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UNIVERSIDAD NACIONAL – MAESTRIA EN HABITAT

SEMINARIO DE TEORIA
ENSAYO FINAL

EL DESARROLLO REGIONAL Y SU COMPROMISO CON LA


SUSTENTABILIDAD Y EL HABITAT

Presentado por: Oswaldo Mesías Rosas

INTRODUCCION

El modelo de desarrollo asumido por nuestros países, a semejanza y


dictámenes de la cultura hegemónica de los países desarrollados no nos
ha producido más que impactos negativos que han afectado la calidad de
vida de la población y del ambiente, problemas que han rebasado el
ámbito local para situarse en el global. Para responder a este paradigma,
cobra importancia el trabajar en torno al concepto del desarrollo
sustentable en directa interrelación con el desarrollo regional, permeados
desde diferentes campos disciplinares en una amalgama que vaya más
allá de la suma de distintas interpretaciones desde diferentes miradas
para convertirse en un solo propósito transdiciplinar el desarrollo regional
sustentable, donde el concepto de hábitat como un articulador de saberes,
con su uso recurrente dentro del campo de diversas disciplinas contribuirá
en la elaboración de nuevos discursos construidos desde nuestros propios
intereses.

El propósito del presente ensayo es abordar elementos de esa amplia


gama de interpretaciones, análisis, precisiones y proposiciones que desde
distintos ámbitos ayuden a entender las interrelaciones entre estos
conceptos, tan pertinentes para comprometernos con el futuro de
nuestras comunidades en relación con sus propios territorios, ávidas de
mejorar sus condiciones de habitabilidad. El hilo conductor de este texto le
apunta a reflexionar sobre las respuestas que implica el interrogante de
¿Cómo alcanzar, vía del desarrollo regional endógeno, mayor calidad de
vida en mejores condiciones de hábitat, sin comprometer la
sustentabilidad?
Hoy en día cuando se ha puesto evidente la crisis financiera global que
cobija a países desarrollados que fueron sus originadores y los países
tercermundistas por la dependencia de su economía, que para completar
este panorama desalentador América Latina como región ocupa los
últimos lugares en competitividad en el contexto mundial. “la sabiduría
de las reformas estructurales inspiradas en el Consenso de Washington
(Liberalización, apertura, desregulación y privatización), ha comenzado ser
severamente cuestionada” (MONCAYO, 2004:17). Ya el País del Norte ha
perdido toda credibilidad y mandato hegemónico para venir a
dictaminarnos con que criterios se deben desarrollar nuestros países. El
modelo del Neoliberalismo de acumulación de capital creciente y
sostenible y mejorando las condiciones de vida que nos quisieron vender a
los países del tercer mundo hoy ha demostrado su total fracaso. Es un
deber moral y de compromiso con nuestras poblaciones el escoger nuestro
propio camino, sin caer en la ingenuidad de pretender ser una isla,
determinar nuestras metas, un horizonte que oriente cual es la senda por
la que caminaremos, fruto de nuestra propia elección; no solo modificando
tendencias que exigen más de lo mismo, nuevas reivindicaciones del
sistema capitalista, sino nuevas visiones de desarrollo con renovados
enfoques y distintos énfasis, donde lo regional sustentable en la construcción del
hábitat pidan y se tomen la palabra.

INICIEMOS DESDE LAS REGIONES

Debemos partir del reconocimiento de que el desarrollo ya no puede ser mirado sólo en
términos de crecimiento económico, donde la dimensión del desarrollo económico era la
En no pocos países
predominante para determinar las políticas públicas del Estado.
se vive actualmente la cruel paradoja de una simultánea aceleración del
crecimiento económico y desaceleración del desarrollo, de un aumento de
los índices macro-económicos y de una disminución de los índices más
concretos que miden convergencia, sea entre sectores, territorios, o
personas. Por tanto una nueva agenda pasa por reconocer que el desarrollo tiene
objetivos más amplios que el solo crecimiento económico.

