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EL ESPAÑOL EN EL SIGLO XVI.

1. Introducción
El siglo XVI esta marcado por dos reinados que vienen a coincidir con las dos épocas que
caracterizan el Renacimiento en España; el primero corresponde a la época de Carlos V, primera
mitad del siglo, y el segundo a la época de Felipe II.
Estas dos épocas se caracterizan también desde un punto de vista político, social y cultural de
forma diferente:
El reinado de Carlos V está abierto a Europa y a todas las corrientes que de ella provengan, es un
periodo donde la influencia italiana tiene una gran presencia. Esto se puede apreciar en poesía, en
filosofía y en lo religioso; metro italiano, neoplatonismo y erasmismo.
El reinado de Felipe II se cierra al exterior y, tras la Contrarreforma, se convierte en el
abanderado del catolicismo. Este cierre de fronteras y de conversión católica influirá en todos los
aspectos sociales y culturales de la segunda mitad del siglo XVI; el misticismo y el ascetismo tendrán
el campo abonado para su desarrollo.
La lengua durante este siglo se convierte en lengua universal debido al poder expansionista del
imperio y a la labor de difusión que con él se llevó a cabo, amén de la importancia y calidad que la
literatura de este periodo supone.
2. Expansión del español
La fecha de 1479 supone la unidad de los dos reinos principales de la península tras el
matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; en 1492 el reino nazarí es conquistado y en
1515 el reino de Navarra se incorpora a Castilla, además de las Islas Canarias y de las colonias de
ultramar. Esta unión política influirá en el desarrollo y expansión de la lengua castellana. Esta fuerza
política y cultural que durante el reinado de Carlos V se hace fuerte en toda Europa y en las tierras
americanas supondrá la internacionalización de la lengua castellana, español, por todo el mundo. El
español pasa a ser lengua diplomática y adquiere una relevancia que hasta ese momento ninguna
lengua nacional había adquirido.
2.1. El español en Europa
El reinado de Carlos V supuso el ascenso de España a primera potencia europea. La suma de
territorios que hereda el joven príncipe tras la muerte de sus padres es enorme y la relevancia política
que conlleva este hecho también lo es. En el periodo de Felipe II se consolida, pero comienza el
declive y el cierre de las fronteras, la hegemonía de España y del español irá dejando paso a Francia y
al francés en el siguiente siglo.
El español adquiere una importancia que no había tenido hasta ese momento en las cortes
europeas. Juan de Valdés llega a afirma que en Italia «assí entre damas como entre cavalleros se tiene
por gentileza y galanía saber hablar castellano». En las zonas de dominio español se convierte en una
lengua administrativa y comercial, la necesidad lleva al aprendizaje. Así, en 1570, se proyectó la
creación de una fundación de estudios de español en Lovaina bajo el amparo del Duque de Alba. Lo
mismo ocurría en Inglaterra como en Francia. Ante tal demanda, comenzaron a aparecer gramáticas y
diccionarios de español, hecho que continuó en el siglo XVII. Como consecuencia de este prestigio
se produjo una gran aportación de términos del castellano a otras lenguas, sobre todo al francés y al
italiano.
2.2. El español en los territorios conquistados
De la herencia dinástica que asume el nuevo y joven rey Carlos I, sin lugar a dudas, la de los
nuevos territorios de América es la más significativa en cuanto a la expansión y fuerza que el español
tiene en ese momento y tendrá hasta ahora. Esta extensión territorial conllevará una extensión y
amplificación del uso del español que deja de ser en poco tiempo la lengua de Castilla para
convertirse en la de gran parte del nuevo mundo además de la Península Ibérica como ya hemos
visto. La conquista se produjo en un espacio relativamente corto y el dominio territorial fue total.
Sin embargo, el español que se impone en América no está desgajado de conflictos, por una
parte con las propias lenguas amerindias, ya que si bien se intenta que todos conozcan el español, los
religiosos consideran más productivos para sus fines predicar en la lengua amerindia; por otra parte,
la propia lengua o dialecto llevado a las nuevas tierras por los colonizadores, que conllevó un
proceso, posterior, de homogeneización. Según datos aportados por Cano Aguilar (2002: 226) en el
