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Thomas E.

Sniegoski The Fallen

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

TRADUCCIÓN REALIZADA EN:

Leyendas Oscuras
http://leyendasoscuras.foroactivo.com

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

TRADUCTORAS Y CORRECTORAS

Madri

elisabeth_spieluhr

Valy

Sonia Blake

AndreaN

CORRECCIÓN GENERAL

Madri

DISEÑO

AndreaN

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Lebanon, Tennessee, 1995

La noche de Tennessee gritaba.

Eric Powell corrió torpemente a través de la hierba detrás de la casa de sus abuelos. Se
cayó por el terraplén inclinado hacia los espesos bosques del pantano, con las manos
presionaba firmemente contra sus oídos.

- No estoy escuchando-, dijo entre dientes, al borde de las lágrimas. - Basta. ¡Por favor!
Cállate.

Los sonidos eran ensordecedores, y quería nada más que correr para escapar de ellos.
¿Pero adónde? Las voces venían de todas partes.

Eric corrió más y más en el bosque. Corrió hasta que sus pulmones se sentían como si
estuvieran en fuego, y los latidos de su corazón eran casi lo suficientemente fuertes como
para ahogar las advertencias siniestras de la oscuridad circundante.

Casi.

Debajo de un sauce llorón que había sido su lugar favorito para escapar del estrés de la
vida adolescente, se detuvo para recuperar el aliento. Cautelosamente movió las manos
lejos de las orejas y fue bombardeado con el mensaje cacofónico de la noche.

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- Peligro-, advirtió un pequeño, con un alto chirrido agudo en las sombras por el pequeño
arroyo que serpenteaba a través de la madera oscura. - Peligro. Peligro. Peligro.

- Vienen-, chilló otra. - Ellos vienen.

- Escóndete-, chilló algo dentro de las ramas colgantes del sauce antes de tomar vuelo en
el miedo. - Antes de que sea demasiado tarde-, dijo, se fue volando.

Había otros por ahí en la noche, miles de personas todos hablan en lenguas diferentes, y
le advertían de la misma cosa. Algo se acercaba, algo malo.

Eric cayó contra el árbol tratando de concentrarse, y su mente se remonta a cuando


comenzó a escuchar las advertencias. Fue un 25 de junio, estaba seguro. La memoria
estaba vivamente fresca, ya que había sido sólo hace dos meses y no era fácil olvidarse de
un decimoctavo cumpleaños o el día en que comenzó a perder su mente.

Antes de eso, oyó el mundo como cualquier otro. El croar de las ranas junto al estanque,
el zumbido furioso de un abeja atrapada en contra de las pantallas de las ventanas
laterales del porche. Sonidos comunes, cotidianos de la naturaleza, se dan por sentado, a
menudo ignorados.

Pero en su cumpleaños había cambiado.

Eric ya no oía los sonidos de los pájaros o el triste lamento de un gato en la noche. Oye
voces, las voces que exaltaron la gloria de un día de verano hermoso, las voces que hablan
de alegría y tristeza, hambre y miedo. Al principio trató de bloquearlo, para escucharlas
como lo que en realidad eran, sólo los sonidos de animales. Pero cuando empezaron a
hablar directamente con él, Eric se dio cuenta de lo difícil que era, que realmente se
estaba volviendo loco.

Un enjambre de luciérnagas lo distrajo de sus pensamientos, sus cuerpos incandescentes


abrían y cerraban el negro absoluto de los bosques de la noche. Ellas bajaron y tejieron un
mensaje, las luces transmitían un mensaje de gran importancia.

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- Corre-, fue la misiva que leyó de su parpadeo bioluminiscencia. - ¡Corre, por tu vida estás
en peligro!

Y eso es precisamente lo que hizo.

Eric se separó de la base del árbol y se dirigió hacia el gorgoteo del arroyo. Él lo cruzaría y
se dirigiría más adentro en el bosque, tan lejos que nadie lo encontraría. Después de todo,
había crecido aquí y dudaba de que hubiera alguien que conociera todo el bosque mejor
que él.

Pero entonces la pregunta vino, la misma pregunta que la parte racional de su mente
había estado pidiendo desde que comenzaron las advertencias.

¿De qué tengo miedo?

La pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza mientras corría, pero él no sabía la
respuesta.

Eric saltó el arroyo. Aterrizó en el otro lado con torpeza, el pie se deslizó en algunas rocas
cubiertas de musgo y en el agua demasiado fría.

Se quedó sin aliento cuando el líquido invadió su zapato, y él se apresuró a sacarlo del frío
abrazo. Su tacto helado lo estimuló a moverse más rápido. Se metió debajo de las ramas
colgantes de los árboles jóvenes que crecían a lo largo de las orillas del río, entonces se
sumió aún más en el bosque.

Pero, ¿de qué estás huyendo? -preguntó una voz racional, no de los bosques a su
alrededor, sino de su propia mente. Su propia voz, una voz tranquila, que pretendía anular
su sentido de pánico. Esta voz quería que parara y confrontara sus temores, para ver lo
que realmente era. No hay peligro, dijo la voz sensata. No hay nadie que te persiga, que te
esté observando.

Eric disminuyó su ritmo.

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- Sigue corriendo-, instó algo, que se deslizó debajo de un tronco volcado, sus escamas
brillantes reflejan la luz de las estrellas.

Y casi escuchaba la voz de los pequeños, un silbido, casi lo aceleró de nuevo. Pero Eric
sacudió la cabeza y comenzó a caminar. Otros lo llamaron desde los arbustos, desde el
aire por encima de su cabeza, desde la hierba bajo sus pies, instándolo a huir, a correr
como un loco, que era exactamente lo que él decidió que era.

En ese momento, Eric tomó una decisión. Él no iba a escucharlos más. Él no iba a correr de
una amenaza invisible. Él iba a dar la vuelta, volver a la casa de sus abuelos, los
despertaría, y explicaría lo que estaba sucediendo. Él les diría que necesitaba ayuda, que
necesitaba ir a un hospital de inmediato.

Su mente se estableció, Eric se detuvo en un claro y miró hacia el cielo de la mañana. Las
nubes grises le recordaban a la lana y se frotaban lentamente en la cara de una luna
radiante. No quería lastimar a sus abuelos. Ya habían pasado por muchas cosas. Su madre,
su hija embarazada y soltera, murió al dar a luz. Lo criaron como si fuera su propio hijo,
dándole todo el amor y el apoyo que jamás hubiera esperado. Y ¿cómo iba a pagarles?
Con más tristeza.

Lágrimas ardientes inundaron sus ojos, se imaginaba como sería cuando regresara a la
casa y despertar a la pobre pareja de ancianos de su sueño. Podía ver sus miradas tristes
de desilusión mientras él explicaba que estaba oyendo voces, que él tenía diecinueve años
y perdió su mente.

Y como si estuvieran en acuerdo, las voces de la noche llegaron de nuevo a la vida:


parloteo, silbidos, temblorosas.

- Corre, corre-, dijeron al unísono. - ¡Corre por tu vida, porque han llegado!

Eric miró a su alrededor, el alboroto era ensordecedor. Desde que su combate con la
locura comenzó, las voces no habían tenido este volumen, estaban frenéticas. Tal vez
sospechaban que iba a recuperar sus sentidos. Tal vez sabían que su tiempo con él iba a
finalizar.

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- ¡Ellos están aquí! ¡Huye! ¡Escóndete! No es demasiado tarde. ¡Corre!

Se dio la vuelta, con los puños cerrados por el enojo.

- ¡No más!-. Gritó a los árboles.- Yo no voy a escucharte nunca más-, agregó al aire por
encima de su cabeza y la tierra bajo sus pies. - ¿Me entiendes?-. Preguntó a la oscuridad
que rodeaba el bosque.

Eric se volvió en un círculo lento, su locura todavía intentaba abrumarlo con sus chillidos
clamorosos. Él no pudo aguantar más.

- ¡Cállate!- Le gritó con todo el aire de sus pulmones. - ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate!

Y todo quedó al instante tranquilo.

Tan intolerable como las voces se habían convertido, la súbita falta de ellos fue
igualmente extrema. Ya no había nada: no hay zumbido de insectos, ni gritos de pájaros
nocturnos. Ni siquiera las hojas crujían por el viento. El silencio era ensordecedor.

- Bueno, está bien entonces-, dijo, hablando en voz alta para asegurarse de que no se
había quedado sordo. Hecho difícil por el abrupto silencio, se dio la vuelta para abandonar
el pequeño claro de la forma en que había entrado.

Eric se detuvo. Una figura solitaria se quedó en el camino.

¿Es un truco de las sombras? ¿El bosque, la oscuridad y luz de la luna conspiraban para
ponerlo más loco de lo que él ya es? Eric cerró los ojos y los abrió de nuevo tratando de
centrarse en la figura varonil. Todavía parecía ser alguien que bloqueaba su camino.

- ¿Hola?-. Se movió cuidadosamente más cerca de la figura oscura. - ¿Quién está ahí?-.
Eric aún no podía distinguir los detalles del extranjero.

La figura se acercó a él, y lo mismo hizo la oscuridad, como si las sombras ondulantes que
se aferraban a la figura formaran parte de su maquillaje. La imagen cómica de Pig Pen de
las caricaturas de Charlie Brown, rodeado de su siempre presente nube de polvo y

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suciedad, rápidamente vista por la imaginación de Eric. De un modo perverso hizo


recordarle, sólo que ésta era mucho más inquietante.

Eric rápidamente dio un paso atrás.

- ¿Quién eres?-. Preguntó, su voz más alta por el miedo. Siempre había odiado cómo su
voz sonaba cuando tenía miedo. - No te acerques más-, advirtió, haciendo un esfuerzo
consciente para que su voz sonara amenazante.

La figura oculta en la oscuridad se detuvo en seco. Incluso estaba mucho más lejos del
claro, Eric no podía distinguir ningún rasgo. Estaba empezando a preguntarse si su psiquis
había empezado a jugar con él, si esta sombra era nada más que una creación de su
locura.

- ¿Eres...? ¿Eres real?-. Eric balbuceó.

Era como si él hubiese gritado la pregunta, el bosque estaba todavía tan inusualmente
silencioso.

La oscuridad en forma de un hombre se quedó allí y Eric se convenció de su irrealidad. Sin


embargo, otro síntoma de la locura, pensó con un movimiento de disgusto de su cabeza.
No podía dejar de escuchar voces, se criticó a sí mismo, oh no, ahora tengo que ver cosas.

- Adivinaré las respuestas a esa pregunta-, dijo Eric en voz alta mientras miraba fijamente
el producto de su demencia. -¿Qué te pasa?-. Preguntó. -¿Me das una señal o algo?
Cuando comprenda que no eres más que una mierda loca que mi mente formó, se supone
que desaparecerás-. Saludó a la figura de la distancia. -Vaya. Sé que estoy loco, no es
necesario probarlo.

La figura no se movió, pero las sombras que lo rodeaban si lo hicieron. La oscuridad


parecía abrirse. Como los pétalos de una flor que se abre a la noche, el negro ébano se
abrió para revelar a un hombre dentro.

Eric estudió al hombre, buscando en su memoria algún destello de reconocimiento, pero


llegó con las manos vacías. Él era alto, por lo menos seis pies, y delgado, vestido con un

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jersey negro, y pantalones a juego. Y a pesar de la alta temperatura y la humedad del sitio,
se dio cuenta de que el hombre llevaba un abrigo gris.

El hombre parecía estar estudiándolo a él también, inclinando la cabeza de un lado a otro.


Su piel era muy pálida, casi blanca. Su pelo, que llevaba muy largo y severamente peinado
hacia atrás, era prácticamente del mismo color. Eric había ido a la escuela primaria con
una niña que se parecía a eso, su nombre era Cheryl Baggley y ella también había sido
albina.

- Sé que esto va a sonar loco-, Eric dijo al hombre, - pero...- balbuceó mientras trataba de
formular la manera más sana la pregunta. -Tú eres de verdad... ¿verdad?

El hombre no respondió de inmediato. Como buen forastero misterioso reflexionó la


pregunta, Eric notó sus ojos. La sombra aceitosa, que tenían antes parecía haberse
agrupado en las cuencas de sus ojos. Nunca había visto unos ojos tan profundos y oscuros
como estos.

- Sí-, el hombre de tez pálida, dijo secamente, su voz sonó como el graznido de un cuervo.

Sorprendido, Eric no entendía el significado de la respuesta repentina del hombre y lo


miró confuso. - ¿Sí? Yo no...- Él movió la cabeza con nerviosismo.

- Sí-, respondió el hombre de nuevo. -Yo soy real-. Hizo hincapié en cada una de las
palabras al decirlas.

Su voz era extraña, Eric pensó, como si no se sintiera cómodo hablando en esa lengua.

- Oh... bueno, eso es bueno saberlo. ¿Quién eres? ¿Lo mandaron a buscarme?- Preguntó. -
¿Mis abuelos llamaron a la policía? Lo siento de verdad tenía que venir hasta aquí. Como
puede ver, estoy bien. Sólo estoy tratando con algunas cosas y... bueno, sólo necesito
volver a la casa y tener una larga charla con...

El hombre levantó una rígida mano pálida. - El sonido de ustedes, me ofende-, dijo, con
una mueca en los labios. - Abominación, yo te mando a guardar silencio.

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Eric, sintió como si lo hubiesen abofeteado. - Hice... ¿Acabas de llamarme abominación?-


preguntó, confuso y con miedo de elevar el tono de su voz.

- Hay pocas palabras en esta lengua que los define mejor-, gruñó el extranjero. -Ustedes
son una plaga en su mundo, un horror a los ojos de Dios, pero tú no la incitas-. Volteó la
mano tendida para silenciar al muchacho con la palma hacia arriba. Algo había comenzó a
brillar en su centro pálido. -Sin embargo, eso no cambia la realidad que debes ser
detenido.

Eric sintió todo su cuerpo ponérsele la piel de gallina. No necesitaba las voces del bosque
para advertirle de que algo andaba mal, lo podía sentir en el aire.

Volvió a correr, y lanzarse a través de la espesa maleza. Tenía que huir. Cada fibra de su
ser, gritó peligro, y permitió que el sentido de supervivencia se apoderara de él.

Cuatro figuras de pronto le cerraron el paso, cada uno vestido como el extranjero, cada
uno con una tez tan pálida como la cara de la luna llena. ¿Cómo es esto posible? Su mente
se aceleró. ¿Cómo podrían cuatro personas acercarse a él sin hacer ruido?

Algo lloriqueó a los pies de los recién llegados, y vio a un niño agachado allí. Estaba sucio,
desnudo, con el cabello largo y descuidado, el moco le goteaba de una fosa nasal y se
aferraba a sus labios sucios. La expresión del niño le dijo a Eric que había algo malo con él,
que fue tocado de alguna manera. Y entonces se dio cuenta del collar de cuero que
rodeaba el cuello del niño, y la correa que llevaba en la mano uno de los extranjeros, y Eric
sabía que algo estaba muy mal.

El niño empezó a tirar de la correa, señalándolo con el dedo sucio, gimiendo y gruñendo
como un animal.

Los extranjeros fijaron sus miradas en Eric con ojos de sombra sólida y empezaron a
expandirse, lo que eliminó cualquier posibilidad de escapar. El niño salvaje continuó
chillando.

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Eric dio media vuelta para ver que la otra figura se había acercado. Su mano seguía
extendida ante él, pero ahora estaba en llamas.

Su mente intentaba procesar este evento. Había fuego en la palma de la mano del
hombre, y lo más inquietante es que no parece molestarle en lo más mínimo.

Eric sintió que sus piernas empezaron a temblar mientras que el naranja y el amarillo de la
llama creció, saltando con hambre en el aire. El extranjero caminó con paso firme hacia él.
Eric quería salir corriendo, atacar y escapar de aquellos que lo acorralaban, pero algo le
dijo que sería en vano.

El miedo se apoderó de él y cayó de rodillas, sintiendo la humedad, el frío comenzó a


pasar a través de sus pantalones. No había ninguna razón para correr, el niño salvaje
gruñó a su espalda y sabía que los cuatro desconocidos se habían trasladado cerca de él.
Mantuvo su mirada en el hombre de pie encima de él, sosteniendo el fuego en la palma de
su mano.

- ¿Quién eres?-. Preguntó debidamente, hipnotizado por la llama milagrosa, que parecía
estar tomando la forma de algo totalmente distinto.

El desconocido le miraba con ojos negros y brillantes, su expresión libre de cualquier


emoción. Eric podría verse reflejado en ellos.

- ¿Por qué haces esto?-. Preguntó patéticamente.

El extraño inclinó la cabeza de forma extraña. Eric podía sentir el calor de la llama en su
rostro mientras miraba hacia arriba.

- ¿Qué fue lo que el mono apóstol Mateo garabateó sobre nosotros en uno de sus tontos
libros?- El hombre le preguntó a nadie en particular. - El Hijo del hombre enviará adelante,
y recogerán de su reino todos los que ofenden, y los que hacen el mal, y los echarán en el
horno de fuego. O algo por el estilo-, añadió con una mueca horrible.

Eric nunca había visto nada más natural. Era como si el rostro del extraño careciera de la
musculatura adecuada para completar la más común de las expresiones humanas.

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- No entiendo-, dijo en una voz casi un susurro.

El hombre movió la llama de una mano a la otra, y Eric la siguió con los ojos. El fuego se
había convertido en una espada.

Una espada de fuego.

- Es mejor que no lo hagas- , dijo el hombre, levantando la hoja ardiente sobre su cabeza.

El chico vio el arma de fuego descender, con el rostro vuelto hacia arriba como buscando
los rayos del sol naciente. Y entonces todo lo que era, y en todo lo que podría haberse
convertido, se consumía en el fuego.

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C a pítulo
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Aarón Corbet tenía el sueño de nuevo.

Sin embargo, fue mucho más que eso.

Desde que comenzó, hace más de tres meses, las visiones del sueño se habían vuelto más
y más intensas, más vivas. Casi real.

Él está caminando por la primitiva ciudad, un lugar antiguo, construido con ladrillos
marrones, barro y paja. La gente de aquí está asustada, algo está atacando sus hogares.
Corren frenéticamente, haciéndose eco de sus gritos de espanto en toda la noche fresca.
Sonidos de violencia llenan el aire, las espadas repiquetean en la batalla, el lamento de los
heridos y algo más que no podía identificar, un sonido extraño en la distancia, pero
acercándose.

Otras noches ha tratado de detener a los ciudadanos asustados, para captar su atención,
para preguntarles que está ocurriendo, pero no pueden verle ni oírle. Él es un fantasma en
su confusión.

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Los esposos y esposas, protegían a los niños pequeños entre ellos, corrían a través de las
calles cubiertas de arena buscando desesperadamente un refugio. De nuevo escucha sus
voces llenas de miedo. Él no entiende su lengua, pero el significado es bastante claro. Sus
vidas y las vidas de sus hijos están en peligro.

Son demasiado numerosas las noches que ha venido a este lugar, a este triste pueblo y fue
testigo de la angustia. Pero ni una vez ha visto la fuente de su miedo.

Se mueve a través de las tortuosas calles del lugar del sueño, siente la rugosa arena del
desierto bajo sus pies descalzos. Cada noche esta ciudad en estado de sitio se vuelve más
real para él, y esta noche siente el miedo, como si fuera el suyo propio. Y de nuevo se
pregunta a sí mismo, ¿el miedo a qué? ¿Quiénes son ellos que pueden producir tanto
miedo a la gente? En el mercado había un niño vestido con harapos, no mayor que él,
estaba escondido debajo de una lona que cubre un gran montón de fruta amarilla,
parecidas a las calabazas. Él miró a hurtadillas al niño como viajaba por todo el mercado
abandonado, pegado cerca de las sombras. El niño mira el cielo nerviosamente mientras
corre.

Es curioso que el niño esté tan preocupado por el cielo.

El niño se detiene en la periferia del mercado y se agacha en un charco oscuro como la


noche. Me mira con nostalgia a través de la extensión de terreno abierto en otra área de
la oscuridad, en el otro lado.

Hay miedo implacable en la joven cara de piel morena del chico, sus ojos estaban
ampliados. ¿A qué le tiene tanto miedo? Aarón mira encima de sí mismo y sólo ve la
noche, como terciopelo, adornado con joyas brillantes. No hay nada que temer,
únicamente admirar su belleza.

El chico sale de su escondite y corre por la calle abierta. Está a mitad de camino, cuando el
viento comenzó a soplar. Repentinas, ráfagas que surgen de la nada, arrojando arena,
suciedad y polvo.

El chico se cubre la cara y con los brazos formó escudos deteniendo partículas. Él es
cegado, inseguro de su dirección. Aarón quiere llamarle, ayudar al muchacho a escapar de

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la misteriosa tormenta de arena, pero sabe que sus esfuerzos serían inútiles, él es sólo un
observador.

Y allí estaba el sonido. No pude identificarle exactamente, pero me es familiar. Hay algo en
el cielo, algo que late en el aire, agitando los vientos, creando repentinas tormentas.

El niño está gritando. Su sudor humedecía su cuerpo casi como un polvo blanco tan fino
como la arena del desierto.

Los sonidos se hacían más fuertes, se sentían más cerca ahora.

¿Qué es eso? La respuesta estaba justo en el borde de su conocimiento. Vuelve a mirar


hacia el cielo. La arena todavía ondeaba, sacudida por los vientos. Pica sobre la cara y los
ojos, pero tenía que ver, él tiene que saber que hace este sonido tan extraño, que crea
ráfagas de viento lo suficientemente potente como para impulsar arena y roca. Él tiene
que saber la fuente de terror desenfrenado en estas personas.

Y a través de las nubes de desechos, él los ve. Por primera vez los ve.

Están vestidos con armaduras. Armaduras de oro que brillan en la luz danzante lanzada
desde las llamas de sus armas.

El niño corre hacia él. Parece que Aarón es de pronto visible. El niño llega, pidiendo en la
lengua de su pueblo, que se esconda.

Esta vez, él entiende cada palabra. Trata de responder, pero gritos ensordecedores llenan
la noche, los gritos excitados de los depredadores que han descubierto su presa.

El chico intenta correr, pero hay demasiados.

Aarón no puede hacer nada, sino ver como las criaturas que parecen pájaros descienden
del cielo, cayendo sobre el niño, sus quejumbrosos gritos de terror ahogados por el batir
de alas poderosas.

Alas de ángeles.

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LYNN, MASSACHUSETTS

El estornudo poderoso de Gabriel hizo temblar la cama sacando a Aarón de su sueño y de


nuevo al mundo de la vigilia.

Los ojos de Aarón se abrieron de golpe sintiendo otra explosión de humedad en la cara.
Por el momento, el sueño se había olvidado y lo único que le preocupaba era prestarle
atención al Labrador Retriever de ochenta libras con nombre Gabriel.

- Unnngh-, se quejó al tiempo que movía su brazo del calor de las sábanas para borrar la
última salpicadura de saliva de perro.

- Gracias, Gabe-, dijo con voz ronca de sueño. -¿Qué hora es? ¿Hora de levantarse?-, le
preguntó al perro junto a él.

El perro perdiguero inclinó su cabeza hacia adelante para lamer el dorso de la mano, su
masa muscular bloqueaba la vista de Aarón de la alarma del reloj.

- Está bien, está bien-, dijo Aarón mientras sacaba la otra mano para acariciar las orejas
del perro, y se levantó para comprobar el reloj.

Deseando más atención, Gabriel se volcó sobre su espalda y aplastó a Aarón con sus patas
delanteras. Le sonrió y frotó el vientre expuesto del perro antes de mirar el reloj en la
mesilla de noche al lado de su cama.

Aarón vio la luz roja del reloj digital 7:29.

- Mierda-, dijo entre dientes.

Sintiendo lo alarmado que estaba su amo, Gabriel rodó de su espalda a su estómago con
mucho ruido.

Aarón tuvo problemas para salir de la cama, por el frenesí de que llegaba tarde.

- Mierda. Mierda. Mierda. Mierda-, repitió mientras se quitaba su camiseta de Dave

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Matthews y la tiraba sobre un montón de ropa sucia en la esquina de la habitación. Se


quitó los pantalones deportivos y lo lanzó a patadas hacia la misma parte de la habitación.
Llegaba tarde. Muy tarde.

Había estado estudiando anoche para un examen de historia con el Sr. Arslanian, y su
cabeza estaba tan llena de pequeños detalles sobre la Guerra Civil que debía haber
olvidado poner la alarma. Tenía menos de media hora para llegar a la High School Kenneth
Curtis antes de la primera campana.

Aarón se abalanzó sobre su cómoda y tiró de la ropa interior limpia y calcetines desde el
segundo cajón. En el espejo, podía ver a Gabriel como con curiosidad miraba desde la
cama.

- El mejor amigo del hombre, mi culo-, le dijo al perro en su camino hacia el cuarto de
baño. -¿Cómo me dejas dormir tanto?

Gabriel acaba de llegar a su lado, entre la ropa de cama revuelta y suspiró profundamente.

Aarón logró darse una ducha, lavarse los dientes, y vestirse en un poco más de diecisiete
minutos.

Podría ser capaz de sacar esto adelante, pensó mientras bajaba por las escaleras,
cargando su mochila al hombro. Si sacaba el coche, en este momento y lograra hacer que
todas las luces estén verdes por toda la zona norte, probablemente podría estar en el
estacionamiento antes de que suene la última campana.

Estaría cerca, pero era la única opción que tenía.

En el pasillo, cogió su chaqueta del perchero y estaba a punto de abrir la puerta cuando
sintió los ojos de Gabriel sobre él.

El perro estaba detrás de él, mirándolo intensamente, la cabeza estaba inclinada en un


ángulo burlón que decía: -¿No te has olvidado de algo?

Aarón suspiró. El perro necesita ser alimentado y llevado a fuera para que haga su negocio

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mañanero. Normalmente habría tenido tiempo más que suficiente para ver las
necesidades de su mejor amigo, pero hoy era otra historia.

- No puedo, Gabe-, dijo mientras hacía girar el pomo de la puerta. -Lori te dará el
desayuno y llevará afuera.

Y luego esto lo golpeó. Tenía tanta prisa para salir de la casa que él no había notado la
ausencia de su madre adoptiva.

- ¿Lori?- La llamó mientras él se apartaba de la puerta y rápidamente se dirigía por el


pasillo hasta la cocina. Gabriel siguió de cerca sus talones.

Esto es extraño, pensó. Lori era generalmente, la primera en levantarse en la casa Stanley.
Se levantaba en torno a las cinco de la mañana, hacía el café, y a su esposo, Tom, el
almuerzo para que pudiera ir a trabajar a la fábrica de General Electric, donde era capataz,
debía de estar a las siete en punto.

La cocina estaba vacía, y con un Gabriel hambriento a su lado, Aarón hizo su camino a
través del comedor a la sala de estar.

La habitación estaba oscura, las sombras sobre las cuatro ventanas aun estaban
presentes. La televisión estaba encendida, pero había estática. Su hermano adoptivo de
siete años de edad, Stevie, se sentó ante el televisor de veintidós pulgadas, mirando como
si estuviera viendo el programa de televisión más impresionante jamás producido.

Al otro lado de la habitación, debajo de una pared llena de fotos de la familia que en tono
de broma había llegado a conocerse como el muro de la vergüenza, su madre adoptiva se
había dormido en un sillón de cuero. Aarón se perturbó por la edad que aparentaba,
hundida en el sillón, envuelta en un viejo albornoz azul marino. Era la primera vez que
realmente pensaba en lo mayor que estaba, y como sería el día en que no estaría
alrededor más. ¿Dónde diablos salió eso? , se preguntó. Empujó la extraña y muy
deprimente línea de pensamiento a la distancia y trató de pensar en algo más agradable.

Cuando los Stanley lo habían llevado a su casa como un hijo adoptivo, había sido su
séptima ubicación desde su nacimiento. ¿Qué fue lo que los asistentes sociales solían
decir acerca de él? No es un niño malo, es sólo un poco introvertido, con un mal genio.

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Aarón sonrió. Nunca se esperaba que la séptima colocación sería la última, y había
imaginado que habría una octava, novena, y probablemente incluso antes de la colocación
centenaria fuese a desprenderse de los sistemas de acogida y ser libre en el mundo.

Una cálida punzada de emoción fluía a través de él cuando recordó el cuidado que esta
mujer y su marido le habían dado en los últimos años. No importa cómo se portara o
actuara, bien o mal, se quedaron con él, invirtiendo su tiempo, su energía, y más
importante, su amor. Los Stanley no sólo lo tenían por cobrar un cheque del estado;
realmente se preocupaban por él, y finalmente llegó a pensar en ellos como los padres
que nunca conoció.

Gabriel se había acercado al niño delante de la televisión y le lamió la cara, Aarón sabía
que era sólo para tomar el residuo de desayuno del niño. Pero el muchacho no respondió,
no dejó de mirar la estática en la pantalla, con los ojos y la boca abierta.

Steven era hijo biológico de los Stanley, y tenía autismo, la enfermedad mental que a
menudo mal entendida dejaba a los afectados tan absortos con su propia realidad, que
rara vez eran capaces de interactuar con el mundo alrededor de ellos. El niño podría ser
un buen problema y Lori se quedó en casa para cuidar de sus necesidades especiales.

Lori tembló y se despertó con un sobresalto.

- ¿Stevie?-. Preguntó aturdida, buscando a su hijo pequeño.

- Él está viendo su programa favorito-, dijo Aarón, señalando a Gabriel y al niño. Volvió a
mirar a su madre adoptiva. - ¿Estás bien?

Lori se estiró y, tirando de la túnica apretada alrededor de su garganta, le sonrió. Su


sonrisa siempre lo había hecho sentir especial y esta mañana no fue diferente.

- Estoy bien, cariño, un poco cansada es todo-. Hizo un gesto con la barbilla al niño delante
de la televisión. -Tuvo una mala noche y la estática fue la única cosa que lo tranquilizó.

Miró al mini-reloj del abuelo colgado en la pared.

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- ¿Esa es la hora?-. Preguntó. -¿Qué estás haciendo aquí todavía? Vas a llegar tarde a la
escuela.

Él comenzó a explicar pero ella saltó del asiento y comenzó a empujarlo fuera de la
habitación. -Yo estaba estudiando hasta tarde y se me olvidó poner la alarma y...

- Cuéntame más tarde-, dijo mientras le colocaba la palma de su mano en la parte baja de
la espalda, ayudándole a salir.

- ¿Te importa alimentar…?

- No, yo lo haré, y lo llevaré a dar un paseo-, dijo Lori, interrumpiéndolo. - Llegarás tarde a
la escuela y a la prueba de historia.

Fue a mitad de camino hacia la puerta cuando lo llamó por su nombre desde la cocina.
Hubo un atisbo de pánico en su voz.

Aarón asomó la cabeza.

- Casi se me olvida-, dijo, con un cuenco para el agua del perro en una mano y una taza de
comida seca en la otra. Gabriel estaba atento a su lado, la baba salía de su boca para
formar un charco brillante en sus patas.

- ¿Qué pasa?-. Preguntó, con un toque de impaciencia que ya se empezaba a mostrar en


su tono de voz.

Ella sonrió. - Feliz cumpleaños-, dijo, y frunció los labios para lanzarle un beso. -Ten un
gran día.

Mi cumpleaños, pensaba mientras cerraba la puerta detrás de él y corrió hacia su coche.

Con todas las prisas de esta mañana, lo había olvidado.

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Aarón chirrió en el aula del curso mientras los anuncios de la jornada se leían a través del
sistema de la escuela antigua.

La Sra. Mihos, la vieja jefa del departamento de matemáticas a pocos meses de su


jubilación, levantó la vista de su copia de Family Circle y le dio una mirada fría.

Él pronunció las palabras "lo siento" y rápidamente encontró su asiento. Había aprendido
que cuanto menos se diga a la señora Mihos mejor. Sus edictos eran sencillos: estar a
tiempo en el aula, a su vez tener las notas para explicar las ausencias en el momento
oportuno, y hagas lo que hagas, no seas listillo. Aarón escalofriantemente recordó cómo
Tommy Philips, ahora sentado en la parte posterior del salón de clases atentamente
mantenía la boca cerrada, había intentado ser el tipo gracioso. Había escrito una carta de
broma para explicar una ausencia, y se encontró con una semana en las detenciones. No
había nada que la profesora de matemáticas odiara más que un listillo.

Aarón por casualidad dio una mirada a la vieja y vio que estaba pasando las hojas de
asistencia para cambiar su condición de ausente a presente. Dejó escapar un suspiro de
alivio cuando la campana del primer período comenzó a sonar. Tal vez hoy no sería un
desastre total, después de todo.

El primer período de la literatura estadounidense fue bien, pero a mitad del segundo
período, al tiempo que era la prueba del Sr. Arslanian, Aarón decidió que no podía haber
estado más equivocado acerca del día. No sólo se le olvidaron algunas de las
informaciones que había estudiado, pero también tenía uno de los peores dolores de
cabeza que nunca pudiera olvidar. Su cabeza se sentía como si vibrara, zumbando como si
alguien hubiese dejado una máquina de afeitar eléctrica dentro de su cráneo. Se frotó con
furia en su frente y trató de centrarse en una pregunta de ensayo sobre las ramificaciones
sociales y políticas de la revuelta del pan de Richmond. La fascinación de Arslanian con los
acontecimientos oscuros de la Guerra civil iba a darle un aneurisma.

El resto de la clase pasó en un abrir y cerrar de ojos, y Aarón se preguntó si se había


desmayado o quizá incluso se lo han llevado los extraterrestres. Apenas había terminado

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

la última de las preguntas de ensayo cuando el final del último período la campana sonó,
una gran ventaja para el dolor en la cabeza. Rápidamente miró por encima de las páginas
de su prueba. No era lo mejor que jamás había hecho, pero teniendo en cuenta cómo se
sentía, no creía que era demasiado malo.

- Me gustaría darle un par de horas para concluir la prueba en un arco de estilo rosa, Sr.
Corbet...

Aarón lo había dividido en zonas de nuevo. Miró hacia arriba para ver la forma rechoncha
del Sr. Arslanian de pie al lado de su escritorio, haciendo señas con la mano.

- Pero mi esposa hizo un pavo para la cena de anoche y han quedado sobras que me
esperan en la sala de profesores.

Aarón se quedó mirándolo, el molesto zumbido en su cabeza cada vez más fuerte y más
doloroso.

- Su examen, Sr. Corbet-, dijo el señor Arslanian.

Aarón se esforzó y entregó la prueba a su profesor.

Luego recogió sus libros y se preparó para salir. Mientras estaba en eso, la habitación
empezó a girar y se aferró a la mesa por un momento, por si acaso.

- ¿Está bien, Sr. Corbet?-. Arslanian preguntó mientras paseaba a su escritorio. -Te ves un
poco pálido.

Aarón estaba asombrado de que sólo estaba pálido. Se imaginó que deberían salir chorros
de sangre de las orejas y de su nariz. Se sentía tan mal. – Me duele la cabeza-, logró hacer
su camino hasta la puerta.

- Toma Tylenol-, el maestro dijo, -y un paño frío en la cabeza. Eso es lo que funciona para
mí.

Siempre una gran ayuda, Sr. Arslanian, Aarón pensaba cuando entró a la ligera en un

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

esfuerzo para mantener el cráneo en su sitio y no se fuera a partir en dos y decorar las
paredes con sangre.

El pasillo estaba lleno de gente que viene y va, o simplemente pasar el tiempo en grupos
pequeños en frente de armarios de colores brillantes, ponerse al día en los más frescos
chismes. Aarón pensó con sarcasmo lo increíble de la cantidad de suciedad que puede
suceder durante un período de cincuenta minutos.

Aarón se trasladó a través del flujo de estudiantes. Dejaría sus libros, y luego iría a la
enfermería para que le den algo para su dolor de cabeza. Fue empeorando, era como
escuchar estática de una radio mal sintonizada dentro de su cerebro.

Maniobró en torno a la gente, intercambió una sonrisa ocasional o un saludo, pero los
pocos que lo reconocieron sólo fueron amables. Él sabía que la gente lo miraba como el
hombre tranquilo y solitario con el turbulento pasado, e hizo muy poco para disipar los
comentarios de él. Aarón no tenía ningún amigo de verdad en el Ken Curtis, sólo
conocidos, y no le molestaba en lo más mínimo.

Él finalmente alcanzó su armario y comenzó a marcar la combinación. Tal vez si él


conseguía algo de comer él se sentiría mejor, él pensó, recordando que él no había
comido nada desde la noche antes. Se balanceó sobre la puerta del armario lo abrió y
comenzó a descargar sus libros.

Una muchacha se rió cerca. Miró detrás de él para ver a Vilma Santiago en su armario con
tres de sus amigas. Ellas miraban fijamente en su dirección, pero rápidamente miraron a
otro lado y se rieron tontamente en complicidad. ¿Qué es tan gracioso? él se preguntó.

Ellas hablaban bastante fuerte para él oírlas. El único problema era que ellas hablaban en
portugués, y él no tuvo ni idea lo que decían. Dos años de francés no lo hacían bueno
escuchando disimuladamente las conversaciones de las muchachas brasileñas.

Vilma era una de las muchachas más hermosas que él alguna vez había visto. Ella se había
trasladado al Ken Curtis el año pasado desde Brasil, y dentro de unos meses se había
hecho una de los mejores estudiantes de la escuela.

Simpática así como magnífica, una combinación peligrosa, y una que lo había dejado

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

golpeado. Ellos se veían el uno al otro en sus armarios cada día, pero nunca realmente
habían hablado. No era que él no quisiera hablarle, solamente que él nunca podía pensar
en nada que decir.

Volteó para arreglar los libros en su armario, y otra vez sintió sus ojos sobre él. Ellas
susurraban ahora, y él podía sentir como se elevaba su paranoia.

- Ele nâo é nada feio. ¡Que bunda! (No es nada feo. ¡Qué trasero!)

El dolor en su cabeza de repente lo cegaba, como si alguien hubiera tomado una piqueta y
la había sumergido en su cráneo. El dolor era insoportable y él casi gritó, de hacerlo habría
dado a su audiencia unas buenas risas. Él presionó su frente contra el fresco metal del
armario y rezó durante un rato. Esto no puede doler mucho tiempo, él esperó. El dolor se
puso cada vez más intenso, sentía que pedazos de cristal roto frotaban en su cerebro. El
dolor se hizo más fuerte.

El zumbido doloroso se elevó a un punto explosivo, los circuitos dentro de su mente se


sobrecargaron, y antes de que él cayera inconsciente, se fueron.

Aarón todavía esperaba el dolor, no quería moverse tenía miedo de que la agonía volviera.
¿Qué fue todo eso? él se preguntó, pasó su mano por la nariz para comprobar si sangraba.

No había nada. Ningún dolor, ningún ruido resonante. De hecho, él se sintió mejor que en
toda la mañana. Tal vez esto es solamente la parte de un extraño proceso biológico por el
que uno pasa cuando cumple los dieciocho, él pensó, perplejo, recordando otra vez que
era su cumpleaños.

Cerró de golpe la puerta del armario, se dio cuenta que Vilma y sus amigas todavía
hablaban.

- Estou cansada de pizza. Semana passada, nós comemos pizza, quase todo dia-. Ellas
hablaban de la cafetería, de salir a comer pizza. Vilma quiso ir a la cafetería, pero los
demás exigían la pizza.

Aarón se alejó de su armario considerando si realmente debería ver o no a la enfermera, y


Vilma lo miró. Ella rió tímidamente y rápidamente apartó su mirada.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Pero no antes de que las demás lo notaran y comenzaran a embromarla


despiadadamente.
- ¿Porqué? ¿Vocé está pensando que una certo persoa vai estar el No refeitó rio hoje?
(¿Quiere ella comer en la cafetería debido a cierto muchacho que está cerca?) ellas
preguntaron.

Aarón sintió que estallaba en un sudor frío. Su sospecha fue justificada, de hecho las
muchachas hablaban de él.

- ¿É, e daí? Eu acho que ele é un tesâo.

Vilma respondió a los insultos de sus amigas y echó un vistazo otra vez en su dirección.

Todas lo miraban. Él sabía lo que ellas decían. Vilma y sus amigas todavía hablaban la una
a la otra en portugués. Pero de algún modo él podía entender todo y cada palabra.

Pero la cosa más alarmante consistía en lo que Vilma había dicho.

- Eu acho que ele é un tesâo.

Ella dijo que él era lindo.

¡Vilma Santiago pensó que él es lindo!

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
2

En la parte de atrás del Hospital Veterinario del Oeste Lynn, donde Aarón trabajaba
después de la escuela, un galgo llamado Hunter olía la hierba amarilla con gran interés.

-¿Alguien que conozcas?- Aarón le preguntó mientras se acercaba cariñosamente al perro


de color atigrado para poder acariciar su cola en forma de látigo.

El perro volvió lentamente su largo cuello y movió la cola en respuesta, antes de que otro
aroma desviara su atención a otra parte.

Aarón miró su reloj.

Eran poco después de las ocho y media, y estaba agotado. Tenía la esperanza de que
Hunter, que había estado estreñido desde que se sometió a una operación para que le
quitaran una pelota de tenis de su intestino grueso, finalmente se moviera a hacer lo suyo
para que pudiera irse casa, para poder comer algo, y poder hacer algunos deberes antes
de que fuera demasiado tarde.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El perro tiró de él hacia la sombra, la nariz casi pegada a la tierra, giró en círculos y
finalmente hizo sus necesidades.

-Feliz cumpleaños-, Aarón murmuró mirando hacia el cielo crepuscular. -Debo gustarte a
alguien de allá arriba.

Arrastró al galgo de nuevo al veterinario, su mente rememoró la extraña jornada. Lo que


pasó delante de las taquillas con Vilma y sus amigos se deslizó de nuevo en su conciencia,
y sintió una sensación de flaqueza en la boca del estómago.

¿Se habrá equivocado?, se preguntó mientras abría la puerta. ¿Cambiaron de repente de


Portugues a Inglés?, No, pensó, no, definitivamente hablaban en portugues y lo entendió.
Pero, ¿cómo era posible?

-¿Está seguro?- Preguntó Michelle, mientras cogía su bolso del respaldo de la silla.-Podría
quedarme un poco más, pero tengo una cosa esta noche y...

Aarón sacudió la cabeza. -Lo entiendo ¡Fuera de aquí. Me lo debes.

Michelle sonrió brevemente y se movió alrededor del mostrador. -Gracias, Aarón.


Deberías tener aquí todo lo que necesitas. Que tengas una buena noche.

Se despidió mientras salía por la puerta, y luego volvió a prestar atención a la carpeta
abierta. -Muy bien-, dijo, mientras quitaba algunos papeles de su interior.

-Rellénalo por mí, por favor.

La señora Dexter cogió los formularios y le soltó la correa para que su perra explorara el
vestíbulo. -Lo siento mucho-, dijo mientras cogía las gafas de su cartera y se las ponía. -
Tenía la esperanza de que quedará alguien todavía-. Comenzó a rellenar el primer
formulario. -Que afortunada ¿eh?

Sheba se le acercó con cautela, meneando la cola, con las orejas hacia atrás.

-Mírame-, le tendió la mano para que pudiera olerle. Ella le lamió y comenzó a acariciarla.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

La señora Dexter necesitó 20 minutos para rellenar la documentación y continuar su


camino

-Sheba va a estar bien-, le aseguró a la señora Dexter que tenía los ojos llorosos, mientras
abría la puerta para dejarla salir. -El médico le hará la cirugía a primera hora de la mañana.
Usted puede llamar a eso del mediodía para saber cómo está y cuando se la puede llevar a
casa-. La mujer se puso en cuclillas y le dio al perro un último abrazo y un beso en la
cabeza. -Gracias por todo-, dijo, mientras ella se ponía de pie. -Siento haber venido tan
tarde.

Aarón sintió una punzada de culpabilidad. Era difícil enfadarse con alguien que
demostraba tanto amor por su mascota.

Saba comenzó a llorar mientras veía a su amo entrar en la furgoneta sin ella.

