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REPASO AL MODO II DE ÁFRICA Y

COMPARACIÓN CON EL ACHELENSE


DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: posibles
vía de entrada.

Andrés A. Fernández Gómez.


a.fernan.preh@gmail..com
abunbury2003@yahoo.es
Institut de Paleoecología Humana i Evolució Social.
Universitat Rovira i Virgili.

Marzo 2008. ISBN: 978-84-936605-9-8

50
Anidia Editores.
Sección de arqueología. (pag. 50 – 83)
Marzo 2008.

Abstract
The Strait of Gibraltar would logically seem to be a major point of contact between Africa and
Europe, but at the moment one thinks that Mode II enter by the Levantine zone (Israel).
The European distribution of Acheulian industries that includes handaxe and cleaver appears to
be centered in south-western Europe and Kombewa technique is another own characteristic of
the Iberian Peninsula and Africa.
In addition other impediments, as it can be the navigation at beginnings of Middle Pleistocene,
have been refuted by you complete evidences.
In this key it is necessary to consider the movements in periods of maximum climatic rigor
possible from isotopic state 16 (600 Ka B.P), joint to others by others potential vies.

KEYWORDS:
Middle Pleistocene, Iberian Insular, Africa, Achelian Industries, strait of Gibraltar, Cleavers and
Kombewa technique.

PALABRAS CLAVE:
Pleistoceno medio, Península Ibérica, África, Industria Achelense, Estrecho de Gibraltar,
Hendedores y Técnica Kombewa.

INTRODUCCION.
El estado de conocimiento del Achelense, a la postre también designado Modo II
durante su estudio en África (Clarke, 1969), parece dar un consenso en lo relativo a su

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inicio africano, pues es allí donde se han definido las características, que después se han
visto en Eurasia.
El Achelense es la cultura más importante del Paleolítico Inferior en Europa
Occidental, a pesar de lo cual, su definición requiere revisiones periódicas. El nombre
utilizado, Achelense, es epónimo del yacimiento de Saint Acheul, (un suburbio de Amiens,
norte de Francia), donde se localizaron los primeros materiales de dicho complejo. Si bien,
como hemos dicho esta aceptado por la comunidad científica un origen africano que se
remonta al Pleistoceno inferior y donde en relación a las posibles evoluciones y
procedencias de la industria también se ha denominado Modo II.
Pero es su posterior expansión la que ha planteado más dificultades y
controversias a la hora de su esclarecimiento. Esta industria se ha concentrado
principalmente en el suroeste Europeo, aunque también aparecen esporádicos
yacimientos en el Este, y por supuesto por gran parte del continente Asiático.
Es en el Este del continente Africano donde están los primeros indicios de Modo II,
con una cronología de 1.65 Ma B.P., modo tecnológico que tradicionalmente se ha
descrito según los rasgos técnicos del yacimiento de Olduvai, Bed II, III y IV (Tanzania) y
Konso-Gardula, así las peculiaridades que lo definen a grandes rasgos son: la producción
intensa y bifacial de grandes utensilios sobre lasca, lo que supone una proyección mental
de las fases del instrumento; la sistematización y el dominio de métodos de talla
recurrentes, con una producción numerosa y predecible en cuanto al tamaño; y la
modificación expresa y controlada de la forma de los soportes, dando un alto desarrollo
de la simetría bilateral (Carbonell et al., 2005).
Estas características dan una mayor variedad técnica visible en la aparición de
nuevas morfologías, esferoides, poliedros y sobre todo los primeros grandes instrumentos
sobre lasca (Bifaces y Hendedores). Herramientas con un menor peso y por tanto más
estilizadas en relación a las elaboradas sobre canto (Leakey, 1971; Semaw et al., 2003;
Isaac 1973; Asfaw et al., 1992).
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A continuación esta industria se expandió a Asia Occidental, Israel (Gesher Benot
ya´kov), Georgia (Kudaro III y Tsona Caves), India (Isampur) o la Península Arábiga. Esto
supondría un origen africano y una expansión desde allí, varios cientos de miles de años
después, que a Europa habría llegado a través del corredor levantino (Oriente Próximo).
Esta vía de expansión tendría como grandes e irrefutables pruebas los yacimientos de
Israel, Ubeidiya y Gesher Benot ya´kov y los del Cáucaso (Bar-Yosef & Belfer-Cohen, 2001;
Carbonell & Rodríguez, 2006).

Figura 1. Mapa en el que se ve la dispersión geográfica del Achelense y las posibles vías utilizables en su
posible salida del continente africano.

