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1) La lección de la mariposa
“Un día una pequeña abertura apareció en un capullo, un hombre se sentó y observó
por varias horas como la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasase a través de
aquel pequeño agujero.
Entonces pareció que ella ya no lograba ningún progreso. Parecía que la mariposa
había ido lo más lejos que podía en su intento y ya no podría avanzar más.
Entonces el hombre decidió ayudarla, tomó una tijera y cortó el resto del capullo. La
mariposa entonces salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía
las alas aplastadas.
El hombre continuó observándola, esperando que en algún momento las alas de ella se
abrieran y se agitaran para ser capaces de soportar el cuerpo el que a su vez iría
tomando forma. Pero nada de eso ocurrió. En realidad, la mariposa pasó el resto de su
vida arrastrándose con un cuerpo deforme y alas atrofiadas. Ella nunca fue capaz de
volar.
Lo que el hombre en su gentileza y voluntad de ayudar no comprendía, era que el
capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la
pequeña abertura, era el modo por el cual Dios hacía que el fluido del cuerpo de la
mariposa llegara a las alas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que
lograra liberarse del capullo.
Algunas veces el esfuerzo es justamente lo que precisamos en nuestra vida.
Si Dios nos permitiera pasar a través de nuestras vidas sin obstáculos, Él nos dejaría
lisiados. No seríamos tan fuertes como podríamos haber sido, y nunca podríamos volar.
Todos los años al comenzar el ciclo lectivo reflexiono junto a mis alumnos acerca del
porqué y del para qué de la actividad escolar, y ellos manifiestan que creen que, a su
paso por el sistema educativo, debieran egresar capaces, voluntariosos, responsables,
inteligentes, y con conocimientos. Y juntos concluimos que deberían egresar habiendo
desarrollado virtudes y capacidades como herramientas con las cuales aumentar la
posibilidad de alcanzar el éxito en algún estudio terciario o universitario o, cuando
menos, con un nivel de juicio crítico y cultura general mínimo que les permitan el
verdadero ejercicio de las libertades individuales y la capacidad de generar los recursos
elementales como para forjarse un porvenir fructífero y colaborar así a la construcción
de una sociedad evolutiva.
Pero las reformas educativas de las últimas décadas, con la Ley Federal de Educación,
la Ley de Transferencia, etc. (inspiraciones de extraña analogía con la LOGSE
española), han conseguido que nuestro sistema educativo se separe de la realidad para
pasar a mirarse a si mismo y, por lo tanto, a auto justificar su existencia produciendo la
primarización de la educación y el vaciamiento de contenido (adviértase la
diferenciación entre “contenido” y “contenidos”) cuyo origen habrá que buscarlo
también en la formación de los docentes además de hacerlo en el relativismo subjetivo,
falaz y pernicioso de los diseños curriculares y de quienes deben velar por la puesta en
práctica de tales reformas, las cuales no satisfacen las expectativas de nadie y menos
aún las de las familias y estudiantes.
Aunque encontrar y analizar las causas de nuestra “tragedia educativa” (cuyo efecto
promete una proyección verdaderamente apocalíptica) resulta complejo, escapa al
objetivo de este texto y además no debiéramos encontrarlas simple y rápidamente en la
apatía de los alumnos, permítaseme una breve cita, unas palabras que considero ilustran
muy oportunamente aun a grandes pinceladas parte de nuestro naufragio y que
pertenecen al español Miguel Ángel García Olmo.
Ahora bien, para que seamos capaces de siquiera intentar un cambio real positivo, los
docentes tenemos el compromiso moral (además de conocer en profundidad lo que nos
pasa, entre otras cosas), de reivindicar y resignificar nuestro trabajo, no aceptando la
condición de “operarios” llamados a aplicar procederes y una currícula tal y como los
burócratas del sistema educativo y las autoridades que detentan el poder pretenden,
disfrazando de participativo un ejercicio autárquico, autoritario o indiferente por
completo ciego a los temas de fondo (temas siempre ausentes en jornadas y encuentros
débilmente sostenidos por trivialidades y estériles propuestas, con las cuales
subestiman, denigran y desvirtúan nuestro rol y nuestra función a obsecuentes
ejecutores), y sí ejerciendo nuestra labor de intervención como lo que somos:
profesionales de la educación, y como tales, observar la realidad con profundo juicio
crítico, tomar decisiones y accionar en función de operar cambios.
Cuándo los estudiantes preguntan ¿para qué sirve estudiar? nos están diciendo (aun sin
saberlo) que memorizar datos no les interesa y que además no les resulta útil en
absoluto, y tienen razón. La mayoría de nosotros hemos llegado a la misma conclusión
siendo estudiantes y lo hemos confirmado, aquellos que optamos por la docencia, en el
ejercicio de la enseñanza: memorizar datos no es estudiar y no sirve por si solo. Porque
“estudiar” no solo es memorizar, es todo un ejercicio, una disciplina que se basa en el
deseo de superación personal, en el razonamiento deductivo, en el análisis, en la
interpretación, en la comprensión, en la integración y relación de conceptos y en el
desarrollo del juicio crítico; que a su vez requiere de la voluntad y de la perseverancia,
que demanda tiempo y esfuerzo, dedicación y esmero, que puede no ser divertido, pero
que desarrolla nuestras capacidades intelectuales y de aprendizaje. Estudiar es una
disciplina con la que el ser humano puede desarrollarse si lo desea y convertirse en una
persona de provecho para la sociedad.
