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LAS NECESIDADES

CURRICULARES ESPECIALES DE
LOS NIÑOS AUTISTAS
HABILIDADES DE APRENDIZAJE Y DE PENSAMIENTO
RITA JORDAN Y STUART POWELL
HATFIELD POLYTECHNIC, SCHOOL OF HUMANITIES AND EDUCATION
Título Original:
The Special Curricular Needs of Autistic Children:
Learning and Thinking Skills.
Published by The Association of Head Teachers of Autistic Children and Adults
Springhllow School
1Aston Road
EALING
London W5
©The Association of Heard Teachers of Autistic Children and Adult
Traducción del inglés:
Celina González
Coordinadora de la Edición:
Carmen Charo Nograro (IBE-CERE)
Supervisión Técnica:
Joaquín Fuentes Biggi
Médico -Psiquiatra Infantil
Consultor Psiquiatríco
GAUTENA
Edita:CENTRO ESPECIALIZADO DE RECURSOS
EDUCATIVOSIRAKASBALABIDEETARAKO
ETXEA (IBE-CERE)
Departamento de Educación, Universidades e Investigación. Gobierno Vasco
Diseño de portada: IRUDISEÑU
Imprime: IDAZKIDE, San Diego 14. SESTAO (Vizcaya)
I.S.B.N.:84-600-8063-3
D.L.: BI-772-92
El Centro Especializado de Recursos Educativos del Departamento de
Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco, agradece la
generosa colaboración de la Asociación de Profesores Tutores de niños y
adultos con Autismo del Reino Unido, que ha hecho posible la publicación de
este Manual.
PROLOGO
La etiología del autismo y lo que creemos que es su causa subyacente
han influido enormemente, a lo largo de los años, en los enfoques y métodos
de trabajo con niños autistas. Este cambio de énfasis se ha traducido en
trabajos innovadores e imaginativos, pero asimismo en métodos muy dudosos.
Pruebas abrumadoras procedentes de investigaciones en nuestro país y
en el extranjero, demuestran que el autismo y la serie de dificultades de
aprendizaje que el término representa son el resultado de un trastorno
psicológico, y la patología subyacente es la derivada de una disfunción
neurológica.
Rita Jordan y Stuart Powell toman esto como punto de partida en «Las
necesidades curriculares de los niños autistas: habilidades de aprendizaje y de
pensamiento». Esbozan las dificultades, en diversas áreas, del modo en que
los niños* autistas comprenden el mundo, y ofrecen a los educadores (padres y
profesionales) posibles modos de enfocar la enseñanza específica de
habilidades cognitivas.
Muy importante asimismo es que el libro se halla enfocado hacia el
acceso de los niños autistas al Currículo Nacional, a la luz de los trabajos sobre
Matemáticas, Ciencias e Inglés publicados hasta ahora.
La Association of Head Teachers pretende que los niños autistas tengan
los mismos derechos que los demás niños, y este libro defiende y describe
enfoques didácticos que permiten que los patrones de aprendizaje desviados
desde un punto de vista evolutivo de estos niños se ajusten al cambio curricular
general. Rita Jordan y Stuart Powell ofrecen enfoques prácticos para quienes
se preocupan de los derechos educativos de los 20.000 niños autistas que se
calcula existen.
Mick Conelly, Presidente de AHTACA, 1990.
* La traductora ha optado, en aras de facilitar la lectura de este manual, por asignar el genero
femenino para la persona que imparte la educación y el masculino para el niño o la niña con
autismo. Debe entenderse que ello ni pretende ignorar la diversidad de errores y situaciones
existentes en nuestra sociedad y en nuestras escuelas, ni persigue utilizar una forma de
relación que pudiera resultar discriminatoria.
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INDICE
A. Introducción 6
B. Problemas y enfoques 7
1.- Percepción 8
2.- Atención 10
3.- Memoria 12
4.- Solución de problemas 14
5.- Mediación social 16
6.- Lenguaje 17
7.- Imitación 18
8.- Juego simbólico 19
9.- Motivación 21
10.- Secuencias 23
11.- Problemas asociados 25
12.- Cognición social 26
C. Un currículo cognitivo 28
D. El currículo nacional 32
E. Conclusión 37
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A.-INTRODUCCION
Se admite cada vez más que un rasgo fundamental del autismo es un
déficit cognitivo en el área de la cognición social. Dicho déficit es evidente
incluso cuando el nivel general de funcionamiento cognitivo es elevado. Es
cierto que la mayor parte de los niños autistas tienen asimismo dificultades de
aprendizaje de carácter más general, pero incluso los que tienen una
inteligencia general normal tienen problemas concretos de aprendizaje y
pensamiento que afectan a su acceso al currículo y pueden requerir enfoques
de aprendizaje específicos. Las habilidades cognitivas de 1os niños autistas no
se desarrollan siguiendo una secuencia evolutiva normal, pudiendo haber
islotes de capacidad en las que el niño actúa por encima de su nivel general de
funcionamiento.
Las profesoras tienen que reconocer que dichas habilidades aisladas
suelen ser producto de un déficit y, por tanto, indicativas de los problemas
subyacentes a los que se enfrenta el niño al tratar de entender el mundo. En
este contexto, un currículo para niños autistas requiere que la profesora trate
tanto de remediar déficits de aprendizaje concretos como de compensar, en la
medida de lo posible, las dificultades que tienen 1os niños al acceder a las
habilidades y la comprensión.
Este libro examina lo que se conoce sobre las dificultades de
aprendizaje de los niños autistas, relacionándolo con el contexto curricular de
1as diversas situaciones educativas en las que se encuentran estos niños.
Muestra la necesidad de enseñanza específica de ciertas habilidades
cognitivas y describe el tipo de problemas que se plantean cuando los niños se
enfrentan a enfoques educativos que no tienen en cuenta dichas dificultades.
Esperamos que algunas ideas sobre cómo evitar estos problemas y
cómo atender estas necesidades de aprendizaje dentro de los límites del
Currículo Nacional ayuden a las profesoras a tratar a los niños autistas, tanto
en un contexto de integración como de enseñanza especial o especializada. En
este campo no deja de surgir nueva información y nuevas teorías, pero
esperamos que este libro sirva de orientación práctica en el estado actual de
nuestros conocimientos. Es uno de una serie de libros sobre temas de currículo
relacionados con los niños autistas y en consecuencia, aunque la
superposición es inevitable, limita su cobertura de otras áreas, como el
lenguaje o los problemas de conducta, para centrarse sólo en aspectos que
afectan directamente al currículo cognitivo.
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B.-PROBLEMAS Y ENFOQUES
Antecedentes del problema
Entre los trastornos que producen dificultades de aprendizaje el autismo
es único, en el sentido de que el nivel general de funcionamiento abarca casi
todo el campo de la capacidad intelectual. La mayor parte de los niños autistas
tienen problemas generales de aprendizaje -la mayoría de ellos graves- aunque
hay una minoría cuyo cociente intelectual no verbal se encuentra dentro de la
escala normal. La cosa se complica aún más con los diferentes niveles de
autismo. Así, en uno de los extremos se encuentra el niño autista leve, de
inteligencia normal, en tanto que en el otro el niño que tiene dificultades graves
de aprendizaje.y es autista profundo. Esto es, incluso, una simplificación, ya
que no hay relación directa entre el grado de autismo y el grado de inteligencia
y puede suceder que el niño más capaz desde un punto de vista intelectual
sea el autista más profundo. La edad es asimismo un factor que determina las
necesidades curriculares de cualquier niño: las necesidades curriculares de un
niño de seis años autista profundo con graves problemas de aprendizaje son
por fuerza distintas de las de un adolescente autista leve e inteligente. Sin
embargo, hay características del autismo que permiten establecer ciertas
generalidades sobre las necesidades de currículo de los niños autistas.
Vamos a enumerar dichas características y a sugerir en cada caso
algunos enfoques didácticos para enfrentarse a las dificultades.
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1. Percepción
Dificultades
Uno de los rasgo más desconcertantes de los niños autistas es la falta
de consistencia de sus reacciones ante la estimulación; un niño que parece ser
sordo en cierta ocasión, reacciona ante un sonido cotidiano en otro momento
como si le causara un dolor agudo; los estímulos visuales que en determinado
momento le parecen a un niño tan brillantes que sólo puede soportarlos
empleando la visión periférica, en otras ocasiones le resultan tan débiles que
parece miope al intentar mirarlos. Del mismo modo, las reacciones al dolor
pueden ir de una insensibilidad completa a una evidente «reacción
exagerada» al menor golpe. Se ha sugerido la presencia de un trastorno
metabólico para explicar estas anomalías, pero sea cual sea la explicación
bioquímica los efectos psicológicos sobre el aprendizaje pueden ser
significativos. Otros niños autistas son particularmente sensibles a estímulos de
diversas modalidades y con mucha frecuencia los sonidos cotidianos les
resultan dolorosos. Estas reacciones exageradas a niveles de estimulación
normales pueden conducir a diversas conductas de pánico. Tales reacciones
se manifiestan como fobias de diverso tipo o conductas de autoestimulación e
incluso de autoagresión.
Enfoques posibles
El efecto más obvio de la falta de consistencia en las reacciones ante la
estimulación es que puede ser difícil determinar si hay una pérdida sensorial.
Es probable que la profesora tenga una opinión más válida del nivel de la
reacción sensorial del niño si le observa en distintas situaciones durante cierto
periodo de tiempo; la evaluación desde fuera de un «especialista» puede
proporcionar información poco fiable. Es posible que 1a comprensión de estos
problemas ayude a la profesora a descubrir la causa de conductas de otro
modo inexplicables, como las rabietas en presencia de ciertos ruidos o la
aversión a determinados colores.
La reacción variable al dolor plantea dos tipos de problemas a la
profesora: la reacción extrema a golpes sin importancia crea obviamente
problemas a la hora de enfrentarse a estallidos emocionales; en este caso es
también aplicable lo dicho anteriormente sobre las ventajas de que el profesor
esté atento a las causas posibles. El segundo problema puede que no cree
situaciones que halla que resolver de modo inmediato, pero es más
preocupante.
Si el niño no reacciona al dolor de modo normal, corre el riesgo de
herirse gravemente. Se conocen casos de niños autistas que han sufrido
quemaduras graves por no reaccionar ante un radiador caliente o ante el agua
hirviendo de un grifo; pueden asimismo exponerse a los peligros derivados de
una caída o de colocar los miembros en posiciones peculiares, y no aprender a
no repetir la experiencia a pesar del daño resultante. Poco puede hacer la
profesora, excepto no confiar en que el niño se aparte por sí mismo de un
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peligro potencial y vigilar su posible aparición.
En el caso de un niño que tenga un umbral de estimulación muy bajo en
una modalidad determinada es prioritario para la profesora dar al niño un
medio de comunicar su malestar. Puede que incluso los niños que hablan o
poseen un repertorio de signos necesiten enseñanza explícita sobre como
comunicar sus reacciones a los demás. Cuando el niño haya aprendido a pedir
que cese o disminuya la estimulación, es importante que esta comunicación se
respete.
No es siempre posible, sin embargo, que la profesora controle el entorno
de este modo (a falta de soluciones proximales como tapones para los oídos),
por lo que tiene que haber asimismo un programa didáctico que ayude al niño a
aumentar su nivel de tolerancia. A veces, la mejor forma de llevarlo a cabo es a
través de un plan lento de desensibilización, en los que la estimulación
disminuye hasta niveles tolerables, para ir aumentando de forma gradual en un
ambiente relajado. De este modo el niño va tolerando niveles cada vez
mayores de estimulación sin darse cuenta. Un enfoque alternativo es dejar
que el niño controle el nivel estimulación, pues suele ser frecuentemente su
naturaleza inesperada e incontrolable lo que le trastorna.
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2. Atención
Dificultades
El problema de atención clave que se ha identificado en 1os niños
autistas se denomina «hiperselectividad de estímulos»: el niño responde sólo a
una parte restringida del entorno. Investigaciones recientes han demostrado
que no se trata de un déficit generalizado en niños autistas, sino que es una
característica de ciertas condiciones de estimulación. Un modo más útil de
examinar este problema es considerar que el niño autista tiene una «atención
túnel», de forma que sólo «van juntas» ciertas características de los estímulos
y no presta atención a las que quedan fuera de esta «atención túnel».
Lo que se considera importante -las personas que entran o salen del
campo de visión, el tráfico que se aproxima, etc.- puede pasar desapercibido
para el niño autista. Sin embargo, estímulos visuales aparentemente triviales
pueden ser la fuente de una fascinación excesiva; el niño autista se suele
obsesionar con objetos que se desplazan en la visión periférica y puede
permanecer durante horas mirando fijamente un disco o una lavadora girando.
Sólo responde como un todo a estímulos visuales múltiples cuando se hallan
agrupados de modo concreto. Hay que señalar que los niños autistas suelen
tener altas puntuaciones en pruebas de percepción analítica, pero no porque
analicen que el dibujo de, por ejemplo, un «coche de bebé» contiene triángulos
y cuadrados sino porque ¡nunca han sintetizado triángulos y cuadrados en
forma de coche de bebé!
Igualmente, los niños autistas pueden responder a estímulos auditivos
de ciertos tonos, timbres y frecuencias; fuera de dicha serie se pueden
«perder» una o más de estas dimensiones auditivas.
Enfoques posibles
Puede que la profesora tenga que partir de «donde está el niño» para
atraer su atención. Así, la «atención conjunta» se alcanza con más facilidad
cuando la profesora se centra en el objeto de atención del niño para
comentarlo o interactuar. Una posible dificultad es que el niño autista se resista
a la intervención de la profesora y que pierda la fascinación por la actividad. La
profesora tiene que atraer la atención del niño hacia una gama amplia de
estímulos y para ello puede que tenga que emplear la fascinación del niño, lo
cual quiere decir que quizá tenga que hacer girar el objeto en el que haya que
centrarse o adornarlo con luces navideñas, para conseguir que el foco de
atención del niño se incorpore a la nueva situación por muy extraña que sea.
