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TEJIDOS
A mi madre:
ENSOÑACIONES
I.POSTMETAFÍSICA
II.SOBRE BACHELARD
1.Epistemología
a. Racionalidad moderna y ciencia
b. Obstáculo epistemológico
c. Entre ciencia y poesía.
2.Poética
d. Fenomenología Poética
e. La ensoñación
f. La poesía
g. El poeta
h. La palabra
ESCRITURAS
III.SOBRE DERRIDA
1.DIFERENCIA
El juego de los indecidibles
Diferencia y poesía
2METÁFORA
Más allá de la metafísica
Metáforas de la ausencia
La ambigüedad de la metáfora: Nietzsche
Ser y metáfora
Lectura poética y texto filosófico
3TEXTO
El fin del libro
Tejido de sentidos
Diseminaciones
4ESCRITURA
El fármacon y la escritura
La escritura y la muerte
Huella y archiescritura
5LIMITE
Desde el margen, el límite, el Tímpano
La ruptura del tímpano
TEJIDOS
1.Instante y Elipsis
2.Ciencia y literatura
3.Metáfora y verdad
4.Pensar y poetizar
5.Pensamiento y poesía
6.Diferencia y poesía
7.Imaginación y poesía
8.Lo femenino y lo masculino
9.Poética y ensoñación
10.Límite y margen
LA MATERIA: METÁFORAS Y TEXTO
A manera de Prólogo
... vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los
puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi
cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese
objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha
mirado: el inconcebible universo.
Entonces, entra en escena Nietzsche, quien destruye esa visión dicotómica del mundo.
En el texto “De cómo el mundo verdadero se convirtió en un fábula”, de manera sintética y
teatral muestra como la división entre los mundos, entre lo verdadero del mundo inteligible
y lo falso del mundo sensible, se rompe la disyunción y de inmediato esta relación
desaparece. Tanto lo verdadero como lo aparente se fusionan y ninguno puede fundarse en
el otro, porque si desaparece el mundo verdadero el aparente queda sin fundamento. Y el
mundo verdadero, por lo tanto, es una ilusión, una construcción ficticia, que se asumía
como fundamento.
Este es el contexto sobre el cual los dos pensadores que hoy entran en escena, Bachelard
y Derrida, hacen una propuesta, eminentemente estética. Se trata de continuar con el trabajo
de Nietzsche en su crítica radical al idealismo platónico, y en general, al pensamiento
occidental, que está exclusivamente centrado en la racionalidad, en la idea de sujeto y en
su visión metafísica.
2. IMAGINACION Y TEXTO.
Quizá es el poeta el que media entre los dos: el actor que habla entre metáforas y textos
de lo blanco, el escritor: pensador o poeta. Es el que crea el misterio de lo metafórico y lo
imperceptible de la diferencia textual. En este juego multiplicado la posibilidad de la
metafísica se merma radicalmente. No se escribe sobre ningún libro, no se imagina la
metáfora como mera ilusión, sino que hay un margen que no se puede apresar. Queda un
ocultarse, al modo griego y en el sentido heideggeriano, en el que se manifiesta ese
desocultamiento. Brota el poema, como vecino del pensamiento. Esta es la gran ruptura.
Pero esta situación crea sospechas, los pensadores se cuestionan sobre estos vacíos.
Nietzsche y Marx ahondan en esta situación del pensamiento que ha llevado a un estado
crítico que evidencia la muerte de una época. Con estos pensadores muere, entonces, la
metafísica y el positivismo. Se ve necesaria la reconciliación de las ideas y el mundo; en
otras palabras, la superación de las dicotomías platónicas entre mundo inteligible y mundo
sensible.
Pero es Edmund Husserl quien acaba por cerrar ese círculo histórico de la metafísica con
su propuesta fenomenológica. La razón ahora debe tener como prioridad la tarea de acceder
a las ideas desde el mundo de la vida, desde las vivencias, puesto que las ideas no son
entidades dadas sino que se constituyen en la conciencia como evidencias que se nos dan en
el mundo de la vida. En actitud natural nos llega lo que es, el fenomenólogo tiene que
desconectarse para entrar en el campo de las vivencias de lo que es. Un principio
fenomenológico para ello es la correlación, es decir, que en el campo de la conciencia no se
puede abstraer aquello de lo cual se está siendo conciente, es decir, que el pensar y lo
pensado necesariamente están en correlación, de lo contrario no se puede dar el mundo. El
principio racionalista idealista o positivista no logra ese vínculo. En otras palabras, las
categorías ideales se nos dan en la intuición, en la conciencia, el trabajo racionalista es el de
constituirlas en las vivencias de objetos del mundo.
Este es el paso decisivo para que autores como Heidegger, Bachelard y Derrida
inauguren otro modo de pensar. Con ellos la metafísica llega a su acabamiento.
2. Fin de la metafísica:
“Esta metafísica como trópica, y singularmente como desvío metafórico, correspondería a una
retirada esencial del ser : como no puede revelarse, presentarse, sino es disimulándose bajo la
“especie” de una determinación epocal, bajo la especie de un como que borra su como tal ( el ser
como eidos, como subjetividad, como voluntad, como trabajo, etc. ), el ser sólo podría nombrarse
dentro de una separación metafórica - metonímica” .
Derrida, RM, p. 57
Heidegger, finalmente, es el pensador que penetra en ese vacío: El olvido del ser. El
pensamiento Occidental lo que hizo fue confundir el ser con el ente. Volvió ente el ser, al
hacerlo determinó su destino histórico. Olvidó que el ser antes que ser ente es apertura,
ocultamiento, reserva. El pensamiento de la luz de la razón terminó por agotar las
posibilidades del ser. Lo llevó a su máxima expresión positiva, en particular en la ciencia y
la técnica modernas. Ahí comienza la catástrofe de Occidente. Es necesario, por lo tanto,
comprender que el ser se resguarda de la razón. Y entramos al diálogo más profundo entre
el poetizar y el pensar. Ese fue el olvido radical, comenzado desde el poema de Parménides.
La nueva época, entonces, aproxima poesía y pensamiento.
3. Metafísica y poesía:
“Lo que obliga no sólo a tener en cuenta toda la lógica del margen, sino a tener en cuenta algo
completamente distinto : a recordar sin duda que más allá del texto filosófico, no hay un margen
blanco, virgen, vacío, sino otro texto, un tejido de diferencias de fuerzas sin ningún centro de
referencia presente...desborda y hace reventar su sentido”.
Derrida, MF, p. 30.
4. Verdad e imaginación:
“En la isla suspendida todos los elementos imaginarios: el agua, la tierra, el fuego, el viento,
mezclan sus flores en la transfiguración aérea. La isla suspendida está en el cielo; es un cielo
físico, sus flores son las ideas platónicas de las flores de la Tierra. Son las más reales de toda las
ideas platónicas que un poeta haya jamás contemplado”.
Bachelard, AS, p. 60.
5. Texto y diseminación:
El gran olvido de la metafísica platónica para Derrida es que todo es un tejido. Los
sentidos no son únicos sino múltiples y se entretejen no en abstracto sino en contextos
diversos, diferidos, diseminados. Los sentidos estallan como una telaraña en sucesiones de
metáforas, de imágenes y sobretodo de silencios. Estas formas escapan a la metafísica
dicotómica, por eso esta dialéctica es la que hay que deconstruir, diferir, de modo de cada
término de la oposición no se subyugue al otro sino que comiencen en un juego infinito de
entrecruzamiento. Lo que hace el pensamiento es escribir ese tejido, producir textos,
plegarlos y desplegarlos. Oscurecerlos y aclararlos sin llegar a conceptos fijos y absolutos.
La Diffèrance, el pliegue, el fármacon, la escritura, el tímpano, el parergon, son
manifestaciones de esos nudos del tejido, siempre parciales y cambiantes; son los
indecidibles que no pueden sostener la dialéctica de lo sensible y lo inteligible, lo lejano y
lo cercano, lo abstracto y lo concreto. Son los nudos de esa telaraña textual que se
comprende por el contexto, es decir, por el lugar en que se da el encuentro y no por sentido
de antemano dispuesto. Esos sentidos están borrados, dejan huella, porque son como una
archiescritura casi trascendental pero nunca absoluta. Son señales en las que los sentidos se
cruzan. Son inscripciones de autores muertos porque ya no están. Son retiradas del ser, son
textos.
Por eso veremos que para Derrida, el blanco del texto visiblemente se muestra en el
blanco de la página, en el poema, porque ahí se borra la presencia.
" Hay una razón para esta certidumbre. Y es que hay ambivalencias profundas durables ligadas
a las materias originales en las que se alimenta la imaginación material. Y esta propiedad
psicológica es tan constante que podemos enunciar, como ley primordial de la imaginación, la
recíproca: una materia que la imaginación no puede hacer vivir doblemente no puede
representar el papel psicológico de la materia original. Una materia que no proporciona ocasión
para una ambivalencia psicológica no puede encontrar su doble poético que permite infinitas
transposiciones. por lo tanto, es necesario que haya una doble participación -participación del
deseo y del temor, participación del bien y del mal, participación tranquila de lo blanco y de lo
negro- para que el elemento material ligue al alma entera". AS, p. .24
SOBRE BACHELARD
1.Epistemología
Bachelard es el pensador que hace una ruptura radical con la tradición de la concepción
moderna de las ciencias. El racionalismo cartesiano y el paulatino proceso de positivización
e ilustración condujeron a la epistemología y a la ciencia a un estancamiento difícil de
superar. Su interés consistía en conciliar las leyes con los hechos, es decir, en asumir tanto
los principios como los hechos como algo dado sin poner en ejercicio la crítica. Por esta vía
se consolida una geometrización y matematización del mundo, pero que, en sentido
estricto, es insuficiente.
El científico moderno debe preguntarse antes que todo por las relaciones ocultas y
profundas que subyacen a lo familiar y objetivo, tanto de los conceptos como de lo real. La
pregunta se dirige hacia qué es lo que sostiene los fenómenos y el espacio. Para ello tiene
que considerar de una manera metafórica las representaciones, puesto que lo sensible es
efímero e inconsistente para fundar ahí los principios. En síntesis debe pasar de referirse al
cómo matemático a pensar el qué matemático, esto le implica un trabajo creativo y crítico
porque le plantea dudas e incertidumbres, tanto sobre las concepciones sobre el mundo
como sobre el mundo mismo:
“Poco a poco se advierte la necesidad de trabajar debajo del espacio, por así decir, en el nivel
de las relaciones esenciales que sostienen los fenómenos y el espacio”. FEC. p. 7
Antes que preocuparse por las leyes generales tiene que considerar el universo desde el
asombro y desde la creación. Restablecer los vínculos con el desorden porque de ahí nace el
orden y lo geométrico que es lo que dinamiza el espíritu. Esto le obliga a presentar
objeciones a la razón y a superar la limitación de las percepciones exactas de lo que existe.
Este nuevo estadio rompe con una tradición dogmática, acentuada en la Ilustración que
asumía que todo era claro y comprensible racionalmente y que no concebía que bajo esa
supuesta claridad se refugian sombras, fuerzas psíquicas y energías cósmicas que eran las
realmente proveían la dinámica del mundo. Por lo tanto, el nuevo espíritu científico tiene
como propósito deformar, disociar y reconfigurar las relaciones para que el conocimiento
no se estabilice en estructuras inmóviles y paralizadas. Tiene que hacer fenomenología de
las imágenes ocultas que brotan hacia lo real y luego hacer fenomenología de las formas
geométricas. Este trabajo de fenomenólogo le implica movimiento consciente de sí mismo
como investigador y también la consideración del dinamismo del universo y su
inestabilidad natural que requiere una racionalidad dinámica estrechamente unida a la
facultad creadora e imaginante:
“Para ellos debemos probar que pensamiento abstracto no es sinónimo de mala conciencia
científica, como la acusación trivial parece implicar. Deberemos probar que la abstracción despeja
al espíritu, que ella aligera el espíritu y que ella lo dinamiza”. FEC. p. 8
Esta actitud científica pasa por tres etapas: un estadio concreto que se funda en las
imágenes percibidas de un fenómeno en el que la naturaleza asombra; un estadio concreto-
abstracto, en el que se relacionan la experiencia y los esquemas geométricos, es decir, se
simplifica la diversidad y proliferación de sucesos del estadio en que la naturaleza se
impone; el tercer estadio es el abstracto en que hay una superación voluntaria de las
informaciones obtenidas de la experiencia, de lo empírico, pero también entra en conflicto
con la realidad básica. De este modo el espíritu científico se libera de la determinación de
los hechos y también de las limitaciones de los sistemas que elabora para explicarlos. En
otras palabras es capaz de la crítica de sus propias construcciones explicativas:
"y, sin embargo, debemos llegar a esa conclusión si queremos definir la filosofía del
conocimiento científico como una filosofía abierta, como la conciencia de un espíritu que se funda
trabajando sobre lo desconocido, buscando en lo real aquello que contradice conocimientos
anteriores. Es necesario ante todo tomar conciencia del hecho de que la experiencia nueva dice no
a la experiencia anterior, sin lo cual no se trata evidentemente de una experiencia nueva. Pero este
" no " nunca es definitivo para un espíritu que sabe dialectizar sus principios, construir en sí
mismo nuevas especies de evidencia, enriquecer su cuerpo de explicación sin dejar ningún
privilegio a lo que sería un cuerpo de explicación natural apto para explicarlo todo ". FN, p.12
Por otra parte, el nuevo espíritu científico, exige evolución de los estados del alma. En
primer lugar el alma pueril que es mundana y se asombra fácilmente y tiene una actitud
ingenua frente a lo ilimitado de lo real; luego, el alma profesoral que es dogmática porque
cree que lo que ha construido la ciencia es un sistema estable y verdadero, por lo tanto, su
labor es repetir las experiencias y los conceptos y deducir de ellos más conceptos
verdaderos y estables; finalmente, el nuevo espíritu científico exige un alma abstracta que
es capaz de romper con esas estabilidades supuestas; ser capaz de soportar conciente y
dolorosamente las limitaciones de la investigación científica y más bien entrar a jugar a
pensar sin sustancias, sin soportes experimentales y arrojarse al abismo de la incertidumbre.
En últimas, esta actitud requiere de una decisión creadora, que borre el pasado y se enfrente
a lo azaroso del porvenir. Aquí la razón tiene que ejercer la crítica de sí misma, hacerse
dinámica y estar más allá de sus propios sistemas de comprensión del mundo y de los
hechos mismos:
Es significativo destacar la ruptura pedagógica con el alma profesoral que repite los
conocimientos como verdades absolutas inmodificables. Ahora tiene que formar espíritus
científicos, es decir, hacer una pedagogía de la razón, para que no se trabaje ni sobre el
objeto real ni sobre el concepto absoluto, más bien en la dialéctica del cambio y en la
purificación de la tradición histórica racional instrumental que ha detenido el avance del
espíritu científico. Así no se apoya en la falsedad ni se adapta a la autoridad, al poder o a la
forma social que más le convenga:
" Los profesores de ciencias se imaginan que el espíritu comienza como una lección, que
siempre puede rehacerse una cultura perezosa repitiendo una clase, que puede hacerse comprender
que una demostración repitiendo la punto por punto. No ha reflexionado sobre el hecho de que el
adolescente llega al curso de física con conocimientos empíricos ya construidos; no se trata, pues,
de adquirir una cultura y experimentar, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los
obstáculos amontonados por la vida cotidiana ". FEC, p. 21
3.Obstáculo epistemológico.
La tarea del científico, entonces, consiste en rectificar y diversificar las ideas. Poner en
juego su deseo de saber para que pueda preguntar mejor. La educación, por tanto, debe
cambiar su estrategia dogmatizante, ayudar a enfrentar los obstáculos epistemológicos, de
modo que se ejerza la razón dinámica y haya una catarsis intelectual que se libere de los
conocimientos cerrados para que haya una movilización de la cultura científica. El
educador y el científico tienen que entrar en un diálogo mutuo persistente, de modo que
genere un proceso dialéctico en todas las variables que se requieren para una investigación
científica y así hay una evolución de la razón:
"De ahí que la cultura científica deba comenzar, como explicaremos ampliamente, por una
catarsis intelectual y afectiva. Queda luego la tarea más difícil: poner la cultura científica en
estado de movilización permanente, reemplazar el saber cerrado y estático por un conocimiento
abierto y dinámico, díalectizar todas las variables experimentales, dar finalmente la razón motivos
para que evolucione". FEC, p. 21
Pero otros obstáculos son el substancialismo y el realismo que consisten en indagar por
lo sustancial de las cosas y por lo real como si fueran axiomas incontrovertibles. Es decir,
todo se sostiene en un falso rigor que bloquea cualquier movilidad del pensamiento. Con
eso se está perdiendo la relación originaria de la ciencia con el destino del hombre, que
siempre se abre al porvenir y es impredecible e incierto, lo que mueve a la crítica y a la
creatividad. Pero el racionalismo científico está lejos de responder a estas dinámicas que
son próximas a lo poético y a lo imaginario:
El nuevo espíritu científico, por tanto, tiene como propósito comenzar por la creación de
un modelo teórico coherente, liberarse de esos obstáculos y proveerse de imaginación
dinámica para reconstruir, recrear, reinventar el modelo, en otras palabras ejercer el
pensamiento crítico.
Otro ipso que ha vuelto a la ciencia estática es, como ya se ha afirmado, asumir una
actitud natural sin tomar distancia del objeto. Hay que recordar la cercanía del pensamiento
de Bachelard, con la fenomenología de Husserl. En actitud natural se es dogmático porque
todo lo que está dado es; es necesaria la epojé, o la desconexión, para develar a la
conciencia de la vivencia de los objetos. Sólo así se reconoce que sólo se tienen diversas
perspectivas de lo mismo y que los objetos que se nos dan a la conciencia no son más que
aquello que constituye al mundo de la vida. De igual manera, el científico para Bachelard,
debe alejarse del objeto para que pueda hacer, en primer término, un psicoanálisis de la
razón y enseguida una fenomenología de lo real y de las construcciones teóricas. Lo que le
permite distanciarse del dogmatismo, sobre todo, acentuado por la vida moderna capitalista,
la división del trabajo, el ansia de novedad y la identificación del hombre con el mundo de
lo inmediato.
Pero también debe romper con la idea del científico con corazón de piedra que hace
abstracción de sus afectos y sus imágenes interiores, para tener un conocimiento puro. Esa
idea de que el científico no sueña y debe limpiarse de los prejuicios interiores y de alejarse
de toda fantasía que pueda confundirse con el objeto ha impedido que la razón se mueva
hacia la diversidad y se mantenga en constante cambio.
Por otra lado, el obstáculo substancialista que cree que todo objeto tiene una interioridad
que lo sostiene, de índole aristotélica o cartesiana, y la idea de que el sujeto puede poseer el
objeto, el realismo, influye también de manera decisiva en el estancamiento de la ciencia.
"y, sin embargo, debemos llegar a esa conclusión si queremos definir la filosofía del
conocimiento científico como una filosofía abierta, como la conciencia de un espíritu que se funda
trabajando sobre lo desconocido, buscando en lo real aquello que contradice conocimientos
anteriores. Es necesario ante todo tomar conciencia del hecho de que la experiencia nueva dice no
a la experiencia anterior, sin lo cual no se trata evidentemente de una experiencia nueva. Pero este
" no " nunca es definitivo para un espíritu que sabe dialectizar sus principios, construir en sí
mismo nuevas especies de evidencia, enriquecer su cuerpo explicación sin dejar ningún privilegio a
lo que sería un cuerpo de explicación natural apto para explicarlo todo". FN, p. 12
“De todos modos estas imágenes tienen un poder singular: dominan la dialéctica del
entusiasmo y de la angustia. La valoración vertical tan esencial, tan segura, su supremacía es
indiscutible, que el espíritu no puede desviarse de ella si ya la ha reconocido en su sentido
inmediato y directo. No se puede prescindir del eje vertical para expresar los valores morales.
Cuando hayamos comprendido mejor la importancia de una física de la poesía y de una física de la
moral, llegaremos a esta convicción: toda valoración es una de radicalización”. AS, p. 21
La ciencia no puede, entonces, tomar la imagen por el objeto. Debe crear la imagen
como imagen. Por ejemplo, si se piensa en el átomo, este concepto es sólo una imagen, no
es un objeto. Luego las ciencia es una elaboración constituida por imágenes, en ningún
momento posee la verdad sobre los objetos ni los objetos mismos. En síntesis, el
racionalismo activo o aplicado debe articular las verdades de la razón con las verdades de la
experiencia. Es decir, distanciarse de lo fenoménico kantiano y construir lo nouménico para
que pueda tomar distancia de las percepciones del sentido común:
" Es necesario anotar también que la puesta en paralelo de la producción científica y la producción
poética bajo el signo de un valor común... nos sitúa en el corazón mismo de una filosofía
creacionista que hace de la razón y de la imaginación los motores de la actividad humana... Habría
que meditar sobre los componentes de este díptico:
1. Bachelard cree caracterizar al hombre racionalista, el diurno, por una actividad de pensamiento
que siempre recomienza, aun cada día, esto es, por el mérito de poner a trabajar el pensamiento
concebido como una fuerza y no como una sustancia.
2. La imaginación es la máxima facultad hominizante.
3. En el hombre literario se condensa la meditación y la expresión, el ensueño y el
pensamiento.
.... Quizá entendamos mejor aquí por qué su epistemología además de vigilante, crítica, aparece
abierta a la incursión del saber dentro del campo cultural, dentro de los valores de cultura, y por
qué su pensamiento hay que asumirlo como una totalidad de dos actividades complementarias, la
epistemología y la poética".
5.Espacio y poesía
Desde otra perspectiva se observa que la poética del espacio es una transformación de la
física que no consideraba las relaciones míticas que se establecen primordialmente entre los
objetos. Las relaciones entre la casa y el universo, entre la inmensidad y la intimidad, lo
que se resguarda en los cajones, las conchas y los rincones, la dialéctica entre lo de afuera
y lo de adentro y la fenomenología de lo redondo son las que originan las relaciones
espaciales objetivas. Es así como lo irreal provoca una desautomatización de lo real.
El espacio es el lugar para morar tanto exterior como interiormente con nosotros
mismos, antes que ser producto de las relaciones cartesianas. La poesía se eleva sobre las
relaciones limitadas de la geometría, de la matemática y de la física entendidas como
ciencias formales y rigurosamente consistentes:
" Aquí, en efecto, tocamos una recíproca cuyas imágenes debemos explorar; todo espacio realmente
habitado lleva como esencia la noción de casa. Veremos, en el curso de este ensayo, como la imaginación
trabaja en ese sentido cuando el ser encontrado el menor albergue: veremos a la imaginación construir "
muros " con sombras impalpables, comportarse con ilusiones de protección o, a la inversa, temblar tras unos
muros gruesos y dudar de las más sólidas atalayas. En resumen, en la más interminable de las dialécticas, el
ser amparado sensibiliza los límites de su albergue. Vive la casa en su realidad y en su virtualidad, con el
pensamiento y los sueños. ". PE, p. 35
Los obstáculos epistemológicos están sostenidos por una visión dualista del espacio. El
espacio interior, subjetivo, está desligado del espacio exterior objetivo. Lo infinito externo
es materia de objetivación para encontrar sus relaciones matemáticas y formales constantes.
Lo interno se concibe simplemente como el sujeto que desea poseer lo exterior. Estas
limitaciones conducen a la exclusión de la poesía desde la ciencia.
Si bien una cosa es comprender el mundo desde la razón, que sería labor del nuevo
científico, y otra crear desde la imaginación, es innegable que entre razón e imaginación
debe crearse una dialéctica diversa a la platónica o cartesiana. El físico tiene hábitos de
investigación en los que pone en juego su razón crítica, mientras que el poeta del espacio se
afecta sensiblemente y creadoramente por las relaciones entre las cosas y el universo. Pero
ambos, en principio, deben ser creadores.
"Y todos los espacios de nuestras soledades pasadas, los espacios donde hemos sufrido de la soledad o
gozado de ella, donde la hemos deseado por la hemos comprometido, sobre nosotros imborrables. Y, además,
el ser no quiere borrarlos. Sabe por instinto que esos espacios de su soledad son constitutivos. Incluso
cuando dichos espacios están borrados del presente sin remedio, extraños ya todas las promesas del porvenir,
incluso cuando ya no se tienen granero ni desván, quedará siempre el cariño que le tuvimos al granero, la
vida que vivimos en la buhardilla. Se vuelve allí en los sueños nocturnos. Esos reductos tienen el valor de una
concha”. PE, p. 40
Estas consideraciones de la poética del espacio han permitido establecer las relaciones
de diferencia y de semejanza entre el físico y el poeta, entre el filósofo y el poeta. Y,
justamente, la fenomenología poética es el modo como en alguna medida entran en diálogo
inacabable. Pero también muestra como Bachelard encuentra mayor riqueza en una
fenomenología definitivamente poética, que toma la forma de la imaginación material.
1.POÉTICA
La ensoñación poética, quise señalar la fuerza de coherencia que recibe un soñador cuando es
de veras fiel a sus sueños y cuando sus sueños ganan precisamente coherencia por sus valores
poéticos. La poesía constituye a la vez el soñador y su mundo. Mientras que el sueño nocturno
puede desorganizar un alma, propagar en el día las locuras ensayadas durante la noche, la buena
ensoñación ayuda realmente al alma a gozar de su reposo, a gozar de una fácil unidad. PS. p. 32.
" Y es aquí donde los juegos intermediarios del pensamiento y la ensoñación, de la función
psíquica de lo real y de la función de lo real se multiplican y se entrecruzan para producir esas
maravillas psicológicas de la imaginación de lo humano. El hombre es un ser por imaginar ". PS,
p. 127
" Las imágenes poéticas suscitan nuestra ensoñación, se fundan en ella, tan grande es el poder
de asimilación del ánimo. Leemos y he aquí que soñamos. Una imagen recibida el ánimo nos pone
en estado de ensoñación continua". PS, p. 101
Por esto la poética de Bachelard puede considerarse más que una estética, pues tiene un
tono que no es subjetivista ni idealista. Cuentan entonces las fuerzas materiales de los
elementos, del espacio y del soñador de imágenes. Todo se torna brumoso, penumbroso,
porque las precisiones y las diferencias se borran, porque no pueden existir dos mundos, el
del sujeto y el del objeto separados que se relacionan por una dialéctica racionalista,
excluyente y dicotómica, sino que se vinculan por una dialéctica de la penumbra, en la que
hay un juego de luz y sombra que interminablemente abre el horizonte de la lucha sin fin
entre lo visible y lo invisible.
Entre niebla, entonces, el soñador conoce el mundo, pero no puede hacer abstracciones
ni categorizaciones de él, más bien lo crea persistentemente. Ve el cosmos en penumbra,
entre flujos de luz y oscuridad que se entremezclan. Por esto primordialmente la poética
libera las cosas y los objetos de sus limitaciones empíricas y conceptuales. El universo se
convierte en un devenir que brota cada vez en el instante.
6. Fenomenología Poética:
“En resumen, la ensoñación ante el cielo azul -únicamente azul- plantea en cierto modo una
fenomenalidad a sin fenómenos”. AS, p. 211,
Sin embargo, la solución husserliana queda encerrada en una teleología racionalista, que
propugna por la constitución finalista del sentido. Toda constitución de objetos en la
conciencia es un proceso que tiende a fines últimos en los que la razón es la determinante.
Así se llega a una concepción de sujeto a ultranza, monológico, que dialoga consigo mismo
y que no logra en verdad superar el dualismo. Bachelard por el contrarió da un giro radical,
al hacerlo se encuentra con una fenomenología de lo imaginario:
" Si pudiéramos analizar las impresiones de inmensidad, las imágenes de la inmensidad o lo que la
inmensidad trae a una imagen, entraríamos pronto en una región de la fenomenología más pura- una
fenomenología sin fenómenos o, hablando menos paradójicamente una fenomenología que no tiene que
esperar que los fenómenos de la imaginación se constituyan y estabilicen en imágenes a acabadas para
conocer el flujo de producción de las imágenes ". PE, p.221
" El cogito del soñador es menos seguro que el cogito del filósofo. El ser del soñador es un ser
difuso. Pero, en cambio, el ser difuso es el ser de una difusión. Escapa a la puntualización del hic y
el nunc. El ser del soñador invade lo que toca, difuso en el mundo. Gracias a las sombras, la
región intermedia que separa al hombre del mundo es una región plena, de una plenitud de ligera
densidad. Esta región intermedia amortigua la dialéctica del ser y del no ser. La imaginación
desconoce el no ser. Todo su ser puede muy bien pasar por un no ser a los ojos del hombre
razonable, a los ojos del hombre de trabajo, bajo la pluma del metafísico de la ontología fuerte. ".
PS, p. 252
" Y es aquí donde los juegos intermediarios del pensamiento y la ensoñación, de la función
psíquica de lo real y de la función de lo real se multiplican y se entrecruzan para producir esas
maravillas psicológicas de la imaginación de lo humano. El hombre es un ser por imaginar ". PS,
p.127
En el libro Poética del Espacio, Bachelard hace algunas consideraciones iniciales sobre
la naturaleza de lo poético y su relación con el lenguaje. En primer lugar una imagen
singular concentra todo, de ahí que el poema tenga alma, no espíritu. Alma es energía
femenina; espíritu es saber, construcción racional. La imagen tiene un sentido ontológico
que el poeta restaura: desde la conciencia soñadora constituye su ser. Por eso para el lector
la imagen poética no es un objeto, es creación y metáfora. Es develación estética del ser.
