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ARISTÓTELES

(384/3 – 322 a. C.)

Política,
1252a – 1253a

1252a Vemos que toda ciudad (polis) es una comunidad (koinomía) y que toda
comunidad se conforma con vistas a algún bien (agathón)1, porque los
hombres siempre actúan mirando a lo que a les parece bueno. Es evidente,
pues, que si todas las comunidades apuntan a algún bien, la comunidad que
es la principal de todas y que incluye a todas las demás lo hace, entre todas,
de la manera más eminente; y ésta es la que se llama ciudad (polis), la
comunidad política. Los que creen, pues, que las naturalezas del gobernante
de la ciudad, del regente real, del jefe de una hacienda y del amo son las
mismas, están errados (estiman que la diferencia entre éstas consiste en
menos o más cantidades, no en una diferencia de especie, como si el que
manda a unos pocos fuese el amo, a más, el jefe de hacienda, a más aun, el
gobernante de la ciudad o el rey, como si no hubiese ninguna diferencia entre
una gran casa y una pequeña ciudad; y también en lo que concierne al
gobernante de la ciudad y al rey, creen que el que rige por sí solo es rey, y
que es gobernante de la ciudad el que se turna en gobernar y ser gobernado,
aun cuando ello sea en conformidad con los principios de la ciencia de la
política; pero estas cosas no son verdaderas): y la prueba de que éstos están
equivocados se pondrá de manifiesto si examinamos la cuestión de acuerdo a
nuestro método habitual. En todos los demás asuntos es necesario dividir lo
compuesto en sus componentes indivisibles (pues éstos son las partes más
pequeñas del todo); así también respecto de la ciudad, al examinar los
componentes que la integran, veremos mejor en qué difieren unas de otras
estas especies diversas de gobernantes y si es posible adquirir un saber
técnico acerca de cada una de las cosas antedichas.

En éste, como en otros asuntos, la mejor forma de investigar consiste en


ver el surgimiento de las cosas desde su origen y evolución natural (2). Por
necesidad, la primera comunidad que se establece es aquélla entre quienes
no pueden existir uno sin el otro: por ejemplo, la unión de hembra y macho
para el engendramiento (y ésta no es una opción deliberada, sino que, tal
como en los otros animales y plantas, hay un impulso natural a dejar tras de
sí a otro ser de la misma especie que uno); y la unión de gobernante y
gobernado por naturaleza, en vista de la seguridad, pues el que puede prever
con el pensamiento es gobernante y amo por naturaleza, y el que puede
realizar las labores con su cuerpo es gobernado y esclavo por naturaleza; de
modo que amo y esclavo tienen el mismo provecho.

1252b Así, la mujer y el esclavo son por naturaleza diferentes (pues nada hace la
naturaleza como los forjadores el cuchillo délfico, precariamente, sino una
cosa para un propósito: porque así cada instrumento resultará hermosamente
perfecto, si no sirve a muchos fines sino a uno solo). Pero entre los bárbaros
la mujer y el esclavo tienen el mismo rango; y la causa de esto es que los
bárbaros no tienen gobernantes por naturaleza, sino que en ellos la
comunidad conyugal lo es de esclava y esclavo. De ahí que digan los poetas
1
Justo es que los griegos manden a los bárbaros,

dando a entender que bárbaro y esclavo son lo mismo por naturaleza. Luego,
de estas dos comunidades se constituye primeramente la casa, y Hesíodo
estaba en lo correcto cuando decía

Primero una casa y una mujer y un buey para el arado

porque el buey hace las veces del sirviente para el pobre. La comunidad,
pues, que surge con arreglo a la naturaleza para todos los propósitos diarios
es la casa (oikos), aquéllos que Carondas llama los “compañeros de panera”
y el Epiménides de Creta los “del mismo comedero”. Por otra parte, la primera
comunidad constituida por varias casas en vista de las necesidades no
cotidianas es la aldea (kômê). La aldea, según lo naturalmente más verosímil,
parece ser una colonia de casas, formada por aquéllos que algunos llaman
“criaturas asociadas”, hijos e hijos de hijos. Es por esto que nuestras ciudades
estuvieron primeramente bajo administración real y que los otros pueblos lo
están hoy aún, porque se conformaron de partes que estaban bajo mando
real; porque todas las casa están bajo el mando real del más anciano, de
modo que las colonias formadas de casas también lo estaban, a causa del
parentesco de sus miembros. Y esto es lo que dice Homero

Y cada uno estableció ley


Para hijos y esposas

pues en lo tiempos primitivos vivían dispersos. Se sigue de aquí también por


qué todos los pueblos dicen que los dioses [25] son gobernados por un rey,
porque algunos de ellos mismos son regidos hoy así, y otros solían serlo
antaño; y como los hombres imaginan a los dioses en forma humana, también
creen que su modo de vida es semejante.

