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HACIA LA CELEBRACIÓN DE LA PRIMERA COMUNIÓN SACRAMENTAL Y DE LA PRIMERA CONFESIÓN

COLEGIO “SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS” -SALESIANAS POPAYÁN- AÑO 2011 PREPARACIÓN DE MADRES Y
PADRES DE FAMILIA
CATEQUISTA: SOR MARÍA DEL PILAR CÁRDENAS V.
Módulo 03 La Palabra se hizo carne
Encuentro: N° 05 -Abril 12 -

A DIOS NADIE LO HA VISTO JAMAS: EL HIJO ÚNICO, QUE ESTÁ EN EL SENO DEL PADRE, ÉL NOS LO
HA DADO A CONOCER Juan 1, 1-18
El MENSAJE de esta página con que se inicia el Evangelio de San Juan:
Ver a la madre es nacer, ver a Dios es llegar a la luz de nuestro propio rostro. Todos nosotros vivimos la nostalgia de
encontrar algún día a AQUEL ante quien uno puede ser uno mismo, sin miedo, ni penas.
El hombre es deseo de ver a Dios, de ver su rostro escondido. Pero nadie lo ha visto jamás, pues desde el
principio, Adán le ha dado la espalda, con su pecado de rechazo del querer de Dios.
No tenemos ninguna imagen de Dios.
Su única imagen y semejanza somos nosotros, si permanecemos ante Él.
Él es nuestro "lugar natural", nuestra casa, nuestra cuna, nuestro regazo, nuestra mesa, nuestra habitación,
nuestro hogar.
Y en cualquiera otra parte estamos fuera de sitio, adoloridos como un hueso dislocado, extraños a nosotros
mismos y a todo. Insaciados, insatisfechos. Es como si algo nos faltara. ¡Exactamente nos falta!
Jesucristo, el Hijo único, que está en el seno del Padre, nos ha mostrado a Dios con sus obras y palabras, con
su vida y su muerte… hasta poder decir:
"El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (14, 9). Pues Él es la Palabra que para eso se ha hecho "carne".
En el Prólogo del Evangelio, Juan dice qué, cómo y para qué Jesús ha venido a mostrarnos a este Dios. Y lo hace
enunciando tan solo, los temas que se propone desarrollar luego, a lo largo del libro.
El principio del Evangelio de Juan nos lleva, con un batir de alas,
sobre el espacio y más allá del tiempo, más allá de toda creatura,
a descubrir quién es Jesús, el hombre acreditado a título pleno para darnos a conocer al invisible.

Descubrimos con asombro que aquel que gustaba llamarse Hijo del hombre
y que se proclamó Hijo de Dios,
es la Palabra que desde siempre está junto al Padre y que es Dios.
Esta Palabra, objeto del testimonio de los profetas y los sabios pero jamás conocida,

se hace carne en Jesús,


para revelarnos y compartir con nosotros su gloria como Unigénito del Padre,
y podamos así descubrir nuestra condición de ser verdaderamente hijos de Dios.
Cuando se lee este himno (el prólogo) se tiene la impresión de ser transportados
como en el vuelo de águila
hacia un lugar elevadísimo y al mismo tiempo muy familiar.
Es como nuestro nido hogareño,
en donde nos sentimos enteramente a gusto, como en casa.