Por esto la dualidad sujeto-objeto desaparece. Se crea una unidad íntima entre lo exterior y
lo interior como está planteado en la sección “La inmensidad íntima” de este libro. Al
referirse a Baudelaire lo vasto es lo más íntimo, por ejemplo, por esto es imposible separar
el infinito interior de la inmensidad exterior. La imagen poética crea esa nueva dialéctica
imaginaria. El poeta, entonces, origina el lenguaje que rompe con la dualidad entre lo
externo y lo interno:
" Precisamente, la fenomenología de la imaginación poética nos permite explorar el ser del hombre como
ser de una superficie, de la superficie que separa la región de lo mismo y la región de lo otro ". PE, p. 260
Más allá de una ciencia del espacio en la poética del espacio lo que se considera es que
los fenómenos necesitan alma y espíritu, es decir, sueño y ejecución, imaginación y
racionalidad. El poeta concilia en el poema el alma y el espíritu, el ánima y el animus. El
espíritu prevé el poema y la poesía inaugura la forma. En esto consiste la fenomenología
poética. Es decir, la captación fenomenológica del ser:
" Entonces, en la superficie del ser, en esa región donde el ser quiere manifestarse y quiere ocultarse, los
movimientos de cierre y apertura son tan numerosos, tan frecuentemente invertidos, tan cargados, también,
de vacilación, que podríamos concluir con esta fórmula: el hombre es el ser entreabierto ". PE, p. 261
Las resonancias, los recuerdos, las imágenes salen de lo múltiple del poema. El ser
plenamente se despliega. La poesía inaugura el ser. Pero más allá de Heidegger, quien
afirma que la poesía encubre en la apariencia el ser, Bachelard osa decir que la poesía crea
el ser y que no necesita de la apariencia para resguardarse. La imaginación es, en este
sentido, ilimitada. La poesía incluso inaugura el ser hablante, por ello lo humano es logos.
La imagen poética impulsa a la creatividad de la conciencia:
7. La ensoñación
Los ojos despiertos tienen una percepción de lo finito que puede ser engañosa. Por esto
al cerrar los ojos nos encontramos ante otro universo de sensaciones e imágenes. Pero aún
se hace más compleja la visión cuando los ojos abiertos y los ojos cerrados se confunden en
un juego infinito donde lo visible y lo invisible sobrepasan los límites que los separa. Así,
la ensoñación se constituye en el modo de percepción y de encuentro con el cosmos:
" La correlación entre el soñador y su mundo es una correlación fuerte. Ese mundo vivido por la
ensoñación remite más directamente al ser del hombre solitario. El hombre solitario posee
directamente los mundos que sueña..." PS, p. 238
La ensoñación, entonces, es ese estado intermedio que une y separa, a la vez, la realidad
visible que se percibe al estar despiertos y la irrealidad que aparece en los sueños. Por esto,
la ensoñación es un estado ambiguo, una disposición consciente pero anímicamente
imaginativa que inventa lo real al desplegarse. En el ensueño la apariencia no es apariencia
ni la realidad no es la realidad. Entre una y otra, entre aparecer y ser, el soñador se desplaza
por una región de incertidumbre, por un espacio que no corresponde a ningún concepto o
idea, pero que es fuente de lo visible y que al dejarlo existir lo protege de las amenazas de
la racionalidad y a su vez de la mera imaginación caótica que ingenuamente puede
afirmarse como única posibilidad de comprender el universo. Entonces, la ensoñación juega
entre la razón y la imaginación, de modo que ni la una ni la otra se conviertan en la tiranía
del sentido:
Los peligros de asumir lo visible como lo verdadero y lo irreal como lo único que
explica lo aparente, se resuelven en la ensoñación. Para que esto suceda es necesario
romper con las dicotomías constituidas en el pensamiento idealista. La relación sujeto y
objeto en la ensoñación se transforma en una relación vinculante que se aparta de la
concepción dualista que los asume como dos modos irreconciliables o como dos actitudes
que en algunos casos se convierten en imposición o negación, uno del otro. Sea el idealista
que lleva al extremo los conceptos y las ideas como si fueran categorías eternas, sea el
empirista que sólo tiene como camino lo sensible, la experiencia o la realidad inmediata.
Así, para el idealista todo se torna subjetivamente ideal y para el empirista sólo es
necesariamente real lo objetivo. En estas dos posiciones hay un desequilibrio de las fuerzas
que el soñar recompone:
" El psicoanalista filósofo debería decir, al estilo del cogito: ‘sueño, por lo tanto soy sustancia
soñadora’. Los sueños serían, entonces, lo que arraiga más profundamente en la sustancia
soñador". PS, p. 224
La ensoñación fusiona sujeto y objeto, hace que el uno sea porque el otro existe. El
soñador vincula los objetos del mundo a su experiencia vital y a su intimidad. Estos a su
vez se hacen inconsistentes si el soñador no es consciente de ellos, pero también se
configuran como ellos mismos que se abren plenamente al soñador. De este modo, sujeto y
objeto, como categoría del conocimiento desaparecen. Entonces, el mundo y el sonador se
unen irremediablemente cuando la ensoñación tiene lugar.
8. La palabra
" Son necesarios dos sustantivos para una sola alma a fin de trasmitir la realidad del psiquismo
humano. El hombre más viril, demasiado simplemente caracterizado por un ánimus fuerte, tiene
también un animal, un ánima que puede posee manifestaciones paradojales. De igual modo, la
mujer más femenina tiene también determinaciones psíquicas que prueban en ella la existencia de
un ánimus ". PS, p. 96
El lenguaje deja de ser mero instrumento que nombra el mundo y que puede separarse
de él; por el contrario, cuando la palabra del poeta nombra el mundo aparece en el lenguaje.
La palabra poética del soñador es ambigua, doble, atrayente y sexuada, es decir, es viva y
dinámica. No es una abstracción conceptual de las cosas; si no presenta las cosas que
nombra se vuelve vacía.
Así como la palabra es presencia y ausencia de la cosa, sólo es posible que el soñador
nombre los objetos de su ensueño a través de esa palabra abierta y viva. La palabra abre el
mundo de la ensoñación, lo devela lo des - encubre. El poeta se eleva imaginariamente
sobre ese valle de realidades irreales que va creando. Su palabra es creadora; cuando es
pronunciada, el cosmos del ensueño aparece al mismo tiempo y se vuelve lenguaje. La
palabra del soñador es mágica porque hace emerger la totalidad misteriosa de lo que
nombra. Si la palabra no es del ensueño el mundo no existe. La palabra se encuentra entre
lo visible y lo invisible en un juego sexuado que atrae los contrarios. El ensueño sólo es
posible por la palabra misma y la palabra es sólo ensoñación:
“Se nos objetará que al evocar para el lenguaje un reino poético en el que abandonamos las
obligaciones del lenguaje cotidiano, huimos dos veces fuera de él ser: fuera del ser del mundo,
fuera el ser de nuestro propio vivir. Los filósofos del ser, los filósofos " ontológicos " se convencen
muy fácilmente de la permanencia del ser en todos los modos del ser. Se ocupan del ser hasta en las
brumas del ser. Apenas nacidos, existen. Y la realidad del mundo es para ellos una garantía
inmediata de su propia existencia del mundo. Por tanto, toda expresión hablada sólo puede ser un
eco de una sonoridad natural del ser, de su ser. Los filósofos del ser se manifiestan el mundo y
manifiestan su ser en un solo y mismo lenguaje. Y siempre el ser, un ser, los seres son una garantía
de la Palabra. El ser de la Palabra no es más que una forma de Ser. La Palabra jamás conquista
una autonomía. Es siempre un instrumento. En la mejor hipótesis, es un grito civilizado. Existe
siempre, en el ser de una palabra, un ser antes de su ser; la palabra ‘expresa’. El ser de su
expresión no es más que un ser delegado, un ‘modo’ del ser que habla.
"En verdad, el dinamismo de las palabras inflamadas- las imágenes poéticas que nacen en el
recinto de la palabra-, un dinamismo semejante responde por el movimiento, por la explosión, a los
partidarios del lenguaje estabilizado. Si pudiéramos hacer sentir a continuación que en la imagen
poética arden un exceso de vida, un exceso de palabras, habríamos probado, detalle por detalle,
que tiene sentido hablar de un lenguaje caldeado, gran fogón de palabras indisciplinadas donde se
consume el ser, en una visión casi alocada por promover un ser- más, un más que ser. " PFD, p. 46
Pero además la palabra es ella misma todo, es ocultación y revelación. Trae toda la
energía de lo sagrado del cosmos, toda la fuerza creadora que brota de lo que está oculto en
ella. La palabra es el intermediario entre lo que se ve y lo que no se ve. No es un sistema
arbitrario de signos, sino que porta todos los sentidos posibles, así como son las cosas, que
no tienen una sola apariencia sino que son cambiantes, vibrantes y alteran sus formas, sus
apariencias para que puedan manifestarse a la comprensión de quienes las experimentan.
La palabra del soñador es, por tanto, insondable, ilimitada e infinita. No tiene un límite
ni visible ni invisible. Es absoluto inapresable. Recoge todas las fuerzas masculinas y
femeninas y así nada es fragmentario, más bien equilibrado, mesurado, inagotable.
La palabra surge del ánima, es decir, es femenina. Como la ensoñación, es la madre que
origina el universo. El poeta, el soñador, sólo habla con palabras femeninas para que la
bruma de la suavidad se difunda sobre lo real imaginariamente. La palabra del ensueño nos
envía al vientre de cosmos, es generadora de las imágenes y de lo ilusorio, pero también de
lo material:
" Los nombres de las grandes cosas como la noche que el día, como el sueño y la muerte, como
el cielo y la tierra, sólo cobran sentido destinándose como " parejas ". Una pareja domina otra,
una pareja engendra otra. Toda cosmogonía es una cosmología hablada. Al convertirla en dioses
forzamos la significación ". PS, p. 59
La palabra plana que se asume desde la oposición entre el sujeto y el objeto no alcanza a
expresar el encuentro fundacional de lo cósmico. La palabra que se ha convertido en
vehículo de comunicación de estados subjetivos o simple etiqueta de lo objetivo, es una
palabra abstracta que está sometida a las leyes de la lógica y de una lingüística estática y
monolítica. La palabra poética del soñador, por el contrario, trastoca lo estable, borra las
separaciones entre lo nombrado y el acto de nombrar; deja que las cosas como imágenes y
metáforas invadan de plenitud lo existente. Intuitivamente, sin reglas ni sistemas, el
mundo está ahí como lenguaje, como ensoñación, como multiplicidad sensorial:
“Bajo la pluma, la anatomía de las sílabas se despliega lentamente. La palabra vive sílaba por
sílaba, en peligro ensoñaciones internas”. PS, p. 34
“Simplemente queremos demostrar que la ensoñación en su estado más simple, más puro,
pertenece al anima. Aunque es verdad que todo sistematización correr el riesgo de mutilar la
realidad, también ayuda a fijar perspectivas. Digamos a grandes rasgos, pues, que para nosotros el
sueño corresponde al animus y la ensoñación al ánima. La ensoñación sin drama, sin
acontecimientos, sin historia nos muestra el verdadero reposo, el reposo de lo femenino. Con ella
tenemos la dulzura del de vivir. Dulzura, lentitud, paz, tal es la divisa de la ensoñación en ánima.
En la ensoñación podemos encontrar los elementos fundamentales para una filosofía de reposo”.
PS, p. 38
" Ciertamente, Bachelard recupera diversos motivos de las estéticas idealistas (el " Idealismo
mágico ‘de Novalis, la poética de aquel gran soñador romántico que fue Jean Paul, la ‘Fantástica’
de Charles Nodier y la Ensoñación estética de Paul Souriau son, entre otros, los caminos estéticos
que recorre) pero no para tratar de redefinir la trama de una ‘filosofía del arte’, sino para
‘recuperar’ las potencias ocultas del Ser, para comprender qué ‘organizaciones’ oníricas
constituyen la urdimbre de las obras y por qué algunas ‘potencias’ evocadoras dan vida a una
irrealidad-surreal que no sólo incide sobre la realidad ‘empírica’ (sobre la factibilidad), sino que la
modifica y la renueva.
9. El poeta
Por esto se puede hablar de una fenomenología sin fenómenos, porque su acción
consiste en imaginar el mundo y resistirse a las determinaciones de lo sensible para que el
vuelo de lo imaginario no se detenga en los limites de lo material.
El ánima del poeta es la fuente del mundo de la ensoñación. Sin las limitaciones de la
razón, del animo, la palabra del poeta emerge desde la energía vital de lo femenino que el
poeta experimenta. Ese estado de conciencia de quien está en ensoñaciones permite la
apropiación del cosmos. El poeta, de este modo, es el creador de la sexualidad de las
palabras, al hacerlo el mundo brota desde lo materno y se despliega en la infinitud de lo
sensorial y lo espiritual. El soñador de palabras recorre esa energía que vincula lo sagrado
y lo material:
" En cada ser humano, el reloj de las horas masculinas y el reloj de las horas femeninas
escapan al reino de las cifras y de las medidas. El reloj de lo femenino anda de continuo, en una
duración que transcurre calmadamente. El reloj de lo masculino tiene el dinamismo del tirón. Eso
lo sentiríamos de modo más claro si se aceptara poner en una franca dialéctica la ensoñación y los
esfuerzos de conocimiento. ". PS, p. 94
Lo que hace el poeta es unir los contrarios, la fuerzas del uso con las fuerzas de la
suavidad y lo inaccesible. Lo instrumental desaparece cuando el soñador restituye las
fuentes primordiales de lo que existe. Es decir, se deja recobrar por la feminidad del cosmos
y hace que lo masculino y lo femenino se junten. Entonces, la razón y la imaginación se
tocan, se arrastran la una a la otra de manera que el mundo del ensueño surja como el
ámbito de lo poético en el que lo limitado se borra por la fuerza de lo ilimitado. El poema
surge en ese juego innombrable en el que el poeta se sostiene:
“Y esta es para nosotros la diferencia radical entre el sueño nocturno y ensoñación, una diferencia
que proviene de la fenomenología: mientras que el soñador de ensueño nocturno es una sombra
que ha perdido su yo, el senador de ensoñación, si es un poco filósofo, puede, en el centro de su yo
soñador, formular un cogito. En otras palabras, la ensoñación es una actividad onírica en la que
subsiste un resplandor de conciencia. El soñador de ensoñación está presente en su ensoñación.
Incluso cuando ésta da la impresión de una escapada fuera de lo real, fuera del tiempo y del lugar,
el soñador de ensoñación sabe que es él quien se ausenta, él, en carne y hueso, quien se convierte
en ‘espíritu’, un fantasma del pasado o del viaje ". PS, p. 226
" Encontramos que el mismo problema de la ensoñación de la unión de dos almas humanas,
ensoñación plena de inversiones que ilustran el tema: conquistar un alma es encontrar su propia
alma. En las ensoñaciones de un amante, de un ser que sueña con otro ser, el ánima del soñador se
profundiza soñando con el ánima del ser soñado. La ensoñación de comunión ya no es aquí una
filosofía de la comunicación de las conciencias. Es la vida dentro de un doble, por un doble, una
vida que se anima de una dialéctica íntima de animus y de ánima. El doblar y el desdoblar
intercambian su función. doblando nuestro ser al idealizar al ser amado, doblando nuestro ser en
sus dos potencias de ánimus y de ánima ". PS, p. 121
El soñador de palabras concentra la energía vital del lenguaje. Las palabras comienzan a
vivir y a moverse como si la materia sensible, lo elemental, el agua, el aire, el espacio
volvieran a su estado primario en el que se originó el universo. Entonces, los géneros se
fusionan para generar el mundo. El saber masculino desaparece en la intimidad femenina.
Todo se vuelve sensorial para que sea percibido inevitablemente mediante la imaginación
dinámica que puede experimentar esa lucha interminable entre la feminidad y la
masculinidad. Finalmente, el silencio, para que en el ánima descanse en este fluir
incontenible de lo erotizado y aligerado por la cópula secreta del cosmos. Es soñador entra
en una paz de silencio, en un equilibrio que padece en la contemplación dinámica del este
vaivén imperturbable. Sólo en el ensueño lo experimenta.
"El cogito que piensa puede errar, esperar, elegir; el cogíto de la ensoñación está inmediatamente
unido a su objeto, a su imagen. El trayecto entre el sujeto que imagina y la imagen imaginada es el
más corto. La ensoñación vive de su primer interés. El sujeto de la ensoñación queda asombrado
de recibir la imagen, asombrado, encantado, despierto. Los grandes soñadores son maestros de la
consistencia centelleante. Una especie de cogito múltiple se renueva en el mundo cerrado de un
poema”. PS, p. 230
2.LA IMAGINACIÓN MATERIAL
La obra de Bachelard está constituida en tercera media por sus textos dedicados a los
cuatro elementos. Si en la poética hace una exploración sobre el lenguaje, el poeta y el
mundo, en el estudio sobre los cuatro elementos y sobre el espacio expone su teoría sobre la
imaginación material. Su propuesta consiste en reunir la materia y la imaginación para darle
cuerpo y movimiento. De esta manera muestra que la imaginación es activa y vital y no
simplemente una experiencia contemplativa y pasiva:
“Hay imágenes compuestas; pero la vida de las imágenes es de una pureza de filiación más
exigente. Desde el momento en que las imágenes se ofrecen en serie, descubren una materia prima,
un elemento fundamental. La fisiología de la imaginación, más aún que su anatomía, obedece a la
ley de los cuatro elementos”. AS, p. 17
Su pensamiento imaginante recorre los cuatro elementos. A cada uno dedica un libro: El
agua y los sueños, El aire y los sueños, La tierra y los ensueños de la voluntad y
Fragmentos de una poética del fuego. Es este sentido su obra muestra una coherencia
cósmica y poética que se logra precisamente por esa voluntad de imaginación del autor.
Recoge las imágenes de los poetas que revelan una poetización de estos elementos.
Presenta unas categorías imaginarias y dinámicas para cada elemento, de modo que revelen
su diversidad en las imágenes y las distintas maneras como salen al encuentro del lector
imaginante estos cuatro elementos. La naturaleza confluye en ellos y el poeta sonador
experimenta ese dinamismo que toma diversas formas que se vuelven palabras y metáforas
poéticas. Es así como la lectura de sus libros sobre los elementos es una experiencia de un
despliegue ilimitado de imágenes que interminablemente se ponen en juego en la poesía de
los poetas modernos: Novalis, Nietzsche, Nodier, Baudelaire, Rilke, Blake, Poe, Paz, entre
otros.
Bachelard crea intuitivamente unas categorías imaginantes para cada elemento. Recorre
con una poética, que va más allá de la crítica literaria y de la interpretación de los textos, el
cosmos de lo imaginario, la naturaleza con sus fuerzas elementales que luchan en la
palabra de los poetas. Cada elemento materialmente constituido, precisamente imaginado y
sustancialmente experimentado se despliega en una corporeidad fantástica que es capaz de
fundir lo visible y lo invisible. Es como si lo espiritual de la naturaleza, la sustancia
originaria del cosmos, las fuerzas sagradas de su intimidad tomaran forma en las metáforas
de los poetas, como si se sensibilizaran a la palabra y surgieran en el poema como visiones
materialmente alcanzables. En ese juego posible de lo imaginario los cuatro elementos
brotan en el poema como ensoñaciones del poeta:
"Para Bachelard no existe una poesía como antecedente de quehacer artístico. La imagen no se
superpone a ningún núcleo originario. La imaginación nace ontológicamente en la conciencia
cuando la actividad humana quiere, desea ser ella misma, cuando en ella se manifiesta una
emergencia de la imaginación".
Bachelard constantemente hace referencias a los efectos y a la relación del lector que se
ve dinámicamente inmerso en las metáforas y las imaginaciones del poeta. Su elevación en
la lectura lo convierte sujeto imaginante que logra tener esas visiones materiales en las
invenciones del poeta:
“¿Puede ser un tema el estudio de las imágenes fugaces? Las imágenes de la imaginación
aérea se evaporan o se cristalizan. Y debemos captarlas entre los dos polos de esta ambivalencia
siempre activa. Por lo tanto, nos veremos reducidos a presentar la doble derrota de nuestro
método: que el lector nos ayude con su meditación personal, para que reciba en el breve intervalo
del sueño y del pensamiento, de la imagen y de la palabra, la experiencia dinámica de la palabra
que sueña y piensa a la vez. La palabra ala, la palabra nube, son en seguida pruebas de esta
ambivalencia de lo real y de lo imaginario. El lector lo aprovechará como quiera: hará de ellas
una vista o una visón, una realidad dibujada o un movimiento soñado. Lo que le pedimos es que
viva no sólo esta dialéctica, esos estados alternos, sino que los reúna en una ambivalencia donde
se comprenda que la realidad es una potencia de sueño y que el sueño es una realidad. Mas
desgraciadamente el instante de dicha ambivalencia es breve. Confesemos que se ve o se sueña
demasiado pronto. Y entonces somos el espejo de las formas, o el esclavo mudo de una materia
inerte”. AS; p. 24
" Si pudiéramos analizar las impresiones de inmensidad, las imágenes de la inmensidad o lo que la
inmensidad trae a una imagen, entraríamos pronto en una región de la fenomenología más pura-
una fenomenología sin fenómenos o, hablando menos paradójicamente una fenomenología que no
tiene que esperar que los fenómenos de la imaginación se constituyan y estabilicen en imágenes a
acabadas para conocer el flujo de producción de las imágenes ". PE, p. 221
La imaginación material esta sometida a las leyes de los cuatro elementos. Se trata
de leyes de creación que los vinculan libremente produciendo una unidad imaginaria,
invisible que recuerda el primer sueño de la materia, antes de tener forma. Esta imaginación
material da vida a las imágenes literarias que se sobreponen al pensamiento abstracto. En
particular, las imágenes aéreas llevan a las alturas del infinito.
El sueño y la imaginación se integran porque permiten dar forma a los arquetipos del
inconsciente humano, pero los suprimen, no los reproducen, porque desbordan esos
modelos que pueden significar. Todo se produce por efecto de las ensoñaciones. En soledad
se despliegan los sueños. A través de ellos llegamos al carácter primitivo de la imaginación
dinámica:
" Aunque retoma su lección, Bachelard se sitúa sobre un plano distinto al de la dialéctica
ánimus -anima, que es el centro de la psicología de lo profundo. Su poética quiere ir más allá de
todo límite y de toda relación realista fisiológica, para definir el significado de la ensoñación en el
exceso, en la ruptura de las normas, en la liberación de toda represión".
“El conocimiento poético del mundo precede, como es justo, al conocimiento razonable de los
objetos. El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser comprobado.
Toda primitividad es onirismo puro”. AS, p. 209
10. El agua, la mujer y la muerte
La ensoñación material del agua invoca la muerte. El correr que no se detiene alberga el
horror del tiempo. Es la forma imaginaria de la muerte cotidiana. El agua es el elemento
transitorio entre la tierra y el fuego, contiene el movimiento de la caída, de la muerte
horizontal, es decir, del detenerse sobre la superficie. La imagen del agua se pierde siempre
en la muerte del instante, en la caída que todo lo vuelve eternidad:
"He aquí por qué el agua es la materia de la muerte bella y fiel. Sólo el agua puede dormir
conservando la belleza; sólo el agua puede morir, inmóvil, guardando sus reflejos. Reflejando el
rostro del soñador fiel al Gran recuerdo, a la Sombra Universal, el agua da la belleza a todas las
sombras, vuelve a la vida todos los recuerdos. Así nace una especie de narcisismo delegado y
recurrente que da belleza a todos los que hemos amado. El hombre se mira en su pasado y toda
imagen es para él un recuerdo". AG, p. 106
El agua también es la sustancia del destino, el correr que tiene el movimiento del tiempo
que inevitablemente conduce al fin. Desgarradoramente el agua va llevando los instantes,
en un moverse que refleja el destino del ser humano que deviene como el agua. Heráclito es
por esto la sustancia del destino. Por esto el agua es el elemento por excelencia de la
imaginación material.
Las imágenes del agua son irracionales; la razón no alcanza a elevar a concepto su fluir
infinito, por esto, el agua es anterior al racionalismo que intenta detener el movimiento
incesante. Lo primero que experimenta es la quietud de las aguas dormidas, en su estado de
ensoñación percibe su calma y su espíritu retorna a ese lugar del que proviene lo visible el
sueño, que es anterior al conocimiento racional, el origen de todo movimiento:
"Sólo será necesario un viento nocturno para que el agua que se ha callado vuelva hablarnos
de una muerte que nos lleva lejos con la corriente, como una corriente. Es la elección de una
muerte inmóvil, de una muerte en profundidad, de una muerte que permanece con nosotros, cerca
de nosotros, en nosotros. ". AG, p. 110
Volver a la fuente es regresar al río del nacimiento, al estado previo que origina toda
variación, a la región infinita que provoca que estemos vinculados al mundo en el momento
de despertar. Entonces, las aguas dormidas constituyen la esencia de lo experimentable y
de lo invisible. Cuando se sueña junto a un río se está en presencia de esa sustancia que lo
produce todo y se advierte melancólicamente la lejanía de ese origen. Esta es, precisamente,
la experiencia imaginante y material del niño, porque es quien ilimitadamente sueña con la
materia del agua, con el agua del río que es su misma sustancia. El poeta, entonces, lo que
hace es imaginar la infancia para crear las imágenes del agua primordial, del río que
comienza perpetuamente a fluir.
Pero el agua también es como una semilla. Una gota de agua produce universo, se
propaga y genera todas las imágenes, alberga un cosmos en sí misma. Es así como la
actividad creadora nace del agua, gesta las metáforas. Por esto es un libro que se convierte
en una propuesta de estética literaria porque indaga por la sustancia de las imágenes y su
vinculación con la forma. La poética del agua es, ahora, una propuesta de lectura y creación
de la materia de la literatura.
Pero para el poeta el agua le da materia a sus ideas, por ejemplo, a Edgar A. Poe. Porque
como todos los poetas del agua descubren que el agua es la sustancia primigenia, única y
universal que origina todas las imágenes. Por lo tanto, se sostiene en una imaginación
material que supera las imágenes superficiales. Lo que hace es des-objetivar: el ensueño se
eleva sobre los objetos y aparece el principio que vincula todo, la intimidad de la vida, el
hecho inexorable de que lo que existe tiene que morir. Por esto el agua doble funde el
idealismo intelectual y la materia racional en el caso de Poe, porque se trata del agua
profunda:
“Es una gran ventaja para un psicólogo que estudia una facultad variable móvil, diversa como
la imaginación, encontrarse con un poeta, con un genio dotado de la más rara de las unidades: la
unidad de imaginación. Edgar Poe es ese poeta, ese genio. En él, la unidad de imaginación esta
enmascarada a veces por construcciones intelectuales, por el amor de las deducciones lógicas, por
la pretensión de un pensamiento matemático. A veces el humor exigido por los lectores
anglosajones de revistas disparatadas encubre y esconde la tonalidad profunda de la ensoñación
creadora. Pero desde que la poesía recobra sus derechos, su libertad y su vida, la imaginación de
qué Edgar Allan Poe recupera su extraña unidad”. AG, p. 74
Otras formas del agua tienen que ver con los Complejos de Caronte y de Ofelia que
crean la imagen del último viaje. De la misma manera las aguas maternales, el agua pura,
el agua dulce y el agua violenta hacen parte de la poética del agua en la que la imaginación
dinámica se excede por encima de las formas. Pero, por otra parte, el agua es palabra, es
lenguaje que se asemeja al ser humano, es un agua humana que devela lo sonoro de las
palabras que humedecen la esencia; la palabra humana y la palabra del agua se reúnen
profundamente en la ensoñación del agua. Finalmente, todas las imágenes del agua lo que
muestran es una unidad del elemento, que configura una intimidad infinita y una
profundidad material, una certeza de que lo visible está sostenido en lo invisible que
deviene agua y cosmos.
De las imágenes superficiales del agua, como las del agua que se ilumina por el sol, se
pasa a las imágenes del agua profunda, durmiente, muerta y pesada. Son las imágenes de
Edgar Allan Poe. Se trata de la imaginación de la materia acuática que se hace profunda y
pesada, porque lleva consigo lo hondo del tiempo, del destino y de la muerte. El agua se
vuelve sombría como un sueño moribundo, ese fluir que precipita el morir, el descanso, el
final. El agua trae la sustancia de la muerte, la aproxima y la ensoñación también contempla
la muerte del agua:
"Delante del agua profunda, eliges tu visión; puedes ver, según te plazca, el fondo inmóvil o la
corriente, la orilla o el infinito; tienes el ambiguo derecho de ver y no ver; tienes el derecho de
vivir con el barquero o de vivir con ‘una raza nueva de hadas laboriosas, dotadas de un gusto
perfecto, magníficas y minuciosas’ ( dice Poe). El hada de las aguas, guardiana del espejismo,
tiene en su mano todos los pájaros del cielo. Un charco contiene un universo. Un instante de sueño
contiene un alma entera". AG, p. 83
Para Bachelard el agua también duplica, se vuelve reflejo, en su superficie duplica las
imágenes. Como un espejo platónico trae el mundo metafísico para que se tenga una visión
de la eternidad. El mundo experimenta, entonces, su fugacidad y deterioro mortal. El agua
contrae los dos mundos. El cielo se aproxima de forma que se puede tener la visión de la
eternidad. La imagen del pájaro se fusiona con la del pez, la imagen que produce el agua
confunde agua y cielo. En este punto los conceptos y las imágenes se fusionan. Esas dos
regiones de lo celestre y lo terrestre se convierte en una imagen de un ser que nada y vuela
a la vez.
