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Art. 2.592. “Cuando los animales domesticados que gozan de su libertad, emigraren y contrajesen la costumbre de vivir en
otro inmueble, el dueño de éste adquiere el dominio de ellos, con tal que no se haya valido de algún artificio para atraerlos. El
antiguo dueño no tendrá acción alguna para reivindicarlos, ni para exigir ninguna indemnización”.
Art. 2.593. “Si hubo artificio para atraerlos, su dueño tendrá derecho para reivindicarlos, si puede conocer la identidad de
ellos. En caso contrario, tendrá derecho a ser indemnizado de su pérdida”.
A su vez, el código civil regula distintas hipótesis de accesión, veamos cada una:
Aluvión: (arts. 2572 a 2582) modo de adquirir terreno, de los dueños de heredades colindantes con ríos o arroyos debido a:
aluvión por acarreo: los acrecentamientos de tierra que reciban paulatina e insensiblemente por efecto de la corriente de
las aguas.
aluvión por abandono: los terrenos que el curso de las aguas dejare a descubierto, retirándose insensiblemente de una
de las riberas hacia la otra; podría darse, aunque el código civil no lo contempla expresamente, que el cauce se secara (lo
que se denomina cauce viejo o madrejón), en tal caso la doctrina aplica en forma analógica las disposiciones del aluvión por
abandono.
Se excluye el caso de acrecentamientos en las costas de mar o de ríos navegables, y de los ríos canalizados y cuyas
márgenes son formadas por diques artificiales (art. 2574), pues las mejoras pertenecen en este caso al Estado, por ser
propietario de las riberas.
El acrecentamiento no debe estar separado por hilos de agua del mismo curso que lo provocó. Para saber hasta dónde llega
el curso de agua y dónde comienza la ribera, hay que estarse al art. 2577 que nos señala como límite la línea a que llegan
las más altas aguas en su estado normal.
El fundamento de la atribución de propiedad de estos trozos de terreno a los propietarios de las heredades colindantes,
reposa en el hecho de que los cauces de agua son variables y, siendo que muchas veces los ribereños pierden terreno por
acción del agua, es justo también que otras veces lo ganen.
Avulsión: (arts. 2583 a 2586) Mientras que en el supuesto anterior la acción del agua es paulatina, la avulsión es un modo
de adquirir el dominio por el cual un río o un arroyo lleva por una fuerza súbita alguna cosa susceptible de adherencia natural,
como tierra, arena o plantas, y las une, sea por adjunción, sea por superposición, a un campo inferior, o a un fundo situado
en la ribera opuesta (art. 2583).
El propietario del fundo adquiere lo adherido desde que las cosas desligadas por avulsión se adhieren naturalmente al
terreno ribereño en que fueron a parar; durante el proceso de adherencia, el propietario de la cosa desprendida, puede
reivindicarla pero tiene sólo seis meses (art. 4039); pasados éstos y consecuentemente prescripta su acción, el dueño del
fundo adquiere el dominio.
Puede darse el caso de que la cosa desprendida (digamos un árbol o un conjunto de rocas), moleste al propietario del fundo
y que el dueño de las cosas desprendidas no efectúe ninguna manifestación. Por otra parte, no es posible forzarlo a
reivindicar las cosas, puesto que esto es una facultad y no una obligación. Para solucionar este supuesto, algunos autores
echan mano de una acción: la acción interrogatoria, cuyo fin es interrogar al propietario de la cosa respecto de su voluntad de
reivindicarla o no.1
1 En contra, Mariani de Vidal Marina. Op. Cit. T. I. pág. 332
Edificación, siembra y plantación: (arts. 2587 a 2593) Este modo de adquisición plantea dos posibles supuestos: el del
dueño de un fundo que siembra, edifica o planta usando materiales ajenos y el de un edificador, sembrador o plantador que
efectúa sus labores en un fundo ajeno.
El principio adoptado por Vélez de “superficie solo cedit”, cuyo significado literal en latín es “la superficie accede al suelo”,
nos brinda la solución para el problema de la propiedad de lo edificado, sembrado o plantado, restando determinar si hubo
buena o mala fe de las partes en conflicto, a los fines de plantear las indemnizaciones correspondientes.
1. Terreno propio y materiales ajenos: El dueño del terreno se hace propietario de las obras en todos los casos, pero además
se debe distinguir
ADQUISICIÓN DEL DOMINIO DE COSAS MUEBLES: LA REGLA – LA EXCEPCIÓN: EL ART. 2412 – LOS SEMOVIENTES
– LOS AUTOMOTORES – LAS COSAS PERDIDAS
El derecho real sobre cosas muebles, se adquiere de igual forma que sobre inmuebles: un negocio jurídico (título) y la
entrega (modo). El caso de algunos muebles registrables como los automotores es diverso y será estudiado más adelante.
Sin embargo, cuando nos topamos con un poseedor y otra persona que dice ser el verdadero propietario, el problema para
dilucidar de quién es la propiedad de la cosa mueble, se plantea porque en general éstas carecen de título documentado; es
necesario, entonces, establecer si pertenecen al poseedor y, en caso contrario, en qué medida son reivindicables por el
verdadero propietario.
En Roma, las cosas muebles eran reivindicables por el propietario hasta la fecha en que se adquiriesen por usucapión. En el
derecho germánico, contrariamente, la posesión hacía adquirir directamente la propiedad de las cosas muebles (salvo que
fuesen robadas o pérdidas, en cuyo caso eran reivindicables).
Francia adoptó el sistema romano en primer término, no tardando en reconocer los contras de este sistema que despojaba
las transacciones de seguridad jurídica. En efecto, cualquier cosa mueble era susceptible de ser reivindicada casi en forma
permanente. Por tal motivo, a partir del siglo XVII se retorna al sistema romano. Vélez ha tomado como fuente al derecho
francés, donde “la posesión vale por título”.
Art. 2.412: “La posesión de buena fe de una cosa mueble, crea a favor del poseedor la presunción de tener la propiedad de
ella, y el poder de repeler cualquier acción de reivindicación, si la cosa no hubiese sido robada o perdida.”
Analicemos:
“posesión”: hemos dicho que ésta equivale a corpus + animus, sin embargo muchos autores entienden que por imperio del
art. 2363 (el poseedor “posee porque posee”), cuando hay corpus la posesión se presume.
“de buena fe” la buena fe se presume en todos los casos en que alguna norma no mandase a presumir mala fe; este
principio está contenido expresamente en el art. 2362.
“cosa no robada ni perdida” el propietario debe haberse desprendido voluntariamente de la cosa, caso contrario el principio
del art. 2412 no se aplica.
Este artículo es, en verdad, una excepción al principio general de adquisición de las cosas, pues el permitir repeler la
reivindicación es equivalente a atribuir el dominio. El poseedor es ahora titular del domino y es éste un derecho adquirido en
forma originaria emanada de una disposición legal (art. 2412) y por tanto ha adquirido libre de las cargas que antes tenía la
cosa (como por ejemplo usufructo). Lo normal cuando trasmitimos un derecho, es que lo hacemos con el mismo alcance del
que tenía bajo nuestra titularidad, éste es el principio consagrado en el art. 3270:
Art. 3.270: “Nadie puede transmitir a otro sobre un objeto, un derecho mejor o más extenso que el que gozaba; y
recíprocamente, nadie puede adquirir sobre un objeto un derecho mejor y más extenso que el que tenía aquel de quien lo
adquiere.”
Sin embargo, el artículo que sigue nos dice:
Art. 3.271: “La disposición del artículo anterior no se aplica al poseedor de cosas muebles.”
Esta disposición sólo se entiende a la luz de los razonamientos que venimos haciendo.
Ahora bien: ¿en todos los casos en que se cumplan estos tres requisitos se repele la reivindicación? La respuesta es
negativa: cuando la reivindicación es entablada por el anterior propietario, es necesario además que la adquisición del
poseedor actual haya sido a título oneroso. Este requisito surge de la regulación específica sobre la acción reivindicatoria
(Título X, capítulo I del libro tres). Veamos:
Art. 2.767: “La acción de reivindicación no es admisible contra el poseedor de buena fe de una cosa mueble, que hubiese
pagado el valor a la persona a la cual el demandante la había confiado para servirse de ella, para guardarla o para cualquier
otro objeto.”
Contrario sensu, se entiende que la reivindicación sí procede (aún cuando la impetre el verdadero propietario) cuando el
poseedor hubo la cosa a título gratuito.
Confirma lo dicho el art. 2778:
Art. 2.778: “Sea la cosa mueble o inmueble, la reivindicación compete contra el actual poseedor, aunque fuere de buena fe…
que la hubiese de un enajenante de buena fe, si la hubo por título gratuito y el enajenante estaba obligado a restituirla al
reivindicante, como el sucesor del comodatario que hubiese creído que la cosa era propia de su autor.”
Es de hacer notar que el requisito de la onerosidad no está consignado en el art 2412 y por ello, en principio no es exigido,
sin embargo, en las ocasiones que hemos visto, quien alegue gratuidad en el título de adquisición del poseedor y pueda
probar esa gratuidad, será capaz de reivindicar la cosa.
Para que sea mejor entendida la dinámica del artículo estudiado, brindaremos un ejemplo: Juan (A) deja su reloj en
reparación a su relojero de confianza, Pedro (B); éste se confunde y lo vende a Lucas (C). Posteriormente, Juan quiere
reivindicar su reloj de manos de Lucas, que repele la acción alegando haberse hecho titular en virtud del art. 2412 (poseedor
de buena fe de cosa mueble y a título oneroso).
A --------------------------------B -----------------------------------C
1er. propietario tenedor poseedor de buena fe 2do. propietario
En el supuesto anterior, si el relojero hubiese regalado el reloj a Lucas, la reivindicación de Juan procede en virtud de los
arts. 2767 y 2778.
Acerca de la naturaleza jurídica de la adquisición operada en virtud del art. 2412, se han elaborado tres teorías:
1. es una prescripción instantánea: la teoría parece haber tenido origen en el hecho de que en el código civil francés una
disposición análoga a la nuestra está ubicada en el capítulo dedicado a las prescripciones; sin embargo, la idea no tuvo
demasiada cabida pues los términos “prescripción” e “instantánea”, ya son de por sí contradictorios.
2. es una presunción de propiedad: para la mayoría de quienes sostienen esta posición, es una presunción iure et de iure,
pues mientras el título de adquisición sea oneroso, no podrá rebatirse.
3. es una hipótesis de adquisición legal: la ley atribuye la propiedad al poseedor de buena fe de cosa mueble no robada ni
perdida (destacada doctrina sigue esta opinión: Lafaille, Bibiloni, Messineo, etc.).