Finalmente, la comunidad compuesta de varias aldeas es la ciudad; ha


alcanzado ya, por decirlo así, el límite de la autosuficiencia (autarkeia) y de
esta suerte, habiendo nacido a causa de la urgencia del vivir, subsiste para el
vivir bien (3). De ahí que toda ciudad existe por naturaleza, tanto como las
primeras comunidades; porque la ciudad es el fin de éstas, y la naturaleza
(physis) es el fin (telos), puesto que lo que cada cosa es cuando ha
completado su crecimiento lo llamamos la naturaleza de cada cosa, por
ejemplo, de un hombre, un caballo, una casa (4). Y a su vez, aquello en vista
de lo cual algo existe, y que es su fin, es su bien supremo;
1253a y la autosuficiencia es un fin, y un bien supremo. De esto, pues, queda
manifiesto que la ciudad pertenece a las cosas por naturaleza, y que el
hombre es por naturaleza un animal político (zôon politikon), y que un hombre
no político por naturaleza, y no meramente por azar, o es peor o es más
elevado que el hombre, tal como ése que increpa Homero

sin clan, sin ley, sin hogar

porque el que es tal por naturaleza es además un amante de la guerra, en la


medida en que está solo, como una pieza aislada en el juego de damas. Y por
qué el hombre es un animal político en medida mayor que la abeja o cualquier
animal gregario resulta manifiesto. Porque la naturaleza, como decimos, no
hace nada sin propósito; y sólo el hombre posee la palabra (logos) entre los
animales. La voz, ciertamente, es signo de dolor y de placer, y por eso se da
también en los demás animales (pues su naturaleza se ha desarrollado hasta

2
tener sensaciones de lo doloroso y lo placentero y poder señalárselas unos a
otros), pero la palabra se dirige a manifestar lo provechoso y lo dañino, y así
también lo justo y lo injusto; pues es peculiar del hombre con respecto a los
demás animales que sólo él tenga percepción de lo bueno y lo malo y de lo
justo y lo injusto y de las demás cosas semejantes, y es la comunidad en
estas cosas lo que hace la casa y la ciudad. Así, también la ciudad es primera
por naturaleza con respecto a la casa y a cada uno de nosotros. [20] Porque
el todo es necesariamente anterior a la parte; pues cuando se quita el todo, el
pie y la mano sólo existen equívocamente, como cuando se llama mano a una
que está esculpida en piedra (porque una mano así es una estropeada), y
todas las cosas se definen por su operación y su potencia, así que cuando no
pueden cumplirla no son las mismas cosas, sino equívocamente. [25] Es
evidente, pues, que la ciudad es también primera por naturaleza respecto de
cada cual; porque si cada cual, cuando está separado, no se basta a sí
mismo, será semejante a las demás partes en relación con el todo, y el que
no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no
es parte de la ciudad, sino una bestia o un dios.

Por eso, el impulso a formar una comunidad [30] como ésta está presente
en todos por naturaleza; pero el que primero los unió fue causa del mayor
bien. Porque, tal como el hombre es el mejor de los animales cuando alcanza
su perfección, así también es el peor de todos cuando está apartado de la ley
(nomos) y de la justicia (dike). Pues la injusticia es sumamente perniciosa
cuando está armada, y el hombre tiene por naturaleza armas para servir a la
prudencia y [35] la virtud, que pueden ser usadas completamente para lo
contrario. Así, cuando está privado de virtud, el hombre es el más impío y
salvaje de los animales, y el más lascivo y voraz. La virtud de la justicia
(dikaiosyne), en cambio, es cosa de la ciudad, ya que la Justicia (diké) es el
orden de la comunidad política, y consiste en el discernimiento de lo que es
justo.

(1) En la Etica Nicomaquea, I, capítulo 1, 1.094 a 1-15, Aristóteles define el


bien (agathon) como “aquello a lo que todas las cosas aspiran”; en el mismo texto
identifica el bien con el fin (telos).
(2) Origen, desarrollo natural y necesidad articulan la concepción aristotélica
de la pólis como una comunidad fundada en la naturaleza (physis) y no en las
convenciones humanas. Si se analiza el principio (arjé) de las cosas naturales (tà
physiká ónta) se puede descubrir que hay en ellas relaciones que no pueden ser de
otro modo, o sea, que son necesarias, como la relación macho y hembra para la
procreación. La necesidad se opone a la contingencia, que admite ser de otro modo,
o sea, de muchas maneras (hoos epì to polú ), que es justamente el estatuto de las
relaciones creadas por la convención humana. La pólis, según Aristóteles, es “una de
las cosas naturales” que existen (1253 a).
(3) El bien vivir (eú zoon ) es equivalente a felicidad (eudaimonía ), o sea, a la
vida humana según su perfección, que Aristóteles concibe como la actividad del
alma racional ejercida de acuerdo a la perfección que le es propia, durante una vida
completa (Etica Nicomaquea, I, 7, 1098a 15-18).
(4)- Las diferentes acepciones de physis son analizadas en la Física, II, 1. La
naturaleza de una cosa se identifica con el fin, y, por lo mismo con su bien, porque el
fin es aquello que la cosa alcanza una vez que culmina el proceso de su generación,
o sea, cuando ha alcanzado la plenitud de su forma.
(5) El hombre es un animal político (zoon politikón ) porque por naturaleza
pertenece a la pólis, que es la forma de comunidad en que puede realizar la plenitud
de sus fines.
(6) La voz articulada del hombre toma la forma de lenguaje hablado (dialektós ) y este es
sinónimo de una de las acepciones de lógos. A través de la palabra, en su sentido de lógos, el
hombre expresa lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y otros conceptos binarios, que

3
incluyen de suyo la relación con el otro, o sea un carácter comunal. Este carácter comunal del
lenguaje pone de manifiesto la naturaleza de zoon politikón propia del hombre.

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