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Aunque muchos centros de investigación están muy cerca de los hospitales, todo indica

que el camino de la mesada del laboratorio a la cama del paciente es más largo de lo que
los científicos desearían... y de lo que los enfermos y sus familiares imaginan.

Un ejemplo particularmente ilustrativo es el de la investigación en células madre, esas


fabulosas entidades teóricamente capaces de convertirse en cualquier tejido del
organismo. Desde que se las dio a conocer fuera de los ámbitos científicos con
eslóganes como los de "mina de oro de la biología" o "bala mágica" para reparar tejidos
dañados, muchos pensaron que el tránsito entre esa idea brillante y su aplicación en
tratamientos médicos sería sencillo. Sin embargo, investigaciones posteriores
demostraron que el libro de la vida viene con múltiples "notas al pie". Hoy se sabe, por
ejemplo, que hay diversos tipos de células madre y que no todos son equivalentes, que
cuando se las deriva de tejidos adultos pueden mantener la "memoria" de su origen y
que hasta puede afectarlas el tiempo de cultivo.

"Tenemos que trabajar mucho antes de poder avanzar hacia la experimentación clínica
[en seres humanos]", afirma el científico tucumano Gustavo Mostoslavsky, que dirige
un laboratorio en la Universidad de Boston, Estados Unidos, e investiga en la aplicación
de células pluripotentes inducidas (es decir, ya diferenciadas, pero que logran revertirse
a un estado embrionario mediante la expresión de ciertos genes) en enfermedades
hepáticas, del tracto gastrointestinal, pulmonares y hematológicas.

Para pasar revista de los últimos avances en este tema y discutir sobre "Realidades y
desafíos en la investigación y aplicación clínica de las células madre", ayer se reunieron
en Buenos Aires algunos de los científicos que están a la vanguardia de la investigación.
Fue durante un simposio organizado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el
Instituto Leloir y Fleni.

"No creo que podamos hablar de tratamientos con células madre en este momento
-subraya José Krieger, de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Pablo, un
nombre de referencia en América latina en la investigación con células madre para
dolencias cardíacas-. Existen reglas muy estrictas acerca de qué es y qué no un
«tratamiento». En el campo cardiovascular, todas estas nuevas intervenciones están en
etapa de investigación. Tenemos resultados preliminares de lo que llamamos estudios de
fase uno, pero no nos permiten sacar conclusiones acerca de su eficacia, sino sólo
contestar preguntas acerca de su seguridad."

José Cibelli, experto argentino en la biología de las células embrionarias y


reprogramadas de la Universidad Estatal de Michigan, está actualmente involucrado en
dos proyectos. "Por un lado, estamos estudiando la reprogramación [transformación de
una célula somática en una pluripotencial] de células de bovinos y peces cebra, y por
otro, el uso de células madre en trauma de la médula espinal. Es un modelo muy difícil,
porque hay que provocar una injuria cervical crónica en las ratas, esperar un mes a que
se mejoren y después insertarles células pluripotenciales inducidas; en este caso,
progenitoras neuronales [que darán nacimiento a distintos tipos de células del tejido
nervioso]. Tenemos alrededor de 100 animales trasplantados y estamos en medio de un
estudio a doble ciego, así que todavía no podemos decir nada, porque no sabemos quién
recibió qué cosa. Todo lo que sabemos es que no desarrollaron tumores; es un
aliciente."
Poco a poco, las autoridades sanitarias de diversos países están comenzando a dar
autorización para estudios en seres humanos. ¿Es lícito ser tan optimistas hoy como
hace diez años?

Para el investigador australiano Armand Keating, director de la División de


Hematología del Hospital Princesa Margarita, en Toronto, Canadá, es vital no
apresurarse. "Ya hay un tratamiento regenerativo muy bien establecido -dice-: el
trasplante de médula ósea. Pero pensemos cómo comenzó. Fue en 1951, con estudios en
ratones. En 2011 ya se hicieron 400.000 trasplantes, pero los primeros éxitos se dieron
en los años setenta. Esto no es algo que se pueda lograr de la noche a la mañana. Y lo
que tenemos que aprender es que no podemos hacer progresos realmente superlativos a
menos que entendamos los mecanismos. Un muy buen ejemplo es el descubrimiento de
los antígenos que provocan el rechazo de tejidos. Antes de entender el sistema HLA,
hacer trasplantes de médula ósea era un proceso de prueba y error. Sólo cuando eso se
comprendió acabadamente se pudo avanzar."

Por supuesto, ante un panorama de semejante incertidumbre es difícil hacer


predicciones. Pero para los científicos los primeros tratamientos con células madre que
estarán disponibles probablemente sean los que ataquen enfermedades cardiovasculares.

"En parte, porque ya hay ensayos que sugieren algunas claves y modelos razonables en
animales -arriesga Keating-. Mi preocupación es que se nos puede estar pasando algo
por alto. Creo que deberíamos volver a analizar subconjuntos de células, hacer estudios
comparativos en modelos preclínicos... Es casi como volver al primer casillero, pero en
mi experiencia la cautela es lo mejor."

"Aunque en los Estados Unidos ya hay dos ensayos clínicos aprobados con células
neuronales, creo que para las enfermedades neurodegenerativas hay muchas preguntas
que deben contestarse antes de que podamos ver la luz al final del túnel", agrega
Xianmin Zeng, investigadora del Instituto Buck, en California, que estudia la
diferenciación de células embrionarias humanas en neuronas dopaminérgicas, que
intervienen en la enfermedad de Parkinson.

"El problema es que queremos buenas noticias -coincide Keating- y nos sentimos
inclinados a «sobrevender» los logros. Pero deberíamos ofrecer una visión prudente y
no hablar de «hitos», que ocurren muy de vez en cuando, sino de pequeños avances."

"No sólo sentimos la presión de los pacientes, sino también de los medios y hasta de
nuestro propio ego -dice Krieger-. Es la naturaleza humana, por eso siempre habrá
alguien que anuncie que tiene la solución mágica."

Sin embargo, luego ofrecen una nota esperanzadora: "Como científicos siempre somos
optimistas", afirma Zeng. Y concluye Mostoslavsky: "La idea de reparar los tejidos con
células del propio paciente se hará realidad... antes de lo que pensamos".

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