1. SEMOVIENTES:
Nuestro territorio ha sido siempre eminentemente agrícola ganadero, por ello se hizo necesario desde épocas coloniales, la
implementación de sistemas de marcación y señalamiento del ganado, que permitieran identificar la propiedad de aquél. La
constitución nacional en 1853 atribuyó al Congreso de la Nación la potestad de dictar el código civil y las normas sobre
derecho de fondo (que abarca la determinación de la propiedad de cosas muebles, incluidos los semovientes). Sin embargo,
el código de Vélez no contenía una sola norma al respecto, algunos afirman que esto se debe a que el codificador lo
consideraba una potestad del poder del policía, delegado a las provincias. Debido a este vacío legal, según el régimen
implementado por el art. 2412, el poseedor de buena fe de un semoviente era dueño. Este régimen es inaplicable al ganado;
el código civil de Vélez dejaba los semovientes equiparados a cualquier otra cosa mueble. Esto ocasionó que las provincias
dictaran sus leyes y códigos rurales. Algunos de estos códigos contenían normas que iban más allá de la potestad de poder
de policía propia de las provincias, adentrándose en la regulación sobre propiedad del ganado a partir de la marca o señal:
eran normas claramente inconstitucionales. La cuestión quedó zanjada en 1983 con la sanción de la Ley 22.939 de marcas y
señales (cuya atenta y completa lectura es necesaria a los fines de aprobar el presente módulo).
La ley en su art. 6 establece la obligatoriedad de marcar el ganado mayor (bovino, equino y mular) y señalar el ganado menor
(caprino, ovino, porcino, etc.). La marca (art. 1) es “la impresión que se efectúa sobre el animal de un dibujo o diseño, por
medio de hierro candente, de marcación en frío, o de cualquier otro procedimiento que asegure la permanencia en forma
clara e indeleble que autorice la Secretaría de Agricultura y Ganadería” y la señal es “un corte o incisión, o perforación, o
grabación hecha a fuego, en la oreja del animal”. Es obligatorio para todo propietario de ganado tener registrado a su nombre
el diseño que empleare para marcar o señalar (art. 5).
La norma más importante es el art. 9 que nos dice: “se presume, salvo prueba en contrario… que el ganado mayor
marcado y el ganado menor señalado, pertenecen a quien tiene registrado a su nombre el diseño de la marca o señal
aplicada al animal”. Aquí se ve en forma clara la diferencia entre el régimen común de cosas muebles (art. 2412) y el de
semovientes, pues no es la posesión de buena fe sino el registro de marca o señal, lo que otorga la presunción de propiedad
del ganado.
Continúa el artículo: “se presume igualmente, salvo prueba en contrario, que las crías no marcadas o señaladas pertenecen
al propietario de la madre. Para que esta presunción sea aplicable, las crías deberán encontrarse al pie de la madre”.
El caso de los ejemplares de pura raza (por ejemplo, toros que se utilizan para reproducción), no se marcan ni señalan.
Según el art. 11, “la propiedad se prueba por el certificado de inscripción en registros genealógicos y selectivos
reconocidos, que concuerde con los signos individuales que llevaren los animales” (es una inscripción constitutiva del
derecho real). Quedan excluidos los caballos de pura sangre de carrera, pues están regulados por la Ley 20.378. Los
registros genealógicos a que se refiere el artículo, poseen una larga tradición y funcionan eficientemente. Han sido llevados
por la Sociedad Rural Argentina para el ganado bovino, ovino, porcino y asnal y por la Asociación Civil Jockey Club para los
caballos de pura sangre de carrera (stud book argentino). En ellos, los criadores conservan un cuidadoso registro del
pedigree del animal y su rigurosa individualización; son registros privados y sus reglamentos a veces han sido cuestionados
como de dudosa constitucionalidad, tal el caso del reglamento del Stud book argentino que en su art. 61 dice: “la propiedad
de un caballo de pura sangre de carrera resulta exclusivamente de las constancias de su inscripción en el Registro
respectivo. En consecuencia, es propietario de un caballo de sangre pura de carrera, la persona, personas o entidades a
cuyo nombre está inscripta la propiedad”. Esta disposición (emanada no del Congreso de la Nación) sino de una entidad
privada, carecía de potestad para extraer estos animales del régimen del art. 2412; sin embargo, con la sanción de la ley
20.378 el problema quedó resuelto, pues declara la inscripción del dominio constitutiva y oficializó los registros genealógicos
habilitados por el Ministerio de Agricultura y Ganadería.
El artículo 10 de la ley 22.939 habla del ganado no marcado ni señalado, que recibe el nombre de “orejano” y del que tiene
una marca o señal no suficientemente clara: la propiedad de este tipo de animales cae bajo el régimen común, o sea es
regido por el art. 2412 del código civil y la posesión de buena fe hace presumir su propiedad.
Además de los diseños sobre la marca y la señal, el propietario de ganado debe registrar los actos jurídicos mediante los
cuales transfiera la propiedad del ganado, a través de formularios tipo (art. 12). A su vez, para transportar el ganado es
obligatorio el uso de guía expedida por la autoridad de aplicación provincial.
En síntesis:
1. animales orejanos: régimen cosas muebles art. 2412
2. ganado mayor y menor: ley 22.939 art. 9 marcas y señales
3. animales de pura raza: ley 22.939 art. 11 registros genealógicos
2. AUTOMOTORES:
El Dec. Ley 6582/58 fija el régimen jurídico de los automotores, es necesaria una atenta lectura de todos los artículos
para poder aprobar el presente módulo.
Según el art. 1, es necesaria la inscripción de la transferencia para que nazca el dominio en cabeza del nuevo propietario,
retirándose así del régimen general de cosas muebles que plantea el art. 2412, pues no basta la posesión de buena fe
sumada a la adquisición a título oneroso.
El artículo 2, indica que la inscripción de buena fe de un automotor en el registro confiere al titular de la misma la propiedad
del vehículo y el poder de repeler cualquier acción de reivindicación, si el automotor no hubiese sido hurtado o robado. Así
vemos cómo el requisito de la posesión es reemplazado por el de la inscripción.
Cosas muebles régimen general: posesión + buena fe = propiedad
Automotores régimen especial: inscripción + buena fe = propiedad
Recordemos que la buena fe implica haber caído en un error de hecho excusable y quien lo alegue, deberá acreditar que ha
tomado todos los recaudos pertinentes, especialmente que ha revisado las constancias registrales (nadie puede alegar
buena fe si desconoce lo publicitado en los registros), por ende, para ser considerado de buena fe, debe adquirir del titular
registral, exigir la exhibición del título del automotor, peticionar del Registro el certificado de dominio y gravámenes que
regula el art. 16 del Dec. Ley y efectuar la verificación física del vehículo (que generalmente se hará ante autoridades de la
dirección de tránsito y con los formularios correspondientes.
Entonces, si una persona vende su vehículo a varios compradores (configurando una estafa), resultará propietario el
comprador de buena fe que logre inscribir la transferencia. Asimismo, si alguien vende a otra persona un vehículo haciéndose
pasar por el dueño (o sea mediante un título nulo), pero el comprador es de buena fe y logra inscribir el vehículo, se hará
propietario.
Cada vehículo tiene un legajo que se inicia con la primera inscripción y donde constan las transferencias, medidas
cautelares, denuncias de robo y demás constancias. La transferencia se instrumenta en el formulario tipo y debe llevar firmas
certificadas por los encargados del Registro, Escribanos Públicos u otro funcionario público autorizado por la reglamentación.
El vehículo se matricula en el lugar de su patentamiento y se le asigna: 1) un documento individualizante expedido por el
Registro respectivo, que se denomina "Título del Automotor”; éste permite la individualización del automotor y sus
constancias acreditan las condiciones del dominio y de los gravámenes que lo afectan; 2) la cédula de identificación
(comúnmente llamada “tarjeta verde”) y que autoriza al portador al uso del vehículo.
El art. 27 establece la responsabilidad civil del titular inscripto por daños y perjuicios producidos por la cosa (responsabilidad
objetiva). Para eximirse de responsabilidad, debe haber iniciado la inscripción de la transferencia o efectuado la
comunicación de venta antes del hecho productor. Esta comunicación, implica también la revocación de la autorización para
circular y acarrea el pedido de secuestro del automotor.
El registro del automotor es dirigido por el Encargado y sus decisiones son atacables por medio de recursos administrativos,
que tramitan ante la Cámara Federal con jurisdicción en el lugar de asiento del Registro.
¿Qué pasa cuando un automotor es robado o hurtado? Ya vimos que en el régimen general de las cosas muebles, éstas
quedaban al margen de lo normado por el art. 2412; sería justo que también quedasen al margen del régimen que indica el
art. 2 del presente decreto, o sea que la inscripción de buena fe no hiciera adquirir el dominio. Así es, efectivamente, veamos:
ARTICULO 3º: “Si el automotor hubiese sido hurtado o robado, el propietario podrá reivindicarlo contra quien lo tuviese
inscripto a su nombre, debiendo resarcirlo de lo que hubiese abonado si la inscripción fuera de buena fe y conforme a las
normas establecidas por este decreto-ley.”
De este modo, quien ha sido víctima de un robo y encuentra que su vehículo se ha vendido a un tercero de buena fe que
logró inscribirlo a su nombre, deberá abonar a este tercero lo que hubiese pagado por el automotor; esta disposición hace
que la reivindicación pierda valor, pues muy pocos serán los interesados en incoar la acción.
A su vez, en forma análoga al régimen general de cosas muebles y teniendo en cuenta el principio de la seguridad jurídica en
las transacciones, es justo que quien haya adquirido e inscripto un vehículo a su nombre y tenga buena fe, logre
eventualmente la certidumbre de su derecho aún cuando el automotor sea robado o perdido.
ARTICULO 4º: “El que tuviese inscripto a su nombre un automotor hurtado o robado, podrá repeler la acción reivindicatoria
transcurridos DOS (2) años de la inscripción, siempre que durante ese lapso lo hubiese poseído de buena fe y en forma
continua.”
Entonces:
Inscripción + posesión + buena fe + dos años = usucapión secundum tabulas
Esta usucapión, se denomina secundum tabulas porque se cumple a favor de quien se halla inscripto como titular. Ahora
bien: ¿cuál será el plazo de usucapión contra tabulas, o sea en contra de quien se halle inscripto como titular? Pues será el
de veinte años, plazo genérico de usucapión; nótese que en este caso no puede alegarse buena fe (pues la titularidad
registral se presume conocida por todos)
Posesión + veinte años = usucapión automotores contra tabulas
Es de hacer notar, que a los veinte años el vehículo habrá perdido gran parte de su valor; por este motivo la doctrina propicia
una reforma que acorte en plazo de la usucapión contra tabulas, así como la efectuada de mala fe (para la cual se exige 20
años de plazo también).
