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1 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.

Prof. Héctor Villegas Vaquen.


CRISIS Y CAMBIOS EN LAS SOCIEDADES MODERNAS
TEMA I.
I. LA SOCIOLOGIA. SU OBJETO DE ESTUDIO

Las ciencias sociales están tendiendo cada vez más a una mayor integración y complementación entre las
distintas disciplinas que las conforman. No obstante, cada disciplina se afirma en su propio espacio y
objeto de estudio particular. En este capítulo se aborda la discusión sobre el objeto de estudio de la
sociología, visto en su vinculación con otras disciplinas científicas, enfatizando particularmente el tema de
las relaciones sociales.

Se intenta reconstruir el recorrido histórico de la sociología en América Latina, a partir de su


institucionalización profesional, destacando de qué manera tanto su objeto de estudio como su inserción e
incidencia social han estado condicionados, por una parte, por la influencia de los paradigmas de origen
norteamericano y europeo, y por otra, por las propias características de la estructura social
latinoamericana. Y finalmente se enfatiza la importancia de lo social y la revalorización que ha venido
experimentando este tema a partir de la década de los 90`.

Acaso uno de los temas más recurrentes en el debate entre los sociólogos sea el de la definición del
Objeto de Estudios de la Sociología. En diferentes épocas y en distintos enfoques teóricos de esta
disciplina científica ha estado presente la preocupación por producir definiciones que susciten consenso
dentro de la comunidad de sociólogos acerca de en qué consiste la sociología, cuál es su objeto y campo
de estudio particular, qué tipo de vínculos mantiene con las demás disciplinas de las ciencias sociales y
cómo entender su presencia dentro de la sociedad.

No obstante este empeño, aún persiste entre los sociólogos diferencias de criterio alrededor de estos
asuntos, que se evidencian tanto en las variadas definiciones que ofrecen los manuales introductorios a la
disciplina, como en las diferentes maneras de acercarse al quehacer académico y al ejercicio profesional
de la carrera. Estas diferencias han llevado en no pocas ocasiones a opiniones, entre propios y extraños,
de descalificación de la consistencia científica de la sociología y de su capacidad de definir un objeto de
estudio propio de generalizada aceptación, por lo que la imagen y auto imagen de la disciplina se ha visto
afectada muchas veces.

Quizás la definición que se suele conseguir más frecuentemente tanto en la literatura científica como en la
opinión de profanos, es aquella que designa a la sociedad como el objeto particular de estudio de la
sociología. De acuerdo con ello, la sociología sería la disciplina científica encargada de estudiar a la
sociedad, su estructuración y funcionamiento y los cambios que ésta experimenta.

Esta definición, aparentemente obvia, neutra y de universal aceptación, no obstante, no satisface a las
distintas corrientes del pensamiento sociológico. Pareciera entonces que estuviéramos frente a una
disciplina signada por la anarquía, la confusión y falta de claridad acerca de su destino social, donde,
repitiendo a Raymond Aron, aparentemente en un punto, y prácticamente en uno solo, están de acuerdo
los sociólogos: la dificultad de definir la sociología.

¿Tendrá sentido a un siglo y medio de existencia de la sociología persistir en un debate, al parecer sin
final, sobre el objeto de estudio de esta disciplina? ¿Qué extraña fuerza le insufla permanencia a este
debate? ¿Esta aparente indefinición, resta fuerza y estatuto científico a la sociología o más bien es una de
sus singularidades y virtudes? ¿Cuáles serían los límites tanto cognitivos como histórico-sociales a partir
de los cuales definir la pertinencia de este debate?.

En nuestra opinión este debate es consustancial a la naturaleza misma del conocimiento sociológico, un
conocimiento mutable, dinámico y dialéctico, que se valida y legitima en su confrontación con los cambios
que experimenta la realidad social. Se trata de un debate que demanda de los sociólogos una postura
ética de autoreflexividad e historicidad, en el sentido de renunciar a una concepción de los hechos sociales
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como una sucesión de acontecimientos externos, reificados y sin mediación alguna de los actores sociales.
Una postura que reivindique el rigor empírico, alejando toda tentación dogmática.

La realidad social es el límite en este debate, que fuerza a respuestas sobre la capacidad de intervención
social de la sociología en el aquí y ahora de un presente histórico, nacional e internacional, signado
predominantemente por confusiones, incertidumbres y crisis. Citando a Gregorio Castro, de lo que se trata
es de “restituir el valor social contenido en el trabajo intelectual inherente a la investigación y producción
sociológica. Contribuir a que el sociólogo asuma su trabajo desde las posibilidades de eficiencia y de
intervención social que resulta probable suponer en la gestión de la disciplina, reivindicando un espacio
cuya legitimidad tenga su fundamento en la capacidad de responder al país como exigencia, por encima y
en contra de la burocratización de las utopías, de los pragmatismos radicales; en estos tiempos donde el
humanismo es una vergüenza y la reflexión una herejía”1.

Un objeto en permanente construcción

En tanto que disciplina de las ciencias sociales, la sociología orienta su acción cognitiva a descubrir la
realidad social. Este acto de descubrimiento presupone una construcción conceptual de la realidad de
manera racional y conforme a la propia realidad para explicarla, eliminando las apariencias engañosas.
Construir conceptualmente la realidad social es tanto como elaborar un mapa de la misma, mapa que no
es la realidad ni su reflejo, pero que la representa, interpreta y hace inteligible. Pero, ¿en qué consiste la
realidad social, qué la constituye y a qué ámbito particular de la realidad social aboca la sociología su
estudio?.

Cuando hablamos de realidad social estamos refiriendo al conjunto de relaciones muy variadas que
establecen los hombres entre sí y con la naturaleza. Estas relaciones se realizan como un hecho total a
través de distintos ámbitos que constituyen las dimensiones de la realidad social, a saber: económico,
político-ideológico, social y cultural. Estos diferentes ámbitos de la realidad se comportan como un hecho
total, de intervinculación múltiple y compleja, cuya separación (sólo analítica), ha dado lugar
históricamente a áreas particulares de estudio de diversas disciplinas de las ciencias sociales, tales como
la economía, la politología, la sociología, la antropología, la administración, etc.

Cada una de estas disciplinas guardan en común el estudio de la realidad social, pero se distinguen en la
perspectiva de interés particular a que cada una se aboca. Vale decir que cada una de estas disciplinas
construye conceptualmente su propio objeto de estudio, dando origen a variados niveles de conocimientos
de la realidad, cuya separación progresiva a través de múltiples áreas y ramas de conocimientos pareciera
transmitir la sensación de fragmentación de la realidad social, que sólo es aparente.

La sociología adopta como perspectiva particular de estudio las relaciones sociales, presentes
constitutivamente en las distintas dimensiones de la realidad social. Ningún ámbito de la realidad está
desprovisto de relaciones sociales. La producción económica, por ejemplo, en tanto que hecho social,
supone determinadas formas de relacionarse socialmente los distintos agentes y factores de la
producción, vistos históricamente. Igual ocurre en el ámbito de lo político, lo administrativo, lo cultural,
etc., donde indefectiblemente se mantienen relaciones sociales entre actores muy diversos. Este hecho ha
despertado algunas críticas hacia la sociología, que pretenden verla como una disciplina sin objeto
particular, que construye su campo de estudio con las parcialidades de otras ciencias, inmiscuyéndose en
otras áreas de competencia ajena.

