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La historia universal[a] es el conjunto de hechos y procesos que se han desarrollado en

el entorno del ser humano, desde la aparición del Homo sapiens hasta la actualidad. Esta
historia está marcada tanto por una sucesión gradual de descubrimientos y de nuevos
inventos, como por desarrollos muy acelerados ligados a cambios de paradigma y a
periodos revolucionarios, que finalmente hacen posible la evolución material y
espiritual de la humanidad.

En la historia humana, y en oposición a la prehistoria, hay que destacar un hecho


relevante convertido de manera independiente en diferentes lugares de la Tierra: la
invención de la escritura. Este hecho ha hecho posible la existencia de un medio para
difundir y preservar de manera más duradera el conocimiento adquirido. La escritura, a
su vez, se ha convertido en una necesidad fundamental desde la aparición de la
agricultura, del desarrollo de asentamientos estables y de la aparición del comercio.

Las civilizaciones se desarrollaron en los bordes de los grandes ríos. Una de las
primeras en aparecer, entre el 4000 y el 3000 a . C., fue la de Sumeria, en Mesopotamia,
palabra que en griego significa "entre ríos" (μέσος, "entre" y ποταμός, "riu"). Otras
civilizaciones también se desarrollaron en las orillas de los ríos, como la de Egipto en el
Nilo, la del valle del Indo, la de Caral-Supe en los ríos cortos del desierto peruano, y
la de la Antigua China a las orillas del Río Amarillo.

De manera progresiva la mayoría de los seres humanos de Europa, de Asia y de África


del Norte pasaron a depender de estados organizados, proceso que también sucedió en
México y en la parte occidental de América del Sur. Poco a poco, todas las regiones y
poblaciones del globo cayeron bajo la tutela de uno u otro estado hasta que el tratado de
Berlín de 1878 distribuyó los últimos territorios desocupados, a excepción de la
Antártida.

La historia se suele dividir en cuatro grandes períodos:

 La Antigüedad, comprende desde alrededor del año 3000 a.C. hasta alrededor
del siglo VI, con el Oriente Medio, el Mediterráneo cuna de la Antigüedad
clásica, de China, y la India.
 La Edad Media, desde el siglo VI hasta finales del siglo XV.
 La Edad Moderna, desde finales del siglo XV hasta 1789, con la revolución
francesa, que incluye el Renacimiento europeo.
 La Edad Contemporánea, iniciada en 1789, con la Ilustración y la Revolución
industrial, y que llega hasta nuestros días.
Mapamundi dibujado por Ortelius (1570).

El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (símbolo del
pontificado romano clásico, similar a otros tocados político-religiosos, como la doble
corona de los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII, capilla de
San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos Coronados.

En Europa, habitualmente se ha tomado la fecha de la caída del Imperio romano de


Occidente (476) como el momento en que finaliza la Antigüedad y empieza la edad
Media. Unos siglos después, a mitad del siglo XV, Johannes Gutenberg inventa la
imprenta moderna, usando la tipografía, revolucionando la comunicación, e impulsando
el Renacimiento europeo y la Revolución científica.

En el siglo XVIII, el desarrollo del conocimiento y la tecnología, especialmente en


Europa, alcanzó una masa crítica que hizo posible la Revolución industrial. Este
incremento tan espectacular, de una banda, del conocimiento, la tecnología y el
comercio y, por otro, en consonancia, del aumento del potencial destructor de la guerra,
han generado una situación que en la actualidad afecta al conjunto de comunidades que
habitan la Tierra.

La construcción de la nación y la historia


Desde su origen la historia tiene un sesgo localista que pugna con su vocación
universalista (los ejemplos de Heródoto y Tucídides y su vinculación a su propia polis).
El providencialismo medieval tiene siempre en mente la unidad del género humano y su
común fin escatológico, pero ya Isidoro de Sevilla realiza una Historia Gothorum, y
Beda el Venerable centra su historia en la isla británica. Con las crónicas medievales,
que justificaban a las nacientes monarquías feudales, el objeto se va identificando con
un espacio que en el final de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna se
concretará en los Estados-Nación que surgen al calor de las monarquías autoritarias de
Europa Occidental. La Historia de España del Padre Mariana y la España Sagrada del
Padre Flórez son los ejemplos más acabados.