3. COSAS ROBADAS O PERDIDAS:
Estas cosas no siguen la regla del art. 2412, pues son excluidas expresamente por el art. 2765, (ya veíamos antes, que en el
derecho germánico estaban excluidas también). Las cosas son perdidas cuando salen del ámbito del propietario sin su
voluntad (ya sea por caso fortuito o propio descuido) y son robadas cuando son extraídas del dueño en contra de su
voluntad.
Art. 2.766: “La calidad de cosa robada sólo es aplicable a la sustracción fraudulenta de la cosa ajena, y no a un abuso de
confianza, violación de un depósito, ni a ningún acto de engaño o estafa que hubiese hecho salir la cosa del poder del
propietario.”
Las cosas robadas o perdidas son, como vemos, reivindicables aún siendo poseídas por un adquirente de buena fe y a título
oneroso y el principio dice que el verdadero propietario podrá recuperar su dominio sin indemnizar a este poseedor. Sin
embargo, hay dos casos de excepción en los que deberá resarcirlo, son los siguientes:
Art. 2.768: “La persona que reivindica una cosa mueble robada o perdida, de un tercer poseedor de buena fe, no está
obligada a reembolsarle el precio que por ella hubiese pagado, con excepción del caso en que la cosa se hubiese vendido
con otras iguales, en una venta pública o en casa de venta de objetos semejantes.”
Por ejemplo, alguien que compra en un anticuario una obra de arte antigua robada. Para poder reivindicarla, el verdadero
propietario debe abonar al comprador el precio que hubiese pagado.
Art. 2.422: “Sucediendo la reivindicación de la cosa, el poseedor de buena fe no puede reclamar lo que haya pagado a su
cedente por la adquisición de ella; pero el que por un título oneroso y de buena fe, ha adquirido una cosa perteneciente a
otro, que el propietario la hubiera difícilmente recuperado sin esta circunstancia, puede reclamar una indemnización
proporcionada.”
Por ejemplo, quien le compra un cuadro al ladrón que luego fue víctima de una inundación por la cual la cosa hubiera
perecido, salvándola de su destrucción mediante la compra. Así, su verdadero dueño para poder reivindicarla, debe abonar al
comprador una indemnización cuyo monto el juez estimará y que generalmente incluirá el precio y los gastos en que haya
incurrido aquél (tales como gastos de envío y conservación). El deber de reembolso que fijan las hipótesis planteadas por los
arts. 2768 y 2422, hace que la reivindicación de estos objetos en la práctica pierda virtualidad.
Antes de la reforma del código civil mediante la ley 17711, no era posible la prescripción adquisitiva de muebles y por ello, las
cosas muebles robadas o perdidas quedaban sujetas a la acción reipersecutoria sine die. Actualmente, con la incorporación
del art. 4016 bis, hay un límite temporal a la reivindicación estudiada, y es el de la prescripción adquisitiva de la cosa mueble
de que se trate.
Art. 4.016 bis: “El que durante tres años ha poseído con buena fe una cosa mueble robada o perdida, adquiere el dominio por
prescripción. Si se trata de cosas muebles cuya transferencia exija inscripción en registros creados o a crearse, el plazo para
adquirir su dominio es de dos años en el mismo supuesto de tratarse de cosas robadas o perdidas. En ambos casos la
posesión debe ser de buena fe y continua.”
LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA O USUCAPIÓN: NOCIÓN – FUNDAMENTOS
La prescripción es el efecto que produce el trascurso del tiempo sobre los derechos: la extinción, en el caso de los derechos
personales u obligaciones (liberatoria) y el nacimiento, en el caso de los derechos reales (adquisitiva).
El cómputo y las alteraciones que éste puede sufrir, se rige por los mismos principios ya sea la prescripción liberatoria o
adquisitiva.
Según el art. 3948, la prescripción adquisitiva es: “un derecho por el cual el poseedor de una cosa inmueble, adquiere la
propiedad de ella por la continuación de la posesión, durante el tiempo fijado por la ley”. La reforma implementada por ley
17.711 extendió la prescripción adquisitiva a las cosas muebles.
El fundamento de la prescripción es consolidar la seguridad jurídica y con ello promover la paz social, dando certidumbre a
situaciones de inestabilidad, delimitando claramente el patrimonio de las personas. En el caso de la prescripción adquisitiva,
se agrega una función social de introducción en el tráfico de los bienes que están ociosos al no ser usados por sus
propietarios, ante la realidad de personas que les dan utilidad y los hacen producir.
La prescripción adquisitiva de inmuebles puede ser de dos tipos: larga u ordinaria (requiera posesión por veinte años) y corta
o extraordinaria (requiere posesión por diez años, buena fe y justo título).
Los derechos reales que pueden adquirirse por prescripción son de variada índole y no solamente el derecho de propiedad o
dominio, como parecería surgir del articulado. Así, podrá adquirirse por prescripción la propiedad horizontal, ciertas clases de
servidumbre, el usufructo, etc.
ELEMENTOS Y REQUISITOS GENERALES
Los elementos de la prescripción son: Posesión: la posesión, como hemos visto, implica comportarse como titular del
derecho real. Quedan excluidos, por tanto, los actos de mera tolerancia o buena vecindad, tales como permitir el paso del
vecino al río porque es más fácil desde mi fundo; para usucapir, es necesario un obrar en detrimento y sin consentimiento del
propietario, que permanece inactivo.
Para prescribir, es necesario que la posesión sea NO VICIOSA, pues el art. 3959 indica: “la prescripción de cosas poseídas
por fuerza o por violencia, no comienza sino desde el día en que se hubiere purgado el vicio de la posesión.” (Ya vimos en el
capítulo anterior que los vicios se purgan al año o antes si cesaren). Debe ser asimismo PÚBLICA y PACÍFICA, aunque estas
características quedan englobadas en el concepto de “no viciosa”, ya que lo contrario de pública es clandestina y lo contrario
de pacífica es violenta. La posesión también debe ser CONTINUA Y NO INTERRUMPIDA. La discontinuidad supone una
omisión del poseedor y la interrupción supone una acción de un tercero. De este modo, la posesión será continua cuando el
poseedor efectúe los actos posesorios de acuerdo a la naturaleza de la cosa sin cesar en ello; si es una vivienda, deberá
asentarse allí en forma permanente y si es una casa de veraneo, bastará la posesión durante las vacaciones. La posesión
será interrumpida de hecho cuando hay desposesión del propietario o de un tercero y jurídicamente cuando se interpone una
demanda judicial.
Cabe destacar que la posesión que ha cumplido un año, sólo se considera interrumpida de hecho, por una posesión de un
año, bastando para interrumpir la posesión no anual, la realización de actos aislados que impidan el pleno goce del bien (art.
2481, nota).
Tiempo: el poseedor debe reunir diez o veinte años, según el caso, para lo cual puede sumar su tiempo de posesión al de
sus antecesores, siempre que se cumplan los requisitos del art. 2476: “para que dos posesiones puedan unirse, es necesario
que ellas no hayan sido interrumpidas por una posesión viciosa y que procedan la una de la otra”; a esto se denomina
“accesión de posesiones”. Ejemplo: Juan era comodatario de un inmueble, pero hace tiempo que se niega a restituirlo al
dueño y éste lo ha consentido, habiendo prescripto las acciones posesorias hace cinco años (vicio purgado). Cede sus
derechos a la posesión de la vivienda a Pedro (mediante un instrumento público), quien comienza a poseer a nombre propio
y logra hacerlo por quince años. En este caso se suman ambos términos, alcanzando los veinte años de la usucapión larga.
La nota al art. Citado nos ilustra aún más:
“Si A hubiese ocupado por violencia una cosa que después hubiese abandonado, y que B hubiese venido a ocuparla, B no
podría prevalerse de la posesión de A: él no podría invocar sino su propia posesión. De ahí concluye Molitor que para que
haya lugar a la unión de dos posesiones, son necesarias tres condiciones:
1. Que las dos posesiones no sean viciosas;
2. Que se liguen inmediatamente, sin que estén separadas por una posesión viciosa;
3. Que se liguen por un vínculo de derecho entre el autor y el sucesor.”
Comienza a correr el término desde el día que se adquiere la posesión:
Art. 3.961: “La prescripción de las acciones reales a favor de un tercero, tenedor de la cosa, comienza a correr desde el día
de la adquisición de la posesión o de la cuasi posesión que le sirve de base, aunque la persona contra la cual corriese, se
encontrase, por razón de una condición aún no cumplida o por un término aun no vencido, en la imposibilidad del ejercicio
efectivo de sus derechos.”
Es el siguiente caso: A adquiere un inmueble de B por un contrato de compraventa que contiene una condición suspensiva
(con lo cual, aún no está autorizado a poseer hasta tanto aquélla se cumpla). Con el tiempo, C usurpa el inmueble adquirido
por A y comienza a usucapir. A los diez años de la nueva posesión, se cumple la condición suspensiva y A está autorizado a
poseer el inmueble. A pesar de ello, el usurpador logra continuar diez años más en la posesión y entabla una demanda por
usucapión. ¿Es procedente computar los diez primeros años que poseyó en contra de A, quien solo tuvo derecho efectivo a
poseer el inmueble los últimos diez años de la usucapión? En virtud de lo normado por el artículo estudiado, la respuesta es
afirmativa.
Sujetos activos: el art. 3950 nos dice que todos aquellos que puedan adquirir, pueden prescribir. Por tanto, podrán hacerlo
tanto personas físicas como jurídicas y dentro de estas últimas, no habría óbice para que fueran personas públicas estatales
(por ej. un ente autárquico o el Estado Nacional, Provincial o Municipal). Sólo deben tenerse en cuenta las reglas para
adquirir la posesión, ya estudiadas.
Sujetos pasivos: ídem. Puede prescribirse una cosa perteneciente a cualquier sujeto, en tanto sean cosas susceptibles de
ser poseídas. No lo son los bienes que se encuentran fuera del comercio (ya sea en forma transitoria, como aquellos sujetos
a una condición de inajenabilidad o permanente, como son las cosas que pertenecen al dominio público del Estado).
Objeto: según el art. 3952, pueden adquirirse por prescripción todas las cosas cuyo dominio o posesión puede ser objeto de
una adquisición. En el código civil de Vélez sólo era posible usucapir bienes inmuebles; él consideró los muebles
suficientemente reglados con lo dispuesto por el art. 2412, según el cual la posesión vale por título. Sin embargo, las cosas
robadas o perdidas son excluidas expresamente del artículo y de esta forma quedaban también imposibilitadas de ser
usucapidas. Esto cambió con la ley 17711 que incorpora el art. 4016 bis, instituyendo la usucapión de muebles robados o
perdidos y no registrables en tres años y no registrables, en dos.
