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)
Plato in Symposium
International Plato Studies
Published under the auspices of the
International Plato Society
Series Editors:
Franco Ferrari (Salerno), Lesley Brown (Oxford),
Marcelo Boeri (Santiago de Chile), Filip Karfik (Fribourg),
Dimitri El Murr (Paris)
Volume 35
PLATO IN SYMPOSIUM
SELECTED PAPERS FROM THE
TENTH SYMPOSIUM PLATONICUM
Edited by
ISBN: 978-3-89665-678-0
1. Auflage 2016
© Academia Verlag
Bahnstraße 7, D-53757 Sankt Augustin
Internet: www.academia-verlag.de
E-Mail: info@academia-verlag.de
Printed in Germany
Ohne schriftliche Genehmigung des Verlages ist es nicht gestattet, das Werk
unter Verwendung mechanischer, elektronischer und anderer Systeme in
irgendeiner Weise zu verarbeiten und zu verbreiten. Insbesondere vorbehalten
sind die Rechte der Vervielfältigung – auch von Teilen des Werkes –
auf fotomechanischem oder ähnlichem Wege, der tontechnischen Wiedergabe,
des Vortrags, der Funk- und Fernsehsendung, der Speicherung in
Datenverarbeitungsanlagen, der Übersetzung und der literarischen
und anderweitigen Bearbeitung.
List of contributors
IV Phaedrus
Annie Hourcade Sciou Éros sans expédient: Platon, Banquet, 179b4-180b5 ........ 118
Noburu Notomi Phaedrus and the Sophistic Competition of Beautiful
Speech in Plato’s Symposium ........................................... 124
V Pausanias
Olga Alieva Ἔρως προτρέπων:
Philosophy and Seduction in the Symposium .................... 132
viii Table of Contents
VI Eryximachus
Ivana Costa Qué aporta Erixímaco a la filosofía del Simposio y a
Platón ................................................................................ 148
Silvio Marino La medicina di Erissimaco: appunti per una cosmologia
dialogica ........................................................................... 155
Richard D. Parry Eryximachus’ Physical Theory in Plato’s Symposium ...... 160
Richard Stalley Sophrosyne in the Symposium .......................................... 165
VII Aristophanes
Michele Corradi Aristofane e l’ombra di Protagora: origini dell'umanità e
orthoepeia nel mito degli uomini-palla ............................. 172
† Samuel Scolnicov What Socrates Learned from Aristophanes
(and What He Left Behind) .............................................. 178
Roslyn Weiss Split Personalities in the Symposium and the Bible:
Aristophanes’ Speech and the Myth of Adam and Eve .... 183
VIII Agathon
Aikaterini Lefka Eros Soter. How Can Love Save Us? ............................... 192
Irmgard Männlein-Robert Die Poetik des Philosophen:
Sokrates und die Rede des Agathon ................................. 198
Mario Regali La mimesis di sé nel discorso di Agatone:
l’agone fra poesia e filosofia nel Simposio ....................... 204
Richard Patterson Agathon’s Gorgianic Logic .............................................. 209
IX Diotima
Francesco Aronadio What’s in the Name “Eros”?
Onoma and Holon in Symposium 204e-206a .................... 218
Giovanni Casertano La difficile analogia tra poesia e amore ............................ 224
Mehmet M. Erginel Plato on the Pangs of Love ............................................... 231
Lloyd P. Gerson The Hermeneutics of Mystery in Plato’s Symposium ....... 237
Chad Jorgenson Becoming Immortal in the Symposium and the Timaeus .. 243
Yahei Kanayama Recollecting, Retelling and Melete in Plato’s Symposium:
A New Reading of ἡ γὰρ ἀνδρὸς καὶ γυναικὸς συνουσία
τόκος ἐστίν (206c5-6) ....................................................... 249
Filip Karfík Eros und Unsterblichkeit:
das Hervorbringen im Schönen ......................................... 257
Manfred Kraus Socrates’ thea:
The Description of Beauty in Symposium 211a and the
Parmenidean Predicates of Being ..................................... 270
Yuji Kurihara Telos and Philosophical Knowledge in Plato’s Sympo-
sium .................................................................................. 278
Francisco L. Lisi Symposion 210d4: τὸ πολὺ πέλαγος τοῦ καλοῦ ................ 255
Arnaud Macé L’océan du beau:
la Forme et ses reflets hétérogènes (Banquet, 210a-211c) 291
Giusy Maria Margagliotta Eros e l’Anima nel Simposio ............................................ 297
Table of Contents ix
Cristina Rossitto Plato’s Symposium and the Notion of Intermediate .......... 303
Ikko Tanaka Divine Immortality and Mortal Immortality in Plato’s
