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Investigar es un verbo cuyo significado abarca o se dice de acciones que, aún teniendo un referente común -el de indagar o buscar el
conocimiento de algo-, se puede referir a realizaciones muy diversas. Investiga un científico en el laboratorio, alguien que busca en una
biblioteca o archivo lo que un autor o autora dijo en una ocasión, quien pregunta a la gente sobre algo, el policía que busca al autor de
un delito, quienes quieren saber dónde perdieron algo, etc.
Lo que hay de común a todas esas situaciones es la búsqueda de información nueva para quienes realizan la investigación, aunque
puede no serlo en términos absolutos porque se conocía, se perdió y vuelve a encontrarse dicha información, o bien se cree nueva
porque no se sabe que otros pueden saberla, o se quiere utilizar para un nuevo propósito. Se trata de información para conocer mejor,
saber sobre la naturaleza y cualidades acerca del lo investigado, corregir conocimientos que se creían ciertos, buscar aplicaciones,
nuevas relaciones...
La polisemia comprendida en el verbo investigar, que es un verbo de acción, aplicándose a situaciones diversas, se restringe
significativamente, en contra de lo que pasa con el uso del verbo, cuando se habla del sujeto que investiga (el investigador o la
investigadora ) o cuando se trata del resultado de la acción: la investigación realizada . El uso en estos dos casos está más delimitado.
No se dice de todo aquel que indaga que es un "investigador", ni todos los procesos se admiten como investigación. Es como si el
sentido asentado del lenguaje nos estuviese indicando que hay muchas actividades que denominamos de investigación que hacemos
los seres humanos, pero no todas son realizadas por investigadores, y que todos los resultados que de ellas se obtienen no se
consideren como investigaciones. En el caso de los sujetos que tienen el nombre de investigadores se suele aceptar que son aquellos
que asidua o puntualmente realizan un determinado tipo de actividad investigadora, digamos especializada y profunda. Y por esta
lógica, en el sentido más estricto, la investigación por antonomasia es la que realizan los investigadores, sobre todo la que hoy se la
reconoce como "competitiva" por la rentabilidad económica de sus aplicaciones tecnológicas. Esa continuidad se produce en muchos
sentidos. Se suele reconocer como investigación genuina a aquélla que se centra y lleva a cabo en lo que podríamos llamar las
fronteras de lo ya conocido, que son las comienzos del mundo desconocido. A ella se dedican personas sabias que están en esa
frontera.
Se pueden hacer otras indagaciones o acciones de investigar, pero si caen fuera de canon de los especialistas, no tendrán el
reconocimiento de investigaciones.
Desde una perspectiva amplia, sin embargo, podríamos asignar a la investigación el significado de proceso de indagación y de
elaboración rigurosas de ideas para alcanzar nuevos significados a lo que sabemos e incrementar nuestros saberes o la profundización
de los mismos.
Cuándo un incremento del saber es un avance objetivo del mismo es cuestión ardua de responder, pues depende de la referencia que
tomemos para compararlo. Se dice que una investigación "productiva" es la que genera resultados significativos dentro de un área del
conocimiento, o de la tecnología, cuando supone un avance o una revisión significativa del estado de conocimiento de la comunidad de
quienes cultivan es área, quienes son especialistas de la misma. Como la educación ofrece caras tan distintas, tiene que ver con
aspectos tan diferentes, puede versar sobre temas tan diversos, sobre los cuales se tiene muy desigual grado de conocimiento, las que
hemos llamado fronteras del saber de una determinad línea temática ofrecen tipos de aproximaciones y cuentan con tradiciones de
indagación de muy desigual peso. Por otro lado, la enjuncia de una determinada investigación depende de la finalidad de la misma. Si
queremos indagar sobre algo con el propósito de describirlo haremos un tipo de investigación muy diferente que si queremos que el
profesorado comprenda mejor su práctica y cambie sus métodos.