A pesar del agregado efectuado por la reforma, aún quedan casos sin resolver. La Dra. Mariani de Vidal lo plantea
claramente en su manual, a través del siguiente cuadro sinóptico: 3
COSAS MUEBLES:
1. NI ROBADAS NI PERDIDAS:
2.
a. POSESIÓN + BUENA FE + ADQUISICIÓN A TÍTULO ONEROSO: 2412.
b. POSESIÓN + BUENA FE + ADQUISICIÓN A TÍTULO GRATUITO: primer interrogante. Aquí el problema se suscita para
armonizar los arts. 2778, 4015, 4016 y 4016 bis. veamos:
Art.2.778: “Sea la cosa mueble o inmueble, la reivindicación compete contra el actual poseedor, aunque fuere de buena fe
que la hubiese tenido del reivindicante, por un acto nulo o anulado; y contra el actual poseedor, aunque de buena fe, que la
hubiese de un enajenante de buena fe, si la hubo por título gratuito y el enajenante estaba obligado a restituirla al
reivindicante, como el sucesor del comodatario que hubiese creído que la cosa era propia de su autor”. Si tenemos en cuenta
este artículo, pareciera que es imposible usucapir, pues mientras la adquisición se realice a título gratuito, es posible
reivindicar siempre.
Art. 4.015: “Prescríbase también la propiedad de cosas inmuebles y demás derechos reales por la posesión continua de
veinte años, con ánimo de tener la cosa para sí, sin necesidad de título y buena fe por parte del poseedor, salvo lo dispuesto
respecto a las servidumbres para cuya prescripción se necesita título”.
Art.4.016: “Al que poseído durante veinte años sin interrupción alguna, no puede oponérsele ni la falta de título ni su nulidad,
ni la mala fe en la posesión”. Según el régimen de estos dos artículos, pareciera que la prescripción de cosas muebles
adquiridas a título gratuito requiere de veinte años, pues el art. 4015 dice “cosas inmuebles y demás derechos reales”, lo que
parecería englobar derechos reales sobre muebles y no distingue adquisición a título oneroso o gratuito. Asimismo, el
art.4016 no distingue entre cosas muebles o inmuebles, pareciendo incluir a todas en la regulación. Art 4016 bis: “El que
durante tres años ha poseído con buena fe una cosa mueble robada o perdida, adquiere el dominio por prescripción. Si se
trata de cosas muebles cuya transferencia exija inscripción en registros creados o a crearse, el plazo para adquirir su dominio
es de dos años en el mismo supuesto de tratarse de cosas robadas o perdidas. En ambos casos la posesión debe ser de
buena fe y continua”. Este artículo es el que resuelve el interrogante, pues no distingue entre cosas adquiridas a título
oneroso o gratuito; si bien se refiere expresamente a las cosas robadas o pérdidas, por argumento a fortiori, se podrá incluir a
las cosas no robadas ni perdidas, hipótesis menos gravosa.
Conclusión: POSESIÓN + BUENA FE + ADQUISICIÓN A TÍTULO GRATUITO: 4016 bis (arg. a fortiori) (2/3 años)
c. POSESIÓN + MALA FE + ADQUISICIÓN A TÍTULO ONEROSO: segundo interrogante.
d. POSESIÓN + MALA FE + ADQUISICIÓN A TÍTULO GRATUITO: segundo interrogante. Veamos el caso del poseedor de
mala fe, sea que adquiera a título oneroso o gratuito (hipótesis c y d). corresponde para la autora citada, la aplicación de los
arts. 4015 y 4016 (20 años) por analogía, ya que las hipótesis allí planteadas engloban el caso de posesión de mala fe
viciosa de inmuebles, inclusive en ausencia de título oneroso o gratuito
3. ROBADAS O PERDIDAS:
Así, vemos que siempre que haya mala fe en la posesión de cosas muebles, será necesario el plazo de 20 años para
usucapir.
CURSO DE LA PRESCRIPCIÓN Y ALTERACIONES: RENUNCIA, SUSPENSIÓN, INTERRUPCIÓN Y DISPENSA DE LA
APLICACIÓN.
Renuncia o remisión de la prescripción:
Nos dice el art. Art. 3.965: “Todo el que puede enajenar, puede remitir la prescripción ya ganada, pero no el derecho de
prescribir para lo sucesivo.”. Es el caso de quien ya ha usucapido el bien y renuncia al derecho adquirido sobre la cosa. Al
ser un acto de disposición, se necesita capacidad plena (18 años a partir de la reforma al código civil del año 2009). Siendo
una renuncia a un derecho patrimonial que sólo interesa al ámbito privado, no hay óbice para llevarla a cabo. Distinto es el
caso de la prescripción futura, cuya prohibición fundamenta Vélez en la nota al artículo:
“Renunciar a una prescripción cumplida es renunciar al objeto mismo que la prescripción ha hecho adquirir y por
consiguiente, puede hacerlo el que tenga capacidad para enajenar. Pero renunciar con anticipación a la prescripción, es
derogar por pactos una ley que interesa al orden público…”.
La renuncia puede ser expresa o tácita (art. 3989). Analicemos un ejemplo. Ante un juicio de reivindicación del antiguo
propietario de un inmueble, el demandado (poseedor veinteañal) opone excepción de prescripción. Sin embargo, al
efectuarse la constatación de la vivienda, cuando es interrogado por el oficial público, el poseedor contesta que es el
reivindicante el verdadero propietario del inmueble. Allí, está renunciando a la prescripción cumplida. Asimismo, podría
hacerlo por escritura pública.
Suspensión de la prescripción:
El efecto de la suspensión de la prescripción, es la parálisis en el cómputo del lapso para prescribir, mientras duren las
causales que dieron origen a la suspensión. Sólo puede ser invocada en beneficio de quien está instituida o en perjuicio de
quien se establece y no por o en contra de sus cointeresados (art. 3981), a salvo lo dispuesto por el art. 3982 (caso de
derechos reales indivisibles, como la servidumbre).
La prescripción se suspende en los siguientes casos:
1. MATRIMONIO:
Art. 3.969: “La prescripción no corre entre marido y mujer, aunque estén separados de bienes, y aunque estén divorciados
por autoridad competente.”
Es el caso de quien ha comenzado a usucapir un bien y luego se casa con el propietario. Durante todo el lapso del
matrimonio, se suspende el cómputo de la prescripción que es retomado en el caso de que medie divorcio vincular o nulidad
de matrimonio. El artículo trascripto no se refiere al divorcio vincular (inexistente en la época de la sanción del código civil)
que sí rompe el ligamen entre los ex cónyuges.
2. ACEPTACIÓN DE LA HERENCIA CON BENEFICIO DE INVENTARIO:
El beneficio de inventario, consiste en la posibilidad de los herederos de asumir su condición haciéndose responsables del
pasivo del difunto pero sólo hasta el límite del activo contenido en la masa hereditaria (fijado en el “inventario” que se practica
en el juicio sucesorio). Desde la reforma de la ley 17711, toda herencia se presume aceptada con beneficio de inventario (art.
3363). Con este beneficio, el heredero conserva, contra los bienes hereditarios, todos los derechos y acciones que tenía
contra el difunto y no se confunden los bienes particulares del heredero con los que pertenezcan a la herencia (separación de
patrimonios), en tal sentido el art. 3364 indica que “…su patrimonio no se confunde con el del difunto, y puede reclamar como
cualquier otro acreedor los créditos que tuviese contra la sucesión”. Según lo antes reseñado, parecería que, si un heredero
se encontraba usucapiendo un bien del difundo, el plazo siguiera corriendo a pesar del fallecimiento del propietario. Sin
embargo el art. 3974 instituye una suspensión del plazo:
Art. 3.974. “El heredero beneficiario no puede invocar a su favor la prescripción que se hubiese cumplido en perjuicio de la
sucesión que administra.” Y en la nota brinda los fundamentos: “Porque él debe efectuar todos los actos conservatorios en
interés de los acreedores”. No existiendo un plazo legal, la doctrina entiende que el inicio de la suspensión está dado por la
muerte del causante y su fin, por la división en hijuelas y su adjudicación.
3. TUTELA Y CURATELA:
Por una cuestión de ética y orden social, los plazos de prescripción entre tutor-menor y curador-demente o inhabilitado, no
pueden correr mientras dure el vínculo. Tal el principio consagrado en el siguiente artículo:
Art. 3.973: “La prescripción de las acciones de los tutores y curadores contra los menores y las personas que están bajo
curatela, como también las acciones de éstos contra los tutores y curadores, no corren durante la tutela o curatela.”
Dispensa de la prescripción: Dice el artículo 3980:
“Cuando por razón de dificultades o imposibilidad de hecho, se hubiere impedido temporalmente el ejercicio de una acción,
los jueces están autorizados a liberar al acreedor, o al propietario, de las consecuencias de la prescripción cumplida durante
el impedimento, si después de su cesación el acreedor o propietario hubiese hecho valer sus derechos en el término de tres
meses”.
En caso de que el plazo de la prescripción (ya sea de diez o veinte años), se cumpla en una fecha en la cual el propietario del
bien usucapido adolece de un impedimento para ejercer la defensa de su propiedad, siempre que tal impedimento tenga
origen en un acontecimiento de fuerza mayor y no en la voluntad de quien invoca la dispensa, y ya sea que tenga carácter
colectivo (como una inundación) o individual (enfermedad y ausencia de representación, secuestro, etc.), natural
(cataclismos) o humano (por ejemplo una guerra), el propietario usucapido tendrá tres meses desde que la causal cesare
para presentarse ante un juez competente y solicitar se lo dispense de la prescripción cumplida. Si bien el artículo indica que
los jueces “podrán” liberar al propietario de los efectos, una vez probados los hechos alegados, no podrá dejar de otorgar
este beneficio si se cumplen los requisitos legales.
Interrupción de la prescripción: En este caso, se borra el tiempo trascurrido y comienza el cómputo de la prescripción otra
vez. La interrupción puede ser NATURAL (desposesión de un año) o CIVIL (demanda, reconocimiento del poseedor o
compromiso arbitral). Veamos cada caso:
INTERRUPCIÓN NATURAL. Ésta se produce cuando hay despojo de la cosa que se está usucapiendo (ya sea por la acción
del propietario contra quien se está prescribiendo o de un tercero). Para que se repute interrumpida la posesión, el
despojante debe poseer la cosa un año; de esa forma, quien estaba usucapiendo pierde las acciones posesorias que son
ganadas por el despojante. Una vez perdidas las acciones, no importa que el usucapiente recupere la posesión, el cómputo
se inicia de nuevo como si nunca hubiera poseído. Contrariamente, si aquél ha ejercido sus defensas posesorias en tiempo y
ha recuperado la posesión, el plazo sigue corriendo y se computa el plazo durante el cual estuvo desposeído.
