Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
50
Anidia Editores.
Sección de arqueología. (pag. 50 – 83)
Marzo 2008.
Abstract
The Strait of Gibraltar would logically seem to be a major point of contact between Africa and
Europe, but at the moment one thinks that Mode II enter by the Levantine zone (Israel).
The European distribution of Acheulian industries that includes handaxe and cleaver appears to
be centered in south-western Europe and Kombewa technique is another own characteristic of
the Iberian Peninsula and Africa.
In addition other impediments, as it can be the navigation at beginnings of Middle Pleistocene,
have been refuted by you complete evidences.
In this key it is necessary to consider the movements in periods of maximum climatic rigor
possible from isotopic state 16 (600 Ka B.P), joint to others by others potential vies.
KEYWORDS:
Middle Pleistocene, Iberian Insular, Africa, Achelian Industries, strait of Gibraltar, Cleavers and
Kombewa technique.
PALABRAS CLAVE:
Pleistoceno medio, Península Ibérica, África, Industria Achelense, Estrecho de Gibraltar,
Hendedores y Técnica Kombewa.
INTRODUCCION.
El estado de conocimiento del Achelense, a la postre también designado Modo II
durante su estudio en África (Clarke, 1969), parece dar un consenso en lo relativo a su
51
inicio africano, pues es allí donde se han definido las características, que después se han
visto en Eurasia.
El Achelense es la cultura más importante del Paleolítico Inferior en Europa
Occidental, a pesar de lo cual, su definición requiere revisiones periódicas. El nombre
utilizado, Achelense, es epónimo del yacimiento de Saint Acheul, (un suburbio de Amiens,
norte de Francia), donde se localizaron los primeros materiales de dicho complejo. Si bien,
como hemos dicho esta aceptado por la comunidad científica un origen africano que se
remonta al Pleistoceno inferior y donde en relación a las posibles evoluciones y
procedencias de la industria también se ha denominado Modo II.
Pero es su posterior expansión la que ha planteado más dificultades y
controversias a la hora de su esclarecimiento. Esta industria se ha concentrado
principalmente en el suroeste Europeo, aunque también aparecen esporádicos
yacimientos en el Este, y por supuesto por gran parte del continente Asiático.
Es en el Este del continente Africano donde están los primeros indicios de Modo II,
con una cronología de 1.65 Ma B.P., modo tecnológico que tradicionalmente se ha
descrito según los rasgos técnicos del yacimiento de Olduvai, Bed II, III y IV (Tanzania) y
Konso-Gardula, así las peculiaridades que lo definen a grandes rasgos son: la producción
intensa y bifacial de grandes utensilios sobre lasca, lo que supone una proyección mental
de las fases del instrumento; la sistematización y el dominio de métodos de talla
recurrentes, con una producción numerosa y predecible en cuanto al tamaño; y la
modificación expresa y controlada de la forma de los soportes, dando un alto desarrollo
de la simetría bilateral (Carbonell et al., 2005).
Estas características dan una mayor variedad técnica visible en la aparición de
nuevas morfologías, esferoides, poliedros y sobre todo los primeros grandes instrumentos
sobre lasca (Bifaces y Hendedores). Herramientas con un menor peso y por tanto más
estilizadas en relación a las elaboradas sobre canto (Leakey, 1971; Semaw et al., 2003;
Isaac 1973; Asfaw et al., 1992).
52
A continuación esta industria se expandió a Asia Occidental, Israel (Gesher Benot
ya´kov), Georgia (Kudaro III y Tsona Caves), India (Isampur) o la Península Arábiga. Esto
supondría un origen africano y una expansión desde allí, varios cientos de miles de años
después, que a Europa habría llegado a través del corredor levantino (Oriente Próximo).
Esta vía de expansión tendría como grandes e irrefutables pruebas los yacimientos de
Israel, Ubeidiya y Gesher Benot ya´kov y los del Cáucaso (Bar-Yosef & Belfer-Cohen, 2001;
Carbonell & Rodríguez, 2006).
Figura 1. Mapa en el que se ve la dispersión geográfica del Achelense y las posibles vías utilizables en su
posible salida del continente africano.
Presentación de datos.
Modo II en África.
En la secuencia de Olduvai, para Mary Leakey la evolución del Olduvayense se
originó a partir de 1.6 Ma B.P., comportando la aparición de esferoides, cuyas secuencias
y resultados sientan las bases del tecnocomplejo que aquí estudiamos (Leakey, 1975).
La dependencia respecto del territorio y la materia prima es otro tema que
permite enlazar con los modelos evolutivos, así se ha indicado que con la aparición del
Achelense también cambio el contexto en el que se movían los homínidos. Ubicándose
ahora en las orillas de las cuencas y en los canales secos de cursos secundarios de los ríos.
No obstante hay otras hipótesis que indican que en lugar de haber un cambio de contexto
hubo una ampliación de los mismos para la nueva industria (Isaac, 1997; Semaw 2000 in
(Carbonell et al., 2005)).