Nuestra posición, enraizada en la misma naturaleza del proceso mismo del pensamiento humano cuando investiga, es la de mantener
que la dicotomía o ruptura entre genuina investigación "de altura" y otras de menor rango o categoría no existe y que lo que podemos
observar, más que una línea divisoria es una graduación a lo largo de una línea. Es la continuidad entre los procesos de pensamiento
espontáneos, con otros de carácter más elaborado, como es lo que hacemos en el denominado trabajo intelectual ¾podríamos decir¾
y los procesos más elaborados y complejos de quienes alumbran nuevas ideas, teorías, resolución de grandes problemas, etc. Podría
decirse que hay tantos niveles de investigación como niveles de pensamiento, posibilidades de investigar con diferentes grados de
profundidad y de complejidad, sobre temas con desigual grado de relevancia y amplitud, con objetivos muy diversos y por razones de
utilidad distintos. Sólo que esa diversificación se traduce en jerarquía entre investigaciones por razones, como veremos más adelante,
de carácter institucional, social y cultural; por razones de poder.
Esa posición la basamos en la tesis de que hay una continuidad cualitativa, entre el proceso de pensar, digamos que con rigor, y los
llamados procesos de investigación formalmente considerada, como así también la hay entre el pensamiento espontáneo que
desarrolla cualquier ser humano como ser racional y el pensamiento disciplinado que exige el trabajo intelectual, al que no todos se
dedican. En esas línea continua se pueden establecer grados pero no categorías separadas e incomunicables. Lógicamente, también
existiría una continuidad entre los métodos que se desarrollan cuando pensamos con cierto rigor y los denominados métodos de
investigación. Observar, por ejemplo, lo hacemos todos ¿De qué otra forma podría ser? Aclaramos este aspecto recurriendo a una
demostración muy sencilla. Las acciones a las que apuntan los siguientes verbos y expresiones están presentes o forman el contenido
del pensamiento en general, son acciones mentales, al tiempo que son también acciones que se desarrollan en lo que generalmente
se denomina como i nvestigación.
Verbos que señalan acciones del intelecto, las cuales están presentes tanto en la investigación como en cualquier proceso
de pensamiento mínimamente ordenado y desarrollado.
Analizar: Hacer distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o
elemento. Examen que se hace de una obra, de un escrito o de cualquier realidad susceptible de
estudio intelectual.
Buscar información Adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia
determinada.
Clasificar Ordenar o disponer por clases algo.
Comprobar Verificar, confirmar la veracidad o exactitud de algo.
Concluir Determinar y resolver sobre lo que se ha tratado. Inferir, deducir una verdad de otras que se
admiten, demuestran o presuponen. Formular oralmente o por escrito las conclusiones de un
proceso.
Contrastar Comprobar la exactitud o autenticidad de algo.
Criticar Juzgar de las cosas, fundándose en los principios de la ciencia o en las reglas del arte.
Describir Delinear, dibujar, figurar algo, representándolo de modo que dé cabal idea de ello.
Representar a alguien o algo por medio del lenguaje, refiriendo o explicando sus distintas partes,
cualidades o circunstancias. Definir imperfectamente algo, no por sus predicados esenciales, sino
dando una idea general de sus partes o propiedades.
Diagnosticar Recoger y analizar datos para evaluar problemas de diversa naturaleza.
Distinguir, separar Conocer la diferencia que hay de unas cosas a otras. Hacer que algo se diferencie de otra cosa por
medio de alguna particularidad, señal, divisa, etc. Manifestar, declarar la diferencia que hay entre
una cosa y otra con la cual se puede confundir. Ver un objeto, diferenciándolo de los demás, a pesar
de alguna dificultad que haya para ello.
Experimentar Probar y examinar prácticamente la virtud y propiedades de algo. En las ciencias fisicoquímicas y
naturales, hacer operaciones destinadas a descubrir, comprobar o demostrar determinados
fenómenos o principios científicos.
Explicar Declarar, manifestar, dar a conocer lo que alguien piensa. Declarar o exponer cualquier materia,
doctrina o texto difícil, con palabras muy claras para hacerlos más perceptibles. Dar a conocer la
causa o motivo de algo. Llegar a comprender la razón de algo, darse cuenta de ello.
Extraer consecuencias Evidenciar el hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro. Hacer evidente la
correspondencia lógica entre la conducta de una persona y los principios que profesa. Aclarar la
proposición que se deduce de otra o de otras, con enlace tan riguroso, que, admitidas o negadas las
premisas, es ineludible el admitirla o negarla.
Extrapolar Aplicar conclusiones obtenidas en un campo a otro.
Fundamentar Establecer, asegurar y hacer firme algo.