El problema de ampliar el «túnel de atención» supone determinar los
parámetros de atención de cada niño e ir extendiendo sus límites de modo
gradual. Si un niño no asocia una etiqueta verbal con un objeto -una taza, por
ejemplo-, puede que se logre dicha asociación si la etiqueta se emplea cuando
el niño tiene la taza en la mano, en vez de cuando esté simplemente a 1a vista.
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Las técnicas didácticas de habilidades perceptivas han caído, en
general, en desgracia en educación, puesto que se ha descubierto que,
aunque estaban destinadas a ser precursoras de habilidades como la lectura y
la escritura, éstas se enseñan mejor directamente. En nuestra opinión, es mejor
enseñar habilidades en el contexto en que se van a emplear, pero esto no
significa que no haya que tener en cuenta los problemas de atención, sino que
hay que incorporar de modo apropiado en todas las modalidades de
enseñanza las formas de resolver estos problemas. Un sencillo ejemplo
espacial de esto se presenta al enseñar un vocabulario visual de elementos
que haya que incluir en la lista de la compra. En lugar de tener una tarjeta
cerca del objeto, o una palabra impresa en una página debajo o frente a un
dibujo, habría que unir de algún modo la palabra al objeto. «Mantequilla» o
«azucar» se pueden subrayar en el envoltorio o el paquete; se puede poner en
el objeto etiquetas adhesivas en las que se lea «manzana» o «cebolla», como
se suele hacer para indicar el país de origen. LLegará un momento, desde
luego, en el que el niño tenga que aprender a separar la etiqueta del aspecto
físico del objeto, pero esto puede tener lugar después de que la presentación
conjunta asegure que la asociación se ha establecido.
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3.-Memoria
Dificultades
Se suele afirmar que 1os niños autistas tienen muy «buena» memoria.
Son capaces, por ejemplo, de seleccionar patrones visuales complejos en un
catálogo después de haber visto meses antes el dibujo original en una alfombra
persa en un museo. Si, se encuentran con una persona a la que no han visto
hace años no sólo dicen su nombre, sino también la marca de su coche, su
fecha de nacimiento y multitud de detalles relacionados con ella. Pueden repetir
de modo literal expresiones o cancioncillas publicitarias. Sin embargo, cuando
tienen que repetir una sencilla historia, son incapaces de explicar lo esencial de
la narración y sus intentos de memorizar se reducen a una lista de detalles al
azar. No se trata, por tanto, de un problema de déficit general, sino del modo
en que los hechos se almacenan y recuerdan. Los niños autistas -sobre todo
los que hablan- tienen buena memoria para los acontecimientos personales
que han almacenado relacionándolos con el contexto en que se han producido,
es decir, tienen buena memoria episódica. Pero su conocimiento general del
mundo (recuerdos de hechos almacenados en términos de sus relaciones
significativas) es deficiente. Es probable que las proezas memorísticas de listas
de «hechos» como fechas o tipos de minerales, reflejen en mayor medida
recuerdos almacenados como episodios, que un corpus integrado de
conocimientos.
Enfoques posibles
Como orientación didáctica general, los puntos fuertes del niño autista
puede que estén más en la memoria visual que en la verbal, por lo que el
material tiene que adoptar una forma que lo tenga en cuenta. Por ejemplo, se
puede transmitir un mensaje de modo pictórico en vez de con instrucciones
orales, e identificar los lugares con fotografías o planos. Al niño se le puede
pedir que cuente un hecho mediante indicaciones visuales apropiadas en vez
de con expresiones tales como: «¿qué hemos comprado hoy en la tienda?» o
«dime 1o que hiciste el fin de semana».
Para ayudar al niño autista a recordar cosas de modo significativo en
vez de como un amasijo de detalles desorganizados, tenemos que enseñarle
estrategias para hacerlo. En un nivel sencillo de codificación se puede enseñar
al niño a agrupar elementos que tenga que recordar de modo que compongan
esquemas significativos. Por ejemplo, para recordar lo que tiene que comprar
en la tienda, se puede elaborar una lista basada en las categorías -hortalizas,
productos lácteos- o en elementos necesarios para comidas o actividades
concretas. De hecho, es útil dar al niño la oportunidad de hacer los dos tipos
de agrupamiento en ocasiones distintas para que se adecuen a distintos tipos
de estructura memorística y dar mayor flexibilidad a su pensamiento. Esto
ayuda al niño a recordar qué hortalizas se necesitan, por ejemplo cuando se
encuentre en el área comercial adecuada, o le permite recordar lo que se
necesita para preparar una comida determinada. La base de estas categorías
tiene que hacerse explícita para el niño, bien hablando con él o, en el caso de
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los niños con menor capacidad verbal, mediante la asociación de los
agrupamientos con dibujos relacionados.
El objetivo es proporcionar tantas oportunidades como sea posible para
asociar cosas de modo significativo, por lo que la profesora tiene que atraer de
modo continuo la atención del niño hacia el modo en que los objetos o 1os
acontecimientos «van juntos». El niño autista necesita oportunidades explícitas
para reflexionar sobre sus propios actos o sobre los hechos que hayan ocurrido
y hay que insistir en que para los niños con menor capacidad verbal esto tiene
que hacerse de modo pictórico. Una máquina de fotos Polaroid puede ser un
valioso instrumento en este contexto, pues proporciona al niño un informe
instantáneo de un suceso o de una actividad.
A los niños con mayor capacidad verbal hay que orientarlos para que no
den una lista de detalles inconexos al recordar una historia o un
acontecimiento, lo cual llevará a cabo la profesora planteándole preguntas
claves que le hagan recordar los hechos fundamentales que dan significado a
la estructura; por ejemplo, la forma de contar una noticia en la prensa es una
buena guía para esto: ¿quién lo hizo?, ¿qué es lo que hizo?, ¿dónde?,
¿cuándo?.
Puede que el niño autista necesite ayuda para comprender que tiene
que recordar cosas y que puede hacer predicciones basadas en la experiencia
pasada, en cuyo caso habrá que proporcionarle secuencias de dibujos o
símbolos que al principio se muestren completas y luego por elementos de uno
en uno, mientras se anima al niño a adivinar -es decir, a predecir- cual será la
tarjeta siguiente de la secuencia. Esto ofrece al niño una tarea memorística a
la que se puede enfrentar, que es «divertida» cuando se confirma que el
elemento es correcto y en la que no tiene miedo a las consecuencias del
fracaso. Asimismo ofrece al niño un ejemplo práctico sobre cómo el
conocimiento pasado se puede emplear para predecir sucesos futuros.
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4.-Solución de problemas
Dificultades
La naturaleza de la solución de problemas implica que el sujeto no
puede limitarse a aprender una única respuesta «correcta» a un estímulo, sino
que tiene que entender qué estrategia de las aprendidas es la adecuada a una
situación. En los problemas de la «vida real» no tiene que haber forzosamente
una sóla estrategia «correcta», ni siquiera en casos individuales, y hay que
seleccionar un enfoque que ofrezca un equilibrio aceptable entre ventajas y
desventajas. Ambas características son muy difíciles para los niños autistas.
Su aprendizaje se caracteriza por ser específico a las situaciones y por su
incapacidad para generalizar a situaciones nuevas. Esto significa. que las
estrategias aprendidas en una situación -tanto con un sujeto como en un lugar
concreto o con un conjunto de materiales determinados- no estarán disponibles
si el «mismo « problema se plantea en una situación «nueva». También
significa que el niño no es capaz de abstraer principios generales que le
orienten en su elección de estrategias y que responde a rasgos concretos de
la situación. Al enfrentarse a un problema en una situación para la que no ha
adquirido una respuesta determinada, se encuentra perdido y puede frustrarse
o sencillamente darse por vencido. Si la «solución» pretendida para un
problema concreto no funciona, el niño no puede recurrir a estrategias
alternativas y en consecuencia, es posible que el fracaso produzca las
«catastróficas» reacciones de ira que se suelen mencionar.
Enfoques posibles
La esencia de un enfoque de solución de problemas es que el niño
disponga de respuestas alternativas y conozca que situaciones distintas
pueden requerir enfoques diversos. Como hemos visto, el niño autista trata de
aprender respuestas fijas para situaciones fijas, por lo que la primera estrategia
didáctica puede ser la de «bloquear» respuestas previamente acertadas, al
tiempo que se enseña al niño un enfoque alternativo. Es evidente que esto
puede molestar al niño, y la mejor forma de enfrentarse a ello es haciendo que
inmediatamente después, termine la tarea de modo correcto mediante el
«método antiguo», para evitar que se produzca demasiada decepción o
frustración. Puede que este sea el momento en que mayor confusión se cree,
pero es posible que dicha confusión sea necesaria para que se produzca un
pensamiento productivo. Es evidente que si la profesora opta por introducir un
nuevo enfoque en una presentación aislada de la tarea, el niño se obsesionará
con terminar la tarea del modo «conocido» y será incapaz de apreciar la
naturaleza alternativa del enfoque propuesto. Aunque la profesora consiga
convencer al niño de que adopte el nuevo enfoque, éste se convertirá en un
sustituto directo y el mismo problema se volverá a plantear al volver a introducir
el método antiguo. Yuxtaponiendo el método antiguo y el nuevo, el niño
experimenta 1a realización acertada de la tarea y responde mejor a la
enseñanza de un método alternativo. En caso de necesidad, al principio habrá
que sugerir el enfoque alternativo e ir alternándolo después con el enfoque
antiguo, hasta que el niño se dé cuenta de que cualquiera de los dos es
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correcto.
Se puede suprimir la necesidad de este laborioso enfoque para vencer
la adhesión del niño a una «respuesta fórmula» a los problemas si se adopta
un enfoque general de solución de problemas en la enseñanza. En la
educación de niños autistas se han empleado ampliamente, y con éxito,
métodos conductistas para enseñarles muchas habilidades prácticas y
académicas útiles y permitirles alcanzar cierta independencia. No obstante,
muchas personas que trabajan con niños autistas están comenzando a
experimentar las mismas reservas hacia los métodos conductistas que las
profesoras de niños con dificultades de aprendizaje. Aunque no se pretende
prescindir de las ventajas de un enfoque estructurado, hay un consenso cada
vez mayor acerca de que los métodos conductistas fomentan un aprendizaje
pasivo y dependiente y puede que no sean beneficiosos a largo plazo para los
niños autistas. No creemos que cada tarea deba ser tratada como una
situación-problema. No es muy ventajoso buscar nuevas formas de atarse los
cordones de los zapatos cada vez que nos 1os ponemos y es mejor dedicar el
tiempo y la energía que se emplean en pensar al contenido de lo que se quiere
decir en vez de al modo de formar letras o de presionar, las teclas de una
máquina de escribir. Estas habilidades tienen que realizarse «de modo
automático», para que el pensamiento pueda dirigirse a fines más creativos.
Por tanto, hay muchos motivos para enseñar habilidades secuenciales
mecánicas empleando métodos conductistas, pero el aprendizaje
verdaderamente independiente no se deriva de dicha enseñanza.
Como hemos visto, no es suficiente enseñar al niño diversas estrategias
tiene que saber que las posee y que puede seleccionar la adecuada a cada
circunstancia. Este tipo de conocimiento se puede «enseñar» ofreciendo al niño
oportunidades de reflexionar sobre el proceso por el que ha llegado a la
solución. A un niño con capacidad verbal se le puede pedir que haga explícito
su pensamiento; un niño sin capacidad verbal requerirá que los pasos hacia la
solución se representen de modo pictográfico, o se le puede pedir que los
reconstruya. Es evidente que ni la profesora ni el niño tienen que considerar
que el alcanzar la solución es el fin del proceso de aprendizaje. Hay que dar
tiempo para este proceso de reflexión.
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5. Mediación social
Dificultades
En la mayor parte de las situaciones de aprendizaje un adulto orienta al
niño pequeño para ayudarle a encontrar soluciones apropiadas a problemas.
Con frecuencia la profesora guía al niño hacia la solución mediante la palabra,
pero incluso aún sin tener en cuenta las dificultades del lenguaje, al niño autista
le puede resultar especialmente difícil este tipo de aprendizaje social. Los
adultos estructuran los problemas de la vida real de modo que el niño tenga las
máximas posibilidades de éxito: por ejemplo, la madre empuja las piezas de las
construcciones hasta situarlas al alcance del niño, o la profesora proporciona
los instrumentos matemáticos necesarios para que el niño «vea» la solución.
Estos rasgos, que normalmente suelen ayudar al desarrollo cognitivo, pueden
ser un obstáculo para el niño autista, por ser una fuente de confusión o de
trastorno. La proximidad social que este tipo de «ayuda» supone distrae e
incluso molesta a muchos niños autistas.
Enfoques posibles
Es evidente que aprender de otros es una habilidad social vital y que el
currículo debe incluir momentos en que al niño se le enseñe a tolerar la
proximidad de otros y a cooperar y colaborar en tareas de aprendizaje. No
obstante, el éxito en este tipo de aprendizaje en grupo o bajo la dirección de la
profesora puede tardar algún tiempo en conseguirse, si es que realmente se
llega a conseguir; por lo que hay que ayudar al niño a dominar el resto del
currículo a través de enfoques didácticos que no se basen en la mediación
social, para no impedir que tenga cualquier otro tipo de aprendizaje mientras
se enseñan habilidades sociales. El aprendizaje asistido por ordenador
presenta grandes posibilidades en este campo, pero el principio de ofrecer
tareas y situaciones de aprendizaje que el niño pueda por sí solo resolver no
tiene por qué limitarse al uso de la tecnología.
