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Lucha por la tierra, República y cultura política en Piura . La


experiencia histórica de los comuneros y colonos indígenas en Catacaos, siglos XVIII-
XIX.1

César Espinoza Claudio


claudioaugusto54@yahoo.com

Resumen
En esta oportunidad nuestro estudio prioriza el examen de las variables tierra, sistema de
gobierno y cultura política en Piura entre 1780 y 1837. En particular, examinamos la
experiencia política del pueblo de SJB de Catacaos y su manejo del espacio agrario comunal y
parcelario en un contexto histórico de ofensiva de la ideología de la libertad y la igualdad, de la
ciudadanía y el progreso y la felicidad de sus habitantes. ¿Cuáles fueron las características de
las estructuras de la sociedad indígena colonial y republicana? ¿Qué formas asumieron estas
estructuras y que tipos de funciones sociopolíticas evolucionaron en la Comunidad de Indios
como órgano de autogobierno y poder indígena? ¿Qué tipos y formas de representación
practicaron los pueblos de indios al interior de los Cabildos y bajo que tipo de normas y
costumbres se legitimaron sus autoridades mayores y menores frente a la Corona española y el
nuevo poder de la República del Perú en las primeras décadas del siglo XIX en el manejo de la
estructura de propiedad y posesión de la tierra? Estas son algunas preguntas que intento
responder en este breve ensayo.

Palabras clave: Indígenas, Catacaos, República, cultura política, tierras, comunidad cabildo.

Abstract

In this opportunity our study prioritizes the examination of the variables land, system of
government and political culture in Piura between 1780 and 1837. Especially, we examine the
political experience of the village of Catacaos's SJB and his managing of the agrarian
communal space and parcelario in a historical context of offensive of the ideology of the
freedom and the equality, of the citizenship and the progress and the happiness of your
inhabitants. ¿Which were the characteristics of the structures of the indigenous colonial and
republican society? What forms assumed these structures and that types of functions
sociopolíticas evolved in the Community of Indians as organ of self-government and indigenous
power? What types and forms of representation did the peoples of Indians practise to the
interior of the town council and low that type of procedure and customs legitimized your major
and minor authorities opposite to the Spanish Wreath and the new power of the Republic of
Peru in the first decades of the 19th century in the managing of the structure of property and
possession of the land? These are some questions that we try to answer in this brief essay.

Key words: Indigenous, Catacaos, Republic, political culture, lands, community, town council.

Introducción

En la historiografía de Piura son muy pocos los análisis comparativos sobre la tenencia de la
tierra indígena, la cultura y la organización y participación política de los campesinos yungas y
serranos en el tiempo de gobierno de los Borbones y las primeras décadas del siglo XIX. Los
estudios sobre el establecimiento de la República y el impacto de la guerra contra España en
los pueblos y comunidades indígenas y las ciudades costeñas y andinas son muy escasos. 2
1
Este trabajo ha sido financiado por el Vicerrectorado de Investigación de la UNMSM. Forma parte del Informe final de
un proyecto titulado: Los orígenes de la República en la costa norte: Piura, siglo XIX (2007), Código 071501051,
Instituto de Investigaciones Histórico Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Lima, Perú.
2
Academia Nacional de Historia. Pueblos, provincias y regiones en la historia del Perú. Perú, 2007. Busto
Duthurburu, José Antonio del (edit). Historia de Piura. Universidad de Piura - Municipalidad provincial de Piura, 653
pp., Piura, 2004. Hocquenghem, Anne Marie. 1998, Para vencer la muerte. Piura y Tumbes, raíces en el bosque
seco y en la selva alta. Horizontes en el Pacífico y en la Amazonía. CNRS-PICS 125, IFEA, CIPCA, INCAH, Perú,
1998. Macera, Pablo. Parlamento y Sociedad en el Perú. Bases documentales, siglo XIX. Ediciones del Congreso
del Perú, vol. I-II-III-IV, Lima, 1998. Camino, Lupe. Chicha de maíz: bebida y vida del pueblo de Catacaos. CIPCA,
Piura, 1987. Hernández García, Elizabeth. Estrategias de supervivencia de una elite regional: las familias
2

En la historiografía nacional predomina la idea de una elite que apoderándose de los


mecanismos y leyes del Estado republicano despliega muchos esfuerzos, utilizando la
negociación o la violencia armada y de las letras, para incorporar a los campesinos indígenas a
la nación. Por tanto, en situaciones de crisis política una alianza o bloque de elites limeñas y
regionales apuesta por la movilización de los campesinos comuneros y siervos para defender
sus intereses privados bajo el discurso de la patria, la regeneración y el nacionalismo. En
dirección contraria Florencia Mallon ha escrito un libro en la que plantea la emergencia de un
proceso sociopolítico singular del accionar de los sectores rurales campesinos. 3 Un sector de
este grupo social construye un conjunto de prácticas discursivas diferenciadas para enfrentarse
a los grupos criollos limeños que manipulan el discurso militar autoritario bajo los emblemas de
la ideología republicana europea del siglo XVIII. Se trata en el fondo de la expresión
nacionalista de los campesinos en coyunturas de crisis social política interna y externa como la
guerra en contra del ejército chileno de Lynch por ejemplo. 4

En la actualidad se está gestando una historiografía de espacios regionales y de estudio de


microrregiones priorizando el examen de las complejas relaciones de poder entre los
campesinos y los terratenientes estancieros, entre los sectores subalternos y las elites de poder
asentadas en ciudades como Piura y Sullana, articuladas a la economía de la agroexportadora
del algodón y a la ganadería de carne y cueros. 5

En el siglo XIX se consolida en la esfera política privada y pública el clan familiar de los
Seminario. En una tensa disputa por controlar los poderes locales municipales y regionales una
elite emergente en la coyuntura del guano movilizan a cientos y miles de comuneros
campesinos para apoderarse de las subprefecturas, las alcaldías, las capitanías del puerto, las
escuelas, las iglesias y las Beneficencias y desde la ciudad conservar sus privilegios políticos y
económicos sustentados en la gran propiedad de la tierra y los establecimientos comerciales
vinculados a las casas mercantiles limeñas y extranjeras.6

El comportamiento de los campesinos es doble, a veces apoyan a líderes urbanos de la ciudad


de Piura y en otras oportunidades a líderes nacionales y regionales como Salaverry, Gamarra,
Castilla, Vivanco, Echenique, Manuel Pardo, Andrés Avelino Cáceres, Miguel Iglesias o Nicolás
de Piérola. En ciertas coyunturas apuestan por una participación pasiva y en otras toman
iniciativas dinámicas que provocarán gravísimas matanzas o masacres como la ocurrida en la
ciudad de Piura con los campesinos de Chalaco en 1885. 7 O sea, en ciertos momentos están
subordinados a una elite local o regional y en otras se movilizan bajo el llamado o discurso de
un líder o personaje de Lima.8
piuranas (1750-1824). En: Luis Navarro García (Coord.). Elites urbanas en Hispanoamerica (De la conquista a la
independencia), Universidad de Sevilla, pp. 435-449, Sevilla, 2005.
3
MALLON, Florencia. Campesinado y nación. La construcción de México y Perú postcoloniales. CIESAS,
Colegio de Michoacán y Colegio de San Luis de Potosí, México, 2003. Otras entradas teóricas puede encontrarse en:
Thurner, Mark. Republicanos Andinos. CBC- IEP, 284 pp., Lima, 2006. Jacobsen, Nils y Díez Hurtado, Alejandro. “De
Sambambé a la Comuna de Chalaco: la multivocalidad de montoneros piuranos durante el tardío siglo XIX". En:
Revista Andina, Nº 37, pp. 137-180, Cusco, 2003. Schlüpmann, Jakob. La structure agraire et le développement
d'une société régionale au nord du Pérou. Piura, 1588-1854. 2 t., 688 pp., Paris: Université de Paris VII - Denis
Diderot, 1993. JARAMILLO, Miguel. "Comercio y ciclos económicos regionales a fines del período colonial. Piura,
1770-1830". En: El Perú en el siglo XVIII: la era borbónica / O'Phelan Godoy, Scarlett. Comp; pp. 37-68, PUCP, IRA,
Lima, 1999.
4
Otras entradas metodológicas y documentales puede encontrarse en: Moya Espinoza, Reinaldo. Breve Historia de
Piura, edición on line: http://brevehistoriadepiura.blogspot.com/. Villalobos R., Sergio. Chile y Perú. La historia que
nos une y nos separa 1535-1883. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2004. Miguel Maticorena. "Mapa de
Piura de 1850". En: Piura: apuntes para su geografía e historia / Barrantes Arrese, Jorge - Maticorena, Miguel - Vega,
Juan José - Capuñay, Manuel - Guzmán Palomino, Luis, edits. CEHM, 1994.
5
Nils Jacobsen y Alejandro Diez Hurtado: 2003. Jakob Schlupmann: 1993. Miguel Jaramillo: 1999.
6
Un tema singular y casi olvidado por la historiografía nacional. Desde la literatura tenemos los trabajos de Gutiérrez,
Miguel. La violencia del tiempo. Milla Batres, 2 tomos, Lima, 1992. El mundo sin Xòchitl. Edic. Santillana S.A., 2008.
7
Miguel Maticorena, 1994. Espinoza Claudio, César. "La lucha por el algodón en las tierras tropicales de Piura: la
comunidad indígena de Catacaos y su incorporación subordinada a la economía regional colonial y
republicana: XVI-XIX". En: Investigaciones sociales: revista del Instituto de investigaciones Histórico Sociales, Nº14,
pp. 235-268, IIHS, UNMSM, Lima, 2005. "La República y la comunidad indígena de Catacaos (siglo XIX)". En:
Investigaciones sociales, Nº 9, pp. 241-256, IIHS, Lima, 2002. Campesinado y Nación. Las montoneras de Chalaco,
1883 (Piura). UNMSM, Perú, 1985.