El vació de evidencias que parece darse desde el Este de Eurasia, la densidad de


hallazgos en la Península Ibérica y la presencia de técnicas características de África
(técnica Kombewa, presencia de Hendedores, etc.,), ha sugerido una corriente en la que
algunos autores han defendido y hoy se atreven a apuntar que el Achelense del sudoeste
europeo también pudo tener alguna oleada que le haga derivar directamente del Magreb
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(Carbonell & Rodríguez, 2006; Kozlowski 2003; Santonja & Pérez-González, 2002;
Santonja & Villa, 2006; Souville, 1983; Straus; 2001; Villa et al. 2005; Villa, 2001; etc.).
Muchos de los autores que sugieren esta idea se basan en visiones altamente
morfológicas de los elementos propios del Achelense, las grandes herramientas de corte
en lascas, sobre todo los hendedores, otros se basan simplemente en ideas sobre la
proximidad existente entre una y otra parte de la costa y, finalmente, los hay que se
basan en una conjunción de varios factores.
No obstante, hasta ahora hay una falta de evidencias reveladoras de tránsito a
través del Estrecho hasta finales del Paleolítico superior o inicios del Holoceno (población
de las islas de Chipre, Córcega o Cerdeña, o las evidencias de la cueva de Franchthi en
Grecia) (Straus, 2001: 92; Cherry, 1990). Esto nos hace tomar con cautela el paso de esta
tecnología a través del Estrecho de Gibraltar, idea que a priori sería la más plausible a
tenor de la proximidad y los continuos pasos que hoy día se están produciendo mediante
las desafortunadas pateras. Sin embargo, esto no debe servir como prueba pues
caeríamos en el problema del actualismo (no se trata de la misma especie humana y no se
tiene la misma tecnología), aunque si podemos sacar una idea inicial, no se necesita una
gran tecnología para realizar estos pasos.
Así, el objetivo de este artículo es confrontar las características del Modo II
Africano con las halladas en el Achelense de la Península Ibérica, cotejando los contextos
en los que se produjeron, las materias primas que utilizaron y sobre todo las técnicas que
manejaron. Así pretendemos llegar a unas conclusiones sobre las semejanzas técnicas
halladas en ambos sitios, si las hay, y después decantarnos sobre la posibilidad de que
estos fabricantes pudieran haber salvado el estrecho de Gibraltar en alguna situación
concreta, para lo que también hemos de precisar las dificultades que este paso tendría.
La metodología que seguiremos en este artículo se basa en la simple comparación de las
morfologías y la técnica que aparece en la historiografía existente para los estudios
realizados sobre el Achelense en África y la Península Ibérica. Se trata de hacer un balance
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de las características técnicas, centrándonos en cuestiones altamente morfológicas, que
son las peculiaridades, propiedades o diferencias utilizadas para sugerir la entrada por el
estrecho. En este trabajo no nos vamos a centrar en la funcionalidad que puedan eximir
las herramientas según las distintas tipologías, simplemente vamos a utilizar los nombres
para realizar las comparaciones oportunas.

Presentación de datos.
Modo II en África.
En la secuencia de Olduvai, para Mary Leakey la evolución del Olduvayense se
originó a partir de 1.6 Ma B.P., comportando la aparición de esferoides, cuyas secuencias
y resultados sientan las bases del tecnocomplejo que aquí estudiamos (Leakey, 1975).
La dependencia respecto del territorio y la materia prima es otro tema que
permite enlazar con los modelos evolutivos, así se ha indicado que con la aparición del
Achelense también cambio el contexto en el que se movían los homínidos. Ubicándose
ahora en las orillas de las cuencas y en los canales secos de cursos secundarios de los ríos.
No obstante hay otras hipótesis que indican que en lugar de haber un cambio de contexto
hubo una ampliación de los mismos para la nueva industria (Isaac, 1997; Semaw 2000 in
(Carbonell et al., 2005)).
En este complejo se observa un control eficaz del espacio, tanto de la industria
que es lo que aquí nos interesa como de los recursos alimenticios, pues se describe un
cierto transporte de objetos elaborados, no todos son abandonados en el lugar de
elaboración y fabricación (Chavaillon et al.,1979). Aparte, se aprecia que primero hay una
elaboración de grandes lacas que después serán transformadas o bien en matrices para
obtener productos cortantes más pequeños u objetos estandarizados de grandes
dimensiones (Bifaces o Hendedores). Con esto crece la concepción de los instrumentos,

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de las cadenas operativas y del territorio (Leakey, 1971; Semaw et al., 2003; Isaac 1973;
Asfaw et al., 1992).
Esta producción se concentra sobre las secuencias centrípetas, unipolares y
ortogonales, lo que hace que las herramientas sean realizadas de forma más sistemática
(Asfaw et al., 1992; Isaac 1973; Leakey, 1971; Semaw et al., 2003).
Aquí esta la discusión para decidir hasta que punto es variabilidad de un tecnocomplejo
homogéneo (Isaac, 1983), o es multiplicidad o evolución temporal (Leakey, 1975), algo
menos aceptado por la ausencia, a parte de Olduvai, de este mismo patrón en otros
lugares donde apareció el Olduvayense.
Las secuencias evolutivas más comunes plantean un esquema unilineal en el que
un complejo sustituye a otro. Pese a ello, otros autores aprovechando la aparición de una
industria anterior al Achelense, posterior temporalmente, fuera de África han planteado
la pervivencia de este Modo después de la aparición del Modo II (o Achelense) en Bed II
de Olduvai o Dawaitoli.
Esta idea provocó la reformulación de los modos técnicos realizada por Clark
(Clark 1968), quien creo una nueva denominación para justificar las diferencias
morfotecnológicas del conjunto recuperado en el Bed I en relación con las industrias
Achelenses y también otras clasificaciones propuestas anteriormente. Este autor hace
una división de industrias que conllevan a su vez una evolución tecnológica, pero a través
de tradiciones técnicas. En muchas ocasiones se han correlacionado estas tradiciones con
las distintas especies de Homínidos existentes. Esta pervivencia no se da en otros lugares
(Kobi Fora o Melka- Kunture), lo que parece apuntar a la aceptación de dos tradiciones
técnicas y no a dos puntos de un desarrollo lineal o fruto de una variabilidad en la
adaptación ecológica de los humanos (Carbonell et al. 2007).