"Agua silenciosa, agua sombría, agua durmiente, agua insondable, son otras tantas lecciones
materiales para una meditación sobre la muerte. Pero no es la elección de una muerte
heracliteana, de una muerte que nos lleva lejos de la corriente, como una corriente. Es la lección
de una muerte inmóvil, de una muerte en profundidad, de una muerte que permanece con nosotros,
cerca de nosotros, en nosotros”. AG, p. 110
Todas las imágenes del agua van conduciendo a la relación entre el sueño, la sombra y la
muerte. El agua cerca al árbol se oscurece como si fuera una tumba. La sombra del agua
invita a la muerte, es el complejo de Ofelia, quien se hunde en la muerte, enamorada de
Hamlet. De este modo el río se vuelve oscuridad ensoñada, en el que el cabello y el rostro
palidecen y queda la sombra parecida a un sueño.
Pero en Gordon Pym todo sucede entre dos océanos, el del inconsciente y del conciente.
De otro lado, también el agua es la sangre de la tierra, el dolor que conduce a la muerte. Y
todo lleva a confundir la belleza y la muerte. La tierra y el valle toman el color de la muerte
en una belleza pálida que revela el dolor de la materia. Los lagos y los ríos, los océanos y
las fuentes se convierte en lágrimas del cosmos que se funden con las lágrimas humanas.
Estas son las imágenes materiales del agua profunda.
Pero se intensifican esas imágenes cuando el agua muere y recoge todos los muertos.
Sólo se espera el reencuentro con ellos bajo el agua de la muerte, en el lago de los que
duermen. Por eso en Edgar A. Poe la belleza, la muerte y el agua son un uno, como la
Sombra Universal que lo recubre todo. En la belleza del agua está la belleza de la muerte.
El contemplador se hunde en esa sombra que sueña la belleza universal y que recorre el
pasado en el que cada uno se hunde irresistiblemente:
“Pero, junto a este inconsciente, creemos poder caracterizar en la obra de Edgar Poe una unidad
de los medios de expresión, una tonalidad del verbo que hace que la obra sea de una monotonía
genial. Las grandes obras tienen siempre ese doble signo: la psicología descubre en ellas un fuego
secreto, la crítica literaria un verbo original. La lengua de un gran poeta como Edgar Poe es sin
duda rica, pero en ella hay una jerarquía. Bajo sus mil formas, la imaginación esconde una
sustancia privilegiada, una sustancia activa que determina la unidad y la jerarquía de la expresión.
Comprobaremos fácilmente que en Edgar Poe esta materia privilegiada es el agua o más
exactamente una agua especial, un agua pesada, más profunda, más muerta, más adormecida que
todas las otras aguas dormidas, que todas las aguas muertas, que todas las aguas profundas que
encontramos en la naturaleza. El agua, en la imaginación de Edgar Poe, es un superlativo, una
especie de sustancia de sustancia, una sustancia madre. La poética y la ensoñación de Edgar Poe
podrán servirnos, pues, de tipos para caracterizar un elemento importante de esta química poética
que cree poder estudiar las imágenes fijando para cada una de ellas su peso ensoñación interna, su
materia íntima”. AG, p. 75
El dolor de la muerte, la cercanía de los muertos al agua, produce un silencio que vuelve
el río también silencioso. Un blanco universal se expande y las lágrimas se funden con el
agua. Para Poe esta es una expresión de la poética de la inmensidad. En últimas, una
aproximación al silencio originario, al sueño de las aguas que nos reconcilia con tierra, con
la muerte y con los muertos.
Sobre el complejo de Caronte también el agua vincula el morir con la idea del viaje, pero
también con la imagen del río como un ataúd que se pierde en la ensoñación de la muerte.
En el árbol junto al río la memoria evoca la muerte maternal, el lugar donde se deja en
reposo el cuerpo, cubierto por el árbol para que el agua lo reciba en su intimidad. Es la
partida hacia la muerte. La muerte se encuentra en las aguas y se ve partir el barco que
emprende el viaje hacia la tumba. En otro sentido, es quien conduce en el barco hacia la
región de los muertos por el agua silenciosa:
"Esto es lo que se escucha cerca del río, no su voz sino un suspiro, el suspiro de las plantas
blandas, la caricia triste y ajada de la vegetación. Pronto hasta los vegetales van a callarse y
luego, cuando la tristeza golpee las piedras, todo el universo se volverá mudo de un indecible
espanto. " AG, p. 108
Pero, por otra parte, el agua invita al suicidio. Basta con recordar a Ofelia. Invitada por
el agua se adentra en la muerte con deseo y enamoramiento. De ahí que los suicidios
literarios no son sino manifestaciones de la imaginación sobre la muerte, un delirio acuático
que busca los ensueños de la muerte.
Pero además, es un encuentro entre la locura y el ahogo. Así la muerte es como un soñar
dulce y húmedo. Queda la imagen de la cabellera de Ofelia sobre la superficie del agua que
atrae lo celeste hacia el agua, con una palidez horizontal. Esa blancura del brillo de la
cabellera de Ofelia loca y ahogada que se fracciona por la transparencia del agua que
recibe una luz pálida, no es sino la evocación de la luna, ese otro rostro de la muerte. Y no
hay manera de evitar pensar en el destino de quien va, sumergida ya en el agua,
contemplando la luz de la luna y el brillo sombreado de las estrellas. Entonces, agua y
destino son uno. El agua no es otra cosa que ese espejo que invita a la muerte y hace
palpable el destino humano del viaje que el agua entraña.
“Así, para algunas almas, el agua en verdad contiene la muerte en su sustancia. Transmite una
ensoñación cuyo horror es lento y tranquilo. En la tercera elegía del Duino, Rilke parece haber
vivido el horror sonriente de las aguas, el horror que sonríe con la sonrisa tierna de una madre
desconsolada. La muerte en un agua calmada tiene rasgos maternales. El horror apacible esta
‘disuelto en el agua que vuelve ligero el germen vivo’. El agua mezcla aquí sus símbolos
ambivalentes de nacimiento y de muerte. Se trata de una sustancia llena de reminiscencia y
ensoñaciones adivinatorias. AG, p. 140
Otra manifestación de la poética del agua es el agua maternal o femenina. Es una imagen
que se convierte en lo que sostiene el universo, el seno materno originario. La imagen de lo
femenino se dispersa en el agua, y así se convierte en el sustrato de todo el paisaje de lo que
existe:
"La luna, la noche, las estrellas arrojan entonces, como si fueran flores, sus reflejos
sobre el río. Parecería que mientras los contemplamos en las aguas, el mundo estrellado
parte la deriva. Los resplandores que pasan por la superficie de las aguas son como seres
inconsolables; hasta la propia luz es traicionada, desconocida, olvidada". AG, p. 137
"Una vez más vemos que todos los grandes valores sustanciales, todos los movimientos
humanos valorizados ascienden sin dificultad al nivel cósmico. De la imaginación de la leche a la
imaginación del océano hay mil transiciones, porque la leche es un valor de imaginación que
encuentra salida en toda ocasión". AG, p. 188
Hay muchas imágenes del agua convertida en leche: el agua lechosa que refleja la luz de
las constelaciones; el océano lechoso que sostiene la tierra; lo primitivo del agua y una ultra
leche que es elemento que se digiere como alimento del universo y de los sueños; la leche
madre de las madres; las imágenes que funden la leche y alcohol, la embriaguez y el
alimento. En fin, todas ellas muestran lo que es líquidamente humano, esa transparencia de
la mujer en el agua, esa forma femenina que nos acuna, como el sueño de Novalis de un
agua que envuelve sustancialmente como una mujer en el ensueño. Finalmente, ese lazo
estrecho entre el cielo y el agua que trae la armonía de los cuatro elementos, la sustancia
que envuelve tierra, aire y fuego:
“En Novalis los seres del sueño sólo existen cuando se los toca, el agua sólo contra el pecho se
transforma en mujer y no ofrece imágenes lejanas. Ese carácter físico muy curioso de ciertos
sueños de este escritor merece, en nuestra opinión que le demos un nombre. En vez de decir que
Novalis es un vidente que ve lo invisible, podríamos que es un tocante que toca lo intocable, lo
impalpable, lo irreal”. AG, p. 194
Estos son algunos aspectos de la multiplicidad metafórica del agua. Es el elemento que
sostiene desde su materia todas las relaciones entre los elementos y reserva la existencia
del hombre para que se vincule con la naturaleza. Es la fuerza natural que da origen a los
sueños y da a luz lo cósmico. El agua es pura materia que se mueve y al hacerlo nos abre
las imágenes de la muerte, ese destino inevitable del río líquido que somos.
11. El aire, la altura y el abismo
“El que no asciende, cae. El hombre, como hombre, no puede vivir horizontalmente. Su
descanso, su sueño es con la mayor frecuencia una caída. Los que duermen ascendiendo son raros.
Duermen el sueño aéreo. El sueño shelleyano, la embriaguez de un pueblo de un poema”.AS, p. 21
Las ensoñaciones del aire parecen ser de índole platónica, pero la gran diferencia es que
se llega a lo celeste, al cielo estrellado no para encontrar las ideas o el pensamiento sobre el
mundo de más abajo, sino sencillamente para imaginar el mundo. La razón se vuelve
insuficiente porque no puede acceder a conceptos abstractos de más arriba, mientras que la
imaginación siempre desborda esos limites. Pero a su vez nos detiene en lo visible, en las
imágenes que parecen ser falsas, pero que son imágenes materiales que se dispersan
espiritualmente por las alturas. La caverna de Platón esta llena de esas imágenes que en sí
mismas portan la materia lumínica que sostiene todo, el sol alado, la idea imaginaria
luminosa que permite la ensoñación del mundo.
Las imágenes que provoca el aire comienzan por el sueño del vuelo, el aligeramiento de
la materia. Esto lleva a una poética de las alas, que libera los sueños en movimientos
infinitos; luego viene la caída imaginaria que es un descenso a los abismos oscuros de la
tierra, a los infiernos, donde se forman imágenes de la verticalidad; luego viene el ascenso,
la subida, la caída hacia arriba que permite experimentar la dinámica de la altura. Y a partir
de allí sólo queda contemplar el cielo azul, las constelaciones, las nubes, la vía láctea y el
árbol aéreo, en fin para experimentar el dinamismo del soplo suave y todo el movimiento
de la altura, la armonía lumínica del universo.
En particular, las imágenes del aire son cinemáticas. Mediante una energía
transformadora se logra un movimiento de lo visual, se experimentan todos los fenómenos
del cambio. La dinámica de las imágenes del aire tiene que ver con los fenómenos
psíquicos, con una verticalidad del alma que se precipita en ascenso hacia las metáforas de
la altura, pero también de la caída. Como en una dialéctica entre el entusiasmo y la angustia
la imaginación se despliega hacia abajo. Pero además de ser una caída imaginaria es una
caída moral en la que los valores se transmutan, se transvaloran, por esto el viaje hacia la
altura es un impulso hominizante, es decir, un movimiento del ser humano hacia sí mismo.
Para Bachelard el aire tiene que ver con la verticalidad, la que lleva a la altura o a la
caída porque el sueño horizontal no existe. El sueño materialmente es aéreo y las metáforas
de la altura revelan un diferencialidad de emociones y visiones que se dan en el
movimiento de ascenso o descenso.
“Formulamos, pues, este primer principio de la imaginación ascensional: entre todas las
metáforas, las de altura, de elevación, de profundidad, de rebajamiento, de caída, son metáforas
axiomáticas por excelencia. Nada las explica y lo explican todo”. AS, p. 20
Veamos a continuación algunos aspectos particulares del tratamiento que Bachelard hace
de las imágenes del aire: el sueño del vuelo, la poética de las alas, el psiquismo ascensional
y el cielo azul.
Sobre el sueño del vuelo Bachelard recurre a poetas como Shelley, Nodier y Rilke.
Comienza por hacer una crítica al psicoanálisis puesto que éste descuida una estética del
sueño y los modos como la racionalidad deforma el sueño. Por esto no puede vincular la
voluptuosidad o la belleza del sueño aéreo. En principio es la voluptuosidad onírica la que
da fuerza al soñador para volar, más que alguna determinación reprimida. Por esto el
soñador inventa su propio vuelo porque tiene conciencia de que lo hacer y puede construir
lógica y objetivamente sus imágenes. Una poética del sueño, por lo tanto, es múltiple,
pasional, lógica y objetiva
El sueño del vuelo tiene una dialéctica que fluctúa entre la pesadez y la gravidez,
entre lo ligero y lo pesado. Semejante a los estados sentimentales que ondulan entre el dolor
y la alegría, la pasividad y la actividad, la exaltación y la fatiga. Como se necesita una
fuerza ascensional esto produce cansancio. Pero es así como puede darse un valor estético
al sueño. No se encuentra determinado por la inconsciencia del estar dormido ni por la
conciencia del dominio de las fuerzas ocultas. El sueño del vuelo entonces es poético:
“Si hay un sueño susceptible de mostrar el carácter vectorial de psiquismo, es el suelo del
vuelo. No tanto por su movimiento imaginado como por su carácter sustancial íntimo. En efecto,
por su sustancia, el sueño de vuelo está sometido a la dialéctica de la ingravidez y del
entorpecimiento. Por este solo hecho, recibe dos especies muy distintas: vuelos ligeros y vuelos
pesados”. AS, p. 33
Para Charles Nodier en el sueño la razón está presente, de manera que hay un vínculo
entre el sueño y la vida despierta. Ni siquiera en el sueño más profundo en el que hay
reposo óptico y verbal la vida consciente se convierte en una entrega a la vida elemental.
La noche y el silencio nos conducen a nuestro propio elemento. Al ocurrir la liberación de
las formas lo visual va a lo esencial y el ala es el rasgo de racionalización de ese vuelo
onírico, por lo tanto, el sueño es previo al vuelo de las alas. Por esto sale al aire el onirismo
con forma alada. Es como el vuelo de Ícaro:
El sueño está, para Bachelard antes que las formas. El instinto de ingravidez es el más
profundo, tanto, que los hombros pueden convertirse en alas: “Para el hombre que sueña las
fuerzas voladoras residen en los pies”. AS, p. 44. El vuelo muestra una realidad onírica y los
pies parecen contener las fuerzas voladoras del que sueña. Así surge una movilidad del
instante desde la noche y el ritmo de la vida nocturna.
Para Rilke las alas son como los pies, el vuelo consiste en el movimiento entre la caída
en el sueño y la verticalidad o elevación hacia el cielo. Así el sueño del vuelo es una
realidad nocturna autónoma.
En Shelley, que es el poeta de las sustancias aéreas hay una unidad entre la imagen aérea
y el movimiento. Es por eso que Prometeo se libera para optar por un encadenamiento a la
libertad. Sus imágenes son espirituales porque con ellas humaniza las fuerzas cósmicas, son
maneras de liberación. Hay, por tanto, una verticalidad que reúne los elementos. En este
caso el aire y el agua como si en la tormenta se liberara hacia arriba el espíritu.
El universo del sonador aéreo, por otra parte, parece una Isla flotante. Sobre ella está
protegido de la voluptuosidad y las pasiones. Hay una armonía entre el cielo y las flores
que en la altura como ideas platónicas se convierten en una inmensidad, pero únicamente
imaginada. El cielo y el océano se funden. Todo asciende sin obstáculos. El poeta tiene la
primera imagen de su realidad psíquica, pero irracionalmente siente su movimiento alado.
La imaginación experimenta una música y una armonía divina:
“O, para ser exactos, debemos dormir en nuestro propio elemento. Los buenos sueños son los
sueños acunados y transportados, y la imaginación sabe de sobra que somos acunados y llevados
por algo y no por alguien. En el sueño somos el ser de un Cosmos; nos acuna el agua, nos lleva
por los aires al aire, el aire en el que alentamos, siguiendo el ritmo de nuestra respiración. Estos
son los sueños de la infancia o al menos el sueño tranquilo de la juventud cuya vida nocturna
recibe con tanta frecuencia una invitación al viaje infinito”.AS, p. 50
“El silencio de la noche aumenta la " profundidad " de los cielos. Todo se armoniza en este
silencio, y esa profundidad. Las contradicciones se borran, las voces discordantes de la calle
callan. La armonía visible de los signos del cielo acalla en nosotros unas voces terrestres que se los
habían quejarse gemir. De súbito la noche es un signo en tono mayor; el romanticismo de la
alegría y de la felicidad resuena en la vida de Ariel”.AS, p. 68
Otro aspecto que se manifiesta en la imaginación material del aire es la poética de las
alas. El movimiento del vuelo llega a su perfección en el movimiento de las alas, es como
una abstracción instantánea en que la imaginación escapa a las formas concretas. Por esto el
vuelo del pájaro es la perfección de la belleza. Cada vuelo de la mariposa, del pavo real o
del pájaro son asombrosos porque crean su propio color, su movimiento alado que la
imaginación captura en la velocidad del instante.
“El movimiento del vuelo da, en seguida, en una abstracción fulminante, una imagen dinámica
perfecta, acabada, total. La razón de esta rapidez y de esta perfección reside en que la imagen es
dinámicamente bella”.AS, p. 85
El soñador es el que vuela acompañado por una forma aérea, visible e invisible. Un
alma que no olvida ni se engaña. Está recordando lo ideal y entonces toma forma de pájaro.
Así se constituye la imaginación dinámica en la que las alas no pueden dibujarse, son
signos inaprensibles que tienden hacia arriba:
“Sostenemos la tesis que, si los pájaros son el pretexto del gran vuelo de nuestra imaginación,
no es la causa de sus brillantes colores. Lo que es bello, primitivamente, en el pájaro es el vuelo.
Para la imaginación dinámica el vuelo es una belleza primera. Sólo se ve la belleza del plumaje
cuando el pájaro se posa en tierra, cuando ya no es, para el ensueño, un pájaro. Puede afirmarse
que existe una dialéctica imaginaria que separa vuelo y color, movimiento y adorno.. No es posible
tenerlo todo: no es posible ser a la vez alondra y pavo real. Este último es eminentemente terrestre.
Es un museo mineral. Para agotar nuestra paradoja será preciso demostrar que, en el reino de la
imaginación, el vuelo debe crear su propio color”.AS, p 86
Otro poeta que recuerda la poética de las alas, según Bachelard, es William Blake. Un
poeta que se encuentra entre la imaginación de las formas y de las fuerzas. Crea imágenes
que reúnen la palabra y la materia. Puede imaginarse como el pájaro marino es el aire
personificado. Es el héroe que concilia lo terrestre y lo aéreo, es el centro de la relación
tormentosa entre el aire y el agua que es eminentemente poética. Pero también logra
transformar los vuelos del pájaro en movimientos de la serpiente que repta, de esta forma
la tierra se ve arrastrada por el vuelo aéreo del pájaro, mediante un dinamismo vertebrado
que se contorsiona.
Una poética de las alas exige que se establezcan relaciones entre la forma y la fuerza de
la imaginación. La alondra viene a ser una expresión del realismo de la metáfora, ese
movimiento indescriptible de lo aéreo que los poetas crean. Su canto completa la imagen.
Entonces, lo invisible y lo auditivo se integran en un resplandor difícil de ver. La alondra es
como el ideal movimiento del aire, la belleza irrepresentable del universo; es la posibilidad
de la subida, la alegría cósmica. Todo esto hace que la alondra sea por excelencia para los
poetas una metáfora del movimiento eterno del aire:
“Parece que al llamamiento del alondra, los bosques, las aguas, los seres humanos, los rebaños
- y el suelo mismo con sus praderas y sus lomas- se vuelven aéreos, participan de la vida aérea.
Reciben de ella una especie de unidad del canto. La alondra pura es , pues, el signo de una
sublimación por excelencia”. AS, p. 114
Pero el poeta del aire por excelencia es Nietzsche. Su pensamiento poético manifiesta el
ascenso, lo aéreo y vertical de sus imágenes. Cuenta como algo determinante el encuentro
entre poesía y filosofía porque muestra una ruptura con la tradición metafísica que excluye
la poesía por tener un carácter imaginario. Nietzsche es el poeta de la acción y de
imaginación dinámica y material, el pensador y el poeta:
“En efecto, para Nietzsche, el aire es la sustancia misma de nuestra libertad, la sustancia de la
alegría sobrehumana. El aire es una especie de materia superada, como la alegría nietzscheana es
una alegría humana superada. La alegría terrestre es riqueza y gravedad -la alegría acuática es
blandura y reposo- la alegría ígnea es amor y deseo -la alegría aérea es libertad”. AS, p. 170
“Para un verdadero nietzscheano el olfato debe dar siempre la feliz certidumbre de un aire sin
aroma, el olfato debe testimoniar la inmensa dicha, la conciencia bienaventurada de no
experimentar nada. Es la garantía de la nada de los olores”.AS, p. 171
El aire de la altura es frío, invoca la soledad y todo se vuelve silencio. Invita a ser uno
mismo. Despierta la voluntad de poder, de elevación sobre lo pesado. Lo mismo le ocurre
al lector porque empieza a respirar el aire de la altura, la fuerza elevadora del silencio y del
frío. Pero también logra integrar el pensamiento abstracto y la metáfora en las imágenes
aéreas.
Pero esta elevación aérea no es sólo estética sino también moral. El volar es una
superación de los valores del pasado que pesan y retienen. Al volar hay conciencia de lo
ligero de la vida, de lo móvil y lo creador. Entonces, se trasmutan los valores, lo terrestre se
torna aéreo, todo queda invertido. Moralmente creado y trastocado, desde el aire los valores
se transvaloran porque la voluntad de poder supera sus límites.
Este dinamismo aéreo y moral elimina la pesadez para que haya libertad y sinceridad
con uno mismo. Esa es la libertad de lo sobrehumano. No se trata de arrojarse a la muerte
sino entregarse a la carne y a la tierra y darle muerte al conocimiento, a los límites y a la
razón. Es un arrojarse a la nada del aire. Es la verticalidad imaginante del aire. Un juego
que unifica caída y elevación:
“Para la imaginación material, el vuelo no es una mecánica que debe inventarse, es una
materia que es preciso trasmutar, base fundamental de una trasmutación de todos los valores.
Nuestro ser debe convertirse de terrestre en aéreo. Entonces hará leve toda la tierra. Nuestra
propia tierra, en nosotros será la ‘leve’”. AS, p. 178
La visión nietzscheana del arrojarse fuera de sí, por encima de sí, es el abismo: la
dinámica de las imágenes cósmicas que reúnen el destino y el cielo. Son las imágenes de la
voluntad que hacen del ser humano una materia aérea. Es un árbol erguido, un pino que
enérgicamente, con voluntad de superación se eleva al abismo desde la roca. Ese es el ideal
aéreo de Nietzsche, el ultraserhumano que va en caída al abismo de la elevación sin
detenerse:
“Se trata de arrojar lejos de nosotros todos nuestros pesos, todos nuestros pesares. Todos
nuestros remordimientos, todos nuestros rencores, todo lo que, en nosotros mira hacia el pasado -se
trata de arrojar al mar todo nuestro ser pesante, a fin de que desaparezca para siempre. Así
aniquilaremos nuestra doble pesadez, lo que es en nosotros tierra, lo que en nosotros es pasado
íntimo oculto. Entonces resplandecerá nuestro doble aéreo. Entonces surgiremos libres como el
aire, fuera del calabozo de nuestros propios escondites. Súbitamente seremos sinceros con nosotros
mismos”. AS, p. 179
Por otra parte, Nietzsche es el pescador del aire, de la cima más alta. En soledad
vitalmente se encuentra en el mundo aéreo con una orientación moral hacia lo eterno, pero
no desde la razón como en Platón, sino desde la imaginación que está antes de toda razón y
que es el único principio de elevación sobre sí mismo: una ética de la imaginación.
Esta altura imaginaria no está constituida por seres eternamente detenidos. Los pájaros
violentamente se mueven contra el cielo. El vuelo es violento, ataca los valores metafísicos
del cielo. Al huir de la tierra hiere el cielo con cólera como un rayo humano. Por eso el
Águila para Nietzsche va a ser el símbolo de ese arrojo contra la altura. Esa es la
profundidad alta. Una profundidad en movimiento como el sol naciente que retorna
eternamente, decididamente. Por eso quien sabe levantarse se parece al sol naciente que
nunca detiene su elevación. El eterno retorno y la voluntad crean el nuevo mundo como
soles nacientes, morales e imaginariamente dinámicos en la altura del aire:
“He aquí el axioma de este idealismo: el ser que sube y baja es el ser por el cual todo sube y
baja. El peso no está en el mundo, está en nuestra alma, en nuestro espíritu, está en el corazón
-está en el hombre. Al que venza la gravedad, al superhombre, le será dada una suprema natu-
raleza- precisamente la naturaleza que imagina un psiquismo de lo aéreo”. AS, p. 198
12. La tierra, la fuerza y la fragua
Este encuentro con los objetos crea una dialéctica entre el trabajo y el descanso. La
extroversión es el acto de la expansión de la fuerza sobre la materia, la introversión es el
descanso que se abre a todas las imágenes de los objetos. Estos dos efectos establecen una
vinculación que rompe con la dicotomía que se da desde la racionalidad entre objeto y
sujeto. La interioridad se exterioriza y lo exterior se vuelve interioridad que habla en un
lenguaje imaginario. Sueño y objetos terrestres se confunden y es imposible separarlos. En
el interior de las cosas se ve lo invisible, las cualidades sustanciales imaginadas a través de
la irritación, el trabajo y el reposo, el silencio:
“En pocas palabras, materias sin duda reales, pero inconsistentes y móviles, pedían ser
imaginadas en profundidad, en una intimidad de la sustancia y de la fuerza. Mas, con la sustancia
de la tierra, la materia aporta tantas experiencias positivas, la forma es tan brillante, tan evidente,
tan real, que difícilmente se ve cómo dar cuerpo a ensueños tocantes a la intimidad de la materia”.
TV, p. 8
Para abordar este elemento sólo se hacen referencias a las dialécticas de lo imaginario, a
la relación entre la voluntad y la materia y al lirismo del herrero, que se encuentran en el
libro La tierra y los ensueños de la voluntad.
En primer término, de nuevo en la poética de la tierra surge una dialéctica que se podría
sintetizar en la relación entre lo duro y lo blando. Esta dialéctica produce las imágenes de
la materia íntima de las cosas, el juego de resistencia del que trabaja con los músculos la
madera y que le hace experimentar lo demasiado duro y lo demasiado suave. Allí la
voluntad debe medir su energía, el trabajo entonces es una génesis de esas fuerzas: la
medida de la voluntad que se requiere para hacer frente a la materia. La imaginación
penetra la materia, a partir de las sensaciones táctiles y va al fondo de su energía que le
hace resistencia:
---
“Dejamos pues a otros el cuidado de estudiar la belleza de las formas; nosotros queremos
dedicar nuestros esfuerzos a determinar la belleza íntima de las materias; su masa de atractivos
ocultos, todo ese espacio afectivo concentrado en el interior de las cosas. Tantas pretensiones que
sólo pueden valer como actos del lenguaje, poniendo en juego convicciones poéticas. Esos serán
entonces para nosotros los objetos: centros de poemas. Esa será entonces para nosotros la
materia: la intimidad de la energía del trabajador. Los objetos de la tierra nos devuelven el eco de
nuestra promesa de energía”. TV, p. 15
“Que un objeto inerte, que un objeto duro de lugar a una rivalidad no sólo inmediata, sino también
continua, retorcida, renovada, es una observación que siempre se podrá hacer si se da una
herramienta a un niño solitario. La herramienta tendrá inmediatamente de un complemento de
destrucción, un coeficiente agresión contra la materia”. TV, p. 47
Por otro lado, más allá del psicoanálisis y el racionalismo, el ejercicio del soñador no es
sobre las cosas sino sobre las supercosas, una materia más allá de las cosas. Como el
leñador que moldea y corta la materia bajo los efectos de la ensoñación, por ello, cortar la
madera no es otra cosa que un ensueño pleno de voluptuosidad.
En el fondo de la pugna entre la materia y la voluntad puede darse una dialéctica entre la
contemplación y la acción. Las imágenes de la materia se multiplican. La acción es la
percusión. Hay una clase de percusión que es la asentada con percutor, que es el buril. En
esta acción percutora la fuerza está administrada, la voluntad está dirigida, hay una
conciencia de la voluntad que ejerce presión sobre la materia, de modo que se origina una
imagen de las ensoñaciones de esa voluntad que golpea sobre la piedra o la dureza:
“Para comprender esa provocación directa del mundo resistente, habría que definir una
instancia material nueva, una especie de super ello contra el cual queremos ejercitar nuestras
fuerzas, no sólo en la exuberancia de nuestro exceso de energía, sino en el propio ejercicio de
nuestra voluntad incisiva, de nuestra voluntad amasada en el filo de una herramienta”. TV, p. 49
La hostilidad entre materia y voluntad está dada por la acción del buril. Se libera una ira
con cada golpe. Rechinan los dientes, se contrae el rostro, se hace chirriar la materia, se
produce angustia y vivacidad con cada golpe. El ser se revela en esa cólera chispeante.