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6. Lenguaje
Dificultades
Además de su papel en la comunicación, el lenguaje desempeña una
función vital en el pensamiento del niño. El adulto emplea el leguaje para dirigir
la atención hacia aspectos cruciales de la situación e, incluso, para sugerir
estrategias de solución de problemas.
A medida que los niños se desarrollan, emplean el lenguaje para dirigir
sus propias actividades. Al principio puede que sea una imitación del lenguaje
que los adultos usan para darles instrucciones, pero pronto lo transforman en
un «reportaje en directo» de sus acciones. El siguiente paso es el uso del
lenguaje para hablar de lo que están a punto de hacer. Se cree que en ese
momento el lenguaje se interioriza como el «discurso interior» que nos permite
planear y dirigir nuestras actividades. Un niño con problemas del lenguaje,
como es el caso del autista, se halla por tanto disminuido en estos aspectos
del pensamiento y la planificación. Además, puede que el niño autista no preste
atención a las instrucciones de los adultos y sea incapaz, por tanto, de adquirir
la función directiva del lenguaje; la «atención túnel» puede significar que no se
preste atención a las instrucciones verbales en la tarea.
En toda tarea que implique memoria se usa el lenguaje para codificar la
información de modo que tenga significado (como cuando a las formas se les
da el nombre de un objeto familiar al que se asemejan, por ejemplo: «se parece
a un árbol»). Esto hace que sea más fácil tanto recordar como incorporar a la
memoria estructuras que se basan en el lenguaje. El hecho de que los niños
autistas no dispongan del lenguaje para este tipo de «codificación» puede
ayudar a explicar el hecho de que sus recuerdos aparentemente no estén
conectados en forma de un corpus de conocimientos sobre el mundo o de
«esquemas» de conocimiento.
Enfoques posibles
Como ya hemos mencionado se puede animar al niño a emplear formas
pictóricas o visuales de codificar la información para memorizarla de modo
eficaz. Se ha dicho que muchos niños autistas piensan en términos visuales y
todas las actividades en este campo deberían basarse en ello. Cuando un niño
que no habla emplea un lenguaje de signos como alternativa al lenguaje, hay
que estimularle a que lo use mientras realiza la tarea -¡lo cual no es fácil si
esta requiere ambas manos!- y a que vaya de forma gradual adelantando en el
tiempo el lenguaje de signos, de modo que lo emplee para planear acciones.
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7. Imitación
Dificultades
Muchos niños autistas con capacidad verbal parecen imitar muy bien y
producir réplicas exactas de las emisiones oídas, incluyendo patrones de
entonación y acentos. Pero la «exactitud» de la imitación de emisiones que
repiten da una pista de los problemas concretos que los niños autistas tienen
en general para imitar. La imitación de acciones tiene idénticas características
que la de emisiones que hay que repetir, en el sentido de que el niño autista
copia los movimientos con precisión y no 1os ajusta a su propio marco de
referencia. Por ejemplo, si el adulto se da un golpecito en la rodilla, el niño
autista se inclina y golpea la rodilla del adulto, en tanto que otros niños
relacionarían la acción con su propio cuerpo y se darían un golpecito en la
rodilla.
En el lenguaje, el niño autista no adopta el papel de otro en el juego
simbólico, sino que repite exactamente lo que ha oído en esa situación
(pregunta: «¿quieres una galleta?» para expresar su deseo de una). La
imitación del niño autista tiene, por tanto, una cualidad «parásita» y es difícil
emplearla como técnica didáctica. Además, puede que el niño autista no imite
en absoluto y que no relacione en modo alguno sus acciones con las del
adulto, .o también que imite sin tener en cuenta el significado del gesto.
Enfoques posibles
Las dificultades de imitación significan que la profesora no puede confiar
en que se produzca el aprendizaje de habilidades sociales o de cualquier otro
tipo de modo incidental. Puede que merezca la pena dedicar algún tiempo a
enseñar al niño autista a imitar, pero incluso en este caso rara vez
generalizará de modo útil a situaciones nuevas.
La dificultad fundamental sigue siendo la incapacidad para seleccionar
conductas significativas que imitar, y es probable que el niño imite tanto
conductas irrelevantes o indeseables como conductas socialmente aceptables.
Si, a pesar de estas dificultades, se elige la imitación como técnica válida, se
debe enfocar de modo especial. En vez de sentarse frente al niño y esperar
que reproduzca las acciones, la profesora tiene que sentarse al lado del niño
para ejecutar el modelo. Si es necesario, se puede llevar a cabo frente a un
espejo, por ejemplo, para imitar las expresiones faciales.
La imitación verbal se puede emplear para estimular a un niño mudo a
vocalizar; pero enseñar a repetir de forma mecánica palabras sin que el niño
las comprenda y en contextos artificiales es más probable que conduzca a una
imitación no comunicativa que a un uso productivo del habla. La imitación de
palabras se debe llevar a cabo cuando el niño haya demostrado su
comprensión de las mismas, y aún así deben ser limitada a contextos
funcionales.
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8. Juego Simbólico
Dificultades
Un rasgo sobresaliente del desarrollo de 1os niños autistas es la
ausencia virtual de juego simbólico, lo cual quiere decir que no llevan a cabo
1os típicos juegos de «los papás», de los «médicos», etc-, y ni siquiera en el
juego no social hay muchas pruebas del «yo me pido ser...».
El niño autista parece jugar de modo normal -por ejemplo al hacer una
fila de coches de juguete o al colocar muñecos en los muebles de una casa de
muñecas- pero si se le observa a lo largo del tiempo, no se apreciará un gran
desarrollo. El niño seguirá las mismas rutinas repetitivas y se enfadará si los
adultos o sus compañeros tratan de intervenir y ampliar el juego de algún
modo.
Muchos niños autistas ni siquiera demuestran este grado de simbolismo
en su «juego». Interactúan sólo con las propiedades físicas de los juguetes -
dando vueltas a las ruedas de los coches , retorciendo el pelo de la muñecasin
tener en cuenta la relación simbólica de los juguetes con los objetos de la
vida real. La pobreza del juego simbólico significa que el niño no sólo pierde
oportunidades de interacción social, sino también el valioso aprendizaje que 1a
acompaña. Ensayando papeles, el niño aprende a adoptar otra perspectiva y
comienza a comprender la naturaleza de las relaciones sociales. Es asimismo
posible que el juego simbólico ayude al niño en otras formas de actividad
simbólica, la más fundamental de las cuales es el lenguaje. Es evidente que
una parte importante del desarrollo del lenguaje deriva de este tipo de juego.
Algunos programas de desarrollo del lenguaje estimulan el desarrollo del
juego simbólico antes de intentar la enseñanza específica del lenguaje, pues
suponen que es un requisito previo necesario. Es poco probable que esta
estrategia tenga éxito con los niños autistas, pero demuestra la importancia que
se le asigna a la función del juego simbólico en el desarrollo cognitivo,
incluyendo el desarrollo del lenguaje.
Enfoques posibles
Las dificultades del juego simbólico parecen provenir de las áreas
fundamentales de déficit cognitivo en el autismo: la incapacidad para reconocer
que un objeto no sólo es un juguete, sino que representa un objeto de la vida
real. Puesto que esto es así, probablemente no merece la pena dedicar
mucho tiempo a tratar de inculcar el juego simbólico en los niños autistas.
Es adecuado enseñar al niño a emplear los juguetes de modo no
repetitivo y enseñarle las reglas sociales de los juegos para que pueda jugar
con otros niños. Pero la profesora tiene que tener en cuenta que es probable
que el niño nunca vaya más allá del modo de jugar con los juguetes que se 1e
ha enseñado. Probablemente la comprensión de los símbolos se aborda mejor
20
en campos relacionados de modo más directo con asignaturas del curriculo,
por ejemplo, enseñando al niño a leer o a comprender mapas o diagramas.
21
9. Motivación
Dificultades
Un rasgo observable de los niños autistas es su casi completa ausencia
de motivación para el logro. No se ven a sí mismos como los demás los ven,
por lo que carecen de sentido de la competitividad, de orgullo por el éxito, de
vergüenza ante el fracaso .
Muchos parecen no experimentar el deseo normal de agradar a los
demás, por lo que 1a alabanza influye poco en su conducta. Esto no significa
que a los niños autistas les resulte indiferente su éxito en las tareas; muestran
satisfacción cuando terminan una tarea, y rabia y frustración si no consiguen
que algo funcione o si falta una pieza, o incluso si una suma les sale mal. En
este sentido, se sienten motivados para hacer las cosas «bien» siempre que lo
que está bien permanezca constante. Así que se muestran reacios a intentar
nuevas tareas a no ser que la tarea sea una de su propia elección y la
recompensa sea, por tanto, intrínseca, es decir, no necesite refuerzo externo.
De hecho, algunas de las conductas «rituales-obsesivas» de los niños
autistas son claramente automotivadoras, pero difieren de las actividades
normales de autorrecompensa en el sentido de que parecen no tener límites.
De este modo, el niño autista no se cansa de sus «rutinas» y el trabajo en el
aula tiene que competir con estas conductas obsesivas. La dificultad se plantea
al dirigir al niño autista hacia actividades elegidas por la profesora. Estas
dificultades han llevado a las profesoras a usar recompensas tangibles como
en los programas conductistas, que suelen incluir recompensas de alimentos o
tiempo para una actividad preferida, o algún sistema de fichas. Tales
programas pueden ser útiles para controlar la conducta del niño, pero quizá
requieran mucho tiempo y sean difíciles de incorporar a las rutinas habituales
del aula. Asimismo puede que sean contraproducentes en algunas áreas del
currículo en las que a la profesora le urja relaciones funcionales: por ejemplo,
cuando le enseña al niño a comunicarse.
Enfoque posible
El niño autista necesita que se le anime activamente a explorar
situaciones nuevas. Puede que al principio se necesiten recompensas tangibles
para establecer un repertorio más amplio de habilidades lúdicas y
exploratorias. Sin embargo, como ya hemos mencionado, las técnicas que se
basan en recompensas extrínsecas no sirven para motivar al niño en sentido
general, y es probable que, una vez que se suprima la recompensa, su
conducta recaiga en rutinas conocidas. Lo que hay que hacer es establecer un
sistema de autorrecompensa con una jerarquía claramente definida de
actividades disponibles para el niño, dispuestas en orden de preferencia.
El niño , por tanto, tiene que darse cuenta de que puede realizar una de
sus actividades preferidas al terminar una que le guste menos; hay que
22
construir una cadena de actividades por la que se pueda desplazar supervisado
mínimamente por el adulto. Un punto fuerte de los niños autistas en este
tiempo es que les suele «gustar lo que hacen», por lo que las actividades
conocidas (a las que pueden haberse resistido en una primera introducción)
pueden convertirse en recompensas para las menos familiares.
23
10. Secuencias
Dificultades
Se suele decir que los niños autista tienen problemas para seguir
secuencias, lo cual puede inducir a error, puesto que si se les pide que copien
una secuencia -por ejempIo, de cuentas en un hilo o de bloques de colores-, lo
hacen, pero tienen dificultades para ir más allá del modelo propuesto. Parece
que no saben abstraer el principio o la regla en que se basa la secuencia: 1a
imitan, pero no la amplían. Los niños autistas más capaces producen patrones
y secuenciación propias que manifiestan principios de secuencias, pero siguen
teniendo dificultades comparativamente al analizar las secuencias de otros.
El tiempo y la causalidad representan tipos concretos de secuencia. El
tiempo se puede considerar como una secuencia de acontecimientos, lo cual
no plantea problemas concretos a los niños autistas, siempre que esta
permanezca invariable. Pero, al igual que en el caso de otras secuencias, al
niño autista le resulta difícil predecirlas a partir de patrones establecidos. Los
cambios de rutina son aterradoramente impredecibles y se suele resistir a ellos;
no es el cambio en sí lo que le produce inquietud, sino la modificación de una
secuencia en la que confía. De hecho, a algunos niños autistas parece
gustarles mucho las experiencias nuevas.
El concepto de causalidad implica comprender realmente que un
acontecimiento sigue a otro, e inferir si uno es la causa y otro el efecto. En
situaciones en las que dos hechos ocurren habitualmente formando una
secuencia, asumir que el primero es causa del segundo forma parte del
desarrollo cognitivo normal . Pero dicha «hipótesis» demuestra ser falsa para el
niño de desarrollo normal cuando el primer hecho a veces no da lugar al
segundo, o cuando el segundo se produce en una secuencia con un hecho
anterior distinto. El análisis y la comparación en estas situaciones es muy difícil
para el niño autista, que no parece desarrollar mucho el concepto de
causalidad per se, basándose en su lugar en que ciertos acontecimientos
siempre tienen lugar juntos.
Enfoques posibles
Hay que enfocar el establecimiento de secuencias en un contexto
significativo y, al igual que en el desarrollo de estrategias alternativas para la
solución de problemas, el niño tiene que conocer una serie de secuencias
posibles para cualquier situación. El currículo de ciencias ofrece muchas
oportunidades interesantes de estimular al niño a reflexionar sobre secuencias
nuevas o a intentar predecir los elementos de una secuencia a partir de lo que
los precede.
A los niños autistas con capacidad verbal se les puede preguntar:
«¿Qué pasa si...?» o «¿Qué viene después?», para estimularlos a pensar
sobre las secuencias y la causalidad. Los niños sin capacidad verbal, como
24
veíamos en el apartado sobre 1a memoria necesitan seleccionar dibujos o
símbolos para hacer las mismas predicciones. El tiempo y la causalidad se
pueden abordar de modo adecuado a través de actividades como la cocina en
la que los efectos del calor y de las mezclas son evidentes por los cambios de
color, de textura y ,sobre todo, de gusto. El niño autista suele, a través de la
experiencia en la cocina, llegar a apreciar los cambios en el tiempo, y aprende -
preferiblemente por medio de la experiencia- que merece la pena esperar para
algunas cosas.