En este complejo se observa un control eficaz del espacio, tanto de la industria
que es lo que aquí nos interesa como de los recursos alimenticios, pues se describe un
cierto transporte de objetos elaborados, no todos son abandonados en el lugar de
elaboración y fabricación (Chavaillon et al.,1979). Aparte, se aprecia que primero hay una
elaboración de grandes lacas que después serán transformadas o bien en matrices para
obtener productos cortantes más pequeños u objetos estandarizados de grandes
dimensiones (Bifaces o Hendedores). Con esto crece la concepción de los instrumentos,
55
de las cadenas operativas y del territorio (Leakey, 1971; Semaw et al., 2003; Isaac 1973;
Asfaw et al., 1992).
Esta producción se concentra sobre las secuencias centrípetas, unipolares y
ortogonales, lo que hace que las herramientas sean realizadas de forma más sistemática
(Asfaw et al., 1992; Isaac 1973; Leakey, 1971; Semaw et al., 2003).
Aquí esta la discusión para decidir hasta que punto es variabilidad de un tecnocomplejo
homogéneo (Isaac, 1983), o es multiplicidad o evolución temporal (Leakey, 1975), algo
menos aceptado por la ausencia, a parte de Olduvai, de este mismo patrón en otros
lugares donde apareció el Olduvayense.
Las secuencias evolutivas más comunes plantean un esquema unilineal en el que
un complejo sustituye a otro. Pese a ello, otros autores aprovechando la aparición de una
industria anterior al Achelense, posterior temporalmente, fuera de África han planteado
la pervivencia de este Modo después de la aparición del Modo II (o Achelense) en Bed II
de Olduvai o Dawaitoli.
Esta idea provocó la reformulación de los modos técnicos realizada por Clark
(Clark 1968), quien creo una nueva denominación para justificar las diferencias
morfotecnológicas del conjunto recuperado en el Bed I en relación con las industrias
Achelenses y también otras clasificaciones propuestas anteriormente. Este autor hace
una división de industrias que conllevan a su vez una evolución tecnológica, pero a través
de tradiciones técnicas. En muchas ocasiones se han correlacionado estas tradiciones con
las distintas especies de Homínidos existentes. Esta pervivencia no se da en otros lugares
(Kobi Fora o Melka- Kunture), lo que parece apuntar a la aceptación de dos tradiciones
técnicas y no a dos puntos de un desarrollo lineal o fruto de una variabilidad en la
adaptación ecológica de los humanos (Carbonell et al. 2007).
56
Expansión del Modo II (Achelense) por el continente Africano; Norte de
África.
57
Figura 2. Expansión geográfica del Achelense en el continente africano. En rojo los yacimientos más
importantes. Rodeados los yacimientos del Magreb.
58
(Raynal et al., 1995; Raynal et al., 2001), registros en cueva y situados cronológicamente a
inicios del Pleistoceno medio, entre 600-700 Ka B.P.
Junto a estos yacimientos aparecen otros yacimientos de Argelia de suma
importancia en la literatura arqueológica, entre los que destaca el celebre yacimiento de
Ternifine, estudiado desde mediados del S XX (Balout & Tixier, 1956; Balout et al., 1967;
Tixier, 1956). La industria de este yacimiento ha sido, en cuantiosas oportunidades,
comparada con la de algunos yacimientos de la Península Ibérica, como puede ser Pinedo
o El Sartalejo, por la presencia de una gran cantidad de Hendedores y lascas Kombewa, en
muchos casos para su producción, la utilización de la cuarcita como materia prima
principal y finalmente por el alto porcentaje de cantos tallados.
A su vez todos estos yacimientos, estudiados desde hace bastantes años,
mantienen grandes similitudes técnicas con las características que hemos indicado para
este tecnocomplejo del resto de África y, lo que es más importante, como ya hemos
mencionado, con las que a continuación mencionaremos de la Península Ibérica.
Se trata de una industria basada en la elaboración de grandes útiles sobre lasca,
extraída de cantos o bloques originales. De entre los grandes útiles de nueva
configuración destacan los Bifaces y se mantienen los Hendedores, (útil que no se aprecia
en las evidencias de este tecnocomplejo esgrimidas para su posible salida a Eurasia por
otra vía que no fuera el estrecho, por lo menos con la continuidad que se aprecia en el sur
de Europa), útiles que en África, y por consiguiente en estos yacimientos del norte,
aparecen en grandes cantidades, pero que en Europa sólo aparecen en el Sureste.
Achelense en la Península.
60
A parte de estos indicios, la industria que aparece en las terrazas elevadas, de
edad similares, únicamente esta compuesta por artefactos aislados, a veces dudosos, sin
que pueda descartase del todo un origen natural (terrazas de + 74m., + 78m. en la
submeseta norte, o + 100 en la submeseta sur) (Santonja & Pérez-González, 2002;
Santonja & Villa 2006).