En verdad la sociología lo que intenta es generar conocimientos sobre las relaciones sociales visto en su
comportamiento total. Comprender las relaciones sociales de cualquier sociedad, por ejemplo, supone
conocer su estructura económica y diferenciación en clases, estratos y grupos; su medio geográfico, sus
leyes e instituciones sociales; su lenguaje, valores y sistema de creencia de los miembros de esa sociedad;
sus relaciones con otros pueblos y su interacción con el resto del mundo, etc. El entretejido complejo y

1
Gregorio A. Castro: Sociológos y Sociología en Venezuela. UNESCO-Trópykos. Caracas, 1988. P 31-32.
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dinámico de todas esas variables multidimensionales, en lo que se refiere a las relaciones sociales,
constituye pues, el objeto de estudio de la sociología. Un objeto complejo y total, de ahí que se diga que
nada humano es ajeno a la sociología.

Pero además de total y complejo, las relaciones sociales tienen un carácter dinámico e histórico. Varían en
el tiempo y el espacio y son irrepetibles. Esta característica, precisamente, hace de la sociología una
disciplina en permanente revisión y reelaboración de su objeto, así como de sus conceptos y enfoques
teóricos sobre la realidad.

Cuando la sociología aborda el estudio de las relaciones sociales, intenta explicar tres asuntos claves
privativos a su interés. En primer lugar, explica la existencia y permanencia en el espacio y el tiempo, de
los colectivos humanos y la inserción de los individuos en esas colectividades. Es decir, explica la
presencia de los sujetos, la acción social y la relación individuo/sociedad; en segundo lugar, la
organización social como el marco o los marcos de organización y estructuración de la vida humana, que
dan sentido a la vida en sociedad; y en tercer lugar, explica los procesos de cambio de las sociedades, los
cambios de un tipo de sociedad a otra, así como los cambios dentro de una misma estructura social.

En su estudio de las relaciones sociales, la sociología toma como unidad de análisis más restringida las
relaciones de intervínculo entre dos personas, es decir, el proceso de interacción. Según Guy Rocher, 2 la
interacción se refiere a la acción humana en los diferentes medios sociales. Estos diferentes medios no
aluden solamente a las estructuras macrosociales: económica, política, social y cultural, en que se
encuentran ubicadas las colectividades humanas, generalmente en posiciones diferenciadas, sino también
a los espacios microsociales donde los pequeños grupos e individuos realizan su vida cotidiana, como la
familia, la escuela, las relaciones informales, etc. Las relaciones de interinfluencia de los individuos, en
medios sociales muy variados dan origen a un sistema de interacciones múltiples y complejos, que en su
conjunto comprenden la sociedad.

Esta perspectiva de análisis, desde el concepto de la interacción social, permite rescatar de una manera
vital la presencia activa, dinámica y conflictiva de los sujetos en la acción social. 3 Además, incorpora la
dimensión psicológica a través de una línea de continuidad con la dimensión sociológica en la explicación
del comportamiento y desempeño de los individuos insertos en los colectivos humanos y en diferentes
espacios sociales.

En el estudio de su objeto, la sociología profundiza en la explicación de los factores que hacen


posible la permanencia del vínculo entre individuos, grupos y grandes colectivos, que aunque
manteniendo posiciones diferenciadas dentro de la estructura social, tensas y conflictivas en ocasiones, no
derivan a menudo en situación de anarquía. Estos factores aluden a los fundamentos normativos de la
acción social, los cuales ejercen una cierta coacción sobre la conducta individual y colectiva, manteniendo
la cohesión social.

Nuestra conducta se inspira casi constantemente en unas normas que operan como modelos de
comportamientos, de los cuales no siempre somos conscientes y cuya función es garantizar la aceptación
social. Estas normas son coactivas por cuanto ejercen formas de control sobre las conductas a través de
un sistema de sanciones que los individuos interiorizan y reproducen socialmente como sistema de
vigilancias4. Pero este ejercicio coactivo no va dirigido solamente al exterior, hacia los demás. También lo
ejerce el individuo a sí mismo. Rocher sostiene que “en toda colectividad cada miembro es
simultáneamente objeto de una coacción ejercida por los demás, agentes de la coacción que se ejerce
sobre los demás y sujeto de la coacción que se impone a sí mismo”5.
2
Guy Rocher: Introducción a la Sociología General. Aerder. 1975.
3
Se entiende por acción social "toda manera de pensar, de sentir y de obrar cuya orientación es estructurada de
acuerdo con unos modelos que son colectivos, es decir, que son compartidos por los miembros de una colectividad
de personas". Guy Rocher: op. cit. P. 42
4
Michel Foucault: Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI. México, 1978.
5
Guy Rocher: op. cit. P. 56.
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Este ejercicio coactivo dentro de las relaciones sociales, dan origen a diferentes formas de manifestación
de ejercicio de poder, las cuales operan a manera de un dominio regulado que procura legitimarse en
normas y valores compartidos socialmente. Michel Foucault afirma que el poder "es algo que no se reduce
a una mera función de mando, que se limita a ser un puro y simple ´no´ que impone, prohibe o castiga.
Trátese de una sociedad, una institución o de un grupo, el poder tiene una dimensión positivo-productiva
que no debe ser desestimada. Es decir, hablar de un sistema de poder es también hablar de la fundación y
del mantenimiento de un espacio ordenado, de un dominio regulado en el cual puedan surgir sistemas de
normas y valores, redes de comunicación, identidades, rutinas y estructuras de mando y obediencia"6.

Ahora, este sistema normativo y su ejercicio coactivo no sería posible sin la intervención de la
socialización, que se refiere a la manera como los miembros de una colectividad asimilan los modelos de
su sociedad, convirtiéndolos en sus propias reglas personales de vida. Los variados agentes de
socialización (familia, escuela, iglesia, empresa, medios de comunicación, interacción, etc.), no sólo sirven
de canales de transmisión de las normas y valores sociales que hacen posible la cohesión social. También
operan en el modelamiento de los roles de los individuos, es decir, en las diferentes funciones que pueden
desempeñar los individuos en distintos medios sociales.

Gracias a la fuerza cohesionadora de las normas y de la socialización, se produce el acoplamiento del


comportamiento humano, conformándose en la práctica interactiva lo que se ha dado en llamar la cultura
organizacional, la cual actúa como el modo de vida de la organización, en tanto que sistema de símbolos y
creación de significados.

Lo social. Características y especificidades

Si bien hemos sostenido que las relaciones sociales constituyen el foco de interés de la sociología, lo social
es su ámbito singular de expresión, que aparece como un amplio campo, provisto de distintos contenidos.
En su expresión más general, lo social alude a todo lo humano y por derivación a la sociedad. Se le
identifica como un ámbito de conocimiento y de acción al que se pretende convencionalmente diferenciar
de lo económico, lo político y lo cultural. Vinculado al tema de lo social aparecen los de los problemas
sociales, la crisis social, el sector social, la reforma social, la productividad social, el desarrollo social, la
gerencia social, etc.