Symposium ........................................................................ 309
Alonso Tordesillas Le beau, une nature merveilleuse, une vision soudaine
(Banquet 210e2-211d1) .................................................... 315
Mario Vegetti Immortalità personale senza anima immortale:
Diotima e Aristotele .......................................................... 321
X Alcibiades
Gabriele Cornelli Alcibiades’ Connection: Plato’s Symposium Rewriting
the Case on Socrates and Alcibiades ................................ 337
Edward C. Halper Alcibiades’ Refutation of Socrates ................................... 342
Alessandro Stavru Socrate karterikos (Platone, Simposio 216c-221b) ........... 347
XIII Reception
Ruby Blondell and
Sandra Boehringer Un Banquet revisité:
l’érotisme paradoxal de Platon et de Lucien ..................... 470
x Table of Contents
Indices
Index locorum ........................................................................................... 493
Index nominum ........................................................................................... 520
Ἔρως y συνουσία en el Simposio
Marcelo D. Boeri
Universidad Alberto Hurtado, Chile
La expresión “amor platónico” se ha convertido en parte del habla común, en cuyo do-
minio suele designar un “amor ideal”, no carnal. Como sabemos, ni “amor platónico” ni “ide-
al” (en la expresión “amor ideal”) tienen mucho que ver con lo que Platón entiende por ἔρως
en el Simposio, donde es bastante claro que de lo que se trata es de un deseo1 de aquello que
no se posee.2 Es probable que la expresión “amor platónico” (como “amor ideal”) esté inspi-
rada en un pasaje del Alcibíades I (127e-131e), que tiene un paralelo bastante preciso en Sim-
posio 183e: el amante vulgar es el que desea el cuerpo más que el alma. Este tipo de amor no
es constante porque desea algo que de ningún modo es permanente (el cuerpo): en cuanto
cesa la belleza del cuerpo (i.e. lo que ese amante deseaba), el amante “escapa volando”. El
amante de un carácter noble (ὁ δὲ τοῦ ἤθους χρηστοῦ ὄντος ἐραστής), en cambio, permanece
constante durante toda su vida, porque está apegado a algo permanente (183e6). Tal vez hay
un sentido en el que esta permanencia en la fidelidad de un solo amante parece ser objetada
por Diotima (cf. Symp. 210a-b);3 pero no es menos cierto que Diotima considera más valiosa
la belleza del alma que la del cuerpo, i.e. la belleza que no cesa, porque si alguien es excelen-
te en cuanto a su alma, aun cuando su lozanía sea escasa (ἐπιεικὴς ὢν τὴν ψυχήν τις κἂν
σµικρὸν ἄνθος: 210b8), eso será suficiente para amarlo, desearlo, engendrar y buscar “bellos
discursos” que sean de una índole tal que produzcan jóvenes mejores (210a-c). Esto es lo que
advierte Alcibíades: Sócrates no es bello en el sentido de la belleza corpórea, pero es de un
alma excelente, de modo que eso basta para desearlo eróticamente. Pero si Alcibíades es
capaz de advertir esto, debe haber comenzado el camino de ascenso hacia la Forma de bel-
leza.
Quisiera sugerir que, a pesar de que hay buenas razones para suponer que el discurso de
Diotima es el discurso filosófico del diálogo, los demás discursos pueden leerse como movi-
mientos argumentativos que describen etapas en la conversión hacia la filosofía, conversión
en la que la συνουσία entre el joven y su mentor filosófico constituye el entrenamiento nece-
sario para alcanzar la “sabiduría erótica” de la que están enamorados tanto Agatón como Al-
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1 En 204d3 se dice que “Eros lo es de las cosas bellas”, sin duda un deseo (ἐπιθυµία: 200e4) de las cosas
bellas. Véase también 206a11-12 y 206b7-8, donde Eros es “la procreación en lo bello (τόκος ἐν καλῷ),
tanto según el cuerpo como según el alma” (la procreación en lo bello es la visión de lo Bello mismo, la
“inmortalidad a través de la procreación”). Una buena discusión de este tema se encuentra en Fierro
(2001), 30-36, y en Follon (2001), 55-61. En éste y en los demás pasajes citados textualmente del Sim-
posio utilizo la traducción de Juliá (2004), a veces con ligeras modificaciones. Uno podría tener dudas
respecto de la identificación que establece Platón entre ἐπιθυµία y ἔρως, siendo ἐπιθυµία la palabra habi-
tual para hacer referencia a un deseo corpóreo y, en particular, sexual (cf. Plat. Resp. 329c7, 390c1,
437b7-8; Phil. 34d10-11). Pero en Simposio 205a-d es claro que esa asimilación es completa.