25
11. Problemas asociados
Dificultades
El 75% de los niños autistas tiene dificultades adicionales de aprendizaje
asociadas a las producidas por el autismo. La mayor parte de ellas son graves,
influyen directamente en el desarrollo del niño e interactúan con los problemas
derivados del autismo. Algunos niños tienen además deficiencias físicas, lo
cual complica aún más las cosas. Por tanto, el patrón evolutivo de cada niño
autista varia según el modo de interacción de dichas deficiencias con su
personalidad. En la mayor parte de los casos, sin embargo, las consecuencias
de las dificultades adicionales de aprendizaje consisten en retrasar el
desarrollo de un patrón de por sí desviado a causa del autismo. En el caso de
la memoria, por ejemplo, el exceso de confianza en la memoria episódica
puede ser exacerbado por problemas en la adquisición del tipo de estrategias
nemotécnicas que conducen a la codificación semántica. En la percepción, la
pérdida visual puede significar un cambio en la preferencia de estímulos
visuales a auditivos.
Enfoques posibles
Incluso en marcos especiales es probable que en una sola clase haya
una amplia variedad de capacidades y dificultades relacionadas. El profesor
tiene, por tanto, que abordar a cada niño de forma individual, teniendo en
cuenta el posible patrón de conducta asociado al autismo, pero reconociendo
que los patrones de conducta individuales derivan de la interacción entre los
puntos fuertes y débiles del niño y el entorno. En situaciones en las que sólo
haya un niño autista en la clase -tanto si se trata de una situación de
integración o de una clase especial- se añade la dificultad de satisfacer las
necesidades del niño en situaciones que son contrarias a dichas necesidades.
Puede que en ciertas áreas el currículo diferenciado no plantee demasiados
problemas, por ejemplo, los objetivos del Currículo Nacional de Inglés referidos
a las habilidades de conversación y escucha son fácilmente adaptables al nivel
del niño. Otras áreas plantean más problemas, pues en ellas hay suposiciones
evolutivas que no se corresponden con el desarrollo del niño autista. Por
ejemplo, el objetivo en Inglés relacionado con la lectura supone que el niño
pasará de referirse al significado de dibujos y acontecimientos a la adquisición
gradual de habilidades de decodificación de la lectura. A los niños autistas, sin
embargo, les resulta más fácil aprender a «leer»- aunque sin comprensión realque
explicar lo que sucede en un dibujo o relatar un hecho.
26
12. Cognición Social
Dificultades
Este área está considerada el problema clave de los niños autistas. Se
centra en el desarrollo de la comprensión social de uno mismo y de los demás
como personas, lo cual supone entender las emociones, las motivaciones
subyacentes y las creencias. Este tipo de comprensión se desarrolla durante la
infancia, pero su existencia es evidente incluso en niños muy pequeños. Los
niños que se desarrollan de modo normal establecen una interacción social con
sus cuidadores en la que aprenden a responder a las reacciones emocionales
de su «compañero» y a anticiparlas según su propia conducta. Imitan las
expresiones faciales de los adultos y «reviven» sus emociones y motivaciones
en sus juegos de simulación, y de este modo comienzan a proyectarse en los
sentimientos ajenos y a desarrollar la comprensión de por qué las personas se
comportan como lo hacen. Como hemos visto, todas estas actividades son
especialmente problemáticas para el niño autista, que parece tener escasa
comprensión de sí mismo como persona y poca capacidad de comprender o
predecir el comportamiento de los demás. La incapacidad para la empatía y,
por tanto, para saber lo que otra persona siente, piensa o cree es difícil incluso
para los autistas más capaces.
Esta dificultad tiene consecuencias sociales obvias, pues significa que
los niños autistas tienen problemas de relación con los demás y éstos los
consideran «extraños» o quizá incluso «fríos» o «insensibles». Como mínimo
los incapacita desde un punto de vista social, en el peor de los casos, les obliga
a evitar un contacto social que los desconcierta y los confunde. Las dificultades
cognitivas pueden surgir como resultado secundario de los problemas sociales.
Los niños autistas pueden tener problemas con la mediación social del
aprendizaje, como hemos visto; las «explicaciones» de los adultos se limitan a
introducir un nivel añadido de dificultad a la situación. Pueden producirse
problemas de lenguaje, y sus concomitantes errores sociales, cuando el
significado depende de la interpretación social. Hay poco lenguaje educativo
que sea directo: hacemos preguntas corteses cuando pretendemos decir lo que
hay que hacer(por ejemplo: «¿Querrías darle a Jon un poco de tu plastilina,
Sara?»); hacemos preguntas cuya respuesta ya conocemos («¿De qué color
es esto?»). En resumen, confiamos en que los niños sean capaces de emplear
la comprensión que tienen de nosotros y de la situación para adivinar qué es lo
que «realmente» queremos decir. Esta capacidad no puede suponerse a los
niños autistas.
Una consecuencia directa de esta dificultad para la empatía se observa
en las clases de Teatro, cuando el niño autista es incapaz de representar el
personaje. Un problema similar se plantea al interpretar personajes dramáticos
o cualquier situación de ficción en Literatura Inglesa. La Historia también
plantea dificultades especiales para el niño, si se le pide que se imagine en una
época distinta. En realidad, todo lo que implique el uso de la imaginación puede
27
ser especialmente difícil para los niños autistas.
Resulta paradójico que el hecho de que los niños autistas no parezcan
desarrollar intuiciones acerca de cómo y por qué la gente se comporta como lo
hace pueda tener ventajas en algunas asignaturas. Trabajos recientes con
niños pequeños de desarrollo normal han demostrado que sus ideas iniciales
sobre la conducta, incluyendo la conducta de los animales y de objetos como el
sol, se hallan estrechamente relacionadas con sus conceptos sobre las
personas, lo cual es evidente que les ayuda a comprender el mundo social en
el que viven, pero puede convertirse en una barrera para aprender teorías
opuestas sobre la conducta, como las de los animales y las plantas en Biología
o las de la causalidad mecánica en Física. Aún no sabemos lo suficiente sobre
cómo enseñar a los niños a desarrollar nuevas teorías, pero como mínimo tiene
que implicar un enfoque distinto de la enseñanza si, como los niños autistas, no
hubiera teorías opuestas de causalidad «relacionadas con la persona», que
interfirieran con los nuevos conceptos. Puede ser, por tanto, que a los niños
autistas les resulte más fácil adquirir estas teorías «científicas» que a otros
niños de edad mental comparable.
Enfoques posibles
Una consecuencia de la dificultad para la cognición social es que el
significado (no lo que la palabra significa, sino lo que quiere decir el hablante)
tiene que ser mucho más explícito. La profesora debe evitar el sarcasmo y el
lenguaje metafórico y ser consciente de que el niño no comprende lo que se
supone que otros saben; al niño le resulta útil una enseñanza explícita sobre
qué información tiene que transmitirse y que se puede asumir acerca del
oyente o del lector. Se pueden tratar aspectos relacionados con este tema en
situaciones en las que el niño tenga que dar instrucciones a otros en contextos
potencialmente ambiguos. En un nivel muy sencillo, al niño se le enseña que, a
menos que incluya el adjetivo adecuado, puede acabar con chocolate blanco
en vez de con el normal que quería; es decir, aprende a hacer peticiones
específicas y quizá a entender que los demás no sabrán lo que quiere, a no ser
que se lo diga.
Practicar con objetos escondidos y orientar a alguien hacia el sitio donde
están ocultos le ayuda a comprender que no todo el conocimiento es
necesariamente compartido, aunque a la mayor parte de los niños autistas les
resulta muy difícil no revelar el escondrijo de modo inmediato. Un juego muy
popular que también se relaciona con este problema es enviar al niño fuera de
la habitación, mientras los demás eligen uno de entre varios dulces. Cuando
vuelve a entrar, al niño se le permite elegir y meterse en el bolsillo los dulces de
uno en uno hasta que llega al dulce designado; de este manera, algunos de los
niños autistas más brillantes se hacen una idea de que los demás pueden
saber cosas que uno ignora y de que puedes «engañar» gracias a tu superior
conocimiento.
28
C. UN CURRICULO COGNITIVO
Cabe considerar la solución de problemas como un recurso pedagógico
clave en el que se manifiestan más claramente las dificultades cognitivas de los
niños autistas y son más sencillas de remediar. El currículo cognitivo tiene que
formar parte del currículo que se enseña a estos niños, pero es poco probable
que sea efectivo si se les enseña como un «paquete» curricular aislado. La
enseñanza de habilidades de pensamiento tiene que incorporarse a una serie
de áreas curriculares para facilitar el aprendizaje de principios generales y
utilizables. Además, a los niños autistas pueden resultarles provecho el realizar
actividades concretas, diseñadas de modo específico para mejorar sus
habilidades de pensamiento.
Es posible dilucidar los aspectos de las situaciones de solución de
problemas que son más difíciles para los niños autistas y las estrategias
didácticas más eficaces para resolver dichas dificultades. El aprendizaje
asistido por ordenador permite comprobar variaciones de modo sistemático, en
una situación en la que al niño se le puede dejar un control considerable sobre
su aprendizaje. Las tareas presentadas por ordenador parecen asimismo
atractivas para la mayoría de los niños autistas, proporcionando, en
consecuencia, un buen marco de trabajo para separar las dificultades de
motivación de las cognitivas.
El valor principal de un currículo cognitivo para niños autistas no reside
tanto en la gran flexibilidad que ofrece para la enseñanza de habilidades
tradicionales, como en las oportunidades que proporciona para tratar
directamente algunas dificultades cognitivas fundamentales. Gran parte de la
práctica educativa de los niños autistas se ha centrado en ofrecer un currículo
compensatorio que trata de compensar las dificultades de aprendizaje del niño
y de ofrecer una gama de experiencias educativas lo más amplia posible. Es
evidente que se trata de un enfoque valioso, que probablemente va a tener un
papel cada vez más importante en el Reino Unido cuando se lleve a la práctica
el Currículo Nacional. Es importante que la educación esté tratando de ofrecer
cierto grado de ayuda a los niños autistas, es decir, un currículo
«compensatorio». Los principios de la solución de problemas se pueden
emplear para esto en diversas asignaturas o en la planificación de un currículo
de habilidades de pensamiento.
29
Principios de la solución de problemas
1.- Enfrentarse a exigencias crecientes de solución de problemas.
Hay tres dimensiones que pueden variarse de modo gradual para
aumentar la dificultad de las actividades de solución de problemas. La primera
es el tipo de razonamiento que implica la tarea: discriminación, clasificación...;
la segunda es el tipo de concepto definido: espacial, de clase, temporal...; la
tercera se refiere a las exigencias que se imponen a la memoria, que pueden
ser de tres niveles: toda la información presente, parte de la información oculta
o ausencia de información. La introducción gradual de los diferentes niveles
permite al niño autista enfrentarse a problemas de dificultad creciente sin
sentirse derrotado por las nuevas exigencias.
2.- Desarrollar la atención selectiva.
Como ya hemos visto, los niños autistas necesitan actividades
diseñadas para estimular, cuando no exigir, su atención. No cabe suponer que
vayan a responder a exhortaciones verbales para que atiendan y, en cualquier
caso, necesitan aprender a dirigir su propia atención, en vez de confiar en la
dirección de la profesora.
3.- Definir el problema.
Es importante asegurarse de que el niño comprenda los problemas en
términos de su propia experiencia y de que se puedan resolver en función de
las capacidades del niño para responder. Es decir, el niño debe considerar que
puede solucionar la tarea sin necesidad de adquirir habilidades adicionales
antes de ensayar una solución. Esto significa que los pasos iniciales de la tarea
deben «ajustarse» a las estrategias de que el niño dispone, aunque los pasos
posteriores le desafíen a adquirir otras nuevas.
4.- Desarrollar diversos enfoques.
No obstante, los niños autistas necesitan asimismo que se les disuada
de aceptar siempre una respuesta concreta a un problema o de buscar una
determinada respuesta «correcta». Hay que estimularlos para que adquieran
varias respuestas y enseñarles, en primer lugar, a ser conscientes de cuales
son sus respuestas y, en segundo lugar, a aplicarlas de modo flexible. Tienen
que llegar a darse cuenta de que no hay forzosamente una única solución
30
«correcta» ni un único enfoque a un problema determinado. Este campo puede
ser de extrema dificultad para los niños autistas, a quienes les produce mucha
ansiedad e inquietud que las soluciones antiguas ya no sirvan. Hay que
enfrentarse a esta situación de manera gradual; también en este caso el
ordenador ofrece la oportunidad de que este enfoque se desarrolle con un
ritmo adecuado, sin que el niño sienta que el adulto le frustra. Los niños
parecen más dispuestos a aceptar el hecho de que las máquinas se comportan
con esta falta de consistencia. Al niño autista en particular le resulta menos
desalentador tratar de comprender la mente de la máquina, que su equivalente
humano.
5.-Desarrollar estilos de aprendizaje que incorporen estrategias más
avanzadas.
Hay una jerarquía de estrategias aplicables a situaciones de solución de
pro
mas, y los niños autistas, igual que los demás, deberían progresar de
estrategias de exploración a estrategias de enfoque, lo cual significa que las
tareas de solución de problemas deben diseñarse para proporcionar
experiencia en reconocer y desechar información irrelevante para el problema.
6.- Reflexionar sobre la experiencia.
