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TERROR EN LA RUTA:

Una de las historias populares más macabras entre las creadas en el siglo XX es la que hace referencia a un conductor que en el último
momento decide no recoger a un viajante. Generalmente el narrador comienza diciendo: "¿Te conté lo que le ocurrió a mi amigo? Bueno, de
hecho fue a su primo..." Y continúa así: Un automovilista va conduciendo por una carretera, cuando ve a un hombre joven con el pulgar
levantado. Al disminuir la velocidad para recogerlo queda consternado al ver que detrás de los arbustos o árboles de la carretera asoman
dos o tres compañeros suyos.

Considerando quizá que están abusando de su generosidad, o tal vez alarmado ante la posibilidad de que se trate de una banda de
ladrones, el conductor decide en el último momento no recogerlos. Los viajantes se encuentran ya bastante cerca del coche, pero el
conductor pisa el acelerador a fondo y se aleja tan rápido como puede. Los viajantes parecen enojados: gritan y chillan mientras el
automovilista se aleja. Feliz de haber logrado escapar a tiempo, el conductor sigue su camino unos kilómetros sin detenerse. Después, al
comprobar que el indicador de la gasolina se acerca al cero, se para en una estación de servicio.
Acto seguido observa que el operario de la estación de servicio, lívido como la cera, se aparta horrorizado del coche. El conductor baja para
ver qué es lo que pasa, y queda paralizado de horror ante lo que ven sus ojos.

Atrapados en una de las manijas de la puerta hay cuatro dedos humanos.


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El colectivero:

Una noche en Rosario (provincia Argentina), enfrente del cementerio "El Salvador", un colectivero (chofer de ómnibus) de la línea "114" iba
conduciendo de noche medio dormido, de pronto, ve impotente como una chica se le cruza velozmente frente al ómnibus y este la arroya.

El colectivero asustado por lo sucedido y lo tétrico de el lugar decide retroceder, esquivar el cadáver de la chica y escapar. Luego de unos
minutos de ir a toda velocidad y no detenerse en sus paradas normales, completamente histérico ve por el espejo retrovisor, que la chica
que había arrollado está sentada en el ultimo asiento mirándolo fijo y llorando.
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LA LLORONA DEL PARQUE RIVERA

Versión 1:

Una tarde de otoño, hace muchos años, una joven mujer decide salir a pasear por el Parque Rivera. A pesar de un viento frío y cortante que
hacía gemir a los árboles y sumía al parque en la más absoluta soledad, la chica decide salir y llevar consigo a su bebé, que había tenido en
condición de soltera.

Estando en vísperas de su boda la joven se aventura en el parque, por entonces más agreste que ahora y mostrando los resultados de
recientes lluvias. Se la ve bordear el lago junto a su niño, mientras el viento arrecia con fuerza, desapareciendo de la vista. La futura novia,
sin embargo, no regresará por ese sendero.

Al día siguiente encuentran su cuerpo inerte en el lago del parque, sin rastros del paradero del pequeño. Cuenta la historia que desde
entonces, en las noches brumosas y tristes del otoño, puede verse a una joven vestida de novia en los alrededores del lago. Camina sola y
llora desconsoladamente, mientras clama por un bebé que perdió hace mucho tiempo.

Versión 2:

Hace mucho tiempo, en los inicios del mismo Parque Rivera, vivía una pareja en una casa contigua al lugar. Un miércoles 9, mientras
marido y mujer se hallaban fuera, unos ladrones irrumpen en la casa. El esposo llega antes que terminen su faena y los sorprende in
fraganti: desesperados, los delincuentes le quitan la vida con un cuchillo. Cuando intentan esconder el cuerpo sienten los ruidos provocados
por su mujer, que vestida de blanco llega a la casa.

Se esconden detrás de una puerta y observan cómo la joven, aterrada, descubre el cuerpo de su marido. Mientras la mujer llora
desconsoladamente sobre él, los ladrones, decididos a todo, llegan por detrás y la ajustician de igual manera. Para ocultar las huellas los
delincuentes arrojan los dos cuerpos en la laguna del parque.

Desde entonces, los vecinos de la zona comentan que todos los 9 de cada mes se oyen extraños llantos y quejidos que provienen de la
laguna, en el lugar donde los cuerpos de los infortunados amantes fueron arrojados.

INVESTIGANDO HADAS, DUENDES Y GNOMOS:

(El autor de este artículo, Jesús Callejo, es uno de los más interesantes investigadores de mitología y folklore. Es coautor, junto a Carlos
Canales, de la trilogía de Seres Mágicos de España intewgrada por los libros "Duendes", "Hadas" y "Gnomos" y también de "Seres y lugares
en los que usted no cree". Así mismo es colaborador del espacio nocturno de misterio "La zona cero" del programa de radio "La rosa de los
vientos" en Onda cero).

Después de doce años investigando, escribiendo y recibiendo cartas de lectores sobre hadas y otros espíritus elementales de la naturaleza
me he dado cuenta de que estoy como al principio: perplejo y fascinado por este mundo cuya realidad se me escapa y de la que apenas sé
nada.

He conocido auténticos tratados que abordan aspectos de estos seres desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e
incluso desde un punto de vista antropológico. Ahí están las obras del alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que popularizó el término
"elementales", la del abate francés Villiers o la del Reverendo escocés Robert Kirk de Aberfoyle.

Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde
una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos. Una ardua tarea -y lo sé por experiencia- porque en esa
me embarqué hace unos cuantos años. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores pero siempre de
una parte del fenómeno. Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott "La verdad sobre los demonios y las brujas" hasta "El
diccionario de hadas" de Katherine Briggs. Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus autores por
acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy
parcial de toda su complejidad.

Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini Reynolds "Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas" y quedarnos como
estábamos al principio: in albis. Porque, ciertamente, nos habla de hadas (terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…), de duendes,
gnomos, silfos, salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero redunda en más de lo mismo. Unos copian a otros y es lógico.
No hay tantos datos que aportar. Las fuentes son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las mismas aguas.

Tal vez aquí radique una de las causas que explique el porqué nos obliga a los investigadores del mundo feérico a tener una perspectiva
miope de este misterio, porque misterio es al fin y al cabo acercarnos a una civilización que cohabita en un mundo paralelo al nuestro y del
que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados. Supone un desafío saber algo más sobre esta Gente Menuda, aunque solo sea para
darnos cuenta de que no todo son fábulas o cuentos de niños. Si todo fuera tan fácil como llegar a la conclusión de que no hay más que
pura fantasía en el origen de estos relatos muchos pueblos y culturas se hubieran ahorrado mencionar a seres que pululan por cada uno de
los elementos de la naturaleza y a los que desde antiguo se les ha rendido culto, se les ha reverenciado y se les ha temido. Si todo fueran
simples cuentos de hadas, sin ningún fundamento serio, tal vez no nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la creencia
ancestral en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones sectas y religiones de corto alcance.
Experiencias únicas

Al lado de estas sesudas obras de divulgación que he mencionado existen otras donde sus autores respectivos cuentan sus experiencias
personales con estos seres, sin ambages, sin medias tintas, sin ambigüedades, proclamando a los cuatro vientos su realidad, su clara
existencia. En ellas aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan, todos ellos desde una perspectiva subjetiva y, por tanto,
indemostrables. Hablan de ellos como si les hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de detalles su aspecto físico, su
forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su actividad sexual. Me estoy refiriendo a obras como la del vidente británico Geoffrey
Hodson "El mundo real de las hadas" , fruto de sus experiencias con estas criaturas y las visiones de las mismas que tuvo en los años veinte
del siglo XX. Me refiero al libro de Dorothy MacLean sobre "Comunicación con los ángeles y los devas" haciéndose eco de sus
extraordinarias experiencias en la Comunidad Findhord junto a los esposos Caddy. Me refiero al libro publicado por Jorge A. Livraga Rizzi,
fundador de Nueva Acrópolis, que publicó "Los espíritus elementales de la naturaleza", un libro donde nos mostraba sus revelaciones. Y me
refiero a libros como el del español Vicente Beltrán Anglada, "Las fuerzas de la naturaleza", o el del argentino Monseñor Claudio Paleka,
"Cuando el cielo pase lista" (1994), que describen la vida sutil en cada uno de los cuatro elementos con todo lujo de detalles.

Esta tendencia literaria podría representar el ala crédula, es decir, la de aquellos que no solo creen en las hadas sino que además afirman
haberlas visto y hasta charlado con ellas. Serían encuentros cercanos en la tercera fase por utilizar una terminología ufológica.

La otra tendencia sería la escéptica, representada por aquellos que se acercan al fenómeno no para negarlo rotundamente sino para
interpretarlo y explicarlo desde otras posturas y enfoques algo más científicos y racionales. En esta línea habría que mencionar dos
hipótesis de vanguardia que tienen mucho que decir: la antropológica y la médica.

Los efectos de la amanita

La antropológica nos dice que la creencia en hadas, duendes y gnomos es fruto de valores culturales que se han ido heredando de unas
generaciones a otras. Que tan sólo existen en nuestro ámbito cultural y, en todo caso, en nuestra mente. Una variante de esta postura la
representan micólogos como el catalán Josep María Fericgla quien, en su libro "El hongo y la génesis de las culturas" (1994), aborda un
estudio antropológico sobre la magia y el simbolismo de los pueblos primitivos, afirmando que todos aquellos que dicen haber visto a estas
criaturas es porque antes han ingerido un determinado hongo, la amanita muscaria, cuyos efectos enteogénicos es el de provocar estados
alterados de conciencia, generando extrañas visiones como la de ver lucecitas que se mueven, hablan y adquieren forma humana.