Generalizar Hacer algo público o común. Abstraer lo que es común y esencial a muchas cosas, para formar un
concepto general que las comprenda todas.
Hacer conjeturas Juicio que se forma de las cosas o acaecimientos por indicios y observaciones.
Interpretar Explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto. Explicar acciones, dichos o
sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos. Concebir, ordenar o expresar de un modo
personal la realidad.
Interrogarse Preguntar, inquirir. Hacer una serie de preguntas para aclarar un hecho o sus circunstancias.
Observar Examinar atentamente. Advertir, reparar. Mirar con atención y recato, atisbar.
Planear hipótesis Suposición de algo posible o imposible para sacar de ello una consecuencia.
Plantear metáforas Trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita.
ejemplifiicadoras Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota
literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su
comprensión.
Profundizar Discurrir con la mayor atención y examinar o penetrar algo para llegar a su perfecto conocimiento.
Relacionar Hacer relación de un hecho. Establecer relación entre personas, cosas, ideas o hechos.
Revisar lo dicho, pensado o Ver con atención y cuidado. Someter algo a nuevo examen para corregirlo, enmendarlo o repararlo.
hecho
Valorar o evaluar Señalar el valor de algo. Estimar, apreciar, calcular el valor de algo
La elaboración de pensamiento para comprender el mundo, a las personas, las relaciones sociales o la cultura no es tarea exclusiva de
nadie, incluidos los investigadores. Por lo cual podemos mantener que el investigar ¾en tanto es una actividad de ejercer, aplicar o
desarrollar procedimientos rigurosos de pensamiento siguiendo unas determinadas reglas¾ es una actividad que puede ser practicada
por cuantos sigan las exigencias básicas del pensamiento riguroso. Se puede romper así la barrera entre profesores y profesoras
respecto de los investigadores e investigadoras, entre el mundo de la especulación o investigación y el de la práctica. Investigar no es,
pues, o deba ser una actividad que excluya, singularice y distinga a las personas que quieran conocer mejor la educación,
separándolas con la distancia que genera el halo que prestigia a la investigación. Ser investigador es, antes que nada, ser estudioso de
algo, ser un pensador (en el sentidos de ser alguien que piensa, un buscador o buscadora de conocimiento. Entendida la investigación
como una actividad muy amplia es convertirla en una actividad en la que podemos estar muchos implicados
No obstante es preciso poner alguna barrera: la de que si todo pensamiento no es investigación ¾queremos decir que no se le
reconoce como tal¾ pero es obvio que toda investigación es un proceso (como actividad) o un resultado (como producto) del
pensamiento. Investigar es básicamente pensar . El pensamiento no siempre es lo necesariamente preciso, riguroso, sistemático, ni
está siempre sujeto a un plan, guiado por una estrategia o sometido a crítica y revisión, carencias que tiene el pensamiento
espontáneo. Aunque también ocurre que detrás de lo que en términos académicos se suele reconocer como investigación no siempre
se acomoda a las normas o criterios de calidad del pensamiento riguroso.
Tal como ocurría con el pensamiento , no siempre que alguien busca información decimos que está investigando. Hay que poner
ciertas barreras. Estas salvaguardias nos llevan a establecer que no basta sólo con mirar, con hacerse preguntas o formularse
problemas o, sencillamente, pensar , sino que hay que hacerlo desde un cierto nivel, con una cierta actitud y también de manera
ordenada o sistemática.
En sentido lato, investigar hace referencia a la búsqueda que se emprende y llegan a alcanzar conclusiones de valor gracias a la
consecución de información que dé respuesta a algunas preguntas que nos planteamos; buscamos saber sobre algo que
desconocemos. La palabra investigación deriva de vestigium , que significa mirar detenidamente, seguir las huellas, los vestigios. En
algunas lenguas, como el inglés ( re-search ) en francés ( re-cherche) o el catalán ( re-cerca ), el término conserva el sentido insistente
de una búsqueda, de un reto intelectual para hallar el sentido a algo, para encontrar respuestas a preguntas, volviendo a mirar con
sistema, detenida e intencionadamente.
Ni toda la investigación reconocida propiamente como tal por los investigadores tiene la altura que presume, ni las investigaciones en
sentido lato dejan de tener algún valor, aunque sea el de entrenarse en esa actividad disciplinada.
