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FILOSOFÍA ANTIGUA.

INTRODUCCIÓN.
Hablar del origen de la filosofía supone plantear toda una serie de problemas que
afectan al espacio cultural del Mediterráneo y cuyas consecuencias se han extendido a
lo que actualmente conocemos como “cultura occidental.”
Ya se sabe que el término “filosofía” es muy rico en significados y que su
historia es la historia de las preguntas básicas que les preocupan a los seres humanos.
Estas preguntas han recibido respuestas muy variadas que pueden agruparse, sin
embargo, en dos grandes grupos: lógicas y mitológicas.
Antes de pasar a explicar los primeros pasos de la
historia de la filosofía hay que saber que durante mucho
tiempo los filósofos fueron también científicos. Es decir,
no sólo se preguntaban por cuestiones éticas y políticas,
sino que para ellos la investigación de la realidad
comprendía también el estudio de las matemáticas, la
lógica y -sobre todo- la física y la astronomía. Por lo
tanto, cuando hablamos de filósofos en esta época
podemos entender que hablamos de filósofos-científicos.
A pesar de que ellos distinguían distintos tipos de
saberes y de que hubo científicos que no dejaron nada
escrito sobre filosofía, muchos de ellos sí se ocupaban de
todo lo que se podía saber en aquel entonces.

LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA.


La filosofía tiene un lugar y una fecha de nacimiento canónica: las colonias griegas
de Asia menor1, en el siglo VI a. de C. A pesar de eso, no se conoce exactamente por
qué surgió; esto ha provocado polémicas famosas, entre las que destaca la que enfrentó
a dos historiadores llamados Burnet y Cornford. Según Burnet la filosofía había sido
una invención exclusiva de los griegos, un verdadero “milagro” sin más explicación
posible que un especial don del espíritu griego: “el genio griego”. Cornford2, por su
parte, opinaba que la filosofía surgió como producto de una lenta evolución de
circunstancias. Según él la cosmología de los primeros filósofos procedía de una
reinterpretación y prolongación de los mitos cosmogónicos y teogónicos griegos. La
filosofía sería una racionalización de los mitos. Actualmente se considera que las
razones fueron más complejas aún. Para hacernos una idea de cómo pudo surgir el
conocimiento filosófico y científico hay que tener un cuadro de cómo era el lugar donde
surge una de las chispas de la llamada cultura
occidental. Este lugar, como sabemos, es Grecia,
aunque quizá sería mejor utilizar el término Hélade,
que, por un lado, recoge la raíz que los griegos utilizan
para llamar a su país y, por otro lado, hace referencia a
un espacio geográfico más amplio que el actual
territorio griego, ya que la población griega se extendió
por buena parte del Mediterráneo, así como su cultura.

1
La actual Turquía.
2
Sus obras más importantes son: De la religión a la filosofía, 1912 y Los orígenes del pensamiento
filosófico griego, 1952.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que Grecia es un país montañoso y que
aunque hay grandes valles cultivables, éstos están aislados entre montañas de difícil
tránsito y tierras pobres. Por otro lado se trata de una península con una costa muy
recortada con buenos puertos naturales en muchos puntos. Esto produjo que se
desarrollase mucho el tráfico marítimo, contactando entre sí las ciudades costeras
griegas y con otros lugares. Así entraron en contacto fácilmente con las culturas de
oriente próximo, muy avanzadas en matemáticas y astronomía.
La sociedad griega primitiva era fundamentalmente rural, aristocrática y guerrera. El
rey era una figura meramente decorativa. La nobleza poseía la riqueza y el poder. Estos
eran dueños de la tierra, el ganado y la casa donde vivía la familia noble. Con los nobles
vivían otras muchas personas: el séquito, los labradores y servidores, los esclavos,
algunos poetas, etc. La nobleza se dedicaba a la guerra, y en ella se fundaba la virtud
(areté) que tiene que ver en esta época con el valor, el honor, etc.
Dentro de la organización social hay que destacar la figura de los pequeños
propietarios que poseían pequeñas parcelas de tierra. No tenían prestigio guerrero ni
poder sobre las personas, sus tierras eran tan pequeñas que tenían que pedirle préstamos
a los nobles, endeudándose a menudo, lo cual les llevaba a perder las tierras y a la
esclavitud. En el siglo VIII a. C. Estos pequeños propietarios se lanzaron a la búsqueda
de nuevas tierras aprovechando el medio más fácil: la navegación, así se fundaron
colonias en sitios donde la vida ofrecía menos dificultades (Asia menor y sur de Italia,
sobre todo) Este período de expansión se conoce con el nombre de colonización.