Ejemplo:
A está usucapiendo una vivienda. A los tres años, es desposeído por B:
- si A ejerce las defensas posesorias antes del año, recupera la posesión y el lapso de prescripción continúa como si nunca
hubiera sido desposeído.
- si A deja pasar un año, pierde las acciones posesorias y (aunque recupere la posesión) comenzará a usucapir de nuevo
como si nunca hubiese estado en posesión de la cosa (efecto erga omnes).
La interrupción natural favorece a quien la causó (pues le otorga acciones posesorias) y al propietario, pues es a quien
conviene que el término se tenga por no cumplido.
INTERRUPCIÓN CIVIL. Puede darse por tres causales, a saber:
I. Demanda: la demanda interrumpe la prescripción aún interpuesta ante juez incompetente, defectuosa o sin capacidad
suficiente del actor (art. 3986).
Se entiende “demanda” en un sentido muy amplio, como cualquier petición judicial (inclusive beneficio de litigar sin gastos o
embargo preventivo), inclusive se ha considerado interruptiva la demanda dirigida contra un tercero y no contra el
usucapiente, cuando ha mediado un error de hecho excusable.
El efecto interruptivo subsiste hasta que la sentencia pase en autoridad de cosa juzgada y se inicia, para la mayoría de la
doctrina, con la interposición de la demanda (la minoría inicia el cómputo desde la notificación).
Según el art. 3987, en casos de absolución del demandado (cuando la defensa posesoria fracasa), así como de perención de
instancia (la que implica el fenecimiento del proceso pero no del derecho, pudiéndose incoar la acción nuevamente), la
interrupción se tiene por no acaecida y, por tanto, todo el tiempo que tramitó el proceso se computa para el plazo de la
usucapión.
II. Reconocimiento: es el caso reglado en el art. 3989: “La prescripción es interrumpida por el reconocimiento, expreso o
tácito, que el deudor o el poseedor hace del derecho de aquel contra quien prescribía.”; es natural que se interrumpa la
prescripción en este caso, pues el poseedor está intervirtiendo el título y convirtiéndose en mero tenedor, reconociendo en
otro un derecho mejor que el propio.
III. Compromiso arbitral: Reza el art. 3988: “El compromiso hecho en escritura pública, sujetando la cuestión de la posesión o
propiedad a juicio de árbitros, interrumpe la prescripción.”; la postura mayoritaria interpreta el artículo en forma amplia,
permitiendo otras formas distintas de la escritura para el compromiso (por ej. acta judicial); además, el compromiso extendido
en instrumento privado, se ha considerado una promesa de extender la pertinente escritura pública.
La interrupción civil favorece sólo a quien la ha impetrado (efecto relativo).
USUCAPIÓN ORDINARIA O DECENAL
En caso de que exista buena fe y justo título, el plazo de usucapión de inmuebles es de diez años.
Justo título: Hemos dicho que justo título, según el art. 4010, es aquél que tiene por objeto trasmitir un derecho de propiedad
y se encuentra revestido de las solemnidades exigidas para constituir el derecho real que se intenta constituir, pero no emana
de su titular o (emanando de él) éste no tiene capacidad para disponer; también aclaramos que el título putativo (aquél que
no existe o, existiendo, se refiere a un objeto distinto de la cosa poseída) no sirve de base para este tipo de usucapión. El
justo título puede referirse a cualquiera de los derechos reales que se ejercen por posesión, no necesariamente dominio; por
ejemplo, podría hacerse valer para usucapir un usufructo.
Buena fe: la buena fe se presume (art. 2462), salvo en los casos en que se presume mala fe. Para calificar la posesión de
buena o mala fe, se tiene en cuenta el momento de su adquisición y en el caso de frutos, el de su percepción. Debe tenerse
presente que un poseedor de buena fe, pasa a ser de mala fe desde el momento en que se le notifica la demanda de
reivindicación y en tal sentido se juzgará la restitución de frutos, mejoras, los riesgos de pérdida de la cosa, etc. (ver cuadro
al final del módulo 1). La mala fe se define por exclusión, toda vez que falta la buena fe.
Posesión: ya hemos dicho que ésta debe ser pública, pacífica, continua e ininterrumpida. Además, el animus posidendi debe
connotar el derecho real que se intenta usucapir (dominio, usufructo, etc.)
Tiempo: el tiempo requerido para la usucapión breve es de diez años, y a los fines de su cómputo podrá efectuarse
“accesión de posesiones”. Esta institución está regulada en los arts. 2474/2476 y consiste en la posibilidad de unir dos o más
posesiones que se siguen una de la otra, siempre que se reúnan los siguientes requisitos:
- una debe provenir de la anterior
- deben estar unidas por un vínculo jurídico (por ej. un contrato por el cual se ceden los derechos a la posesión del inmueble),
aún cuando sea defectuoso.
- ninguna debe ser viciosa
- no deben estar separadas por un posesión viciosa
De lo expuesto, se sigue que una posesión adquirida de un modo originario nunca podrá accederse a la anterior. A su vez,
hemos dicho que para calificar la posesión debíamos estarnos al momento de su adquisición; pues bien, la primera de las
posesiones (o sea aquella a la cual accede la siguiente o las siguientes) es la que va a contar a los fines de la calificación. De
este modo, si a una posesión ilegítima de mala fe viciosa de diez años se accede una posesión ilegítima de buena fe de tres
años, tendremos una posesión ilegítima, de mala fe y viciosa de trece años. Sin embargo, en el caso de que la primera
posesión fuese de buena fe y la segunda de mala fe, siendo el segundo poseedor usucapiente, no podrá hacer valer la buena
fe de la primera posesión a los fines de la usucapión corta, requiriéndose además que él también sea de buena fe.
USUCAPIÓN EXTRAORDINARIA O VEINTEAÑAL
Los únicos elementos exigidos en este tipo de usucapión, son el plazo de veinte años y la posesión pública, pacífica,
continua e ininterrumpida, no siendo necesaria buena fe ni título. Puede un poseedor de mala fe vicioso usucapir, pero el
cómputo de los veinte años requeridos comenzará el día que se hayan purgado los vicios (al cesar aquéllos o al año, cuando
el propietario pierde las acciones posesorias). En este caso, a diferencia de la usucapión corta donde hay un título, será poco
probable que el usucapiente invoque otro derecho real diferente al de dominio. En relación al usufructo, el uso y la habitación,
rigen las mismas reglas que para prescribir el dominio y respecto de las servidumbres, que se estudiarán en la parte especial,
diremos por ahora que sólo pueden usucapirse las que son continuas y aparentes (art. 3017)
Al igual que la prescripción corta, puede hacerse valer en juicio como acción o como excepción. La oportunidad para
oponerla, según el texto del art. 3962, es al contestar la demanda o en la primera presentación en el juicio que haga quien
intente oponerla. Para el caso de que se haga valer como acción, se deben cumplimentar los requisitos exigidos por los
artículos pertinentes de la Ley 14.159, a saber:
ARTÍCULO 24: “En el juicio de adquisición del dominio de inmuebles por la posesión continuada de los mismos (artículo 4015
y concordantes del Código Civil) se observarán las siguientes reglas:
a) El juicio será de carácter contencioso y deberá entenderse con quien resulte titular del dominio de acuerdo con las
constancias del catastro, Registro de la Propiedad o cualquier otro registro oficial del lugar del inmueble, cuya certificación
sobre el particular deberá acompañarse con la demanda. Si no se pudiera establecer con precisión quién figura como titular
al tiempo de promoverse la demanda, se procederá en la forma que los códigos de procedimientos señalan para la citación
de personas desconocidas;
b) Con la demanda se acompañará plano de mensura, suscripto por profesional autorizado y aprobado por la oficina técnica
respectiva, si la hubiere en la jurisdicción;
c) Se admitirá toda clase de pruebas, pero el fallo no podrá basarse exclusivamente en la testimonial. Será especialmente
considerado el pago, por parte del poseedor, de impuestos o tasas que graven el inmueble, aunque los recibos no figuren a
nombre de quien invoca la posesión;
d) En caso de haber interés fiscal comprometido, el juicio se entenderá con el representante legal de la Nación, de la
provincia o de la municipalidad a quien afecte la demanda.”
En relación a la prueba rendida en juicio, es importante dejar sentado que tanto los actos posesorios como el pago de
impuestos acreditados, harán mella en el juzgador en tanto se reputen cumplidos durante los veinte años de posesión, no
sería prueba idónea por ejemplo el pago de impuestos de los últimos veinte años realizado el mes anterior al inicio de la
demanda.
USUCAPIÓN DE MUEBLES
Nos remitimos a lo expuesto supra sobre cosas muebles, agregando solamente que en el texto primigenio del código civil no
estaba prevista la usucapión de muebles, incorporándose con la reforma de la ley 17.711 el art. 4016 bis.
Art. 4.016 bis: “El que durante tres años ha poseído con buena fe una cosa mueble robada o perdida, adquiere el dominio por
prescripción. Si se trata de cosas muebles cuya transferencia exija inscripción en registros creados o a crearse, el plazo para
adquirir su dominio es de dos años en el mismo supuesto de tratarse de cosas robadas o perdidas. En ambos casos la
posesión debe ser de buena fe y continua.”
LA PUBLICIDAD REGISTRAL EN LA REPÚBLICA ARGENTINA: EVOLUCIÓN – PERÍODO COLONIAL – EL CÓDIGO
CIVIL, LA NOTA AL TÍTULO XIV DE LA HIPOTECA (ART. 3203) – LEYES PROVINCIALES DE REGISTRO –
JURISPRUDENCIA ANTECEDENTES DE LA LEY N° 17.801
Mientras que los derechos personales no se publicitan, pues interesan a las partes solamente, los derechos reales atañen a
la comunidad entera, pues ésta tiene el deber de respetarlos. En Derecho, dar “publicidad”, significa hacer público y notorio
un hecho jurídico, una relación jurídica o una situación jurídica relevante para la comunidad. Al respecto, Vélez en la nota al
art. 577, expresa:
“… el derecho real debe manifestarse por otros caracteres, por otros signos que no sean los del derecho personal, y que
estos signos deben ser tan visibles y tan públicos como sea posible. No se concibe que una sociedad esté obligada a
respetar un derecho que no conoce…”
Hay distintas formas de dar a conocer un hecho jurídico relevante; en la época colonial, esta tarea era cumplida por oficiales
que pregonaban las comunicaciones reales en lugares públicos, o bien se pegaban edictos en el muro de las iglesias a la
salida de la misa dominical. Tradicionalmente, la doctrina distinguió dos modalidades de publicidad relativa a los derechos
reales: la posesoria y la registral.
