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LUCES Y SOMBRAS.

Mateo 4:12-17.

INTRODUCCIÓN.

Uno de los grandes contrastes que encontramos en el mundo físico


y material, es el de la luz y la oscuridad. En su gran mayoría el
mundo entero se ha hecho dependiente de la luz no sólo para
alumbrarse, sino para impulsar todo el estilo de vida que hoy en
mayor o menor medida disfrutamos todos. Pensar en lo que sucedería
si de pronto no hubiera luz, y la oscuridad dominase toda nuestra
existencia, sería terrorífico. Experimentar un corte energético
supondría cambiar y adaptar toda nuestros hábitos. Vivir en medio de
las tinieblas tendría consecuencias físicas y sicológicas. ¡Qué
seguridad nos brinda la luz!¡Qué bien podemos ver con ella! ¡Qué
trágico sería prescindir de sus propiedades!
Estos dos conceptos antagónicos trasladados al plano espiritual,
tienen una importancia tal, que las mismas Escrituras los tratan con
una magnitud simpar.
Al contrario que en la vida material y física, espiritualmente
hablando, la inclinación de la humanidad es a estar envueltos en
tinieblas. Escogemos la ceguera antes que la brillante verdad.
Preferimos vivir tropezando en la vida con todas las circunstancias,
que asir la antorcha del Evangelio. No nos importa obviar esta triste
realidad. Nuestros ojos físicos lo ven todo con apreciable claridad,
mientras nuestra alma navega a la deriva, oscurecidos por las
tinieblas del pecado. Y aún cuando divisamos el faro de la verdad de
Dios, nos decimos a nosotros mismos que nuestra derrota es la
correcta y que esa luz no es más que un espejismo inseguro y volátil.
Ese es el panorama que Jesús halló en la Tierra, cuando comenzó
su ministerio. Tras derrotar a Satanás, príncipe de las tinieblas y del
mundo, por tres veces, Jesús conoce la dramática noticia de que
Juan el Bautista, portavoz de la luz divina, había sido encarcelado
por orden de Herodes Antipas. La luz que declaraba el pecado del
monarca había sido encerrada en un lóbrego y sucio calabozo. El
tiempo del relevo había llegado. Jesús toma esta antorcha refulgente
en sus manos llenas del poder del Espíritu Santo e inicia la obra para
la cual fue enviado por el Padre: "Jesús regresó a Galilea en el poder
del Espíritu, y se extendió su fama por toda aquella región. " (Luc.
4:14)
Comienza en su pueblo natal, Nazaret. Al parecer el lugar perfecto
para que las Escrituras fuesen cumplidas ante todos. Todos lo
conocían, todos sabían de quién era hijo. Era uno más de ellos. Y
como todos ellos, el sábado se dirige con paso firme a la sinagoga.
Una vez allí, toma en sus manos el rollo de Isaías: " Se levantó para
hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al
desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: «El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar
buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a
los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los
oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor.» (Luc. 4:16-19).
Todos estaban expectantes. Esperaban escuchar de labios de Jesús
su interpretación de esta palabra profética: "y él comenzó a
hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.»
(Luc. 4:21).
Al escuchar estas palabras el asombro y las preguntas surgieron. "¿No es el
hijo del carpintero? ¿Cómo puede hablar con tanta autoridad de este pasaje
de las Escrituras?".
La promesa de la salvación hecha a los judíos cumplida. Las palabras de
aprecio y bendición estaban aún en sus labios, cuando Jesús da un giro
radical a su enseñanza. La salvación no ha venido sólo para los judíos.
También los gentiles recibirán esa redención.
Ahora las muecas de disgusto y las miradas inyectadas en sangre toman el
lugar de las muestras de cariño y asentimiento: " Al oír esto, todos los que
estaban en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, lo
expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina
sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el
precipicio. " (Luc. 4:28,29).
La ceguera de su nacionalismo y elitismo les impidieron ver a la luz
salvadora de Jesús. Y la rechazaron. " El que era la luz ya estaba en el
mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no
lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo
recibieron. " Jn. 1:10,11). Sólo quedó marcharse y seguir su misión en otro
lugar: Capernaúm.
La imagen de Jesús como luz aparece en muchos pasajes de los evangelios: "
Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que
viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad,[k] para guiar
nuestros pasos por la senda de la paz.» (Luc. 1:78,79); " Yo soy la
luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida." (Jn. 8:12); " Mientras esté yo en el
mundo, luz soy del mundo. " (Jn. 9:5); "Yo soy la luz que ha venido
al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas. "
(Jn. 12:46).
¿Qué es la luz? ¿Qué son las tinieblas? ¿Por qué Jesús es la luz del mundo?