Los "investigadores en el aula", como reconoció Stenhouse, que pueden llegar a ser las profesoras y profesores, será muy conveniente
que se adueñen de los métodos, herramientas y lenguajes propios de la "alta" investigación, para dar rigor a sus indagaciones y elevar
el valor de las mismas. El rigor de la metodología que se sigue es quizá el primer criterio aparente para situar una investigación en el
continuum del que venimos hablando, pero nosotros preferiremos hacerlo por la relevancia de la información aportada y en función de
la relevancia para comprender la educación y los retos que surgen en la mejora de la práctica. Siempre quedará en el aire la pregunta
de: relevancia, ¿para qué y para quiénes.
Puesto que cuando hablamos de investigar estamos refiriéndonos a una actividad que se realiza en un contexto público y profesional
dentro de instituciones, hemos de tener en cuenta la existencia de una tradición que establece o niega la legitimidad de las acciones
que podemos calificar como investigación y las que no lo son. Tener legitimidad es tener capacidad para definir lo que vale la pena
conocer, cuáles son los problemas a los que dedicar atención. Así que cuando nos preguntamos quién puede investigar entramos en el
terreno de los procesos y argumentos por los que alguien es considerado socialmente valioso y "válido" para un determinado tipo de
actividad. En la educación -y también en otros ámbitos- plantearnos quién puede investigar nos lleva al territorio de las relaciones de
poder.
El respeto a la investigación que merezca ser denominada como tal, viene dado muy fundamentalmente por la caracterización del
colectivo profesional del más elevado nivel académico, que es capaz de definir la realidad, decidir la realidad investigable y la
intervención que se deriva para la práctica. Así es como la investigación universitaria se ha erigido como "el" modelo de esta actividad,
y ha definido que la investigación legítima es la hacen ellos.
¿A qué responde este modo de entender la investigación y de establecer quién puede investigar? A una distribución de poder y
legitimidad, que a su vez se apoya en una concepción específica de cuál es el propósito de la investigación. La división social del
trabajo en la enseñanza se muestra en la separación y jerarquización entre la investigación y la práctica, entre quien investiga (desde
la universidad) y quien enseña (en las aulas), entre quien crea conocimiento extrayendo leyes y principios para regular la práctica, y
quienes aplican esas normas.
Ésta es una concepción social, científica y política muy extendida en la enseñanza y muy dominante en términos institucionales y
académicos. Esto es importante pero no hay que dar sentado, como dijera Jerome Bruner, "que es cierto lo que simplemente se ha
hecho habitual". Aunque sin duda lo intenta, el poder no tiene capacidad para definir qué es verdad ni qué es deseable. La enseñanza
es una actividad moral, valorativa, en la cual qué sea lo bueno no es cuestión de tradiciones o de leyes, sino de deliberación, de
discusión y argumentación sobre el significado de la vida digna y deseable.
Investigar pueden hacerlo todos y todas, siguiendo unas determinadas reglas y exigencias, tal como se ha argumentado en el apartado
anterior.
Lawrence Stenhouse distinguió entre investigación sobre la educación e investigación en educación (o educativa). La primera es la que
se realiza sobre la educación, o sobre la enseñanza, como un campo de trabajo interdisciplinar en el que confluyen -o pueden hacerlo-
los intereses de la psicología, la sociología, la historia, la filosofía, la economía,... En este caso, la investigación suele responder a los
intereses, perspectivas y criterios de rigor de las disciplinas desde las que la indagación se inicia, aunque puede tener también un
carácter interdisciplinar, centrada en temas y problemas complejos, como pueden ser las indagaciones sobre el fracaso escolar. Lo
más probable es que el profesorado, las y los estudiantes, sean objetos de investigación para los "investigadores" que suelen ser
profesores y profesoras universitarios. Este tipo de investigación ¾en el mejor de los casos y cuando parte de interrogantes
sustanciales¾, suele tener como propósito describir, elaborar abstracciones, establecer explicaciones, reglas y normas para regular,
predecir y controlar la realidad, en nuestro caso, la práctica de la enseñanza, a menudo dando fundamentos para tomar decisiones y
establecer regulaciones político-administrativas sobre el sistema educativo.