siglo XVI el mayor número de colonizadores procedían de Andalucía, en concreto del Reino de
Sevilla. Estos porcentajes fueron cambiando según avanzaron los siglos y se asentaron otros
colonizadores.
2.3. El castellano, lengua en España: el español
Al igual que ocurrió con otras lenguas peninsulares, por ejemplo el catalán, el nombre con el que
se denominaba al romance surgido en Castilla no se había unificado en un nombre concreto:
romance, romance castellano o de Casti(e)lla, lenguaje castellano o de Castiella, incluso lengua
vulgar para distinguirlo del latín.
La hegemonía política de Castilla hace que se imponga como lengua en toda la península el
castellano. Juan de Valdés (Lapesa: 1988:298), en 1535, dice: «La lengua castellana se habla no
solamente por toda Castilla, pero en el reino de Aragón, en el de Murcia con toda el Andaluzía y en
Galicia, Asturias y Navarra; y esto aun hasta entre gente vulgar, porque entre la gente noble tanto
bien se habla en todo el resto de Spaña». Debido a esta hegemonía señalada por Valdés afirma
Lapesa (1988:299) que «el nombre de lengua española (...), tiene desde el siglo XVI absoluta
justificación y se sobrepone al de lengua castellana». Su uso no es generalizado pero sí comienza a
ser utilizado de forma mayoritaria, a partir de mediados del siglo XVI es ya habitual. Este
neologismo, español, viene a coincidir con una nueva realidad política. De hecho, es el término
utilizado en todas la lenguas extranjeras para referirse a la lengua que hablan todos los españoles y
así mismo aparece en todas las gramáticas y diccionarios. De la misma manera, se impone debido a
su carácter más abarcador y menos exclusivista entre los nuevos súbditos peninsulares no castellanos.
Pese a esta innovación en la denominación de la lengua, persistió el término castellano
probablemente con un valor más purista y como reivindicación más conservadora.
2.4. El español: la norma
Dos corrientes normativas subsisten durante este siglo, aquella que adscribe e iguala la norma a
Toledo y aquella que aboga por un modelo literario descargado de cualquier connotación localista.
La ubicación de la corte durante este siglo en Toledo fomenta ese apego hacia la norma toledana,
norma que no es concretada en ningún tratado gramatical y que entre otros rasgos se caracterizaba
por la aspiración de la h- inicial. La justificación de una u otra viene más por la vinculación que en un
primer momento tienen algunos autores a Toledo, como Valdés o Garcilaso que además representa el
modelo del perfecto cortesano. El ideal de la lengua literaria es reivindicado por poetas y escritores,
sobre todo en la segunda mitad del siglo XVI, como Fernando de Herrera o Gonzalo de Correas.
Norma, la literaria, que es despojada de cualquier localismo.
2.5. El español: sus gramáticas
Fue en 1492 cuando se publica la primera gramática titulada Gramática de la lengua castellana
escrita por E. Antonio de Nebrija que la considera como base de toda ciencia y como guía de la
verdad y en 1517 publica su Ortografía, dando lugar al comienzo de una serie de estudios sobre el
español por parte de eruditos y gramáticos. Con esta gramática, Nebrija eleva a la categoría del
griego o del latín al español y a la vez la preserva de un contagio desmesurado de latinismo o
extranjerismo. El castellano tiene su base constitutiva en el latín pero también su propia idiosincrasia.
Juan de Valdés publica hacia 1530/40 el Diálogo de la Lengua, obra más apegada a la tradición
y menos sistemática aunque de gran intuición lingüística.
Le siguieron a esta un número bastante considerable de obras, tanto en España como en el
extranjero y sobre todo en el siglo XVII. Dentro del siglo XVI, podemos destacar la gramática
publicada en Lovaina entre 1555 y1559 de autor desconocido y la de Cristóbal de Villalón, publicada
en Amberes en 1558. Entre los diccionarios podemos señalar el Vocabulario toscazo-castellano de
Cristóbal de las Casas publicado en 1570 y el de Percyvall español-inglés publicado en 1599.
3. La lengua: del español medieval al clásico.
En este siglo comienza a consolidarse de forma definitiva el español, proceso que culminara en
el siglo XVII. Los cambios que comenzaron a producirse en la Edad Media se estabilizan, a esto
contribuyen varios factores: los diversos estudios gramaticales, la producción literaria y el prestigio
que adquiere la lengua dentro y fuera de la península.