Lo social adquiere forma organizada a través de la estructura de la sociedad y de las condiciones


de vida de los grupos sociales. De allí que por extensión pueda hablarse del sector de lo social para aludir
a las instituciones y organizaciones dedicadas a la atención y promoción de mejoras de la calidad de vida
de grupos humanos, que en las sociedades modernas se instrumentan fundamentalmente mediante
políticas y programas que pueden adoptar distintas formas de intervenciones institucionales y gerenciales
en áreas como educación, salud, trabajo, previsión social, alimentación, medio ambiente, etc.

Lo social es un hecho complejo. En su configuración participa una multiplicidad de variables que conviven
dentro de una dinámica aparentemente contradictoria, que forman parte de la realidad social. Lo social
aparece como interferido por los ámbitos económico, político y cultural, a los que a su vez afecta, por lo
que con frecuencia resulta difícil poder establecer límites divisorios entre estos ámbitos, aún en el plano
analítico.

Además de complejo, lo social es un hecho histórico y dinámico. Su contenido varía en el espacio y el


tiempo. Ya sea como forma de conocimiento o como expresión institucional/organizativa, lo social está
sujeto a procesos de cambio, que configuran sus distintas manifestaciones, tanto en el plano de las
relaciones sociales, como de la estructura social y de las políticas y programas de bienestar.

6
Michel Foucalt: Microfísica del poder. Las Ediciones de La Piqueta. Madrid, 1978.
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No obstante reconocer esta variedad de contenidos que adopta lo social y su comportamiento complejo y
dinámico, es posible hablar de la existencia de una cierta especificidad de este ámbito de la sociología.
Pero se trata de una especificidad relativa, que sólo es posible entender a la luz de los imperativos de las
condiciones espacio-temporales a través de los cuales lo social se expresa e institucionaliza de diversas
maneras.

Lo social no responde a una dinámica de naturaleza espontánea. Su fuerza de activación es la diversidad


de formas de relacionarse los distintos actores sociales e institucionales, que se manifiestan en
comportamientos consensuales y no consensuales que dan sentido a sus proyectos y estrategias,
adoptando diferentes expresiones organizativas. Lo social es consustancial a las relaciones entre los
actores en ámbitos muy diversos de su realización. Esta dinámica de relaciones configura el estilo y
calidad de la sociedad y le dan forma y contenido al desarrollo social.

Por otra parte, lo social es susceptible de cambios cualitativos, cuyos resultados es posible mensurar a
través de la elevación de la calidad de vida de los grupos humanos y del mejoramiento de las estructuras
y funcionamiento de las organizaciones, principalmente. Estos cambios de calidad de lo social suelen tener
como base algunas ideas fuerza, que operan como principios normativos de aceptación social, tales como
las ideas de equidad, justicia, libertad, soberanía, democracia, etc., que se mantienen en el tiempo como
valores cohesionadores de las sociedades.

Tradicionalmente lo social ha sido visto como un área de interés subordinado a lo económico. Este hecho
tiene su explicación por una parte en que la modernidad privilegió al mercado como el espacio de
organización por excelencia, y por otra a la aparición más temprana de la economía como disciplina
científica y su mayor reconocimiento como ciencia respecto a otras disciplinas de conocimiento, como es
el caso por ejemplo de la sociología. Pero además, la economía, por razones obvias, aparece como la
disciplina más directamente vinculada a los procesos productivos que han dominado a las sociedades
industriales y pos industriales. Este hecho, particularmente, ha contribuido a reforzar la significación
científica que se le ha atribuido a la economía.
No obstante esta tradicional posición de subordinación, en distintos momentos de la historia de las
sociedades modernas, lo social ha cobrado interés, importancia y especificidad, a través de las diferentes
expresiones que toma su contenido. A ello ha contribuido el desarrollo de algunas disciplinas como la
sociología y la antropología, las cuales han intensificado y sistematizado estudios acerca de la estructura
social y elaborado indicadores sociales de las condiciones de vida en las sociedades convencionalmente
denominadas subdesarrolladas. Asimismo, la aplicación de políticas y programas sociales, que los aparatos
estatales de los distintos países han desarrollado como forma de mejorar las condiciones de vida de los
grupos humanos, también ha incidido en la importancia que está tomando hoy lo social.

Es posible afirmar que actualmente el tema de lo social tiende a revalorizarse en el debate de la discusión
teórica y en la atención que los diferentes organismos e instituciones nacionales e internacionales vienen
dando a algunos de los temas vinculados directamente con las condiciones de vida de los grupos
humanos. Esta revalorización se viene dando tanto en el plano de la reflexión, como en el de su
reconocimiento como espacio del quehacer político e institucional, con significativos impactos en las
expectativas y condiciones de vida de los grupos humanos.

Otra expresión de esta revalorización de lo social, es la emergencia de formas de organización de la


sociedad civil, de manera autónoma o en combinación con las llamadas Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs). Estas manifestaciones organizativas surgen en pos de propósitos más bien
locales y de satisfacción inmediata, que suponen la creación de ámbitos de relaciones y de organización
de sus miembros, basadas en estructuras novedosas, mucho más abiertas, capaces de facilitar nuevas
formas de participación y nuevas experiencias democráticas.

Quizás uno de los aspectos más resaltantes de la revalorización de lo social hoy, sea las implicaciones de
orden organizativos en él presente, teniendo como marco de atención fundamental nuevas referencias
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respecto a las cuales deban ser pensadas y deban operar la relación entre lo económico, lo político y lo
social, así como los procesos de cambio y las nuevas expresiones de organización y de participación de la
sociedad civil.

La sociología en América Latina

Hemos señalado que el objeto de estudio de la sociología, como en cualquier otra ciencia, es una
abstracción, una construcción teórica que tiene su correlato en la realidad empírica observada. Sin
embargo, dado su carácter dinámico, este objeto puede variar, adquirir distintos énfasis y enfoques y
hasta descomponerse en partes, dependiendo de los diferentes momentos históricos y geográficos, así
como de las distintas perspectivas teórico-metodológicas desde donde se le explore.

Examinemos ahora el objeto de estudio de la sociología visto en el contexto latinoamericano, tratando de


entender su frecuente cambio de énfasis y orientación a la luz de los distintos enfoques teórico-
metodológicos que han influido en la institucionalización profesional de la disciplina, como también de la
propia dinámica de las estructuras de las sociedades latinoamericanas, visto históricamente.

Varios autores7 coinciden en la idea de que la sociología hace su entrada en América Latina en el último
cuarto de siglo XIX. Establecido los primeros proyectos de constitución de los estados nacionales, las élites
intelectuales de la región emprenden un proyecto de modernización republicana sobre las bases de la
ideología liberal y del pensamiento positivista. Refiriendo la irrupción del positivismo en Venezuela, Rafael
Rengifo8 señala la presencia a partir de 1870 de una serie de instituciones y escritos que explícitamente se
dedicaban a reflexionar sobre las cuestiones sociales y proponer vías de acción, "todo bajo la influencia
intelectual de Comte, Spencer, Taine y Gumplowitz. Así, el 2 de junio de 1877 se funda el Instituto de
Ciencias Sociales en Caracas, presidido por los introductores del positivismo en el país, Rafael Villavicencio
y Adolfo Ernst”. De esta forma el positivismo se constituye en el horizonte conceptual de las élites
intelectuales y políticas que tratan de trasplantar un pensamiento nacido para una Europa moderna y
urbana a una sociedad rural y de incipiente institucionalización.