Por tanto estos hallazgos serían irrelevantes de no ser por la presencia de sitios
como Atapuerca, (TD4-TD6 y Sima del Elefante), o los yacimientos de Orce, Barranco León
y Fuente Nueva 3 (próximos al ya mencionado yacimiento de Cullar-Baza I y situados en la
misma cuenca lacustre) que pertenecen al Pleistoceno inferior y presentan, según las
descripciones realizadas por sus investigadores, una tecnología distinta a la que aquí
nosotros describimos, Modo I u Olduvayense (Carbonell et al. 1995; 1999; 2001; 2004;
2006; Oms et al. 2000; Palmqvist et al., 2005; Toro et al., 2003). Estas evidencias además
de ser los hallazgos más antiguos de la Península, son los yacimientos más contrastados
con esas cronologías de toda Europa.
Por otro lado, el final del Achelense también parece ser un problema a resolver en
los próximos años. En este contexto un mundo diferente parece ser el de los ambientes
en cueva, aunque es necesario explicar sus peculiaridades y cronologías numéricas del
Achelense (o Modo II para sus investigadores), en la cueva de Atapuerca (Gran Dolina
(TD10) y Galería) y en la cueva del Bolomor (Valencia) (Santonja & Villa, 2006).
En Atapuerca, mientras que la industria de Dolina (niveles superiores de TD10),
presentan una fecha semejante a lo otorgado al Achelense del resto de la península, su
industria presenta ciertas similitudes con el Modo III o Musteriense. En cambio, los
niveles de Galería parecen presentar características del Modo II y una cronología entre el
Estadio Isotópicos 10 - 7 (Pérez González et al. 2001; Falguères et al. 2001: Carbonell et al.
1999; Carbonell et al. 2001).
También en cueva esta la industria del yacimiento llamado Cova de Bolomor
(Valencia) con una secuencia que va desde los 350-100 Ka B.P., y que presenta en su parte
61
más antigua indicios de un Achelense o una evolución de dicho tecnocomplejo, pero con
unos inicios muy tempranos del Modo III (Fernández Peris et al., 1994). Algo que sería
posible de relacionar con el cercano yacimiento de Cuesta de la Bajada (Teruel) (Santonja,
2006; Santonja & Villa, 2006), con cronologías de pleno pleistoceno medio pero con
industrias cercanas al Musteriense.
Así, se puede plantear la existencia de diferentes poblaciones con tradiciones
culturales distintas, Achelense y Musteriense (Santonja, 2006; Santona & Villa, 2006),
pues estos procesos de evolución tecnológica quizás sólo se vean en yacimientos al aire
libre, niveles superiores de Ambrona (Panera & Rubio, 1997; Santonja 2006), conjuntos
de Achelense superior del Manzanares (Santonja & Pérez Gonzalez, 2002) o Tormes
(Santonja & Pérez González, 2002). Aunque como los mismos investigadores que plantean
la hipótesis dicen se necesita de dataciones más fiables en formaciones fluviales, para
poder realizar correlaciones entre unos y otros contextos (Santonja, 2006). Discusión que
se aleja de nuestro objetivo.
Por lo tanto, a pesar de las escasas y en algunos casos poco fiables dataciones
numéricas y referencias bioestratigráficas, y de los problemas de conservación diferencial
de las terrazas, el Achelense de la Península tendría unos límites cronológicos situados
entre los Estadios Isotópicos 13-14 y 7 (Santonja, 2006), quizá un poco anteriores viendo
la industria del Guadalquivir. Estas fechas tendrían una diferencia de 300/400 Ka., con
respecto a las evidencias del Pleistoceno inferior, con la única posible conexión, aunque
no segura, con las terrazas altas del Guadalquivir y Cullar-Baza I. Y por la parte inferior,
una cronología final incierta a tenor de lo apuntado en los restos hallados en cueva.
A excepción de estas anomalías, ya apuntadas, los conjuntos Achelenses
representan un fenómeno unitario en el que resulta difícil diferenciar evoluciones o
estadios en dichas evoluciones (a excepción del final de este tecnocomplejo), donde en su
mayoría se sitúan a partir de mitad del Pleistoceno medio. Un conocimiento más preciso
de su cronología global pone de relieve el corto periodo de tiempo en que se manifiestan
62
estas industrias en Europa en comparación con África, que además corresponderían a
momentos anteriores al Paleolítico inferior Europeo (Ternifine-Algeria, Casablanca-
Marruecos, entre 1-0.7 Ma).
En el plano tecnológico, la industria de la Península (especialmente la meseta), al
igual que el africano esta dominado por la configuración de Bifaces y Hendedores, la
preparación de grandes núcleos con una generalización de la preparación centrípeta, -en
ocasiones aplicando método levallois o Kombewa- de lo que se podían obtener soportes
para el desarrollo de cadenas operativas complejas. Estas estrategias aportan una
producción alta y bien controlada que se deja sentir en el tamaño y la morfología de los
productos obtenidos, donde la variabilidad observada puede derivar fundamentalmente
de la materia prima (Carbonell et al. 2001; Santonja, 1992; Santonja & Pérez-González,
1997; 2002; Santonja & Villa 2006).