Produce imágenes literarias, pero también metafísicas porque el ser de la materia se abre. El
obrero es el ultraserhumano porque domina la materia. Hace una filosofía del contra que no
se detiene ante lo áspero y lo sólido. El mundo se activa, de modo que la fuerza humana
trasciende el mundo en reposo. El ser humano sobrepasa el ser para ir al nacimiento de la
energía. La lucha entre la voluntad y la materia es imaginaria y perdurable.
El martillo es la fuerza creadora, con la ella el poeta quiebra con las palabras, mediante
una violencia instantánea. Trabajo y virtud confluyen en el sonido del martillo del que
brotan las imágenes:
“La mayor conquista moral que el hombre haya logrado jamás es el martillo obrero, Por el
martillo obrero, la violencia a que destruye se transforma en fuerza creadora”. TV, p. 152
Pero el martillo del herrero es el que provoca materialmente sonidos y danzas, su sonido
es poético. En la fragua desata la virilidad muscular. Sus golpes rompen el tedio porque
crean la violencia de los instantes. La imagen de la fragua se perfecciona con la pinza y el
fuelle. El aire aviva el fuego, es como un soplo paternal, un aliento cargado de influencias y
de energía para fundir el hierro. La pinza sostiene en medio del calor y del instante para
que el acto se cumpla y todas las imágenes férreas se produzcan:
“Con el martillo nace un arte del choque, toda una habilidad de las fuerzas rápidas, una
conciencia de la voluntad exacta. Segura de su útil poder, la fuerza del herrero es gozosa. Un
herrero malo es la peor de las regresiones”. TV, p. 153
Bachelard se adentra en la imaginación del hierro. En el temple del acero todas las
fuerzas entran en conflicto, en particular, dice, allí se da una lucha de los dioses, los
elementos combaten entre sí. El aire es el soplo que mantiene el fuego vivo, el acero hace
frente a lo femenino del agua que se requiere para enfriar el hierro al rojo vivo que nace de
la tierra. Este juego de los cuatro elementos crea las imágenes primordiales y la venida de
los sueños. El temple del hierro lo hace elástico y duro a la vez. Cuando entra en contacto
con el agua se producen los sueños. La fuerza de la solidez de la materia y la sutileza
líquida provocan imágenes cósmicas. Esta es la contradicción material del temple del acero.
El metal se vuelve metáfora cuando entra en contacto con el agua:
“Si los ensueños del temple resultan tan numerosos y tan libres, tal vez se nos permita tomar
por nuestra cuenta ensueños de avaricia sustancial, que, según creemos, acompañan a los
ensueños del temple ¿ Se dejará al hierro candente, al hierro enriquecido con todas las fuerzas del
fuego, perder, tranquilamente la llama y el calor? No; al hundirlo de pronto en el agua helada se
sueña con un procedimiento que bloquee en las sustancias todas las virtudes del fuego. Basta soñar
sustancialmente, entregarse con toda su imaginación material a los sueños de la riqueza de las
sustancias, a los sueños fuertes, para tener la idea de encerrar mediante el agua fría el fuego en el
hierro, de encerrar la bestia salvaje que es el fuego en la prisión del acero”. TV, p. 172
Pero otra imagen material es la espada. Ya no es una herramienta, es una metáfora del
sol, su resplandor se confunde con sus rayos. Es la creación más bella del encuentro del
agua y el fuego. En ella se concentran las fuerzas morales de la lucha en la fuerza de las
imágenes que llevan el valor de las palabras, las acciones, las decisiones y los ensueños
primigenios.
“El oro y el negro ya no son simplemente colores puestos uno cerca del otro para que
intercambien valores luminosos ante una mirada profunda. Son sustancia. Sustancias en lucha.
Sugieren la lucha del hierro y del oro. Una lucha en que el escritor, en la continuación de su obra,
ha de encontrar todas las participaciones que animan el coraje del trabajado “.TV, p. 175
La evocación de lo mítico crece desde la fragua. Entre el sol poniente y el horizonte está
la imagen de Vulcano, de inmediato hay un movimiento del soñador de la fragua y los
volcanes que son las apariencias vertidas de la energía de la tierra. El sol poniente,
entonces, es como una preparación para la salida del sol de la mañana. El ocaso es un
nacimiento que se hunde en las sombras heridas por las luces de la fragua cósmica:
“Con el sol poniente golpeado por el martillo del soñador, hemos hecho elevarse a la imagen de la
fragua, como tantas otras imágenes, al nivel cósmico. En cierto modo, la síntesis es aquí aún
mayor. El ocaso tropical es el que sufre la violencia de los vientos martilladores del norte. Esta
síntesis es una nostalgia, que, ante el paisaje atormentado del cielo europeo se encuentra con el
paisaje natal.”. TV, p. 179
El herrero es el intermediario entre los dioses y los hombres. A veces sus sueños se
convierten en campanas. En el martilleo sonoro y rítmico que rompe el espacio. Su oficio
tiene que ver con la tierra, el agua, el fuego y el aire, por eso es el demiurgo de la caverna.
En la dinámica imaginaria de la tierra se vinculan los cuatro elementos. En esto consiste la
poética de la tierra.
13. El fuego y el lenguaje poético.
Finalmente, las imágenes del fuego tienen más proximidad con la palabra, es decir, con
el lenguaje. Cada elemento tiene una fuerza de vinculación del universo. En el fuego, dice
Bachelard, nos encontramos con el trabajo de un hacedor de libros que es una liberación del
lenguaje en la poesía:
" El Fénix es hoy, en toda la fuerza del término, un ser del lenguaje, un ser del lenguaje poético.
No es más que eso, pero es todo eso. Es un ser de los libros. Renace sin cesar, renace poéticamente,
siempre con nuevas galas. En una poética del fuego Los fénix son innumerables. Leyendo
asiduamente a los poetas del fuego, se tiene la certeza de que se verá aparecer de pronto el
prestigioso pájaro de fuego. ". PF, p. 48,
El tratamiento del fuego hace evidente los límites de la racionalidad científica. Las
imágenes sobrepasan los conceptos, son anteriores a las ideas. La belleza consiste en el
despliegue del lenguaje en un dinamismo psíquico. La imagen literaria, entonces, está por
encima del lenguaje hablado y de la significación. Lo poético esta por encima del
significante y el significado, porque se da una metamorfosis de lo que son las palabras. De
este modo se produce una doble elevación del ser: sobre los objetos y sobre las evidencias
psicológicas. Sin embargo, el ser de las palabras no nombra la permanencia como el ser de
los filósofos, más bien, rompe la eternidad de esa quietud. Simplemente son un modo
limitado del ser que permanentemente se transforma porque su dinámica no es autónoma
sino imaginaria, no se detiene en los significados sino en el devenir inconstante del fuego.
Esta obra de Bachelard está dividida en 3 partes. En primer lugar, hace referencia a la
imagen de los Fénix, innumerables en sus renovaciones y nacimientos. Son imágenes que
no pierde su posibilidad de originar. En segundo lugar, la imagen de Prometeo que tiene
que ver con las ensoñaciones sobre el robo del fuego a los dioses. Por este motivo el fuego
se propaga por todo el cosmos como lenguaje y poesía. Finalmente, viene la imagen de
Empédocles que porta una apariencia de la muerte, el filósofo de la detención y de la nada,
es decir, de la muerte del mundo. Estas tres formas de la poética del fuego se originan en
las ensoñaciones del ánimus porque forman parte del reino del lenguaje.
En una segunda parte de la poética del fuego se exploran los sueños vividos. Lo vivido
es una experiencia de lo efímero y es imaginario. Por esto la vida del hombre no tiene un
centro sino una serie de imágenes dispersas que no pueden medirse ni vivirse. De ahí que la
imagen poética no se sostiene en la existencia sensible, no es una estética concreta.
De este modo puede hablarse de fenomenología poética porque se produce una mutación
entre la objetividad y la subjetividad. Sin sustancias que las soporten, objetividad y
subjetividad, fluyen dinámicas de la imaginación que oscila entre sujeto y mundo. Y es por
esto que Bachelard justifica su lectura de los poetas cuando hace referencia al fuego, puesto
que el lenguaje poético es una apertura hacia las alturas de la palabra. Los poetas son
quienes encuentran la base de la sublimación absoluta, las imágenes se liberan de la carga
pasional y entran en el ámbito de la pureza poética. Este es un obstáculo para el
psicoanalista por que no le deja ver las causas psicológicas de las imágenes:
"Ha vuelto a la subjetividad. Objetivamente, en la imagen poética tiene la gloria de ser efímera.
Las sensaciones evocadas no la mantienen en la existencia sensible. Se evocan las sensaciones
pero no se las experimenta. En síntesis, con la imagen poética se entra en un reino estético que no
tiene nada en común con las manifestaciones de las estéticas concretas, de las estéticas que crean
objetos. ". PF, p. 56
La dialéctica del Fénix es la lucha entre al vida y la muerte. El lector experimenta esas
transformaciones. El poeta contempla el Fénix como el nacimiento del mundo poético,
como un soplo de Belleza. Cada nacimiento del Fénix después de su muerte es más
poético.
En síntesis, Bachelard trata en la poética del fuego las imágenes de los mitos y de los
poetas: la imagen de un pájaro de luz que indica el instante del mundo y las puras imágenes
literarias vivas que no tienen antepasados:
"Pensé entonces que se necesitaba una revolución filosófica para ingresar verdaderamente en
el reino poético. Me ejercite en esa mutación de la objetividad en subjetividad que nos enseña la
fenomenología. Me ejercité- orgullosa comedia- en creer que era el autor, el sujeto creador de las
imágenes que los poetas no ofrecían. El método fenomenológico me ordenaba, sin embargo,
restituir a la conciencia primera - es decir, a la conciencia personal- la creación de las bellas
imágenes. Quería, en efecto embellecer el psiquismo y era leyendo a los poetas como yo me sentía
en una vida bella”. PF, p. 56
En esta ocasión sólo se abordará el Fénix como fenómeno del lenguaje. Muchos poetas
como Eliot, G. Sand, Wahl, Octavio Paz, Cyrano han creado imágenes del Fénix. Con ellos
entramos en el puro reino de lo poético.
El Fénix también es un pájaro de fuego, siempre va hacia delante por eso es imaginario;
es como una llama que vuela en el cielo oscuro, traza imágenes de rapidez. Es una
ensoñación de los instantes del universo, un relámpago del tiempo.
Hay una imagen de la niñez cuando se contempla un martín pescador que es como una
llama que irrumpe en el espejo azul del agua y se roba los peces. El Fénix hace lo mismo
pero en el espejo de la memoria. Es una flecha viviente que instantáneamente concentra la
vista y se pierde en la lejanía:
T. S. Eliot es un poeta del instante porque rememora el martín pescador que es como un
instante de resplandor. Un pájaro de fuego que simboliza una poética del instante. El martín
pescador es efímero pero a su vez cósmico, por eso renacen en el poema. Es una evocación
de la ingenuidad del universo. En él se conjugan el nido y la pira, el nacimiento y la
extinción, el triunfo y la muerte. Al morir se convierte en el fuego alado del cielo.
El Fénix reúne los olores del soñador de palabras, los aromas lo embalsaman y se
propagan por el cosmos. La ceniza es el incienso de él mismo, es el pájaro hijo del sol
como lo soñó Cyrano. Todas las imágenes humanas las recoge el Fénix, porque nace de los
dramas humanos: el nacimiento y la muerte. Es la imagen pura de la poética del fuego. En
este sentido, las imágenes del Fénix de Octavio Paz indican que tiene muchas máscaras y
que éstas renacen en todos los poemas. Es un fuego dividido que nace en el exterior y a su
vez en el interior humano:
" La fenomenología nos permite, nos ordena vivir la imagen por el atractivo de sus sutilezas. Un
detalle de una imagen se magnifica por medio de una expansión en orden de lo poético. Un detalle
de la imagen cambia la temporalidad de la imaginación. El Fénix bate las alas, dice un fragmento
de la leyenda: ¿lo hace antes, durante o después del acto ígneo? En ese punto de sublimidad de
una combustión del ser no hay más temporalidad. Al batir las alas en su nido, el Fénix es ya un ala
de fuego, un fuego que vuela, una llama volátil, una hálito que aviva el fuego ". PF, p. 85
De esta manera se ha hecho un recorrido general por algunos aspectos del pensamiento
de Gastón Bachelard. Su epistemología y su poética se enmarcan como se ha visto en un
contexto de transformación radical del pensamiento occidental. Ahora viene un segundo
momento en el que se abordará a Jacques Derrida como el otro pensador que ahonda en las
rupturas. Pasamos de las ensoñaciones a las escrituras multiplicadas, a la deconstrucción de
la metafísica. En los dos pensadores se percibe ese quiebre. A pesar de sus diferencias y sus
acentos se encuentras propósitos similares. Lo que enriquece la discusión es, precisamente,
ese juego de semejanzas y diferencias en sus pensamiento.
ESCRITURAS:
“ El prefacio escrito ( el bloque del protocolo), el fuera del libro, se convierte entonces en un
texto cuarto. Simulando el posfacio la recapitulación y la anticipación recurrente, el auto -
movimiento del concepto, es un texto muy distinto, pero al mismo tiempo, como ‘ discurso de
asistencia’ , ‘el doble’ de lo que excede”. Ds, p. 42.
SOBRE DERRIDA
1. DIFERENCIA
“ La Diffèrance es el juego sistemático de las diferencias, de las trazas de las diferencias, del
espaciamiento por el que los elementos se relacionan unos con otros” Ps. P. 36
“ Podríamos así volver a tomar todas las parejas en oposiciones sobre las que se ha construido
la filosofía y de las que vive nuestro discurso para ver ahí no borrarse la oposición, sino
anunciarse una necesidad tal que uno de los términos aparezca como la diferancia del otro, como
el otro diferido en la economía del mismo ( lo inteligible como difiriendo lo sensible, como
sensible diferido, el concepto como intuición diferida - diferente ; la cultura como naturaleza
diferida - diferente ; todos los otros de la phiyis, techne, nomos, thesis, sociedad, libertad, historia,
espíritu, etc. - como physis diferida o como physis diferente. Physis en diferancia. Aquí se indica el
lugar de una reciente interpretación de la mymesis, en su pretendida oposición a la physis )”. MF.
P. 53
Esta dialéctica en verdad no cura sino fractura el pensamiento, deja por fuera la mitad.
El pensar se ve urgido para determinar este estado y es la deconstrucción de las oposiciones
lo que queda abierto. Es un juego indefinible de lo indefinible, una situación sin situación,
una determinación sin determinación. De esta forma, se multiplica el sentido y se
desarticula la dialéctica de relevos que inmediatamente obligaba a una solución de
unificación para poder seguir pensando lo verdadero no lo falso.
Este desplegarse discontinuo o diferencia crea este juego de los indecidibles que van
trazando las diferencias, los encuentros, los recorridos de los diversos sentidos o
significados. Una superación de las oposiciones lleva a este juego de los indecidibles que
van marcando estados contextualizados de sentido.
“Tensión del juego con la historia, tensión también del juego con la presencia. El juego
es el rompimiento de la presencia. La presencia de un elemento es siempre una referencia
significante y sustitutiva inscrita en un sistema de diferencias y el movimiento de una
cadena. El juego es siempre juego de ausencia y presencia, pero si se lo quiere pensar
radicalmente, hay que pensarlo antes de la alternativa de la presencia y la ausencia; hay
que pensar el ser como presencia o ausencia a partir de la posibilidad del juego, y no a la
inversa”. ED. P. 400.
Diferencia y poesía
El espaciamiento del tiempo y la temporalización del espacio tiene una cercanía íntima
con el poema. El diferir y la discontinuidad son formas que hacen semejante la
deconstrucción y el verso. El misterioso juego de la diferencia y la mágica expresión del
poema:
“ ¿Cómo me las voy a arreglar para hablar de la a de la diferencia? Está claro que esto no
puede ser expuesto. Nunca se puede exponer más que en lo que un momento determinado puede
hacerse presente, manifiesto, lo que se puede mostrar, presentarse como algo presente, algo
presente en su verdad, la verdad de un presente, o la presencia del presente. Ahora bien, si la
diferancia es ( pongo el ‘es’ bajo un tachadura) lo que hace posible la presentación del presente,
ella no se presenta nunca como tal. Nunca se hace presente. A nadie. Reservándose y no
exponiéndose, excede en este punto preciso y de manera regulada el orden de la verdad, sin
disimularse, sin embargo, como cualquier cosa, como un ser misterioso, en lo oculto de un no -
saber o en un agujero cuyos bordes son determinables...En toda exposición estaría dispuesta a
desaparecer como desaparición, correría el riesgo de aparecer : de desaparecer”. MF. P. 41 -
42.
“ Marca (de lo) que nunca puede presentarse, marca que en sí misma no puede nunca
presentarse : aparecer y manifestarse como tal en su fenómeno. Marca más allá de lo que liga en
profundidad la ontología fundamental y la fenomenología. Siempre difiriendo, la marca no está
nunca como tal en presentación de sí. Se borra al presentarse, se ensordece resonando, como la a
al escribirse, inscribiendo su pirámide en la diferancia”. MF. P. 57
“ Estas cosas invocadas ( en el poema Una tarde de invierno de Georg Tralk ) de este modo
(casa y mesa) recogen junto a ellas el cielo y la tierra, los mortales y los divinos. Los Cuatro son,
en una primordial unidad, un mutuo pertenecerse. La cosas dejan morar la Cuaternidad (Geviert)
de los Cuatro cerca de ellas. Este dejar - morar - reuniendo es el ser cosa de las cosas. A la
Cuaternidad unida de cielo y tierra, de morales e inmortales, que mora en el ‘cosear’ de las cosas,
la llamamos el mundo”. DH. P. 20
Finalmente, esta referencia al hegelianismo que nos ha conducido hasta la relación entre
poesía y diferencia, tiene dos elementos que desde Derrida se pueden abordar. Se trata de
los textos “Tímpano” y “Glas”. El blanco del límite que permea entre dos textos describe
con mayor precisión ese entre - dos de la diferencia.
La metafísica es una metáfora borrada que cree no ser metáfora sino verdad. Esta es la
crítica de Derrida que subvierte la tradición filosófica: hay ausencia de sentido originario,
la metafísica está en estado de indefensión; es un simulacro perfectamente elaborado en la
historia. La dependencia de la metáfora de los conceptos metafísicos o la exterioridad de
ésta respecto de la verdad, mostraron la metáfora como exclusión del reino de lo verdadero
y lo trascendental. La metáfora concebida como cambio de sentido otorgaba un valor falso
y de segundo orden frente a los sentidos propios que la metafísica exponía con certeza. La
metafísica como discurso verdadero fundaba la metáfora que se consideraba como un juego
superficial de palabras, como irrealización del ser que hacía perder autenticidad al sentido
que las cosas, las ideas y las categorías tenían.
Metafísica y metáfora: textos excluidos entre sí, sometido uno y dominante el otro.
Desventaja jerárquica que anulaba posibilidades de lectura y borraba la evidencia de que un
discurso siempre es huella de otro y que, por lo tanto, no hay un discurso originario y
único. La metafísica es una “mitología blanca”: una sucesión de metáforas que se difieren
al infinito. De este modo la metafísica queda deconstruida, fracturada en sí misma,
desrrealizada, desarticulada.
Desde los presocráticos, con la metáfora del agua de Tales o la del fuego de Heráclito, se
fue consolidando la metaforización total de la filosofía hasta Platón, que es la máxima
metáfora de la antigüedad y fuente de todas las metáforas posteriores, medievales y
modernas. Esa gran metáfora de los dos mundos ha producido una multiplicación de las
metáforas; que en la apariencia se hacen verdaderas en cada momento de la historia de la
metafísica, hasta arribar a la última gran metáfora, la de Hegel, que totaliza en la ficción de
la dialéctica y el absoluto el universo. Pero es Nietzsche en sus textos “Historia de un error”
o “La verdad y la mentira en sentido extramoral”, quien da el paso decisivo para evidenciar
esta fabulización o metaforización de la metafísica. Derrida lee muy bien la propuesta
nietzscheana y formaliza la ruptura del texto metafísico. De otro lado, la lectura de
Heidegger sobre la metafísica como olvido del ser, también hace evidentes los simulacros
de la metafísica. El ser se confunde con un ente en particular a partir de los filósofos
griegos mismos. La historia de la metafísica va superponiendo imágenes del ser que lo
ocultan. Para Derrida esta ontoteología, esta verdad del ser, única y presencial, vuelve a la
metafísica un texto cerrado que se pierde en sí mismo: autárquico y solipsista.
También esta metafísica de la presencia, del ser que habla como presente, ha ignorado
bajo una visión vulgar de la temporalidad como permanente presencia, la posibilidad de la
ausencia que crea la metáfora, y de hecho, la escritura. La metáfora aleja la presencia,
irrealiza y no deja oír el presente. La presencia a su vez tiene la forma de sujeto, de
conciencia, de idea, de sentido. Estas categorías proveen la significación y el contenido al
lenguaje, a la voz, pero es un lenguaje que es instrumento y manifestación del sentido. De
modo que un lenguaje metafórico no realiza esta experiencia metafísica por que no provee
un sentido originario y verdadero.
“El valor, el oro, el ojo, el sol y otros, son arrastrados, es sabido hace mucho tiempo, en el
mismo movimiento trópico. Su intercambio domina el campo de la retórica y la filosofía”. MF. P.
258.
La ambigüedad de la metáfora.
Este saber aparencial que la metáfora crea sitúa en el límite. La definición aristotélica de
la metáfora como forma de imitación y de translación por semejanza y la concepción de
idealización hegeliana, colocan en el lugar de lo posible lo imposible. Lo real se cambia en
lo ideal y lo ideal en lo real. Esta confusión ubica al pensar en el borde. La cuestión de la
metáfora es no resolver la contradicción:
“Este recurso a una metáfora para dar la ‘idea’ de la metáfora, impide la definición, pero, sin
embargo, asigna metafóricamente una parada, un límite, una lugar fijo : la metáfora morada”. MF.
P : 293.
El pensamiento derridiano está atravesado por esta eventualidad; es como estar en una
morada, una casa que es una metáfora, donde el sol visible vuelve aparente el sol
inteligible, una morada para la filosofía que la hace metáfora; toma en serio la dicotomía
metafísica para deconstruirla, para no tomar direcciones predominantes ni definiciones
fundadoras de contenido y forma. Se encuentra entre el ser y la apariencia. La metáfora
fractura la certeza de la ontoteología. Hace de las grandes construcciones metafísicas sólo
elementos dispersos que epocalmente parecían definitivas, pero que desde una visión
diferente son discontinuidades, eventos del pensamiento; conceptos generales que se
contextualizaron, pero que en otros contextos contemporáneos toman otras disposiciones
significativas y otras direcciones cada vez más inconsistentes por que son ilusorias. La
historia de la filosofía es, entonces, una historia de las metáforas del ser que no acertaron al
decir una única palabra sobre el ser.
Ser y metáfora
En el texto “La retirada de la metáfora” Derrida hace una referencia a Heidegger que
muestra como metáfora y metafísica tienen un recorrido, un desvanecimiento semejante.
Este vínculo esta relacionado con el acabamiento de la metafísica:
“La retirada del ser, su estar retirado, da lugar a la metafísica como ontoteología que produce
el concepto de metáfora, que se produce y que se denomina de manera cuasi metafórica”. . DF P.
59
La ontoteología es así un efecto del movimiento del ser, como lo afirma Heidegger,
fundamento metafísico que se vuelve ente y toma distintas formas. Es la dispersión del
sentido que se va determinando instantáneamente y de manera discontinua en la apariencia
sistemática de cada pensador. En ese tomar diversas formas, el ser se retira, se oculta en esa
determinación particular en este y otro ente, por lo tanto, lo que se ve es una metáfora del
ser. El retraimiento silencioso del ser da lugar a la metáfora. Esta protege, abriga no como
entificación del ser, no como nombre propio del ser, sino como traslado de sentido. De esta
forma el ser no se pierde en la objetividad del lenguaje del querer de decir, sino que se
oculta en la metáfora que nunca dice lo que debe decir. Es una protección multilateral, la
metáfora crea un halo de sentidos que no agotan el aparecer del ser. Esta protección se
revela como textualidad, como cruce y encuentro de sentidos. Más tarde se verá que es la
escritura la que resguarda el ser, pero ha sido despectivamente tratada por la tradición
metafísica.
“Esta metafísica como trópica, y singularmente como desvío metafórico, correspondería a una
retirada esencial del ser, como no puede revelarse, presentarse, sino es disimulándose bajo la
“especie” de una determinación epocal, bajo la especie de un como que borra su como tal ( el ser
como eidos, como subjetividad, como voluntad, como trabajo, etc. ), el ser sólo podría nombrarse
dentro de una separación metafórica - metonímica”. DF.P. 57.
El retirarse del ser crea un espectro polisémico que abre la multiplicidad. La idea de que
el desarrollo de la metafísica es lineal y progresivo y que tiene una teleología definida se
pierde en este retirarse. Un poco a la manera kantiana del juicio estético, una finalidad sin
fin como se afirma en la Crítica del Juicio : “Así, pues, nada más que la finalidad subjetiva
en la representación de un objeto, sin fin alguno (ni objetivo ni subjetivo) y por
consiguiente, la mera forma de la finalidad en la representación, mediante la cual un
objeto nos es dado, en cuanto somos conscientes de ella, puede constituir la satisfacción
que juzgamos, sin concepto, como universalmente comunicable, y, por tanto, el fundamento
de determinación del juicio de gusto”. P. 221. Esta finalidad sin concepto abre desde la
filosofía de Kant esa posible fisura que deja entrar la metáfora a la razón. Sitúa en un lugar
ambiguo al concepto y abre la posibilidad de que el juicio de gusto sea una forma
metafórica de conocimiento. El fin se retira y queda la metáfora que no es ni subjetiva ni
objetiva; pierde la dirección única y la conjunción diferenciante del sentido y da paso a una
nueva forma del pensamiento, por lo tanto, el juicio estético aproxima la metáfora. Ese
juego del retirarse del ser es el más fructífero para la filosofía. Un distanciarse a la sombra
de la apariencia textual. Tejido de sentidos que ha desconocido la metafísica esencial.
Como el juego de la diferencia esta metaforización del retirarse produce una proyección
ilimitada que favorece la cercanía del ser porque ya no está cercado por este u otro
concepto totalizador. El pensamiento derridiano muestra ese carácter de la metafísica que
requiere del avance hacia la metáfora.
En sentido general, hay una proximidad con la lectura poética. El mismo Derrida exige
un cambio en las costumbres de la lectura filosófica. Hay momentos de sus textos en que la
metáfora brota para crear un estado de indefinición, de pérdida conceptual. Como esa
significativa transformación del texto filosófico en Nietzsche, en el que leer poesía y leer
filosofía se confunden en una dialéctica de la multiplicidad de los sentidos. Por ejemplo
este texto de Derrida requiere de esa disposición a lo ambiguo, en Edmond Jabes y la
cuestión del libro, cuyo tono constante es intensamente indefinido:
“Como el desierto y la ciudad, el bosque, donde bullen los signos amedrentados, significa sin
duda el no lugar y la errancia, la ausencia de camino prescritos, la erección solitaria de la raíz
ofuscada, fuera del alcance del sol, hacia un cielo que se oculta. Pero el bosque es también, más
que la rigidez de las líneas, árboles en los que se enganchan unas letras enloquecidas, la madera
que hiere la incisión poética”.E y D. p. 99.
De otro lado, en muchos de sus escritos, Derrida muestra su interés hacia la poesía, sus
textos sobre Mallarmé, Paul de Man, Baudelaire, Valery, Artaud, revelan esa influencia del
poema en su propuesta deconstructiva. Desliza su mirada hacia estos autores de modo que
no violente su habla, crea ese estado de apreciación contemplativa, que va descubriendo la
forma imprecisa del lenguaje poético. Alimento para la filosofía. Fuente de ruptura entre
forma y contenido, imagen acústica y contenido, idea y realidad, expresión y sentido,
superación de la Metafísica que ignoraba que era una metáfora.
3. TEXTO
El texto es el más allá de ese libro que se clausuraba en sí mismo. El libro de la filosofía
como un universo cerrado, que, bajo leyes y autonomía propia explicaba la totalidad de lo
real, ha terminado. La visión metafísica del libro, que también es una teología del libro,
deja fuera una exterioridad que desborda el libro mismo. De ahí que el texto, interpretado
como tejido, encuentro y red de haces de sentidos, como tejido de lenguajes y perspectivas
diversas, comprenda ahora mucho más posibilidades que se diseminan en diversas
direcciones. Por efecto de la Diffèrance sucede la diseminación, una expansión de sentidos
diferentes que se leen cada vez como creación distinta del texto.
