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Rabí Akiva, el gran erudito judío del segundo siglo, continuaba enseñando sobre la Torá
(Génesis a Deuteronomio) a pesar de la prohibición romana en su contra. Cuando sus
actividades fueron descubiertas, los romanos lo sentenciaron a una horrenda muerte. Durante
los últimos momentos de su agonía, el gran maestro recitó el Shemá: “Escucha, oh Israel, el
SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es” (Deut. 6:4). En los campos de concentración nazi,
cuando el pueblo judío fue marchado hacia las cámaras de gas, iban declarando: “¡Shemá,
Israel!”
Las seis palabras hebreas del Shemá han sido lema del pueblo judío durante los pasados 30
siglos. Se ofrecen varias posibles traducciones de la frase hebrea:
• YHVH es nuestro Dios, solamente YHVH
• YHVH nuestro Dios, YHVH es el único Dios
• YHVH nuestro Dios, YHVH es uno sólo
Ya tuviese Moisés la intención de enfatizar el monoteísmo, de enseñar a Israel que Dios era el
verdadero Dios, o de que adorasen a un solo Dios en oposición a varios, ese tema lo
discutiremos más adelante. El nombre usado aquí para Dios es YHVH, el nombre usado más
frecuentemente en las Escrituras. Se deletrea en hebreo con las cuatro letras yud, hey, vav, hey .
Se conocen como el “tetragrámaton,” (que significa “cuatro letras” en griego), y representan para
el judío el inefable nombre de Dios, tan sagrado que no debe ser pronunciado. A menudo lo
traducen como Adonai (“mi Señor”) o HaShem (“el Nombre”). Muchos eruditos interpretan que
pudo haberse pronunciado como Yavé o Yehová.
¿Cómo llegó el Shemá a ser tan importante para el pueblo judío? En su forma original, no es una
oración. Ni siquiera se dirige a Dios. La frase llama la atención a los israelitas para que
escuchen. Pero esa porción de las Escrituras cobró importancia porque describe los
componentes esenciales de la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. ¿Yeshúa sustituyó ese
énfasis, o cambió su significado? No, sino que lo subrayó al definirlo como el “primer”
mandamiento. Durante esa época del Segundo Templo, el Shemá adquirió una posición exaltada
en la liturgia de la sinagoga, y se convirtió en una expresión personal de fe.
La recitación completa del Shemá consiste de tres partes. (1) Deuteronomio 6:4–9 exige que
Israel ame y sirva a Dios de todo corazón, porque Dios es Rey; (2) Deuteronomio 11:13–21 exige
que nuestra vida sea una expresión de nuestro amor a Dios; y (3) Números 15:37–41 exige que
los israelitas recuerden constantemente su deber de adorar y servir a Dios. En este estudio,
enfocaremos sólo la primera parte del Shemá.
Me gusta la manera en que Lisa Aiken describe la forma en que el judío concibe su obediencia a
la autoridad de Dios. Dice: “Somos parte del gabinete gubernamental de Dios, y tenemos
responsabilidades hacia Él.” La autoridad de Dios como Rey consiste de los siguientes
elementos:
“Escucha…”
El Shemá es una confesión de fe. Declara a toda voz que solamente hay un Dios verdadero.
Pero es más que una mera afirmación intelectual. Es una proclamación para poner la fe en
acción. Shemá es la forma imperativa de la palabra hebrea para “escuchar.” El mandato divino
implica oír con atención y luego actuar según la enseñanza. ¡Escucha y luego actúa! No es un
estudio para la adquisición de conocimiento intelectual. Debe aplicarse de manera práctica.
¿Qué debe escuchar Israel cuando Dios dice: “El SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es”?
Se han hecho muchas interpretaciones del significado de esa verdad, según la relación
apropiada que debe haber entre Israel y Dios. Israel deberá ser testigo de esa verdad al mundo.
Las últimas letras hebreas de la primera y última palabra en Deuteronomio 6:4 son “ayin” y
“dalet.” Norman Lamm comenta así: “Como está escrito en el rollo de la Torá, las letras ‘Ayin’ y
‘Dalet’ del primer verso son engrandecidas para formar la palabra hebrea de ‘AD,’ que significa
‘testigo’… De esa manera, Isaías proclama en el nombre de Dios, ‘atem edai,’ o ‘Ustedes son
Mis testigos’ (Is. 43:10). No es suficiente comprenderlo sólo con nuestras mentes. También
debemos darlo a conocer, al testificar de nuestra fe ante Dios, ante nuestros semejantes, y ante
nosotros mismos.” El autor Philip Birnbaum añade: “El que recita el Shemá testifica de la
Unicidad de Dios ante el mundo entero.”