Además, se han observado múltiples evidencias de reavivamiento de la industria
(Áridos) y de su utilización y talla en momentos concretos para su utilización (Santonja &
Villa, 1990; Villa, 1990), cosa que enlazaría con la idea de Chavaillon para África; control
del espacio, tanto de la industria como de los recursos alimenticios; cierto transporte de
objetos elaborados, y no abandono en el lugar de elaboración y fabricación.
En yacimientos al aire libre, terrazas fluviales, superficies altas de los escenarios
ínter-fluviales y depósitos de piedemonte, las transformaciones de la industria se reflejan
casi exclusivamente en las secuencias de formación del utillaje bifacial y sobre lasca. Para
algunos autores se implantan dos conceptos, estandarización y simetría, por el uso
generalizado de estrategias de talla sistemática y recurrente (centrípeta, y en menor
medida levallois y Kombewa) (Mosquera, 1995).
La estandarización también requiere planificación, en formas y dimensiones, lo
que se ve en la mayor repetición de una serie de útiles que se hará mas continúa a finales
de dicho tecnocomplejo. Esta operación es permitida por los métodos de explotación
63
mencionados, aunque para ello aparte recurren a retoques bifaciales, que transforman
los útiles derivados de las primeras extracciones realizadas en cada núcleo.
Figura 3. Mapa con los principales yacimientos Achelenses, junto a aquellos que hemos mencionado
anteriores y posteriores, de la península (1 Atapuerca, 2 Torralba y Ambrona, 3 La Maya, 4 El Basalito, 5
Áridos, 6 Transfesa y Orcasitas, 7 San Isidro, 8 Pinedo, 9 Puente Pino, 10 Sartalejo, 11 Albalá, 12 El
Martinete, 13 Porzuma, 14 Solana del Zamborino y Cúllar-Baza I, 15 Cuenca Guadix-Baza, 16 Cueva de
Bolomor (Santonja & Villa, 2006).
DISCUSIÓN.
Antes de indicar las semejanzas de la industria de la Península Ibérica con las del
Modo II Africano, resulta de máximo interés hacer referencia a la definida dispersión que
este complejo presenta en Eurasia, indicando aquellos pasos que en principio traerían la
industria hasta la Península Ibérica.
64
Así podemos decir que se ha registrado al sur del Cáucaso, en el extremo oriental,
extendiéndose desde la fachada mediterránea y Arabia hacia la India y China, y con
cronologías que comprenden parte del Pleistoceno Inferior y Medio, desde c. 1,4 Ma.
(Ubeidiya) hasta el estadio isotópico 11 en el caso de Israel. Entre los c. 400 ka y c. 150 ka
se desarrolla el Acheulo-Yabrudiense, que a su vez, a partir de c. 200 ka se solapa con las
primeras industrias musterienses (Barkai et al. 2003).
En el occidente europeo se observan industrias achelenses en la Península Ibérica,
Francia, Italia, Inglaterra y hasta el centro de Alemania. Parece que no se generaliza hasta
los 600-500 Ka., aproximadamente, apareciendo plenamente desarrollado a partir de los
500 Ka.
Las primeras industrias atribuidas a este complejo surgen en los niveles inferiores
de L’Arago (Francia), alrededor de 650 ka., (Falgueres et al., 2004), el nivel F de
Notarchirrico (Italia) con una cronología de 640 Ka., (Piperno & Tagliacozzo, 2001),
Korolevo VI (Ucrania) con uno de sus niveles datados en fechas cercanas, (Carbonell, 1995;
Kozlowski; 2003; White & Ashton, 2003; Villa, 2001). A partir de 500 Ka, el Achelense
domina completamente todo el continente y por supuesto también la Península Ibérica,
de la que hablaremos a continuación.
En esta geografía adquiere una significación destacada el gran vacío
centroeuropeo que se observa del Achelense “in sensu estricto” y de otros elementos que
componen dicho técnocomplejo, según lo visto en las características africanas (Kozlowski
2003).
Resulta significativa la ya mencionada presencia de Hendedores en el Sureste
Europeo, la presencia de técnica Kombewa en muchos casos para su elaboración, la
utilización predominante de la cuarcita y la reiteración en lo que a contextos se refiere.
65
Figura 4. En rojo la extensión geográfica de los Hendedores. Modificado de wikipedia@.Org
66
Figura (5) Hendedor en Cuarcita. Modificado de Santonja & Villa 2006.
Siguiendo este planteamiento y quizás con más importancia, para el objeto que
aquí nos ocupa, hallamos la presencia en la Península Ibérica, casi en exclusiva en lo que a
Europa se refiere, de una técnica ampliamente difundida por el continente Africano, la
técnica Kombewa, técnica que por lo apreciado en el norte de África, en Oriente Próximo
y en la península ibérica esta muy unida a la realización de los Hendedores.