La lectura del texto filosófico cambia de sentido. Se trata de otra lectura, debido a que el
texto tiene otra manera y otro lenguaje. Un texto que está en el adentro y el afuera del libro
de la filosofía. Leer en los blancos de un entramado que no tiene la precisión característica
de la palabra como presencia. Un texto que marca el límite, en silencios, en vacíos, más que
en contenidos. Leer el borde, el espacio sin letra, que se llena de múltiples encuentros. Un
desdoblamiento del texto que nunca cierra sentidos. Aproximación a una red de encuentros:
microformas que se van poblando de significantes. Es una lectura múltiple de un texto
múltiple, como en “Tímpano”, que debe atender a diversos planos de textos que se
interponen entre sí. Un juego de signos y temáticas que se articulan casi secretamente y que
el lector lo que hace es evidenciar esta red imprecisa y múltiple. En una página sucede el
encuentro de diversos autores, distintos sentidos, varias firmas, diferentes jerarquías de
textos, como notas, citas, referencias, alusiones, comillas, que crean infinitas posibilidades
de lectura que muestran que, a diferencia de la lectura Hermenéutica, no hay un único
sentido que proporcione los otros sentidos, sino que al contrario el efecto es el
acontecimiento de la multiplicidad que hace posible abordar un texto que ya ha superado
las limitaciones del libro.
El texto se torna ambiguo, al estilo borgiano. Hay una semejanza latente entre la
propuesta de Borges y la de Derrida. Y en el diálogo complejo de estos autores, se observa
como esta interconexión textual muestra la necesidad de desbordar la metafísica misma. Así
como el texto literario de Borges hace de la literatura y la filosofía una forma de pura
ficción, el texto filosófico de Derrida hace de la filosofía una forma literaria que rompe con
la metafísica tradicional porque metaforiza, disemina, abre y entreabre el texto de la
filosofía hacia y fuera de sus límites. La filosofía se lee y escribe como género literario, con
todas las implicaciones que se han mostrado en relación con la Diffèrance, la metáfora y
ahora la escritura. Hay una correspondencia secreta entre la poesía y la narrativa borgiana y
la escritura derridiana.
En este aspecto también aparece el problema del autor. No hay autor, en el sentido
tradicional de la palabra. La noción de autor pierde sus propiedades significativas. Hay
autores, lectores: múltiples, heterogéneos y, a su vez, firmas que rememoran la ausencia y
la muerte del autor. Quien escribe no es autor, es metáfora de autor; no escribe la verdad,
establece un juego azaroso de significantes o de huellas de una presencia que nunca fue. El
autor se quiebra en la diversidad, en los sentidos alternos, simultáneos y analógicos. No hay
autor, además, por que no hay sujeto que expresa sus concepciones, sus ideas, hacia el
exterior. La interioridad del autor que sale al exterior en un lenguaje que simplemente repite
el sentido y la conciencia de un contenido, de un estado de ánimo, de una visión de mundo,
se pierde, se descompone en lo no verdadero de la escritura, en el texto que se encuentra
desbordando el cierre de la metafísica.
“La buena escritura, siempre fue comprendida. Comprendida como aquello mismo que debía
ser comprendido: en el interior de una naturaleza o de una ley natural, creada o no, pero pensada
ante todo en una presencia eterna. Comprendida, por lo tanto, en el interior de una totalidad y
envuelta en un volumen o un libro. La idea del libro es la idea de una totalidad, finita e infinita, del
significante; esta totalidad del significante no puede ser lo que es, una totalidad, salvo si una
totalidad del significado constituida le preexiste, vigila su inscripción y sus signos, y es
independiente de ella en su idealidad. La idea de libro, que remite siempre a una totalidad natural,
es profundamente extraña al sentido de la escritura. Es la defensa enciclopédica de la teología y
del logocentrismo contra la irrupción destructora de la escritura, contra su energía aforística, y,
como veremos más adelante, contra la diferencia en general. Si distinguimos el texto del libro,
diremos que la destrucción del libro, tal como se anuncia actualmente en todos los dominios,
descubre la superficie del texto. Esta violencia necesaria responde a una violencia que no fue
menos necesaria”. GM. P. 25
El libro desaparece en la nada del texto. Esa consistencia y articulación perfecta del libro
metafísico pierde su paginación consecutiva. Se desarman los lazos que reunían los
elementos del libro en torno a lo esencial, a lo inequívoco del significado fundamental.
Las categorías y las ideas que justificaban la unidad del libro se extinguen. Las bases se
corroen, queda el libro como en un abismo, que es ese abismo de las diferencias: la
dispersión de lo no atribuible a la unidad, sin densidad ni firmeza, en la porosidad de lo
inubicable, donde las grietas y los intersticios peligrosamente dejan que se disgregue el
sentido. Estas aberturas semánticas del significado se expanden como escapando de una
celda cerrada. El desfogue entreabre nuevas constituciones y contextos que ya no tienen la
permanencia conceptual de lo articulado y de la solidez de lo categorial. La metafísica, el
libro, entra en su declinar, en su ocaso. En un inesperado partirse del libro surge lo efímero
del texto. Un recorrer inquietante que no tiene fin ni dirección. El alfabeto, la letra y la
palabra que se encontraban apoyados sobre el renglón delicadamente hecho, en un temblor
indeciso, se curvan, se difractan, causan un desconcierto conceptual, un desequilibrio que
carcome los párrafos y los capítulos del libro. De ahí, que sea indispensable una lectura
simultánea, una duplicación de la visión para apoyar los ojos lectores, en el oído y el gusto,
en el silencio y el blanco que está más allá del renglón paralelo y continuo. Entre una línea
y otra, entre una palabra y otra, entre una letra y otra, un intersticio, una abertura silenciosa
que guarda el contacto invisible de la letra y la palabra, que se sale de la página y del orden
de la página y aún del libro mismo. En el blanco y más allá del blanco busca el encuentro
con otros signos de otra página que también posee una fuerza de extravío de su propio
libro. Metafísica que se rompe. Herida que se difumina en una borradura intertextual.
Encuentro diferenciado de textos que superan la unidad metafísica del libro. Ruptura, huella
de la ruptura, momento marcado por lo que no está enfrente, en presencia. Dispersión de
ausencias que se encuentran accidentalmente en un tejido, un tejido como texto, como
textualidad sin fundamento, sin sentido único.
Pero, un libro es, más bien, momento, es texto; fractura de texto, oblicuidad de sentido,
instante accidental de dispersión del sentido. Resultado de lo epocal del ser multiforme.
Fundante por un momento, pero desfundado por otro. El pensamiento del filósofo es una
forma particular que no tiene referencia unificadora. Es un deslizamiento del texto, un
rastro de un entrecruzamiento de ciertos sentidos, que se dieron de una forma particular en
un momento de la historia, pero que ya no son. Sólo hay que hacer deslizar esos posibles
encuentros en la discontinuidad para mirar o leer qué otros encuentros, qué otros tejidos se
crean, en otros contextos, con otros textos, que a su vez, han experimentado esta
epocalidad, este moverse distorsionado de algún sentido.
“ Un texto no es un texto más que si esconde a la primera mirada, al primer llegado la ley de
su composición y la regla de su juego. Un texto permanece además siempre imperceptible...El
ocultamiento del texto puede en todo caso tardar siglos en deshacer su tela. La tela que envuelve a
la tela. Reconstituyéndola así como un organismo. Regenerando indefinidamente su propio tejido
tras la huella cortante, la decisión de cada lectura...Añadir no es aquí otra cosa que dar a leer... Si
hay una unidad de la lectura y la escritura, como fácilmente se piensa hoy en día, si la lectura es la
escritura, esa unidad no designa ni la confusión indiferenciada ni la identidad de toda quietud; el
es que acopla la lectura a la escritura debe descoserlas “.Ds. p. 71 - 72.
El texto no es una categoría formal para definir una serie de hechos particulares.
Tampoco es un concepto universal que reúne todas las acepciones de lo que está escrito o
de lo que se lee. Es más bien algo que se esconde de estos procedimientos de la Lógica y la
Metafísica; de lo contrario estaría de nuevo dando otra palabra para designar un libro. El
texto es diseminación de sentido. Tejido, textura, cruce de líneas y direcciones,
simultaneidad, discontinuidad, separabilidad, espaciamiento. Es como la Diffèrance en otro
nivel. El texto no es definible, así como un tejido es un fragmento de diversidad, un instante
de cruce de direcciones. Tejido epitelial o muscular de sentido. Hay cierta relación con la
acepción biológica. Un tejido es una relación abstracta sugerida, ambigua, indeterminada,
porque siempre se está moviendo, insinúa un afuera, un despliegue que sobrepasa los
límites de lo preciso. Como un cuadro abstracto el texto es recogerse y expandirse en
múltiples direcciones, que aparecen, pero que son ficción, arte. Después de la salida del
margen del libro la escritura se desborda y nace el texto. Aquello que recoge esta
disposición superpuesta y sobre expuesta a lo que el libro deja en blanco. Por lo tanto,
textualidad es apariencia entretejida de los sentidos. Una ruptura de las disciplinas
filosóficas, científicas y artísticas. Un despejamiento que permite que las sombras de cada
uno de estos libros se encuentre en una penumbra entrecruzada. Así, lo que hace el texto es
ocultarse, disimularse para que sea leído en la parcialidad de su apariencia. No da un
fundamento unificador, no exige una lectura para encontrar la verdad, sino es un
desvanecimiento que hace que el lector activamente entreteja sentidos. Guarda para otra
lectura en otro contexto lo que deja leer. Como la textura el texto derridiano deja percibir
superficies, direcciones que se borran porque no quedan guardadas en la estabilidad del
lenguaje metafísico como sustancias encontradas, eternas e inmutables, sino que como
efecto de la escritura, recorren discontinuamente las señales de lo perecedero, de lo que no
se formaliza en el estatismo de la permanencia. El texto es un ocultarse que sale a luz. Hay
una similitud con el “claro del bosque” heideggeriano que tiene que ver con la verdad
como ocultamiento y que aparece descrito en el artículo “ Final de la filosofía y la tarea
del pensar” que se encuentra en el libro Kierkegaard vivo: “A este estado de apertura, que
es el único que le hace posible a cualquier cosa el ser dada a ver, lo llamamos : de
Lichtung. El sustantivo Lichtung remite al verbo lichten. El adjetivo licht es la misma
palabra que leicht (ligero). Etwas lichten significa : aligerar, hacer ligero a algo, hacerlo
abierto y libre ; por ejemplo, despejar en un lugar el bosque, desembarazarle de los
árboles. El espacio libre que así aparece es la Licthung. No hay nada común entre licht,
que quiere decir ligero, despejado, y el otro adjetivo licht, que significa claro o luminoso.
Es necesario atender aquí para comprender bien la diferencia entre Lichtung (el claro, el
lugar despejado, del bosque,) y Licht, (la luz). Pero la luz puede visitar el claro, lo que este
tiene de abierto, y hacer jugar en él lo luminoso con lo oscuro. Sin embargo, nunca es la
luz la que crea primeramente lo abierto del claro; por el contrario, ella, la luz, presupone
a este, el claro, el lugar despejado. El claro, lo abierto, no está libre tan sólo para la luz y
la sombra, sino también para la voz y para todo lo que suena y resuena. La Lichtung es
claro, lugar libre para la presencia y la ausencia”. P. 144. El texto no sale en su totalidad a
la luz, más bien establece epocalmente, en contextos particulares, finitos, lo que
posiblemente dice. Deja que la temporización de la diferencia, que no cierra
dialécticamente lo que es, permita el desplazamiento del sentido y siga hablando al lector,
en otros instantes, en otros momentos, en otros espacios, de otra forma. Como cuando se
contempla la textura de un cuadro abstracto o simbólico que no deja que el espectador
recoja todo su querer decir en un único momento de eternidad inconmovible. El texto sigue
hablando sin agotar su decir :
“El texto no es sencillamente el texto escrito ( en sentido tradicional), sino que abarca una
‘realidad’ mucho más compleja y amplia. Texto es un término que se puede intercambiar con el de
escritura como ámbito general de los signos : es juego libre de diferencias. Esta generalización de
la noción de texto no da, sin embargo, lugar a un nuevo idealismo del mismo”. T y D. p. 143
“El texto general derridiano se caracteriza por la textura *a y por la intertextualidad, que no es
sino el sistema de todas las diferencias...El texto es tejido, entramado, red nodal de significaciones
que remite a y se entrecruza con otros textos de forma ininterrumpida e infinita: ‘Cada texto es una
máquina con múltiples cabezas de lectura para otros textos ’* b. Este laberinto textual que es el
texto así concebido supone una operación activa de desplazamiento de las nociones y valores del
texto entendido al modo tradicional*c a,b,c : acaba con la unidad y autonomía del texto, con su
verdad y con su sometimiento a un orden lineal. Al mismo tiempo que desplaza estos valores, anula
asimismo las garantías del libro y del autor”. T y D. p. 144.
“Araña saliendo ‘de las profundidades de su nido’, punto testarudo que no transcribe ninguna
exclamación dictada sino que lleva a cabo intransitivamente su propia escritura (leeréis en ella
mucho más tarde la figura invertida de la castración), el texto sale de su agujero y deja al
descubierto su amenaza: pasa ‘de golpe’, al texto ‘real’ y a lo real ‘ fuera de texto’. En el tejido
general de los Cantos * (aquí leéis un escrito y todo eso (se) produce (en) un texto), dos
exterioridades heterogéneas una a otra parecen sucederse, reemplazarse, pero acaban por cubrir
todo el campo con señales”. DS. p. 65
“ Y explicar porqué, con el texto de Mallarmé, encontramos siempre alguna dificultad para
proseguir.
Si no hay, pues, unidad temática o de sentido total que reapropiarse más allá de las instancias
textuales, en un imaginario, una intencionalidad o vivido, el texto no es ya la expresión o
representación (acertada o no) de alguna verdad que vendría a difractarse o reunirse en una
literatura polisémica. Es ese concepto hermenéutico de polisemia el que habría que sustituir por la
diseminación”. DS. p. 393.
La verdad a la que se llega por la hermenéutica, que busca siempre un sentido originario,
que genera los demás sentidos, es insuficiente para reconstruir este enlace plural, casi
indeterminable, pero que se expande entre los intersticios y los blancos que se encuentran
por los lados de los signos, de los semas y de las imágenes acústicas, como diría Saussure.
Verdad destrozada sin función unificante, ni sustentadora. Cada detalle del texto, cada
letra, cada tonalidad, cada silencio toma forma, abre, conduce, desplaza, posibilita los
recorridos que viven en el instante multiplicado por la Diffèrance como diseminación. No
hay un sistema, estereotipo o modelo para hacer la lectura del texto, la textualidad y la
intertextualidad. Como la creación del poema que saca a la luz una probable relación entre
palabras, que ha sido ignorada por la sistémica metafísica, así el texto deja salir los lazos
más inesperados, que habitualmente parecen inconexiones o meros enlaces artificiosos,
extremadamente irracionales que no tiene lugar en la lectura del libro. Ese efecto poético
bellamente lo expone Huidobro en un breve manifiesto poético: “ El poeta hace cambiar la
vida de las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos
de lo innombrado, tiene hilos eléctricos entre las palabras, y alumbra de repente rincones
desconocidos y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados”. La red es como el texto,
que con su entrelazado movimiento recorre esos silencios indiferenciados por el discurso.
De nuevo la proximidad entre deconstrucción y poesía. Texto descubierto sin abertura
única, laberinto de muchas salidas que no salen o que se comunican con otros textos. La
palabra del poeta y en entramado del texto rasgan el ojo de lo visible, el que sólo percibe
una alianza verdadera. Los hilos tocan y atraen individualidades, semejanzas o diferencias
para que se creen nuevas formas de lectura y escritura. EL caos del texto a diferencia del
orden del libro metafísico sale en el lenguaje, pero a su vez queda reservado y protegido
por la textualidad y la intertextualidad. La mirada no puede dirigirse a un sitio fijo siempre,
tiene que desplazarse de una ondulación otra, en ese mar caótico que se expande como
olvido.
Diseminaciones.
Es un blanco que permite dejar ver la red inconstante que el lector deconstructivo
observa. No hay origen, simplemente, acontecimiento de telaraña. La diseminación es la
posibilidad de crear, en contextos distintos, nuevos textos. En el lugar de los blancos los
encuentros de sentido se multiplican. Provienen de todas direcciones, de otros textos, de
otras dispersiones. La diseminación llena el blanco pero como instante de sentido. Es inútil
indagar sobre la teleología o la teología del texto. La diseminación anula la verdad. En más
importante el juego textual que el fundamento. El error de la metafísica fue fundamentar,
buscar principios y al hacerlo cubrir el mundo sensible con el inteligible. De esta forma se
unilateraliza la visión. Se establecen relaciones de dominio y servidumbre. La sombra de lo
sensible que es la más rica en posibilidades, en apariencias, se reduce a una categorización
ideal, a una interiorización de lo exterior. Esa gran variedad de lo externo se limita en los
estrechos desiertos de lo interno. Por el contrario, el juego de la diseminación rompe el
dominio de las ideas y el sentido verdadero y descubre de nuevo, mediante el juego
incesante del texto, las infinitas versiones o semiverdades que un texto guarda en su
permanente cambio y contextualización :
“Según un esquema que hemos probado respecto a ‘entre’, el casi ‘sentido’ de la diseminación
es el imposible regreso a la unidad alcanzada, reajuntada de un sentido, la marcha atrancada de
semejante reflexión. La diseminación, ¿es por lo mismo la pérdida de semejante verdad, la
interdicción negativa de acceder a semejante significado? Lejos de dejar así suponer que una
sustancia virgen le precede o le vigila, dispersándose o prohibiéndose en una negativa segunda, la
diseminación afirma la generación siempre dividida ya del sentido.(*). Ella - le abandona por
adelantado”. DS, p. 452-455
Este movimiento del plegarse multiplica, disemina el sentido, anuncia cada vez que hay
un pliegue, otro sentido. Indefinidamente los sentidos siguen nombrándose, en lo múltiple
de sus posibilidades. El transcurso del sentido va apareciendo de distintas formas; en el
texto mallarmeano va configurando un hilo de tejido: la familiaridad de las palabras que se
deshace en marcas de signos distintos. Un juego también gráfico de sonidos que se gesta
para reconducir lo que puede decir al lector de poesía. Esta forma de entrecruzar el lenguaje
evidencia que el sentido no es único, depende de la disposición, el contexto, el lugar y su
vecindario, es la frontera próxima que le hace dar sentido momentáneo. Leer de nuevo en el
mismo lugar del pliegue significativo no es un acontecimiento estático sino que permite la
creación de una nueva lectura y, por consiguiente, de un nuevo sentido. En el pliegue, el
lugar se ha movido, ha trasformado su dobladura en un acto de lectura.
“Una vez que hayamos reconocido en todas las telas diseminadas el pliegue del himen, con
todo aquello con lo que ese suplemento está a partir de ahora trenzado, no habremos únicamente
leído los ‘Núbiles pliegues’ de la tumba de Verlaine, sino también la multiplicación sin fin de los
pliegues, repliegues, replegamiento, plegado, despliegue. Cada pliegue determinado se pliega para
figurar al otro ( de la hoja a la sábana, de la sábana al sudario, del lecho al libro, del lino a la
vitela, del ala al abanico, del velo a la bailarina, de la pluma a la cuartilla, etc.) y para re -
marcarse ese pliegue sobre sí de la escritura. Podríamos fácilmente verificar sobre la polisemia del
pliegue de la demostración anterior: bajo el imperio de la estructura diferencial - suplementaria,
añadiendo o retirando siempre un pliegue a la serie, ningún tema del pliegue puede constituir el
sistema de su sentido o presentar la unidad de su multiplicidad. Sin pliegue, o si el pliegue tuviese
en alguna parte un límite, distinto de sí como marca, margen o marcha (umbral, frontera, límite),
no habría texto. Ahora bien, si el texto a la letra no existe, hay quizá un texto. En marcha. Con el
que hay que abrirse camino” . DS. p. 404.
Diferencia que se asemeja a pluralidad, destinos que son huellas, imágenes, metáforas;
sin verdad, con infinitas verdades, ficciones sin arquetipos. Ilusiones de lo múltiple,
también, porque no crean apariencia de ilusión sino borradura de ilusión. Inútil el propósito
de buscar el fundamento. Todo lo singular crece por sí mismo y en sí, pero a diferencia del
hegelianismo o del kantismo, se consume en la lejanía de lo no probable, en la pluralidad de
la pluralidad. El crecimiento de la semilla se repite de muchas maneras.
“Abre, por el contrario, camino a ‘la’ simiente que no (se) produce pues, no se adelanta más
que en el plural. Singular plural que ningún origen singular habrá precedido jamás. Germinación,
diseminación. Huella, injerto cuyo rastro se pierde. Se trate de lo que se denomina ‘lenguaje’
(discurso, texto, etc.) o de inseminación ‘real’, cada término es un germen, cada germen es un
término. El término, el elemento atómico, engendra, dividiéndose, injertándose, proliferando. Es
una simiente no un término absoluto. Pero cada germen es su propio término, tiene su término no
fuera de sí, sino en sí como su límite interior, formando ángulo con su propia muerte”. DS. p. 453
Por otro lado, el yo como sujeto y como sustancia, pensado por Aristóteles o Descartes,
Kant o Hegel, abandona su configuración. El paso a la eliminación del sujeto ha comenzado
en Ser y tiempo, cuando se habla de la temporalización del Dasein : momento,
circunstancia, ser arrojado, ser en el mundo, instante que se considera instantaneidad, lugar
de despliegue de la pregunta por el ser. Pero es en la deconstrucción cuando la
diseminación desajusta la sustancia y destruye la preeminencia del sujeto que se imponía
sobre el objeto. Hace desaparecer el conflicto entre los dos. Anula el poder fundador de la
subjetividad, deja de llamarse así, por que se hace huella, rasgo escrito, ficción, metáfora de
lo instantáneo.
El yo se hace autor. Individuo o fantasma que escribe huellas de la nada. Vuelve ilusiva
la distancia y la cercanía. Fabrica los rasgos sobre el blanco para que se pierda en el
contexto que nunca es el mismo. Posibilidad para la ausencia y la muerte. Sujeto que no
existe, creador de la metáfora, diseminador de los sentidos. Autor que ficciona, forma
temporal de quien escribe sobre el pliegue, que a veces está desplegado, a veces oculto.
Autor de literatura que juega con el lector, le hace daño a su verdad, le fractura sus
conceptos y le multiplica sus sentidos.
Como se ha visto la diseminación produce el texto, el tejido, que entre los pliegues de la
dobladura va mostrando el recorrido de los sentidos, que no tienen un trayecto
predeterminado, sino que avanzan con la vitalidad del instante, del acontecimiento. El libro
se ha perdido, el lector se ha hecho distinto.
4. ESCRITURA
El fármacon y la escritura.
Con todo un contexto mítico, junto al río Iliso, se desarrolla el diálogo Fedro de Platón.
Surge el tema de la escritura, del discurso. Sócrates insinúa el destierro de los mitos, para
quedar en posesión de la verdad racional. Sin embargo hace referencia a dos de ellos: la
fábula de las cigarras y la de Zeus. Este encantamiento que produce el mito genera una
estado de expectativa en los actores del diálogo, que en cierta forma envenena su
imaginación. Comienza así esta condena racional de la escritura. Se hace una referencia a
Farmacea, personaje que brinda el veneno que da muerte a una diosa virgen. Y de
inmediato Sócrates establece una semejanza con los discursos de Fedro, tan parecidos a un
fármaco, a un veneno, que adormece y causa la muerte:
“Ese fármacon, esa medicina, ese filtro, a la vez, remedio y veneno, se introduce ya en el cuerpo
del discurso con toda su ambivalencia. Ese encantamiento, esa virtud de fascinación, ese poder de
hechizamiento puede ser - por turno o simultáneamente - benéficos y maléficos. El fármacon sería
una sustancia, con todo lo que esa palabra puede connotar, en realidad de materia de virtudes
ocultas, de profundidad criptada que niega su ambivalencia al análisis, preparando ya el espacio
de la alquimia, si no debiésemos llegar más adelante a reconocerla como antisustancia misma...”
Ds. p. 103
Esta ambigüedad del fármacon, semejante a los efectos del discurso, muestra que esa
droga, el discurso, es un elemento que lleva a la propuesta derridiana de la archi - escritura.
La escritura cura y envenena, es maléfica y benéfica. Para el metafísico socrático, este
estado de indefinición es insoportable, porque produce vaguedad. Para el deconstructor, esa
cualidad es, justamente, la que hace posible la transformación de la escritura esclavizada
por el logos, en escritura que abre todas las posibilidades del lenguaje y del signo. De modo
que en el comienzo mismo del pensamiento occidental se encuentra la fisura que permite
destruir la argumentación sobre la verdad logofonocentrista. A modo de hechizo los
discursos de Fedro producen esa situación insalvable de no saber donde está la verdad. De
nada sirve que Sócrates expulse los mitos. La escritura misma es un mito. Y el mito se
sobrepone a lo racional. Esta es una condición ambigua del platonismo. Es mito y
racionalización. Sócrates se debate entre la mitología y la explicación. La escritura
mitologiza el discurso platónico en el Fedro, por esto, Sócrates insiste en mostrar el peligro
del fármaco. Pero ya recostado en el prado, Sócrates, decide escuchar la lectura de los
discursos, ignorando un poco que están escritos. Ha salido de los límites de la ciudad, quizá
haya podido salvarse de la cicuta si se hubiese dejado encantar totalmente. Una escritura
que salva o condena. Sócrates a merced de ella. Este es el desvío que le produce la
escritura, lo hace salir de lo establecido.
Para Derrida, la escritura se posiciona en el límite del libro, ni adentro ni afuera. Pone a
Sócrates, el occidental, en el entre, en situación peligrosa. De modo que el discurso escrito
se sobrepone a la dicotomía sensible/ inteligible. En su hacer salir conduce a un estado de
indeterminación. He ahí el peligro de la escritura:
“Operando por seducción, hace salir de las vías y de las leyes generales, naturales o habituales.
Aquí, hace salir a Sócrates de su lugar propio y de sus caminos rutinarios. Estos le retenían
siempre en el interior de la ciudad. Las hojas de escritura obran como un fármacon que empuja o
atrae fuera de la ciudad al que no quiso nunca salir de ella, ni siquiera en el último momento, para
escapar a la cicuta. Le hacen salir de sí y le arrastran a un camino que es propiamente de éxodo”.
Ds. p. 103.
Derrida, en La farmacia de Platón, hace toda una exposición detallada del lugar que
Platón da a la escritura. Persiste en otorgarle una condición de debilidad, pero ese es el
punto definitivo para la transformación de la filosofía como metafísica en un pensamiento
que, en su debilidad, se dispersa por todo sistema, y lo hace desbalancearse, desajustarse.
Aquello que para la verdad le es propio, se convierte en mera escritura desfundamentada.
Porque desde el lado de la debilidad de la escritura surge la verdad como la debilidad
misma. Es decir, aquello que excluye no tiene manera de argumentar su propia exclusión.
Entonces, la escritura no es mentirosa, engañosa, parricida; la verdad al excluir la mentira
se ve incapaz de reconocerse ambigua, engañosa o mentirosa, ella misma. De hecho toda
verdad ha sido escrita, es señal y marca en la página blanca.
La escritura y la muerte
La escritura es una forma de morir, una desaparición de lo viviente en una huella, una
constitución de lo invisible para lo visible. Escribir es un acto mortal. No hay más
certidumbre de lo pasajero y de lo finito que la escritura. Como ya se ha visto, incluso la
escritura, ha dado muerte al padre, al rey, al bien, al λο γ ο σ . Luego, es portadora de la
muerte desde su presentación ante el padre como obsequio del mago.
De otro lado, el dejar ausentar el habla de viva voz, se produce esa sensación de que no hay
presencia, como si un espíritu inexistente se escondiera en la escritura para hechizar y hacer
creer que el autor aún está vivo. La escritura, de otro lado, inventa la distancia, la ausencia;
toda ausencia es inexistencia, y la inexistencia es la evidencia de la muerte. Pero también,
al alejarse de la verdad, difiere el tiempo y el espacio, es decir, crea la diferancia. Demora
que la muerte aprovecha para que su advenimiento en la escritura sea inminente. Voz tras
voz va perdiendo autenticidad; lectura tras lectura, mayor vacío, blanco de conciencia, de
sujeto, de vida, en el sentido metafísico de la palabra:
Ese blanco se hace repetición que la escritura puede realizar innumerablemente. Cada
repetición, cada lectura, cada letra reproducida, desvía, aleja de la verdad. Es lo que la
oculta, para que no pueda aparecer en su originariedad. La escritura repite lo que ya no es,
porque su distancia temporal y espacial ha aumentado a medida que reproduce algún
modelo, alguna visión del autor. No hay ni autor ni contenido por efectos de la escritura,
sólo repetición superflua y engañadora.
De nuevo, desde la deconstrucción, que es una visión que mira desde otra región el
problema, se muestra que la escritura es infinita, precisamente por esa posibilidad de
repetición. Hace provenir de un no - origen, en una marca sensible, lo ausente. Aquí
también se pierde esa distancia entre literatura y escritura. El que firma una obra es un
mentiroso, un abusivo, un violentador, que irrumpe en el sentido para multiplicarlo.
“La magia de la escritura y de la pintura es, pues, la de un afeite que disimula la muerte bajo la
apariencia de lo vivo. El fármacon presenta y oculta a la muerte. Da buen aspecto al cadáver, lo
enmascara y pinta. Lo perfuma con su esencia, como dice Esquilo. El fármacon designa también al
perfume. Perfume sin esencia, como antes decíamos droga sin sustancia. Transforma el orden en
atavío, el cosmos en cosmética. La muerte, la máscara, el afeite, es la fiesta que subvierte el orden
de la ciudad, tal como debería ser regulado por el dialéctico y por la ciencia del ser. Platón, ya lo
veremos, no tardará en identificar la escritura y la fiesta. Y el juego. Cierta fiesta y cierto juego”.
