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Vivimos el mundo desde el espacio tropical del planeta, donde se juntan en una maravillosa
hibridación lo objetivo, lo racional y lo científico con lo subjetivo, intuitivo y mágico de nuestro
ancestro indígena. Es la conjunción de la unidad del hombre la que cotidianamente ejercemos
como norma de vida, algunos de manera consciente y muchos de forma subconsctiente.
Aparecen en nuestra vida evidencias que los caminos se cruzan, se juntan, se traslapan o se
bifurcan entre las posibilidades de explicación de una visión racional del mundo explicado,
aquel que constituye la norma, lo científico, lo comprobable, lo cuantificable y aparentemente
cierto y la otra sensación del mundo implicado, aquel que trama, jala, intuye y genera estados
de conciencia de encontrar individualmente la certeza a través de las vivencias, pero que
muchas veces es esquivo a la explicación de los argumentos hilvanados en palabras. Entre
estos dos polos de explicación del mundo vivimos cotidianamente en el espléndido trópico
americano.
Fritjof Capra, asegura que " las aportaciones de Heisenberg a la teoría cuántica, evidencian
con claridad que el clásico ideal de la objetividad científica no puede mantenerse: la física
moderna está haciendo tambalear el mito que considera a la ciencia como algo totalmente
ajeno a los valores. Los patrones y esquemas que los científicos observan en la naturaleza
están íntimamente relacionados con los patrones y esquemas existentes en sus mentes, con
sus pensamientos, sus conceptos y sus valores….. Los resultados de sus investigaciones, las
aplicaciones tecnológicas que investiguen estarán condicionados por sus propias estructuras
mentales" Plantea el paralelismo entre la física moderna y el misticismo oriental, como una
armonía entre la visión del mundo de la física y la del misticismo oriental: aparece como una
profunda transformación cultural que lleva inevitablemente a una nueva visión de la realidad,
que requiere un cambio fundamental en los pensamientos, las percepciones, los valores.
"Dentro del concepto oriental, el mundo es intrínsecamente dinámico y sus rasgos esenciales
son el tiempo y el cambio. Consideran el cosmos como una realidad inseparable, siempre en
movimiento, vivo, orgánico, espiritual y material al mismo tiempo". Entonces, el movimiento y el
cambio no están por fuera de los objetos, sino que son una propiedad intrínseca de la materia.
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Al penetrar el mundo submicroscópico, ese mundo fue accesible a los sentidos, pero con una
limitante, lo que ven u oyen nunca son los fenómenos investigados, sino siempre sus
consecuencias. Así el mundo atómico y subatómico en sí mismo queda más allá de la
percepción de los sentidos.
Este debate a nivel de la ciencia tiene sus consecuencias porque no sólo es la ruptura con los
tradicionales modelos de la mecánica newtoniana, con leyes que hace menos de 100 años se
pensaban absolutas, sino que cada día más, cobra fuerza la visión del mundo como un
encadenamiento de sistemas que confluyen hacia un gran macrosistema cósmico.
Frente al cambio tan acelerado en la forma de concebir, leer e interpretar el mundo, se carga,
todavía, con la inercia que la racionalidad y la lógica occidental colocó, desde muy temprano,
en nuestra óptica de percibir el mundo; colocó muy fuerte la dicotomía entre el "yo" y lo creado,
reafirmando, que por un lado se dan los fenómenos sociales, psíquicos, filosóficos, artísticos, y
por otro aparece la objetividad de la ciencia, lo concreto, lo medible, lo mensurable…. es decir
todos los componentes del método científico. Se creó el mundo de las dualidades
irreconciliables: la mente y la materia, lo objetivo y lo subjetivo, el hombre y la mujer, lo
masculino y lo femenino, el sol y la luna, lo blanco y lo negro…… como mundo apartes, como
componentes excluyentes.
Pero, existe la posibilidad actual de ver la unidad que comienza con el hombre: como espíritu-
materia, como ser íntegro desde el cual se resuelven las dualidades en términos de integración,
de complementariedad….etc. Es la nueva opinión que coloca los términos no en planos de
diferente importancia, sino en el conjunto de la relatividad; dependiendo del ángulo desde
donde se mire, de las circunstancias en las que se desenvuelva, de los enfoques que se
maneje… es tal vez lo que para los orientales constituye la "visión orgánica del mundo" que
contrasta con el concepto mecanicista occidental. Esta breve referencia para destacar cuánto
las cosas han cambiado en la última centuria.
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Este mundo cambiante, en sus concepciones, es el escenario donde se debe analizar el mundo
simbólico en que vivimos, ese lenguaje que dice más a nuestro subconsciente que a nuestra
razón, que penetra más a nuestro interior que a la simple explicación de los fenómenos, es
dentro del espacio entre la razón y la aparente sin razón donde se ubica nuestra cotidianidad.
Desde aquí los invito a reflexionar sobre el mensaje del Taita Antonio. Desde el remoto inicio
de los tiempos al hombre le ha preocupado su relación con los astros. En las sociedades
tribales la mirada estuvo puesta en el cosmos; las lagunas fueron el espejo natural más
apropiado para registrar el comportamiento de los astros y el infinito; manejaron la vida como
expresión de la energía que teje todas las relaciones vitales en el universo. Su lectura de los
eventos naturales estuvo en función de analizarlos dentro de esta interrelación cósmica.
El 10 de Agosto de 1999, víspera de la ocurrencia del último gran eclipse del siglo XX, se
realizó una especial reunión en Pasto, con la presencia de un Shamán Siona, del Bajo
Putumayo, el Taita Antonio. El Taita explicó que en ese eclipse, llovería mucha energía sobre la
tierra, al ordenarse los siete planetas, en una alineación vertical y otra horizontal, formando una
gran Cruz Cósmica, con la tierra en el centro de encuentro de este ordenamiento. Agregó que
a través de la espiral se podía canalizar la energía para sintonizar nuestra vida con el cosmos.
Desde esa fecha se han repartido algunas miles de espirales con su explicación respectiva,
para conseguir socializar una enseñanza ancestral que nos ayude a salir de la crisis actual, en
el convencimiento de que la única dimensión que cada uno puede cambiar es su propia vida.
En la medida que tengamos más energía positiva como motor de nuestra vida seremos
hombres y mujeres más equilibrados, más tranquilos y armónicos para propiciar la creación de
ambientes de solidaridad, de respeto y de confianza en el futuro.
Se puede cargar la espiral con la propia energía; se la deja al sereno, fuera de la casa, dos
días y dos noches, encima de una macetera de tal manera que quede en contacto con la tierra.
Se recoge la espiral con la mano izquierda para permitir que la energía del Universo entre en
nuestro cuerpo. Simultáneamente, se abre la mano derecha para cerrar primero el dedo pulgar
sobre la palma de la mano y luego los otros dedos hasta formar el puño, así se cierra el flujo de
energía para que se quede en nuestro cuerpo. La espiral queda cargada con nuestra propia
energía; por lo tanto no conviene que otra persona la toque porque se descarga y es necesario
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repetir el ritual. Se la lleva siempre con uno, recordando que este símbolo nos permite recoger
energía positiva del entorno y rechazar la energía negativa.
Las reflexiones hechas dejan un marco de referencia para que cada uno de nosotros se
sensibilice frente a la importancia de conocer los elementos centrales de la cultura que nos dio
origen; a la revaloración de los saberes indígenas como parte fundamental de nuestro
maravilloso proceso de hibridación étnica; a volver nuestra mirada sobre lo que somos para
descubrir los horizontes en los que podemos encontrar el nuevo país y la sociedad que
soñamos para nuestros hijos.