Esta técnica aparece también en el sur del continente Asiático (Ubeidiya, Gesher
Benot Ya´aqov) (Bar-Yosef & Belfer-Cohen, 2001; Sharon, 2007 in press), pero no se ha
encontrado por el momento ningún indicio de contacto con la Península Ibérica, donde sí
ha sido hallada en diversos lugares, como puede ser: la cuenca del Duero y el Tajo con
sus diferentes y respectivos afluentes (yacimientos del Tormes, Pisuerga; Alagón, Jarama
y Manzanares) (Martín, 1989; Santonja 1984; Straus 2001; Rodríguez Tembleque, 2007).
Este método Kombewa es un procedimiento de talla, caracterizado por una serie
de pasos, que permiten obtener lascas de forma y tamaño preconcebido en el núcleo. Es,
67
por tanto, un sistema de talla predeterminante, similar aunque diferente del método
Levallois, que tiene su reflejo en la obtención de lascas de gran tamaño, generalmente,
con los rasgos significativos de la cara ventral en ambas caras (bulbo, talón y morfología
ventral en ambas caras).
Figura 6. Núcleo Kombewa del valle del Duero. Modificado de Santonja & Pérez-González, 1984.
68
objetos elaborados, y no abandono en el lugar de elaboración y fabricación de la industria,
que a priorí parecen mostrar. En ambos casos parece que la zona predominante donde se
encuentran los restos es cerca de los afluentes de los contextos fluviales más importantes
o en dichos ríos, en muchos casos relacionados con animales de gran tamaño y con signos
evidentes de talla y reavivado in situ (Áridos). Pese a ello, estas similitudes no se tienen
que tomar como axiomas, pues en ello influyen otros elementos que por temas de
espacio no vamos a entrar a valorar aquí.
Así, por lo menos en un principio resulta coherente la posibilidad de una vía de
penetración hacia Europa occidental particular, bien Gibraltar, como en repetidas
ocasiones se ha señalado, o desde Túnez a Sicilia, aunque en este caso la mayor distancia
y la ausencia en Sicilia de industrias achelenses resten confianza a la hipótesis (Villa, 2001).
No obstante, en caso de que esta vía se pueda comprobar en algún momento nunca se
descartarían otras posibles oleadas como la defendida hasta estos momentos (corredor
levantino) y que nunca ha sido nuestra intención discutir.
70
Figura 7. Situación de los principales accidentes geográficos en la zona del Estrecho, a partir de la
topografía realizada por el Earth Observatory, NASA.
71
Teniendo en cuenta estos datos, en lo que a las distancias se refiere, es muy
posible su uso durante estos periodos fríos del Pleistoceno (Straus, 2001: 92). Y la idea
antes mencionada, de que un ambiente cambiante durante la Prehistoria glaciar habría
sido responsable de variaciones climáticas y orográficas que habrían condicionado la
movilidad de los grupos humanos del paleolítico, cobra mayor vigencia.
Sin embargo, debemos mencionar que estos mismos estudios no han conseguido
descubrir el comportamiento de las corrientes marinas que afectaban al estrecho, así
como los distintos peligros que estas corrientes podrían haber supuesto, durante los
periodos a los que nos referimos, para el pretendido paso. Por tanto, a pesar de ser este
uno de los mayores impedimentos que se oponen a dicho transito esto puede ser usado
también para dar argumentos a favor. En este punto parecen haber evidencias de un
continuo paso, a través del estrecho de Gibraltar, de fauna desde el Mioceno hasta
72
nuestros días (Geraads, 1982; Arribas y Palmqvist, 1999), que ayudaría a tomar como
factible dicho paso.
Por último, esta posibilidad de movilidad a través del estrecho de Gibraltar se ve
aún más reforzada, teniendo en cuenta constataciones de navegación paleolítica que han
aparecido en los últimos tiempos y que se refieren a la llegada de los Homínidos a la isla
de Java e Indonesia, en periodos anteriores a los que en este caso nos referimos, cercanos
a los 800 Ka B.P. (Morwood et al., 1998).
73
cortas a la actual en momentos de regresión marina y a las nuevas evidencias de
navegación marina, esta podría haberse realizado.
Los Homínidos que realizaron la industria Achelense parece que se desarrollaron,
tanto en África como en la Península Ibérica, en contextos cercanos a los bordes de las
cuencas y de canales de cursos secundarios de los ríos, o por lo menos en ellos aparecen
las evidencias cuantitativamente más importantes. No obstante, hay que destacar la
presencia de cuevas donde parece ser que se produce una mejor conservación y, también,
parece que funcionan a un ritmo diferente al observado en los yacimientos al aire libre.
La composición del Achelense o Modo II de África y la Península Ibérica parece ser
más similar que la que presentan el resto de zonas de Europa, y se da una cierta
discontinuidad de estas similitudes desde el Este de Asia hasta el Sureste de Europa, en
concreto desde Israel y el Caucaso hasta la Península Ibérica (Presencia de Hendedores y
técnica Kombewa).
