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Arte, palabra y signo

Todos los modos de expresión gráfica son deudores del


lenguaje por excelencia: el habla. Todos ellos, de la imagen
al signo y al símbolo, pasan por la abstracción. Los procesos
abstractivos de la mente. Desde el Arte a la Escritura.

La Palabra nace del hombre y el Hombre nace con la palabra.

Empezamos a ser humanos en la medida que designamos las cosas en


ausencia de ellas mismas, mediante sonidos fónicos codificados. Las cosas del
mundo hechas palabras. Que son otra especie de cosas en un mundo distinto.
Humano.

Las palabras son signos, y como tales significan y designan. Designar, designio
tienen la misma raíz común: la palabra latina signum, que engloba las nociones
de “signo” y “significado” -y está también en el origen del término “diseño” y
design. Designar es señalar las cosas nombrándolas. Señalarlas por medio de
signos verbales inventados y transmitidos por la cultura. Y articular con ellos
pensamientos. Discursos.

Las palabras están ligadas a las cosas y al pensamiento. Ellas establecen las
relaciones entre los individuos, y las de éstos con las ideas y con las cosas del
entorno. La palabra es la que hace del ser un ser social. Así se tejen los lazos
que configuran una comunidad. Y ellos existen por aquello que sus miembros
tienen en común: una lengua, un entorno, una cultura, un sentido identitario.
Poner en común es comunicarse, compartir. Una comunidad es el producto de
la comunicación.

1. Simbolización

Las palabras son también símbolos por el modo como funcionan con las
personas para significar. Las palabras son signos fónicos: sonidos del habla;
que son transcodificados en signos gráficos. Así, las palabras sólo existen al
ser pronunciadas. O leídas en silencio. O recordadas. Es entonces cuando
ellas toman forma y sentido.

Con esos sonidos y su transcripción en signos de la escritura nosotros nos


referimos a las cosas. Pero las palabras no tienen relación causal ni directa con
esas cosas que designan, ni poseen semejanza formal ni perceptiva alguna
con ellas. Las palabras no están en la Naturaleza ni en las cosas, ni surgen de
ellas. Por eso son símbolos. El hombre es un animal simbólico. Vive en un
mundo de símbolos, y un mundo de símbolos vive en él.

Cada cosa -real o imaginaria- tiene un Nombre que el hombre, ser simbólico,
les ha dado en herencia a otros hombres. Cada cosa -real o imaginaria- tiene

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una Forma -sonora o gráfica y mental- por la cual se hace presente a la


conciencia. Es la Forma lo que aparece a los sentidos y a la memoria.

La Forma unida al Significado. La forma de las cosas visibles sobre el espacio


define su identidad. Si por la palabra las designamos al nombrarlas, por la
visión las conocemos y las reconocemos a través de la experiencia perceptiva
de la forma, y de esta en la memoria.

Una pulsión irrefrenable del Homo emergente (prehistórico) es la de imponerse


a la Naturaleza. Ejercer algún dominio, algún control sobre aquello que se le
escapa: las cosas que ha visto y ha sentido; las que ha imaginado y las que
puede llegar a comprender, o que nunca podrá comprender. Es decir,
aprehender mentalmente, y retener las cosas del mundo a las que el ser dota
de sentido por el desdoblamiento simbólico.

Por medio del símbolo, las cosas del entorno -incluido el Ser mismo y los
Otros- son lo que son realmente, pero también lo que significan: lo que el
hombre crea simbólicamente. Simbolizar es proyectarse él mismo en las cosas
y las ideas a través de ese desdoblamiento de sentido que les ha conferido.

2. Abstracción

Tal desdoblamiento de lo real y lo imaginario en elementos simbólicos es obra


de un cerebro complejo: sapiens. ¿Las cosas son lo que objetivamente son o lo
que psicológica y culturalmente significan? Al mismo tiempo que son, son
ambas cosas, en la misma medida que se muestran a los ojos, también
expresan y ocultan lo que simbólicamente sustituyen. Son símbolos de
sustitución. Por eso las palabras sustituyen a las cosas a la vez que las
designan y las significan.

Hay en este proceder simbólico humano, un enorme poder de abstracción.


