Sie sind auf Seite 1von 10

ARTÍCULO ORIGINAL PARA EL THINK-TANK DE CUBANÁLISIS

Lázaro González, Toronto, Canadá

CUBA: LAS REFORMAS Y LA EMPRESA PUBLICA DEL


NEOCASTRISMO

“Si quieres ‘hervir’ a alguien, primero asegúrate de conocer sus gustos”-Lg.

Con la clausura del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba el pasado 19 de


abril concluyó la ceremonia bautismal del neocastrismo, con lo cual se puso
sobre la encrucijada de la tragedia cubana un proyecto de reformas
socioeconómicas, eufemísticamente denominado “Actualización del Modelo
Cubano”, como si el castrismo arbitrario, como su amo, se hubiera regido por
reglas y procedimientos modelables, y no por las sinapsis caóticas y vesiculares
de origen glandular de un ególatra ambicioso con frustradas aspiraciones
alejandrinas en imposibles tierras insulares de azúcar, ron y pachangas, por un
lado, y enfermas de un ultra modernismo americanizado incrustado entre las
raíces españolas y africanas.

Atrás han quedado los tiempos cuando los críticos del sistema de
perfeccionamiento empresarial que desarrollo Raúl Castro en las empresas
militares, y que más tarde se extendió al 32% de las empresas civiles, han
reiterado que el mismo no brindó los resultados que de él se esperaban. Y no les
falta cierta razón en ello, solo que ningún proyecto reformador podía ser
aplicado parcialmente y sufriendo las incongruencias de estar insertado en un
sistema económico ajeno y contradictorio a sus propósitos. Por demás, estos
analistas nunca tuvieron la posibilidad de participar en esos procesos, con lo cual
sus reflexiones carecieron de la necesaria fundamentación concreta.

A falta de propuestas integrales provenientes de la oposición anticastrista, así


como de la academia cubana, el proyecto neocastrista, más allá de provenir del
propio poder ignominioso, es por su propia formulación una abarcadora y
ambiciosa reformulación social y económica, tanto en lo macro como en lo
micro, en correspondencia plena con la metamorfosis neocastrista del castrismo
caduco. El impacto en la estructura social y económica, así como en sus actores,
ya se está haciendo presente, y acelerará su dinámica en la medida en que se
modifiquen en consecuencia un conjunto de factores de la estructura social y
económica.

Se cuenta que en una época los críticos problemas de salud social de cierta
nación estuvieron asociados a una enorme proliferación de agentes transmisores
como las ratas, dado los pésimos hábitos de higiene personal y comunal y la
inexistencia de adecuados sistemas de drenaje y tratamiento de aguas residuales.

Un avispado empresario vislumbró acertadamente en ello una oportunidad de


mercado inigualable y efectivamente construyó lo que en su momento se
consideró la mejor ratonera del mundo. El revolucionario producto fue
debidamente patentado, promocionado, e incluso las autoridades sanitarias
volcaron sus esfuerzos en que la población las adquiriera con vistas a eliminar
los flagelos de salud que azotaban a la población. Dado su masivo destino, se
fijaron niveles de precios bajando el margen unitario de utilidades, lo que las
hacían accesibles a toda la ciudadanía, mientras las elevadas cantidades vendidas
permitían la obtención de fabulosas ganancias.

Solo que nuestro personaje no tuvo la oportunidad de conocer oportunamente


aquella recomendación que Porter realizara no décadas, sino cientos de años
después, que no bastaba hacer algo bien o excelentemente bien, sino que además
se requiere que ese “algo” sea apreciado [demandado] por los destinatarios
finales. Y es que desde el diseño no se precisó cual sería el público objetivo de
su iniciativa tecnológica y de mercado.

La mejor ratonera del mundo funcionaba con una eficiencia asombrosa, y no


había ratón que escapara a ella por astuto que fuera. Pero la ratonera debía ser
limpiada posteriormente, tarea generalmente reservada a las mujeres, que han
llevado sobre si el peso de la limpieza domestica, las cuales, por miedo o simple
aversión, lanzaban a la basura el novedoso artefacto y no querían saber nada mas
de él.