-Está bien, muchacha-, dijo Aarón mientras él le tiraba de la correa. -Vamos ver que
hacemos esta noche. Tenemos un sitio encantador, y te puedo asegurar que no estarás
sola.

La llevó dentro. Los olores de los otros perros la abrumaron porque se metió el rabo entre
las piernas temblando y apoyándose contra él.

-Está bien-, le aseguró y entonces se desató el caos

Todos y cada uno de los perros comenzaron a enloquecer, ladrando como locos,
arremetiendo contra las puertas de sus jaulas, excavaban furiosamente con sus patas.
Saba se arrimó aun más a él. Ella lo miró nerviosamente y luego miro a los perros como
preguntándose, ¿Qué demonios les pasa? No tenía ni idea. Nunca los había visto actuar
así. Tal vez Saba estaba en celo, o tal vez compartía su casa con un perro más agresivo y
los otros recogían su aroma en ella. Comenzó a llorar patéticamente y me agache para
acariciarle la cabeza.

El ladrido no se detuvo, de hecho, se intensificó, y sintió que su ira empezaba a crecer.


Esto era todo lo que necesitaba. Ya llegaba más tarde de lo esperado, y ahora todo el lugar
se estaba volviendo loco.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

¿Qué voy a hacer?, se preguntó. Ciertamente no podía dejarla en la jaula con los demás
perros actuando de esa manera...

-¡Silencio!-, gritó. Pero el escándalo continuó

Algunas de las jaulas superiores se habían empezado a mover a causa de la actividad.


Sheba se encogió contra la puerta, desesperada por salir. No la culpo en lo más mínimo.

-¡Silencio!-, Aarón lo intentó de nuevo, con la voz más fuerte y llena de autoridad.

El cachorro de pastor comenzó a rascar la puerta, la excavación estaba dejando profundos


surcos en la madera. Él la agarró por el cuello para tirar de ella fuera de la jaula. El perro
asustado comenzó a orinarse en el suelo que había limpiado esa tarde.

La cabeza de Aarón empezó a palpitar con el pesado ladrido, el olor de la orina flotando
en el aire le revolvía el estómago. No podía soportarlo más.

-!!!Silencio, o los pongo a dormir todos ¡¡¡-, les gritó, su voz enfurecida resonando por los
azulejos blancos de la sala.

La habitación quedó en completo silencio. De repente cada perro se calmó, como si les
hubiera asustado sus palabras. Como si hubieran entendido lo que había dicho.

Eran cerca de las once cuando entro por la puerta de su casa. Aarón quitó la llave de la
cerradura y cerró suavemente la puerta detrás de él. Se detuvo en el pasillo, cerró los
ojos, y respiró profundamente, sumido en el silencio. De hecho, podía sentir como su
cuerpo comenzaba a apagarse.

Los perros no le habían dado más problemas después de su estallido emocional. No hubo
ni un gemido cuando acomodó a Saba y limpió lo que había hecho. Debían tener la
sensación de que iba en serio. Sin embargo, era un poco extraño, la forma en que
reaccionó. Por otra parte, ¿qué esperaba después de la clase de día que había tenido?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón caminó hacia la cocina. Estaba decepcionado de que Gabriel no estuviera ahí para
saludarlo, pensó que el perro probablemente se habría ido a la cama cuando sus padres
adoptivos pusieron a Stevie a dormir. El perro era muy cuidadoso con el niño autista,
como si supiera que era especial y necesitaba ser cuidado.

La luz estaba encendida encima de la estufa y un pequeño pedazo de papel estaba en la


campana de metal aguantado por un imán en forma de cabeza de gato. Era una nota de su
madre adoptiva, le ponía que todos se habían ido a la cama y que su cena estaba en el
horno. En la nota también se mencionaba una pequeña sorpresa para él en el comedor.
Eso le hizo sonreír.

Usando una manopla, cogió una porción y se fue hacia el comedor. Al sentarse vio un
sobre azul apoyado en un pastelito de chocolate con una vela encima. Cogió la tarjeta y se
preguntó si se suponía que debía encender la vela y cantar Feliz cumpleaños a sí mismo.
Dudaba de si tenía la energía necesaria para abrirla.

Dentro había una tarjeta con un joven cubierto de trofeos de diversos eventos deportivos,
y dijo: Para mi hijo el ganador. Abrió la tarjeta y leyó algo sensiblero sobre el chico
perfecto que era y que se estaba convirtiendo en un hombre. Cada año, Lori compraba la
tarjeta más cursi que podía encontrar. Él hacía lo mismo para su cumpleaños y el Día de la
Madre. También había un manojo crujiente de 50 billetes de un dólar. Aarón suspiró.
Sabía que sus padres adoptivos no podían permitirse esto, pero también sabía que sería
inútil tratar de devolverles el dinero.

Lo había intentado antes y siempre insistían en que se comprara algo especial. Terminó su
cena de pastel de carne, puré de patatas y guisantes y enjuagó los platos mientras luchaba
mentalmente con la idea de lo que iba a hacer a continuación. La mayor parte de él sólo
quería irse a dormir, pero la parte más estudiosa de él pensó que era mejor, al menos,
intentar hacer algo de los deberes pendientes. Lentamente, se subió a la cama,
apoyándose en la barandilla, y se puso la última magdalena en la boca, su parte cansada la
metió dentro de un saco y sacó su parte académica.

En la parte superior de la escalera la puerta de la habitación de Stevie estaba entreabierta,


se veía la luz de una lámpara de noche Barney. Se metió en silencio en la habitación para
ver cómo estaba el niño. Gabriel estaba a los pies de la cama comenzó a mover la cola

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

violentamente cuando vio a Aarón. Se arrastró cuidadosamente por la habitación y le


acaricio la cabeza al perro. Stevie gemía suavemente, sumido profundamente en el sueño.
Aarón le bajo la manta hasta por debajo de la barbilla. Lo vio por un momento, y luego le
tocó suavemente la mejilla al niño antes de volver a salir.

En la puerta, le hizo señas con la cabeza de Gabriel para que le siguiera. Era más o menos
la misma rutina cada noche. El perro se iba a la cama con Stevie, pero una vez que el niño
estaba dormido, se iba con Aarón a pasar la noche.

El enorme perro saltó de la cama sin hacer un solo ruido y se fue por el pasillo. “Vigila
Gabriel”, Aarón recordó con cariño cuando vio por primera vez el perro, estaba atado en
un patio en la calle Mal, su pelaje color amarillo claro, casi blanco, y su piel cubierta de
grasa y barro. Era tan pequeña entonces, nada que ver con el alce que era ahora. Cuando
se acercaba a su habitación, Aarón podía oír los sonidos suaves de un noticiero de
televisión procedentes de la habitación de sus padres.

Un temporizador apagaba la televisión a medianoche. Desde donde podía recordar Tom y


Lori siempre habían tenido la misma rutina, se iban a la cama temprano y se quedaban
dormidos delante de las noticias.

La puerta de su habitación estaba cerrada y Gabriel la abrió entrando en primer lugar. El


perro saltó sobre la cama y lo miró con ojos oscuros y vibrantes.

Su lengua de color rosa brillante colgaba jadeante y su cola moviéndose felizmente. Aarón
sonrió mientras cerraba la puerta. La primera vez que llevó el perro a casa, él era tan
pequeño que ni siquiera podía llegar a la cama sin ayuda. Ahora ya ni siquiera podía
mantener a la bestia fuera. A menudo se preguntaba qué suerte habría corrido el perro si
no lo hubiera robado del jardín de la calle Mal en el amparo de la oscuridad. Los rumores
decían que los miembros de una de las bandas callejeras de Lynn, robaban perros y los
entrenaban para la lucha.

Cuando miró por primera vez a Gabriel supo que no había forma de que pudiera dejar que
nada malo le sucediera al perro. Los dos habían sido inseparables desde entonces. Aarón
se quitó las zapatillas y prácticamente cayó en la cama. Nunca había sentido nada más
glorioso. Sus párpados, pesados por la fatiga, poco a poco empezaron a cerrarse, y ya
podía sentir su cuerpo preparado para dormir.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El perro seguía en pie sobre él, su pesado jadeo mecía suavemente la cama como una de
esas que funcionan con monedas en los moteles de mala calidad, esas camas que había
visto en las películas.

-¿Qué pasa, Gabe?-, le preguntó, negándose a abrir los ojos. El perro saltó de la cama en
respuesta y empezó a buscar por la habitación. Aarón gimió. Sabía lo que significaba. El
perro estaba buscando un juguete. El dios de los juguetes del perro, una antigua deidad
de caucho barato y con silbato que rara vez se escuchaba ya. Los 37 kg de perro salto
sobre la parte de atrás de la cama. A pesar de que se sus ojos estaban cerrados, Aarón
sabía que Gabriel se cernía sobre él con algo en la boca.

-¿Que quieres Gabriel?-, se preguntó atontado, sabiendo muy bien cuál sería la respuesta
del perro. No fue una sorpresa cuando sintió el golpe de una pelota de tenis en el pecho.
Lo que fue una sorpresa fue cuando el perro respondió a su pregunta.

-¿Quieres jugar a la pelota ahora?-, declaró Gabriel, en voz muy clara y precisa.

Aarón abrió los ojos y miró a la cara sonriente del animal. No cabe duda ahora. El día había
sido una autentica locura. De hecho estaba perdiendo la razón.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
3

El Dr. Jonas parecía encantado de verme.

-No esperaba verte a las ocho y media de la mañana, Aarón-, dijo el hombre corpulento
mientras caminaba detrás de su escritorio, se quito su chaqueta tweed y la colgó en un
perchero de madera que estaba en la esquina.

-¿Cuánto tiempo ha pasado?- preguntó el psiquiatra, sonriendo cálidamente mientras


comenzaba a abrir la bolsa de papel que llevaba.

Echó un vistazo a la oficina, poco había cambiado desde su última visita. Las paredes eran
de un color crema, había una copia enmarcada de un Monet comprada en la tienda de
regalos del Museo de Bellas Artes, tenía una extraña forma que en cierta manera
resultaba reconfortante.

El Dr. Michael Jonas había sido su psiquiatra después de ser adoptado por los Stanley. Con
su ayuda aceptó e hizo frente a muchos problemas que había tenido. El hombre se había
convertido en un buen amigo, Aarón se sentía culpable por no haber hecho más por
mantener el contacto.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No sé, ¿5 años tal vez?-, respondió Aarón

Jonas sacudió la cabeza, sonriendo a través de su espesa barba.

-¿Tanto tiempo?-, dijo mientras cogía un plátano y una botella de zumo de naranja de la
bolsa. -¿No parece que haya pasado tanto tiempo? ¿he? Una vez que se cumplen los
cuarenta....., a los dinosaurios como yo nunca nos parece mucho tiempo-, Jonas se rió de
su propia broma y se sentó en su sillón de cuero detrás de su mesa de roble. Agarró el
plátano y el zumo y se los ofreció a Aarón -¿Quieres compartir mi desayuno?, creo que
podría encontrar una taza limpia por aquí-. Aarón declinó cortésmente la invitación y se
sentó en frente del médico

-Como quieras-, dijo Jonas

Desenroscó la tapa del zumo de naranja y tomó un gran trago.

-Si no quieres desayunar, debes haber faltado a la escuela por alguna razón ¿Qué pasa
Aarón? ¿Qué puedo hacer por ti?

Aarón tomó una respiración profunda y lo dejó escapar lentamente, intentó recopilar los
acontecimientos ocurridos en las últimas 24 horas y no vomitarlas en un balbuceo
incoherente. ¿Exactamente cómo se explica que de repente uno puede entender leguas
extranjeras y, oh sí, que puedes entender a tu perro?

-¿Estás bien?-, Preguntó Jonas mientras pelaba el plátano. El hombre sonreía, pero se veía
una preocupación en su tono de voz.

Aarón se movió nerviosamente en su asiento. -No sé-, respondió con incertidumbre

-¿Por qué no me dices lo que te inquieta?-, Partió el plátano y se metió un trozo en la boca
a la espera de su respuesta.

Aarón se abrazó a sí mismo con fuerza, se sentó, y comenzó a explicárselo. -No estoy
exactamente seguro de lo que me está pasando... pero creo que podría tener algún tipo
de problema mental.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El doctor tomó otro sorbo de zumo -Lo dudo mucho-, dijo -pero si quieres explicármelo,
soy todo oídos.

Aarón fue muy cuidadoso cuando habló sobre lo sucedido en la escuela el día anterior, en
las taquillas con Vilma y sus amigos. Le dijo que había sufrido un fuerte dolor de cabeza
antes de poder entender el Portugués. Decidió no ir más lejos, aún no quería abordar el
incidente con Gabriel.

Aarón se había estado mirando sus zapatillas la mayor parte de su explicación, poco a
poco fue levantando la vista para hacer frente a la mirada de Jonas.

El psiquiatra terminó su plátano -Está bien-, dijo Aarón volviendo a mirar sus zapatillas. -Si
quieres llamar y enviarme a Danvers, lo comprenderé-, Jonas siguió masticando mientras
recogía la piel del plátano y lo arrojaba dentro de la bolsa de papel vacía.

-Esto es interesante, Aarón-, dijo después de tragar. Giró su silla a un lado del escritorio y
tiró la bolsa de papel a la basura.

-Muy interesante.

-Y creo que..... Que podría haberlo hablado si hubiera querido-, Aarón agregó -y........y no
se trata solo del Portugués-. Pensaba en las conversaciones que había tenido con su perro
la noche anterior. -Definitivamente, no sólo es portugués.

El doctor bebió un poco mas de zumo. -Haber si lo entiendo-, dijo mientras se limpiaba la
barba. -Tuviste un dolor de cabeza y ahora puedes hablar y entender otros idiomas. Una
habilidad que nunca habías tenido. ¿Esto es lo que me estás diciendo?

Aarón comenzó a sentir como la vergüenza le subía por sus mejillas, se inclinó hacia
delante en su silla y se puso a mirar sus zapatillas. -Sé que suena muy estúpido, pero......

-No suena estúpido-, dijo el Dr. Jonas, -pero suena un poco raro ¿Tienes otros síntomas?

Aarón miró hacia arriba -No. ¿Crees que tiene algo que ver con mi dolor de cabeza?-. El

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Doctor había estado sonriendo pero poco a poco comenzó a desvanecerse -¿Hay algo
malo?-, preguntó Aarón.

Jonas se inclino sobre un montón de papeles que estaban en la esquina de su escritorio y


sacó un bloc de notas. -¿Entiendes lo que me acabas de decir Aarón?-. Preguntó, cogiendo
una pluma y escribiendo algo en la libreta.

Aarón asintió -Claro, ¿por qué?

-¿Que he dicho exactamente?- Dijo el Doctor

Aarón pensó un minuto. -Me has dicho que lo que estaba diciendo no era algo estúpido,
aunque raro y si tengo otro síntoma.

Jonas se acarició la barba. -Lo que te acabo de decir te lo he dicho en español, Aarón.

Aarón se revolvió en su silla. -Pero..... pero yo no sé español.

-¿Nunca has dado clases?-. Jonas preguntó -¿O has tenido amigos que lo hablan?

Aarón sacudió la cabeza, -el único idioma que aprendí en la escuela fue el Francés y nunca
saque más de un 5.

Jonas asintió con la cabeza y comenzó a escribir de nuevo. Cuando terminó puso la pluma
encima de la mesa y miró hacia arriba.

-Descríbeme tu dolor de cabeza Aarón, pero hazlo en castellano.

Aarón se froto la sien. -¿En castellano?-, sonrió inquieto. -Muy bien hay va...- Aarón abrió
su boca y comenzó a hablar -Era como si alguien estuviera clavándome un cuchillo en la
cabeza-. Se tocó la parte superior de la cabeza -justo aquí. Como si alguien me atravesara
el cráneo hasta llegar al cerebro. Nunca he tenido un dolor de cabeza igual-. Se detuvo y
una sonrisa torcida se deslizó a través de sus labios. -¿Cómo ha ido?-. Pregunto volviendo
en inglés.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El Doctor estaba moviendo la cabeza con incredulidad. –Impresionante-, dijo,


mostrándose cada vez más interesado.

Aarón se inclinó hacia adelante, ansioso por saber qué le estaba pasando. -Así que no
piensas que esté loco o algo así? ¿Me crees, Doc?

La silla crujió en señal de protesta cuando el médico se echó para atrás. Cogió el lápiz con
una mano y golpeó la mesa con la otra mano. -Te creo, y no sé qué hacer-, dijo pensativo.
-Vamos a ver...

Aarón miraba al gran hombre que iba con su silla de ruedas hacia la estantería de la pared,
se agacho y desapareció para tomar algo del estante inferior. Cuando se acercó, le puso
libro encima de la mesa, Aarón no podía ver de qué se trataba y esperaba con nerviosismo
a que el médico hojeara las páginas -Si me puedes decir.....lo que te estoy
diciendo....ahora-, dijo luchando por la complejidad de las palabras -no voy a tener más
remedio que creerme........lo increíble- Jonas levantó la vista del texto y le miró con ojos
ansiosos.

-Lo he entendido perfectamente-, dijo Aarón. -Era latín ¿no?

El médico atónito asintió lentamente

-Parece que ambos vamos a tener que empezar a creer en lo increíble-, dijo Aarón. La
expresión de Jonas era la de un hombre que había presenciado un milagro. Sus ojos se
abrieron lentamente mientras cerraba el libro en latín. -Aarón, yo...yo no sé qué decir.

Aarón se estaba poniendo nervioso. El médico lo miraba y él se sentía como un insecto


debajo de un microscopio -¿Pero qué crees que me ha pasado?- le dijo Aarón para romper
ese silencio.

-¿Cómo...?- Jonas movía la cabeza de nuevo, pasó sus grandes dedos a través de su barba
canosa -No tengo ni idea, pero el hecho de que tuvieses un fuerte dolor de cabeza antes
de que se te manifestara este talento sugiere que puede ser algo neurológico.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Neurológico?-. A Aarón le entró la duda. -¿Como si hubiera algo malo en mi cerebro, un


tumor o algo así?

El psiquiatra se inclinó de nuevo hacia delante en su silla. -No necesariamente-, dijo,


subrayando las palabras con sus grandes manos. -He escuchado historias de individuos
que ha causa de trastornos neurológicos han conseguido habilidades únicas.

-¿Cómo entender y hablar lenguas extranjeras?- Preguntó Aarón.

Jonas asintió con la cabeza. -Exactamente, el caso que estoy pensando es el de un hombre
de Michigan, creo. Después de sufrir un traumatismo craneal grave a causa de un
accidente de patinaje, se encontró con que podía calcular problemas matemáticos muy
complejos en su cabeza. Ni siquiera había terminado secundaria, y no había dado clases de
teoría matemática.

-¿Así que piensas que algo así me podía haberme ocurrido?- Aarón preguntó al psiquiatra.

El médico reflexionó sobre la posibilidad. -Alguna reacción estimuló tu cerebro, he hizo


que saltase de forma casual esa habilidad que todavía tienes que desarrollar-, Jonas cogió
su pluma y comenzó a tomar notas furiosamente. -Tengo un amigo en el Mass General, un
neurólogo. Podríamos hablar con él, después de hacer unas cuantas pruebas más por
supuesto y...- Unos golpes en la puerta del despacho hicieron saltar a Aarón. El médico se
levantó la manga y miró su reloj. -¡¡ Maldita sea!!-, dijo con un silbido. -Son las nueve y
media-. El corazón de Aarón aún le golpeaba el pecho del susto que se había dado.
Observó al Dr. Jonas salir de detrás de su escritorio y se movió hacia la puerta -Discúlpame
un momento Aarón-, dijo al abrir la puerta y entrar en el vestíbulo.

La mente de Aarón comenzó a pensar ¿qué pasa si hay algo malo en mí, algo malo en mi
cerebro?, empezó a morderse la uña del pulgar. Tal vez sería mejor coger cita en el
médico por si acaso. Pensó en faltar otro día a la escuela y empezó a sentir pánico. Esto no
podía pasar en peor momento. En breve serían las evaluaciones y tenía que ver en que
universidades podría entrar. Se preguntó si las universidades miraban el número de faltas
antes de tomar una decisión. La puerta se abrió. -Lo siento muchacho-, dijo mientras se
ponía detrás del escritorio. -Escucha, tengo muchas citas hoy, pero ¿por qué no te vienes
mañana?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Mañana es sábado ¿está bien?-, dijo Aarón

-Claro, igualmente iba a estar aquí de todos modos. ¿Por qué no vienes por la tarde?
Podemos hacer unas cuantas pruebas más antes de llamar a mi compañero del Mass
General.

Aarón aceptó con una ligera inclinación de cabeza y caminó hacia la puerta. -Gracias por
recibirme esta mañana, doctor-, dijo con una mano en el picaporte -Siento que haya
pasado mucho tiempo.

El Dr. Jonas se fue al armario a dejar un archivo.- No hay problema, Aarón-. Dijo al abrir el
armario. -Me ha encantado volver a verte-. Aarón había abierto la puerta y estaba a punto
de salir cuando Jonas volvió a hablarle llevándolo de nuevo al despacho. El hombre estaba
de pie mirándole con calma y confianza –Relájate-, dijo el psiquiatra. -Vamos a resolver
esto, lo prometo. Nos vemos mañana.

Cuando salió fuera, a la luz del sol, Aarón no podía evitar la sensación de que de repente
algo no iba bien en su mundo. Algo sobre lo que él no tenía control. Aarón cruzó la calle.

Había llegado temprano a la oficina de su ex-psiquiatra, por lo que había aparcado al otro
lado del ejido y allí esperó. Siempre le había gustado este lugar, con sus robles y su hierba
impoluta. A pesar de que no había casi nada, tenía encanto, Además, el ejido era uno de
sus lugares favoritos para caminar con Gabriel cuando el clima inestable de Nueva
Inglaterra cooperaba. Caminó a través de la hierba para despejar sus pensamientos.

Al llegar al centro de una zona abierta, recordó un poco extrañado que el ejido había sido
construido con la forma de un zapato. La voz de la joven profesora de historia, la señora
Frost, zumbó en su cerebro acerca de la historia de la ciudad.

La ciudad de Lynn se estableció en 1629, y se convirtió en un importante productor de


calzado. Aunque la construcción del ejido no se inició hasta el 1630, actualmente se
formaba por las secciones aproximadas de un zapato del siglo XIX. En ese momento Aarón
estaba en el interior de la suela. Siempre había querido dar un paseo en helicóptero sobre
la ciudad para verificar que el ejido se había hecho en forma de zapato. La Sra. Frost le
había hablado de un libro en la biblioteca que contenía una foto aérea del lugar. Como

40
Thomas E. Sniegoski The Fallen

había previsto terminar el día en la biblioteca de todos modos, quizás más tarde se tomé
el tiempo de buscarla, pensó mientras caminaba hacia el coche.

Aarón se estremeció de repente, como si alguien le hubiera deslizado un cubito de hielo


por la espalda. Tenía la extraña sensación de de que estaba siendo vigilado, y se detuvo a
mirar a su alrededor. Miró al quiosco de música antigua. La lamentable estructura una vez
fue utilizada para conciertos en verano, pero ahora era más un lugar para los niños que
faltaban a la escuela o para la gente desempleada que quería pasar el tiempo. Hoy estaba
vacía. Continuó mirando a su alrededor y allí, justo donde empezaba el telón, se podía
distinguir una figura de pie al lado de uno de los cubos de basura. Había un carrito de
supermercado cerca del hombre. Probablemente recogía latas para conseguir dinero del
vertedero, Aarón pensaba que seguiría su camino, a distancia estudió a la figura solitaria.
Sí, ahora estaba seguro. El hombre estaba mirándolo. Aarón realmente podía sentir su
mirada sobre él. -Probablemente, quiera decidir si acercarse más y pedirme dinero-,
murmuró entre dientes mientras llegaba al otro lago del ejido.

Pasó por encima de la valla, su Toyota Corolla color azul metálico del 95 estaba
estacionado justo enfrente de la calle y esperó una oportunidad para cruzar. Mientras
cogía las llaves de su bolsillo pensaba que iba a hacer el resto del día. Había faltado a clase
pero no quería eludir todas sus responsabilidades académicas. Quería pasarse la tarde en
la biblioteca para comenzar su trabajo de investigación para la Sra. de Mulholland, un
trabajo indispensable para graduarse. Esperaba que echándole un vistazo a la biblioteca le
ayudase a elegir un tema para su trabajo. Las ideas bailaron en su cabeza: la dualidad del
bien y del mal en las obras de Edgar Allan Poe, Herman Melville y el simbolismo religioso
que usó Shakespear en sus obras.

De repente se activaron sus sentidos, alguien estaba detrás de él. Aarón se dio la vuelta y
se encontró cara a cara con el hombre que había visto antes. El viejo estaba vestido con
un abrigo sucio, unos pantalones gastados por las rodillas y unas zapatillas de deporte. El
intenso olor corporal y el aroma a alcohol flotaban encima de él. Se quedó perplejo, sin
saber qué hacer cuando el hombre empezó a inclinarse hacia él. ¿Qué demonios estaba
haciendo? Parecía que lo estaba oliendo. Se movió situándose más cerca y le olio la cara,
su pelo, su pecho, y luego dio un paso atrás. Asintió con la cabeza, en respuesta a una
pregunta que solo él sabía.

-¿Puedo......te puedo ayudar en algo?-, Aarón balbuceó.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El hombre respondió en un idioma que Aarón nunca había oído antes, un lenguaje que de
alguna manera sentía que no había sido hablado en mucho tiempo. -¿Puedes entender la
lengua del mensajero, muchacho?- Preguntó el viejo en un dialecto arcano.

Aarón respondió una especie de –Sí-, dijo, eran unas palabras que le dejaban una
sensación increíblemente extraña. -Lo entiendo... pero no entiendo tu pregunta.

El viejo le siguió mirando, con una mirada muy intensa. Aarón podía haber jurado que vio
lo que parecía una llama bailando en el centro de cada ojo, pero sabía que probablemente
era sólo un truco de luz. -As respondido a mi pregunta solo hablando-, respondió el
hombre usando esa lengua extraña.

-¿Qué.....qué soy yo?-. Preguntó Aarón -No entiendo por qué...

El extraño viejo se acerco aún más –Nefilim-, susurró mientras apuntaba a Aarón con una
mano sucia. -Tú eres un Nefilim-. La palabra resonó en la cabeza de Aarón y el pánico se
apoderó del él. Tenía que huir. Tenía que alejarse de ese extraño viejo y de esa palabra.
Tenía que salir tan rápido como podía.

-Realmente me tengo que ir-, murmuró mientras introducía la llave en la cerradura y abría
la puerta del coche. Entró en el coche y lo cerró desde dentro. No podía recordar un
momento en que la necesidad de correr fuera tan fuerte. Introdujo la llave y arrancó el
coche, mientras se ponía en marcha miró por casualidad al anciano. Todavía estaba allí de
pie, observándole con esa mirada intensa. Aarón dio la vuelta y se reincorporó al tráfico
mientras veía al viejo a través del retrovisor como se alejaba en la distancia. Él seguía de
pie allí, mirando el coche, moviendo la boca, repitiendo una sola palabra. Aarón sabía lo
que estaba diciendo. Estaba diciendo –Nephilim-, una y otra vez. Nefilim

Aarón se echó agua fría por la cara y se miró al espejo, viendo como cayá el agua sobre su
piel en el espejo de la biblioteca pública de Lynn. ¿Qué diablos está pasando? Pensó,
reflexionando lo ocurrido ¿Qué me está pasando? Había miedo en el rostro que miraba al
espejo. ¿Qué pasó con ese viejo?, se preguntó por enésima vez ¿Qué quiso decir con el

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

lenguaje de los mensajeros y que es un Nephilim? Sus pensamientos corrían febrilmente


por su cabeza. Sacó algunas toallas de papel del dispensador y se secó la cara. Al llegar a la
cerradura del cuarto de baño se dio cuenta de que su mano estaba temblando –Cálmate-,
se dijo a sí mismo en un susurro. -El viejo estaba loco, probablemente habrá hecho la
mismo cientos de veces ¿Por qué te estás comiendo la cabeza? Sabes que esta ciudad está
llena de locos-, hubo un golpe en la puerta del baño, inspiró profundamente para relajarse
y abrió la puerta.

Había un anciano con una chaqueta colgada del brazo -¿Que estabas haciendo?- preguntó
con una sonrisa nerviosa.

Aarón se repuso lo mejor que pudo cuando salió del baño. -Sí, lo siento si me he tomado
mucho tiempo-, dijo mientras le entregaba las llaves del cuarto de baño.

-No pasa nada-, dijo el anciano cogiendo las llaves y entrando en el cuarto de baño. -Sólo
quería asegurarme de que no te habías caído ahí dentro ni nada-, Aarón se volvió mientras
cerraba la puerta y vio que el hombre se estaba riendo. No tenía muchas ganas, pero se
echó a reír igualmente. -¿Esto no ha sido como la guinda del pastel?-, se dijo a sí mismo
subiendo los escalones de mármol blanco desde el sótano hasta el primer piso.

Encontró una mesa vacía en una de las esquinas de la sala de lectura y colgó su chaqueta
en el respaldo de una silla. No estaba seguro si podría trabajar ahora pero al menos tenía
que intentarlo. Además necesitaba un poco de distracción después de lo raro que había
resultado estos días. Había traído un bloc de notas y sacó un bolígrafo de su bolsillo
delantero. Se sentó y pasó las horas leyendo libros de diferentes autores y temas
literarios, en busca de algo que despertará su interés para comenzar su trabajo de
investigación. Estaba pensando que tenía bastante temario para hacer el trabajo sobre la
dualidad del bien y el mal en las obras de Poe, cuando se dio cuenta que estaba
escribiendo fuera del bloc, había garabatos por todo el bloc de notas, se repetía una
misma palabra en sus diferentes variantes. Nefellum. Nefilem. Nifillim. Nephilem. Nefilim.
Aarón arrancó la página y la miró ¿Qué significa? ¿Por qué no puedo olvidar esto? Se
preguntó, revisando cada palabra.

Se levantó de su silla y se dirigió a la zona de diccionarios de la biblioteca. El primer libro


que sacó era un diccionario “Webster's New World College Dictionary”. Puso el enorme
libro encima de una mesa y comenzó a buscar la palabra que había escrito. No encontró

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

nada. Tal vez no signifique nada, pensaba mientras regresaba el diccionario donde lo
había encontrado. Tal vez es sólo una palabra sin sentido realizado por una persona loca.
Aarón decidió que ya había perdido demasiado tiempo y energía en los desvaríos de un
anciano, se dirigió a su mesa para comenzar el esbozo de su trabajo de investigación. Si
había algo que pudiera ser salvado de este día, al menos lo intentaría.

Arrugó la hoja de papel con la mano y se dirigió a la sala de lectura. Pero la palabra seguía
atormentándole, como si tuviera vida propia y se burlará de él. Nefilim. Aarón miró
casualmente a la sala de informática, que normalmente estaba repleta, hoy estaba
sorprendentemente vacía. Aprovechó la oportunidad de satisfacer su curiosidad, se acercó
y se sentó en uno de los ordenadores. Esto era la última oportunidad para encontrar un
significado a la palabra misteriosa. Si no podía encontrarlo aquí, iba a olvidarse para
siempre y nunca más volver a pensar en ello.

Introdujo la contraseña que había obtenido de la biblioteca su primer año de instituto, y


puso la dirección de un buscador que utilizaba frecuentemente para cosas de la escuela.
En la barra de búsqueda escribió la palabra misteriosa, pulsó el intro y contuvo la
respiración. La página terminó de cargarse y entonces apareció una sugerencia.

¿Quiere usted decir Nephilim? preguntó el buscador en la parte superior de la página. Hizo
un click con el ratón sobre la sugerencia y esperó a que la página se cargara. Aarón se
sorprendió al ver la cantidad de sitio que tenía algún tipo de conexión sobre la misteriosa
palabra. Tanta espera para que al final resulte ser una tontería, pensó mientras navegaba
por las páginas leyendo un poco de cada una. Hubo varios sitios acerca de un grupo de
rock, algunos de un juego de rol, todos con el nombre de Nifilim, pero ninguno ofrecía un
significado concreto.

Hubo una especializada en mitología religiosa que por fin llamó su atención. ¿Es eso?, se
preguntó, ¿Tiene algo que ver con la religión? En ese caso no sería de extrañar que no
supiese su significado. Nunca había sido una persona muy religiosa ni tampoco los Stanley.
La página parecía un quién es quién de personas y lugares relacionados con la Biblia.

Lo primero que vio fue una definición que leyó con entusiasmo. El término bíblico
Nephilim significa en hebreo “los caídos”, en referencia a la descendencia de los ángeles
por las mujeres mortales que se menciona en el Génesis 6:1-4. Una referencia más amplia

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

se conserva en el apócrifo del libro de Enoc, que relata cómo un grupo de ángeles dejaron
el cielo para aparearse con mujeres, aprendiendo técnicas humanas odiosas, como el arte
de la guerra.

Aarón se sentó en una silla, aturdido. La descendencia de los ángeles por las mujeres
mortales, leyó de nuevo. -¿Qué diablos tiene que ver eso conmigo?-, murmuró
acercándose a la pantalla del ordenador.

Alguien tosió detrás de él, y se volvió para ver a cuatro personas esperando en la puerta
de la sala de informática. Un chico corpulento con un caso grave de acné, que llevaba una
camiseta de X-Men, golpeó la esfera de su reloj Timex y lo miró. Aarón volvió a mirar la
pantalla y leyó rápidamente un poco más antes de cerrar la página y marcharse.

Se quitó la pluma de su bolsillo y en el pedazo de papel arrugado, donde había escrito sus
varios intentos de la palabra misteriosa, tacho los incorrectos dejando sólo la correcta.
Nifilim. Suspirando profundamente volvió a su mesa y a sus libros en la sala de lectura. Se
sentó con toda la intención de comenzar a escribir su trabajo, pero vio que no podía
concentrarse, no hacía más que pensar en la historia de las mujeres que tuvieron bebés
humanos con ángeles. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral recordando el sueño
que tenia con frecuencia. De nuevo vio al niño atacado por esos seres alados vestidos con
una armadura dorada. Eran demasiadas coincidencia para ser ignoradas. Se puso de pie y
cogió su bloc de notas de encima de la mesa. Tenía que saber más. Era como si algo lo
incitase a investigar más. Tal vez encuentre la manera de convertir esto en un tema de
investigación, pensó.

Aarón utilizó el ordenador del vestíbulo del edificio para buscar el índice de la biblioteca,
encontró que la mayoría de lo que estaba buscando se encontraba en una sala separada al
área donde se encontraba. Apuntó los títulos de los libros en su bloc de notas y comenzó
su búsqueda.

En un libro llamado The lost books of Eden aprendió más sobre el Libro de Enoc. Era un
libro apócrifa del Antiguo Testamento, escrito en hebreo cerca del 1 a.C, la versión original
se perdió cerca del IV d.C y solo algunos fragmentos sobrevivieron hasta que el viajero
Bruce trajo una copia de Absidia en el 1773, probablemente a partir de una versión de los
antiguos griegos. Lo que siguió fueron algunos pasajes antiguos de Enoc, Aarón saco en
conclusión:.... que no eran ángeles, que eligieron descender del cielo para tener relaciones

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

con las hijas de la tierra. Pues en aquellos días los hijos de los hombres se multiplicaban, y
nacían niñas de una gran belleza. Y cuando los ángeles, los hijos de los cielos, las vieron se
llenaron de deseo, se dijeron unos a a otros: “Venir elijamos esposas entre la raza humana
y engendramos hijos”. Aarón estaba sorprendido. Nunca había oído hablar de tal cosa. Su
conocimiento de los ángeles se limitaba a lo que se encuentra a menudo en las tarjetas
festivas o en las copas de los árboles de Navidad, como mujeres hermosas con vestidos
blancos, o niños con diminutas alas y halos encaramados sobre sus cabezas.

Fascinado iba a consultar la lista de libros que todavía le quedaba por examinar cuando
sintió que estaba siendo observado. Se giró rápidamente en su silla, esperando ver al viejo
loco señalándolo con se dedo nudoso y llamándolo Nephilim una y otra vez, pero en vez
de eso se sorprendió al ver a Vilma Santiago. Ella le dio la más dulce de las sonrisas y entró
tranquilamente en la sala.

-Pensé que eras tú-, dijo ella con un leve acento.

-Sí, soy yo-, contestó Aarón nervioso levantándose de su silla. -Estoy haciendo algunas
cosas, ya sabes, cosas para el trabajo de investigación de la Sra. Mulholland....- Vilma le
miró extrañada y dejo de hablar, temeroso de que su nariz hubiera comenzado a moquear
o algo peor -¿algo...algo va mal?-, preguntó tentado a frotarse la nariz rápidamente.

La chica negó con la cabeza sonriendo de oreja a oreja. -No, no es nada- dijo alegremente.

-Yo no sabía que pudieras hablar portugués-. dijo ella, Aarón confundido al principio,
preguntándose cómo podía haber sabido acerca de su nuevo poder, entonces se dio
cuenta de lo que había hecho.

-¿Me …me acabas de hablar en portugués, verdad?

Vilma se rió y se tapo la boca con su delicada mano. -Sí, sí, y debo añadir que hablas
bastante bien ¿donde aprendiste?

No tenía ni idea de qué contestar así que se encogió de hombros -Supongo que soy
bastante bueno con los idiomas.

Vilma asintió -Si, sí que lo eres.

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Hubo un momento de silenció incómodo, y luego miró los libros que estaban encima de la
mesa.
-Es sólo algunas cosas que estoy mirando para que me den ideas. No tengo nada decidido
aún, pero...

Ella cogió un libro que se llamaba Angeles: De la A a la Z y comenzó a hojearlo -Me


encanta este-, dijo mientras pasaba las páginas. Todo lo que usted podría desear saber
sobre los ángeles, y hasta una sección en la parte posterior del libro con un listado de
películas. Ella levantó la vista del libro y se sumió en un pensamiento profundo. -
Realmente creo que este podría ser mi libro favorito-. Vilma colocó el libro sobre la mesa y
empezó a ojear el resto. -Me gusta todo lo que tiene que ver con los ángeles-. Metió la
mano dentro de su camiseta y saco algo delicado unido con una cadena de oro, -mira esto.
Aarón lo miró de cerca y vio que era un ángel

-Es realmente bonito-, dijo mirando del ángel de oro a ella. Aunque no era lo único que
encontraba bonito.

-Gracias-. Vilma se puso de nuevo el collar dentro de su camisa, -me encantan, ellos me
hacen sentir segura ¿sabes?

Se quedó allí sonriendo mientras miraba a Vilma a través de los libros. Tiene que haber
sido algún tipo de sincronización. ¿Aunque cuales eran las probabilidades?

-¿De esto vas hacer tu trabajo de investigación?- Vilma preguntó excitada, interrumpiendo
sus pensamientos.

-No se... sí, tal vez-, balbuceó, seguro de su respuesta al fin dijo. -Sí tal vez lo haré. Parece
que podría ser muy interesante.

Ella sonrió y comenzó a hablar sobre el tema.-Es fascinante, cuando yo era pequeña y vivía
en Brasil mi tía me contaba historias de cómo los ángeles visitaban las aldeas disfrazados
de viajeros y...- Vilma detuvo de pronto su historia y miró hacia otro lado. -Siento la
verborrea, es sólo que me parece muy interesante, y no suelo tener la oportunidad de
hablar con alguien más de estos temas-. Parecía avergonzada, de repente estaba otra vez
tranquila tirando de las mangas de su chaqueta vaquera.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No pasa nada-, dijo Aarón con una sonrisa que esperaba no parecer demasiado idiota. -
Tal vez si no estás muy ocupada me podrías ayudar con mi investigación-. Sus ojos se
abrieron de emoción. -Podrías contarme esa historia que tu tía te contaba en Brasil y
poderlas contar en el trabajo, sería realmente fascinante. Si no te importa ayudarme
claro...- Aarón no se podía creer lo que estaba haciendo, le estaba pidiendo ayuda a la
chica más atractiva de todas las escuelas públicas Lynn. ¡Qué idiota!, se reprendió a sí
mismo.

-Eso sería muy divertido-, dijo Vilma asintiendo. -Incluso tengo algunos libros que podrías
utilizar.

Aarón estaba en un shock total y absoluto. La chica de sus sueños había aceptado
ayudarle en su trabajo, y parecía entusiasmada con ello. No tenía idea de que decir, miedo
de que si hablaba diría alguna estupidez y lo echaría todo a perder. Vilma también se
quedó en silencio, nerviosa mirando los libros encima de la mesa, se giró hacia él y miro su
reloj. -Bueno, tengo que coger el autobús-, dijo la muchacha caminando hacia la puerta. -
Tal vez podamos hablar un poco más sobre el trabajo el lunes en la escuela, vendrás el
lunes ¿verdad?

Ella sonrió, no se lo podía creer. Ella en realidad se había dado cuenta que hoy no había
ido a clase. Tal vez ella pensase que él era guapo.

-Estaré allí-, dijo. -Todo el día.

Ella rió y se despidió con la mano cuando salía por la puerta. -Nos vemos el lunes Aarón,
pasa un buen fin de semana.

No pudo hacer nada, solo quedarse ahí plantado. Casi fue suficiente para hacerle olvidar
todo sobre los sueños perturbadores, su nueva habilidad lingüística, y las paranoias del
viejo loco. Casi.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
4

Samuel Chia estaba echado en su cama, y soñaba con volar. De todo lo que había perdido,
que era la mayoría, aún le quedaban sus sueños. Un recuerdo de algo precioso, de un
tiempo antes de su caída.

Sam se dio la vuelta y abrió los ojos al nuevo día. No necesitaba mirar ningún reloj para
saber qué hora era, el sabia que eran exactamente las 8 de la mañana pues era la hora en
la que siempre soñaba con volver a subir.

Se quedó en silencio mientras escuchaba los sonidos de Hong Kong muy por debajo de su
ático. Si quería podía escuchar las conversaciones que tenia la gente en la calle, pero hoy
no le atraía mucho. Se levantó de la cama y caminó desnudo por el suelo de caoba para
situarse en frente de sus enormes ventanales que daban una amplia visión de la ciudad.

Un Junco chino con las velas desplegadas llamó su atención, estaba navegando con
elegancia sobre las aguas verdes esmeralda de la bahía de Victoria. En su vida había vivido
en muchos lugares pero ninguno le había proporcionado consuelo hasta que llegó a este.
China le habló, le dijo que todo iría bien y la mayoría de los días creía que era verdad.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Apretó la frente contra el vidrio grueso y dejó que su cuerpo sintiera el frió. Su piel
desnuda respondió erizando su vello, aunque las sensaciones humanas eran toda una
experiencia, seguía anhelando cada día lo que una vez tuvo, lo que perdió cuando se negó
a participar en la Gran Guerra. Con su cabeza presionando contra la ventana abrió los ojos
y contempló el panorama que tenía delante. Sí, él ansiaba la gloria que una vez fue suya,
pero cada día esta vista maravillosa lo seducía con su vitalidad. Una distracción que a
veces le ayudaba a aceptar más fácilmente su destino. A veces.

Sam se puso su bata de seda negra disfrutando de las sensaciones que le proporcionaba la
tela contra su cálida piel, cuando sonó el teléfono, él sabía quién era, no porque tuviera
ningún poder psíquico sino porque ella llamaba cada mañana a la misma hora.

Joyce Woo era la mujer humana que llevaba sus negocios, incluyendo sus clubs nocturnos,
casinos y restaurantes. Sam caminó desde el dormitorio hacia su cocina y dejó que el
contestador cogiera el mensaje. Quería jugar a ver si podía adivinar que problemas le
quería contar. ¿Que trivialidades iban a molestarlo esta vez?, ¿una escasez inesperada de
trufa en su restaurante? ¿O que la policía quería una mayor compensación por hacer
oídos sordos a algunos negocios ilegales que se hacían en sus clubs? ¿O tal vez finalmente
le iba a confesar que le había estado robando estos últimos meses?