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Expansión del Modo II (Achelense) por el continente Africano; Norte de
África.

Como se ha indicado los primeros indicios del Achelense “sensu stricto”


aparecieron en lugares que anteriormente poseían Modo I u Olduvayense, como Olduvai
(Tanzania), pero también en otros donde no había indicios de industrias anteriores, como
Konso-Gardula. Estos primitivos lugares donde apareció esta industria estaban situados
en el Este de África, pero pronto empezaron a aparecer evidencias más antiguas (entre
1,7- 1,5 Ma) en yacimientos como Konso Gardula (Etiopia) (Asfaw, et al., 1992), Peninj
(Tanzania) (Domínguez-Rodrigo, et al., 2001) y Bed II de Olduvai (Tanzania) (Leakey, 1971),
a los que cronológicamente le seguirían Melka-Kunturé (Bardin, et al., 2004) y Koobi Fora
(Isaac & Isaac, 1997), ya datados en fechas próximas al millón de años.
Su expansión por África parece haber sido rápida, como corrobora el yacimiento
sudafricano de Sterkfontein (miembro 5), datado en 1,6 Ma. (Clark, 1994), prácticamente
sincrónico a la Peninj (Tanzania) (Dominguez-Rodrigo, et al., 2001) y Konso Gardula
(Etiopia) (Asfaw, et al., 1992). Cronológicamente posterior, pero también en Sudáfrica,
nos encontramos el conjunto de Swartkrans (miembro 3), alrededor del millón de años
(Clark, 1993).
Así pues, aunque los datos acerca de la rapidez de esta expansión por África no
son suficientes, parece que estuvo presente ya en la mayor parte del continente en
fechas cercanas al 1 Ma., B.P.

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Figura 2. Expansión geográfica del Achelense en el continente africano. En rojo los yacimientos más
importantes. Rodeados los yacimientos del Magreb.

Esta misma expansión se produjo hacia el noroeste del continente, el Magreb-


norte de África, que es la línea o trayectoria de difusión o propagación que a nosotros
más nos interesa seguir en el artículo.
La expansión de esta industria al Norte de África se ve en ciertos yacimientos de
suma importancia situados en Marruecos, Thomas Quarry I en Casablanca, o Argelia con
las conocidas excavaciónes de Ternifine (o Tihodaine) Ain Hanech, etc.. Las dataciones de
estos yacimientos estarían entre 1 Ma., B.P., y los 700 Ka B.P. (Arambourg, 1954; Balout &
Tixier, 1956; Debénath & Dibble, 1994; Geraads et al., 1986; Raynal, et al., 2001; Sahnouni
et al., 2004; Straus, 2001). Sin embargo a parte de estos yacimientos tan conocidos,
existen otros que también puede ofrecer información.
Marruecos ha sido el país del norte de África con una investigación más íntegra, y
con una mayor cifra de yacimientos excavados y muestreados. Destacan el ya
mencionado yacimiento de Thomas Quarry 1- unidad L (Casablanca) datado
bioestratigráfica y paleomagnéticamente en 1 Ma B.P. (Raynal et al., 1995; Raynal et al.,
2001). Algo más modernos pueden ser Grotte des Rhinocéros y Grotte à Hominidés

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(Raynal et al., 1995; Raynal et al., 2001), registros en cueva y situados cronológicamente a
inicios del Pleistoceno medio, entre 600-700 Ka B.P.
Junto a estos yacimientos aparecen otros yacimientos de Argelia de suma
importancia en la literatura arqueológica, entre los que destaca el celebre yacimiento de
Ternifine, estudiado desde mediados del S XX (Balout & Tixier, 1956; Balout et al., 1967;
Tixier, 1956). La industria de este yacimiento ha sido, en cuantiosas oportunidades,
comparada con la de algunos yacimientos de la Península Ibérica, como puede ser Pinedo
o El Sartalejo, por la presencia de una gran cantidad de Hendedores y lascas Kombewa, en
muchos casos para su producción, la utilización de la cuarcita como materia prima
principal y finalmente por el alto porcentaje de cantos tallados.
A su vez todos estos yacimientos, estudiados desde hace bastantes años,
mantienen grandes similitudes técnicas con las características que hemos indicado para
este tecnocomplejo del resto de África y, lo que es más importante, como ya hemos
mencionado, con las que a continuación mencionaremos de la Península Ibérica.
Se trata de una industria basada en la elaboración de grandes útiles sobre lasca,
extraída de cantos o bloques originales. De entre los grandes útiles de nueva
configuración destacan los Bifaces y se mantienen los Hendedores, (útil que no se aprecia
en las evidencias de este tecnocomplejo esgrimidas para su posible salida a Eurasia por
otra vía que no fuera el estrecho, por lo menos con la continuidad que se aprecia en el sur
de Europa), útiles que en África, y por consiguiente en estos yacimientos del norte,
aparecen en grandes cantidades, pero que en Europa sólo aparecen en el Sureste.

Achelense en la Península.

