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Desde la fundación de Santa Marta el día 29 de julio de 1525 por parte del
adelantado Don Rodrigo de Bastidas, la educación como fenómeno
superestructural de la sociedad ha jugado un papel preponderante en la vida y
desarrollo de esta urbe, la cual sirvió de soporte a la corona española para
emprender el ambicioso proyecto de sometimiento de las tierras situadas más allá
del litoral.
En esa época, por mandato de las leyes de Indias, el cura doctrinero se convirtió
en el primer impulsor del proceso educativo por medio de la enseñanza de la fe
cristiana y el sometimiento de los indígenas a la obediencia y determinaciones
impartidas por los conquistadores y colonizadores venidos de la península ibérica.
Este procedimiento fue la constante que se observó en todos los grupos y
regiones dominados por los usurpadores españoles, quienes inspirados en las
acciones de la “Espada” y la “Cruz” emprendieron el más pavoroso sometimiento
de nuestros nativos americanos.
Las escuelas de primeras letras aparecieron en el Caribe a finales del siglo XVII,
como consecuencia de la participación de algunos encomenderos y acomodados
españoles que fundaron pequeñas escuelas para educar a sectores privilegiados
de la comunidad. Este esfuerzo iba en contravía de las políticas de los reyes
austrias, partidarios éstos del autoritarismo extremo y el escaso asentimiento a los
procesos educativos. Fue a partir del reinado de los reyes borbones, y
particularmente en la época de Carlos III en la segunda mitad del siglo XVIII,
cuando la educación de primeras letras auspiciados por el gobierno español
comenzaron a convertirse en política de estado bajo el control y supervisión de los
cabildos de villas y ciudades; sin embargo, las precarias condiciones económicas
de estos entes territoriales no permitieron el pago oportuno a los encargados de
impartir docencia. Por esta razón, de forma frecuente los padres de familia
tuvieron que contribuir con el costo de la educación, acción que produjo el
afianzamiento elitista de la educación.
Finalizada la guerra de los mil días –que cerró el siglo XIX y despuntó el XX con
los tratados de Neerlandia, Wisconsin y Chinácota en el año 1902, los ejércitos de
la revolución se desmovilizaron como consecuencia de los acuerdos de paz. Santa
Marta quedó en una lamentable postración económica y financiera; ruina en los
campos, vías de comunicación destruidas y la población sumida en la más
dolorosa miseria. El espíritu de concordia y de armonía social comenzó a abrirse
paso bajo el gobierno del doctor Francisco Vergara Barros en 1903 y luego con la
primera administración del doctor Rafael de Armas, en 1905. En esta última
administración y con el concurso del doctor José Antonio Iguarán Araújo,
Secretario de Educación, por medio del decreto número 118 de 24 de noviembre
de 1905 se fundó en Santa Marta el colegio “Liceo Celedón”; centro de cultura que
llenó un enorme vacío que por largo tiempo había padecido la sociedad. A partir
de su fundación el establecimiento educativo corrió económicamente por cuenta
del departamento. En este centro educativo se establecieron los programas y
cursos similares a los del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de
Bogotá, y en sus primeros lustros de su funcionamiento los egresados de sus
aulas se convirtieron en paradigma de civismo, de inteligencia y de capacidad
política y administrativa. El Celedón, con el tiempo, pasó de ser un centro de
educación para privilegiados a una casa de conocimiento popular. Así lo
evidencia con meridiana claridad el transcurrir de los momentos históricos de la
primera hegemonía conservadora y la segunda hegemonía liberal en la primera
mitad del siglo XX, como también las significativas ejecutorias emprendidas por
prohombres de la educación que hicieron del claustro liceísta un recinto de
virtudes cívicas y un centro de formación integral del “Magdalena Grande”, como
el presbítero Pedro Gabriel Miljans, Lázaro Espejo, Carlos Bermúdez, Florentino
Goenaga, Manuel I Guardiola, Francisco Vergara Barros, Andrés Bermúdez y
otros más de igual importancia. Después pedagogos de la solvencia intelectual y
moral de Hugo J. Bermúdez, Pepe Laborde, Lacho Guardiola, Agustín Iguarán,
Anciolino Vives, y con ellos una constelación de recordados valores culturales.