Ds. p. 215.
De otro lado, la escritura en la Edad Media sigue siendo tratada con menosprecio. A
pesar de que se habla de una escritura sagrada, esta condición, jerárquicamente, se impone
sobre la escritura no sagrada. Por lo tanto, esta escritura sensible tiene connotaciones
negativas porque aproxima la muerte, mientras que la escritura sagrada despeja el lugar de
la eternidad. La escritura humana se asemeja la naturaleza de lo divino, pero depende de la
conciencia interior, es expresión de lo subjetivo y se define por la adecuación a esa
expresión. Además ha de reflejar la perfección expresiva de la Escritura Divina. El Verbo
de la eternidad se ha hecho carne, pero carne que retorna a la eternidad en el momento de la
muerte, que es una muerte sin máscara; el verbo humano no logra recuperar el estado de la
eternidad, sólo presenta su condición mortal en sus rasgos y sus signos y está condenado a
la destrucción del cuerpo en la tierra. El lenguaje humano tiene que reconocer esa
exterioridad y evanescencia de la escritura y no dejar que contagie de corporalidad al sujeto
que habla.
“En un sentido corriente la escritura es letra muerta. Ahoga la vida. Por otra parte, sobre la
otra faz del mismo intento, la escritura en un sentido metafórico, la escritura natural divina y
viviente, es venerada ; es igual en dignidad al origen del valor, a la voz de la conciencia como ley
divina, al corazón, al sentimiento, etc.”. Gr. p . 24.
Comienza una nueva connotación de la escritura, que desde la gramatología hace pensar
en algunos textos del libro Márgenes de la filosofía como “Firma, acontecimiento,
contexto”, y en el libro La Escritura y la diferencia en los textos :”Freud y la escena de la
escritura”, “Fuerza y significación”, “La palabra soplada”, y también en el libro Memorias
para Paul de Man. Se trata de exponer como la escritura, en efecto, difiere la muerte.
Espacia la muerte, demora el tiempo para que surja el instante que no es para la presencia
de un sujeto, sino, al contrario, para un trayecto de la finitud. Más allá dela crítica
heideggeriana al concepto metafísico del tiempo, en el despliegue del ser en la
temporalidad de Dasein, Derrida propone que no es en el Dasein, en el ser ahí, en el ser del
ser humano, donde el ser predominantemente se despliega, sino que es la escritura el tejido
donde sucede la exposición de la temporalidad y la finitud. Es indiferente para el autor del
escrito su presencia permanente en su escritura, es ésta la confirmación de su muerte, su no
estar ahí. Por eso la afirmación :”Todo grafema es de esencia testamentaria” :
“ Una diferencia semejante nos haría ya pensar en una escritura sin presencia y sin ausencia,
sin historia, sin causa, sin α ρκηε , sin telos, una escritura que descompone absolutamente toda
dialéctica, toda teología, toda teleología, toda ontología. Una escritura que excede todo lo que la
historia de la metafísica ha comprendido en la forma de la γ ρ α µ µ ε aristotélica, en su punto en
su línea, en su círculo, en su tiempo y en su espacio”. MF. p. 102.
En otro desarrollo de esta misma problemática, Memorias para Paul de Man es un libro
que está en íntima comunión con la muerte. Son unos textos escritos en memoria de quien
se ha ido. Aquí el sentido de la escritura muestra otros matices. El discurso en la memoria
del ausente, quien ya no vive, deja aparecer a la escritura como la única posibilidad que
directamente presenta la muerte a la luz del lector. Una memoria que descubre el amigo que
no está. Parece un efecto contradictorio, el lector siente la presencia del ausente sin que
quien no esté se coloque ante quien escucha el discurso, que hace aparecer la nada, el
blanco, lo perdido. El discurso atraviesa lo sensible y lo inteligible, desvanece sus
oposiciones, el escrito que rememora al muerto borra la diferencia para que la diferencia
entre el estar vivo y el estar muerto se entrecrucen.
De nuevo el encuentro decisivo entre escritura y literatura. Una proximidad que va por
encima de la dicotomía metafísica. Se escribe siempre en memoria de la muerte para, en
cada instante, hacer venir a la muerte para que hable a la memoria. La literatura trae la
nada, la ficción, lo que ya no es. Esto, en términos de ontoteología, es imposible porque la
literatura es mero simulacro, ficción de ficción, reflejo de reflejo, deformación de lo
inteligible:
“Por ejemplo, reafirmamos nuestra fidelidad al amigo ausente al actuar en cierto modo en
memoria de él, o al dedicar un discurso a su memoria. En cada oportunidad, sabemos que nuestro
amigo se ha ido para siempre, que está irremediablemente ausente, anulado, al extremo de no
saber nada ni recibir nada de lo que ocurre en su memoria. En esta aterradora lucidez, a la luz de
esta flama incineradora donde aparece la nada, permanecemos en la incredulidad misma”. MPM.
p. 34.
Esta rememoración es duelo; la escritura traza el modo como han quedado en el interior
las voces del desaparecido. De nuevo nos encontramos ante ese desafío de la escritura
porque trae desde lo exterior, el otro ausente, hasta el interior, quien está en duelo por el
otro externo; trae la presencia de quien ya no está , engaña al dolido para que crea que hay
aún presencia. Entonces, la forma de realizar este acto del rememorar es mediante la
escritura, que es la huella que quedó antes de que desapareciera el escritor. Pero la
situación es compleja, lo que más enseña no es la muerte, es la huella previa que ha
quedado: la escritura, esa figura exterior, material, que se atreve a volver a presentar la
inexistencia. Queda, entonces, no la verdad de la existencia de un ser humano, sino la
escritura de éste. Esto contradice todo el platonismo porque muestra que lo eterno no son
las ideas de las que participó el mortal cuando vivía, sino las huellas que marcó de esas
ideas, de las cuales no se puede asegurar si existen o no, la escritura introduce la
ambigüedad. ¿ Qué existe en verdad, la idealidad o la materia?. Si la materia, que es
efímera, recuerda las ideas, la vida y la existencia del ausente, ¿qué es lo verdadero?, ¿ La
eternidad o la escritura? :
“Al hacerlo también niegan, paradójicamente, la verdad del duelo, que consiste en una cierta
retoricidad: la memoria alegórica que constituye cualquier huella (trace) como siendo siempre
huella del otro. No sé si la muerte nos enseña algo, pero esto es lo que pone a nuestra
consideración la experiencia del duelo, que comienza con la ‘primera’ huella, es decir, ‘antes’ de la
percepción, en la víspera del sentido, sin dejar ocasión para un inocente deseo de verdad”. MPM.
p. 42.
Es la huella de la finitud, la evidencia de que un mortal estuvo en este mundo, lo que nos
hace meditar en su muerte. La huella más expresiva del otro que ha muerto es la firma.
Mirar y leer la firma nos trae a la presencia la finitud, no la eternidad. Dice que alguien
vivió y ya no está aquí, no que alguien murió y ahora vive en la eternidad. Esta amenaza
para la eternidad es un trazo vivo para el ojo que recorre la marca de la firma.
Irónicamente la firma se proyecta hacia el futuro de quien firma cuando esté muerto
porque puede dar testimonio de que fue efímero. Esta firma reemplaza al otro en la muerte,
penetra en la memoria y hace sentir la melancolía de la ausencia. Igualmente hace
conciente a quien lee esta firma de que su mortalidad está ahí, sólo con el hecho de mirar el
trazo de la firma de quien ha muerto y ha sido su amigo.
La firma es sólo un leve testimonio de la finitud, la escritura es esa muestra de que sólo
se escribe porque se es mortal. Y el efecto se sigue repitiendo incesantemente cada vez que
se lea la firma o los trazos escritos de quien ha muerto. Para la deconstrucción el
acontecimiento de la firma como huella de la muerte permite ahondar en los significados de
la escritura que van más allá del tratamiento despectivo que siempre ha tenido. La escritura
es ahora una posibilidad de conjurar el desafío de la presencia. Cuando ello ocurre se rompe
el cerramiento de la metafísica, esa separación esquizoide entre la muerte y la vida, la
finitud y la infinitud, lo sensible y lo inteligible.
“Por definición, una firma escrita implica la no - presencia actual o empírica del signatario.
Pero, se dirá, señala también y recuerda su haber estado presente en una ahora pasado, que será
todavía un ahora futuro, por tanto una ahora general, en la forma trascendental del
mantenimiento”. MF. P. 370.
La relación de la muerte y la escritura permiten pensar una ambigüedad que va más allá
del pensamiento metafísico. Esta relación genera unas condiciones que no son susceptibles
de definir porque la presencia y ausencia establecen un juego constante; la verdad y la
mentira se entremezclan, la muerte y la vida se hacen escritura para la repetición y la
lectura. Todo lleva a determinar la importancia de la escritura para la deconstrucción. Es
una firma que inmortaliza la mortalidad, que hace patente que la naturaleza del texto es
perderse en la lectura contextual de los instantes. Esta visión genera distintas posibilidades
para concebir de forma dinámica y estética el evento de la escritura. Como se verá más
adelante, se han roto las fronteras entre literatura y filosofía. El signo escrito, la firma, el
nombre, la ficción son elementos que muestran el carácter misterioso del oficio de la
escritura.
Huella y archiescritura.
“La escritura y el habla son, pues, ahora, dos clases de huella, dos valores de la huella; una, la
escritura, es huella perdida, simiente no viable, todo lo que en la esperma se gasta sin reserva,
fuerza extraviada fuera del campo de la vida, incapaz de engendrar, de relevarse y engendrarse a sí
misma. Por el contrario, el habla viva hace fructificar el capital, no desvía el poder seminal hacia
un goce sin paternidad. En su seminario se adapta a la ley”. Ds. p. 232.
Esta ambigüedad de la huella duplica las formas, hace ver los dos mundos, el sensible y
el inteligible, la naturaleza y la libertad; sin diferenciación, los conjunta, los disimula uno
en el otro, los difiere, atemporaliza lo sensible y temporaliza lo invisible. Sitúa la mirada en
un espacio sin tiempo y en un tiempo sin espacio, borra la distancia entre uno y otro. A la
manera de Heidegger, multiplica la duplicidad en la Cuaternidad que se proyecta en lo
indefinido : en una penumbra, que es encuentro de luz y sombra, Lichtung, donde los rayos
lumínicos y ensombrecedores se atan en la dispersión de los efectos y se propagan en
tonalidades que guardan y liberan sentidos.
La huella se encuentra más allá del objeto y la referencia, entre el silencio y la voz. Es el
habla de la escritura que no está, que no tiene hablante, no es ni habla ni escritura, no está
ni en la página ni en el sonido, ni dentro del sistema ni es un sistema que proporcione
sistematicidad. Es inestable estado de ida que fluye en lo visible, es una marca que se
escribe:
“Es que la archi - escritura, movimiento de la diferencia, archi - síntesis irreductible, abriendo
simultáneamente en una única y misma posibilidad la temporalización, la relación con el otro y el
lenguaje, no puede en tanto condición de todo sistema lingüístico, formar parte del sistema
lingüístico en sí mismo, estar situada como un objeto dentro de su campo”. Gr. p. 78.
“La huella (pura) es la diferencia. No depende de ninguna plenitud sensible, audible o visible,
fónica o gráfica. Es, por el contrario, su condición . Inclusive aunque no exista, aunque no sea un
ente presente fuera de toda plenitud, su posibilidad es anterior, de derecho, a todo lo que se
denomina signo (significado/ significante, contenido/ expresión, etc.) concepto u operación, motriz
o sensible”. Gr. p. 82.
Así como la gran revolución de la literatura de este siglo rompió con el esquematismo de
lo temporal y lo espacial, en los grandes genios como Faulkner y Joyce, Proust, la filosofía
prepara su propia transformación desde Nietzsche, Husserl y Heidegger. Superar la línea
metafísica del tiempo y del espacio ha sido la tarea del pensar en estos tiempos. La
deconstrucción es una forma de quebrantar esas categorías. La huella de la escritura rompe
los presupuestos de la filosofía moderna, entendida como filosofía del sujeto y del
concepto.
“Otro nombre tanto más para tachar (el pasado), tanto más cuanto que el extraño movimiento
de la huella anuncia tanto como recuerda: la diferencia difiere... Los conceptos de presente, pasado
y de porvenir, todo lo que en los conceptos de tiempo e historia supone la evidencia clásica - el
concepto metafísico de tiempo en general - no puede describir adecuadamente la estructura de la
huella”. Gr. p. 86
Entrar, sin sentido predeterminado, y no para elaborar un sentido, sólo entrar al texto.
Adentrarse en Platón, en Hegel, por los bordes, por lo aparente, para mostrar que el sistema
filosófico del pensador es asistemático, porque se pueden tener lecturas distintas que
emergen del texto mismo. Derrida accede por la orilla del filósofo, para no confirmar nada,
para desestructurar lo aparentemente estructurado.
Tener una lectura compleja, diversa, desde distintos focos para hallar sentidos en líneas y
en texturas diferentes. Multiplicar el texto. Mirarlo en líneas distintas. Hallar sus heridas
para desfundamentarlo, tener una lectura activa de un sistema aparente. Desfigurarlo para
preservarlo de la pasividad y la unilateralidad. Ponerlo en contacto con otros textos para
atravesar los intersticios y los encuentros sutiles de conceptos, palabras, ideas, símbolos.
Tratar el texto como literatura, como ficción, como fábula.
Reconocer el blanco como blanco que oculta posibles redes dispersas. Precipitarse al
límite que permite estar en el adentro y el afuera del texto metafísico. Entrecortar el poema
y el pensamiento, el razonamiento y el verso, el aforismo y la acción. Ir por el margen para
encontrar el bosque que se libera de la verdad como adecuación y certeza.
Así como en Heidegger hay un persistente diálogo y una proximidad misteriosa entre
pensamiento y poesía, en Derrida sucede esa intimidad entre razón y ficción, claridad y
fusión, sistematización y retórica. Ya se ha visto cómo desde diversos elementos, como en
la Diffèrance, en la metáfora, en el texto y en la escritura, siempre subsiste una proximidad
entre filosofía y literatura, por ello, se trata ahora de mostrar esta proximidad como límite.
En primer lugar, la forma misma derridiana de escribir causa cierta incertidumbre y una
sensación de hermetismo en algunas partes de sus ensayos. En ocasiones es difícil
comprender si se trata de una texto poético, un juego retórico de imágenes secretas y
abstractas o una exposición teórica y filosófica de un tema. En segundo lugar, hay textos
como “Tímpano”, “Glas”, “Elipsis”, “ Edmond Jabes y la cuestión del libro”, “La palabra
soplada”, y otros, donde el límite diferencial entre lo poético y lo filosófico se pierde. En
especial en los textos : “Tímpano”, “Glas”, y en libro Derridabase que está escrito en
paralelo con Geoffrey Benington se desata una imprecisión sugestiva. En ellos la forma
visual del texto presenta el blanco del margen como el abrirse del silencio monumental que
posee infinitas formas del decir. En tercer lugar, sus textos sobre los poetas muestra la
forma como bordea el límite. Sus lecturas de Valery, Hölderlin, Baudelaire, Mallarmé,
Artaud, provocan abismos de lectura que dejan ver su agudeza y su agilidad en vincular el
poema y el pensamiento en un diálogo de textos que en principio eran intraducibles, ajenos
y excluyentes entre si.
Pero es Heidegger quien toca lo esencial del arte. Comienza esa búsqueda intensa que
permitirá comprender cuál es la proximidad que durante tantos siglos se perdió entre
pensamiento y poesía, arte y filosofía. En los artículos sobre Hölderlin se muestra de nuevo
esa proximidad. La Poesía en diálogo profundo con la Filosofía. El poeta y el pensador
como intérpretes de los dioses y del ser que ha sido olvidados por el ejercicio de razón,
que ha vuelto ente al ser. Hölderlin desata los vínculos entre pensar y poetizar. Heidegger
profundiza en esta proximidad y comienza la época de la superación de la metafísica.
Pero es Derrida quien ahonda aún más en esa relación problemática y muestra el límite,
el margen, el blanco. Si en Heidegger hay un diálogo entre pensamiento y poesía, en
Derrida hay un silencio. Un blanco visual que crea una multiplicidad de relaciones entre
estos dos tipos de texto. Ya se han seguido cuatro caminos que muestran este
entrecruzamiento: la Diffèrance, la metáfora, el texto y la escritura. Estas no han sido más
que figuras del límite. Queda por pensar precisamente este límite. El artículo generador de
esta reflexión es “Tímpano” del libro Márgenes de la filosofía. Un texto que abre de una
manera muy sugestiva múltiples relaciones entre filosofía y literatura. Una filosofía que se
deconstruye a sí misma y que en este trabajo pensativo mira su margen y encuentra que en
su vecindad está la poesía. Una filosofía que hace mirar este margen.
Pagina doblada que destapa el margen para encontrar en su blancura señales y escrituras.
Pensamiento que desdobla la página y hace mirar el blanco del margen para que el nuevo
lector dirija sus sentidos a ese lugar silencioso y descubra que hay un tejido. En una
columna la filosofía, en la otra la poesía. Entre las dos el Tímpano.
La filosofía ha cerrado sus límites, pero situarse en el límite es otra manera de irrumpir
en la escena para liberar ese cerramiento. Desajustarse para romperse, desprenderse de sí
para desbordarse. Así comienza Tímpano, con una amenaza y un reto para la filosofía.
Incidir en el sistema para que el margen corra el velo y se vea ese otro texto que merodea
en la frontera. Asoma, ahí, entonces, el poema de Michel Lieris: “ Y he elegido, para el
signo bajo el que situarlos, el nombre a la vez floral y subterráneo de Perséfone,
arrancado así a sus negruras terrestres y alzado hasta el cielo de una cabeza de capítulo”.
p. 17. Una floración que la filosofía había ignorado, por encontrarse en lo celeste de lo
metafísico, ahora se abre en el margen de la página, como desentrañando lo subterráneo, lo
cavernoso de la escritura que había sido condenado a estar oculto y a ser mera apariencia.
La filosofía se ve amenazada por la negrura de la tierra, Perséfone, que se alza hasta la
altura, a su superficie, en el primer párrafo de un libro filosófico. En las mismas
condiciones, a la misma altura, con la misma intensidad y decisión, el poema emerge en el
blanco, esta dispuesto a un encuentro textual. La filosofía que ha mirado su otro, desde su
cerradura ahora escucha el poema, el golpe del poema da contra el texto filosófico, lo
desflora, lo hace mirar a la tierra, de manera semejante como lo hizo Zarathustra, le muestra
que su margen no es el fin sino la apertura. Sitúa al texto en una lectura simultánea entre la
tierra de Perséfone y el cielo metafísico del fundamento.
El tímpano se abre para oír el límite. Se desata el juego del entrecruzamiento. El poeta
que imagina el juego del límite, el filósofo que quiere jugar y tiene miedo, el blanco que se
instaura entre las dos columnas, que multiplica los sentidos del límite. Ser en el límite es
una proposición a medias, sin sentido cerrado, anuncio del fin de la metafísica porque no
termina de explicar su contenido, su fundamento, sin embargo prepara y sugiere el
desenvolvimiento del texto. Límite entre cielo y tierra, entre lo subterráneo y lo abierto al
cielo, entre filosofía y poesía, ahí se sitúa el pensar deconstructivo: Ni un lado ni otro,
tejido invisible de los dos, apertura infinita de lecturas y señales:
“El ser en el límite: estas palabras todavía no forma una proposición, menos todavía un
discurso. Pero en ellas hay, con tal que juguemos, con que engendrar poco más o menos todas las
frases de este libro” MF. p. 17.
Cuando avanza el sonido de la filosofía del afuera del oído hacia el adentro y lo traspasa,
el tímpano se ve golpeado, escrito. Resuena, al otro lado, el poema, oblicuamente, porque
no dice ya a plena voz, sino que se convierte en un rumor que sugiere que se ha pasado el
límite, da golpes suaves al texto filosófico del lado izquierdo de la página, si la ve el lector,
y al texto poético del lado derecho, si la ve el escritor, y queda quebrado el muro que separa
poesía y filosofía. Uno hablando al otro, a través de la vibración del tímpano. Y se desata
una serie de diseminaciones, de diferencias y de tejidos que se escriben en el blanco, en la
ausencia donde el texto no tiene nada, en el intermedio de las columnas:
“La filosofía siempre se ha atenido a esto: pensar su otro. Su otro: lo que limita y lo que deriva
en su esencia su definición, su producción. Pensar su otro : ¿viene a ser sólo relevar (aufheben)
aquello de lo que ella deriva, a no abrir la marcha de su método más que para pasar el límite ? ¿O
bien el límite, oblicuamente, por sorpresa, reserva todavía un golpe más al saber filosófico ?.
Límite/ pasaje”. MF. p. 18.
Se da el juego invisible que habla del tímpano. Se propaga un tímpano, que tiene
infinitos y múltiples sentidos. Derrida lo afirma en el texto Tener oído para la filosofía : El
oír y el escribir, no el ver ni el hablar del idealismo. El oír que deja pasar la huella inscrita
en el tímpano, el escribir que ausenta al hablante, lo deja muerto para que la huella diga
todo lo posible y lo imposible que el autor no ha podido decir. Se rompe el tímpano para
que haya multiplicidad y simultaneidad. “Abra el tímpano. Verá que, injertado en el himen
de La diseminación, describe fuera del libro entre otros movimientos, una auscultación
práctica, activa, escrita, del oído, no de la polisemia sino de la diseminación, con pérdida
de sentido o de sangre, no de la palabra sino del tejido pletórico marcado tímpano
(tímpano, typtein, timbre, etc.) : tela tensada, natural o no, instrumento de música
orgiástica ( tamboriles, batutas) que la impresión del texto hace razo/reso/nar con sus
preguntas (cajas, coletillas), órgano laberíntico del oído sometido al escalpelo otológico,
figura de arquitectura religiosa ( triángulo - circular), frontispicio, archivolta o pórtico a
la entrada de un libro, ruedas hidráulicas y máquinas - herramientas de todo tipo
:sirviendo una de ellas, en los talleres de imprenta, a preservar al virginidad del margen y
la inmaculada concepción del libro”CNH. p. 92 . De este modo, se destruye la pretensión
metafísica de unificar lo diverso en el concepto. Este juego se da no porque haya un único
concepto de tímpano, sino porque hay diseminación. Estar ahí, en ese borde, donde no hay
unificación sino tejido y cruce de redes de sentido, de tímpanos, este es el trabajo para el
pensamiento. Estar en el entre dos, en el medio para que haya dispersión y multiplicación.
Este ser en el límite deja ver lo uno y lo otro, el significado y la cosa, el tímpano y el
concepto de tímpano como una sola cosa, en multiplicidad, en contextos que dan sentidos
distintos. El límite, que Saussure, por su ascendencia platónica, eludió, nos pone en el
encuentro; si las cosas se dan en la multiplicidad, los conceptos lo hacen de manera
semejante. Esta condición es una manera de la Diffèrance porque en lugar de someter el
significante al significado, los dos suceden como posibilidades que no se anulan
dialécticamente sino que se afirman en su diferencia. Esto hace que el texto de la filosofía
pierda su naturaleza de fundación de la realidad y explicación del sentido y su carácter
sustancial y se haga más parecido al texto de la poesía que carece de todas estas
propiedades. La poesía no fundamenta, no tiene razones últimas ni verdades unificantes,
ocurre en la multiplicidad:“el tallo de una enredadera u otra planta trepadora o helicoidal
inscrito sobre la concha de caracol”. MF. p. 17. Esta deformación del concepto que hace el
poema de Lieris afecta el texto de la otra columna porque la obliga a ver el concepto de
tímpano en su diseminación, como en un recorrido helicoidal, oblicuo, que no se detiene
porque su inclinación es interminable y hace del concepto un movimiento diferido.
“Al mismo tiempo, si podemos decirlo, ya no hay diferencia textual entre la imagen y la cosa, el
significante vacío y el significado pleno, lo imitante y lo imitado, etc. De ello no se deriva el que en
razón de ese himen de confusión ya no haya más que un término, uno sólo de los diferentes; no se
deriva, pues, que quede únicamente lo pleno del significado, de lo imitado o de la cosa misma en
persona, de lo simplemente presente”. Ds. p. 317.
Filosofía y literatura han roto mutuamente el himen para instalarse en él, en la tela
misma que protege y violenta el otro texto. De un lado a otro hay comunicación sin que se
puedan erigir en uno sólo el dominio. La filosofía irrumpe en la literatura , y a su vez, la
literatura avanza sobre el texto filosófico, pero el lector, el pensador, debe quedarse
mirando la conjunción, el himen ; detenerse en el juego que no termina, en el que en la ida
y la venida se multiplican los sentidos y las semillas se fecundan para que crezcan nudos de
texto, encuentros de sentido diverso, en distintos contextos. De la lógica de la empalizada,
una referencia a la localización heideggeriana que hace ver como los entes son tratados
como objetos manipulables y medibles, objetos de experimento, para develar allí su ser y
definirlo en leyes científico técnicas ; a la lógica del himen, que protege con un velo ese
cruzamiento del texto filosófico con el no filosófico. La cerca de hierro que consume al ser
del ente en la objetivación, el sujeto que invade al objeto para someterlo a su dominio, el
mundo inteligible que se impone sobre el sensible ha roto y herido el himen en la
modernidad. Pero, el himen, por el contrario, es la vía por la que el semen, el sema, la
escritura, se desplaza para fecundar el otro texto. No se trata de un intercambio ideal del
lenguaje, una fecundación del sentido a través de habla y la presencia, sino una fecundación
física, material, corporal a través de la escritura. La sexualidad de la escritura que efectúa
su fecundación en la página blanca, virgen, y deja la huella para que se inicie la búsqueda
de las semillas del texto.
Una filosofía que ha negado el cuerpo se fractura por acción de la escritura, de carácter
sensible y mentiroso. La filosofía del alma, ideal y ficticia, cree que es real, perdurable y
que su fundamento es el espíritu. Ahora desprovista de esencia, despojada de contenido
sustancial, desnuda y desenmascarada, necesita de la escritura para seguir expresándose. La
escritura le informa que sólo es texto, que su libro ha muerto. Le dice que es ficción y
metáfora olvidada y que requiere de la salida de su hueco de cristal, de su solipsismo
metafísico, para encontrarse en el margen, en el himen que no se rompe, donde están las
huellas de otros textos, entre ellos el más próximo, el texto literario, que es metafórico, un
tejido de ficciones, poesía, ambigüedad, juego textual, entrecruzamiento. De esta forma se
establece el diálogo entre el alma y el cuerpo en las mismas condiciones, sin imposición ni
servidumbre. Obliga a ver el margen, el himen, la tela, la lámina, el tejido; El
enfrentamiento abismal que suprime la dicotomía platónica del mundo sensible y el mundo
inteligible, de lo masculino y lo femenino, del alma y el cuerpo, del sonido y el sentido, de
la materia y la forma, etc:
“Pasamos así de la lógica de la empalizada, que lo llenará siempre, a la lógica del himen. El
himen, consumación de los diferentes, continuidad y confusión del coito, matrimonio, se confunde
con aquello de lo que parece derivarse : el himen como pantalla protectora, cofre de la virginidad,
pared vaginal, velo muy fino e invisible, que, ante la histeria, se mantiene entre el interior y el
exterior de la mujer y, por consiguiente, entre el deseo y el cumplimiento . No es ni el deseo ni el
placer sino entre los dos. Ni el futuro ni el presente, sino entre los dos...Si uno u otro tuviese lugar,
no habría himen . Pero ya no simplemente en el no ha lugar. Con toda la indecibilidad de su
sentido,...”. Ds. P. 322.
Es paso de la lectura entre líneas a una lectura entre márgenes. La apariencia de un tejido
verdadero que se abre a la multiplicidad como sucede en el poema. Por un extremo, la
columna de Poesía y el poema que se enredan en la proximidad de lo múltiple, en el margen
donde se encuentra el texto de Lieris: “El misterio - si se quiere a toda costa, por las
necesidades del discurso, dar una figura a lo que , por definición, no la tiene - puede ser
representado como un margen, una franja que rodea al objeto, aislándolo al mismo tiempo
que lo califica, insertándolo en un revoltijo de hechos sin ligadura ni causa
reconocibles...” MF. p. 29. El misterio del margen que supera la claridad y la evidencia de
la metafísica, dice más de lo que hay en lo visible, desestructura el razonamiento, lo
dispersa en un tejido complejo, en el cual, las categorías conceptuales son insuficientes para
reconstruir su contenido. Las relaciones que se establecen son dinámicas y diferidas, no
permanecen nunca en el mismo espacio ni en el mismo tiempo. Se multiplican. Sin
principio de causalidad a priori ni a posteriori se dispersan, dejan ver los límites de la razón,
y la necesaria acción de la Diffèrance. Y del otro lado, desde la columna del discurso
filosófico, dentro del margen, la disposición de los conceptos: “ ...Pero también que el
texto escrito de la filosofía ( en sus libros esta vez) desborda y hace reventar su sentido.”