No es en absoluto desestimable el impacto social del positivismo como primer modelo de práctica
sociológica en el país. En efecto, con el positivismo se inaugura una polémica que se ha mantenido por
mucho tiempo en las ciencias sociales latinoamericanas: tradición Vs. modernidad; democracia Vs.
autoritarismo; e integración Vs. desintegración. Nikolaus Werz afirma que finalizado el siglo XIX en varios
países de América Latina ya se encontraban establecidas cátedras de sociología.".....en 1892 en Bogotá,
en 1896 en Lima, en 1898 en Buenos Aires, en 1900 en Asunción, en 1902 en Caracas, en 1904 en La Paz,
en 1907 en Córdoba, en 1909 en México, en 1913 en Quito, en 1914 en Rosario y en 1915 en
Montevideo"9. En efecto, resulta sorprendente saber que para principios de 1900 en Caracas existían tres
cátedras de sociología en el contexto de un país de economía agroexportadora y sin industrias, gobernado
por regímenes políticos autocráticos y oscurantistas, con una población dispersa y escasa y con un sistema
universitario elemental de corte napoleónico.

A pesar de que las cátedras de sociología en América Latina se originan en la mayoría de los casos como
cátedras anexas a las Facultades de Filosofía o de Ciencias Jurídicas, el pensamiento sociológico fue
asumido como un conocimiento omnicomprensivo y modernizador. Sin embargo, en las universidades se
enseñaba exclusivamente sociología europea y sólo muy marginalmente es posible hablar de la existencia
de investigaciones en un pensamiento escasamente institucionalizado.

7
Orlando Albornoz: La Sociología en Venezuela. Colección Estudios Sociales. Caracas. 1972.
Pinto Costa: La Sociología del cambio y el cambio de la Sociología. Edit. 44, Universitaria de Buenos Aires.
S/F.
Rafael Rengifo: "La Sociología en Venezuela: institucionalización y crisis. El caso de la sociología y antropología
en la UCV". Ponencia presentada en ASOVAC. 1983.
8
Op. cit. P. 21.
9
Nikolaus Werz: Pensamiento sociopolítico moderno en América Latina. Editorial NUEVA SOCIEDAD.
Caracas, 1995. P. 109.
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Los principales temas de interés interno en esta etapa incipiente del pensamiento sociológico
latinoamericano se refieren al volumen y estructura de la población, al papel "civilizador" de la educación,
a la construcción del Estado y al tipo de Estado: si unitario o federativo, y al rol de la Iglesia Católica. Estos
temas fueron abordados con un carácter fundamentalmente literario, con análisis globales, desde la
perspectiva del ensayo preferentemente y sin mayor fundamentación científica.

No obstante, el novel pensamiento positivista que acompaña a la implantación de la sociología fue


prestigiado como el pensamiento llamado a conducir a las sociedades latinoamericanas hacia la
modernización. Una modernización guiada bajo los principios de "orden y progreso" comtiano.

La década de los 50 representó un hito importante en el desarrollo de la sociología en América Latina. Es


la etapa de la postguerra, inicios de la Guerra Fría y de consolidación de los EE.UU. como primera
potencia mundial. Dentro del nuevo cuadro de fuerzas de la postguerra, América Latina queda bajo las
influencias de los EE.UU. y el pensamiento clásico europeo comienza a ceder espacios frente a la
determinante presencia del funcionalismo norteamericano.

El emergente pensamiento norteamericano construye una visión teórica de lo social a partir de una
metodología empirista y tecnicista que adopta al equilibrio y el consenso como el campo de configuración
teórico y conceptual de la sociología. Dentro de este contexto se funda una orientación que combinó la
herencia positivista con el nuevo pensamiento funcionalista. De tal suerte, pues, la sociología, sin
renunciar al ideal de modernidad y progreso de la sociedad, abre un nuevo campo de reflexión y de
intervención en torno a la idea de equilibrio y consenso social.

En esta etapa el pensamiento sociológico latinoamericano experimenta un importante avance y proceso


de consolidación gracias a la institucionalización de la investigación y la aparición de publicaciones que
apoyan la divulgación de los estudios sociales. Ya en 1934 se funda en México la editorial Fondo de Cultura
Económica, que en los años cuarenta publica en traducción española obras de sociólogos y filósofos
europeos, entre las que destaca Economía y sociedad de Max Weber. Igualmente en Argentina se funda la
Editorial Losada, por lo que las ciudades de México y Buenos Aires se convirtieron en los centros de
promoción de la sociología y de las humanidades.

En 1948 fue fundada la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que por mucho tiempo ocupó
el interés de la discusión científica en las áreas de economía y ciencias sociales en la región. En 1950
surge la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), que ha servido de centro de encuentro de
discusión y reflexión entre sociólogos y demás cientistas sociales. Tanto la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (FLACSO) como el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), fueron
fundados en 1957 como instituciones dedicadas a la investigación de asuntos regionales. Más adelante, en
1962 se crea el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), y en 1965 se funda
la Revista Latinoamericana de Sociología.

Del auge tercermundista a la dispersión

Pero si bien hasta finales de los 50 América Latina parecía estar condenada a ser un eco relativamente
tardío, sin mayor imaginación, de lo que se dice y piensa en la sociología europea y norteamericana, la
década de los 60 representó un cambio muy significativo. Emerge una sociología crítica y cuestionadora
que aboga por un cambio estructural profundo en la región, animada por un importante auge del
pensamiento marxista.

Este período estuvo dominado por la teoría de la dependencia, planteándose el problema del desarrollo y
haciendo su aparición en escena el Tercer Mundo como tema y motivo del debate sociológico,
generándose una profusa elaboración y publicación de opiniones propias latinoamericanas. Por otra parte,
en los medios intelectuales europeos y norteamericanos se comienza a estudiar por primera vez y con
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mucha simpatía a los pensadores tercermundistas. En este contexto la sociología es tenida como la ciencia
del cambio social.

No obstante, los enfoques presentaban ciertos sesgos dado que desde la segunda post-guerra, el examen
que hacen las ciencias sociales de América Latina se efectúa privilegiando el estudio de las estructuras
económicas. De ahí que el énfasis estuvo en destacar el carácter y la condición de subdesarrollo en la
región, a partir de entender los atrasos y contradicciones de sus estructuras agraria, comercial, de escasa
capacitación de los recursos humanos, etc. De esta forma la sociología de la dependencia no llegó a
convertirse en una sociología política en la medida en que no prestó mayor atención al estudio de las
instituciones y los sistemas políticos. Este sesgo restó nitidez y mayores posibilidades de desarrollo al
pensamiento sociológico.

Sin abandonar la preocupación básica de la transformación y modernización de la nación, la


sociología busca los principios explicativos de la dependencia en las raíces históricas del colonialismo y
neocolonialismo. Sin embargo, se enfatizó principalmente el interés por descubrir y explicar las causas
externas que provocaban el subdesarrollo, con evidente descuido por el estudio de los factores internos
que inciden en la particular configuración de la realidad latinoamericana.

Otra característica de este período es la confluencia interdisciplinaria. Al respecto Agustín Cuevas opina
que “la interdisciplinariedad se imponía porque la pregunta del subdesarrollo no se puede contestar sin
historia, porque nosotros somos lo que somos a partir de una historia de colonialismo, de neocolonialismo
y de dependencia; si hablamos de subdesarrollo, no se puede imaginar a un sociólogo que no sepa de
economía, por lo menos de economía política .... la articulación de los diferentes niveles en los países
subdesarrollados, hacen que lo económico y lo político adquieran discusiones preponderantes10.

