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Ejercicios para fortalecer el cuerpo, el ánimo y

el espiritu
Ya sea para endurecer el abdomen o ejercitar las piernas, o si queremos vitalizar nuestra circulación u
oxigenación, incluso si queremos sentirnos más dispuestos o con ánimo para alguna celebración
nocturna. El movimiento corporal es uno de los mayores estimulantes naturales para el organismo. El
cuerpo parece tender al no movimiento cuando nos sentimos decaídos, tristes o deprimidos. Sin
embargo, el ejercicio físico o el puro movimiento corporal pueden ser de gran ayuda para vigorizar y
armonizar no solo nuestro organismo sino nuestros estados de ánimo depresivos. El punto clave esta en
tomar la iniciativa, decidir que es lo que queremos lograr con el ejercicio en determinado momento, y
entonces comenzar a mover el cuerpo con dicha intensión.
Movimientos para elevar el ánimo y fortalecer el espíritu
Si te sientes deprimido, ansioso o apático, y ya llevas días así sin ninguna causa en especial, es muy
recomendable que comiences una rutina de movimiento, de forma que tu cuerpo y tu ánimo vayan
haciendo circular una nueva energía. Si te dejas llevar mucho por estos estados de depresión y apatía,
cada vez serán más fuertes. Recuerda que tu atención es poderosa, sobreponerte es tener la voluntad de
dirigir tu cuerpo hacía el ánimo que deseas. Así que haz un esfuerzo y comienza por elegir lo que más
te atraiga de las siguientes alternativas. Toma en cuenta que el realizar cualquiera de ellas te hará
descansar mejor por las noches, mejorará tu circulación y fortalecerá tu cuerpo en general.
Baila: moverse con música animosa es una de las mejores formas para comenzar a despejar la
depresión o apatía. Lo ideal es conseguir un grupo de danza y meterse a bailar ahí, pero si esto no es
posible puedes comenzar en tu casa. Usa música del radio o alguna que tengas por ahí, y entonces
déjate llevar. Si nunca has bailado sola o solo es posible que sientas vergüenza o cosas así. Pero
créeme: bailar a solas estimula extraordinariamente la confianza, el ánimo y, sobre todo, una actitud
muy vigorosa.
Práctica yoga o un arte marcial: Este tipo de prácticas, por medio de posturas, movimientos corporales
y respiración adecuada, nos ayudan a liberar tensiones o cargas en el cuerpo que pudieran estar
obstruyendo nuestra vitalidad.
Camina o trota a solas: salir a caminar durante una media hora al día es una terapia muy relajante.
Mientras la caminata hace circular sangre y energía por nuestro cuerpo, cuando se practica a solas
estimula nuestra reflexión, nuestro sentido de consideración y creatividad. Si la realizas en un parque,
mucho mejor.
Ejercicios para fortalecer el cuerpo
Fortalecer y embellecer tus pies y piernas: corre veinte minutos al día y sube escaleras. Busca un lugar
que tenga muchas y cada día ve aumentando poco a poco dos o tres escalones más. Hazlo hasta que las
subas de corrido. Si no tienes unas escaleras disponibles, toma un pequeño banquito del tamaño de un
escalón y súbelo y bájalo contando las veces que lo haces, de manera que poco a poco vayas
aumentando el número de veces. Para las piernas también es ideal andar en bicicleta. Procura traer buen
zapato y calceta deportiva para evitar lesiones y conservar tus pies sanos.
Abdomen de tabla: ¿Quieres lucir un abdomen envidiable? Para solucionar un abdomen abultado y
flácido práctica diariamente los siguientes ejercicios. Recuerda que la constancia es indispensable.
1. Tiéndete boca arriba, eleva las piernas formando un ángulo de 90º. Pon tus brazos detrás de la nuca,
relaja tu cuello y eleva el tórax hacía enfrente, como si quisieses tocar con tu frente las rodillas. Sube y
baja varias veces el tórax lo más rápido que puedas. Si eres principiante cuanta diez, y poco a poco ve
aumentando. De modo que vayas haciendo series de diez o veinte.
2. Para tonificar tus músculos abdominales, túmbate en el suelo boca arriba y pon tus manos debajo de
tus glúteos. Ahora eleva tus piernas unos 10 cm. Del suelo y comienza a subir alternadamente una y
otra. Si eres principiante cuenta un minuto y descansa. Y ve aumentando gradualmente.
Fortalecer glúteos y espalda: Para fortalecer y dar tono y volumen a tus glúteos realiza este ejercicio
cada día:
1. Ponte al lado de una silla de pie y bien derecha, apretando el abdomen. Luego avienta tu pierna muy
derecha hacía atrás y ahí mantenla subiendo y bajando sin tocar el suelo.
2. Haz series de diez y luego, realiza el mismo ejercicio pero con la pierna flexionada.
3. Espalda: Ponte boca abajo y coloca tus manos en la nuca. Eleva tu torso de manera que se despegue
del suelo. Sube y baja sin tocar el suelo contando series de 10.
Embelleciendo los brazos: Si tienes los brazos flácidos y delgados haz el siguiente ejercicio:
1. Colócate como si fueras un gato, con las manos y los pies apoyándose en el suelo. Pon tus
rodillas un poco más atrás que las caderas. Junta tus manos al frente. Al espirar, flexiona los
codos y baja el tórax hacia las manos evitando que se hunda la espalda por la cintura. Al
inspirar, regresa a la posición inicial. Házlo hasta que puedas realizar 30 veces en un minuto.