Desde un punto de vista general los yacimientos Achelenses de la Península


aparecen muy mal conservados, siendo un fenómeno propio de las terrazas medias (+30
m.) de los afluentes y subafluentes de los grandes ríos (Duero, Tajo, Guadiana y
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Guadalquivir) (Santonja & Villa, 2006), que apenas se presentan en estratigrafía y en
menor número aún se hallan in situ.
Destaca como característica principal la alta utilización de la cuarcita como
materia prima, siendo en una gran cantidad de yacimientos la materia más utilizada, y la
menor densidad en proporción con el resto de Europa del silex, quizá por la ausencia o
mala calidad de este en gran parte de la península (en menor medida esta la utilización
del cuarzo). Siendo quizá una excepción a esta norma los yacimientos en cueva
(Atapuerca y Cueva Bolomor), Torralba y Ambrona y los yacimientos situados en los
alrededores de Madrid, terrazas del Jarama-Manzanares.
Tipológicamente las características tipológicas más antiguas de las terrazas se
encontraban en yacimientos como Pinedo o La Maya III en el Tormes. Aunque siguiendo
las pocas dataciones cronológicas y las relativas (más abundantes) los hallazgos más
antiguos están en las terrazas de en torno a +40 m del Tajo, con fauna asociada e
industria muy similar a la descrita en África (Rodriguez Tembleque, 2007), la de + 56 del
Tormes (Santonja & Pérez González, 1984) seguidas por los yacimientos del Manzanares,
Jarama y en Torralba y Ambrona. Parece que todas estas industrias son de mediados del
Pleistoceno medio, como es el caso de Áridos, que sería de los yacimientos más antiguos
descritos en este contexto y con datación cronológica. Así las diferencias pueden residir
en las materias primas, la función del yacimiento, etc., y no en las características
tipológicas (Santonja, 2006; Villa, 1981).
Una excepción de la industria en Terrazas fluviales pueden ser las ubicadas en el
bajo Guadalquivir que al parecer por dataciones geoestrarigráficas son más antiguas,
situándose a inicios del pleistoceno medio, a partir de los 780 KA., B.P. (Caro Gómez, 2002;
Caro Gómez et al 2005). También se ha dado una mayor antigüedad al yacimiento de
Cullar-Baza I en la Cuenca Baza-Guadix (Granada), posiblemente con cronologías similares
a las de los yacimientos más antiguos de las terrazas del Guadalquivir