8
Flores Galindo, Alberto. Comunidades Campesinas. Cambios y permanencias. Edic. CONCYTEC - CES
Solidaridad, Chiclayo, 1986. Montoya, Rodrigo. Balance provisional de los movimientos políticos indígenas en Ecuador,
3

En las primeras décadas del siglo XIX, las comunidades indígenas de Catacaos, Sechura,
Colán y Querecotillo despliegan y movilizan a sus líderes bajo un liberalismo de corte
comunitario con el objetivo de conservar sus privilegios políticos y las tierras comunales y
parcelarias explotadas y conducidas en las orillas y desembocaduras de los ríos Piura y La
Chira. Todavía no está muy claro las apuestas y alianzas políticas de este conjunto de elites
indígenas a favor de los caudillos militares locales o nacionales, ya sea bajo la modalidad de
regímenes liberales o conservadores. La documentación oficial oculta la participación de estas
elites y la movilización de los contingentes campesinos en las guerras civiles y en la guerra
contra Ecuador por ejemplo. Sin embargo, líderes locales como Isidoro Palomino de los Ríos o
Ignacio Escudero denuncian a los dueños de la gran propiedad territorial y a sistema del
colonato servil en los tribunales de Lima y Trujillo y en el Congreso de Lima. Lo cierto es que la
participación y la movilización activa de los campesinos está comprobada documentalmente y
por tanto se trata de actores sociales claves para reconstruir y analizar las agendas políticas
implantadas en la región y ciudad de Piura.9

En esta dirección es que nosotros trabajamos el tema de la cultura política indígena, una
dimensión de la vida de los pueblos yungas de Piura poco explotado por antropólogos e
historiadores para la Colonia y el tiempo republicano. No se sabe mucho todavía de la
experiencia acumulada por las elites indígenas yungas con el funcionamiento de los Cabildos
de Indios, una instancia política de autogobierno, de organización y fortalecimiento de una
identidad socioétnica de las parcialidades que conformaban el pueblo y la comunidad indígena.
Los pueblos yungas desde el siglo XVI acumularon una serie de conocimientos sobre el
Derecho Indiano para defender sus fueros patrimoniales y las fronteras de sus territorios
parcelarios y comunitarios. Los juicios fueron permanentes para rechazar las excesivas cargas
fiscales, laicas y eclesiásticas, de igual forma se enfrentaron contra los hacendados, los
doctrineros, los comerciantes y funcionarios de gobierno local y regional. Esta intensa actividad
burocrática judicial les permitirá conocer y negociar salidas temporales a los juicios civiles,
criminales y administrativos. Se trata de administrar un conjunto de disputas y negociaciones
en la que participan las elites y la masa de los comuneros acumulando una herencia política y
una memoria histórica para sus apuestas con la llegada e implantación de la República en el
Perú. En buena cuenta, la vida política regional de Piura moviliza los capitales y mundos
culturales de las elites y masas indígenas frente al poder gamonal republicano. 10

Ya en medio de la guerra frontal contra España (1821-1824), estos nuevos grupos de líderes
indio-mestizos asumirán la transición del gobierno de los cabildos de indios a las
gobernaciones y cofradías que representan los intereses étnicos de estas poblaciones bajo el
discurso republicano. En el fondo, lo que buscan y consiguen es la de conservar los privilegios
de las elites y familias indígenas en un espacio mucho más abierto, con nuevas leyes, nuevas
instituciones y un nuevo discurso apegado a la justicia y a la libertad solo para las minorías
sociales. Esta singular maniobra política, jugando con una variedad de mecanismos que van
desde el clientelaje, el paternalismo, la endogamia, y las antiguas “costumbres del común”, les
permitirá reconstruir y fortalecer el antiguo espacio político que les brindaba la “República de
Indios” y el autogobierno de los cabildos yungas. Esta vez un conjunto de nuevas familias
asumirán el liderazgo y el mando hegemonizando la vida política indígena de los pueblos y
comunidades bajo el discurso ideológico republicano de la patria, la justicia y la libertad. Es
sobre la asunción de este discurso y prácticas de compromiso en la guerra contra España, que
estos pueblos indígenas negociarán sus vinculaciones y subordinación con la nueva elite criolla
asentada en la ciudad de Piura-Trujillo y los gobiernos hegemónicos en la ciudad de Lima. 11

Los pueblos indígenas costeños manejan en esta oportunidad un nuevo discurso y una
memoria histórica para negociar un nuevo pacto en el proceso de construcción de la
República? En el caso de la provincia de Piura sí lo tuvieron y no era solo un esquema sino

Bolivia, México y Perú. En: Voces de la Tierra. Reflexiones sobre movimientos políticos indígenas en Bolivia,
Ecuador, México y Perú, CPFE, UNMSM, 2008.
9
César Espinoza Claudio: 2005. Jacobo Cruz Villegas: Catac-Ccaos. Origen y evolución histórica de Catacaos.
Edic. Cipca, 1982.
10
Macera, Pablo. 1998. Hocqueghem, Anne Marie: 1998; Revesz, Bruno; Susana Aldana, Laura Hurtado y Jorge
Requena. Piura: región y sociedad. Derrotero bibliográfico para el desarrollo. CIPCA-CBC, Perú, 1997.
11
Mark Thurner: 2006.
4

varios. De un lado, tenemos el discurso anti-fiscal y anti-latifundista de corte agrarista y pro-


republicano, escrito y difundido por Isidoro Palomino de los Ríos, un mestizo criollo y
representante de los colonos y yanaconas rurales de los distritos de Morropón y Yapatera
desde 1821. De otro lado, destacan los alcaldes y regidores de la comunidad indígena de San
Juan Bautista de Catacaos quienes asumiendo la defensa de su identidad étnica (nación), la
religión cristiana y el compromiso de sus parcialidades yungas se comprometieron a construir
una sociedad y un Estado mucho más democrático que la que los gobernaba durante el
gobierno de los virreyes borbónicos. Entre estas dos fuerzas pareciera que la primera se
orientaba hacia una tendencia mucho más igualitaria y republicana, mientras que la segunda
pareciera que los nuevos liderazgos estuvieran soñando con la restauración de los viejos
cacicazgos y cabildos de indios llenos de privilegios y prerrogativas otorgadas por el gobierno
de los Habsburgos. Sin embargo, estas fuerzas políticas indígenas finalmente coincidieron en
apoyar el proyecto político de separación de la dominación colonial de España en enero de
1821 que impulsaba el general don José de San Martin desde las ciudades de Lima y Trujillo.
Este es un acontecimiento político singular que ha pasado casi al olvido hasta el último tercio
del siglo XX y que ahora forma parte de la identidad política y cultural de los ciudadanos
piuranos pero que sin embargo, la prensa, la literatura y la historiografía local, todavía
invisibiliza la participación indígena en este proceso complejo de construir una nueva patria,
una nueva sociedad y un nuevo Estado-nación en el Perú desde la periferia regional de Piura.

Los textos de Alejandro Diez Hurtado, Susana Aldana, Miguel Seminario, Juan Paz Velàsquez,
Miguel Maticorena y Nils Jacobsen son la prueba documental y metodológica del inicio de un
debate sobre el papel de los campesinos en un espacio regional: Piura en el siglo XIX. Es el
atisbo del nacimiento de una nueva historia política que objetiviza a los actores rurales y
urbanos. Lo que falta en una síntesis y una revisión sistemática de sus propuestas teóricas, de
los conceptos y entradas para examinar los acontecimientos, los sujetos y los procesos
simbólicos e intersubjetivos en un ciclo histórico de rearticulación de un espacio regional a las
novedades tecnológicas europeas y al desarrollo del capitalismo internacional. Nociones y
conceptos como Estado, clase dominante, nación, patria, nacionalismo, campesinos, elites,
discursos ideológicos, hegemonía, militarismo, oligarquía, etc. abundan en los textos, así como
propuestas microhistóricas, de historia regional, la relación Estado y sociedad campesina,
conflictos y negociaciones, alianzas y crisis política, etc.

La República de Indios fue una realidad histórica que la historiografía andina recién empieza a
descubrir y a examinarla documentalmente a finales del siglo XX. La institucionalización del
Cabildo y de las Cofradías fue la clave para fortalecer la solidaridad, la memoria y la identidad
del pueblo de indios de SJB de Catacaos entre los siglos XVI y XIX. Es a partir de estas
instancias de autogobierno, en lo civil y en lo religioso, que las elites que conducían la esfera
del poder indígena se enfrentan a las políticas monárquicas y a sus funcionarios coloniales
representados por corregidores y curas, encomenderos e intendentes, soportando las Visitas y
las reformas políticas borbónicas y el liberalismo hispano de las primeras décadas del siglo
XIX. Concluida la guerra por la Independencia contra España prosigue la guerra civil y la guerra
contra el Ecuador. Este es un tiempo histórico casi desconocido por la historiografía regional y
nacional en la que se toman decisiones importantes por las elites gobernantes para rearticular
nuevamente a las sociedades a un nuevo proyecto de desarrollo de la región liderados por las
antiguas ideas del liberalismo hispánico que convulsionó a Piura y regiones circundantes
costeñas y serranas.

La historia política no es solamente la historia de caudillos civiles y militares, blancos o


indígenas. Por el contrario la nueva historiografía política busca asociar el examen de las
estructuras y de los actores sociales, de los individuos y de las masas, de las ideologías y las
prácticas políticas. En esta dirección estudiamos como las asambleas de cabildos y las fiestas
religiosas son los instrumentos de reactualización y reafirmación de la unidad étnica de una
población socialmente heterogénea y la construcción de una memoria histórica milenaria. Los
libros de Cabildo de los pueblos yungas empiezan en estos años a ser ubicados y publicados
(Colán, Sechura y Payta) ofreciendo una variedad de información que sistematiza las Ciencias
Sociales y reordenando una nueva forma de entender la evolución histórica de la región de
Piura.
Repúblicas indígenas y Cabildo de Indios son conceptos que se usaron en el virreinato del Perú
y en otras colonias hispanas; estas designaban a unidades política-administrativas creadas en
5

el siglo XVI por la corona española para gobernar indirectamente a la población indígena
conquistada. Claudia Guarisco sostiene que estas instituciones se encontraban en su máxima
vitalidad y dinamismo entre 1770 y 1812. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
tuvieron mucho impacto en la región emergiendo los Cabildos Constitucionales, difundiéndose
las ideas de igualdad y libertad, de las leyes y de la patria. La alegría y el escepticismo
ingresaron en los imaginarios de los pueblos indígenas costeños con la llegada de Santa Cruz
y Bolívar y el difícil entroncamiento entre una sociedad con “buenas costumbres” y la ideología
anticorporativa que se proyectaba construir una sociedad de ciudadanos, sin cabildos de indios
e imponía la fuerza de la ley en el manejo de la tierra comunal y parcelaria arrasando con las
elites indígenas de las parcialidades yungas y haciendo ahora dependientes a estos pueblos de
un gobernador elegido por la autoridad provincial y/o nacional.