Sam abría una botella de de Dom Perignon y bebió mientras escuchaba el mensaje. -
Buenos días señor Chia, soy Joyce-, dijo una voz de mujer en cantones. -Anoche hubo un
incidente en el club Pearl que tal vez requiera que vuelva a hablar con el jefe de la policía.
Te daré más detalles cuando vengas a la oficina solo quería que lo supiera-. Podía oír
como pasaba la página de la libreta donde había escrito sus notas. -Le recuerdo que tiene
una reunión con el comité del proyecto Pier Road.

Se dirigió al cuarto de baño creyendo que ya había terminado cuando empezó a hablar de
nuevo. Se detuvo en mitad del pasillo a escuchar. -Oh sí, un viejo amigo suyo ha pasado
esta mañana por la oficina, el señor Verchiel. Dijo que se quedaría en la ciudad poco
tiempo y esperaba poder quedar con usted.

-Verchiel-, susurró. Se le cayó la botella al suelo, rompiéndose y esparciendo todo su


contenido por el suelo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Dijo que se pondrá en contacto con usted, hay algunos otros problemas pero podemos
hablar de ellos cuando venga a la oficina. Buenos días señor.

Se corto la línea y se quedo inmóvil. Verchiel. Se dirigió a su dormitorio y abrió las pesadas
puertas de madera de su armario. Se quitó la bata y saco la ropa que se iba a poner. No
tenía tiempo para ducharse y no pensaba ir a la oficina. Tenía que salir de Hong Kong, tan
simple como eso. Si Verchiel lo había encontrado entonces no había duda Los Poderosos
habían llegado a China. Y si ese era el caso, entonces ninguno de los de su clase estaría a
salvo.

Sam terminó de abrocharse su camisa de algodón blanco, se puso los pantalones y se


abrocho el cinturón, pensó en advertir a los demás del peligro, pero decidió no hacerlo
porque seguramente ya sería demasiado tarde. Metió sus pies desnudos en un par de
mocasines italianos y se puso una chaqueta deportiva azul. Se iría a Europa, Francia sería
suficiente. Se quedaría en París hasta que Verchiel y sus perros salieran de China. Joyce
podía ocuparse de sus asuntos hasta que regresara. Se puso la cartera en el bolsillo de la
chaqueta y llamo al chófer. Se iba al aeropuerto a alquilar un avión y ya llamaría a Joyce
en el avión.

-¿Vas a salir, Samchia?-. Preguntó una voz desde algún lugar de la habitación. Sorprendido
dejo caer el teléfono y se dio la vuelta para hacer frente a la voz.

-Que decepcionante-, dijo un hombre que estaba de pie en la sala de estar delante del
televisor de 60”.

-He pasado mucho tiempo buscándote-. Había un niño pequeño y sucio que apretaba su
cara contra el televisor.

-Lo siento prefieres ser llamado por tu nombre de mono ¿Samuel Chia?- pregunto Verchiel
mientras deslizaba sus manos dentro de su chaqueta y avanzaba lentamente hacia él. El
niño le siguió obedientemente.

-¿Que quieres?-, le preguntó Sam.

Verchiel recorrió con la mirada la vivienda de lujo. -¿Crees que esto te esconde de mí?-.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Preguntó señalando una serie de símbolos arcanos pintados en las paredes del ático. Para
el ojo humano parecía mera decoración, pero en realidad era mucho más que eso. El niño
salvaje había saltado encima del sofá de Sam, saltando de un lado a otro mientras
tarareaba para sí mismo. -El hechizo de ocultamiento debe haber hecho horas extras con
todos estos cambios-, dijo Verchiel, haciendo referencia al reciente cambio de gobierno
chino. -Mi perro atrapó tu olor cuando llegamos-. Le dio unas palmaditas en la cabeza al
niño. -Vives como un rey entre animales-, le dijo mientras le miraba con sus negros ojos. -
¿Por esto abandonaste el paraíso?-. Las palabras de Verchiel le dolieron como si le
hubieran golpeado con un látigo.

-Tú sabes que eso no es cierto Verchiel, me fui porque no quería tomar partido, me
encantaba el Morningstar, amaba a todos mis hermanos, pero no podía pensar en otra
solución que huir-, Sam bajó la cabeza, incluso después de tanto tiempo sus acciones le
avergonzaban.

-Admites ser un cobarde-, dijo Verchiel con un gruñido mientras se movía más cerca de
Sam. -Si tan sólo el resto pudiera ser tan honesto-. El teléfono comenzó a sonar de nuevo
y Verchiel centro su atención en él. -Soy Joyce de nuevo señor. El Inspector Dalton acaba
de llamar para preguntar si podía cambiar la reunión al lunes a …- Un chorro de luz blanca
surgió de la mano de Verchiel y derritió el teléfono mientras este farfullaba, escorias de
plástico negro salieron dispersas. Asustado, el niño salto del sofá y corrió a esconderse,
como si sintiera la violencia que estaba a punto de estallar. -El sonido de sus voces...- dijo
Verchiel señalando su oído con su mano derecha, -como un parloteo de ánimas, me
molesta muchísimo-, Verchiel se acerco aún más.

Sam apretó los puños. Una ira que nunca antes había experimentado corría por su cuerpo.
Pensó -Te voy a preguntar de nuevo, ¿por qué has venido?

Verchiel ladeó la cabeza -¿No es obvio hermano?-, preguntó -¿No me esperabas después
de tu caída? Sí –, susurró,- han pasado miles de años-, Verchiel sacudió la cabeza. -Un
segundo, una hora, un milenio, el tiempo no significa nada para Los Poderosos -, dijo con
una fría indiferencia. -Vosotros habéis atentado contra nuestro padre, y el tiempo no
cambia nada.

Sam comenzó a retroceder -¿No he sufrido bastante?, mi exilio autoimpuesto en este


mundo me ha enseñado que...- La mano de Verchiel se elevo en un gesto para silenciarlo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Deja tus gemidos, no quiero escucharte-. El líder de Los Poderosos apuntaba hacia las
ventanas que estaban detrás de él. -Hablas como uno de ellos-, había repulsión en su voz.

Sam sabía que probablemente no sirviese para nada, pero si algo había aprendido de los
seres humanos es que no perdía nada por intentarlo.

-¿Pero no basta que mi padre me haya negado su voz, que mi verdadero aspecto no es
más que una sombra de mi antigua gloria?¿No cuenta para nada?-. Se tocó el pecho
mientras seguía. -Aunque no lo creas he sufrido mucho-. Verchiel miró a su alrededor, una
sonrisa cruel comenzó a formarse en sus pálidos rasgos. Lo miró con una mirada glacial.

-¿Has sufrido mucho he?-. Preguntó cuando sus brazos comenzaron a difuminarse. -Tu
sufrimiento ni siquiera ha comenzado-. Sam experimentó una extraña sensación de
euforia mezclada con terror al ver las enormes alas en la parte posterior de Verchiel. Una
vez tuvo alas poderosas recordó con una tristeza abrumadora. Alas que podrían haberme
librado de la sentencia de Verchiel. Pero de eso hace mucho tiempo lo que antes era una
fuerza poderosa ahora no era más que una sombra atrofiada de una antigua gloria.

Verchiel comenzó a mover sus alas rítmicamente y la habitación se llenó de repente con
vientos tan fuertes como las tormentas tropicales.

-Verchiel, por favor-, suplicó Sam justo antes de que un cenicero de cristal golpeara su
cara. Se abrió una brecha por encima de su ojo derecho, el cuerpo de Sam se rindió y dejó
de luchar contra las corrientes. El viento le arrojó contra el gran ventanal y escuchó que
algo crujía, no sabía si era el vidrio o sus huesos. Verchiel batió sus alas con una furia
arrolladora.

-No hay piedad para lo que has hecho Samchia, tu tiempo a llegado igual que los demás
que han caído-, Sam trató de alejarse de la ventana, pero la fuerza del viento era
demasiado grande. Quiso hablar y decirle que estaba verdaderamente arrepentido por sus
pecados, pero la sangre corría por su rostro llenándole la boca y haciéndole callar. Nunca
había visto su propia sangre y ahora se estaba llenando la boca con su mal sabor. El
ventanal de 2,54 cm de grosor comenzó a agrietarse formando una tela de araña por toda
su superficie. La ventana que había sido construida para soportar las fuertes tormentas
del Océano Pacífico no fue rival para el poder de Verchiel.

53
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Una vez más luchaba por hablar -Verchiel....-. Consiguió gritar por encima del sonido de las
alas de su hermano.

Verchiel continuó avanzando, batiendo sus alas más y más rápido. -No se oye-, gritó en
respuesta.

Sam gritó con más fuerza. -Lo siento-. Al ver la mirada de repulsión de Verchiel supo que
le había escuchado. Una de las sillas cromadas de la cocina se elevó como si estuviera
echa de estaño y fue impulsada por el aire hacia él. Sam cerró los ojos viendo el horrible
rostro de Verchiel mientras este abatía sus alas sin piedad. Su tiempo llegaba a su fin, de
eso estaba seguro. Lo que más había temido desde que cayó a la tierra fue finalmente a
reclamarlo.

Samuel Chia, anteriormente Samchia de la Milicia Celestial, trasladó su mente a otra


parte, a otra época, antes de la guerra, antes de las elecciones imposibles, antes de la
caída. La silla no se estampó directamente contra él, se estampó contra la ventana de la
izquierda rompiéndola y cediendo a la fuerza de las alas de Verchiel. En un abrir y cerrar
de ojos el cristal se rompió en una lluvia de cristales afilados y Sam cayó. Mientras llegaba
su fin, soñó. Soñó con volar.

Gabriel corrió alegremente hacia el comedor donde se reunían los Stanley para la reunión
de los viernes por la noche donde alquilaban una película y comían comida china a
domicilio. Estaba contento de llevar su juguete de peluche de color púrpura en la boca.

Aarón se sentó en el suelo con Steve que construía una torre con bloques Duplo de
muchos colores. De vez en cuando se giraba para ver en la televisión lo que el Sr.
Schwarzenegger había hecho estallar. El hecho de que fuera la tercera vez que su padre
adoptivo hubiera alquilado esa película en los últimos meses no le molestaba, le distraía,
cualquier cosa para dejar de pensar en los extraños acontecimientos de los últimos días.
Le gustaría poder olvidarse de todo a excepción de la conversación con Vilma Santiago.

El perro dejó caer el juguete morado delante de Aarón, se arrimo y tiró la torre de

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bloques. –Gabriel-, dijo Aarón molesto tirando el juguete a un lado y tratando de


recomponer la estructura.

-Jugar con Goffy uva ahora-, exigió Gabriel moviendo de su gruesa cola musculada. Aarón
no le hizo caso y ayudó al niño a elegir algunos bloques más para fortalecer la torre.
Gabriel se lanzó hacia delante cogiendo el juguete con la boca. Le dio una sacudida feroz y
el juguete voló rebotando en la cabeza de Stevie aterrizando entre los montones de
bloques sin usar. -Goofy uva- dijo el perro aún más fuerte.

Aarón lo fulminó con la mirada -No Goofy uva- le gritó con severidad haciendo referencia
al apodo del juguete. Se lo habían puesto porque su cara parecía una enorme uva. -Estoy
jugando con Steve, vete a dormir.

Podía sentir la intensa mirada del perro sobre él, como si tratará de usar sus poderes para
influir en su mente. Aarón no se molestó en mirarle, esperó a que el perro finalmente se
cansara y se fuera.

Gabriel se giró bruscamente y se fue a la habitación. No quería oír hablar al perro esta
noche. Para la mayoría eran los ruidos típicos que hacen los perros, gemidos, gruñidos,
ladridos ...etc, pero para Aarón era un idioma, una lengua que fácilmente podía entender.
Esta noche quería que fuese como solía ser. Un ladrido o un meneo de cola era toda la
conversación que realmente necesitaba de su amigo de cuatro patas.

Desde el sofá Tommy Stanley soltó una carcajada en respuesta a una de las frases del
héroe de la película -Nadie lo hace como Arnold-,” dijo su padre adoptivo en voz alta,
haciendo una observación sobre las películas de acción -Van Sammes y Seagals pelean
bien pero nadie captura a los malos como Arnold-, dijo el nombre con un acento burlón
austríaco y volvió a la película, que trataba de un ejército de un solo hombre conseguía
rescatar a una niña pequeña de los chicos malos.

Aarón escuchó el sonido de unas uñas haciendo clic contra el linóleo de la cocina y luego
un sonido extraño. Ni siquiera tenía que ver lo que el perro traía de su caja de juguetes,
sólo con escucharlo sabía lo que era. Cerdo Squeaky estaba en camino. Gabriel traía un
cerdo rosa de peluche entre sus fauces. Con sus mandíbulas apretó varias veces el cuerpo
del cerdo y este emitió un sonido muy parecido al que hace un cerdo gruñendo. Como
había hecho antes, el perro se acercó y dejó caer el juguete en el suelo. -El cerdo es mejor-

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, dijo con un dejo de emoción -jugar con Squeaky cerdo-. Aarón sintió como aumentaba su
temperamento. Estaba enfadado con todo, con todas las cosas que le habían pasado, con
el perro por recordarle que las cosas ya no eran iguales que antes, consigo mismo por
estar enfadado.

-Esta ladrando mucho esta noche- dijo Lori desde el sillón apartando la vista del libro que
estaba leyendo. Cuando ella vio que su marido había alquilado esa película decidió leer la
novela romántica que se había comprado -Tal vez necesite salir.

-No-, dijo Aarón mirando mal a Gabriel. -Él no quiere salir sólo quiere ser un pesado.

Gabriel se estremeció como si hubiera sido golpeado. Parpadeó varias veces y bajo las
orejas. -No soy un pesado-, se quejó el perro mientras salía de la habitación con la cola
baja y entre las piernas. -Sólo quería jugar con Aarón. Perro malo. Me voy a dormir. Perro
malo-, dio media vuelta y se escabullo de la habitación.

Las palabras de Gabriel le hicieron sentir mal. ¿Cómo pude ser tan cruel? Aarón pensó con
disgusto. Allí estaba él con la capacidad única de entender exactamente lo que quería el
perro, y no le prestaba atención, estaba tan absorto en sus propios problemas que ni
siquiera quería ceder a una simple petición del perro. Estaba avergonzado

-Gabriel-, gritó. Aarón tuvo que llamarle dos veces más antes de que finalmente
apareciera.

Se quedó mirándolo desde el marco de la puerta. -Ven aquí-, dijo acariciando el suelo con
la mano y sonriendo. -ven aquí-. Gabriel se acerco a Aarón y comenzó a lamerle la cara. -
No soy pesado ¿verdad?- preguntó entre lamidos. –No-, respondió Aarón, teniendo al
perro tonto entre sus manos y mirándole directamente a sus ojos marrones -No eres
pesado, eres un buen chico.

-Soy un buen chico- repitió el perro con júbilo y volvió a lamerle la cara de nuevo.

Gabriel se dejó caer hacia un lado para que Aarón le frotara la barriga y Stevie levantó la
vista de sus bloques. Aarón miró al niño y sonrió. -Hola hombrecito ¿qué pasa?-, le
preguntó al niño autista. El cambio de expresión del niño se podría describir como la
irrupción del ardiente sol a través de una bruma espesa en la tormenta. Su rostro se

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animó, por lo general en blanco mientras sus ojos brillaban con la luz de la conciencia. Una
sonrisa tan brillante que Aarón se alegró por su intensidad.

-Bunito-, dijo Steve tendiéndole la mano.

-¿Steve?-. Pregunto Lori dejando caer el libro. -Tommy mira a Stevie-. Pero el sonido de la
voz de su hijo ya había atraído la atención de Tommy. Ambos se deslizaron de su asiento
al suelo y vieron como su hijo tocaba lentamente la mejilla de Aarón con su pequeña
mano. La sonrisa irradiaba en su rostro, habitualmente inexpresivo.

-Bunito-, repitió el niño –bunito-, y tan rápido como había aparecido la conciencia en el
niño, se había ido. Las nubes volvían a tapar el sol. Steve no mostró ninguna señal de que
recordara lo que acababa de hacer simplemente volvió su atención a los bloques.

-Ha hablado contigo-, dijo su madre agarrando a Aarón por los hombros y apretándolo con
entusiasmo. -Él realmente habló contigo.

Tommy se arrodillo al lado de su hijo con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Qué crees que
significa?-, preguntó el hombre emocionado. -Él no había abierto la boca en dos años-.
Tocó la cabeza del niño con amor. -Esto significa algo ¿No?-. Se pregunto en voz alta sin
apartar los ojos de Steve. -Y si comenzara a hablar otra vez-. Ambos padres empezaron a
jugar con el niño y sus bloques, con la esperanza de obtener alguna otra respuesta, algo,
cualquier cosa para demostrar que no había sido solo un golpe de suerte. Steve continúo
en su mundo silencioso.

Aarón se levantó -¿Quieres una manzana?-, le preguntó a Gabriel. El perro se puso de pie
y movió la cola.

-Manzana, sí-, dijo -Hambre, sí-. Al salir de la habitación no podía deshacerse de la


incómoda sensación de que el comportamiento inusual de Steve tenía algo que ver de
alguna manera con las experiencias que había tenido estos últimos días.

Cogió una manzana de la cesta de mimbre que estaba encima del horno microondas y se
la llevo a una tabla de cortar. -¿Has visto como me miraba?- Aarón preguntó al perro
mientras cortaba la manzana por la mitad. -Fue como si viera algo en mi, algo que no soy
yo.

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-Bunito-, respondió Gabriel mirando de lado. -Él dijo bunito-, Aarón cortó la manzana en
tiras.

-La forma con la que miraba....era como me miraba el viejo en el ejido-. Le dio un trozo de
manzana al perro, este lo devoró con avidez. Aarón vio al anciano en su mente,
apuntándole. Usted es un Nefilim le había dicho. Primero soy un Nefilim y ahora soy
bunito, se dijo mientras se apoyaba en el mostrador.

-¿Más manzana?-, preguntó Gabriel, una espesa baba caía de su boca al suelo. Aarón le
dio otro trozo y se comió uno. Algo extraño le estaba ocurriendo, se dio cuenta de que no
tenía más remedio que averiguar de qué se trataba. Cogió otro trozo y le dio el resto a
Gabriel.

Era una locura, pero estaba desesperado por saber lo que estaba pasando. Tenía que
tener una oportunidad. Mañana, antes de ir a su cita con el Dr. Jonas, tratará de encontrar
al viejo del ejido.

-Oye Gabriel-, le pregunto al perro que seguía masticando -¿Quieres venirte conmigo
mañana al ejido?

Tragando el perro lo miró -¿Más manzana?- preguntó, Aarón sacudió la cabeza. -No, la
manzana se ha terminado-. El perro pareció pensar por un momento y respondió. -No
manzana. Vale vamos al ejido. ¿Que estaría pensando? Aarón frunció el ceño.

Retrocedió y le tiró la pelota de tenis. Gabriel corría a través del ejido persiguiendo la
pelota. -Cogeré la pelota-, oyó que decía el perro emocionado con voz de aliento a medida
que se acercaba al premio amarillo fluorescente.

Era una hermosa mañana de primavera, sólo con un toque de invierno que aun se resistía
desde hace unas pocas semanas. Gabriel hacia cabriolas con la pelota en la boca, Aarón se
sorprendió de lo poco que había tardado en hacer feliz al perro desde que adquirió esa

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

extraña habilidad para comunicarse con él; curando le daba una palmada en la cabeza,
dándole un trozo de queso, llamándolo buen chico...

Simplicidad.

Es bastante impresionante obtener tanto de tan poco, pensaba mientras veía al perro
correr hacía él.

-Dame la pelota-, le pidió Aarón, jugando a ver si se la podía quitar, Gabriel gruñendo; los
músculos de sus patas traseras contraídas con la anticipación. Aarón se abalanzo y el perro
se escapó para evitar que lo cogiera. -Ven aquí, perro loco-, dijo con una carcajada
persiguiendo al animal. Una parte de él no estaba disgustado de no haber encontrado al
viejo. Necesitaba un respiro de los últimos acontecimientos, no sabía si estaba preparado
para escuchar esas preguntas extrañas con esas respuestas todavía más raras.

Le puso la cadena al perro y la bestia mientras gruñía hacia él. -Ahora voy a coger la
pelota-, el gruñido de Gabriel se hizo más fuerte, más alto, más emocionado mientras
luchaba por liberarse. Aarón cogió la pelota intentando liberarla de la boca del perro. -El
premió es mío.

Proclamo Aarón mientras sostenía la pelota en alto. -No es un premio-, dijo Gabriel capaz
de hablar otra vez, -sólo es una pelota-. Aarón miró la pelota cubierta de barro con
repugnancia mientras arrugaba la nariz. Tiraba la pelota de una mano a otra viendo como
el perro movía la cabeza de lado a lado -Apuesto a que la quieres-, bromeó.- Quiero esa
pelota-, respondió Gabriel hipnotizado por su movimiento. Aarón hizo ademán de
lanzarla, escondiendo la pelota debajo del brazo, el perro salió disparado buscando la
nada. Aarón se echó a reír al ver a Gabriel buscando, incluso miraba hacia arriba por si
acaso la pelota no había caído todavía. –Yooohoo-, llamó al perro. Gabriel miró en su
dirección y Aarón levanto la pelota -¿Buscas esto?

Sorprendido el perro volvió corriendo. -¿Como as cogido la pelota?-, preguntó asombrado.


Aarón sonrió. –Magia-, dijo riendo entre dientes, -Magia-, repitió Gabriel con un susurro
suave, asombrado, con los ojos aún mirando la pelota.

Algo detrás de Aarón distrajo la atención del perro. -¿Quién es?-. Pregunto Gabriel.

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-¿Quién es quién?-. Aarón se volvió, al principio no reconoció al hombre sentado en el


banco tomando el sol. Entonces le saludo y consiguió reconocer quien era. Aarón sintió
que su corazón se aceleraba, su mente se saturó de preguntas que no sabía si hacer o si
quería escuchar las respuestas.

-¿Qué ocurre?-, preguntó Gabriel con preocupación en su voz.

-Nada-, dijo sin apartar la vista del hombre sentado en el banco.

-¿Entonces por qué tienes miedo?-, Aarón miró al perro sorprendido por la pregunta.

-No tengo miedo-, insultado por la insinuación del perro.

El perro lo miró y después observo al extraño hombre -¿Miedo al extraño?

-Te digo que no tengo miedo-, respondió Aarón con ansiedad y empezó a encaminarse
hacia el hombre.

-Hueles a miedo-, subrayó el perro mientras caminaba a su lado. -Huele a viejo-, dijo, -
viejo y diferente-, añadió entre las corrientes de aire.

Aarón pudo ver que el hombre sonreía, con su larga cabellera blanca meciéndose con el
aire fresco propio de la primavera.

-Bonito día-, dijo el viejo en inglés, en lugar de la antigua lengua que había estado
utilizando cuando se conocieron.

Gabriel corrió hacia el hombre meneando la cola, -ven aquí-. El perro saltó poniendo sus
dos patas encima del banco y comenzó a lamer la cara del desconocido como si fueran
viejos amigos. -Hola Gabriel-, le dijo mientras el perro le olisqueaba la cara, el cuello, y las
orejas.

-¿Quién es usted?

-Mi nombre es Ezequiel, pero me puedes llamarme Zeke-, respondió el hombre dándole
unas palmaditas en la cabeza al perro.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Me lo estás diciendo a mí o al perro?-. Preguntó Aarón mientras cogía a Gabriel por la
correa y tiraba de él suavemente. -Al suelo Gabriel-, dijo con un tono cortante. –
Compórtate.

El perro se quedó en silencio inclinando la cabeza, avergonzado por haber sido regañado. -
Me preguntó quién era y yo se lo he dicho-, Zeke dijo mientras se sentaba en el banco y
sonreía al perro. -Es un hermoso animal. Tienes suerte de tenerlo.

Aarón le acarició la cabeza al perro para tranquilizarlo. Zeke se echó a reír y le sonrió con
malicia -¿Así que el perro te habló?-. Este le devolvió la sonrisa. -Me hablaste con la
lengua del mensajero ayer-, dijo cruzándose de brazos. -¿No me digas que no puedes
entender al perro?

Aarón se sentía como si le hubieran dado una bofetada, un sudor frío recorrió su cuerpo.

-¿Quién ….. quién es usted?-. No era la mejor de las preguntas pero era lo único que se le
ocurrió en ese momento.

-Zeke-, respondió Gabriel amablemente lamiendo las manos del hombre -Zeke, Aarón. Se
llama Zeke-. Zeke sonrió y le frotó la barbilla al perro -tengo razón ¿no?-, pregunto el
perro jadeando.

-Soy Zeke ¿y él como te ha llamado? ¿Aarón?-. El viejo se quitó la baba del perro del
pantalón y extendió la mano a Aarón. Dudó al principio, pero luego le dio un apretón de
manos- -Estoy muy contento de conocerte Aarón, siento lo de ayer ¿te asuste?

-No fue tanto lo que me asustaste sino lo que me confundiste-, Zeke asintió
comprendiendo lo que quería decir y le habló a Gabriel. -Apuesto a que ha sido bastante
extraño para ti.

-¿Como lo sabes?-. Le preguntó Aarón no queriendo parecer ansioso. El anciano inclinó la


cabeza hacia atrás, cerró los ojos y olfateó el aire.
-¿Cómo se que el verano esta a la vuelta de la esquina?-, se preguntó dejando que el sol
de la mañana bañara su rostro gris sin afeitar. El hombre no parecía tan viejo como había
pensado en un momento, probablemente tendría unos sesenta años, pero había algo en

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

él, en sus ojos, en la forma en que miraba, que lo hacía parecer mucho más viejo. -Está en
el aire, muchacho-, dijo Zeke. -Puedo olerlo.

-Está bien- dijo Aarón. -Se puede oler que estoy pasando por un mal momento. Eso tiene
sentido-, Zeke asintió con la cabeza

-Un poco. Puedo oler que estas cambiando y simplemente asumo que tal vez tengas algún
problema-, Aarón cogió la pelota de tenis que tenía en el bolsillo. Los ojos de Gabriel al ver
la pelota se abrieron como si fuera un dibujo animado.

-No puedo creer que esté teniendo esta conversación-, dijo mientras le mostraba la pelota
a Gabriel y se la lanzó a través del ejido. -Vete a jugar-, Gabriel se fue corriendo detrás de
la pelota.

Los dos se quedaron mirando al perro en silencio. Aarón quería irse pero algo lo detenía.
Tal vez era la posibilidad de encontrar una explicación.

-¿Que te pasó primero?-, Zeke preguntó rompiendo el silencio. -¿Fue cosa de las lenguas?
¿O el perro comenzó a hablarte y pensaste que habías perdido la razón?

Aarón no quería responder, pero vio que sus palabras salieron incontroladamente. -Hay
algunos niños en la escuela que hablan portugués, no sé cómo, pero de pronto podía
entenderlos como si estuvieran hablando inglés-, Zeke asintió comprendiendo lo que le
estaba diciendo.

-No importa en qué idioma te hablen siempre lo podrás entender. Serás capaz de
entenderlo y hablarlo como si fuera tu lengua materna, es una de tus ventajas.

Gabriel estaba corriendo en circulo -Cogí la pelota-. Gritó movió la pelota por la hierba y la
hizo rodar para luego abalanzarse sobre ella con un vigor incansable.

-El idioma no tiene que ser ni siquiera humano como has podido comprobar-. El viejo lo
miró. -Espera a escuchar a un árbol hablar.

-Es una locura-, murmuró Aarón confundido

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Es normal que si puedes escuchar animales puedas escuchar a los árboles.

-No estaba hablando de arboles-, dijo Aarón cada vez más nervioso.

-Ahhh, ¿estás hablando de todo eso de las lenguas y esas cosas?-.Pregunto Zeke. -Bueno,
será mejor que te acostumbres es lo que eres-, dijo el anciano con total tranquilidad.
Aarón se giró para ver al perro jugar -¿Acostumbrarme a esta locura? No lo creo.

Zeke sacudió la cabeza y levantó las manos. -No es una locura, eres un Nefilim, no tienes
elección-. Esa palabra otra vez. Esa palabra que se había incrustado en su cabeza y no le
dejaba en paz.

-¿Por qué me sigues llamando así?-. Le preguntó, sintiéndose tensó a la espera de la


respuesta.

El viejo se pasó las manos por el pelo blanco, se inclinó hacia adelante y se apoyó en las
rodillas. -Los Nefilim son hijos nacidos de mujeres humanas y ángeles-. Aarón le
interrumpió no quería perder el tiempo con cosas que ya sabía.

-Lo sé, lo busqué en la biblioteca pero dime ¿qué tiene que ver conmigo?

-Es un poco complicado, si me das medio segundo y me dejas hablar lo entenderás.

Miró a Aarón, con una mirada intensa y calmada, una mirada que confirmó que no era un
hombre típico. Era un viejo loco, pero parecía que alguna vez fue alguien importante.
Gabriel se acerco a un árbol y se quedó olfateando sus raíces.

-Lo siento-, dijo Aarón –Adelante-. Zeke se acarició el mentón sin afeitar mientras pensaba
por dónde empezar.

-Muy bien, los Nefilim son los hijos nacidos de ángeles con mujeres mortales. No es muy
común en realidad, las madres tienen un embarazo complicado y no suelen sobrevivir al
parto, pero hay veces que cuando un niño Nefilim sobrevive…-, Gabriel regresó y dejó caer
la pelota, ahora cubierta por musgo, en los pies de Zeke.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Mira Zeke, pelota-, Zeke se agacho y la recogió pasándosela de mano a mano mientras
Gabriel la miraba.
-Son algo increíble, parte celestiales, parte humanos, una de las creaciones más
impresionantes del Todopoderoso-. El viejo botaba la pelota una y otra vez mientras el
perro le observaba moviendo la cabeza de arriba abajo. -Los Nefilim suelen tener una
infancia normal, pero una vez que alcanzan cierto grado de madurez la naturaleza celestial
comienza a surgir. Ahí es cuando empiezan los problemas como si las dos partes ya no se
llevaran bien.

Zeke le tiró la pelota y Gabriel salió corriendo. -Parece que ocurre alrededor de los 18 o 19
años-, Aarón sintió que los colores le comenzaban a subir y se giró hacia el anciano.

-Estas tratando de decirme ¿que.....que mi madre se acostó con un ángel? ¡¡¡Por el amor
de Dios !!!- Gabriel volvió con la pelota sintiendo el creciente malestar de su amo. El perro
le olfateó la pierna, vio que las cosas no estaban bien y se fue hacia Zeke.

-¿Sabias lo de tu padre?-Zeke preguntó sin coger la pelota.

-No me importa-, gritó Aarón, dándole la espalda a su perro y al anciano.

Podía ver su coche aparcado al otro lado y en lo único que pensaba era en salir corriendo.
Podía sentir como empezaba a caer en una montaña rusa emocional parecía como si Zake
le hubiese golpeado con un martillo. Su madre había muerto en el parto y la identidad de
su padre murió con ella.

-Ahí es donde te equivocas Aarón-, dijo Zeke detrás de él. -Sí que tiene importancia-,
Aarón estaba en frente de él, de pronto se sintió débil y sin fuerzas.

-Hay un grupo de ángeles llamados Los Poderosos. Ellos son muy antiguos, la primera
creación de Dios.

Gabriel miraba a unas grandes gaviotas. -Pájaros grandes-, murmuró mientras se deslizaba
como si fuera un depredador temible.

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Zeke se levantó y se acerco a Aarón. -Quiero que me escuches con mucha atención-,
mirándolo con intensidad. - Los Poderosos son como la policía secreta de Dios, como sus
tropas de asalto. Su trabajo es destruir todo aquello que resulte ofensivo para el Creador.
Aarón estaba confundido -No te entiendo-, dijo sacudiendo la cabeza.

- Los Poderosos decidieron hace mucho tiempo que los Nefilim eran ofensivos. Una plaga
a los ojos de Dios.

-¿ Los Poderosos matan a los Nefilim?, Zeke asintió lentamente con una grave expresión
en el rostro. -Al principio fue una verdadera masacre, la mayoría eran niños que no tenían
porque morir-. El viejo le agarró fuertemente el brazo, -quiero que me escuches con
mucha atención, tu vida depende de ello-. El agarre de Zeke era firme y estaba
empezando a doler. Aarón trató de apartarse, pero el hombre era demasiado fuerte. -
Todavía los siguen matando Aarón ¿Entiendes lo que te digo? Los Nefilim siguen naciendo
y cuando comienzan a mostrar signos de su segunda naturaleza Los Poderosos los
encuentran y los matan.

Aarón finalmente se liberó. –Suéltame-, gruño.

-No tienen piedad. A sus ojos eres un monstruo de la naturaleza, algo que nunca debió
nacer-. Aarón comenzaba a sentir mucho miedo.

-Me tengo que ir-, le dijo al hombre mientras buscaba a su perro en el ejido. Silbó y vio a
Gabriel a lo lejos como levantaba la pierna contra una basura. El perro se puso a correr
hacia él.

-Me tienes que escuchar Aarón-, le advirtió Zeke. -Tus habilidades se están despertando y
no tienes cuidado-, Aarón se dio la vuelta y se acerco al anciano con los puños apretados
por la rabia contenida. No podía contenerse más. Estaba asustado y enfado porque
comenzaba a creerse la historia salvaje de Zeke. Quería respuestas, pero no quería que le
llevaran a un callejón sin salida.

-¿Que?-, gritó. -¿Si no tengo cuidado con esos ángeles de asalto entonces bajaran volando
y me matarán?-, Aarón de repente se acordó del sueño que había tenido, dándole ganas
de vomitar.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Sé que es una locura-, dijo Zeke, -pero lo tienes que entender. Esto ha estado ocurriendo
durante miles de años y…

-¡Cállate!-, Aarón explotó. -Cierra la boca estúpido-, se dio la vuelta y comenzaba a


marcharse cuando le preguntó. -Y tú como sabes todo esto, Zeke? ¿Cómo sabes lo de los
Nefilim y que Los Poderosos los intentan matar?-. El viejo le miró perfectamente
tranquilo.
-Creo que sabes la respuesta-. Aarón soltó una carcajada con un sonido cruel que le
sorprendió.

-Déjame adivinar ¿Eres un Nefilim también?-, Zeke sonrió con tristeza y negó con la
cabeza.

-No soy un Nefilim-, dijo y comenzó a desabrocharse la gabardina.

Vestía con un suéter verde holgado y unos vaqueros desteñidos. -Soy un ángel caído, un
Grigori, si quieres ser más específico-, dijo mientras se acercaba. Se arrancó el suéter
tirando de él para dejar al descubierto su carne inusualmente pálida y algo más. Una
protuberancia extraña, carnosa, de unos 6 cm de largo que sobresalía de la escapula del
anciano.

Estaba cubierto por lo que parecía una fina capa de pelos blancos, no, más bien de
plumas, plumas blancas. Aarón saltó hacia atrás cuando la protuberancia comenzó a
moverse de arriba a abajo como un aleteo.

-¿Qué diablos es eso?-. Aarón preguntó fascinado y al mismo tiempo disgustado por ver
solo los últimos vestigios de lo que una vez fue.

-Es todo lo que me queda de ellas-, dijo Zeke en voz baja, emanaba una tristeza casi
palpable. -Es todo lo que queda de mis alas.

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C a pítulo
5

-Sabes qué, he tenido suficiente-, dijo Aarón alzando las manos y se apartó de Zeke. -Ya he
terminado.

Se sentía como si estuviera cayendo más y más en las profundidades de la locura, sólo con
la adición de Zeke, tenía un compañero para el viaje. Incluso la voz de la razón dentro de
su cabeza comenzaba a deshacerse.

Tal vez todo es cierto, él pensó. Cómo podrían aquellas cosas estar en su espalda, pero los
muñones de las alas... Él quería dar una palmada a sí mismo por pensar así. No. Sería
mejor si se tratara de un tumor cerebral haciéndome entender estos idiomas, me hace
pensar que mi perro me está hablando. Eso lo haría más fácil de entender. Entonces
podría sacudirme al viejo como otro lunático.

Aarón volvió a llamar al perro. -Vamos, Gabriel-, dijo, aplaudiendo con las manos. -Vamos
a dar un paseo.

Él siguió enfrente del viejo loco, y de sus delirios chiflados.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Aarón, por favor-, rogó Zeke. - Tengo mucho que decirte, que mostrarte. ¿Aarón?

Él no se dio vuelta. No podía permitirse ser atrapado en esta locura. Sí, Zeke era bastante
convincente y conocía todos los botones que debía pulsar, ¿pero ángeles? Fue demasiado
para Aarón de tragar. Extraterrestres, tal vez, ángeles, ni una oportunidad. Vería el Dr.
Jonas esta tarde y luego tomaría una cita con el médico del Mass General. Entre ellos,
deberían darle una explicación racional a su condición de falta de realidad, ¿podría ser
llamado una condición? se preguntó, una explicación racional encontraría para su
situación actual. En esta etapa del juego un tumor ni siquiera podría ser tan malo. Por lo
menos era una especie de explicación concreta que pudiera aceptar, entender y manejar.
Ángeles. Absolutamente ridículo.

Aarón miró hacia abajo para ver si Gabriel todavía tenía su pelota. Era su juguete favorito,
y podía verse así mismo aquí a las diez de esta noche con una linterna en busca de ella.
El perro no estaba con él.

Miró a su alrededor. El perro se distrajo, como tan a menudo sucede, por una ardilla o un
pájaro o algún olor interesante en la hierba.

Aarón lo vio al otro lado del ejido en una sección que tenía cercos. El perro estaba con
Zeke. Él dio unos pasos hacia ellos y se preguntó cómo podrían haber llegado hasta allá
tan rápido.

-Oye, Gabriel-, él llamó, ahuecando las manos alrededor de la boca para amplificar su voz.-
Vamos, perrito, vamos a dar un paseo.

El perro no le prestaba en lo más mínimo atención. Estaba de pie junto a Zeke


atentamente, mirando hacia arriba, junto al hombre meneando la cola. Una sensación
incómoda comenzó a sentir Aarón en la boca del estómago. Se había sentido así en el
pasado, normalmente justo antes de que algo malo suceda. Se acordó de una. Hace un
tiempo no demasiado lejos, él había experimentado una sensación similar y descubrió que
Stevie había abierto la llave del agua caliente en la bañera cuando nadie estaba
mirando. Si no hubiera buscado la fuente de su malestar, el niño seguramente se habría
quemado. Aarón pensaba que si no hubiese indagado se estuviera lamentando.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón comenzó a caminar hacia ellos. -Gabriel, ven aquí-, dijo con su voz más severa. -
Ven.

El perro lo miró brevemente, pero se distrajo cuando el anciano levantó la pelota. Zeke
miró en la dirección de Aarón, con la pelota en alto.

La horrible sensación en el estómago se retorcía y empeoró, Aarón comenzó a correr hacia


ellos y después a correr más fuerte.

Zeke miraba hacia la calle que rodeaba el ejido, comprobando como si fuese a cruzar. Era
hora del tráfico pesado. Zeke mostró de nuevo la pelota a Gabriel y Aarón podía ver la
postura del perro tensa en la anticipación.

-¡Hey!-, Gritó Aarón, con la voz quebrada. Estaba casi ahí, no más de veinte metros de
distancia. El anciano miró hacia el tráfico y luego a Aarón.

-Lo siento-, dijo Zeke, alzando la voz.

El pánico se apoderó de Aarón y comenzó a correr más rápido. –Gabriel-, le gritó con todo
lo que daban sus pulmones.-Gabriel ¡Mírame!

El perro no le hizo caso, sus ojos oscuros estaban hipnotizados por el poder de la
pelota. Aarón estaba casi allí.

-No hay otra manera-, escuché decir al viejo cuando se volvió a estudiar el flujo del tráfico
y lanzó la pelota a la calle.

Aarón lo vio como se ve una escena en cámara lenta en una película. La pelota de tenis
salió de la mano izquierda del viejo y navegó por el aire. Oyó una voz que deben haber
sido sus gritos -¡Gabriel, no!, el perro

siguió el movimiento de la pelota y dio un salto. La pelota rebotó y Gabriel estaba allí, listo
para agarrarla

con la boca, cuando el Ford Escort blanco le golpeó el costado y le envió a través del aire
como si no tuviera peso.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Fueron los más repugnantes sonidos que Aarón había oído nunca, los frenos chirriando,
los neumáticos luchando por detenerse sobre el asfalto, seguido por el ruido sordo de un
parachoques golpeando en la piel, carne y huesos. Su percepción lenta terminó
abruptamente cuando vio el cuerpo sin vida de Gabriel tendido en la calle en un montón
retorcido.

-¡Oh, Dios mío!, ¡no!-, Gritó mientras corría Aarón hacia su mascota.

Cayó de rodillas junto al animal. Había tanta sangre, pensó. Esto manchó el hermoso
pelaje amarillo y rezumaba de las comisuras de la boca. Había comenzado a filtrarse por el
suelo de alguna parte debajo de su cuerpo.

Aarón cuidadosamente envolvió en sus brazos a su mejor amigo. -Oh Dios, oh Dios, oh
Dios, oh Dios-, exclamó mientras apretaba su rostro al lado del perro.

Colocó una oreja pegada a la piel aún caliente y escuchó un latido del corazón. Pero los
sonidos de las cornetas de los coches y el murmullo de los curiosos fue todo lo que podía
discernir.

-¿Quieren callarse?-. Gritó muy fuerte, levantando la cabeza del perro.

Gabriel se estremeció violentamente. Él seguía vivo. Las lágrimas de alegría brotaron de


los ojos de Aarón cuando se inclinó hacia abajo para susurrar al oído de su amigo. -No te
preocupes, chico, estoy aquí. Todo va a estar bien.

-¿Aarón?-, preguntó Gabriel, su voz en un gemido débil.

-Shhhhh, debes estar tranquilo ahora-, le dijo al perro en un tono tranquilizador. –Te
tengo. Vas a estar bien.

Le acarició la piel manchada de sangre, no estaba seguro de si creía lo que estaba


diciendo. Quería creer además, gritar y despotricar, pero sabía que tenía que mantener el
control. Tenía que salvar a Gabriel.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Aarón... Aarón, mal herido-, chilló Gabriel, y comenzó a tener espasmos comenzó a salir
sangre espumosa de color rosa de su boca.

-Espera, amigo, espera, muchacho. Te voy a ayudar.

Aarón trató de levantarlo, y Gabriel dio un grito desgarrador tan lleno de dolor que afectó
sus sentidos.

-¿Qué hago?-, Preguntó en voz alta, el pánico comenzó a reemplazar su cabeza fría. -Se
está muriendo. ¿Qué debo hacer?

El pensamiento de orar se extravió en su cabeza, y estaba pensando en hacer


exactamente eso cuando se dio cuenta que ni siquiera estaba seguro de cómo.

-Si quieres que Gabriel viva, tienes que escucharme-, dijo una voz desde atrás.

Aarón se volvió para encontrarse con Zeke.

-¡Aléjate de mí, hijo de puta!-. Escupió. -¡Tú hiciste esto! ¡Lo hiciste!

-Escúchame-, susurró Zeke cerca de su oído. -Si no quieres que muera, vas a hacer lo que
digo.

Por primera vez, Aarón se sentía como si no pudiese continuar. Incluso después de todo lo
que había pasado, atrapado en el despiadado sistema actual de acogida, nunca perdió la
esperanza de que pudiera convertirse en alguien mejor. Pero ahora, mientras
contemplaba a su mejor amigo morir en la calle, no estaba seguro.

-¡Aarón!-, Zeke gritó para que le prestara atención. -¿Quieres que se desangre en esta
calle sucia?

Se volvió para mirar al hombre, las lágrimas corrían por su rostro. -No-, consiguió decir. -
Quiero que él viva.

Por favor... por favor, ayúdalo....