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A parte de estos indicios, la industria que aparece en las terrazas elevadas, de
edad similares, únicamente esta compuesta por artefactos aislados, a veces dudosos, sin
que pueda descartase del todo un origen natural (terrazas de + 74m., + 78m. en la
submeseta norte, o + 100 en la submeseta sur) (Santonja & Pérez-González, 2002;
Santonja & Villa 2006).
Por tanto estos hallazgos serían irrelevantes de no ser por la presencia de sitios
como Atapuerca, (TD4-TD6 y Sima del Elefante), o los yacimientos de Orce, Barranco León
y Fuente Nueva 3 (próximos al ya mencionado yacimiento de Cullar-Baza I y situados en la
misma cuenca lacustre) que pertenecen al Pleistoceno inferior y presentan, según las
descripciones realizadas por sus investigadores, una tecnología distinta a la que aquí
nosotros describimos, Modo I u Olduvayense (Carbonell et al. 1995; 1999; 2001; 2004;
2006; Oms et al. 2000; Palmqvist et al., 2005; Toro et al., 2003). Estas evidencias además
de ser los hallazgos más antiguos de la Península, son los yacimientos más contrastados
con esas cronologías de toda Europa.
Por otro lado, el final del Achelense también parece ser un problema a resolver en
los próximos años. En este contexto un mundo diferente parece ser el de los ambientes
en cueva, aunque es necesario explicar sus peculiaridades y cronologías numéricas del
Achelense (o Modo II para sus investigadores), en la cueva de Atapuerca (Gran Dolina
(TD10) y Galería) y en la cueva del Bolomor (Valencia) (Santonja & Villa, 2006).
En Atapuerca, mientras que la industria de Dolina (niveles superiores de TD10),
presentan una fecha semejante a lo otorgado al Achelense del resto de la península, su
industria presenta ciertas similitudes con el Modo III o Musteriense. En cambio, los
niveles de Galería parecen presentar características del Modo II y una cronología entre el
Estadio Isotópicos 10 - 7 (Pérez González et al. 2001; Falguères et al. 2001: Carbonell et al.
1999; Carbonell et al. 2001).
También en cueva esta la industria del yacimiento llamado Cova de Bolomor
(Valencia) con una secuencia que va desde los 350-100 Ka B.P., y que presenta en su parte
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más antigua indicios de un Achelense o una evolución de dicho tecnocomplejo, pero con
unos inicios muy tempranos del Modo III (Fernández Peris et al., 1994). Algo que sería
posible de relacionar con el cercano yacimiento de Cuesta de la Bajada (Teruel) (Santonja,
2006; Santonja & Villa, 2006), con cronologías de pleno pleistoceno medio pero con
industrias cercanas al Musteriense.
Así, se puede plantear la existencia de diferentes poblaciones con tradiciones
culturales distintas, Achelense y Musteriense (Santonja, 2006; Santona & Villa, 2006),
pues estos procesos de evolución tecnológica quizás sólo se vean en yacimientos al aire
libre, niveles superiores de Ambrona (Panera & Rubio, 1997; Santonja 2006), conjuntos
de Achelense superior del Manzanares (Santonja & Pérez Gonzalez, 2002) o Tormes
(Santonja & Pérez González, 2002). Aunque como los mismos investigadores que plantean
la hipótesis dicen se necesita de dataciones más fiables en formaciones fluviales, para
poder realizar correlaciones entre unos y otros contextos (Santonja, 2006). Discusión que
se aleja de nuestro objetivo.
Por lo tanto, a pesar de las escasas y en algunos casos poco fiables dataciones
numéricas y referencias bioestratigráficas, y de los problemas de conservación diferencial
de las terrazas, el Achelense de la Península tendría unos límites cronológicos situados
entre los Estadios Isotópicos 13-14 y 7 (Santonja, 2006), quizá un poco anteriores viendo
la industria del Guadalquivir. Estas fechas tendrían una diferencia de 300/400 Ka., con
respecto a las evidencias del Pleistoceno inferior, con la única posible conexión, aunque
no segura, con las terrazas altas del Guadalquivir y Cullar-Baza I. Y por la parte inferior,
una cronología final incierta a tenor de lo apuntado en los restos hallados en cueva.
A excepción de estas anomalías, ya apuntadas, los conjuntos Achelenses
representan un fenómeno unitario en el que resulta difícil diferenciar evoluciones o
estadios en dichas evoluciones (a excepción del final de este tecnocomplejo), donde en su
mayoría se sitúan a partir de mitad del Pleistoceno medio. Un conocimiento más preciso
de su cronología global pone de relieve el corto periodo de tiempo en que se manifiestan
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estas industrias en Europa en comparación con África, que además corresponderían a
momentos anteriores al Paleolítico inferior Europeo (Ternifine-Algeria, Casablanca-
Marruecos, entre 1-0.7 Ma).
En el plano tecnológico, la industria de la Península (especialmente la meseta), al
igual que el africano esta dominado por la configuración de Bifaces y Hendedores, la
preparación de grandes núcleos con una generalización de la preparación centrípeta, -en
ocasiones aplicando método levallois o Kombewa- de lo que se podían obtener soportes
para el desarrollo de cadenas operativas complejas. Estas estrategias aportan una
producción alta y bien controlada que se deja sentir en el tamaño y la morfología de los
productos obtenidos, donde la variabilidad observada puede derivar fundamentalmente
de la materia prima (Carbonell et al. 2001; Santonja, 1992; Santonja & Pérez-González,
1997; 2002; Santonja & Villa 2006).
Además, se han observado múltiples evidencias de reavivamiento de la industria
(Áridos) y de su utilización y talla en momentos concretos para su utilización (Santonja &
Villa, 1990; Villa, 1990), cosa que enlazaría con la idea de Chavaillon para África; control
del espacio, tanto de la industria como de los recursos alimenticios; cierto transporte de
objetos elaborados, y no abandono en el lugar de elaboración y fabricación.
En yacimientos al aire libre, terrazas fluviales, superficies altas de los escenarios
ínter-fluviales y depósitos de piedemonte, las transformaciones de la industria se reflejan
casi exclusivamente en las secuencias de formación del utillaje bifacial y sobre lasca. Para
algunos autores se implantan dos conceptos, estandarización y simetría, por el uso
generalizado de estrategias de talla sistemática y recurrente (centrípeta, y en menor
medida levallois y Kombewa) (Mosquera, 1995).
La estandarización también requiere planificación, en formas y dimensiones, lo
que se ve en la mayor repetición de una serie de útiles que se hará mas continúa a finales
de dicho tecnocomplejo. Esta operación es permitida por los métodos de explotación

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mencionados, aunque para ello aparte recurren a retoques bifaciales, que transforman
los útiles derivados de las primeras extracciones realizadas en cada núcleo.

Figura 3. Mapa con los principales yacimientos Achelenses, junto a aquellos que hemos mencionado
anteriores y posteriores, de la península (1 Atapuerca, 2 Torralba y Ambrona, 3 La Maya, 4 El Basalito, 5
Áridos, 6 Transfesa y Orcasitas, 7 San Isidro, 8 Pinedo, 9 Puente Pino, 10 Sartalejo, 11 Albalá, 12 El
Martinete, 13 Porzuma, 14 Solana del Zamborino y Cúllar-Baza I, 15 Cuenca Guadix-Baza, 16 Cueva de
Bolomor (Santonja & Villa, 2006).

DISCUSIÓN.

Similitudes entre la industria Africana y la de la Península Ibérica.

Antes de indicar las semejanzas de la industria de la Península Ibérica con las del
Modo II Africano, resulta de máximo interés hacer referencia a la definida dispersión que
este complejo presenta en Eurasia, indicando aquellos pasos que en principio traerían la
industria hasta la Península Ibérica.