Un modo de abstraer la realidad es dar un nombre a cada cosa, y así poder
manipularlas por el pensamiento y el habla sin tocarlas. Ese acto de bautismo
implica un proceso de abstracción básico y fundamental por el cual, en la
medida que lo compartimos, comprendemos el mundo. abstraer es separar,
extraer artificialmente (mentalmente) las cosas reales del complejísimo
continuo espacio-temporal en el cual existen, en el mismo acto de percibirlas.
Y de este modo, separando la forma del fondo, desciframos el mundo en
unidades simples de un sinfín de cosas y de sensaciones, que la mente puede
discernir como tales por ese mismo hecho de aislarlas -perceptiva y
mentalmente gracias a la capacidad separadora del cerebro- para darles
nombres y recordarlas al mismo tiempo.

Otro modo de abstracción es mirar, o recordar, la forma sensible de las cosas


y trazar sus contornos sobre un soporte para fijarlas en él y retenerlas. Ese
trazado, ese dibujo simplificado es el producto de reseguir mentalmente el
contorno que encierra cada cosa, aislada de su contexto. Pero las cosas de la
realidad no tienen líneas ni contornos. Las líneas y los contornos están en
nuestras cabezas. La forma de las cosas es tridimensional, volumétrica o táctil,

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pero ningún contorno lineal las dibuja. La forma dibujada, la línea que la traza o
el contorno que la encierra no están en la Naturaleza; no están en las cosas,
sino en la mente. Exactamente igual como lo están las palabras.

Hay en el dibujo figurativo tres niveles de abstracción. El primero es cuando el


prehistórico aisla en la memoria el bisonte real del continuo espacio temporal
en el que existe, y lo traslada a la imaginación simbólica. En este nivel de
conciencia, el animal bisonte es muerte para el hombre indefenso, y es vida
para el cazador hambriento. Y es en esta representación mental donde surge
posiblemente el deseo de retener la figura del bisonte. Porque retenerlo fijo
sobre la roca es un poder del hombre sobre el animal.

El segundo nivel de abstracción reduce el animal bisonte a una forma mental


estática, una matriz: su silueta. El animal desmaterializado en el pensamiento
dictará el dibujo de su perfil.

La tercera abstracción es este trazado, este contorno imaginario dibujado sobre


la roca con un pedazo de carbón. Esa abstracción final es absolutamente ajena
al animal bisonte -como las palabras lo son a las cosas-. Este dibujo es energía
biológica -mental y gestual- traducida en el gesto trazador que crea la línea.
La línea es a su vez un producto de la abstracción; ella tiene vida propia con
independencia de las cosas de la realidad. Y tiene el sentido que sapiens le da
en ese gesto, no vital, sino lúdico o gratuito, que no procura la supervivencia
del prehistórico sino la del bisonte plasmado sobre la roca. Las palabras y las
imágenes sobreviven a las cosas que ellas significan.

3. Escritura

Mesopotamia. Egipto. Seis mil años antes que nosotros.

Las imágenes simbólicas del arte inventado por sapiens doce mil años antes,
se abstractizan, se simplifican y se funcionalizan. Se metamorfosean en
lenguaje visual. Pero ya no representan a las cosas sino a las palabras con que
designamos las cosas. Escritura sin alfabeto. Pictogramas. Jeroglifos. Símbolos
de símbolos reducidos a signos, y con ellos emergencia de breves relatos
visuales. La imagen simbólica ha dado paso a la imagen funcional. Lo que
antes era dibujo ahora es notación. Sirve para tomar notas, anotar. Y el arte se
ha transformado en documento.

En Mesopotamia y en Egipto las imágenes devienen palabras; las series de


imágenes devienen relatos. Casi al mismo tiempo, en Italia, los dibujos
grabados sobre las rocas ya no muestran el alma del bisonte ni son su
fantasma. Ahora son la historia, el relato visual de una pequeña aldea:
Bedolina, y la vida agrícola en esa olvidada comunidad. Por estos dibujos
pétreos conocemos cómo era esa aldea, las herramientas y las prácticas de
sus pobladores.

Dibujo que es casi escritura. Así, mientras los signos escritos y contables
cuneiformes, trazados sobre tablillas de arcilla tierna puestas a secar al sol en

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Mesopotamia inventan la Escritura, los grabados pétreos de Bedolina se


convierten en documentos de la vida diaria en esta aldea. El arte parietal se ha
transformado en grafismo. E inventa el Documento, que rompe con el pasado
simbólico del arte y de esta ruptura emerge la imagen funcional.

En la medida en que el ser anota, se escribe y se dibuja la vida. Y todo eso se


retiene y se hace visible, ¡surge la Historia! Sin embargo, el fin de la prehistoria
no será el final, sino el principio del Arte.

© Joan Costa

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