Las tareas deben de ofrecer la oportunidad a los niños de aumentar su
conciencia de las formas que tienen de enfrentarse a los problemas. Deben
tener cierta idea no sólo de lo que no saben sino también de por qué no lo
saben y que pueden hacer al respecto. En este sentido, el aprendizaje no se
detiene porque se haya terminado la tarea: el niño necesita tiempo y
oportunidades -y posiblemente una ayuda más estructurada- para reflexionar
sobre su actuación.
7.- Desarrollar un pensamiento autodirigido.
Los niños deben ser capaces de controlar en cierta medida el entorno
del problema. Para depender menos de la afirmación o la aprobación adultas,
es necesario que puedan juzgar la utilidad o inutilidad de las estrategias que
adoptan y disponer de algún modo de corregir los intentos fallidos, sin tener
que recurrir al juicio de la profesora.
8.- Desarrollar estrategias nemotécnicas.
31
Los niños deben reconocer que hay que memorizar parte de la
información y adoptar una estrategia que les ayude a hacerlo. A los que no lo
hacen de modo espontáneo se les puede enseñar, pero asimismo tienen que
desarrollar su propio control de la situación. Las actividades de solución de
problemas deben, por tanto, proporcionar práctica en la identificación de
elementos y en la codificación de la información relacionada con ellos y con las
exigencias específicas del contexto.
9.- Desarrollar la mediación lingüística y no lingüística.
Los niños autistas casi invariablemente tienen problemas de lenguaje
que afectan a su modo de usarlo para ayudarles a recordar y clasificar
información. Tradicionalmente la educación se ha centrado en el uso de
estrategias verbales de pensamiento, pero las estrategias visuales pueden ser
igual de valiosas y son especialmente útiles en el caso de los niños autistas.
10.- Desarrollar libertad para pensar.
Puesto que la ansiedad es un componente crónico del autismo, el
entorno de la solución de problemas debe ser lo menos amenazador posible.
Los niños autistas tienen que experimentar y no se les debe penalizar por
hacerlo calificando algunos enfoques de «equivocados». Para que los métodos
de solución de problemas ayuden a pensar, tienen que constituir un desafío,
por lo que pueden producir un fracaso inicial. No hay que castigar al niño por
este fracaso, que, a fin de cuentas, es el objeto del ejercicio, sino
proporcionarle retroalimentación inmediata que sea lo menos amenazadora
posible, para que pueda concentrarse en sus reacciones ante ella, en vez de
en las medidas defensivas que, en caso contrario, adoptará. La conciencia de
poseer estrategias alternativas contribuirá también a disminuir el pánico ante un
«fracaso» inicial.
Para que las tareas sean relevantes desde el punto de vista educativo
tienen que diseñarse de modo que incorporen los principios de la solución de
problemas a través del currículo. Este parece un enfoque especialmente
ventajoso para los niños autistas, puesto que es aplicable a todos los niveles
de funcionamiento intelectual y atiende a toda una serie de necesidades de
aprendizaje. Es, sobre todo, un enfoque digno de ser investigado si la
educación pretende satisfacer las necesidades fundamentales de aprendizaje
de los niños autistas.
D.- EL CURRICULO NACIONAL
Puesto que el Currículo Nacional se basa en las asignaturas, es
evidente que no hay un área curricular definida y separada que se denomine
«Habilidades cognitivas» o «Habilidades de pensamiento». Como ya hemos
visto, puede que sea necesario enseñar a los niños autistas a pensar de modo
más eficaz a través de «huecos» en el horario especialmente diseñados, lo
cual implicaría emplear parte del tiempo no asignado al currículo. Si se necesita
más tiempo, el informe sobre las necesidades especiales del niño debe incluir
los fundamentos de la modificación de la aplicación del Currículo Nacional. Sin
embargo, es importante que los niños autistas se incorporen al máximo al
Currículo Nacional, por lo que la mayor parte de la enseñanza de habilidades
de pensamiento debe llevarse a cabo dentro de las asignaturas de este
currículo. Vamos a dar algunos ejemplos de cómo enfocarlo.
Inglés
En el nivel 1 del objetivo 3 (Escritura), el alumno deberá emplear dibujos,
símbolos o letras aisladas, palabras y expresiones para transmitir significados.
El ejemplo que se ofrece en la circular del Departamento de Educación y
Ciencia de mayo de 1989, consiste en que el niño muestre su trabajo a los
demás diciendo lo que significan la escritura y los dibujos. La aplicación del
principio número uno, por ejemplo, a este objetivo se puede llevar a cabo de
acuerdo a los siguientes estadíos:
1.- El niño aprende a pedir un objeto señalándolo.
2.- Hace la misma petición eligiendo una de entre varias fotos que se le
presentan.
3.- El niño selecciona espontáneamente una fotografía para pedir algo.
4.- El niño selecciona espontáneamente un «dibujo realista» para pedir algo.
5.- El niño espontáneamente elige un «dibujo lineal» (por ejemplo, un símbolo
Rebus) para pedir algo.
6.- El niño dibuja la representación del objeto -a la vista- para pedir algo.
7.- El niño dibuja la representación del objeto de memoria para pedir algo,
ayudado por el dibujo lineal.
De este modo, los conceptos implicados se hacen progresivamente más
abstractos y el papel de la memoria aumenta. Al mismo tiempo, el niño trabaja
en el nivel uno del objetivo de una forma relevante para sus necesidades
concretas.
Uno de los enunciados del nivel 2 del objetivo 2 (Lectura) afirma que
33
«los alumnos deberán leer con precisión y comprender señales, etiquetas y
carteles sencillos». El ejemplo que se ofrece es «leer las etiquetas de los
cajones de la clase; leer menús sencillos». La aplicación del principio número
dos, por ejemplo, a este objetivo se puede llevar a cabo en los siguientes
pasos:
1.- En el recreo, el niño elige algo para comer, de entre una serie visible de
opciones.
2.- Los aperitivos se hallan colocados en recipientes idénticos cuyo contenido
se indica mediante representaciones pictóricas claras (a la vista del niño),
antes de que elija.
3.- El niño elige uno de los recipientes sin ver el contenido.
4.- Una etiqueta escrita se superpone a cada dibujo y el niño elige como en 3.
5.- El dibujo se halla parcialmente oscurecido (quizá en más de un paso) y la
etiqueta subrayada, y el niño elige como antes.
6.- Las etiquetas escritas son la única pista sobre el contenido de los
recipientes, y la elección se realiza como antes.
7.- Las etiquetas escritas se colocan al lado de los recipientes, en vez de estar
unidas a ellos, y la elección se realiza como antes.
8.- Al niño se le presentan las etiquetas escritas separadas de los recipientes, y
la elección se realiza como antes.
9.- Las etiquetas escritas se trasladan a una lista de la que el niño elige.
10.- La serie de etiquetas escritas, que se enseñan de este modo, se va
ampliando.
Así se consigue que la atención del niño se dirija a las etiquetas escritas,
en un marco significativo desde el punto de vista educativo que es compatible
con las exigencias del Currículo Nacional.
En el nivel 3 del objetivo 1 (Hablar y escuchar), uno de los enunciados
es que los alumnos deberán transmitir con precisión un mensaje sencillo. El
ejemplo que se ofrece es el de llevar un mensaje oral a otra profesora. Aplicar
el principio número tres a esto supone que la profesora debe tener en cuenta
las estrategias de las que el niño dispone y asegurarse de que este comprende
la tarea. Para ello, puede que sea necesario transmitir el mensaje por medio de
signos o dibujos, según la capacidad expresiva del niño. Se consigue que la
actividad sea significativa para el niño haciendo que un mensaje transmitido de
forma correcta se traduzca en una recompensa tangible y funcional. Por
ejemplo, si al niño le gusta nadar se le puede mandar a pedir la llave de la
piscina.
En el nivel 2 del objetivo 1 (Hablar y escuchar), uno de los enunciados
es que los alumnos deberán «responder de modo apropiado a una serie de
instrucciones más complejas por parte de la profesora y dar instrucciones
sencillas». El ejemplo que se ofrece es el de «seguir tres acciones
consecutivas» (se pone como ejemplo una secuencia de tres instrucciones).
Para aplicar el principio 8 a este aspecto del objetivo, hay que enseñar al niño
un modo de memorizar cada instrucción tal como se da y su puesto en la
secuencia. Que esto se lleve a cabo ensayándolo (haciendo que el niño repita
cada instrucción y luego toda la secuencia) o confiriendo a las instrucciones y
su secuencia cierto significado (haciendo que el niño hable de cada instrucción
y de su relación entre ellas) dependerá de las circunstancias y de la naturaleza
de las instrucciones. El aspecto didáctico clave es que la profesora compruebe
que el niño hace esfuerzos por recordar y dispone de estrategias para hacerlo.
Ciencias
En el nivel 2 del objetivo 3 (los procesos de la vida), uno de los
enunciados es que los alumnos deberán «saber que son importantes la higiene
personal, la comida, el ejercicio, el descanso, la seguridad y el uso adecuado
de los medicamentos». El enfoque tradicional para enseñar el aspecto sobre la
higiene personal de este objetivo a niños con dificultades de aprendizaje
consistiría en enseñar al niño una serie de «buenos hábitos».
El niño aprendería, por ejemplo, a lavarse siempre las manos después
de ir al servicio y antes de comer. Es posible que de este modo el niño actúe de
forma adecuada, pero no comprende el principio implicado y puede que se lave
las manos como un ritual sin comprobar la eficacia del lavado. Al aplicar el
principio 4, por el contrario, la profesora puede evitar que los niños se laven las
manos de modo automático antes de comer, haciendo que comprueben
primero si hay señales de suciedad y que después repasen las actividades
realizadas para ver si han tocado objetos sucios, etc. Hay que estimular a los
niños a que desarrollen sus propias formas de buscar la suciedad, quizá a
través del olfato o del tacto, así como por medio de las señales más evidentes.
El objetivo consiste en aumentar la comprensión de los niños sobre el propósito
de las actividades higiénicas desarrollando estrategias flexibles para decidir si
son apropiadas.
En el nivel 4 del objetivo 1, estadio clave 4, Modelo B (Exploración de las
ciencias), uno de los enunciados es que el alumno deberá «sacar conclusiones
a partir de resultados experimentales». Para aplicar el principio 5 a este
aspecto del objetivo, hay que estimular al niño a pasar de una descripción no
centrada de los resultados de un experimento, a una conclusión que se centre
en la relevancia de los mismos con respecto a una hipótesis inicial.
Por ejemplo, una investigación acerca de los efectos sobre el punto de
ebullición al añadir sal al agua, puede ser descrita por el niño como una lista de
los diversos puntos de ebullición en distintas soluciones de sal en agua pura.
La profesora tiene que demostrar al niño que estos resultados se relacionan
con la pregunta de la investigación, de modo que el foco de la descripción
muestre que variaciones sistemáticas de la proporción de solución salina
influyen en el punto de ebullición, lo cual permite extraer conclusiones.
En el nivel 2 del objetivo 10 (Fuerzas), el enunciado es que los alumnos
deberán «comprender que empujar un objeto y tirar de él puede ponerlo en
movimiento, acelerarlo, desviarlo, detenerlo». Al aplicar el principio 6 a este
objetivo, las muchas actividades cotidianas a través de las que puede ser
enseñado -juegos de pelota, actividades con coches de juguete, carreras con
canicas, juego motor en toboganes y columpios, etc.- deben ir seguidas de
períodos de reflexión. En el caso de los niños autistas con capacidad verbal,
esto se puede llevar a cabo sondeándolos con preguntas adecuadas, pero si
son niños con una comprensión limitada del lenguaje, la profesora tiene que
asegurarse de que estas actividades se lleven a cabo de forma deliberada. La
profesora tiene asimismo que planificar formas de dirigir la atención del niño
hacia el resultado de sus acciones.
Matemáticas
En el nivel 5 del objetivo 11 (Forma y espacio), uno de los enunciados es
que los alumnos deberán «usar mapas para resolver problemas». El ejemplo
ofrecido es encontrar el camino más corto para que una persona eche una
carta al correo. Para aplicar el principio 7 a este objetivo, la profesora tendrá
que diseñar tareas que lleven incorporada una penalización para la elección de
una ruta más larga de lo necesario. Esto se puede llevar a cabo disponiendo de
mapas con «indicadores de distancia» tangibles, como fichas. Estas pueden
ser limitadas en número o se puede asignar un valor como recompensa a las
que sobren, de modo que el niño perciba con facilidad lo acertado de la ruta
elegida y reajuste su estrategia sin la intervención de la profesora.
En el nivel 1 del objetivo 11 (Forma y espacio), uno de los enunciados es
que los alumnos deberán»determinar una posición empleando adverbios como:
sobre, dentro, encima, debajo, detrás, cerca, etc.». Este es un caso en el que
puede ser necesario modificar el Currículo Nacional para los niños autistas sin
capacidad verbal. Al aplicar el principio 9, estos niños pueden incorporarse al
trabajo encaminado hacia el logro de este objetivo mediante el empleo de
formas no lingüísticas de expresar dichos conceptos. Se puede estimular al
niño, por ejemplo, a realizar representaciones visuales dibujando diagramas o
colocando símbolos de tres dimensiones que sean adecuados a las posiciones
que los conceptos representan.
En el nivel 2 del objetivo 3 (El número), uno de los enunciados es que
los alumnos deberán «resolver problemas con números enteros de suma y
resta, que incluyan el dinero». El ejemplo que se ofrece es «calcular el cambio
de 20 peniques al comprar dos galletas que cuestan 5 y 7 peniques». Para
aplicar el principio 10, el niño tiene que saber si ha calculado el cambio
correctamente, sin creer que un error es irrevocable. Es decir, hay que
presentar la tarea en una atmósfera relajada en que se reconozca el error con
36
claridad y se corrija fácilmente, sin vergüenza ni castigo.