En definitiva, su teoría se basa, por una parte, en que la tradición sobre estos seres mitológicos está vinculada con zonas donde crece la
amanita muscaria (Gales, Inglaterra, países nórdicos, Cataluña...) y por otra, en un aspecto iconográfico vinculante cual es la representación
clásica de los gnomos (caperuza roja y cuerpo blanco), similar a la forma de la amanita.

El síndrome de Williams

El enfoque médico para abordar una posible explicación de esta fenómeno es bastante actual. Nos habla del Síndrome de Williams, una
enfermedad genética que afecta a niños y aquellos que la padecen tienen unos rasgos físicos muy similares a los espíritus de la naturaleza:
bajitos, con grandes orejas puntiagudas, boca monumental, narices chatas, ojos saltones, etc. Tienen excelentes dotes artísticas. con
cualidades para la música y la narración de cuentos. La enfermedad fue diagnosticada en 1961 por el cardiólogo neozelandés J.C.P. Williams
y afecta a uno de cada 20.000 niños entre la población mundial.

Bien es verdad que esta hipótesis está cogida por los pelos porque el hecho de que algunos investigadores hayan querido ver en estos niños
-con sus correspondientes malformaciones genéticas- características similares a las que presentan los seres de las leyendas, propios del
folclore de todas las épocas, es rizar el rizo.

Que duda cabe que se trata de una explicación sumamente forzada porque si bien a algunos de estos niños que padecían el síndrome de
Williams hace siglos se les ha podido confundir son seres elementales de la naturaleza, este hecho no demuestra que el número de
confusiones sea tan elevado como para hacernos creer que es el único cauce y causa para que se propague las leyendas sobre duendes. Ya
no sé cual sería más ingenuo: si creer en estos seres a pies juntillas o cerrar el caso pensando que todo se debe al síndrome de Williams.

Conclusión

Sería adecuado que nos acercarnos a esta especie de realidad paralela sin prejuicios, con cierta curiosidad y con todos los conocimientos y
datos que tengamos a nuestro alcance. Ni negar ni aceptar nada a priori. Fijándonos en los aspectos más llamativos que en ocasiones nos
pasan desapercibidos como, por ejemplo, el concepto del tiempo en casi todos estos relatos. ¿Por qué esa insistencia de que el tiempo
transcurre más despacio en el país de las hadas y que por tanto puede ser peligroso para un ser humano el penetrar en esta dimensión?

Que yo sepa, la teoría de la relatividad de Einstein donde se planeta esa singularidad del tiempo se publicó en 1913 y la gran mayoría de
estas leyendas proceden, por lo menos, de la Edad Media y se pusieron por escrito a partir del siglo XVII. Un enigma de tantos que está aún
por desvelar.

Ninguna teoría explica la totalidad del misterio, pero todas ellas nos acercan a una realidad trascendente y escurridiza.

NOCHE DE BRUJAS
La tan esperada noche de brujas por fin había llegado , los niños se disponían a salir por sus dulces para luego reunirse a contar cuentos de
terror. Pero esta vez algo especial sucedería.

En lugar de reunirse en el lugar habitual lo harían en el cementerio abandonado en las afueras del pueblo, todos estaban nerviosos pero
trataban de ocultar su temor.

En el lugar la calma era tan profunda que imponía silencio. Los niños comenzaron a llegar y se sentaron formando una ronda alrededor de
una lámpara que alumbraba sólo sus caras.

El mayor de ellos comenzó a contar la leyenda del cementerio:

... Se dice que en este lugar fueron sepultadas tres hechiceras y que a partir de ese momento todos los años en la noche de brujas sus
almas se elevan de las tumbas para atormentar a aquellos que no creen en ellas...
¿Pero... quién está haciendo ruidos? ¿Hay alguien escondido?

Todos se inquietaron , tal vez alguno de los niños mayores se había ocultado para atemorizarlos... Entonces se escucharon las doce
campanadas de la iglesia repicando a la distancia...

¡ Los niños se tomaron instintivamente de las manos !

¡ La linterna cayó al suelo apagándose y el viento comenzó a soplar ! ¡ La luna se veía más grande y tenebrosa!

¡ Debemos regresar a nuestras casas esto ya ha dejado de ser gracioso ! dijo uno de ellos, y seguidamente gritó... Cielos ¿ Qué es eso?

De las tumbas parecían salir flotando extrañas y fantasmales figuras, nunca habían visto nada semejante. Querían correr pero sus piernas
estaban endurecidas por el temor.

¡ Una risa estremecedora sacudió el cementerio ! ¡ Por fin los pequeños lograron reaccionar y salieron corriendo de aquel espantoso lugar !

Cuando estuvieron a salvo en sus hogares prometieron no contar a nadie lo que habían visto, pero a partir de aquella noche jamás volvieron
a burlarse de los que contaban historias sobre el cementerio abandonado.
FIN.

LA LLORONA

Vagando por las calles, su escalofriante lamento atemorizó durante siglos a todo aquel que lo escuchaba y generando unas de las leyendas
urbanas más conocidas de Mexico.
La Llorona - Un Alma en Pena

Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México se recogían en sus casas con el
toque de queda, avisado por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban
espantados al oír en la calle, tristes y prolongadisimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o
tremendo dolor físico.

Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos,
petenecían un ánima del otro mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados quisieron
cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida
atreviéndose a salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas en que la luz pálida de la luna caía
como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos gemidos.
Vestía la mujer un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, cada
noche tomaba distintas calles, pero siempre pasaba por la Plaza Mayor (hoy conocida como el Zocalo de la Capital), donde se detenía e
hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento en dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y
pausado hacia el mismo rumbo y al llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se
desvanecía entre sus aguas.

"La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí- el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado
andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de
rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados,
quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga
distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer llegando al lago, como si se sumergiera entre las
aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La
Llorona."Representa normalmente a una madre que se lamenta por la pérdida de sus hijos y siempre aparece con un vestido y velo blancos
aunque puede variar según la historia o la región donde aparece.

El Origen de la Llorona

El antecedente mas conocido de la leyenda de la llorona tiene sus raices en la mitologia Azteca. Una versión sostiene que es la diosa azteca
Chihuacóatl, protectora de la raza. Cuentan que antes de la conquista española, una figura femenina vestida de blanco comenzó a aparecer
regularmente sobre las aguas del lago de Texcoco y a vagar por las colinas aterrorizando a los habitantes del gran Tenochtitlán.

"Ay, mis hijos, ¿dónde los llevaré para que escapen tan funesto destino?", se lamentaba.

Un grupo de sacerdotes decidió consultar viejos augurios. Los antiguos advirtieron que la diosa Chihuacóalt aparecería para anunciar la
caída del imperio azteca a manos de hombres procedentes de Oriente. La aparición constituía el sexto presagio del fin de la civilización.
Con la llegada de los españoles al Continente Americano, y una vez consumada la conquista de Tenochtitlan, sede del Imperio Azteca, años
mas tarde y después de que murio Doña Marina, mejor conocida como la "Malinche" (joven azteca que se convirtió en amante del
conquistador español Hernán Cortés), se decía que esta era la llorona, la que venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los
indios de su raza, ayudando a los extranjeros para que los sometieran.
Las "Otras" Lloronas

Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras. En algunos pueblos se decía que la llorona era una
joven enamorada que habia muerto en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando
prolongados lamentos.

Otra descripción de la llorona es la siguiente:


Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico. Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto.
Pasa la noche llorando, sembrando con sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como una madre soltera que decidió no tener a su hijo y
por eso aborta, acarreándole esto el castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la obligó a
deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando por el paradero de su malogrado hijo.
Las "Otras" Lloronas
Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras. En algunos pueblos se decía que la llorona era una
joven enamorada que habia muerto en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando
prolongados lamentos.

Otra descripción de la llorona es la siguiente:


Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico. Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto.
Pasa la noche llorando, sembrando con sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como una madre soltera que decidió no tener a su hijo y
por eso aborta, acarreándole esto el castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la obligó a
deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando por el paradero de su malogrado hijo.

Las "Otras" Lloronas

Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras. En algunos pueblos se decía que la llorona era una
joven enamorada que habia muerto en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando
prolongados lamentos.

Otra descripción de la llorona es la siguiente:


Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico. Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto.
Pasa la noche llorando, sembrando con sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como una madre soltera que decidió no tener a su hijo y
por eso aborta, acarreándole esto el castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la obligó a
deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando por el paradero de su malogrado hijo.

EL PERRO DE SATANAS...EN UNA FÁBRICA DE MAR DE PLATA (ARGENTINA) SE SUCEDEN EXTRAÑOS SUCESOS QUE TIENEN EN VILO A LOS
EMPLEADOS.

Se dice que hay una fábrica en un barrio precario en la ciudad de Mar de Plata, en Argentina, en la cual suceden muchos hechos extraños.

Detrás de la fábrica hay un descampado y muchas veces por la noche se suelen ver duendes o nenes que corren y desaparecen, y lo más
tenebroso de todo viene ahora...

Esta fábrica reporta un desaparecido por año, especialmente entre los serenos que la vigilan. Por la noche, cuando el sereno cuida la
fábrica, suele escuchar silbidos y hasta respiraciones cerca.

Una vez corrió el rumor de que uno de los empleados por la noche mientras vigilaba el lugar al sentir un gruñido se asomó por la ventana y
vio un perro gigante, así como un caballo, y que no se va a olvidar nunca de los ojos rojos de este.

Dicen que el dueño hizo un pacto con el diablo y desde ahí nunca más le robaron, pero a cambio él debe entregar un alma por año, o sea la
de un empleado.

Este perro es supuestamente una bestia enviada por el mismo Satanás para evitar los siniestros, dado que es un barrio extremadamente
peligroso.

