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serie escritores en la sombra


serie escritores en la sombra Vivir en el
y otros relatos

Marcos Rodríguez Marrero

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1ª Edición: Febrero de 2010
© Marcos Rodríguez Marrero
Edita: Asociación Beecham (latapa@telefonica.net)
y Asociación Irónica (publicaresposible@hotmail.com)
Diseño y maquetación: Beecham e Irónica
ISBN:
D.L.: GC 241-2010
4 Imprime: Gráficas Atlanta
Sobre todo a mi hermano Juan Sixto.

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Introducción
Índice
Prólogo
1. Yo estaba ahí cuando pasó........................................11
2. D(r)ago.......................................................................13
3. Almas de casa............................................................19
4. Itinerante.....................................................................21
5. Me levanté para decirlo..............................................25
6. Un reloj de cocina.......................................................27
7. En aquella plaza de la ciudad....................................29
8. Ummmmmmm!!.........................................................35
9. Relojes.......................................................................37
10. El sudor del tiempo..................................................41
11. La loca.....................................................................45
12. Rabia.......................................................................49

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13. Dr. Go abre las puertas...........................................51
14. Sexo oral.................................................................53
15. Se cayó...................................................................55
16. Infidelidad................................................................57
17. Ilegal........................................................................59
18. Espacio individual....................................................63
19. Vivir en el nombre....................................................69

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Introducción
Hace casi veinte años publiqué mi primer relato en una revista denomi-
nada Papel Mojado, que editamos un grupo de estudiantes de Filología.
Pensamos en aquel entonces que era muy difícil que te publicaran tus
escritos, por lo que empezamos una aventura que nos llevó a crear esa
revista y más tarde, libros de relatos cortos de todos aquellos autores y
autoras que estaban en nuestra misma situación. Más de doce títulos
han elaborado una lista, que ahora, con este nuevo formato, queremos
agrandar.
La mayoría de estos relatos han formado parte de esos libros que he
comentado anteriormente, y que quería reunir para una sola lectura.
Otros formaron parte de otras aventuras literarias, y alguno que otro es
inédito. Espero que los disfruten.

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12
Y
Yo estaba ahí cuando pasó
o estaba ahí cuando pasó. No soy un
mirón, pero miré. La puerta estaba
abierta, y en cuestión de curiosidades
sólo los gatos parecen llevarse la peor
parte, así que miré. Al contemplar
aquello, el cuerpo me tembló, como en
ese primer temblor de gripe. Di un paso
a un lado para esconderme, pero seguí
mirando. No había otros cómplices,
estaba solo y me deslicé por la pared
hasta sentarme. Todo seguía pasando.
Estaba observando ese momento.

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El único espectador de ese capítulo del tiempo. Sucedía lentamente
y el temblor seguía. Ahora se parecía a ese temblor de cuando estás
haciendo algo incorrecto y lo sabes. Uno de esos momentos en que te
acuerdas que respiras, que te sofocas pues piensas que en cualquier
momento te puedes parar y morir. Pero seguía vivo, vivo y mirando.
Tuve que moverme para seguir observando pues la acción también se
movía hacia un ángulo que no podía ver. Una de esas acciones que son
secretas en la vida, que nunca se comentan, que siempre se hacen,
porque uno las hace, pero no pertenecen al material de los comentarios
con los demás. Nunca me había planteado hasta ese momento lo visual
que puede llegar a ser. Los movimientos eran como de azul cristalino, si
se me permite la expresión, y cada vez con más lentitud, lo que me llevó
a pensar que el final se acercaba, y antes de que se acabara, para que
no hubiera final en mi recuerdo, me levanté y seguí mi camino.

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¿
Dr(a)go 1

Sabes? Hoy en mi paseo matutino me di


cuenta de que hay una plaza al final del
pueblo.
-Siempre hay nuevos caminos en la
vida, aunque creas que los hayas visto
todos, que nunca aprenderás más y
que siempre controlarás lo que pase
mañana. El descubrimiento de un nuevo
día significa la ampliación de la mente
humana, el empujar un poco más hacia
adelante los límites del conocimiento.
-No empieces como siempre. Desde que
hemos entrado a trabajar aquí, no sé qué
1 Este relato, al igual que el de “El Dr. Go abre las puertas”, pertenecen a una serie de textos

contrarán referencias que les resulten extrañas, pues los relatos están conectados. Esperemos
que algún día ese libro salga a la luz.
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que fueron escritos para formar parte de un libro titulado “El Hostal del Dr. Go”, por lo que en-
te pasa, sacas las cosas de madre. Has cambiado.
-No es cambio. Toda persona sufre evoluciones, conoce, aprende
y a veces se convierte en una persona totalmente diferente a la anterior.
Son evoluciones. El Dr. me ha enseñado mucho estos meses, y tiene
razón en todo lo que dice.
-Este Dr. no me gusta nada. Las conversaciones que tienes
con él te están comiendo el coco. Te estás olvidando de tu trabajo y ni
ayudas a la gente a subir las maletas a sus habitaciones.
-Cada cual acarrea con sus problemas. No soy ni debo ser
aquél que acarree con las cargas de los demás, pues si hasta aquí han
llegado con ellos, de aquí sabrán salir también. Además, no ves tú que
aquí todos los clientes se van sin el equipaje que trajeron en su día. Aquí
todo el mundo resuelve sus problemas sin necesidad de que yo se los
cargue.
-Por supuesto que salen sin equipaje, pero porque no tienen
tiempo de hacerlo. Todos los clientes salen con una prisa que no es

