no llegan a plantearse los
aspectos que hemos destacado y, por tanto, tampoco exponen de
manera suficiente las razones jurídicas que los conducen a considerar
que no se les puede imputar objetivamente el resultado (la realización
del tipo legal respectivo).

81
2.3. MOTOCICLISTA TEMERARIO97

A. Hechos
Un día del mes de marzo de 1996, a las 8.30 a.m., el acusado
estacionó su vehículo a la altura de la intersección de los jirones
Arándanos y Coralinas, de San Juan de Lurigancho, para indagar
sobre una dirección. El agraviado, conduciendo su motocicleta a la
velocidad de 50 a 60 km, por hora, chocó violentamente contra el
vehículo estacionado, resultando con fractura de pierna y herida en el
mismo miembro, conforme el certificado médico legal. El acusado y
un tercero trasladaron al herido al hospital. En su declaración ante la
policía, la víctima explicó que, al tratar de evitar un rompe muelles,
viró hacia la izquierda y como había unos arbustos no vio al vehículo
del inculpado que se encontraba estacionado, produciéndose el
accidente.
B. Punto de partida
En la vida social moderna, el riesgo de lesionar bienes jurídicos es
paralelo al avance de la mecanización de la misma; Por esto, se
autoriza la realización de acciones que entrañan peligros para bienes
jurídicos, siempre y cuando se cumpla con ciertos cuidados (riesgo
permitido). En este contexto, debe considerarse también el
comportamiento del que ha obrado suponiendo que los demás
cumplirán con sus deberes de cuidado (principio de confianza); por lo
que, el que obra sin tener en cuenta que otros pueden hacerlo en
forma descuidada no infringe el deber de cuidado. De esto se
concluye que, si la tipicidad del delito culposo depende de la
infracción del cuidado debido, es claro que el que obra dentro de los
límites de la tolerancia socialmente admitidos no infringe el deber de

97
Vigésimo segundo juzgado penal de Lima. Expediente 5931-96,
Secretaria: Vilma Abramonte Ballesteros, en Villa Stein, 2000, p. 541
ss.

82
cuidado y, por lo tanto, no obra típicamente. Más aún, en el caso
presente ha quedado acreditado que el factor predominante para la
materialización de los hechos ha sido la acción del agraviado:
conducir la motocicleta a una velocidad no razonable ni prudente para
las circunstancias del lugar. Siendo que la amenaza penal está
dirigida a sancionar al agente que se comporta de manera indiferente
ligera o desconsiderada para con los bienes jurídicos penalmente
tutelados, lo que en los delitos culposos debe ser determinante para
la producción del resultado, circunstancia que en el subexamine no
acontece. Por tanto, no se encuentra acreditada la comisión del delito
instruido y menos aún la responsabilidad penal del agente.

C. Comentario
C.1. Aspecto formal
La redacción es defectuosa, de modo que la argumentación resulta
confusa. En particular, en la última parte, en la que no está
claramente expresado si la circunstancia que no acontece es el hecho
de que el agente no se comportó de manera indiferente, ligera o
desconsiderada respecto de los bienes jurídicos o de la producción
del resultado.
Además, no se relacionan los criterios teóricos invocados con las
circunstancias en que tuvo lugar el accidente.
Debió indicarse en qué consistió el comportamiento imputado al
procesado y si existió una relación suficiente con el resultado. Esto es
en qué condiciones estacionó su vehículo. De manera, a determinar si
creó una situación de peligro no permitida. Para lo cual, se debía
precisar si había tomado las precauciones necesarias para
permanecer dentro de los límites del riesgo permitido.
Momento, en el que se hubiera debido recurrir al principio de
confianza, como límite del riesgo permitido. Al estacionar su vehículo,

83
debidamente, el procesado no tenía porque tener en cuenta que un
conductor, como la víctima, podía no respetar las reglas de tránsito y
chocar contra su vehículo. En caso de comprobarse la existencia de
un peligro prohibido, se hubiera analizado si el resultado fue la
materialización del peligro no permitido creado por el procesado.

C.2. Comportamiento
• Estacionar un vehículo en las cercanías de un cruce de calles.
• Conducir motocicleta a velocidad y sin tener una buena
visibilidad del sitio.
• Se ha admitido que el primer conductor, obró «dentro de los
límites de la tolerancia socialmente admitidos», de donde se
deduce que «no infringe el deber de cuidado y, por tanto, no
obra típicamente».
• Asimismo, se acepta que «el factor predominante para la
materialización de los hechos ha sido la acción del agraviado».
• También, aunque en forma de afirmación general, se dice
implícitamente que si bien obró «sin tener en cuenta que otros
[la víctima] pueden hacerlo en forma descuidada», no se puede
deducir de esto que infringió «el deber de cuidado».