71
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No-, dijo Zeke con un movimiento de cabeza. –Tú. Tú vas ayudar a Gabriel.

El hombre viejo se arrodilló junto. -No tenemos tiempo para llorar-, dijo, mirando como
moría el animal. -Pon tus manos sobre él, rápidamente ahora.

Aarón hizo lo que le dijo, y puso las palmas de ambas manos sobre el perro.

-Ahora cierra los ojos-, el viejo le indicó.

-Pero…no puedes…- Aarón comenzó a protestar.

-Cierra los ojos, ¡maldita sea!- Zeke le ordenó.

Aarón hizo lo que le dijo, con las manos sobre el cuerpo de Gabriel. La carne del perro
parecía haberse puesto más fría, y él se desesperaba. El ruido alrededor de ellos
retrocedió.

-Por favor, Zeke-, le rogó para que Gabriel viviera.

-No depende de mí ahora-, dijo el anciano. -Todo depende de ti.

-No entiendo. Si somos capaces de llevarlo a un veterinario tal vez...

-Un veterinario no puede ayudarle. Va a estar muerto en un par un de minutos si no


hacemos algo-, dijo Zeke. – Tienes que dejarlo salir, Aarón.

-¿Que debo dejar salir? …No entiendo.

-¿Qué es lo que no entiendes? Está ahí, en tu interior, esperando. Ha estado ahí desde que
naciste, a la espera que sea el momento adecuado.

Aarón sollozó, dejando caer la barbilla a su pecho. -Yo ... yo no sé lo que estás diciendo.

-No hay tiempo para llorar, chico. Puedes buscar en la oscuridad. Está ahí, lo huelo en
ti. Mira de cerca. ¿Puedes verlo?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Gabriel se va a morir-, Aarón se dio cuenta de que el viejo se arrodilló junto al animal, le
impuso las manos, sintiendo su movimiento. No había manera de evitarlo. El viejo era
delirante y peligroso. No sabía si debía sostener al hombre y esperar por la policía, y si
Gabriel hubiese sido un niño. Podría ser mejor para el anciano estar tras las rejas o por lo
menos en un hospital donde pueda recibir el cuidado adecuado.

Aarón estaba a punto de abrir los ojos cuando sintió que algo se revolvía en su mente, y
vio algo. En la oscuridad que estaba allí, algo que nunca había visto antes.

Y se estaba moviendo hacia él. ¿Es esto lo que el viejo estaba hablando?, se preguntó,
cerca del pánico.

¿Cómo sabía que estaría allí? ¿Qué es? ¿Que se le venía encima a través de la
oscuridad detrás de sus ojos?

-Veo algo...-, dijo con incredulidad. -¿Qué debo hacer?

-Llámalo, Aarón-, advirtió Zeke, -no con tu voz, pero si con la mente. Dale la bienvenida,
Hazle saber que lo necesitas.

Aarón hizo lo que le dijo, y extendió su mente. No sabía exactamente lo que era, su forma
fue cambiando, pero parecía ser una especie de animal y se movía inexorablemente.

-¿Hola?-. Pensó, sintiéndose estúpido, pero desesperado por intentar cualquier cosa. -
Puedes... ¿Puedes oírme?- Eso fue todo, ¿alguna extraña invención de su imaginación
provocada por el estrés de la situación?, se preguntó.

Era un ratón que se movía a través de la oscuridad hacia él, un ratón con la piel tan blanca
que parecía brillar.

-No tengo idea de lo que debo hacer, o lo que eres, pero estoy dispuesto a intentar
cualquier cosa para ayudar a mi amigo.

El ratón se detuvo, sus pequeños y brillantes ojos negros parecían tocarlo. Se echó hacia
atrás sobre sus patas traseras, considerando sus palabras, y luego comenzó a moverse.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No ... ¿Tú me entiendes?-, Preguntó a la pequeña criatura con el poder de sus
pensamientos.

Ya no era un ratón, y Aarón jadeó. El ratón se había convertido en un búho, con plumas
del color de la nieve, y antes de que pudiera abrigar su cerebro de lo que acababa de
ocurrir, cambió de nuevo. De un búho se convirtió en un sapo albino y del sapo, en un
conejo blanco. La cosa dentro de su cabeza estaba ahora cambiando su forma a una
velocidad cegadora, desde mamíferos a insectos, de pájaros a peces. Pero a pesar de
alterar su forma, sus ojos seguían siendo los mismos. Había una impresionante
inteligencia en esos profundos y negros ojos, y algo más de reconocimiento. La conocía, y
de alguna manera, él lo sabía.

Se convirtió en una serpiente, una cobra, y se echó hacia atrás sobre su eje musculoso de
color hueso, balanceándose de lado a lado, con su boca abierta en un silbido terrible,
preparada para atacar.

-No me gusta esto, Zeke-, dijo Aarón en voz alta, con los ojos todavía cerrados
herméticamente. -Tienes que decirme qué hacer.

-No tengas miedo, Aarón. Es una parte de ti. Ha sido una parte de ti desde que fueron
concebidos-,Zeke me decía. -Pero tienes que apurarte. A Gabriel no le queda mucho
tiempo.

-¡No sé qué hacer!-, Gritó como un colibrí revoloteando ante él.

-Habla con ella-, ladró Zeke.

-Mi perro se está muriendo-. Dirigió Aarón sus pensamientos hacia la criatura que cambia
de forma flotando delante de él en un mar de campo. -De hecho, ya podría estar muerto,
pero no puedo renunciar. Por favor, ¿me puedes ayudar? ¿Hay cualquier cosa que puedas
hacer para ayudarme a salvarlo?

Se había convertido en un feto que le resultaba vagamente humano. Simplemente flotaba


allí en su saco membranoso, no respondió, sus ojos negros estaban fijos en él.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón estaba enojado. El tiempo se agotaba, y aquí estaba hablando con un feto
imaginario y con problemas de estado de ánimo.

-¡He tenido suficiente!-, gritó sus pensamientos. -Si me vas a ayudar, hazlo. Si no, consiga
el infierno fuera de mi mente y déjame llevarlo a un veterinario.

Al igual que un barco cambia de rumbo, el niño-cosa poco a poco se volvió, cambió su
forma a una especie de pescado, y comenzó a nadar lejos.

-Es... se fue, Zeke-.

Aarón sintió la mano del hombre sobre su hombro. -No puedes permitir que se
vaya. Habla con ella, Aarón. Pídele, que vuelva. Ya sea que estés listo o no, es la única
manera de que Gabriel sobreviva.

-Por favor-, Aarón se proyectó en el mar de negro. -Por favor, no dejes que se muera, yo ...
yo no sé lo que haría sin él.

El pez, ahora una iguana, continuó su camino. Un murciélago luminoso, y luego un


ciempiés, la fuerza dentro de su mente desapareció, cada vez más pequeña con la
distancia. Aarón no estaba seguro de por qué hizo lo que hizo.

La llamó en la lengua antigua, primero hablada a él por Zeke, lo que el viejo había llamado
la lengua de los mensajeros, llamó una vez más a la cosa en su mente.

-Por favor, ayúdame-, pensó en esa lengua arcana. -Si está en tu poder, por favor, no dejes
que muera mi amigo.

Al principio no creía que sus súplicas tuvieran algún efecto, pero entonces vio que un
chimpancé se había vuelto y estaba regresando lentamente con un paso cómico.

-Está regresando-, dijo Aarón a Zeke, no en Inglés, pero si en la antigua lengua.

-¡Ábrete a él-, respondió. -Tómalo en ti mismo. Acéptalo como parte de ti.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón sacudió violentamente la cabeza, con los ojos todavía cerrados. -¿Qué significa
eso?-. Preguntó.

El anciano clavó las uñas dolorosamente en sus hombros. -Acéptalo, o ambos mueren.

Un gato salvaje estaba casi sobre él, y Aarón miró a los ojos de la temible bestia.

-Te acepto-, pensó en la palabra antigua, sin saber de lo que debería decir, y la pantera
levantó su cabeza para convertirse en una serpiente, pero esto era diferente a cualquier
serpiente que había visto nunca antes. Tenía mechones de seda, pelo fino que proceden
de partes de su cuerpo tubular, y pequeños miembros musculares que agarraron el aire
como si se anticiparan. Y lo más extraño y lo más preocupante de todo es que no tenía un
rostro, algo asociado con el aspecto de un reptil. Esta serpiente tenía una expresión sobre
sus inusuales rasgos faciales, alegría, y extendió sus brazos mal formados, haciendo señas
en un gesto que sugería que ella también lo aceptaba.

La bestia negra empezó a brillar misteriosamente, y Aarón pudo discernir venas y tubos
capilares que corren en todas partes del cuerpo de la criatura. La luz de la serpiente lo
cegó y el sólido negro detrás de sus ojos fue quemado como la noche con la llegada del
amanecer.

Una oleada dolorosa de energía se sentía como miles de voltios de electricidad que de
repente corría por todo el cuerpo de Aarón. Abrió los ojos y miró a su perro. Sabía que la
vida de Gabriel estaba casi por terminar.

-Es hora, Aarón-, escuchó que Zeke le dijo.

Aarón lo miró. Por alguna razón el viejo estaba llorando. Sentía un hormigueo doloroso en
sus manos y las miraba desde arriba. Una energía blanca crujió, como erupciones de
rayos, bailaban de un dedo a otro.

-¿Qué me está pasando?-. Preguntó sin aliento.

-Eres todo ahora, Aarón. Estás completo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Instintivamente Aarón sabía lo que tenía que hacer. Mirando sus manos, volvió las palmas
hacia abajo y otra vez los puso sobre Gabriel. Sintió la energía abandonar su cuerpo,
saltando de sus dedos hacia el perro, cavando debajo de la piel y la carne. Y el aire
alrededor de ellos se llenó con el olor cargado de ozono.

El cuerpo de Gabriel se contrajo, pero Aarón no quitó sus manos. El pelaje del perro
empezó a secarse, la sangre que lo salpicó, a arder sin llamas, se evaporó en mechones
aceitosos que serpenteaba en el aire.

-Creo que has hecho todo lo que debes-, dijo Zeke en voz baja cerca.

Aarón retiró las manos del animal. Por un breve momento las huellas de sus manos
brillaban en la piel del perro y luego se fueron. La sensación de energía en todo su cuerpo
se desvanecía, pero se sentía todavía diferente, tanto mental como físicamente.

-¿Qué he hecho?-. Preguntó, mirando de Zeke al perro.

Gabriel estaba respirando, con respiraciones lentas y regulares, como si estuviese


simplemente tomando una siesta.

-Lo que tenías que hacer para que Gabriel sobreviviera-, respondió Zeke ominosamente.
Aarón extendió la mano y tocó la cabeza del perro. ¿Gabriel?-. Dijo en voz baja, no estaba
seguro si él creía en lo que estaba viendo.

Gabriel levantó la cabeza lánguidamente desde la calle, bostezó y Aarón fijó su mirada. -
Hola, Aarón-, dijo mientras rodó sobre su vientre.

Aarón podía sentir que sus ojos se llenaban de emoción. Se inclinó hacia delante y abrazó
al perro. -¿Estás bien?-, preguntó, apretando el cuello del animal y plantando un beso en
un lado de su boca.

-Estoy bien, Aarón-, respondió Gabriel. El perro parecía distraído, alejándose de su


abrazo.

-¿Qué te pasa?-. Aarón preguntó el perro miró a su alrededor.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Has visto mi pelota?-. Preguntó Gabriel con una voz llena de inteligencia sorprendente.

Y Aarón llegó a la aterradora conclusión de que no fue el único que cambio.

Demasiado tarde, el ángel Camael pensó, encaramado como una gárgola en el borde del
edificio. Él miró con tristeza hacia abajo en un restaurante que se consumió en llamas.
Muy tarde para salvarlo.

Una columna de humo gris se elevaba desde las rotas ventanas delanteras de Eddy’s
Breakfast and Lunch; llamas de color naranja salían como lenguas, como cosas vivas, se
acercó con la mano del corazón, con la esperanza de atrapar algo, cualquier cosa para
alimentar su hambre voraz.

Desde donde estaba colgado, Camael vio como los bomberos apuntaron sus mangueras y
trataron de sofocar el infierno con agua antes de que tuviera oportunidad de que se
propague a las estructuras vecinas. Tendrían que ser persistente, pensaba el ángel, pues
era un fuego muy antinatural que combatirán esta mañana.

Él había planeado hacer contacto con la chica esta misma mañana, para guiarla a través
del cambio que su cuerpo estaba sufriendo, y advertirle de los peligros a los que se
enfrentará, pero llegaron mucho antes de lo que incluso había imaginado.

Camael había estado observando a la muchacha -¿Cómo se llamaba? Susan.

Él había estado observándola desde que captó por primera vez el perfume de su
inminente transformación. Era mucho más difícil seguirle la pista en estos días, el mundo
era un lugar mucho más grande y más complejo de lo que había sido en el principio. El
enemigo utiliza rastreadores, sabuesos humanos, pero no podía soportar utilizar a tan
patéticas criaturas de esa manera. A Camael le parecía demasiado cruel.

Susan era una persona solitaria, como ocurría a menudo en la naturaleza de la raza, viven
solos, sin amigos íntimos o familiares. Pero ella tenía un trabajo como camarera, un
trabajo que parecía ser el centro de su realidad. Ahí fue donde ella cobró vida: rodeada
por el parloteo de las masas del popular establecimiento de comida. Ella les servía,

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

conversó con ellos, y los enviaba de regreso a la rutina con una palabra amable y un hasta
luego.

En Eddy’s fue aceptada, amaba, pero fuera de sus puertas era un resfriado, era un lugar
áspero, hostil.

Camael la había visto y esperó que los signos del cambio en ella fueran evidentes. Él
incluso había comenzado a frecuentar el restaurante sólo para poder observarla más de
cerca. No tuvo que esperar mucho. Su apariencia llegó a ser desaliñada, círculos oscuros
se formaron bajo sus ojos, un signo obvio que ella no dormía. El sueño generalmente era
lo primero, las memorias de toda una raza de miles de años tratando de afirmarse. Eso por
sí solo fue suficiente para que algunos de ellos se volvieran locos, no importa los cambios
que queden aún por venir.

Los bomberos parecían tener el fuego bajo control y entraban en el edificio, lo más
probable para recuperar los cuerpos de los que habían quedado atrapados en su interior.
Camael suspiró profundamente. En esta hora tan temprana Eddy’s estaría atestado de
clientes, los que salían del turno de la noche y los que acaban de comenzar su jornada.
Verchiel seguramente se excedió esta vez, el ángel pensó que la primera de las víctimas se
ejecutó desde el edificio en llamas.

La muchacha debe haber ido mucho más lejos en su transformación de lo que Camael
pensaba ya que fueron capaces de encontrarla con tanta facilidad. Si hubiera actuado
antes, esto podría haberse evitado. Podría haber sido capaz de convencer a la joven a
correr antes de que Los Poderosos hayan tenido la oportunidad de bloquear su aroma.

Él tendría que moverse más rápido con el siguiente.

Los bomberos dejaban los cuerpos quemados por detrás de una mampara construida a
toda prisa en la acera de enfrente donde había sido de Eddy’s. Camael contó dieciséis
hasta ahora. A la muchacha aún no la habían sacado.

Había mucha brutalidad en los últimos ataques de Los Poderosos, una completa falta de
preocupación por las vidas de inocentes, había una cierta desesperación en sus
acciones. Pensó en el asesinato de Samchia en Hong Kong. Siempre han estado matando,
eso era para Los Poderosos su razón de ser. Pero en los últimos tiempos... ¿Por qué este

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

repentino aumento de violencia? Esto le molestaba. ¿Que había alborotado el avispero,


por así decirlo?

Un pensamiento terrible invadió su conciencia. ¿Y si ella era la única? ¿Qué pasa si Susan
era la única que quedaba de una profecía de hace miles de años?

Camael recordó el momento en que había alterado su camino elegido, como si hubiera
sucedido momentos antes.

Habían descendido de los cielos sobre una antigua ciudad llamada Urkish, con el poderoso
deseo de erradicar el mal que los estimulaba. Se rumoreaba que la ciudad era un refugio
para los impuros, un lugar donde los que ofendían a Dios podrían prosperar en
secreto. Los Poderosos estaban en una misión sagrada, y todos los que estaban en contra
de ellos cayeron ante su justicia.

En una choza de barro y paja encontraron, a un anciano, un vidente, tenía uno de sus ojos
cubiertos por un redaño lechoso. Estaba rodeado de tablillas de arcilla donde había
escrito una profecía. Fue el ex capitán de Camael, Verchiel, quien leyó por primera vez los
garabatos del vidente. Sus palabras dejaban presagiar la fusión de humanos y ángeles, y
de esta unión nacerá un descendiente, más que un descendiente humano, más que un
ángel, será la clave para reunir los que habían caído del cielo con su Santísimo Padre.

-¡Blasfemia!-. El capitán de Los Poderosos gritó, rompió las tabletas que estaban debajo de
su talón.

Y en ese día, todo rastro de la ciudad Urkish fue borrado del planeta y de la historia.

Pero no pudo destruir las palabras, por mucho que lo intentara, Camael no podía
olvidarlas. Hablaban de una promesa, de una época más tranquila cuando su existencia no
sería llenada con la imposición de la justicia y la muerte. Esas palabras fueron lo que le
hizo abandonar a sus hermanos y su misión sagrada hace tanto tiempo. Las palabras aún
hoy le perseguían.

¿Pero si Susan era la última? Era una pregunta con la que luchó siempre que no podía
salvar a uno. ¿Y si ella era la clave para reunir a los caídos con el Cielo? ¿Y si
Verchiel arrebató todo con un fuego purificador?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Camael finalmente vio el cuerpo de Susan uno los últimos en ser sacado del edificio
devastado por el fuego. Sus extremidades ennegrecidas estaban alzadas hacia el cielo,
como suplicando para ser salvada.

Le dolía el no haber estado allí para ella.

¿Y si...? un hilo de voz en el fondo de su mente comenzó a preguntar y rápidamente se


silenció. No podía pensar de esa manera. Tenía que seguir adelante o todo su sacrificio
sería en vano.

Camael dejó en el pasado el incidente y se dirigió a través de la azotea. El ángel inclinaba


la cabeza hacia atrás al sol de la mañana y olfateó el aire.

Había otros, otros que lo necesitaban.

Con el aumento de ataque de Los Poderosos, tendría que actuar con rapidez para poder
salvarlos.

Zeke le pidió a Aarón que se sentara. Había una silla en la pequeña sala, un sillón de cuero
negro probablemente rescató de la basura. Una amplia franja gris de cinta aislante corría
por la mitad del asiento y Aarón lo tocó para ver si estaba pegajosa antes de sentarse.

Después de terminar lo que hicieron en el ejido, los tres salieron rápidamente del lugar
para evitar preguntas no deseadas. El conductor del Escort blanco pareció sinceramente
contento de no haber matado a Gabriel, y había acariciado el perro antes de irse. Mientras
la multitud se dispersaba rápidamente Zeke sugirió con la cabeza que salieran del lugar.

Hicieron una caminata de quince minutos hasta la Pensión Osmond, estaba en la calle
Washington, no muy lejos del centro de la ciudad Lynn. Debido a que Gabriel estaba con
ellos, y a las mascotas no se les permite en el Osmond, dieron la vuelta y entraron por la
salida de emergencia que se mantenía abierta con un bloque de concreto para dejar pasar
la ventilación.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Zeke vivía en el cuarto piso, habitación 416, del edificio en ruinas. No era el tipo de lugar
donde uno esperaría encontrar un ángel.

-Un ángel caído-, Zeke lo corrigió cuando se sentó en la cama individual cubierta por una
manta verde, apolillada. -Hay una gran diferencia.

Aarón había comprado refrescos y una botella de agua para Gabriel en una bodega que
estaba en el camino a la pensión. -¿Tienes algo para que pueda poner esto?-, preguntó
mientras rompía el sello de la botella de agua.

Zeke se levantó y empezó a hurgar en las bolsas de basura que cubrían el suelo. -Lo siento,
no-, dijo. –No puedo cocinar en este cuarto, así que no hay razón por la cual deba tener un
plato.

Aarón vertió un poco de agua en la mano ahuecada y se lo ofreció al perro. -Está bien. Así
podremos.

-Gracias-, dijo Gabriel con voz de buenos modales. Dejó caer la pelota entre sus patas y
comenzó a lamer el líquido de la mano de su amo.

Zeke se recostó en la cama y empezó a abrir la lata. -¿Estás bien?-. Le preguntó a Aarón
mientras buscaba algo en el bolsillo de su abrigo hecho jirones.

Gabriel terminó su agua. -Gracias de nuevo, Aarón-, dijo, y lamía las gotas. -Tenía mucha
sed.

Aarón se limpió la baba en la pierna del pantalón. -Sí, estoy bien-, le dijo a Zeke, abriendo
la lata pata tomar el líquido. Sus ojos no dejaron de ver al perro. -¿Parece, no sé, más
inteligente?

Zeke sacó de su bolsillo una botella para llevar licor y vertió el contenido en su lata de
refresco. –Se supone que no debería beber alcohol, pero bueno-, dijo con una sonrisa
mientras tomaba un gran sorbo de la bebida enriquecida. -He estado esperando este
primer sorbo durante toda la mañana-, dijo el ángel caído, relamiéndose los labios.

Aarón se sentó en el borde de la silla y empezó a acariciar la cabeza de Gabriel.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Parece más inteligente?-, Zeke repitió, y entonces soltó un eructo sofocado con la
mano. -Sí, supongo que sí, pero ¿qué esperabas? Lo salvaste, lo hiciste mejor,
probablemente mejor de lo que alguna vez lo fue-. El ángel tomó otro trago.

Aarón se sentó en su silla, con el refresco entre las piernas, y sacudió la cabeza con
incredulidad. –Tengo un recuerdo borroso, no tengo idea de lo que hice.

Gabriel se tumbó en su lado y cerró los ojos. La habitación estaba en silencio excepto por
el sonido de la respiración del perro como si rápidamente se fuese quedando dormido.

-¿Qué me pasó, Zeke?-, preguntó Aarón. Había miedo en su voz y se esforzaba por
mantener el control. -¿Qué es lo que... hacen lo animales dentro de mi cabeza? ¡Habla
conmigo!

Zeke dejó lata de refresco a mitad de camino a la boca. -Zoológico de Dios-, dijo. -No es
cosa de animales. Vamos a tratar de no ser irrespetuoso.

Aarón asintió con la cabeza. -Lo siento-, dijo con una sonrisa.

-La mayoría de la gente lo ve como una especie de animal, una paloma o un león. Todas
son sus creaciones-. Zeke se tomó todo el contenido de la lata. Luego tiró la lata vacía a
una bolsa de basura al lado de la cama. -Eso hizo que estés completo-, dijo, respondiendo
a la pregunta original de Aarón. -Durante los primeros tiempos desde que naciste, eres
cómo se supone deberías ser.

-¿Y cómo se supone que debo ser?- Aarón preguntó, molesto con la respuesta críptica del
hombre.

-Eres un Nephilim, Aarón, hasta la médula.

Aarón golpeó con los puños hacia abajo en los brazos de la silla. -¡No me llames así!- Gritó
con enojo.

Gabriel dio un brinco y levantó la cabeza. -¿Está todo bien?- Preguntó.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Lo siento-, se disculpó Aarón, y se inclinó para rascar la barbilla del perro. -Todo está
bien. Vuelve a dormir.

Gabriel se echó hacia abajo y casi de inmediato volvió a su siesta.

-Perdón por ser quien te lo diga, pero eso es lo que eres-, dijo Zeke. Había encontrado otra
botella de whisky y bebía en este momento.

-¿Es esto lo que hace un ángel? ¿Te llamas a ti mismo Gregory? ¿Vas alrededor de las
personas viendo si es un Nefilim?

Zeke sonrió y apoyó la cabeza contra la pared de yeso agrietado. –Grigori-, corrigió. -Y no,
eso no es lo que hacemos. Nuestra tarea llegó directamente desde el piso de arriba del
Gran Tipo-, dijo, señalando el techo. -Y no me refiero al Loco Al, en la sala de cinco -
veinte-. Tomó un poco de whisky más antes de continuar. -Dios mismo nos ha dicho qué
hacer. Nuestra tarea era muy sencilla, es increíble lo mucho que la estropeamos.

El ángel caído habló lentamente, recordando. –Nuestro trabajo fue mantener un ojo sobre
la humanidad. Todavía estaban muy jóvenes cuando llegaron aquí, y con necesidad de
orientación. Íbamos a ser sus pastores, ya sabes, mantener alejado el mal y los problemas.
Zeke se quedó en silencio y una mirada de tristeza ensombreció su rostro.

Aarón puso su lata vacía en el piso junto a su silla. Alguien en una estrecha habitación
comenzó a toser violentamente.

-¿Qué pasó?-. Preguntó al fin.

Zeke estaba mirando la pequeña botella marrón en la mano y no levantó la vista al tomar
una respiración profunda y continuar. -Nos enamoramos de la gente del lugar, perdimos
esa distancia profesional-. Él nerviosismo agitó la botella en su mano. -Empezamos a
enseñarles cosas, cosas que el Señor sintió que no necesitaban saber: cómo hacer armas,
astrología, la forma de leer el clima.

Zeke se rió con dureza. -Uno de nosotros, un hijo de puta enfermo incluso enseñó a las
mujeres sobre maquillaje-. El ángel se llevó la botella a la boca. -Así que si tu novia pasa
dos horas poniéndose maquillaje en la cara antes de salir por la noche, nos puedes culpar.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Realmente no tengo una novia-, dijo Aarón tímidamente, inmediatamente le llegó Vilma a
sus pensamientos.

Zeke terminó lo último de su licor, haciendo caso omiso de los comentarios de Aarón. –Y
enseñaron otras cosas también: cómo beber, fumar, tener relaciones
sexuales. Adoptamos las costumbres del lugar-, dijo al tiempo que entrecerró los ojos en
la botella vacía. Molesto porque ya no quedaba nada, lo arrojó al suelo. -Comenzamos a
vivir como seres humanos, nos comportamos como seres humanos. Algunos de nosotros
incluso tomaron esposas.

-¿Y así fue que los primeros Nefilim nacieron?- Preguntó Aarón.
El ángel caído asintió con la cabeza. –Entiendes rápido. Pues sí, el Grigori tiene la culpa de
todo ese enredo, aunque no del todo-. Zeke se levantó y se deshizo de su abrigo, lo lanzó
al pie de la cama.- Nosotros no éramos los únicos ángeles que encontramos a las damas
humanas atractivas. Había otros, desertores de la Primera Guerra en Cielo. Ellos vinieron a
la Tierra para ocultarse.

Una Gran Guerra en el Cielo; Aarón recordó el tema de John Milton's Paradise Lost. Lo
había leído cuando estudiaba inglés en el segundo año con el Sr. O'Leary. - ¿Así que no era
ficción?-. Le preguntó al Grigori. -¿Realmente fue una guerra entre los ángeles?

Zeke se dejó caer de nuevo en la cama. Aarón notó un cigarrillo en una de sus manos.

-Fue verdaderamente bueno-, respondió Zeke.


Agarró el extremo del cigarrillo entre los dedos, lo apretó fuertemente y cerró los ojos. De
repente Aarón vio una llama y humo. Zeke había encendido el cigarrillo con sus dedos.
Estoy soñando, pensó.

-El Grigori no estaba allí para eso, pero por lo que escuché, que fue bastante horrible-. El
viejo ángel dio una calada y la sostuvo. Él inclinó la cabeza hacia atrás y sopló el humo en
el aire para formar una nube gris.

-Se supone que tampoco debo fumar aquí-, dijo, -pero no puedo evitarlo. Me siento como
una ramera enjaulada.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Dio otra calada y lo dejó fluir por su nariz. -Morningstar realmente lo hizo estallar-, dijo
Zeke, volviendo al pasado. -No sabía lo bueno que le iba a salir.

Aarón estaba confundido. -¿Morningstar?

Zeke aspiró con avidez el cigarro como si fuera el último. -Lucifer. Lucifer Morningstar. Fue
una vez la mano derecha de Dios, entonces se volvió codicioso. Él y los que siguieron su
jodido ejemplo.

La habitación olía a humo y Aarón deseaba que hubiera una ventana. Agitó la mano
delante de su cara en un intento por respirar aire no contaminado.

-Comparado con lo que le sucedió, nos bajamos fácil.


Gabriel empezó a soñar mientras yacía en el suelo, movió las piernas y remó como si
estuviera persiguiendo algo. Aarón sonrió, distraído por las travesuras de su perro. Él
siempre había sentido curiosidad sobre sus sueños.

Tendría que pedirle a Gabriel cuando despierte que le cuente.

Volvió su atención a Zeke. -¿Fuiste castigado?

Zeke asintió con la cabeza muy lentamente, sus ojos mirando en los recuerdos del
pasado.-Fuimos desterrados a la Tierra para nunca ver el cielo otra vez. Queríamos ser
humanos, podríamos vivir con ellos para siempre, dijeron-. Chupó el cigarrillo hasta el
filtro tratando de conseguir hasta el último bit carcinógeno en su cuerpo.

-¿Eso fue malo?- Aarón preguntó, teniendo cuidado con su voz.

Zeke apagó el cigarrillo y lo tiró al suelo.-No-, dijo en un tono despectivo. -En realidad
no. Era lo que quería de todos modos.

Aarón podía sentir una creciente agitación del ángel. Zeke llegó detrás de él y empezó a
frotarse la espalda, su cuello y hombros.

-Salvo que tomaron nuestras alas-, dijo. Hubo un temblor en su voz.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Quién ... quién tomó tus alas?-. Preguntó Aarón.

-¿Quién crees?-, Zeke respondió bruscamente mientras seguía frotando su espalda y los
hombros. - Los Poderosos. Nos cortaron las alas y ... y mataron a nuestros hijos.

Zeke se limpió rápidamente los ojos, cualquier rastro de emoción. Aarón se preguntó
cuánto tiempo había sido desde que el ángel había hablado de su pasado.

-Son despiadados, Aarón-, dijo. -Pueden notar cuando un Nefilim llega a la madurez, a
veces antes. Lo cazan y lo matan antes de que pueda obtener pleno uso de su derecho de
nacimiento. Es por eso que hice lo que hice, para darte una oportunidad.

Gabriel llegó de repente como si sintiera la atmósfera imperante de tristeza que ahora
parecía llenar la pequeña habitación con el humo del cigarrillo.

-¿Qué está mal?-, El perro preguntó, mirando a Aarón y a Zeke.

-¿Es así como te vengarás?-. Preguntó Aarón. - ¿Cuando nos encontramos, hiciste algo
para convertirme por completo en Nefilim? ¿Es así como te vengarás de Los Poderosos
por lo que se de ti?

Zeke sacudió la cabeza tristemente. -Aprendí mucho, no hago nada con intervenir.

-¿Y los otros Nefilim que Los Poderosos han encontrado los mató?

-Probablemente-, dijo Zeke en un susurro. -Con el tiempo.

-¿Por qué yo, entonces?-. Preguntó Aarón. -¿Por qué lo hiciste por mí y no por los otros?

Zeke se encogió de hombros. -Realmente no lo sé-, respondió. -Algo me dijo que eres
especial.

87
Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
6

Dentro de la planta de energía nuclear Lynn, a veinticinco kilómetros de la ciudad de


Ucraniana de Chernóbil, un ángel gritó con rabia.

Verchiel abrió dos puertas blindadas de acero en la estructura en ruinas que albergaba el
reactor número cuatro, el que había explotado en 1986 volviendo los alrededores de
Ucrania inhabitables. En su tiempo destinado a este mundo, había sido testigo del
potencial destructivo de la bestia humana muchas veces, y se preguntó con disgusto
cuánto tiempo pasaría antes de que ellos mismos se destruyeran de una vez por todas.

El capitán de Los Poderosos entró en la sala del reactor, seguido de cerca por seis de sus
soldados de élite y el niño de mirada salvaje mantenido a raya con collar y correa. El niño
tosió y estornudó y levantó una nube de espeso polvo radioactivo, acumulado desde que
la planta cerró oficialmente sólo unos pocos años antes, que se elevó en el aire a su paso.

La explosión había esparcido aquí cuarenta veces la cantidad de radiactividad desatada


por las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Incluso ahora los niveles de
radiación eran todavía muy altos y muy peligrosos para todas las formas de vida. Pero eso
era lo de menos para los residentes de la planta, o sus visitantes.

88
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Verchiel se detuvo y miró con desagrado. La gran cámara había sido convertida en un
lugar de culto, una iglesia improvisada. Un altar bien ordenado estaba justo delante de él.
Cientos de velas de distintos tamaños estaban encendidas delante de una pintura que
representaba un ángel abrazado amorosamente por una mujer mortal. Y flotando en el
cielo por encima de esta unión había un bebé, un niño resplandeciente como el sol.
Cuatro figuras, vestidas con túnicas de lana pesada, estaban arrodilladas ante el altar
rezando silenciosamente. Los sacerdotes de las creencias profanas. Ellos no mostraron
ninguna señal de que sintieran su presencia.

-¡Sacrilegio!- gritó Verchiel, su voz atronadora resonando en las paredes metálicas de la


cámara del reactor.

Una de las figuras se movió se su posición y murmuró algo entre dientes, y bajó la cabeza
hacía el altar de delante suyo. Los demás continuaron su trabajo en silencio.
-Bienvenido a nuestro lugar santo-, dijo.

-Me decepcionas, Byleth-respondió Verchiel cuando la figura del altar poco a poco se
movió hacia él.-Un desertor y una vergüenza para tu anfitrión, pero esto...- Hizo un gesto
al santuario. -Ofende al Todopoderoso.

Byleth sonrió piadosamente y caminó más de cerca, con las manos cruzadas delante de él.
-¿Realmente, Verchiel? ¿La creencia en una profecía que predica la reunificación de Dios
con sus hijos caídos en realidad te ofende? -. El ángel se detuvo ante ellos. -¿O
simplemente te ofende a ti?- Byleth volvió a sonreír.

-¿Qué te pasó, Byleth?-, preguntó Verchiel. -¡Tú fuiste uno de mis mejores soldados! ¿Qué
te hizo caer tan lejos de tu gracia?

El ángel se echó a reír en voz baja mientras sus manos desaparecían en el interior de las
mangas de su túnica. -¿Es esto lo que sueles preguntar antes de matarnos?

Los labios de Verchiel se curvaron en una mueca de nuevo. -Es simplemente un intento de
comprender cómo se puede dar la espalda a un deber sagrado con el Creador de todas las
cosas.

89
Thomas E. Sniegoski The Fallen

- ¿Debes saber estas cosas antes de condenarnos a muerte?- preguntó Byleth, con la
mirada firme.

-Sí, antes de ser ejecutado por tus crímenes-, respondió el comandante de Los Poderosos.-
Una oportunidad para purgar tu culpa antes de lo inevitable.-

-Ya veo-, dijo el sacerdote, pensativo. -¿Ha respondido Camael por sus crímenes?

Verchiel se quedó en silencio, una rabia explosiva se instaló en su interior.

El sacerdote sonrió, complacido con la falta de respuesta. -Eso es bueno-, dijo Byleth. -
Mientras él viva, existe la posibilidad de que…

-Es sólo cuestión de tiempo antes de que el traidor se reúna con su merecido destino-,
interrumpió Verchiel, sus palabras destilaban malicia.

-¿Lo sientes, Verchiel?-preguntó el ángel, una de sus manos saliendo de los límites de su
túnica para tocar suavemente su frente. -Hace apenas unas gloriosas horas, ¿lo sentiste
venir entre nosotros?

-No siento nada-, mintió Verchiel. Había estado de camino a Ucrania cuando sintió el
malestar psíquico. El ángel había estado siguiendo a los mestizos durante cientos de miles
de años y nunca había sentido una presencia tan fuerte. Eso le concernía.- ¿Y si sentí, qué
más podría ser sino la manifestación de otra imperfección del Creador del mundo? Algo
para cazar y erradicar antes de que tenga la oportunidad de ofender a nadie más.

El chico empezó a toser y Byleth tristemente miró al niño humano que luchaba contra los
confines de su correa.

-Esa pobre criatura nunca debió haber sido traída aquí, Verchiel-, dijo el ángel sacerdote. -
Los venenos en el aire le causarán un daño irreparable.

Verchiel miró a la criatura con completo desinterés y miró de nuevo al sacerdote. -


¿Además de encontrarle de una manera oportuna?-, preguntó. -Si debe morir, entonces
que así sea; voy a encontrar otro mono para ayudarme con mi caza.

90
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Los otros en el altar estaban de pie ahora y se habían vuelto a ver el encuentro. Todos
llevaban la misma sonrisa idiota y Verchiel no podía esperar para verla quemar en sus
caras.

-Hay desesperación en tu tono, Verchiel. Lo sentiste tan fuerte como nosotros -, dijo
Byleth mientras compartía un momento con sus fieles compañeros. -Y tú tienes miedo,
miedo de que la profecía está llegando a buen término.

Verchiel gruñó y extendió sus alas, golpeando a Byleth hacia el suelo por el altar en una
nube de polvo radiactivo. - ¿Qué brujería negra utiliza el vidente humano para corromper
a tantos de vosotros? Dime así podría tener a uno de ellos y terminar de destruir el
planeta.

-Siempre tan dramático, Verchiel-, dijo Byleth, luchando por ponerse en pie. -No hubo
magia, ningún hechizo corruptor. Nada más que una visión de unificación y el fin de la
violencia.

Una espada de fuego creció de la mano de Verchiel. Las partículas más grandes de polvo y
suciedad radiaban en el aire, chispearon cuando entraron en contacto con la llama divina.
Siguiendo su ejemplo, sus soldados también manifestaron ardientes armas.

-¿Y qué tiene esa visión idílica para traerte hasta aquí?-, preguntó el líder de Los
Poderosos.-Tú te escondes en las tierras envenenadas creadas por los animales, negando
tu verdadero lugar en el orden de las cosas. ¿Es esto algún tipo de castigo, Byleth? ¿Crees
que este profeta mestizo que te imaginas está viniendo para mirarte con cariño por eso?-
dijo Verchiel con disgusto. -Patético.

-Este lugar y la tierra envenenada a su alrededor nos recuerda lo que fuimos y en lo que
nos hemos convertido- explicó Byleth. -Una vez, estuvimos llenos de su santa virtud, en
una misión para borrar el mal, pero nos dejamos llevar por la violencia y una justicia
propia que nos decía que estábamos actuando en su nombre.

-Todo lo que hago, lo hago por él-, respondió Verchiel, con su fiera espada ardiendo
brillante e irradiando un calor intenso.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Eso es lo que crees que es verdad-, dijo Byleth. -Pero hay otra manera, un camino sin
muerte, de una manera que da punto y final a nuestro exilio y el comienzo de nuestra
redención-. El ángel extendió su mano, instando a Verchiel a mirar hacia el altar. -Ese es el
camino, Verchiel. Este es nuestro futuro.

Verchiel sacudió la cabeza. -No, es una blasfemia-. Levantó una mano a sus soldados. -
Alejadlos del altar-, ordenó.

Los Poderosos saltaron en el aire, sus alas agitándose y chochando en una nube de finas
partículas radioactivas.

-¡Vamos a combatirte, Verchiel!- gritó Byleth. Un arma de fuego creció en su mano, y


otras ardían en las manos de sus fieles seguidores, sin embargo, parecían lamentables en
comparación con las espadas de Los Poderosos. Débiles alas crecieron de sus espaldas.

-Mírate-, dijo Verchiel mientras avanzaba hacia ellos y su santuario sagrado. -Creer en esta
herejía te ha reducido a mera sombra de tu antigua gloria. Qué triste.

-¡Nuestros pecados del pasado nos han hecho así!,- gritó Byleth con ira, mientras saltaba
sobre Verchiel, con la espada en alto.

Sin embargo, fue interceptado por el salvajismo de la guardia de elite de Verchiel y


obligado a permanecer en el suelo bajo sus pies. Verchiel observaba con gran diversión
como los sacerdotes eran transportados fuera de su santuario.

-¿Este es el futuro, dices?-, preguntó mientras los miró a través de las velas encendidas y
la obra de arte.

Lucharon contra sus captores, pero los soldados de Los Poderosos se mantuvieron firmes.
-No terminarás con nosotros-, silbó Byleth. -Lo que se ha anunciado camina ahora entre
nosotros.

Verchiel miró hacia el altar, con una fiera indignación ardiendo en su pecho. -No veo
ningún futuro aquí-, dijo al tiempo que agitaba sus alas poderosas. Las fuertes ráfagas de
aire apagaron las velas y derrumbaron el cuadro ofensivo. -Todo lo que veo es el fin.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Verchiel sonrió maliciosamente cuando se volvió de nuevo a los sacerdotes, pero su


triunfo se convirtió rápidamente a confusión cuando observó las miradas serenas sobre
sus rostros.

-Está lejos de terminar, Verchiel-, dijo Byleth. -Míralo por ti mismo-, agregó con una
inclinación de cabeza hacia el altar.

El líder de Los Poderosos se volvió y vio con horror como las velas, una por una, volvían a
encenderse. En un arranque de furia, desplegó sus alas y se lanzó hacia el sacerdote
sonriendo, un soldado que una vez estuvo a su servicio. Empujó ferozmente la punta de su
espada de fuego en el pecho de Byleth, deleitándose con el cambio de su expresión, de
una sonrisa iluminada a una de dolor insoportable.

Los sacerdotes seguidores de Byleth jadearon al unísono. -Por favor-, uno de sus fieles
seguidores suplicó quejumbrosamente.

Verchiel ladeó su cabeza, mirando la carne del ángel renegado burbujear y ennegrecer
mientras se consumía por dentro.- Ellos imploran misericordia, pero por desgracia, sus
palabras caen en oídos sordos.

Byleth se deslizó hasta el suelo, la espada de Verchiel todavía dentro de él, su túnica
pesada comenzaba a arder. -Y... y ¿cómo son recibidas tus palabras, Verchiel?- Él jadeó
cuando levantó la cabeza, charcos de carne líquida cayendo en el suelo cubierto de polvo.
-¿Qué tiene que decir el Señor de los Señores cuando le hablas?

Verchiel sacó su espada del pecho del sacerdote. -El Todopoderoso y yo... no necesitamos
hablar.

Byleth sonrió horriblemente, sus dientes carbonizados meras protuberancias que


sobresalían de las supurantes encías negras. -Como me imaginaba.

Verchiel sintió ascender la ira. -¿Que te divierte, Byleth? ¿Mi falta de comunicación con el
Padre Celestial te provoca esa sonrisa frente a tu inminente muerte?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Su cuerpo ardió en llamas, el sacerdote lentamente levantó las carbonizadas y


esqueléticas manos a los lados de su cara, dónde solían estar sus oídos. -Oídos... sordos-
,susurró Byleth. -Oídos sordos-. Y entonces se echó a reír.

El sonido enfureció a Verchiel. Echó hacia atrás su brazo y lo levantó hacia el cielo y lo bajó
hacia el sacerdote quemándose una, dos, tres veces reduciendo su ofensor a cenizas.
Luego se apartó de los restos humeantes para hacer frente a sus prisioneros. -Esto es lo
que la profanidad de sus creencias les ha traído-, dijo, dirigiendo su atención a las ruinas
del jefe de ellos.

La espada de fuego se redujo a nada, y Verchiel se alejó hacia la puerta que lo llevaría
fuera de la cámara envenenada.

-Mátalos-, dijo, carente de emoción, de espaldas a ellos. -Quiero olvidar que alguna vez
existieron.

Y él salió de la habitación, los gritos de los sacerdotes moribundos escoltándolo por su


camino, las palabras malignas de una antigua profecía febrilmente dando vueltas en su
mente.

Michael Jonas miró el reloj. Dejó su pluma encima de los informes que estaba a punto de
completar y cogió el teléfono.

¿Dónde está? Se preguntó el psiquiatra.