La publicidad posesoria es la elegida por el codificador para dar a conocer las mutaciones de todos los derechos reales que
se ejercen por posesión y parte de la doctrina entiende que es insuficiente en grandes poblaciones. En contraposición, la
publicidad registral fue utilizada por Vélez sólo para las hipotecas, puesto que en ese caso el inmueble queda en poder del
deudor y no es posible publicitar la mutación de otro modo. En la nota al art. 3203, Vélez explica las causas por las cuales no
adopta el sistema de publicidad registral para el resto de los derechos reales. Leamos algunos extractos:
“… se han creado registros públicos en muchas naciones, en las cuales las leyes mandan inscribir los títulos traslativos del
dominio de los inmuebles... nosotros no nos hemos decidido a proponer leyes semejantes. Creemos que solo debía hacerse
lo más indispensable: reglar de una manera precisa los derechos hipotecarios (…) hasta que la experiencia y el ejemplo de
otras naciones nos enseñen los medios de salvar las dificultades del sistema de inscripción… la inscripción no es más que un
extracto de los títulos y puede ser inexacta y causar errores de graves consecuencias. La inscripción nada garantiza ni tiene
fuerza de verdadero título, ni aumenta el valor de un título existente (…) si fuese posible por este sistema la legitimación de la
propiedad, el examen justificativo debería confiarse a una magistratura que conociera la verdad de los actos y sus formas
necesarias, pero entonces se transformaría su jurisdicción voluntaria en contenciosa, sometiéndose la voluntad libre de las
partes a una autoridad que ellos no habían reclamado (…) ¿cómo obrará el Poder Judicial, sin que el interés de las partes
venga a solicitar su intervención? Entre tanto el título no podrá registrarse, ni se podrá imponer una hipoteca en esta
propiedad, aún cuando lo quieran el acreedor y el deudor. En un país como el nuestro, donde el dominio de los inmuebles no
tiene en la mayor parte de los casos títulos incontestables, la necesidad del registro público crearía un embarazo más al
crédito hipotecario. El mayor valor que vayan tomando los bienes territoriales, irá regularizando los títulos de propiedad, y
puede llegar un día en que podamos aceptar la creación de los registros públicos. Hoy en las diversas provincias de la
República sería difícil encontrar personas capaces de llevar esos registros, y construir el catastro de las propiedades, y sus
mil mutaciones por la división continua de bienes raíces que causan las leyes de sucesión, sin sujetar la propiedad a
gravámenes que no corresponden a su valor para satisfacer los honorarios debidos por la inscripción o transcripción de los
títulos de propiedad.”
A pesar de lo expresado por el codificador, en el afán de consolidar la seguridad del tráfico jurídico, las provincias
extendieron las funciones de los registros de hipotecas (únicos previstos por el código civil) a la inscripción de todos los actos
jurídicos que causaban mutaciones en los derechos reales sobre inmuebles. El precursor fue el registro de la provincia de
Buenos Aires, inaugurado en el año 1879. Las leyes que creaban los registros provinciales, solían exigir la inscripción de los
títulos a los fines de dotar de oponibilidad a los derechos y (al ser materia delegada el régimen de adquisición y pérdida de la
propiedad, etc.) eran inconstitucionales.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo ocasión de expedirse al respecto en numerosas ocasiones4 respecto de los
requisitos exigidos por los registros provinciales, tachando en todos los casos de inconstitucionales estas leyes provinciales.
A pesar del escollo de la inconstitucionalidad (considerada por la doctrina una “sana anomalía), el requisito de registración se
generalizó en todo el país, al comprobarse sus conveniencias prácticas, (incluso algunos lo consideraban parte del poder de
policía no delegado); en casos extremos, se llegó a dotar de carácter constitutivo a la inscripción de derechos reales sobre
inmuebles deshabitados, (provincia de La Rioja). En un principio, estos registros estuvieron a cargo de los particulares (caso
actual de los registros del automotor), pasando posteriormente a depender de oficinas administrativas del Estado o (en
algunas provincias) del Poder Judicial.
4 En autos “Jorba, Juan y otra C/ Bambicha, F. y otro” (25.11.1935); “Papa, José, administrador definitivo de la testamentaria
Susso C/ Sociedad Compagno Hnos.”(25.11.1935).
5 López de Zavalía Fernando, “Curso introductorio al Derecho Registral”, 1983 Ed. Víctor P. de Zavalía, Pág. 56 y ss.
Con la reforma de la ley 17711, se modifica el art. 2505, agregando un requisito a la transmisión de derechos reales sobre
inmuebles: la inscripción.
Art. 2.505: “La adquisición o transmisión de derechos reales sobre inmuebles, solamente se juzgará perfeccionada mediante
la inscripción de los respectivos títulos en los registros inmobiliarios de la jurisdicción que corresponda. Esas adquisiciones o
transmisiones no serán oponibles a terceros mientras no estén registradas.”
La inscripción es meramente declarativa, pues sabemos que el derecho real nace con título y modo (tradición), y el efecto es
la OPONIBILIDAD; esto surge del articulado de la ley, particularmente de su art. 20: “Las partes, sus herederos y los que han
intervenido en la formalización del documento, como el funcionario autorizante y los testigos en su caso, no podrán
prevalerse de la falta de inscripción, y respecto de ellos el derecho documentado se considerará registrado. En caso
contrario, quedarán sujetos a las responsabilidades civiles y sanciones penales que pudieran corresponder”. Análoga
disposición había previsto Vélez respecto de las hipotecas en el art. 3135: “La constitución de la hipoteca no perjudica a
terceros, sino cuando se ha hecho pública por su inscripción en los registros tenidos a ese efecto. Pero las partes
contratantes, sus herederos y los que han intervenido en el acto, como el escribano y testigos, no pueden prevalerse del
defecto de inscripción; y respecto de ellos, la hipoteca constituida por escritura pública, se considera registrada.”
Con motivo de esta reforma, se procede al dictado de la ley 17.801 del registro de la propiedad inmueble y de las
consecuentes leyes registrales provinciales, que siguen los lineamientos de la ley nacional. De esta forma, el nuevo sistema
dotó de constitucionalidad a los registros de la propiedad inmueble provinciales, legitimándose el efecto de oponibilidad que
emana de la publicidad registral.
Fernando López de Zavalía5 define la publicidad registral como “la cognoscibilidad permanente y general de hechos
jurídicos en base a la declaración señalativa de un órgano competente, puesta a disposición del público por los
medios previstos por la ley.” Vemos entonces que, para este eminente jurista tucumano, “publicidad” no es conocimiento
efectivo sino “posibilidad de conocer”, conocimiento puesto a disposición del público; asimismo será permanente toda vez
que el dato se encuentra en el registro disponible en cualquier momento y es general, porque está destinado a la generalidad
de los individuos de la comunidad, sin distinciones. Esta cognoscibilidad será posible gracias a una declaración señalativa
efectuada por el registrador (o sea el asiento), que “señala” o hace presente los datos que figuran en los títulos presentados.
Por último, los “medios” de publicidad mencionados pueden ser: exhibición directa de libros, copias, informes o certificados.
Veremos cada uno más adelante.
LOS PRINCIPIOS REGISTRALES Y EL REGISTRO INMOBILIARIO: CONSAGRACIÓN EN LA LEGISLACIÓN ARGENTINA.
CÓDIGO CIVIL. LEY 17.801
Los principios registrales son lineamientos generales, ideas-fuerza que inspiran la ley 17.801; no se encuentran consignados
expresamente, son elaboraciones doctrinarias. La ley fue redactada en base a las pautas fijadas en el proyecto de ley
elaborado por los Dres. Edgardo Scotti (Director del registro de la ciudad de Buenos Aires) y Miguel Falbo (Rector de la
U.B.A.), que tomó como base las conclusiones de la primera reunión de Directores de registros provinciales, celebrada en
Buenos Aires en el año 1964. Los principios citados tienen su fuente en la doctrina alemana, francesa y en la reglamentación
del código de Vélez en materia de registración de hipotecas.
PRIORIDAD: CERTIFICADO REGISTRAL Y BLOQUEO – RESERVA DE PRIORIDAD – PRIORIDAD Y AUTONOMÍA DE LA
VOLUNTAD
El principio de prioridad surge de la máxima latina qui prior est tempore, potior est iure: tiene prioridad el derecho que primero
se inscribe. La prioridad es una preferencia, un derecho real tiene preferencia sobre otro derecho real o una medida cautelar,
presentados para su inscripción o anotación con posterioridad. Este principio cobra valor cuando hay un conflicto entre dos o
más pretensiones. Los derechos o pretensiones pueden ser compatibles y coexistir en un orden jerárquico (hipoteca de
primer grado y otra de segundo) o puede haber una incompatibilidad que puede ser absoluta o excluyente, cuando sólo uno
de estos derechos puede registrarse (por ejemplo dos personas reclaman la inscripción del dominio de un inmueble a su
nombre y sabemos que el dominio es absoluto y excluyente) o relativa o de rango, si el derecho se anota condicionalmente a
la espera de que se defina una situación registral (por ejemplo, entra un embargo y desde antes existía un certificado pedido
para vender el inmueble. La cautelar se anotará condicionalmente y si el certificado no se usa o cae el bloqueo, el embargo
podrá efectivizarse).
Vélez ya había sentado el principio para las hipotecas:
Art. 3.934: “Los hipotecarios son preferidos sobre los bienes gravados con la hipoteca. El privilegio se cuenta desde el día
que se tomó razón de la hipoteca. Las inscripciones del mismo día concurren a prorrata.”
Art. 3.137: “El registro debe hacerse dentro del término establecido en la ley Nacional de registros de la propiedad.”
Para la prenda: Art. 3.210: “Una nueva prenda puede ser dada sobre la misma cosa, con tal que el segundo acreedor
obtenga conjuntamente con el primero, la posesión de la cosa empeñada, o que ella sea puesta en manos de un tercero por
cuenta común. El derecho de los acreedores sobre la cosa empeñada seguirá el orden en que la prenda se ha constituido.”
Y los demás derechos reales: curiosamente, en relación al resto de los derechos reales, se fijaron las normas de preferencia
en el libro segundo, referido a obligaciones. Se distinguió entre muebles e inmuebles, aunque la solución es idéntica, y según
se haya o no hecho tradición de la cosa.
Art. 592: “Cuando la obligación sea de dar cosas ciertas con el fin de transferir o constituir derechos reales, y la cosa es
mueble, si el deudor hiciere tradición de ella a otro, por transferencia de dominio o constitución de prenda, el acreedor
aunque su título sea de fecha anterior, no tendrá derecho contra los poseedores de buena fe, sino solamente contra los de
mala fe. La mala fe consiste en el conocimiento de la obligación del deudor.”
Art. 593: “Si la cosa fuere mueble, y concurriesen diversos acreedores, a quienes el mismo deudor se hubiese obligado a
entregarla, sin haber hecho tradición a ninguno de ellos, será preferido el acreedor cuyo título sea de fecha anterior.”
