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En el amplio espectro de los defensores de la Revolución Cubana (para hablar con mayor
precisión, diremos del ÷
÷
÷
î, hay quienes comparan el
sistema del Poder Popular con el vigente en los países con sistemas democráticos
burgueses. En esta comparación, los últimos, por supuesto, no salen bien parados. Como
bien sabemos, la democracia burguesa da igualdad de oportunidades sólo en el papel, pues
las candidaturas quedan principalmente al alcance de los políticos profesionales, quienes a
su vez dependen de quienes les financian sus campañas, y por lo tanto los ricos tienen
muchísima mayor voz y voto que los trabajadores. A este hecho le podemos agregar la
corrupción, el uso desvergonzado de la demagogia y la mentira en las campañas, la compra-
venta de votos y otros rasgos que en nuestra Argentina conocemos demasiado bien. La
alternancia en el gobierno entre los partidos políticos termina siendo una alternancia entre
los distintos encargados de llevar adelante una misma política, favorable a las grandes
corporaciones comerciales, industriales y financieras.
De acuerdo a esta línea argumental, es irónico que en los países capitalistas se diga que
Cuba no protege los derechos políticos, pues en realidad en Cuba se está desarrollando un
sistema que está deliberadamente diseñado para asegurar que el derecho del pueblo a votar
no sea manipulado en un proceso controlado por los ricos. Tomemos el caso de la prensa.
Se suele decir que en Cuba el estado controla los periódicos. En verdad, la propiedad
privada de los mismos está prohibida. Pero los periódicos son hechos por las distintas
organizaciones: el PCC, las federaciones de trabajadores, la de los pequeños agricultores, la
de asociaciones de estudiantes, etc. En cambio, en EE.UU. y en el resto del mundo
capitalista, los principales periódicos y demás medios de comunicación masiva son
propiedad de las grandes corporaciones y grupos económicos. Así en Cuba hay un sistema
que propugna el principio de la libertad de prensa a un nivel más avanzado que lo que
ocurre en el capitalismo, donde la misma sólo es un derecho abstracto para la gran mayoría
de los trabajadores.
Esta manera de presentar la realidad cubana, si bien tiene bastante razón en la crítica de la
situación de los países capitalistas, adolece de las mismas fallas en que caían hasta hace
algo más de una década los defensores del así llamado "socialismo realmente existente"
(más adecuado habría sido llamarlo " ÷÷"î. Esta línea
argumental parte de aceptar la retórica oficial en forma totalmente acrítica. Los dirigentes
de las organizaciones de masas son todos miembros del PCC. Por lo tanto el peso del
partido en las comisiones electorales es abrumador, si no total. En la vida cotidiana es una
práctica aceptada que las "sugerencias" del PCC son obedecidas, aunque esto se haga de
manera informal, pues no está "establecido por la constitución", y por lo tanto, los
candidatos propuestos por el partido son los elegidos. El ser miembro del partido es un
requisito ineludible para todo cargo de cierta responsabilidad. En el terreno de esta práctica
cotidiana no hay represión, ni conspiración, ni rol formal escrito del PCC; tan sólo se trata
de una práctica establecida y legitimada por 40 años de dominación y control político.
Con respecto a la libertad de prensa, sabemos muy bien quiénes disfrutan en ese derecho en
las "democracias". Pero en los principales medios de comunicación de Cuba no hay
prácticamente espacio para opiniones críticas a las medidas del gobierno. Este es un hecho
reconocido por intelectuales y militantes revolucionarios cubanos, en los últimos años, en
artículos aparecidos en nuevas publicaciones de poco tiraje, como "
÷", " " y
"÷÷÷".
En los últimos años parece haberse abierto algún espacio libre en los medios académicos y
universitarios, pero también se sigue reprimiendo a los intelectuales comunistas y
revolucionarios que se alejen del en la cumbre del partido, como
ocurrió con el ataque público y la posterior dispersión de los investigadores del Centro de
Estudios sobre América (CEAî en 1996, por haber cometido el error de enfocar su estudio
crítico a los problemas de la propia Cuba.
Hay otro tipo de defensa incondicional del régimen pos-revolucionario cubano, que cae
también en un error muy extendido en la izquierda: la distinción -a menudo, la
contraposición- entre la democracia formal y la democracia sustancial, o de contenido. En
la primera se gozaría de los derechos políticos, y en la segunda, de los derechos materiales.
Esta distinción puede ser útil en la medida en que identifiquemos y critiquemos como
"democráticos formales" a aquellos regímenes que pretenden ser democráticos porque
hacen uso de ciertos mecanismos formales, aunque en realidad éstos carecen de todo
contenido democrático significativo, debido a la desigualdad social en los hechos, o a la
vigencia de restricciones que terminan viciando los principios democráticos, como es el
caso de los estados burgueses que hemos analizado anteriormente.