Existe otro tipo de investigación con una finalidad más "educativa" o educadora, la cual, según Stenhouse, tiene como finalidad
fundamental, comprender la práctica y enriquecer el criterio profesional de las y los docentes; es decir, una investigación que está
relacionada con la mejora de la práctica educativa. Y mejora quiere decir tanto que busca el perfeccionamiento de las profesoras y los
profesores, como la realización en la práctica de valores considerados educativos, esto es, deseables como componentes de una vida
buena y digna.
Ha sido precisamente Stenhouse quien, con su concepción de la enseñanza como investigación y su caracterización de las y los
docentes como investigadores en el aula, más ha contribuido a socavar esa relación social jerárquica entre la investigación (cultivo de
la teoría) y la enseñanza (ejercicio de la práctica); es más, considera que la única investigación con valor educativo es aquella que
puede contribuir al perfeccionamiento de la enseñanza. Y sólo puede hacer tal contribución ayudando a que las profesoras y los
profesores desarrollen sus propias ideas, facilitando la reflexión sobre su propia enseñanza y los criterios que la rigen. La investigación
que quiera mejorar la enseñanza, por tanto, no debe imponerse al criterio de las y los docentes sino que tiene que complementarlo y
enriquecerlo, lo cual implica facilitarles la comprensión de lo que hacen y su revisión.
Esta exclusión del profesorado de la legitimidad de la investigación, supone una pérdida importante para el conocimiento de la
educación porque su comprensión sobre la educación queda fuera del conocimiento legítimo, del que ayuda a entender la enseñanza,
del que forma parte de la formación....
En ese contexto no es de extrañar que, cuando las profesoras y profesores se enfrentan a la investigación, se pregunten, como
señalan Ruth Shagoury y Brenda Miller, quiénes somos nosotros para suponernos capaces de llevar adelante una investigación o para
responder ¾por medio de la investigación¾ a nuestras propias preguntas sobre la enseñanza. Sin embargo, la pregunta debiera ser
otra: ¿Quién mejor que nosotros para hacerlo? Porque, continúan, lo que aportan los docentes-investigadores es algo único que nadie
más tiene: "el sentido del lugar, el sentido de la historia en las escuelas en que trabajamos. Esa presencia personal permanente es
decisiva para la comprensión".
La investigación desarrollada por el profesorado suele diferir en muchos aspectos de la que se realiza desde la universidad y desafía
algunos de sus supuestos más estables. Así, por ejemplo, para el profesorado el propósito de iniciar una investigación no radica en la
generalización, en desarrollar normas y abstracciones o sencillamente en contribuir a incrementar el conocimiento especializado. Más
bien, el interés suele estar en comprender mejor la propia práctica o bien elementos cercanos que ayuden a mejorar ésta, a iniciar
algún cambio. Por tanto, no suele tratarse de un genérico interés por el avance del conocimiento, sino más bien de un interés
específico ligado a la mejora de la propia práctica y con capacidad para revertir en mejorar el aprendizaje de sus alumnas y sus
alumnos, las relaciones con las familias o la calidad de la vida del centro. El profesorado, por tanto, suele mantenerse en sus
investigaciones cercano a la práctica, a su práctica; y no por incapacidad, no porque no sepa manejarse con abstracciones sino, como
indica Erickson, porque en su trabajo "lo concreto tiene una dignidad y una centralidad irreductible".
La cercanía, física y emocional, que tiene el profesorado con las realidades que investiga no constituyen barreras o limitaciones para la
calidad y el rigor de la investigación. "Separarse de la experiencia para saber más de ella es un enunciado absurdo. Separarse sirve
para otra cosa que se llama objetivar porque convierte lo vivo en inanimado, en algo que no siente, no cambia y se puede controlar"
dice Ana Mañeru. Pero la investigación no nos pide alejamiento sino preocupación, un interés intrínseco e intenso por conocer en
profundidad, por entender, una escucha atenta a lo que nos dicen, una mirada detenida a lo que ocurre a nuestro alrededor. Con rigor,
con sistema, con orden, sí, pero con implicación, con cercanía, dejándose afectar, porque "sólo podemos entender ese algo o a ese
alguien por quien nos preocupamos", como opina Max Van Manen.
En última instancia, y al menos en la investigación que tiene más valor educativo, investigar es investigar-nos, tener la oportunidad de
cambiar nosotros mismos y nuestra relación con la realidad, al poder ver y entender las cosas de modos nuevos.