El tono de llamada zumbaba en sus oídos mientras buscaba el número de teléfono de


Aarón en su expediente. Marcó el número y escuchó como empezaba a sonar.

Aarón Corbet había sido más que puntual en todos los años que lo había tratado, y a Jonas
le pareció extraño que él simplemente no viniese a su cita, sobre todo después de su
discusión de ayer por la mañana.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Hubiera estado mintiendo si dijera que no estaba fascinado por el talento bastante
singular que el joven había mostrado, en sus veinticinco años de práctica nunca había
visto algo tan extraño y, sin embargo, emocionante. Ciertamente, Aarón podía ser
engañoso, y hablaba con fluidez el portugués, español y latín, pero su estómago le decía
que no. Jonas se removió impaciente con el pensamiento de los artículos que podría
publicar gracias a este caso en específico, y los elogios que recibiría de sus compañeros.

-¿Hola?-, Respondió una voz de mujer desde el otro extremo de la línea.

-Sí, hola-, dijo Jonas en señal de saludo. -¿Está Aarón, por favor?

-No, no está-respondió la mujer. -¿Puedo preguntar quién llama?

Necesitaba ser cauto, ya que la confidencialidad médico-paciente era importante. -Soy


Michael Jonas-, respondió profesionalmente. -¿Es la señora Stanley?

-Sí, Dr. Jonas. ¿Cómo estás? Aarón salió con el perro esta mañana y no ha vuelto.

Hubo una pausa y Jonas sabía lo que venía después. Después de ser un psiquiatra durante
tantos años, podía leer a las personas y sus reacciones. -¿Hay algún problema, doctor?
¿Es... es que Aarón va a verle otra vez?

A ella le preocupaba y él quería que ella se sintiera a gusto sin compartir los asuntos
personales de Aarón.

-No hay necesidad de entrar en pánico, señora Stanley. Solo estoy controlando, llamando
para ver cómo le va. ¿Podría decirle que se ponga en contacto conmigo cuando llegue?
Estaré en la oficina hasta pasadas las seis.

-Por supuesto, doctor-, dijo, con menos tensión en su voz. -Le daré el mensaje.

-Muchas gracias, señora Stanley. Que tenga un buen día.

-Lo mismo le digo- le respondió, y colgó.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Jonas colgó el receptor a la base y miró de nuevo su reloj. Interesante, pensó. Aarón salió
temprano y nadie lo ha visto desde entonces. Jonas se preguntó si lo había ahuyentado.
Tal vez no debería haberle mencionado su amigo del Mass General.

La caricatura de un artículo científico con unas alas volando por la ventana bailaba en su
mente y sonrió. Jonas cogió su pluma para reanudar sus papeleos semanales y vio que no
estaba solo.

-¡Jesucristo!- Alcanzó a murmurar mientras reclinaba la espalda contra la silla,


sorprendido.

Un hombre se paró frente a su escritorio. Parecía más viejo, pero era alto, impresionante,
y aunque llevaba un traje, Jonas podía ver que estaba en buena condición física.

-¿Cómo llegó aquí?-, preguntó Jonas nerviosamente.

El hombre simplemente se quedó mirando el escritorio. Parecía estar estudiando los


documentos de Jonas.

-¿Puedo ayudarle en algo, señor...?

El desconocido no dijo nada, sin dejar de mirar a la parte superior del escritorio. Y
entonces levantó la cabeza y miró a Jonás. Era guapo de una forma distinguida. Le
recordaba al psiquiatra del actor que solía interpretar a James Bond y que más tarde
protagonizó la película sobre el submarino ruso. Pero eran sus ojos los que eran
extrañamente diferentes. Había algo raro con ellos. Jonas pensó en los ojos de un búho de
peluche que su abuela guardaba en una vitrina en su casa de verano en el Maine: negro
oscuro en el centro y rodeado de oro.

-Camael,- respondió el desconocido con una voz poderosa.-Soy Camael y he venido en


busca del niño.

Camael inclinó la cabeza hacia atrás y aspiró el aire. -El niño ha estado aquí-, dijo mientras
se volvía en un círculo lento, - no hace mucho tiempo, un día tal vez-. Se acercó a la mesa,

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

el agrio olor a miedo del ser humano estaba mezclado con una fuerte esencia de los
Nefilim. Era un olor masculino, una fragancia masculina. -No quiero hacerle daño al niño,
pero es imprescindible que lo encuentre.

El Dr. Jonas se puso en pie y golpeó sus manos carnosas hacia abajo sobre el escritorio de
manera. –Escuche- ,dijo, -no tengo la menor idea de lo que me está hablando.

El psiquiatra era un hombre grande. Podría haber sido una vez poderoso, pero los años
habían sido poco amables y su cuerpo se había ido al garete. Apuntó con un dedo
cuadrado hacia la puerta con autoridad. -Así que voy a tener que pedirle que se vaya.

Como si estuviera planeado, la puerta del despacho se abrió lentamente y Camael gruñó
cuando dos de Los Poderosos de Verchiel entraron en la habitación.

Los dos se dieron cuenta de él inmediatamente y emitieron un silbido de serpiente por sus
bocas. -El traidor-, escupió uno con el pelo negro azabache, su cuerpo bajando en cuclillas
preparado. Había pasado un milenio desde que Camael los había mandado, pero creía que
este se llamaba Hadriel.

-¿Qué demonios está pasando aquí?- profirió el humano. -Dejen mi oficina todos o voy a...

-¡Silencio, simio!- advirtió el otro ángel. Camael sabía el nombre de éste con certeza. Era
Cassiel, uno de los agentes más crueles de Verchiel.

- Le recomiendo que se ponga a cubierto, doctor-, advirtió Camael. Él no le quitaba los


ojos a Los Poderosos, sintiendo la calma que precede una batalla inundándole
lentamente.

-Este simio va a llamar a la policía-, dijo el psiquiatra nervioso al levantar el auricular del
teléfono de su escritorio.

Cassiel se movió como un borrón. Su mano salió disparada y de su mano emanó una
abrasadora luz blanca. -Le pedí que se callara.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El médico gritó en agonía mientras su cuerpo estallaba en llamas. Se dejó caer contra la
pared y se desplomó en el suelo, completamente envuelto por el fuego. Tembló y cayó
muerto y cada lugar donde le había tocado comenzó a arder.

Camael utilizó esa distracción para atacar. En su mente vio el arma que quería y se formó
en su mano, compuesta por fuego celestial. Atacó, balanceando la hoja en llamas hacía
Hadriel, que parecía absorto en la agonía del psiquiatra. Pero el ángel reaccionó
rápidamente, convocando un arma de su propiedad, una lanza, y bloqueando el golpe que
sin duda le habría cortado la cabeza.

Las armas se enfrentaron, sonando como el gruñido de un trueno.

-El gran Camael-, se burló Hadriel cuando lo bloqueó y empujó hacia delante con su lanza
en llamas. -Uno de nuestros mayores, obligado a vivir entre los animales humanos.

Camael lo esquivó para evitar que le clavara la lanza y le empujó su hoja hacia abajo,
cortando el arma de su atacante de forma explosiva en dos. -Hablas demasiado, Hadriel -,
dijo a la vez que caminó y arremetió contra él, el mango de la espada chocó contra el lado
de la cabeza del soldado, haciendo que se arrodillara sobre sus rodillas.-Un rasgo
humano, creo-, dijo Camael al ángel aturdido.

Camael oyó el susurro de otra arma cortando el aire. Desplegaron sus alas y voló hacia
arriba justo cuando la espada de Cassiel pasó por debajo de él sin causar daño alguno.

-¿Estás solo, Camael?- le preguntó Cassiel cuando a su vez se elevó del suelo y extendió
sus alas para reunirse con él en el aire.

Camael contrarrestó el empuje de Cassiel y maniobró de cerca. Clavó una rodilla


fuertemente en el estómago del ángel. -Mi misión es toda la compañía que necesito-, dijo
mientras acercó su frente a la cara del ángel. -He llegado a disfrutar de mi soledad.
Cassiel se desplomó en el suelo.

La oficina estaba en llamas y un espeso humo negro llenó el aire.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Despreciado por tus hermanos, temido por la clase que una vez destruiste.- Cassiel
luchaba a cuatro patas. Levantó la vista hacia Camael y sonrió. -Todo por las divagaciones
de un animal afectado por la locura.

-No sientas tristeza por mí, hermano-, dijo Camael mientras se deslizaba hacia abajo, hacia
el ángel, con la espada en la mano. -Pero pregúntate esto: ¿Qué pasa si el vidente estaba
en lo cierto? ¿Y si todo resulta ser cierto? ¿Qué pasa entonces?

Cassiel gritó y atacó de nuevo. -Nunca llegará a ser-, gritó a la vez que un puñal apareció
en su mano y se lo clavó a Camael, sacándolo de nuevo.- ¡Mentiras, todo mentiras!

Camael retrocedió ante el golpe de la hoja de Cassiel, se echó hacia atrás, y clavó su talón
en el pecho del ángel. Cassiel fue impulsado de nuevo por la fuerza del golpe y se
desplomó sobre una silla frente al escritorio.

El humo se había vuelto más espeso y Camael sabía que no pasaría mucho tiempo antes
de que la oficina fuera consumida completamente por el fuego. Tenía que averiguar la
identidad de la esencia de ese chico. La esencia de ese Nefilim era fuerte, puede que la
más fuerte que haya olido nunca, pensó. Demasiado fuerte, de hecho, por lo que Los
Poderosos no tengan necesidad de rastrearlo para encontrarlo. Él se puso tenso,
esperando, esperando a que Cassiel se levantara, su mente estaba en guardia. ¿Acaso
podía ser la razón por la cual Verchiel había aumentado la frecuencia y el salvajismo de sus
ataques? Se preguntó de nuevo si éste podría ser el Único.

Camael gritó de dolor y rabia repentina cuando la lanza de Hadriel le atravesó el hombro
por detrás. Eso fue una negligencia suya. Distraído por sus meditaciones, se había
olvidado de comprobar si los secuaces de Verchiel resurgían a través de la espesa
humareda, una nueva arma en la mano.

-Termínalo-, ordenó Cassiel conforme se levantaba entre las llamas.

Hadriel echó hacia atrás la punta de la lanza y la lanzó de nuevo hacia delante, pero esta
vez Camael estaba listo. Saltó desde el suelo, con las alas extendidas. Había convocado
nuevas armas, espadas cortas, del arsenal de su mente y con firmeza las sujetó en cada
mano.

99
Thomas E. Sniegoski The Fallen

El ataque de Hadriel pasó por debajo de él y antes de que pudiera reaccionar, Camael
empujó una de sus espadas brutalmente hacia abajo, cortando el cráneo del ángel, como
si fuera el tronco de un árbol podrido.

-¡No!- Gritó Cassiel a la vez que salió disparado hacia Camael, deseoso de vengar a su
compañero caído.

-Los soldados de Verchiel se han vuelto descuidados-, se burló Camael mientras sacaba el
arma del cráneo del ángel y bloqueaba el ataque enfurecido de Cassiel. Empujó hacia
arriba con la otra hoja, y traspasó el pecho de su atacante.

Cassiel gimió y golpeó, sus alas aleteando frenéticamente, mientras caía al suelo
apretándose la herida del pecho.

Camael se dirigió a través del humo y el fuego hacia su enemigo caído. -¿Qué sabe
Verchiel sobre este niño Nefilim?-, preguntó. -Dímelo y te dejaré vivir.

Cassiel se puso en pie apoyándose contra la pared. -¿Vas a dejarme vivir? ¿Te estás
oyendo, Camael? Pensé que desertaste de Los Poderosos porque estabas cansado de la
violencia, de toda la matanza-. El ángel tenía una mano temblorosa sobre su herida
sangrante. -Creo que te has convertido en lo que más odio-, susurró Cassiel a la vez que
metió la mano en el fuego a través de la pared y la sacó ennegrecida, con el cráneo
todavía ardiendo del psiquiatra y lo lanzó contra él.

Camael interceptó el proyectil ardiendo, cortándolo en dos conforme se iba acercando a


él. Aprovechando ese momento, Cassiel extendió sus alas y saltó hacia las cortinas
quemadas a través del cuarto. El ángel huyó pasando a través del material en llamas, y
luego el cristal de la ventana, para escapar junto con una explosión.

El fuego ardía más brillante, más grande, cuando una explosión repentina de oxigeno
alimentó el fuego.

La identidad de los Nefilim era más importante que la persecución, Camael se apresuró
hacia la mesa. Los papeles esparcidos sobre su superficie ya habían comenzado a arder y
se enrollaban. Sus ojos examinaban detalladamente los documentos, en busca de algo,
cualquier cosa que le dijera dónde estaba el chico.

100
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Debajo de una carpeta carbonizada en las orillas, lo vio. Una sola frase garabateada en un
trozo de papel adjunto a un archivo. -El paciente cree que tiene ahora la capacidad de
entender y hablar todos los idiomas extranjeros.

Camael cogió la carpeta. Algo crujió por encima de él y se hizo a un lado a la vez que una
parte del techo se derrumbaba en una lluvia de desechos inflamados. A lo lejos, los
aullidos tristes de los camiones de bomberos llenaban el aire. Tenía lo que necesitaba y se
dispuso a abandonar el lugar con prisa.

El tiempo era esencial, pues tan pronto como se enterara Verchiel de su participación, con
toda seguridad estallaría todo el Infierno.

101
Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
7

Dentro del campanario abandonado de la Iglesia del Sacramento Bendito, Verchiel miró
fijamente en la familiar cara de la mortalidad humana. Desde el regreso de Los Poderosos
en el páramo venenoso que era Chernobyl, su rastreador humano había caído gravemente
enfermo. La pobre criatura yacía sobre una lona de plástico en una zona oscura de la torre
donde una vez habían colgado una campana. Se estremeció, gimiendo en voz baja, ya que
poco a poco murió de los venenos radiactivos que habían estado expuestos en su última
cacería.

-¿No hay nada más que se pueda hacer por él?-. Preguntó Verchiel al curandero humano
que estaba administrando medicinas en las heridas de Cassiel.

El curandero, llamado Kraus, giró su mirada ciega hacia el sonido de la voz de Verchiel,
tenía los ojos cubiertos por cataratas.

-He hecho todo lo que puedo, mi amo-, dijo mientras con destreza cogió una aguja de oro
desde el interior de un desgastado maletín de cuero y hábilmente colocó un hilo grueso a
través del ojo de la aguja. Su falta de visión no había afectado su habilidad con una aguja. -
No pasará mucho tiempo antes de sucumbir.

102
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Su habilidad me sirvió de mucho-, dijo el líder de Los Poderosos, viendo los ojos del joven
moribundo cubiertos de negras llagas que supuran. -Va a ser molesto para encontrar otro.
Verchiel se movió a través de la desordenada torre, su espacio ahora utilizado para
almacenar, alzándose sobre el curandero y su actual paciente, el niño estaba olvidado casi
por completo. -¿Y tú, Cassiel?-, preguntó suavemente, - ¿Me serviste también?

-Sí, milord-, respondió Cassiel sin aliento mientras yacía en el suelo polvoriento, mientras
que el anciano ciego cosió la herida.

-¿Dices que Camael estaba allí antes que llegaras?-. Preguntó Verchiel mientras miraba al
anciano, cuyo trabajo consistía en atender las formas físicas de los ángeles, cerraba las
heridas de sus soldados hábilmente.

Aunque primitiva para los estándares angelicales, los simios humanos en ocasiones lo
sorprenden incluso a él con sus habilidades.

Verchiel se agachó junto al curandero mientras completaba la tarea. -¿Él sanará?-.


Preguntó Verchiel. - ¿La herida no lo va a matar?

Kraus se estremeció por el poder de la voz de Verchiel. -Es... no-, balbuceó el hombre
mientras le daba la mirada ciega hacia su amo. -La lesión necesita tiempo para reponerse,
pero sanará.

¿Qué hay en los animales defectuosos, los ciegos, los que tienen problemas mentales, que
los hacen tan buenos sirvientes? Verchiel se preguntó, pensando en los humanos no
perjudicados que a menudo son llevados a la locura sólo por estar en la presencia de los
ángeles.

-Estarás bien aquí-, proclamó Verchiel, y suavemente rozó la parte superior de la cabeza
del hombre de más edad con la punta de los dedos. -Cuida al rastreador, alivia su muerte
si es necesario.

El hombre quedó sin aliento, su cuerpo temblaba como si estuviera en éxtasis, como si
hubiese sido tocado por Dios, o la mejor cosa siguiente. Kraus se agachó, cerró su maletín

103
Thomas E. Sniegoski The Fallen

de instrumentos médicos y se escurrió hacia el rincón oscuro para ayudar a un miembro


de su propia raza que estaba muriendo.

Tal vez sus imperfecciones lo hacen más receptivos. Esta era una hipótesis de
Verchiel tenía la esperanza de explorar más a fondo algún día, cuando su misión fue
finalmente completada. Él salió de su contemplación. Todavía quedaba mucho por hacer.
-Siento tan agudamente al Nefilim, ¿Qué información has traído de él?-, Verchiel preguntó
a Cassiel, que aún yacía en el suelo de madera.

-Traigo información sobre Camael-, dijo Cassiel con impaciencia. -Vivir entre los simios lo
ha convertido en frágil y débil. Es... sólo puede ser una cuestión de tiempo antes de que el
traidor y destruir...

-Frágil y débil, ¿dices?-. Verchiel preguntó con una sonrisa amarga en los labios delgados.
En la iglesia, la Misa comenzaba con el sonido de un órgano de tubos. Los acordes
melodiosos de un himno derivan hasta la campana de la torre. La música le molestaba. -
¿Pero no tan frágil y débil como para impedirle matar a Hadriel y herirte gravemente a ti?
Cassiel se retorció, tratando de incorporarse. -E... el espacio era estrecho y había humo
cegador. Por favor ...

La música de la iglesia llegó a su fin y el murmullo de la oración comenzó.

-¿Así que no me traes nada del mestizo?

Cassiel se sentó. Un líquido negro empezó a rebosar por alrededor de la herida con
puntos. -... El fuego quemaba fuera de control y Camael estaba allí. No había mucho que
pudiéramos hacer...

Las dulces palabras de su soldado pusieron furioso a Verchiel casi tanto como las
tentativas de los monos para hablar con Dios, iban a la deriva en la ceremonia de la iglesia
de abajo. Verchiel se agachó para herir a Cassiel y hundió sus dedos debajo de la costura.
Cassiel gritó.

-Silencio-, escupió Verchiel cuando se rompió el hilo negro y un espeso líquido empezó a
salir de la carne del ángel.

104
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Cómo se atreven a pensar que pueden hablar con él, pensó, indignado por los fieles
orando en la iglesia de abajo. Si mi Señor Dios no hablará conmigo, entonces ¿por qué
tienen la audacia de creer que escuchará tan patética charla? Verchiel pensó,
perturbado. Dejó de lado las suturas y pedazos de piel desgarrada que colgaban del hilo.
Cassiel yacía en silencio retorciéndose en el suelo, con la herida abierta y llorando.

-Me has fallado-, gruñó Verchiel mientras recogía a Cassiel del suelo y lo mantuvo en
alto. -Y no me llevo bien con el fracaso.

El órgano empezó a sonar otra vez y los monos empezaron a cantar. ¿Por qué insisten en
hacer eso?, se preguntó.

¿Creían que los sonidos discordantes de sus bocas primitivas agradarían al Creador, Él que
había orquestado la sinfonía de la creación?

Cassiel agitando las alas mientras se esforzaba en comprender a su líder. -Maestro...


Verchiel ten misericordia-, jadeó él.

Verchiel necesitaba oír algo diferente que los lamentos de los animales de abajo, algo que
pudiera calmar su estado frenético. Sosteniendo a Cassiel por la garganta, él se acercó y
cogió una de las alas de su soldado.

-Por favor... no-, declaró Cassiel.

Verchiel tomó la orejuela delicada en la mano y empezó a doblarla, a torcerla. El sonido


era horrible, agudo, el cartílago cedió bajo su apretón. El ángel gritaba, pidiendo y
gritando para ser perdonado por sus infracciones.

Verchiel dejó caer de sus manos a Cassiel. El ángel sollozaba, su ala estaba torcida en un
ángulo obsceno.

-Atiéndelo-, ladró Verchiel, sabiendo que el curandero estaba escuchando desde las
sombras, esperando a servir. –Decepcióname otra vez, y te arrancaré las dos alas de tu
cuerpo-, encomendó Verchiel a Cassiel mientras le daba la espalda.
Había decidido ser misericordiosos, era lo que el Creador habría hecho.

105
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón estaba soñando otra vez.

Un anciano con un ojo de color blanco lechoso está utilizando un palo puntiagudo para
escribir en una tablilla de arcilla roja.

Aarón mira a su alrededor en su entorno. ¿Dónde demonios estoy?, se preguntaba. Él está


en una estructura de una sola habitación, una choza, y parece estar hecha de paja y
ladrillos de barro grandes. Lámparas primitivas de aceite puestas alrededor de la sala son
la única fuente de luz. Apesta a olor corporal y orina.

El viejo es mortalmente delgado, tenía el pelo y la barba muy largos. Hay cosas que viven
en su salvaje cabello. Terminó un símbolo en la tablilla de arcilla y lentamente levantó la
peluda cabeza y miró a Aarón.

Señaló el escrito y habló en una lengua gutural. -Es a ti a quien veo en el futuro. Escribo de
ti ahora.

El ojo malo se movió a la derecha, y Aarón no puede dejar de pensar en la luna. El anciano
bajó una mano esquelética cubierta por una capa fina de piel llena de manchas, casi
transparente y voltea la tabla para que Aarón pueda ver, para que pueda leer.
Mirando abajo en la secuencia de símbolos primitivos, Aarón sabe lo que el hombre ha
escrito. Es una predicción de algún tipo, algo sobre la unión de la mujer ángel y el hombre
mortal, creando un puente para los que han caído.

¿Qué diablos significa eso?, se pregunta. Él empieza a hablar, pero se detiene,


interrumpido por unos gritos que vienen de a fuera de la choza, y algo más.
El viejo se quedó mirándolo fijamente y se llevó lentamente una mano para cubrir el ojo
malo. -Vete ahora-, susurró. -Has visto tu destino. Ahora debes cumplirlo.

Los gritos cada vez estaban más cercanos, y hay otro sonido en el aire un sonido ya
familiar que le llena con temor.

106
Thomas E. Sniegoski The Fallen

El sonido del golpe de alas.

Aarón se despertó con un grito ahogado, asfixiándose. Su corazón se aceleró y por su


cuerpo nervioso se arrastró el sudor.

Todavía podía oír el aleteo, y luego se quedaron en silencio.

Gabriel, estaba junto a él encima de las sábanas, también se había despertado y lo miraba
fijamente.

-¿Te he despertado, muchacho?-. Preguntó Aarón atontado, sacó una mano de las
sábanas y acarició la cabeza el perro. -Lo siento, pesadillas otra vez.

Le dio unas palmaditas al perro, comenzó a calmarse, su pulso se hizo más lento. Gabriel
era tan bueno como un tranquilizante.

El perro le lamió la mano afectuosamente. -El viejo estaba muerto de miedo, ¿no?-, Dijo
Gabriel, frotándose más cerca.

-¿Viejo? ¿Te refieres a Zeke, Gabe?-, Aarón preguntó, empezando a cerrar los ojos,
todavía acariciando la piel aterciopelada que cubría la cabeza dura del perro.

El perro volvió la mirada hacia él. -No, no, Zeke-, respondió él, -el viejo en el sueño. Él me
dio miedo, también.

Eso lo golpeó con la fuerza de un martillo. Aarón luchó bajo las sábanas y con la manta
para sentarse. Él alargó la mano y encendió la luz de noche.

-¿Cómo sabes sobre el hombre viejo en el sueño, Gabriel?-, Aarón preguntó, aterrorizado
por la respuesta que le podría dar el perro.

-Yo lo soñé-, respondió el perro con orgullo. Y su cola golpeó con alegría. -Tengo sueños
diferentes ahora, no corriendo y saltando y persiguiendo conejos.

107
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón se echó hacia atrás y dejó que su cabeza rebotara contra el cabecero de madera. -
No puedo creer esto. ¿Tuviste el mismo sueño que yo?

-Sí-, dijo Gabriel. -¿Por qué su ojos se parecían a la luna, Aarón?

Aarón se sentía como si estuviera en una montaña rusa, perpetuamente hundiéndose


cada vez más lejos en la oscuridad, ganando velocidad, sin ninguna señal del final del
horrible paseo. Y no había nada que él quisiera más que bajar.

-Por favor, que se detenga-, susurró.

Gabriel se arrastró más cerca y colocó la barbilla sobre la pierna de Aarón. -Está bien,
Aarón-, dijo el perro con devoción. -No te pongas triste.

Aarón abrió los ojos y empezó a acariciar al perro de nuevo. -No pasa nada, Gabe. Todo
está girando fuera de control. ¿Qué me está pasando? ¿Qué te ha pasado, que... no está
bien?

Gabriel se sentó y presionó su cabeza contra su amo. "Me hicieron mucho daño y tú me
hiciste sentir mejor-, dijo el perro con una inclinación de cabeza. -¿Te molesta como soy
ahora... diferente?

Aarón miró a su mejor amigo a los ojos y sacudió la cabeza. -No, no estoy molesto por eso.
De hecho, esa es la única cosa acerca de este negocio que estoy dispuesto a
acostumbrarme-. Extendió la mano y acarició el lado de la cabeza del perro. -Es todo lo
demás, los sueños bizarros, las cosas que Zeke me ha dicho ....-. Se recostó contra el
cabecero de nuevo y suspiró con exasperación. -No quiero esto, Gabriel. Ya tengo
suficientes problemas. Tengo que terminar la escuela secundaria con un PAM decente
suficiente para entrar en una buena la universidad.

-¿Programa de Acción Mundial?- Preguntó el perro. -¿Qué es esto PAM?

-Promedio de calificaciones-, explicó Aarón. -Si lo hago muy, muy bien en mis clases en la
escuela.

Gabriel hizo un gesto de comprensión.

108
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Toda esta mierda sobre los ángeles y los Nefilim. No me importa si es verdad,
simplemente no puedo lidiar con eso-. En ese momento Aarón tomó una decisión. –Le voy
a decir Zeke que se terminó. No quiero saber nada más. Todo va a ser como era antes de
mi cumpleaños.

Miró el reloj de la mesilla de noche. Eran cerca de las 4 A. M. y quería volver a


dormir; estaba cansado tanto mental como físicamente. Pero también temía los sueños.

-Bueno, vamos a intentarlo otra vez-, dijo mientras alargó la mano y apagó la luz. Echó la
cabeza en la almohada y pasó el brazo alrededor del perro.

-Buenas noches, Aarón-, dijo Gabriel mientras se movía para compartir la almohada. -
Trata de soñar sólo bueno sueños.

-Haré mi mejor esfuerzo, amigo-, respondió Aarón, y en poco tiempo, cayó en un


profundo sueño activando las fantasías, no de viejos, ni antiguas profecías, y ni ángeles,
sino de correr muy rápido en el sol y persiguiendo conejos.

Verchiel sin hacer ruido bajó la escalera de caracol de madera de la torre del campanario
de la Iglesia del Santísimo Sacramento. La escalera estaba envuelta en una total oscuridad,
pero no significaba nada para un ser que había navegado en el vacío ante el
Todopoderoso provocando la luz de la Creación.

Al pie de las escaleras había una puerta cerrada con llave y Verchiel quiso que el
mecanismo simplemente abriera de par en par para entrar en el lugar del culto. El ángel
encontró el camino de la trastienda donde los hombres santos se preparaban para hacer
frente a sus feligreses, y salían al altar. Miró por encima de él en el límite con el
campanario y vio una cruz gigante de oro que estaba colgando, símbolo de su fe. Desde su
lugar en el altar, se asomó a la iglesia, la salida del sol de la mañana se diluía a través de
los vitrales de colores.

Había una cierta tranquilidad aquí que él no esperaba de los animales.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Verchiel bajó y se dirigió hacia el altar. Cuando había recorrido la mitad de la la iglesia, se
volvió para mirar la cruz. Así fue como los primitivos lo hicieron, pensó, teniéndolo en los
ojos ante él. Esta fue la forma en que trataron de comunicarse con Dios.

Recordó las incontables veces que él se burlaba de sus prácticas ordinarias, ya que
construyeron sus altares de piedra y madera y trataron de hablar con el único y verdadero
Dios a través del acto de la oración. Era un pensamiento que lo llenó de inquietud, pero tal
vez este lugar de culto donde se podría restablecer su conexión con el cielo y otra vez
conversar con el Creador de todas las cosas.

Recordó cómo lo hicieron, la forma en que oraron, y se trasladó a una de las bancas de
madera. Torpemente Verchiel se arrodilló y juntó las manos delante de él, sus ojos
oscuros estaban fijos en el altar.

-Soy yo, Señor-, palabras pronunciadas en el lenguaje de los simios. -Ha pasado mucho
tiempo desde la última vez que te hablé, y necesito de tu guía.

El ángel miró a su alrededor, por todo el santo lugar en busca de signos de que si estaba
siendo escuchado. No había nada más que la decoloración de su propia voz.

Tal vez si estuviera más cerca. Salió de la banca y se dirigió de nuevo al altar.

-Mi misión, mi razón de existencia, crece en estos días oscuros.

Miró fijamente a la cruz de oro, colgando en el aire por encima del altar.

-Hay una profecía de lo que estoy seguro tendrás conocimiento. Se habla de perdón y
misericordia para los que han caído de tu gracia, oh Padre Celestial.

Verchiel empezó a pasearse delante del altar.

-Se dice que les perdonarás sus pecados más horribles, y que habrá un profeta, uno que
actuará como el portador de la absolución.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Se estaba poniendo inquieto y enojado. El aire crujía a su alrededor con hostilidad


reprimida. -Y será un Nefilim-, Verchiel escupió, avergonzado por la palabra. -Un Nephilim,
una criatura incapaz de vivir bajo tu mirada, una burla de la vida que yo he hecho mi
mejor esfuerzo para erradicar de su mundo con el fuego y las inundaciones.

El ángel dejó de pasearse. -Los malvados dicen que el tiempo de la profecía está cerca,
que pronto un puente entre los ángeles caídos y el cielo se establecerá-. Él ascendió sobre
el altar, su mirada nunca vacilante sobre el símbolo de oro. -Es necesario que me digas,
Señor. ¿Sigo mis instintos y no hago caso de las escrituras blasfemas de aquel mono? ¿O
no hago caso del objetivo concedido sobre mí después de la Primera Guerra en el Cielo?
Necesito saberlo, Padre. ¿Debo continuar con mis tareas sagradas y destruir todo lo que te
ofende, o debería dar un paso atrás y dejar que prevalezca la profecía?

Verchiel esperó, esperó alguna señal, pero no había ninguna, sus preguntas se reunieron
con el quejumbroso silencio.

La rabia que le había servido en la guerra durante todos estos milenios explotó desde el
interior de él. Sus alas salieron de su espalda y una cuchilla poderosa de fuego apareció en
sus manos. Sacudió la espada en llamas en la cruz y expresó su enojo. -Dime, Dios mío,
porque estoy perdido. Dame una idea de tu voluntad.

Se oyó un ruido de algún lugar sobre el altar, y quedó hipnotizado.

¿Ha oído el Creador mi declaración? El ángel pensó. ¿Fue el Todopoderoso que concedió
una señal para disipar mis dudas?

Una anciana salió de la habitación del fondo, con un cubo de plástico lleno de agua en una
mano y un trapeador en la otra. Era obvio que había escuchado su súplica y tenía
curiosidad por ver quién rezaba poderosamente.

Sus viejos ojos se abrieron de par en par. El cubo de agua con jabón se le escapó de las
manos y se derramó en el suelo del altar. Qué cuadro tan impresionante debe de
contemplar, pensó, extendiendo sus alas completamente, manteniéndolas abiertas a la luz
del sol.

111
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Ella intentó huir, había un pánico salvaje en sus movimientos, pero se detuvo en seco. Una
mano arrugada por la edad, se aferró desesperadamente a su pecho y su boca abierta en
un grito silencioso. La vieja mujer cayó al suelo en un montón, su mirada fija murió sobre
el símbolo de oro de su fe encima de ella.

Verchiel sonrió. -Así que es bueno saber de ti otra vez-, ronroneó él, adivinando el
significado de lo que acababa de ver. -Hágase tu voluntad.

Aún en su ropa de dormir, Aarón descendió lentamente las escaleras. Gabriel esperó con
impaciencia en la parte inferior. Aarón bostezó y chasqueó los labios. El mal sabor del
sueño aún recubría el interior de su boca.

Esperaba poder conseguir un poco de jugo y luego ir al piso de arriba para pasar un cepillo
de dientes alrededor de su boca antes de que él tuviese que hablar con alguien.

Había dormido más de lo que quería, pero al ver que había tenido algunos problemas
anoche, y era domingo, no era sólo eso, simplemente tenía mucha sed.

-¿Puedo comer ahora?-. Preguntó Gabriel a un lado de sus pies descalzos.

-Tan pronto como tome un poco de jugo-, le dijo al perro.

El linóleo estaba frío en las plantas de sus pies, y ayudó a despejar el aturdimiento que
viene con la mañana. Lori estaba sentada a la mesa bajo la ventana de la cocina,
alimentando a Stevie con sus cereales.

-Oye-, dijo Aarón, tirando de la puerta del refrigerador.

-Hey, tú mismo-, su madre respondió.

Gabriel se alejó de él para saludar a Lori y a Stevie y desearles una buena mañana. Aarón
casi bebía del cartón, pero lo pensó mejor y buscó en el gabinete un vaso. Lo llenó hasta la
mitad, y se apoyó en el mostrador e intentó calmar su sed.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Lori lo miraba fijamente. Ella tenía esa mirada en su rostro, la que decía que algo andaba
mal, que ella tenía malas noticias que contar. Aarón estaba familiarizado con la mirada:
era la misma que había llevado cuando las vacaciones familiares a Disney World se habían
cancelado porque la agencia de viajes se había ido de forma inesperada del
negocio. Nunca llegué a Disney.

-¿Qué pasa?- Preguntó.

Stevie decidió alimentarse solo y tomó la cuchara de ella. Él agarró un montón de cereal
azucarado en la cuchara y luego, a medio camino de la boca, se le derramó en el suelo.
Gabriel se puso a trabajar de inmediato en la limpieza del derrame.

-Stevie, no-, dijo Lori mientras tomaba la cuchara del niño y quitó la taza de su alcance.

-Tengo algunas noticias realmente malas para ti-, ella dijo, colocando una sucia servilleta
enrollada sobre la mesa.

-¿Qué es?-, Aarón preguntó, acercándose a ella.

El periódico del domingo estaba sobre la mesa, y le dio vuelta para que pudiera ver el
título.

PSIQUIATRA MURIÓ ENVUELTO EN LLAMAS. Leyó

Aarón no estaba seguro de por qué se sentía tan afectado, hasta que se dio cuenta de la
imagen que acompañaba la historia. La foto era de los bomberos que lucharon contra el
incendio en un edificio de oficinas. El pie de la foto decía: "Dr. Michael Jonas murió ayer
cuando su oficina de Boston en la calle 257 estaba envuelta en llamas. Los funcionarios
todavía están investigando el incendio, pero creen que fue una fuga de gas que podría
haber sido responsable de la explosión.

Aarón quitó los ojos del periódico y miró a su madre. -Oh, Dios mío-, fue todo lo que
pudo decir.

113
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Lori se inclinó sobre la mesa y apretó su mano. -Lo siento, cariño-, dijo ella con apoyo. -
¿Intentaste llegar a él anoche?

Aarón escuchó la pregunta en el borde de sus pensamientos. El Dr. Jonas estaba


muerto. Se suponía que iba a ver al hombre ayer, pero la conversación que tuvo con Zeke,
lo había olvidado por completo. Había pensado en llamarlo el lunes para pedir disculpas.
La mano de su madre todavía estaba en la suya. Ella le dio un apretón. -¿Aarón?-,
preguntó.

-Lo siento-, dijo. –Estaba inmerso en mis pensamientos. ¿Qué has dicho?

-El Dr. Jonas llamó ayer mientras estabas fuera-, respondió ella. -¿Trataste de devolverle la
llamada?

Aarón movió lentamente la cabeza. -¿Me llamó? Yo ... no vi el mensaje.

Cuando llegó a casa la noche anterior había estado cansado. La familia había salido a
cenar, y la tranquilidad en la casa era tan atractiva. Había alimentado a Gabriel, lo llevó
afuera, y luego se fue a la cama a ver un poco de televisión. Él ni siquiera había pensado
en verificar si había mensajes.

-No sabía que él llamó-, dijo aún pensativo, imaginando el hombre hace apenas dos días,
lleno de vida y deseoso de ayudarlo. -¿Cómo pudo suceder esto?-. Le preguntó, sin
esperar una respuesta.

-Dijeron que fue probablemente una fuga de gas-, respondió Lori mientras cogía el bol de
cereales y lo llevó al fregadero.

Stevie se bajó de su silla y tambaleándose hacia fuera de la sala de estar, sin pensar en
nada en su camino.

Gabriel rondaba a Aarón y se dio cuenta de que el perro todavía no se había alimentado. -
Lo siento, amigo-, dijo, fue al escurridor en el fregadero y tomó el tazón del perro para la
comida.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Lori estaba lavando los platos del desayuno. -Si se tratara de gas, una simple chispa podría
hacer el truco.

Aarón llenó el recipiente de Gabriel y lo colocó sobre la alfombra cerca de su plato de


agua. Su madre seguía hablando, pero era su última palabra que creó la imagen
perturbadora en su mente.

Vio a Zeke encender su cigarrillo.

-Si se tratara de gas...

Las palabras de su madre resonaron en su cabeza.

Zeke encendió el fuego con la punta de sus dedos. Fuego desde la punta de los dedos.

-...Sólo una chispa podría hacer el truco.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
8

Aarón no podía esperar que el lunes llegara.

La escuela Ken Curtis se había convertido en su refugio. Una vez tras sus muros, las reglas
eran sencillas, ir a clase, hacer los deberes, hacer el examen. No era así en el mundo real,
últimamente, un lugar que era cada vez menos real para él cada día que pasaba.

En la escuela podía desechar los pensamientos de los perros hablando, Nefilim, Los
Poderosos, y la muerte a la parte posterior de su ya desordenada mente, por lo menos
hasta que la campana sonara a las dos y media. La escuela era la última distracción, y era
exactamente lo que él anhelaba.

A la hora del almuerzo, Aarón estaba en su casillero para dejar los libros de las clases de la
mañana. No tenía hambre, pero sabiendo que tenía que trabajar en la clínica justo
después de la escuela, pensó que probablemente debía comer algo.

Su libro de psicología se cayó al suelo, y sus pensamientos se dirigieron hacia Michael


Jonas cuando se inclinó para recogerlo. Las preguntas le ahogaron como si un grifo se
hubiera abierto a su máximo. ¿Qué es lo que realmente había provocado el fuego?
Vio un flash de la punta de los dedos de Zeke y su cigarrillo encendido.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

¿Por qué estoy pensando así?, se preguntó, devolviendo el libro al estante de su taquilla.
Sabía que Zeke no tenía nada que ver con el incendio que terminó con la vida de su
psiquiatra. El periódico dijo que había comenzado durante la tarde, cuando él y Gabriel
estaban con el ángel caído en su habitación de hotel.

Pero ¿y los otros? pensó con una corazonada. ¿Qué hay sobre... Los Poderosos?

Su estómago se revolvió inquieto cuando cerró la taquilla. Puede que deba saltarme el
almuerzo e ir a la biblioteca.

Con la cabeza hacia abajo, dio media vuelta y casi chocó contra Vilma Santiago.

Aarón se tambaleó hacia atrás.

-Hola-, le espetó nerviosamente. - No te vi, lo siento.

-Hola.
Ella parecía indiferente a su torpeza, pero tan nervioso que se ponía a su alrededor que
quizás ella lo veía normal. En el fondo de su taquilla, pudo ver a dos de sus amigos
jugando al Secreto de la Comadreja, tratando de no ser pillados.

-¿Cómo te va?-, preguntó Aarón sin convicción. Si él no se había sonrojado todavía, era
sólo una cuestión de tiempo.

-Estoy bien-, respondió ella. -¿Cómo estás tú?

-Estoy bien-, dijo con un guiño idiota y una sonrisa nerviosa. -Muy bien.- Su mente estaba
en blanco, completamente vacía de toda actividad eléctrica. No tenía idea de qué decir a
continuación, y se preguntó cómo reaccionaría si se pusiera a llorar.

El silencio se estaba volviendo cada vez más incómodo al hablar. -¿Vas a comer?- le
preguntó, mirando a su alrededor a toda prisa.

Y de repente el almuerzo parecía una idea maravillosa.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Sí, la comida es excelente, es la hora del almuerzo, seguro, voy a comer-. Aarón no podía
creer lo que estaba haciendo. Estaba siendo un completo idiota. No la culparía en lo más
mínimo si diera la vuelta y se alejara. No. Si se fuera corriendo.

-¿Quieres almorzar conmigo?-preguntó con una voz cada vez más suave, como si esperara
el rechazo.

Él se quedó callado. No tenía palabras disponibles, por favor, inténtalo de nuevo más
tarde. Estaba horrorizado, no podía siquiera pensar en algo estúpido que decir.

Vilma de repente pareció avergonzada. - Si tienes algo que hacer, lo entenderé


perfectamente y...

-Me encantaría-, finalmente logró decir. -Lo siento... es solo que estoy un poco... ya sabes,
sorprendido, de que tú quieras hablar conmigo.

Ella sonrió con malicia, y sintió como si la temperatura en el pasillo subiera varios grados.
Genial, ahora estoy sudando, pensó. Verdaderamente genial.

-Estoy llena de sorpresas, Aarón Corbet,- dijo con un mechón de su cabello oscuro en la
cara. -Entonces, ¿quieres ir a la cafetería o fuera del campus?

En ese momento alguien lo llamó por su nombre. Ambos se volvieron para ver a la señora
Vistorino, la secretaria de la oficina de orientación, viniendo por el pasillo. Ella era famosa
por sus trajes de pantalón de colores brillantes, y en ese momento vestía de color verde
lima con zapatos a juego.

-Aarón-, la señora Vistorino lo llamó de nuevo. -Estoy contenta de haberte cogido.

-¿Hay algo que esté mal?-, le preguntó con cautela, la sensación enfermiza en la boca del
estómago regresó.

-Hay un representante de admisiones del Emerson College en la oficina, y quiere que verte
por lo de tu solicitud.

-¿Emerson?-Murmuró Aarón para sí mismo. -Pero yo no...

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

La mujer se volvió y comenzó a regresar de donde había venido. -Me dijo algo de una beca
completa, así que si yo fuera tú, movería mi culo hasta allí.

Vilma le tocó el brazo. -Será mejor que me vaya -, dijo, mirándolo contenta por él.

Él estaba dividido. Realmente quería ir a almorzar con Vilma, pero la oportunidad de


obtener una beca completa era algo que no podía dejar pasar. -¿Y qué pasa contigo?-, le
preguntó. -Realmente quiero…

-Podemos dejar el almuerzo para mañana-, dijo, interrumpiéndolo. -No te preocupes por
mí-. Ella se volvió hacia sus amigos que todavía estaban boquiabiertos al otro lado del
pasillo. -Voy a coger algo de comer con ellos. No hay ningún problema, de verdad-. Vilma
le señaló el final del pasillo. -¿Tal vez podrás reunirte conmigo más tarde, para contarme
qué tal te ha ido la entrevista?

-Claro-, respondió, sorprendido por su interés. -Me reuniré contigo en tu casillero después
de la última hora-. Iba a darse la vuelta para irse y decirle adiós, pero después decidió no
hacerlo. No estaría bien.

Pero al doblar la esquina perdió el control, miró hacia atrás, y la agitó. Vilma seguía
mirándolo y le devolvió el saludo. Sus dos amigas entrometidas estaban con ella ahora y
ambas empezaron a reír.