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normal, como si tuvieran miedo de algo. Y encima tengo que ir recogiendo
yo detrás todo lo que dejan. Menos mal que los domingos en el rastro se
venden bien.
-Ves, no hay mal que por bien no venga. Si salen con prisa
es porque han encontrado una nueva luz que están ansiosos de
enseñar, de explicar a los demás. Todo lo que pasa en este edificio
es extraordinario para aquél que no ha dado un paso más allá de la
alfombrilla de bienvenidos. Los que lo han dado saben que ésto es lo
ordinario.
-La luz, la luz. Desde que el limpiacristales no viene a limpiar
tienes cerradas todas la persianas. Cómo no va a haber una luz extraña
con la porquería que llevan acumuladas las ventanas. Además, dime
qué tiene de ordinario esa mujer que se pasea casi en cueros por el
pasillo, alterando a todos los clientes masculinos.
-Toda persona divide su mente en compartimentos y si al abrir
uno la puerta de cualquiera de ellos te encuentras a alguien que ya ha

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estado en él, ya tienes una de las respuestas más deseadas. No tienes
porqué seguir buscando. Has encontrado a tu mitad. A esa persona que
nada más y nada menos va a compartir tus momentos, tus ilusiones y
tus tristezas por el resto de la vida
-Qué mitad, ni que ocho cuartos! La rubia esa no se ha ido con
nadie, y mira que el periodista ese me interrogó sobre ella, igual que
casi todas las inquilinas sobre ese otro en semicueros.
-Ellos no han visto el exterior. Esa gente se ha dado cuenta
de algo que tenían escondido en su memoria y que no eran capaces
de encontrar. Nosotros sólo los ayudamos a conseguirlo. No es a esa
chica ni a ese chico a lo que quieren encontrar. Son a otros que dejaron
olvidados en algún rincón de sus vidas.
-Eso son tonterías. Estás viendo cosas más allá de la realidad.
El Dr te está embaucando con sus historias y ya no conoces el límite
de la realidad y de la ficción. Las cosas son como son. Como me han
enseñado y como voy a enseñar a mis hijos. Todo cambio significa

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una alteración, y con ello nuevos problemas y yo no estoy dispuesta a
tolerarlo. Todas esas cosas que se sueñan son tentaciones del diablo y
deberían estar controladas. Todo sería más fácil.
-No olvides que el diablo es también un ángel, si nos metemos
por ahí. La división entre el bien y el mal, entre lo real y lo ficticio es una
invención del hombre para controlar al hombre. Siempre hay que creer
en algo bueno, según ellos para seguir sus pasos, pero ese dios no ha
hecho al hombre a su imagen y semejanza, sino es el hombre quien
ha creado una explicación a au imagen y semejanza. Una explicación
que por simple ignorancia, se atreven a dar. Simplemente no saben,
pero no se atreven a decirlo. Las cosas pasan. Las buenas y las malas,
las reales y las imaginarias. Todas son parte de un mismo círculo en el
que nosotros estamos por accidente, o no. Yo no niego que no haya un
dios, un alá, simplemente no lo sé y no se le debe atribuir todo a él. Hay
cosas que no caben en nuestro pensamiento, simplemente porque nos
atrevemos a pensarlas.

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-Entonces, me estás diciendo que no hay límites. Que todo lo
que está pasando en este hostal no está preparado para que parezca
irreal, que el Dr. Go no es un loco embaucador que quiere ganar dinero
a costa de los incrédulos.
-Te estoy diciendo que si tú tienes razón, lo único que hay real
aquí es el hostal. Que lo demás, tú, yo, el Dr. y los acontecimientos
que pasan alrededor son producto de una mente creadora, que por el
capricho del viento hicieron caer la “a” de drago, en el “Hostal del Drago”,
y eso alimentó de historias la mente de la que hemos nacido tú y yo.
Si tú y yo, por tanto, no existimos, qué hace alguien leyendo nuestras
conversaciones, nuestros pensamientos. Dónde cabrían entonces. Se
debería, quizás, quemar, como fue quemada “La Comedia” de Aristóteles,
o los libros del Quijote. Si no existo, por qué me has pedido que esta
noche te haga ver las estrellas. Si no existo, las estrellas serían simples
soles que alumbran allá, a lo lejos, otros planetas como el nuestro. Si
nosotros no somos reales, nada es real. Sí, si sé.

20
C
Almas de casa
aminan, vagan por los pasillos y
habitaciones con los ojos mirando
fijamente a los detalles. Cuando
encuentran la puerta de salida y
tienden la mano hacia el pomo, se
detienen y vuelven a recorrer la
casa para ver si todo está limpio y
en orden.

21
22
D
Itinerante
ejé las maletas en el suelo y con
los pies apoyados en ellas me
senté en la sala de espera. Era el
ritual que siempre realizaba antes
de acometer uno de mis viajes.
El último paso, coger un libro y
empezar a leer entre avisos de
salida en megafonía.
Me gustan los aeropuertos y aunque
parezca mentira, que los aviones
se retrasen para así tener tiempo
para leer. El pasajero perfecto para

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cualquier compañía.
Suelo leer tres o cuatro libros al mismo tiempo. Uno en la mesilla de
noche, otro en el salón, otro en el baño y uno itinerante. Y éste, el
itinerante, es el que devoro en las esperas.
Levanté la mirada para hacer un recorrido visual a mi alrededor, porque
aunque no me guste relacionarme con la gente en las terminales, para
concentrarme en la lectura, tengo que saber qué pasa en mi entorno.
Había una pareja protagonista. La atención se centraba en ella.
En la página 42 estaban sentados en silencio, sin mirarse el uno al
otro. Era un momento clave. Los dos, después de haber exhalado toda
la desconfianza, se encontraban allí donde la confianza empieza a
depositar una base de cemento blando que la dureza de las próximas
decisiones haría secar. Necesitaban silencio para hablar, y nada mejor
que el bullicio para ello, por lo que decidieron acercarse a la cafetería
más cercana.