Nos preguntamos entonces ¿Cuáles fueron las características de las estructuras de la sociedad
indígena colonial y republicana? ¿Cuáles fueron los sistemas de manejo de la propiedad y
tenencia de la tierra parcelaria y comunal? ¿Qué formas asumieron estas estructuras y que
tipos de funciones sociopolíticas evolucionaron en la Comunidad de Indios como órgano de
autogobierno y poder indígena? ¿Que tipos y formas de representación practicaron los pueblos
de indios al interior de los Cabildos y bajo que tipo de normas y costumbres se legitimaron sus
autoridades mayores y menores frente a la Corona española y el nuevo poder de la República
del Perú en las primeras décadas del siglo XIX?

En el fondo, se trata de preguntas que tienen una intencionalidad: examinar a los campesinos
indígenas bajo un rol activo y dinámico, la historiografía tradicional y marxista asumió sin
pruebas documentales que todos eran siervos aplastados por la feudalidad y el gran latifundio.

Tierra y algodón en los territorios de Guamará e Isla Chiquita, 1823.

En 1823 se desarrolla un caso interesante en el Bajo Piura, Catacaos. Los integrantes de la


familia Flores-Franco prosiguen un viejo juicio por la posesión de varios pedazos de tierra
agrícola ubicados en el sector de “Guamará e isla chiquita”. Estas pequeñas posesiones
parcelarias están sembradas con plantones de algodón, los cuales, muerto su propietario don
Pedro Flores, la viuda y los herederos pugnarán por realizar una nueva redistribución
patrimonial. Esta vez, nuevamente encontramos a don Ramón Estrella en calidad de
gobernador político de Catacaos. Se trata de una autoridad del Estado quien elevará un
informe escrito (9 de julio de 1823) señalando que Pedro Flores y Ana María Franco habían
procreado en total cinco hijos. Agrega y precisa en su testimonio que los hijos mayores heredan
directamente las tierras de sus padres, y que además recibirán las parcelas de mayores
extensiones. Por el contrario, cuando se casan las hijas mujeres, éstas deben pasar a vivir, a
trabajar y a heredar las tierras de sus esposos. Sin embargo, hace una precisión, ya que ésta
fórmula no puede generalizarse pues existe “casos que ni hombre ni mujer tienen tierras y se
encuentran en la miseria y la mendicidad. Pero en este caso solo una mujer no tiene tierra que
es María Flores y Petrona sí tiene dos topos. La primera tiene 253 por 50 varas y la segunda
96 por 94 varas, ambas suman 349 varas que hacen tres y media cuadras. Petrona ha
repartido tierra a su yerno e hijos y no da a su hermana”.12

Este pleito judicial nos muestra la vigencia de dos modalidades de acceso a la tierra. El
problema de fondo, en este caso y en medio de un tiempo de conflictos locales, es que las
autoridades de gobierno no pueden resolver la escasez de tierras con acceso al agua; la guerra
civil y las migraciones ha empujado a la población indígena y mestiza a concentrarse en los
antiguos espacios de inundación en el valle de Catacaos buscando acceder a lotes de tierras
de “isla y de humedad” para cultivarlas y resolver el problema alimenticio y la cancelación de
sus tributos. Es un momento histórico en que se enfrentan dos grupos humanos diferenciados,
los comuneros campesinos antiguos y los colonos campesinos que han migrado de las
haciendas de comunidad y de los grandes latifundios del Alto Piura. Esta vez están frente a
frente los indígenas comuneros y los yanaconas y colonos de hacienda que se organizan y
buscan el apoyo de las autoridades republicanas para buscar reasentarse legalmente en las
tierras de inundación y de orilla, es una creciente disputa de trozos de tierras agroganaderas
con los antiguos comuneros de las diferentes parcialidades de Catacaos. Estamos pues frente
a un nuevo mapa social, los antiguos comuneros parcelarios de las tierras comunales y otro
12
Archivo Departamental de Piura, (ADP), 1823, Gobierno Político-Militar, causas civiles, legajo 4, cuaderno 70; folio 2.
6

grupo social quizá mayoritario que agarrándose de las nuevas leyes republicanas quieren
legalizar una propiedad parcelaria de origen comunal o comunero. Este accionar se vuelve
mucho más intensivo y conflictivo debido a la multiplicación de las parcelas entre los herederos
de antiguas y nuevas familias comuneras, agudizando el minifundio improductivo. Para triunfar
temporalmente ahora uno de los grupos buscará apoyarse en la autoridad y poder de las
nuevas autoridades civiles y religiosas de turno.

En efecto, la salida practicada por los funcionarios yungas locales, como práctica agraria de
varios siglos, frente al problema de la escasez de lotes de tierras es un movimiento de
colonización y reparto parcelario permanente de amplios espacios territoriales desérticos
inundados periódicamente por los desbordes del río Piura y las lluvias anuales. Mediante este
procedimiento los comuneros obtienen pedazos de tierra que fertilizados por las aguas del río y
el trabajo de los clanes familiares y parentales explotará luego con el agua de pozas y lagunas.
Se trata en particular de una estrategia de acceso a la tierra conducida por principios y normas
establecidos y legitimados durante el gobierno colonial español a través del cabildo de indios y
la autoridad de los líderes de las parcialidades. Es una modalidad de acceso a la tierra por
iniciativa de autoridades antiguas guiadas por las “buenas costumbres”, acompañada por
alianzas matrimoniales, herencias maternas, relaciones de parentesco y de compadrazgo que
todavía no han sido suficientemente estudiados por la historiografía piuranista pero si
parcialmente difundida en la literatura del siglo XIX y XX. 13 Usando estos mecanismos
ancentrales de acceso y trabajo de la tierra (mingas) numerosos núcleos familiares administran
varios trozos de tierras con acceso al agua en varios puntos del valle de Catacaos y en ambas
márgenes del río Piura bajo el principio económico de la complementariedad y autosuficiencia
económica. Se trata entonces de tenencias campesinas yungas que difieren en su tamaño y
calidad del suelo pero que constituyen las bases centrales para lograr la autosuficiencia
económica familiar, el refuerzo de los lazos comunales y la persistencia de la lógica e historia
de la comunidad y pueblo de indios de Catacaos.14

La tierra y las formas de administración practicadas en estos territorios de colonización son la


base de la organización comunal de la producción y de integración de los miembros de
Catacaos que todavía se identifican como parte constitutiva de las parcialidades yungas
prehispánicas (Mechache, Narigualá, Mecomo, Amotapes, La Chira, etc.). Estamos pues frente
a un conjunto de elementos que permitirán la persistencia de una identidad comunal y de
reproducción étnica de los Catacaos sobre la cual se afirmará el complejo sistema de las
cofradías religiosas de origen colonial coexistiendo en términos de desigualdad frente al
sistema republicano excluyente y homogenizador.15

En el caso de los Flores-Franco encontramos la reproducción de una estructura de distribución


desigual de la parcela familiar. “Guamará e isla chiquita” constituyen zonas territoriales de
permanente colonización practicada desde el siglo XVI y que permanecerán hasta el siglo XX;
antiguamente los abuelos de esta familia habían conquistado estas tierras en coordinación y
legalización con el cabildo y la comunidad indígena de San Juan Bautista de Catacaos, ahora
intentan conservarlos bajo las leyes y Constituciones republicanas.

En esta dirección y con la finalidad de lograr su reconocimiento se designará una comisión


liderado por don Manuel Silba quien realiza un recorrido por los terrenos ubicados en el sector
de Chocholla; y para manejar una idea global del problema confecciona una “razón de número
de varas, fondo y frontera, u orillas de las tierras pertenecientes a los hijos de don Pedro
Flores, citas en Guamará e Isla chiquita”.

13
Castro Pozo, Hildebrando. Sol, algarrobos y amor. Edic. CIPCA, Piura, 1991. Francisco Vegas Seminario. Tayta
Yoveraque. Edic. CIPCA, Piura, 1994.
14
La literatura producida en Piura ha destacado este comunitarismo solo para los pueblos de la sierra como
Huancabamba y Ayabaca y ha ocultado que también se practicaba en los pueblos indios costeños como Catacaos,
Sechura, Colán, Querecotillo, etc. Véase: Francisco Vegas Seminario. Taita. Yoveraqué. CIPCA, 218 pp., Piura, Perú.
1994. Chicha, Sol y Sangre. 271 pp. París, 1946. Sigfredo Burneo. "Antología comentada de la expresión literaria
contemporánea en la región Grau". Edic. Sietevientos-Ubillus, Sullana, 1992. .
15
Diez Hurtado, Alejandro. "Autoridades, familias y liderazgos en la costa de Piura". En: Autoridad en espacios
locales. Una mirada desde la antropología / Ansión, Juan - Diez, Alejandro y Mujica, Luis (edit.), pp. 91-107, PUCP,
Lima, 2000.
7

Esta vez ambos terrenos suman un total de 1,280¼ varas de orilla y 1,318 varas de fondo. La
propuesta planteada por Manuel Silba busca que estas tierras sean divididas en partes iguales
entre los seis herederos y que en consecuencia a cada uno le tocaría 213 varas de orilla. A
todo lo cual agrega que se encuentran en calidad de deudores Teodoro (148 varas), Santiago
(112 varas) y Juana (35 varas), los mismos que habían optado por rematar sus parcelas. En
este sentido plantea el comisionado que las mismas deberían de ser restituidas y nuevamente
repartidas entre Ana María y Petrona por faltarle a la primera 75 varas y a la segunda 161
varas. En el caso de María se encuentra su conformidad con las 156 varas. Este litigio entre los
herederos se prolongará mucho más tiempo ya que Ana María había sido despojada por su
hermano Teodoro, y este se había apoderado de un lote importante de tierras cultivados con
algodón. Un primer ordenamiento, todavía incompleto, del tamaño de las parcelas conducidas
por los herederos podemos observarlo en el cuadro Nº 1:

Cuadro Nº 1
. Distribución de tierras en Guamará, año de 1853 (en varas).