D. Observaciones
El hecho de estacionar un vehículo junto al borde de una calzada
constituye un acto permitido y regulado por el reglamente de tránsito.
Esta regulación está orientada a garantizar el orden y la seguridad de
la circulación en las vías públicas. De modo que de su respeto
depende de que el acto no constituya una fuente de peligro para los
demás usuarios. Esto es particularmente importante en los casos en
que el hecho de aparcar el vehículo es más peligroso; uno de estos
casos es el de detener el vehículo cerca de una encrucijada de calles.

84
Este fue el acto cometido por el procesado. De modo que para
comprobar si, al realizar este comportamiento, creó un riesgo
prohibido o aumentó uno ya existente, se debió comprobar si,
conforme a las circunstancias concretas, el agente respetó dichas
reglas. Especialmente, si éste respetó la distancia en la que se
permite estacionar respecto a una bocacalle. Norma que está dirigida
evitar accidentes y que los demás conductores confían en que será
respetada.
En la sentencia, no se da información sobre el comportamiento del
procesado. Sin mayores explicaciones se afirma que el procesado
actúo dentro de los límites del peligro permitido y de allí se deduce
que no violó el deber de cuidado, así como que no realizó el tipo legal
de lesiones corporales.
Establecida esta conclusión resulta desafortunado referirse al
comportamiento imprudente de la víctima afirmando que éste es el
«factor predominante» para la producción del resultado lesiones
corporales. El comportamiento del agente no puede ser considerado
como un factor secundario de la realización del tipo legal, pues no
constituyó una situación de peligro prohibida. Sólo de haberse
producido este hecho y ante la posibilidad de imputar el resultado al
agente, se hubiera tenido que invocar que no podía procedía debido a
que la víctima misma se había puesto en una situación de peligro. La
misma que se habría materializado en el resultado, no así la que
hubiera sido originada por el agente en la hipótesis imaginada.
Dicho de otra manera, si el conductor estacionó debidamente su
vehículo no ejecutó un comportamiento peligroso, pues respetó las
reglas de tránsito. De modo que, aun cuando su comportamiento
fuera considerado, de acuerdo con la causalidad natural, la causa del
resultado, éste no puede imputársele ya que no creó un peligro no
permitido.

85
2.4. TRAVESÍA FATAL 98
Lesiones culposas: aplicación de la teoría de la imputación
objetiva del resultado.
Si la acción se realiza con la diligencia debida, aunque sea previsible
un resultado, se mantiene en el ámbito de lo permitido jurídicamente y
no se plantea problema alguno; pues la acción objetivamente
imprudente, es decir, realizada sin la diligencia debida que incrementa
de forma ilegítima el peligro de que un resultado se produzca, es junto
con la relación de causalidad, la base y fundamento de la imputación
objetiva.

A. Hechos
La víctima es atropellada por el vehículo conducido por el acusado, en
circunstancias en que, en lugar de utilizar el puente peatonal, trataba
de cruzar una vía peligrosa debido a «las condiciones imperantes»,
en particular a «la carencia de iluminación en la zona». Así, la víctima
obró «sin adoptar las medidas de precaución y seguridad»,
exponiendo de esta manera su vida.

B. Argumentos
En la sentencia se recurre a la noción de tipo de injusto imprudente y
se considera que actúa culposa o imprudentemente quien:
1. Omite la diligencia debida, mediante
2. La infracción del deber de cuidado; la cual consiste en la violación
de las normas de conducta exigibles para el caso concreto. Además,
se agrega que: (1) esas reglas se deducen de la experiencia común;
(2) la transgresión de leyes o reglamentos no implica necesariamente
la violación del deber objetivo de cuidado; (3) «en cuanto es el que

