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La escena de congestión vehicular es casi siempre la misma en los pasos fronterizos de San
Antonio y Ureña. Largas filas de vehículos a lado y lado de la vía. Camiones de todo tipo
estacionados a los costados de las carreteras esperando la legalización, inspección y la
autorización del paso definitivo de la mercancía que transportan.
La pregunta obligada es: ¿ será que en nuestros gobiernos, entre nuestras autoridades, entre
los responsables de este tipo de decisiones hay personas que piensan que la solución a
nuestros problemas estructurales, aduaneros, comerciales, logísticos, operativos,
competitivos se resuelve “abriendo otra puerta” para entrar o salir de cada uno de nuestros
países ?.
Resultaría deprimente, porque de ser así, estarían desconociendo que en lo que hace a los
intercambios comerciales internacionales, los acuerdos políticos y/o comerciales no son
más que la teoría de una actividad – el paso de frontera - que funcionalmente viene
determinada por los códigos aduaneros nacionales, que contienen la práctica y que
demandan del funcionamiento armónico integrado de los sistemas de infraestructura,
transporte y logística y hasta de una cultura común entre los actores del hecho aduanero,
para cumplir con los postulados de la facilitación comercial en cuanto a la eficiencia de los
pasos de frontera que deben permitir la fluidez segura necesaria en los movimientos de los
vehículos de tal manera que deriven en un costo logístico total razonable y en todo aquello
que permitan aplicar los indicadores de desempeño logístico que vendrán a sustentar la
importancia y efectividad de las medidas y a hacer posible el sueño de la competitividad
real y efectiva a escala regional y nacional, binacional en este caso.
Sería muy importante poder aprovechar esta gran coyuntura y la voluntad de nuestros
mandatarios para presentar el proyecto desde esta región fronteriza, para el bien de nuestros
dos países y no esperar a que aparezcan los salvadores, a que empiece la rapiña por los
estudios inútiles, por los análisis de oficina, por los diagnósticos de organismos
multilaterales, por los promotores de Conpes, por las obras y que aparezcan los mercaderes
foráneos, nacionales e internacionales a “resolver nuestros problemas”, a “apropiarse de
nuestros recursos”, salvo que queramos seguir practicando la costumbre consuetudinaria de
mirar y tratar nuestras realidades como si fueran asuntos de otros, como si fueran un
espectáculo. No olvidemos que este tipo de iniciativas y proyectos han constituido
históricamente, nacionalmente, el caldo de cultivo óptimo para que crezcan los
microorganismos malditos que alimentan la corrupción. No sigamos siendo ni por un solo
segundo, la caja de Petri que contienen los caldos de cultivo en los que crecen los
depredadores que se enriquecen a costa nuestra, que mancillan la grandeza de nuestra
dignidad y nos mantienen en el subdesarrollo.