LA NIÑA Y LAS MONEDAS DE ORO


.> LA EXTRAÑA HISTORIA DE UNA NIÑA DESAPARECIDA EN CÓRDOBA.

Esta historia es muy conocida en Córdoba, pues existe una antigua casa del centro de las ciudad que se dice está encantada y cuenta que
en ella hace mucho tiempo vivía una familia acomodada que tenía una hija pequeña y varias criadas a su servicio.

Una noche mientras la niña dormía escuchó unos ruidos en el pasillo, abrió lentamente la puerta de su cuarto para mirar el pasillo que
comunicaba los cuartos, enormemente largo y oscuro, lleno de cuadros y enlosado.

Al final del pasillo la niña vio lo que parecía un niño de su edad levantando una de las losetas y metiendo algo dentro de un hueco en el
suelo. La niña no podía creerlo, lo que vió relucir en la mano del muchacho al pasar por la tenue luz que entraba por la ventana eran
monedas de oro.

Cuando el niño se fue salió y se dirigió hacia allí; entonces apareció una de las criadas con una vela enorme que también había visto lo que
había pasado y quería sacar partido.

Decidieron que no dirían nada a nadie, todas las noches se acercarían y con la ayuda de la luz de la vela levantarían la loseta y sacarían las
monedas hasta acabarlas. Todas las noches la niña,que por su tamaño cabía dentro, se metía en el hueco bajo la loseta e iba dando
monedas a la criada, quien las iba guardando en un enorme saco. Las noches pasaban y aquel tesoro parecía no acabarse nunca. Cada
noche que pasaba la vela iba consumiéndose más y más, pero las monedas seguían saliendo a pares y no querían dejarse ninguna.

Una noche en medio de su labor la vela comenzó a parpadear haciendo amagos de apagarse, la criada le dijo a la niña que saliera del
hueco, que ya tenían dinero de sobra. La niña le hizo caso y abandonó el escondrijo, pero en el último momento una moneda cayó del saco
al hueco y, en un acto de avaricia y sin pensárselo siquiera, la muchacha se metió de nuevo en el hueco. La criada intentó agarrarla pero no
pudo, mientras le gritaba que por favor saliera de allí y dejara la moneda, pero en medio de ese griterío la vela terminó de apagarse. En el
momento justo en que el último rayo de luz salió de la vela la loseta se cerró ante los ojos de la criada dejando a la niña dentro.

La criada decidió no decir nada a nadie, los padres dieron a la niña por desaparecida y el tema se fue olvidando con el tiempo. Pero aún en
la actualidad dentro de esa casa se siguen oyendo por las noches los gritos de auxilio de la niña que repiten noche tras noche en el
pasillo \"Por favor...socorro...sacadme de aquí...\". Incluso la policía ha acudido multitud de veces ante la llamada de los vecinos que oían
voces pidiendo ayuda, pero al llegar al viejo caserón lo único que siempre han encontrado es una vela vieja y consumida puesta justo en el
centro de una loseta...

LA MUJER DEL PASILLO...

UN GRUPO DE AMIGOS REUNIDOS PARA JUGAR A LA OUIJA RECIBEN UNA VISITA INSOSPECHADA QUE LES CAMBIARÁ LA VIDA.

Esta es mi historia: Una noche de Halloween, por hacer algo de miedo, jugamos a la Ouija, cosa de la que siempre me arrepentiré.

La noche era fría, en el ambiente se notaba un aroma extraño, no sé definirlo con palabras; unos amigos y yo buscamos una vieja Ouija que
mi familia siempre ha tenido guardada... Era de mi bisabuela, la cual había muerto cuando yo aún no había nacido, y siempre había querido
conocerla. Mis amigos hacían eso por diversión, yo por un fin, puesto que quería hablar con mi bisabuela.

La sesión comenzó, entre risas mis amigos bromeaban, yo estaba muy serio, concentrado, pero ellos no lo notaron, hasta que cayó un rayo
que iluminó toda la habitación oscura, seguido de un trueno, que estremeció hasta el último de mis huesos. Asustados por el rayo, mis
amigos, se quedaron en silencio, como yo, concentrándose, de repente, el puntero de la Ouija comenzó a moverse. Preguntamos al unísono,
quién era, pero no respondió.

El puntero se movía sin cesar de un lado para otro, sin formar palabras. Al final paró, y lentamente, formó las siguientes palabras: "Estoy
yendo a por vosotros".

Llamaron a la puerta, pero nadie se atrevió a abrirla, sólo oímos la voz de quien llamaba: Era una mujer, que estaba en el pasillo y gritaba
por entrar a mi habitación. El cerrojo estaba echado, no podía entrar, pero parecía que iba a tirar la puerta abajo.

La mujer gritaba desesperada, la puerta iba a caer, así que empujamos la cama para atrancarla. La mujer cada vez más desesperada,
gritaba mi nombre. Yo tuve el impulso de abrir la puerta, pero me contuve, esos gritos eran desesperados.

Entonces me di cuenta: Era mi bisabuela; algo me lo decía, aunque no podía explicar cómo lo sabía.

Me lancé a abrir la puerta, quería verla, tenía que verla, pero mis amigos me agarraron. Los gritos cesaron, una de mis amigas, tuvo un
ataque de nervios. Nos acercamos a consolarla, pero una voz grave y fuerte salió de ella diciendo que no nos acercáramos. Nos quedamos
de piedra.

La mujer del pasillo comenzó a gritar de nuevo: "¡Os lo advertí, y no me hicisteis caso, ahora moriréis!". Mi amiga comenzó a moverse de un
lado a otro, diciendo que nos mataría. Intentamos abrir la puerta pero no pudimos. Los gritos volvieron a cesar, conseguimos abrir la puerta,
yo salí primero, pero se cerró detrás de mí. Oí los gritos aterrorizados de mis amigos, histéricos, pidiendo socorro, dando patadas a la puerta
para abrirla.

Escribo mi historia, cuarenta y cinco años después de que ocurriera, pues acabo de salir de la cárcel, culpado por el asesinato de mis
amigos, los cuales encontré muertos cuando conseguí abrir la puerta de mi habitación.

INVOCAR AL DIABLO PUEDE TENER CONSECUENCIAS


Cuando tenía unos 15 años, no recuerdo por qué, me enganché a la tabla ouija. Una amiga se la compró como quien compra un Monopoly y
así fue como empezamos. Un día y otro hasta estar totalmente enganchadas. No recuerdo ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez
(etc) que lo hicimos. Pero recuerdo bien que parecía un vicio.
Todos los días nos pasábamos de seis a siete horas con la tabla, invocando espíritus y demás. Yo lo tomaba como un juego y me parecía
divertido e inocuo. Pero un día aquello empezó a ser monótono.... siempre lo mismo, saludar al Ente, preguntarle las mismas cosas de
siempre y adiós. Así que decidimos invocar a Satanás, algo muy fuerte que, ahora que lo recuerdo en la distancia, sé que fue una locura
grande que jamás volveré a hacer.
La historia fue así. Fuimos a casa de mi amiga, la dueña de la tabla, pero en vez de ir las seis o siete habituales, sólo nos atrevimos cuatro
de nosotras. Lo preparamos todo bien: luces apagadas, velas negras y blancas, un sitio amplio y limpio, etc. Y empezamos... Al principio no
pasaba nada, de hecho tardaba más que los otros espíritus y empezamos incluso a aburrirnos. Entonces empezó a oler raro en la casa (no
puedo describir ese olor) y corría un airecillo fresquito (era un caluroso día de verano y estábamos a 45º). Entonces el puntero empezó a
moverse. Se fua a las letras, una por una, hasta decirnos que era Satanás y que no saldríamos vivas. Ya con leer esto se me pusieron todos
los pelos de punta. Entonces fue como si abriera los ojos y me diera cuenta de lo que estaba haciendo: estaba metida en aquella casa y de
allí no podíamos salir sin cerrar la sesión... me di cuenta de lo peligroso que era.
Tras varios minutos en los que se dedicaba a amenazarnos nos atacó con sonidos, las puertas de la casa se abrían y se cerraban, las
persianas lo mismo, los espejos estaban empapados en vapor y las velas se apagaron. Recuerdo que una de las tres amigas tenía un collar
y empezó a retorcerle el collar hasta presionar. La estaba ahogando y aquello le quedó físicamente marcado hasta un par de años después.
Queríamos cerrar aquella sesión y salir por piernas pero no nos dejaba; nos decía que nos atormentaría toda nuestra vida hasta acabar con
ella, y, sinceramente, conmigo lo logró durante mucho tiempo.
Nos pasamos unas tres intensas horas luchando para que nos dejara en paz y se largara, y después de todo lo ocurrido se largó y tuvimos
una crisis de pánico. Yo salí de la casa disparada (aún me pone los pelos de punta... perdona que sea tan breve) y desde aquel día no pegué
ojo en unos 5 ó 6 años. Todos los días escuchaba susurros, unos pasos detrás de mí al caminar, golpes de llamada en el hombro, pisadas
por mi casa, llamadas a la puerta... Igual eran cosas de mi mente, algo que yo provocara a causa del miedo, no lo sé, el caso es que me
tenía aterrorizada.
Y hoy, después de unos 8 ó 9 años, he vuelto a oir esas pisadas, esos susurros pronunciando mi nombre, esos golpecitos en el hombro... y
realmente me aterra.
Pero ya no tengo tanto miedo, porque he leído la Biblia y ahí he encontrado, sino la solución, sí la tranquilidad; pues he leído allí que no hay
espíritus de difuntos, que no hay vida después de la muerte, así que todos son demonios. Magia blanca o negra es lo mismo, el Tarot, todo
son métodos de brujería para bien o para mal, todo viene de la misma fuente, Satanás. Todo eso viene de él, aunque haga cosas buenas,
pues la Biblia dice que Satán es capaz de convertirse en ángel de luz y hacer cosas buenas, para así engañar y atraer a más gente. Así que,
al menos, ya sé qué es cada cosa. Sé que no te l ohe contado con muchos detalles, también se me han olvidado muchas cosas, además,
realmente me da cosa contarlo.