NOMBRE ORILLA FONDO


Teodoro 263 205
Santiago 227 187
Petrona 213 s/d
Juana 061 221
Ana María 213 093
María de las Nieves 106 244
TOTAL 1,083 953

Cuadro Nº 2
DISTRIBUCIÓN DE TIERRAS EN EL VALLE DE CATACAOS, SITIOS DE GUAMARA E ISLA
CHIQUITA, 1823 (en varas).

Nom/Parcela Guamara Isla Chiquita


Orilla Fondo Orilla Fondo Orilla Fondo
Teodoro ---- ----- 263 205 ---- -----
Santiago 248 4-5 cds(*) 227 187 ½ ---- -----
Petrona 052 100 ---- ----- ---- -----
Juana ---- ----- 061 221 186 115
Ana María ---- ----- 138 096 ¼ ---- -----
María de la ---- ----- 106 244 ¾ 079 147
Trinidad
TOTAL 290 500(**) 795 953 265 262
(*) Dato en cuadras hasta el camino de Piura. Santiago y Teodoro dieron a Petrona 52 varas de las 248. Quedando un
resto de 196 ¼ varas, las cuales se han vendido a sus sobrinos. (**) Se calcula cuatro cuadras igual 400 varas.

Este expediente judicial que revisamos se prolongará hasta el año de 1848, al final quedará
truncado y sin una solución final, pese a los esfuerzos desplegados por don José María
Yarlequé, Juez de Paz de la villa de Catacaos.

Las tierras de Guamará-Letirá y las reparticiones entre los Chiroque-Villegas.

Entre los años de 1810 y 1821 se producirá un caso muy interesante en la lucha por el control
de la tierra comunitaria en Catacaos. Esta vez la coyuntura de la guerra europea, las reformas
liberales, las Cortes de Cádiz y las acciones insurgentes en el conjunto de América Latina
impactarán con mayor fuerza al interior de la sociedad piurana y de manera particular en la
conducta asumida por la élite dominante blanca y la élite indígena.

En efecto, la decisión de abolir el pago del tributo indígena en 1813 movilizará al conjunto de la
sociedad indígena organizados en comunidades, cabildos, curacazgos, parcialidades y pueblos
indios. Esta vez, sin oposición, se ratifica la voluntad política de liquidar toda presencia y poder
político de los curacazgos y sus linajes. La ley hispana ordenaba que estas viejas instituciones
8

y personalidades étnicas se reubiquen en los espacios sociales y actúen subordinadamente al


poder hegemónico del cabildo de indios¸ asociándose, entablando alianzas y manejando el
liderazgo de las diferentes parcialidades étnicas integrantes de la comunidad indígena de San
Juan Bautista de Catacaos.16

Las reformas borbónicas han dispuesto y ordenado que el subdelegado y la burocracia regional
trabajen coordinadamente con las autoridades y los funcionarios indígenas (alcaldes y
regidores) aperturandose de esta manera nuevos compromisos políticos con la finalidad de
conservar el orden social y garantizar la cancelación de las rentas fiscales para felicidad de la
corona y de la comunidad virreinal. En el fondo esta propuesta y programa de gobierno
borbónico será difícil de procesar. Uno de los temas pactados se refiere al acceso, posesión y
propiedad de las tierras. Frente a la multiplicación de los conflictos judiciales se buscarán
salidas de consenso o favorables para un sector del Cabildo de Indios.

El caso que ahora examinamos recorre dos etapas: a) pugnas y tensiones entre los integrantes
de la familia Villegas, y b) el conflicto entre los Villegas y Manuel Huiman. En el verano de
1819 se producirá una imprevista salida, de las aguas del río Piura, de su cauce principal
desbordándose sobre la margen derecha e inundando parcelas y campos agrícolas del valle de
Catacaos.17 Nuevamente la fuerza de la naturaleza ha provocado que las fronteras de las
tenencias agroganaderas indígenas hayan quedado desdibujadas y borradas, y que multitudes
de chacras y pastizales quedasen sin fronteras fijas. Frente a esta situación las autoridades de
Catacaos buscarán recuperar el antiguo orden rural y para esto coordinan con las elites
indígenas locales y de Piura intentando reimponer un mapa agrario que fusione los intereses de
las posesiones individuales, la conducción de lotes y “sitios” comunales y también los
asignados a las cofradías religiosas. En este proceso intervienen las autoridades del cabildo de
indios cuyos miembros están atados a los intereses de las diferentes parcialidades étnicas los
cuales buscarán maximizar sus posesiones territoriales. Las soluciones practicadas por esta
instancia representativa en muchos casos sólo provocarán que las partes agraviadas acudan a
la Real Audiencia de Lima en busca de una sentencia favorable. Este es el caso de los
Villegas-Huiman.

CLAN FAMILIAR DE LOS VILLEGAS-CHIROQUE

Francisco Villegas
Paula Prado

Victoriano Villegas Juliana Villegas


José Manuel Chiroque

Isabel Chiroque Manuel Chiroque

Revisando las descripciones y los testimonios que contiene este expediente judicial
encontramos que la pugna enfrenta a José Manuel Chiroque contra Victoriano Villegas. El
primero afirma que el terreno que reclama mide un total de 101 varas y se ubica en el sitio de
Guamará-Letirá. Que con la cosecha que obtiene anualmente mantiene a su familia y paga sus
tributos: “que hace 18 años más o menos ha poseído y cultivado un pedazo de tierra en las de
Comunidad de dicho pueblo...en paraje o lugar de río Viejo, así a la parte conocida por Charán
Grande, que me asignó por su gusto Paula Prado, madre legítima de mi mujer...con
intervención de su hermano Eusebio Prado”. Ahora, habiendo fallecido su mujer Juliana
Villegas, su suegra Paula Prado apoyado por su sobrino político Feliciano Nizama, entonces
Procurador de Naturales, le ha arrebatado un pedazo de tierras a Chiroque. Se trata de una
parcela que mide 37 y 19 varas en cada lado y están “sembrados y casi para cosechar unos
16
Archivo Departamental de Piura, 1810-1821, Intendencia, Causas Civiles, Cuaderno 596.
17
Huertas V. Lorenzo. Diluvios andinos a través de las fuentes documentales. Edic. PUCP, Lima, 2001.
9

yucales, alfalfar y catorce pies de algodones”. Un hecho que no se menciona es que estas
tierras las proporcionó Paula Prada a su hija Juliana Villegas Prada, en calidad de “préstamo”
para garantizar la reproducción de la vida económica del matrimonio Chiroque-Villegas y
conservar por tanto el status familiar al interior de la sociedad indígena. Habiendo fallecido una
de las partes, esta unidad temporal de dos porciones de tierras quedará rota y por tanto, su
poseedora titular, doña Paula Prado obtiene en enero de 1810 una sentencia favorable
restituyéndose este pedazo de tierra a Victoriano Villegas Prado.

Don José Manuel Chiroque no está conforme con estos arreglos y apela con nuevos escritos
agregando nuevos testimonios orales y el apoyo de varios colonos agrícolas vecinos. El
argumento principal sustentado para reclamar la posesión de estas porciones de tierra ganadas
al desierto es la de que los miembros integrantes del clan familiar de los Villegas-Prado no
habitan en Catacaos sino que están residiendo permanentemente al interior de la hacienda
Parales (Alto Piura). Se evidencia entonces la persistencia de otra de las prácticas sociales que
sostenían la autosuficiencia económica de los comuneros de Catacaos: la migración temporal
de los grupos familiares hacia otros territorios en busca de trabajo temporal e ingresos
monetarios complementarios.

Al recibir esta grave denuncia, el cabildo en pleno se movilizará hacia el sector de Guamará-
Letirá para realizar una inspección ocular de los terrenos en disputa. Esta comisión estará
integrada por los alcaldes Felix Chiroque y Juan Flores de la Chira, quienes acompañados de
otros funcionarios indígenas menores realizarán la medición de las cuatro partes de tierras que
pugnaban controlar los Villegas-Chiroque.

En esta oportunidad el escribano de cabildo informará que estos terrenos se ubican en “la parte
abajo sitio del Río Viejo”, y que ha encontrado un total de 488 varas de frente y que de fondo
limita con el camino Real: “reconocimos dichas humedades a que se representaron de derecho
Victorino ?, Fernando y los herederos de Juliana Villegas, indios tributarios de la Parcialidad de
Menón... y que dichas humedades son comunes...haciendo la división a cada uno...de lo que
resultó 122 varas de frente.....luego cogí por la mano...y lo entré en dicho terreno dándole
posesión que tomó y recibió... y en señal de verdadera posesión se revolcó en el suelo, tiró
piedras, arrancó yerbas diciendo tres veces posesión, posesión, posesión, sin contradicción de
persona alguna”.18

Los peritos que acompañaron a la comisión reconocerán, medirán y ratificarán la tenencia de


las propiedades parcelarias que conducen los indios tributarios en la margen derecha del río
Piura; se trata de informes escritos que serán ratificados por el cabildo en 1810. Pero después
de las lluvias torrenciales y el desborde del río en las pampas desérticas ocurridas en 1819, las
fronteras de las tierras agrícolas y de pastos de los indios tributarios nuevamente quedarán
prácticamente borradas al formarse el conjunto de “islas, lagunas y río Viejo” más abajo del
tajamar de “El Tacalá”. En el expediente revisado encontramos los reclamos de los Villegas
frente a la invasión de Manuel Huiman. En suma, nosotros con la finalidad de graficar esta
compleja situación hemos reproducido un pequeño plano en la que se registra la nueva
distribución de las parcelas, los caminos y las acequias.