2 Symp. 200a-b y, especialmente, 200e3-5 (cf. también 200e8-9 y Lys. 221d-e).
3 Juliá (2004), 59 n. 42 (comentando Symp. 183e).
Ἔρως y συνουσία en el Simposio 363
cibíades, pero probablemente sin saber muy bien por qué. Mi discusión, centrada en el dis-
curso de Alcibíades y en el contraste que puede establecerse con el de Diotima, intentará
mostrar el carácter complementario que ambos discursos tienen como enfoques que permiten
favorecer la conversación dialógica que hace comprensible la identificación entre καλόν y
ἀγαθόν como objeto de amor. También quiero argumentar que, aunque Alcibíades “ve” la
belleza de Sócrates, aún no sabe en qué consiste dicha belleza pues es incapaz de incorporarla
a su acción. Si éste es efectivamente el caso, hay una razón para pensar que cuando Sócrates
(Platón) dice que la virtud es una forma de conocimiento, no puede estar pensando en un co-
nocimiento entendido en términos de un mero “conocimiento definicional”, sino en un
contenido cognitivo específico ya aplicado a la acción.4
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4 Sobre la importancia y, a la vez, las dificultades de atribuir solamente “conocimiento definicional” a
Sócrates, véase Brickhouse-Smith (2000), 100-120. Cf. también Szaif (2007).
364 Marcelo D. Boeri
por Alcibíades, quien compara a Sócrates con Áyax a causa de su invulnerabilidad (ἄτρωτος:
219e2) y con Odiseo debido a su resistencia (καρτερός: 220c2). Con frecuencia Platón nos
recuerda que Sócrates se inquieta ante la presencia de jóvenes bellos; en el Cármides Sócrates
cree que ha superado la impresión inicial que le produce el fulgurante Cármides cuando entra
en escena. Pero un momento más tarde Sócrates afirma que ha sucumbido ante la belleza del
jovencito cuando éste se sienta entre él y Critias. Sócrates declara que se encuentra en un
callejón sin salida (ἠπόρουν: Charm. 155c5) y que la confianza que tenía respecto del hecho
de que iba a poder dialogar fácilmente con Cármides se desmoronó. Es claro que Sócrates,
que había insistido en la belleza anímica de Cármides, ahora sucumbe ante su belleza física:
cuando el jovencito “clava su mirada” en Sócrates, éste declara: “vi lo que estaba dentro de
su manto, me encendí y ya no estaba en mis cabales” (ἐφλεγόµην καὶ οὐκέτ’ ἐν ἐµαυτοῦ ἦν:
155d4). A pesar de esta declaración, Sócrates logra recomponerse y, aunque sigue lanzando
señales seductoras al jovencito, desarrolla un nuevo argumento que logra reanimarlo pues
despierta el interés de Cármides (156d).9
No es entonces que Sócrates no sienta deseos eróticos en el sentido mundano de la palab-
ra, pero sabe que ese tipo de deseo puede no coincidir con lo bello o con el bien como objeto
de verdadero amor. Ese “saber” coincide con su acción: Sócrates es capaz de incorporar ese
saber a su acción y de identificarlo con ella. Es el mismo saber que busca Alcibíades pero del
que, sin embargo, se queja cuando vocifera que durmió con Sócrates como si lo hubiera
hecho con su padre o con su hermano mayor (Symp. 219c7-d2) y eso, cree Alcibíades, es un
signo de arrogancia (ὑπερηφανία) por parte de Sócrates (también lo acusa de engañador; cf.
222b4: ἐξαπατῶν). Alcibíades no entiende: Sócrates lo desea pero se contiene. El deseo eróti-
co que Alcibíades le prodiga no es uno que se “complete” o “realice” en relación con los bie-
nes que se dan acompañados de templanza y justicia, y si el eros de Alcibíades es de tal índo-
le no puede garantizar que proporcionará un “poder supremo” y una “absoluta felicidad” (τὴν
µεγίστην δύναµιν ἔχει καὶ πᾶσαν ἡµῖν εὐδαιµονίαν παρασκευάζει: 188d7-8).10 La relevancia
que tiene para Platón el diferente objeto de amor es un detalle que seguramente no puede ser
exagerado (cf. Gorg. 481c5-e1). Pero aunque Sócrates sabe esto, de todos modos, no puede
evitar enamorarse de Alcibíades. Sócrates es consciente de que es inevitable comenzar por los
cuerpos bellos; también sabe que Eros, en su carácter de entidad intermediaria, vincula lo
mortal (cuerpo) con lo divino (alma). La declaración explícita de su enamoramiento de Al-
cibíades (ἠράσθην: 213d1) hace que Sócrates nos recuerde que es parte de su disposición ha-
bitual enamorarse de los jóvenes bellos;11 en su discurso Alcibíades dice que Sócrates se
encuentra “dispuesto eróticamente” (ἐρωτικῶς διάκειται: 216d2) en relación con ellos12 y que
es “perturbado” (ἐκπέπληκται) por ellos. Pero, a diferencia de Alcibíades, Sócrates es capaz
de distinguir tipos de apasionamiento: aun sintiendo atracción sexual por Alcibíades, es capaz
de diferenciar el mero apasionamiento por el amado (que presupone una relación sexual) del
verdadero eros. Sí, Sócrates es “perturbado” por la belleza de los jóvenes; pero parece haber
aprendido la lección de Diotima: cuando uno contempla lo bello en sí, no creerá que es bello
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9 Creo que este pasaje del Cármides y otros del Simposio (e.g. 216d) muestran que Sócrates tiene interés
por las cosas mundanas – cf., sin embargo, Gonzalez (2012), 57 – y en particular por los jóvenes bellos,
aunque también por la bebida: Sócrates bebe, pero nunca se emborracha (214a3-5). Pero aun teniendo
interés por tales asuntos, es capaz de encuadrarlos en parámetros racionales.