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Me levanté y me senté en la mesa de al lado, donde pudiera escucharlos
mejor. Suelo darme cuenta de que alguien va a pasar por un momento
importante de su historia y me gusta ser partícipe. En este caso, esta
pareja que se movía en silencio, estaba incubando una conversación
crucial, por lo que me mantendría atento, mientras seguía la historia.
Las pruebas ya se habían terminado. Las trampas que se habían hecho
para que la sinceridad las esquivara, habían saltado sin su presa dentro.
-Es la hora.
-Sí. Todavía no me creo que hasta hoy me encontraba en el otro
lado. No sé cómo voy a vivir con dos vidas, ésta y la de los otros.
-Lo haces todos los días. La gente de tu trabajo no sabe nada de
tu familia, y viceversa. Ahora, todo eso se juntará en un mismo bloque y
nosotros estaremos en el otro. Aparte. Separados.
-Sin embargo, me gustaría que todo el mundo supiera nuestra
relación.

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-Eso es imposible.
La Agencia acaba de integrar a un nuevo miembro.
Última llamada al vuelo de Ginebra. La pareja se levantó y se dirigieron
a la sala de embarque.
Siempre me han gustado los libros de espías, sobre todo la parte en la
que alguien tiene que convencer a otra persona de que el mundo que
ofrece es el correcto. A partir de que eso ocurre dejo de leer. Cierro el
libro.
Parecía que iba a tener un fin interesante, pero ya no lo sabré. Me
levanté, cogí las maletas y me fui a casa. Las dejo siempre hechas, a la
espera de un nuevo libro itinerante.

26
D
Me levanté para decirlo
ar el paso adelante, ese paso que nadie
se atreve a dar y que ves que tú eres
la única persona en este mundo que
puedes lograrlo, pesa como arena al
levantarte después de haber enterrado
tus pies en ella.
Siempre pensé que era el comodín en
toda relación social, que aquel papel
que toda función debe tener para
mantener el equilibrio teatral yo siempre
lo debía llevar a cabo. Si en el mundo
no hubiera suicidas yo me tendría que
suicidar. Y ahora me tocaba saltar al

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vacío.
En ese momento en el que el grupo se quedó sin voz, los miré a todos. Todos
sabían que uno debía hablar. El paso era simplemente levantar la mano y decirlo.
Suena fácil, pero en esos momentos si sigue todo igual, no pasa nada, pero
si das un paso adelante efectúas una causa que lleva a múltiples efectos y,
por tanto, múltiples opiniones.
Todo el mundo sabía qué se tenía que hacer, debía hacerse y muchos incluso
sabrían decirlo, pero nadie se atrevía y atreverse era sentarse en el sillón de
los acusados. Ya serías diferente...
Me levanté para decirlo y ser diferente. No podía dejar que todo siguiera
igual. Estaba dispuesto a ser mirado y pensado desde todos los puntos de
vista diferentes que se encontraban ahí reunidos.
-Cervantes, Cervantes escribió el Quijote.
Ya nada fue igual desde aquel momento. Yo había hecho algo que nadie
pudo hacer en un momento determinado y un adjetivo se unió a mi nombre
en todas las mentes del grupo.

28
L
Un reloj de cocina
a señora llevaba un reloj de cocina en la
bolsa de Carrefour que tenía por bolso. “Es
que no veo bien”, me dijo. Me preguntó si
tenía yo uno, para poner el suyo en hora. En
este mundo de tiempos rápidos, había un
reloj en lo alto del edificio de mi derecha, en
el panel de la parada de guagua en la que
estábamos esperando, uno en la muñeca
de todos los que allí esperábamos. “Es que
no quiero llegar tarde”. Era un viernes por
la tarde, único momento de la semana que
no me doy prisa. Todos, menos la señora

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vestíamos para celebrar el fin de semana en cualquier local nocturno.
Cuando nos subimos, la señora se quedó en la parada. Y mientras nos
alejábamos, observé que le preguntaba a otro por la hora. “Es que me
esperan”, me había despedido antes de subir.

30
E
En aquella plaza de la ciudad
n aquella plaza de la ciudad, como
cada tanto de años en cualquier
otro lado, para continuar sepultando
el recuerdo, se hicieron reformas.
Los bancos, aquéllos en donde
generaciones de parejas, de
solitarios, de fumadores furtivos
tienen su única opción de refugio,
eran los proyectados para el cambio.
Eran aquellos bancos con listones de
madera y patas y remaches de hierro.
Aquéllos en que los años pasaban

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encerrados en corazones atravesados por flechas y cuyo color se
oscurecía por las colillas y la lluvia. Uno a uno fueron desterrados de
la plaza y amontonados en la trasera de un camión, uno a uno fueron
desnudando aquella plaza, convirtiéndola en desierto de gente de pie.
Hasta que llegaron al último.
Los encargados del desmonte, al aflojar el último remache de la
última pata que fijaba el último banco al suelo, no pudieron levantarlo.
Ni la totalidad de ellos pudo elevarlo ni un milímetro. El pasar de
los años, la herrumbre solidificada, la porquería acumulada eran las
explicaciones posibles. Con martillos eléctricos excavaron alrededor
de las patas para conseguir separarlo del suelo. Y lo que sucedió fue
lo siguiente: al excavar, la pata de hierro se incrustaba en la tierra
diez, hasta veinte centímetros, no moviéndose ni un ápice. Tres
martilladores eléctricos en las otras tantas patas intentaron averiguar
si ocurría lo mismo con el resto. Y así hasta veinte centímetros se