98
Expediente 550-98 Lima en Rojas Infante, 2001, p. 78 ss.

86
hubiera observado un ciudadano medio en tales condiciones y con los
conocimientos específicos del agente».
Luego, se sostiene que una acción cometida con la diligencia debida,
aunque haya sido previsible el resultado producido, es permitida
jurídicamente y que, por tanto, «no se plantea problema alguno». Se
llega a esta conclusión porque se admite la imputación objetiva sólo
cuando se trata de una acción objetivamente imprudente que
incrementa, de forma ilegítima, el peligro de que el resultado se
realice.
Enseguida, se señala que conducir un vehículo motorizado comporta
un «riesgo socialmente aceptado y permitido». Si en la realización de
esta acción, se produce un «resultado no deseado», aun
fortuitamente, no basta para reprimir al conductor imprudente; ya que
esto significaría aceptar que el resultado, en los delitos culposos, es
una pura condición objetiva de penalidad.
Admitir esto último sería un «absurdo», el mismo que es superado
recurriendo al criterio de la imputación objetiva. La misma que,
conforme a la sentencia, requiere que: (1) el resultado sea la
realización de un riesgo no permitido; (2) éste sea implícito en la
acción del agente y que (3) exista relación de causalidad entre la
acción y el resultado, la que no es suficiente para imputar el resultado
al autor de la acción.
De esta manera, se llega a la conclusión de que no debe castigarse al
conductor por homicidio culposo.

C. Comentario
El razonamiento, sin embargo, no es claro ni coherente. Esto se debe
a que se parte de criterios dogmáticos sin hacer referencia a los
hechos, los mismos que no son suficientemente expuestos.

87
Así, no se da ninguna información sobre la manera cómo el conductor
conducía su vehículo ni el estado de su persona o del vehículo. Se da
por supuesto que no ha incurrido en imprudencia alguna por no haber
violado el deber de cuidado que le imponían las circunstancias, como
lo hubiera hecho «un ciudadano medio en tales condiciones y con los
conocimientos específicos del agente» (afirmación discutida en
doctrina). Si esto es así, el agente, mediante su acción diligente, no
ha creado ni aumentado un riesgo prohibido.
Sin embargo, los jueces, para reforzar su decisión, dicen,
textualmente, que «hay que agregar que por las circunstancias en que
se producen los hechos se colige la falta de previsibilidad de la
producción del resultado». De esta manera, afirman, en buena
cuenta, que el resultado era imprevisible.
Sin embargo, los jueces no conciben el carácter fortuito del resultado
en el sentido de que se trataría de un hecho de la naturaleza que
escapa al control del agente. Ellos se refieren más bien, pero sin la
debida claridad, a la comprobación de la previsibilidad del resultado
como una de las condiciones del tipo legal de los delitos imprudentes.
Sólo si el resultado es previsible puede reprochársele al agente que
hubiera podido darse cuenta de la peligrosidad de su comportamiento
y, así mismo, que omitió tomar las medidas necesarias para no
perjudicar involuntariamente a terceros. Del carácter imprevisible del
resultado se deduce que el agente no podía violar el deber de
prudencia. Por tanto, no es correcto, como lo hacen los jueces,
afirmar que se trata de un caso fortuito porque el agente no ha
actuado imprudentemente.
La argumentación debió ser más simple. Como la muerte de la
víctima se explica, según las leyes naturales, como causada por la
acción de comisión realizada por el agente, se cumple con el requisito

88
mínimo para proceder a determinar si se le puede imputar
objetivamente el resultado.
Para esto, debía establecerse si creó una situación de peligro. Con
este fin, se requería establecer si superó el riesgo permitido en la
conducción de vehículos, para lo cual tendría que comprobarse si
violó una de las reglas de la circulación automotriz. Lo que supone
que el agente está en situación de prever el resultado perjudicial. La
negación de este último factor, permite afirmar que no actuó
antirreglamentariamente y, por tanto, que lo hizo de manera diligente.
Así, se concluiría negando que el conductor haya realizado el tipo
legal. Dicho de otra manera, no se le imputaría objetivamente el
resultado perjudicial.
En esta sentencia, no se comprende plenamente por qué se pone en
primer plano el comportamiento de la víctima, considerado altamente
imprudente y como una exposición voluntaria al peligro de sufrir un
accidente. La culpa de la víctima no excluye que el agente haya
podido también incurrir en una imprudencia, por la que debe
responder. El carácter súbito e inesperado del comportamiento de la
agraviada puede constituir un elemento para afirmar que el resultado
era imprevisible para el agente. Tanto la culpa grave de la víctima
como su inesperada manera de actuar eran consideradas, según los
criterios tradicionales, como circunstancias que interrumpen la
causalidad. Ahora, se trata más bien de comprobar si el resultado
puede imputarse objetivamente al autor. Por lo que, en la sentencia,
debió negarse o afirmarse, primero, si el agente creó una situación de
peligro. Para hacerlo, era indispensable comprobar si se había
incumplido alguna norma de precaución. Si esta violación no se había
producido porque el resultado era imprevisible, no era posible exigir al
agente que actuase diligentemente en relación con un resultado que
él no podía prever. De modo que debía considerarse, más bien, que