A pesar de ser abordados en estudios superiores de Administración Empresarial


y Mercadotecnia, ejemplos como el anterior se encuentran a cada paso en la
economía real, cometidos la mayor parte de las veces por grandes y prestigiosas
empresas, como el “Pajero” de Mitsubishi o la “Puta” de Honda, solo por
mencionar dos de los más “simpáticos” en la industria automovilística
recientemente, y que fueron introducidos en el mercado hispanoamericano y
tuvieron que ser retirados de inmediato, sencillamente para cambiar el nombre
de esos modelos por otros menos “populares”.

En el mundo del análisis social frecuentemente encontramos más ratoneras


inservibles que en el empresarial, motivado quizás por la incorporación de la
experiencia critica a los nuevos diseños, y la inmediata y brutal respuesta del
mercado en el segundo. Por otra parte, la realidad social no solo es compleja,
aleatoria, incierta y caótica, sino que se nos revela ante todo como una
representación holográfica y, a diferencia del espacio tecno-productivo y
comercial, la reflexión social no encuentra una retroalimentación inmediata para
ejecutar las correcciones necesarias en el modelo conceptual que propone.

Ello determina en gran medida la remisión a patrones que en el caso de Cuba


van desde las transiciones ocurridas en Europa del Este hacia sistemas políticos
democráticos y economías de mercado abiertas, hasta las transformaciones hacia
un socialismo de mercado con monopolio del poder político por un partido
único, como ocurre en China y Vietnam, hasta los abiertamente partidarios de
diferentes versiones de capitalismo o autogestión y colectivismo.

Con más frecuencia que lo deseado, suele apreciarse en la Cubanología [término


muy maltratado y no siempre sin razón, aunque nadie se cuestione a germanistas
y a otros expertos similares] y en muchos de aquellos que de una forma u otra
abordan el tema, que cuando la realidad no se verifica con el “patrón de
pruebas” escogido previamente, se desechan aquellos elementos no
“convenientes” de esa realidad. Sin embargo, son precisamente esos “ruidos”,
turbulencias e “inconveniencias”, los que conforman usualmente las claves para
su compresión y modelación.

Pero la tendencia al control y al orden en el análisis social es contradictoria con


una realidad discontinua, incierta, irregular y caótica. Aceptar la
imprevisibilidad total que emana del caos, es requisito sine qua non para
entenderla y transformarla. La crisis de percepción que se observa no es atributo
exclusivo de los estudios cubanos. Virtualmente en todas las esferas del
conocimiento humano se revela de una u otra manera. La complejidad de Cuba y
el implacable sistema de dominación política y control social que la subyuga,
compulsa al analista a simplificar esas realidades con el objetivo de ordenarlas
en un sistema de naturaleza newtoniana, donde las mismas causas siempre
provocan los mismos efectos y así hasta el infinito.

Pero la sociedad humana, Cuba y el neocastrismo ya bautizado y santificado en


el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, son sistemas no lineales, donde
los patrones previos no permiten conceptualizarla porque las “mismas” causas
no provocan los “mismos” efectos en iteraciones sucesivas.

Ya lo enunció James Gleick en una frase que se ha vuelto clásica, aunque


muchos continúen percibiéndola como una imagen literaria: “…si agita hoy, con
su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede modificar los sistemas
climáticos de Nueva York el mes que viene”.

Y es que el defecto común a la mayoría de la Cubanología reside en sustituir


realidades por deseos, al analizar realidades existentes solo en sus esquemas
mentales, y diseñando proyectos para el “post”, como si en Cuba hubiese uno y
no un “continuum” estructuralmente empobrecedor, es cierto, pero con una
capacidad adaptativa en función de conservar el poder, que desafía y rebasa,
hasta ahora, la propia biología humana de sus fundadores. No son los proyectos
“bien intencionados” los que harán realidad la visión de una Cuba democrática,
sino el poder que permita ejecutarlos.

Como es conocido, un elemento central que comparten todas las dictaduras es la


irrevocable voluntad de emplear la política estatal como un instrumento de
control de todas las esferas de la actividad humana y cubrir con sus tentáculos
todo el espacio social. Lo peculiar a la dictadura totalitaria castrista es que la
misma se ha venido transformado en un nuevo tipo que hemos denominado
dictadura autocrática totalitaria seudo-constitucional, que le permite, simulando
respetar la constitución y el cuerpo legal establecido, aplicarlos a su discrecional
conveniencia, factor clave para el proceso de reformas en despliegue operativo.