En efecto, el análisis sociológico comienza a tener una más estrecha articulación con el análisis
económico, por lo que los problemas vinculados a la estructura social empezaron a tomar más relevancia.
Se trataba de determinar fundamentalmente hasta qué grado la estructura social existente pudiera estar
operando como obstáculo al desarrollo económico, visto a partir del comportamiento de los distintos
grupos sociales . Estos análisis permitieron reforzar algunas tesis como las de las supuestas cualidades
progresistas de lo que se dio en llamar la burguesía nacional, como actor social dinamizador del proceso
de industrialización.

La teoría de la dependencia, resultante del encuentro entre la problemática del desarrollo y el marxismo,
fue incorporada en los currículas de quizás todas las escuelas de sociología latinoamericana. No obstante,
se trata de una sociología totalizante, cuya preocupación fundamental es la formación de los marcos
teóricos y los grandes cuestionamientos, pero sin el mayor interés por los micro estudios y micro casos.

Mediados de los 70 representa de alguna manera un cierto estancamiento del impulso de la sociología
latinoamericana. Los golpes militares que se impusieron en varios países, especialmente en el Cono Sur,
hicieron recaer la represión sobre las universidades y particularmente sobre las facultades de ciencias
sociales y las escuelas de sociología, con sus secuelas de persecución y exilio de cientistas muy
calificados.

En este contexto, se genera un cambio de temas, así como un cambio en la forma de institucionalización
de la sociología. Volviendo nuevamente a Agustín Cuevas, “en los cambios de temas hay deslizamiento del
énfasis en el análisis de las estructuras hacia el énfasis de la instancia política. ¿Por qué?. El tema del
Estado y lo político van cobrando enorme fuerza, y se entiende porque los golpes que se dan en muchos
países de Sudamérica implica reorganización, redefiniciones del Estado capitalista; no sólo son cambios de
gobiernos... no, es todo un proyecto de reestructuración, a veces desde el patrón de acumulación hasta el

10
Agustín Cuevas: "Las ciencias sociales en América Latina y el problema de la democracia". En Revista
CONTEXTO, Nº. 2, oct/nov. 1989. año 1, Nº. 2. P. 8.
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Estado, pero con un énfasis especial en el robustecimiento del Estado”11. En medio de estas restricciones y
a falta del soporte institucional académico universitario, la producción sociológica que fue posible
mantener se hizo fundamentalmente en algunos centros de investigación independiente, con
financiamientos externos.

El actor y lo microsocial
En la década de los 80 la sociología latinoamericana dirigió su atención a relevar la presencia activa y
conflictiva de los actores dentro de las relaciones sociales. Este cambio de énfasis hacia lo microsocial
comporta implicaciones sustantivas de definición, tanto del objeto de estudio de la sociología, como del
campo de aplicación del saber sociológico.

Este nuevo enfoque enfrenta a la visión de la sociología clásica que asume a la sociedad como objeto de
estudio, reduciendo la comprensión de los actores sociales y de los movimientos sociales, atribuyendo a
los actores la única cualidad de factores de coadyuvación o de resistencia al progreso y la modernización.
De esta manera lo expresa Gregorio Castro. “En el centro de los planteamientos que formula esta
perspectiva se encuentra el interés por articular el análisis entre sociología y `sociedad`, partiendo del
examen de las relaciones, fenómenos y procesos de la vida social, a través de un proceso en el cual la
sociología es confrontada con los cambios experimentados en la sociedad y no a la inversa. En tal sentido,
se formula una exhaustiva crítica a la idea o representación que la sociología clásica, desde Comte hasta
el `paradigma` parsoniano, forjó sobre la sociedad misma. Queda entonces cuestionado la óptica
modernista que precisamente identifica sociedad con modernidad y, en consecuencia, la definición
general del objeto sociológico entendido como la sociedad”12.

La idea de modernidad, cuyo origen se sitúa en el pensamiento ilustrado y que anima a la sociología
clásica positivista, se preocupa de nivelar y homogeneizar, de centralizar y racionalizar. Este afán
racionalizador, de apariencias progresistas, establece la igualdad de todos ante la ley, con lo cual se
pretende barrer toda diferencia individual o grupal con el propósito de hacer primar la identidad estatal
sobre cualquier otra fuente de poder. Sometido a la racionalidad de las Leyes, los actores quedan sujetos a
procesos, sistemas, prácticas y transformaciones, jugando un papel pasivo frente a las estructuras y los
procesos.

Para Alain Touraine, quien ha explorado con profundidad esta perspectiva de los actores sociales, se trata
de que la sociología emprenda la búsqueda de los actores sociales y el estudio de estos actores o sistemas
de actores en las relaciones sociales y las orientaciones culturales del actor. En su opinión, tanto la
sociología clásica europea como la latinoamericana en el siglo XX no han estudiado sino conjuntos mixtos
a la vez social y políticos, dando lugar a sistemas sociológicos que han operado como ideología de
integración nacional.

Esta inflexión de los 80 hace que la preocupación se dirija al examen de los actores sociales como un tema
de estudio particular. Pero además, de momento se abandona el examen de los grandes marcos teóricos y
estructurales y se abre un amplio campo de interés por el estudio de los regímenes de facto, la
democracia, los derechos humanos y la naturaleza del Estado en la región. Esto lleva a Touraine a
sostener que “la evolución fundamental que marca este momento hoy es, la ruptura del modelo histórico
global y el descubrimiento de la autonomía creciente de lo que había estado unificado en el pensamiento
anterior: Estado, instituciones políticas y actores sociales”.

“Estado-Sistema Político-Actores Sociales, durante un largo período de tiempo no fueron separados ni en


la teoría ni en la práctica. Esto es tan cierto que en la mayoría de los países latinoamericanos no se

11
Ibid. P. 10.
12
Gregorio Castro: op. cit. P. 40.
10 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
emplea o no se entiende la palabra `Estado`. La noción de Estado está identificada al conjunto de las
instituciones políticas y a veces no hay separación clara entre éste y los actores sociales”.

“El caso más extremo, un caso muy importante y que no ha cambiado mucho, es el caso mexicano:
el Estado es un partido político que a su vez es sindicato obrero, es sindicato campesino y organizaciones
de clase media urbana, por nombrar tres componentes del PRI”13.
De acuerdo con esta perspectiva de análisis el actor social se define a partir de las relaciones conflictivas,
las relaciones de poder en las cuales se inscribe pensamiento y actuación y por sus representaciones
simbólicas. Se trata de actores sociales que se configuran en distintos ámbitos de la realidad social, sin
privilegiar ninguno en particular. Esta visión de lo social que se construye desde las relaciones sociales y
que reconoce la participación activa de los actores colectivos, ha tenido una gran influencia en el
modelamiento del campo de reflexión y de intervención de la sociología.

En la presente etapa de la sociología latinoamericana el sociólogo no pareciera tener como símbolo de


identificación central la modernidad y la nacionalidad, propios de la sociología clásica. Más bien “Se
identifica con todos los actores e intenta descubrir, revelar, cuáles son las redes, los sistemas de
relaciones sociales, políticas, culturales a través de las cuales se forma lo que todavía llamamos
`sociedad`”14.