89
se trataba de un caso fortuito y, por consiguiente, era inútil analizar la
imputación objetiva o la imprudencia. En caso contrario, debía
procederse a determinar la imputación objetiva y una vez comprobado
que era posible tener el resultado como obra del agente, plantearse si
no procedía hacerlo debido a la manera imprudente como la víctima
se había comportado. Si ésta había asumido el peligro mediante su
actuación voluntaria, no debía imputársele objetivamente el resultado
(asunción del peligro por acto voluntario).
El hecho de que se afirme el carácter fortuito del resultado en la
sentencia hace confusa la argumentación.

2.5. DEXTROSA MORTAL99

A. Hechos
Enfermera aplica dextrosa al 50 %, en lugar de al 5 %, a una niña
internada en el hospital. Este hecho desencadena un proceso que
culmina con la muerte de la paciente. La enfermera para ocultar su
error cubrió la etiqueta del frasco que indicaba 5 % con otra en la que
inscribió 50 %. El hecho que este error fuera descubierto horas
después, debido a que la enfermera no confesó su equivocación,
determinó que la niña no pudiera ser salvada.
La enfermera reconoció su error, lo que implicaba la violación del
deber de cuidado.
Este comportamiento imprudente causó lesiones graves que llevaron
al estado de coma a la víctima.

B. Argumentos
En la sentencia, se afirma que «en todo contacto social es siempre
previsible que otras personas van a defraudar las expectativas que se

99
Exp. 86-96 Sec. Alvarado Lima 22-08-1997, en Villa Stein, 2000, pp. 541 y ss

90
originan de su rol. No obstante sería imposible la interacción si el
ciudadano tuviese que contar en cada momento con un
comportamiento irreglamentario de los demás. Se paralizaría la vida
en comunidad si quien interviene en ella debe organizar su conducta
esperando que las otras personas no cumplían con los deberes que
les han sido asignados. El mundo está organizado de una forma
contraria, pese a que se presentan frecuentes defraudaciones, quien
participa en la interacción social puede esperar de las otras personas
un comportamiento ajustado a su status, él puede confiar que los
otros participantes desarrollarán sus actividades cumpliendo las
expectativas que emanan de la función que le ha sido asignada».
Asimismo, se indica que «en los supuestos de trabajo en equipo, que
implica una distribución de trabajo, no es posible que alguien pueda
cumplir acertadamente su tarea si tiene el deber de controlar y vigilar
la conducta de los demás colaboradores, y que en el caso que nos
ocupa no le es exigible al personal médico de dicha unidad el estar
supervisando el contenido de los frascos ni de los medicamentos de
todos los pacientes de la Institución, suministrados por el personal
auxiliar para determinar si son conforme con lo indicado».
Igualmente, se señala que «el médico no es responsable de si el
instrumento está debidamente esterilizado, lo que es tarea de la
instrumentadora». Su deber es el de «asignar correctamente las
funciones», asimismo «dar órdenes claras». Por lo que, «sólo
respondería, en consecuencia por defecto de comunicación y
coordinación en su equipo de trabajo o por instrucciones que no sean
lo suficientemente claras». Según los jueces, el pediatra no incurrió
en estas deficiencias con respecto al tratamiento de la niña.
La argumentación es fundamentada en «el principio de confianza,
parte de la moderna teoría de la imputación objetiva». Según la
sentencia, ésta tiene la «finalidad determinar la atribuibilidad del

91
resultado, que tiene como uno de sus fundamentos el principio de la
autorresponsabilidad y que el ámbito de responsabilidad de cada uno
se limita a su propia conducta que no se le puede imputar el resultado
lesiones graves culposas, al médico pediatra, ni a la segunda
enfermera que intervino en el suministro de la dextrosa, ocurrido por
la frustración de la expectativa de una conducta adecuada al debido
cuidado por parte de la primera enfermera».