A. LO QUE NO ES CRISTO: LAS TINIEBLAS Y LA SOMBRA DE


MUERTE.
1. LAS TINIEBLAS SON LA MARCA DEL ENGAÑO Y LA
CEGUERA DE MENTE Y CORAZÓN.

La incredulidad y la ignorancia es la característica más patente de nuestra


generación. Y no es porque no sepan de Dios y su salvación, sino por su
autoengaño al considerar que las tinieblas son más atractivas y apetecibles
que el perdón de Dios. Todas las obras del ser humano deben ser enmarcadas
en este asfixiante ambiente de oscurantismo.
El pecado no nos mata. El príncipe de este mundo aún sigue envenenando y
disfrazando la realidad pecaminosa del ser humano con subterfugios y
excusas. Para la humanidad no hay negro y blanco absoluto. Hay grises, o
como decía un padre en el colegio: “Puedo pintar de negro claro o de blanco
oscuro.” El relativismo ha cegado definitivamente las mentes más preclaras y
los ojos más abiertos. "Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es
cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de
ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios,
conocedores del bien y del mal. " (Gen. 3:4,5). El orgullo coloca una
túpida venda en nuestros ojos y nos hace desear más las tinieblas de la
desobediencia y rechazar de plano la luz esclarecedora de Jesucristo. " El
dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para
que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la
imagen de Dios. " (2 Co. 4:4); "A causa de la ignorancia que los
domina y por la dureza de su corazón, éstos tienen oscurecido el
entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios. "
(Ef. 4:18).
También las tinieblas están en la mirada de aquellos que se autojustifican y
piensan que ellos merecen ser salvados. " Entonces Jesús dijo: —Yo he
venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los
que ven se queden ciegos. " (Jn. 9:39). Esto quiere decir, que los que
creen que ven, en realidad sólo perciben la negrura de su corazón como un
sacrificio que Dios debe aceptar sí o sí. Para Dios todo cuanto querramos traer
como obras de justicia propia son trapos de inmundicia. La oscuridad de los
méritos no tiene comunión con la luz de la gracia de Dios.
Las tinieblas son la antítesis del amor. Todo lo que no proceda del amor
perfeecto que sólo Dios otorga, procede de la sucia habitación de nuestros
corazones. " Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en
ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver. "
(1 Jn. 2:11). Por eso el mundo está en esta situación. Dónde el amor de Dios
no abunda, dónde la luz no muestra la misericordia y la piedad, dónde no hay
compasión ni gracia, sólo pueden haber tinieblas impenetrables.

2. LAS TINIEBLAS SON LA SEÑAL INDELEBLE DE LA


DEPRAVACIÓN DEL HOMBRE.
Otra de las conductas relacionadas con la idea de las tinieblas, es la de
abundar en el pecado, vestirse de él y enorgullecerse de ello. En las
enseñanzas de Pablo a los efesios, la actitud del mundo por el pecado, es
contrapuesta a la vida de los hijos de luz: " Han perdido toda vergüenza,
se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda
clase de actos indecentes. " (Ef. 4:19). No existe la idea de vergüenza, no
se estima como mala o pecaminosa una conducta, simplemente la inocencia
ha desaparecido. La conciencia a pesar de hacer horas extras, no convence al
ser humano de que su pecado es un arma de doble filo. La inmoralidad tiene
que ver con nuevos "valores" o "principios" que la sociedad asimila como
buenos, y la moral, la ética cristiana y los principios bíblicos son considerados
como algo que frena el progreso y el avance del hombre. Todo vale, todo es
aprobado, todo es tolerable, todo se mira con buenos ojos. Y lo que es más,
esta generación impía no descansa, quiere más y más, profundizar en cada
pecado, refinarlo hasta lo máximo. No se sacian, desean con más ahinco pecar
porque los actos indecentes ya no son considerados actos deleznables y
perversos. Son una opción más que respetar. Se regodean en la suciedad.
El mundo todavía no sabe en manos de quién está. No sabe o no quiere
saber que la sombra de muerte se cierne peligrosamente sobre ellos. Están al
borde de un abismo, y no se dan cuenta de que un paso más y serán juzgados
por Dios. Cuando Pablo da cuenta de su testimonio y de cómo tuvo un
encuentro crítico con Cristo, nos cuenta de la misión que le estaba
encomendando iba a ser una lucha tenaz: "para que les abras los ojos y
se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a
Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados
y la herencia entre los santificados.” (Hch. 26:18). El poder de
Satanás reside todavía en medio de nosotros, la oscuridad nubla nuestro
entendimiento y sólo hay una salida: buscar el perdón de Dios abrazando a la
luz admirable de Cristo. Satanás intenta por todos los medios apartarnos de
esa luz. Intenta apagar nuestra llama. Desea que escondas bajo un almud tu
testimonio de luz y perdón en Cristo Jesús.

