La Epilepsia es una enfermedad del cerebro que se manifiesta con convulsiones
“ataques epilépticos” repetidas sin relación con la fiebre ni con un daño inmediato del cerebro (infecciones, golpes, intoxicaciones, etc.). Una convulsión es la presencia de una serie muy variable de síntomas (movimientos y sacudidas incontrolados de la cabeza, tronco y/o extremidades; pérdida de conocimiento; amoratamiento de los labios o general del cuerpo; movimientos anormales de los ojos; desconexión con los demás; emisión de ruidos extraños, etc.) , en respuesta a una sobre activación de las neuronas. Lo que sucede es que un grupo de células del cerebro (neuronas), por causas muchas veces desconocidas, envía un impulso eléctrico excesivo que en ocasiones se propaga a todo el cerebro y que se manifiesta con una convulsión. ¿CUÁL ES LA CAUSA? En la mayor parte de las ocasiones no se conoce la causa y se habla de epilepsia idiopática. Sin embargo, en algunos casos, existen enfermedades cerebrales (malformaciones congénitas, asfixia en el parto, infecciones durante el embarazo, etc.) o generales que se pueden manifestar como epilepsia. La epilepsia idiopática es en gran parte una enfermedad hereditaria ya que no es raro que varios miembros de una misma familia la presenten. En cualquier caso, lo que sí se conoce es que estos niños tienen una predisposición a presentar convulsiones, especialmente cuando actúan algunos factores precipitantes como: infecciones respiratorias, excitación por exámenes, falta de sueño, ingesta de alcohol, las fases iniciales del sueño y el despertar, etc. ¿CÓMO SE MANIFIESTA? La epilepsia se manifiesta con convulsiones repetidas que serán muy diferentes dependiendo de la edad y del tipo de epilepsia que se trate. En muchas ocasiones antes de aparecer la convulsión el niño o su familia presienten que esta va a suceder por la presencia de algunas molestias, como dolor de cabeza o en el abdomen, náuseas, vómitos, nerviosismo o irritabilidad en el niño pequeño, etc. Este fenómeno se denomina “aura”. La epilepsia puede ser parcial o generalizada. Algunas son benignas y propias únicamente de la infancia y otras perdurar toda la vida y ser más rebeldes al tratamiento: • La epilepsia parcial se caracteriza porque se puede localizar en qué lugar del cerebro se encuentran las neuronas sobre activadas o “irritadas”. La epilepsia parcial puede ser simple, cuando en las convulsiones no se pierde el conocimiento o complejas cuando se produce esto último. Las convulsiones de este tipo de epilepsia suelen manifestarse con movimientos involuntarios de los músculos de una parte de la cara o una extremidad. En el caso de la epilepsia parcial compleja, esos movimientos involuntarios son acompañados por percepciones extrañas (alucinaciones, olores extraños, lenguaje confuso, etc.) y/o movimientos automáticos (correr y moverse sin dirección definida, tirarse de la ropa, frotar objetos, gesticular, en general, repetir constantemente un movimiento sin ningún fin) y pérdida del conocimiento o desconexión con los demás. • Epilepsia parcial benigna de la infancia, rolándica o del sueño: esta epilepsia parcial es típica de la infancia y en general es benigna y transitoria. Es más frecuente entre los 8 y 14 años de edad. Las convulsiones suelen aparecer al iniciarse el sueño o inmediatamente al despertar el niño. Lo habitual es que se produzcan movimientos involuntarios de los músculos de un lado de la cara, con desviación de la boca hacia un lado, dificultad para hablar y emisión de ruidos extraños “como gruñidos”. A veces, la convulsión se hace más general y se produce pérdida de conocimiento y movimientos involuntarios de las extremidades. • Epilepsia generalizada: existen muchos tipos pero los más característicos de la niñez son el gran mal, las ausencias y los espasmos infantiles (Síndrome de West). • El gran mal se caracteriza por las convulsiones más típicas o conocidas por todos. El niño/a pierde el conocimiento, se pone rígido o todo lo contrario (blando como un muñeco de trapo), los ojos se ponen en blanco o con mirada perdida, los labios y la piel de la cara pueden amoratarse y se producen sacudidas de los brazos y las piernas. En ocasiones el niño se orina y defeca involuntariamente. Cuando para la convulsión, habitualmente en menos de 5 minutos, el niño* permanece un tiempo en un sueño muy profundo denominado “estupor postcrítico”. Al despertar el niño/a no recuerda lo sucedido. • Las ausencias son convulsiones mucho menos aparatosas. En los casos típicos, el niño* durante unos 5-10 segundos, deja de hacer lo que estaba haciendo y se queda con la mirada fija y perdida, aunque mantiene la postura que tenía (sentado o de pié). Cuando cede la ausencia el niño continúa con su actividad normal, no recordando lo sucedido. • Los espasmos infantiles o Síndrome de West, comienzan en el primer año de vida, alrededor de los 4-6 meses de edad. El niño* presenta unas convulsiones muy características que consisten en la pérdida de conocimiento, mirada perdida y sacudidas en salvas y al unísono de brazos y piernas, como si se sobresaltase, repitiéndose varias veces durante varios segundos. Posteriormente el bebé suele llorar y quedar como agotado durante unos minutos. ¿CÓMO SE DIAGNOSTICA? La epilepsia se diagnostica por los síntomas que hemos descrito y en general, con la realización de un electroencefalograma (EEG). El EEG es una prueba no dolorosa que se realiza aplicando unos electrodos a la cabeza del niño que registran la actividad eléctrica del cerebro y las alteraciones de la misma (las zonas de sobre activación o irritación). Cada tipo de epilepsia tiene un EEG característico, pero en ocasiones, aún existiendo claramente convulsiones, esta prueba puede no detectarlas. En este último caso, para descubrir los hallazgos típicos de la epilepsia, se recurre en ocasiones a realizar un EEG con privación de sueño (se tiene al niño* unas horas sin dormir por la noche, justo antes de realizar el EEG). Para el diagnostico de la epilepsia y sus posibles causas se pueden utilizar otras muchas pruebas radiológicas y en ocasiones complicados análisis de laboratorio. Las pruebas más utilizadas, dirigidas fundamentalmente a encontrar causas de epilepsia son el escaner o TAC cerebral y la resonancia nuclear magnética. En estas dos pruebas se pueden ver con detalle todas las partes del cerebro y descubrir alteraciones del mismo como tumores, hemorragias, malformaciones congénitas, etc. En la epilepsia idiopática o sin causa aparente, como su propio nombre indica, no se encuentra alteración alguna en estas pruebas. ¿CÓMO SE TRATA? El tratamiento general de la epilepsia lo debe decidir un neurólogo. Existen muchos medicamentos diferentes “anticonvulsivos” y cada uno es más apropiado para un tipo u otro de epilepsia. En general, el tratamiento de la epilepsia se comienza cuando las convulsiones se han producido más de una vez. Este tratamiento se mantiene durante al menos 2-3 años, en ocasiones de por vida, dependiendo del tipo de epilepsia. Algunas epilepsias no requieren tratamiento con medicamentos, como sucede en muchos de los casos de Epìlepsia benigna de la infancia, descrita anteriormente. Los ataques convulsivos o convulsiones, en muchas ocasiones ceden solos, sin necesidad de administrar tratamiento alguno, en pocos segundos o minutos. Cuando la convulsión se prolonga se administran medicamentos anticonvulsivos para frenarla. Las normas generales que se deben aplicar a un niño con una convulsión, especialmente si esta es generalizada, es tumbarle en una superficie segura y colocarle acostado de lado. No es preciso introducir nada en la boca ya