Karla (México,Guadalajara)
EL EXORCISMO DE NADIA
Esta historia que relataré realmente existió, no la podré contar tal y como fue aunque la realidad es mucho más fuerte e intensa que lo que
yo te pueda contar de ello, bueno pues resulta que mi madre tiene una amiga, la cual vivía con su hermano y su pequeñita sobrina recién
nacida, bueno, la cosa es que en la casa que ellos tenían pasaban cosas horrendas, todo empezó cuando nació la niña, por ejemplo, en las
mañanas cerca de la puerta de entrada y en la del cuarto del bebé se encontraba una especie de baba amarillenta y fétida, ellos se
cansaban de limpiar eso todos los días, sin embargo ahí estaba, luego en las noches no los dejaba dormir ciertos aletazos arriba de la casa,
una vez el señor salió a ver que era y no halló nada, igual siempre pasaba eso, pero después las cosas empeoraron, la niña sufría de fuertes
fiebres que la hacían terminar en el hospital, siempre estaba enferma, súper delgadita, y nadie se explicaba que pasaba.
Cierta vecina una vez les dijo que en su casa estaba el diablo por que en las noches se escuchaban gritos desgarradores, rasguños, así
como risas espantosas, o sombras tétricas en las paredes, en fin, ellos no hicieron mucho caso hasta que la niña empezó a manifestar otra
faceta, le daban convulsiones, se empezaba a retorcer o algo así, volteaba los ojos, sacaba espuma de su boquita, ahora sí la llevaron con
un sacerdote por que en el hospital no sabían que tenía, el sacerdote dijo que la niña debía ser bautizada inmediatamente, ya que no se
había hecho debido a sus continuas enfermedades, así se hizo, para lo cual mi mamá fue su madrina.
Bueno, sin embargo no terminó ahí, la niña cada vez se ponía peor, y en la casa ésa era insoportable vivir. Para acabar pronto, se cimbraba
todo el piso cuando la niña empezaba a retorcerse, las carcajadas se escuchaban a pleno día, y muy fuertes, la atmósfera que embargaba la
casa era tétrica, aterradora, no se... una señora que era algo así como bruja dijo que en esa casa había mucho mal, sobre todo en las
condiciones del matrimonio que favoreció la presencia del mal y se quería llevar a toda costa a la niña. El señor, era sacerdote antes de
conocer a su esposa, hasta que la conoció se enamoró perdidamente de ella y renunció a todo y se casó, y según eso propició el ambiente
adecuado para tales manifestaciones.
A la casa se le hicieron, no se como 5 bendiciones y nada, hasta que por último, el sacerdote pidió testimonios de familiares y vecinos, y
ordenó un exorcismo a la niña, el día había llegado, yo no lo vi pero mi madre me cuenta que fue intenso, fueron varios curas, cuando se
hacía el ritual a puerta cerrada, se oían intensos rechinidos, blasfemias que salían de todas partes, un olor a podrido que inundó la sala, y
ese miedo infinito que los embargaba, ese terror a lo desconocido, la situación estuvo muy fuerte, duró como 7 horas, por fin cuando
salieron pidieron inmediatamente una ambulancia para la niña que estaba horrible, tenía mucha sangre en su cuerpo y ya casi no se movía,
afortunadamente se salvó. El sacerdote les recomendó que se cambiaran de casa, y a esa la vendieron, lo extraño es que hasta la fecha
está inhabitable, de hecho con solo verla nadie se le ocurre vivir en ella pero ni regalada. Ahora la niña tiene como 19 años, esta bien, es
una chica sana en cuerpo y alma.

Por Karla

UN ESPIRITU EN MI CASA
Hola, antes que nada felicidades por tu página tan linda y que nos permite contar algunas cosas espeluznantes que nos han pasado:
Bueno, era un sábado caluroso, eran aproximadamente las 7:30 pm, todos habían salido a casa de un tío mío; bueno, el caso es que yo me
había quedado porque no había llaves y alguien tendría que abrir la puerta y yo opté por
quedarme.
Prendí la tv. apenas ellos salieron de la casa. Ya pasada media hora la tv. empezó a verse borrosa. Empezó con un punto en el centro y ese
punto se fue extendiendo hasta que cubrió toda la pantalla. Tuve que apagarla.
Pasados unos cinco minutos se me ocurrió oir un poco de música... cuando intenté prender el estéreo no se escuchaba nada, no tenía señal.
Esto me empezó a molestar y empecé a decir algunas groserías pues nada servía.
Decidí salir a tomar fresco con una vecina pero cuál fue mi sorpresa que al intentar abrir la puerta estaba cerrada con llave y mi madre no
la había podido cerrar pues era el motivo por el cual me había quedado. Me dio un poco de miedo y tengo que reconocer que me puse a
llorar pues no me podía entretener en nada.
Entré a mi cuarto a cambiarme el pijama para acostarme a dormir y entonces me acosté. Era de suponerse que con lo que estaba pasando
no me iba a poder dormir. Gracias a dios estaba yo entrando en el sueño cuando de pronto sentí que alguien se había acostado a mi lado y
me estaba murmurando que por qué era yo tan grosera, que él había cambiado por mí y que todo iba a ser distinto.
Al oir yo esto me voltie (giré) y cuál fue mi sorpresa que al voltiar (girar) me dí cuenta de que no era nada. Me paré como resorte y busqué
en toda la casa, intenté prender la luz pero fue inútil, no encendían y a lo lejos seguía oyendo esa voz que me decía "no te vayas voy a
cambiar y todo será distinto".
Me entró un pánico horrible así que empecé a llorar. Regresé a mi cuarto pero la voz era constante. Me quedé totalmente dormida con el
llanto y con esa voz, de repente a lo lejos escuché una voz que me llamaba. Era mi abue que ya había entrado y me preguntaba porqué
había dejado sola la puerta y sin seguro. Yo le dije que sí se lo había puesto pero ella aseguró que no lo tenía.
Nunca le comenté nada de lo ocurrido pues pensé que no me creería y se burlarían de mí.
Pero al día siguiente le comenté a mi tía, ella sí cree en eso y le dije detalle a detalle lo que había sucedido y me dijo que no sabía lo que
era pero que no era nada malo y si lo era, no me haría daño pues a ella también le pasaba lo mismo y me explicó que es un don que
tenemos de ver y escuchar las cosas. No es por nada pero es un don que no le deseo a nadie porque es muy feo, en realidad lo es, no sé
qué voy a hacer, tal vez esperar a que este don se me quite porque desde ese entonces oigo más cosas y no tan sólo las oigo, sino que
también las veo y créeme que es horrible porque son cosas sin forma, son como monstruos que nunca pensaste que existirían.
Gracias por leer mi historia y le deseo que tengan felices sueños.

Viviana.

NO HAY QUE BURLARSE DEL DIABLO


Quizá ya hayas escuchado miles de cuentos y chistes donde se mofan de el demonio, pero hay que tener cuidado, ¿por qué digo esto? lo
que contaré a continuación: no me lo contaron, sino que yo lo ví con mis propios ojos, y fue una experiencia totalmente traumatizante y que
no se lo deseo a nadie.
Hace aproximadamente 5 años, asistí a un campamento de verano que realizaría la iglesia en la cual yo me congrego, la mayoría de los que
asistimos a ese campamento éramos solo jóvenes, acompañados de Pastores y otros dirigentes de la iglesia, salimos un Jueves por la tarde,
y pasaríamos todo el fin de semana acampando, como era un retiro espiritual pasamos la mayoría del fin de semana en charlas, seminarios
y estudios. Pero siempre dedicábamos las noches para hacer fogatas y realizar juegos, estabamos divididos en grupos, y cada grupo tenía a
su cargo animar aquella velada y hacer más dinámica la diversión.
Era sábado por la noche, ya habíamos cenado y estabamos listos para disfrutar de un buen rato, al grupo que le correspondía animar esa
noche, tenía como forma de divertir realizar una escenografía en donde imitaban al diablo, en la escena habían ángeles, demonios y el
diablo, la chica quien interpretaba el papel del diablo, empezó a desempeñar su papel muy bien, todos nos reíamos mucho, pues las cosas
que hacían eran muy graciosas y divertidas, pero de repente empezó a soplar el viento, era tan fuerte que inclinaba los árboles.
Y luego pasó algo, de la fogata se levantaron enormes llamaradas de fuego que casi llegaban a nosotros, nos levantamos de donde
estabamos sentados y todos un poco asustados, nos quedamos callados. De repente empezamos a oír una carcajada espeluznante y
diabólica, y todos nos quedamos pálidos y paralizados al ver aquella escena, era la chica que había interpretado al diablo, estaba flotando
en el aire, y luego caía al suelo, se revolcaba, echaba espumarajos por la boca, y se seguía riendo de nosotros, se metió al fuego y empezó
a tirarnos carbones encendidos, nosotros no lo podíamos creer nuestra amiga estaba siendo poseída por el mismo demonio, del cual hace
minutos atrás estábamos burlándonos. Y dijo algo que nunca olvidaré en mi vida: ¿POR QUE NO RÍEN AHORA?, RÍANSE AHORA.
Los pastores y otros dirigentes que nos habían acompañado en el viaje estaban igual que nosotros de atónitos, ante aquel suceso,
solicitaron la ayuda de todos los hombres que nos encontrábamos allí, y las mujeres fueron llevadas a otra lugar. Solo recuerdo que entre 7
hombres no la podíamos sostener, porque se soltaba y nos empujaba, tenía una fuerza extremadamente grande, como pudimos la
amarramos con lazos dobles y fuertes y 7 pastores oraban y la ungían tratando de exorcizarla, pero el demonio hablaba a través de la chica,
blasfemando y maldiciendo a diestra y siniestra, pasaron varias horas, el trabajo fue duro y agotador, al fin después de 7 horas de luchar
con el diablo, se logró sacar al demonio de aquella chica, quien había quedado muy lastimada y golpeada por lo que le había obligado a
hacer ese espíritu maligno, inmediatamente se la llevaron al hospital para atender las quemaduras de 2º y 3er. grado que le habían
provocado aquella posesión.
Hoy en día aun hacemos esos retiros y campamentos, pero ahora con una gran diferencia, ya nunca más volvimos a realizar ese tipo de
dramatizaciones, se prohibió estrictamente realizar esas actividades.
(Se preguntarán ¿que pasó con la chica? pues la verdad, nunca la volví a ver, lo que único que supe de ella, es que se fue para otro país)

