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Los economistas creen, en general, que han “explicado” algo cuando pueden
demostrar que ciertos fenómenos colectivos de interés tendrían como origen la
interacción de comportamientos individuales, normalmente regidos por el propio
interés; o sea, los fenómenos globales de nivel superior se explican en función de
“microfundamentos” de nivel inferior. Los economistas creen, por ejemplo, que
comprenden la hiperinflación. El proceso funciona así: ante una inflación cuya raíz es
la emisión monetaria por el Estado, los individuos tratan de reducir el monto de dinero
efectivo en su poder; pero este empeño eleva más rápidamente aun los precios,
generando nuevos esfuerzos por reducir la tenencia de efectivo, etcétera. El fenómeno
del nivel superior, la hiperinflación, es explicado en términos del comportamiento del
nivel inferior, los esfuerzos de los individuos por reducir su tenencia de efectivo. No
toda teoría económica logra derivar los macrocomportamientos de las
micromotivaciones, pero ésa es siempre su meta [p. 721; en Kugman (1997) la
formulación es muy similar].
Ésta es entonces una tesis central, desde el punto de vista metodológico, de los
autores neoclásicos, que impregna toda la literatura “académicamente correcta”. El
punto de partida del análisis siempre son las unidades económicas consideradas como
átomos. Así, por ejemplo, se considera que los hogares (o los consumidores) tienen
gustos y preferencias que se pueden identificar de forma independiente del entorno
social en que están esos hogares, y de cualquier otra dimensión social. En otras
palabras, esos gustos y preferencias no dependen, de alguna manera fundamental o
que sea imposible de eliminar, de las relaciones sociales en que están inmersos los
individuos. Los hogares se comportan según un axioma de racionalidad-optimización
que se considera “dado”, previo a lo social. Naturalmente, la corriente principal no
niega que los individuos se relacionen unos con otros, y que esas relaciones impongan
restricciones a lo que hacen. Sin embargo lo importante es que el individuo
desemboca en esas relaciones sociales desde una constitución no social de sus
gustos y preferencias. Es por esto que típicamente el análisis neoclásico parte de
Robinson. Las características esenciales de la economía están presentes en su isla y
lo social surge por el simple agregado de los comportamientos individuales. Esto
significa que muchos Robinson viven en muchas islas, y a partir de determinado
momento se conectan y comercian. Entonces pueden ocurrir, y ocurren, cambios; pero
los mismos están predeterminados por la constitución atomística previa de cada uno
de los Robinson.
Este concepto donde lo que se cumple para una parte no tiene que cumplirse para la
totalidad, es llamado “la falacia de la composición”. A continuación, se explican tres
ejemplos:
1. Si un agricultor tiene una gran cosecha, venderá más y tendrá más ingresos.
Sin embargo, si todos tienen una gran cosecha, los precios de ese producto
bajarán, al haber mayor oferta, y quizás los ingresos individuales de cada uno
no aumenten.
2. El ahorro de una persona puede ser bueno para ella, pero si todos los agentes
ahorran, eso sería poco adecuado para la economía a nivel global porque
habría menos demanda agregada
La historia nos ha enseñado varias lecciones que ayudan a justificar las razones que
soportan la tesis de utilizar la política fiscal en la recuperación de la crisis financiera del
2008-2009.
• colectivo, dado que cada país que goce de espacio fiscal debe contribuir al
esfuerzo,