La caída del Antiguo Régimen y la historiografía burguesa y nacionalista terminarán de


perfilar el modelo de una historia al servicio de la construcción nacional, que en Francia
particularmente estará gestionado desde una eficaz escuela pública (diseñada por el
historiador Guizot). Józef Piłsudski decía que es el Estado el que hace la nación y no la
nación el Estado. Esta concepción de la historia nacional no se desmontará hasta la
renovación metodológica de mediados del siglo XX vinculada a la escuela de Annales y
la historia de las civilizaciones de Fernand Braudel.

Los nuevos colectivos nacionales, en proceso de formación, necesitaban un nuevo


instrumento para la cohesión social. Los liberales necesitaban además un instrumento de
legitimación del poder que sustituyera al derecho divino o la cuna que tan bien había
funcionado legitimando al antiguo régimen absolutista, al feudalismo y a los
emperadores romanos.

Ello contribuyó a la instrumentalización de la historia, trasladándola desde el lugar


marginal que ocupaba, hasta el centro de un nuevo sistema pedagógico, útil para formar,
a leales ciudadanos.

La historia obtuvo en esa nueva era un protagonismo más relevante que el que tenía en
la antigüedad. Este nuevo rango no le hará olvidar la base de su sustento y seguirá
manteniendo su finalidad política anterior, pero esta vez, al servicio de los nuevos
grupos sociales. El origen de la historia como ciencia en la era moderna es, por tanto,
inseparable de su utilidad pública, de su uso como herramienta de legitimación.

Y es que estos nuevos estados, además de nacionalizar las cuestiones esenciales del
presente, la soberanía, la justicia, las riquezas en manos muertas, o el ejército, buscarán
también su legitimidad mediante la nacionalización de la cultura, la información, la
memoria y el pasado, y todo ello buscando como objetivo una nueva cohesión social. En
otras palabras: al mismo tiempo que el nuevo estado irá ordenando el territorio con las
nuevas infraestructuras, también ordenará el pasado para hacerlo coherente con el
estatus político del presente.

De esta manera los nuevos sistemas educativos basados fundamentalmente en la


enseñanza de la historia y la geografía, pasaban a ser uno de los cauces,
conscientemente utilizados desde el poder, para la homogeneización de los ciudadanos
sobre los que se establecerá una nueva identidad, un nuevo universo simbólico que
articulara unas determinadas lealtades y por ende unas determinadas formas de sentir y
de actuar.

Así, transformando el conocimiento de la historia en disciplina de currículo obligatorio


dentro de los nuevos sistemas educativos, los nuevos estados liberales ahormaban a la
ciudadanía, como perteneciente a un acervo común y configurando en ella
comportamientos nacionales.

Para ello los historiadores fueron seleccionando los innumerables hechos históricos con
el fin de dotarlos de un destino manifiesto (expresión que se acuñó en la interpretación
de la historia de la nación con pasado más breve: los Estados Unidos). Y tal selección
conllevaba una afirmación de la rotundidad de algunos hechos y una relativización del
significado de otros.

La forma de escribir la historia decidía por tanto quién fue importante y quién puede ser
omitido en la recomposición del pasado. Quién debe ser recordado y quién puede ser
olvidado.
De esta manera se realizaba una narración histórica sesgada, que no buscaba explicar
sino reclamar: Una narración histórica que otorgase sentido histórico universal al
pasado de la comunidad nacional

Microhistoria
De Wikipedia, la enciclopedia libre

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El dato más intrascendente del pasado pudo dejar su huella en la historia, como los desvaríos
de un pobre hombre (Menocchio) que compara al mundo con un queso devorado por gusanos.
He ahí un tema para la microhistoria.[1]

La microhistoria es una rama de la historia social de desarrollo reciente, que analiza


cualquier clase de acontecimientos, personajes u otros fenómenos del pasado que en
cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. La razón por la que
llaman el interés del historiador puede ser muy diversa: puede ser lo raro pero también
lo cotidiano. En todo caso, demuestra tener posibilidades interpretativas desusadas
cuando el historiador introduce la llamada reducción de escala o el examen con lupa
del pasado, que constituye el instrumento innovador de esta disciplina.

Microhistoria en México
Se ha calificado a Luis González y González como el fundador de la microhistoria en
México, por su libro Pueblo en vilo, donde refleja la vida de una pequeña población,
San José de Gracia, que también puede considerarse una historia narrativa

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