Luego, el rol y las funciones de la nomenklatura compartimentada en los


sistemas [“poderes”] legislativo, ejecutivo y judicial en el sistema político
cubano, se limita a asistir solemne y obedientemente a la cita donde reciben las
órdenes precisas del Primer Secretario-General-Presidente y regresar a sus
oficinas a instrumentar rápidamente lo que de ello sea posible, porque en un
sistema burocrático piramidal de castas la supervivencia está condicionada a la
lealtad. En Teoría Política esto es calificado como puro fraude constitucional.

La causa última del proceso reformista emprendido es de naturaleza endógena al


castrismo y no responde a “exigencias” externas ni opositoras, aunque lo
desearíamos. El empleo del empobrecimiento estructural como política de
control y coerción social condujo a la “Revolución Cubana” a la alternativa de
desaparecer por causas naturales o a reformularse para sobrevivir. El proceso de
“Actualización del ‘Modelo’ Cubano” no es más que una ingeniería social de
tipo fragmentaria, concretada en una anti-terapia de choque gradual, ejecutada
desde el poder para, reformulándolo, conservarlo.

La atención de analistas y ciudadanos comunes ha estado puesta en las medidas


puntuales que se ejecutan y en las imaginadas o deseadas, lo que desata una
avalancha especulativa no siempre con fundamento racional. Sin embargo, la
verdadera clave de la reingeniería social en proceso reside en la modificación de
los esquemas mentales y la construcción de un nuevo paradigma social.

En una reciente toma de opiniones realizada por el prestigioso International


Republican Institute se revela que el 90% de los encuestados apoya un cambio
del actual sistema económico a una economía de mercado, mientras que el 78%
no considera que el gobierno pueda resolver las más apremiantes necesidades de
la población.

Y es que el poder tiene que ser aceptado por la mayoría, porque de lo contrario
sucumbe, no importando si el consentimiento adopta formas activas o pasivas,
dado que en el caso de Cuba el consentimiento negativo es minoritario y ha sido
en la mayoría de las oportunidades fácilmente controlado.

De lo anterior se deriva que la verdadera encrucijada del régimen radica en


potenciar las oportunidades que le brinda que 9 de cada 10 cubanos favorezcan
una apertura económica que la élite limita a lo “pequeño” para la población,
según la tropicalización isleña del “Zhuanda Fangxiao” chino, para contrarrestar
la amenaza con potencialidad desestabilizadora de que más de tres cuartas partes
de los cubanos no confían en que sus acuciantes y acumuladas necesidades
mínimas de vida sean resueltas en estos contextos.

Conjuntamente con los mecanismos de coerción y represión social siempre listos


para “persuadir”, y considerando que más del 75% de la población nació
después de 1959, ponen de su lado aquel anatema de Karl Destch sobre que “Los
hábitos de obediencia son el socio invisible del gobierno, pero realizan más del
90 % del trabajo”, porque además, enfrascados en ganarse la vida los
trabajadores estatales y los cuentapropistas y pequeños empresarios en los
despiadados nuevos escenarios, poco tiempo y deseos habrán para cuestionarse
el poder.

Y no solo formalmente han tenido éxito, sino que el nuevo contrato social donde
el decrépito y ruinoso Papá-Estado va siendo sustituido progresivamente por un
papá igualmente autoritario e implacable, pero que centra su atención en el
control y la fiscalización, va ganando masivamente adeptos entre aquellos que
han perdido sus esperanzas sociales y anhelan intentarlo por ellos mismos.

Los partidarios de la democracia por “generación espontánea” deberían prestar


más atención a estos “detalles”, porque la transmutación del castrismo en
neocastrismo no se limita a la sucesión a una nueva élite previamente designada,
sino que supone igualmente la reformulación de las instituciones del Estado y
del sistema empresarial estatal “socialista” [público].

Consecuentemente el “estado omnipresente” que hemos conocido por medio


siglo se está transformando funcionalmente en un “estado estratega”, que si bien
conserva plenamente su capacidad de intervenir directamente en los asuntos
económicos, lo irá haciendo cada vez más bajo nuevas formas más indirectas e
indicativas, minimizando las intervenciones de naturaleza extraeconómica, con
lo cual las relaciones Estado-empresa se modificarán de estatal-imperativas a
estatal-publicas, como ya se viene observando.