La inevitable polisemia de la acción de investigar no desaparece ni siquiera en el caso de ser tomado el término en una acepción más
acotada y restrictiva, como es el caso de la especialización que es la investigación educativa. Todo aquello sobre lo que el ser humano
pueda hacerse preguntas, plantearse problemas y pueda obtener algún tipo de información para progresar hacia un mejor
conocimiento es objeto posible de ser investigado.
a) Como el mundo desconocido es infinito, los temas pueden ser ilimitados, pero se tienen que priorizar según la enjundia de los
interrogantes de los que se parten, de acuerdo con su relevancia y según las valoraciones que pudieran establecerse acerca de la
proyección previsible y deseable de los resultados, etc. El límite de lo que puede ser investigado lo acota nuestra capacidad de
formular interrogaciones sobre las que no tenemos respuestas, porque consideramos que no son correctos los conocimientos ya
poseído, porque las valoramos como insuficientes. La entidad de las interrogaciones definen el nivel de profundidad de la indagación.
Formular buenas preguntas es algo esencial. Se investiga o puede intentarse hacerlo sobre cualquier tema, si bien existen tradiciones,
grupos asentados o escuelas del pensamiento que condicionan las opciones a tomar. Es imperdonable no ser algo originales; serlo
demasiado es muy arriesgado.
b) Si no existe la posibilidad de ganar información, entonces la investigación carece de sentido. Esta limitación puede tener diversos
orígenes. Primeramente, porque puede no ser lícito obtenerla desde un punto de vista ético; en segundo lugar, porque no esté al
alcance de nuestros medios el obtenerla y, finalmente, puede ocurrir que, dado el interrogante del que partimos el objeto de
investigación se nos resista a dar información considerando el grado actual de nuestro conocimiento.
No obstante, son muchas las actividades, objetos, procesos, etc. que se pueden investigar, si se puede tener sobre todo ello una
mayor comprensión. Estos dos aspectos son clave, pues constituyen dos criterios fundamentales de calidad a la hora de proyectar y de
valorar la investigación.
6. Variedad metodológica
Los seres humanos adquirimos saberes e incrementamos nuestro conocimiento de múltiples formas. La investigación en sentido no
lato también utiliza diversas estrategias, sólo que las formaliza y las estructura secuenciadamente, pudiendo elegir diferentes técnicas.
Esta diversidad se justifica como necesaria por la misma pluralidad de la naturaleza de los objetos de investigación. Digamos que hay
que utilizar modos de pesca variados cuando se trata de pescar de todo. La naturaleza del tema y del interrogante condiciona, sin
duda, el método o métodos a seguir; aunque también se da el caso contrario: la metodología y las técnicas elegidas condicionarán la
información susceptible de obtenerse. Entrevistar a un estudiante y aplicarle una aprueba objetiva nos da muy diferente tipo de
información.
Es, a veces, en el campo de la investigación de carácter formalmente más elevado donde se mantienen enfoques excluyentes de
métodos considerados como impotentes para generar información relevante. La "guerra" de las metodologías cualitativas para ser
admitidas como válidas ha sido y sigue siendo paradigmática al respecto. No es extraño todavía escuchar la afirmación de que "lo que
no se puede medir no cuenta para la ciencia".
Si conectamos estos tres aspectos (que corresponden a la interrogación de qué puede hacer el profesorado en tanto que
investigadores) tenemos el modelo del gráfico que sigue, con el que estamos sugiriendo un marco más complejo de compresión de lo
que venimos narrado -el sentido plural de la investigación (educativa, pero no sólo)-, al mismo tiempo que brindamos la oportunidad de
formular otros interrogantes. La aplicabilidad de la investigación es la resultante que factible, producto de nuestras opciones en las tres
dimensiones señaladas.
La correcta realización de un proyecto de investigación depende de la observancia de la coherencia epistémica a seguir en el proceso
de toma de decisiones y en la realización de las operaciones de búsqueda, logro y tratamiento de la información que son propias en
cada opción de investigación.