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prolongaron las cuatro patas.
Un banco que se resistía a abandonar su lugar, su hogar, allí donde
siempre había vivido sin molestar a nadie, ofreciendo un servicio a la
comunidad y que se negaba a ser desalojado sin razón alguna, corrió
como la pólvora por toda la ciudad y curiosos y antiguos usuarios
se agolparon para observar ese fenómeno. Hasta un metro habían
llegado las excavaciones según la última noticia y hasta un metro
habían llegado los operarios sin que aquel banco diera muestras de
querer acabar su relación con la tierra. La gente empezó a agolparse
en los límites del parque, una multitud que empezaba a pensar.
Normalmente, la administración realiza estos cambios sin dar tiempo
a los ciudadanos a pensarlos. Pero la obstinación de ese banco ya
movía la maquinaria del pensamiento, y la gente empezaba a susurrar
su parecer, su explicación a tal fenómeno.
Ya no era un simple objeto, se estaba convirtiendo entre comentario

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y comentario de la gente en la memoria histórica de un pueblo, de
sus tradiciones y valores. Allí se habían sentado todos y cada uno
de los habitantes de esa ciudad, allí habían comenzado sus primeros
momentos de soledad, allí la acompañaron con su primer humo
de cigarro, allí sintieron por primera vez su deseo de amar y allí lo
conquistaron. Era ya un banco suspendido en el aire. Orgulloso. Todos
aquellos defectos que habían sido producidos por el paso de los años,
se convertían en las miradas de aquellos que ahora los observaban
en particularidades únicas, en señales y herencias de una forma de
vivir pasada.
Y aquellos siguieron excavando hasta que sus gorras desaparecieron
bajo tierra, y hasta que el ruido de sus máquinas se confundió con el
murmullo de los comentarios de aquéllos que en la superficie veían ya
un banco suspendido en el aire. Inútil, aquellas patas se prolongaban
más y más abajo sin titubear. Aquello necesitaba una explicación.

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Ninguna racional había, igualmente no había ninguna divina que
pudiera ocuparse de un simple banco de parque.
Hace un mes, continuaron con el resto de obras, colocando los
nuevos bancos a lo largo y ancho de la plaza y rodearon a aquel
insumiso con vallas y plástico negro para que no se viera. La otra
forma de crear olvido que la administración tiene es dejar pasar el
tiempo. La pasión tiene una franja determinada. El éxtasis sobre un
acontecimiento al desaparecer, le resta importancia y se busca algo
distinto. La curiosidad ha disminuido, la gente que en un momento
pensó, se disolvió en días de trabajo y en cansancio frente al televisor,
y sólo algunos nostálgicos y verdaderos usuarios de aquel banco
esperan aún un fin.
Hoy, unos cuántos como ya lo llevamos haciendo todos los martes
desde hace un mes nos reunimos en la plaza, y nos sentamos en los
nuevos bancos. Algunos ya se han quemado con algunas colillas, y otros

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han amanecido con corazones y fechas de recién grabado. Algunas
veces somos más, otras menos. Ya no hay pasión, sino obstinación.
No podemos ni imaginarnos cómo era el banco. Ya lo tenemos como
una batalla que no sé a qué triunfo nos llevará. Mientras, ahora han
empezado las reformas del paseo marítimo. Están cambiando las
barandillas donde me apoyaba para mirar al mar.

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U
Ummmmmm!!
mmmmmm!! Lekker!! Esto es,
¡sabroso!. Cinco meses en Bélgica
sirvieron para esto. La única palabra
que recuerdo del neerlandés y
la he recordado justo ahora. En
aquellos meses me pregunté
cómo una palabra tan poco sonora
comparada a las lenguas romances
podía significar la expresión de
satisfacción utilizada para después
de haber comido algo sabroso. Sin
embargo la estancia en ese país

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sí fue sabrosa. Fue la primera vez que viajé, que vi más allá de mis
límites, que utilicé la lengua de una manera distinta, que descubrí una
experiencia que pensaba que no existía, y que acabo de recordar ahora.
Sí, querida, tu cuerpo solicita esta expresión, lekker!! Ummmmmm!!

38
U
Relojes
no se cree personaje de una historia y
observador de ella al mismo tiempo,
y esto hace que la mente cree dos
relojes que corren paralelos, el
del actor y el del espectador. Uno
hacia adelante, otro, hacia atrás.
El primero acumula el tiempo como
la vida misma. Ningún instante de
evasión mental, ninguna fracción
de sueño se escapa al reloj vital. Se
puso en marcha una vez y sólo una
vez se parará. El segundo persigue

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un fin, busca la culminación de un deseo, que al ser concedido pone el
cronómetro en cero, en espera de ponerse en marcha otra vez, siempre
hacia atrás.