Ese testimonio de Israel nos ha llegado en forma de la Biblia. La dedicación de los judíos en
preservar las enseñanzas antiguas, junto con su compromiso al monoteísmo y los Diez
Mandamientos, nos ha provisto un testimonio fiel, aunque a menudo doloroso, a través de los
siglos. Su valor frente a una amarga persecución, y su determinada fe en el Dios de Abraham,
Isaac y Jacob, son inspiradores. El hecho de que la Torá haya sobrevivido tan feroz oposición
también testifica de la fidelidad y el poder de Dios. El Primer Testamento o Tanaj (Génesis a
Malaquías) es parte integral de nuestra Biblia cristiana. Los primeros héroes bíblicos también son
héroes nuestros.
¿Cómo testifica el pueblo judío por medio del Shemá? Se supone que cada
mañana y cada noche antes de acostarse juren fidelidad a Dios al recitar el Shemá.
Eso se hace en obediencia a una antigua interpretación rabínica de Deuteronomio
6:7 que dice: “recita [estas palabras]…cuando te acuestes y cuando te levantes.”
Es la primera oración que aprende un niño, y son las últimas palabras que un judío
recita antes de morir. El Shemá también se proclama en Yom Kipur (Día de
Arrepentimiento). Además, se inserta en la mezuzá (cajita que se fija en el marco
de la puerta) y en el tefilín (filacteria, o cajita que se pone en la frente y en el brazo
izquierdo durante las oraciones): “Y las atarás como una señal a tu mano, y serán
por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus
puertas” (Deut. 6:8-9).
Es posible que Dios haya ordenado tales recordatorios físicos para contrarrestar ciertas
costumbres entre los egipcios de usar adornos en las frentes y en los brazos como amuletos.
Éstos contenían inscripciones que supuestamente los protegían de peligro. Un comentarista
escribió: “Los egipcios tenían inscrito en los dinteles de sus puertas frases indicativas de un
presagio favorable; aún continúa siendo así, ya que en Egipto y otros países musulmanes las
puertas de entrada (por ejemplo, en Cairo) son pintadas en rojo, blanco y verde, y llevan
inscripciones conspicuas de frases del Corán, como ‘Alá es el creador,’ y ‘Alá es uno, y Mahoma
su profeta.’ Moisés quiso dar esa antigua y favorita costumbre un mejor uso.”
Muchas cosas se pueden interpretar de la frase, “El Señor uno es.” Desde la perspectiva del
judaísmo, su modo de interpretarlo lo distingue del cristianismo. La dificultad gira en torno a la
palabra hebrea ejad, traducido en nuestras Biblias como “uno.” La Biblia Judía de Estudio y otras
fuentes confiables dicen que la intención original tras esa frase era que el pueblo adorara
“solamente” a Adonai. Pero comenta la Biblia Judía de Estudio: “El hebreo aquí permite tanto
‘YHVH nuestro Dios, YHVH uno es,’ como también ‘YHVH es nuestro Dios, YHVH solamente.’ La
primera y más antigua traducción, que destaca la unidad e indivisibilidad de Dios, no hace plena
justicia al texto, aunque luego hace sentido en un contexto judío posterior como polémica contra
el cristianismo.”
La Biblia Schocken aclara: “A pesar de la centralidad de esa frase como clamor unificador en la
más reciente historia y pensamiento judío, su sentido preciso no está muy claro. Probablemente
establece que los israelitas deberían adorar solamente a YHVH; un significado secundario podría
reflejarse en la traducción ‘YHVH’ es (sólo) uno’; es decir que Dios no tiene un colaborador o
socio, según la mitología de países vecinos.” La frase ordena que Israel adore a un sólo Dios. La
palabra hebrea ejad se traduce como “uno,” pero eso tiene una variedad de implicaciones. La
Concordancia de Strong (en inglés) lo define como algo unido, singular o primero, como también
igual, sólo o junto.
Es en base a estas definiciones que los cristianos creen en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
una perfecta unidad. El judaísmo rechaza tal concepto, acusando a los cristianos de ser
trinitarios, o de creer en más de un Dios. Yeshúa dijo: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30).
El término griego equivalente al hebreo ejad, significa uno en persona y en acción. En esta frase
tan central, reconocemos nuestra diferencia con el judaísmo en términos de la identidad de
Yeshúa, pero todavía podemos ser bendecidos por la riqueza de nuestra herencia común.