No obstante, dada la significación que se le asignan a las funciones de seguridad


por parte del régimen cubano, el estado “estratega” continuará siendo en gran
medida un “estado gendarme”, donde la seguridad de la élite y la gobernabilidad
se garantizaran a través de nuevas formas de intimidación y coerción social, sin
que se excluyan en modo alguno los clásicos mítines de repudio, e incluso la
prisión, cuando se considere conveniente. Porque en definitiva, en términos de
real politik, la victoria siempre es el galardón supremo de los que logran
movilizar hacia sus actitudes a una masa significativa de individuos pasivos
política y socialmente.

Habilidades y recursos es todo lo necesario para ello. El régimen cubano destina


cuanto recurso sea necesario, y a muchos de sus mejores especialistas, que
trabajan intensamente en asegurarse la legitimación social por parte de la
población, y en contener los esfuerzos de cualquier sujeto social o político que
conspire contra ello.

En una conferencia pronunciada por Carlos Alberto Montaner el pasado año en


San Salvador, expresaba dos tesis de meridiana importancia para el asunto que
nos convoca y cito [Los subrayados, cursivas y negritas son míos.- LG]:

 “Para disminuir la diferencia de ingresos en nuestras sociedades


es fundamental agregarle valor a la producción…”

 “… agregarle valor a la producción significa invertir seriamente


en educación, estimular la transferencia de capitales y tecnología, dar
lugar al surgimiento de clusters de diversos tipos en los que se congregan
los conocimientos y los impulsos creativos, y contar con una sociedad y
un Estado hospitalarios con el proceso productivo, lo que implica la
existencia de una legislación adecuada y un sistema de administración de
justicia imparcial, eficiente y razonablemente expedito”.

En sus tesis, Montaner se estaba refiriendo al conjunto de los países de la


América Latina, pero las mismas tienen absoluta validez para una Cuba incluso
bajo la bota, si ya no soviética, al menos con acolchonadas plantillas chinas, a
falta de las más deseadas norteamericanas, de la élite en el poder, y en ello están
trabajando intensamente.

La transferencia tecnológica y el know-how correspondiente, así como las de


capitales por inversiones directas e indirectas, constituyen objetivos centrales del
proceso de reformas, particularmente las que provengan de los Estados Unidos.
Asimismo, la creación de clústeres productivos, de servicios y comerciales,
están altamente priorizados, y se corrobora al nivel más alto de la nomenklatura
con la designación de los respectivos zares para atenderlos.

Se puede objetar, no sin razón, que la intromisión constante y en muchas


ocasiones paternalista del gobierno y el partido en la dinámica empresarial lastra
su accionar, pero de igual modo ha quedado definido que la misma irá siendo
sustituida por una gradual intervención indicativa. En igual medida el marco
jurídico actual, obsoleto en muchas de sus partes, está siendo rápidamente
adaptado a las nuevas realidades.

En los lineamientos generales del Modelo de Gestión Económica, se destacan


algunos elementos sobre el tema que resultan de sumo interés teórico y práctico:

 El sistema de planificación socialista continuará siendo la vía


principal para la dirección de la economía nacional, y a su vez deberá
transformarse en sus aspectos metodológicos y organizativos, para dar
cabida a las nuevas formas de gestión y de dirección de la economía
nacional.

 El modelo de gestión debe reconocer y estimular, además de a la


empresa estatal socialista, que es la forma principal en la economía
nacional, las empresas de capital mixto, las cooperativas, los
usufructuarios de tierras, los arrendadores de establecimientos, los
trabajadores por cuenta propia y otras formas que pudieran contribuir a
elevar la eficiencia del trabajo social.

 En las nuevas formas de gestión no estatales no se permitirá la


concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales.

 Los cambios estructurales, funcionales, organizativos y


económicos del sistema empresarial, las unidades presupuestadas y la
administración estatal en general, se realizarán programadamente, con
orden y disciplina, sobre la base de la política aprobada, lo que impone
un proceso de capacitación en todas las estructuras que facilite su
realización.