El Tesoro escondido
Cuenta una antigua leyenda paraguaya, que si en tu casa escuchás ruidos extraños, oís ruidos de cadenas o ves un espectro deambulando
es porque cerca, muy cerca, hay un tesoro escondido. Esto le ocurrió a Dionisio. El y su familia se establecieron en una localidad llamada
Campo Nuevo. Comenzaron a construir su casa y pronto empezaron a escuchar ruidos extraños, aullidos y voces misteriosas. En una
ocasión una sombra empujó a Dionisio de su bicicleta unos metros, y en otra, un espectro, sacudió fuertemente un naranjo hasta hacer caer
casi todos los frutos. Una noche escucharon un fuerte golpe en la puerta de entrada, Dionisio se levantó de la cama para ver que ocurría.
Una sombra envuelta en niebla se paseaba por el frente de la casa. El miedo se apoderó de la familia y pensaron seriamente en abandonar
la finca ya que no podían pegar un ojo en toda la noche. Se encerraban cuando llegaba la noche y no se animaban a salir hasta que saliera
el sol.

Dionisio, que había escuchado la leyenda pero nunca había creído en ella, comenzó a pensar que seguramente había un tesoro escondido
en su propiedad. Ellos eran humildes y un hallazgo de esa naturaleza podría dar lugar a una oportunidad de progreso para toda la familia.
La casa había quedado sin terminar por falta de recursos La cosecha de algodón no había sido buena y apenas les alcanzaba el dinero para
pagar la comida. Su mujer, Azucena lloraba y sus hijos querían mudarse. No soportaban la idea de convivir con esas presencias misteriosas.
Azucena, tenía un gallinero con varias gallinas, tres perros y dos gatos. Una noche en que los aullidos envolvieron la casa, escucharon
cacarear a las gallinas, ladrar a los perros y maullar a los gatos con un vigor fuera de lo común.

Azucena, que estaba sola con sus hijos temiendo que algún espectro pudiera entrar a la casa, amontonó varios muebles contra la puerta. Al
día siguiente tres gallinas, uno de los perros y los dos gatos habían desaparecido.

Los animales que se esfumaron eran todos blancos. Al fantasma por lo visto, no le gustaban los animales de color blanco. Dionisio que era
muy valiente, al día siguiente compró una pala y comenzó a cavar. La finca era grande y avanzaba lentamente.

Entonces pidió ayuda a dos de sus primos y entre todos dieron vuelta el terreno con picos y palas. Los aullidos y las voces se agudizaban
por las noches, su mujer quería marcharse con sus hijos, pero el entusiasmo y la valentía de Dionisio por descubrir las riquezas los calmaba
por lo menos durante el día. Dionisio sabía también, por las historias que había escuchado hasta entonces que solo una persona debería
encontrar el tesoro. La leyenda decía que si más de una persona veía el tesoro, este desaparecería ante sus ojos. Cansados de cavar
estaban a punto de abandonar la búsqueda, cuando se les ocurrió mirar hacia unos arbustos. Una luz resplandeciente, mezcla de bruma y
sol los envolvía. Los arrancaron rapidamente. Aunque estaban cansados continuaron paleando con entusiasmo. Allí encontraron un
envoltorio hecho con sábanas de hilo ajadas y sucias. En su interior había una antigua ollita de hierro con tapa. Y dentro de la ollita un
puñado de relucientes monedas españolas de oro.

Dionisio y sus dos primos contemplaron embelezados el hallazgo. No podían creer lo que estaban viendo. Al instante, la ollita y todo su
contenido se transformó en carbón esfumándose de su vista. Dionisio haciendo caso a la antigua leyenda, les dijo a sus primos que se
marcharan para continuar cavando solo. Esa noche no pudieron dormir. Los fantasmas golpearon las puertas y ventanas, sacudiéndolas con
una potencia increíble. Era una fuerza sobrenatural que hacía temblar toda la casa. Al día siguiente, Dionisio tomó la pala y cavó más
profundamente en el mismo lugar con la esperanza de encontrar algo más. En el mismo lugar apareció otro envoltorio. Era un baúl de
madera envuelto con varias capas de tela. Seguramente sábanas, pero estaban deterioradas por la humedad y el paso del tiempo. El baúl
estaba cerrado con un candado de hierro muy oxidado. Dionisio no tardó en quebrarlo con una tenaza. Al abrirlo se desplegó el fruto de
tanto esfuerzo. El baúl contenía muchas alhajas. Había collares, diademas, aros y pulseras. Todos de oro antiguo. Muchos engarzados con
piedras preciosas de maravillosos colores. Un tesoro de valor incalculable. En esta oportunidad estaba solo. Espero un tiempo para
asegurarse que no desaparecería. El tesoro continuó ante su vista sin desaparecer tal cual narra la leyenda. Comunicó la noticia a su familia
y a sus primos que alborozados festejaron el hallazgo. Las sombras y los aullidos se retiraron de la casa. Volvieron a aparecer las gallinas, el
perro y los dos gatos. Los fantasmas ya no tenían que custodiar su tesoro. No sabemos adonde fueron a parar, seguramente se retiraron a
descansar, después de tantos años de vagar en las sombras custodiando su fortuna. Hay infinidad de leyendas cuyo origen está centrado en
la guerra del Paraguay. En ese entonces, ante el avance del ejército enemigo, familias enteras debían desplazarse dejando atrás sus
propiedades y sus pertenencias. Como no podían llevar todo a cuestas, muchas familias optaban por enterrar sus tesoros en el campo para
volver a recuperarlos cuando la guerra hubiera terminado. Estos consistían mayormente en monedas de oro y alhajas con piedras preciosas
de altísimo valor. Llevarlos consigo también era un gran riesgo ya que estaban a la merced de rateros y ladrones. Muchos volvieron y
desenterraron sus pertenencias, pero muchos otros murieron en la guerra y sus tesoros quedaron ocultos en el campo. Nuevas familias se
establecieron y nadie sabía donde estaban ocultos esos tesoros. Pero dicen, que si por la noche se escuchan alaridos, ruidos de cadenas o
ves sombras escondidas, es que el alma de los antiguos moradores están custodiando sus tesoros y si buscas bien seguramente
encontrarás un tesoro escondido.

El Interno 66

Como todos los días, por la mañana me encuentro con varios compañeros de quinto grado para ir caminando hasta la escuela. Carlos, mi
compañero de banco, el más alto y corpulento del curso. Tavo, flaquito y pálido, siempre con miedo a todo. Andrés, el carilindo, le decimos
el Facha, por el que todas las chicas suspiran, y yo, Martín.

Siempre salimos temprano, para ir charlando tranquilos y siempre pasamos por un lugar maravilloso. En realidad, nunca entramos y desde
la calle apenas podemos ver algo. El predio debe ocupar unas dos manzanas.Está rodeado de un paredón altísimo, pero una reja flanquea la
entrada. A través de la reja podemos ver estacionados, decenas de colectivos destartalados.

Dice mi papá que cuando los colectivos tienen un accidente o el choque es muy grande, muchas veces no conviene arreglarlos porque es
muy caro, entonces los remolcan hasta ese depósito y los usan como repuestos para otros vehículos.

La verdad es que solo vimos entrar o salir a un señor que llega por las mañanas que parece ser el cuidador.

Para nosotros es como un parque de diversiones inaccesible al que miramos con la pretensión de poder ingresar sin pagar entrada. Muchas
veces es nuestro tema de conversación. Que por donde se podrá entrar, que qué pasaría si saltáramos la reja, que si el señor lo cuidará día
y noche, y así continuamos divagando sobre la posibilidad de introducirnos en el preciado depósito vehicular.

Por la tarde, al volver de la clase de gimnasia, vimos que el cuidador estaba cerrando la reja y luego se iba caminando despacito hacia la
parada de colectivos.

Carlos, vio al instante una oportunidad.- ¿Y si entramos? Nos preguntó entusiasmado.

-No, mejor nos vamos, dijo Tavo con esos ojos de cordero miedoso.
-¡Si! ¡Dale, entremos! Se entusiasmó el Facha.

Yo miré el reloj y vi que todavía era temprano. ¡Total! ¿Cuanto tiempo tardaríamos en dar una vuelta?, con una hora alcanza y sobra, pensé.

Carlos ya estaba montado en lo alto de la reja y nos daba una mano para ayudarnos a treparla. Tavo, como siempre, fue el último.
Enganchó la pierna en el travesaño y mientras trepaba repetía: -Nos van a agarrar, va a venir la policía, nos van a dar una flor de paliza.

Carlos enojado le gritó-¡O te callas o te vas!