En estas circunstancias cobran renovada importancia los enfoques del


desarrollo sustentable y de desarrollo regional, alimentados por conceptos
de desarrollo humano, hábitat urbano, competitividad sistémica, huella
ecológica, que serán alimentados por nuevas disciplinas que cobran
pertinencia como la Nueva Geografía Económica, la Economía Ecológica, la
Ecología Política, entre otras. Teorías todas estas que nos ayudaran a
avanzar en el reconocimiento de las disparidades en el desempeño
económico de las regiones aún dentro de un mismo país se deben a la
tendencia de concentración en determinadas localidades, es decir que
obedecen “a una concepción en la que los procesos de acumulación, de
innovación y de formación de capital social tienen un carácter localizado.
De esta manera una nueva agenda del desarrollo debe incorporar una
aproximación de abajo-arriba, basada en el potencial endógeno de los
territorios” (MONCAYO, 2004:19). La tarea es, construir desde lo micro,
dentro de las complejidades territoriales. Las agendas prospectivas se
concretan desde abajo, es en los tejidos sociales donde los cambios se
procesan desde lo pequeño a lo grande.

La inserción de los países en los nuevos escenarios de la globalización


puede ser un proceso traumático para el país como un todo, o para
algunos de sus propios territorios o regiones internas. Las ciudades
latinoamericanas y sus respectivas regiones de influencia fruto de la crisis
mundial y del reacondicionamiento del capital han sufrido procesos de
desindustrialización, que ha obligado a las empresas o a vender sus
terrenos para relocalizarse o para levantar la fábrica por los procesos de
quiebra inducidos por la competencia desigual de los países hegemónicos.
Es entonces de vital importancia entender el papel que desempeña la
región, como se resuelve esa disyuntiva planteada por el fenómeno global
que nos atraviesa, la homogenización de todo, negando el lugar, su
historia y su cultura; pero por otro lado, el mercado global no puede existir
sin el soporte de la infraestructura que le brinda la región, es ahí donde se
desarrollan los procesos productivos. Las dos tendencias globalización y
localización se tornan en las dos caras de una misma moneda, la una se
necesita de la otra. Entender esta disyuntiva y obtener lineamientos que
contribuyan a alimentar criterios para comprender cual debe ser la
respuesta de las regiones para encaminarse por la senda de un desarrollo
sustentable y a escala humana.

Nuestras regiones deben responder al fenómeno contemporáneo que se


ha calificado con el neologismo de glocalización, una mezcla de
globalización y localización, como dos fenómenos que no se excluyen,
entender la globalización como hecho cumplido, que se resuelve ya no en
la nación sino en los territorios. Los productos son de consumo mundial,
pero siempre son recibidos por individuos en sus contextos globales.
La globalización afecta a las regiones con sus efectos estructurantes y
dualizantes. Se habla ahora de regiones ganadoras o regiones perdedoras.
¿Cuáles son los determinantes que hacen que una región sea lo uno o lo
otro? “La respuesta a este y a otros interrogantes ha conducido a la
llamada reterritorialización del desarrollo….. Los efectos territoriales de la
globalización se reflejan hoy en expresiones territoriales como: Ciudades
globales que pueden definirse como plataformas urbanas donde se
concentran de manera creciente las funciones de gestión, comando y
control de alto nivel de las industrias informáticas y de servicios
especializados para empresas y gobiernos a escala planetaria.”
(SANTACRUZ. 2006, p.158).

Pero la hegemonía de los países desarrollados sigue reproduciendo la


acumulación del capital en sus propios centros de interés, son sus mismas
ciudades - regiones las que más se reacomodan a las nuevas exigencias
del capital. La famosa tercerización aceleradas de las ciudades como
prestadoras de servicios es otro de los mitos que se nos quiere vender. Un
proceso de tercerización solo funciona donde se vende lo que ahí se
produce, la productividad del comercio y de los servicios es mucho menor
que la de la industrialización. Desarrollar la competitividad desde la
tercerización no tiene asidero para nuestras ciudades latinoamericanas.

El despertar de modelos endógenos como respuesta a las limitaciones de


los modelos neoliberales y al peso cada vez más determinante de la
tecnología ha dado lugar al desarrollo económico local y/o regional. Este
supone que las fortalezas de los territorios están en su interior y que estas
se pueden desarrollar a través de su capacidad endógena, sinergizando
sus capitales humano, natural, físico y social dentro del marco de una
planeación que articule el desarrollo del mercado interno con las
exigencias del comercio internacional a través de la competitividad en un
proceso que sea sustentable en términos políticos, ambientales, sociales y
culturales.