Con el concepto de coherencia epistémica queremos señalar a la continuidad del sentido que debe mantenerse en los diferentes pasos
que demos y no perdamos de vista el conocimiento que buscamos ni se vean alterados los significados de las interrogaciones de las
que se partió, reconstruyendo de hecho la investigación que en un principio se comenzó.. A pesar de todo siempre suelen realizarse
"ajustes" en el plan, en los propósitos y en los objetivos de partida.
¿Qué pasos se tienen que dar en un proceso de investigación?
¿Para qué esta investigación? En primer lugar, puede ser porque obtenemos satisfacción personal al hacerla. En segundo lugar,
porque mejoramos nuestra visión de un colectivo tan importante haciendo un diagnóstico . Creemos que con estos estudios se mejora
el cuadro de la teorización sobre el profesorado que ha tenido una tradición muy conductual de la concepción de su profesionalidad.
Además consideramos que los resultados, adecuadamente difundidos, contribuirán a mejorar la realidad. Todas esas finalidades las
pretendemos juntas, pero podrían haberse buscado sólo alguna de ellas aisladamente; por ejemplo, haber querido influir en el sistema
de selección de profesores y profesoras. Seguro que el interés que nos guía condiciona la investigación.
7. Tratamiento de la información.
La información obtenida puede estar ahí, almacenada en discos, cuestionarios, escritos diversos, imágenes o bajo otros soportes, pero
únicamente logra desempeñar su función informadora cuando está ordenada u organizada con algún criterio que la haga inteligible,
porque únicamente de esa manera añade significados al conocimiento. La ordenación suele conllevar una reducción en orden a poder
disponer de un discurso que sea factible de manejar y que sea inteligible. Imaginemos la concentración de significado que se ha
producido cuando en el Informe PISA se dice que un país determinado ocupa el lugar treinta entre los que pertenecen a la OCDE. Vida
de las maestras ejemplares
La información constituida por situaciones, respuestas categorizables o previamente ordenadas en categorías suele reducirse a
números, los cuales, siendo tratados estadísticamente, permiten visiones del conjunto facilitadas por el cálculo de medidas de
tendencia general, porcentajes, correlaciones, comparaciones entre grupos, etc. Las máquinas de cálculo, primero, y los programas de
cálculo, después, han economizado esfuerzo, han introducido inmediatez así como mejoran considerablemente la intercambiabilidad
de información, acceso a bases de datos, etc.
La información no siempre puede reducirse a frecuencias, a categorías y, en definitiva, a números. En muchos casos esto ocurre con la
información más valiosa. Las respuestas a la pregunta acerca del número de libros que por motu propio compra al año un profesor es
una información valiosa que fácilmente pude ser reducida a números, algo que no ocurre con el placer y la experiencia de leer, etc.
Diferentes programas informáticos que procesan textos ayudan a condensar la información de la que hemos hablado.
8. Bibliografía de referencia
Arnaus, Remei y Contreras, José (1995) "La investigación sobre la práctica educativa: una experiencia de desarrollo profesional". En
Juan Fernández Sierra (Coord.) El trabajo docente y psicopedagógico en educación secundaria. Málaga, Aljibe, pp. 404-425. Dar valor
y lugar simbólico (legitimidad) a la investigación sobre la práctica es necesario para enriquecer el conocimiento pedagógico y el propio
desarrollo profesional de las y los enseñantes. A partir de ese presupuesto, se hace un recorrido por las diferentes fases del proceso
de la investigación.
Cochran-Smith, Marilyn y Lytle, Susan (2002) Dentro/fuera. Enseñantes que investigan. Madrid, Akal. Como indica el subtítulo, este
libro trata de profesoras y de profesores que investigan sobre sus prácticas. Las autoras parten de la convicción de que el
conocimiento pedagógico no está completo si no se cuenta con la contribución de la investigación que realizan las y los enseñantes.
En la primera parte, se desarrollan los argumentos para definir a qué se denomina investigación del profesorado y qué formas adopta
(diarios, ensayos, investigaciones orales y estudios de aula y de centro). En la segunda parte, se ofrecen numerosos y detallados
ejemplos de diarios, ensayos, investigaciones orales y estudios de aula y de centro, realizados y escritos por profesoras y profesores.
Contreras, José (1991) "El sentido educativo de la investigación". Cuadernos de Pedagogía, nº 196, pp. 61-67.