Tras el proceso de colonización, comenzó en Grecia un periodo de bonanza


económica que le permitió al hombre griego disponer de tiempo libre suficiente para
reflexionar y dedicarse a lo que puede llamarse la vida contemplativa. Hay que tener en
cuenta que el sistema económico griego hacía que los que trabajaban fuesen los
esclavos y los extranjeros (metecos), mientras que los ciudadanos se dedicaban a vivir
de las rentas de sus tierras o de las polis.
Las nuevas actividades comerciales generaron nuevas fortunas que permitieron al
ciudadano disponer de tiempo de ocio (enfrentado al neg-ocio), esencial para poder
dedicarse a la reflexión. Los griegos en general despreciaban el trabajo manual, de ahí el
escaso desarrollo de la técnica o de ciencias como la química, a pesar de tener
conocimientos suficientes para haber desarrollado más técnicas relacionadas con ellas.
La prosperidad económica y el comercio marítimo se vieron acompañado de la
aparición de formas políticas más flexibles y tolerantes. El contacto con otras
civilizaciones (las orientales) aportó nuevos conocimientos y provocó la relativización
de los propios mitos. La antigua aristocracia y sus valores quedaron desfasados en este
nuevo marco.
En este sentido, es interesante citar que a finales del siglo VI a. C. en Atenas se
introdujo una nueva forma de gobierno: la democracia, o gobierno ejercido por el
pueblo, que permitía a los ciudadanos participar con su voz y su voto en las decisiones
políticas. Hay que recordar que la democracia ateniense era directa, es decir; eran ellos
mismos quienes discutían sobre los asuntos de la ciudad. Por otro lado, algunos cargos
se elegían por sorteo, por lo que era inevitable no interesarse por la vida pública. Es
evidente que este factor contribuyó a la libertad de expresión, de reflexión y de crítica,
aspecto fundamental para el nacimiento de la filosofía.
Grecia carecía de una organización religiosa estricta, sin una ortodoxia definida. Los
mitos no eran coherentes entre sí y existían distintas versiones, muy distintas e incluso
contradictorias a veces. Tampoco eran de creencia obligatoria. Para los griegos eran
menos importantes las creencias que las prácticas del culto, a las que eran muy
aficionados.
Por otro lado, la religión era fuertemente antropomórfica, con dioses que tenían
virtudes y defectos humanos (reñían, asesinaban, se emborrachaban y se eran infieles en
un verdadero culebrón olímpico3). Tan sólo la belleza (no todos) y la inmortalidad los
distinguía de los hombres (los llamaban “bellos e inmortales” (kalos kai agathos, o si se
prefiere en grafías helénicas: kalÕj krGgaqÕH)
No existía tampoco ningún sistema educativo organizado, siendo los poetas los
encargados de enseñar a quien le pagaba. La pedagogía, por cierto, no era demasiado
adecuada y tardaban años en enseñar a leer y escribir.
La introducción de la moneda fue una novedad en una sociedad acostumbrada al
trueque y creó un nuevo sistema, un horizonte abstracto de referencia que hizo pensar
en un tipo de valor no basado en preferencias subjetivas, sino en un símbolo. Esto pudo
contribuir a fomentar la capacidad de abstracción.
Por último, los griegos no tenían un sistema político que aglutinase a todas las
regiones, sino que las ciudades tenían un sistema de autogobierno con constituciones
propias, ejércitos, sistema de pesos y medidas e incluso monedas distintas para cada
polis. De ahí que aunque los griegos se sintiesen un solo pueblo, tan sólo las olimpiadas,
la lengua y la religión consiguiesen mantener la unidad.
Los llamados “sabios griegos” fueron el precedente inmediato de los filósofos. Son
unos personajes a los que se atribuye una sabiduría transmitida oralmente, a través de
máximas o refranes, fácilmente asimilables y conectadas con los problemas éticos de
una sociedad que vive profundos cambios. Se dice que los sabios de Grecia fueron siete;
en realidad hay distintas enumeraciones, pero en todas aparecen siete sabios fijos. El
primer filósofo, Tales de Mileto, es uno de estos siete sabios de Grecia. Sus frases eran
del tipo: “Odia el hablar rápido” “Nada en exceso” “Conócete a ti mismo” “Que tu
lengua no corra por delante de tu pensamiento”, etc.