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Así podemos decir que se ha registrado al sur del Cáucaso, en el extremo oriental,
extendiéndose desde la fachada mediterránea y Arabia hacia la India y China, y con
cronologías que comprenden parte del Pleistoceno Inferior y Medio, desde c. 1,4 Ma.
(Ubeidiya) hasta el estadio isotópico 11 en el caso de Israel. Entre los c. 400 ka y c. 150 ka
se desarrolla el Acheulo-Yabrudiense, que a su vez, a partir de c. 200 ka se solapa con las
primeras industrias musterienses (Barkai et al. 2003).
En el occidente europeo se observan industrias achelenses en la Península Ibérica,
Francia, Italia, Inglaterra y hasta el centro de Alemania. Parece que no se generaliza hasta
los 600-500 Ka., aproximadamente, apareciendo plenamente desarrollado a partir de los
500 Ka.
Las primeras industrias atribuidas a este complejo surgen en los niveles inferiores
de L’Arago (Francia), alrededor de 650 ka., (Falgueres et al., 2004), el nivel F de
Notarchirrico (Italia) con una cronología de 640 Ka., (Piperno & Tagliacozzo, 2001),
Korolevo VI (Ucrania) con uno de sus niveles datados en fechas cercanas, (Carbonell, 1995;
Kozlowski; 2003; White & Ashton, 2003; Villa, 2001). A partir de 500 Ka, el Achelense
domina completamente todo el continente y por supuesto también la Península Ibérica,
de la que hablaremos a continuación.
En esta geografía adquiere una significación destacada el gran vacío
centroeuropeo que se observa del Achelense “in sensu estricto” y de otros elementos que
componen dicho técnocomplejo, según lo visto en las características africanas (Kozlowski
2003).
Resulta significativa la ya mencionada presencia de Hendedores en el Sureste
Europeo, la presencia de técnica Kombewa en muchos casos para su elaboración, la
utilización predominante de la cuarcita y la reiteración en lo que a contextos se refiere.

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Figura 4. En rojo la extensión geográfica de los Hendedores. Modificado de wikipedia@.Org

El hendedor es un utensilio típico del Paleolítico Inferior y Medio en África,


apareciendo extendido desde el norte hasta Sud-áfrica por casi todas partes del
continente (Tixier, 1956), pero que como hemos visto en Europa se limita al sur del
continente.
Tiene una morfología alargada, de grandes-medianas dimensiones, con un filo
terminal transversal al eje morfológico de la pieza. Técnicamente se caracteriza por
presentar como soporte una lasca, creándose el filo con una de las aristas de dicha lasca.
El resto sí que debe tener, al menos, algún retoque intencional que cree una pieza
tendente a simétrica.
Por su tamaño, se considera un útil de la familia de los bifaces, los picos triédricos,
etc., pero el resto de sus características lo hacen especial al resto de útiles (Inizan et al.
1995).
En el norte de África son abundantes en Thiodaine, Ternifine, Grotte du
Rhinocéros, etc. (Tixier 1956). Sin embargo parecen faltar evidencias en el Suroeste del
continente Europeo desde Israel hasta Italia levemente, y sobre todo Sur de Francia y la
península Ibérica (sobre todo en la meseta). Esta ausencia se produce justamente en el
trayecto más aceptado para las diferentes salidas de África y las llegadas a Europa (Bar-
Yosef & Belfer-Cohen, 2001; Sharon, 2007 in press).

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Figura (5) Hendedor en Cuarcita. Modificado de Santonja & Villa 2006.

Siguiendo este planteamiento y quizás con más importancia, para el objeto que
aquí nos ocupa, hallamos la presencia en la Península Ibérica, casi en exclusiva en lo que a
Europa se refiere, de una técnica ampliamente difundida por el continente Africano, la
técnica Kombewa, técnica que por lo apreciado en el norte de África, en Oriente Próximo
y en la península ibérica esta muy unida a la realización de los Hendedores.
Esta técnica aparece también en el sur del continente Asiático (Ubeidiya, Gesher
Benot Ya´aqov) (Bar-Yosef & Belfer-Cohen, 2001; Sharon, 2007 in press), pero no se ha
encontrado por el momento ningún indicio de contacto con la Península Ibérica, donde sí
ha sido hallada en diversos lugares, como puede ser: la cuenca del Duero y el Tajo con
sus diferentes y respectivos afluentes (yacimientos del Tormes, Pisuerga; Alagón, Jarama
y Manzanares) (Martín, 1989; Santonja 1984; Straus 2001; Rodríguez Tembleque, 2007).
Este método Kombewa es un procedimiento de talla, caracterizado por una serie
de pasos, que permiten obtener lascas de forma y tamaño preconcebido en el núcleo. Es,

67
por tanto, un sistema de talla predeterminante, similar aunque diferente del método
Levallois, que tiene su reflejo en la obtención de lascas de gran tamaño, generalmente,
con los rasgos significativos de la cara ventral en ambas caras (bulbo, talón y morfología
ventral en ambas caras).

Figura 6. Núcleo Kombewa del valle del Duero. Modificado de Santonja & Pérez-González, 1984.

Estas características que por el momento no han aparecido en el resto de Europa,


si que lo hacen en la otra parte del estrecho de Gibraltar, en yacimientos ya mencionados
como Ternifine (Debénath & Dibble, 1994), o Grotte des Rhinocéros (Raynal et al. 2001).
Estos yacimientos por su cronología (1 Ma- 0.7 Ma) y su situación geográfica, que como
hemos indicado están situados en estas latitudes Norteafricanas, casarían mejor con las
fechas emitidas anteriormente para la mayoría de yacimientos con Industria Achelense de
la Península Ibérica (estado Isotópico 13 o incluso antes). Además hay que indicar la alta
presencia de utensilios realizados en cuarcita a ambas partes del istmo de Gibraltar.
Asimismo, hay que mencionar las similitudes que aparecen en lo que a contextos,
control del espacio, tanto de industria como de recursos alimenticios, cierto transporte de