Cuando estaba dirigiéndose hacia la oficina de orientación, fue repasando mentalmente


las solicitudes que había enviado a las universidades. Y por mucho que lo intentara, no
podía recordar ninguna solicitud a Emerson.
La señora Vistorino estaba hablando por teléfono detrás de su escritorio cuando Aarón
entró en la oficina.

-Está en el despacho del señor Cunningham-, susurró mientras ponía su mano sobre el
receptor. -El señor C se ha ido para el resto del día.

Ella retiró la mano del teléfono para reanudar su llamada. -Buena suerte-, dijo con la boca,
mientras él llamaba a la puerta del despacho. Luego giró el pomo y entró.

119
Thomas E. Sniegoski The Fallen

La espalda del hombre estaba hacia Aarón mientras miraba por la ventana el parking de la
escuela. Aarón cerró suavemente la puerta y se aclaró la garganta. El hombre se volvió y lo
miró con una mirada tan intensa que era como si estuviera tratando de ver a través del
cráneo de Aarón, al interior de su cerebro.

-Uh... hola-, dijo Aarón, alejándose de la puerta. -Soy Aarón Corbet. ¿La señora Vistorino
dijo que quería hablar conmigo?

Tendió la mano al hombre. Era algo que su padre adoptivo le había machacado. Cuando
conoces a alguien por primera vez, siempre preséntate y estrecha la mano de la persona.
Muestra el carácter de la persona, decía. El hombre miró la mano tendida de Aarón, como
si estuviera decidiendo si estaba lo suficientemente limpia como para tocarla.

-¿Y usted es...? - preguntó Aarón, para romper el incómodo silencio.

-Llámame Mensajero-, dijo el hombre con voz potente, y cogió la mano de Aarón en la
suya.

-Es muy agradable conocerle Señor.... Mensajero.

A Aarón le entró de golpe el pánico. No recordaba haberse sentido nunca así antes. Quería
correr, para lo más lejos posible de este hombre. ¿Qué es lo que me pasa ahora? se
preguntó, usando cada parte de la fuerza de voluntad para no retirar su mano.

Mensajero le soltó, y Aarón rápidamente llevó su mano a su lado. Se sentía extraño, una
sensación de hormigueo, como cuando trajo a Gabriel del borde de la muerte. Se frotó la
palma de la mano contra la pierna de su pantalón.

-Me alegro de haberte encontrado primero,- dijo el Mensajero, estudiando a Aarón con
una extraña mirada en los ojos. -Has madurado mucho más rápido que la mayoría, una
señal de que eres ciertamente más de lo que aparentas.

Aarón se sorprendió por las palabras del representante de admisiones, inseguro por su
significado y en cómo debía reaccionar. -¿Perdone?-, empezó a decir. -Realmente no
entiendo lo que...

120
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Yo creo que sí que lo haces-, tronó la voz del Mensajero y por una fracción de segundo,
Aarón vio al hombre por lo que era. Estaba vestido con una armadura que parecía estar
hecha de luz solar, y en su mano sostenía una espada de fuego. De su espalda emanaban
dos enormes alas.

-Soy Camael-, dijo con una voz como el rugido sordo de un gato de selva. -Y he venido
para protegerte.

Aarón cerró los ojos y los volvió a abrir. Camael había vuelto a su estado humano. Sin
armas, sin alas, sin espada de fuego, sólo un señor de aspecto distinguido, con el pelo gris
plateado en punta y una barba igualada.

-Mensajero mi culo-, se quejó Aarón con disgusto. -Yo debería haberlo sabido. Zeke dijo
que vendrías a por mí.

Camael lo miró perplejo. -¿Zeke?-, preguntó.

-Ezequiel-, respondió Aarón. –Zeke es un Grigori...

-Un Grigori-, dijo Camael, interesado, acariciando su barba de chivo. -Entonces ya has
entrado en contacto con nuestra raza.

-Sí, y me dijo que Los Poderosos están detrás de mí, por lo que soy, pero no voy a dejarme
atrapar fácilmente.

Camael rió entre dientes. -De espíritu fuerte, eso es bueno. Vamos a necesitar un poco de
ese fuego si vamos a enfrentar lo que se nos viene encima.

Aarón comenzó a retroceder hacia la puerta, por el momento, confuso. -¿No eres tú uno
de ellos… de Los Poderosos?

Camael sacudió la cabeza, casualmente se sentó en la esquina de la mesa del Sr.


Cunningham. -Una vez fue mi santa misión erradicar a todos los de tu clase-. Señaló a
Aarón y luego se cruzó de brazos. -Pero eso fue hace mucho tiempo. He venido a salvarte,
no a destruirte. Si mis sospechas son correctas, tú tienes un destino muy importante de
cumplir, Aarón Corbet.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón se acordó de su sueño del fin de semana, el viejo y sus tablillas. -¿Tiene esto algo
que ver conmigo y la construcción de algún tipo de puente?

Camael asintió con la cabeza. -Algo tiene que ver.

Aarón podía sentir otra vez, la curiosidad peligrosa que lo metió en este lío. Si él
originalmente lo hubiese ignorado, nunca habría ido en busca de Zeke y las cosas se
hubiesen quedado como estaban, o eso trató de convencerse a sí mismo. Bueno, esta vez
ponía fin a todo, aquí y ahora. No quería oír algo más de Camael.

-Lamento decepcionarte, pero no va a suceder-, dijo Aarón bruscamente y se volvió hacia


la puerta. -No me importa qué o quién te crees que soy, no voy a tener nada que ver con
esta profecía o tu negocio-. Agarró el pomo de la puerta.

-Puede que no tengas opción-, dijo Camael con frialdad.

Aarón dio la vuelta para enfrentar al ángel. -Ahí es donde te equivocas-, dijo, tratando de
mantener su voz controlada de manera que nadie escuchara la locura que se hablaba en la
oficina. -Me han dicho fenómeno toda la vida, pero ahora tengo el control de mi futuro,
yo Aarón Corbet-. Él se señaló con el dedo pulgar en el pecho para el efecto. -Y ya lo tengo
todo planeado. Voy a terminar la escuela secundaria, ir a una buena universidad, seré el
primero de mi clase, y tendré un trabajo que me guste-. Aarón no tenía idea de lo que ese
trabajo sería, pero estaba dando su punto de vista y no podía parar si lo intentara. -Voy a
conocer a una chica bonita, me casaré con ella, y tendré un montón de niños.

Camael no dijo nada, estaba mirando sin emoción lo que le permitió desvariar -Así es
como va a ser, y noté, que no mencionaste a ningún ángel, Nefilim, o antiguas
profecías. Lo siento, simplemente no hay suficiente espacio.

El ser angelical se levantó y fue hacia él. -Eres diferente, Aarón. Puedo sentir que viene de
ti en olas. Déjame ayudarte....

-No-, Aarón escupió. -Estoy perfectamente….-, Él abrió la puerta. -¡Vuelve al cielo y


déjame solo en el infierno!

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Y salió corriendo a la oficina principal, le pareció oír que el ángel susurró: -Eso es lo que
estamos tratando de evitar.

Camael no quería ser visto, y así fue.

Se detuvo en una zona llena de césped en frente de la escuela secundaria bajo el asta de
la bandera y observó a los estudiantes salir al mundo, terminando el día. Los jóvenes
siempre le habían fascinado. Tan llenos de vida, tan seguros de que tenían un
conocimiento completo de todo lo que les rodea y el universo.

Estar tan seguro de algo, pensó, debe ser la dicha.

Recordó cómo había sido la primera vez que abandonó a su hospedero bajo su mando. A
pesar de que sabía lo que estaba haciendo estaba bien, todavía queda la incertidumbre
persistente infectada en los rincones oscuros de tu mente que no pueden ser disipadas. Sí,
en el fondo sentía que lo que el vidente predijo era verdad, pero si hubiera sabido de
antemano los sufrimientos que habría tenido que soportar todos estos siglos después de
la profecía, ¿aún hubiera hecho suya la causa?

¿Cuántos salvó? ¿Cuántos iluminó con el conocimiento de su verdadera naturaleza?


¿Cuántos sacó de la destructiva senda de Los Poderosos? ¿Y dónde estaban ahora? , se
preguntó.

¿Ocultos? ¿Esperando el momento en el que serían reconocidos por los ojos de Dios? Y
por esa cuenta, ¿cuántos no volverían a ver ese día de aceptación? ¿Cuántos fueron
asesinados antes incluso de haber tenido conocimiento que habían sido tocados por el
cielo?

¿Valió la pena? pensó, mirando el último de los estudiantes que salía de la escuela, y se
apiñaba en frente del edificio de ladrillos de color naranja en los pequeños grupos de
charla.

Y luego el llamado Aarón Corbet salió de la escuela y experimentó una euforia de la talla

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

que no había sentido desde el día en que fue testigo de las palabras del vidente. ¿Es
realmente el único? reflexionó. ¿Era él, por lo que había soportado toda la soledad y el
dolor, vale la pena? La respuesta es sí, todo lo que necesitaba hacer era protegerlo, todo
lo que necesita hacer era mantenerlo con vida para cumplir con su destino y todo valdría
la pena.
¿Pero soy lo suficientemente fuerte? Camael se preguntó.

El muchacho estaba con una mujer, muy atractiva por lo que Camael había llegado a
comprender las normas de los humanos: el pelo oscuro, piel color de cobre, una sonrisa
radiante. Y por las miradas, a Aarón le gustaba.

Esto no puede ser, pensó el protector. Hay cosas mucho más importantes para este
muchacho que los asuntos del corazón. Él no tiene idea de lo mucho que está en juego.
Sin embargo, había algo en la muchacha, la forma de moverse, el poder en su sonrisa…

-¿Es él quien ha causado tanta emoción?-. Dijo una voz desde atrás.

Camael se volvió para enfrentar a Verchiel que estaba a un pie de distancia. Él se puso
tenso, y un arma de los Cielos sacó de sus pensamientos.

-Por supuesto que es-, continuó Verchiel. Inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás y aspiró
el aire capturando el aroma del Nefilim que había seguido hasta aquí. -No huele muy
diferente a cualquiera de los otros: el poder celestial está inundado de un hedor a basura.

Camael dio un rápido vistazo para ver donde estaba Aarón y la chica. Estaban hablando al
final del camino principal de la escuela.

Miró hacia atrás para ver que Verchiel se había acercado.

-Míralo-, dijo Verchiel, -completamente ajeno al mundo que lo rodea. Ni siquiera puede
vernos. ¿Qué poderoso puede ser?

-No es que no puede verte-, explicó Camael. -Él simplemente no quiere.

Verchiel lo pensó durante un momento, su mirada fija parecida a la de un halcón aún

124
Thomas E. Sniegoski The Fallen

estaba sobre Aarón. -Ya veo... niega su verdadera naturaleza. Se aferra a su humanidad,
mientras que suprime la parte angelical.

La niña se echó a reír de algo que Aarón dijo, Verchiel hizo una mueca. -Odio los sonidos
que hacen-, dijo, entornando los ojos con disgusto. -¿No es cierto?

-He hablado con el chico y rechaza todo-, dijo Camael con calma, con apenas un toque de
decepción por el amor de Verchiel. -Él no quiere tener nada que ver con su patrimonio.

Aarón y la chica comenzaron a moverse a través del estacionamiento.

-¿Así que él no es ninguna amenaza inmediata para nosotros?- Verchiel preguntó,


moviendo lentamente la cabeza mientras seguía a la pareja con su mirada sin pestañear.

-Él se conforma con ser humano-, dijo Camael, mirando de cerca a Verchiel.

-Su satisfacción no me importa, en lo más mínimo-, dijo Verchiel dirigiendo su atención a


Camael. -Él todavía tiene que ser sacrificado, por su propio bien-. El ángel sonrió,
consciente del efecto de sus palabras. -Es demasiado peligroso para dejarlo vivir.

Camael oyó el ruido de las puertas del automóvil que cerraban de golpe y sospechó que la
pareja había entrado en el vehículo de Aarón. Una espada de fuego se manifestó en la
mano y él se mantuvo firme, dispuesto a luchar si era necesario.

-Entonces, tendrás que pasar por encima de mí-, dijo Camael, con una energía eléctrica
que irradia de su cuerpo y cargó el aire alrededor de ellos.

-¿Sacas un arma contra mí?-. Preguntó Verchiel mientras una energía similar comenzaba a
escaparse de sus ojos y salió desde la parte superior de la cabeza.

En el estacionamiento, los coches inexplicablemente se les activaron las alarmas, las luces
prendían, y las cornetas sonaron como si anunciaran la llagada de un rey. Los humanos
corrieron frenéticamente, desconcertados, incapaces de ver la batalla que se llevaba a
cabo enfrente de ellos.

125
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Fuimos hermanos una vez, Camael, compartimos el mismo derecho a nuestro Señor
Celestial con igual celo, ¿y esto es a lo que has llegado?

En el fragor del estacionamiento, Camael captó el sonido de un solo vehículo puesto en


marcha y que se alejaba lentamente. Aliviado de que Aarón había logrado escapar por el
momento, no dijo nada.

-Vine aquí para avisarte, Camael-, dijo Verchiel, con su energía en retroceso. -Como ex
hermano, creo que te debo por lo menos eso.

Camael no guardó su arma, estaba explorando el área por si había más soldados de
Verchiel.

-Todo está por terminarse-, dijo Verchiel metiendo casualmente las manos en los bolsillos
del abrigo y se alejó. -Después de tanto tiempo, finalmente se va a terminar. El día del
juicio final, por así decirlo.

Camael vio que Verchiel comenzaba a alejarse. Quería llamarlo, para que le explique
lo que acaba de decir, pero dudaba de que Verchiel compartiera algo más.

-Este momento de tregua ha terminado-, dijo Verchiel. -Si te interpones en mi camino, no


voy a pensarlo dos veces para matarte-, advirtió. -Ten cuidado qué lado eliges, por si
eliges mal, compartirás su destino.

El arma en la mano de Camael gradualmente regresó de donde vino. Y mientras veía a su


ex camarada retroceder a la nada, sintió una agitación familiar desde el interior. Sabía que
él se siente bien. Fue algo que él había intentado guardar bajo llave a la hora de decidir
seguir las palabras de la antigua profecía, algo que él había mantenido a raya, impidiendo
su libertad. Pero las palabras de Verchiel lo habían sacado de las sombras y alimentado su
crecimiento.

Y su nombre era duda.

126
Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
9

Aaron condujo su Toyota Corolla del 95 hacia abajo por la Avenida Western y entró en
McDonough Square. Había estado en esta zona de Lynn miles de veces desde que
aprendió a conducir, pero nunca había puesto tanta atención como lo hacía ahora.

Vilma era de este barrio. El estanco de Febonio, la tienda de ultramarinos de Snell, la


tienda para hombres de Mitchell, establecimientos que él nunca supo que existían hasta
ahora, usaría todas esas referencias si alguna vez tuviera la oportunidad de regresar.

- Es aquí, Aaron. A la izquierda, - dijo Vilma, señalando a través del parabrisas.


Aaron siguió la dirección y vio la estrecha calle justo más allá de una pequeña tienda con
el letrero: Todo brasileño.

- ¿Aquí? - Le preguntó, poniendo las luces intermitentes y frenando.

-Sí- respondió ella. - Es un callejón sin salida, un verdadero dolor de cabeza entrar y salir
de él.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aaron esperó a que el tráfico en dirección contraria disminuyera. Un hombre en una


camioneta negra con la pintura desnuda por las rayas a la espera de una nueva capa lo
saludó, y él entró en el callejón llamado Belvidere Place.

-Es la casa marrón del final, - dijo, colocando su mochila del suelo a su regazo.

La calle era muy pequeña, sólo un poco más ancha que su coche. Una valla de tela
metálica en el extremo de la calle la separaba de una iglesia y su estacionamiento. Había
ocho casas, cuatro a cada lado, todas muy parecidas.

Aarón se detuvo delante de la última casa a la derecha, apagó el motor, y se volvió para
mirar a Vilma. Ella miraba al frente, su mano empezaba a moverse hacia la manivela de la
puerta. Ella no puede esperar para estar lejos de mí, pensó. Sabía que había estado
distraído desde que salieron de la escuela. No importaba lo duro que
lo intentaba, no podía evitar los efectos de su reunión con Camael, y temía que su mal
humor estallara con Vilma.

- Lamento que tu reunión con Emerson no funcionara,- dijo ella, con su voz llena de
simpatía.

Él le había dicho que el representante de admisión había sido un idiota y que le había
dado al hombre un poco de actitud, probablemente lo eliminara de la lista de posibles
becarios.

-Está bien, - dijo encogiéndose de hombros. -Realmente no quería irme de aquí de todos
modos.

Odiaba mentirle, no auguraba nada bueno para su futuro, pero ¿qué alternativa tenía? No
había forma de que pudiera compartir con Vilma el espectáculo de fenómenos en el que
su vida se había convertido en la última semana. Incluso había comenzado a preguntarse
si era una buena idea iniciar cualquier tipo de relación con ella. Lo último que quería era
que ella fuera absorbida por la vorágine de locura que giraba a su alrededor.

El silencio en el coche era casi insoportable. Vilma finalmente abrió la puerta y lo miró.

Él sonrió.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Gracias por traerme. Te lo agradezco mucho, - dijo ella, devolviéndole la sonrisa. -Creo
que me tenía que llevar todos los libros del casillero a mi casa esta noche. Mi bolso está a
punto de reventar por las costuras,- dijo, acariciando la mochila de nylon llena de su
regazo.

-No hay problema, - dijo él mientras deslizaba las palmas de las manos por la suavidad del
volante.- Cuando quieras.

La puerta del coche estaba abierta, pero ella no bajaba. Se preguntó si había alguna cosa
que un caballero debería hacer. Se suponía que él daría la vuelta al otro lado y la ayudaría
a salir.

-Tú sabes que puedes llamarme si quieres, - exclamó ella, mientras jugaba con la
cremallera de su mochila - Si quieres, ya sabes, hablar de cosas. Al igual que la cosa con
Emerson o te puedo ayudar con tu proyecto.

Aaron la miró, realmente la miró. De pronto, el nerviosismo que había estado sintiendo, la
falta de confianza en sí mismo, ya era un problema. En ese instante, decidió que Vilma no
sólo era la joven más hermosa que había visto nunca, pero también la más real. No había
juegos con ella. Dijo exactamente lo que pensaba en su mente y le gustaba eso. Mucho.

- Ahora ¿por qué quieres que haga eso? - Preguntó, mirando de nuevo al volante. -Estoy
seguro de que tienes cosas mucho más interesantes que hacer con tu tiempo que hablar
conmigo.

Pareció pensar en eso por un momento y luego comenzó a mover la cabeza lentamente. -
Probablemente tienes razón. Limpiar lo que mis primos ensucian, poner la lavadora, mis
deberes, si, tienes razón, tengo muchas más cosas que hacer antes de hablar con un chico
guapo por teléfono.

Estaba un poco sorprendido, y el nerviosismo hizo que se rascase la parte posterior de la


cabeza. -¿Estás diciéndome que piensas que soy guapo, o hay algún otro chico al que vas a
llamar?

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Vilma se rió y miró al cielo con sus bellos ojos color almendra. -Pensé que se suponía que
eras el oscuro, chico melancólico, y no el gran asocial-. Ella sacudió la cabeza con
incredulidad fingida.

Vilma se reía de él, pero a Aaron no le importaba. El sonido era una de las mejores cosas
que había escuchado, y se echó a reír también.

-Nunca me habían llamado asocial antes,-dijo. De nuevo la miró. -Gracias.

Alargó la mano para apretar su brazo. -Me gustas, Aaron, - dijo ella.

Nunca había querido tanto besar a una chica. Sí, hubo un tiempo con Jennine Surrette en
la secundaria, pero eso fue porque nunca lo había hecho antes. Besar a Vilma ahora
parecía casi como su primera vez. Todos los otros besos desde Jennine eran más como
una práctica que conducía a éste.

Comenzó a inclinar la cabeza hacia ella, sus labios se lanzaron hacia los suyos con una
fuerza irresistible contra la cual no podía luchar, contra la cual no quería luchar. Aarón se
sintió aliviado al ver que ella parecía tener la misma dificultad, inclinándose hacia él
también.

Hubo un golpe repentino en la ventana del lado del pasajero, y el hechizo que les unía se
rompió abruptamente.

Una niña pequeña, con el aspecto de cómo se imaginaba a Vilma con alrededor de siete u
ocho años, miraba detenidamente el Toyota, sonriendo. Había una brecha abierta en su
sonrisa cómica donde sus dientes de leche debían estar.

Vilma sacudió la mano a la niña que se fue corriendo y riendo.

-Mi prima - dijo ella. Se veía un poco avergonzada.

El momento se había ido, brillando en una botella, ahora libre para poder ser capturado
en otra ocasión. Pero estaba bien. Besar a Vilma podía esperar, ojalá que no demorara
mucho tiempo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Tú también me gustas, - dijo, y tocó brevemente su mano. Se sentía muy caliente.
Vilma abrió el bolsillo lateral de su mochila. Sacó un lápiz de color rosa y un pequeño bloc
de papel y empezó a escribir.

-Aquí está mi número de teléfono y la dirección de mi correo electrónico,- lo dijo mientras


arrancaba el papel de la libreta y se lo entregaba. - Llámame entre las seis y las nueve, mi
tía y mi tío son un poco monstruosos cuando alguien llama demasiado tarde. Me puedes
enviar un mensaje en cualquier momento y me pondré en contacto contigo tan pronto
como pueda.

Miró hacia al número de teléfono. Era como si le hubieran dado el número ganador de mil
millones de dólares de la lotería, sólo que mejor.

- Puedes darme el tuyo después, - le dijo mientras se bajaba del coche, cargando su bolsa
a sus espaldas. -Tengo que ir adentro y matar a mi prima. - Ella se volvió y se echó unas
pulgadas hacia atrás. - Tal vez puedas dármelo cuando hablemos esta noche -, le sugirió
con otra sonrisa ganadora.

Estaba a punto de decirle que bien cuando se acordó de que tenía que trabajar.

-No puedo. Esta noche tengo que trabajar y no regresaré probablemente hasta después
de las nueve.

-Ahh, dándome largas ya, - dijo Vilma con un simulacro de decepción.

-Dame ese lápiz, - ordenó.

Ella se lo entregó, sonriendo todo el tiempo, y vio que empezó a escribir en la parte
inferior del papel que le había dado.

-Te lo daré ahora, - dijo al final. Dobló el papel y arrancó su número. -De esta manera no
habrá ninguna duda sobre mis intenciones.- Y le entregó la hoja de papel.

-¿Y cuáles son exactamente sus intenciones, Sr. Corbet?- Le preguntó mientras deslizaba
el papel en el bolsillo exterior.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Con el tiempo, Sra. Santiago, - dijo con una sonrisa diabólica. -Todo a su debido tiempo.

-Gracias por traerme, - oyó que decía justo cuando ella se echó a reír y cerró de golpe la
puerta.

La miró caminar hacia el porche delantero. Abrió la puerta blanca y se volvió para saludar
antes de desaparecer en el interior.

El reloj en el salpicadero decía que eran casi las tres. Tenía menos de cinco minutos para ir
a través de la ciudad a trabajar, pero en realidad no le molestaba. Mientras luchaba para
salir del pequeño callejón, se dio cuenta de que no estaba realmente preocupado por
nada en ese momento. Todo iba a salir bien.

No recordaba haberse sentido así nunca.

Pero era algo a lo que podía acostumbrarse.

Ezequiel bebió de una botella de whisky barato y reflexionó sobre la cuestión de la


redención.

Se removió en su cama para ponerse cómodo y apoyó la cabeza contra la pared de yeso
fresco. Tomó una larga y reflexiva bocanada de su cigarrillo.

Redención. Por extraño que parezca, era algo en lo que pensaba mucho estos días, desde
la reunión con el muchacho.

Zeke se agachó al suelo de nuevo a por la botella de licor y la llevó a la boca. El humo del
cigarrillo brotaba de la nariz conforme el whisky se deslizaba por su garganta. Le quemó,
pero siguió bebiendo.

Era una especie de castigo, pensó cuando alejó la botella de su boca y la reemplazó por el
cigarrillo, un castigo por todo lo que había forjado.

132
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Es extraño pensar en esto después de tanto tiempo, pensó, mirando a la pared frente a él.
Una cucaracha subía por ella y en silencio le deseó suerte. Él podía haberle hablado al
insecto directamente, solo que las habilidades de comunicación con animales tan
primitivos eran un error.

¿El perdón es aún posible? Después de que el Grigori fuera exiliado, había tratado de
hacer todo lo mejor posible. La Tierra se convirtió en su hogar. Él sabía que no volvería a
ver el cielo otra vez. La idea de que podría ser perdonado ni siquiera había pasado por su
mente hasta el día en que vio por primera vez al muchacho en el ejido.

Dio otra bocanada a su cigarrillo y retuvo el humo en sus pulmones. Allí estaba él,
ocupándose de sus propios negocios, mirando las latas disponibles a través de la basura,
cuando lo percibió, claramente a través del ejido podía sentir la presencia del chico. Había
encontrado otros a través de los siglos, pero ninguno había tenido ese tipo de efecto
sobre él. Aarón era especial. Él era diferente.

Zeke lanzó el humo de sus pulmones en una nube ondulante. El cigarrillo se terminó y
lanzó el filtro al suelo. Quería otro y consideraba pedirle a un vecino hasta que se los
comprara. Recordó que él ya debía cigarrillos a varias personas en el edificio. Él tendría
que ahogar el impulso de fumar.

-¿Qué le iba a decir a Él, al Creador?-, se preguntó mientras cogía la botella. -Lo siento por
ensuciar las cosas-, murmuró, y tomó un poco de whisky.

Dejó la botella contra su estómago y miró hacia el techo, concentrándose en una mancha
de agua que le recordó a Italia.

¿Decir que lo sentía sería suficiente?

Zeke escarbó a través de la espesa niebla de la memoria para encontrar lo que era estar
en su presencia. Cerró los ojos y sintió que le inundaba el calor de su recuerdo. Si sólo
hubiera una manera de estar de nuevo de pie ante el Padre de todas las cosas y pedirle
perdón.

Abrió los ojos y se llevó los dedos a la cara. Tenía las mejillas mojadas por las lágrimas.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Patético-, murmuró, disgustado con su espectáculo emotivo. -Las lágrimas no me van a


hacer un poco más bueno -, dijo en voz alta cuando levantó su botella para beber. Inclinó
la cabeza hacia atrás y bebió con grandes tragos. Eructó en voz alta, un sonido que
pareció sacudir las vigas. -Debería, pienso, empezar a repartir consejos de maquillaje,- dijo
con sarcasmo.

El olor de repente lo golpeó. Olía a humo. Y no era del tipo que desesperadamente
ansiaba. Algo se estaba quemando.

Se levantó de su cama y caminó descalzo por la habitación hasta la puerta. Si María la


Gorda iba por el pasillo usando su cocina con grasa de nuevo, todos estaríamos en
problemas. La mujer podía quemar el agua, pensó mientras abría la puerta del pasillo.
Una explosión de aire le golpeó en el cuadro de la puerta y se tambaleó hacia atrás,
usando los brazos para protegerse la cara. El salón estaba ardiendo y rápidamente se llenó
de humo.

El pánico se apoderó de él, no por su propia seguridad, pues estaba casi seguro de que las
llamas no podían matarlo, pero la seguridad de las otras pobres almas que llamaban a
Osmond su casa.

Se tambaleó hacia el pasillo, con la mano sobre su boca, protegiéndose de los remolinos
de nubes nocivas del aire. Había una alarma de incendio al final del pasillo, recordó. Si él
pudiera llegar hasta ella, tendría una oportunidad de salvar algunas vidas.

Zeke se pegó contra la pared, tanteando el camino en toda su longitud.

Podía oír los gritos de quienes se encontraban atrapados dentro de sus habitaciones por el
intenso calor.

El humo era cada vez más espeso. Se puso a cuatro patas y comenzó a gatear. El suelo de
madera se estaba poniendo caliente al tacto, formándole ampollas en la piel de las
manos y las rodillas mientras se movía constantemente hacia adelante. Él no podía estar
lejos ahora.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Zeke miró hacia arriba, con los ojos quemados y lagrimeó tratando de discernir la forma
de la alarma en la pared y fue entonces cuando los vio. Había dos de ellos, poco a poco
abriéndose paso entre el humo y el fuego.

Trató de gritar, pero lo único que conseguía era una serie de tos que le reventaba los
pulmones.

El humo se separó y emergieron justo delante de él, llameantes espadas preparadas, con
las alas lentamente avivando las llamas.

-Hola, Grigori, - dijo el ángel que Zeke temía haber reconocido como uno de los que
habían ayudado a romper sus alas hace mucho tiempo.

-Hemos venido a atar cabos sueltos, - dijo el otro.

Ambos sonrieron amenazantes hacia él.

Y Zeke se dio cuenta de que el horrible incendio era la menor de sus preocupaciones.

Aarón guardó su coche en el garaje de su casa en la calle Baker poco después de las
nueve. Apagó el motor y se preguntó si tenía la fuerza para salir del coche y entrar en
casa.

Decir que estaba agotado era subestimarlo. Era la primera vez que regresaba al hospital
veterinario desde sus destrezas de lenguaje-, ¿cómo había dicho Zeke?-florecido.

Había sido una locura desde el momento en que cruzó la puerta, justos de tiempo. La
documentación estaba retrasada y la sala de espera estaba llena de una gran variedad de
perros y gatos, cada uno con su propio problema. Había incluso un loro con un ala rota y
una tortuga en una caja con algún tipo de hongo en el casco.

Él se puso a trabajar inmediatamente, asegurándose de que todo el mundo había llenado


el papeleo apropiado y pidiendo disculpas por el retraso.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Y fue como si los animales pudieran sentir su capacidad de comunicarse con ellos. Cuando
intentó conversar con sus dueños, las mascotas intentaban de todo para llamar su
atención. Un cachorro Beagle, llamado Lily, corría sin cesar sobre su pelota favorita. Bear,
una mezcla de labrador y pastor, negro, tristemente le dijo que ya no podía correr muy
rápido debido a sus caderas. Un gato Angora blanco llamado Duquesa maulló
patéticamente en su jaula de transporte que se sentía perfectamente bien y no necesita
ver a un médico. Una historia probable, Aaron reflexionó, y probablemente compartida
por la mayoría de los animales en espera.

Fue constante: alguien o algo estaba parloteando con él desde el momento en que había
entrado en el lugar. Aarón no estaba seguro si era científicamente posible, pero estaba
convencido de que su cabeza iba a explotar. Todo en lo que podía pensar era en su cráneo
como si fuera un globo lleno de demasiado aire. ¡Bang! No más globo…

Aarón salió del coche con un gruñido cansado. Hubiera sido completamente feliz de haber
pasado el resto de la noche en el coche, pero tenía hambre. Puso su mochila en la espalda
y comenzó el viaje doloroso a la casa.

Sonrió al recordar cómo había impedido a su cerebro estallar en el trabajo. Los animales
habían sido su ejercicio, Michelle lo tenía corriendo tras camiones, bajaba y subía, ida y
vuelta a las perreras, quería la documentación y que limpiara sus salas de examen para
traer el próximo paciente. Y ahí estaba él, a punto de estallar, cuando pensó en ella. Pensó
en Vilma y una especie de calma pasó sobre él. El parloteo de los pacientes se convirtió en
nada más que un monótono ruido de fondo, y él fue capaz de terminar la noche con un
mínimo de estrés. Sólo pensaba en su cara sonriente, junto con lo que había dicho en el
coche, y fue suficiente para calmarlo y liberar la presión interna.

-Tal vez le envíe un correo electrónico después de comer-, pensó con una sonrisa.
Hubo un estruendo amenazador por encima de él y miró hacia arriba. Gruesas nubes
grises como el metal líquido ondulaban en el cielo nocturno, a punto de borrar por
completo cualquier rastro de la luna y las estrellas.

Parece que tendremos una tormenta muy grande, pensó mientras volvía su atención en
buscar la llave de la puerta trasera.

El grito en el interior fue espeluznante.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aaron apresuradamente abrió la puerta y entró corriendo en la casa.

-¿Mamá?- Gritó. Dejó caer su mochila en el suelo.

Hubo otro grito, agudo y lleno de terror. Era Stevie. Aaron estaba seguro de eso. Corrió
por el pasillo en busca de sus padres adoptivos y su hermano.

-¡Mamá! - La llamó de nuevo mientras corría por la cocina. -¡Papá!

Más gritos.

Encontró a su familia en la sala de estar, acurrucada en el suelo delante de la televisión,


que mostraba sólo una imagen estática. Lori cargaba a Stevie en sus brazos, meciéndolo
de de atrás hacia delante, arrullaba al niño y le decía que todo iba a estar bien. Gabriel
estaba al lado de ellos, su cola rígida, el pelo erizado.

-¿Qué pasa con él? - Preguntó Aaron. Nunca había visto a Stevie tan agitado.

-¡Ya vienen! - Gritó el niño una y otra vez. -¡Ya vienen! ¡Ya vienen! ¡Ya vienen! -Sus ojos
estaban en blanco, la saliva espumosa burbujeaba desde las comisuras de su boca.

-Ha estado así durante media hora,- dijo Tom, con pánico en su voz. Acarició los cabellos
húmedos de su hijo por el sudor. -¡No sabemos lo que está tratando de decir!

-¡Ya vienen! ¡Ya vienen! ¡Ya vienen! - Stevie gritó mientras se esforzaba por liberarse de
los brazos de su madre.

-Yo... creo que deberíamos llamar al 911,- balbuceó Lori. Había lágrimas en sus ojos
cuando ella miró a Aarón y a su esposo.

Tom pasó una mano temblorosa por su rostro.

-No lo sé... Yo no lo sé. Tal vez si esperamos un poco más de tiempo…

137
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón se volvió de sus padres para encontrarse con Gabriel, pero estaba de pie inmóvil. El
perro miró hacia el techo y olfateó el aire. Él empezó a gruñir.

-¿Gabriel? ¿Qué te pasa, muchacho? ¿Qué hueles?

Un trueno sacudió la casa desde el techo hasta los cimientos. Las luces parpadearon
brevemente, y luego la corriente dejó de funcionar por completo, sumiendo a la casa en la
oscuridad.

-¡Ya vienen! ¡Ya vienen! -El niño siguió gritando sin consuelo.

-Algo malo, - dijo Gabriel con una actitud amenazadora en su lomo. -Eso es lo que Stevie
está tratando de decir. Algo malo está por venir.

138
Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
10

Hubo otro trueno y las ventanas de la sala de estar temblaron con el estruendo dejando a
todos nerviosos. Aarón comenzó a experimentar la misma sensación abrumadora de
pánico que había sentido en la oficina de orientación al estar cara a cara con Camael.

-Tenemos que salir de aquí, - dijo, mirando al techo. -Nosotros... debemos llevar a Stevie
al hospital inmediatamente.

Las palabras de Gabriel resonaron en la cabeza de Aarón. - Algo malo está por venir.

-No lo sé, Aarón, - dijo Lori. - Parece que se tranquilizó. - Miró a su hijo, ya no había la
incertidumbre y el miedo en sus ojos.

Los gritos de Stevie realmente disminuyeron. Su voz se había puesto ronca, pero todavía
intentó llevar a cabo su advertencia.

Tom se inclinó y besó la cabeza del muchacho. -Nunca lo había visto así antes, tal vez
Aarón está en lo cierto. Quizás debemos llevarlo, por si acaso.

139
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Vale, vamos a coger mi coche, -dijo Aarón antes de que él y Gabriel entraran a la cocina a
oscuras.

-Él no lleva calcetines -oyó decir a su madre detrás de él. - Déjame ir arriba y conseguir un
par de zapatillas y calcetines. Probablemente debería llevar su abrigo, también, por si
acaso...

-No tenemos tiempo para eso, mamá, - gritó Aarón. Su pánico estaba intensificándose.-
Tenemos que salir de aquí ahora mismo.

Cada fibra de su ser le gritaba para escapar, dejarlo todo y correr tan rápido como pudiera
en la noche. Le tomó hasta la última gota de su auto-control no dejar a sus padres y a su
hermano pequeño atrás. Nada le haría hacer eso, a pesar de lo que sus sentidos le decían.
Después de tantos tumultuosos años en el sistema de adopción, los Stanleys eran las
únicas personas, la única familia, que se había quedado con él, lo llenaban de amor, y lo
más importante, aceptación...

Su padre adoptivo se acercó por detrás. -Tranquilo, chico. Él va a estar bien. No hay razón
para volverse loco como tu madre. Me pondré los zapatos y vamos a estar fuera de aquí
en poco tiempo.

-No hay tiempo,- dijo Gabriel de pronto, mirando la puerta de la cocina.

¡Clack!

Todos saltaron por el sonido repentino del cerrojo de la puerta de la cocina cuando se
deslizó como movido por alguna fuerza invisible.

-¿Qué diablos es eso? - preguntó Tom, tratando de estar alrededor de su hijo.

-Marcharos,- dijo Aarón con fuerza. -Coge a mamá y a Stevie y salid por la puerta
delantera.

La puerta comenzó a abrirse lentamente con el silbido agudo que Tom había estado
intentando arreglar con aceite desde el verano, y tres hombres entraron con una ráfaga
de viento de gran alcance. Los sentidos de Aarón se agudizaron demasiado rápido e hizo

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

una mueca de dolor por su intensidad. Él sabía lo que eran estos hombres. No eran
hombres.

Eran ángeles.

Estaba fascinado por la forma con la que se movían. No entraron andando en la casa sino
como deslizándose, con ruedas o una cinta transportadora.

-¿Qué es esto? - Gritó Tom Stanley, empujando a Aarón fuera del camino. -Lárguese de mi
casa. - Dijo antes de que entraran a la sala.

Sucedió rápidamente. Tom avanzó, con los puños apretados, con la intención de defender
su hogar y su familia. De pronto salió fuego de las manos de uno de los invasores y su
padre se tambaleó hacia atrás, cubriéndose los ojos al caer al suelo.

Aarón no podía creer lo que estaba viendo. Era como su sueño. Los tres invasores tenían
espadas. Las espadas eran de fuego.

-¡Llama a la policía!- Gritó su padre mientras se esforzaba por levantarse.

Aarón corrió a ayudarlo.

-¡Levántate! Tienes que coger a mamá y a Stevie y salir de aquí.

Uno de los invasores avanzó lentamente hacia ellos, con la cara extrañamente iluminada
por la luz de su arma. Había algo inquietante sobre el aspecto que tenía, lo miró mientras
caminaba. Eran mortalmente pálidos, casi luminiscentes en su blancura, y sus rasgos eran
perfectamente simétricos, demasiado perfecto. Aarón sentía como si estuviera mirando a
maniquíes cobrando vida.

-¿Os hemos asustado, simios? -dijo el invasor con una voz como la de las uñas corriendo
por una pizarra. -¿Nuestra presencia os hace temblar?

-¡Aléjate de ellos! - Lori gritó desde la puerta de la sala de estar.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

En sus brazos cargaba el débil y casi catatónico Stevie, con sus ojos grandes y vidriosos,
como platillos. Gabriel junto a ellos, se puso tenso, y les impedía entrar en la cocina.

Aarón atrajo a su padre a sus pies y lo empujó hacia la sala de estar. El desconocido
levantó la espada de fuego sobre su cabeza. Las alas moteadas con manchas de café se
abrieron espectacularmente en su espalda. Aarón y su padre se quedaron inmóvil,
impresionados por la visión de algo que antes se pensaba era puramente mito o ficción.

El ángel estaba dispuesto a derribarlos. -Somos Los Poderosos, los heraldos de tu


perdición. ¡Míranos con temor!

La hoja de fuego comenzó su descenso, y Aarón se puso delante de su padre para detener
el golpe. De repente hubo una ráfaga de movimiento y un color amarillo y blanco borroso
pasó por su lado con una gracia sobrenatural, aterrizó delante de la espada que manejaba
el atacante y gruñó ferozmente.

Gabriel.

-¡No! - Gritó Aarón mientras veía al invasor sobrenatural estocando a su amado amigo.
Las mandíbulas del perro tomaron la muñeca del ángel con un crujido húmedo, como el
sonido del apio al ser aplastado entre unos dientes. Aarón hizo una mueca por el sonido
solo de imaginar el dolor.

La espada de fuego cayó de las manos del ángel que se disipó en un instante antes de que
pudiera tocar el suelo y la criatura comenzó a gritar. El sonido era como nada que Aarón
había escuchado antes, parecía en parte un graznido, en parte a la canción de las ballenas,
y en otra parte a chirrido de frenos.

-¿Que está pasando? - Preguntó Lori en voz alta, agarrada a su niño.

-¡Tenemos que salir de aquí! - gritó Tom cuando se abalanzó hacia su familia y los envolvió
con sus brazos protectoramente.

Gabriel colgaba de la muñeca del ángel, gruñendo y mordiendo, como si tratara de


separar la mano del brazo. El ángel parecía sorprendido por la ferocidad del ataque del

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

animal. Los otros dos, que no se habían involucrado, se acercaban para evaluar la
situación de su compañero.

-¡Me duele, hermanos! - Se lamentó el soldado de Los Poderosos cuando él trató


frenéticamente de soltarse sacudiendo a Gabriel. - El animal no es como debería ser. ¡Ha
sido cambiado!

El ángel agitó su brazo salvajemente y finalmente Gabriel lo soltó, cayendo al suelo.

-¡Gabriel, ven! ¡Ahora! -gritó Aarón.

El labrador se quedó donde había aterrizado, en cuclillas, enseñando los colmillos y


gruñendo a los ángeles. Una sangre negra y espesa, como el aceite de motor, caía de las
heridas del ángel, formando charcos en el reluciente suelo amarillo.

-¡No! -dijo el perro entre gruñidos. - Sal con mamá, papá, y Stevie . Voy a mantener a
estos animales aquí.

Aarón se encabritó. -¡No voy a dejarte!,- gritó.

Pero él sabía que cada segundo contaba. Aarón recogió rápidamente a su familia y los
llevó hacia el pasillo. Trataría de salir por la puerta delantera hacia su coche y luego
volvería por su amigo.

Entraron por la puerta de la cocina y se detuvieron. Otro ángel estaba de cuclillas en el


pasillo, sus ojos brillaban húmedamente en la oscuridad. -No van a ninguna parte,
estúpidos simios,- susurró él.

Una ráfaga de poderoso viento azotó la casa desde el exterior y crujió y gimió con la fuerza
del golpe. Aarón se puso tenso, sintiendo que algo malo estaba por llegar. La puerta de la
entrada estalló de forma explosiva, arrancada de sus goznes, prácticamente aplastando al
ángel de cuclillas contra la pared, y conduciéndolo a él y a los suyos de regreso a la cocina
en una lluvia de escombros.

Aarón se protegió los ojos de los trozos de madera que volaban, y cuando levantó la vista
vio que otro de ellos estaba en la puerta, un ángel con el pelo largo y blanco. La forma en

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

que estaba parado, la manera en que él miraba y por su postura, Aarón estaba seguro de
que estaba en la presencia del líder, el que Zeke había llamado Verchiel.

El recién llegado ladeó la cabeza de manera extraña y analizó a todos los que estaban
delante de él. Otros entraron en la casa detrás de su líder: todos con el color pálido de
muerte, todos con el mismo tipo de ropa.

Debía de haber rebajas en alguna parte, pensó Aarón perversamente, a punto de reírse.
Los ángeles seguían muy de cerca a Verchiel mientras avanzaban por el pasillo como si le
pertenecieran, y Aarón obligó a su familia a regresar a la cocina, fuera de su camino
destructivo.

-¿Que ha ocurrido aquí? - preguntó Verchiel con una voz baja y melódica que era casi
agradable al oído.

El soldado de Los Poderosos tendió el brazo herido a su amo y desvió la mirada. -El animal
ha sido alterado.