Pues en Jesús, Palabra inclinada hacia el rostro de DIOS-PAPÁ, donde encontramos


nuestra verdadera patria, la definitiva: el corazón del mismo DIOS-PADRE
Esta sublime página -llamada PRÓLOGO1 DE SAN JUAN-
Cabe comparar el prólogo con el principio de una sinfonía, en el que se preludian los motivos. En la historia de la
teología es como una mina de piedras preciosas, de la que se han extraído las más importantes reflexiones sobre la
Trinidad y sobre la encarnación. Es un exaltado himno a la Palabra, luz y vida de todo, donde las palabras insinúan la
armonía de lo inefable. Sus raíces, más que en la tradición griega, no obstante bien presente en el autor, se hunden
en el Antiguo Testamento, en aquellos textos que cantan la Palabra y la Sabiduría creadora, personificaciones de
Dios en la naturaleza y en la historia.
Vida despues de Muerte E-Kubler.pps En subsidios
El sentido del prólogo sólo se hace plenamente comprensible al final del Evangelio: la primera palabra de
cualquier discurso no se comprende sino después de la última. No obstante, como sucede con cualquier otro libro,
el Evangelio comienza y debe leerse desde el principio, donde el autor, para hacerse entender, emplea palabras de
todos conocidas y altamente evocadoras, que después entrarán enjuego en el curso de la narración en la que hacen
explícita su potencialidad inexplorada. Los términos del prólogo, tal como van apareciendo por primera vez, son;
principio, existir, palabra, Dios, todo, nada, hacerse/llegar a ser, luz, hombre, tinieblas, comprender, enviar, dar
testimonio, creer, mundo, reconocer, casa, aceptar, recibir, hijos, sangre, carne, voluntad, nacer, habitar,
contemplar, gloria, unigénito, Padre, gracia, verdad, llegar después/antes/primero, ley, Moisés, Jesucristo, seno,
dar a conocer. El argumento del prólogo es, en consecuencia, la "Palabra", origen de todo lo existente, que a su
vez se hace carne en Jesucristo, para hacer que seamos hijos de Dios, revelándonos al invisible. La acción de esta
Palabra constituirá el argumento de todo el Evangelio, en el curso del cual se desarrollarán los temas enunciados.
En el evangelio, el termino Logos (= Palabra) personalizado, aparece únicamente el Sin entrar de lleno en la
prólogo, hasta el v.14, en donde se dice que se hace carne para manifestarnos su complejidad del problema,
gloria de Hijo unigénito. De allí en adelante, se habla de Jesús, diciendo por qué y lo que el prólogo dice es
cómo se h; nuestro hermano. suficientemente claro. La
parte inicial se refiere al
El texto puede articularse de varias formas, de acuerdo con distintos criterios y pers- Lagos junto a Dios y a su
pectivas. Muchísimos autores se han arriesgado a analizarlo, lo que ha permitido descu- papel en la creación y en la
brir estructuras concéntricas, paralelas, en forma de espiral, redención, la media a su
descendentes/ascendentes y otras más, que ponen a su vez de relieve las encarnación en Jesús, y la
consiguientes divisiones. Con todo, hay que tener en cuenta que todo texto es un final a su misión de darnos
textus, un tejido, un entramado, o mejor, una unidad orgánica, un organismo vivo, en a conocer al Padre. El
el que cada
objetivo elemento
global singular
es conseguir cobra
que sentido
nosotros, al por su función
escucharlo en el conjunto,
y acogerlo, podamos enllegar
relación
a ser hijos de Dios.
con lo que le precede y con lo que le sigue, por lo que parece mejor hablar de
El Jesús que seynos
articulaciones muestra
no de en el Evangelio a través de signos y discursos, podrá hacernos conocer a aquel Dios
divisiones.
a quien nadie ha visto jamás por ser la palabra de Dios, Dios mismo, que se ha encarnado para quedarse con
nosotros. Por ser "el Hijo" está facultado para presentarnos al Padre. Adherir o no a su persona, equivale para
nosotros a aceptar o negar nuestra propia verdad de hijos. Este es el juicio que todo hombre está comprometido
a pronunciar sobre su propia vida.
Es evidente que Juan ofrece una "elevada cristología", que encarna ¡a más alta comprensión que la primitiva
Iglesia tuvo de Jesús.
Al abordar este texto, tenemos la impresión de estarnos acercando a los pies de un macizo altísimo, que se
yergue más allá de las nubes, más allá del mismo cielo. Es una montaña inaccesible: es el Dios desconocido, la
Gloria invisible, el Nombre inefable. Nos sobrecoge una sensación de asombro infinito, de un vértigo abismal.
Pero al momento nos invade la alegría de sentir que el monte desciende hasta nosotros, lo indecible es Palabra,
la Gloria tiene el rostro del Hijo del hombre, el Nombre se llama Jesús. Todo el Evangelio será entonces la
exposición y la ofrenda del don de sí que Dios nos hace en la carne de su Hijo, en la que vemos la Gloria cuyo

1
Que sirve como de entrada o principio, o síntesis al inicio
reflejo somos nosotros.
Cuando conozcamos como somos conocidos -lo que ahora se da sólo de manera imperfecta, en espejo y como en
enigma (cf. iCo 13, 12)- entonces lo veremos cara a cara: nuestro rostro resplandecerá con su luz y seremos
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es (cf. IJn 3, 2b). Entonces "te veré en tu belleza y yo me veré en tu
belleza. Que yo me vea en tu belleza y tú te veas en mi belleza, y mi belleza sea la tuya y la tuya sea la mía; así yo
estaré en tu belleza y tú estarás en mi belleza, porque tu misma belleza será la mía" (Juan de la- Cruz).
Jesús es ¡a Palabra que está junto al Padre, Dios mismo, vida y luz de todo lo creado, que ha puesto su morada en
medio de nosotros. Es el Hijo unigénito "encarnado" para darnos a conocer al Padre, y restituirnos, en el suyo,
nuestro rostro de hijos.
La Iglesia es representada por "nosotros", los que hemos visto la Gloria, creído en su nombre, aceptado su
dignidad de llegar a ser hijos y recibido gracia tras gracia.

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