Usamos las letras ABCD para dar una idea de los linderos de la tierra de Paula Prado divididas
por orden judicial entre sus cuatro hijos legítimos; la E: señala la porción de José Manuel
Chiroque; la F: la porción de Victoriano Villegas; la G: ?; la H: la porción de Tomás Villegas; la
K: una poza dentro de la pertenencia de Paula de la que tuvieron todos porción igual; la L: las
tierras de Manuel Huiman; la J: una acequia que formó este intruso para recibir agua, la poza
de la retenencia(?) ajena con cuyo intento y del de hacerse dueño de lo que no es suyo ha
hecho el cerco M,N,O,P, y nos ha quitado el pase y salidas, dejando a E,F,G encerrados,
quedando solo la M, un corto callejón como lo manifiesta Y.19

PLANO DE PARCELAS INDÍGENAS EN GUAMARA.

EL CAMINO REAL

18
Id. f. 13-13v.
19
Id. f.14.
10

A P B
O
L K Y

M N

E F G H

J C D

CAUCE DEL RÍO VIEJO

b) Los Villegas contra Manuel Huiman. En este caso, en un escrito fechado en 20 de marzo de
1821, Tomás, Fernando, Victoriano Villegas y José Manuel Chiroque, todos “indios
independientes del pueblo de Catacaos” acusan a Manuel Huiman de apropiarse de un
pedazo de tierras y a su vez también de cerrarles la salida a las parcelas de los Villegas.

Aquel, para habilitar su parcela construirá un pequeño canal para unir un pozo con el cauce del
río Viejo, en el sector de Letirá, el mismo que lo utiliza para habilitar una nueva parcela
orientada hacia el camino real (que se dirige hacia Congorá y la ciudad-puerto de Payta). Esta
vez las lluvias caídas en 1819 habían humedecido las tierras de esta parte del desierto, y a una
petición de Huiman el subdelegado del Partido de Piura, don José C. Merino le había otorgado
estas tierras para su mantenimiento y la cancelación de los tributos. Finalmente, en 5 de abril
de 1821, el nuevo gobernador político de Piura, don Manuel Dieguez, decretará una orden de
restitución de estos terrenos a los herederos de la familia Villegas-Chiroque. En este caso un
inventario preliminar señala la existencia de 52 pies de algodón y semillas de maíz. El trabajo
indígena había fructificado el desierto utilizando el trabajo familiar y las mingas comunales.

Tierras en Guamará y Rio Viejo; los pleitos entre los clanes familiares de los Silva y los
Valencia en 1799.

A finales del siglo XVIII se registrará una fuerte asociación entre un ciclo de largas sequías y la
agudización de conflictos intrafamiliares por la posesión de lotes y parcelas de tierras de
labranza. En efecto, numerosas familias indígenas habían logrado estacionarse en la margen
derecha del río Piura (sector de Río Viejo) buscando explotar al máximo una serie de pedazos
de tierras húmedas que le permitan la reproducción familiar y el abastecimiento de vegetales
para sus hatos de ganado caprino y ovino.

Las iniciativas y las dinámicas de las familias comuneras se asociarán a los mandatos
organizativos que impulsan los miembros del cabildo de indios. En el fondo éstas familias
tributarias lo que buscan es la de ejecutar las Ordenanzas decretadas por Francisco de Toledo
y por los funcionarios de la Real Audiencia, manipulando una estructura agraria que
beneficiaba a un pequeño núcleo social de estancieros y hacendados, criollos y mestizos,
caciques e indios nobles, indios tributarios nativos y forasteros.

Los juicios por la posesión de los pedazos de tierra entre los herederos de familias indígenas
se prolongarán por muchos años. En estos casos no sólo se disputa un bien material sino
también el predominio del orgullo étnico y la pugna por el poder interno intracomunal. En
efecto, cuando ya se agotaba el período de gobierno del cabildo de Catacaos no se encuentra
una solución final a los reclamos de los Valencia contra los Silvas. Este es un proceso en la
que intervienen el corregidor y los funcionarios de la Real Audiencia de Lima. Los expedientes
acumulan y contienen numerosas declaraciones, testimonios y documentos certificados que
extienden los alcaldes indios rubricados por regidores y alcaldes de indios. Además se incluyen
copias certificadas de testamentos, informes de comisiones, del protector de Naturales, de los
curas que trabajaron en el pueblo, de los funcionarios de Real Hacienda, etc. La lucha por un
11

pedazo de tierras húmedas en el sitio llamado “Río Viejo” se prolongará entre 1799 y 1810 para
luego extenderse hasta el siglo XX.20

Este juicio que enfrenta a los clanes familiares de los Valencia contra los Silva destaca por una
situación particular: la destrucción física de los cultivos o plantas en proceso de crecimiento por
cada una de las partes. Pero una acción que no se discute es la asignación y reparto anual de
tierras que realiza la comunidad indígena de San Juan Bautista de Catacaos, vía el sistema o
principio de rotación, entre los comuneros de sus parcialidades menores. 21

Funcionarios del Cabildo de Indios, Catacaos 1807.


Nombres y Apellidos Cargos y/o funciones
Felipe Victoriano Alcalde, primer voto
Tiburcio Macarlupú Alcalde, segundo voto
Juan Silupú Regidor
Gregorio Bautista Regidor
José Aniceto Silva Procurador
José Ipanaqué Escribano de cabildo

Funcionarios del Cabildo de Indios, Catacaos 1808.


Nombres y Apellidos Cargo y/o funciones
Agustín Chiroque Alcalde, primer voto
Rafael Lalupú Alcalde, segundo voto
Cano Benito Litana Regidor
Manuel Socola Procurador
Eduardo Anastacio Huerta Escribano de Cabildo

Funcionarios del Cabildo de Indios, Catacaos 1809.


Nombres y Apellidos Cargos y/o funciones
Juan Luis Sandoval Alcalde, primer voto
Ramón Ferrel Nisama Alcalde, segundo voto
Atencio Silva Regidor
Diego Silva Regidor
Pascual Atencio Nomuche Alguacil
Joaquin Ancajima Procurador
Gregorio Marcelo de la Cruz Escribano de cabildo

En general, el reclamo planteado por Rafael Silva y su hermana precisa que son “unas tierras
de sembrar...porque las tierras que estos tenían en donde laboreaban se les a perdido sus
humedades, porque no teniendo otra parte, en donde hacerlo y estar cargado de hijos
tributarios”. Frente a esta clase de solicitudes que expresa una creciente relación entre
aumento poblacional y escasez de tierras, los funcionarios del cabildo de Catacaos optarán por
colonizar “los sectores o sitios húmedos” cercanos a las orillas del río Piura o sus cauces viejos
y nuevos producto de los desbordes de agua hacia el desierto. Se organiza de esta forma la
explotación de pequeños y dispersos espacios territoriales que concentran alta humedad y con
acceso al riego usando pozas o canales temporales que unen pequeñas lagunillas y parcelas
de comuneros viejos y nuevos en ambos extremos del desierto de Guamará. En otros casos se
explota al máximo las orillas de los ríos que emergieron en el desierto al desbordarse el caudal
del río Piura.
20
Archivo Departamental de Piura, 1799, Intendencia, Causas Civiles, cuaderno 304.
21
En este proceso de manejo y rotación de las parcelas y tierras comunales en Catacaos encontramos que también
paralelamente se despliega un sistema de rotación política de autoridades (alcaldes, regidores, procuradores, jueces
de campo) en el cabildo de indios. Una primera muestra de esto último lo presentamos para los años de 1807 y 1809.
12

La multiplicación de las familias comuneras indígenas originará la atomización de las parcelas


de cultivo; en otros casos frente al agotamiento del recurso hídrico y la prolongación de las
sequías, los familiares se concentrarán sobre un sector húmedo y agrícola de la parcela pero
que ya no es suficiente para lograr la autosubsistencia familiar. El resultado final en muchos
casos es el estallido de la violencia social y familiar y en otros casos la migración hacia otro
punto del valle de Catacaos.

En efecto, Juan Valencia indio tributario informa que su padre se ausentó de la comunidad
hacía varios años debido a estas dificultades climáticas y familiares. Las tierras que
actualmente cultivaba las había heredado de su abuela y a quien financió sus gastos funerales.
Reunidos posteriormente los herederos se producirán graves conflictos en el reparto de los
bienes de la finada. La reacción de las hermanas Silva es la de destruir los cultivos: “le
arrancaron todas sus plantas...150 pies de yucas, una de frijol y una de algodón”. Rafael Silva
apela entonces a las autoridades indígenas y españolas; en su informe aclara que “este
pedazo de tierras que son de Comunidad las ocupó, en un principio Petrocio Apolinario
Valencia, por cuya muerte, dentró su hijo Joaquín Valencia, quien las dividió entre los
expresados que son sus hijos y nietos..”.

En 21 de junio de 1808 se recogerá el testimonio de don Pedro Valencia, indio de más de 90


años de edad, quien declaró que las tierras en disputa entre los Silva y los Valencia miden 499
½ varas de latitud y que “Juan Pío Valencia tiene tres o cuatro trozos, en diferentes partes, y
también las hermanas del dicho Juan Pío tienen otras”.

De los testimonios contenidos en el expediente revisado pareciera que los hermanos Silva
carecieran de tierras suficientes para su autosostenimiento; frente a la multiplicación de sus
miembros y la escasez de agua para explotar la tierra no les quedaba sino disputar por la vía
judicial y las acciones violentas los pedazos de tierras que dejaron como herencia los padres y
abuelos de los Valencias. No está muy claro que tipo de relaciones de parentesco se han
establecido entre los Silvas y Valencias y tampoco se conoce que clase de acuerdos
subsistieron para la administración de sus parcelas en el desierto de Catacaos. Lo que sí
puede observarse en la documentación es el reiterado reclamo a las autoridades indígenas de
que no se produzcan cambios y que se mantenga el orden existente, que “el mencionado
Rafael Silva que también es nieto y viene de ese tronco tomó ilegalmente su pedazo y como el
río no halla regado a tenido la mala suerte de no poderla sembrar; y al cabo de trece años que
están cultivadas y arregladas las tierras de mis partes, ha inventado el exceso de destrozarles
sus sembrados”.22

Para encontrar soluciones a estos reclamos se combinarán el manejo de las ordenanzas


toledanas y las costumbres antiguas sancionadas por los caciques y los funcionarios indígenas.
Sin embargo, esta vez encontramos un ingrediente imposible de prever y de combatir: el
comportamiento caprichoso de las fuerzas de la naturaleza (FEN). No quedaba sino practicar
una solución de adaptación por parte de la organización comunal de Catacaos a las
costumbres y a las leyes republicanas.