1--- Como correr!!!!!!!!!!!!!!!

Cuando empezamos a correr poco a poco vamos aumentando la duración de la carrera, pero puede
darse el caso de que no puedes correr de manera continua todo el tiempo que te gustaría y te ves
obligado a parar para tomar un respiro de vez en cuando.
Eso es normal al comenzar a correr y debes hacerle caso a tu cuerpo cuando te pide esa pequeña
pausa. Al principio te puede parecer un poco frustrante pero piensa que es una advertencia de tu
organismo de que intentas hacer algo para lo que no estas preparado.
Siempre puedes “hacerte el duro” y correr 30 o 40 minutos seguidos en tus primeras salidas pero al día
siguiente vas a estar tan dolorido que se te van a quitar las ganas de volver a salir a correr.
Para iniciarte en esto del correr lo ideal es que empieces a caminar a un paso vivo unos 20 minutos
durante una semana por ejemplo. La semana siguiente puedes empezar andando rápido unos 3 minutos
y trotando 2 minutos, así hasta completar 20 o 25 minutos. La próxima semana andas 2 minutos y trotas
3 hasta completar una media hora.
Cuando hayan transcurrido varias semanas y te veas capaz de aguantar algo más de tiempo corriendo
ya puedes probar a hacer tres repeticiones de 12 minutos de carrera suave y 3 minutos andando para
recuperar. Esto estaría bien hacerlo durante un par de semanas antes de subir otro pequeño escalón. Si
te sientes bien, la siguiente semana puedes hacer dos repeticiones de 15 minutos de carrera y 2 minutos
de recuperación. Las siguientes semanas el tiempo de carrera serían 18 minutos, 20 minutos, etc. y así
sucesivamente hasta ser capaz de correr de manera continua 30 minutos. Una vez llegados al punto de
correr 30 minutos de una vez ya sería cuestión de ir ampliando el tiempo de carrera, como mucho en
cinco minutos cada semana para no forzarte y producir alguna lesión por sobreesfuerzo.
Por ultimo, tened en cuenta que cada persona tiene un estado de forma diferente y los tiempos y plazos
que indico pueden variar según la forma de cada uno. Lo importante es que el incremento en la
carrera se realice de manera progresiva.