Ya estábamos todos adentro. Era un paraíso. Colectivos de todos los colores y de todas las líneas, acarreando tremendos choques. Algunos
hacía rato que estaban allí, por el óxido de los hierros. Otros parecían más recientes. Había varios incendiados.

Nos llamó la atención el interno 24 de la línea 106. Todo el frente y el lateral derecho destrozado. ¿Qué habría pasado? No quedaba una
ventanilla sana de ese lado y los asientos, tapizados en cuerina negra, estaban destrozados. El accidente debió ser terrible.

El interno 24 estaba medio inclinado, pero igual entramos a mirar. Todos menos Tavo, que se quedó petrificado en medio del playón.

Una niebla espesa comenzó a descender. ¡Qué humedad!, pensé.

En el interior, encontramos entre los hierros retorcidos de los asientos desencajados, un chupete, un zapato, anteojos rotos, un diario, otro
zapato de mujer. Había vidrios del tamaño de la sal gruesa desparramados en el interior. Un escarpín de bebé colgaba del espejo retrovisor
del conductor. Pensé que posiblemente eran las pertenencias perdidas de los pasajeros.

Un grito nos sobresaltó. Salimos disparados a la carrera. Era Tavo. -Algo se movió allá atrás. ¡Vayámonos!. Dijo asustado.

Carlos preguntó: -¿Por dónde?

-Atrás del 88. Vi algo que se movió. Me quiero ir.

El Facha, le dijo -Es temprano todavía. -¡Vamos a ver! y salió corriendo hacía el sitio señalado, seguido a corta distancia por Carlos que
estaba a sus anchas.

Yo también tenía ganas de ir a investigar pero lo vi tan alterado a Tavo que decidí quedarme un rato con el y ver que pasaba.

Transcurrieron unos minutos y la impaciencia me estaba afectando. ¿Y? Grité con todas mis fuerzas.

-¡Vengan, Vengan! se escuchó la voz de Carlos. Lo agarré del brazo a Tavo y le dije: -Vamos a ver.

-¡No! ¡No quiero! protestó

-!O venís o venís!. Le dije y lo arrastré contra su voluntad.

Había un colectivo en perfectas condiciones. El interno 66 de la línea 60. Carlos y el Facha se habían acomodado en su interior. Carlos
estaba sentado al volante cual conductor profesional. Subimos y nos sentamos en los primeros asientos. Todos reíamos divertidos. Hasta
Tavo parecía contento con el descubrimiento..

De repente se cerraron las puertas automáticamente.

-¿Qué tocaste? Le grité

-¡Nada! ¡No toqué nada!!Te lo juro!

De pronto se encendieron las luces. -¡Algo tocaste! Le dijo el Facha.

Carlos sorprendido gritó : -¡Te juró que no! Y como un resorte saltó de la butaca del conductor para sentarse junto a nosotros, en los
asientos de pasajeros.

Nos miramos todos extrañados. Tavo comenzó a transpirar de los nervios y a restregarse las manos.

No habíamos salido de nuestro asombro cuando el motor comenzó a rugir. La palanca de cambios se movió como por arte de magia y el
colectivo comenzó a avanzar lentamente por el playón, conducido por quién sabe quién. El chofer fantasma puso segunda y avanzó a mayor
velocidad. Luego tercera y finalmente pasó en pocos segundos a cuarta.

El colectivo avanzaba por el playón, rodeando otro grupo de vehículos estacionados en el centro del mismo a gran velocidad. Teníamos que
sujetarnos fuertemente de los asientos para no caernos.

Tavo lloraba y gritaba sin parar. Pronto los cuatro acompañamos sus gritos a coro. A nuestros gritos se sumaron risas fantasmales que
agregaron pánico a esa experiencia descontrolada. De pronto sonó el timbre de la puerta trasera. El chofer fantasma redujo la velocidad, la
puerta trasera se abrió y se cerró en segundos para volver a tomar carrera rápidamente.

Los cuatro, impávidos sin saber que hacer, veíamos caer la tarde en nuestro viaje misterioso a ninguna parte.

La velocidad impedía que pudiéramos pararnos.

Carlos comenzó a arrastrarse por el piso mientras se sujetaba de los asientos y tomando a Tavo del brazo lo obligó a tirarse al piso hacia la
puerta trasera. De repente, escuchamos nuevamente el timbre de la puerta trasera, era nuestra oportunidad de escapar.

Carlos ya estaba con Tavo junto a la puerta. El colectivo redujo la velocidad, frenó y la puerta se abrió. Carlos y Tavo se arrojaron del
colectivo. El Facha y yo no llegamos a tiempo ya que la puerta volvió a cerrarse en segundos.

Carlos y Tavo que estaban a salvo, nos miraban espantados desde el playón. Y nosotros continuamos nuestro viaje estirados en el piso junto
a la puerta trasera, entre las carcajadas de los espectros que nos acompañaban, con la esperanza de que alguno tocara el ansiado timbre.

La noche se acercaba. Mientras tanto, Carlos Y Tavo arrastraron un par de cubiertas para depositarlas en medio de esa pista macabra con la
intención de detener al interno 66. Pero el fantasma maniobró esquivando el obstáculo con destreza mientras lanzaba una carcajada que
resonó como un tambor.

Pensé que jamás podríamos abandonar esa máquina siniestra ya que el timbre no volvió a sonar.

Carlos seguía tramando la manera de detener al colectivo. Entonces, se paró a un costado y estiró el brazo. El chofer detuvo su marcha y
abrió la puerta delantera para permitir su ingreso. Pero Carlos no subió. El chofer , entonces, volvió a acelerar en loca carrera.

Con el Facha nos arrastramos hacia la puerta delantera y esperamos. Nuevamente Carlos estiró el brazo en un nuevo intento por detener la
alocada marcha. El chofer frenó y abrió la puerta delantera. Ahí nos abalanzamos y nos arrojamos rápidamente.

Estábamos a salvo. Un poco magullados, pero vivos. Salimos corriendo, trepamos la reja del portón y llegamos a la calle. Cuando miramos
hacía atrás. El interno 66 de la línea 106 estaba estacionado en el lugar de siempre.

La Fiesta de Disfraces

Aurora era una prima segunda o tercera de mi mamá, Ya estaba en sus setenta, pero no se le notaba porque desbordaba energía. Siempre
alegre, siempre jovial, era el alma de cualquier reunión.

Si bien vivía sola, porque no quería molestar, continuamente se preocupaba por hacer felices a todos los que la rodeaban. Ella era la que
organizaba fiestas sorpresa para agasajar a sus familiares y amigos. Era la que siempre estaba cuando alguno estaba bajoneado o triste. La
que corría a cuidar al primero que se enfermara. Aurora era un comodín o una scout, siempre lista.

Jamás se quejó porque el dinero no le alcanzaba ni porque le dolía la uña o un dedo. Si alguien necesitaba algo, sabía que Aurora no le iba a
fallar.

Pero un buen día, Aurora no apareció por casa a la hora de costumbre, un rato más tarde recibimos un llamado del Hospital. Aurora se había
descompensado y estaba internada en estado delicado.

Estuvo varios días en terapia intensiva y luego la trasladaron a habitación común. Nos turnábamos para acompañarla en los horarios de
visita y para darle de comer, aunque se negaba.

Una mañana, la encontré sentada, muerta de la risa, conversando con no se sabe quién, porque la verdad es que en la habitación no había
nadie. Sentí que un frío helado recorría mi cuerpo. Ella mantenía la charla, se reía a carcajadas y yo me desesperaba por no saber que
hacer, ya que me ignoraba por completo.

De pronto las luces se apagaron y volvieron a encenderse. Atribuí el desperfecto a una falla eléctrica.

Aunque a mi me causaba una gran inquietud, las enfermeras entraban y salían de la habitación sin darle importancia.

Le pregunté al médico sobre el raro comportamiento de Aurora y contestó que probablemente sería el efecto de la medicación.

Así continuó día tras día, charlando animadamente con sus visitantes imaginarios, hasta que una mañana logré interrumpir la conversación.

Aurora me dijo: - Me están organizando una fiesta de disfraces.

-¿Quiénes? Le pregunté entre tímida y asustada.

-Toda esta gente que vino a verme. !Son tan divertidos!

-¡Toda esa gente!, ¿Qué gente? Si no fuera por esa sensación extraña de estar siendo observada por espíritus que me invadía, podía llegar a
pensar que Aurora se había vuelto loca.

-¿Y Cuándo será la fiesta?Le contesté , siguiendo la corriente.

-Espera que les pregunto. ¡Y les preguntó! Se sonrió mientras yo esperaba la respuesta. La situación me producía escalofríos. Eso de estar
junto a una persona que conversa mirando fijamente a la pared no me causaba ninguna gracia. Más bien me producía temor.

-El sábado 23 a las seis de la tarde. Están todos invitados. Vos, Inés, ocúpate de la comida. Hace tarjetitas invitando a todos. No te olvides
de Porota, a ella siempre le gustaron las fiestas de disfraz.

-No sé si nos van a dejar. Esto es un hospital.

-Dicen que no va a haber problema. Que las organizan todos los días. ¡Ah! Y que vengan todos con sombrero. Es el requisito para entrar.

Yo no entendía nada de nada. No sabía si estaba viviendo un sueño o una pesadilla. Pero, por si acaso, les avisé a todos los conocidos.

Al día siguiente, estaba más animada. La fiesta resultó un estímulo importante en su recuperación. No paraba de hablar, aunque tanto
tiempo en el Hospital la había hecho perder la noción del espacio. Pensaba que estaba en su propia casa y me pedía que le alcanzara tal o
cual cosa que estaba en tal o cual lugar.