Pleitos por tierras en el sitio de la Lagartera (Guamará), 1808-1810

Entre 1808 -1810 prosigue un largo juicio entre los miembros integrantes de la familia Susllón.
Décadas atrás (1775) habiendo fallecido don Juan Miguel Susllón, dos de sus herederos, Juan
y Josep Susllón disputan la posesión de un pedazo de tierra en el “sitio de la Lagartera o río de
Guamará”23 contra don Agustín Susllón. Las partes en pugna no encuentran una solución y en
1786 don Benito Cárcamo Susllón informará a las autoridades coloniales que éstas “tierras de
orilla del río Viejo” se los había entregado en posesión las autoridades del cabildo de indios de
Catacaos, y que durante el transcurso de este tiempo habían sembrado 140 pies de algodón, 9
pies de guayabos, un pie de guabo, tres parras y varios árboles de charanales, los cuales pide
que se le reconozcan como su trabajo e inversión individual y familiar.

22
Id. f. 12.
23
Archivo Departamental de Piura, 1810, Intendencia, Causas Civiles, cuaderno 578.
13

En efecto, con la finalidad de negociar una salida a este pleito de los herederos de la familia
Susllón encontramos un pronunciamiento del cabildo de indios, esta vez liderado por los
alcaldes don Vicente José Calixto Ycanaqué, los cuales en julio de 1811 afirman lo
siguiente:24”informan sobre si hay tierras realengas o no. Decimos que sabemos que nos
consta que no la hay tan solamente las que están a la parte arriba, las mismas que ocupan
unos mixtos de la ciudad en clase de arrendatarios de la cofradía de Nuestro Amo
Sacramentado, las mismas que siendo U. servido podrá declarar un trozo a favor de la
Comunidad para que este se le adjudique a Buenaventura Susllón respecto a que el común
sostiene la cofradía dando un real cada indio, esto es cada mes sin embargo de que
Buenaventura disfruta de cuatro trozos de tierras por parte de su mujer en agua corriente,
aunque están en litigio, pero al presente los está cultivando otro trozo a las orillas del río del
mismo pueblo que por falta de cultivo no da su fruto por haberse robado la tierra el río el año
del diluvio; otro a la parte de Guamará, a la parte afuera, pero cuando hay aguas como este
año se riega todo esto es lo que sabemos y nos consta”.25

Este documento es muy valioso e interesante pues nos permite constatar varios problemas y la
estrecha asociación entre escasez de tierras e incremento de la población indígena; otro asunto
fundamental es que se señala afirmativamente que:

- la comunidad administra las “tierras de cofradías”, con supervisión del corregidor y las
autoridades eclesiásticas del pueblo; que
- los comuneros indígenas disponen de pequeños trozos de tierras húmedas o de orilla de río
en varios puntos del valle de Catacaos, (manejo disperso del territorio). Que administran tierras
de orilla permanente y temporal, en otros casos quedan sin tierras por el cambio de ruta del río
y la destrucción de las fronteras parcelarias. En el caso contrario, las parcelas incrementan su
dimensión territorial y tienen acceso permanente al agua.

Que un sector de las tierras de cofradías de Catacaos la arrienda a mestizos de la ciudad de


Piura.

-Que el cabildo propone que un trozo de estas tierras puedan pasar a la administración de la
comunidad para entregarlo a Buenaventura Susllón quien solamente dispone de tierras por
parte de su mujer y las cuales se encuentran en pleito judicial. Las lluvias de 1791 afectaron las
parcelas cultivadas por Susllón; el río y las inundaciones la rodearon de arena y se quedaron
como tierras eriazas, sin agua y sin canales de riego.26

El sitio de “El Pedregal”, a una legua del pueblo de Catacaos.

A comienzos del siglo XVIII la población indígena de Catacaos se ha recuperado luego de la


hecatombe demográfica de los siglos XVI y XVII. A partir de este momento histórico el ciclo
demográfico crecerá hasta finales del siglo XIX. Un factor que empieza a ser disputado por los
comuneros parcelarios de las diferentes parcialidades es la posesión de lotes y parcelas de
“tierra de humedad”, que se forman en varios puntos del río con la llegada anual de las aguas.
No conocemos todavía con precisión si la iniciativa de colonizar las tierras de la margen
derecha fue iniciativa de los comuneros sin tierra, de los familiares de los curacas, de un
planeamiento de los funcionarios del cabildo de indios o de un lento proceso de concentración
poblacional conforme avanzaba la organización de haciendas y estancias ganaderas en el Alto
Piura.

24
En 1786 el cabildo de Catacaos está integrado por los siguientes funcionarios: Celestino Ypanaqué y Julián
Chiroque (alcaldes de primer y segundo voto); Nicolás Fernández, Juan Feliciano Meza(?), Tiburcio Macarlupú, José
Sandoval (regidores); Pascual Zapata (procurador), Gregorio de la Cruz (escribano). Para 1811, los miembros del
cabildo de indios son: Vicente José Calixto Ypanaqué y Juan Ferrer (alcaldes de primer y segundo voto); Feliciano
Ferrer y Nisama, José Manuel Ypanaqué y Manuel de la Cruz (regidores); Isidoro Aldine (procurador); Andrés
Chanduví (escribano).
25
Id. f. 8v.
26
En 1817 los hermanos Ipanaqué se disputan la posesión de varios trozos de tierras en el sitio de “río Viejo y
Guamará”; don Blas Ipanaqué había dejado como herencia “cinco trozos de tierras de Comunidad”. Las autoridades del
cabildo de Catacaos, representado por don Feliciano Nisama intervienen con la finalidad de encontrar una solución
aceptable a ambas partes a través de un nuevo reparto de tierras (Archivo Departamental de Piura, 1817, Compulsas,
Causas Ordinarias, legajo 11, cuaderno 91).
14

Un hecho incuestionable es la reforzada existencia de una agricultura temporal que tiene como
base la formación de “tierras de orilla” en ambas márgenes del río Piura. El valle de Catacaos
no solo será conducido por indios comuneros sino también por un conjunto de propietarios
criollos y españoles que han adquirido grandes extensiones de tierras vía la compra-venta, la
donación y las Composiciones de tierras. En el frente externo, la comunidad de Catacaos
registra varias zonas de conflicto en la tenencia y propiedad de la tierra: los sitios de Chocholla
(contra la comunidad indígena de Sechura) y Yupita (tierras o ejidos que se disputaban con la
ciudad de San Miguel de Piura). De igual modo se registra en el frente interno, aquí pugnan
varios grupos interesados en controlar la tierra, el agua y la energía humana de los comuneros
cataquenses.

En efecto, entre los siglos XVI-XVII, los comuneros y curacas de Catacaos migran
temporalmente hacia la zona del Alto Piura (Zapañar y Piura La Vieja, Malingas, Yecalá),
ubicadas a doce leguas de distancia, con el objetivo de buscar tierras y pastos
complementarios ante la presencia de los ciclos de sequía. Entre los siglos XVIII y XIX, se
ensayan otras formas de lucha contra estos periodos de alteraciones climáticas. Las
migraciones de los núcleos familiares indígenas que orientan los curacas y dirigentes
municipales de Catacaos van a interrumpirse por la nueva configuración del espacio agrario del
Alto Piura. En este espacio territorial se organizarán grandes unidades territoriales vía la
compra-venta de tierras (1595, 1645 y 1714, 1821, 1824, 1850) por parte de criollos y
españoles, asentándose negros esclavos, indios forasteros de la sierra y de valles
circunvecinos para asegurar el ciclo productivo regional. Las tierras que explotaban
temporalmente y sin ninguna documentación que legalice esta posesión precaria será anexada
a la gran hacienda. En consecuencia, las parcialidades, la nobleza curacal y el cabildo de
indios buscaran centralizar sus esfuerzos al interior del valle desértico de Piura, Catacaos,
Chocholla y Guamará-Letirá, agudizándose por tanto la escasez de tierra productiva.

Hasta 1824 la institución que orienta y lidera este proyecto colectivista y comunitario es el
cabildo de indios, uno de ellos es la de SJB de Catacaos. Una institución de gobierno comunal
que se fortalece en el siglo XVIII y que asumirá nuevas funciones a partir de la cancelación de
la institución del curacazgo por órdenes de José Antonio Areche en el último tercio de este
siglo.

En 24 de diciembre de 1799, el procurador del pueblo de Catacaos, don Joaquin Ancagima,


informa sobre la situación existente en el sector de las tierras comunales como consecuencias
de los períodos de sequías o desbordes del río provocados por la caída de torrenciales
lluvias.27 Este funcionario indígena informa “que a la parte de un sitio nombrado Pedregal, en
cuyas tierras de Comunidad habitan, labran y crían sus ganados muchos de mis comuneros se
hallan dos lagunas de agua de bastante caudal, con las cuales se mantienen los susodichos en
el presente tiempo que falta la del río, por la notoria sequedad que padece” (f.1)...”Dichas
lagunas están situadas en la misma Caja del expresado río, frente a las chacaras de unos
indios nombrados Andrés Chávez, y Valentín y hermanos Chero...todos hermanos y
consanguíneos inmediatos, los cuales por esta causa se suponen dueño de ellas en particular,
sin que haya razón alguna...Desde el año pasado de 98 no cesan de incomodar a los naturales
que viven en sus confines de las enunciadas lagunas queriéndolas privar del uso de las aguas
con pretexto de perjuicios de sus ganados...han cercado la caja del río...a cuyo fundamento
agregada la circunstancia de no ser la Caja del río sino para que este corra en su tiempo y
cuando no, sacar agua formando pozos, sino quedan algunas lagunas como las que se
disputan” (f.2).