1—los animos y las metas

Nuestro cerebro está preparado, tras millones de años de evolución, para organizar la información
necesaria en el actuar humano sobre el mundo. Constantemente fabrica deseos, estudiando su
viabilidad. El ánimo es el resultado de esa producción constante de acciones: la forma que poseemos de
vivir el éxito o el fracaso de ellas.
Las sensaciones del ánimo dependen del hecho de traernos cosas entre manos con un relativo éxito
acumulado y con la promesa de futuros goces. Es consecuencia de los deseos, tanto por el hecho de
tenerlos, y así encontrar un sentido a la vida; bien por estar realizándolos, y así estar cerca de un placer
ansiado; o finalmente, por estar gozando de lo ganado a pulso y de esta forma haber ampliado el poder
personal. En resumen, hay tres momentos de ánimo según los tres momentos de desarrollo de la acción:

• el ánimo por lo que vendrá.


• el ánimo por lo que está sucediendo.
• el ánimo por lo sucedido.

Siempre que queremos lograr algo debemos contar primero con las condiciones necesarias acumuladas
por nuestros méritos y capacidades a lo largo de nuestra experiencia, y a continuación tener la habilidad
de plasmar en la realidad lo deseado. Es decir, para realizar algo debemos:
• querer-hacer.
• saber-hacer.
• poder-hacer.
La acción en el mundo que nos redea es la forma de ir adquiriendo poder. Cuanto más poder tengamos,
más posibildades de riqueza (en sentido general, tanto material como espiritual). Aumentar nuestro
poder es expansionarnos, llegar más extensamente al mundo de nuestro entorno (tener más amigos y
mejores, más y perfectos conocimientos, etc.) Por el contrario, disminuir nuestro poder implica
reducirnos, estar pasivos frente al mundo, sin sacar prácticamente nada de él. La máxima reducción de
un ser humano es el punto que representa una inmovilidad absoluta, que puede observarse en las
depresiones graves.
Cuando decimos que podemos-hacer tomamos conciencia de un nivel de nuestras posibilidades de
conseguir y obtener ciertos rendimientos deseables, o evitar otros desagradables. Ello va acompañado
de orgullo personal, de una excelente imagen de uno mismo, de un sentido de valía propia, de una
especie de certificado de nuestros méritos a partir del cual hemos de contar y atrevernos en
consecuencia.
La conciencia de poder-hacer nos empuja a la ambición, esto es, puesto que tenemos los medios
podemos a través de un cierto trabajo, de un esfuerzo, llegar más lejos en el disfrute de la vida y en la
adaptación al mundo social e histórico que nos toca vivir. Esta ambición en unas ocasiones es
socialmente aceptada y premiada, como cuando un deportista supera un record o un padre ambiciona el
éxito en la vida de su hijo, y no digamos lya la ambición modesta de sobrevivir; en otras ocasiones es
censurada y castigada por la ley o por el desprecio público, como la ambición de un ladrón, o la
ambición de un presumido o la pretensión de ser original.
El ánimo, la ilusión o desilusión, tienen como punto de partida creer que uno mismo tiene poder,
posibilidades de dibujar en su horizonte futuro deseos que se realizarán con el esfuerzo.
Los juicios que hacemos sobre nuestro poder-hacer deben ser justos con nuestros verdaderos méritos y
capacidades. si calculamos por encima, soberbiamente, chocaremos con la realidad, que no
alcanzaremos como esperábamos ilusoriamente. calculamos por debajo, por falta de ambición de vivir
con placer o por la falsa creencia de que no tenemos los méritos y capacidades suficientes, nos
perderemos placeres que si hubiésemos calculado mejor obtendríamos con el esfuerzo adecuado.
En principio no resuslta imposible, aunque sí difícil, saberese ajustar siempre a lo que precisamente
podemos-hacer en cada momento para sacar el mayor partido a la vida.
Una forma de desajuste la representa el exceso de euforia debido a una falta de cálculo de fla realidad
de nuestras posibilidades y de la verdadera dificultad de realización. Ello puede ocurrir de diversas
maneras:

• a) por soñar con quimeras, con imposibles. Por ejemplo alguien puede creer que llegará a ser
Rey de Dinamarca, lo cual resulta en principio imposible. O alguien que se le ocurre empezar a
escribir novelas y esté convencido de que le darán el Nobel de literatura, lo cual, si bien tiene la
virtud de entusiasmarlo no debe creerselo demasiado si no quiere sentirse cruelmente
decepcionado.
• b) por no poseer suficientes méritos como para alcanzar lo que quiere.
• c) por no afrontar con el suficiente esfuerzo y trabajo las resistencias que la realidad plantea a
sus deseos.
• d) por quedarse en el puro deseo y no dar siquiera los primeros pasos para traducir el deseo
imaginario en realidad conseguida.
Cuando nos encontramos con personas exaltadas sin auténtico fundamento vemos que el fallo que
suelen cometer es no tener suficientemente en cuenta las limitaciones propias y de la realidad. A
menudo la persona no acepta los límites que le impone la realidad física: ser nacido con determinado
cuerpo, en determinado momento histórico y social. El cuerpo es el límite de determinado momento
histórico y social.El cuerpo es el límite de nuestra imaginación: nosotros quisiéramos hacer algo que
nos imaginamos en nuestra cabeza, pero a la hora de realizarlo hemos de mover nuestro cuerpo en el
tiempo de que disponemos, rodeados dee las cosas y las otras personas con su voluntad propia e
independiente de nuestro capricho, el mundo palpable que nos envuelve y nos devuelve a la dimensión
de una realidad cuyas leyes no son las de nuestra voluntad.
Por este motivo, si una persona sube ilusamente a las alturas en las que no puede sostenerse, luego cae
con estrépito. Contra más irreal es el ánimo más cruel y crítico resulta después el reconocimiento de la
verdad. Algunas personas pasan de vivir en las nubes a una amarga decepción.
Para el saber humano tiene mucha importancia el sentimiento de progreso, o lo que es igual, tener la
idea de que "le van bien las cosas". Así la búsqueda fundamental del hombre es conquistar bienestar (en
el doble sentido de conquista: alcanzar y conservar lo conseguido).
La intensidad del placer, de la vida como goce, depende entonces de que la persona se vea siempre en
una buena posición. Si ve que se degrada, ello le resta placer, y su intensidad de vida disminuye, hasta
llegar un momento en que está deprimido si no sabe parar de alguna forma esa pérdida de posiciones.
La forma práctica de vivir más interesante es tener deseos, proyectos importantes para la persona, y
luchar para conseguirlos en cada instante o etapa de su vida.
Para cada tiempo de la vida la persona se hace una posición: ha llegado a experimentar un grado de
intensidad vital y a partir de ahí mejorar quiere decir sentir cosas igual de buenas o mejores, a traveés
de los proyectos que pueda-hacerse.
Cuando el sujeto tiene exaltaciones irreales se lmete en un buen lío. Por lo que acabamaos de decir sólo
se encontrará bien si es capaz de experimentar cosas igual de buenas o mejores, pero como apuntó
demasiado alto en sus sueños le resulta ahora muy dificil encontrar en la realidad sustitutos igualmente
interesantes. En estos casos la única salida que tiene el sujeto es mejorar urgentemente su vida
cotidiana, aportando tal riqueza a sus relaciones (familiares, amistosas, con sus aficiones, etc.) que sus
éxitos le den más goce que las intensas ilusiones irreales.
Estas mismas consideraciones valen para los casos en los que nos encontramos con adicciones a drogas
que dan al sujeto experiencias ricas por laj via de la sustancia química, y que se convierten en
competidoras a la hora de compararlas con las que le proporciona al sujeto la cruda realidad. La única
forma de salir de un conflicto de esta índole es encontrar una alternativa a la vida real que resulte lo
suficientemente atractiva.
Al igual que el éxito de la acción nos da una familia de sensaciones variables, como estar contentos,
alegres, optimistas, eufóricos o exaltados, también los fracasos tienen su familia de sensaciones, como
cuando decimos que estamos melancólicos, tristes, cansados de todo o con ganas de desaparecer de este
mundo.
El fracaso es la manera de tomar conciencia de no-poder-hacer un deseo que tenemos. Es reconocer que
no avanzamos, que nos reducimos.
No podemos deprimirnos si antes no hemos saboreado el aguijón del deseo. Es imposible desanimarse
si no hay antes un ánimo que desanimar. Cuando alguien dice que se deprime porque no tiene ilusiones,
eso es una manera de hablar, pero lo cierto es que sí tiene algunos deseos, lo que ocurre es que no se
desarrollan, o bien ni siquiera la persona intenta realizarlos dándolos por adelantado como fracasados.
Reconocer la imposibilidad de un deseo es imprescindible en muchas ocasiones para adecuarnos a la
realidad. La práctica nos impone la renuncia a algo que realmente no-podemos-hacer. Si en estas
ocasiones no lo aceptáramos (esto es el duelo, el dolor de perder) nos dedicaríamos tontamente a
trabajar para algo condenado por sistema al fracaso. El duelo es el reconocimiento de la imposibilidad,
y sirve para que dejemos de desear lago -una y otra vez- que es inviable.
Así, cuando muere un ser querido, nos despiden del trabajo, fracasamos en una relación amorosa, nos
arruinamos, etc. tenemos que aceptar que la vida no puede seguir igual que antes, que tenemos que
vivir de otra manera. Ya no-podemos seguir conviviendo con el ser querido, o contar con el dinero del
trabajo, o amando y siendo amados por nuestra pareja. Hay en juego un fracaso del deseo, inevitable
dada la situación. Ello no implica fracasar en todo y para siempre, sino simplemente en ese conjunto de
deseos que era una parte de nuestra vida, por importante que fuera.
La depresión se convierte muchas veces en un dolor innecesario. Por ejemplo, al extender el fracaso
desde una parte que verdaderamente va mal a todas las demás cosas que van bien o podrían ir bien si
nos molestásemos-. Otro ejemplo es cuando agrandamos la magnitud del fracaso reprochándonos
injustamente una falta de méritos y capacidades, echándonos tierra encima, hiriéndonos a nosotros
mismo para sufrir más el caliz del dolor.
Las diversas formas de deprimirse innecesariamente son las que se corresponden con las formas de
fracasar por considerar una situación imposible sin serlo realmente:

a) por no-poder pasar del deso al acto físico:


Podemos concebir un deseo, pongamos el caso que sea el de leer para mejorar nuestra cultura o
disfrutar por saber cosas y aprender, y no pasar al acto, y fracasar porque el esfuerzo que implica
comenzar a concentrarse en la lectura choca con nuestra pereza, nuestra impaciencia, etc. y preferimos
abandonar antes que pasar un mal rato luchando con las palabras.
El esfuerzo, antes de realizarlo o mientras lo realizamos, parece penoso y que el precio que cuesta
llevarlo a cabo resulta demasiado desagradable, pero después de realizado nos compensa más de lo que
nos hizo sufrir, porque nos acerca al premio final de éxito y gozamos por su real cercania. Hay que
tener en cuenta que a veces hay que saber gozar del éxito: puede ocurrir que nos fijemos más en lo que
nos falta todavía que en lo que ya hemos avanzado.
En ocasiones no queremos saber nada del después del esfuerzo y miramos con malos ojos el antes-y-
mientras sufrimos por el esfuerzo. Esta manera injusta de mirar el trabajo nos resta un placer que
podríamos sentir a medida que logramos paso a paso lo que queremos. El deprimido lo que hace es tal
errónea composición de lugar y renuncia al deso para no sufrir realizándolo: se cuida, pero se cuida
mal.