C. Comentario
No existe mayor problema respecto a la responsabilidad de la
enfermera que, debido al error que cometió, provocó la muerte de la
víctima. Salvo, si se piensa que por la manera como trató de ocultar lo
que había hecho, ella se dio cuenta de que impediría o dificultaría que
la víctima fuera tratada debidamente y, por tanto, salvada. Así, se
habría representado la posibilidad de causar la muerte de la víctima y,
sin embargo, continuar actuando de la manera como lo hizo (ocultar la
acción por la que había creado el peligro), lo que significaría que
aceptó la realización del resultado que se representó como posible. Si
este fuera el caso, habría actuado con dolo eventual respecto a la
muerte de la niña.
El problema, en el caso concreto, se centró sobre la responsabilidad
del médico y de la segunda enfermera. ¿Debieron vigilar la
intervención de la primera enfermera o no? Los jueces determinan el
papel del médico pediatra afirmando que su responsabilidad está en
relación con la comunicación y coordinación que debe establecer y
mantener entre los miembros de su equipo de trabajo, así como con
la manera en que les dicta las instrucciones. Al respecto, indican que
no existe ningún defecto en cuanto a las primeras y que dictó las
instrucciones correctas. Asimismo, que, en caso juzgado, no se puede
exigir «al personal médico de dicha unidad el estar supervisando el

92
contenido de los frascos ni de los medicamentos de todos los
pacientes de la institución, suministrados por el personal auxiliar».
Esta afirmación se basa en la idea, expresada previamente por los
jueces, de que, en caso de trabajo en equipo, «no es posible que
alguien pueda cumplir acertadamente su tarea si tiene el deber de
controlar y vigilar la conducta de los demás colaboradores». En
cuanto a la segunda enfermera procesada, la misma que reemplazó
durante dos horas a la que cometió el error, se dice que «verificó que
la vía estaba permeable y que el goteo estaba según lo indicado». En
relación con ambos casos se invoca el principio de confianza en
actividades conjuntas practicadas con distribución de tareas. Sin
embargo, llama la atención que, por un lado, se parta de un criterio
general sin precisar si, según los reglamentos del hospital, el médico
y la enfermera tenían que controlar que el tratamiento se efectuaba
correctamente. Por otra parte, que ninguno de los concernidos por el
tratamiento de la menor haya percibido el burdo cambio de etiqueta
efectuada por la enfermera que se equivocó. Esto se explica quizá por
las condiciones materiales y personales imperantes en los hospitales
públicos; pero no deja ser cuestionable la manera cómo se aplica el
principio de confianza para excluir la responsabilidad del médico y la
enfermera. La sentencia no da los elementos suficientes para mejor
comprender la argumentación de los jueces.

2.6. VELOCIDAD EXCESIVA100


Homicidio culposo: actos que incrementaron el riesgo imputable
al procesado.
Tanto la materialización del delito como la responsabilidad penal del
procesado se encuentran debidamente acreditadas, pues además de
la verificación del nexo causal existente, se tiene que el resultado le

100
Expediente 5032-97 Lima 2.11.98, en Rojas Infante, 2001, pp. 71 y ss.

93
es imputable objetivamente, toda vez que la excesiva velocidad con
que conducía su vehículo le impidió detenerse y ceder el paso al
agraviado, circunstancia que objetiviza la infracción del deber del
cuidado incurrida por el acusado, lo que finalmente significó un
incremento del riesgo permitido materializado en el resultado.

A. Hechos
Accidente de tránsito provocado por los conductores de dos
vehículos. El mismo se produjo tanto porque conducían con exceso
de velocidad, como porque el procesado no prestó la debida atención
a los vehículos que circulaban por la pista lateral. El conductor que
circulaba por la vía principal resultó muerto.

B. Argumentos
Se ha verificado tanto el nexo causal entre la conducta del procesado
y el fallecimiento del agraviado; Este resultado es objetivamente
imputable al procesado, toda vez que la excesiva velocidad con que
conducía su vehículo le impidió detenerse y ceder el paso al
agraviado; Esta circunstancia «objetiviza» la infracción de cuidado
incurrida por el acusado; Lo que finalmente significó un incremento
del riesgo permitido, el mismo que se ha materializado en el resultado
materia de autos; La circunstancia de que el agraviado también
conducía a una velocidad inapropiada no enerva la responsabilidad
del procesado; Por tanto, tanto la materialización del delito así como
la responsabilidad penal del acusado se encuentran debidamente
acreditadas.