La caída de lluvias y desbordes del río Piura han posibilitado la formación de dos lagunas
alrededor del sitio denominado “El Pedregal”, a una legua de distancia del pueblo de Catacaos.
Estas lagunas constituyen una importante reserva hídrica para la reproducción de la economía
parcelaria y comunal de las parcialidades, es una reserva de agua que posibilita la cosecha
anual y el cultivo de plantas no solo alimenticias sino también de especies arbustivas para el
sostenimiento de una variedad de ganado mayor y menor. De igual forma, proporciona el
acuífero necesario para la excavación de pozos en áreas circunvecinas y el asentamiento de
un mayor número de familias agroganaderas.

27
Archivo Departamental de Piura (ADP), 1799, Intendencia, Causas Civiles, cuaderno 294.
15

Las familias Chávez y Chero explotan estas aguas concentradas en dos lagunas habilitando y
manteniendo una red de acequias que permiten el riego de sus parcelas. Es probable que este
circuito de aguas no desemboque en el río sino que retorne a las lagunas, conservando de este
modo la “caja del río Viejo”, una ruta alternativa del río en período de grandes crecientes como
la ocurrida en el verano de 1791. Estamos entonces frente a una estrategia singular de manejo
de agua que utiliza un grupo familiar sin participación de los funcionarios del cabildo de indios
de Catacaos.

En 1800 interviene don Ramón Ferrer, alcalde de Catacaos , quien ordena que las aguas de
las lagunas sean redistribuidas entre los comuneros que habitan en el sitio de “El Pedregal”.
Este mandato será ratificado por el corregidor y el municipio de San Miguel de Piura, los
mismos que señalan que en tiempo de sequías “no baja el agua al río y se hallan los pozos
muy hondos y muchos de ellos que no dan agua alguna”. En buena cuenta, si las sequías
provocan un acortamiento de la frontera agraria, frente a este imprevisto se utilizarán aguas de
lagunas y pozos para garantizar la economía de subsistencia comunera. La lucha por la
disponibilidad del agua multiplicará los conflictos sociales internos intra e interparcialidades
yungas de Catacaos.

Conclusiones preliminares

Entre 1800 y 1820 los cabildos de indios sufren una crisis de autoridad. En 1812 la constitución
de Cádiz transforma los Cabildos de Indios en Cabildos constitucionales, los principios del
liberalismo hispano, igualdad y libertad empiezan a generalizarse lentamente en la ciudad y en
el campo piurano. Las elecciones para gobiernos locales y diputados movilizarán a indios y
mestizos de pueblos de indios y colonos asentados en las haciendas y estancias del Alto Piura
y el valle de La Chira. A nivel interno en los pueblos de indios crecen los reclamos individuales
sobre parcelas de tierras, la realización de nuevos repartimientos de los espacios comunales, y
a nivel externo se reanudan los conflictos con las autoridades españolas debido a las
crecientes dificultades en la cobranza del tributo y en la migración de grandes contingentes
poblacionales hacia las grandes propiedades de tierras por ejemplo. En las comunidades
indígenas costeñas el proceso de apropiación individual de la tierra fue mucho más intensivo
produciéndose "ventas" entre los comuneros parcelarios e incrementandose su registro en las
escribanías de Piura. En el caso de Catacaos encontramos a nivel interno graves
contradicciones por las pugnas existentes entre grupos individuales y familiares por las tierras
de humedad y con acceso a la red de acequias y canales de riego. Este es el caso de la
hacienda Chocholla, unas tierras que compró la comunidad en 1812 y que después terminó
distribuyéndolo entre los comuneros que habían aportado para la compra. Estamos pues ante
una entrega territorial comunal pero con una distribución y apropiación parcelaria particular. 28

Entre 1822 y 1824 se realizan varios repartimientos de tierras en Catacaos y Sechura por
Santa Cruz y las autoridades criollas designadas por Bolívar. Los sechuranos solicitaron al
gobierno el reparto de las tierras de las riberas del río Piura (sector de San Clemente y
Lagartera) que habían sido distribuidos por un comisionado ese mismo año. Frente a la
propiedad comunal avanza la propiedad parcelaria que ahora goza de un título de propiedad
ordenada entregar a los propietarios por la ley de 1824 y encargada a legitimarlos a los
funcionarios criollos designados desde Trujillo y Lima. Esta vez el cabildo de indios ha sido
liquidado legalmente pues las comunidades de indios ahora tienen que coordinar sus gestiones
y acciones cotidianas con el teniente gobernador y los jueces de paz, autoridades impuestas
por el Estado republicano.

Las prolongadas sequías de 1792-1802 y de 1805-13, así como el terremoto de 1814 y las
torrenciales lluvias en 1821 y 1824 destruyen los sistemas de riego y puentes que vinculaban a
las parcialidades con el pueblo de Catacaos. Frente a estas calamidades naturales se vieron
obligados a emigrar en busca de sustento a otros valles territoriales como Tambogrande y el
valle de La Chira. La búsqueda de jornales y parcelas con contratos de montes a “partir” les
generan algunos ingresos para cancelar los tributos atrasados. Desde 1822 y en medio de
esta crisis de autoridad del cabildo, los párrocos de los pueblos de indios logran recuperar los

28
Véase: ARP: JPI, C. Cr. Leg. 69, Expte. 1375, año 1846.
16

espacios económicos perdidos y una mayor competencia con los líderes étnicos de las
parcialidades por el control de las cofradías.

En 1812 en La Punta, la Huaca y Colán se establecen los cabildos constitucionales decretados


por las Cortes de Cádiz. Las elecciones y la movilización de los pueblos de indios posibilitan
que otros grupos de mestizos y colonos de hacienda accedieran al poder local. Se trata de una
singular organización de los poblados de hacienda que luego a mediados del siglo XIX
terminarán fundando pueblos y villas en este valle y en el Alto Piura. Sin embargo, en Sechura
la elección se realiza según las antiguas y “buenas costumbres”. Esta experiencia política es
muy importante pues cuando se produce la proclamación de la Independencia en Piura
apoyando el proyecto de don José de San Martín y las órdenes del Marques de Torre Tagle
desde la ciudad de Trujillo, casi todos los pueblos de indios y mestizos de Piura se movilizaron
en Juntas para adherirse a Torre Tagle y San Martin y juramentar la apuesta por la liquidación
del gobierno español y reforzar su participación en la guerra contra las fuerzas realistas
estacionados en la sierra de Loja.29

En medio de la guerra contra España y con la emergencia de sistema de gobierno republicano


e impuesto la propaganda de la ciudadanía se levantan las barreras legales establecidas entre
indios, mestizos, pardos y criollos. Estos grupos empezaran a instalarse alrededor de la plaza
central de Catacaos. La ley de tierras de Bolívar (1824 y 1825) permitirá que las parcelas
indígenas sean invadidas y apropiadas por pequeños agricultores mestizos y criollos. Con la
República se instala un nuevo sistema político-administrativo. Piura es una provincia del
departamento de Trujillo. En esos años se instala el Gobernador político-militar y los jueces de
paz, la Junta de Almonedas, la Junta de Beneficencia, etc., así como las autoridades
encargadas de la Tesorería provincial y el Hospital de Belén. Terminada la guerra contra
España y la Gran Colombia prosigue la guerra contra Ecuador; este es un tiempo en la que se
instala un sistema judicial con sede en la ciudad de Piura. Aquí acudirán esta vez los indios
para proseguir antiguos litigios por la posesión de tierras que muchas veces era la continuación
de juicios ganados anteriormente. Este es el caso de Puyuntalá 30 (Catacaos) en 1831, un
espacio territorial que se disputaban las mismas personas desde la llegada del FEN en 1791 y
había destruido las fronteras parcelarias y comunales de Catacaos. Pero esta vez, la condición
étnica ya no era un argumento determinante. Los jueces de paz y la justicia republicana
favorecían mucho más a los mestizos y criollos. Esta vez la Constitución y los principios de
libertad, igualdad y propiedad privada se imponen progresivamente extendiendo la
ciudadanización en medio de grandes tensiones sociales.31

Para el primer tercio del siglo XIX los cabildos habían dejado de funcionar y las autoridades
como los tenientes gobernadores y los jueces de paz amparan y legalizan la permanencia de
muchos mestizos en tierras indias en calidad de comuneros en las parcialidades yungas. Los
indios terminaran asentándose al interior de las tierras de hacienda y en territorios que todavía
administran los indios principales de las parcialidades yungas como Narigualá y Mechato.

Estas parcialidades prácticamente administraron las antiguas tierras comunales. La ley de


tierras decretada por Bolívar en 1824 señalaba la necesidad de que los posesionarios
dispongan de un título de propiedad privada individual. La titulación avanza muy lentamente por
que los indios de Catacaos se incorporan en calidad de milicianos a la guerra contra Ecuador.
Las tierras comunales en parte serán privatizas como predios particulares.

Los cambios en la apropiación y usufructo de las tierras sumados a la migración espacial de la


población indígena y mestiza al interior de los microvalles costeños alcanzaron un mayor
dinamismo en la nueva estructura de autoridad implementada por el Estado republicano. En un

29
Miguel Seminario Ojeda. Piura y la Independencia. Instituto Cambio y Desarrollo, Colección SEC, 206 pp., Piura,
1994. Aljovín de Losada, Cristóbal - Jacobsen, Nils – Edits. Cultura política en los Andes, 1750-1950. IFEA -
UNMSM, 565 pp., Lima, 2007. Sala Vila, Nuria. "La constitución de Cádiz y su impacto en el gobierno de las
comunidades indígenas en el Virreinato del Perú". En: Boletín americanista, Nº 42-43, pp. 51-70, Barcelona, 1992.
30
ADP: 1838, JPIC, legajo 38, expediente 1744; Puyuntalá.