10 Esta afirmación se encuentra en el discurso de Erixímaco, pero, como el resto de los discursos, es par-
te del λόγος platónico: doy por sentado sin argumento alguno que cada uno de los discursos puede en-
tenderse como aspectos parciales del discurso de Platón, quien habla a través de sus personajes.
11 En Gorgias 481d3-4 Platón le hace decir a Sócrates que está enamorado de Alcibíades y de la filo-
sofía (cf. también Prot. 309a-c).
12 Cf. Xen. Symp. 8, 2, donde Sócrates declara que no recuerda un momento en que no haya estado
enamorado de alguien.
366 Marcelo D. Boeri
como el oro o como los jovencitos que ahora lo perturban. Porque entre lo bello en sí y las
cosas bellas hay una diferencia esencial: la belleza es “inmaculada, pura, sin mezcla, y no
contaminada con carne humana” (211e2: µὴ ἀνάπλεων σαρκῶν τε ἀνθρωπίνων).13
Si Sócrates no hubiese aprendido la lección de Diotima, no podría distinguir, como dis-
tingue, entre “afición o ansia amorosa” (φιλεραστία) y amor, ni sería capaz de resistir los em-
bates seductores de Alcibíades. Su disposición hacia Sócrates es φιλεραστία, no ἔρως
(213d6); si Alcibíades sintiera un genuino ἔρως por él, sería capaz de mediatizar su deseo se-
xual. La palabra φιλεραστής aparece varias páginas antes en el discurso de Aristófanes, quien
subraya el hecho de que el filerasta no quiere separarse ni siquiera un breve momento de su
amado y, aunque no está dispuesto a admitirlo, casi exclusivamente funda su vínculo amoro-
so en la “relación de los placeres sexuales” (ἡ τῶν ἀφροδισίων συνουσία: 192c6).14 La συν-
ουσία que Sócrates promueve y la que promueve Alcibíades son muy diferentes. Esta sección
del discurso de Aristófanes adelanta y describe muy bien la condición erótica en que se
encuentra Alcibíades respecto de Sócrates, además de mostrar por qué un genuino ἔρως y una
genuina συνουσία erótico-filosófica no pueden estar anclados del lado de la pura satisfacción
sexual. Este detalle también ayuda a entender la violencia de Alcibíades, quien, motivado por
sus celos y envidia, no permite que ningún bello se acerque a Sócrates (213d1-2). Lo que
hace de Alcibíades una persona alocada y muy celosa es su disposición “filerasta” (213d6).