3.1. Plano fonético


La evolución y resolución de los cambios fonéticos medievales se estabilizan, prácticamente, en
el siglo XVI y constituyen la base del español moderno.

3.1.1. Las vocales


Se produce una disminución en las vacilaciones de timbre en las vocales no acentuadas:
• se prefiere /i/ por /e/, vanidad por vanendad.
• se prefiere /u/ por /o/, cubrir por cobrir.
• se produce el cierre de la vocal en /i/, /u/, en palabras que después optarán por la vocal media,
fenómeno que llega hasta el siglo XVII, quiriendo, puniendo.

3.1.2. Las consonantes


Los cambios fonéticos, como señala Cano Aguilar (2002: 237), más importantes se producen en
las consonantes de la época clásica, a partir de ellos se constituye el sistema del español moderno y
de las variantes americana y meridional:
• Desaparición fonética y gráfica de la F- inicial latina que es sustituida por H-, fallar pasa a
hallar. En Castilla no se pronunciaba ya en el siglo XVI pero sí en la zona centro y en las
meridionales con aspiración. Pese a su paulatina desaparición persiste en la primera mitad del
XVI entre notarios y personal relacionado con la administración, de ahí que en la actualidad
persista el término jurídico fallar junto a hallar..
• A lo largo de este siglo la distinción entre los fonemas /b/ y /v/, que en algunas regiones
todavía persiste, tiende a simplificarse en el fonema /b/, oclusivo bilabial sonoro.
• Se mantiene en la primera mitad del XVI algunos grupos consonantes que ya se habían
simplificado en el habla o transformado, cobdiciar, cobdo, dubda.
• También perduran en esta misma época formas vacilantes como san o sant, cien o cient.
• Simplificación del sistema fonológico medieval, se produce un ensordecimiento paulatino de
las sibilantes:
• s- y -ss- y s- se simplifican en /s/, fonema alveolar fricativo sordo;
• G, J y X se simplifican en /x/, fonema velar fricativo sordo.
• Z y Ç se simplifican en /q/, fonema interdental, fricativo, sordo.
• Simplificación de los grupos consonánticos latinos, conceto por concepto, manífico por
magnífico.
• Como rasgos meridionales que comienzan a resurgir podemos señalar:
• El yeísmo, el fonema fricativo lateral /l/ se transforma en /y/ o /ž/.
• Confusión entre /-r/ y /-l/ finales de sílaba o palabra, aunque, como señala Lapesa
(1988: 385), son muy antiguas las primeras muestras de confusión, menestrare >
menestral.
• Aspiración de la /-s/ final de sílaba.
• Comienza la tendencia a la desaparición de la /-d-/ intervocálica procedente de una /-t-
/ latina, sobre todo en los participios -ado, -ido.
3.2. Plano Morfológico
La mayoría de las modificaciones que se producen durante este siglo en el aspecto gramatical
provienen de la Edad Media, en ella, y sobre todo en el siglo XV, es donde comienzan estos cambios
que se consolidan a lo largo de los Siglos de Oro. Aunque en la primera época del siglo la vacilación
y la inseguridad siguen presentes.
En cuanto al verbo, Lapesa (1988: 393) señala la coexistencia de formas verbales como «amáis»,
«tenéis», «sois», con «amás», «tenés», «sos»; el imperativo «cantad», «tened», «salid» subsisten con
«cantá», «tené», «salí»; esta confluencia de formas arcaicas y modernas queda resuelta ya en el siglo
XVII, aunque será en el siglo XVIII donde se resuelva ya definitivamente las alternancias verbales.
Esta vacilación hace que en muchos casos la lengua literaria opte por las desinencias más antiguas.
En el pronombre personal, la opción por la forma más moderna nosotros, vosotros está
generalizada a mediados del siglo XVI. El clítico vos perdura durante este siglo, aunque se da la
variación con os. Las formas medievales de gelo y gela y sus plurales dan paso ya a finales del XV a
la forma más moderna se lo y se la y sus plurales.
En lo referente al uso del pronombre en la fórmulas de tratamiento, señala Girón Alconchel (en
Cano Aguilar, 2004: 826) que ya a finales del XV se había generalizado tú y vos para la confianza y
vuestra merced para el trato deferente, para el protocolario quedaría vuestra majestad.
El género en el nombre, durante el siglo XVI, no coincide con el del español moderno en
algunos casos; es a mediados del siglo cuando comienzan a resolverse estos cambios. Esto es debido,
principalmente, a la entrada de cultismos masculinos de persona terminados en -a, como artista, y
femeninos en -o que no eran de persona, como «la sinodo», por lo que se impuso el género
correspondiente a su terminación como indica Cano Aguilar (2002:243). En el número del nombre
hay menos variación. En el adjetivo, se produce desde principios del XVI la concordancia de género
y número con el sustantivo.
Los diminutivos más frecuentes eran: -illo, -ico e -ito; siendo -ico la forma cortesana durante el
siglo XVI, sin las connotaciones aragonesas y murcianas de hoy como indica Girón Alconchel (en
Cano Aguilar, 2004: 861). El superlativo -ísimo se generaliza en este siglo.