Verchiel se dirigió hacia ellos, hacia la familia, una mirada oscura sobre Gabriel, y se
retiraron a la sala de estar.

-Aléjate de mi familia, -gruñó el perro amenazante, enseñando los dientes y situándose a


sí mismo entre los Stanley y el líder de los ángeles.

-¿Él te ha hecho esto? - preguntó Verchiel con incredulidad, mirando al perro de Aarón. -
Es peor de lo que había imaginado, - susurró. - Los Nefilim han extendido su mancha a una
bestia humilde.

-Yo no soy humilde, - gruñó Gabriel, y saltó hacia su nuevo adversario.

En un instante, aparecieron poderosas alas de la espalda de Verchiel y aplastó


violentamente al perro.

El animal aulló de dolor al golpear la pared del fondo, cerca de la ventana, y estrellándose
contra el suelo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¡Mira el daño que ya has ocasionado, monstruo! Es por eso que hay que actuar, - gruñó
Verchiel, y sus alas lentamente aletearon. - Eso es por lo que los impuros deben de ser
purgados de este mundo. - El ángel hizo una pausa, considerando lo que había dicho antes
de continuar. -Pero si se permite que persista, las consecuencias serían inconcebibles.

Aarón dejó a su familia para ir al lado de su perro. -¿Estás bien? – Preguntó

Gabriel se puso en pie y sacudió su cuerpo con fuerza, arrojando los efectos de su lesión
como el agua. -Estoy bien, Aarón,- dijo el perro, fijando su mirada en Verchiel. -Y no voy a
dejar que te haga daño.

Aarón lo puso de pie y dio unas palmaditas en la cabeza de su perro. -Está bien, esto se ha
acabado.

Gabriel se quedó mirando a su amo, una expresión burlona en su rostro canino.

Aarón se dirigió a Verchiel. -No importa lo que piensas... No soy un peligro para ti o tu
misión.

Verchiel inclinó la cabeza hacia un lado mientras escuchaba.

Por el rabillo del ojo, Aarón pudo ver que más soldados angelicales se habían metido en la
habitación para rodearles a él y a su familia. Él no reaccionó. No quería mostrar ningún
signo de agresión.

-Todo lo que has oído o percibido de mí es mentira. No quiero tener nada que ver con los
Nephilim o la profecía loca que viene con ello. Ya se lo dije a Camael, yo renuncié a ello.
Dije que de cualquier modo esto no va a ser parte de mi vida, - afirmó Aarón con firmeza. -
Por favor, dejen a mi familia y a mí solos.

Verchiel sonrió y Aarón recordó que estaba en presencia de algo inhumano.

-Camael cree que tú eres el Elegido, - dijo Verchiel con aire de suficiencia, moviendo la
cabeza de un lado a otro.

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-Estás equivocado, -respondió enfáticamente Aarón. -No quiero nada más que llevar una
vida normal.

-Él cree que tú eres aquel cuya venida fue anunciada en una antigua profecía, que va a
reunir a los ángeles caídos con Dios.

Aarón sacudió la cabeza con fuerza, acordándose del viejo con los ojos cubiertos por
cataratas de su sueño. -No sé nada sobre eso y no quiero saberlo.

-Los criminales,- escupió Verchiel. -Los que lucharon junto a los Ángeles oscuros contra el
Padre durante la Gran Guerra y huyeron, los que desobedecieron a sus órdenes sagradas,
esos son de los que hablan los antiguos escritos. Si esta profecía da sus frutos, serían
perdonados.

Aarón no dijo nada. Miró a sus padres, que estaban reunidos con Stevie, los soldados de
Verchiel los rodeaban con sus armas de fuego. Parecían estar en shock. Quería decirles
cómo lo sentía por traer esto sobre ellos. Confiaba en que habría tiempo para eso más
tarde.

Verchiel sacudió la cabeza. -¿Te imaginas al Todopoderoso mirando con buenos ojos el
subproducto de un ángel y de un animal? Es un insulto a su gloria.

-Juro que no tienes nada que temer de mí,- dijo Aarón. -Por favor, dejadnos en paz.

Verchiel se echó a reír, o al menos Aarón creía que era una risa. Sonaba más como el
graznido de algunas grandes aves de presa.

-¿Miedo a qué, Nefilim? - Dijo Verchiel con lo que parecía ser diversión. -No te tememos
ni a nadie como tú. - Una llama naranja destelló en la palma de su mano y comenzó a
crecer. -Los Poderosos tienen la misión de borrar todo lo que pudiera desagradar a
nuestro Señor de Señores. Este ha sido nuestro propósito desde la Creación, y lo hemos
realizado bien durante muchos milenios.

Verchiel empuñaba ahora una enorme espada de fuego, y Aarón oía a Lori jadear. -Es una
pesadilla, -dijo ella en voz baja, -una especie de mal sueño.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Si sólo eso fuera cierto, pensó con tristeza.

Verchiel observaba las llamas del arma en sus manos, sus brillantes ojos de un negro
sólido. -Y cuando nuestra misión por fin sea completada, Él nos dará este mundo y todos
los que viven en él sabrán que para sentarse a nuestro lado la palabra es la ley-. El líder de
Los Poderosos admiraba su arma. -Pero todavía hay mucho por hacer.

Verchiel señaló la hoja a Aarón. -Tú tienes que morir, y todo lo que se ha contaminado por
tu tacto. - Hizo un gesto hacia Gabriel y después a través de la habitación a los padres de
Aarón y Stevie.

-Escucha lo que te estoy diciendo, - declaró Aarón, dando un paso adelante. Dos de los
soldados de Verchiel lo agarraron, y lo pusieron más o menos de rodillas.-Por favor-, le
rogó mientras luchaba contra sus captores.

Verchiel aún apuntaba con su espada hacia Tom, Lori, y Stevie, que había comenzado de
nuevo a revolcarse en los brazos de su madre, gimiendo y llorando por las atenciones del
ángel.

-Ruega todo lo que quieras, Nefilim. No te hará ningún bien. Serás destruido. -Hizo una
pausa, de repente interesado en los gritos del niño. -Todos excepto los de este joven,- dijo
el ángel pensativo.

- Creo que voy a cogerlo.

Verchiel obtuvo un cierto grado de perversa satisfacción al ver al Nefilim retorcerse. ¿Este
era el salvador? ¿El que iba a lograr una paz entre el Cielo y la Tierra de la cual no se había
visto desde el Génesis? Era ridículo y sin embargo, había algo en él.

-Tráeme al niño. -ordenó con un gesto de su mano.

Si alguna vez habría paz, no sería hasta que los enemigos del único Dios verdadero se
convirtieran en cenizas flotando en el viento. Esta creencia, de su propia invención, era lo
único que alguna vez podía llegar a imaginar.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¡Déjalo en paz! – gritó Aarón hacía el que había sido llamado, luchando fuertemente
contra sus captores.

El maldito perro se trasladó desafiante hacia él, la piel de su hocico plegada en un gruñido
feroz. La sangre de los ángeles había teñido su hocico.

-¿Vamos a ver quién tiene la peor mordida? - preguntó Verchiel, y alzó su espada para
golpear el perro.

-¡No! - Gritó el Nefilim. -Vamos, Gabriel. Por favor, ven a mí.

Vacilante, el perro regresó al lado de su amo, gruñendo a los ángeles que lo sostenían. -
Buen muchacho -, le oyó decir Verchiel. -Está bien, todo está bien.

Verchiel decidió que era momento de mostrar al joven lo equivocado que estaba. Hizo un
gesto hacia Uriel, todavía curándose de la herida del animal contaminado del Nefilim.

-El niño, -le ordenó a Uriel. -Que venga aquí.

El ángel lo arrancó a berridos de los brazos de su madre, mientras que Sammael y Tufiel
sujetaban a los padres. La cacofonía de gritos y gemidos puso los nervios de Verchiel en
punta, pero se contuvo. Después de todo, eran sólo animales.

Uriel trajo al niño retorciéndose a Verchiel, que lo agarró por el cabello para un examen
más detenido.

-Este niño, - señaló el ángel herido, - parece estar lleno de espíritu.

Sí, pensó Verchiel, fijándose en la mirada desenfocada del niño. -El niño nos será muy útil-.
Él llevó la espada ardiendo hasta debajo de los ojos del niño y trasladó la hoja de un lado
a otro. Sus ojos seguían el fuego atentamente.

-Un perro tal vez,- dijo en voz alta. - Tienes los ojos de un rastreador.

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Fue entonces cuando el Nefilim comenzó a caminar hacia adelante, y Uriel dio un paso
atrás con el niño en sus brazos.

-Cálmate, Nefilim, -dijo Verchiel en su tono más suave. -Ya te dije, quiero al pequeño, no
le haré daño.

-Hay un gran poder creciendo dentro de éste-, observó Verchiel, estudiando al Nefilim.
Podía sentirlo irradiando peligrosamente del cuerpo del joven.

- Los padres, en cambio, -dijo lentamente, mientras señalaba con su hoja al marido y
mujer. - Ellos son de poca utilidad. Y ya han sido infectados por tu presencia...

Sammael y Tufiel soltaron rápidamente a los dos cuando la llama de la hoja de Verchiel
rugió a la vida y con hambre envolviendo a la pareja en su voraz incendio.

Los padres de Aarón gritaron durante unos segundos, pero le pareció una eternidad. Sus
ennegrecidos esqueletos, quemados hasta el pelo, la piel y el músculo, se desplomaron en
el suelo en un abrazo torpe.

Verchiel lo miró, al parecer saboreando su expresión de completa desesperación. -Ahora-,


dijo, con un indicio de una sonrisa en sus pálidos labios, sin sangre. -¿Podemos continuar?
Gabriel echó su cabeza hacia atrás y comenzó a aullar, y Aarón estaba seguro de que
nunca había oído nada tan triste.

Sus padres estaban muertos, quemados vivos ante sus ojos.

Recordó el día de su cumpleaños, de hecho, cuando estaba de pie y miró el sueño de su


madre en esta misma sala, y el pensamiento de que ella ahora ya no estaba en su vida. Su
corazón se aceleró y casi no podía recuperar el aliento.

El aroma acre de la carne quemada impregnó enfermizamente el aire, y él hizo todo lo


posible para evitar vomitar.

Verchiel estaba diciendo algo, pero él no lo escuchaba. La alarma de incendio estaba


sonando a todo volumen desde el techo por encima de él y apenas lo escuchaba. La

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

imagen de las dos personas que más amaba en el mundo siendo consumidas por el fuego
se repetía ante sus ojos como si todavía ardieran los restos óseos delante de él.

Más preocupante aún, Aarón se preguntó si el fuego utilizado por los ángeles asesinos era
el mismo que el de cocinar o del que salía de las cabezas de los fósforos. Tal vez era un
fuego especial, concediéndoles identificaciones especiales a los funcionarios de alto rango
de las puertas del cielo. Aarón sonrió, más parecido a una mueca de agudo dolor. De
repente soy tan especial, tal vez pueda manejar este fuego también.

Él percibió un movimiento por el rabillo del ojo y desvió la mirada de lo que quedaba de
Lori y Tom Stanley.

Stevie estaba siendo sacado de la casa. El ángel, ¿cómo le habían llamado? se preguntó a
sí mismo. ¿Uriel? Uriel estaba llevando a su hermanito a través de la puerta rota de la
entrada. ¿Pero a dónde? ¿Dónde estaban llevando a su hermanito? No llevaba calcetines
o zapatos. Aarón pensó en tratar de seguirlos, pero fue distraído por la última pesadilla
que se desarrollaba en el centro de la sala de estar.

Era Gabriel.

Cuatro ángeles rodeaban al perro mientras que Verchiel se colocaba por delante. Todavía
tenía la espada en su mano, la que él había utilizado para matar a los padres de Aarón,
para quemarlos hasta los huesos.

Gabriel estaba luchando, echando espuma por la boca y chasqueando las mandíbulas
tratando de sacar una tajada de las criaturas que lo sostenían. Aarón quería animar a su
perro, pero descubrió que simplemente no tenía fuerzas.

Miró de nuevo a sus padres. Incluso los huesos casi habían desaparecido ahora, y se
preguntó si sus huesos se quemarían tan rápido. Algo lo llamó. Podía oír el eco lejano en la
distancia, pero no le ponía ninguna atención. Él estaba ocupado, viendo el fuego terminar
la horrible tarea que había comenzado.

Una vez más lo llamaba, más fuerte, más nítido y Aarón se dio cuenta de que el sonido no
venía desde el interior del cuarto, pero de alguna parte dentro de su cabeza. Se volvió

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

para ver a Verchiel levantar la espada por encima de Gabriel. Parecía estar pasando en
cámara lenta.

¿Cómo es que todo lo horrible parece suceder a cámara lenta? Se preguntaba con un
enorme temor.

Una vez más Aarón escuchó el sonido de su nombre, esta vez mucho más contundente. Y
parte de él se sacudió de su estupor y se dio cuenta de lo enojado que estaba. Cómo
enfurecido. Habían matado a sus padres, quitado a su hermanito. No podía permitir que
también mataran a Gabriel. Pero ¿qué podía hacer? Era demasiado para él soportarlo.

Dos ángeles todavía lo tenían en sus manos. Él estaba de rodillas, con los brazos en su
espalda. Sintió sus manos agarrarle por la cabeza. Querían que mirara, para ver la hoja de
Verchiel quitar la vida de su mejor amigo.

La voz en el interior de su mente seguía instándole en complacerla, no con palabras, pero


con la sensación de la emoción de las primeras. Él sabía qué era lo que lo llamaba. La
última vez que le ocurrió esto, se parecía más a serpientes, y mantuvo los brazos abiertos,
aceptándolo.

Ahora era más viejo, más maduro, más fuerte.

Y por mucho que odiara tener que admitirlo, era parte de él.

Una oleada de fuerza corría por su cuerpo y Aarón se puso en pie, lanzando sus captores
con un poder extraordinario.

Verchiel bajó su espada y miró. -Sólo estas retrasando lo inevitable, - dijo, avanzando
hacia Aarón. -Pero si estás tan ansioso, entonces puedes morir antes que el animal.

Y se cerraron en torno a él. Cada uno de ellos llamaron un arma de fuego, y Aarón arrastró
a sí mismo por su ataque. Estaba dispuesto a morir peleando.

Las ventanas de la sala explotaron hacia el interior, llenando la sala de cristales mientras
que dos más entraban en la sala.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Los Poderosos parecieron estar tan asustados como él. Gabriel se liberó de sus captores y
corrió, jadeando nerviosamente, al lado de Aarón. El ángel llamado Camael despacio se
enderezó en toda su altura, imponente ante la ventana destrozada, una espada de fuego
ardiente estaba en su mano. Y junto él estaba parado un hombre, con su piel chamuscada
en un rojo escarlata y en su mano sostenía lo que pareció ser un bate con múltiples puntas
de seis pulgadas, era el Grigori, Zeke.

- Camael ha estado diciéndome algunas cosas interesantes sobre ti, Aarón,- dijo Zeke con
un reservado guiño, rompiendo el silencio palpable. Él levantó la maza como si se
balanceara en un diapasón.

-Le dije que ya tú eras especial.

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C a pítulo
11

El sonido era más fuerte que un millar de uñas arrastrando a lo largo de una pizarra. Los
Poderosos aullaron su agudo grito de batalla y volaron hacia los defensores de Aarón con
sus armas de fuego. Por el momento, se habían olvidado de él. En sus manos y rodillas
Aarón se arrastró hasta el montículo que aún brillaba de rojo, el montón de tierra que
ahora eran sus padres. Gabriel, en silencio y con tristeza, se trasladó con él. En el montón
de cenizas, Aarón podía ver los cráneos de Lori y Tom ardiendo, sus miradas huecas en un
negro acusatorio.

-Lo siento mucho-, susurró, y llegó con una mano temblorosa hacia la pira de cenizas y
huesos. Él rápidamente se alejó cuando su carne se quemó por la intensidad del calor.

-No es tu culpa-, dijo Gabriel consolándolo. Trató de lamer las heridas de la mano de su
amo.

La intensidad de los gritos lo apartó de sus padres y puso su atención a la batalla que se
libraba en la sala de estar. Aarón fue sorprendido por su ferocidad. Zeke enterró los clavos
que adornan su bate de béisbol en el lado de la cabeza de un atacante. El ángel cayó de
rodillas, sangrado cuando Zeke golpeó el bate con un gruñido y lo golpeó una vez más

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

antes de que pudiera recuperarse. Entonces, satisfecho con la muerte que había forjado,
el ángel caído dirigió su atención salvaje a otro atacante.

Los movimientos de Camael eran hipnotizantes, borrosos. Se movía entre Los Poderosos,
cortando y acuchillando, la espada de fuego pasaba por su carne con facilidad
perniciosa. Era como ver la belleza de una danza compleja, pero con resultados
mortales. Aarón podía ver que él estaba luchando contra su camino hacia Verchiel, que
simplemente estaba de pie, con arma en mano, esperando pacientemente mientras sus
soldados lucharon y murieron a su alrededor.

La escena espantosa de violencia se revolvió dentro de Aarón. Podía sentir que todo
estaba enturbiándose en su interior, mucho más fuerte que antes, como si tuviese muchas
anguilas eléctricas debajo de su carne. Se estaba emocionando por la batalla, las vistas, los
sonidos y los olores.

Y entonces vio, como Verchiel lo miraba fijamente desde el otro lado de la sala. Las
ventanas de la nariz del ángel aletearon, como si oliera algo en el aire. Él gruñó y comenzó
a moverse hacia Aarón.

-Quiere salir, Aarón-, dijo Gabriel a su lado. Lo olfateó arriba y abajo. -Está dentro de ti y
quiere salir.

Aarón no podía apartar los ojos del ángel que lo acechaba a través del cuarto.

Gabriel de repente pasó la lengua por su cara y, lo sorprendió, Aarón miró al perro.

-Lo que hay dentro de ti está dentro de mí-, explicó Gabriel. -Puedo sentir tu lucha, pero
no puedes mantenerlo bajo llave.

Verchiel estaba casi sobre ellos.

Poco a poco Aarón se puso de pie, con los ojos fijos en la forma siniestra del ángel que se
movía inexorablemente más cerca. Tal vez debería dejar que me mate, Aarón pensó. Era
una opción que debería haber considerado antes que sus padres se convirtieron en
ceniza. Tal vez si le hubiese ofrecido su vida, sacrificarse, el líder de Los Poderosos no los
hubiera matado.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Déjalo en libertad, antes de que sea demasiado tarde-, oyó decir a Gabriel con pánico en
su voz.

Verchiel se detuvo delante de Aarón. -Todo llega a su fin cuando estés muerto-, gruñó. Él
levantó su arma y Aarón miró sus ojos negros sin vida, sabía que incluso si se hubiera
ofrecido, el horrible destino de su familia no habría cambiado.

Podía sentir el calor de la espada de Verchiel sobre su rostro, cuando se acercó. Algo
bloqueó su descenso. El fuego de la espada estalló violentamente al cortar a través del
bate de madera, sacudiendo Aarón de su parálisis.

-¡Sal de aquí, muchacho!-, le gritó Zeke cuando sacó la mitad todavía humeante del bate y
la rompió tan duro como pudo en la cara de Verchiel. Verchiel se sorprendió del golpe del
ángel caído, pero sólo por un instante. Una línea de sangre negra escurría de la nariz
aguileña para teñir sus labios y dientes perfectos.

Aarón y Gabriel se lanzaron a Verchiel, la intensidad de su ira les engañó al pensar que
podían ayudar a su amigo. Pero las alas de Verchiel atacaron de nuevo, y el torrente de
aire repentino los arrojó hacia atrás.

Verchiel agarró a Zeke por la nuca y lo levantó del suelo con una fuerza inhumana. -¿No
fue suficiente con tomar tus alas y la vida de tus sucios hijos? Ahora quieres que ponga fin
a tu vida?

-¡No!-. Gritó Aarón.

Zeke luchó, el pedazo de bate se cayó de su mano mientras se retorcía. –Tú tienes que
vivir, Aarón,- dijo con voz tensa por el dolor.

-Que así sea-, espetó Verchiel mientras pasaba su espada de fuego por la espalda de Zeke
en una explosión que chispeó sangre hirviendo y vapor. Zeke gritó, echó la cabeza atrás en
un gemido de agonía y dolor.

Aarón se lanzó en Verchiel y agarró el brazo en un poderoso agarre. -¡Hijo de puta!-,


gritó. -¡Lo has matado! Tú mataste a mis padres, hijo vicioso de una...

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Suéltame, suciedad-, dijo Verchiel, arremetiendo con un golpe que envió a Aarón a toda
velocidad por la habitación. Cayó sobre el sillón en la esquina de la sala de estar, rebotó y
cayó al suelo. Él luchó para permanecer consciente.

A través de los ojos borrosos por las lágrimas, Aarón vio imágenes del cuerpo de Zeke con
la espada de Verchiel que sobresalía por su pecho y cayó de rodillas. Un grito como el
llanto de las águilas llenó el aire, y Camael corrió desde el otro lado de la habitación
blandiendo su espada limpiando el camino hacia Verchiel. La mirada en su rostro era
salvaje.

Gabriel corrió hasta al lado de Aarón, tirando de su ropa. –Levántate-, dijo entre
estirones.-Tienes que liberarlo. Si no, vas a morir. Todos vamos a morir.

Aarón se puso de pie y se tambaleó hacia Zeke mientras Camael y Verchiel luchaban
ferozmente, sus espadas ardiendo más calientes, más blancas, cada vez que chocaban. Se
puso de rodillas junto al antiguo Grigori y tomó su mano entre las suyas.

-Vas a estar bien-, le dijo Aarón, con los ojos fijos en el agujero negro en el centro del
pecho del ángel caído. -Voy a ... te ayudaré. Espera y ...

Zeke le apretó la mano y Aarón retiró su mirada de la herida para mirar sus viejos ojos.

-No te preocupes por mí, niño-, dijo Zeke en un susurro. –No hay nada que puedas hacer
excepto...

-¿Excepto qué?-. Preguntó Aarón, acercándose a la boca del ángel. -¿Qué puedo
hacer? Dime.

Una explosión sonó desde arriba y Aarón instintivamente lanzó su cuerpo sobre Zeke para
protegerlo. Mientras contemplaba a través de una nube de polvo de yeso y la caída de
escombros, vio que Camael y Verchiel habían seguido su lucha a través del techo hacia el
cielo. Oía sus gritos estridentes que resuenan en la noche como una tormenta.

-Hay que hacerlo realidad, Aarón-, dijo Zeke, tirando de la atención del chico del agujero
que por encima de ellos. -Por el bien de todos los que han caído...

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El agarre de Zeke en su mano era intenso, y Aarón se llenó de una enorme tristeza. Podía
sentirlo en su interior una vez más, el poder agitándose en el centro de su ser. Pero él no
quería liberarlo, pues sabía que la liberación sería decir que todo lo que era y todo lo que
alguna vez soñó con ser sería cambiado para siempre.

-Tienes que hacer que suceda-, dijo el viejo.

La presencia volcó y rodó dentro de Aarón, luchando contra las restricciones que había
impuesto. Y sabía que, sin importar lo mucho que se esforzara en negarlo, no podía evitar
su destino por más tiempo. Poco a poco, gradualmente, bajó la guardia, y el poder se
lanzó hacia delante tal como había salvado aquel el día a Gabriel. La energía pasó a través
de él, una fuerza sobrenatural hizo palpitar cada célula de su cuerpo con vigor.

Aarón abrió los ojos y miró a su amigo, y el ángel caído estaba sonriendo.

-Es cierto-, murmuró el Grigori. -Todo es verdad.

Aarón se sentía como si él también estuviese en llamas, ardiendo por dentro. La presencia
irradiaba de su cuerpo en arcos y no estaba seguro si sólo la carne sería capaz de contener
su poder, y todavía seguía creciendo.

Su piel se sentía como si se estuviera derritiendo. Arrancó su ropa, arrancó la camisa para
contemplar su cuerpo desnudo que con toda seguridad fue incendiado. Extrañas marcas
negras estaban sangrando a través de su piel expuesta desde lo más profundo de su
ser. Con una mezcla de fascinación y horror, los vio aparecer por todo su cuerpo. Parecían
marcas tribales, tatuajes usados por algunos cientos de temibles guerreros primitivos hace
miles de años.

-¿Qué es ... lo que me está pasando?- Le preguntó con temor.

Gabriel se tumbó en el suelo y se quedó cerca, con los ojos llenos de asombro. -Deja que
suceda, Aarón-, dijo para consolarlo. -Todo va a estar bien.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Había un dolor agudo, un dolor insoportable en la espalda de Aarón. -Oh Dios-, dijo sin
aliento por la agonía continuó intensificándose. Manchas rojas de la inconsciencia
inminente florecieron ante sus ojos.

Pasó la mano sobre los hombros, agarró violentamente su espalda. Sus dedos tocaron dos
puntos sensibles a ambos lados de sus hombros: dos cosas crecían parecidas a un bulbo
que pulsaban con cada frenético golpe de su corazón. La presión dentro de ellos estaba
creciendo. ¡Tengo que dejarlo salir! Se pasó las uñas por las protuberancias carnosas, y
tenía las manos mojadas, de repente la piel se dividió y se abrió con un sonido muy
parecido a cuando rasgas la tela.

Aarón gritó largo y tendido en una mezcla de dolor y alivio cuando un apéndice lleno de
plumas salió de su espalda, desplegando lánguidamente en toda su extensión plena y
gloriosa.

Sin aliento, miró por encima del hombro en completo asombro.

Alas.

Las alas son de color negro sólido, como los de un cuervo, y brillaban húmedamente. Los
músculos que nunca había sentido antes se apretaron con fuerza y se relajaron, las alas
comenzaron a batir, agitando el aire. Bajó la vista a las marcas extrañas que cubrían la
carne de su cuerpo, y una extraña calma pareció pasar sobre él, entonces tuvo la
sensación de que había logrado por fin una serenidad que había luchado por encontrar
durante casi toda su vida.

Por primera vez, Aarón Corbet se sentía entero, era completo.

Gabriel estaba sentado mirando y esperando. Apenas podía contener su entusiasmo, su


cola se movía con furia sobre el piso. -¿Estás bien?-. Preguntó el perro.

-Nunca me he sentido mejor-, dijo Aarón, y miró a través del agujero en el techo. Podía
ver las figuras de Los Poderosos, ellos se precipitaron y se entretejieron como murciélagos
a través del cielo nocturno en combate aéreo con Camael.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

La repentina urgencia de unirse a la refriega era embriagadora. Tendió la mano. Vio las
imágenes de las armas pasando por su mente hasta que vio la que le llamaba la atención.

Aarón pensó en esa arma y esa arma solo apareció. Él pensó seriamente y sentía el fuego
centellear en la palma de su mano. El arma crecía, el fuego tomó la forma de una espada
de batalla muy poderosa. Sostuvo la lámina ardiente en lo alto, imaginándose el daño que
esto podría hacer a sus enemigos.

Una vez más miró hacia el cielo arriba y flexionó sus apéndices recién nacidas.

-Tenga cuidado, Aarón-, dijo Gabriel, poniéndose de pie. -Me quedaré con Zeke. Él no
debe estar solo.

-Golpéalos hasta matarlos, muchacho-, dijo Zeke, y le dio los pulgares para arriba.

Y Aarón saltó en el aire, las alas virginales lo levantaron del suelo con facilidad. Como si
fuera algo con lo que había nacido para hacer.

La duda se había ido, ahuyentada por la fe de alguien que había caído. No importa cómo
él lo intentó, no pudo Camael borrar el recuerdo de la cara de Ezequiel. En el cielo sobre la
casa de Aarón, espadas de fuego estaban en pleno combate, infructuosamente trató de
impulsar el recuerdo a un lado y se lanzó al ataque.

Camael gritó al cielo nocturno lleno de tormenta y llegó a Verchiel con su espada de fuego
celestial. El líder de Los Poderosos se lanzó bajo el golpe de la espada y cayó por debajo, lo
que permitió a dos de sus elites para ocupar su lugar en la batalla. Parecía como si el ex
capitán de Camael no quería perder su valor en una batalla con el traidor a la causa.

El ángel Sabriel blandió su arma, una cimitarra que silbó al cortar en el brazo de la
chaqueta de Camael y la carne blanda quedó expuesta. Hizo una mueca de dolor y cerró
sus alas apretadas contra su cuerpo. Luego se dejó caer rápidamente como una piedra,
para alejarse de sus dos atacantes. Y mientras bajaba, azotando el aire a su alrededor,
volvió a recordar al Grigori.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Él había buscado a este Zeke que Aarón le había hablado, esperando que de algún modo el
ángel caído le ayudaría a convencer Aarón de abrazar su destino. Él había seguido la pista
por el olor residual del muchacho hasta un hotel en ruinas, donde se encontró con el
edificio en llamas y el viejo Grigori a punto de ser asesinado por dos de los soldados de
Verchiel.

Sin querer caer demasiado lejos de la batalla actual, Camael extendió sus alas para frenar
su descenso y se arqueó hacia el cielo con tres empujes vigorosos. Los Poderosos llenaron
la noche de gritos ansiosos. El cielo se llenó de ellos, cada uno esperando una oportunidad
para vengarse de la persona que había abandonado su sagrada misión para ir al lado de
los caídos.

Él había ayudado al Grigori contra Los Poderosos, quedó impresionado por la forma en
que el ángel caído se había manejado en la batalla. No podía recordar al Grigori ser todo
un experto en combate, pero por otra parte, la Tierra era un lugar duro y con frecuencia
violento y brutal y hasta los seres celestiales tenían que adaptarse para
sobrevivir. Después de escapar del edificio en llamas, Ezequiel había querido saber por
qué Aarón era tan importante, ¿por qué Verchiel estaba dispuesto a sacrificar mucho para
poder verlo destruido?

Y fue entonces cuando Camael compartió con él la profecía y los difíciles y cansados
rasgos de Zeke, adquirieron una expresión completamente nueva.

Era una expresión de esperanza, la esperanza del perdón, esperanza en la redención, la


esperanza para todos ellos. Y aunque sabía que era más probable que Zeke muriera, no
podía borrar el recuerdo de aquel momento de su mente. Él usó la fe del Grigori como una
especie de bandera, para ahuyentar la duda que le había afectado en los últimos tiempos
y estimular a la victoria contra sus enemigos.

Animado por la esperanza de Ezequiel, Camael giró de forma inesperada, capturando a


uno de los cuatro soldados por sorpresa. Blandió su espada con todo el amor por su Dios
le dio fuerza y cortó la cabeza del ángel con un solo golpe. Él lo vio caer en espiral por
debajo del patio, estallando en llamas al chocar contra el césped suburbano
perfectamente cuidado.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Se imaginó a los humanos en sus casas felices e ignorantes de la guerra sangrienta que
sucede fuera de sus ventanas en el cielo. La magia angelical se utilizó para enmascarar
esta noche el ataque a la casa de Aarón debió ser grande en verdad, pensó, todavía
ocupado con la emoción de la batalla.

Al ver a su compañero muerto, los otros tres huyeron, volando en diferentes direcciones,
y Camael buscó en el cielo su verdadero enemigo, Verchiel. Si su líder cayera, Los
Poderosos sin duda dejarían de luchar, al menos hasta que consigan otro líder. Esto le
daría tiempo para llevarse a Aarón lejos, esconderlo hasta que pueda llegar a aceptar el
giro que ha dado su vida.

Descubriendo su valor, dos de los tres asaltantes descendieron de la cubierta de nubes,


dando sus chillidos sanguinarios de batalla. Camael se dirigió hacia ellos, encontrando su
ataque de frente con un salvajismo que él no había sentido desde la Gran Guerra. Parecían
sorprendidos, suponían que sus años entre los seres humanos lo habían vuelto débil.

Ese no fue el caso en absoluto. Él empuñó su espada como si fuera una extensión de su
cuerpo, balanceándose en un amplio arco, cortando a través de una de las alas, y
destripando al otro. Había una parte de él que despreciaba esto, porque se trataba de
soldados que había dado órdenes una vez, los soldados que lo habían seguido hasta la
más inútil de las batallas si él lo había pedido. Pero había otra parte que se dio cuenta que
eso fue hace mucho tiempo, y él ya no era el mismo ser que los había llevado y que ya no
eran sus soldados. Hubo crueldad en sus ojos, una crueldad que anidaba en la brutal
práctica de la vida. Si se hubiera quedado en como su líder, a él también se le habría
puesto la mirada fría por la superioridad, al igual que Verchiel.

Un sonido de abajo lo distrajo. Él se cernió, montando las corrientes de viento, y escuchó


con cuidado. Había llegado de la casa de Aarón, y el pensamiento horrible que Verchiel
podría haber matado al Nefilim entró en su mente.

De nuevo se oyó el sonido y lo reconoció como lo que era. Fue un grito de guerra, un grito
de guerra.

Desde el agujero en la estructura del techo algo surgió. Se movía a una velocidad increíble,
en alas tan negras como un cielo sin luna. Llevaba un arma de fuego y su carne expuesta

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

estaba cubierta de marcas que Camael reconoció como sigilos angélicos, marcas llevadas
sólo por el mayor de los guerreros del Cielo.

Camael de repente comprendió lo que estaba viendo. Era el portador de la esperanza para
el futuro hecho carne. Aarón Corbet había completado la transformación. Él contempló
con profunda admiración como Aarón se elevó más de cerca. Nunca Camael había visto
algo como esto, tan lleno de energía, y no podía dejar de preguntarse quién de las huestes
celestiales, podría haber engendrado una criatura tan magnífica.

Los ángeles de Los Poderosos se sintieron atraídos por esta nueva criatura como tiburones
en agua llena de sangre. Ellos rodearon a su presa, una breve evaluación de sus
debilidades, y luego atacaron. Y Camael vio con asombro como Aarón se defendió.

El Nefilim fue impresionante para sus ojos, con las alas extendidas él se lanzó sobre el
cielo, arrasando a sus atacantes con celo y sin inhibiciones.

-¿Esto es lo que crees que nos salvará a todos?-. Dijo una voz desde atrás,
sorprendiéndolo.

Camael giró, con la espada en ristre. Esta fue la segunda vez en un día que había dejado a
Verchiel acercarse sigilosamente. El líder de Los Poderosos estaba cerca. En un nivel muy
peligroso.

-Voy a verte muerto y quemado-. Verchiel frunció el ceño mientras empujaba un puñal de
fuego sobre Camael.

Y no pudo hacer otra cosa que aceptar la puñalada, sintiendo el calor del arma romper la
superficie de su carne y empezar a quemarlo desde su interior. El dolor fue repentino y
cegador, y él ni siquiera tuvo la oportunidad de gritar al caer desde el cielo, entregándose
al abrazo negro de la inconsciencia antes de golpear el suelo.

Verchiel vio la caída del traidor hacia el abrazo de la Tierra.

-No tenía que terminar de esta manera-, dijo con pesar. -Este mundo podría haber sido
nuestro si su mente no hubiese sido envenenada por las ideas delirantes de los inferiores.

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Uno de sus soldados gritó lastimeramente, y Verchiel volvió su atención a la batalla aérea.

-El Nefilim-, maldijo, mirando a otro de sus soldados de élite entrar a las proezas de la hoja
de la criatura.

¿Cómo es que este monstruo pelea con tanta fuerza?, se preguntó, mirando con
fascinación perversa mientras se movía a través del aire en alas negras, como si fuese una
segunda naturaleza. Fue difícil para él imaginar que esta pesadilla de unión de la Tierra y
el Cielo se creía meramente humana hace sólo unos pocos días.

Otro de sus soldados gritó en la derrota y cayó del cielo en llamas. El estilo del Nefilim era
crudo, errático, carente de disciplina, sin embargo, luchó con ferocidad desenfrenada
eficaces contra los que no sabían qué esperar. Los Poderosos se habían ablandado a lo
largo de los siglos, no habían probado un buen adversario, pero Verchiel sabía de este
enemigo. Era la personificación de todo lo que había estado luchando, todo lo que él
despreciaba, y anhelaba verlo finalmente vencido.

Para destruir a esta criatura, este símbolo de un futuro pervertido demasiado horrible
para él de imaginar, sería la mayor victoria de todas. Mata a los Nefilim y la profecía se
moriría con él.

Verchiel mostró el puñal que había utilizado para matar a su ex comandante. Con un
pensamiento, el puñal desapareció y convocó otra arma, una que consideraba sagrada. No
había sido utilizada desde su batalla contra los ejércitos de los Morningstar. Llamó a esta
espada que trae la tristeza, y fue sólo la más profunda e importante de las batallas.

Esta iba a ser una batalla.

La espada se materializó en la mano y señaló hacia el reino de los cielos. Y con palabras
arcanas utilizadas por su clase para doblar los elementos a su voluntad, llamó una
tormenta sobre el mundo del hombre de Dios, una tormenta que le ayudará en la derrota
del más horrible de los males.

Una tormenta para lavar la plaga maligna de la profecía.

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C a pítulo
12

La tormenta que cubría su barrio estaba aumentando su ferocidad con nubes oscuras
como el acero, parecían lo suficientemente densas como para tocarlas. Aarón maniobró a
través de ellas, sentía el vapor del agua en su piel desnuda un poco mojada, eso fue como
un tónico energizante para el próxima ataque. Los Poderosos se habían retirado de
repente, las nubes los ocultan y lo más probable es que estén reagrupándose. Aarón supo
que lo tomaran por sorpresa, y él estaba listo.

Miró alrededor, por toda la extensión del cielo sobre Baker Street, tratando de
comprender los acontecimientos de los últimos minutos. Tenía alas. Él estaba volando. Y
se vio involucrado en una pelea por su vida, a cientos de pies por encima de su casa. Era
una locura, parecía un mal sueño. Sin embargo, sabía que era real.

Los Poderosos habían sido implacables, le venían encima por todos lados. Y él había
luchado bien. Con su espada de fuego, luchó como si se tratara de algo que había hecho
todos los días de su vida, como si se tratara de algo que debía hacer.

Una vez que había aceptado la transformación, la presencia de otro mundo había llenado
su mente con un conocimiento increíble. Se acordó de las cosas que él nunca había
conocido. Aarón de pronto conocía a Los Poderosos, no sólo como seres celestiales que se

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

inclinaron sobre la pena y la destrucción, sino como guerreros que en tiempos fueron una
causa noble.

La tormenta tronó y los cielos grises se iluminaron extrañamente por un relámpago. Sus
ojos exploraron las nubes. ¿Más trucos de Los Poderosos?, se preguntó mientras miraba
en busca de signos de un ataque inminente.

Los vientos eran cada vez más fuertes, y fue golpeado por su fuerza mientras continuaba
buscando en el cielo a sus enemigos. Un trueno se sintió desde la parte superior de la
cabeza hasta los pies que sacudió el aire, y los relámpagos iluminaban el cielo. Fue una
tormenta en toda regla ahora, fuertes vientos, relámpagos, lluvia y truenos. Y todavía no
veía a Los Poderosos, estaban en alguna parte escondidos.

Aarón miró con curiosidad hacia el clima agitado por encima de él y se disparó hacia arriba
moviendo sus alas de ébano. Él rompió la nube y miró más allá de la tormenta, hacia su
barrio. No se sorprendió de ver todo en calma, la noche estaba llena de estrellas sobre la
ciudad de Lynn, en todas partes excepto en Baker Street.

Se quedó sin aliento por el dolor repentino cuando algo oculto en las nubes lo agarró por
el tobillo y con saña lo tiró hacia abajo. Atacó a ciegas con su espada y el agarre que había
sobre él fue abandonado, pero no antes de que se encontrara de regreso en la tormenta.

El viento aullaba y la lluvia caía en cortinas. El cielo estaba llorando, el pensamiento lo


distrajo, no sabe de dónde venía esa idea. Y antes de que tuviera la oportunidad de pensar
más en esto, por encima del aullido de los vientos y el siseo de la lluvia torrencial, oyó una
voz poderosa.

-¡Nefilim!

Aarón giró en el aire, en busca de la fuente, pero a sabiendas de que lo sería.

Verchiel surgió de la tormenta, era una vista impresionante, sus alas blancas lo llevaban
con facilidad por el aire turbulento. Mantuvo en alto una enorme espada de fuego que
chisporroteaba mientras la lluvia caía sobre ella.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Aarón miró nerviosamente su propia arma y se preguntó si sería conveniente convocar a


algo más grande.

-Tu tiempo ha terminado-, dijo el líder de Los Poderosos.

La tormenta arreciaba más y Aarón tenía dificultades para permanecer en el aire.

-Acabaré con tu existencia como polvo en el viento-, Verchiel dijo mientras volvía su rostro
hacia el cielo pálido y extendió los brazos.

Relámpagos zigzagueaban desde el cielo, un rayo cayó al lado de la casa de Aarón


mientras miraba con horror.

-¡No!-. Gritó Aarón, luchó contra los vientos huracanados para descender. Gabriel, Zeke,
su mente se aceleró.

Sonó como el chasquido de un látigo enorme cuando otro rayo descendía, y el techo
explotó en un destello blanco y empezó a arder. Tan abrumado estaba que descuidó su
espalda. Sus instintos le advirtieron que no le diera la espalda a Verchiel, pero él no les
prestó atención. Tenía que llegar a sus amigos, si había algo que podía hacer tenía que ser
ahora.

Aarón fue sujetado por detrás, brazos y alas estaban contra su cuerpo. Él vio impotente
cómo su espada cayó de sus manos y se evaporó en el aire.

-Este es sólo el comienzo-, el ángel le susurró al oído con malicia.

El aliento de Verchiel olía a especias y decadencia, e hizo a Aarón querer callar. Forzó
todos los músculos, pero sin éxito. El líder de Los Poderosos obtuvo buenos
resultados. Los poderosos vientos de la tormenta los sacudían, soplando sobre sus
cuerpos como corchos atrapados en una corriente de río. Y todavía luchaba.

Aarón gritó de rabia, sacó provecho de esa emoción que ahora corría por él. Golpeó con
violencia y estrelló su cabeza en un golpe brutal en la cara del confiado Verchiel. Fue justo
lo que necesitaba para aliviar el exagerado control del ángel sobre él, y Aarón fue capaz de

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torcer su cuerpo alrededor. Miró la cara burlona de su agresor, a los ojos de negros
sólidos, y en sus profundidades ilimitadas vio la muerte de miles.

Eran como él, aún niños, inconscientes de la herencia que les había marcado para la
muerte. Aarón podía sentir su dolor, su desesperación, su miedo a lo que se estaban
convirtiendo. ¿Y cómo fue su terror dirigido? ¿Cómo estos seres del cielo y la tierra
ayudaron a comprender sus verdaderos orígenes? Sólo con más horror, como Verchiel y
sus soldados llegaron a ellos. Y ellos fueron asesinados, cruelmente, metódicamente, todo
en nombre de Dios.

La tormenta tronó y Aarón liberó uno de sus brazos y pasó las uñas por la cara del ángel,
arañando uno de esos horribles ojos, negro sin fondo. Verchiel gritó por encima del aullido
de la tormenta, su grito como el de un ave marina. Retrocedió y agarró su rostro herido.

Aarón se apartó de su atacante, pura adrenalina bombeaba a través de su cuerpo, y algo


más. Él por casualidad echó una mirada abajo y vio que su casa estaba en llamas y parte
del techo se había derrumbado. Su ira se intensificó y empezó a gritar, un sonido
aterrador, no puede ser producido por cuerdas vocales humanas.

Verchiel continuó con sus burlas. -Y cuando estés muerto, nos moveremos a través de esta
ciudad como una tormenta de fuego y en todas partes a dónde has ido, todo el mundo
con el que has tenido el más mínimo contacto con todos, serán arrastrados en los
torrentes de fuego.

Aarón se lanzó sobre Verchiel, la espada de fuego se formó en su mano, preparada para
atacar.- Los mataste-, gritó, recordando los rostros de los ángeles que había matado a lo
largo del tiempo, así como a sus seres queridos.