00:00:00:00:30
… es de esos momentos en los que la vida te puede cambiar sin
remisión hacia un camino todavía no descubierto. No habrá más de
cinco decisiones en la vida como ésta, que recordemos cuando seamos
viejos.
Lo he pensado durante la noche, incluso cuando hacíamos el amor.
Rondaba por mi cabeza desde la cena, pues sabía, como lo sabía la otra
persona, todos los pasos que se iban a acometer esa noche. No tuvimos
en cuenta los avisos previos, las señales de precaución, los límites que
no se deben pasar si no te quieres ver en estas circunstancias, en esta
toma de decisiones que sabes que van a afectar y que van a hacer
mella en la personalidad de uno, y de otro. Anoche, una salida al balcón

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con noche despejada y luna creciente, un silencio de intenciones, unas
manos sobre los hombros, un sí en las dos miradas.
Esta mañana, los segundos van sonando como en el reloj antiguo, en el
que el mecanismo llena el silencio poniéndole desesperación al tiempo.

35:210:09:40:17
-Buenos días.
-Buenos días.
-¿Quieres un café?
-No. Mejor me visto y me voy.
-Respecto a lo de anoche, quería comentarte…
-No te preocupes, sólo ha significado lo que ha sido, sin más
vueltas de hoja, ni lecturas interpretadas. Hemos cenado, nos hemos
acostado, yo me levanto, me voy y otro día invito yo.
00:00:02
¿Qué gusto se queda en el paladar después de haber saboreado en

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pensamientos las decisiones que cambiarán mi vida? ¿Me alegro o
me entristezco? Lo sabré cuando lo tenga que comentar con alguien,
ahí saldrán las lágrimas o las risas. Ahora el cuerpo no emite ninguna
reacción, sólo la desesperación por otra nueva soledad.
35:210:09:40:18
-Mejor… Hoy sí me apetece un café. Te quiero comentar algo…
00:00:00:01
Ya está. Las piernas me tiemblan. Sus labios también.
35:210:09:40:19
-Desayunemos y no pensemos ahora. Hablemos después del
café. Que este instante, que el simple estar sirva como mejor comentario.
35:210:09:40:20
00:00:00:00:00
35:210:09:40:21
40:00:00:00:00

42
C
El sudor del tiempo

onducía por la carretera del norte. La


prohibición de superar los cincuenta
kilómetros hora ralentiza un trayecto, que
a ciento veinte sería recorrido en sólo dos
o tres minutos, y en el que se tardan diez.
Era una tarde de septiembre en el que tras
la panza de burro de agosto, se disfruta
del tiempo veraniego. Calor de cinco de
la tarde, con humedad del cien por cien
que da un océano que se encuentra a
menos de diez metros. Sin embargo, los

43
alisios no dejan de arrastrar nubes que se topan con las montañas y las de
septiembre reflejan que esa sensación de verano no es real.
Y esas nubes interrumpen el calor, primero con un golpe de viento, y
de pronto, con una lluvia intensa, de treinta segundos escasos, y con una
fuerza que te hace despertar del pensamiento alejado en el destino del
viaje.
El parabrisas empezó a trabajar a pleno rendimiento. Las gotas
explotaban en el cristal y la lluvia se convertía en líneas rectas bajando
del cielo. Y ese olor peculiar entró hasta el cerebro. El sudor del tiempo.
El humo que salía de la carretera producido por el calor expulsado por el
ímpetu húmedo del agua envolvía en una bruma al coche, y al igual que
uno, llamado por los olores respira hondo, sin límite, en las gasolineras o
en la orilla del mar, en ese momento recibí los efluvios que abrieron paso
a sensaciones encerradas en el recuerdo, y que instintivamente buscan
la primera vez que se sintió lo mismo. El sudor del tiempo, pensé. Del

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meteorológico y del cronológico.
El primero, porque sólo son la tierra y el asfalto, como contrapunto, los
que desprenden ese olor. Allí, donde se encuentra el ser humano, aquéllos
que fueron dioses en otro momento, el sol y la lluvia, te recuerdan que
también se ganan el pan, y que si fueron considerados tan altamente en
tiempos remotos no fue por cualquier cosa, y que la fuerza que pueden
desprender en cualquier momento, podría dejar callados para siempre, en
el silencio eterno a miles de personas.
El tiempo cronológico también estaba sudando. Las relatividades de
haber conducido, hace nada, un tramo que permitía los ciento veinte
kilómetros por hora, pero haber olido con la misma tranquilidad todos los
olores que se introducían por la ventanilla. Saber que aquella casa de allí,
ahora no la vas a sobrepasar hasta dentro de tres minutos. El tiempo de
haber pensado todo esto, el tiempo que he gastado en mi vida pasando
por este mismo lugar todos los días, durante años.

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46
A
La loca
l ver cómo miraba las nubes a través
del cristal supe que no estaba loca.
Supe que esa mirada que disfrutaba
mirando las formas que las nubes
tenían, no podía ser de una persona
ida. Todo lo contrario, era la de una
persona que se da cuenta de lo que la
mayoría de la gente no se da cuenta,
la de una persona que disfruta con las
cosas simples de la vida y que por ello
son hermosas.
Nos reíamos de ella porque siempre

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iba volada, algunas veces te saludaba, otras no. A veces hablaba sola,
hacía cosas incoherentes, preguntaba estupideces. Lógicamente, y como
ha pasado durante toda la historia de la humanidad, aquél o aquélla que
no se parece a la mayoría, se convierte en un apestado. Pues nosotros
éramos la mayoría y ella la apestada.
Aquella tarde subía yo en la guagua y ella se sentó dos asientos más
adelante. No le di importancia hasta que mi mirada después de analizar
todas las caras iguales que se agarraban al mismo tubo, se paró en ella.
Miraba hacia fuera, ida, como siempre. Seguí su mirada y llegué hasta
las nubes. Eran redondeadas, me hacían recordar a las naves nodriza de
aquella serie de televisión. La luz del atardecer le daban un color violeta
en los bordes, que la resaltaban en el azul todavía claro. Todas tenían
la misma forma, menos las pequeñas, que tenían la forma del trozo del
algodón que arrancas de la bolsa, redondo por un lado y depeluzado por
el lado que lo arrancaste.