-¿Y vos de que te vas a disfrazar? Le pregunté.

-¡Ah! No lo pensé. Buena pregunta….

-Decídete, porque me va a llevar tiempo conseguir los disfraces.

-¿Qué te parece de Hada? ¿Es muy común?

-No, Está bien. Si te gusta de Hada, serás un Hada. Respondí.

-Trae un sombrero bien puntiagudo. Que le salga bastante tul de la punta y pégale estrellitas brillantes.

-Está bien. Le dije, -Como vos quieras. Estaba dispuesta a darle todos los gustos. Aurora se merecía eso y mucho más.
Cuando salí, en la puerta del Hospital había un grupo de gente disfrazada. Este parece ser un Hospital fuera de lo común. Tenía razón
Aurora. Las autoridades no tienen ningún problema ante la organización de este tipo de eventos. Cuando le comenté a la enfermera de
turno acerca de la fiesta del sábado me miró sorprendida. Miró a Aurora, me miró a mí. Volvió a mirar a Aurora y dijo: -Yo pensé que estaba
mucho mejor. Y agregó: -¿A qué hora?

-A la noche. Alrededor de las ocho. Entonces, hizo una mueca con los labios.

-Justo es mi turno, dijo. Gracias por avisarme, así me preparo para lo peor. Luego se dio media vuelta y se fue.

-¡Qué comentario raro!, ¡Qué mala onda! !Seguro que no le gustan las fiestas! Me dije.

Era obvio que estaba mejor, sino no íbamos a organizar una fiesta.

Puse manos a la obra. Alquilé un disfraz de Hada para Aurora. Personalmente armé el sombrero tal como ella lo quería. Luego, con unas
telas viejas improvisé disfraces para toda la familia. No tuve tiempo para cocinar, así que encargué sándwiches y masitas en una confitería.

Nos encontramos todos los amigos, vecinos y familiares en la puerta del Hospital. Cada uno debía traer la bebida que consumía. Subimos
tratando de guardar el mayor silencio posible. De pronto recordé que con el apuro de preparar todo y cargar el auto con la comida me había
olvidado el disfraz de Aurora en casa, colgado de una percha. Me invadió la desesperación. Ya era la hora. ¿Cómo podía haber olvidado lo
más importante?

-¡Un momento! Dije. ¡Me olvidé el disfraz de Aurora!

-Todos me miraron con cara de reproche. ¿Y ahora que hacemos? Dijo mi mamá. -!Yo voy a buscarlo ! Gritó Tomás

Pero ya habían abierto la puerta de la habitación. La cama estaba vacía y no había ninguna enfermera cerca para preguntarle que sucedía.

Parecíamos todos locos. Disfrazados de pollo, de oso, de mendigo, de caperucita, de chapulín colorado, abarrotando los pasillos de un
hospital.

De pronto, vimos que la enfermera de turno se acercaba rápidamente. Nos abalanzamos con preguntas. Queríamos saber donde estaba
Aurora.

-¿Ya están listos para la fiesta? Preguntó con su proverbial sequedad.

-¡No! Olvidé el disfraz de Aurora. Pero ya mando a alguien a buscarlo.

-La hora señalada ya pasó. Queme el disfraz. Respondió la enfermera sin cambiar la cara. Y agregó: -Aurora sufrió un paro cardíaco, pero va
a estar bien. Ya van a ver.

El comentario de la enfermera me hizo pensar que ella sabía mucho más de lo que aparentaba. Y que lo que Aurora veía no era producto de
la medicación. Que había algo real que nadie se atrevía a comentar.

Siguiendo el consejo de la enfermera, lo primero que hice al llegar a mi casa fue quemar el disfraz, algo que Aurora jamás me perdonó. Pero
no me importó. Intimamente sabía que mi olvido la había salvado de una muerte anunciada.Al día siguiente Aurora estaba en perfectas
condiciones. Pero enojada. Muy enojada conmigo. Decía que le había arruinado la fiesta. Que todos sus amigos habían desaparecido por mi
culpa. Que yo era una desconsiderada. Que ella jamás se hubiera olvidado de traer un disfraz. En pocos días le dieron el alta y volvió fresca
como una lechuga a su casa.Sus amigos invisibles, que tanto la divertían, habían desaparecido por completo.Tal vez estén organizando otra
fiesta de disfraces en otra habitación del hospital.

El Camino de los Tilos

Cada vez que recuerdo ese día, un frío misterioso recorre mi cuerpo y corta mi respiración.

Cuando sonó el teléfono yo estaba a punto de meterme en la cama. Cuando mi padre respondió supe por la voz, grave y taciturna que algo
grave ocurría.

Mi mamá hacía una semana que no estaba en casa. Había tenido que viajar 120 kilómetros para atender a mi abuelo que estaba enfermo y
como ya estaba mejor, la esperábamos en casa al día siguiente.

La llamada era de mi abuelo. Mi mamá se había caído y se había fracturado la pierna. Mi papá decidió que iríamos inmediatamente para
allá. Yo iría con él, ya que no pensaba dejarme solo en casa y mañana faltaría al colegio. Pero era una emergencia y estaría más que
justificada mi ausencia.

Después de todo, 120 kilómetros no son tantos y en dos horas, a más tardar estaríamos por allá.

Mi abuelo se negaba a que hiciéramos el camino de noche. No sé que superstición lo acobardaba. Pero la gente de campo tiene esas cosas.
Como mi papá insistió. El abuelo le advirtió que no parara en ningún momento cerca de los tilos. Por más que le hicieran señas mujeres o
niños.

Siempre pensé que era un tema de seguridad. Pensé que seguramente allí se esconderían ladrones y asaltantes para burlar a los
desprevenidos.

Así fue como metimos algunas cosas en el bolso y luego de parar en una estación de servicio para cargar nafta continuamos nuestro
camino.

Tomamos la autopista. Era tarde y había muy poco tráfico. Luego salimos y tomamos una ruta rodeada de campos. Casi se podía ver todo
ya que la luna iluminaba con un reflejo brillante a los grupos de árboles y animales.

Luego de un largo trecho tomamos un camino de tierra. No serían más de cuatro kilómetros, pero debíamos pasar rápidamente el camino
bordeado de tilos. La niebla comenzó a descender rápidamente envolviendo al auto.

Mientras avanzábamos, vimos claramente como una mujer con dos niños de la mano estaban parados en medio del camino.
Mi padre continuó sin bajar la velocidad. –Papá. Los vas a atropellar- grité.

Mi padre aminoró la marcha sin detenerse e inmediatamente vimos con estupor que la mujer y los niños se encontraban en el asiento
trasero sin decir palabra.

Mi papá estaba blanco como un papel y yo me había quedado sin habla. ¿Cómo se habían subido al auto? ¿Quiénes eran estas personas?

Mi papá tomó con fuerza el volante, pero temblaba.

Cuando avanzamos dos kilómetros la mujer dijo – Aquí nos bajamos. Pare por favor.

Mi padre detuvo el auto. Ellos abrieron la puerta, dieron las gracias y desaparecieron.

Cuando llegamos a la casa, mi abuelo adivinó por nuestras caras de espanto lo que había ocurrido. Evidentemente ya lo había
experimentado y nos convidó con un vaso de agua fresca.

A pesar de ver a mi mamá, con su yeso a cuestas, pero bien, ni mi papá ni yo pudimos dormir esa noche.

Cuando al día siguiente regresamos a casa, vimos tres cruces al borde del camino. Marcaban el lugar donde la mujer y sus niños se habían
bajado del auto.

Los días en el campo se deslizan placidamente. La cantidad de horas de luz y la temperatura ambiente marcada por las cuatro estaciones
del año definen el ritmo de las actividades: preparación de la tierra, siembra, cosecha etc. Parecería que el único tema de conversación en
ese ámbito es el clima y cualquier suceso fuera de lo común puede llegar a convertirse debido a la soledad y la distancia en una verdadera
tragedia.

Mi abuelo solía contarme lo que le había ocurrido a Don Belisario, el veterinario de su pueblo, un pueblo de campo.

Un viernes por la noche, Don Belisario recibe la visita de Juan, el peón de Don Pascual. Este le pide que vaya al día siguiente por su campo
a ver a Rosamora, su yegua favorita ya que no la veía bien.

Don Belisario vivía en el pueblo con su mujer y su hija. Ellas habían planificado ir el fin de semana a visitar a su hermana, cosa que hacían
cada dos o tres meses.

Don Pascual vivía en La Rosada, su campito de cien hectáreas con su mujer ya que sus hijos trabajaban en la ciudad. Juan, el peón, vivía en
La Rosada durante la semana y los fines de semana volvía al pueblo con sus padres y hermanos.

Ese sábado Don Belisario llevó a su mujer y a su hija hasta la Terminal de Ómnibus y luego subió a su vieja camioneta para dirigirse hacia
La Rosada. Le costó arrancarla, seguramente sería la batería, pero luego de unos minutos, encendió y despacio rumbeó tomando el viejo
camino de tierra hacia el campo de Don Pascual.

Hacía calor. Belisario pensaba estar de vuelta al mediodía y ya saboreaba los mates que seguramente lo convidaría Don Pascual.

Al llegar a la tranquera, se bajo sin apagar la camioneta, bajo, abrió la tranquera y luego de traspasarla la cerró por si había algún caballo
suelto.

De la tranquera a la casa había unos quinientos metros. Busco la sombra de un eucalipto cercano y estacionó la camioneta.

Tomó el maletín y cuando se dispuso a bajar del vehículo, un perro desconocido, negro y corpulento se abalanzó ladrando enloquecido
mientras apoyaba sus patas sobre la puerta de la camioneta.