68
objetos elaborados, y no abandono en el lugar de elaboración y fabricación de la industria,
que a priorí parecen mostrar. En ambos casos parece que la zona predominante donde se
encuentran los restos es cerca de los afluentes de los contextos fluviales más importantes
o en dichos ríos, en muchos casos relacionados con animales de gran tamaño y con signos
evidentes de talla y reavivado in situ (Áridos). Pese a ello, estas similitudes no se tienen
que tomar como axiomas, pues en ello influyen otros elementos que por temas de
espacio no vamos a entrar a valorar aquí.
Así, por lo menos en un principio resulta coherente la posibilidad de una vía de
penetración hacia Europa occidental particular, bien Gibraltar, como en repetidas
ocasiones se ha señalado, o desde Túnez a Sicilia, aunque en este caso la mayor distancia
y la ausencia en Sicilia de industrias achelenses resten confianza a la hipótesis (Villa, 2001).
No obstante, en caso de que esta vía se pueda comprobar en algún momento nunca se
descartarían otras posibles oleadas como la defendida hasta estos momentos (corredor
levantino) y que nunca ha sido nuestra intención discutir.

Hipótesis sobre el paso a través del estrecho de Gibraltar.

La idea de un posible contacto o incluso movimiento entre África y la Península


Ibérica a través del estrecho de Gibraltar a lo largo de todo el Pleistoceno ha sido
largamente defendida por diversos autores, a la vez que intensamente rebatida por
problemas como la navegación marítima durante esos periodos y las posibles dificultades
que las corrientes marinas, existentes en esos momentos, podrían provocar en los
homínidos de las diversas épocas.
Otro problema, con el que se ha encontrado esta idea, es la incuestionable falta de
evidencias que den validez a ese paso de la población durante el Paleolítico superior (por
ejemplo entre el Ateriense y el Solutrense) (Alcaraz, 2007). La primera certeza o prueba
constatada de navegación en el Mediterráneo se documenta en la cueva de Franchthi
69
(Península de Ermione, Grecia), con cronologías que rondan los 12.000 BP., (Cherry, 1990)
o la posible población de las islas de Chipre, Córcega o Cerdeña, en los momentos finales
del Pleistoceno superior (Straus 2001).
Pero antes de nada, nos gustaría poner atención en el hecho de que, tal como las
tristemente famosas pateras expresan hoy, cruzar el Estrecho de Gibraltar con una
tecnología no muy superior a la de tiempos paleolíticos, nos lleva a pensar que cruzarlo
sería posible. Por el contrario, hemos de intentar desprendernos de esta noción actualista
y centrarnos en indagar la documentación arqueológica, para verificar si el paso
realmente se realizó, y bajo qué circunstancias se produjo. Justamente en esto último, el
escenario en el que este supuesto paso se realizo es en lo que vamos a centrar esta parte
del artículo.
Este estrecho, punto de unión entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico,
en ciertas zonas llega a tener una anchura máxima de 25 Km., (desde el este de Tarifa a
Almina (Ceuta) o en puntos al oeste de al-Boasa). En la actualidad tan sólo mantiene una
distancia de 14,4 Km en su parte más estrecha (Punta Oliveros - Punta Cires), con una
profundidad variable que oscila entre los 280 m., del Umbra de Camarinal y los cerca de
1.000 m. de la bahía de Algeciras (Alcaraz, 2007).
No obstante, existe una idea bastante difundida de que la situación cambiante del
clima de la Prehistoria glaciar habría sido responsable de variaciones climáticas y
orográficas, que a su vez habrían condicionado de forma directa la movilidad de los
grupos humanos paleolíticos. Esta idea, que analizaremos a continuación, hemos de
estudiarla en base a una serie de trabajos realizados sobre el itsmo de Gibraltar y los
posibles cambios que la climatología le pudo causar.

70
Figura 7. Situación de los principales accidentes geográficos en la zona del Estrecho, a partir de la
topografía realizada por el Earth Observatory, NASA.

Así, diversos estudios paleogeográficos establecidos sobre datos batimétricos y


curvas de altura del nivel del mar preponderan el hecho de que en fases frías de la
Prehistoria glaciar, el trayecto que discurría entre ambas orillas se vería cuantiosamente
reducido, diferenciándose además la visión de algunos islotes en dicho trayecto que
ayudarían en dicha travesía (Martinet & Searight, 1994; Zazo et al, 2000; Collina-Girard,
2005).
Precisamente, en momentos de máximo rigor climático se ha señalado una
ampliación de la línea de costa de más de 100 m. que implicaría, como ya hemos
mencionado, la aparición de diversas islas situadas en diversos puntos del Mar de Alborán
y el Océano Atlántico, en la franja comprendida entre La Paloma y Tánger. Estos puntos
habrían estado separados por 7 Km., solamente, e incluso en los momentos más duros
dejarían una distancia máxima de 5 Km.

71
Teniendo en cuenta estos datos, en lo que a las distancias se refiere, es muy
posible su uso durante estos periodos fríos del Pleistoceno (Straus, 2001: 92). Y la idea
antes mencionada, de que un ambiente cambiante durante la Prehistoria glaciar habría
sido responsable de variaciones climáticas y orográficas que habrían condicionado la
movilidad de los grupos humanos del paleolítico, cobra mayor vigencia.

Figura 8. Imagen planigrafica del estrecho de Gibraltar.