 La planificación abarcará no solo el sistema empresarial estatal y


las empresas cubanas de capital mixto, sino que regulará también las
formas no estatales que se apliquen, lo que implica una transformación
del sistema de planificación hacia nuevos métodos de elaboración del
plan y del control del Estado sobre la economía.
 La separación de las funciones estatales y empresariales pasará
por un proceso paulatino y ordenado, donde el cumplimiento de las
normas que se establezcan es fundamental para alcanzar las metas
propuestas.

 El incremento de facultades a las empresas irá asociado a la


elevación de la responsabilidad sobre el control de los recursos
materiales y financieros que manejan.

 Se desarrollarán mercados de aprovisionamiento que vendan a


precios mayoristas y sin subsidio para el sistema empresarial y
presupuestado, los cooperativistas, arrendadores, usufructuarios y
trabajadores por cuenta propia.

 Las finanzas internas de las empresas no podrán ser intervenidas


por instancias ajenas a las mismas; ello solo podrá ser realizado mediante
los procedimientos legalmente establecidos.

 Las empresas deciden y administran su capital de trabajo e


inversiones hasta el límite previsto en el plan y según las regulaciones
que se establezcan.

 El control de la gestión empresarial se basará principalmente en


mecanismos económico-financieros, en lugar de mecanismos
administrativos, suprimiendo la carga actual de controles a realizar en las
empresas.

 Las empresas estatales que muestren sostenidamente en sus


balances financieros pérdidas, capital de trabajo insuficiente, que no
puedan honrar con sus activos las obligaciones contraídas, o que
obtengan resultados negativos en auditorías financieras, serán sometidas
a un proceso de liquidación, cumpliendo con lo que se establezca al
respecto.

 Las empresas, como norma, no recibirán financiamientos


presupuestarios para realizar producciones de bienes y servicios.

 Las empresas, a partir de las utilidades después de impuestos y


cumplidos otros compromisos con el Estado, podrán crear fondos para el
desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores, luego de
alcanzados los requisitos establecidos.

 Los ingresos de los trabajadores de las empresas estatales estarán


vinculados a los resultados finales que se obtengan.

 Las empresas pagarán a los Consejos de la Administración


Municipal, donde operan sus establecimientos, un tributo territorial,
definido centralmente, para contribuir al desarrollo de la localidad.
 Se elimina el subsidio por pérdidas; las empresas aportarán parte
de las utilidades, después de impuestos, para crear en la organización
superior de dirección empresarial un fondo de compensación para
desbalances financieros.

 Las empresas tendrán independencia para la aprobación de sus


plantillas de cargos.

 En el marco de la política de precios orientada por el organismo


competente, las empresas aprobarán flexiblemente y con transparencia
los precios de las producciones y servicios que ofrecen y podrán realizar
rebajas cuando lo consideren necesario.

Cierto que con un gran retraso respecto a otras experiencias, pero en Cuba
estamos presenciando el conocido repliegue estatal, sustentado en la concepción,
no validada suficientemente, de que un estado mínimo es requisito indispensable
para alcanzar la prosperidad. Este enfoque que está siendo cuestionado en la
actualidad, concibe al Estado no como hacedor global sino como articulador
social, lo que se corresponde plenamente con la propuesta de separación entre
las funciones estatales y empresariales.

En cualquier caso, estamos en presencia de un ajuste de la intervención estatal


tanto desde el paradigma social como desde la política y la economía. No
obstante, aquí los límites, independientemente de la forma en que opere el
mecanismo económico y su sistema empresarial concretamente, estarán
condicionados al derecho impuesto por las élites usurpadoras del poder en Cuba.

Uno de los “sesudos” de las reformas económicas cubanas ha sido el Dr. Joaquín
Infante, quien ante la pregunta orientada de ¿Cuál es la diferencia entre una
empresa socialista y una capitalista?, respondió sin titubear que “Las dos deben
producir con rentabilidad y ser costeables, autofinanciarse”, donde descontando
los galimatías conceptuales, lo sustancial es el reconocimiento del mercado
como mecanismo regulador de la planificación orientada.

Y para evitar perder su rastrera ocupación de “sesudo oficial”, rápidamente


inserta la clásica coletilla de que “…Pero en la [sociedad] capitalista las
riquezas se las embolsillan los dueños, y en la socialista son patrimonio del país
y del pueblo [es decir, del clan que suplanta al país y al pueblo.- LG]. Mas, para
que esto último sea eficaz, tenemos que eliminar muchas restricciones
innecesarias”.