En los ejemplos anteriores se aplican cada uno de los diez principios a
ciertos aspectos del Currículo Nacional. Sólo nos hemos referido a las áreas
fundamentales de Inglés, Ciencias y Matemáticas, porque eran los únicos
documentos disponibles al imprimir este libro. Sin embargo, se pretende que
los principios se puedan aplicar a todas las asignaturas, aunque reconocemos
que no todas las habilidades se enseñan del modo más eficaz empleando el
enfoque de solución de problemas.
E. CONCLUSION
En este manual hemos sugerido alternativas para que las profesoras de
niños autistas puedan remediar déficits de aprendizaje concretos y compensar
las dificultades que derivan de éstos. Asimismo, tomando los rasgos
fundamentales del autismo, hemos examinado los tipos de dificultades a los
que se enfrentan los niños autistas, sugiriendo posibles enfoques didácticos
para tratarlas.
Un requisito previo para que la enseñanza tenga éxito es comprender
las dificultades a las que se enfrenta el que aprende, y en este sentido la
profesora de niños autistas tiene que entender no sólo lo que es más probable
que les resulte difícil, sino también por qué las conductas de aprendizaje
individuales se desarrollan del modo en que lo hacen. Es fundamental que la
profesora empiece a trabajar con el niño «donde éste está» en términos
emocionales y cognitivos. La situación del niño debe ser admitida y
comprendida.
Entender las razones que subyacen a las conductas de aprendizaje -que
pueden parecer irracionales o extrañas- de un niño autista le permite a la
profesora desarrollar una serie de estrategias para facilitar un aprendizaje
eficaz. No obstante, un repertorio de respuestas no es en sí mismo un arsenal
didáctico adecuado; la complejidad de la interacción entre el déficit cognitivo
del niño autista y la serie y los niveles de posibles dificultades de aprendizaje
implican que la profesora necesita un alto grado de flexibilidad para aplicar
estrategias y proporcionar material.
En la educación de los niños autistas es especialmente importante
reconocer que las estrategias didácticas y el contenido del currículo deben ser
adecuados a escalas cambiantes de necesidades que pueden variar de un
sujeto a otro y en el mismo sujeto con el tiempo y el contexto. Además, estas
escalas no son predecibles mediante un patrón regular y claramente definido
de causa-efecto.
Por debajo de muchas de las sugerencias que se proponen en este
manual está la idea de que al niño autista le resulta beneficiosa una enseñanza
que incorpore un enfoque de solución de problemas que estimule un
aprendizaje independiente. Creemos que es importante que los niños autistas
aprendan habilidades de pensamiento necesarias, tanto dentro del marco del
Currículo Nacional, como en sesiones con horario particular, y hemos sugerido
diversas formas para conseguirlo.
A muchas profesoras de niños autistas les parecerá que la tarea de
ofrecer a sus alumnos experiencias útiles de aprendizaje ya es bastante difícil
sin las imposiciones adicionales del Currículo Nacional; opinión que en cierta
medida compartimos. Sin embargo, es evidente que en un futuro previsible la
educación integrada se identificará ampliamente con dichas imposiciones, por
lo que es importante que se incluya a los niños autistas en el proceso. Las
dificultades que experimentan estos niños les llevan a aislarse en cierta medida
de sus compañeros; la educación debería tratar de disminuir este aislamiento,
no de aumentarlo.
Nos preocuparía que un manual como este, al centrarse en las
dificultades de aprendizaje de los niños autistas, ofrezca un cuadro resultante
deprimente. No vamos a negar la naturaleza formidable de algunas de las
dificultades, pero querríamos hacer hincapié en que las necesidades
educativas especiales de cualquier niño tienen que incluir tanto los puntos
fuertes como los débiles. Los niños autistas más capaces pueden tener «islotes
de capacidad» o áreas de interés particular, que se pueden desarrollar para
proporcionarles una futura formación o posibilidades recreativas. Puede
suceder incluso que una aparente debilidad, como la relacionada con la
cognición social, ayude al niño a adquirir más teorías y conceptos científicos allí
donde haya que descartar las ideas intuitivas «normales» sobre el modo de
funcionar el mundo. Este tipo de fascinantes posibilidades contribuyen a la
satisfacción y el entusiasmo que muchos encuentran en la enseñanza de niños autistas.

AUTISMO Y EDUCACION
Manuela Crespo Cuadrado
Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (INICO)
Facultad de Psicología. Universidad de Salamanca
Quería una escuela donde él pudiera ser el mismo, donde no se
rieran o abusaran de él por ser diferente, donde lo comprendieran.
Pero, sobre todo, quería una escuela donde trabajaran con
paciencia para comunicarse con él; si eran capaces de hacerlo, e
estaba segura de que progresaría mucho y finalmente se
independizaría más de nosotros. Nuestra principal preocupación
era que si su educación fracasaba, no sería capaz de hacer frente a
la vida cuando fuéramos viejos o cuando ya no estuviéramos.
("Autismo. Una guía para padres"; p.p. 89)
Una de las alteraciones más graves del desarrollo durante la primera infancia que
constituye uno de los problemas más serios desde el punto de vista personal, familiar y
social es el autismo. Sin embargo, y a pesar de la gravedad del problema, todavía hay
muchas personas que desconocen o que están mal informadas acerca de sus
características o que, erróneamente, consideran que el autismo es una enfermedad. Y,
precisamente para poder ayudar a las personas con autismo no es suficiente aplicar
determinadas técnicas sino que es indispensable saber en qué consiste este problema y
comprender cuáles son las dificultades que presenta. Esta tarea es sumamente
complicada porque a pesar de que, afortunadamente, los niños con autismo cada vez se
detectan a una edad más temprana y a pesar de que en los últimos años se han realizado
avances importantes en las explicaciones biológicas y psicológicas del autismo, todavía
hay muchos aspectos que se desconocen como, por ejemplo, cuál es su origen y cuál es
su naturaleza. Tampoco sabemos cuales son realmente sus causas aunque sí sabemos
cuales son sus síntomas, porque el autismo es eso precisamente: un conjunto de
síntomas y signos que están presentes más en niños que en niñas, y cuya incidencia en
la población, según las últimas investigaciones, es cada vez mayor llegando a hablarse
de una proporción de 15-20/10.000. Además estos signos y síntomas comienzan
siempre antes de los tres años de edad o incluso desde el nacimiento aunque durante el
primer año estos signos sean poco claros y más sutiles, y distinguen a quien los tiene de
quien no los tiene.
A lo largo de los años el tratamiento del autismo ha estado influenciado en gran
parte por su posible causa. Así, en los años 50 y principios de los 60 se consideraba que
era un problema emocional y afectivo, y el tratamiento se centraba en aspectos
psicodinámicos tanto de los niños como de sus padres: terapia de juego para los niños y
terapia de grupo para los padres. Ya entrados en los años 60 se hablaba de la naturaleza
cognitiva del autismo y se aplicaron principios conductistas del aprendizaje a la vez que
se enseñaba a los padres a utilizarlos en el hogar; también se desarrollaron enfoques
educacionales, y se evaluaron procedimientos específicos de aula para niños con
autismo. Comienzan a aparecer los enfoques conductistas y a escasear las aplicaciones
psicoanalíticas. Ya a partir de los años 80 se han desarrollado programas de gran
amplitud para niños con autismo y se ha comenzado a realizar estudios de investigación
específicos para determinar cuáles son las estrategias de enseñanza más adecuadas
(Rivière, 1984; Koegel y Koegel. 1995). Por otra parte, el tratamiento farmacológico es
algo habitual en los niños autistas pequeños, y suele combinarse con otros enfoques.
Actualmente, y aunque sus causas verdaderas aún se desconocen, los estudios
realizados permiten sacar algunas conclusiones que contradicen determinadas opiniones
mantenidas durante varios años como, por ejemplo, que la mayoría de los investigadores
están de acuerdo en que el autismo no es una alteración de origen psicológico o familiar,
sino biológico. Algún día se conocerán mejor sus causas y esto quizá lleve a una terapia
más eficaz, pero hoy por hoy, y a pesar de las graves dificultades sociales y
comunicativas que tienen las personas con autismo, ya tenemos recursos que nos
permiten el poder ayudar no solo a estas personas sino también a sus familias. Y el
primero y más eficaz de estos recursos es la educación.
Actualmente, los programas de intervención para personas con autismo constan de
cuatro componentes fundamentales, estando los dos primeros estrechamente
relacionados:
necesidad de enseñarles y motivarles a actuar comunicativamente en el medio social
en el que viven y se desarrollan: se trata de ayudarles a desarrollar, mediante la
enseñanza de habilidades funcionales en un contexto natural, habilidades que serán
útiles en la vida adulta. Esto tiene varias ventajas como, por ejemplo, que facilita la
adquisición, generalización y mantenimiento de dicha habilidad, no es incompatible
con el uso de otras estrategias más tradicionales de enseñanza, aprovecha las
actividades y sucesos cotidianos en que se ven implicadas las personas con autismo
y sus familias, y fomenta la motivación para usar habilidades comunicativas y
sociales que respondan a las necesidades reales de la persona.
- necesidad de enseñarles a responder a contextos estimulares complejos: debido a
su dificultad para responder a un conjunto demasiado restringido de
características relevantes, son incapaces de responder a las múltiples
características relevantes de los objetos o de las personas, lo que se conoce como
el fenómeno de "hiperselectividad".
- tener en cuenta las características de desarrollo y el grado de afectación de cada
persona para adecuar el programa de enseñanza: el autismo es un trastorno que
no afecta de manera similar a todos los que lo sufren y, por lo tanto, las
características de una persona no han de ser nunca razones para decidir que no
puede acceder a determinado programa de enseñanza, sino que son criterios que
han de determinar el grado y extensión de las adaptaciones que ese programa y el
profesional deben realizar para tener éxito.
- considerar que el objetivo último de la educación es prepararles para la vida en la
comunidad: lo que queremos es que vivan, aprendan y se desarrollen en un
ambiente lo menos restrictivo posible, lo cual no quiere decir que la enseñanza
de estos niños tenga que tener lugar, necesaria y exclusivamente, en contextos de
integración.
A pesar de que durante mucho tiempo se ha pensado que los niños con autismo eran
ineducables, como cualquier otro niño, el niño con autismo puede y debe ser educado.
Su educación supone un gran desafío para los profesionales y no es una tarea inútil sino
que es algo posible e ineludible, sin olvidar que estas personas van a necesitar un apoyo
permanente y una supervisión a lo largo de su vida, lo cual plantea la necesidad de crear
centros adecuados y ambientes ajustados a las necesidades de los adultos con autismo.
Desde mediados de los años 60 la educación se ha ido imponiendo como el principal y
más eficaz recurso para el tratamiento del autismo, pasando de una atención casi
exclusivamente clínica a una atención en centros específicos de educación especial y,
dándose un paso importantísimo de cara a la integración: la creación de aulas de
educación especial en centros ordinarios, llegando a la integración (total o parcial) del
niño en el aula y en el centro. El principio de integración requiere la utilización del
entorno escolar menos restrictivo posible, y éste normalmente es el centro ordinario.
Es muy importante tener en cuenta que la mera etiqueta de autismo no define, por sí
misma, un criterio de escolarización sino que debido a la gran heterogeneidad que
presentan los cuadros de autismo se necesita una valoración específica, individualizada
III Congreso “La Atención a la Diversidad en el Sistema Educativo”.
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y concreta de cada caso para poder determinar las soluciones educativas más adecuadas
en cada momento. Para ello, y siguiendo a Rivière, hay que tener en cuenta una serie de
factores no solo del niño sino también del centro educativo:
Factores del niño
1. Capacidad intelectual: en general, deben integrarse los niños con Cl superior a 70,
aunque no debe excluirse la posible integración en la gama 55-70.
2. Nivel comunicativo y lingüístico: para el éxito de la integración son criterios
importantes las capacidades declarativas y el lenguaje expresivo.
3. Alteraciones de conducta: la presencia de autolesiones graves, agresiones, rabietas
incontrolables, pueden hacer cuestionar la posible integración.
4. Grado de inflexibilidad cognitiva y comportamental: puede exigir adaptaciones y
ayudas terapéuticas en los casos integrados.
5. Nivel de desarrollo social: los niños con edades de desarrollo social inferiores a 8-
9 meses por lo general sólo tienen oportunidades reales de aprendizaje en
condiciones de interacción uno - a - uno con adultos expertos.
Factores del centro educativo
1. Son preferibles los centros escolares de pequeño tamaño y número bajo de
alumnos, que no exijan interacciones de excesiva complejidad social. Deben
evitarse los centros excesivamente bulliciosos y "despersonalizados".
2. Son preferibles centros estructurados, con estilos didácticos directivos y formas de
organización que hagan "anticipable" la jornada escolar.
3. Es imprescindible un compromiso real del claustro de profesores y de los
profesores concretos que atienden al niño con autismo.
4. Es importante la existencia de recesos complementarios, y en especial de
psicopedagogo, con funciones de orientación, y de logopeda.
- Es muy conveniente proporcionar a los compañeros del niño autista claves para
comprenderle y apoyar sus aprendizajes y relaciones.
III Congreso “La Atención a la Diversidad en el Sistema Educativo”.
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Además de todos estos factores, hay que tener en cuenta dos aspectos de gran
relevancia: por una parte, que los centros y profesores que atienden a los niños con
autismo necesitan el apoyo y orientación de profesionales especializados en estos casos,
y por otra, que es imprescindible una colaboración estrecha entre la familia y el profesor
y el centro.