que es excepcional que se muerdan la lengua. Cuando la convulsión es prolongada y se trata por un equipo sanitario, además de administrar un medicamento anticonvulsivo, se asegura una buena oxigenación del niño dándole oxígeno con una mascarilla y en ocasiones introduciéndole un tubo de plástico en la boca para que respire mejor (tubo de guedel). Los medicamentos anticonvulsivos se administran por diferentes vías (boca, recto, intramuscular, intravenoso), siendo muy corriente en los niños hacerlo por vía rectal, a través del ano. ¿CÓMO SE PREVIENEN LAS CONVULSIONES? Es difícil prevenir todas las convulsiones pero existen algunos aspectos que se deben tener en cuenta: • Administrar diariamente los medicamentos anticonvulsivos que haya recomendado el neurólogo • Hábitos de vida ordenados: respetar las horas de sueño, llevar una alimentación adecuada y limitar la ingesta de bebidas estimulantes (cafeína, alcohol, etc.). • Algunos tipos de epilepsia se pueden desatar por los cambios bruscos de luz (“epilepsia fotosensible”) por lo que en general se recomendará que estos niños no vean la televisión muy cerca ni a oscuras. • Evitar la práctica de actividades deportivas en solitario y aquéllas que entrañen un riesgo evidente. Aunque ésta no es una medida para prevenir una convulsión, sí que puede disminuir las consecuencias de la misma. ¿CUÁLES SON SUS COMPLICACIONES O SU PRONOSTICO? En general, en la epilepsia idiopática, el niño puede estar entre las convulsiones, absolutamente sin síntomas de la enfermedad y hacer una vida normal. El desarrollo intelectual de la inmensa mayoría de estos niños va a ser normal, aunque dependiendo del tipo de epilepsia que se trate puede haber un grado más o menos importante de retraso mental. El pronóstico de la epilepsia, (duración de la enfermedad, retraso mental, invalidez, etc.) guarda una relación muy estrecha con el tipo de epilepsia, la edad de inicio, la existencia de lesiones en el cerebro y la respuesta al tratamiento anticonvulsivo. De las epilepsias comentadas en este apartado, el Síndrome de West y la epilepsia parcial compleja, especialmente si hay lesiones en el cerebro, son más graves y tienen peor pronóstico. Las convulsiones, aún siendo muy aparatosas, excepcionalmente van a producir un daño cerebral o la muerte. Unicamente las convulsiones de larga duración, más allá de 30 minutos (“status convulsivo”) y las que suceden practicando una actividad de riesgo, sin la presencia de testigos y ayuda, pueden acarrear consecuencias graves. ¿CUÁNDO SE DEBE CONSULTAR? Se debe consultar al pediatra, siempre ante una primera convulsión, sea del tipo que sea. Unicamente en los casos que el niño ya esté diagnosticado y la familia conozca perfectamente como actuar ante estas situaciones, se podrá demorar la consulta médica. Esta consulta debe ser inmediata si: • es una convulsión generalizada • la convulsión no cede • la convulsión ha sido muy prolongada (más de 15 minutos) • la convulsión es diferente a las que presentaba hasta ese momento • tras la convulsión el niño no acaba de despertar DEBE RECORDAR
• La epilepsia se manifiesta con convulsiones repetidas que serán muy diferentes
dependiendo de la edad y del tipo de epilepsia que se trate • En la mayor parte de las ocasiones no se conoce la causa y se habla de epilepsia idiopática • Las convulsiones, aún siendo muy aparatosas, excepcionalmente van a producir un daño cerebral o la muerte • La epilepsia se diagnostica por los síntomas que hemos descrito y en general, con la realización de un electroencefalograma (EEG) • El tratamiento general de la epilepsia lo debe decidir un neurólogo. Existen muchos medicamentos “anticonvulsivos” y cada uno es apropiado para un tipo u otro de epilepsia • Se debe consultar al pediatra, siempre ante una primera convulsión, sea del tipo que sea