3
El monte Olimpo (la montaña más alta de Grecia) era, según la mitología, la morada de los dioses.
EL PASO DEL MITO AL LOGOS.
La filosofía y la ciencia nacen a la vez, en el siglo VI a.
de C. en Grecia. Este nacimiento supuso el comienzo de la
llamada racionalidad filosófico-científica (conocida como logos)
que caracteriza a nuestra cultura.
El nacimiento de esta racionalidad suele conocerse con la
expresión “el paso del mito al logos”, con la que se quiere indicar
el salto que se dio respecto al modelo explicativo de la realidad
que predominaba antes de la aparición del logos. A ese modelo
explicativo se le llama mito.
Curiosamente, tanto mito como logos significan “palabra”
o “discurso”. Sin embargo, el mito está más relacionado con los
cuentos y es una narración simbólica y alegórica del origen del cosmos, de los dioses y
de los seres humanos; el logos está más relacionado con el estudio y es el discurso de la
razón acerca de la naturaleza y de la humanidad.

El mito.
Todas las culturas antiguas tienen historias mitológicas que intentan dar
respuestas a las grandes preguntas sobre el surgimiento del mundo, etc. Estas historias
suelen transmitirse oralmente y no buscan ser verdaderas, tienen una lógica distinta a la
de lo verdadero y lo falso. En el caso de la cultura griega, los mitos se dividen en tres
grandes bloques:
a) Los que narran el nacimiento del mundo (teogonías)
b) Los que narran historias de dioses.
c) Los que narran historias de héroes.
Los dioses griegos no tienen las características del dios de las religiones del libro
(judaísmo, Islam y cristianismo) Son parecidos a los hombres, aunque son inmortales,
representan fuerzas naturales, destrezas humanas y algunas virtudes. Sin embargo, quizá
una de las cosas que más llama la atención de muchos de los dioses griegos es su
inmoralidad; Zeus luchó contra su padre (que tampoco demostró llevarse demasiado
bien con el suyo, porque le cortó los testículos con una hoz,) se casó con su hermana
(algo que también había hecho su padre) y tuvo cerca de veinte amantes, mató a quien
se oponía a sus caprichos, engañó para conseguir lo que quería… no es un ejemplo de
moralidad.
En los mitos se concentraba la llamada religión olímpica. Esta religión comprendía
una serie de ritos y tradiciones, pero la vinculación personal de los griegos con sus
dioses no era demasiado estrecha. Sin duda, la inmoralidad de muchos de los dioses
contribuyó a esto. Tan sólo Apolo y Atenea pueden considerarse dioses ejemplificantes.
Aunque en algunos mitos el curso de los acontecimientos parece que depende de la
voluntad de los dioses (de por sí caprichosa o perversa) los griegos también creían que
por encima de ellos se encontraba una fuerza desconocida aún más temible: el destino
incognoscible.
La concepción antropológica que se extrae de los mitos griegos es pesimista. La
vida es difícil, su curso puede depender del destino o del capricho de los dioses, que no
son un ejemplo de vida moral; después de la muerte se encuentra el reino de Hades, un
espacio donde las almas estaban condenadas a vivir una existencia mísera y oscura. Por
todo esto, llama la atención que los griegos fuesen capaces de crear una ética separada
de la religión y una cultura tan vitalista, a pesar de tener un fondo de creencias
pesimistas.
El logos.
Estas explicaciones comenzaron a ser cuestionadas en el s. VI a. de C. en las
colonias griegas de Jonia, Asia menor4, probablemente porque el contacto con otras
culturas había relativizado la propia opinión acerca de los relatos míticos. En sus