Trató de dirigirle palabras suaves para tratar de calmarlo, pero el perro parecía un monstruo. Ladraba y jadeaba sin cesar. Echaba espuma
por la boca, los ojos parecían desviarse y los pelos del lomo erizados le hicieron notar que estaba ante un perro rabioso.

Don Belisario hizo sonar la bocina, pero nadie se asomó. Intentó arrancar la camioneta, pero esta vez no le respondió.

El calor se hacía sentir y Don Belisario se encontraba preso en su camioneta de un perro rabioso. Justo a él. Un veterinario!

Era la primera vez que Belisario se encontraba en una situación de este tipo y no estaba preparado. No llevaba consigo ni agua ni
alimentos. Ni hablar de armas. No tenía y tampoco sabía usarlas.

El calor y los nervios le hacían transpirar más de lo común. La camioneta, que estacionó a la sombra con el correr de las horas quedó
expuesta a los rayos del sol que parecían concentrarse sobre la cabina de la camioneta convirtiéndola en un horno. Tenía sed y temía
desmayarse en cualquier momento.

Belisario trató de dormirse, pero de tanto en tanto el perro se abalanzaba sobre su ventanilla echando espuma por la boca enloquecido. Le
preocupaba la ausencia de Don Pascual ¿Y si la bestia rabiosa lo había destrozado?

En el pueblo nadie lo echaría de menos, si no lo encontraban, pensarían que había ido a algún campo cercano a ver animales. Así que tenía
que resistir hasta el lunes. Día en que Juan volviera al campo a trabajar. No tenía otra meta: Resistir.

Deseó que lloviera. Él, que siempre pensó que Dios era para los niños, que todavía inocentes podían depositar su Fe en los Reyes Magos, se
vio de repente tratando de recordar el Padrenuestro. Si. Belisario se acordó de Dios. Hizo promesas.: “Si me salvo de ésta iré a Misa todos
los domingos”, “Si salgo vivo, me voy a Luján caminando” y cosas por el estilo.

Muchas cosas pasaron por la cabeza de Belisario. En especial lo triste que sería morir de esa manera tan absurda: de sed, preso de un perro
rabioso. Justo a él, un veterinario de pueblo que lo único que deseaba era vivir en paz.

La bestia continuó girando enceguecida. Mató una paloma y la descuartizó con sus dientes. Luego arreció contra un cajón de madera. La
locura del monstruo crecía con las horas como aumentaba la temperatura.

Se hizo de noche y aprovechó para dormir.

El domingo intentó arrancar la camioneta, pero por lo visto se había encaprichado y nuevamente no le respondió. Aprovechó el fresco de la
mañana. Ya sabía lo que le esperaba por la tarde: el sol implacable secando su boca ya lastimada por falta de líquido.

No tardó en desmayarse. Así lo encontró Juan al llegar el lunes por la mañana. Todos dicen que fue un milagro que haya resistido tantas
horas sin agua con temperaturas tan altas.

Don Pascual y su esposa yacían destrozados del otro lado de la casa. Y la bestia negra , muerta junto a la camioneta.

El Juego del Teléfono

Cuando era chica, no existían los teléfonos celulares ni las computadoras. Es más, en algunos barrios la mayoría de las casas no tenían
teléfonos. Era muy común que los vecinos prestaran sus aparatos y hasta recibieran llamadas para sus vecinos cercanos.

Esos teléfonos eran grandes, de color negro. Tenían un disco giratorio en el frente donde estaban todos los números del cero al nueve. Para
hacer una llamada había que colocar el dedo en el número correspondiente y hacer girar el disco hasta el tope número por número.

Las llamadas equivocadas y las ligadas eran frecuentes. Tampoco quedaban registradas las llamadas y el contestador automático no se
había inventado. Eran otros tiempos…

Esto ocurrió en esos tiempos.

Alicia y Liliana eran hermanas y primas hermanas de Patricia y Susana. Las cuatro además de primas eran amigas. Les encantaba jugar
juntas. Se disfrazaban, un día se convertían en cocineras, otro en maestras y otro en enfermeras. La verdad es que las cuatro primas se
entretenían sin molestar y sin pelearse durante horas.

Por esa razón, un día los dos matrimonios decidieron ir juntos al teatro y dejar a las cuatro niñas jugando en el departamento.

La más chica era Susy, tenía once años. La más grande Alicia, tenía catorce. Lily y Pato tenían doce años.

El departamento era seguro y se conocían todos los vecinos, las niñas sabían comportarse y jamás tuvieron problemas, así que estaban
ansiosas por vivir una nueva experiencia quedándose solas por dos o tres horas.

Las chicas estaban felices y en cierta manera se sintieron adultas.

Dejaron las muñecas e incursionaron en el tema maquillaje utilizando el rouge y las sombras para ojos que encontraron. Luego se limaron
las uñas y se aplicaron distintos tonos de esmalte.

Mientras estaban tan dedicadas jugando a la manicura, Pato vio la Guía Telefónica y comenzó a ojearla buscando apellidos que le causaran
gracia. Así descubrieron apellidos como Gallo, Gordo, Gavilán, Castillo, Rojo, etc. Y no paraban de reírse imaginando chistes graciosos.

Alicia era la que más disfrutaba. De pronto dijo: -Llamemos a ver que contestan-

Y se reunieron todas en torno al teléfono con una sonrisa cómplice.

A Susy, la menor, la nombraron secretaria. Ella debía anotar prolijamente los nombres y los números de los destinatarios de sus bromas.

Liliana sentenció compungida: - Mamá nos va a retar, Nos va a poner en penitencia hasta fin de año-

Alicia, sin darle tiempo ni para respirar, retrucó: Mamá no se va a enterar a menos que alguien se lo diga- y agregó-Espero que cierres tu
enorme bocota. Jura con la mano en el corazón que no se lo vas a contar- dijo solemne.

Ay, dijo Lily – Dejame tranquila.

¡No! Dijo Pato- Tenés que jurar que no vas a decir nada.

Está bien. Lo juro – contestó Lily en un susurro.

-Por Canela- Dijo Pato agregando- y no cruces los dedos en tu espalda.

-¡Está bien! lo juro por Canela- Mientras juraba, mostró sus manos y le echó una mirada triste a su gata que dormía en el sillón.

Una vez conseguido el solemne juramento de Lily, se dispusieron a hacer los llamados correspondientes: Al Señor Gallo le preguntaron por
sus gallinas, al Señor Gordo le ofrecieron una dieta, al Señor Gavilán le ofrecieron una jaula, al Señor Castillo le ofrecieron mudarse a un
rancho, a la Señora Rojo le preguntaron que pensaba hacer este año que estaba de moda el azul y así continuaron muertas de la risa
anotando prolijamente a sus destinatarios y los distintos insultos que recibían de sus víctimas inocentes.

El juego se había puesto divertido y hasta Lily participaba con entusiasmo sugiriendo nuevas bromas.

Este pasatiempo del teléfono había resultado un éxito. Era la primera vez que recibían insultos de semejante magnitud y les dolían las
mandíbulas de tanto reírse.

Mientras apuntaban una nueva lista de víctimas y proponían los mensajes sonó el teléfono.

Alicia, la mayor atendió pensando que eran sus padres para controlarlas: -¡Hola! ¡Hola!- dijo calmada. Del otro lado de la línea se escuchaba
música clásica. –¡Hola! ¡Hola! Volvió a repetir… pero del otro lado solo se escuchaban los acordes de un violín lejano.

Cortó y siguieron preparando su juego.

Cuando se disponían a comenzar su raid telefónico, al levantar el tubo no escucharon el característico tono sino una respiración fuerte y
sonora en el auricular. ¡Hola!- Repitió Alicia y haciéndole señas a sus primas para que guardaran silencio les fue pasando el tubo para
compartir el extraño sonido. Pero este, tornó en una carcajada estruendosa y desconocida. Era la voz de un hombre.
¡Hola! Gritó Alicia. Del otro lado un largo silencio y luego una voz grave y espesa le dijo susurrando: -Sé que están solas.

Alicia colgó el tubo y aterrorizada comunicó el mensaje a su hermana y a sus primas.

-Nos está mirando- balbuceó Pato.

Lily se largó a llorar y Susana, la acompañó lagrimeando con cara de espanto.

¡Apaguen la luz! ordenó Alicia. Pato corrió a cumplir de inmediato la astuta decisión de su prima. Ahora las más chicas redoblaron su llanto.

¡Silencio! ¡Callense por favor!- les gritó Pato.

Alicia y Pato se asomaron nerviosas a la ventana para escudriñar los departamentos vecinos mientras las más pequeñas lloraban
abrazadas.

De pronto escucharon el sonido del ascensor que arrancaba. Corrieron a pegar el oído contra la puerta y corrieron la tranca. Escucharon
abrirse la puerta y pasos en el palier.

Contuvieron la respiración con esfuerzo.

El sillón- susurró Alicia. Entre ambas empujaron el pesado sillón contra la puerta, pero en medio de la oscuridad reinante, los nervios y el
llanto de sus hermanas menores se llevaron por delante una lámpara que se cayó explotando las lamparitas y una mesita ratona con
adornos acuñados a través de los años por la dueña de casa que se desplomaron y crujieron como si se partieran mientras escuchaban el
sonido del agua contenida en un florero caer sobre la alfombra.

Pero lograron correr el sillón y se sentían a salvo.

Las dos primas se sentaron inmóviles sobre el sillón en el silencio en la oscuridad.

Canela, la gata maullaba, y como si supiera lo que estaba ocurriendo se acurrucó en los brazos de Lily, su dueña.

Desearon que sus padres llegaran a rescatarlas y nunca los minutos les parecieron tan largos.

El teléfono negro era el único objeto que permanecía en el lugar de siempre y ninguna se animaba a tocarlo.

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