3. LAS TINIEBLAS SON LA CAUSA INDUDABLE DE NUESTRO


ABATIMIENTO.

La profecía que Mateo sabiamente conjuga con el comienzo del ministerio


de Jesús se encuentra en el libro de Isaías: "El pueblo que andaba en la
oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas
tinieblas la luz ha resplandecido. " (Is. 9:2). Cuando el profeta habla de
densas tinieblas y de oscuridad, se refiere al ánimo del pueblo de Israel antes
de que la redención de Dios llegase. Esta actitud se caracterizaba por un
sentimiento de peligro inminente, de falta de refugio y seguridad. Nadie se
sentía lo suficientemente tranquilo. Las posesiones no les daban la paz en
medio de ese ambiente enrarecido por el pecado y la rebelión contra Dios. El
temor y la desesperación se adueñaba de cada habitante, pues tal vez al día
siguiente podían ser atacados por Asiria y ser destruidos. Esto desembocaba
en una languidez letal puesto que la ayuda humana nunca resultaba visible o
capaz.
Hoy también nos invade esta misma sensación. La resignación impide
buscar ayuda de lo alto. El miedo al mañana nos roba la esperanza y el dolor
nos hace maldecir en nuestra inconsciencia. El ser humano lo ha intentado
todo para encontrar paz y seguridad, y ha fracasado estrepitosamente. La
densidad de las tinieblas agarrota nuestro ánimo y decimos: "Para qué seguir,
para qué vivir. Nadie me ayuda, nadie sabe siquiera que existo." La opaca
oscuridad no nos deja ver más allá de nuestras penas y desgracias y
desfallecemos. Una vez más el pecado vence, Satanás ríe contento y el mundo
sucumbe a la negra telaraña que él ha fabricado sutilmente.

B. LO QUE SÍ ES CRISTO: LA LUZ ADMIRABLE QUE DISIPA LAS


TINIEBLAS.

1. LA LUZ DE CRISTO ES EL VERDADERO CONOCIMIENTO DE


DIOS, LA VERDADERA SABIDURÍA.

En medio del caos tenebroso, se abre paso una irresistible luz que permite
conocer perfectamente a Dios, el autor de nuestra salvación. Esta luz es el
medio por el cual conocemos quién es Dios, Su propósito para nosotros y Su
obra redentora. Esta luz es Su Hijo, Jesús. En Él, en Su vida y ministerio, en
Su muerte y resurrección, contemplamos la gloria de Dios. Viendo a Jesús
conocemos quién es el Padre, Su persona y obra poderosos. Es la revelación
suprema, el testimonio definitivo. Si quieres que la luz resplandezca brillante
en tu vida, sólo tienes que acudir a Cristo y Él iluminará tu mente y tu
corazón. " El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz
y la disciplina es el camino a la vida. " (Pr. 6:23). La Palabra de Dios
que da testimonio fiel de Jesucristo es esa lámpara encendida que disipa el
engaño del pecado y sana la ceguera de nuestro corazón encallecido. La Biblia
es el faro que advierte al navío de nuestra vida de los peligros y tentaciones
que el Padre de mentira nos ofrece día tras día.
Ella nos enseña como una radiante lumbrera a discernir el bien y el mal.
Nos instruye en la necesidad de entregar nuestras vidas a Dios para que Él
controle por completo nuestra vana manera de vivir. Nos muestra nuestra
anterior condición de pecado y suciedad y la milagrosa transformación en
nuestra naturaleza nueva. Esta enseñanza viene del Espíritu Santo que
convence a nuestras vidas de tal modo que vivamos alejados del engaño de
este siglo.
La luz esclarece el camino que lleva a la vida en Cristo. Y este camino no es
sencillo. Es abrupto y estrecho. Está lleno de pruebas y disciplina. Este es el
camino que debemos anhelar, por que es el único que nos acerca y lleva a Dios
y a Su infinita misericordia. Esta luz nos hace apreciar el coste de nuestra
salvación en el sacrificio de Cristo en la cruz. Escoge bien, amigo y hermano.
Deja que Dios te conduzca por el luminoso camino que te conduce
inexorablemente a tu verdadero hogar celestial.

2. LA LUZ DE CRISTO ES EL EJEMPLO DE UNA VIDA SANTA


QUE GLORIFIQUE A DIOS.

El Señor Jesucristo no nos sugiere que le dejemos únicamente ser Él la luz.