Elliott, J. (2000), El cambio educativo desde la investigación-acción. La investigación-acción ha destacado, en las últimas décadas,
como una adecuada estrategia que contribuye al desarrollo profesional de los docentes y facilita innovaciones educativas. En este
libro, ELLIOTT analiza con detalle el movimiento de la investigación - acción que implica definir a profesores como investigadores,
como profesionales que reflexionan sobre sus propias prácticas en sus lugares de trabajo. ELLIOTT, uno de los pedagogos que
investiga más activamente dentro de esta perspectiva, proporciona valiosas aportaciones que son imprescindibles para todos aquellos
profesionales implicados en la renovación educativa.
Elliott, J. (2005) La investigación-acción en educación. Las ideas de ELLIOTT han ido formando parte, progresivamente, del acervo
cultural de una didáctica, renovadora en su teoría y en su práctica, que se va consolidando. El rico pensamiento del grupo de
investigadores apegados a la práctica educativa que surge en torno a STENHOUSE, ha despertado el interés creciente de profesores,
colectivos profesionales y políticos de la educación, preocupados y sinceramente implicados en los complejos procesos de renovación
pedagógica en la escuela. El fecundo pensamiento de ELLIOTT se ofrece a los lectores de lengua castellana en esta acertada
recopilación de sus más importantes artículos, escritos durante los últimos años.
Gimeno, José (1990) "Conocimiento e investigación en la práctica pedagógica". Cuadernos de Pedagogía, nº 180, pp. 80-86.
Hopkins, David (1989) Investigación en el aula. Guía del profesor. Barcelona, PPU. Manual práctico sobre las distintas fases de la
investigación-acción y la investigación en el aula, con muchos ejemplos que pueden ser de gran utilidad.
Shagoury, Ruth y Miller, Brenda (2000) El arte de la indagación en el aula. Manual para docentes-investigadores. Barcelona, Gedisa.
Como indica su subtítulo, es un manual que va guiando en torno a las diferentes fases de la investigación: desde la formulación de las
preguntas iniciales hasta dónde publicar, pasando por las estrategias para recoger datos y para analizarlos, o cómo revisar la literatura
ya existente. Muy práctico, con un lenguaje sencillo y articulado en torno a ejemplos de investigaciones de profesoras y profesores de
primaria y secundaria.
Stenhouse, Lawrence (1987) La investigación como base de la enseñanza. Madrid, Morata. Lawrence Stenhouse ha sido una de las
figuras más influyentes en la educación del siglo XX, sobre todo porque definió y defendió la idea del profesor como investigador en el
aula. En la primera parte de este libro se recogen algunos textos fundamentales en los que desarrolló su concepción sobre la
investigación, planteó las limitaciones del paradigma psicoestadístico y definió cómo puede contribuir la investigación al
perfeccionamiento de la enseñanza.
Taylor, Steve y Bogdan, Robert (1986) Introducción a los métodos cualitativos de investigación. La búsqueda de significados.
Barcelona, Paidós. Texto clásico en la formación de investigadoras/es, es de lectura ágil y con planteamientos de gran profundidad
teórica y enorme valor práctico. A lo largo de sus páginas se recorren las distintas fases del proceso de investigación y en la segunda
parte se ofrecen ejemplos de cómo presentar los hallazgos (informes).
Van Manen, Max (2003) Investigación educativa y experiencia vivida. Ciencia humana para una pedagogía de la acción y la
sensibilidad. Madrid, Idea Books. Más centrado en la teoría que en la práctica de la investigación, éste es uno de los pocos referentes
que podemos encontrar de la una perspectiva muy rica para la educación: la fenomenología, que se asienta en el valor de la
experiencia vivida. A través de sus páginas se analiza la naturaleza de la experiencia vivida, cómo investigar la experiencia tal como la
vivimos, el papel de la escritura o el valor de la investigación para la pedagogía.
Walford, Geoffrey (Ed.) (1995) La otra cara de la investigación educativa. Madrid, La Muralla. No es frecuente encontrar textos en los
que se hable del proceso de investigación como experiencia profesional y personal. Distintos investigadores e investigadoras hablan en
este libro del contexto y el proceso de la investigación: qué les ha llevado a embarcarse en una investigación, qué problemas
personales e institucionales han enfrentado, qué dilemas se les han presentado, cómo han resuelto determinadas situaciones,...