Art. 594: “Si la cosa fuere inmueble y el deudor hiciere tradición de ella a otro con el fin de transferirle el dominio, el acreedor
no tendrá derecho contra tercero que hubiese ignorado la obligación precedente del deudor; pero sí contra los que
sabiéndola hubiesen tomado posesión de la cosa.”
Art. 596: “Si la cosa fuere inmueble, y concurriesen diversos acreedores a quienes el mismo deudor se hubiese obligado a
entregarla, sin que a ninguno de ellos le hubiese hecho tradición de la cosa, será preferido el acreedor cuyo instrumento
público sea de fecha anterior.”
En resumidas cuentas, quien primero obtenga tradición de la cosa y siempre que tenga buena fe, será quien adquiera el
derecho real y va a tener preferencia sobre los demás acreedores, titulares de un derecho personal. La prioridad temporal
queda fijada en este caso por la tradición. Ahora bien, cuando no se haya efectuado la tradición a ninguno de los acreedores,
se trata meramente de obligaciones de dar cosa cierta y triunfa quien tiene el título más antiguo. La ley 17.801 vino a
incorporar nuevas variables a este precario sistema de preferencias que el código civil contenía:
Primeramente, sienta para todos los derechos reales el principio de que quien primero registra es preferido.
Art. 19: “La prioridad entre dos o más inscripciones o anotaciones relativas al mismo inmueble se establecerá por la fecha y
el número de presentación asignado a los documentos en el ordenamiento a que se refiere el artículo 40. Con respecto a los
documentos que provengan de actos otorgados en forma simultánea, la prioridad deberá resultar de los mismos. No obstante
las partes podrán, mediante declaración de su voluntad formulada con precisión y claridad, substraerse a los efectos del
principio que antecede estableciendo otro orden de prelación para sus derechos, compartiendo la prioridad o autorizando que
ésta sea compartida.”
Y el art. 5 consigna: “Las escrituras públicas que se presenten dentro del plazo de cuarenta y cinco días contados desde su
otorgamiento, se considerarán registradas a la fecha de su instrumentación.“
En segundo lugar, establece una reserva de prioridad a través del certificado registral instaurado en los arts. 23/24. Es lo
que se ha dado en llamar “bloqueo registral” y cuyo efecto es garantizar la inmutabilidad de la situación jurídica registral del
inmueble por el lapso de 15,25 ó 30 días corridos en los cuales se deberá celebrar la escritura pertinente. Las medidas
cautelares y los derechos reales que ingresen al registro durante la vigencia del certificado, se inscribirán o anotarán de
manera condicionada a las resultas del certificado.
Art. 24. “El plazo de validez de la certificación que comenzará a contarse desde la cero hora del día de su expedición, será de
quince, veinticinco o treinta días según se trate, respectivamente, de documentos autorizados por escribanos o funcionarios
públicos con domicilio legal en la ciudad asiento del registro, en el interior de la provincia o territorio o fuera del ámbito de la
provincia, territorio o Capital Federal. Queda reservada a la reglamentación local determinar la forma en que se ha de solicitar
y producir esta certificación y qué funcionarios podrán requerirlas. Asimismo, cuando las circunstancias locales lo aconsejen,
podrá establecer plazos más amplios de validez para las certificaciones que soliciten los escribanos o funcionarios públicos
del interior de la provincia o territorio”
El plazo de validez del certificado se cuenta en días corridos, pues los escribanos están autorizados a celebrar escrituras en
días inhábiles. Los únicos que pueden solicitar certificados registrales son los escribanos con registro otorgado en la
provincia. Si se solicita un nuevo certificado, mientras el primero está vigente, tal circunstancia será consignada en el
segundo certificado.
Art. 25. “Expedida una certificación de las comprendidas en los artículos anteriores, el registro tomará nota en el folio
correspondiente, y no dará otra sobre el mismo inmueble dentro del plazo de su vigencia más el del plazo a que se refiere el
artículo 5º, sin la advertencia especial acerca de las certificaciones anteriores que en dicho período hubiere despachado.
Esta certificación producirá los efectos de anotación preventiva a favor de quien requiera, en el plazo legal, la inscripción del
documento para cuyo otorgamiento se hubiere solicitado.”
Art. 17. “Inscripto o anotado un documento, no podrá registrarse otro de igual o anterior fecha que se le oponga o sea
incompatible, salvo que el presentado en segundo término se hubiere instrumentado durante el plazo de vigencia de la
certificación a que se refieren los artículos 22 y concordantes y se lo presente dentro del plazo establecido en el artículo 5º o,
si se trata de hipoteca, dentro del plazo fijado en el artículo 3137 del Código Civil.”
Art. 18. “No obstante lo dispuesto en el artículo anterior y a los efectos a que hubiere lugar por derecho, el Registro procederá
de la siguiente forma: a) Devolverá los documentos que resulten rechazados, dejando constancia de su presentación, tanto
en el Registro como en el documento mismo. La forma y tiempo de duración de esta anotación serán los que rigen respecto
de la inscripción provisional; b) Si al solicitarse la inscripción o anotación existieren otras de carácter provisional, o
certificaciones vigentes, o esté corriendo respecto de éstas el plazo previsto en el artículo 5º, aquélla se practicará con
advertencia de la circunstancia que la condiciona; c) Cuando la segunda inscripción o anotación obtenga prioridad respecto
de la primera, el Registro informará la variación producida. La advertencia o información indicada se dirigirá a quien hubiera
efectuado la petición o a quien tuviere interés legítimo en conocer la situación registral mediante notificación fehaciente.”
Veamos los distintos tipos de prioridad existentes.
PRIORIDAD DIRECTA: Puede ser inicial o final. En el sistema germánico, la prioridad es directa inicial, pues el tiempo se
determina por el asiento efectivo en el libro correspondiente. El asiento que se encuentra antes en el folio, es el que
prevalece. Si dos escrituras son presentadas simultáneamente, triunfa la primera que logra que se le practique el asiento.
Nuestro sistema, es de prioridad directa final, no se tiene en cuenta el momento del asiento definitivo sino el momento de
ingreso al libro de entradas del registro; es por ello que en la matrícula del inmueble figura el número y fecha de ingreso del
documento en el libro diario. A esto se ha dado en llamar retroprioridad endógena, porque el asiento del folio real retrocede
al momento del asiento en el libro diario.
PRIORIDAD INDIRECTA: es una retroprioridad exógena, porque va a tomar lugar fuera del registro; es el caso del art. 5 de
la ley, cuando la escritura es presentada para su registración dentro de los 45 días de celebrada. En ese caso, la fecha del
asiento se retrotrae a la de la celebración de la escritura, otorgando prioridad desde el día de su instrumentación.
RESERVA DE PRIORIDAD: la reserva retrotrae aún más la fecha de la prioridad; resulta de los certificados expedidos por el
Registro que producen el llamado bloqueo registral, cuyo efecto es mantener inmutable la situación jurídica registral del
inmueble por el plazo de validez del certificado, de 15, 25, o 30 días corridos según el caso (art. 24).
Art. 24: “El plazo de validez de la certificación que comenzará a contarse desde la cero hora del día de su expedición, será de
quince, veinticinco o treinta días según se trate, respectivamente, de documentos autorizados por escribanos o funcionarios
públicos con domicilio legal en la ciudad asiento del Registro, en el interior de la provincia o territorio o fuera del ámbito de la
provincia…”.
Las cero horas se reputan las de inicio de ese día, de manera tal que si el certificado se expidió el 05 de mayo, serán las
00:00 hs. de la noche anterior. Este momento como inicio del cómputo genera inconvenientes, pues dos personas que
solicitan un certificado en el mismo día, pueden obtener la expedición en fechas distintas y así puede darse que alguien
obtenga un derecho preferente sobre otro que, inclusive, solicitó el certificado el mismo día con varias hs. de antelación.
Asimismo, varias personas pueden obtener el certificado el mismo día y no queda claro quién goza de preferencia.
Analizando las resoluciones de los Registros provinciales, vemos que el bloqueo comienza el día de su expedición en
algunas provincias y el día del ingreso de la solicitud de certificado en otras (según número de orden del libro diario).
La certificación está prevista también en el régimen de automotores y produce un bloqueo de seis días (art. 6 D.L. 6582/58) y
en el Registro de buques (Ley 19.170).
El único que puede solicitar el certificado es el Escribano que se propone autorizar un acto que causará una mutación en los
derechos reales de un inmueble. Para el caso de que la mutación real sobre el inmueble sea a partir de una subasta judicial,
no se pide certificado sino “Anotación preventiva de subasta”, el bloqueo que la ley provincial 5771 establece en este caso es
de 90 días, plazo en el cual debe realizarse el remate y comunicarse al Registro; sin embargo las resoluciones registrales
han extendido el plazo a un año. La “anotación preventiva de subasta” se presenta en un formulario especial, firmado por el
tribunal y es el Martillero designado por el Juez, quien debe diligenciarlo. La “comunicación de subasta” es un oficio común
que el juez emite, sin formulario.
Puede ocurrir que el inmueble aparezca gravado con usufructo, uso o habitación; haciendo conocer esas circunstancias a los
oferentes (vgr. en los edictos previos), no hay inconveniente en proceder a la subasta. El interesado adquirirá el inmueble con
las cargas reales que lo graven.
Tanto la certificación expedida a solicitud de los Escribanos, como la Anotación preventiva para subasta, brindan un informe
sobre el estado jurídico del bien y de los titularse (esto es, si están inhibidos o inhabilitados o pueden disponer libremente),
pero no es la única función que cumplen sino que, además producen un bloqueo registral (art. 25) a favor de quien requiera
en el plazo legal la inscripción del documento para cuyo otorgamiento se hubiese solicitado (art. 25). Esto no quiere decir que
el Registro no ingrese las subsiguientes peticiones de anotación o inscripción en la matrícula; puede anotar embargos,
inscribir transferencias de dominio, otorgar nuevos certificados y hasta anotar preventivamente nuevas subastas, pero todas
estas anotaciones o inscripciones no le serán oponibles al beneficiario del bloqueo, que podrá vender, subastar, etc., como si
no hubiese ingresado nada posteriormente. Pero en el caso de que deje vencer los plazos del bloqueo porque, por ejemplo,
no ingresó en término la Escritura de venta o la comunicación de subasta, quienes lograron anotar o inscribir sus títulos luego
del bloqueo, tendrán prioridad temporal sobre el ex – beneficiario y sus actos o cautelares serán plenamente válidos. Aquí,
quien gozaba del bloqueo, ha perdido “colocación registral”.
Autonomía de la voluntad: todo el sistema de prioridad hasta aquí estudiado puede ser modificado por pactos entre partes.