Nos guste o no, la propuesta neocastrista es coherente en el sentido apuntado.


Una cosa es lo deseable y otra lo que es. Y lo que “es”, consiste en la asunción
de un nuevo paradigma en la concepción y gestión de la empresa estatal
“socialista”, que irá pasando paulatinamente a convertirse en una empresa
“socialista pública”, en la medida en que los cambios realizados y las posteriores
medidas complementarias que se irán implementando, vayan ejerciendo un
impacto en la empresa cubana, que experimentará una transformación desde la
obsolescencia física, financiera y moral en que fue subsumida por los caóticos
delirios de Fidel Castro, a una entidad con personalidad propia, compulsada a la
competitividad, con control de su capital de trabajo y de sus operaciones
financieras, y con potestad para escoger sus proveedores en términos de costos y
ajustar sus recursos humanos y su retribución a la realización de los productos y
servicios en un mercado en estructuración creciente y selectivo.

Tal y como corroboran la teoría económica y otras experiencias, en el mediano


plazo poco le interesarán a la cúpula gobernante los orígenes de los tributos,
siempre y cuando los mismos entren en los volúmenes previstos en su caja
fuerte, protegida de mirada indiscretas, en los plazos fijados, aunque a ello y por
fuerza de la “costumbre”, se le siga denominando planificación de la economía
nacional. Simplemente estarán muy ocupados para prestar atención a esas
nimiedades, y los mecanismos de verificación se enrumbarán por el control
selectivo de los morosos y con déficit de liquidez.

De hecho estamos en presencia de una decisión política de primordial


importancia -y no solo de naturaleza económica como se le ha presentado-, toda
vez que implanta un modelo de intervención estatal “ajustada” en la vida social
del país, con un criterio maximalista de rentabilidad económica. Posiblemente
sin saberlo, el considerado por el momento “Zar” de las reformas económicas
Marino Murillo y el resto de los “sesudos” de su equipo, no se hayan percatado
que la “actualización” del “modelo” económico castrista expresado en los
lineamientos y en las resoluciones del VI Congreso del Partido, tiene
cínicamente una definitiva vocación neoclásica.

El neoclasicismo considera que el mercado actúa como mecanismo general de


coordinación de la actividad económica a través de los equilibrios dinámicos de
la oferta y la demanda, que determinan los precios de los bienes y servicios.
Curiosamente, el estado mayor de la economía cubana no se ha pronunciado por
la política de precios, y en la actual tendencia el “hombre nuevo” será sustituido
oficialmente por el “homo economicus”, que en un escenario de competencia
perfecta maximiza su rentabilidad, a diferencia de los oscuros y abstractos
valores del ideal comunista.

Pero escenarios de competencia perfecta rara vez se verifican, por lo que los
partidarios del neoclasicismo, y ahora sus insospechados seguidores criollos,
siguen el criterio del “second best” o “sub-optimo”, que considera que a partir
de sinergias de economía de escala se reducen tendencialmente los costos
medios por el crecimiento de la realización de mayores volúmenes de productos
y servicios.

Sin embargo tengo la impresión que los “sesudos” de la economía cubana no


han llegado a evaluar el impacto que producirá cuando los costos comiencen a
moverse por la vertiente ascendente de la curva, por los efectos de las “des-
economías de escala”, aspectos desestimados por los economistas soviéticos en
su época y extrapolados desastrosamente a la Isla con el gigantismo empresarial.

La concepción del Second Best y el Óptimo de Pareto a los cuales igualmente se


suscriben subrepticia y anónimamente los “cerebros” de moda de la
nomenklatura, argumentan y justifican la intervención estatal con criterios
correctivos y de temporalidad, a lo que habría que añadir que un puñetazo en el
buró de un empresario por parte de la alta dirección le recuerda oportunamente
quien es el real tenedor de las acciones del poder. Y es que los nuevos econo-
burócratas, como los neoclásicos en su momento, están tratando de hallar las
dimensiones óptimas de las empresas de acuerdo a su objeto social y siguiendo
criterios de territorialidad.

(continuará)

Das könnte Ihnen auch gefallen