circunstancias es normal plantearse que si cada cultura tiene unos mitos diferentes e
incluso dentro de la misma cultura se presentan distintas versiones de ellos, en lugar de
preguntarse cuál es la versión correcta, tal vez convenga pensar que todos ellos son
igualmente falsos.
La explicación filosófico-científica surgió cuando se llegó a esta conclusión, a la vez
que se empezó a pensar que los acontecimientos naturales debían explicarse según la
necesidad, no según la arbitrariedad de los dioses. Se empezó a pensar que todo sucede
de un modo ordenado (cosmos) no arbitrariamente (caos). Así, los primeros filósofos-
científicos consideraron que tras los cambios aparentes subyace algo que permanece y
que se puede conocer. Ellos comenzaron a pensar que el universo y el ser humano, junto
con el resto de los seres vivos e inertes, forman un todo ordenado y regido por leyes
naturales accesibles al entendimiento humano. El caos se convierte en cosmos.
El logos se caracteriza por situarse en un plano de racionalidad lógica, es decir, sus
afirmaciones se pueden constatar o refutar. Es algo compartible por la razón de toda la
humanidad, frente al particularismo del logos. El logos es un discurso abierto a la
discusión y la crítica, es el intento de no quedarse en la mera superficialidad de los
asuntos (sean los que sean).
¿Cómo se dio el paso?
La visión clásica, de W. Nestle, es que este paso se produjo rápidamente: primero
estaba el mito y se dio una sustitución por el logos. La realidad se empezó a ver de una
manera nueva. Sin embargo, esta visión ha sido muy criticada posteriormente.
Actualmente se considera que el paso del mito al logos no se dio de un modo radical, tal
vez sólo pueda hablarse de una aparición y asentamiento progresivos del pensamiento
filosófico-científico frente a otro modo de explicación de la realidad que aún se
mantiene en buena medida.
De hecho, el mito permaneció vivo durante toda la cultura griega. Incluso en Platón,
el mito forma parte sustancial de su filosofía: entreverados con su filosofía aparecen
continuamente mitos utilizados para explicar lo que no puede explicar con argumentos
propiamente racionales. Aristóteles dicen que los que creen en mitos son de algún modo
filósofos, porque también quieren saber. Tanto Platón como Aristóteles, además, le
daban importancia a los sueños. Platón, por ejemplo, cuenta en el Critón cómo Sócrates
soñó que moriría tres días después de un sueño; hablando con Critón, un amigo suyo
que le dice que lo ajusticiarían dos día después, Sócrates le dice que él cree que será tres
días después “-Me fundo en un sueño que he tenido esta noche. -¿Cuál ha sido el sueño?
–Me pareció que una mujer muy bella, de buen aspecto, que llevaba vestidos blancos se
acercó a mí, me llamó y me dijo: “Sócrates, al tercer día llegarás a la fértil Ptía5. –
Extraño sueño- -A mí me parece muy claro, Critón6.” Aristóteles escribió también una
obra sobre la interpretación de los sueños. Incluso en el s. XVII científicos de la talla de
Kepler7 o Newton tenían concepciones de carácter claramente mítico8.

4
Son las costas de la actual Turquía.
5
Ptía era la patria de Aquiles, el sitio adonde hay que volver. Sócrates consideraba que la vida era un
tránsito.
6
PLATÓN, Critón, 44a-b, Gredos, Madrid, 1981.
7
Kepler tenía una concepción cuasi-mítica del sol.
8
Newton escribió un extraño tratado que intentaba explicar el libro profético de Daniel, uno de los libros
de La Biblia.

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