Ya hemos dicho anteriormente que el principio de integración requiere la utilización
del entorno escolar menos restrictivo posible, y no hay duda de que hay ciertos
contenidos del curriculum que se aprenden mejor en contextos de integración. Sin
embargo, esto no quiere decir que la integración sea la mejor solución. La integración es
una posibilidad, pero no la única y no siempre la mejor. En el ámbito educativo el
debate se ha centrado en si el niño con autismo progresa más y mejor en contextos
integrados o en contextos segregados, y suele haber división de opiniones y respuestas a
la pregunta de si es mejor o preferible la escuela ordinaria o la escuela especial aunque
estas alternativas actualmente son insuficientes tal y como lo demuestran las nuevas
modalidades que van surgiendo derivadas de experiencias concretas que se están
llevando a cabo en diversos centros de diversas Comunidades Autónomas: escolaridad
combinada, aulas estables en centros ordinarios (esta es una de las modalidades que
parecen más idóneas en la educación de los niños con autismo)…
Las investigaciones de los últimos años sobre los efectos de la integración en el
desarrollo de los niños con autismo presentan datos esperanzadores: los niños integrados
establecen relaciones que les brindan oportunidades de adquirir habilidades sociales y
comunicativas, están constantemente expuestos a modelos de iguales que les
proporcionan vías para aprender, generalizan con más facilidad sus adquisiciones
educativas y aumentan sus probabilidades de un ajuste social mejor a largo plazo
(Koegel y Koegel, 1995). También tienen más posibilidades de éxito cuando acceden a
programas de orientación profesional y vocacional, o cuando se incorporan al mundo
laboral. Sólo debe recurrirse a soluciones de segregación escolar cuando sea muy
evidente que las ventajas de los contextos individualizados, directivos y específicos son
superiores a las de la integración. Esto sólo sucede en casos muy graves, de niveles
intelectuales muy bajos, y que presentan deficiencias importantes de atención,
alteraciones de conducta difícilmente controlables o pautas hiperactivas muy difíciles de
regular en contextos más naturales de aprendizaje. Estos resultados también muestran
III Congreso “La Atención a la Diversidad en el Sistema Educativo”.
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que parece que lo mejor es la integración en escuelas ordinarias de manera que se
asegure la igualdad de oportunidades y se evite el estigma de la segregación, además del
beneficio que supone la escolarización normal con niños de su edad.
Pero el camino no tiene por qué ser el mismo para todas las personas con autismo y
habrá que considerar a cada niño de manera individual, teniendo en cuenta sus
posibilidades y dificultades tanto personales como familiares. Los niños con autismo
tienen unas necesidades muy específicas y esto supone el dar una respuesta educativa
especializada e intensiva, respuesta que durante la etapa infantil es de gran relevancia
debido a que va a determinar el pronóstico del trastorno y su evolución. Lo que parece
más razonable es evaluar las necesidades de cada niño antes de decidir qué escuela es la
más conveniente para cada caso concreto y controlar, posteriormente, su progreso y su
ajuste emocional en la escuela, pudiendo efectuar los cambios necesarios, ya que,
aunque hay que evitar cambios frecuentes, la solución que se elija para un niño
determinado en un momento concreto de su desarrollo no tiene por qué ser permanente.
En general, actualmente, en el ámbito de la educación infantil y primaria la mayoría
de los niños con autismo están en centros ordinarios, y desde hace unos años algo que se
está llevando a cabo y que está teniendo éxito son los llamados programas de
integración inversa y la instrucción extraescolar ya que, a veces, lo más útil no es
permanecer en el aula ordinaria sino que es preferible usar otros espacios dentro y fuera
del centro. Estos programas consisten en proporcionar una educación sistemática,
individualizada y completa en diferentes entornos comunitarios y reales, entornos en los
que se va a mover el niño cuando sea adulto.
Desde nuestro punto de vista la solución más óptima es un modelo mixto en el que
los niños que van a una escuela especial puedan beneficiarse asistiendo a determinadas
clases con los niños de la escuela ordinaria. Si los niños con autismo están juntos en la
misma escuela van a tener menos oportunidades para tener una interacción social
normal, a pesar de que estos lugares sean unidades especializadas con experiencia y
recursos que, probablemente, no se encuentren en las escuelas normales. Por ello,
abogamos para que estén en una unidad especializada al tiempo que se le proporcionan
suficientes ocasiones para mezclarse con otros niños. Esto también será beneficioso para
los niños normales ya que podrán desarrollar su comprensión de las necesidades
especiales de los niños con autismo.
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De acuerdo con lo anteriormente expuesto, ya comenzado el siglo XXI, al menos
podemos hablar de la posibilidad de elegir entre varias alternativas que se nos ofrecen
desde la integración en un escuela ordinaria hasta el colegio especial. Sea cual sea la
opción elegida, un centro cualquiera que cuente con los recursos necesarios tiene
muchas posibilidades de facilitar el máximo desarrollo y bienestar de estos niños,
aunque el hecho de que los niños con autismo y los niños sin autismo compartan el aula
o determinados espacios del centro, no es suficiente para que se resuelvan sus graves
problemas. Lo que sí se puede decir con seguridad es que todos los niños con autismo,
con independencia de su emplazamiento escolar, requieren atención específica e
individualizada de sus problemas de comunicación, lenguaje, y de sus dificultades de
relación. Una educación eficaz además de ser personalizada tiene que ser realizada por
profesionales cualificados y con gran capacidad de comprensión y de entrega, así como
buenos conocedores de las técnicas y procedimientos adecuados para ayudar a estos
niños. El objetivo de los educadores es el mismo que tienen las personas que educan a
otros niños: hacerles más felices, más humanos, más capaces, más independientes y más
comunicativos, así como desarrollar al máximo sus posibilidades y competencias,
fomentar el bienestar emocional y acercarles a un mundo humano de relaciones
significativas. Pero, en el caso particular de los niños con autismo, estos objetivos
frecuentemente sólo pueden lograrse cuando el niño es atendido de forma muy exclusiva
y eficiente por el educador, y éste sigue unas pautas educativas necesarias: crear
ambientes educativos estructurados (Olley, 1977), lo cual implica la definición de
programas educativos concretos para cada niño en los que esté claramente establecido
por una parte la secuencia de los contenidos educativos, es decir qué enseñar, y por otra
parte, los procedimientos educativos que se van a emplear, es decir, cómo enseñar.
La investigación actual indica que hay muy pocos niños, si es que hay alguno, que
no sean educables. Hoy está claro que la educación no es el único medio pero es un
procedimiento de intervención sobre el medio externo que constituye el núcleo esencial
de tratamiento de las personas con autismo (Rivière, 1997). La educación de las
personas con autismo requiere probablemente más recursos, tanto personales como
materiales, que los que son necesarios en cualquier otra alteración o retraso evolutivo
pero, en general, una escolarización adecuada del niño, sesiones individuales de
tratamiento y la ayuda psicológica y médica contribuyen a que la evolución sea positiva
(aunque, generalmente, lenta) entre los 5 años y la adolescencia, aunque el grado de
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evolución es variable, dependiendo de la inteligencia del niño, de la gravedad de sus
síntomas, de sus posibilidades de desarrollo simbólico y lingüístico, del grado de
asimilación familiar, de la calidad de los servicios educativos y terapéuticos... También,
existe un acuerdo bastante generalizado acera de que los procedimientos de enseñanza
utilizados deben cumplir una serie de condiciones, y que pequeñas desviaciones con
relación al marco adecuado de aprendizaje pueden tener, en estos niños consecuencias
muy serias en su desarrollo. Powers (1992) ha señalado algunos de los componentes
principales que deben tener los métodos educativos con niños autistas:
! deben ser estructurados y basados en los conocimientos desarrollados por la
modificación de conducta
! deben ser evolutivos y adaptados a las características personales de los alumnos,
funcionales y con una definición explícita de sistemas para la generalización
! y deben implicar a la familia y la comunidad, y deben ser intensivos y precoces.
Hasta ahora, no ha sido posible proponer un programa general para todas las
personas con autismo, lo cual no quiere decir que los programas y modelos educativos
existentes no sirvan, sino que el profesional debe tratar de trasladar esas ideas o
sugerencias al caso particular al que se enfrenta. Cualquier decisión sobre qué aspectos
deben ser desarrollados y de qué forma, nos la ofrece el niño tras un cuidadoso análisis
de sus dificultades y una valoración de sus capacidades adaptativas, que son diferentes a
las de los demás aunque, por supuesto, su escolarización estará muy determinada por las
posibilidades y recursos de la zona que estén al alcance de la familia.
Como dicen Joaquín Fuentes y colaboradores (1992), los niños con autismo tienen
las mismas necesidades básicas que los demás (afecto, compañía, alimentos, vestidos,
transporte, actividades de ocio...), pero además tienen ciertas necesidades especiales
sociales, sanitarias y educativas. Hay características del autismo que permiten establecer
determinadas generalidades sobre las necesidades de los niños con autismo. La mayoría
de estos niños presentan necesidades educativas especiales tan claras que es necesario el
tener que realizar adaptaciones en su currículo (recursos materiales o personales, ajuste
de actividades, contenido u objetivos...).. En su caso, probablemente estas adaptaciones
curriculares (realizadas tras una evaluación completa de la situación educativa a nivel
del centro, del aula e individual) necesiten un trabajo más individualizado o en pequeños
grupos, pero intentando tener siempre en cuenta la programación general del aula.
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Normalmente, para realizar las adaptaciones necesarias el punto de referencia
obligado es el currículo ordinario pero, en el caso del autismo, puede ser necesario un
currículo diferente al actual que, basándose en el centro escolar, tenga en cuenta la vida
que va a afrontar la persona al abandonar dicho centro. Es muy importante tener siempre
en cuenta que el contenido del currículo debe adecuarse a las distintas necesidades que
cambian de un niño a otro y, en el mismo niño, con el tiempo y el contexto. Las
adaptaciones pueden ser de tipo físico, con ciertas zonas de la clase destinadas a ciertas
actividades (zonas de espera o de transición, zonas de trabajo...); disposición clara y
ordenada de los materiales; pocos elementos de distracción, presencia de claves
visuales... Las adaptaciones también pueden implicar el calendario de actividades
(alumnos que no pueden participar en una tarea porque no es factible o no es adecuada).
Cuanto más organizada está el aula y más fácil sea predecir lo que va a ocurrir en ella,
mejor para todos, ya que todos nos beneficiamos de un grado razonable de orden y
rutina. Por eso, hay que dejar pocos momentos a la improvisación. Se podría decir que,
en general y a corto plazo, las necesidades más importantes de los niños con autismo y
de sus familias son una educación adecuada e individualizada (para una educación
adecuada es indispensable mantener una ratio baja en las aulas), el asesoramiento y
orientación a las familias, y la atención psicológica y médica; y, más adelante, la
creación de centros e instituciones en los que se puedan atender a los adultos con
autismo, sin olvidarnos de seguir investigando sobre cuáles son sus causas y cuál es el
tratamiento más adecuado, así como seguir intentando lograr una mayor sensibilización
y conciencia social de la gravedad de este síndrome.
Teniendo en cuenta el nivel de desarrollo de estos niños, determinado por sus
puntos fuertes y débiles, las propuestas curriculares para ellos tienen que tener en cuenta
tres condiciones, además de incorporar las adaptaciones y ayudas necesarias (Fuentes y
col., 1992):
1. Validez ecológica: analizar los diferentes entornos en los que se desarrolla y se
desarrollará la vida del niño, incluyendo las habilidades necesarias en dichos
entornos.
2. Validez normalizadora: incluir y enseñar las habilidades que les ayuden a llevar
una vida lo más semejante posible a la de las personas sin necesidades
educativas especiales, y que les permitan integrarse todo lo posible en el medio.
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3. Validez educativa: seleccionar cuidadosamente y enseñar las habilidades
funcionales que se requieren para vivir de manera independiente.
Las necesidades educativas especiales del niño con autismo dependen tanto del
propio niño y de sus propias deficiencias como del entorno en el que vive y de los
recursos disponibles en el centro y la zona. Por ello, la educación de los niños con
autismo con necesidades educativas especiales tiene que tener en cuenta diversas
variables: la naturaleza del autismo y las características personales del niño, además de
su estado afectivo, su nivel intelectual, y su capacidad de comunicación y de
socialización; el marco de referencia ofrecido por el desarrollo normal y por el currículo
ordinario; el análisis de los entornos en los que vive; y las necesidades y deseos de su
familia y del propio niño. Debido a las grandes dificultades que todos los niños con
autismo tienen para relacionarse, hay que ayudarles a crear las condiciones más
favorables que les permitan desarrollar estrategias para fomentar su máximo desarrollo,
bienestar y participación, pero sin olvidar a los otros niños.
De manera más específica, en el caso de los niños autistas de edades preescolares
los contextos educativos de tratamiento individualizado pueden ser muy eficaces.
Además, los ambientes menos restrictivos que implican oportunidades de relación con
iguales, han demostrado su eficacia para promover sus competencias sociales (Koegel y
Koegel, 1995). Son las llamadas intervenciones mediatizadas por iguales (Godstein et al,
1992; Odom y Strain, 1986; Roeyers, 1993) cuya ventaja no sólo es que la persona con
autismo aprende y generaliza habilidades sociales y que sensibilizan a los demás ante su
problema, sino que crean un ambiente saludable. Lo ideal en estas edades es la
integración en un centro de educación infantil pero con apoyo permanente, tanto en
situaciones de grupo como en condiciones de tratamiento individualizado.
En las primeras fases de enseñanza o en los casos más serios de niños con autismo o
con niveles intelectuales muy bajos, los procesos de aprendizaje sin error son los más
eficaces, siempre y cuando se sigan ciertas normas:
! asegurar la motivación
! presentar las tareas de forma clara y sólo cuando el niño atiende
! presentar tareas cuyos requisitos están previamente adquiridos y que se adaptan bien
al nivel evolutivo y las capacidades del niño
! emplear procedimientos de ayuda
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! y proporcionar reforzadores contingentes, inmediatos y potentes.