Es el propio Alcibíades quien reconoce que había pensado que Sócrates tenía interés en su
“belleza juvenil” (i.e. su belleza física: ἐπὶ τῇ ἐµῇ ὥρᾳ) y que si ofrecía sus favores a Sócrates
iba a recibir de él su sabiduría (217a). Este detalle es relevante, porque Alcibíades, además de
tener deseos carnales, piensa que la belleza de Sócrates es su sabiduría. Sí, Sócrates no es bu-
en mozo, no es “bello”: es parecidísimo (ὁµοιότατον) a los silenos; también se parece al
sátiro Marsias. Pero sólo se parece a ellos en su aspecto exterior (εἶδος: 215b5; σχῆµα:
216d4), como los silenos que están en los talleres de escultura que cuando se abren contienen
“estatuas o imágenes de dioses” (ἀγάλµατα […] θεῶν). Esa “estatua divina” que hay dentro
del sileno Sócrates, de aspecto feo e intimidante, es su templanza (216c-219e); ésa es su bel-
leza.15 Pero si Alcibíades “sabe” esto, ¿por qué piensa que por el mero hecho de ofrecer sus
favores a Sócrates va a recibir de éste su sabiduría? Porque en él eros no es eros, sino fileras-
tia. Platón insistentemente nos recuerda que la fealdad física de Sócrates contrasta con su
“belleza anímica”. Tanto Agatón como Alcibíades, los dos personajes más “bellos” del diálo-
go en su apariencia física, experimentan una atracción por la “belleza” de Sócrates, i.e. por su
sabiduría (175d, 219d, 222a). Pero Alcibíades, aunque atraído por la sabiduría de Sócrates,
no puede controlar su atracción carnal hacia él; Sócrates también siente esa atracción, pero la
contiene. Naturalmente, el enamorado y erotizado Alcibíades no tiene la menor intención de
contenerse ni de encuadrar su deseo en un patrón racional dado por la σωφροσύνη. Pero si
ése es el caso, ¿por qué se siente atraído por la belleza de Sócrates? La respuesta más obvia,
creo, que se enmarca en el modelo platónico de amor debería ser: porque Alcibíades carece
de dicha belleza y uno desea lo que no tiene, no lo que tiene.16 Si uno se preguntara por qué
esa atracción por la belleza anímica de Sócrates no tiene un poder causal efectivo en la
conducta de Alcibíades, debería decir que ello sucede porque, aunque Alcibíades advierte que
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13 Es la misma tesis que se encuentra en República V: la Forma “es”, lo que participa de la Forma “es y
no es”. Se trata de una “versión epistemológica” de lo mismo porque lo que es, por un lado, y lo que es y
no es, por el otro, están asociados, respectivamente, al conocimiento (ἐπιστήµη) y a la opinión (δόξα):
Resp. V 476e-480a.
14 Sobre la necesidad de contacto físico (e incluso del orgasmo) exigida por el eros homosexual cf. Do-
ver (1989), 203.
15 Sócrates también es ὑβριστής, como los sátiros; pero como en el caso de su fealdad, su “insolencia”
también es diferente de la de los sátiros (175e7, 215b7, 221e3-4).
16 Cf. Centrone & Nucci (2009), XLVI-XLVII.
Ἔρως y συνουσία en el Simposio 367
la belleza socrática es deseable y genera algunos beneficios que, en el nivel puramente pru-
dencial, le “convienen”, no ha sido aún capaz de “internalizar” ese saber a su carácter y, por
ende, tampoco a su conducta. Sí, Alcibíades “sabe” que lo bello de Sócrates es su sabiduría, y
lo sabe a punto tal que es consciente (σύνοιδα ἐµαυτῷ) de que ese sileno de cuya compañía
(συνουσία) le era imposible privarse (219d8-9) tiene razón: él, el bello Alcibíades, talentoso
y exitoso, no es capaz de conservar sus acuerdos con Sócrates; es por eso que sólo siente ver-
güenza ante el sileno que, incomprensiblemente, ejerce sobre él una atracción irresistible (i.e.
Alcibíades se “siente feo” ante él, τοῦτον µόνον αἰσχύνοµαι: 216b2-3; αἰσχύνοµαι τὰ
ὡµολογηµένα: 216b6), y sabe que no puede argumentar en contra de lo que Sócrates dice que
hay que hacer (216b2-6). Pero si es así, Alcibíades no es verdaderamente consciente de lo
que debe hacer ni “sabe” lo que cree saber; si efectivamente lo supiera, actuaría tal como le
indica lo que cree que hay que hacer.