La cronología de esta industria en el contexto Peninsular esta situada a partir del
Estadio Isotópico 13-14, muy en consonancia con los yacimientos del Norte de África,
entre 1-0.7 Ma., (Casablanca y Ternifine). Teniendo a su favor, también, el hecho de que
estos yacimientos sí cuentan con las características técnicas y tipológicas antes
mencionadas (hendedores y técnica Kombewa).
Por tanto, la geografía del Achelense extra-africano apoyaría la idea de un paso por
Gibraltar u otro istmo emergido en el mediterráneo en algún momento de máximo
descenso marino, esto sin descartar la entrada ya probada por otras vías como puede ser
el corredor levantino.
El mapa europeo del Achelense nos lo presenta como un fenómeno occidental y
meridional, hecho que en definitiva nos lleva a considerar que no es coherente descartar
radicalmente una dispersión desde el Magreb. En esta clave, y siempre teniendo en
cuenta las limitaciones que tienen este tipo de estudios altamente morfológicos e
74
historiográficos, hay que considerar posible los movimientos más o menos puntuales en
periodos de máximo rigor climático desde el estado isotópico 16 (600 Ka B.P.).
Agradecimientos.
Este artículo se inscribe en la realización del Master en Arqueología del
Cuaternario y evolución Humana, impartido en la Universitat Rovira i Virgil (Tarragona). La
elaboración del artículo fue resultado de la realización de una de las asignaturas de dicho
Master y sirvió para mi intervención el I Seminario de Tecnología Lítica y Arqueología
Peninsular de Vila Nova da Barquinha (Portugal), que tuvo lugar en Marzo de 2008.
Agradezco sinceramente las charlas observaciones y consejos acerca de la
arqueología en general y del Achelense en la Península Ibérica a Manuel Santonja, así
como a todas aquellas personas que con su conocimiento hayan contribuido a mejorar la
realización del artículo. Las opiniones y errores presentes en el texto son exclusivamente
responsabilidad del autor.
El autor es estudiante del Máster en Arqueología del Cuaternario y evolución
Humana de la URV (Universidad Rovira y Virgil) de Tarragona, a cuyos profesores también
agradezco su colaboración en mi formación, en especial a Xose Pedro Rodríguez.
Bibliografía.
75
Arribas, A. & Palmqvist, P. (1999). On the ecological connection between sabre-Tooths
and hominids: faunal dispersal events in the Lower Pleistocene and review of the
evidence for the first human arrival in Europe. Journal of Archaeological Science 26,
571-585.
Asfaw, B., Beyene, Y., Suwa, G., Walter, R.C., White, T.D., WoldeGabriel, G. & Yemane,
T. (1992). The earliest Acheulean from Konso-Gardula. Nature 360: 732-734.
Balout, L., Biberson, P., Tixier, J., 1967. L’Acheuléen de Ternifine (Algérie), gisement de
l’Atlanthrope. L’Anthropologie 71, 217–237.
Bardin, G., Berthelet, A., Bulgarelli, G.M., Chavaillon, J., Chavaillon, N., Condemi, S.,
Coppens, Y., D’Andrea, A., Delerue, S., Eisenmann, V., Fiore, I., Gallotti, R., Geraads, D.,
Kieffer, G., Milton, A., Papy, G., Petter, G., Piperno, M., Poupeau, G., Raynal, J.P.,
Smith, P., Tagliacozzo, A. and Zilberman, U. (2004) Studies on the Early Paleolithic site
of Melka Kunture, Ethiopia (J. Chavaillon and M. Piperno, eds.), Istituto Italiano di
Prehistoria e Protoistoria, Florence
Barkai, R., Gopher, A., Lauritzen, S. E. & Frumkin, A. (2003). The end of the Lower
Paleolithic in the Levant: U-series dates from Qesem Cave, Israel. Nature, 423, pp.
977 - 979.
Carbonell, E., Giralt, S., Márquez, B., Martín, A., Mosquera, M., Ollé, A., Rodriguez, X.P.,
Sala, R., Vaquero, M., Verges, J.M., Zaragoza, J. (1995). El conjunto lito-técnico de la
Sierra de Atapuerca en el marco del Pleistoceno Medio Europeo. En (J.M. Bermúdez,
J.L. Arsuaga, y E. Carbonell. Eds).Evolución humana en Europa y los yacimientos de las
sierra de Atapuerca, II. Junta de Castilla y León. Valladolid, pp. 445-555.
76
Carbonell, E., Márquez, B., Mosquera, M., Ollé, A., Rodríguez, X.P., Sala, R., Verges,
J.M. (1999). El modo II en Galería. Análisis de la industria lítica y sus procesos técnicos.
En (E. Carbonell, A. Rosas, y J.C. Diez Fernández-Lomana, Eds) Atapuerca: ocupaciones
humanas y Paleoecología del yacimiento de Galería. Junta de Castilla y León. Zamora,
pp. 299-352.
