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"No habrá democracia si persiste la violencia contra las mujeres. No habrá desarrollo ni
transformación social ni futuro ni felicidad si persiste este abuso de poder. El incesto es la más
silenciada de las violencias."
El incesto es un problema gravísimo en todo el mundo. Y aunque las cifras que nos dieran las
dimensiones de este problema son casi imposibles de obtener, constituyen la gran mayoría de
los casos de violaciones sexuales denunciadas en forma creciente por las mujeres en todo el
mundo.
Son cifras aterradoras. En Estados Unidos, donde según el FBI, cada minuto es violada una
mujer, organismos feministas calculan que una de cada cuatro niñas en el rango de 0 a 12
años ha sido víctima de incesto. En México, 7 de cada 10 agresiones sexuales son cometidas
por conocidos, el 35% de ellas por familiares. En Costa Rica, el 95% de las embarazadas
menores de 15 años son víctimas de incesto. En Brasil se ha disparado el número de mujeres
que denuncian la agresión sexual de los hombres y lo más sorprendente es descubrir lo
generalizado que es el incesto en todos los sectores de la sociedad. Varios organismos
calculan que en Amércia Latina sólo se denuncia una cuarta parte de las violaciones sexuales
que ocurren. Las que menos se denuncian son las que constituyen incesto.
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La historia "moderna" de Chile se inició con un masivo acto de violencia contra las mujeres: los
conquistadores españoles violaron a las mujeres indígenas. El abuso del poder y la violencia
han marcado la historia chilena y se han ido legitimando socialmente. En Chile, la cultura
económica y social es violenta. Somos un país atravesado por inequidades increíbles entre
pocos con todo y muchos sin nada: la ignorancia y la pobreza son violencia. La cultura política,
familiar y personal es violenta. No hay costumbre de resolver los conflictos con el diálogo, la
tolerancia es vista como debilidad, las formas de lucha no violenta son desconocidas o
consideradas expresiones de cobardía inútil. No existe respeto a los diferentes ni a las
diferentes, no se sabe negociar, el lenguaje busca siempre descalificar al oponente. Sólo quien
tiene plata platica. Quien gana lo gana todo, quien pierde lo pierde todo. Y a quien tiene poder
se le regala el derecho a abusar impunemente de él.
En la casa, la violencia es vista como algo natural, necesario. El padre le grita y le pega a la
madre, la madre le grita y le pega a los hijos y a las hijas, las hijas e hijos mayores gritan y
golpean a sus hermanos y hermanas más pequeñas, y los más pequeños apalean al perro y
salen a la calle a matar pájaros a pedradas... Generación tras generación, cada uno de los
eslabones se engarza con el otro en una cadena sin fin. El eslabón más débil siempre ha sido y
continúa siendo el de las niñas y el de las mujeres. También sufren violencia los niños varones,
más mientras menos años tienen. Es una cultura donde los varones aprenden, desde muy
pequeños y con toda naturalidad, a usar la violencia sexual para afirmarse ellos mismos y para
imponerse sobre las mujeres.
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En el terreno del poder ejercido a través del sexo hay que situar las violaciones sexuales contra
las mujeres, tanto las realizadas contra mujeres que no son pareja de los hombres que agreden
como las violaciones de los hombres contra sus propias parejas. ¿Cómo cuantificar las
violaciones sexuales de los esposos contra sus propias esposas? Este es una asunto del que
se suele no hablar. Existe una sicología de masas de la violación. Se describe como un
proceso consciente de intimidación por el cual todos los hombres mantienen a todas las
mujeres en un estado de miedo, y se llega a afirmar que esta sicología ha estado presente y ha
sido silenciada a lo largo de la historia de la humanidad.
El abuso sexual más grave y traumático es la violación de una niña. Y yendo todavía más al
fondo de las turbias aguas de este pozo aparece el incesto, el delito sexual más silenciado en
cualquier sociedad del mundo. El incesto padre-hija, padrastro-hijastra, representa el
paradigma de la victimización femenina a través de la sexualidad masculina.
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¿Qué es el incesto?
El incesto es que cualquier familiar adulto toque sexualmente a una niña, que la desnude y la
mire desnuda con deseo, que se masturbe ante ella, que la bese y la acaricie sexualente, que
la induzca a acariciar para lograr excitación. Y naturalmente, que la viole con penetración
vaginal o anal. Se considera incestuosa no sólo la relación sexual que imponen a las niñas sus
familiares de sangre. También la que les imponen otras personas con quienes ellas tienen
vínculos afectivos o una relación de confianza y de dependencia, personas que tienen la
obligación de protegerlas, amarlas y brindarles seguridad. Padres, padrastros, tíos, abuelos,
hermanos, primos, sacerdotes, patrones, maestros... Cualquier hombre que tenga poder -y
todos tienen siempre mucho, bastante o alguna en la cultura machista- y quiera demostrarlo
abusando sexualmente de una niña -o de un niño- comete el delito de incesto. También hay
mujeres incestuosas.
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Mientras muchos periódicos dan cuenta de algunos casos, casi siempre es con
sensacionalimso y morbosidad, sin contexto y sin pistas que lleven a una reflexión constructiva,
la mayoría de los incestos que ocurren quedan ocultos para siempre. Resguardan el secreto
tres gruesas llaves: la del dolor, la del pudor y la del temor. El silencio favorece la impunidad.
Silencio e impunidad extienden la epidemia. El incesto es una enfermedad social endémica que
no ha sido erradicada en ningún país del mundo. Uno de los mayores problemas es el
subdesarrollo de los recursos necesarios para enfrentarla eficazmente, empezando por una
ignorancia generalizada sobre conceptos elementales, incluidas las palabras con que nombrar
el drama.