El énfasis que Platón pone en la confusión de Alcibíades (quien cree que puede seducir a
Sócrates a través de su belleza física: 217a-c) puede leerse como la descripción del curso que
sigue el alma de quien confunde los bienes aparentes con los reales (ἀντὶ δόξης ἀλήθειαν
καλῶν κτᾶσθαι ἐπιχειρεῖς: 218e6). Platón parece retomar aquí la tesis de que cosas tales
como belleza o dinero son bienes si y sólo si están acompañados de inteligencia.17 Alcibíades
(o Platón a través de Alcibíades) se encarga de recordarnos que a Sócrates no le importa si
uno es bello, sino que, aun cuando es atraído por ese tipo de belleza, termina despreciándola
(καταφρονεῖ: 216d8). Tampoco es objeto del interés de Sócrates si uno es rico o si posee al-
guna honra (τιµή: 216e2), sino que cree que todas esas posesiones no valen nada. La aparien-
cia física (εἶδος: 215a5; b5) de Sócrates es fea, pero esa apariencia no es real: como advierte
Alcibíades, Sócrates, aunque parece feo, es bello. Su apariencia es la de un φαῦλος, pero en
realidad es un σπουδαῖος. Alcibíades es completamente consciente de esto; por eso al co-
mienzo de su elogio de Sócrates declara que no es su intención ridiculizarlo: la apariencia de
Sócrates es ridícula, pero Alcibíades advierte que, detrás de esa apariencia risible, Sócrates
posee una belleza “seria” (σπουδάσαντος: 216e5). Alcibíades, el joven bello, divertido y arro-
gante, es seducido por la belleza de Sócrates que lo “turba”; Alcibíades, que funda su vida en
el honor, el poder, el dinero y su belleza, declara que una vez “vio” la belleza de Sócrates
(216e7: ἐγὼ […] εἶδον); al describirla evoca el lenguaje que se usa antes en el diálogo para
referirse a la Forma de belleza (parece entonces que Alcibíades también entendió algo de la
lección de Diotima y que tal vez comenzó el ascenso hacia lo bello).18 Como Sócrates, que se
sentía perturbado por los jóvenes bellos, éstos también lo son por las “meras palabras”
(ψιλοῖς λόγοις: 215c7) de Sócrates, quien logra el mismo efecto que Marcias, aunque no me-
diante instrumentos (215c7-d). Alcibíades dice que esas palabras “le han mordido” el
corazón, el alma, y que se han apoderado de su “alma joven y no mal dotada por naturaleza”
(µὴ ἀφυοῦς: 218a6). Está deslumbrado por la belleza de Sócrates, pero esa belleza lo hace
sufrir: la locura y la “agitación báquica” (βακχεία: 218b4) del filósofo lo mortifica. Al-
cibíades ha descubierto que Sócrates no es menos alocado y “báquico” que él mismo, pero el
Sócrates dionisíaco que ha descubierto tiene explicaciones capaces de hacer coherente lo que
cree y lo que hace, algo que Alcibíades no puede hacer. Pero si Alcibíades se da cuenta de
que la belleza de Sócrates no está en su cuerpo, sino en su alma, ¿por qué insiste en presionar
a Sócrates a que se fije en su propia belleza física y por qué cree que eso sería suficiente para
seducirlo?19 Con cierta resignación Alcibíades declara que, aunque conversaban a solas como
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17 Euthyd. 278e3-280b6; Gorg. 466e9-11, 467a4-6.
18 Cf. Symp. 210e, 211e, 216e7 y Sheffield (2006), 189.
19 Sin duda Alcibíades no ignora la fealdad física de Sócrates, pero, de todas maneras, encuentra en él un
fuerte atractivo erótico. Como hace notar Lev Kenaan (2010), 172, este tipo de juicio no deja de tener
dificultades, ya que Alcibíades describe a Sócrates como “el más bello” y, a la vez, como un feo y gro-
368 Marcelo D. Boeri
un amante conversa con su amante, y aun cuando practicaban gimnasia juntos sin que nadie
estuviera presente, “no sucedía nada más” (οὐδὲν γάρ µοι πλέον ἦν: 217c3-4).
Ahora bien, si Alcibíades “sabe” que Sócrates posee templanza y autocontrol, ¿por qué
cree que habría de suceder algo más? Quizás es la esperanza irracional del enamorado aloca-
do que centra su eros en una emoción que no hace más que nublar su comprensión. Que
Platón debe estar pensando en un estado emocional capaz de bloquear la comprensión del
eróticamente enloquecido Alcibíades lo muestra el hecho de que describe a Sócrates como
una persona realmente temerosa por lo que pueda hacer el joven enamorado. Pero eso no sólo
se debe a la borrachera de Alcibíades, sino a su carácter (i.e. a su alma); es una persona vio-
lenta y ante el continuo rechazo que Sócrates hace de su persona, hay razones para pensar que
el despreciado Alcibíades puede cometer una locura. Es claro, entonces, que Sócrates se toma
en serio la amenaza de castigarlo que le profiere Alcibíades.20
En el “ascenso erótico” descripto por Diotima el impulso erótico puede transformarse y
guiar a la persona desde la gratificación carnal particular a la gratificación proporcionada por
la visión de las Formas. Es Diotima quien recomienda que el joven amante comience por di-
rigirse a los cuerpos bellos y que, luego de ser guiado correctamente (ὀρθῶς ἡγῆται), se
enamore (ἐρᾶν) de un solo cuerpo y genere en él “discursos bellos” (210a6-8). La belleza
física es necesaria pero no suficiente. Alcibíades es un filósofo erótico a medio camino por-
que, aun cuando parece visualizar la razón por la cual hay una verdadera belleza en Sócrates
(belleza que sin duda no posee y desea poseer), todavía no logra incorporar a su propio carác-
ter el aspecto erótico de dicha belleza y, por tanto, aunque se sabe bello, sabe que aún no es
completamente bello o, peor aún, tal vez sospecha que su belleza no significa mucho si se la
compara con la de Sócrates. Pero de nuevo, ¿cómo es que un ebrio puede saber que lo que
dice es verdad? El elogio que hace Alcibíades de Sócrates (215a-222a) así como otros discur-
sos dentro del diálogo contienen algunos de los ingredientes fundamentales de la idea que
habitualmente tenemos de Sócrates como persona y como filósofo: Sócrates ironiza, “disimu-
la” (en eso consiste su ser ὑβριστής: 215b7). Su insolencia, su disimulo, como lo muestra su
conversación con Agatón (175d3-e10) y como lo denuncia Alcibíades, consiste en mostrar su
sabiduría como inferior a la del flamante ganador del concurso trágico (algo que ni siquiera
puede creer el victorioso joven Agatón) y en afirmar que ignora todo y no sabe nada (216d).
