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el entorno del ser humano, desde la aparición del Homo sapiens hasta la actualidad. Esta
historia está marcada tanto por una sucesión gradual de descubrimientos y de nuevos
inventos, como por desarrollos muy acelerados ligados a cambios de paradigma y a
periodos revolucionarios, que finalmente hacen posible la evolución material y
espiritual de la humanidad.
Las civilizaciones se desarrollaron en los bordes de los grandes ríos. Una de las
primeras en aparecer, entre el 4000 y el 3000 a . C., fue la de Sumeria, en Mesopotamia,
palabra que en griego significa "entre ríos" (μέσος, "entre" y ποταμός, "riu"). Otras
civilizaciones también se desarrollaron en las orillas de los ríos, como la de Egipto en el
Nilo, la del valle del Indo, la de Caral-Supe en los ríos cortos del desierto peruano, y
la de la Antigua China a las orillas del Río Amarillo.
La Antigüedad, comprende desde alrededor del año 3000 a.C. hasta alrededor
del siglo VI, con el Oriente Medio, el Mediterráneo cuna de la Antigüedad
clásica, de China, y la India.
La Edad Media, desde el siglo VI hasta finales del siglo XV.
La Edad Moderna, desde finales del siglo XV hasta 1789, con la revolución
francesa, que incluye el Renacimiento europeo.
La Edad Contemporánea, iniciada en 1789, con la Ilustración y la Revolución
industrial, y que llega hasta nuestros días.
Mapamundi dibujado por Ortelius (1570).
El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (símbolo del
pontificado romano clásico, similar a otros tocados político-religiosos, como la doble
corona de los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII, capilla de
San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos Coronados.
La historia obtuvo en esa nueva era un protagonismo más relevante que el que tenía en
la antigüedad. Este nuevo rango no le hará olvidar la base de su sustento y seguirá
manteniendo su finalidad política anterior, pero esta vez, al servicio de los nuevos
grupos sociales. El origen de la historia como ciencia en la era moderna es, por tanto,
inseparable de su utilidad pública, de su uso como herramienta de legitimación.
Y es que estos nuevos estados, además de nacionalizar las cuestiones esenciales del
presente, la soberanía, la justicia, las riquezas en manos muertas, o el ejército, buscarán
también su legitimidad mediante la nacionalización de la cultura, la información, la
memoria y el pasado, y todo ello buscando como objetivo una nueva cohesión social. En
otras palabras: al mismo tiempo que el nuevo estado irá ordenando el territorio con las
nuevas infraestructuras, también ordenará el pasado para hacerlo coherente con el
estatus político del presente.
Para ello los historiadores fueron seleccionando los innumerables hechos históricos con
el fin de dotarlos de un destino manifiesto (expresión que se acuñó en la interpretación
de la historia de la nación con pasado más breve: los Estados Unidos). Y tal selección
conllevaba una afirmación de la rotundidad de algunos hechos y una relativización del
significado de otros.
La forma de escribir la historia decidía por tanto quién fue importante y quién puede ser
omitido en la recomposición del pasado. Quién debe ser recordado y quién puede ser
olvidado.
De esta manera se realizaba una narración histórica sesgada, que no buscaba explicar
sino reclamar: Una narración histórica que otorgase sentido histórico universal al
pasado de la comunidad nacional
Microhistoria
De Wikipedia, la enciclopedia libre
El dato más intrascendente del pasado pudo dejar su huella en la historia, como los desvaríos
de un pobre hombre (Menocchio) que compara al mundo con un queso devorado por gusanos.
He ahí un tema para la microhistoria.[1]
Microhistoria en México
Se ha calificado a Luis González y González como el fundador de la microhistoria en
México, por su libro Pueblo en vilo, donde refleja la vida de una pequeña población,
San José de Gracia, que también puede considerarse una historia narrativa