Sin embargo, la presencia determinante de la deuda externa a comienzos de década, volvió a imprimirle
un sesgo económico al debate de los problemas sociales en la región. Pero además, comienza a
generalizarse la aplicación de programas de ajustes y de reestructuración de la economía, que entre otras
cosas conlleva a la reducción del gasto social, acentúa el desempleo y la generalización del empleo
informal y la ampliación de la pobreza, con el surgimiento de nuevos pobres y el deterioro de las
condiciones de vida de los sectores medios.

Dentro de este contexto se hizo ineludible una mayor preocupación de las ciencias sociales, y
fundamentalmente de los gobiernos de la región, por el tema social, visto desde una perspectiva más
integral, que incorpora la dimensión institucional. Se impone la discusión y las acciones orientadas a
promover la reforma del Estado como una vía para producir acciones que modifiquen los fundamentos y
supuestos institucionales que han servido de base a la articulación entre el Estado, la economía y la
sociedad, a procurar una redistribución del poder y a repensar el tema del desarrollo.

Lo social: tema de los 90`.


Las dificultades de las economías de la mayoría de los países de América Latina a inicios de la década de
los ochenta y las consiguientes medidas de ajuste que las acompañaron, con sus impactos negativos en
las condiciones de vida de los grupos sociales más vulnerables, hicieron necesario que sus gobiernos
pusieran en práctica políticas y programas sociales ambiciosos. La necesidad de aplicar eficientemente
estos programas, combinando recursos escasos de diferentes actores sociales e institucionales, ha
contribuido a relevar la importancia de lo social como sector merecedor de urgente atención.

Dentro de este contexto lo social se convierte en la década de los 90` en el tema de preocupación por
excelencia en la región. Este interés no sólo se revela mediante la puesta en acción de programas sociales
emprendidos por los gobiernos para favorecer principalmente a los sectores pobres de la población, a las
madres y a la infancia, sino también a través de iniciativas emprendidas por organismos internacionales,
como las Naciones Unidas, que han dado lugar a reuniones cumbres para discutir algunos de los más
urgentes problemas que aquejan al mundo y promover mecanismos de cooperación.

En el escenario de discusión aparece hoy con mucha más fuerza el tema sobre la relación entre lo
económico y lo social, y se reconoce que la posición de subordinación que tradicionalmente ha ocupado lo

13
Alain Touraine: Actores sociales y sistemas políticos en América Latina. PREALC. 1986.
14
Ibid. P. 13.
11 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
social, ha afectado de manera importante la orientación de las políticas sociales. El curso de la discusión
se orienta ahora, más bien, hacia la formulación de políticas y a la propuesta de diseños organizativos que
integren de manera complementaria a lo económico y a lo social dentro de una misma estrategia de
desarrollo. Con esto, lo social, entendido en este caso como sector de lo público, pareciera estar
adquiriendo mayor presencia institucional y por ende relevancia en el quehacer de las políticas públicas,
convirtiéndose en buena medida en el foco del debate político.

Por otra parte, el Banco Mundial ha declarado la década de los noventa como la década de la reforma
social. Dentro de este marco, algunas instituciones internacionales, en un intento por llamar
poderosamente la atención acerca de los principales problemas sociales que vive hoy la humanidad, han
convocado en los últimos años a una serie de reuniones de jefes de estados sobre temas de absoluta
relevancia como: la Cumbre Mundial a favor de la infancia, en 1990; la Cumbre de la Tierra, en 1992; la
Conferencia Mundial de los Derechos Humanos, en 1993; la Conferencia Mundial sobre Población y
Desarrollo, en 1994; la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, en 1995; la Cuarta Conferencia Mundial
sobre la Mujer, en 1995; la Cumbre Mundial sobre Alimentación, en 1996, etc.

Dentro de este marco, la sociología está orientando buena parte de su interés a estudios aplicados al
diseño y ejecución de políticas y programas sociales que tienen hoy como principal centro de atención el
tema de la pobreza y la integración de la sociedad.

Pero junto con estos temas aparece también la preocupación, por una parte, por la promoción de nuevas
formas de organización y de participación de la sociedad en la gestión de estos programas sociales, y por
la otra, por elevar la capacidad institucional y organizativa del sector social. El diseño y ejecución de
programas sociales para atender estos problemas están requiriendo de nuevos criterios metodológicos
capaces de producir mejores diagnósticos, de crear sistemas de indicadores más integrales y de generar
nuevas tecnologías de conocimiento.

En este sentido, la sociología ha venido interviniendo con mucha fuerza en el tema de la gerencia social,
compartiendo al respecto campos de interés con otras disciplinas de las ciencias sociales, como la
administración y la economía, principalmente. De igual manera, dentro de este contexto han surgido
nuevos temas, así como el replanteamiento de algunos conocidos, entre los que merecen especial
mención el tema del desarrollo social, que se ha convertido en uno de los mayores desafíos de las ciencias
sociales y de los actores sociales e institucionales.

II. SOCIOLOGIA DE LAS ORGANIZACIONES

El estudio de las organizaciones es otra de las áreas de interés de la sociología. Una de las características
que más distingue a las sociedades modernas es la presencia de organizaciones diversas, que teniendo
cualidades de funcionalidad, satisfacen necesidades individuales y colectivas y operan como canales de
socialización muy eficaces. La sociología de las organizaciones dirige su interés al examen de estas
unidades sociales, destacando la necesaria vinculación entre lo humano, lo estructural y el entorno de las
organizaciones.

En este capítulo nos proponemos enfatizar la importancia creciente de la sociología en la creación de


conocimientos sobre las realidades organizacionales; se destacan los aportes de esta disciplina a la teoría
de las organizaciones; y se examina su particular interés por el estudio de la no siempre bien ponderada
presencia de los fenómenos culturales en las organizaciones.

El emergente pensamiento norteamericano construye una visión teórica de lo social a partir de una
metodología empirista y tecnicista que adopta al equilibrio y el consenso como el campo de configuración
teórico y conceptual de la sociología. Dentro de este contexto se funda una orientación que combinó la
herencia positivista con el nuevo pensamiento funcionalista. De tal suerte, pues, la sociología, sin
12 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
renunciar al ideal de modernidad y progreso de la sociedad, abre un nuevo campo de reflexión y de
intervención en torno a la idea de equilibrio y consenso social.

Teoría de las organizaciones

El estudio de los fenómenos organizativos desde distintas disciplinas de las ciencias sociales ha dado lugar
al desarrollo de la teoría de las organizaciones como un campo disciplinario con tendencias y evolución
propia. Esta hunde sus raíces teóricas y metodológicas, principalmente en la sociología, la economía, la
psicología y la antropología, y en su interior se desarrolla la sociología de las organizaciones como un
paradigma de la teoría moderna de la organización.

La teoría de las organizaciones estudia a las unidades organizativas como construcciones sociales con un
alto grado de formalización y su finalidad es reconstruir, mediante un análisis empírico, las regularidades
en el comportamiento de las organizaciones y las relaciones entre una pluralidad de variables
organizativas.