48
El sol bajaba con esa rapidez que tiene en todas las puestas, como si
quisiera descansar, después de tantas horas medoreando por ahí. Los
colores, poco a poco se iban aunando en un azul oscuro tras la escala de
difuminados de rojos y violetas. Las nubes perdían protagonismo y como
si lo supieran, se esparcían en la nada ayudadas por la brisa vespertina,
dando paso a la primera estrella de la noche. Esa primera, que después
de admirarla durante segundos, te das cuenta que ya está acompañada
de miles más. Llegó la noche. El cielo, antes nublado, ahora estaba lleno
de luces en un negro escenario.
Volví la mirada hasta el punto de origen. Me estaba observando. Tocó
el timbre, se levantó y me dijo: Bienvenido al club. Se bajó y despareció
en la noche. Mierda, me había pasado de parada. Tendría que volver
caminando. Me bajé en la siguiente y empecé a caminar.
Por el camino, pasé un parque en el que los últimos niños jugaban al
escondite y las primeras parejas empezaban a ocupar sus sitios. Vi cómo

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la brisa hacía que los árboles se estiraran, despojándose de sus ya viejas
y molestas hojas. Vi cómo la luna entraba en escena y cómo aquel que
ya era viejo cuando yo había nacido se metía en su cartón de matrimonio.
Le di las buenas noches y me metí en mi casa. De lo único que no me di
cuenta fue de ese grupo de chicos, que murmuró al pasar a mi lado: ¿te
has fijado en la cara de loco que tenía?

50
L
Rabia
a piedra salió de mi mano con toda la
fuerza que todo mi cuerpo pudo trasladarle.
Mi cuerpo se había torcido de tal manera
que sentía un dolor intenso en mi cintura.
Empecé a llorar. El dolor físico y las ganas
de eliminarlo de la lista de la existencia
hacían que esas lágrimas que rodaban por
mi mejilla ardieran de odio y dejaran un
camino de sal en la piel. Lo odiaba con todas
mis ganas por todo lo que me había hecho
y esa piedra iba dirigida a él. Su muerte no
significaba nada para mí, quizás alivio. Y le

51
di, le di con tanta fuerza que su cabeza salió volando. Mi mirada no se
había desviado en ningún momento del destino de sus ojos. Voló. La
foto de su cara y la lata en la que la había pegado saltaron por los aires
y caí al suelo arrodillado. Jadeaba y lloraba y reía.

52
U
Dr. Go abre las puertas
n tic-tac en su mente acompañaba
el movimiento de las agujas de
punto que tenía entre sus manos.
Se le había metido como el sonido
de despertador que entra en los
sueños y va llevando a uno al mundo
de la realidad, poco a poco. Paró el
movimiento de sus manos y el tic-
tac continuó. Levantó su mirada
hacia su derecha y el jersey que
siempre hacía y deshacía desde
que su marido había salido un día

53
a visitar la plaza del final del pueblo y que nunca regresó se le cayó de
las manos. Ese mismo día compró en el rastro situado a la puerta del
hostal del Dr ese reloj de pared que nunca había funcionado hasta hoy.
Lo compró porque estaba parado en la hora en que se enamoró de su
marido. Falta un minuto para las doce, recordó que le dijo, mientras el
timbre de la puerta y el del reloj dando la hora se entremezclaron en un
mismo temblor.

54
L
Sexo oral
a primera vez que hice el amor con ella fue
con su voz. La sentí por mi espalda, como
un cubito de hielo en la nuca por sorpresa.
Su murmullo me lamió el cuello hasta
morderme la oreja, y cuando ya sentía el
escalofrío en todo mi cuerpo, mis ojos se
fundían en blanco y el gemido estaba a
punto de salir de mis labios, paró de hablar,
teniendo esa misma sensación de cuando
te quiten los labios al intentar besarlos.
Se me presentó y su nombre se entremezcló
con mi lengua, siendo cada letra una

55
respiración cortada de un beso prolongado. Recorrió todo mi cuerpo con
su conversación, parando en los lugares más sensibles de mi piel. La
abracé con mi respuesta, bajando el tono de voz hasta rodear su cadera
con mis palabras. Me paró con su silencio, pues iba demasiado rápido.
Se alejó para que sólo oyéramos nuestros susurros y así acariciarnos
con los dedos de la intuición. Se volvió a acercar, de golpe, permitiendo
que mis vibraciones la penetraran sin pudor y finalmente el gemido de
placer salió de nuestros diafragmas, desinflando nuestra respiración
hasta envolvernos en el silencio del acto sexual satisfecho.
Después de ese día nuestros cuerpos hicieron el amor infinidad de
veces pero nunca llegué al éxtasis que logró su voz. Ahora sólo la llamo
por teléfono.

56
E
Se cayó
l uno estaba leyendo un cuento de
Cortázar, “La autopista del sur”,
pensando qué hijo de puta era este
tío, que cómo escribía. Que tenía una
forma de contar cuentos que se salía.
El otro leía el libro blanco de la reforma
educativa, pensando que este año no
había oposiciones, pero que tenía que
ponerse las pilas para cuando salieran
el año siguiente. Había poca luz en el
salón para incitar a la lectura. Se oía
la música de Billy Bragg de fondo con

57
su manera de pronunciar los diptongos. De repente de la calle llegó
un estrépito sonoro. Sonó metálico, alguna valla caída, algún hierro
tirado. Los dos levantaron levemente la mirada de los libros y miraron
hacia la ventana que daba hacia el exterior, y sin perturbación dijeron:

-Se cayó.
Y siguieron leyendo, el uno pensando que qué cabrón era ese Cortázar,
y el otro que había que prepararse como fuera las oposiciones para
quitarse así un problema en la vida.