b) por no-poder realizar un deseo por falta de méritos y capacidades:


Al tener un deseo podemos volvernos hacia nosotros mismos y juzgarnos incapaces de realizarlo
alegando una acumulación de motivos más que sospechosos: hemos perdido el poder de concentración,
de memoria, no tenemos suficiente inteligencia, nadie estará interesado en nosotros una vez que nos
conozca, no tenemos valor alguno, etc. Esta larga serie de no-poder-hacer se basa en desconfiar de
nuestra experiencia acumulada: al recordar por ejemplo tan sólo las cosas que hicimos mal, olvidarnos
de los amigos que tenemos o las capacidades que poseemos, podemos llegar a la conclusión de que
todo eso se ha perdido por alguna enfermedad misteriosa o arte de magia, desgaste o existencia ilusoria.
Todas estas sospechas, dichas a alguien, parecerían una crítica feroz: no porque nos las digamos a
nosotros mismos dejan de tener menos efectos, ya que es esta una manera de agobiarnos y de destruir
nuestros deseos.
La auto-destrucción, al auto-critica exageradas, nacen como una respuesta de rabia frente al esfuerzo
realizativo. Es decir, que el orden de acontecimientos sería el siguiente: primero el depresivo tiene un
deseo, a continuación tendría que pasar a realizarlo, y por lo tanto animarse, pero el trabajo de hacerlo
le resulta sumamente antipático; a continuación se dedica a cultivar esa rabia que a surgido como
protesta frente al esfuerzo, complaciéndose en llamarse inútil, incapaz, etc. De esta forma el deprimido
se vuelve intolerante frente a pequeños esfuerzos, y comienza a habituarse a renunciar a sus deseos
antes que ponerse a pasar el trago de ese trabajo que tanto le cuesta tomarse. En la medida en la que
decide renunciar se habitua, como si se tratase de un adicto, a la pereza, de tal forma que en casos
extremos le resulta odioso incluso moverse o levantarse de la silla. Por esta razón decíamos antes que el
máximo de depresión conduce a la inmovilidad, que es una experiencia de horror de vivir (ya que vivir
quiere decir actuar en el mundo).
Otro tema del deprimido, cuando se convence a sí mismo de que no-puede-hacer esto o lo otro, es el de
que no es responsable de su vida, que no puede elegir hacer o no hacer un esfuerzo, que le conduciría
inmediatamente a una mejora. Supongamos que estoy deprimido por una separación amorosa. Al llegar
a casa por la noche puedo tomar la decisión de matar la angustia leyendo, mirando la televisión,
realizando alguna afición, etc. o bien puedo dedicarme a ahondar mi desgracia leyendo las cartas de
tiempo atrás, las fotos antiguas, recordar lo felices que fuimos, lo mal que se portó conmigo, etc. Pues
bien, estando deprimidos solemos tomar la peor decisión, y además nos decimos que "no podemos
hacer otra cosa"
Esta idea de que no se puede eligir hacer algo que nos animaría suele partir de una falsa versión general
de lo que es la depresión: es como si a un reumático se le ocurriera la idea de que no puede ver la
televisión; de la misma forma el deprimido cree a pie juntillas que no puede hacer esto o lo otro, y con
ello se justifica a si mismo el abandono a su dolor. Y no sólo eso, tembién exagera y deforma su propia
situación todo lo que puede.
Es cierto que el deprimido está desanimado, pero el desánimo no anula la capacidad de esforzarse y
tomar decisiones razonables, de tal manera que puede llevar una vida normal tranquilamente, aunque a
él le parezca "insoportable".
La mayoría de deprimidos acostumbran a mentalizarse de que son tontos, tarados, estúpidos, no sirven
para nada, etc. con la finalidad de construirse una imagen personal reducida, que a su vez les permita
abandonar un mundo cuyas riquezas ellos "no están capacitados" para conseguir. Como se ve la
cuestión es amargarse como sea, y para ello cualquier pretexto es bueno: por esta razón ocurre que
hablando con un depresivo se tenga la sensación de que nunca acaba de tener cosas de las que
lamentarse. Las inventa sobre la marcha para sentirse mal todo el tiempo. cuando protestamos por su
actitud y le demostramos enérgicamente sus exageraciones notamos cómo se sonrie pícaramente como
un niño pillado en falta... (y descubre de paso lo vulnerables que somos intentando razonar con
amorosa perseverancia combatiendo sus inacabable desaliento).