Para enmarcar los elementos que confluyen en el territorio, en la región o


en el locus que deben potencializarse para responder competitiva y
sosteniblemente al mercado global para ir en pos del desarrollo endógeno
“se acepta que los determinantes del crecimiento económico territorial
son la acumulación de capital físico o inversiones, la acumulación de
conocimiento o progreso técnico, la demanda externa y el gasto de no
residentes y, de una manera muy importante, las reglas
económico/institucionales del juego, es decir, el cuadro de la política
económica nacional y sus diferenciados efectos territoriales, crecimiento
endógeno significaría que los agentes principales que determinan la
acumulación de capital son personas naturales y jurídicas residentes en
ese territorio, que el progreso técnico es generado principalmente por el
sistema científico y tecnológico de esa área y que la política económica
nacional también está en manos de agentes locales.”(Boisier,1993).

El desarrollo endógeno es una interpretación para la acción, y la política


de desarrollo local incide sobre estos procesos, lo que permite a las
ciudades y regiones responder a los desafíos de la globalización. La
respuesta no tiene alternativa debe estar en la capacidad de creatividad,
liderazgo y voluntad política de todos los actores que influyen y tienen
asiento en nuestro territorios.

Constitucionalizar el tema de ciudad – región es el único y definitivo


instrumento para llevar a cabo la integración y el desarrollo real de las
regiones en un país. Un proyecto de acto legislativo de regionalización
permitirá aunar esfuerzos en pro de su desarrollo, asociar en una región
administrativa y de planificación especial con personería jurídica y
patrimonio propio a los entes territoriales asociados, cuyo objeto principal
será el desarrollo económico y social y la preservación del medio
ambiente, que busca un trabajo mancomunado para superar temas en
materia de infraestructura, servicios públicos, superación de la pobreza
extrema, prevención de desplazamiento forzado y servicios básicos.

En Colombia, la categoría de Ciudad Región no tiene un explícito referente


constitucional, está en moras de ser asumido por nuestros legisladores en
la aprobación de la nueva ley orgánica de ordenamiento territorial en
hibernación en el congrego, desde la incorporación de la misma
Constitución política del 91, que planteó la construcción de un nuevo
orden político-administrativo y la elaboración de un nuevo estilo de
planificación del desarrollo, que ya habló de la necesidad de definir y
conformar las nuevas regiones que el país está demandando y que ya
fueron superadas por los departamentos o por la ya obsoleta
regionalización establecida a propósito del Consejo Nacional de Política
Económica y Social CONPES, necesitamos unos nuevos entes de
planificación territorial que permite una aproximación a las realidades
naturales y socio-ambientales de un territorio a efectos de conseguir una
intervención en donde se puedan respetar tanto los derechos de la
sociedad, como los de la naturaleza, que no encuentre barreras
burocráticas en los limites de las municipalidades o en el de los gamonales
politiqueros interesados más en defender sus particulares intereses y sus
círculos electorales.

CONTINUEMOS CON EL AMBIENTE

A partir de la consolidación de la revolución industrial en el hemisferio del


norte, una "Cruzada mundial del Hombre contra la Tierra" ha dado inicio,
una guerra de autodestrucción contra su propio hábitat, en la que ataca y
destruye sus fuentes de alimentos naturales, de producción de oxígeno y
de reservas de agua potable necesarios para la vida. Si no queremos
poner en peligro la existencia de la especie humana en el planeta
debemos detener esa guerra que lamentablemente estamos ganando
(perdiendo) y la única forma de hacerlo es dar un vuelco muy grande en el
rumbo que el desarrollo humano ha tomado, porque si éste no es
ambientalmente sustentado, si no tenemos la precaución de utilizar sin
extinguir, de producir sin contaminar, de consumir de forma responsable;
La posibilidad de la existencia de la vida humana se extingue.

En la actualidad, la necesidad de incorporar la dimensión ambiental en la


concepción y la práctica del desarrollo es indiscutible. El consenso que ha
ido emergiendo desde del informe Burtland (Naciones Unidas, Estocolmo,
1972) y la multitud de foros que le han sucedido, apuntan a iniciativas
que contemplan a la economía y la ecología unificadas y complementadas
para generar un nuevo paradigma de desarrollo que supere la visón de la
disponibilidad infinita de los recursos naturales, y tome en cuenta las
complejas interrelaciones entre la actividad humana y su entorno
ambiental.