Los estudiantes tienen razón, por que no les hemos enseñado “qué es” estudiar, ni
“para qué” estudiar, ni “cómo” estudiar, ni les hemos propuesto una proyección
evolutiva alcanzable a través de esta disciplina.
Cuando el docente acepta su desjerarquización y se dedica a cumplir con lo que manda
el burócrata a través de la currícula, se constituye en mero pronunciador de
conocimientos, y así, si ponemos como centro el dictado (la “enseñanza”), la didáctica
será el norte y el docente solo mirará su trabajo, y entonces, el aprendizaje y por
consiguiente el estudiante, se convertirán en invisibles y prescindibles piezas de orden
menor. Es este el esquema más común y el más fácil de sostener por que, a mi juicio, se
ajusta a las exigencias del modelo de “docente operario” que el sistema impone y así se
deshumaniza y momifica la educación, de la mano también, de las autoridades que
faltan el respeto a nuestra profesionalidad cuando en las “reuniones de majada” no
discuten (como mencionábamos) cuestiones de fondo sino que nos conminan a ajustar
el cumplimiento de la currícula y la aplicación del sistema, pretendiendo además
justificar su permanencia.
Por esta clase de males es que he creído conveniente, hace ya algunos años, replantear
y reorientar el objetivo de mi tarea educativa hacia el desarrollo de las capacidades
intelectuales y de aprendizaje, alejándola de la mera acumulación de datos inconexos,
para no continuar con este conocido y estéril mecanismo no pedagógico, que solo
promueve la especulación y que ha diluido toda exigencia y disecado el ejercicio
educativo convirtiéndolo en un inanimado, deshumanizado, espurio y patético teatro,
por el que los alumnos pasan siquiera salpicados por algunos datos pero sin
desarrollarse, y en el que los docentes perduramos anestesiados y distraídos,
momificándonos casi sin darnos cuenta, pero sorprendiéndonos y alarmándonos año tras
año por las calamitosas, lógicas y previsibles consecuencias del sistema tal como si se
tratara de una cuestión no menos ajena que novedosa.
Propongo entonces, más un sistema de enseñanza y de aprendizaje, un método donde
el estudiante sea protagonista junto al docente y no uno en el que sea el docente la
estrella de las exposiciones elocuentes, ya que no existe la planificación milagrosa ni la
telepatía sonora de la explicación magistral, ni mágica combinación alguna de
contenidos que produzca o garantice el aprendizaje de los estudiantes.
Se hace imprescindible un retorno al hombre, a los procesos de la inteligencia y su
desarrollo (muy estudiados y poco considerados), a ese nivel micro que, aunque
complejo, resulta mucho más cercano y concreto que la falaz y estéril búsqueda de la
panacea del currículum áureo y de la milagrosa estrategia pedagógica que, a un
tiempo, deslumbre, cautive y garantice el aprendizaje y la realización del individuo. Se
hace necesario abandonar la búsqueda del Santo Grial del cual beber la revelación de
la educación perfecta que pareciera prometer nada menos que la Mano del “Maestro
Midas” con la cual “tocar” a nuestros alumnos. Retomemos la tarea artesanal, ardua e
imperfecta del hombre con el hombre. Procuremos terminar con la línea de montaje que
convierte a nuestros alumnos en piezas prescindibles, himenópteros colonos de una
maquinaria impersonal que los consume.
Creo también necesario analizar con los estudiantes los modelos que la sociedad
impone como exitosos a través de los medios masivos de comunicación, resultando
éstos en el mejor de los casos, famosos ocasionales carentes de todo mérito, donde el
estudio y la capacitación han dejado de ser valores y la superación personal no figura en
la lista de los objetivos de la mayoría de las personas, y cuando el éxito es medido
según parámetros de fama, dinero y poder.
En estos tiempos de miseria humana en los que los valores y la excelencia (en desuso y
menospreciados) se reducen a trazas casi vestigiales y en los que, en palabras de Carl
Sagan, nuestra especie incipiente, joven, impetuosa, curiosa y soberbia ha optado por el
desarrollo material exacerbado y por la dominación de unos sobre otros, parece que no
sobreviviremos a nuestra adolescencia tecnológica comprobando la maliciosa
contradicción entre discurso y acto de quienes ocupan espacios de poder y de toma de
decisiones.
Es por esto que, a aquellos a los que acompañe algún trecho en este camino, los invito
a ejercitar con un sistema de aprendizaje, que seguramente no es el único ni el mejor,
pero que se anima al cambio y apunta al desarrollo de las capacidades intelectuales y de
aprendizaje y al ejercicio de virtudes humanas y a descubrir así cómo puede uno
enriquecerse interiormente a través de la disciplina, la voluntad y la perseverancia,
utilizando el razonamiento deductivo en procura de la apropiación de conocimientos
aplicables y del desarrollo de la inteligencia.