El tema a través de todo el libro de Deuteronomio es el amor. Cuando Dios demuestra Su amor,
Dios da de Sí mismo. Dios hace cosas. Su amor es evidenciado por Sus acciones. El comentario
de la Torá de la Sociedad Judía de Publicación dice: “El deber de Israel en amar a Dios es
igualmente inseparable de la acción; regularmente es conectado con la obediencia de Sus
mandamientos.” Deuteronomio es el primer libro en la Biblia que habla sobre amar a Dios.
Previamente, el énfasis era la reverencia. El amor y la reverencia se unen en este libro como
motivación para que los israelitas obedezcan a Dios. “Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el
SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le
ames y que sirvas al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los
mandamientos del SEÑOR y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?” (Deut. 10:12-13).
Dios exige una relación activa con Su pueblo, no pasiva. Debemos tener una profunda
motivación interna para estar ligados a Él, para adorarle y glorificar Su nombre. Una adoración
con todo el corazón debe incluir también todas nuestras ambiciones, esperanzas, deseos y
planes. “Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30). Nuestro amor a Dios y
nuestra relación con Él deben ser de todo corazón. No hay lugar para la apatía y un
acercamiento casual. No hay lugar para un cristianismo dominguero. Pertenecemos a Él, y
estamos llamados a estar conectados a Él las 24 horas del día.
El alma (nefesh, en hebreo) habla de nuestras emociones, pasiones y deseos. Esa área está
siempre en guerra contra nuestra carne, y a veces la carne toma dominio por encima del alma. El
término “con toda tu fuerza” pudiera decirse en hebreo be-jol me’odejá, que significa literalmente
“con todo tu máximo.”
El rey Josías es un buen ejemplo de vivir con todo lo máximo de su ser. “Sólo en el año
dieciocho del rey Josías fue celebrada esta Pascua al SEÑOR en Jerusalén. Josías también
quitó los médium y los espiritistas, los ídolos domésticos y los otros ídolos, y todas las
abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, con el fin de confirmar las
palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la
casa del SEÑOR. Y antes de él no hubo rey como él que se volviera al SEÑOR con todo su
corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés, ni otro
como él se levantó después de él” (2 Reyes 23:23-25).
¿Por qué se añade “con toda tu fuerza” después de “con todo tu corazón y con toda tu alma”?
Algunos teólogos piensan que eso podría significar “con todos tus bienes y posesiones,” y así
verdaderamente evidenciar que el corazón y el alma han sido totalmente sometidos a Dios.
En el modo de pensar judío, se percibe que todas las generaciones estaban presentes cuando
Dios dio Sus instrucciones a los primeros israelitas. Para mantener vivo dicho pacto, cada cual
debe enseñar a sus respectivos hijos, de generación en generación. Así, cada niño también
puede experimentar el significado y la sabiduría de las palabras de Dios. Es un verdadero gozo
ver en Jerusalén cómo los padres caminan cada shabat (sábado) con sus hijos a la sinagoga.
Luego, las calles resuenan con las voces infantiles clamando “aba” (padre) cuando toda la familia
pasea y disfruta junta el día de descanso.
Norman Lamm también dijo: “Si no se le enseña la Torá a un niño, es como si se le diera un
ídolo.” Recuerde la advertencia después del Shemá, en que Dios reta a Su pueblo para que su
relación con Él sea lo máximo en sus vidas: “Y sucederá que cuando el SEÑOR tu Dios te traiga
a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, una tierra con grandes y
espléndidas ciudades que tú no edificaste, y casas llenas de toda buena cosa que tú no llenaste,
y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivos que tú no plantaste, y comas y te sacies;
entonces ten cuidado, no sea que te olvides del SEÑOR que te sacó de la tierra de Egipto, de la
casa de servidumbre” (Deut. 6:10-12).
El Dr. Thomas Constable, del Seminario Teológico de Dallas, escribió: “En vista de la gracia de
Dios hacia Su pueblo, los creyentes [refiriéndose a los cristianos] debemos responder a Dios con
amor. Debemos expresar ese amor en obediencia a Su voluntad revelada, y debemos perpetuar
el conocimiento de Dios a través de la próxima generación.” El Señor también sacó a los
cristianos de la casa de servidumbre. Es importante que lo recibamos de todo corazón, alma y
fuerza, para que podamos disfrutar ser completamente suyos.
Ministerio Bar-Enosh.
Wilfredo Torres
904 collinswood dr west
Jacksonville, Florida 32225