Desde nuestros países del sur, donde el tema del entorno es de mayor
cuidado, ya que resulta difícil de combinar con la idea de equidad social,
en aras de tener clara una utopía a construir, la gestión ambiental
regional permitirá ese deseo de concretar nuevas exigencias para
nuestras regiones que tienen que ver con el ambiente: reducir la
contaminación, evitar el consumo de recursos que no puedan renovarse y
no superar la capacidad de carga de nuestros territorios con acciones que
dañan el planeta y que puedan ser irreversibles. Estas regiones serán
posibles ahí donde estén las aportaciones más creativas: “Necesitamos
construir paradigmas endógenos enraizados en nuestras propias
circunstancias, que reflejen la compleja realidad que tenemos y vivimos”
(Mora y Fals Borda, 2001)

Desde la óptica del un Modelo De Sostenibilidad, las políticas públicas


deben comprometerse con una propuesta alternativa global respecto del
desarrollo socio-económico, desde la Gestión Ambiental Urbana propender
por un enfoque ambiental alterativo del desarrollo regional, con un
enfoque orientado hacia el concepto de sostenibilidad, entendido éste
como la utopía contemporánea de alcanzar un desarrollo económico
moderno y eficiente, continuo y permanente en el tiempo, con justicia y
equidad, erradicando la pobreza, sin deterioro de los recursos naturales ni
contaminación del ambiente, en marcos políticos de mayor autonomía,
libertad, solidaridad y democracia.

Estas múltiples formas de la endogeneidad del desarrollo fortalecen el


potencial de innovación territorial y son el resultado de la sinergia del
sistema social. Así entendido el desarrollo endógeno, equivale a poner los
“controles de mando” del desarrollo territorial dentro de su propia matriz
social. Resulta obvio que en ésta interpretación el desarrollo regional es,
por pura definición, un desarrollo endógeno al punto que hablar de
“desarrollo regional endógeno” viene a ser algo casi tautológico. Estas
múltiples formas de la endogeneidad del desarrollo fortalecen el potencial
de innovación territorial y son el resultado de la sinergia del sistema
social. Con el fin de salvaguardar derechos sociales y ambientales de
comunidades locales que se sientan amenazadas por proyectos externos.
No podemos intentar construir el desarrollo territorial del Siglo XXI con
categorías mentales del pasado. Al contrario de lo ocurrido hasta el
presente con el par teoría/realidad en las políticas públicas de desarrollo
regional en América Latina, es imperativo colocar ahora las ideas por
delante de la práctica.

Proliferan varias falacias en torno al ecologismo. El discurso oficial parece


confrontar desarrollo y ecología, creando una dicotomía engañosa que, a
nivel teórico, Cientos de comunidades indígenas dependen
cotidianamente de sus ecosistemas como fuente de vida, dignidad y
desarrollo. Proteger las montañas y cuencas hidrográficas de la
explotación minera masiva es necesario para mantener tierras fértiles y
aguas en cantidad y calidad, que son recursos imprescindibles para la
soberanía alimentaria y la salud pública. Resulta insólito que en las más
altas instancias políticas se justifique la necesidad de explotar
irresponsablemente la naturaleza, como una mercancía más que el
mercado consumista del sistema capitalista depredador se vende al mejor
postor.

Un país, como Colombia, que alberga ecosistemas únicos, desde la


Amazonía hasta los manglares del Pacífico, así como una fracción
estimable de la biodiversidad mundial no puede permitirse el confrontar
ecología y desarrollo, sino que está obligado a fundirlos rigurosamente.

Por supuesto que se deben examinar proyectos económicos y extractivos


nacionales, buscando compromisos de desarrollo, pero ello debe hacerse
desde la prudencia, el consenso y el consentimiento. Oponer ecología y
desarrollo es un enfoque falaz y contraproducente.

Dentro del concepto de complejidad, donde la probabilidad existe ahí


latente, desde lo social se pueden delinear tendencias, pero la prospectiva
territorial es solo una probabilidad una tendencia con certeza de
incertidumbre, En los procesos de planificación nunca se incluyen
recesiones, calamidades, desarrollo informal, se excluye de entrada lo que
es seguro. Este nuevo paradigma debe necesariamente permear a la urbe y su
territorio de influencia, La ciudad, el territorio y el hábitat son fenómenos
complejos, imposibles de reducir a sus elementos meramente físico funcionales.
Las posiciones deterministas de planificar el territorio desde la dimensión físico
espacial quedaron en el restringido marco ya superado de la modernidad de la
planificación del zonning. El urbanismo y la arquitectura de la complejidad, en la
organización del territorio, en la definición de los usos del suelo y en el diseño
de los espacios, se inscribirán en una línea que ineludiblemente tiene en cuenta
la interdependencia del todo y las partes, las dinámicas de las raíces histórico
sociales, para el desarrollo de la sociedad, sin menoscabo de la sustentabilidad
de su territorio y sin menosprecio del individuo.
CONCLUSIONES