Antes de la ley 17.801, la autonomía de la voluntad sobre este punto ya estaba reglamentada para las hipotecas, en lo que
se ha dado en llamar “reserva de rango” enunciada en el art. 3135:
“…Al constituir la hipoteca, el propietario puede, con consentimiento del acreedor, reservarse el derecho de constituir
ulteriormente otra de grado preferente, expresando el monto a que ésta podrá alcanzar.”
Con la sanción de la ley 17.801, el principio de autonomía de la voluntad en la prioridad registral fue extendido a todos los
derechos reales en el art. 19 de la ley, antes trascripto.
De este modo, los interesados podrán convenir la permuta de rango, posposición de rango (cuando se conviene perder la
prioridad), rango de avance (si se escalan posiciones), etc. si existe un tercero registral perjudicado, se necesita su
consentimiento, por ejemplo, el titular de una hipoteca en tercer grado desea escalar al primer grado, quien sea titular de la
hipoteca en segundo grado deberá consentirlo.
INSCRIPCIÓN: DOCUMENTOS QUE TIENEN ACCESO. INSTRUMENTOS PRIVADOS QUE ACCEDEN. DISTINTOS
TIPOS DE ASIENTO. EFECTOS DE LA INSCRIPCIÓN: INSCRIPCIÓN Y TRADICIÓN – EL TERCERO REGISTRAL –
MATRICULACIÓN.
La acción de asentar las situaciones jurídicas registrables, se denomina “registración”, reservándose el término “inscripción”
para las mutaciones en los derechos reales, en tanto “anotación” alude a las medidas cautelares.
En algunos ordenamientos la registración de los derechos reales sobre inmuebles es optativa (por ejemplo España), mientras
que en nuestro país se entiende que es obligatoria. Ello surge de los siguientes artículos:
Art. 2: “De acuerdo con lo dispuesto por los artículos 2505, 3135 y concordantes del Código Civil, para su publicidad,
oponibilidad a terceros y demás previsiones de esta ley, en los mencionados registros se inscribirán o anotarán, según
corresponda, los siguientes documentos: a) Los que constituyan, transmitan, declaren, modifiquen o extingan derechos
reales sobre inmuebles; b) Los que dispongan embargos, inhibiciones y demás providencias cautelares; c) Los establecidos
por otras leyes nacionales o provinciales.”
Art. 23: “Ningún escribano o funcionario público podrá autorizar documentos de transmisión, constitución, modificación o
cesión de derechos reales sobre inmuebles, sin tener a la vista el título inscripto en el Registro, así como certificación
expedida a tal efecto por dicha oficina en la que se consigne el estado jurídico de los bienes y de las personas según las
constancias registradas. Los documentos que se otorguen deberán consignar el número, fecha y constancias que resulten de
la certificación.”
De esta forma, el inmueble con títulos no registrados, sale del comercio jurídico. El art. 3 nos brinda los requisitos que deben
tener los documentos que ingresen al registro:
Art. 3: “Para que los documentos mencionados en el artículo anterior puedan ser inscriptos o anotados deberán reunir los
siguientes requisitos:
a) Estar constituidos por escritura notarial o resolución judicial o administrativa, según legalmente corresponda;
b) Tener las formalidades establecidas por las leyes y estar autorizados sus originales o copias por quien esté facultado para
hacerlo;
c) Revestir el carácter de auténticos y hacer fe por sí mismo o con otros complementarios en cuanto al contenido que sea
objeto de la registración, sirviendo inmediatamente de título al dominio, derecho real o asiento practicable. Para los casos de
excepción que establezcan las leyes, podrán ser inscriptos o anotados los instrumentos privados, siempre que la firma de sus
otorgantes esté certificada por escribano público, juez de paz o funcionario competente.”
Instrumentos privados que acceden: El principio es que sólo ingresan instrumentos públicos al registro. Las excepciones
son pocas y deben estar consignadas expresamente en ley nacional o provincial, por ejemplo boletos de compraventa de
lotes adquiridos en remate según ley 14.005, boletos de compraventa de Propiedad Horizontal (PH) ley 19.724 o contratos de
leasing (ley 25.248).
Los registros pueden ser:
1. de recepción: registran principalmente documentos confeccionados fuera del registro, como el registro del automotor o el
inmobiliario.
2. de actuación: registran principalmente documentos confeccionados dentro del registro, por ejemplo el registro civil y de
capacidad de las personas, que inscribe las actas de matrimonio o nacimiento, labradas allí mismo.
Según el tiempo:
a. primera inscripción: es la que conduce a la matriculación del inmueble y debe contener los datos que ordena el art. 12 de
la ley registral.
b. Inscripciones posteriores: se asientan en la matrícula ya existente.
a. de nulidad absoluta: está comprometido el orden público (por ejemplo, casos de objeto ilícito como venta de material
genético, o de nulidad material de los instrumentos públicos cuando no reúnen los requisitos esenciales); estos actos son
insubsanables y el registro rechaza el documento, que es inscripto provisionalmente a los fines de dar tiempo a la
interposición del recurso.
b. de nulidad relativa: es afectado el interés privado de los particulares (por ejemplo, un acto de disposición realizado por un
menor o un supuesto representante de una persona jurídica que no acredita suficientemente el mandato, también es el caso
de que faltare algún requisito de forma no esencial en el acto), se establecen en protección del particular afectado y son
subsanables. El registro observa los documentos y los inscribe provisionalmente por 180 días contados desde su
presentación; se puede subsanar o interponer el recurso pertinente.
2. Actos anulables: aquéllos en donde el vicio está oculto y es necesaria una investigación en sede judicial. El registrador
procederá a la inscripción o anotación del documento, pues no tiene potestades para la investigación de los vicios no
manifiestos; de todas formas, no le será posible detectarlos. Sería el caso de una compraventa en donde el disponente fue
amenazado, o en la cual se han falsificado los documentos y un tercero se hace pasar por el disponente.
Art. 36: “Las inscripciones y anotaciones se cancelarán con la presentación de solicitud, acompañada del documento en que
conste la extinción del derecho registrado; o por la inscripción de la transferencia del dominio o derecho real inscripto a favor
de otra persona; o por confusión; o por sentencia judicial o por disposición de la ley. Cuando resulten de escritura pública,
ésta deberá contener el consentimiento del titular del derecho inscripto, sus sucesores o representantes legítimos.
Tratándose de usufructo vitalicio será instrumento suficiente el certificado de defunción del usufructuario. La cancelación
podrá ser total o parcial según resulte de los respectivos documentos y se practicará en la forma determinada por la
reglamentación local.”
II. De pleno derecho: es el caso de las hipotecas (a los 20 años de la toma de razón), las medidas cautelares (a los 5 años de
la toma de razón) y las inscripciones provisionales para subsanar (a los 180 días de presentado el título, o más si hay
prórrogas) y también los certificados del art. 24, sin no son usados en término.
Art. 37: “Caducan de pleno derecho y sin necesidad de solicitud alguna, por el transcurso del tiempo que expresa este
artículo o por el que, en su caso, establezcan leyes especiales:
a) La inscripción de la hipoteca, al vencimiento del plazo legal si antes no se renovare;
b) Las anotaciones a que se refiere el inciso b) del artículo 2º, a los cinco años, salvo disposición en contrario de las leyes.
Los plazos se cuentan a partir de la toma de razón.”
PUBLICIDAD Y FE PÚBLICA REGISTRAL: PUBLICIDAD DIRECTA POR EXHIBICIÓN DE LIBROS – LOS INFORMES –
LOS CERTIFICADOS – LAS LLAMADAS “FUGAS” REGISTRALES – ANÁLISIS DEL ART. 3147 DEL CÓDIGO CIVIL
La publicidad de los derechos reales es la actividad dirigida a hacer cognoscible una situación jurídica real, que persigue
como finalidad primordial la protección del crédito y la seguridad en el tráfico jurídico7 y puede ser:
Publicidad material: produce efectos sustantivos en la realidad extrarregistral, tales como oponibilidad, constitutividad o la
buena fe que se reputa de quien ha averiguado el estado de los bienes. Es la que ingresa al registro.
Publicidad formal: hace a la información que brinda es registro a través de sus asientos. Es la que sale del registro; por
ejemplo fotocopia del folio real, informes, etc. Está consagrada en el art. 21 de la Ley Registral (L.R.):
El certificado del art. 23 L.R., es una diligencia previa a todo acto jurídico de disposición sobre inmuebles, tiene una doble
naturaleza. Está dotado de publicidad formal, informa el estado de las personas disponentes (inhibición, titularidad, etc.) y de
los bienes a disponer (cautelares, cargas reales, etc.). Su aspecto de publicidad material hace al bloqueo registral, pues
genera un efecto de inoponibilidad.
Art. 21: “El Registro es público para el que tenga interés legítimo en averiguar el estado jurídico de los bienes, documentos,
limitaciones o interdicciones inscriptas. Las disposiciones locales determinarán la forma en que la documentación podrá ser
consultada sin riesgo de adulteración, pérdida o deterioro.”
Fe pública registral: Un asiento es exacto cuando coincide con la realidad jurídica material extrarregistral, o sea aquella que
los jueces declararían llegado el caso de un litigio. Algunos sistemas registrales presumen esta exactitud iure et de iure y
cuentan con un sistema de seguros para los casos en que no es así. En nuestro sistema esta presunción no opera, pues el
art. 4 de la L.R. indica que la inscripción no es convalidante.
El principio de fe pública registral se refiere, en nuestro registro inmobiliario, a la presunción de autenticidad de los
documentos emanados del registro. Los certificados e informes son instrumentos públicos que hacen plena fe de su
contenido, acreditado reflejar los asientos sobre los que informan. Si se hubiese registrado un título nulo o viciado, el informe
sólo acreditará que el título existe y que su contenido es el reflejado allí, no saneará el título.
FUGAS REGISTRALES: ¿Qué pasa si el Registro “olvida” informar un embargo u otra cautelar o la titularidad de un dominio,
etc., en el marco de un informe o de un certificado registral?
Veamos qué dijo Vélez respecto de las hipotecas:
Art. 3.146: “El oficial encargado de las hipotecas no debe dar, sino por orden del juez, certificado de las hipotecas
registradas, o de que determinado inmueble está libre de gravamen.”
Art. 3.147: “El es responsable de la omisión en sus libros de las tomas de razón, o de haberlas hecho fuera del término legal.
Es responsable también del perjuicio que resulte al acreedor de la falta de mención en sus certificados, de las inscripciones o
tomas de razón existentes, o por negar la toma de razón que se le pide por persona autorizada para ello.”
Por ello, es el Estado quien responderá ante una omisión u error en las registraciones o los informes. Será, en el caso del Registro
inmobiliario, la provincia donde esté ubicado.