Es importante aclarar que la tarea no es liviana y que puede no ser divertida, como no
lo es muchas veces el entrenamiento físico que exige esfuerzo y produce frustraciones
medidas y superables, y que tales frustraciones deberán ser dimensionadas y
contextualizadas para que, ya superadas, se conviertan en beneficios gratificantes y
duraderos al solidificar paulatinamente la capacidad de autonomía y resiliencia (si los
metalúrgicos me permiten emplear su término) y la confianza en uno mismo.
Por último, es imprescindible el acompañamiento de los adultos (no su interferencia)
para con los chicos, en este proceso amablemente severo y severamente amable,
definiendo claramente junto a ellos el rol que les corresponde como estudiantes,
garantizando su concurrencia al colegio en condiciones adecuadas para estudiar,
recordándoles sus derechos como estudiantes, garantizándoles en casa el ambiente y el
espacio adecuado y el tiempo suficiente para estudiar, manteniéndose al corriente de su
desempeño escolar, permitiéndoles transitar las frustraciones sin perder la calma,
serenándolos para que analicen los errores cometidos, alentándolos a continuar,
infundiéndoles confianza en si mismos a través de estimular su autoestima reconociendo
sus logros y depositando confianza en ellos, no dramatizando ni sobredimensionando
los fracasos relativos, ayudando a reinstalar el olvidado hábito del estudio (ya que más
logra el que persiste que el que alcanza), pero tampoco allanándoles caminos, ni
facilitándoles las cosas, ni estableciendo prórrogas; ya que facilitar no es educar,
hacerse responsable es madurar y la perseverancia inteligente ayuda a templar el
espíritu.
3) Fundamentos del método de estudio. Tratando de adquirir conocimientos.
Con lo antedicho creo que el esfuerzo para acercar a nuestros jóvenes al Nivel
Universitario consistirá en brindarles, además de la posibilidad de incorporar
conocimientos, un conjunto de herramientas útiles a fin de que sientan que pueden
avanzar y alcanzar otros niveles de exigencia y de competencias y que son ellos quienes
alcanzan sus calificaciones. En tal sentido debemos enseñar también que en el sistema
educativo vigente tales calificaciones no indican el nivel intelectual de los alumnos ni su
potencial, sino que, más reflejan su capacidad de memoria o en el mejor de los casos
representan la diferencia entre un diez (10) y las omisiones y errores cometidos en la
verificación de un efímero y torpe proceso de acumulación lineal de datos, que con toda
facilidad puede presentarse maquillado de educativo.
Para continuar, ha sido revisada y ajustada la Dinámica de las Clases previendo clases
explicativas/prácticas, de producción de material escrito, evaluativas y especiales.
Para las clases evaluativas se prevén tres variantes de ejercitación, las “evaluaciones
rápidas” (por definiciones acerca de términos específicos definidos en clase, no
requieren aviso más que el presente, por lo cual NO SON SORPRESIVAS); las
“evaluaciones parciales” (de cada unidad o cuerpo de temas vistos) mediante preguntas
y consignas para explicar, juzgar, relacionar y justificar o fundamentar; y “evaluaciones
integradoras”, al finalizar cada trimestre, incluirán todos los temas vistos desde el inicio
del año a la fecha de la evaluación y se resolverán mediante el sistema de opciones
múltiples.
Pueden ser evaluados también a través de los informes o trabajos prácticos. Con esto
resultan cinco o seis los modos en los que los estudiantes pueden alcanzar sus
calificaciones (tres clases de evaluación, informes, trabajos prácticos y
argumentaciones) cada uno con su particular modo de ejercitación, exigencia y
provecho.
Los criterios de evaluación y los parámetros de calificación se explicarán previamente
en oportunidad de cada instancia evaluativa, aunque los principales resulten casi
siempre los siguientes: Completitud, claridad y precisión, redacción y presentación.
IMPORTANTE: En caso de que un estudiante estuviera ausente en una o más
evaluaciones, el alumno tendrá tiempo hasta el día anterior al cierre de notas del
trimestre correspondiente para acreditar la misma, eligiendo él mismo el día para
hacerlo, sin necesidad de que se realice estrictamente en el aula y horario de la materia
misma. El estudiante no recibirá recordatorios ni avisos más allá de la presente
explicación. Finalmente de persistir el “ausente” al cierre de notas, es decir, si el
estudiante no hubiera acreditado (sin justificación por razones de fuerza mayor) la/s
instancia/s de evaluación, se lo calificará con cero (0) en cada evaluación ausente y se
promediará como tal.
Las clases “especiales” se reservan para ajustar, revisar, explicar, reflexionar, etc.
acerca del desarrollo individual y/o grupal de la cursada, o de eventualidades
imponderables de interés general o particular que puedan surgir y para analizar y debatir
temas de actualidad.
Hernán López
Profesor Nacional de Ciencias Biológicas
Profesor Nacional de Educación Física