De acuerdo con Carles Ramió y Xavier Ballart, 15 una definición abarcante y de aplicación general acerca de
la organización deberá tomar en cuenta aspectos relativos a sus finalidades y objetivos, a su entorno, a las
interacciones de los individuos que la forman y a los procesos decisionales que les son inherentes. En
principio, una organización se define como una unidad social con unos objetivos específicos. "Esta
concepción teleológica presupone la racionalidad en las actuaciones de las organizaciones: dado que su
razón de ser es alcanzar sus metas con los menores costes posibles, el principio de eficiencia organizativa
gobierna, desde esta perspectiva, el comportamiento de las organizaciones."16 Este enfoque ha sido
desarrollado por los clásicos de la teoría de las organizaciones, entre los que se pueden mencionar a
Taylor, Fayol, Gulick y Weber.

Además de las finalidades y objetivos, es importante tener en cuenta el entorno organizacional, que alude
a todo aquello que se encuentra más allá de los límites formales de la organización y con el que éste
interacciona. Ello supone que la estructura organizacional se ve influida en su configuración y en su
comportamiento por otras organizaciones presentes en su contexto, con las que establece relaciones de
intercambio, generándose una red de relaciones interorganizativas y condiciones ambientales diversas.
Autores como Lawrence, Koontz, Galbraith, Fiedler, Cook, entre otros, han desarrollado teóricamente esta
perspectiva de análisis.

Las organizaciones también se definen en función de las interacciones que se producen entre sus
miembros y de su relación con los fines u objetivos de la organización, dando lugar a un campo de interés
teórico que orienta su preocupación al análisis de la diversidad de comportamientos individuales, así como
a la manera como éstos se compatibilizan con los requerimientos de la organización para incrementar su
eficacia colectiva. Dentro de esta perspectiva se inscriben los trabajos de Mayo, MacGregor, Herzberg,
Argyris, entre otros.

Si bien las organizaciones se caracterizan por su capacidad de alcanzar una mayor racionalidad que los
individuos aislados o los grupos informales, ello no es condición suficiente para reducir las incertidumbres
que suelen derivarse del entorno. Esto desde luego afecta los procesos decisionales, por lo que desde esta
perspectiva las organizaciones se definen "por la ambigüedad que domina los procesos decisionales sobre
problemas para los cuales no están claras, no ya las soluciones óptimas sino, ni tan siquiera lo que se
debe hacer o si se debe hacer algo".17 Dentro de esta corriente de pensamiento es posible encontrar las
elaboraciones teóricas de March y Olsen, entre otros.
15
Carles Ramió y Xavier Ballart (selección de textos): Lecturas de teoría de la organización. Vol. II. La evolución
histórica del pensamiento organizativo. Los principales paradigmas teóricos. Ministerio para las
Administraciones Públicas. Madrid, 1993.
16
Ibid. P. 21
17
Ibid. P. 23
13 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.

Como se puede apreciar, el estudio de los fenómenos organizativos admite una pluralidad de
aproximaciones teóricas, que han dado origen a una variedad de paradigmas de análisis y de aplicación
empírica. La teoría de la organización presenta al menos dos grandes momentos a partir de los cuales se
pueden identificar el conjunto de paradigmas que la sustentan. A saber, la teoría clásica y la teoría
moderna de la organización. Siguiendo con la clasificación de Ramió y Ballart, los paradigmas
representativos de la teoría clásica son: el administrativismo, el estructuralismo, el psicologismo, el
racionalismo y la organización en relación con el entorno.

El administrativismo tiene como origen la dirección científica de Taylor y la dirección administrativa de


Fayol. Con los aportes de Weber se inicia el estructuralismo, evolucionando hacia el neoestructuralismo
con los estudios sobre el poder de la burocracia. Como reacción a la visión unilateral de la administración
científica y al excesivo énfasis en los aspectos de la estructura formal, surge la escuela de las relaciones
humanas. Los experimentos de Hawthorne dieron mucha importancia al análisis del factor humano y de
las variables psicológicas. A la luz de esta perspectiva de estudio se han desarrollado temas relacionados
con la motivación, la satisfacción en el trabajo, el liderazgo, la dinámica de grupos, etc. La teoría de la
toma de decisiones supone que el hombre es un decisor por excelencia, dotado con capacidad para elegir
la opción óptima. Sin embargo, esta corriente evoluciona hacia una visión de racionalidad limitada, que ya
no busca las decisiones óptimas, sino las más satisfactorias. El enfoque denominado organización y
entorno, tenido como la última tendencia organizativa, se alimenta de la teoría general de sistemas dando
lugar a la teoría de la contingencia, y centra su preocupación en la relación entre el entorno y los
diferentes subsistemas internos de las organizaciones.

De otra parte, los paradigmas de la teoría moderna de la organización representan tendencias más
recientes que integran temas, problemas y enfoques que se refieren básicamente a fenómenos
relacionados con poder y política; teoría de las decisiones; análisis económico; cultura organizativa;
desarrollo organizativo; relaciones interorganizativas; y sociología de la organización. Entre este conjunto
de enfoques existen niveles desiguales de estructuración. Algunos representan una perspectiva
continuista de paradigmas clásicos, con adaptaciones a las nuevas realidades organizativas, y otras, una
línea de ruptura y superación del tratamiento de los fenómenos organizativos. No obstante, estos enfoque
se mantienen de alguna manera relacionados a través del común interés de estudio de temas y problemas
que aluden al poder, la cultura, las decisiones, liderazgo, autoridad, socialización, aprendizaje, conflicto,
comunicación, procesos de cambio, entre otros.

Cultura organizacional
Tanto la sociología como la psicología y la antropología han contribuido al desarrollo de la cultura
organizativa, entendida ésta como un enfoque dentro de la teoría moderna de la organización. La
sociología de la organización en su empeño por comprender la forma como se estructuran, operan y
modifican los factores que hacen posible la cohesión de las organizaciones, viene desarrollando un gran
interés por el estudio de la cultura organizacional, que se ha hecho más evidente a partir de la década de
los ochenta.

Las organizaciones trazan sus propios objetivos, para cuyos logros interaccionan a su interior una
multiplicidad de factores dispuestos coherentemente. En el mantenimiento de esta coherencia no sólo
participan las normas, los procedimientos y las estructuras funcionales ordenadas adecuadamente.
También interviene y de forma significativa el comportamiento humano. Gracias a la fuerza cohesionadora
de las normas se produce el acoplamiento humano, conformándose en la práctica interactiva lo que se ha
dado en llamar la cultura organizacional, la cual actúa como el modo de vida de la organización en tanto
que sistema de símbolos y creación de significado. Hoy se reconoce que ni la estructura de la organización
14 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
es solamente una asignación formal de posiciones, ni que la tecnología es neutra, sino que los mismos
expresan valores y normas propios de la organización y de las relaciones sociales existentes en la
sociedad.

El interés por el estudio de la cultura de las organizaciones crece paralelamente a los acelerados procesos
de transformaciones que experimentan las sociedades y las repercusiones que estas transformaciones
vienen teniendo en las estructuras de las organizaciones. Asimismo, los cambios en las organizaciones
generan modificaciones en los hábitos, costumbres y procedimientos institucionales, que no sólo afectan a
sus características formales como la estrategia, estructura y sistemas gerenciales, sino también sus
valores básicos y sus sistemas de significados.