Sócrates genera el estado de perplejidad –no sólo en los demás sino también en sí mismo–
característico de quien es capaz de comenzar a revisar lo que antes creía que sabía.21 Además,
se queja Alcibíades, a Sócrates no le interesa la belleza, el dinero o el honor (216d, 219c).
Sócrates es resistente, no sólo a los embates de los jóvenes bellos, sino también al vino y a las
inclemencias del tiempo (214a, 220a-c). Además es valiente; es quien salva la vida de Al-
cibíades arriesgando la suya (220e). Alcibíades está tan seguro de que todo esto es cierto que,
al comienzo de su elogio, desafía a Sócrates a que lo corrija si está mintiendo (214e-215a; cf.
220e5).
Pero, ¿se puede decir que lo que Alcibíades ha dicho de Sócrates no es verdad? Probab-
lemente no: su descripción es correcta; Sócrates nunca lo desmiente. Más aún, se puede
pensar que Alcibíades es el medio que usa Platón para hablar, una vez más, de su maestro.22
Pero la terrible decepción de Alcibíades es que Sócrates no le cree; quienes estaban es-
cuchando su elogio estallan en risas, pero reconocen su franqueza (222c1-2). Con su “silénica
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tesco sileno. Pero esa fealdad se refiere solamente al aspecto externo de Sócrates, pues es como la de las
estatuillas que, al ser abiertas, contienen “estatuas o imágenes de dioses” (Symp. 215b4-6, 221d-222a).
20 Cf. Symp. 213d6-8. En 213d6 Sócrates declara expresamente que la locura y “filerastia” de Alcibíades
“le dan mucho miedo” (πάνυ ὀρρωδῶ). Con razón observa Nussbaum (1986), 171, que la amenaza y
violencia burlonas que rodean el discurso de Alcibíades van más allá de un mero juego pues es alguien
que está por cometer actos de verdadera violencia.
21 Cf. Symp. 198a4-10, 201b11-12.
22 Cf. Centrone & Nucci (2009), xxxix.
Ἔρως y συνουσία en el Simposio 369
insolencia” Sócrates le dice que, en realidad, parece estar sobrio pues, si así no fuere, no
habría podido formular con tantos y tan sofisticados rodeos su verdadero propósito: enemistar
a Agatón y a Sócrates, de manera que éste únicamente ame a Alcibíades. Sócrates califica el
discurso de Alcibíades de “drama satírico” y convence a Agatón de que tiene razón (222c-e).
En ese momento uno confirma, gracias al comentario de Agatón, lo que ya sospechaba: no es
cierto, como decía Alcibíades cuando se suma al simposio, que Sócrates lo estaba acechando
(ἐλλοχῶν: 213b9). Fue el mismo Alcibíades quien se acostó entre Agatón y Sócrates; en este
momento Agatón, persuadido por Sócrates, cree que lo ha hecho a propósito para separarlo de
Sócrates.