Carbonell, E., Mosquera, M., Ollé, A., Rodriguez, X.P., Sahnouni, M., Sala, R., Vergés,
J.M. (2001). Structure morphotechnique de l´industrie lithique du Pléistocene
inférieur et moyen d´Atapuerca (Burgos, Espagne). L´Anthropologie 105, pp. 259-280.
Carbonell, E., Rodríguez, X.P., Sala, R., Van der Made, J., Lorenzo, C., Mosquera, M.,
Vaquero, M., Rosell, J., Vallverdú, J., Burjachs, F., Hortolá, P. (2005). Homínidos: Las
primeras ocupaciones de los continentes. Barcelona, Ariel.
Carbonell, E. & Rodríguez, X.P. (2006). The first human settlement of Mediterranean
Europe. C.R. Paleovol, 5, pp. 291-298.
Carbonell, E., Mosquera, M., Rodríguez, X.P. (2007). The emergence of technology: A
cultural step or long-term evolution?. C. R. Paleovol 6 pp. 231-233.
Caro Gómez, J. A., (2002). Evolución de las Industrias Achelenses en las Terrazas
fluviales del bajo Guadalquivir (780.000-40.000 B.P): Episodios geomorfoógicos y
secuencia Paleolítica. SPAL 9, 189-207.
Caro Gómez, J. A., Díaz del Olmo, F., Baena Escudero, R., 2005. Interpretación
geoarqueológica de las terrazas aluviales del Pleistoceno Medio del Guadalquivir
(Cerro Higoso, Sevilla). In: Santonja, M., Pérez-González, A., Machado, M. J. (Eds.),
77
Geoarqueología y Patrimonio en la Península Ibérica y el entorno mediterráneo.
Adema, Soria, pp. 282–293.
Chavaillon, J., Chavaillon, N., Hours, F. & Piperno, M. (1979). From the Oldowan to the
Middle Stone Age at melka Kunturé (Ethiopia). Understanding Cultural Changes.
Quaternaria 21: 87-114.
Clark, J.D. (1993) Stone artefact assemblages from members 1-3, Swartkrans cave. In
(C.K. Brain, ed.) Swartkrans - a cave's chronicle of early man, pp. 167-194,Transvaal
Museum Monograph n° 8, chap. 7.
Clark, J.D. (1994). The Acheulean Industrial Complex in Africa and Elsewhere. In (R.S.
Corruccini and R.L. Ciochon, eds.) Integrative Paths to the Past. Paleoanthropological
Advances in Honor od F. Clark Howell,, pp. 451-469, Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-
Hall
78
Falguères, C., Bahain, J.-J., Yokoyama, Y., Bischoff, J.L., Arsuaga, J.L., Bermúdez de
Castro, J.M., Carbonell, E., Dolo, J.M. (2001). Datation par RPE et U-Th des sites
Pléistocenes d´Atapuerca: Sima de los huesos, Trinchera Dolina et Trinchera Galería.
Bilan géochronologique. L´Anthropologie 105, pp.71-81.
Falguères, Ch., Yokohama, Y., Shen, G., Bischoff, J. L., Ku, T. L., de Lumley, H., 2004.
New U-series dates at the Caune de l’Arago, France. Journal of Archaeological Science.
31, 941–952.
Fernández Peris, J., Calatayud, P., Fumanal, M. P., Martínez, R. (1994). Cova de
Bolomor (Valencia) primeros datos de una secuencia del Pleistoceno medio.
Saguntum, 27, pp. 9-37.
Goren-Inbar, N. & Sharon, G. (2006). Axe Age Acheulian Toolmaking. From Quarry to
Discard. Equinox Publishers, Oxford, pp. 429-478.
Isaac, G.L. (1973). Notes on the Archaeological evidence from the Koobi For a
Formation. Stratigraphy, Paleoecology and evolution in the Lake Rudolf Basin. New
York: Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research.
Isaac, G.L. (1983). Early stages in the evolution of human behaviour: the adaptive
significance of stone tools. Amsterdam: Stichting Nederlands Museum voor
Antroplogie en Prehistorie.
Isaac, G. and Isaac, B., eds (1997) Koobi Fora research project Volume 5: Plio-
Pleistocene archaeology, ClarendonPress, Oxford.
Inizan, M.-L., Reduron, M., Roche, H. & Tixier, J. (1995). Un outil particulier: le
hachereau. In Technologie de la pierre taillée. CREP-CNRS.
79
Kozlowski, J.K (2003). From Bifaces to leaf points. In, (M. Soressi & H.L. Dibble, Eds),
Multiple approaches to the study of bifacial technologies: 149-164. University of
Pennsilvania Museum of Archaeology and Anthropology.
Leakey, M.D. (1971) Olduvai George, 3. Excavations in Bed I and II, 1960-1963.
Cambridge: Cambridge University Press.