Pero de allí no se desprende que pueda existir una democracia sustancial o de contenido
(con rasgos verdaderamente igualitariosî, que no sea también formal. Por ejemplo, la
Comuna de París había establecido un mecanismo ÷ de elección y revocatoria de los
delegados. En forma parecida, los soviets rusos (hasta que comenzaron a perder su carácter
democrático por las medidas adoptadas en la guerra civilî, habían establecido
mecanismos ÷ de representatividad y de elecciones cada tres meses de sus
delegados(9î. Pensar que la democracia formal puede ser ignorada en aras de la democracia
sustancial o de contenido significa pensar que la masa de la población puede de alguna
manera tener dirigentes "democráticos" sin tener derecho a votar por otros y sin protección
para las opiniones de las minorías. De acuerdo a esta línea de pensamiento, el régimen pos-
revolucionario de Castro aunque no fuera formalmente democrático, sí lo sería en su
contenido. O sea, a pesar de que el pueblo cubano carece totalmente de un poder político
independiente, de algún modo, gracias a la benevolencia de sus dirigentes, goza de una
democracia sustancial, muy superior a la de los explotados en los países capitalistas.
Habría otro motivo, de acuerdo a los defensores incondicionales, para restringir los
derechos políticos en Cuba, es decir, para no permitir la existencia de otros partidos o
corrientes políticas, e incluso condenar penalmente a quienes se atrevan a publicar
posiciones opositoras. Este motivo es la formidable presión de su poderoso vecino, el
imperialismo yanqui. Las libertades democráticas podrían ser rápidamente aprovechadas
por el gobierno de EE.UU. y sus agentes para atacar al régimen pos-revolucionario desde
una cabecera de playa política. Como dijera Fidel en la época de la ÷ ÷, " ÷
÷÷ ÷
"(10î.
Sin embargo, aparte de la geografía, Cuba tenía otras diferencias con la URSS y sus estados
satélites, producto de su propia historia, que contaban y cuentan a su favor, como es la de
una revolución antiimperialista y anticapitalista con innegable apoyo popular, que sigue
manteniendo en gran medida aún hoy.
El argumento de la defensa del "régimen socialista" fue utilizado para aplastar los
levantamientos de Hungría en 1956, la primavera de Praga en 1968 y las movilizaciones
de ÷ en Polonia en 1981, por citar los hitos más importantes. Sin embargo, llegó
la década del 90, cayeron los "regímenes socialistas" como fichas de dominó, y la
restauración capitalista entró de la mano de grandes sectores de la nomenclatura estatal, que
hasta el día anterior estaba al frente de dichos regímenes, con los antiguos burócratas
transformados ahora en nuevos burgueses.
Para ello debemos remontarnos a la Revolución Rusa de 1917, primer y único caso de
revolución obrera socialista triunfante. Los acontecimientos posteriores, como el
agotamiento en la guerra civil de la clase obrera urbana y de su vanguardia, el atraso
secular del país, con una población mayoritariamente campesina, el aislamiento de la URSS
en medio de un cerco internacional hostil, el fracaso de la revolución europea, la aparición
de capas sociales relativamente privilegiadas, la burocratización del partido y la presión de
las viejas estructuras estatales heredadas del zarismo condujeron a la misma a un régimen
pos-revolucionario donde las medidas, en un primer momento, excepcionales, de
dominación y de control aplicadas por el Partido Bolchevique se transformaron en
permanentes. Así, la dictadura del proletariado, definida por Marx como "el proletariado
erigido como clase dominante", devino en una dictadura del partido único, cuya
culminación, no sin traumas y dramáticos conflictos, que incluyeron la liquidación física de
la misma dirección bolchevique que había encabezado la revolución, fue el estalinismo.
Sin embargo, es sabido que el plan de Carlos Marx para su obra sobre 2 incluía un
punto sobre el Estado. Así por ejemplo, en uno de sus bosquejos del plan de investigación,
en el "Cuaderno II", el Estado era una de las seis partes de su plan:
"÷-
*÷!
÷ ÷÷÷÷
÷+ ÷.
2 /÷÷# ÷/÷÷
0÷1÷
"(14î
No pudo completar su plan, y el del Estado fue uno de los puntos que no llegó a desarrollar.
No obstante, a lo largo de su obra las referencias al Estado no escasean. En su obra teórica,
Marx, antes que la alegoría de una infraestructura como el suelo, y una superestructura
como la casa y el techo (como reza "la doctrina" antes descriptaî, utilizaba la "$÷
÷
#
÷
÷÷÷÷ ÷
÷÷
!
÷" ÷"(15î.
Podemos suponer, sólo suponer, entonces, que si 2 era el tema de una de las seis
partes en que se dividía su trabajo sobre 2.02., evidentemente Marx no consideraba
al estado como una mera superestructura. Lamentablemente, no llegó a desarrollar este
tema. Probablemente en su desarrollo habríamos aprendido mucho sobre las mutuas
determinaciones entre el Estado y el Capital. Quién sabe, hasta entender cómo una
determinada estructura estatal surgida de una revolución anticapitalista podía llegar a
generar, en ciertas condiciones de autonomía respecto a la sociedad de la que emanaba,
formas de explotación y alienación inéditas, íntimamente emparentadas a esa relación
social que es . Dentro de ese camino hipotético, comprenderíamos mejor cómo se
articulan las restauraciones capitalistas con los "Estados socialistas". Y dentro de esa visión
general, nos ayudaría a comprender mejor a un caso especial del "socialismo realmente
imaginario". Nos referimos al Estado y la sociedad que surgieron de la Revolución Cubana.
Queda pendiente para los marxistas de hoy este menudo trabajo.