Al abordar desde la óptica integradora de aspectos territoriales de la


dimensión ambiental asociado a los conceptos de región confluye el
concepto de Biorregión entendido como “una zona de suelo y agua que
sostiene integralmente comunidades humanas, procesos socioeconómicos
y sistemas ecológicos. El territorio,-con sus significaciones ambientales-,
no es un factor puramente circunstancial y adjetivo del desarrollo, sino un
elemento estratégico y definitorio de las características que el mismo
pueda asumir”; (MONCAYO, 2004: 44). De aquí partiría un primer criterio
de identidad que desemboca en propuestas de desarrollo con
“personalidad” propia en cuanto reflejan planteamientos a partir de
espacios y realidades sociales, tecnológicas, políticas, ambientales y
ecológicas concretas y propias.

No cabe duda que un nuevo paradigma está emergiendo el desarrollo (o la


competitividad) regional , donde el territorio ya no es un factor que se
incorpora circunstancialmente al análisis del crecimiento económico, el
territorio ya no es solo campo de acción, sino que es considerado como
una estructura activa, se convierte en actor.

Por tanto, en la Región debería privilegiarse la preocupación por sacar


adelante proyectos que generen confianzas recíprocas intermunicipales;
ganen capacidad institucional; construyan grupos interdisciplinarios de
trabajo regional, y posicionen cultural y políticamente las posibilidades y
virtudes del proceso. En esta forma se estaría reconociendo que deberá
ser la propia sociedad civil (dentro de la cual la academia tendrá mucho
que decir) la encargada de adoptar las principales estrategias que, desde
el punto de vista político, orientarán todo el proceso.

El contexto de la globalización plantea nuevos desafíos a la ética del


desarrollo y obliga a replantearse el tema de la justicia, la propuesta de
Max Neff (1988) de “desarrollo a escala humana” como una metodología
cualitativa para analizar índices de calidad de vida integrando el “índice
de bienestar económico sustentable” pone de manifiesto que el
crecimiento económico por si solo no ha resuelto en términos mecánicos,
como se pretende, el problema mundial de la pobreza, y que la
globalización tiende a consagrar la pobreza y la miseria de muchas
regiones.

En resumen, el ecologismo es una dimensión clave de los movimientos


sociales y, por ello, merece mayor visibilidad y respeto. Todo enfoque de
desarrollo que desprecie la ecología y el ecologismo no puede pertenecer
a una visión prospectiva de desarrollo. Sin ecologismo no hay revolución
porque no se cambia el paradigma de desarrollo.

Trascender las anteriores reflexiones del actuar múltiple, diverso y de alguna


manera imprevisible de los seres sociales territorio a nuestros intereses
académicos nos invitan a incorporar nuevas visiones, introducir el paradigma de
la complejidad a los asuntos del hábitat, la ciudad y el territorio. La motivación
de todos los actores que están interesados en abordar las temáticas de la
planificación, que tienen como horizonte, el elevar la calidad de vida de las
poblaciones, en búsqueda de mejores condiciones de justicia social, equidad
económica, sostenibilidad social y democracia participativa tendrán
mínimamente como punto de partida, construir un enfoque sistémico que
reconozca la multicasualidad y los efectos sinérgicos de los procesos
ambientales, sociales y culturales.

PREGUNTAS:

El análisis de las diferentes lecturas y la realización del presente ensayo


invitan a reflexionar, a seguir profundizando para plantear respuesta a las
siguientes inquietudes:
• ¿Cuál debe ser el principal papel que debe jugarse la academia en el
proceso de búsqueda de esos senderos que conduzcan a nuestros
territorios por ese esquivo sendero del desarrollo regional unido al de
desarrollo sustentable?
• ¿Qué aportes, con qué criterios y con qué profundidad se puede hablar
que desde lo regional se puede contribuir a la sustentabilidad tan
cuestionable de la especie humana en el planeta tierra?
• ¿Cómo conciliar los derechos de las clases populares de calidad de
vida en mejores condiciones de habitabilidad, sin entrar en contracción
con la sustentabilidad de su territorio?
BIBLIOGRAFIA:

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