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Por H. Galván
Email: triunfaremos@gmail.com
01 de diciembre de 2006
Tuvo que acontecer una inesperada huelga, para que la opinión pública dominicana
pusiera interés sobre el problema del transporte. La crisis permanente en el sector,
la ineficiencia, la privatización, la falta de calidad, el elevado costo, su impacto
sobre el congestionamiento tránsito, y el problema estructural del sistema, parece
que nunca fueron noticias u objeto de análisis. ¡Más vende lo que dice Miguel
Vargas o los cotidianos asaltos a Vimenca!.
Tuvo que haberse decretado una huelga o paralización en las rutas de los
autobuses para que los dominicanos y dominicanas “entendiésemos” la dimensión
del problema, y la necesidad urgente de tomar cartas en el asunto.
Como en otras ocasiones, los conflictos internos entre las mafias sindicales y los
cárteles que dominan el sector, han puesto en juego la tranquilidad y el desarrollo
de la República Dominicana. Juan hubieres y Antonio Marte (junto a otros), se han
puesto de acuerdo (o en desacuerdo) y han paralizado al país, afectando con sus
necedades y avaricias la vida de cientos de miles (quizás millones) de dominicanos.
El motivo: sus propios intereses. La respuesta del Gobierno: ninguna. Los únicos
perjudicados: la población en general.
Las elites políticas que han gobernado el país en las últimas cuatro décadas no han
comprendido el carácter estratégico del servicio del transporte en el desarrollo. Éste
es uno de los servicios básicos y fundamentales de cualquier sociedad. Por esta
falta de visión han fracasado uno tras otro sus intentos por incidir en el problema..
La ausencia de esa política nacional integral sobre transporte provoca uno de los
principales cuellos de botellas que impiden el desarrollo nacional. La productividad y
calidad del trabajo y las labores cotidianas se ven afectadas por el mal servicio. Al
ser un servicio privatizado, escasamente colectivizado, el consumo de
hidrocarburos es elevadísimo así como su emisión contaminante. Los riesgos de
inseguridad ciudadana son aun mayores; sin tener en cuenta la calidad y el buen
servicio.
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Todo esto tiene un alto costo para el desarrollo; la inexistencia de un transporte
diferente hace que los individuos se vean forzados a tomar la decisión de no
consumir el servicio “público”, adquiriendo y utilizando relativamente mucho los
automóviles personales, eso implica mayor costo, difícil de pagar para un país
subdesarrollado.
Para responder se hace necesario que reconocer que el problema del transporte en
República Dominicana es un asunto sistémico; es un problema que concierne y
responsabiliza directamente a las elites que han gobernado el país, que no han
tenido la capacidad ni la voluntad política para enfrentar el problema desde sus
raíces. Desde ONATRATE hasta el Plan RENOVE, desde la creación de la OITT, hasta
la OPRET, todas las políticas y planes han estado signados por la corrupción y el
fracaso.
Sin embargo, hay que reconocer que durante este último gobierno de Leonel
Fernández, el transporte que ya era caótico e ineficiente, no sólo ha empeorado,
sino que se ha convertido en un gran dolor de cabeza para usuarios y para el
público en general.
1
Articulo disponible en http://www.lainiciativa.org/perspectivas/hgalvan/hgalvan24.html
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Articulo disponible en http://www.lainiciativa.org/perspectivas/hgalvan/hgalvan29.html
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colectivo y menos costoso (inversamente a su esfuerzo actual) estaría ahorrando
mucho más…]
Si así es, las últimas medidas tomadas para “regular” el sistema de transporte y
que ahora cumplieron un año sólo han contribuido para empeorar mucho más la
crisis permanente del transporte. Las medidas han beneficiado únicamente a los
sindicatos y a los chóferes que les han otorgado mayor poder sobre los usuarios. El
riesgo de crisis es aun mayor. Lo resultados son evidentes.
Si el lector quiere comprobar la realidad del transporte ahora, basta con recorrer a
pie alguna de las calles principales del país, particularmente la 27 de febrero, la
Máximo Gómez o la Duarte. Que una huelga de guaguas generara semejante crisis,
como recién aconteció, es un indicador irrefutable del poder de los cárteles del
transporte y de la vulnerabilidad del sistema.
Lo que falta realmente es una política de Estado clara y bien diseñada, y sobretodo
la voluntad necesaria para implementarla. Esta política de transporte debe abarcar
al menos los siguientes aspectos:
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• Integralidad. La política nacional debe considerar el transporte
integralmente, y trabajar en el Sistema como un todo. Debe prestar
atención a la regulación y ordenamiento del tránsito, debe trabajar el tema
de la infraestructura (vialidad y asfaltado es importante) de prestar atención
a la política urbana, por ejemplo. Hay que prestar atención al transporte
interurbano; pero, sobretodo lo imprescindible es reconocer la necesidad de
usar diferentes medios de transporte para diferentes casos y combinarlos.
No sólo se hace necesario combinar transporte aéreo, terrestre y marítimo,
sino que en el transporte terrestre se necesario saber combinar transporte
ferroviario, transporte en autobuses y en mini-buses, por ejemplo.
Estas son las líneas que considero importantes seguir para definir la necesaria
política nacional de transporte que permita superar el cuello de botella y dote al
país de un sistema de transporte que apuntale el desarrollo. Para definir una
política que supere el clientelismo y el “cotroplacismo”, sin embargo, se requerirá
de bastante voluntad política y compromiso social, que las elites que gobiernan
actualmente no poseen.
¿Y el Presidente y su Gobierno?