Sin embargo, debemos mencionar que estos mismos estudios no han conseguido
descubrir el comportamiento de las corrientes marinas que afectaban al estrecho, así
como los distintos peligros que estas corrientes podrían haber supuesto, durante los
periodos a los que nos referimos, para el pretendido paso. Por tanto, a pesar de ser este
uno de los mayores impedimentos que se oponen a dicho transito esto puede ser usado
también para dar argumentos a favor. En este punto parecen haber evidencias de un
continuo paso, a través del estrecho de Gibraltar, de fauna desde el Mioceno hasta

72
nuestros días (Geraads, 1982; Arribas y Palmqvist, 1999), que ayudaría a tomar como
factible dicho paso.
Por último, esta posibilidad de movilidad a través del estrecho de Gibraltar se ve
aún más reforzada, teniendo en cuenta constataciones de navegación paleolítica que han
aparecido en los últimos tiempos y que se refieren a la llegada de los Homínidos a la isla
de Java e Indonesia, en periodos anteriores a los que en este caso nos referimos, cercanos
a los 800 Ka B.P. (Morwood et al., 1998).

CONCLUSIONES. Origen, Cronología y procedencia del Achelense de la


Meseta.

La industria Achelense nacida en África presenta en Eurasia una dispersión muy


definida, al norte de los 52º de latitud y más allá de los 11ºE de longitud. En Europa
central y en la llanura Rusa, no se conocen conjuntos con bifaces y lascas de carácter
Achelense. De nuevo, vuelven a encontrarse a partir de Georgia, al sur del Cáucaso de
forma interrumpida hasta Israel y la Península Arábiga, conectando con África Oriental, y
manifestándose en dirección Este hasta India y China.
Las vías y las fechas de las expansiones humanas Plio-Pleistocenas son muy
controvertidas, y aunque Gibraltar puede parecer una de las formas más directas, los
investigadores se han mostrado muy reacios a admitirlo. Ante el peso de argumentos
como la independencia de las faunas, la falta de pruebas geológicas de su cierre después
de la crisis Messaniense, o la falta de evidencias de su utilización como paso marino hasta
finales del Paleolítico superior.
Pero parece que estas controversias pueden ir reduciéndose a través de ideas aquí
esgrimidas (registro paleoclimático, evidencias de navegación marina en la isla de Java),
ante las cuales el Estrecho de Gibraltar no habría sido una barrera insalvable para los
grupos paleolíticos. Si atendemos a las evidencia de distancias considerablemente más

73
cortas a la actual en momentos de regresión marina y a las nuevas evidencias de
navegación marina, esta podría haberse realizado.
Los Homínidos que realizaron la industria Achelense parece que se desarrollaron,
tanto en África como en la Península Ibérica, en contextos cercanos a los bordes de las
cuencas y de canales de cursos secundarios de los ríos, o por lo menos en ellos aparecen
las evidencias cuantitativamente más importantes. No obstante, hay que destacar la
presencia de cuevas donde parece ser que se produce una mejor conservación y, también,
parece que funcionan a un ritmo diferente al observado en los yacimientos al aire libre.
La composición del Achelense o Modo II de África y la Península Ibérica parece ser
más similar que la que presentan el resto de zonas de Europa, y se da una cierta
discontinuidad de estas similitudes desde el Este de Asia hasta el Sureste de Europa, en
concreto desde Israel y el Caucaso hasta la Península Ibérica (Presencia de Hendedores y
técnica Kombewa).
La cronología de esta industria en el contexto Peninsular esta situada a partir del
Estadio Isotópico 13-14, muy en consonancia con los yacimientos del Norte de África,
entre 1-0.7 Ma., (Casablanca y Ternifine). Teniendo a su favor, también, el hecho de que
estos yacimientos sí cuentan con las características técnicas y tipológicas antes
mencionadas (hendedores y técnica Kombewa).
Por tanto, la geografía del Achelense extra-africano apoyaría la idea de un paso por
Gibraltar u otro istmo emergido en el mediterráneo en algún momento de máximo
descenso marino, esto sin descartar la entrada ya probada por otras vías como puede ser
el corredor levantino.
El mapa europeo del Achelense nos lo presenta como un fenómeno occidental y
meridional, hecho que en definitiva nos lleva a considerar que no es coherente descartar
radicalmente una dispersión desde el Magreb. En esta clave, y siempre teniendo en
cuenta las limitaciones que tienen este tipo de estudios altamente morfológicos e

74
historiográficos, hay que considerar posible los movimientos más o menos puntuales en
periodos de máximo rigor climático desde el estado isotópico 16 (600 Ka B.P.).

Agradecimientos.
Este artículo se inscribe en la realización del Master en Arqueología del
Cuaternario y evolución Humana, impartido en la Universitat Rovira i Virgil (Tarragona). La
elaboración del artículo fue resultado de la realización de una de las asignaturas de dicho
Master y sirvió para mi intervención el I Seminario de Tecnología Lítica y Arqueología
Peninsular de Vila Nova da Barquinha (Portugal), que tuvo lugar en Marzo de 2008.
Agradezco sinceramente las charlas observaciones y consejos acerca de la
arqueología en general y del Achelense en la Península Ibérica a Manuel Santonja, así
como a todas aquellas personas que con su conocimiento hayan contribuido a mejorar la
realización del artículo. Las opiniones y errores presentes en el texto son exclusivamente
responsabilidad del autor.
El autor es estudiante del Máster en Arqueología del Cuaternario y evolución
Humana de la URV (Universidad Rovira y Virgil) de Tarragona, a cuyos profesores también
agradezco su colaboración en mi formación, en especial a Xose Pedro Rodríguez.

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