Un necesario primer paso es entender que los incestuosos no son exclusivamente hombres
pobres que viven en hacinamiento ni sicópatas ni alcohólicos. Los aberrados -ese sonoro
calificativo que tanto emplean los medios para estos casos, induciendo que son locos
degenerados quienes esto hacen- están por todos lados. Son hombres totalmente normales,
hasta encantadores, pertenecen a todas las clases sociales y a todas las profesiones. Viven
por igual en ranchos de cartón y en mansiones. Son marginales anónimos adinerados con gran
reconocimiento social. Si de esta plaga se hablara, nos sorprendería descubrirla entre las
cuatro paredes que habitan tantas "buenas familias".
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Hogar, amargo hogar...
Así como la violación sexual "clásica" -la de un momento, la que tiene como escenario una
calle oscura, un rancho monte adentro o un predio de la ciudad- comporta casi siempre
lesiones, gritos, resistencia frente a la imposición de la fuerza física del varón sentida
claramente como violencia, agresión y daño, el incesto, en una gran mayoría de los casos,
tiene otro escenario: no hay gritos sino silencio, no hay resistencia en la víctima sino
perplejidad y un miedo paralizante, el abusador no ejerce el poder de la fuerza sino la fuerza
del poder. Para la niña la confusión antes, durante y después del abuso sexual es total: por qué
me hace esto, qué debo hacer yo... Generalmente, el incesto no deja lesiones externas. Las
huellas quedan muy adentro, tanto en el tejido del cuerpo como en el de la mente y en el del
espíritu. A veces tiene que pasar mucho tiempo para que se pueda dimensionar la magnitud de
los daños.
Otra característica que marca una diferencia es que después de una violación "clásica", el
violador huye mientras la víctima da paso a su rabia e indignación. Los límites entre una y otro
están totalmente claros. Después del incesto todo es confuso. La víctima queda impotente ante
un hombre al que quiere y respeta y que puede mostrarse "cariñoso". A veces hace regalos, a
veces chantajea, a veces amenaza. Siempre pide guardar el secreto. Y siempre se queda ahí,
en "el lugar del crimen", omnipotente y seguro entre las cuatro paredes de la casa y cerca de
su víctima. Al terminar de actuar, sólo se quita una máscara y se pone otra, la del hombre
responsable.
No es fácil asomarse a todas las claves de esta tragedia, no resulta sencillo bucear en las
razones del silencio y la "pasivididad" de las víctimas, que a veces callan durante muchos años,
durante toda una vida, profundamente heridas y confundidas. En ocasiones es más fácil creer
que las jóvenes inventan el incesto o disfrutan de él que cuestionar todo un sistema familiar y
social que posibilita estos hechos. Es recomendable desgenitalizar la perspectiva con que
miramos este delito para poder enfrentarlo eficazmente: No hay que centrar el problema en lo
sexual, sino en el ejercicio del poder.
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Cuando hace algunos años se estrenó en los cines la película de James Mangold que le da el
nombre a este sitio "Girl, Interrupted" ("Inocencia Interrumpida") que, sin explicitarlo nunca,
presenta a varias muchachas en terapia por historias de abuso sexual. En el caso de Daisy, el
guión da suficientes pistas para entender que se trata de una adolescente víctima de incesto. El
comer compulsivo de la muchacha causó risas escandalosas entre los espectadores de la
película y Daisy fue descrita por algunos comentaristas de cine como "una joven malcriada a
quien le encanta comer pollo rostizado". Otros hablaron de lo que le ocurría a Daisy como "una
delicada situación". Pero no le pusieron nombre a esa situación. ¿No entendieron los
comentaristas de qué se trataraba o no se atrevieron a hablar de eso, porque "de eso" no se
habla?
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Convirtiendo la oscuridad en claridad
Es evidente que muchos sectores de la humanidad viven en un gran atraso y oscuridad con
respecto al incesto. Hasta hace relativamente poco, este tema -al igual que otras formas de
violencia intrafamiliar, la mayoría de ellas protagonizadas por los varones contra las mujeres-
era siempre un asunto "normal" y de orden estrictamente privado. Sólo las cuatro paredes de
una habitación -a veces las de la casa entera- conocían el "secreto de familia", considerado
inviolable. Que la violencia cometida entre cuatro paredes sea vista como un asunto que
corresponde enfrentar a las instancias públicas, que se considere ya universalmente que el
incesto es una violación de los derechos humanos, incluso que el incesto sea ya asumido como
una forma de tortura, es algo muy reciente, es una conquista del movimiento feminista mundial
y un gigantesco avance del pensamiento humano.
En la culta Francia de la primera mitad del siglo XIX la gestión familiar del sexo se halla
rodeada de silencio. Y es muy poco lo que sabemos. El incesto, en particular, era un práctica
corriente y se nos escapa más que cualquier otra cosa... La virilidad está amasada de proezas
fálicas, ejercidas con toda libertad sobre las mujeres y sobre todo sobre las hijas -a las que en
ciertas regiones se puede violar casi impunemente-, o sobre los niños, contra cuyo pudor se
puede atentar con tal de que la cosa no sea pública... La violación se consideraba como una
variante de los comportamientos ordinarios en la relación hombre-mujer. La 'normalidad' sexual
englobaba todo el abanico de sus consecuencias: la violencia, la frustración, la muerte... La
idea de la denuncia parece imposible de concebir, informulable. A lo largo de la segunda mitad
del siglo XIX un aumento de la represión judicial parece indicar una mayor sensibilidad.
Hoy Francia, junto a otras decenas de países, ha ratificado la Convención sobre la Eliminación
de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979). Es de esperar que a esta
iniciativa se sumen muchas otras legislaciones que comprometan a los distintos estados a
investigar, prevenir, castigar y eliminar esta cruel forma de violencia que es el incesto.