3.3. Plano Léxico


Durante el siglo XVI se produce uno de los mayores aumentos en el léxico del español que
continuará a lo largo el siglo XVII. Esto es debido a dos hechos importantes, por un lado, la
importancia de España en el mundo y, por otro, la gran literatura que se va a producir en este siglo.
Esta incorporación se produjo desde los propios mecanismos que la lengua tiene para crear nuevas
palabras, derivación y composición, o por préstamos, principalmente de las lenguas clásicas pero
también de otras; Lapesa (1988:408) señala la incesante entrada de cultismos, sobre todo en los
textos literarios, aunque esta entrada de neologismos clásicos es compensada por la utilización de
léxico patrimonial. Cano Aguilar (2002: 251) ejemplifica con una serie de cultismos extraídos de la
obras lexicográficas de Nebrija, como: conversar, oratorio, pronóstico, etc. Entre los helenismos con
los que ejemplifica podemos señalar: anémona, cálamo, crisantemo y los compuestos con -arquía
(anarquía, etc.) y -cracia (democracia, etc.)

Palabras de origen italiano fueron muchas las que entraron a formar parte de nuestro corpus
léxico debido a la estrecha relación, política, cultural y artística que se estableció entre España e
Italia. Lapesa (1988:409) señala algunos campos léxicos donde principalmente entraron nuevos
términos. Referidos a la guerra, escopeta, centinela, etc.; a la navegación y comercio, fragata,
mesana, piloto; a las artes y literatura, esbozo, diseño, balcón; a la vida de sociedad, cortejar, festejar
; y un largo etcétera.
Palabras de origen francés también entraron a formar parte de nuestro corpus léxico, como
refiere Lapesa (1988:410), en los campos léxicos de prendas de vestir y moda, chapeo, manteo, etc.;
de la vida palaciega, sumiller, ujier, etc.
De origen portugués, también entraron palabras en nuestro acervo léxico. Lapesa (1988: 411)
menciona el campo léxico de la vida en la corte, sarao, y en lo sentimental la recalificación
semántica de soledad con el valor de «melancolía o añoranza»' en el valor de saudade; la nostalgia en
echar de menos.
Los repobladores del Nuevo Mundo no tuvieron reparo en admitir el léxico amerindio para
designar una nueva realidad que desconocían y para la que no tenían un equivalente en ninguna de las
lenguas próximas culturalmente. Como ejemplo, canoa, huracán, cacique, etc.
La expansión territorial, el descubrimiento de nuevos mundos y nuevas lenguas, el auge de la
cultura y la ciencia hizo que el léxico del español creciera de forma significativa durante este siglo y
que continuara durante el siglo XVII.

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