MF. p. 30. En la mitad de estos dos textos se crea una disposición textual que genera lo
inefable, lo inexpresable ni racionalmente ni metafóricamente, se ha roto la diferencia
abrupta entre razón y poesía. Más allá de la razón y la poesía, el texto como algo que abre,
como textura variable y misteriosa, gracias al himen, a la tela que cuida la virginidad y la
ruptura del blanco que ocultaba la metafísica:
“El himen es, pues, una especie de tejido. Habría que entretejer sus hilos con todas las gasas,
velos, telas, paños, muarés, alas, plumas, con las cortinas y abanicos que recogen en sus pliegues
todo - casi - el corpus mallarmeano”. Ds. P. 323.
“Al borde del ser, el medium del himen no se convierte jamás en una mediación o un trabajo de
lo negativo, desbarata todas las ontologías, todos los filosofemas, las dialécticas de todos los
bordes. Les desbarata y, como medio aún y como tejido, los envuelve, los vuelve y los inscribe” .
Ds. p. 326
Algo decisivo en la localización del tímpano y del límite es ese efecto doble que hace
mirar a ambos lados, en dos columnas, también como en “Glas”. La filosofía ahogada en su
propio libro se desplaza fuera de su territorio. Destroza sus oposiciones fundamentales para
que no permanezca el obstáculo del ilusionismo de la razón. Su salida causa incertidumbre,
parece imposible la superación de su discurso. Pero el deconstructor es el buscador de esas
salidas, genera la duda de la unidad del sistema, del progreso en el pensamiento, de la
universalización de las ideas. Lee al filósofo para hallar las grietas que le permitan mostrar
que su arquitectura no se cierra dentro de los muros que el margen de la página impone.
Tampoco se trata de aventurarse en una muerte superflua de la filosofía, por el contrario, el
deconstructor abre una nueva vía para ella misma, con la posibilidad de afrontar su
encuentro con la no-filosofía, de modo que considere que su forma de reflexión no busca el
saber esencial que funda los demás saberes, sino que muestre que su espacio dialoga con las
demás formas de conocer y ser, en una articulación múltiple.
Cada nudo del texto deconstruido deja mirar a ambos lados. A pesar de que este ha sido
un intento que se ha hecho desde los mismos comienzos de la filosofía; el lugar de ese
interrogante, ese estado del mundo que está entre el ser y el no ser, entre el mito y la razón,
fue destruido por la acción de la racionalidad que dio prioridad al ser y al fundamento
verdadero. De esto modo, se perdió la doble mirada:
“Trato de mantenerme en el límite del discurso filosófico. Digo límite y no muerte, pues no creo
en absoluto en lo que llaman corrientemente hoy día de la muerte de la filosofía...Límite, por lo
tanto, a partir del cual la filosofía llega a ser posible, se define como episteme, funcionamiento en
el interior de un sistema de trabas fundamentales, de oposiciones conceptuales, fuera de las cuales
se convierte en impracticable. En mis lecturas, intento, por lo tanto, por un gesto necesariamente
doble”. Ps. P. 12.
Pero en la exposición Derridiana el oído doble surge como la manera de restituir una
mirada en ambas direcciones, hacia el adentro y el afuera de la filosofía. Entre los márgenes
se manifiesta el límite. Como en Tímpano las dos columnas se fusionan para establecer la
multiplicidad. La mirada deconstructora pisa el límite para encontrar desde ahí las fisuras,
los blancos, y situarse en los márgenes para leer de una forma más compleja el texto de la
filosofía y el de la literatura.
“Filosofar con un martillo. Zarathustra comienza por preguntarse si será necesario estallarles,
romperles los oídos, a golpes de címbalos o de tímpanos, instrumentos, siempre, de alguna
dionisiada. Para enseñarles también a ‘oír con los ojos’”. MF. p. 19.
Lo que hay fuera de la filosofía, en lo externo del tímpano, no está vacío para la
filosofía, porque ésta ya no se sostiene en sí misma como sustancial, la ruptura del tímpano
ha agrietado su constitución, de modo que encuentra huellas en el pliegue del abanico que
lindan con la poesía de Lieris, Genet, Artaud. Su afuera no está vacío, está lleno. Y en el
margen se establece lo invisible de lo textual que brilla para que la letra o la marca interior
se borre.
“Esto no implica reconocer solamente que el margen se mantiene dentro y fuera. La filosofía lo
dice también: dentro porque el discurso filosófico entiende que conoce y domina su margen, que
define la línea, que encuadra la página, que la envuelve en su volumen. Fuera porque el margen, su
margen, su afuera están vacíos, están fuera : negativo con el que no habría nada que hacer,
negativo sin efecto en el texto o negativo que trabaja al servicio del sentido, margen relevada
(aufgehobene) en la dialéctica del libro”. MF. p. 31.
“Sabemos que la membrana del tímpano, tabique delgado y transparente, que separa el
conducto auricular del oído medio (la caja), está tendido oblicuamente (loxôs). Oblicuamente de
arriba abajo, de afuera adentro y de adelante...Uno de los efectos de esta oblicuidad es aumentar
la superficie de impresión y, por tanto, la capacidad de vibración.
”Consecuencia: dislocar el oído filosófico, hacer trabajar el loxôs en el logos, es evitar la
contestación frontal y simétrica, la oposición en todas las formas del anti-, inscribir en todos los
casos el antismo y el cambio, la denegación doméstica, en una forma completamente distinta de
emboscada, de lokhos, de maniobra textual”. MF. p. 21.
“Pero se trata incansablemente del oído, de este órgano distinto, diferenciado, articulado, que
produce el efecto de proximidad, de propiedad absoluta, el borrarse idealizante de la diferencia
orgánica”. MF. P. 24.
Por otra parte, en otra acepción, la deconstrucción destroza la metafísica cuando abre la
rueda hidráulica, el otro tímpano, y no permite recoger el agua del contenido de nuevo, sino
que la deja que desborde su límite circular. Las dos grandes tradiciones occidentales la de
Hegel y la de Heidegger se desenvuelven en el círculo timpánico que siempre vuelve a
reconstruir el sentido.
Puede observarse que estas tradiciones no reconocen cómo el tímpano vitrubiano recoge
el agua, la eleva y la deja caer de nuevo sobre el mismo contenido. Para la deconstrucción
no es el movimiento del mismo contenido lo que es relevante, sino el tímpano mismo que
cuando se rompe, por la acción del filósofo que trae su martillo, envía hacia afuera el
contenido sin que pueda retornar a sí mismo. Este estallido produce en el margen unas
marcas que indican que hubo un contenido que ya no esta recorriendo el mismo círculo de
la rueda metafísica.
“Si cada uno de los dos tipos (jerarquía de la ontología y envoltura del todo en las partes) es
más poderoso aquí (Aristóteles, Descartes, Kant, Husserl, Heidegger) o allá ( Spinoza, Leibniz,
Hegel), obedecen al movimiento de una misma rueda, ya se trate finalmente del círculo
hermenéutico de Heidegger o del círculo onto - teológico de Hegel...En tanto que no se haya
destruido ese tímpano ( el tímpano es también una rueda hidráulica, Vitrubio da una minuciosa
descripción de ella), lo que no puede hacerse con un gesto simplemente discursivo o teórico, en
tanto que no se hayan destruido estos dos tipos de dominio en su familiaridad esencial ...”MF. p.
27.
El tímpano, como tela, o como rueda hidráulica, o como elemento para la impresión de
los libros (que es otra acepción del tímpano múltiple) coloca en el límite, hace ver lo que
afuera del libro hay. De este modo, se puede rastrear, sobre la margen blanco, cómo fue roto
el himen, la tela, y qué huellas quedaron en la membrana del tímpano. No es ni el libro ni el
contenido, ni la página ni la letra, lo que sostiene el discurso, es el estar en ese no ser lo uno
ni lo otro, ni página ni letra, ni discurso filosófico ni expresión poética, es el instaurarse en
los intersticios de las columnas, sea en Tímpano o en Glas, lo que permite la
deconstrucción.
Esta acción provocadora envía al exterior para reconocer que allí, en lo blanco, está
guardado otro discurso, otro texto, que el himen está roto, que se ha interpenetrado el texto
y la tela se despliega. Por lo tanto, lo que parecía virgen, esta traspasado de texto. Es así
como la filosofía tiene que reconocer sus vínculos con el texto exterior, en este caso, el
texto de Lieris o de Genet. De esta forma, Derrida pone a jugar en la hoja desplegada estos
dos textos. Y es debido a estas ubicaciones marginales, que separan las diversas columnas,
que surge la red y el tejido multiforme:
“Lo que obliga no sólo a tener en cuenta toda la lógica del margen, sino a tener en cuenta algo
completamente distinto: a recordar sin duda que más allá del texto filosófico, no hay un margen
blanco, virgen, vacío, sino otro texto, un tejido de diferencias que fuerzas sin ningún centro de
referencia presente... ; pero también que el texto escrito de la filosofía...desborda y hacer reventar
su sentido.” MF. p. 30.
La filosofía, por tanto, se sitúa en la ruptura, en el límite. Mira hacia dentro y hacia
afuera, sin reconstruirse en sí misma, sino abriendo su texto hacia el afuera. Su posición
deconstructiva es el abismo, la apertura que está más allá de la filosofía de Hegel. En medio
de la metáfora nietzscheana. En el libro roto que ya no tiene páginas cerradas y que se
pierde en su afuera.
“La filosofía lo dice también: dentro porque el discurso filosófico entiende que conoce y domina
su margen, que define la línea, que encuadra la página, que la envuelve en su volumen. Fuera
porque el margen, su margen, su afuera están vacíos, están fuera : negativo con el que no habría
nada que hacer, negativo sin efecto en el texto o negativo que trabaja al servicio del sentido,
margen relevada en la dialéctica del Libro.” MF. p. 31.
La complejidad del tejido textual semeja un laberinto que se recorre con la guía ilusoria
de la escritura. Un laberinto de ausencias, de impresiones marginales, de hilos que se
pierden en una y otra dirección, entre el pliegue y el despliegue de la superficie textual. Un
recorrido por el caracol del oído que enreda y desenreda, el caracol de la página que tiene
ondulaciones que entran y salen y difractan los sentidos para que no se pueda tomar uno
como fundamento. “Pues no sólo ‘Perséfone’ y ‘tijereta’ ( en francés perce - oreille)
comienzan las dos por la misma alusión a la idea de ( en francés perceé) abertura (...),
pero uno y otro termina por una llamada la sentido del oído, puesto en juego, en el insecto,
de manera expresa por la palabra oreille...” MF. p. 22. Laberinto de sentidos que muestran
la múltiple forma de lo que es el tímpano, que es el recorrido de la diosa o del insecto por la
superficie del oído para dejar allí sus huellas. “ Y las cavernas, a fin de cuentas, se
convierten en lugar geométrico donde se reúnen divinidad subterránea, insecto horadador
de huesos, matriz donde se forma la voz, tambor que viene a golpear cada ruido con su
palillo de aire vibrador... Por una parte, hay pues, el afuera ; por otra parte, el adentro ;
entre los dos lo cavernoso”. MF. p. 27. Entre un texto y otro está la misma referencia. El
texto de Lieris contiene el adentro y el afuera, describe como la tijereta viene de afuera a
perforar el oído interno y recorre el laberinto del caracol, se instala en el medio, en el
cuerpo cavernoso, que es como el laberinto textual. Y a su vez, como ya se ha visto, el texto
derridiano que se desborda para recorrer el texto de Lieris. Uno y otro entretejidos,
formando una red a través de las cavernas del blanco que une y separa las dos columnas, la
filosofía y la poesía:
“Tímpano, dionisia, laberinto, hilos de Ariana. Recorremos ahora (de pie, andando,
danzando ), comprendidos y envueltos para no salir jamás, la forma de un oído construido
alrededor de una presa, girando al rededor de su pared interna, una ciudad, pues (laberinto,
canales semicirculares se nos previene de que las barandas no se mantienen) enrollada como un
caracol al rededor de una compuerta..” MF. p. 25.
Todos son marca de la margen, el entre medio. El lector timpánico se disloca, mira
oblicuamente, se mete en el laberinto del caracol, para recorrerlo y golpear el sentido para
que hable en distinto espacio y diverso tiempo, para diferir, para constatar al Diffèrance.
Pero es un recorrido por el oído medio, por el agua elevada, por la tinta que marca la página
del libro, por la membrana, por el himen, por el límite, siempre bordeando para no hallar
nada sino la simbología, la escritura de lo que no está:
“En términos de prensa manual, no hay, pues, un tímpano, sino varios tímpanos. Dos bastidores
de materia diferente, generalmente de madera y de hierro, se colocan uno dentro del otro, se
alojan, si se puede decir así, uno en el otro. Un tímpano en el otro, uno de madera, el otro de
hierro, uno grande otro pequeño. Entre los dos la hoja. Se trata, pues, de un aparato y una de sus
funciones esenciales será el cálculo regular del margen.” MF. p. 32.
“No hay marca en sí misma, marca propia, Heidegger dice bien que la diferencia no podría
aparecer como tal. La marca de esta marca que (es) la diferencia no podría sobre todo aparecer ni
ser nombrada como tal, es decir, en su presencia. El como tal lo que precisamente y como tal se
hurta para siempre... Si el ser, según este olvido que habría sido la forma misma de su venida, no
ha querido nunca decir más que lo que es, entonces la diferencia quizá es más vieja que el ser
mismo. Habría una diferencia más impensada todavía que la diferencia entre el ser y lo que es. Sin
duda no se puede nombrarla más como tal en nuestra lengua”. MF. p. 101
EL ESCENARIO
DERRIDA:
PRIMERA ESCENA:
1 Así se titula el tercer volumen del Libro de las Cuestiones (1965). El segundo volumen, El libro de Yukel,
apareció en 1964. Cf. Supra, “Edmond Jabés y la cuestión del libro”.
sonoridades huecas, produce su instante. Para fin, por más que protestemos o
construir un instante complejo, para anudar desconstruyamos, «Dios sucede a Dios y el
sobre ese instante simultaneidades múltiples es Libro al Libro». Pero en el movimiento de
por lo que el poeta destruye la continuidad esta sucesión, la escritura vela, entre Dios y
Dios, entre el Libro y el Libro. Y si aquel
simple del tiempo encadenado. En todo poema
movimiento se produce a partir de esa vela y a
verdadero, se pueden entonces encontrar los partir de la ultraclausura, el retorno al libro no
elementos de un tiempo detenido, de un tiempo nos encierra en éste. Es un momento de la
que no sigue la medida, de un tiempo que errancia, repite la época del libro, su totalidad
nosotros llamaremos vertical para distinguirlo de suspensión entre dos escrituras, su retirada
de un tiempo común que huye horizontalmente y lo que se reserva en ésta. Vuelve hacia « Un
con el agua del río, con el viento que pasa. De libro que es el entredós del riesgo»... «... Mi
ahí una paradoja que debe enunciarse vida, a partir del libro, habrá sido, pues, una
claramente: en tanto que el tiempo de la velada de escritura en el intervalo de los
prosodia es horizontal, el tiempo de la poesía es límites... » La repetición no reedita el libro,
vertical. La prosodia no organiza sino describe su origen a partir de una escritura que
no le pertenece todavía o que ya no le
sonoridades sucesivas; reglamenta cadencias,
pertenece, que finge, al repetirlo, dejarse
administra fugas y emociones, ¡ ay!, con comprender en él. Lejos de dejarse oprimir o
frecuencia a contratiempo. Aceptando las envolver en el volumen, esta repetición es la
consecuencias del instante poético, la prosodia primera escritura. Escritura de origen,
permite reunirse con la prosa, con el escritura que vuelve a trazar el origen,
pensamiento explicado, con los amores acosando los signos de su desaparición,
sentidos, con la vida social, con la vida que escritura loca de origen: «Escribir es tener la
corre, la vida que pasa, lineal y continua. Pero pasión del origen. » Pero lo que la afecta de
todas las reglas prosódicas no son sino medios, esa manera, se sabe ahora, no es el origen sino
viejos medios. El fin es la verticalidad, la lo que está en su lugar; no es tampoco lo
contrario del origen. No es la ausencia en el
profundidad o la altura; es el instante
lugar de la presencia, sin o una huella que
estabilizado en que las simultaneidades prueban reemplaza una presencia que no ha sido
ordenándose que el instante poético tiene una presente jamás, un origen por el que nada ha
perspectiva metafísica. El instante poético es comenzado. Ahora bien, el libro ha vivido de
pues necesariamente complejo: conmueve, ese engaño; de haber dado lugar a creer que la
prueba -invita, consuela-, es sorprendente y pasión, al estar originalmente apasionada por
familiar. En esencia, el instante poético es una algo, al final podía quedar apaciguada
relación armónica entre dos opuestos. En el mediante el retorno de eso. Engaño del origen,
instante apasionado del poeta siempre hay un del final, de la línea, del bucle, del volumen,
poco de razón; en la negativa razonada siempre del centro. Como en el primer Libro de las
queda un poco de pasión. Las antítesis cuestiones, unos rabinos imaginarios se
responden en el canto sobre el bucle «La línea
sucesivas gustan ya al poeta. Pero, por el
es el engaño » Reb Séab ....... «Una de mis
encanto, por el éxtasis, es necesario que las grandes angustias, decía Reb Aghim, fue ver
antítesis se contraigan en ambivalencia. -y sin que yo pudiese detenerla- mi vida
Entonces surge el instante poético... Cuando redondeándose hasta formar un bucle. »
menos, el instante poético es conciencia de una Desde el momento en que el círculo da
ambivalencia. Pero también es más que eso, vueltas, que el volumen se enrolla sobre sí
porque es una ambivalencia excitada, activa y mismo, que el libro se repite, su identidad
dinámica. El instante poético obliga al ser a consigo acoge una imperceptible diferencia,
valuar o a devaluar. En el instante poético, el que nos permite salir eficazmente,
ser asciende o desciende, sin aceptar el tiempo rigurosamente, es decir, discretamente, de la
clausura. Al redoblar la clausura del libro, se
del mundo que devolvería la ambivalencia a la
la desdobla. Escapamos de ella entonces
antítesis, lo simultáneo a lo sucesivo. Esa furtivamente, entre dos pasos por el mismo
relación de la antítesis y de la ambivalencia se libro, por la misma línea, según el mismo
verificará fácilmente si se quiere en realidad bucle, «Velada de escritura en el intervalo de
comunicarse con el poeta quien, con toda los límites». Esta salida fuera de lo idéntico en
evidencia, vive en un instante los dos términos lo mismo se mantiene muy ligera, no pesa
de sus antítesis. El segundo término no es nada por sí misma, piensa y pesa el libro como
atraído por el primero. Ambos términos tal. El retorno al libro es entonces el abandono
nacieron juntos. Desde ese momento se en- del libro, se ha deslizado entre Dios y Dios, el
Libro y el Libro, en el espacio neutro dé la
contrarán los verdaderos instantes poéticos de
sucesión, en el suspenso del intervalo. El
un poema en todos los puntos en que el corazón retorno entonces no vuelve a tomar posesión.
humano pueda invertir las antítesis. De una No vuelve a apropiarse del origen. Este no
manera más intuitiva, la ambivalencia bien está ya en sí mismo. La escritura, pasión del
ligada se revela por su carácter temporal: en origen: eso debe entenderse también por el
lugar del tiempo viril y valiente que se lanza y lado del genitivo subjetivo. Es el origen
que quiebra, en lugar del tiempo dócil y sumiso mismo lo que está apasionado, pasivo y
que lamenta y que llora, he aquí el instante sobrepasado, por ser escrito. Lo cual quiere
andrógino. El misterio poético es una andro- decir inscrito. La inscripción del origen es, sin
ginia. II ¿ Pero es tiempo todavía ese duda, su ser-escrito, pero es también su estar-
pluralismo de acontecimientos contradictorios inscrito en un sistema en el que es sólo un
lugar y una función. Entendiéndolo así, el
encerrados en un solo instante? ¿Es tiempo toda
retorno al libro es por esencia elíptico. Hay
esa perspectiva vertical que sobresale del algo invisible que falta en la gramática de esta
instante poético? Sí; porque las simultaneidades repetición. Como esa falta es invisible e
acumuladas son simultaneidades ordenadas. indeterminable, como redobla y consagra
Dan una dimensión al instante puesto que le perfectamente el libro, vuelve a pasar por
dan un orden interno. Ahora bien, el tiempo es todos los puntos de su circuito, nada se ha
un orden y no otra cosa. Y todo orden es un movido. Y sin embargo todo el sentido queda
tiempo. El orden de las ambivalencias en el alterado por esa falta. Una vez repetida, la
instante es pues un tiempo. Y ese tiempo misma línea no es ya exactamente la misma,
vertical es lo que el poeta descubre cuando ni el bucle tiene ya exactamente el mismo
centro, el origen ha actuado. Falta algo para
desecha el tiempo horizontal, es decir, el deve-
que el círculo sea perfecto. Pero en la
nir del prójimo, el devenir de la vida, el devenir Elleipsis, por el simple redoblamiento del
del mundo. He aquí entonces los tres órdenes de camino, la solicitación de la clausura, la rotura
experiencias sucesivas que deben desligar al ser de la línea, el libro se ha dejado pensar como
encadenado en el tiempo horizontal: 1) tal. « Y Yukel dice: El círculo ha sido
acostumbrarse a no referir su propio tiempo al reconocido. Romped la curva. El camino
tiempo de los demás: romper los marcos dobla el camino. El libro consagra el libro. »
sociales de la duración; 2) acostumbrarse a no El retorno del libro anunciaría así la forma del
referir su propio tiempo al tiempo de las cosas: eterno retorno. El retorno de lo mismo sólo se
romper los marcos fenomenológicos de la altera -pero lo hace absolutamente- por volver
duración; 3) acostumbrarse -difícil ejercicio- a a lo mismo. La pura repetición, aunque no
cambie ni una cosa ni un signo, contiene una
no referir su propio tiempo al tiempo de la vida,
potencia ilimitada de perversión y de
a no saber si el corazón late, si crece la dicha: subversión. Esta repetición es escritura porque
romper los marcos vitales de la duración. Sólo lo que desaparece en ella es la identidad
entonces se alcanza la referencia autosincró- consigo misma del origen, la presencia a sí le
nica, en el centro de sí mismo, sin vida la palabra sedicente viva. Eso es el centro. El
periférica. De pronto se borra toda engaño del que ha vivido el primer libro, el
horizontalidad plana. El tiempo ya no corre. libro mítico, el cuidado de oda repetición, es
Brota. III Para retener o, antes bien, para que el centro estuviese al abrigo del juego:
encontrar ese instante poético estabilizado hay irremplazable, sustraído a la metáfora y a la
poetas como Mallarmé que violentan metonimia, especie de pronombre invariable
que se pudiese invocar pero no repetir. El
directamente el tiempo horizontal, que invierten
centro del primer libro no habría debido poder
la sintaxis, que detienen o desvían las con- ser repetido en su propia representación.
secuencias del instante poético. Las prosodias Desde el momento en que se presta una vez a
complicadas ponen piedras en el arroyo para una representación como esa -es decir desde
que las ondas pulvericen las imágenes fútiles, que se lo escribe-, cuando se puede leer un
para que los movimientos rompan los reflejos. libro en el libro, un origen en el origen, un
Leyendo a Mallarmé con frecuencia se tiene la centro en el centro, eso es el 1 abismo, el sin-
impresión de un tiempo recurrente que viene a fondo del redoblamiento infinito. Lo otro está
terminar instantes cumplidos. Entonces se en lo mismo, «El En otro lugar, dentro... .....
El centro es el pozo... ..... “¿Dónde está el
viven, con retraso, los instantes que se habrían
centro? aullaba Reb Madies. El agua repudia-
debido vivir: sensación tanto más extraña da le permite al halcón perseguir a su presa”.
cuanto que no participa de ningún lamento, de El centro es, quizás, el desplazamiento de la
ningún arrepentimiento, de ninguna nostalgia. cuestión. Ningún centro allí donde es
Sensación hecha simplemente de un tiempo imposible el círculo. Ojalá pudiese mi muerte
actuado, que en ocasiones sabe poner el eco provenir de mí, decía Reb Bekri. Yo sería, a la
antes de la voz y la negativa en la aceptación. vez, la servidumbre del círculo y la cesura”.
Otros poetas más felices aprehenden Desde que surge un signo, comienza
naturalmente el instante estabilizado. Como los repitiéndose. Sin eso, no sería signo, no sería
chinos, Baudelaire ve la hora en el ojo de los lo que es, es decir, esa no-identidad consigo
gatos, la hora insensible en que la pasión es tan que remite regularmente a lo mismo. Es decir
a otro signo que, a su vez, nacerá al dividirse.
compleja que desdeña cumplirse: “En el fondo
El grafema, al repetirse de esta manera, no
de sus ojos adorables veo siempre la hora tiene, pues, ni lugar ni centro naturales. Pero
claramente, siempre la misma, una hora ancha, ¿acaso se los perdió alguna vez? ¿Es su
solemne, grande como el espacio, sin divisiones excentricidad un descentramiento? ¿No puede
de minutos ni de segundos: una hora inmóvil afirmarse la irreferencia al centro en lugar de
que no marcan los relojes...”. Para los poetas llorar la ausencia del centro? ¿Por qué tendría
que realizan así el instante con facilidad, el uno que hacer su duelo del centro? ¿No es el
poema no se desarrolla, se anuda, se teje de centro, la ausencia de ~ juego y de diferencia,
nudo a nudo. Su drama no se efectúa. Su mal es otro nombre de la muerte? ¿La que tran-
una flor tranquila... En equilibrio sobre la quiliza, apacigua, pero desde su agujero,
también angustia y pone en juego? El paso por
medianoche, sin esperar nada del soplo de las
la excentricidad negativa es indudablemente
horas, el poeta se aligera de toda vida inútil; necesario; pero es sólo liminar. «El centro es
siente la ambivalencia abstracta del ser y del no el umbral. Reb Naman decía: “Dios es el
ser. En las tinieblas ve mejor su propia luz. La Centro; por eso, algunos espíritus fuertes han
soledad le trae el pensamiento solitario, un proclamado que El no existía, pues si el
pensamiento sin diversión, un pensamiento que centro de una manzana o de una estrella es el
se eleva, que se apacigua exaltándose corazón del astro o del fruto, ¿cuál es el
puramente. El tiempo vertical se eleva. En verdadero medio del vergel y de la
ocasiones también se hunde. Para quien sabe noche?” ..... Y Yukel dice: El centro es el
leer El cuervo, medianoche ya nunca más suena fracaso... ¿Dónde está el centro? -Bajo la
horizontalmente. Suena en el alma bajando, ceniza.» Reb Selah ...... «El centro es el
duelo». Al igual que hay una teología
bajando... Raras son las noches en que tengo el
negativa, hay una ateología negativa.
valor de llegar hasta el fondo, hasta la décima Cómplice, sigue expresando la ausencia del
segunda campanada, hasta la décima segunda centro cuando ya habría que reafirmar el
herida, hasta el décimo segundo recuerdo... En- juego. Pero ¿no es el deseo del centro, como
tonces vuelvo al tiempo plano; encadeno, me función del juego mismo, lo indestructible? Y
vuelvo a encadenar, regreso junto a los vivos, a en la repetición o el retorno del juego, ¿cómo
la vida. Para vivir, es necesario ser desleal con no iba a apelar a nosotros el fantasma del
los fantasmas... Sobre el tiempo vertical -en el centro? Es aquí donde, entre la escritura como
descenso- se apilan las peores penas, las penas descentramiento y la escritura como
sin causalidad temporal, las penas agudas que afirmación del juego, la vacilación es infinita.