La cultura organizacional es de suma utilidad a la administración y la gerencia, porque además de permitir


la comprensión y manejo de los factores que forman parte de la identidad organizacional, facilita la
aplicación de las estrategias gerenciales más apropiadas a la misión de la organización, dirigidas al
mejoramiento de su eficiencia y competitividad, reducción de conflictos y su adaptación a los cambios en
el medio ambiente. Pero amén de este valor funcional, el concepto de cultura organizativa es de suma
importancia para el desarrollo de las teorías organizacionales y de gestión moderna.

Las opiniones más difundidas acerca de la cultura organizacional definen a ésta como un sistema de
valores y creencias influido por las estructuras de las organizaciones, su medio ambiente y tecnología,
para producir normas que son compartidas por los miembros de la organización. De acuerdo con esta
definición la cultura constituye el factor clave mediante el cual la organización interpreta su entorno
interno y externo, generando respuestas ante diferentes situaciones y conformando su estilo particular. La
cultura se crea y afirma como resultado de la interacción entre los miembros de la organización, así como
de la relación de éstos con la estructura formal y el sistema gerencial. La cultura modela a la realidad y al
pensamiento, estableciendo nuevas formas de actuación y de afirmación del sentido de pertenencia
individual a la vida de la organización.

José García Madaria, define a la cultura de una organización "como el conjunto de los modos de pensar y
de actuar tradicionales o habituales, más o menos aceptados por todos sus miembros, y que los nuevos
miembros deberán aceptar -al menos parcialmente- para poder integrarse en el ambiente de la
organización. La cultura así entendida comprende una vasta gama de comportamientos, métodos de
producción, tecnologías, código de sanciones así como valores reinantes, convenciones y tabú no
explicitados". 18

La cultura organizativa en tanto que valores, símbolos, ideologías, estructura de relaciones


interpersonales, tendencias y expectativas de comportamiento recíproco, es un importante mecanismo de
influencia de los comportamientos organizativos, que se concreta y transmite mediante el proceso de
socialización. Teniendo como referencia sus intereses estratégicos básicos, la organización desarrolla
entre sus miembros sentimientos de pertenencia e identidad. Ello se hace posible a través de las normas y
las creencias, principalmente.

Toda organización, ya de tipo política, económica, deportiva, empresarial, etc., se funda a partir de la
institución de una serie de normas de carácter organizativo, administrativo, jerárquico, técnico, jurídico o
de cualquier otro orden. Estas normas constituyen las llamadas reglas de juego (explícitas o implícitas)
que establecen la identidad de la organización, y que enmarcan y dan sentido a las acciones que en ella se
desarrollan. Sobre la base de estas reglas de juego, la organización elabora un discurso interno o discurso
medular que circula entre sus miembros. Este discurso establece los referentes para la distinción entre lo
válido y lo no válido, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo que es legítimo e ilegítimo en su dominio,
creándose una normalidad, una ética organizacional. Pero además, la organización elabora creencias,

18
José García Madaria: Teoría de la organización y sociedad contemporánea: Editorial Ariel S.A. Barcelona ,
1985. P. 31.
15 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
símbolos, lemas y mensajes que operan como señales de expectativas de lo que espera la organización de
sus miembros en el cumplimiento de sus roles.

Pero siendo la organización una estructura heterogénea, las creencias, ideologías y posiciones de los
individuos, pudieran no avenirse a las normas y creencias de la organización, constituyéndose en
consecuencia, en posibles fuentes de tensiones, resistencias y conflictos. Frente a esto, la organización
desarrolla mecanismos de modelaje dirigidos a producir modificaciones de conductas deseables en todos
sus miembros. Esta estrategia de modificación de conducta se acompaña de un conjunto de elementos
diseñados racionalmente para subordinar las expectativas individuales a los objetivos básicos de la
organización.

El sistema cultural y el sistema socioestructural se eslabonan por intermedio de las creencias compartidas
dentro de la organización, las cuales operan como un mecanismo que facilita las comunicaciones, la
motivación, el compromiso y la toma de decisiones. Toda organización procura mantener una efectiva
congruencia entre su cultura, su estrategia y su estilo administrativo, que conduzca a su eficiencia y
desarrollo organizacional. La mayoría de los teóricos de la gestión sostienen que es difícil pretender
imponer una declaración de propósitos o una determinada dirección estratégica en una organización, si
ello va en contra de la cultura dominante. Si no hay una sincronización entre el sistema cultural y el
sistema socioestructural que se intenta modificar, pudiera producirse una pérdida grave de eficacia y un
deterioro del funcionamiento organizacional.

De acuerdo con Yvan Allaire y Mihaela E. Firsirotu 19 "entre el sistema cultural y el sistema socioestructural
de la organización, generalmente existe una relación de apoyo compleja, que puede llegar a ser una
fuente importante de tensión y de presión cuando la organización deba adaptarse rápidamente a
circunstancias nuevas. Producto de un medio social, político y cultural específico, así como de
particularidades históricas de la organización y de una diversidad de contingencias, el sistema cultural y el
sistema socioestructural deberían desarrollarse de una manera armoniosa y concomitante, el primero para
justificar al segundo y el segundo para sostener y reforzar al primero. Sin embargo, esta relación puede
perturbarse cuando sobrevengan cambios importantes en el ambiente, repentina o gradualmente y sin
que la organización los observe, al menos durante cierto tiempo".

Asimismo, es importante destacar que la conexión entre estrategia y cultura organizativa tiene sus raíces
en el reconocimiento de la importancia de los procesos y comportamiento de los miembros de la
organización, así como su incidencia directa en la eficiencia y productividad organizacional. De ahí que el
conocimiento de la cultura actual y la deseable se torna en un recurso necesario para delinear la
estrategia de la organización; definir su perfil y política de personal; su sistema de promoción, distinción y
sanción; el estilo más apropiado de las relaciones interpersonales; la naturaleza de las relaciones entre los
agentes internos y externos; y el estilo gerencial más adecuado.

De acuerdo con la sociología de la organización, las organizaciones pueden llegar a confrontar procesos de
estancamiento, decadencia, adaptación y revitalización en diferentes momentos de su existencia.
Precisamente, los tiempos que corren son tiempos de cambios sin precedentes históricos para la mayoría
de las organizaciones. Como consecuencia de las aceleradas transformaciones que experimenta el mundo,
las organizaciones (tanto públicas como privadas) afrontan el reto de responder y adecuarse
estratégicamente a las exigencias de su entorno económico, tecnológico, político y social, cuya dinámica y
complejidad están afectando los esquemas organizacionales conocidos.

Con el cambio organizacional se generan necesariamente alteraciones en los hábitos, costumbres y


procedimientos típicos de la organización. De hecho, estos cambios pueden llegar a ser radical y
perdurables en el tiempo y no sólo afectan a las características formales de la organización (estrategia,
estructura y sistema gerencial), sino también los valores y el sistema de significados que identifican a la

19
Yvan Allaire y Mihaela E. Firsirotu: "Teoría sobre la cultura organizacional". En Abravanel Harry: Cultura
organizacional. Aspectos teóricos, prácticos y metodológicos. Fondo Editorial Legis. Colombia, 1992. P. 32.
16 CATEDRA DE SOCIOLOGIA. LA SOCIOLOGIA Y SU OBJETO DE ESTUDIO.
Prof. Héctor Villegas Vaquen.
cultura de la organización. Pero a la vez, comprender la identidad de la cultura de la organización facilita
las acciones hacia el cambio.

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