C. Comentario

94
La argumentación para afirmar que el procesado ha realizado el tipo
legal del delito de homicidio no es suficientemente clara. La creación
del riesgo prohibido, fundamento de la imputación objetiva, se
produce por el exceso de velocidad con que conducían tanto el
procesado como la víctima. No es correcto afirmar que el procesado
"incrementó el riesgo permitido", lo que hizo es sobrepasar este límite,
creando así la situación de peligro prohibida. El resultado muerte está
condicionado por el comportamiento de ambos conductores, por lo
que era necesario determinar la imprudencia en que incurrieron
ambos conductores. En la sentencia, en cuanto a la víctima, sólo se
indica que no conducía a la velocidad apropiada; respecto al
procesado, se señala que, además de conducir con exceso de
velocidad, no respetó la prioridad de los vehículos circulando por la
vía principal. Los jueces han considerado que este último factor ha
sido determinante para la materialización del resultado. Según ellos,
la concurrencia de culpa de parte de la víctima no constituye
obstáculo para que se impute el resultado al procesado. Esta
afirmación no es satisfactoria en la medida en que la apreciación de la
imprudencia de ambos conductores no es suficientemente analizada.
Esta deficiencia se debe a que el razonamiento no parte de la
comprobación correcta de la existencia de la situación de peligro
prohibida. Para constatar ésta, hay que plantear ordenadamente las
cuestiones relativas a la violación del deber de prudencia, la
realización del resultado prohibido por la norma, la posible asunción
del riesgo por parte de la víctima y la posible influencia del criterio de
confianza en el correcto comportamiento de los demás participantes
en la circulación. De esta manera, se hubiera mejor determinado el
papel desempeñado por la víctima para delimitar la responsabilidad
del procesado.

95
CONCLUSIONES

• Concluimos que en la evolución de la imputación objetiva tenemos


como principal impulsor a Hegel, representante de la filosofía del
derecho. Sin embargo en 1970 nace como la conocemos
actualmente cuando Roxin plantea su vinculación con un riesgo
jurídicamente relevante de una lesión típica del bien jurídico.

• Uno de los aportes significativos que se derivan de la teoría del


delito, es que se ocupa de problemas centrales de la estructura
general del delito, logrando un tipo objetivo y unitario para los
delitos dolosos de resultado y los delitos culposos.

96
• La teoría de la imputación objetiva está orientada a delimitar la
responsabilidad penal en su configuración utiliza unos principios
básicos como la equivalencia y las condiciones, la prohibición de
regreso, los roles sociales y el riesgo permitido, etc. Se debe de
considerar si la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado
que da un resultado es imputable o no en una persona, es decir se
orienta a establecer si una conducta es punible o imputable, dado
el resultado de la acción y las condiciones en que se produjo.

• La propuesta de Roxin, dentro de la teoría del delito,


específicamente diferencia tres niveles de imputación: a) la
creación de un riesgo jurídico relevante o no permitido, b) la
realización del riesgo y c) el fin o alcance del tipo penal.

• La teoría del delito esta teoría intenta determinar con carácter


general las propiedades objetivas que han de concurrir en un
comportamiento para que éste sea imputable a un autor para a
partir de esta atribución, iniciar el análisis de la exigencia de
responsabilidades penales.

RECOMENDACIONES

 El intento de renovar los criterios de interpretación y aplicación de la ley


son siempre deseables. El éxito depende de si los nuevos métodos y
conceptos han sido bien asimilados. Los fracasos o insuficiencias se
deben, con frecuencia, a una deficiente comprensión de los nuevos
criterios y a la falta de adaptación a los contextos legislativos y judiciales
marcados por las concepciones e ideas que se trata de superar. En este

97
nivel, se olvida que los criterios que se recepcionan han sido elaborados
en una realidad social y legislativa diferente a la nuestra. De modo que
cabe preguntarse si en lugar de actuar impulsados por el carácter
novedoso de las nuevas concepciones, no sería mejor reflexionar sobre
ellas para aplicarlas en la medida en que resulte indispensable y de
interés práctico.

 En la jurisprudencia nacional , se recomienda que la misma trabaje con


supuestos de imputación objetiva, puesto que, presenta criterios
materiales más adecuados, los cuales, permiten establecer si una
omisión (impropio) encuadra en el sentido valorativo o ámbito de
regulación de un determinado tipo penal, coadyuvando al dictado de
pronunciamientos jurisdiccionales con fundamentaciones lógico –
normativos.

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