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@DalaiLama

Por Manuel A. Hernández Giuliani

Me encontraba solo en la pequeña sala de


reuniones del Centro Budista de Caracas haciendo
pruebas con el equipo de videoconferencia que les
había alquilado, un hermoso Polycom modelo
V700. El equipo estaba conectado —vía enlace
banda ancha y una red privada virtual o VPN por sus
siglas en inglés—, con un lugar desconocido para
mí llamado Dharamsala en la India. Esperaba por mí
interlocutor al otro lado del equipo para realizar las
pruebas de audio y vídeo.

Había llegado alguien, un poco mayor para ser un


técnico, tenía lentes gruesos y pasado de moda,
cabello rapado y una túnica roja muy elegante. El
anciano dice algunas palabras en un idioma que no
reconozco y supongo que es el tibetano.

Yo respondo en inglés “I'm sorry, I don't speak


tibetan”, y el amable señor me dice en un inglés
parecido al mío “neither I”, riéndose de forma afable
y tranquila. Me pregunta de manera sencilla en un
inglés accidentado pero entendible que cómo me
sentía, a lo que le respondo “viviendo el momento”.

—Tan pronto has dicho esa frase ya se encuentra


en el pasado —me dice serenamente—, el presente
no es posible fijarlo, una sola fracción de segundo
antes del supuesto momento presente es el pasado;
una sola fracción de segundo después es ya el
futuro. Ese momento es la superficie que conecta el
pasado con el futuro.

Este no es un monje cualquiera pensé, “disculpe, mí


nombre es Manuel y ¿el suyo?”, dije mientras
observaba en el monitor un mensaje de packet lost.

—Tenzin Gyatso pero me dicen Dalai Lama. —


respondió sin inmutarse.

Mis manos quedaron inmóviles, sentí un latigazo


eléctrico por mí espina dorsal. ¿Cómo era posible
que estuviese hablando con la reencarnación de
Buda?

—¿Eres budista? —me preguntó sacándome de mí


inmovilidad y asombro.

—No, no sé nada de religión, de ninguna de ellas.


Soy un hombre de ciencia y tecnología.

—La ciencia y la tecnología, muy interesante, es


inevitable por estos días, traen satisfacción material.
Sería muy bueno si pudieran, también, llevar la
felicidad verdadera a las personas...

Mientras le escuchaba con atención observaba que


el equipo de vídeo conferencia mostraba de vez en
cuando mensajes de packet lost, “debo revisar la
conexión”, pensé, sin embargo seguía atentamente
a sus palabras.

—Existen cosas que la tecnología nos da


inmediatamente, pero no nos puede explicar los
fenómenos carentes de forma, de sustancia o de
color. Por ejemplo la conciencia humana, la ciencia
o la tecnología no pueden explicarla y sin embargo
existe. Los científicos siguen sin entender qué es en
realidad, por qué existe, cómo existe, cómo
funciona, cuál es su naturaleza esencial.
¿Comprendes? ¿Eres feliz? —me preguntó
sutilmente.

—Para mí la felicidad es relativa, existen algunas


cosas que me gustaría tener sin embargo lo que
está bajo mí control está bien. Tengo lo que
necesito para vivir aunque pudiera estar mejor. ¿Es
eso felicidad?

—La felicidad no depende de factores externos,


brota del desarrollo interior. La música y el arte nos
proporcionan una felicidad y una satisfacción
superiores a las que nos aporta la simple
adquisición de objetos materiales. Pero sigue
dependiendo de factores externos. ¿Conoces mí
historia? —asentí con un movimiento de cabeza
aparentando saber—. Entonces sabrás por lo que
he pasado desde que tenía dieciséis años cuando
perdí mí nación —tomé una nota mental: investigar
sobre la vida del Dalai—, llevo más de cincuenta
años como refugiado en un país extranjero y
observo como mí patria ha padecido toda clase
destrucción y sufrimiento. A pesar que todas esas
cosas me entristecen en lo más profundo, lo que
respecta a mí serenidad elemental, incluso en los
momentos difíciles, no tengo ningún reparo ni
vacilación en decir que soy feliz. La característica
principal de la felicidad genuina es la paz, la paz
interior.

—¿Debo ser religioso para ser feliz? —ni de vaina


entro en alguna religión, pensé.