III. Epílogo: ¿por qué Alcibíades tiene tantas dificultades para entender a Sócrates?
Aunque es el propio Sócrates platónico quien valora la belleza física en los demás como
el complemento ideal de la belleza del alma,23 el contraste entre Sócrates (poseedor de una
“extraña belleza” que no parece bella pero que lo es) y Alcibíades (poseedor de una belleza
evidente para cualquiera pero consciente de una belleza incompleta) le sirve a Platón para
enfatizar aún más que Eros “edifica su morada en los caracteres y en las almas de dioses y
hombres” (195e), y quizá también para acentuar el carácter “demónico” de Sócrates como
encarnación de Eros y su posición intermedia entre lo mortal y lo inmortal.24 El eros de Al-
cibíades se encuentra firmemente enraizado en lo mortal, pero advierte que eso no es sufi-
ciente; el eros socrático no elimina sin más los ingredientes corpóreos del deseo erótico
(Sócrates desea a Alcibíades), pero sabe que la belleza más firme o más real es la anímica, no
la corpórea. Inexperto como era Alcibíades en asuntos eróticos (i.e. en τὰ ἐρωτικά en el sen-
tido en que quiere entender dichos asuntos Platón), después de pedir a Sócrates que lo ayude
a mejorar su alma (218d1-2), le ofrece a cambio su cuerpo. Entonces Sócrates le dice (218d7-
e6):
querido Alcibíades, en verdad parece que no eres tonto, si es por acaso verdad lo que dices
acerca de mí y si hay en mí cierta capacidad por obra de la cual tú podrías hacerte mejor
(ἀµείνων). Una irresistible belleza (ἀµήχανον κάλλος), por cierto, estarías viendo en mí, y
muy distinta de tu aspecto bello (εὐµορφία). Si al verla intentas asociarte (κοινώσασθαι) con-
migo y cambiar belleza por belleza, no en poco piensas aventajarme (πλεονεκτεῖν), sino que
en lugar de apariencia (δόξα) verdaderas cosas bellas intentas adquirir.
No sólo Alcibíades desea conseguir a cualquier precio lo que quiere (en eso consiste su
πλεονεκτεῖν: 216b5), sino que además su propia belleza es su aspecto bello (εὐµορφία), y la
apariencia en que consiste su belleza sigue amarrada a su cuerpo.25 Sócrates sugiere que es
como cambiar oro por bronce, siendo la belleza de Alcibíades bronce y la de Sócrates oro. La
comparación es apropiada: el oro es un metal más precioso porque es más duradero y perma-
nente que el bronce, y lo mismo pasa con la belleza socrática: la belleza de Sócrates está en
su alma, algo más duradero que el cuerpo. El pasaje recién citado del Simposio recuerda las
líneas iniciales del Alcibíades I: Sócrates advierte la sorpresa de Alcibíades, pues aunque fue
su primer amante, es el único que no lo abandona cuando los demás ya han dejado de amarlo
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23 Blondell (2002), 71; cf. Charm. 153d, 154d-e y Symp. 210b.
24 Cf. Symp. 210d7-e1, y Lev Kenaan (2010), 165-66. Eros, como el filósofo Sócrates, se encuentra ent-
re la posesión y la carencia. Cf. Sheffield (2006), 199.
25 Véase Centrone & Nucci (2009), 205 n. 338 (Symp. 219a). Además del hecho evidente de que en el
contexto εὐµορφία se refiere al aspecto o “buena forma” de Alcibíades, cf. Plat. Leg. IV 716a6, donde la
“forma bella” del propio cuerpo se da unida a la juventud e insensatez (algo que describe perfectamente
la condición de Alcibíades). Este pasaje de las Leyes parece ser el modo en que Platón en su vejez toda-
vía recuerda a Alcibíades: “alguien que cree que no necesita de gobernante ni de ningún guía, sino que él
mismo es capaz de guiar a los demás” (ver también Leg. VI 744c1).
370 Marcelo D. Boeri
(130a1-5). Alcibíades – como sus amantes, que ahora advierten que su belleza corpórea ha
comenzado a decaer y lo han abandonado – centra el motivo de su amor en la belleza
corpórea. Pero eso es, según la terminología del Alcibíades I, estar enamorado de lo de la per-
sona, no de la persona, y eso explica que los antiguos amantes de Alcibíades lo hayan dejado
solo: es que únicamente estaban enamorados del cuerpo de Alcibíades, que no es lo mismo
que Alcibíades (Alc. I 131c5-7). Sócrates es el verdadero y único amante de Alcibíades por-
que está enamorado de su alma, que es lo permanente y que se identifica con la persona de
Alcibíades. Lo que Sócrates quiere decirle a Alcibíades es que si en él hay alguna belleza o
algún bien, éste es un bien anímico y que no podrá ayudarlo a ser mejor tomando su cuerpo o
dándole el suyo. Cuando Alcibíades le dice a Sócrates que éste es el único que merece ser su
amante (Symp. 218c7-8) tiene toda la razón, pero no por lo que cree: Sócrates merece ser su
único amante porque se interesa por su alma. Es también por eso que cuando en el Simposio
Sócrates desprecia la belleza de Alcibíades no desprecia a Alcibíades, sino a “lo de” Al-
cibíades.26
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26 Por sus observaciones agradezco a Carolina Araújo, Beatriz Bossi, Ivana Costa, Michel Fattal, María
Angélica Fierro, Francisco Gonzalez, Melissa Lane, Tom Robinson, Lucas Soares y Álvaro Vallejo
Campos.