58
S
Infidelidad
oy infiel a mi mujer. Todo empezó
con las facilidades que te da inter-
net. En el trabajo, a escondidas me
metía en esas páginas en las que
te puedes bajar vídeos gratuitos. Ya
no lo hacía con ella. Cuando em-
pezamos a vivir juntos, a menudo,
pero luego fueron disminuyendo las
ocasiones. El otro día ya di el paso
definitivo. Me metí en una sala os-
cura, en una sesión exclusiva para
mí, pues eran las cuatro de la tar-
de. El placer me recorrió todos los
59
sentidos. Disfruté como nunca, y no soy capaz de decírselo a mi mujer.
Sigo escapándome una vez en semana a mi cita, y esta vez repito con
la misma. Vuelvo a ver Casablanca.

60
B
Ilegal
uenas tardes. Son las tres, las dos en
Canarias. Nuestra noticia en portada
es el recrudecimiento de la guerra que
lleva acaparando nuestras noticias
bastantes días. Ésta y otras que ahora
les adelantamos en titulares...
-¿Estás seguro hijo, que te quieres
ir? Hasta ahora a tu padre y a mí no
nos ha ido tan mal.
-Se trata de eso. No tan mal. Yo
quiero que me vaya bien, mejor. Hay
posibilidad para ello y tengo que

61
intentarlo.
-Eres joven e impulsivo. Ves mal todo lo que te rodea, y lo único
que quieres es ir allí donde se dice que se está mejor. ¿No crees que lo
más razonable sería quedarte e intentar cambiar algo en la medida de
lo posible?
-Aquí ya no hay nada que hacer. Este sitio no tiene futuro. Si no
tienes dinero, no eres nadie. Por eso me voy, me voy a donde puedo
ganar dinero rápidamente y poder volver quizás algún día.
Nacional. Las directrices del Gobierno, reflejo de lo dicho en Bruselas,
lleva a un mayor ajuste en todos los aspectos económicos. Por el
contrario el paro ha bajado su número en unas cuarenta mil personas.
El Ministro de Trabajo niega que esto sea debido a la proximidad de
elecciones...
-¿Cómo vas a ir? ¿Tienes asegurado al menos un sitio donde
dormir y poder comer hasta que encuentres algún trabajo?

62
-Sí mamá, no te preocupes. Esta gente se ocupa de llevarnos,
primero hasta la costa y luego embarcarnos. Con lo que he ahorrado
tengo para sobrevivir hasta que encuentre un trabajo. Sabes que soy
buen trabajador y tengo muchas ganas de hacer cosas. Incluso me
metería en alguna escuela llegado el momento.
Internacional. El libre tránsito de trabajadores en Europa da un amplio
margen de posibilidades para encontrar puestos en cualquier punto
del continente lo que ayudará sin duda alguna a estabilizar el espíritu
comunitario.
-Sabes que no estaré tranquila hasta que reciba noticias tuyas.
Escribe cuando puedas. No podría resistir no saber nada.
- No te preocupes mamá.
Deportes. El Real Madrid ha vuelto a los entrenamientos hoy después
del desastroso resultado del domingo.
-Que tengas suerte, Halem.

63
-Que Alá te acompañe, mamá.
Última hora. Se han encontrado sin vida los cuerpos de cuatro jóvenes
africamos al volcar una patera a unos kilómetros de las costas. Otra
más de las oleadas de inmigrantes que intenta entrar ilegalmente en
nuestro país. Esto ha sido todo. Que tengan un buen día.

64
N
Espacio Individual
uestro hombre vivía solo desde ha-
cía seis meses. La emancipación
le vino por acumulación de circuns-
tancias paralelas al grupo de ami-
gos y así se vio finalmente viviendo
en un estudio al otro lado de la ciu-
dad. Hasta entonces había sido un
joven normal. Familia de clase me-
dia, estudios universitarios, amigos
de estudios y de barrio, varias ex-
periencias de relaciones pero toda-
vía el amor de su vida sin venir y
tercera experiencia de trabajo en

65
una empresa con futuro optimista. La sensación cuando durmió por pri-
mera vez en el estudio fue extraña. Los cinco sentidos se agudizaron al
notar que algo era totalmente nuevo. En las primeras semanas todo era
más o menos igual, e incluso le divertía que los amigos lo visitaran con
frecuencia. Sin embargo, estas visitas cesaron y en vez de ir a la casa
quedaron en el bar de siempre a tomarse las cañitas. En una noche de
esos seis meses, que cerraba la puerta tras de sí y entraba en su nuevo
hogar, la seguridad del miembro de la sociedad se tambaleó. Llegaba
todos los días sobre las nueve y media, tras haber tomado la cañita dia-
ria con sus amigos después del trabajo y entonces se le vino algo a la
cabeza, al ánimo, el peso de sí mismo consigo mismo.
El tiempo empezó a transcurrir de otra manera y todas las acciones que
elaboraba, la mente las constituía en palabras, como si su nombramiento
fuera el comienzo de su existencia: “lavo platos del desayuno”, “me
hago la cena”, “me ducho”, “ceno”, “me lavo los dientes”, “meo”, “me voy
a la cama”. Unas acciones que ya las había elaborado anteriormente,

