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(Mar. 27 – 2011)
INTRODUCCIÓN
Dios creó al hombre en santidad y lo puso en el huerto del Edén para ser feliz
por tiempo indefinido. Pero el hombre decidió desobedecer la única cosa que Dios le
había prohibido, y así entró el pecado en él y su mujer. Luego siguió el pecado del
ocultamiento, el de culpar a otro, luego el homicidio, y así se siguió multiplicando el
pecado en el resto de la humanidad.
El pecado es la peor tragedia que le pudo ocurrir al ser humano. A consecuencia
del pecado vino la muerte, las enfermedades, las tragedias, las enemistades, el odio, la
violencia; en fin, todo lo malo y toda la maldad que hay en el mundo. Cada vez que
pecamos es un poco más de daño que nos hacemos a nuestra vida; como el fumador,
cada vez que fuma otro cigarrillo más daño se causa a su salud y está más cerca de
desarrollar un cáncer. Por eso, cada vez que somos concientes de que pecamos, nos
deberíamos sentir muy mal, muy tristes, e incluso enojados contra nosotros mismos.
Como lo expresa el apóstol Pablo en:
Ro. 7:21-24 “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está
en mí. Porque según el hombre interior, me delito en la ley de Dios; pero veo otra ley
en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente; y que me lleva cautivo a la
ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este
cuerpo de muerte?”
¿Hay algo que nosotros podamos hacer para librarnos del problema del pecado?
R = No. ¿Por qué? Porque a causa del pecado estamos muertos, como dice:
Ef. 2:1 “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos
y pecados”
¿Qué puede hacer un muerto para ayudarse a sí mismo a salir de la tumba o
hacer cualquier otra cosa (vestirse, cambiarse de posición, etc.)? R = Nada, porque está
muerto. Lo que necesitamos es que alguien que sí esté vivo, y que pueda hacerlo, nos
resucite de la muerte, que nos otorgue vida. ¿Habrá alguien así? ¡Gracias a Dios que sí!
Como lo escribió Pablo, inmediatamente después de hacerse la pregunta ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte? Él mismo contesta:
Ro. 7:25 “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro...”
Sí, él es el único que nos puede salvar de nuestra triste condición a causa del
pecado, como lo declara contundentemente la Biblia:
Hch. 4:11,12 “Éste Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores,
la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos”
¿Cómo logró Jesús nuestra salvación? R = Puesto que Dios exigía que la paga
del pecado es muerte, Jesús ofreció su vida limpia de todo pecado, en sacrificio por
nuestros pecados:
1P. 3:18 “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero
vivificado en espíritu”
Is. 53:4-6 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido
fue por nuestra rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue
sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de
todos nosotros”
Esta es la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. Pero yo no puedo
hacer que la crean, ni pretendo hacerlo. Si me creyeran a mí, pienso que aun seguirían
muertos en sus delitos y pecados. Yo deseo que quien los convenza sea el Espíritu Santo
de Dios. A él le corresponde hacerlo y solamente así podrían tener la seguridad de ser
salvos. Solamente él puede convencerlos de su lamentable condición pecaminosa, solo
él puede hacerlos llorar desconsolados por su pecado, poner arrepentimiento en sus
corazones y aceptar el sacrificio de Jesucristo por sus pecados.
Jn. 15:26 “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre,
el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”
Jn. 16:8 “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio”
Como ejemplo, vamos a ver a continuación cómo una persona llega a ser
auténticamente salva, y cómo otra no puede ser salva.
CONCLUSIÓN