Leakey, M.D. (1975). Cultural Patterns in the Olduvai Sequence. In (K. W. Butzer & G.L.
Isaac, Eds) After the Australopithecines, pp. 477-493. The Hague: Mounton Publishers.
Morwood, M., O´Sullivan, P. Aziz, F., Raza, A. (1998). Fission-track ages of stone tools
and fossils on the east Indonesian island of Flores. Nature 392, 173-176.
Oms, O., Parés, J.M, Martínez Navarro, B., Agustí, J., Toro, I., Martínez Fernández, G.,
Turf, A. (2000). Early human occupation of Western Europe: Paleomagnetic dates for
two paleolithic sites in Spain. Proc. Natl. Acad. Sci. USA 97 (19), pp.10666-10670.
Palmqvis, P., Martínez Navarro, B., Toro, I., Espigares, M.P., Ros-Montoya, S.,
Torregosa, V., Pérez-Claros, J.A., (2005). Réévaluation de la présence humaine au
Pléistocène inférieur dans le Sud de l’Espagne. L’anthropologie 109, 411–450.
Pérez-González, A., Pares, J. M., Carbonell, E., Aleixandre, T., Ortega, A.I., Benito, A.,
Martín Merino, M.A. (2001). Géologie de la Sierra de Atapuerca et stratigraphie des
80
remplissages Karstiques de Galería et Dolina (Burgos, Espagne). L´Anthropologie 105,
pp. 27-43.
Piperno, M. & Tagliacozzo, A (2001). The Elephant Butchery Area at the Middle
Pleistocene site of Notarchirico (Venosa, Basilicata, Italy). The World of Elephants,
International Congress, 230-236.
Raynal, J.P., Magoga, L., Sbihi Alaoui, S. Z. & Geraads, D. (1995). The earliest
occupation of Atlantic Morocco: the Casablanca evidence. In (W. Roebroeks & T. V.
Kolfschoten, Eds) The earliest Occupation of Europe., pp. 255-262. Leiden: Univ. of
Leiden.
Raynal, J.P., Sbihi Alaoui, F.Z., Geraads, D., Magoga, L. & Mohi, A. (2001). The earliest
occupation of North-Africa: the Moroccan perspective. Quaternary International 75:
65-75.
81
Ibérico. Asociación Española para el Estudio del Cuaternario (AEQUA), Huelva, 224-
234.
Santonja, M. & Villa, P. (1990). The Lower Palaeolithic of Spain and Portugal. Journal
of World Prehistory 4, 45–94.
Santonja, M. & Villa, P. (2006). The Acheulian in Southwestern Europe. In (N. Goren-
Inbar & G. Sharon, Eds) Axe Age Acheulian Toolmaking. From Quarry to Discard.
Equinox Publishers, Oxford, pp. 429-478.
Sharon, G. (2007). The impact of raw material on Acheulian large flake production.
Journal of Archaeological Science, in press, pp. 1-16.
Sahnouni, M., Hadjouis, D., Made, J. van der, Derradji, A., Canals, A., Medig, M.,
Belahrech, H., Harichane, Z., Rabhi, M., (2004). On the earliest human occupation in
North Africa: a reponse to Gerard et al. Journal of Human Evolution 46, pp. 763-775
Semaw, S., Rogers, M. J., Quade, J., Renne, P. R., Butler, R. F., Dominguez-Rodriguez,
M., Stout, D., Hart, W.S., Pickering, T. & Simpson, S.W. (2003). 2.6 Million-year-old
stone tools and associated bones from OGS-6 and OGS-7, Gona, Afar, Ethiopia. Journal
of Human Evolution 45: 169-177.
Straus, L.G. (2001). African and Iberia in the Pleistocene. Quaternary International, 75
pp. 91-102.
Villa, P. (1990). Torralba and Aridos: elephant exploitation in Middle Pleistocene Spain.
Journal of Human Evolution 19, 299-309.
Villa, P., 2001. Early Italy and the colonization of Western Europe. Quaternary
International 75, 113– 130.
Villa, P., Delagnes, Anne, Wadley, L., (2005). A late Middle Stone Age artifact
assemblage from Sibudu (KwaZulu-Natal): comparisons with the European Middle
Paleolithic. Journal of Archaeological Science 32: 399-422.
White, M. & Ashton, N. (2003). Lower Palaeolithic Core Technology and the Origins of
the Levallois Method in North-Western Europe. Current Anthropology 44, 598-608.
Zazo, C.; Goy, J. L.; Hillaire-marcel, J.; Lario, J.; Dabrio, C. J.; Hoyos, M.; Bardaji, T.; Silva,
P. G. & Somoza, L. (2000). The record of highstand sea-level during the last
interglacials. In (C. Finlayson, G. Finlayson, & D. Fa, eds.): Gibraltar During the
Quaternary. The southernmost part of Europe in the last two million years. Gibraltar
Government Heritage Publications. Monographs 1, Gibraltar, 87-92.
83