Por el contrario, no son adecuados los procedimientos de aprendizaje por ensayo y
error, ya que disminuyen la motivación y aumenta las alteraciones de conducta (Rivière,
1984). En relación con la falta de motivación conviene decir que, en muchos casos de
autismo, puede ser el problema más difícil que se encuentra el profesor. El empleo de
modelos concretos de cómo debe ser el resultado final de la actividad de aprendizaje puede
ser útil para ayudar a los niños con autismo a comprender el sentido de lo que se les pide.
Se han propuesto también otros métodos para aumentar la motivación, como el refuerzo de
aproximaciones al objetivo educativo deseado, la selección por parte del niño de los
materiales educativos, el uso de tareas y materiales variados, el empleo de refuerzos
naturales (es decir, relacionados con la actividad que se pide) y la mezcla de actividades ya
dominadas con otras en proceso de adquisición (Koegel y Koegel, 1995). La enseñanza
sistemática en un entorno ordenado es muy eficaz, ya que aumentan las posibilidades de
aprendizaje, y disminuyen el aislamiento y las estereotipias. Así el niño puede llegar a
anticipar los cambios que se produzcan a su alrededor. Además, recordemos la necesidad
obsesiva del niño con autismo por conservar el ambiente inalterable. Por otra parte, hay
que orientar a las familias en su relación con el niño, ya que no siempre el entorno familiar
es el más adecuado para el desarrollo del niño.
En general, a la hora de intervenir hay que tener en cuenta tres niveles:
- el entorno: hay que mantener un ambiente estructurado y poco cambiante. Se
debe establecer un horario fijo y determinar distintos lugares para realizar las
diferentes habilidades. Hay que controlar el ambiente con claves estimulares
que anteceden y/o se mantengan durante una actividad.
- el terapeuta: hay que actuar de una manera uniforme y ser contingentes, siendo
constantes en nuestras respuestas al niño.
- el niño: hay que enseñar al niño el modo de poder controlar y regular el ambiente
y las personas, a través de su propia actuación. Para que el aprendizaje sea
realmente positivo, tenemos que lograr que el niño haga; el niño aprende
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ejecutando, no sólo viendo, oyendo o sintiendo. Comenzaremos instigando al
niño a realizar acciones que al principio no significan nada para él, pero que
luego se van a mantener como rutinas organizadas, hasta que sea capaz de
realizarlas él solo.
Otra dificultad importante para el aprendizaje de los niños autistas es el fenómeno
de "hiperselectividad", es decir, su tendencia a basarse en aspectos limitados (y
frecuentemente no relevantes) de los estímulos y a hacer depender su conducta de esos
aspectos (Lovaas, Schreibman). Para evitar los efectos de la hiperselectividad, se han
propuesto dos tipos de estrategias: exagerar los aspectos relevantes del estímulo (por
ejemplo, presentar un objeto muy grande y otro muy pequeño, para enseñar la distinción
entre grande y pequeño), o enseñar directamente a responder a claves múltiples (Koegel
y Koegel, 1995).
La necesidad de proporcionar a los niños autistas ambientes estructurados,
predictibles y contextos directivos de aprendizaje está ampliamente justificada - y tanto
más cuanto más grave es el autismo o más severo el retraso de que se acompaña - en la
investigación sobre la enseñanza a niños con autismo (Rivière, 1984). Sin embargo, ese
alto nivel de estructura puede aumentar las dificultades de generalización. En los casos
de autismo no sólo debe programarse la adquisición de capacidades o habilidades
nuevas sino también su generalización funcional a los contextos adecuados. Se han
empleado procedimientos de enseñanza de habilidades en los nuevos contextos, sistemas
que facilitan reconocer las recompensas de ejercer las habilidades adquiridas en
situaciones distintas a las de adquisición, y procedimientos de autorregulación.
En los últimos años, se ha desarrollado el uso de "agendas" en los contextos de
aprendizaje de los niños con autismo. Se trata de procedimientos que implican el
registro (gráfico o escrito) de secuencias diarias de actividades, y frecuentemente el
resumen simple de sucesos relevantes en el día. Estas agendas facilitan la anticipación y
comprensión de las situaciones, incluso a niños con autismo de nivel cognitivo
relativamente bajo y con los que deben usarse viñetas visuales como claves de
organización del tiempo. Las agendas tienen efectos positivos en la tranquilidad y el
bienestar de los niños con autismo, favorecen su motivación para el aprendizaje y
contribuyen a dar orden a su mundo.
En cuanto a los niveles de atención creemos que deberían existir en primer lugar
programas específicos de atención precoz que atendieran a los niños hasta los 5-6 años.
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Los factores más importantes que apoyan la idea de un tratamiento precoz, ya recogidos
parcialmente por Powers (1992) son: intervenir antes de que aparezcan y se desarrollen
comportamientos problemáticos que interfieran en el desarrollo posterior, iniciar
estrategias de comunicación funcional cuanto antes, facilitar un ajuste sano de la familia
a su hijo y la creación de redes de apoyo social, y enseñar a los padres a ser padres antes
que terapeutas de su hijo, precisamente cuando más sienten que necesitan saber qué
hacer para ayudar a su hijo.
En relación a la intervención a partir de los 6 años, la cuestión no es si los niños con
autismo deben recibir educación especializada aislados o junto con compañeros de la
misma edad, sino cómo responder mejor a sus necesidades especiales teniendo en cuenta
que la condición de autista no debe determinar el tipo de compañeros que pueden
compartir total o parcialmente un programa de enseñanza, sino que indica la cantidad de
apoyo necesario para que cada persona alcance un ajuste social satisfactorio en la
comunidad.
Por último, en cuanto a la preparación para la vida adulta, las personas con autismo
pueden recibir enseñanza para acceder a un empleo. Sus posibilidades estarán en
función del grado de afectación que sufren, del tipo de enseñanza recibido, de la
adecuación del modelo de empleo elegido, y de tener en cuenta algunos componentes
esenciales. Si se quiere asegurar que un adolescente con autismo pueda acceder a un
futuro empleo, es conveniente que reciba una enseñanza vocacional (Hayes, 1987): debe
elegir actividades que representen verdaderamente tareas reales de trabajo, no tareas que
hipotéticamente se relacionen con actividades laborales. Asimismo, estas actividades
reales, deben proporcionar una experiencia de trabajo real que nos indique las
posibilidades futuras del sujeto, el grado de estructuración de la actividad, y las
modificaciones necesarias en el puesto de trabajo para que el sujeto pueda llevarlo a
cabo con éxito. Está claro que el acceso a un empleo no está prohibido para los autistas,
pero también es cierto que algunos trabajos pueden no ser adecuados para ellos. Además
de que, como cualquier otro trabajador, deben haber aprendido lo mínimo para
desempeñar un trabajo concreto, hay que tener en cuenta algunas cuestiones para
asegurar un buen acoplamiento entre el trabajador y el puesto de trabajo.
La idea derivada de todo esto es que la educación eficaz para promover el
aprendizaje y lograr el bienestar de la persona con autismo y su familia debe apoyarse
en la organización de un contexto natural estable que le permita la comprensión de los
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sucesos que tienen lugar. Una estabilidad de condiciones para enseñarle a reconocer los
sucesos del ambiente, a actuar sobre ellos y a transformarlos.
Terminamos con la idea de que cada vez sabemos más sobre el autismo y
disponemos de más información sobre cómo deben organizarse y planificarse las
acciones educativas para estas personas y, aunque todavía no tenemos la clave para
curarlo, los progresos crecientes en los métodos de enseñanza y de intervención en
general nos permiten ser optimistas en cuanto a ayudar, al menos parcialmente, a que las
personas con autismo tengan mejores condiciones para alcanzar una educación de
calidad así como una calidad de vida digna y satisfactoria para ellos mismos y para sus
familias.
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! ANEXO 1
¿Qué nos pediría un autista?
Ángel Rivière, 1996
1. Ayúdame a comprender. Organiza mi mundo y facilítame que anticipe lo que va a
suceder. Dame orden, estructura, y no caos.
2. No te angusties conmigo, porque me angustio. Respeta mi ritmo. Siempre podrás
relacionarte conmigo si comprendes mis necesidades y mi modo especial de
entender la realidad. No te deprimas, lo normal es que avance y me desarrolle cada
vez más.
3. No me hables demasiado, ni demasiado deprisa. Las palabras son “aire” que no pesa
para ti, pero pueden ser una carga muy pesada para mí. Muchas veces son la mejor
manera de relacionarte conmigo.
4. Como otros niños, como otros adultos, necesito compartir el placer y me gusta hacer
las cosas bien, aunque no siempre lo consiga. Hazme saber, de algún modo, cuándo
he hecho las cosas bien y ayúdame a hacerlas sin fallos. Cuando tengo demasiados
fallos me sucede lo que a ti: me irrito y termino por negarme a hacer las cosas.
5. Necesito más orden del que tú necesitas, más predictibilidad en el medio que la que
tú requieres. Tenemos que negociar mis rituales para convivir.
6. Me resulta difícil comprender el sentido de muchas de las cosas que me piden que
haga. Ayúdame a entenderlo. Trata de pedirme cosas que tengan un sentido concreto
y descifrable para mí. No permitas que me aburra o permanezca inactivo.
7. No me invadas excesivamente. A veces, las personas sois demasiado imprevisibles,
demasiado ruidosas, demasiado estimulantes. Respeta las distancias que necesito,
pero sin dejarme solo.
8. Lo que hago no es contra ti. Cuando tengo una rabieta o me golpeo, si destruyo o me
muevo en exceso, cuando me es difícil atender o hacer lo que me pides, no estoy
tratando de hacerte daño. ¡Ya que tengo un problema de intenciones, no me
atribuyas malas intenciones!.
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9. Mi desarrollo no es absurdo, aunque no sea fácil de entender. Tiene su propia lógica
y muchas de las conductas que llamáis “alteradas” son formas de enfrentar el mundo
desde mi especial forma de ser y percibir. Haz un esfuerzo por comprenderme.
10. Las otras personas sois demasiado complicadas. Mi mundo no es complejo y
cerrado, sino simple. Aunque te parezca extraño lo que te digo, mi mundo es tan
abierto, tan sin tapujos ni mentiras, tan ingenuamente expuesto a los demás, que
resulta difícil penetrar en él. No vivo en una “fortaleza vacía”, sino en una llanura
tan abierta que puede parecer inaccesible. Tengo mucha menos complicación que las
personas que os consideráis normales.
11. No me pidas siempre las mismas cosas ni me exijas las mismas rutinas. No tienes
que hacerte tú autista para ayudarme. ¡El autista soy yo, no tú!
12. No sólo soy autista. También soy un niño, un adolescente, un adulto. Comparto
muchas cosas de los niños, adolescentes o adultos a los que llamáis “normales”. Me
gusta jugar y divertirme, quiero a mis padres y a las personas cercanas, me siento
satisfecho cuando hago las cosas bien. Es más lo que compartimos que lo que nos
separa.
13. Merece la pena vivir conmigo. Puedo darte tantas satisfacciones como otras
personas, aunque no sean las mismas. Puede llegar un momento en tu vida en que
yo, que soy autista, sea tu mayor y mejor compañía.
14. No me agredas químicamente. Si te han dicho que tengo que tomar una medicación,
procura que sea revisada periódicamente por el especialista.
15. Ni mis padres ni yo tenemos la culpa de lo que me pasa. Tampoco la tienen los
profesionales que me ayudan. No sirve de nada que os culpéis los unos a los otros. A
veces, mis reacciones y conductas pueden ser difíciles de comprender y afrontar,
pero no es por culpa de nadie. La idea de “culpa” no produce más que sufrimientos
en relación con mi problema.
16. No me pidas constantemente cosas por encima de lo que soy capaz de hacer. Pero
pídeme lo que puedo hacer. Dame ayuda para ser más autónomo, para comprender
mejor, pero no me des ayuda de más.
17. No tienes que cambiar completamente tu vida por el hecho de vivir con una persona
autista. A mí no me sirve de nada que tú estés mal, que te encierres y te deprimas.
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Necesito estabilidad y bienestar emocional a mi alrededor para estar mejor. Piensa
que tu pareja tampoco tiene la culpa de lo que me pasa.
18. Ayúdame con naturalidad, sin convertirlo en una obsesión. Para poder ayudarme,
tienes que tener tus momentos en que reposas o te dedicas a tus propias actividades.
Acércate a mí, no te vayas, pero no te sientas como sometido a un peso insoportable.
En mi vida he tenido momentos malos, pero puedo estar cada vez mejor.
19. Acéptame como soy. No condiciones tu aceptación a que deje de ser autista. Sé
optimista sin hacerte “novelas”. Mi situación normalmente mejora, aunque por
ahora no tengo curación.
20. Aunque me sea muy difícil comunicarme o no comprenda las sutilezas sociales,
tengo incluso algunas ventajas en comparación con los que os decís “normales”. Me
cuesta comunicarme, pero no suelo engañar. No comprendo las sutilezas sociales,
pero tampoco participo de las dobles intenciones o los sentimientos peligrosos tan
frecuentes en la vida social. Mi vida puede ser satisfactoria si es simple, ordenada y
tranquila. Si no se me pide constantemente y sólo aquello que más me cuesta. Ser
autista es un modo de ser, aunque no sea el normal. Mi vida como autista puede ser
tan feliz y satisfactoria como la tuya “normal”. En esas vidas, podemos llegar a
encontrarnos y compartir muchas experiencias.

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