Verchiel bloqueó sus golpes con una rapidez deslumbrante, una sonrisa maligna se
extendió lentamente a través de sus rasgos pálidos. Los cuatro surcos sangrientos que
Aarón había hecho en la cara del ángel ya habían empezado a sanar.

-Sí, lo hice, y es sólo el comienzo-, Verchiel dijo con una sonrisa mientras se defendían con
ferocidad igualable. - Eres una enfermedad, Aarón Corbet-. Verchiel escupió su nombre
como si se tratara de veneno en su lengua. -Y cortaré tu cuerpo de este mundo que has
infectado.

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Aarón voló bajo el ángel y se fue hacia él por detrás. -Toda esta muerte-, comenzó a decir.

Verchiel giró con una rapidez increíble. Aarón apenas logró esquivar la espada del ángel
que pasó sobre su cabeza. Pudo sentir el calor por el cuero cabelludo.

-¿Lo haces en nombre de Dios?-, Preguntó con incredulidad Aarón.

-Todo lo que hago-, dijo Verchiel con un silbido, la furia grabada en su rostro con
cicatrices, -lo hago por él.

-¿Qué clase de dios sirves?- Aarón preguntó, luchando para evitar los ataques del ángel,
con la esperanza de que la ira de Verchiel lo hiciera descuidado. -¿Qué clase de Dios te
permitiría asesinar inocentes en su nombre?

Aarón le dio un golpe en la cara al ángel, haciendo que su cabeza se echara hacia atrás y
hacia un lado. Una emoción malvada le atravesó el cuerpo al ver el retroceso del ángel por
la fuerza de su golpe. Antes de la transformación, no habría durado dos segundos contra
esta fuerza de los locos del Cielo, pero ahora Aarón creía que podría al menos, dar a
Verchiel algo para que lo recuerde.

Verchiel escupió sangre por la boca herida y se abalanzó hacia delante, blandiendo su
espada. Su ataque fue implacable, Aarón se echó hacia atrás y se alejó. Aarón bloqueó el
descenso implacable de la espada, los golpes eran tan fuertes que comenzaron a
fragmentar su propia hoja, finalmente causando que se desintegraran en la mano.

-Ríndete, monstruo-, dijo Verchiel con una voz tan suave como el terciopelo. -Es la
voluntad de Dios-. El ángel estaba dispuesto a reducirlo a la mitad.

Aarón flexionó sus alas y se propulsó hacia Verchiel, golpeó con su hombro en el
estómago del ángel.

Agarró la muñeca de Verchiel, evitando que la espada de fuego lo golpeara en el


descenso.

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-¿Es su deseo el que estás siguiendo, Verchiel, o el tuyo?-. Preguntó al tiempo que
luchaban en las garras de la tormenta.

Verchiel trajo una rodilla y la estrelló contra uno de los costados de Aarón. Sintió que el
aire de sus pulmones explotaba y el agarre de la muñeca del ángel vaciló.

-Yo soy el líder de los Poderosos-, oyó que Verchiel pronunció al tiempo que intensificó el
golpe. -La primera de todas las huestes creada por el padre de todos.

Aarón quería llamar otra arma para defenderse, pero el dolor quemante en el costado y
los pulmones apenas hizo posible que se quedara en pie. Él no quería morir, para
convertirse en otra de las pobres almas que caen bajo la espada de Verchiel.

Verchiel llegó hasta él, con espada en mano. Levantó la gran espada sobre su cabeza. -Sus
deseos, mis deseos-, dijo, con los ojos desorbitados por la sed de sangre.

Los vientos se enfurecían, soplando su espalda mientras Verchiel se preparaba para llevar
la hoja hacia abajo sobre Aarón. -Todos ellos son uno y el mismo-, dijo, luchando contra
los vientos y la tormenta que él mismo había creado.

Aarón débilmente logró tener otra arma para continuar la lucha, cuando hubo un sonido
de explosión que parecía abarcar todo el cielo. Era un sonido que Aarón imaginó podría
haber sido escuchado en los albores de la creación.

Un rayo se arqueó hacia abajo desde el cielo, y se protegió los ojos de la intensidad de su
esplendor. Al igual que el dedo de la mano esquelética de alguna deidad elemental
compuesta enteramente de crepitante energía azul, golpeó la parte superior de la cabeza
de Verchiel, como para mostrar su descontento.

El ángel chilló de dolor cuando el relámpago invadió su cuerpo, a punto de estallar libre
por la planta de un pie. Su cuerpo parecía brillar desde dentro, la boca abierta en un grito
ahogado por el alboroto de la tormenta. Verchiel estalló en llamas, su cuerpo ya no pudo
contener la furia que cursó el poder a través de él. Y, como Ícaro, que había volado
demasiado cerca del sol, cayó desde el cielo.

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-¿Uno y el mismo estás seguro de eso?-. Preguntó Aarón a Verchiel, viendo la forma
ardiente del Poderoso como caía en espiral hacia la Tierra. Luego volvió su atención a los
cielos.

-¿Estás seguro?

Verchiel estaba tendido en un costado en el suelo frío y húmedo, azotado por un dolor
inmenso que nunca había sentido antes. Su cuerpo, estaba quemado, negro por el poder
del rayo, que ardía al enfriarse en el aire de la tarde.

Él dio la vuelta para mirar hacia el cielo donde residía su Maestro.

Las nubes de tormenta se rompían, la magia angelical utilizada para manipular el clima en
toda su furia se fue disipando como volutas de humo arrastradas por el viento.

-¿Por qué?-. Él gruñó, poco a poco levantó el brazo quemado, llegando a una mano e hizo
señas a la noche llena de estrellas. Pero el Creador guardó silencio. Y luego estaban allí, los
fieles de su anfitrión, los que habían sobrevivido, mirando hacia abajo sobre él, sus rostros
vacíos de emoción. Uno se inclinó para levantarlo del suelo, lo llevó sobre sus hombros. Lo
llevaron lejos del campo de batalla, lejos de la escena de su derrota más atroz.

-¿Por qué?-. Preguntó de nuevo, llevado más cerca del lugar donde su padre habitaba,
pero aún así Él no respondió.

-¿Por qué me has abandonado?

El suelo era cada vez más cercano, y Aarón flexionó los músculos recién desarrollados en
su espalda. Sus alas se agitaron una vez más, y luego otra vez para frenar su descenso. Él
aterrizó en una pequeña parcela de césped en frente de la casa, cayendo hacia adelante
en una carrera para llegar a los restos humeantes que había sido su casa.

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-¿Stevie?-. Gritó, corriendo por el sendero que estaba lleno de trozos de tejas y madera
encendida. Tal vez lo dejaron. Tal vez ellos decidieron que no querían al niño después de
todo…. -¿Stevie? ... ¿Gabriel?-. Gritó frenéticamente en las ruinas.

-¡Gabriel!-, Aarón volvió a gritar colocando las manos a ambos lados de la boca,
desesperado por alguien de su familia que haya sobrevivido. -Gabriel, Zeke, ¿estás ahí?

Él sintió la presencia de un ángel detrás de él y se dio la vuelta, una nueva arma de fuego
salió en su mano esperando. Él ya había matado a muchos seres celestiales hoy, y no tenía
ningún problema agregar otro a la cuenta.

-Aléjate de mí-, advirtió.

Camael cojeaba, sin prestar atención a su amenaza. -El niño se ha ido-, dijo.

El ángel parecía salido del infierno, con el rostro y la ropa salpicada de sangre seca. Él
estaba presionando su mano contra una herida en el pecho, tratando de detener el flujo
de sangre.

-¿Dónde está?-. Aarón preguntó con una combinación de emociones que se apoderaron
de él. Estaba realmente contento de que su hermano de leche todavía estaba vivo, pero
un terrible espanto le llenaba al pensar que se lo habían arrebatado.

Camael tropezó más de cerca. -Los Poderosos... se lo llevaron. Traté de detenerlo, pero…-
Se quitó la mano de la herida y la examinó cuidadosamente. -Yo estaba teniendo algunas
dificultades-. Del bolsillo trasero del pantalón sacó un pañuelo blanco y lo puso debajo de
su chaqueta contra la lesión. -Y no, no sé dónde lo han llevado.

El ángel parecía caer hacia adelante. Aarón lo sostuvo, pero Camael quedó atrapado en el
trenzado de los restos de la barandilla del porche de hierro forjado.

-¿Estás bien?-. Preguntó Aarón.

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Camael asintió con la cabeza lentamente, sus ojos lo estudiaban. -Eres sin duda un
espectáculo para la vista-, dijo con una sonrisa de ensueño. -Uno que he anhelado para
presenciar desde...

Aarón levantó su mano para calmar el ángel. No quería oír más, especialmente ahora.

Gabriel salió por detrás de la casa llamándolo con entusiasmo. La cara de Aarón se iluminó
al ver a su amigo canino y se arrodilló para abrazar al perro.

-Tú estás bien-, dijo mientras acariciaba la cabeza del animal y le besó la mejilla. -Buen
chico, buen perro.

-Me alegro de verte-, dijo Gabriel, -pero tienes que venir rápido.

Gabriel se alejó y corrió hasta la esquina de la casa.

-¿Gabe?-. Dijo Aarón.

-No queda mucho tiempo-, dijo el perro mientras desaparecía por el patio.

Zeke yacía inmóvil en el centro del patio al lado del columpio, Gabriel se detuvo con
atención a su lado.

-Lo saqué de la casa después de que el rayo cayó, pero creo que él va a morir-. El perro
miró a Aarón, con tristeza en sus ojos. -¿Va a morir, Aarón?

Aarón se arrodilló en la hierba junto al ángel caído y tomó con suavidad la mano. -No sé,
Gabe-, dijo. La mano de Zeke estaba fría, como una piedra tirada en un arroyo de
montaña. -Yo ... yo creo que podría.

-Ah-, dijo el perro tristemente, acostado al lado del Grigori. -Pensé que tal vez podrías
hacer algo por él.

Los ojos de Zeke se abrieron lentamente. -Mira tú-, dijo, esbozando una sonrisa en su
rostro curtido. Zeke dio a la mano de Aarón un apretón débil. -Crecido y todo-. Comenzó a

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toser violentamente y salió sangre oscura por los labios. -Maldita sea-, dijo al limpiar la
sangre débilmente. –No se siente tan caliente.

Aarón fue presa del pánico. -¿Qué debo hacer?-. Le preguntó a Zeke, mientras lo tenía
agarrado de la mano. -¿Debo llamar a una ambulancia? o ...

Zeke sacudió la cabeza y la sangre corría por su boca. Él no parecía darse cuenta, o tal vez
sólo no le importaba. -No-, dijo con un gesto de su mano, su voz empezaba a sonar más
como un gorgoteo. -Demasiado tarde para eso.

Camael se había unido a ellos, y Aarón lo miró en busca de orientación. -¿Hay algo ...
cualquier cosa que yo pueda hacer para ayudarlo?

El ángel movió su cabeza de cabellos plateados y cerró los ojos. -El Grigori se está
muriendo. La espada de Verchiel debe de haber golpeado algo vital.

Zeke se quedó sin aliento y empezó a convulsionar violentamente.

Aarón le agarró la mano y se inclinó más cerca. –¿Zeke?-, preguntó. -¿Tienes ... ¿te duele?

-Está bien, muchacho-, dijo. Su voz era débil, casi un susurro. -Más o menos tuve mi
porción de todos modos.

El ángel caído se quedó en silencio por un momento, mirando sin pestañear hacia el cielo
lleno de estrellas.

-Pero sí tengo algo que decir-, dijo, volviendo la mirada de los cielos a Aarón.

-¿Qué es?-. Preguntó.

Zeke tragó con dificultad y tomó una respiración larga y trémula. Parecía lleno de líquido. -
Quiero decir que lo siento ...-, dijo, su voz se apagaba en un gorgoteo de sibilancias.

Aarón no entendía. -¿Por qué? ¿Lo sientes?

173
Thomas E. Sniegoski The Fallen

El Grigori parecía estar buscando su fuerza para responder. -Por todo-, dijo, tratando de
ser escuchado. -Quiero decirles que lo siento por todo lo que he hecho.

Al principio Aarón no estaba del todo seguro de lo que tenía que hacer, pero de repente,
como el rayo que golpeó a Verchiel del cielo, se hizo insoportablemente claro.

Aarón sabía exactamente lo que había que hacer. En toda su vida, nunca había estado tan
seguro de nada.

Su cuerpo empezó a temblar, los vellos de sus brazos se levantaron, como si estuviera a
punto de recibir la más grande de las descargas eléctricas del mundo. Mantuvo la mano de
Zeke y sintió que la energía comenzó a moverse, una fuerza que parecía haberse asentado
en el pecho, comenzó a moverse por el brazo y en el ángel caído.

Zeke se puso repentinamente rígido, pero Aarón le sostenía. Vio con asombro como las
grietas comenzaron a aparecer en la carne del Grigori, de la cual brillaba una luz blanca.

Gabriel se levantó de un salto y retrocedió. -¿Qué está pasando en su piel?- Ladró. -¿Qué
está pasando?

Pero Aarón no respondió.

Lo que había sido una vez la carne cayó lejos del cuerpo de Zeke como manchas de pintura
descascarada, y lo que había debajo se impulsó con una luminosidad increíble de ver.

Esto es de lo que se trata todo esto, pensó mientras Aarón miró a través de la luz blanca,
todavía agarraba con fuerza la mano de su amigo.

Ya Aarón no miraba a un ángel caído, desterrado a la Tierra, muriendo de las heridas


sufridas al tratar de protegerlo. Ahora vio a un ser de increíblemente bello, su cuerpo
compuesto en su totalidad de pura luz.

Esto es lo que debe haber parecido antes de su caída, Aarón pensó, casi conmovido hasta
lágrimas salían de sus ojos por la gloriosa visión. Hermoso, Aarón pensó, recordando
alabar a su hermano.

174
Thomas E. Sniegoski The Fallen

El ángel Ezequiel miró hacia arriba a través de la bruma lechosa de luz, sus ojos llenos de
expectativa. Y Aarón se dio cuenta de lo que aún no se ha dicho, lo que había que decir el
fin de instaurar a su amigo emancipado.

-Estás perdonado-, le susurró en la lengua de los mensajeros, y sintió que las lágrimas
calientes de la emoción aún más cálida que sus ojos corrieron por su rostro.

Soltó la mano de su amigo y el aura de la energía que le rodea creció en intensidad, más
brillante, más cálido. Aarón se puso de pie, alejándose del espectáculo del renacimiento
que se desarrollaba ante él.

Ezequiel se levantó del suelo con las alas delicadas de luz. Y él volvió la cara beatífica hasta
el cielo y sonrió.

-Gracias-, dijo con una voz en la mente de Aarón, como las primeras notas de la sinfonía
más hermosa imaginable. Se sintió abrumado por el flujo de la emoción sin límites.
Luego, en un destello blanco, como el nacimiento de una estrella, Ezequiel se había ido,
restaurado a un lugar que mucho tiempo le negaron.

Perdonado.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

C a pítulo
13

Llovió, Aarón cayó en sus rodillas contra el césped. Sus ojos estaban cerrados pero todavía
veía la hermosa imagen de Ezequiel quemándose en sus retinas. El empezó a relajarse y
sintió las alas de su espalda empezar a retraerse, los apéndices de cartílago y plumas
desapareciendo detrás de la carne de sus omoplatos. Su piel empezó a picar y el abrió sus
ojos para ver que las marcas negras en sus brazos y pecho habían empezado a
desaparecer también.

Gabriel llego a él, la cola moviéndose tan furiosamente que parecía como si el perro no
tuviera control de sus cuartos traseros. Él inclino su cabeza hacia el brazo de Aarón y la
volteo con su hocico, exigiendo ser mimado.

-Eso fue genial, Aarón-, el perro dijo felizmente. -Lo dejaste ir a casa.

Aarón miró a Camael. -¿Qué demonios paso?- preguntó, luchando por pararse con sus
piernas temblorosas. -¿Qué hice?

El ángel estaba mirando hacia arriba al cielo con anhelo en sus sucios, pero todavía-
distinguidos rasgos.

176
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-Ya no hay duda, Aarón Corbet-, dijo Camael, sacudiendo su cabeza, mirando del cielo a él.
-Tú eres el Elegido cuya venida a sida predicha hace tanto tiempo. Finalmente has llegado
a…

-¿Qué hice?- Aarón demandó saber.

El ángel tiro de su barba plateada mientras hablaba. -Tienes el poder de dar la absolución-,
Camael explicó, una insinuación de sonrisa estaba jugando en sus rasgos. -Cualquiera que
haya caído de la gracia de Dios se le será concedido el perdón en tu presencia, siempre y
cuando hayan visto el error de sus acciones.

-Eso es genial, Aarón-, Gabriel dijo, mirando hacia arriba a su maestro, con la cola todavía
sacudiéndose felizmente. -¿Verdad que es genial?

-Si, es genial. Así que ellos son perdonados, ¿Qué significa eso?-, Aarón le preguntó al
ángel. -¿A dónde fue Zeke?

Camael de nuevo miró hacia arriba. -Él ha regresado a casa.

Aarón, también, miro al cielo. Ya no había ninguna señal de la tormenta que había
abollado su vecindario. -Me estás diciendo que Zeke fue de nuevo al cielo.

-Tu gente tiene muchos nombres coloridos de a donde él ha ido: Paraíso, Elysium, Nirvana,
el suelo de caza feliz cielo es sólo otro de ellos-, Camael explicó.

Aarón reflexionó sobre eso. -¿Y yo lo envié ahí?

Camael apuntó a Aarón con un largo y bien cuidado dedo. -Tú eres el puente entre los
caídos y Dios.

-¿Dios, huh?-, Aarón deslizó sus manos casualmente en los bolsillos traseros de sus jeans.
Él miró hacia lo que había quedado de su hogar, dolorosamente recordando lo que le
habían hecho, a sus padres, todo en el nombre de Dios. El frunció el seño y se marchó.

-¿Sabes qué?-, él dijo, caminando alrededor de la casa para llegar al frente. -No lo creo.

177
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Camael lo siguió. -No puedes huir de esto, Aarón-, él dijo, alcanzándolo. -Es tu destino. Fue
escrito…

Aarón se dio la vuelta, deteniendo al ángel en seco. -Hace miles de años atrás-, terminó. -
Sé todo acerca de ello y no estoy muy seguro de que tan feliz estoy sirviéndole a un Dios
que permitiría que esto pasara-. Él señaló a los todavía latentes restos de su casa. -Sin
mencionar los cientos, tal vez miles, de otros que él permite que Verchiel mate en su
nombre-. Aarón estaba furioso, listo para tomar al Creador él mismo si fuera necesario. -
Tú dime como se supone que haga esto.

Los vecinos de Stanley habían empezado a emerger, cautelosamente haciendo su camino


de sus hogares para ver la devastación que ellos creyeron que fue causada por una
tormenta.

Aarón miró lo que quedaba del único hogar que siempre conoció, ambos, el ángel y él
mirando mientras el último fuego se quemaba en cenizas brillantes.

-Entiendo tu ira-, Camael dijo.


Escalando los desmoronados escalones de ladrillo hacia donde la puerta frontal una vez
estuvo, Aarón se paró sobre lo que quedaba de la entrada en escombros de su hogar. -¿En
serio, Camael? ¿Realmente entiendes?-. Él se paró donde el salón solía estar, donde sus
padres habían muerto. -Hasta hace unos pocos días atrás yo no creía en el Cielo, en
ángeles, o en espadas flamantes, no me importaba Dios-. Él pateó un pedazo de madera
que todavía brillaba roja. -Y ahora descubrí que soy parte de algún elaborado plan de
reunificar el Cielo, de reunir a todos los niños de Dios para que ellos puedan ser una gran
familia feliz de nuevo.

El recordó la aburrida simplicidad de la noche de películas con su familia adoptiva, y casi


empezó a llorar. Pero estaba demasiado molesto para lágrimas.

-¿Cómo se supone que voy a hacer esto por Él cuando Él ni si quiera se molestó en salvar a
mi familia? Puedes decirme eso, Camael, porque estoy muy curioso.

El triste lamento de las sirenas se podía escuchar desde la distancia.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-El Todopoderoso-, Camael empezó, -el Todopoderoso y sus acciones o la falta de ellas…
son parte de un esquema mucho mas grande. Tal vez nosotros no lo entendamos pero…

-El Señor trabaja de maneras misteriosas-, Aarón interrumpió sarcásticamente. -¿Es así
como vas a intentar explicar esto? ¿Qué todo es parte de alguna gran foto que nosotros
no podemos ver previamente?

Había vecinos en la calle frente al demolido hogar. Había miedo en sus ojos. Aarón
prácticamente podía escuchar los pensamientos corriendo por sus mentes. ¿Cómo pudo
pasar esto sin que yo lo supiera? Ni si quiera sabía que estaba lloviendo. ¿Ahí hubo una
explosión? Vivo justo en la casa de al lado. Esto pudo haberme pasado a mí. Espero que
todos estén bien.

-Se lo duro que es de comprender que esto debe ser en un momento de tragedia. Es un
dilema. Yo, también, he llegado a reflexionar en mi tiempo en este mundo-. El ángel
caminó hacia un área de pared colapsada y se puso de rodillas delante de ella. -El Padre
esta consiente de todo-, él dijo, buscando a través del yeso. -No importa que tan duras o
fortuitas las cosas parezcan ser, Él si tiene un plan.

Camael empujó algo de entre el yeso y se lo dio a Aarón. Era un marco roto y sin daños y
dentro de él estaba una foto de su familia entera. Todos ellos estaban usando sombreros
de Santa, incluso Gabriel. Aarón la agarró y miró la feliz imagen. Recordó cuando fue
tomada, hace dos años, cuan horrorizado había estado de tener que usar ese estúpido
sombrero. Había estado incluso más mortificado cuando los Stanleys habían usado la foto
para su tarjeta de navidad ese año.

Aarón cuidadosamente saco la foto del marco, un recuerdo de una vida ahora
horriblemente alterada por un destino remoto.

-Algunas veces lo malo debe pasar por encima de lo bueno-, Camael dijo en otro intento
de hacerle comprender las maquinaciones del Creador. -¿Entiendes lo que estoy
intentando decir?-, él preguntó.

Gabriel estornudo por los restos quemados de lo que había sido el asiento reclinable,
pegando su nariz contra su retorcido esqueleto de metal en busca de algo. Aarón estaba

179
Thomas E. Sniegoski The Fallen

por decirle al perro que fuera cuidadoso cuando Gabriel empujo una inmunda pelota de
tenis desde debajo de la silla.

-¡Mira, Aarón!-, él dijo emocionadamente su discurso deformado por la pelota rodando


alrededor en su mandíbula. -Encontré mi pelota. ¡Pensé que la había perdido para
siempre!-. El perro con entusiasmo dejó la pelota caer de su boca. Por un breve momento
su amigo estaba feliz, toda la tristeza de las pocas horas pasadas fueron empujadas a un
lado.

A Aarón no le gustó la explicación de Camael acerca de cómo las cosas funcionaban, pero
supuso que no tenía opción además de aceptarlo. La locura de Dios tenía un sistema, por
así decirlo.

Él miró la foto de su familia una vez más, luego la dobló y la deslizó en su bolsillo trasero.

-Tengo que encontrar a mi hermanito-, Aarón dijo, mirando al ángel que estaba parado a
su lado. -¿Me ayudarías a traerlo de regreso?

Los camiones de bomberos se escuchaban en la calle Baker, las luces parpadeando, las
sirenas aullando como si lamentaran toda la tristeza de la que fueron testigo.

-Voy a hacer eso-, Camael dijo con poca emoción. Aarón de la misma manera le pudo
haber preguntado si quería leche o crema en su café.

Gabriel trajo le trajo la pelota a Aarón y la dejó caer a sus pies. El sacudió su cola mientras
inclinaba su cabeza hacia delante y cariñosamente lamía su mano. -No te preocupes-, dijo.
-Encontraremos a Stevie. Ya verás, Aarón, todo estará bien.

Y mientras miraba alrededor a las latentes ruinas de su hogar, reflejando las ruinas en que
su vida se había convertido, pensando en lo desconocido que deparaba el futuro, Aarón
no estaba muy seguro de que nada estaría bien de nuevo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Epílogo

-¿Estás seguro de esto, Aarón?-, Preguntó el Director Costan desde su escritorio en su


oficina de la escuela Kenneth Curtis.

Habían pasado dos días desde que la monstruosa tormenta eléctrica que supuestamente
cobró la vida de su madre adoptiva, su padre y su hermano pequeño, y Aarón sintió que
sería mejor dejar la escuela, y la ciudad, tan pronto como sea posible.

Aarón asintió con la cabeza mientras le entregaba el hombre los papeles que había
firmado oficialmente el retiro de Ken Curtis.

-Estoy seguro, señor. No puedo quedarme por aquí. Es lo mejor.

Había sido lo mismo en el hospital de los animales, la gente le preguntaba si estaba seguro
de que esto era lo que realmente lo que quería hacer. Por supuesto que no, pero la
amenaza de Los Poderosos no le había dejado otra opción.

El Sr. Costan tomó los papeles y frunció el ceño.

-Sabes, no es de mi incumbencia, pero huyendo de algo no va a hacer ningún…

181
Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No estoy huyendo-, cortó Aarón, perturbado por la sugerencia de su director.

La imagen inquietante de Verchiel y sus soldados que descienden del cielo, con espadas
de fuego en sus manos, provocando el caos en la escuela y todo el mundo dentro de ella.

-Sólo hay demasiados recuerdos aquí-, dijo. -Creo que un cambio de escenario podría
beneficiarme-. Y mientras más rápido se pusiera en camino, más rápido podría encontrar
a Stevie, pensó mientras miraba al hombre detrás de la mesa frente a él.

Camael le había explicado por qué Los Poderosos se habían llevado a su hermanito. Tenía
algo que ver con las personas con discapacidad "los imperfectos", como se refirió Camael
fríamente a ellos, tienen algún tipo de sensibilidad a lo angelical, lo que los hace unos
sirvientes perfectos. El pensamiento de su hermano pequeño en calidad de esclavo de el
monstruo de Verchiel, lo enfrío hasta los huesos, y le hizo hervir de ira. Tenía que
encontrar a Stevie antes de que le hagan cualquier daño.

El director examinó los documentos y los colocó en una carpeta abierta en su escritorio.

-Muy bien. No parece que vayas a cambiar de opinión. Y ya que ahora eres mayor de
edad...-. El señor Costan cerró la carpeta y se puso de pie y le extendió la mano.

Aarón lo estaba soportando lo mejor posible y tomó la mano tendida del director.

-Buena suerte, Aarón-, dijo Costan, -y si alguna vez quieres volver para terminar tu último
año, estoy seguro de que podríamos arreglarlo.

Aarón sacudió brevemente la mano del hombre. -Gracias por todo-, dijo mientras se volvía
y rápidamente salió de la oficina, desesperado por escapar antes de que el director tratara
una vez más para hacerle reconsiderar su decisión.

El reloj de la recepción marcaba un poco después de las nueve. Si se apresuraba, podría


limpiar su armario, sacar sus libros, y estar fuera de la escuela antes de terminado el
primer período.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Los pasillos estaban vacíos mientras se abría camino a su casillero para lo que sería la
última vez. Los recuerdos inundaron su mente. Recordó el primer día del primer año como
si fuera hace tan sólo unos meses. El lugar había parecido tan grande entonces, creía que
nunca iba a aprender andar alrededor. Aarón sonrió con tristeza, aunque sólo sus
problemas se habían quedado tan ligeros.

En su casillero sacó los libros de texto y recogió sus pertenencias, revisó nuevamente para
asegurarse de que no había dejado nada atrás. Cerró la puerta metálica y fue inundado
con una intensa tristeza y rabia.

No es justo, pensó. Se suponía que debía salir de este lugar como todos los demás:
terminar el último año, asistir a la graduación con la toga y el birrete haciendo el ridículo,
y luego ir a la universidad.

Pero el destino le había asestado un lado cruel, y su destino estaba por un camino
totalmente diferente.

Aarón atacó y dio una patada al armario para liberar algo de su frustración acumulada. El
sonido era ensordecedor en las salas vacías. Él perdió el control sobre los libros bajo el
brazo y cayeron al suelo en desorden. Aarón tenía ganas de gritar, pero de alguna manera
se las arregló para controlarse. Se agachó para recuperar sus pertenencias con un hondo
suspiro, sintiéndose como un completo idiota. Un completo imbécil enojado.

-¿Quieres un poco de ayuda?

Aarón levantó la vista rápidamente, sintiendo el peso de la tristeza repentina cayendo aún
más en la depresión. Por esta razón, quería salir antes que el primer período de clases
terminara. Él no quería verla.

Vilma Santiago se arrodilló junto a él y le ayudó a recoger sus libros.

-Gracias-, dijo, tratando de no mirarla a los ojos.

-Te ibas sin decir adiós, ¿no?-. Dijo en voz baja mientras le entregó su libro de historia.
Él la miró y vio entonces que sus ojos estaban húmedos y rojos. Ella había estado llorando.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-No sé cómo, pero sabía que estabas aquí-. Ella le mostró un pedazo de papel de color
rosa, un pase de pasillo. -Le dije que tenía que ir al baño.

Ella sonrió y rió un poco. Aunque llena de tristeza, todavía era un sonido
inquietantemente bello, y le dolía el corazón. Nervioso, enderezó la pila de libros, inseguro
de cómo debía dirigir su explicación.

-No quería pasar por todo el asunto de despedida-, dijo, deseando con todo su corazón
que él pudiera decirle que sólo estaba tratando de mantenerla a salvo. -Simplemente no
puedo hacer frente a cualquier otra cosa que sea triste.

Se estaba muriendo por dentro. De todas las cosas que dejaba atrás, Vilma fue lo que más
le dolía. No había nadie más aquí para decir adiós. Aarón se puso de pie, sosteniendo la
pila de libros bajo el brazo.

-Para lo qué vale-, dijo ella sorbiendo los mocos, -en Brasil... cuando mi madre murió, no
creía que sería feliz de nuevo.

Una lágrima comenzó a caer de su ojo izquierdo y Aarón casi dejó caer los libros para
limpiarla.

-Lo siento-. Parecía avergonzado y rápidamente alcanzó a borrar la humedad de su


rostro. -Sé que has pasado por muchas cosas, no quiero que te sientas peor.

La campana de las 9:15 empezó a sonar y el pasillo vacío se llenó con su repique
estridente y metálico.

-Lo que estoy tratando de decir, Aarón, es que no va a doler así para siempre. En este
momento es probable que no lo creas, pero confía en mí en esto, ¿de acuerdo?

Él asintió con la cabeza y trató de sonreír. -Gracias-, dijo mientras el corredor se llenaba de
estudiantes que van de una clase a otra. -Realmente lo aprecio.

Empezó a alejarse de su casillero, y de ella. Tenía que irse ahora o si no él nunca se iría.
-Tengo ... tengo que irme-, balbuceó, retrocediendo.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Ella comenzó a seguirlo. -¿A dónde vas a ir?

-No sé-, respondió con sinceridad. -Yo ... Sólo quiero irme-. Tenía que encontrar a su
hermano y algo en su interior le instaba a viajar al norte. Camael dijo que sería mejor
confiar en estos impulsos.

Aarón comenzó a alejarse de ella.

-¿Vas a volver?-. Preguntó, ahora a su lado.

Negó con la cabeza. -No. Lo dudo-, dijo, y apartó la mirada de ella con fingida indiferencia.
Esto lo estaba matando. Odiaba a ser tan malo, pero era por su propio bien. Aarón volvió a
oír las palabras frías y amenazantes de Verchiel con matar a todos que estuvieron cerca de
él.

-Realmente tengo que irme-, dijo, y apresuró el paso, dejándola atrás.

Se movía delante de él, cerrándole el paso, se apoyó en la cerca, y lo tomó en sus


brazos. Olía increíble, limpia, como polvos para el baño y a frutas y flores. Ella le dio un
abrazo y un suave y cálido beso en la mejilla que hizo que sus piernas comenzaran a
temblar.

-Cuídate, Aarón Corbet-, ella dijo en voz baja al oído. -Te voy a extrañar mucho.

Y sintió su corazón romperse en un millón de piezas afiladas que desgarraron sus


entrañas.

No dijo nada más, se obligó a irse por el pasillo. Después de entregar sus libros en la
oficina principal, prácticamente salió corriendo del edificio.

Afuera, sobre sus pasos, el viento sopló y Aarón tiró del cuello de su chaqueta de cuero
alrededor de su escote. Aunque era oficialmente primavera, todavía había una mordedura
cruel del invierno en el aire. Tenía el carro estacionado en la calzada en forma de
herradura de la escuela, y pudo ver a Camael y a Gabriel que le esperaban en el coche.
Eso es todo, pensó, y puso sus manos dentro de los bolsillos en busca de calor cuando
comenzó a bajar las gradas.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

Algo estaba en uno de sus bolsillos, algo que no había estado allí antes.

Sacó el pedazo de papel doblado y lo abrió. Era de Vilma y era su dirección de correo
electrónico y un número de teléfono. Ella debe haberlo puesto ahí cuando ella lo
abrazó. En la parte inferior del papel, con una letra delicada, escribió: Sólo en caso de que
quieras hablar.

Aarón pensó en tirar el papel, pero no se atrevía a hacerlo. Lo colocó de nuevo dentro de
su bolsillo y siguió su camino hasta el coche. Por alguna razón, se sentía extrañamente
cálido.

Podía oír a Camael y a Gabriel hablando mientras se acercaba.

-Por última vez, no-, oyó decir al ángel, con un toque de petulancia en su tono.

-¿Cuál es el problema?- Aarón preguntó al entrar por el lado del coche.

Gabriel había dejado caer la pelota de tenis a los pies de Camael, y Aarón supo de
inmediato cuál era el problema.

-No va a lanzar la pelota para mí, Aarón. Le pregunté amablemente y se negó. Creo que es
un amargado.

El ángel estaba furioso. -Nunca he tirado una pelota y no tengo ningún deseo de
hacerlo. No tiene nada que ver con mi temperamento.

Aarón se puso en cuclillas al nivel del perro. -¿Qué te dije acerca de tratar de obligar a la
gente a jugar contigo?

El perro juguetón golpeó la pelota con la pata y lo atrapó en su boca antes de que pudiera
ir lejos.

-¿Gabriel?-. Advirtió.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El perro bajó la cabeza, avergonzado por la desaprobación de su amo. -Él no estaba


haciendo nada, y me aburrí.

-Dijo que no quería jugar y hay que respetar eso.

-Lo siento, Aarón-, dijo Gabriel, con las orejas planas contra la cabeza.

Aarón amorosamente acarició las orejas del perro. -Está bien. Vamos a intentar ser un
poco más considerados-. Luego lanzó una mirada fulminante al ángel. -Aunque es
probable que no te hubiera matado el lanzar la pelota un par de veces.

-Sigo pensando que es amargado-, murmuró el perro antes de que él retadoramente


cogiera la pelota de su boca.

-¿Sabes cuál es tu tarea?- Camael preguntó, ignorando el animal, con las manos cruzadas
a la espalda.

Aarón se volvió y miró hacia atrás en la escuela, grabando cada detalle del ladrillo y la
estructura del hormigón. -Sí-dijo, guardando la imagen de su escuela secundaria a la
memoria. -Estoy listo para irme.

Él estaba abriendo la puerta del lado del conductor del coche cuando Gabriel dejó escapar
un grito.

-Escopeta-, rugió, sorprendente trepó hasta la puerta del lado del pasajero.

Camael lo miró, con una expresión de confusión en el rostro. -¿Qué has dicho?-. Preguntó
al perro.

-Dije escopeta-, explicó Gabriel. -Es lo que se supone que tienes que decir cuando quieres
viajar en el asiento delantero.

Aarón no podía dejar de reír. No importa cuántas conversaciones tuvo con el animal, la
nueva inteligencia de Gabriel se las arregló para darle una sorpresa.

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-Eso es lo que creí que habías dicho-, dijo Aarón. Luego miró a Camael. -¿Te importaría ir
en la parte de atrás?

-Delante o atrás-, gruñó Camael con un disgusto. -No importa. Desprecio estos artilugios
infernales no importa dónde viaje.

-Genial-, dijo Aarón abrió la puerta y empujó el asiento del conductor hacia delante de
modo que el ángel podía pasar a la parte trasera. Luego se dio la vuelta la puerta del
copiloto donde estaba su mejor amigo –La escopeta es toda tuya-, le dijo a Gabriel, y dejó
que el perro subiera al asiento del copiloto.

-Impresionante-, dijo el perro, con la lengua de color rosa brillante colgando de su boca
feliz.

Aarón comenzó a cerrar la puerta. -Cuidado con la cola-, dijo.

Él se dejó caer tras el volante y arrancó el coche, pero no lo puso en marcha. Aarón estaba
mirando la escuela de nuevo, su escuela y pensaba en todas las cosas que se perdió los
últimos días: lo más parecido a una madre y un padre que había conocido, su hogar, su
trabajo, su escuela y hasta su humanidad.

Pensó en Vilma, con los ojos enrojecidos por el llanto. Si al menos hubiera podido
explicarle.

-¿Estamos listos, Aarón?-Preguntó con impaciencia Camael desde la parte de atrás.

Aarón utilizó el espejo retrovisor para mirar al asiento trasero y al ángel sentado allí.

-Para ser honesto, no, no lo estoy-, dijo, poniendo el coche en marcha. -Pero, por lo que
me has dicho acerca de la profecía y todo, no creo que realmente tenga mucha opción.

Detuvo el coche fuera de la banqueta y se dirigió por el camino de entrada. Al final del
estacionamiento esperaba su turno para salir, y salió al flujo del tráfico, llevando el coche
hacia el norte y la incertidumbre del futuro, los recuerdos aún estaban sobre los seres
amados y perdidos que lamentablemente dejó atrás.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

-¿Adónde vamos, Aarón?-. Preguntó Gabriel, con la cabeza en movimiento con


entusiasmo de lado a lado mientras observaba a los otros coches en el camino.

-No estoy seguro-, respondió él, cambiando de carril para pasar a una minivan.

-Entonces, ¿cómo sabremos si llegamos?-, dijo el perro.

Aarón podía sentir que el animal lo miraba fijamente, esperando una respuesta. Se estiró
y rascó debajo del cuello del perro. -No te preocupes-, dijo, con los ojos en la carretera. -
Tengo la sensación de que lo sabremos.

Se supone que debería ser así, pensó con desdén mientras tomaba la salida que los
llevaría a la carretera en dirección norte.

Predestinado, le guste o no.

La Iglesia y Orfanato San Atanasio, vacía desde 1959, estaba oscuro y meditabundo al final
de un camino que rara vez se utiliza en el oeste de Massachusetts.

Se supone que lo convirtieron en una vivienda para ancianos en algún momento a


mediados de los años ochenta, pero el costo de remodelación y renovación de los edificios
superaba con creces su valor.

Había un aire de inquietud sobre el lugar, como si las viejas y destartaladas estructuras
hubieran ganado el sentimiento de ser abandonadas. Fue esta atmósfera que le dio su
reputación para ser un buen escondite.

Así se quedó durante los últimos cuarenta y tantos años, su estructura poco a poco
consumiéndose a merced de los elementos, ausentes de la vida a excepción de las
criaturas salvajes de los campos que habían encontrado su camino poco a poco dentro de
los edificios, vivieron dentro de las paredes e hicieron nidos en el campanario.
Tristemente vacante hasta hace unos días.

189
Thomas E. Sniegoski The Fallen

Desde un asiento de madera sobre el altar en la Iglesia de San Atanasio, Verchiel miró
hacia el techo redondeado, con manchas de humedad y examinó la representación de los
cielos pintados allí.

El ángel se movió incómodo en su silla mientras estudiaba la obra de arte. Trozos de carne
quemada dolorosamente caían de su cuerpo al suelo del altar.

-No tengo la menor idea-, reflexionó en voz alta mientras miraba el castillo de oro
flotando entre las nubes, y ángeles que tocaban el arpa felizmente alrededor del recinto.

Kraus, el curandero, se deslizó con cuidado hacia él, bajo su brazo llevaba su cartera de
piel gastada llena de instrumentos médicos. Aunque es ciego, se detuvo frente a la silla de
Verchiel, sintiendo su presencia, su divinidad, ya que sólo los imperfectos podrían.

-Estoy aquí para servir a sus necesidades, Gran Verchiel-, dijo Kraus, inclinando la cabeza
en reverencia.

Verchiel había estado en agonía perpetua ya que el rayo, carbonizó toda la superficie de
su cuerpo. -Adelante-, dijo con un gesto de su mano ennegrecida, sus terminaciones
nerviosas vibraban en un cegador dolor con el más mínimo movimiento.

El curandero se arrodilló ante Verchiel. Colocó el maletín en el suelo, deshizo el empate, y


lo hizo rodar para exponer los instrumentos que contenía. Sus manos se cernían sobre la
gran variedad de bisturís, cuchillas, sierras y herramientas de sanación utilizados por su
antecesor y cientos de otros antes que él.

Por el tacto encontró con lo que necesitaba, un bisturí de doce pulgadas que brilló de
forma pronunciada en los rayos del sol que entraban a raudales por las aberturas de las
ventanas tapiadas.

-¿Puedo continuar?-. Preguntó el mono humano, la amargura de su aliento ofendió los


sentidos intensificados de Verchiel.

Mientras más rápido él fuese tratado, más rápido podría estar lejos de los animales
ofensivos. -Haz lo que debes-, respondió Verchiel. Levantó uno de sus brazos y lo presentó
al curandero, un sonido como el susurro de hojas secas en el viento llenaba el aire.

190
Thomas E. Sniegoski The Fallen

El curandero se inclinó hacia delante, y con gran habilidad, comenzó a cortar la carne
quemada, muerta.

El dolor era insoportable, pero Verchiel no gritó, porque era parte del precio que debía
pagar. ¿Qué pedían los monos cuando necesitaban el perdón por sus indiscreciones?
Hacer penitencia, creía que se llamaba.

Era obvio que había defraudado a su Santo Maestro, ¿por qué si no iba a haber sido
castigado así? El dolor era su penitencia. Por dejar de matar al falso profeta que había de
sufrir, para mostrar que estaba realmente arrepentido.

Kraus con cuidado quitó una franja de piel muerta para exponer la carne cruda y húmeda
de debajo. Iba a sanar con el tiempo, esto tendría que hacerse con todo su cuerpo; con
toda la piel quemada, toda la piel muerta tendría que ser eliminada. Sería un proceso
largo y doloroso, pero era algo que Verchiel estaba dispuesto a soportar, la penitencia,
tendría que pagar para recibir el perdón del Creador.

El sonido de un gemido de un niño lo distrajo de su agonía.

El hermano del Nefilim, él llamó Stevie al imperfecto, se sentó al otro lado del altar y se
movió de lado a lado, mirando con los ojos abiertos a lo que se había colocado delante de
él.

Era un casco de color sangre, forjado en las fraguas del Cielo: un regalo para el niño de su
nuevo amo.

El niño volvió a gruñir, su cuello se extendió sobre ello, casi como si estuviera de alguna
manera consciente de su suerte, y, tarde o temprano lo tendría.

-Te voy a cambiar, mi mascota-, dijo Verchiel con un silbido, su cuerpo temblando por el
tormento del dolor cada vez que su piel era arrancada. Un montón de carne muerta creció
a sus pies mientras el curandero continuó su espantosa tarea.

-Te transformaré para cazar falsos profetas.

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Thomas E. Sniegoski The Fallen

El niño sacudió la cabeza de lado a lado, sus gritos repetitivos diciendo "no" haciendo eco
en el lugar una vez santo.

-Una herramienta de la absolución-, dijo Verchiel mientras apoyaba la cabeza en la silla y


volvió a mirar al techo de la iglesia y las imágenes demasiado humanas del Paraíso. Un
lugar que, si fuera a salirse con la suya, sólo los verdaderamente dignos se les permitirían
entrar.

-Mi instrumento de redención.

Fin

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