31
Cristobal Aljovin de Losada y Sinesio López, edits. Historia de las elecciones en el Perú: estudios sobre el
gobierno representativo. IEP, Lima, 2005. Mc Evoy, Carmen. La experiencia burguesa en el Perú (1840-1940).
Vervuet-Frankfurt. Iberoamericana, Madrid, 2004.
17

tiempo histórico muy corto los pueblos y las comunidades indígenas-mestizas coloniales se
transformaron en unidades distritales. La República liberal les cortó el sistema de autogobierno
y de representación política y les impuso a los pueblos un nuevo sistema de gobierno liderados
por un gobernador como autoridad política, jueces de paz para administrar justicia y los
cabildos serán reemplazados por los municipios encargados de la gestión y solución de los
temas de la vida cotidiana local. Estos municipios republicanos cuyos antecedentes se
encuentran en los cabildos constitucionales de 1812 son la nueva forma de representación y de
gobierno local que se organizará en la costa y sierra de Piura. En esta oportunidad, las bases
organizativas, documentales, experiencia de funcionarios y recursos serán tomados de los
cabildos de indios y del cabildo de españoles organizando así una nueva centralidad y periferia
en el sistema político-administrativo de la provincia de Piura hasta 1837 en la que este espacio
será elevado a la categoría de Provincia Litoral de Piura y Departamento en 1861. 32

En esta nueva reorganización del gobierno local se produce un rápido reacomodo de los cargos
por parte de las elites de las parcialidades y pueblos de indios pugnando por conquistar los
puestos de alcalde, síndico procurador, regidor y jueces cobradores ya sea por la vía de las
elecciones populares o designaciones desde la prefectura departamental y del Ministerio de
Gobierno. En general, los pueblos de la costa se adaptaron rápidamente a la nueva estructura,
conservando el orden existente antes de 1821. La novedad fue el aumento en el número de
municipios de los pueblos organizados en el valle de La Chira y el Alto Piura. En estos valles se
organizan nuevas unidades distritales cuyas jurisdicciones administrativas están bajo el
dominio de grandes latifundios territoriales. En Sechura y Catacaos se mantiene todavía la
tradición étnica y se eligen para los cargos municipales principales a los miembros de las
familias indígenas hasta aproximadamente el primer tercio del siglo XIX. Sin embargo, la
documentación revisada nos muestra un lento desplazamiento de las autoridades indígenas de
los municipios debilitando entonces la autoridad comunal.33

En el corto plazo se han impuestos tres nuevas instituciones, el gobernador, el municipio


provincial y distrital y los jueces de paz. Para ocupar estos cargos se realizan elecciones
populares o de lo contrario se los designa vía decretos y resoluciones confirmados por la
autoridad departamental y nacional.

Los conflictos esta vez se producirán entre la gobernación y el municipio, entre los jueces de
paz y las autoridades militares republicanas, entre el procurador municipal y el cura vicario, etc.
Cada una de estas instituciones buscaba el liderazgo. Como hemos visto en los expedientes
presentados, en Catacaos subsiste el poder comunal y de las parcialidades para atender y
solucionar asuntos cotidianos, la recolección tributaria y de alto nivel conflictual en la dimensión
social y religiosa. En suma, alcaldes, regidores, procuradores y notarios serán todavía elegidos
a nivel de sus parcialidades según las “buenas costumbres” coloniales e hispanas. Un
elemento que ayudaría a liquidar casi por completo a la institución del cabildo de indios es la
inclusión del cargo del síndico procurador en el esquema organizativo del municipio
republicano.

Para Diez Hurtado34 con la desaparición del procurador colonial termina el pacto político entre
las parcialidades de los pueblos. Descabezadas, las parcialidades estas cobran una autonomía
relativa limitándose a la cobranza de tributos, la atención de asuntos locales menores y la
administración del sistema de riego y caminos en el pueblo.

Estamos pues frente a dos tipos de representación y de gobierno: el municipal republicano y el


comunitario de las parcialidades. El primero despliega acciones en favor de la política nacional
y la segunda busca concentrarse en asuntos locales que le aseguren la reproducción social de
32
Maria Belen Soria Casaverde. Geografía de Piura, siglo XIX. UNMSM, SHRA, 102 pp. Lima, 1999. Guarisco,
Claudia. "Etnicidad y ciudadanía: los orígenes de un problema. El caso del Valle de México, 1812-1835". En:
Histórica, Nº 27 (1), pp. 51-96, Lima, 2003.
33
Fernández Villegas, Oswaldo. "Curacazgos de la costa norte: Piura". En: Boletín de Lima, Nº 60, pp. 45-46, Lima,
1988. "La desestructuración de los curacazgos andinos: conflictos por la residencia del curaca de Colán. Costa
Norte". En: Allpanchis, Nº 40, pp. 97-115, Cusco, 1992. “Unión étnica en el curacazgo Nariguala, Costa Norte del
Perú, siglo XVIII". En: Boletín de Lima, Nº 14 (81), pp. 43-48, Lima, 1992.
34
Diez Hurtado, Alejandro "Transiciones comunitarias: los cabildos norteños entre la Colonia y la República". En:
El norte en la historia regional, siglos XVIII-XIX / O'Phelan Godoy, Scarlett - Saint-Geours, Yves. Comp. IFEA - CIPCA,
pp. 345-368, Lima, 1998.
18

sus condiciones materiales de existencia. En sustancia, esta vez el primero es el dominante y


el segundo subordinado. En el primero, se concentran los líderes criollos-mestizos y en la
segunda la población indígena de las parcialidades yungas sobrevivientes. La guerra, la crisis
económica y los conflictos políticos nacionales agudizarán las tensiones sociales. Nuevamente
frente a este cambio de reglas de juego en el poder, las elites de los pueblos indígenas se
inclinarán a reforzar su participación social en la organización religiosa de las cofradías y
construir un espacio de representación e identidad, de elecciones, de administración de las
tierras comunales (“Buenas Memorias”) y la organización de trabajos comunitarios (“mingas”)
para mostrarse ante los blancos y republicanos asentados en la ciudad de Piura como un
pueblo unido, con identidad, memoria histórica y fuerza política en la región de Piura. Similar
experiencia atravesaron otros pueblos indios como San Lucas de Colán, Amotape, San Martín
de Sechura y La Punta, más tarde transformada en distrito en 1857. 35

En Catacaos se vive un lento proceso de privatización de las tierras comunales. Las familias
parcelarias buscan legalizar sus posesiones territoriales vía las “reparticiones” que organizan
los gobernadores o mediante la vía judicial. Sin embargo, la liquidación legal de los cabildos de
indios va a provocar una crisis de representación de esta unidad étnica frente al Estado
republicano. Un primer efecto que se siente es que las parcialidades empiezan a consolidarse
como conjuntos parentales más que territoriales, el proceso de titulación de la población
indígena será bloqueado por muchos factores externos como la guerra civil entre caudillos
civiles y militares entre 1825 y 1845. A pesar de la individualización de los derechos a la tierra
subsistirán las diez parcialidades yungas con sus grandes extensiones territoriales de uso y
trabajo comunal como mecanismo de respuesta a la exclusión y desigualdad impuesta por el
nuevo gobierno republicano.36

Los campesinos indígenas de los pueblos costeños de Piura vivirán divididos en parcialidades.
Después de 1825 no mantienen una unidad institucional de gobierno global y menos de
representación socioétnica frente al Estado republicano. El cabildo de indios será liquidado y
sobrevivirán los liderazgos de las parcialidades y de los viejos clanes curacales bajo la
modalidad de alcaldes y regidores articulados al nuevo representante político del gobierno
nacional y al municipio local: el gobernador y los alcaldes y regidores republicanos. No
sabemos todavía si este es un tiempo de hegemonía de las parcialidades de Narigualá y de
Mechato por ejemplo.

Las parcialidades son conjuntos parentales de familias indígenas-mestizas ordenados


jerárquicamente y de manera dispersa en ambas márgenes territoriales desérticas del río Piura.
En su interior se han organizado los clanes familiares cuyas parcelas comparten el agua con
estancias y haciendas. Un conjunto de elementos como tierra, etnicidad, trabajo colectivo,
grupos de parentesco, la tradición de los juicios por parcelas, posibilitarán el funcionamiento y
la participación en el gobierno de las cofradías y el despliegue de un denso calendario festivo
religioso. Esta nueva práctica social permitirá la emergencia de una identidad comunitaria del
indígena “catacaos” frente al criollo o mestizo “piurano”, del hombre del campo frente al
habitante de la ciudad en el siglo XIX ajustado a las leyes y al nuevo poder republicano que
empieza a instalarse en 1845.37

En buena cuenta, la República liquidó el cabildo de indios y hasta 1837 solo permitió la
subsistencia de los liderazgos civiles de las parcialidades yungas sin ninguna instancia de
autogobierno ni de representación política frente al Estado. Ninguna de las autoridades de
Piura podía anular absolutamente a la sociedad cataquense y a su elite indígena ya que de por
medio estaba la cobranza de las contribuciones fiscales y la organización del calendario festivo
anual de las cofradías. Tradición y modernidad se asocian temporalmente en el tiempo de la
historia de una región en proceso de articulación al Estado-nación del Perú en el siglo XIX.
35
Espinoza Claudio, César. Terratenientes y campesinos en Piura, Siglos XVI-XX. Comunidades de Colán y
Amotape. UNMSM, Lima, 1981. Seminario, Miguel A. Historia de Sullana. Concejo Provincial de Sullana. Instituto
Provincial de Cultura, Perú 1986. Historia de Tambogrande. Maza Editores, Perú, 1995. Cruz Pazos, Patricia.
"Cabildos y cacicazgos: alianza y confrontación en los pueblos de indios novohispanos". En: Revista española
de antropología americana, Nº 34, pp. 149-162, Madrid, 2004.
36
Chiaramonti, Gabriella. Ciudadanía y representación en el Perú (1808-1860). Los itinerarios de la soberanía.
Fondo Editorial UNMSM, SEPS, ONPE, Lima, 2005.
37
Archivo Regional de Piura (ARP). Causas Civiles, Leg. 191. Pleito judicial entre don José Suero y el común del
pueblo de Catacaos por tierras, año de 1825.
19

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