Forma parte del juego, y liga éste a la muerte.
traspasan el corazón por una nada, sin
Se produce en un «¿quién sabe?» sin sujeto y
debilitarse nunca. Sobre el tiempo vertical sin saber. «El último obstáculo, el último hito,
-subiendo- se consolida el consuelo sin es- es, ¿quién sabe?, el centro. Entonces, todo
peranza, ese extraño consuelo autóctono y sin llegará a nosotros desde el fondo de la noche,
protector. En pocas palabras, todo lo que nos de la infancia». Si el centro es realmente «el
separa de la causa y la recompensa, todo lo que desplazamiento de la cuestión», es porque
niega la historia íntima y el deseo mismo, todo siempre se le ha dado un sobrenombre al
lo que devalúa a un mismo tiempo el pasado y innombrable pozo sin fondo del que él mismo
el porvenir, se encuentra en el instante poético. era el signo; signo del agujero que el libro ha
pretendido colmar. El centro era el nombre de
¿ Se desea un estudio de algún pequeño
un agujero; y el nombre del hombre, como el
fragmento del tiempo poético vertical? Que se de Dios, expresa la fuerza de lo que se ha
tome el instante poético del lamento sonriente, erigido para realizar ahí obra en forma de
en el momento mismo en que la noche se libro. El volumen, el rollo de pergamino,
duerme y estabiliza las tinieblas, en que las tenían que introducirse en el agujero
horas apenas respiran, ¡ en que la soledad por si peligroso, penetrar furtivamente en la vivienda
sola es ya un remordimiento! Los polos amenazadora, mediante un movimiento
ambivalentes del lamente sonriente casi se to- animal, vivo, silencioso, liso, brillante,
can. La menor oscilación sustituye al uno por el deslizante, a la manera de una serpiente o de
otro. El lamento sonriente es pues una de las un pez. Así es el deseo inquieto del libro.
ambivalencias más sensibles de un corazón Igualmente, tenaz y parasitario, amando y
aspirando por mil bocas que dejan mil marcas
sensible. Ahora bien, se desarrolla con toda
en nuestra piel, monstruo marino, pólipo. «Es
evidencia en un tiempo vertical, puesto que ridícula esa posición boca abajo. Reptas.
ninguno de los dos momentos, ni la sonrisa ni el Horadas el muro en su base. Esperas
lamento, es su antecedente. El sentimiento aquí escaparte, como una rata. Semejante a la
es reversible o, para expresarlo mejor, la sombra, por la mañana, en el camino. ¿ Y esa
reversibilidad del ser está aquí voluntad de permanecer de pie, a pesar de la
sentímentalizada: la sonrisa lamenta y el fatiga y el hambre? Un agujero, no era más
lamento sonríe, el lamento consuela. Ninguno que un agujero, la ocasión del libro. (Tu obra:
de los tiempos expresados sucesivamente es ¿un agujero-pulpo? El pulpo fue colgado del
causa del otro, lo cual prueba que están mal techo y sus tentáculos se pusieron a lanzar
destellos). No era más que un agujero en el
expresados en el tiempo sucesivo, en el tiempo
muro, tan estrecho que jamás has podido
horizontal. Pero de cualquier modo hay del uno introducirte en él para huir. Desconfiad de las
al otro un devenir, un devenir que sólo se puede moradas. No siempre son hospitalarias.
experimentar verticalmente, subiendo, con la Extraña serenidad la de un retorno así.
impresión de que el lamento se aligera, de que Desesperada por la repetición y gozosa sin
el alma se eleva, de que el fantasma perdona. embargo de afirmar el abismo, de habitar el
Entonces en verdad florece la desdicha. Un laberinto poéticamente, de escribir el agujero,
metafísico sensible encontrará así en el lamento «la ocasión del libro» en el que no puede uno
sonriente la belleza formal de la desdicha. Es en sino hundirse, que hay que guardar
función de la causalidad formal como destruyéndolo. Afirmación danzante y cruel de
comprenderá el valor de desmaterialización en una economía desesperada. La morada es
inhospitalaria por seducir, como el libro, en un
que se reconoce el instante poético. Nueva
laberinto. El laberinto es aquí un enigma: se
prueba de que la causalidad formal se desarrolla hunde uno en la horizontalidad de una pura
al interior del instante, en el sentido de un superficie, que se representa a sí misma de
tiempo vertical, en tanto que la causalidad rodeo en rodeo. «El libro es el laberinto.
eficiente se desarrolla en la vida y en las cosas, Cuando crees que estás saliendo de él, te
horizontalmente, agrupando instantes de estás hundiendo ahí. No tienes ninguna
variadas intensidades. Naturalmente, desde la ocasión de salvarte. Te hace falta destruir el
perspectiva del instante, se pueden artefacto. No puedes resolverte a eso. Advier-
experimentar ambivalencias de mayor alcance: to el lento pero seguro ascenso de tu angustia.
“Siendo muy niño, abrigué en el corazón dos Muro tras muro. ¿Quién te espera al final?
-Nadie... Tu nombre se ha replegado sobre sí
sentimientos contradictorios: el horror por la
mismo, como la mano sobre el arma blanca.»
vida y el éxtasis ante la vida.” Los instantes en Así pues, El libro de las cuestiones culmina en
que se tienen juntos esos sentimientos la serenidad de este tercer volumen. Del modo
inmovilizan el tiempo, pues se experimentan que tenía que hacerlo, manteniéndose abierto,
juntos vinculados por el fascinante interés en la expresando la no-clausura, a la vez infinita-
vida. Llevan al ser fuera de la duración común. mente abierta y reflejándose infinitamente
Su ambivalencia no se puede describir en sobre sí mismo, «un ojo en el ojo»,
tiempos sucesivos, como un vulgar balance de comentario que acompaña hasta el infinito el «
las dichas y las penas pasajeras. Opuestos tan libro del libro excluido y reclamado», libro
encentado sin cesar y recuperado desde un
vivos, tan fundamentales, obedecen a una
lugar que no está ni dentro del libro ni fuera
metafísica inmediata. La oscilación se vive en del libro, expresándose como la abertura
un solo instante, mediante éxtasis y caídas que misma que es reflejo sin salida, remitir,
incluso pueden hallarse en oposición a los retorno y rodeo del laberinto. Este es un
acontecimientos: el hastío de vivir viene a camino que encierra en sí las salidas fuera de
sorprendernos en el gozo tan fatalmente como sí, que comprende sus propias salidas, que
el orgullo en la desdicha. Los temperamentos abre él mismo sus puertas, es decir, que,
cíclicos que, en la duración habitual y siguiendo abriéndolas sobre sí mismo, se cierra
a la luna, desarrollan estados contradictorios, no pensando su propia abertura. Esta
presentan sino parodias de ambivalencia contradicción se piensa como tal en el tercer
fundamental. Sólo una psicología profunda del libro de las cuestiones. Por eso la triplicidad es
su cifra y la clave de su serenidad. También de
instante podrá darnos los esquemas necesarios
su descomposición: El tercer libro dice, «Soy
para comprender el drama poético esencial. el primer libro en el segundo» ...... « Y Yukel
IV Por lo demás, es sorprendente que uno de dice: Tres cuestiones han seducido al libro y
los poetas que ha captado más fuertemente los tres cuestiones lo acabarán. Lo que acaba
instantes decisivos del ser sea el poeta de las comienza tres veces. El libro es tres. El mundo
correspondencias. La correspondencia es tres. Y Dios, para el hombre, las tres
baudelairiana no es, como se expone con tanta respuestas. » Tres: no porque el equívoco, la
frecuencia, una simple trasposición que daría un duplicidad del todo y nada, de la presencia
código de analogías sensuales. Es una suma del ausente, del sol negro, del bucle abierto, del
ser sensible en un solo instante. Pero las simul- centro sustraído, del retorno elíptico, quedase
al final resumido en alguna dialéctica,
taneidades sensibles que reúnen los perfumes,
apaciguada en algún término reconciliador. El
los colores y los sonidos no hacen sino preparar «paso» y el «pacto» del que habla Yukel en
simultaneidades más lejanas y más profundas. Medianoche o la tercera cuestión son otro
En esas dos unidades de la noche y de la luz se nombre de la muerte afirmada a partir de El
encuentra la doble eternidad del bien y del mal. alba o la primera cuestión y Mediodía o la
Por lo demás, eso que hay de “vasto” en la segunda cuestión. Y Yukel dice: «El libro me
noche y en la claridad no debe sugerirnos una ha llevado, del alba al crepúsculo, de la
visión espacial. La noche y la luz no se evocan muerte a la muerte, con tu sombra, Sarah, en
por su extensión, por su infinito, sino por su el número, Yukel, al cabo de mis cuestiones,
unidad. La noche no es un espacio. Es una al pie de las tres cuestiones... » La muerte
amenaza de eternidad. Noche y luz son está al alba porque todo ha comenzado por la
repetición. Desde el momento en que el centro
instantes inmóviles, instantes negros o claros,
o el origen han comenzado repitiéndose,
alegres o tristes, negros y claros, tristes y redoblándose, el doble no se añadía ‘7
alegres. Nunca el instante poético fue más simplemente a lo simple. Lo dividía y lo
completo que en ese verso en que se puede suplía. Inmediatamente había un doble origen
asociar a un mismo tiempo la inmensidad del más su repetición. Tres es la primera cifra de
día y de la noche. Jamás se ha hecho sentir tan la repetición. También la última, pues el
físicamente la ambivalencia de los abismo de la representación se mantiene
sentimientos, el maniqueísmo de los principios. siempre dominado por su ritmo, hasta el
Meditando por esa vía, se llega de pronto a esta infinito. El infinito no es, indudablemente, ni
conclusión: toda moralidad es instantánea. El uno, ni nulo, ni innombrable. Es de esencia
ternaria. El dos, como el segundo Libro de las
imperativo categórico de la moralidad no tiene
cuestiones (El libro de Yukel), como Yukel,
nada que ver con la duración. No retiene sigue siendo la juntura indispensable e inútil
ninguna causa sensible, no aguarda ninguna del libro, el mediador sacrificado sin el que la
consecuencia. Va enteramente derecho, triplicidad no existiría, sin el que el sentido no
verticalmente, por el tiempo de las cosas y de sería lo que es, es decir, diferente de sí: en
las personas. El poeta es entonces el guía juego. La juntura es la rotura. Se podría decir
natural del metafísico que quiere comprender del segundo libro lo que se dice de Yukel en la
todas las fuerzas de uniones instantáneas, la segunda parte del Retomo al libro: «Fue la
fuga del sacrificio, sin dejarse dividir por la liana y la nervadura en el libro, antes de ser
echado de él». Si nada ha precedido la
dualidad filosófica grosera del sujeto y del
repetición, si ningún presente ha vigilado la
objeto, sin dejarse detener por el dualismo del huella, si, de una cierta manera, es el «vacío lo
egoísmo y del deber. El poeta anima una que se ahonda y se marca con señales» 2, en
dialéctica más sutil. Revela a la vez, en el ese caso el tiempo de la escritura no sigue la
mismo instante, la solidaridad de la forma y de línea de los presentes modificados. El porvenir
la persona. Demuestra que la forma es una no es un presente futuro, ayer no es un
persona y que la persona es una forma. La presente pasado. El más allá de la clausura del
poesía deviene así un instante de la causa libro no cabe ni alcanzarlo ni reencontrarlo.
formal, un instante de la potencia personal. Está ahí, pero más allá, en la repetición pero
Entonces se desinteresa de aquello que rompe y sustrayéndose a ella. Está ahí como la sombra
de aquello que disuelve, de una duración que del libro, el tercero entre las dos manos que
sostienen el libro, la diferancia en el ahora de
dispersa ecos. Busca el instante. Crea el
la escritura, la separación entre el libro y el
instante. No necesita sino el instante. Fuera del libro, esa otra mano... Abriendo la tercera
instante no hay más que prosa y canción. La parte del tercer Libro de las cuestiones, el
poesía encuentra su dinamismo específico en el canto sobre la separación y el acento: se
tiempo vertical de un instante inmovilizado. empieza de esta manera: “‘Mañana (Demain)
Hay un dinamismo puro de la poesía pura. Es el es la sombra y la reflexibilidad de nuestras
dinamismo que se desarrolla verticalmente en el manos (de nos mains)’. Reb Dérissa”. .
tiempo de las formas y de las personas.
2 Jean Catesson, “Journal non intime et points cardinals” en Mesures, No. 4, oct. 1937
Segunda escena: Ciencia y literatura
VICTOR FLORIAN: .... Quizá entendamos mejor aquí por qué su epistemología además de vigilante,
crítica, aparece abierta a la incursión del saber dentro del campo cultural, dentro de los valores de cultura,
y por qué su pensamiento hay que asumirlo como una totalidad de dos actividades complementarias, la
epistemología y la poética. ". (Florían, 73)
BACHELARD" En cada ser humano, el reloj de las DERRIDA: “Filosofar con un martillo.
horas masculinas y el reloj de las horas femeninas Zarathustra comienza por preguntarse si será
escapan al reino de las cifras y de las medidas. El necesario estallarles, romperles los oídos, a
reloj de lo femenino anda de continuo, en una golpes de címbalos o de tímpanos, instrumentos,
duración que transcurre calmadamente. El reloj de siempre, de alguna dionisiada. Para enseñarles
lo masculino tiene el dinamismo del tirón. Eso lo también a ‘oír con los ojos’” . MF, p. 19.
sentiríamos de modo más claro si se aceptara poner
en una franca dialéctica la ensoñación y los
esfuerzos de conocimiento. ". PS, P. 94
DERRIDA: “Trato de mantenerme en el límite del discurso filosófico. Digo límite y no muerte, pues no
creo en absoluto en lo que llaman corrientemente hoy día de la muerte de la filosofía...Límite, por lo
tanto, a partir del cual la filosofía llega a ser posible, se define como episteme, funcionamiento en el
interior de un sistema de trabas fundamentales, de oposiciones conceptuales, fuera de las cuales se
convierte en impracticable. En mis lecturas, intento, por lo tanto, por un gesto necesariamente doble”.
Ps, p. 12.
Tercera escena: Metáfora y verdad
GADAMER: Y así ha seguido siendo a lo largo de toda la historia de nuestra civilización occidental, a
pesar de todas las sentencias de la poética, según las cuales la poesía no sólo sirve para amenizar, sino
también para instruir. Sólo cuando la filosofía y la metafísica entraron en crisis frente a la pretensión
cognoscitiva de las ciencias experimentales, volvieron a descubrir su vecindad con la poesía, que había
sido negada desde Platón. Esto ocurrió en la época del romanticismo, cuando Schelling vio en el arte el
órgano de la filosofía y Hegel lo reconoció como figura del espíritu absoluto que, naturalmente, sólo
presentaba lo verdadero en la forma de la intuición y no en la del concepto. El texto eminente y su
verdad.
BACHELARD: " Así, la imagen poética, DERRIDA: “Sabemos que la membrana del
acontecimiento de logos, nos es personalmente tímpano, tabique delgado y transparente, que
innovadora ". Página 15 espacio Cuantas separa el conducto auricular del oído medio (la
experiencias de metafísica concretas tendríamos si caja), está tendido oblicuamente (loxôs).
prestamos más atención a la ensoñación poética. Oblicuamente de arriba abajo, de afuera
Abrirse al mundo objetivo, entrar en el mundo adentro y de adelante...Uno de los efectos de
objetivo, constituir un mundo que consigamos esta oblicuidad es aumentar la superficie de
objetivo son largos pasos que sólo pueden ser impresión y, por tanto, la capacidad de
descritos por la sicología positiva. Pero esos pasos vibración. ”Consecuencia : dislocar el oído
para constituir a través de mil rectificaciones un filosófico, hacer trabajar el loxôs en el logos, es
mundo estable, nos hacen olvidar el evitar la contestación frontal y simétrica, la
deslumbramiento de las primeras aperturas. La oposición en todas las formas del anti-, inscribir
ensoñación poética los del mundo de los mundos. en todos los casos el antismo y el cambio, la
La ensoñación poética es una ensoñación cósmica. denegación doméstica, en una forma
Es una apertura hacia un mundo hermoso, hacia completamente distinta de emboscada, de
mundos hermosos. P. 27, ensoñación lokhos, de maniobra textual”. MF, p. 21.
Cuarta escena: Escritura y ensoñación
GADAMER: “La literatura y, sobre todo, la obra de arte lingüística es, antes bien, una palabra dispuesta
para ser leída correctamente desde sí misma. De ahí que la fijación escrita se modifique según las
condiciones en las que se necesite lo escrito”. P. 189. estética.
BACHELARD: "A una avidez de ser hace surgir un DERRIDA: “El advenimiento de la escritura es
ser de la literatura, un esplendor psicológico el advenimiento del juego : actualmente el juego
sorprende el escritor. Es un instante de fénix que va hacia sí mismo borrando el límite desde el
aparece en medio de la trivialidad de la existencia. que se creyó poder ordenar la circulación de los
Al escuchar el tiempo, el poeta oye los milagros del signos, arrastrando consigo todos los
tiempo. El Fénix es entonces un Instante, un significados tranquilizadores, reduciendo todas
Instante de lo Poético. no se describe lo que surge. las fortalezas, todos los refugios fuera - de -
La genialidad del poeta consiste en provocarlo. ". juego que vigilaban el campo del lenguaje”. Gr,
Págs. 103, fuego " p. 12.
BACHELARD: “Pero nos defenderemos repitiendo nuestra tesis: la imagen literaria tiene una vida
propia, corre como un fenómeno autónomo por encima del pensamiento profundo. La tarea que nos
hemos impuesto es la de establecer dicha autonomía. El ejemplo de Nietzsche es notable, puesto que
manifiesta una doble vida: la vida de un gran poeta y la de un gran pensador. Las imágenes nietzscheanas
tienen la doble coherencia que anima -por separado- la poesía y el pensamiento”. P. 178, aire
BACHELARD: Una realidad iluminada por un DERRIDA: “ Marca (de lo) que nunca puede
poeta tiene al menos la novedad de una iluminación presentarse, marca que en sí misma no puede
nueva. Porque el poeta nos descubre un matiz nunca presentarse : aparecer y manifestarse
fugaz, aprendemos a imaginar todo matiz como un como tal en su fenómeno. Marca más allá de lo
cambio. Sólo la imaginación puede ver los matices; que liga en profundidad la ontología
los capta al paso de un color a otro. ¡Acontece que fundamental y la fenomenología. Siempre
en este mundo viejo había flores que no supimos difiriendo, la marca no está nunca como tal en
ver!. Las vimos mal, porque no las vimos cambiar presentación de sí. Se borra al presentarse, se
de matices. Florecer es desplazar matices, es ensordece resonando, como la a al escribirse,
siempre un movimiento matizado. El que observa inscribiendo su pirámide en la diferancia”. MF,
en su jardín todas las flores que se abren y se p. 57
colorean tiene ya mil modelos para la dinámica de
las imágenes. Pag, 13, Aire
Heidegger: La Diferencia es la dimensión en cuanto que mesura mundo y cosa llevándolos a lo que le es
propio solamente. Su mesurar abre la separación entre mundo y cosa, donde pueden ser el uno para el
otro. Tal apertura es el modo por medio del cual la Diferencia, aquí, mesura a ambos de par en par. La
Diferencia en tanto que Medio para mundo y cosa, mesura la medida de su esencia. En la
encomendación que llama las cosas y el mundo, lo verdaderamente nombrado es la Diferencia” . DH, p.
22 - 23.Heidegger
BACHELARD: " Hay una razón para esta certidumbre. Y es que hay ambivalencias profundas durables
ligadas a las materias originales en las que se alimenta la imaginación material. Y esta propiedad
psicológica es tan constante que podemos enunciar, como ley primordial de la imaginación, la recíproca:
una la materia que la imaginación no puede hacer vivir doblemente no puede representar el papel
psicológico de la materia original. Una materia que no proporciona ocasión para una ambivalencia
psicológica no puede encontrar su doble poético que permite infinitas transposiciones. por lo tanto, es
necesario que haya una doble participación -participación del deseo y del temor, participación del bien y
del mal, participación tranquila de lo blanco y de lo negro- para que el elemento material ligue al alma
entera". pag.24 agua
BACHELARD: “Sostenemos la tesis que, si los DERRIDA: “¿Cómo me las voy a arreglar para
pájaros son el pretexto del gran vuelo de nuestra hablar de la a de la diferencia ? Está claro que
imaginación, no es la causa de sus brillantes esto no puede ser expuesto. Nunca se puede
colores. Lo que es bello, primitivamente, en el exponer más que en lo que un momento
pájaro es el vuelo. Para la imaginación dinámica el determinado puede hacerse presente, manifiesto,
vuelo es una belleza primera. Sólo se ve la belleza lo que se puede mostrar, presentarse como algo
del plumaje cuando el pájaro se posa en tierra, presente, algo presente en su verdad, la verdad
cuando ya no es, para el ensueño, un pájaro. Puede de un presente, o la presencia del presente.
afirmarse que existe una dialéctica imaginaria que Ahora bien, si la diferancia es ( pongo el ‘es’
separa vuelo y color, movimiento y adorno.. No es bajo un tachadura) lo que hace posible la
posible tenerlo todo: no es posible ser a la vez presentación del presente, ella no se presenta
alondra y pavo real. Este último es eminentemente nunca como tal. Nunca se hace presente. A
terrestre. Es un museo mineral. Para agotar nuestra nadie. Reservándose y no exponiéndose, excede
paradoja será preciso demostrar que, en el reino de en este punto preciso y de manera regulada el
la imaginación, el vuelo debe crear su propio orden de la verdad, sin disimularse, sin
color”. Pag. 86, aire embargo, como cualquier cosa, como un ser
misterioso, en lo oculto de un no - saber o en un
agujero cuyos bordes son determinables...En
toda exposición estaría dispuesta a desaparecer
como desaparición, correría el riesgo de
aparecer : de desaparecer”. MF, p. 41 - 42.
Séptima escena: Texto e imaginación
PAUL RICOEUR: “Esta ocultación del mundo circunstancial por el cuasimundo de los textos puede
llegar a ser tan completa que el propio mundo, en una civilización de la escritura, deja de ser aquello que
podemos mostrar al hablar y se reduce a esa especie de “aura” que ponen de manifiesto algunas obras. Por
ello, podemos hablar del mundo griego o del mundo bizantino. Este mundo, que podemos considerar
imaginario, es presentificado por la escritura, en el mismo lugar en el que era presentado por el habla.
Pe este mundo imaginario es, en sí mismo, una creación de la literatura, un imaginario literario”. P. 63.
Ricoeur, texto.
BACHELARD: Sentiremos entonces que hay DERRIDA: “Si no hay ni sentido total ni
movilidad de imágenes en la proporción en que, sentido propio, es que el blanco se pliega. El
simpatizando por medio de la imaginación pliegue no es un accidente del blanco. Desde
dinámica con los fenómenos aéreos, seamos que el blanco (es) blanco, (se) blanquea, desde
conscientes de un alivio, de una alegría, de una que ha(y) algo que ver (o que no ver) con una
ingravidez. Una verticalidad real se presentará en el marca ( es la misma palabra que margen y que
seno mismo de los fenómenos psíquicos. Dicha marcha), sea que el blanco (se) marque ( la
verticalidad no es una metáfora vana; es un nieve, el cisne, la virginidad, el papel, etc.) o
principio de orden, una ley de filiación, una escala a (se) des - marque ( el entre, el vacío, el
lo largo de la cual se experimentan los grados de espaciamiento, etc.), se re - marca, se marca dos
una sensibilidad especial. Finalmente la vida del veces. Se pliega en torno a ese extraño límite .
alma, todas las emociones sutiles y reprimidas, toda El pliegue no le sobre viene del exterior, es a la
las esperanzas, todos los temores, todas las fuerzas vez su exterior y su interior, la complicación
morales que comprometen un porvenir, tienen una según la cual la marca suplementaria del blanco
diferencia vertical en toda la acepción matemática (espaciamiento asémico) se aplica al conjunto
del término”. Aire, pag 20 de los blancos ( plenos sémicos), más a sí
mismo, pliegue sobre sí del velo, tejido o texto.
En razón de esta aplicación que nada habrá
precedido, no habrá nunca Blanco mayúsculo o
teología del Texto”. Ds, ps. 387, 388.
Octava escena: TIMPANOS: Limite y margen, dentro y fuera
DERRIDA: “Esto no implica reconocer solamente BACHELARD: " Esta alma, esta sombra, ese
que el margen se mantiene dentro y fuera. La ruido de una sombra que, según nos dice el
filosofía lo dice también : dentro porque el discurso poeta, quien en su unidad, la oímos desde fuera
filosófico entiende que conoce y domina su margen, sin tener la seguridad de que esté dentro. En este
que define la línea, que encuadra la página, que la " horrible dentro- fuera de las palabras no
envuelve en su volumen. Fuera porque el margen, formuladas, de las intenciones de ser
su margen, su afuera están vacíos, están fuera : inconclusas, el ser, en el interior de sí mismo,
negativo con el que no habría nada que hacer, digiere lentamente su nada. ". Página 257,
negativo sin efecto en el texto o negativo que espacio
trabaja al servicio del sentido, margen relevada
(aufgehobene) en la dialéctica del libro”. MF, p.
31.
DERRIDA: “Filosofar con un martillo. Zarathustra comienza por preguntarse si será necesario
estallarles, romperles los oídos, a golpes de címbalos o de tímpanos, instrumentos, siempre, de alguna
dionisiada. Para enseñarles también a ‘oír con los ojos’” . MF, p. 19.
Novena escena: Femenino y masculino
BACHELARD: " Esta valorización sustancial que hace del agua una leche inagotable, la leche de la
naturaleza Madre, no es la única que impone al agua un carácter profundamente femenino. En la vida de
todo hombre, al menos en la vida soñada por todo hombre, aparece la segunda mujer: la amante o la
esposa. Esta segunda mujer también va a ser proyectada sobre la naturaleza. Junto a la madre-paisaje
aparecerá la mujer-paisaje. Sin duda ambas naturalezas proyectadas podrán interferir o superponerse, pero
hay casos en que se las puede distinguir. Vamos a presentar un caso en el cual la proyección de la mujer
naturaleza es muy nítida. En efecto, un sueño de Novalis nos proporcionará nuevas razones para afirmar
que el sustancialismo femenino del agua". Págs. 192, agua
BACHELARD: Después de haber mojado sus manos y humedecido sus labios en un estanque encontrado
en su sueño, Novalis es asaltado por " un insuperable deseo de bañarse”. Ninguna visión lo invita. Lo
llama la propia sustancia que ha tocado con sus manos y sus labios. Lo llama materialmente, en virtud,
al parecer , de una participación mágica. El soñador se desviste y baja al estanque. Sólo entonces vienen
las imágenes, saliendo de la materia, nacen como de un germen, de una realidad sensual primitiva, de una
ebriedad que todavía no sabe proyectarse:
De todas partes surgían imágenes desconocidas que se fundían, igualmente, una en otra, para
transformarse en seres visibles y rodear (al soñador), de modo que cada onda del delicioso elemento se
adhería a él estrechamente como un dulce pecho. Parecía que en esa corriente siguiese disuelto un grupo
de encantadoras jóvenes que, por un instante, volviendo a ser cuerpos al contacto del joven”. Novalis,
Henri d'Ofterdingen . página 192, agua
DERRIDA: " La seducción de la mujer opera a distancia, la distancia es el elemento de su poder. Pero de
ese canto, de ese encanto, hay que mantenerse a distancia; hay que mantenerse a distancia de la distancia,
y no sólo, como podría suponerse, para protegerse contra esa fascinación, sino también para
experimentarla. Y es necesaria la distancia (necesaria), hay que mantenerse a distancia (Distanz!), cosa
que no hacemos, cosa que olvidamos hacer y esto se parece también a un consejo de hombre a hombre:
para seducir y para no dejarse seducir. Si hay que mantenerse a distancia de la opresión femenina (de la
actio in distans), lo que no se resuelve con una aproximación simplemente, salvo a arriesgar la muerte
misma, es porque "la mujer " quizá no sea nada, la identidad determinable de la figura que se anuncia a
distancia, a distancia de otra cosa, como no-identidad, no-figura, simulacro, el abismo de la distancia, el
distanciamiento de la distancia, el corte del espaciamiento, la distancia misma si además pudiera decirse,
lo que es imposible, la distancia ella misma. La distancia se distancia, la lejanía se aleja. Aquí hay que
recurrir al uso heideggeriano de la palabra Entfernung: a la vez la separación, el alejamiento y el
alejamiento del alejamiento, el alejamiento de la lejanía, el des-alejamiento, la destrucción (Ent-)
constituyente de la lejanía como tal, el enigma velados de la proximidad". Derrida, Espolones, p. 34
Décima escena: Pensamiento y poesía, Diferencia y poesía
HEIDEGGER: Ambos, poesía y pensamiento, son un decir eminente en la medida en que ambos
permanecen librados al secreto de la palabra como a lo que les es lo más digno de pensar: así y desde
siempre, permanecen juntados en el parentesco del uno y del otro. Heidegger, La palabra
MARIA ZAMBRANO: " El filósofo quiere poseer la palabra, convertirse en su dueño. El poeta en su
esclavo; se consagra y se consume en ella. Se consume por entero, fuera de la palabra él no existe, ni
quiere existir. Quiere, quiere delirar, porque en el delirio la palabra brota en toda su pureza originaria.
Hay que pensar que el primer lenguaje tuvo que ser delirio. Milagro verificado en el hombre, anunciación,
en el nombre, de la palabra..... Poesía y filosofía Página 42,
BACHELARD: Sin la ayuda de los poetas, ¿qué DERRIDA: “ Lo que obliga no sólo a tener en
podría ser un filósofo cargado de años, que se cuenta toda la lógica del margen, sino a tener
obstina en hablar de la imaginación? Bachelard, en cuenta algo completamente distinto : a
Poética de la ensoñación, p. 46 recordar sin duda que más allá del texto
filosófico, no hay un margen blanco, virgen,
vacío, sino otro texto, un tejido de diferencias
que fuerzas sin ningún centro de referencia
presente... ; pero también que el texto escrito de
la filosofía...desborda y hacer reventar su
sentido.” MF, p. 30.
PAUL VALERY: " Entre la Voz y el Pensamiento, entre el Pensamiento y la Voz, entre la Presencia y la
Ausencia, oscila el péndulo poético. ". Teoría poética y estética, Página 95 Valeri
BORGES. " Hay versos que, evidentemente, son GADAMER: “En ambas formas de decadencia
hermosos y no tienen sentido. Pero, incluso así en el lenguaje, la del poema que no lo es porque
como tienen sentido: no para la razón, sino para la no tiene un tono propio, y la de la fórmula huera
imaginación. ". Arte Poética, Págs. 105 Borges del pensar que no llega la cosa, la palabra se
pierde a sí misma. Donde se cumple, es decir,
donde se vuelve lenguaje, hemos de tomar la
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Ds: LA DISEMINACION
MPM: MEMORIAS PARA PAUL DE MAN
DT: DAR EL TIEMPO. La moneda falsa.
CNH: Como no hablar.
GL: GLAS, EL TAÑIDO FUNEBRE
LE: LECCIONES DE ESTETICA DE HEGEL
DH: DE CAMINO AL HABLA DE Heidegger