c) por no-poder seguir adelante debido a obstáculos considerados


insalvables.
Los obstáculos que nos encontramos en el camino de nuestros deseos nos plantean un problema que
hemos de intentar resolver. En ocasiones se trata de aumentar la fuerza para abordarlo adecuadamente,
es decir, insistir. Otras veces lo oportuno es dejar una vía y emprender un rodeo para ir donde
queríamos. Ante el fracaso de un intento evidentemente nos sentiremos defraudados pero si toleramos
esa frustración y luchamos más buscando rápidamente una alternativa podemos reducir al mínimo la
tristeza.
Así mismo, reconocer nuestros fallos y corregirlos es la salida más inteligente frente a los fallos
(aprender de los errores): muchos deprimidos prefieren renunciar y sufrir antes que ver cara a cara a su
error. Habrá en estas situaciones algo de contradictorio: por no saber aceptar un fracaso provisional,
precipita el sujeto con su desesperación uno definitivo.
d) porque el objetivo mismo del deseo es pensado como imposible,
insuficientemente interesante o simplemente sin sentido.
En todo momento nos podemos replantear nuestras finalidades si ello nos parece oportuno y
conveniente para la felicidad de nuestra vida.
Claro está que las razones por las que enterrar nuestros propios deseos han de ser buenas, ya que de la
realización de deseos precisamente sacamos nuestra intensidad de vida. Y efectivamente, existen
poderosos motivos para la renuncia, como darse cuenta de la imposibilidad de lo deseado o la
incompatibilidad total con otros proyectos que también tuviéramos. En el caso de la depresión todo ello
ocurre con irregular frecuencia, y una sobredosis de razones para abandonar nos ponen sobre aviso.
La manera como se arruina un proyecto o un deseo es volviendolo absurdo, criticándolo
tendenciosamente, apuñalándolo con un desprecio venenoso. Por ejemplo, un deprimido quiere iniciar
un curso de inglés a fin de cultivarse y tener más posibilidades laborales, pero rápidamente le "asalta"
la tentación de criticar encarnizadamente la idea: estudiar inglés es una pérdida de tiempo y una
concesión al imperialismo americano, los compañeros de curso irán todos a lo suyo y no les resultará
amistoso, no entenderá nada, ... y así múltiples pegas de todo tipo actuan, por acumulación aplastante,
como una losa que sepulta la naciente ilusión por el proyecto, incitando al abandono.
Una parte del deprimido trabaja mentalmente (como si un cambate particular de ajedrez entre piezas
blancas y negras se tatrase), con una especie de inteligencia diabólica, en su propia desanimación. Es su
autor, el responsable de ella. Se queja mucho de ser víctima de una depresión de la que quejándose
tanto hace de verdugo.
En la medida en la que el deprimido se viera como responsable de lo que le pueda suceder dependiendo
de su voluntad, tomando la decisión de no auto-destruirse, comenzara a dejar su posición "suicida"
El deprimido tiene a su disposición una lista de lamentaciones, quejas, reproches, críticas y autocríticas,
desvalorizaciones y derrotismos. Como Ulises pueda taparse los oidos para no escuchar esa tentadora
(y en su caso hipnótica) canción de sirena que le haría chocar contra los arrecifes, o bien, guiado por
una ilusoria soberbia e imprudencia, abrir los odios a esa sugerente y mortífera canción que le
desanima, su propia voz destructora

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