66
en alguna ocasión, pero que ahora al hacerlas para su propio beneficio
cobraban un nuevo sentido.
Siempre había oído que un niño necesitaba de varias repeticiones para
que se le quedaran las cosas, así que las frases las tenía que repetir
todos los días para que se fuera construyendo un conocimiento nuevo,
experimentando una nueva sensación. Una sensación como la que
deben sentir los astronautas al caminar en el espacio exterior, con ese
sonido de respiración.
Parecía que sólo él ocupaba todas las paredes de la casa. Sólo él. No
tenía la sensación de hacer las cosas con el pensamiento pendiente en
los otros que estaban cercanos. Aquí pensaba en él. Era una liberación
mental que le hacía soltar lastre de mucho espacio y esfuerzo. Cuando
pensó “me desnudo”, empezó a reír de una manera ingenua, como los
niños que experimentan algo nuevo y se lo pasan en grande aunque
sea una de las cosas más insignificantes del mundo.
Su espacio individual era desde las nueve y media de la noche hasta

67
las siete y media de la mañana, que salía de la casa para coger la
guagua hacia el trabajo, por lo que no tenía mucho tiempo en solitario si
quitamos el tiempo de sueño y no se agobiaba con la nueva sensación,
pero cada día tenía más ganas de llegara casa. En esas dos horas
reales antes de acostarse, con sus ciento veinte minutos, ocurrían miles
de movimientos que la mente de nuestro hombre día a día empezaba a
procesar. Todas las tardes analizaba cada movimiento para ver si el día
anterior se le había olvidado dar nombre a algo que hubiera hecho sin
haberlo pensado.
Desde que cierra la puerta hasta que empieza a fregar los platos del
desayuno, pasa el quitarse los zapatos y ponerse cómodo. La acción
de quitarse los zapatos también tiene varios movimientos: dirigirse a la
habitación, sentarse a los pies de la cama, quitarse un zapato con las
manos, el otro con los dedos del pie ya liberados, quitarse los calcetines,
el masaje con sus dedos en la planta del pie. Así cada acción la iba
fraccionando en números de movimientos cada vez más delimitados y

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ese tiempo de dos horas se convertía en una jornada llena de momentos,
de recreación de los segundos, de vivencia de éstos y de su noción.
Al sexto mes empezó a dar excusas a sus amigos para no ir a tomar las
cañitas de las tardes. Un día que si tenía a comprar no sé qué, otro día
ver a su familia, hasta que la promoción interna que se iba a celebrar
al final de año en su empresa fue la definitiva para no inventarse más,
aunque no se fuera a presentar. Estaba claro que en su empresa lo de
subir iba por apellidos, y no precisamente debido al orden alfabético,
sino al peso específico que tuvieran en la sociedad.
Los primeros días lo pasó con miedo. Tenía tal información en la cabeza
de sólo dos horas, que ahora que tenía dos horas más por descubrir
le producía mareos. Además, antes siempre pensaba que le faltaba
tiempo y sus acciones eran automáticas y de necesidad básica como
la de cenar, ducharse, mear y alguna obligación de la casa. Ahora en
cambio tenía que crear situaciones. Se puso a leer un libro pero su
mente le exigía más. No quería historias de otros escritas por otros,

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quería su propia historia. Se levantó del sillón y miró a su alrededor.
Tenía que fregar los platos y se acordó de la limpieza de la casa, así
que el primer día limpió todo el apartamento, el segundo descubrió que
las paredes no reflejaban a la persona que vivía en su interior y compró
algunas copias de cuadros de pintores famosos que siempre le habían
gustado. Así día tras día hasta que ya en la casa no podía procesar más
realidad. El ejercicio mental de esos meses lo había llevado a procesar
sus acciones en el mismo momento que las efectuaba, disminuyendo
su tiempo de aprendizaje. Ya no hacía falta repetir las cosas dos veces
para que se le quedaran definitivamente.
En el momento formaban parte de su conocimiento, por lo que decidió
abrir la puerta de su nueva realidad y disfrutar después de viejo el
conocimiento de las acciones triviales de la soledad.

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N
Vivir en el nombre
o lo he sabido hasta que he estado fuera
de él, dentro de otro, dentro del nombre.
Una de nuestras necesidades humanas
es la de intentar salir de nuestro
nombre. Otra es darle la espalda, otra
rebozarse en él. En esta historia en la
que la norma es la dualidad (contrario,
contrario del contrario), nosotros hemos
crecido en la trialidad. Se puede mirar
hacia un lado, hacia otro, pero dentro
de estos movimientos pocas veces se
cuenta con aquel estático, pero a la vez

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flujo, donde siempre mirarás. Pero, siempre buscamos más, estar fuera. El
intento de saber la percepción de nuestra propia persona desde otro punto
de vista nos lleva a pensar que podemos salir de nosotros mismos y de
nuestra situación y hace que queramos huir. Huir del nombre en que vivimos.
Saltar hacia el espejo. Intentar mirar con otros ojos, intentar contar otras
historias, entrar en otras historias. Y más. Reír y correr sin brújula, desorientar
a tus límites. Caer y volver a levantarte con tu memoria cansada. Empezar.
Pasar por múltiples percepciones de uno mismo y de la realidad. Sin embargo,
nunca salimos del nombre.
Lo inventamos y nos vemos dentro de la probeta, conejillo, víctima de nuestro
propio experimento. Nos vemos obligados a utilizarlo para proclamar nuestra
existencia.
Siempre estamos en él y siempre estaremos dentro del nombre.

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