—La influencia que tiene la religión en la vida de las


personas es generalmente algo marginal, sobre
todo en el mundo desarrollado. Que una persona
sea religiosa o no, no tiene mayor importancia, lo
importante es que se trate de un buen ser humano
—eso tiene sentido para mí. ¡Compro esa idea!,
pensé—. Que sea espiritual: el amor, la compasión,
la paciencia, la tolerancia, el perdón, la contención,
el sentido de la responsabilidad, el sentido de la
armonía..., que aportan la felicidad tanto a uno
mismo como a los demás.

—¿Pero cómo puede hacer uno con su naturaleza?,


por ejemplo, yo me considero intolerante.

—Cuando joven perdía por completo la paciencia


cuando reparaba relojes, otra de mis aficiones.
Tomaba el mecanismo y le batía contra la mesa.
Luego lo lamentaba y me avergonzaba de mí
comportamiento, sobre todo cuando, como sucedió
una vez, tuve que devolver el reloj a su propietario
en peor estado que antes de repararlo. —packet
lost— La clave ha de ser “en la medida de nuestras
posibilidades”, sin llegar a ningún extremo.

—¿Usted tuvo algún sueño de los que se puedan


llamar superfluos o banales?

—Yo no soy más que un ser humano normal y


corriente. Por mí condición no es necesario que
sepa conducir un automóvil, por ejemplo, pero de
joven ese era mí sueño secreto, el aprender a
conducir. Luego de insistir mucho con miembros del
gobierno me consiguieron a alguien que me
enseñara, lo cual disfruté mucho.

Se rió jovialmente mostrando al final una sonrisa


iluminadora, mientras sus mejillas parecían
sonrojarse.

—¿Se ha sentido avergonzado alguna vez?

Meditó un momento su respuesta para luego decir:

—En una conferencia en Japón hace algunos años


vi a un grupo de personas que venían hacia mí con
un ramo de flores —packet lost, se está haciendo
más repetitivo, al finalizar llamaré a la compañía de
telecomunicaciones para que revisemos el enlace
—. Me puse de pie anticipándome al momento en
que debía recibir su ofrenda, pero vi con gran
sorpresa que seguían su camino hasta depositar las
flores en el altar que había a mis espaldas. Tuve que
tomar de nuevo asiento, sintiéndome avergonzado
de mí actitud. Sin embargo, así me vi obligado a
recordar que el modo en que suceden las cosas y
se producen los acontecimientos no siempre
coincide con nuestras expectativas.

—Si el cristianismo y el budismo cubren las


expectativas de las personas, ¿son entonces
similares?

—El budismo y el cristianismo pudieran parecer


tener similitudes en algunos enfoques o conceptos a
la hora de la concepción cristiana de Dios o de la
budista para el shunyata, vaciedad para que lo
puedas comprender mejor mí joven amigo. Estas
dos religiones no son la misma, decir eso es ir un
poco demasiado lejos. La religión es como una
medicina para el espíritu humano.

—¿Son cómo distintas escaleras para llevarnos al


mismo lugar?

—Interesante punto de vista joven amigo. La


finalidad de la religión es facilitar el amor y la
compasión, la paciencia, la tolerancia, la humildad,
el perdón... Si descuidamos estas virtudes, no
importa en cuál religión creamos no servirá de
nada.
—¿Tiene usted cuenta en Twitter?

Me regaló otra sonrisa para luego responder dentro


de su manto de tranquilidad.

—Los medios de comunicación es un arma muy


poderosa en nuestro esfuerzo por crear un mundo
mejor y más pacífico, por tal motivo he decidido
tener cuenta en Twitter. Aunque admito que la
administran por mí enviando mí mensaje al mundo.

En ese momento se perdió la conexión, llamo de


nuevo a la misma dirección IP, el equipo se
reconecta, ya no estaba ahí. No pude despedirme,
incluso quedé con la duda si esa conversación fue
real. Enciendo mí Lenovo X61, levanto el navegador
web Chrome, entro en google y tecleo Dalai Lama...
Enter .

Referencias
http://www.euskaweb.com/viajes/dharamsala.htm
http://jesusagrario.en.telepolis.com/tibet/entrevista.htm
http://www.sanghavirtual.org/2009/?p=487
http://www.mundo-albergues.com/viajar/hostales-dharamsala-india
http://www.vagamundos.net/2007/pagina.php?id=1180
http://4grandesverdades.wordpress.com/2010/08/13/entrevista-al-dalai-lama
El Arte De Vivir En El Nuevo Milenio (Dalai Lama)
http://www.caracasktc.org

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