Su propósito y su ejemplo nos enseñan claramente que nosotros también
debemos ser hijos de luz. Una vez aceptamos la luz de Cristo, y en Él hemos
visto la luz del conocimiento del Padre, nuestra naturaleza tiene que brillar
del mismo modo. Nuestra vida y nuestra conducta debe reflejar ese
resplandor que nos santifica, teniéndole al Él como modelo a seguir. Juan nos
amonesta a los creyentes en relación con la santidad que debemos anhelar
para honrar a Dios: "Si afirmamos que tenemos comunión con él,
pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica
la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz,
tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo
Jesucristo nos limpia de todo pecado. " (1 Jn. 1:6,7). La comunión que
pretendemos tener con nuestros hermanos es un indicador del grado de
iluminación de Dios en nuestras vidas y una señal clara del efecto del perdón
de Dios en nuestras existencias.
La honra y la adoración son también claros signos de la luz en nuestras
vidas. Nuestro afán ha de reposar en dar la gloria y la alabanza a Dios a través
de nuestros actos y obras. Es la luz de Dios la que motiva nuestras buenas
acciones. Todo el mundo en tinieblas podrá ver en nosotros la santidad de
Dios y no nos avergonzaremos de servirle. El amor hacia Dios permitirá que
caminemos cada día ante los incrédulos y también que ellos vean que sus
vidas oscuras pueden encenderse al hallar a Cristo en nosotros: "al único
inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni
puede ver, a él sea el honor y el poder eternamente. Amén." (1 Ti.
6:16).

3. LA LUZ DE CRISTO ES INSTRUMENTO DE JUICIO PARA


VIVOS Y MUERTOS.

Una de las razones por las que la luz se utiliza para hablar de Cristo, es la
de que la luz alumbra lo oscuro, y deja al descubierto absolutamente todo.
Miqueas, el profeta, es capaz de apelar a esa claridad aún sabiendo que lo que
saldría a la luz no era hermoso a la vista. Confiesa que vive en tinieblas, pero
que ante todo Dios es su luz: "Enemiga mía, no te alegres de mi mal.
Caí, pero he de levantarme; vivo en tinieblas, pero el SEÑOR es mi
luz.He pecado contra el SEÑOR, así que soportaré su furia hasta
que él juzgue mi causa y me haga justicia. Entonces me sacará a la
luz y gozaré de su salvación. " (Miq. 7:8,9). Ante la luz de Su justicia, no
podemos más que declarar nuestra vida pecaminosa y rebelde ante Dios. Es el
comienzo del arrepentimiento y de la justificación del Señor a través de Su
perdón. Necesitamos confesar nuestras faltas y sacarlas a la luz. Necesitamos
proclamar nuestra indignidad y la justicia de Dios.
Juan en su evangelio nos instruye en la misión de Cristo para el mundo: "
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para salvarlo por medio de él. " (Jn. 3:17). Cristo vino a predicar el
arrepentimiento y el acercamiento del Reino (Mt. 4:17). Vino para
ofrecernos esperanza y perdón. No vino a juzgar al mundo, ni a destruir a los
pecadores. Vino a darnos una nueva oportunidad en Su muerte repleta de
amor y compasión. Si hubiera sido así, nadie hubiera sobrevivido al justo
escrutinio del Dios Soberano. Jesús se acercó a los ciegos, a los pecadores y
publicanos, a los menesterosos, a los necesitados, a los injustos, a los que
estaban perdidos. Él se acercó a tí. Para darte consuelo en medio de las
mentiras que turban el alma. Para darte la única verdad que derrota al engaño
de Satanás. Para darte una vida santa y agradable ante Dios. Para amarte
como nadie te amó y amará. Sin embargo, aquel que rechaza esta luz es
condenado, no por Dios, sino por sí mismo: "El que cree en él no es
condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber
creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de
la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad
prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos.
Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella
por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el
que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea
claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios." (Jn.
3:18-21).

CONCLUSIÓN.

Jesucristo comienza su ministerio entre tentaciones y amenazas de sus


compatriotas. Pero así debía ser para que las profecías de Isaías se
cumpliesen. Con Su presencia, Sus palabras y Sus hechos, las tinieblas se van
disipando. La noche oscura deja paso al sol naciente. Y la luz de Su
misericordia y poder llena del gozo de la salvación el corazón de Sus
discípulos. No más tristeza, no más desesperación. La luz de Cristo elimina el
temor y la duda. El mal del mundo y la falsedad de las pretensiones de los
líderes religiosos de Israel fueron manifiestos ante el resplandor de Su amor
entrañable y de Su gloria eterna.
¿Querrás seguir viviendo en la oscuridad? ¿Dejarás que tu alma
se atormente teniendo una luz tan cercana? ¿Vivirás en las
tinieblas de tus pecados? ¿Cerrarás tus ojos a una verdad tan
grande? No vivas más en sombra de muerte, y toma la antorcha fiel
de la salvación de Dios: “Despiértate, tú que duermes, y levántate
de los muertos, y te alumbrará Cristo.” (Ef. 5:14).

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