Los gobiernos liberales (1930- 1946) y los correspondientes a las dictaduras civil y
militar (1946 – 1958), ayudaron con fortaleza a la popularización de la educación;
situación que generó la demanda educativa de los sectores menos favorecidos de
la ciudad, los cuales tuvieron posibilidad de estudio en las escuelas y colegios
públicos. Situación que favoreció la apertura de nuevos colegios privados. La
“sociedad Unión y la Escuela Santander” –colegios públicos- se convirtieron en
fecunda cantera de aprovisionamiento de personal estudiantil para el Celedón, y el
“Montessori”, un centro de educación para párvulos. Los colegios Liceo del Caribe
fundado por los licenciados Rafael Guerra y Arturo Vives el 12 de febrero de 1951;
el Instituto Luis A. Robles (1951) del Licenciado Alfredo Almenares Barros, y el
colegio San Luis Beltrán, creado por la comunidad franciscana en 1946,
recepcionaron los sectores medios y altos de la sociedad de Santa Marta y
estudiantes provenientes del “Magdalena Grande”, a los que el Celedón no le fue
atractivo por su popularización. Este fenómeno privatizador lentamente se fue
formando desde el año de 1917 con la creación del colegio “Gimnasio Santa
Marta, institución dirigida por el pedagogo Manuel Gregorio Núñez. Fueron
también famosos en esta época los centros privados educativos “El Espíritu
Santo” de Dolores Almanza y los colegios de Eladio Pereira, Agustín Iguarán y los
de los profesores Antonio Correa y Juan Padilla. La férula y los fuertes castigos se
constituyeron en modelos de formación educativa, cuyo lema fue “la letra con
sangre entra”.
La demagogia educativa impulsada por los primeros gobiernos del frente nacional
de proporcionarle educación al pueblo con las mismas arcaicas estructuras de los
colegios públicos, estimuló el razonable deseo de los sectores marginados de
Santa Marta de recibir el conocimiento que ofrecía el Estado. De esta manera, a
partir de 1958, se produjo una gran presión de cupos en las escuelas y colegios
oficiales los cuales desbordaron la capacidad normal de las aulas disponibles para
el desarrollo de la academia. Los colegios públicos crecieron en número de
estudiantes sin planeación y proyección futura y en las aulas que albergaron 35
alumnos acomodaron hasta sesenta para darle cumplimiento a las
determinaciones del gobierno. Ejemplo de este proceso lo constituyó el Celedón;
institución que se vio obligado a abrir jornada paralela y nocturna para albergar a
la cantidad de estudiantes que deseaban entrar a sus claustros. Y fue tanto el
aumento de cupos solicitados que no tuvieron respuesta positiva en el Celedón,
que el Concejo Municipal conscientes del problema educativo tomó la
determinación de crear el colegio Hugo J. Bermúdez por medio del acuerdo
número 014 de 15 de diciembre de 1960, por iniciativa de ediles encabezados
por Augusto Bermúdez, Julio Martínez Adárraga, Arístides García Torres, Joaquín
Miranda Lobo, William López Zapata, José Francisco Pinto Núñez, Gonzalo
Gutiérrez Céspedes, Rafael Palacio Iguarán y otros cabildantes más; institución
que de la mano de Anciolino Vives Campo – Tercer rector del colegio- desbrozó el
camino para convertirse en un centro de prestigio.
Por medio de esta casa superior los sectores populares de Santa Marta, el
Magdalena y otras regiones del caribe y del interior, vieron superadas sus
angustias al ingresar a sus aulas para estudiar agronomía, y posteriormente otras
carreras como Ingeniería Pesquera, Administración Agropecuaria y Ciencias de la
educación. En esta nueva empresa fueron determinantes la participación de
figuras como Eva Henríquez de Gómez, presidenta de la Duma departamental de
1958; Reinaldo López Cotes, diputado ponente y Miguel Ávila Quintero,
gobernador del Magdalena en 1962.
En 1970, surgió el Inem “Simón Bolívar”, proyecto bandera del gobierno del doctor
Lleras Restrepo cuya finalidad apuntaba a la diversificación de la educación. Quizo
la administración nacional con este programa construir en los sectores populares
hombres cualificados para el servicio de la producción; estrategia que afectó al
Liceo Celedón en materia grave en cuestión profesoral, lo cual lo sumió en una
profunda crisis que duró varios lustros.
A pesar de todas la buenas intenciones del gobierno nacional por satisfacer las
exigencias que demanda la puesta en ejecución las políticas de calidad y
excelencia académica, en Santa Marta la descentralización educativa ha servido
para fortalecer el caciquismo político, para imponer las prácticas terroristas de
desestabilización laboral y mantener una fronda burocrática carente de capacidad
en el manejo administrativo; circunstancias que deterioran de manera acelerada
el complejo panorama de los planteles educativos, que ven importantes como la
falta de planeamiento, la improvisación y los compromisos políticos son acciones
que están por encima de los verdaderos propósitos de una sana educación.
¡Santa Marta, hoy en tu cumpleaños número 479, sólo espero que se inicie en tus
entrañas un cambio de estilo en el manejo educativo, en beneficio de la niñez y de
la juventud que alimentarán tu futuro!