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¿Sabías que las mujeres somos las únicas hembras de mamíferos que menstrúan? Es
cierto que todas hemos visto que gatas y perras tienen a veces sangre en sus sexos, pero
esto sólo ocurre durante el período del estro o celo. El estro no es una menstruación sino
un proceso en el que una pérdida de sangre desencadena un torrente hormonal que abre
el deseo sexual de las hembras, atrae al macho para copular y provoca la ovulación
asegurando el embarazo. Es un proceso desencadenado por la intensificación de la luz
solar que anuncia las estaciones más benévolas para la vida y provoca que todas las
hembras de una especie den a luz a sus crías en la época idónea. El momento y la
frecuencia anual varían según la especie, pero siempre es la luz solar ±percibida por
ciertas glándulas a través de la retina- el factor desencadenante.

La aparición de la menstruación parece ser una estrategia biológica que ofreció a


nuestra especie muchas ventajas. El proceso de bipedestación que nos convirtió en
humanos estrechó la estructura de la pelvis y aumentó el tamaño del cráneo. Ante estos
cambios la única solución para que el parto pudiera producirse era que nuestras crías
nacieran antes, siendo aún lo suficientemente pequeñas como para atravesar ese
pequeño túnel. Por eso nuestros bebés completan su desarrollo neurológico fuera del
vientre y requieren tanta dedicación y tiempo hasta ser mínimamente autónomos.

¿Cómo hubiera podido sobrevivir la horda prehistórica con todas las hembras del grupo
embarazadas y pariendo a la vez? ¿Cómo hubieran podido desplazarse, buscar comida y
a la vez cuidar de esos cachorros tan vulnerables durante tanto tiempo?

Todo esto se resolvió con una misteriosa proeza hormonal, las hembras humanas
dejaron de estar determinadas por la luz solar y se vincularon hormonalmente al ciclo de
la luna. Desapareció así el proceso hormonal llamado estro y, en su lugar, surgió la
menstruación. Este cambio multiplicó las posibilidades de embarazo ±fundamental para
que la especie no se extinguiera, y a la vez posibilitó que cada hembra del grupo
quedara embarazada en un momento distinto.

La menstruación también trajo consigo un cambio fundamental: independizó la


sexualidad de la reproducción. Las hembras humanas somos las únicas mamíferas que
podemos estar disponibles sexualmente aunque no estemos en período de fertilidad.
Esto abrió a la sexualidad humana puertas insospechadas que nos permitirían, siglos
más tarde, utilizar la energía sexual con fines distintos del reproductivo; como factor de
placer y vinculación con el otro, así como también de crecimiento espiritual.

Como dice Zsusanna Budapest en una arriesgada hipótesis: [  


 
          
   

  

  


  
 
    
                
   
          
 

   
   
    
   
     

    


@  Creadora de Arboleda de Gaia, guía trabajos de energía femenina desde


1993. Es la editora de este blog. |      



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